La respuesta de Ben me alienta precisament, pero puedo notar en cada una de sus facciones lo muy adolorido que está mientras lo ayudó a incorporarse tratando de que él no haga demasiada fuerza (tarea que se complica cuando prácticamente duplica mi tamaño). Lo bueno es que Bev aparece en nuestro campo de visión y estoy por asombrarme de su habilidad también, cuando noto como la derriba otro de los aurores.

Corro detrás de Ben con todo lo que me da el cuerpo, y aún así al momento de llegar a donde se encontraba la pequeña, mi hermanastro ya se había encargado de todo y buscaba que la muchacha mostrase signos de encontrarse bien. Por alguna razón estúpida no podía dejar de temblar en lo que esperaba que la rubia respondiese, pero me mantenía alerta, ballesta en mano, mirando con frenesí a los alrededores tanto para evitar que nos tomen con sorpresa y a la vez queriendo encontrar a Altair y a mi hermana. - Zenda!? Aldair? - llamo a gritos esperando obtener respuesta de ellos. Tal vez estaban aún seguros debajo de la capa....

Sé que la pelea ha terminado; los gritos y los choques de los encantamientos ya no hacen eco y hay una extraña calma entre nosotros. Me duele el cuerpo por culpa de la cantidad de impactos que me han lanzado al suelo y me han obligado a golpearme, pero estoy más concentrado en sostener en mis brazos a Beverly, quien poco a poco vuelve en sí con un nombre para mí que me hace reír con un nervioso temblor en la voz, demasiado suave, curvándome de alivio los labios en una vaga sonrisa. Su eructo, por otro lado, me hace sacudir la cabeza — Sí, sí… — le digo sin darle mucha importancia a su pregunta porque me preocupo más por el abrazo que me regala. La estrecho con fuerza, sintiendo mi cuerpo entero sacudirse ante el miedo que empieza a disminuir y transformarse en alivio, acariciando su cabello con una de mis sucias manos a modo de consuelo mientras que aún apoyados en el suelo, nos balanceo de un lado al otro a modo de arrullo.

— Está bien. Estás bien, ya pasó, ya se terminó — no sé cómo decirle que ya no van a hacerle daño, que cuidaré de ella hasta que volvamos a casa porque en cierto modo siento que le estaría mintiendo. Me he pasado todos estos años ayudando a preparar a los más jóvenes a enfrentarse al mundo exterior, pero jamás creí que llegaría el día en el cual debería verlo suceder — Todos estamos a salvo. La próxima vez solo quédate debajo de la capa… ¿De acuerdo?

Solo por chequear una vez más, me separo un poco para poder ver que no tenga ninguna herida y me pongo de pie con sumo cuidado, tomándola de los brazos para ayudarla a pararse — ¿Puedes hacerlo? — le pregunto, tratando de hacerle de bastón a su menudo cuerpo, para luego ver a quienes tengo más cerca. Kendrick parece a punto del colapso a juzgar por su obvia palidez y su extraño silencio, Amber parece ilesa y Ava hace la pregunta que me ando haciendo — ¡Zenda, Aldair! — llamo, rodeando a su vez a Bev con un brazo para mantenerla estrechada contra mí — ¿Los demás? ¿Están bien? — le pregunto a las chicas por si saben algo de ellos, tratando de verlos a la distancia, divisando a Alice en primera instancia y luego a los otros dos. Parecen estar vivos, al menos es lo que importa.

El hechizo con el que la habían derribado, causaba demasiado dolor en su pierna, sin embargo consiguió esconderse detrás de unos nuevos arbustos y de inmediato la ayuda de Aldair y Bev llegó. Jamás en toda su vida se había alegrado tanto de ver a su "sobrina".
Jadeando y respirando profundamente, intentó ponerse de pie junto a ellos debajo de la manta, no podían quedarse quietos o los atraparían, pero la rubia tuvo otros planes y salió corriendo para ayudar a Ben antes de que ella pudiese impedirlo. Zenda quería ayudar, aunque cuando vio a su hermano atravesar el vientre del auror con un cuchillo, decidió quedarse junto a su amigo en la protección de la capa.

Una cosa eran los entrenamientos y la caza, otra completamente diferente era ver como sus hermanos y amigos mataban a otras personas. Eran malas, obviamente, pero para los ojos de la niña ver la muerte en aquel bosque blanco, fue terrible.
Gritos llamaban a ambos pero la pálida bruja no podía responder, estaba temblando y a punto de vomitar mientras veía la sangre manchar la extensa alfombra de nieve.
El chico nuevo la ayudó a ponerse de pie, pero no podía continuar, no así. Volvió a sentarse apoyando la espalda contra un tronco y abrazada a su arco y rodillas, cerró los párpados para calmarse y respirar con normalidad, no podía venirse abajo justo ahora. Ella era valiente y podía hacerlo.

