Miro a Alice cuando Amber demanda sus conocimientos, pero parece demasiado ida aún con lo que acaba de pasar. No sé como ponerlo en palabras porque, en primer lugar no quiero decirlo delante de ella y en segundo, no tengo tiempo para dar explicaciones: Kendrick sale al enfrentamiento de un par de magos que parecen estar dispuestos a comérselo vivo, pero el enano me deja mudo. En segundos los desarma y provoca un agujero en el piso que básicamente se los traga, por lo que le hago caso por primera vez en mi vida y tomo a Amber y Alice para obligarlas a retroceder. La tierra tiembla bajo nuestros pies pero el cráter se reduce a la zona donde Ken ha apuntado, por lo cual estamos a salvo, pero algo me dice que los pobres desgraciados han terminado con el cuello partido o algo por el estilo.


¿Qué demonios le dan de comer a ese chico? — ¡Mierda, Ken! — exclamo con estupefacción, justo cuando oigo los gritos desde los árboles, del otro lado del claro. No me cabe ni duda de lo que está pasando, lo que produce que mi estómago se achique a tal punto que el pánico y la desesperación brotan en cada parte de mis poros  — ¡LOS NIÑOS! — no sé a quien le hablo, no sé quien me ha prestado atención, pero ahora mismo me olvido de Amärie, de mis compañeros en medio de la nieve, porque los más indefensos están siendo atacados. ¿Los han visto? No tengo ni idea, pero no puedo permitirme que algo le ocurra a Beverly