Lo único que la sacó del shock fue la voz de su hermana que la buscaba, había sido una idiota por pelear con ella justo antes de estar por morir, ¿y si sus últimas palabras hacía ella hubiesen sido aquellas tan hirientes? —¡Ava, Ben, estoy aquí! ¡AVAAA!— Gritó con la voz ronca y ahogada en lagrimas, consiguió mover las piernas y corriendo como pudo, se lanzó contra ella en un fuere abrazo al llegar. El llanto empapaba sus mejillas y aún tenía los ojos cerrados para no ver tanto cadáver. —Te quiero mucho.

Los segundos posteriores a la "calma" los pasos tirada en la fría nieve, alternando la mirada entre Amarïe, mis amigos, y la sangre que hay por los alrededores y que tanto contraste crea con el blanco característico de esta época del año. Sabía que las medidas de seguridad habían aumentado excesivamente, porque ya pudimos comprobarlo de primera mano la noche después del atentado de la gala benéfica; lo que no esperaba era que se aproximaran tanto hasta el 14 como lo han hecho.

Al final, cuando veo a todos acercarse y comprobar que nadie ha resultado herido de gravedad, yo también me levanto. Decido probar lo último que se me ocurre, por poco sentido que pueda llegar a tener porque ni siquiera sé qué es lo que le han hecho para dejarla así de inconsciente. Y siendo sincera, creo que prefiero no saberlo. — Rennervate — digo, apuntando a Amarïe con la varita. No sé muy bien si se supone que debe de despertarse al instante si el hechizo sale bien, pero como tampoco nos sobra el tiempo, opto por volver con el resto y ver que de verdad los niños están bien.

Ni siquiera me hace falta preguntar porque cuando veo a Beverly con Ben y a Zenda con Ava, sé que lo único que les pasa ahora mismo es que están asustado. Llevan toda la vida entrenando, pero es una cosa completamente diferente a encontrarte metido en un enredo como el que acaba de pasar. — Algo magullada, pero nada más. ¿Y tú? — me dirijo a Ben cuando nos pregunta cómo estamos. De todas maneras, no me paro a escuchar su respuesta porque me acerco a Aldair para comprobar que todo vaya bien. — ¿Estás bien? — De los más pequeños es el que está más retraído, aunque también es normal teniendo en cuenta que lleva pocos meses aquí.

El último de los aurores cayó, y yo caí con ellos, más por cansancio que por heridas, porque no siento dolor ni tengo ninguna. La mente se fue aclarando poco a poco, al estar en calma, y el frío de la nieve me despertó lo suficiente para notar como los latidos de mi corazón se iba controlando y convirtiéndose en algo más pausados. No se cuanto rato me tiré ahí echado, pero las voces de los demás me fueron sacando del ensimismamiento y me levanté cubierto de sangre y nieve.

Cada uno estaba con lo suyo, con la relación que los unía. Familia, "parejas" y como no estaba especialmente herido desistí de acercarme y me fui encargando de que todos los aurores que se debatían entre la vida y la muerte, la balanza se inclinara definitivamente a un lado.

Otra vez había destrozado familias ¿Esos aurores las tendrían no? Suspiré y rematé al cercano a Alice, pero no la miré a ella, si no a él ¿Tendría hijos? ¿Esposa? ¿Esposo? ¿Padres? Llegó un momento en la vida que no me importó nada de eso y seguía sin importarme. Eran ellos o yo. Y la decisión estaba clara.

Seguí paseándome por el claro para seguir sesgando la vida de los moribundos.

Nunca jamás en su vida el mundo había girado tan deprisa como para caer abatida. Con el paso de los años se había convertido en la persona que era, alguien complicado de alterar y de superar; pero había sido sobrepasada con creces. En el fondo no podía culparlos, si hubiera sido ella la que hubiera estado en situación de superioridad numérica les habría dado una lección. Volvió a tirar de las cuerdas que apresaban sus brazos tras su espalda, tirando con tanta fuerza que, en algún momento, pensó que llegaría a dislocarse ambos hombros. Su cabeza palpitaba con tanta fuerza que sus pensamientos no transcurrían con normalidad y no era capaz de hilar unos con otros con un buen sentido. Su mente se dispersaba, las cuerdas si estaban preparadas especialmente para ella, reteniéndola en su figura humana y controlando su fuerza.

La última luz que pudo ver fue antes de ser arrojada contra el suelo y perder el conocimiento.

El aire regresó de súbito a su cuerpo, llenó sus pulmones y le inyectó una importante dosis de oxígeno a su cerebro. Sus ojos volaron a su alrededor, no dejando que se posaran sobre ningún rostro en concreto, no reconociendo a nadie en la primera barrida. Un fuerte tos emergió de sus labios y escupió una buena cantidad de sangre en el suelo, tiñendo de rojo la blanca nieve a su alrededor, aunque no toda era completamente blanca. Demasiada sangre y personas cerca, tenía que huir ahora que aún podía hacerlo. Intentó levantarse pero sintiendo un fuerte y punzante dolor en su pierna que le dejaba entrever que algo debía de tener roto.

Zenda y Aldair no tardan en aparecer, lo que me deja en perfecto conocimiento que no tuvimos ni un solo caído. Así que esto es lo que hacemos en el catorce: nos entrenamos para que un puñado de ocho personas, muchos niños, sean capaces de abatir a una quincena de aurores del Ministerio de Magia. Nunca he estado ni cerca de NeoPanem, pero conociendo sus historias, me siento desequilibrado.

Ahora que la adrenalina ha pasado y la urgencia del miedo me ha dejado tranquilo, puedo pensar con mayor claridad. No tengo sangre encima, pero sé que eso es solo una expresión subjetiva, porque sé bien lo que ha pasado con los tipos que cayeron al agujero que provoqué en medio de la tierra. Oí sus gritos, sus quejidos y el ruido de sus cuerpos al caer entre las rocas. Me quedo quieto en mi lugar en el suelo y me abrazo a mí mismo, seguro de que el escalofrío no tiene nada que ver con el frío. Y cuando veo al auror a pocos metros con el golpe abierto en la cabeza por culpa de mi hechizo, las náuseas ganan conmigo.

Me pongo de pie tan rápido que espero no alarmar a nadie, corro hacia los arbustos y apoyo la mano en un árbol para inclinarme sobre las plantas y vomitar. Las arcadas me raspan la garganta y siento esa presión desagradable en la panza que me llena de un sudor frío, hasta que el vómito cesa y puedo recuperar el aliento. Me siento débil y tonto.

Me limpio la boca con el dorso de la mano y tomo aire, sin separarme del árbol que me sostiene — Estoy con Aldair en eso — expreso con la voz ahogada y temblorosa, cerrando los ojos con fuerza un momento para calmarme — ¿Podemos irnos a casa?

Cuando veo aparecer a Aldair y Zenda de una buena vez puedo respirar con tranquilidad, dejando salir un suspiro que denota todo mi alivio mientras veo a mi hermana correr hacia Ava. La pregunta de Amber hace que me toque el rostro con la mano que no tengo sosteniendo a Bev y luego el pecho, sabiendo que me duele, pero sin intenciones de quejarme — He estado peor — digo simplemente. No es una mentira, así que…

Me doy cuenta de que Alice se ha acercado porque la veo aparecer en mi campo de visión y no sé si soy yo o el frío, pero creo que está más blanca de lo normal y eso es decir mucho — Hey… — le digo con suavidad en tono tranquilizador, tratando de agarrarla pero fallo porque me revisa y me impulsa hacia abajo para sentarme, cosa que hago de muy mala gana pero tirando de mi hija para mantenerla cerca — Estoy bien, en serio — insisto, empujando con cuidado su mano para que no se preocupe, pero ella insiste en revisarme y suspiro con fuerza a modo de queja — Fueron solo golpes, de veras, estaré bien — no tengo idea si tengo cortes en algún sitio porque estoy bastante ensangrentado como para diferenciar, así que hago un esfuerzo para tomarla por una de sus mejillas y obligarla a que me mire — ¿Tú estás bien? — y sé que además de lo físico, sabe que estoy preguntando por lo que pasa dentro de su cabeza. Alice entra en ese grupo dentro del catorce que no suele tener contacto con el mundo exterior, especialmente con las matanzas.

Es el quejido de un moribundo el que hace que levante la vista en dirección al claro, viendo como Derian se encarga de los muertos. Miro de reojo a Kendrick, quien se ha quebrado luego de su actuación de hoy y me fijo en Zenda, temblando en los brazos de Ava. Me pongo de pie con cuidado y muevo a Bev para que tome mi lugar en la roca, tocando la espalda baja de Alice — Quédate con ella un momento — le pido y me alejo, pasando cerca de mi hermana, a quien le revuelvo el cabello de modo afectuoso pero lejos de detenerme, me adentro en el claro. La visión general es espantosa, provocando que no quiera mirar los restos que decoran el piso. Sé que mis dedos al aire están sucios y los guantes que cubren mis palmas se llenaron de sangre, pero ni los miro. Han pasado años desde la última vez que participé en algo como esto y es casi como revivir esa antigua arena de batalla, pero sin las cámaras de televisión. En el último tiempo parece que la vida no quiere hacer que me aleje del asesino que siempre negué que era.

— Der… — le llamo, desviando la mirada un momento hacia el cielo cuando está “trabajando” en uno de los cuerpos, deteniéndome a escasos metros de él — Hay niños mirando — sé que los entrenamos para la vida exterior, pero creo que han tenido suficiente por hoy — Creo que deberíamos utilizar el cráter de Kendrick como fosa común… ¿Qué dices? — sugiero, señalando el agujero con un movimiento de la cabeza — La nieve terminará por cubrirlo y podemos rematarlos ahí dentro. Aunque creo que deberíamos dejar a alguno con vida, para hacerle algunas preguntas. ¿Qué opinas de nuestro amigo de arriba? — con un dedo apunto hacia el cielo, donde el auror inflado como globo da vueltas sobre nuestras cabezas — Quizá Amber pueda bajarlo.

Todo era un desastre.

Los entrenamientos, las clases y las largas conversaciones, no los preparaban para lo que acababan de ver y ahora Zenda lo único que quería volver a casa con su madre y padre. Su primera salida del 14 había sido la peor y posiblemente la última.
Se separó con lentitud de su hermana, poco a poco conseguía recuperarse del dolor, del shock y del ataque de llanto, cuando vio a Ken vomitar sus entrañas, a Bev y Aldair aún con los ojos llorosos y a Derian acabando con los últimos hombres malos que querían hacerles daño. —Ya no me escaparé, lo prometo.— Le dijo a Ava en voz baja para que sólo ella la escuchara y armándose en valor, siguió los pasos de su hermano.

Se sentía una inútil por no haber ayudado durante la batalla, sólo se había escondido debajo de la maldita capa mientras los demás recibían daños peores a los de ella. Tenía que dejar de lagrimear.
El último pedido de Ben alcanzó a escucharlo con la mirada perdida en la cantidad de cuerpos que se desangraban, sin decir nada o esperar alguna orden, alzó el arco y colocándose en la posición aprendida que le resultaba más fácil, cambió sus ojos para no fallar el tiro y disparó con se flecha a la pierna derecha del auror que flotaba en el aire. —¿En la otra también?— Le preguntó a Ben mientras sacaba otra flecha de su carcaj.

Escuché pasos, y luego mi nombre, al mismo tiempo que acababa con la vida del último quejica y paré, alzándome y girando la cabeza para mirar a Ben a la cara. No le faltaba razón, pero no estaba de acuerdo —Es lo que verán a partir de ahora, Benedict —¿Íbamos a creer que este iba a ser el último pelotón? En absoluto.

Me separé de él, bastante serio, y miré al cráter que señalaba. No era mala idea, pero teníamos que taparlo bastante bien por no decir la sangre que regaba todo el claro. Ben a veces no entendía la gravedad del asunto y en este caso era uno de ellos —La nieve no va a terminar por cubrir nada —se me notaba un poco alterado —Los superiores de ese grupo están esperando informes, y cuando vean que no les llegan, mandarán una partida. No sabemos cuanto van a durar, pero son magos, así que imagino que días seguro que no —Me aproximé al cráter y me fijé en el cielo. No podíamos irnos a casa, no todavía.

—Si lo baja que lo haga ya, antes de que alguien lo vea o se aleje más —Eché un vistazo al grupo de niños, y fruncí los labios. No los escuchaba desde aquí, pero imaginaba que muchos querían irse ya a casa —Amarïe y los niños deberían irse ya.

Muevo la cabeza para ver encima de mi hombro un momento y doy un paso hacia él, tratando de hablar entre dientes para que solo él pueda escucharme y comprender la gravedad de mis palabras  — Ya tuvieron suficiente por hoy — demando — Tú y yo sabemos como es estar en un campo de batalla por primera vez. Solo quieres irte a casa… — quizá para él pasó más tiempo, pero sé que lo recuerda como yo. Fuimos niños que obligaron a destruir y aunque yo lo he superado en su mayoría, nunca he querido que permitir que los chicos, especialmente Zenda o Beverly, pasen por lo mismo — Ya vieron bastante para empezar. Creo que el mensaje quedó claro.

Me acerco al cráter con él, echando un vistazo dentro y arqueando una de mis cejas al ver la posición extraña en la cual quedó uno de los cuerpos al haberse partido el cuello; bueno, definitivamente esto Kendrick no tiene que verlo — No encontrarán el catorce. No pueden hacerlo si ninguno de nosotros se lo muestra — le recuerdo con un intento de calma — solo debemos mover los cuerpos con rapidez y bajar a este tipo. No voy a dejar que el grupo se separe; con aurores en la zona, si es que hay más, es un riesgo que no voy a tomar. ¿Cómo se lo diremos al consejo?

Pero no consigo ninguna respuesta porque Zenda aparece y en un intento por ayudar le dispara al pobre imbécil del aire, por lo que me acerco a ella a zancadas y le hago bajar el arco con rapidez — ¿Estás loca? ¡Sigue siendo una persona! No se lo puede pinchar como a un globo — intento no ser tan brusco porque sé que intenta ayudar, pero me es imposible tener un tono demasiado relajado ahora mismo — No necesitamos que esté más herido, al menos por ahora. ¡Amber! — llamo, girando mi cabeza en su dirección, buscándola con la mirada hasta que la encuentro — ¿Puedes bajarlo desde el aire? ¿Sabes el contrahechizo?

Zenda ya no entendía nada, habían matado a todos los compañeros del auror, ¿pero ahora era una persona a la cuál no se le podía herir?
Bajó el arco y se tragó las ganas de discutir de nuevo con su hermano, si lo hacía sabía que las cosas terminarían peor. —¿No deberías deshacerte también del conejo? ¿O él ya no está considerado como persona y lo podemos cazar?— Preguntó con ironía mientras tomaba asiento sobre la nieve.

Se acomodó como indio abrazada a su arco y mantuvo la mirada fija en Ben, ya no diría nada más, sin embargo observaría todo lo que harían con los cuerpos muertos, no por placer o por querer, si no porque como había dicho Derian, esta no sería la última vez que los vería y tal vez debía empezar a acostumbrarse para no vomitar como Ken.  
Mordió su labio inferior en un intento de esconder el puchero infantil que quería asomarse y aún que estaba pálida como la nieve, respiró profundo para calmarse.

Era extraña la sensación luego de aquella batalla, todo estaba demasiado silencioso y tranquilo, como si fuese la calma antes de una gran tormeta. Tenían que volver a casa pronto, todo ese grupo de aurores no podían estar solos. —Ben, ya quiero volver con mamá.  

Por un instante me siento agobiada y sin saber hacia quién acudir, aunque al final decido permanece al lado de Aldair. Todos los jóvenes están afectados, y es obvio que a Kendrick le ha afectado la situación más de lo que en un principio parecía por ver lo bien que sabía defenderse. A duras penas consigo enterarme de la conversación entre Ben y Derian sobre los niños y lo que acaba de pasar, y por el tono de las voces, creo que ahora mismo prefiero mantenerme al margen de estos temas. Si ya es complicado para adultos como nosotros, siendo tan pequeños, por muy entrenados que estén... en fin.

Para cuando reacciono al comentario de Ben sobre bajar al auror que todavía sigue flotando en el aire como un globo, Zenda se me adelanta y le dispara una flecha en la pierna. Y de nuevo, decido mantenerme al margen y dejarles a sus hermanos ese tema de conversación sobre lo que acaba de hacer. Sigo pensando que he estado demasiado tiempo fuera como para poder recriminarles cosas. Sin embargo, la segunda vez que mi mejor amigo me pide que baje al auror de ahí, sí que consigo apuntarle con la varita antes de que alguien más se me adelante. Primero lo aproximo más al suelo, y después utilizo el hechizo y en cuestión de segundos, el efecto del contrahechizo se empieza a notar, pero mi atención acaba desviada hacia Alice nada más escucharla. Es como si automáticamente supiera que está hablando con Amarïe. — Deberíais reternele antes de que se desinfle del todo y pueda defenderse — les digo a Derian y a Ben, y le devuelvo la capa de invisibilidad que me ha dado Aldair antes de ir hacia Alice.

— ¿Crees que podemos trasladarla? — pregunto cuando estoy lo suficientemente cerca. No sé demasiado de medicina, pero es obvio que su pierna no parece estar en muy buen estado, y no sé si supondrá algún riesgo importante. — ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar? — Sé que quizá debería echar una mano con los cadáveres porque estoy de acuerdo con Ben, pero ahora mismo necesito hacer algo por Amarïe y poder quitarme esta sensación de culpabilidad.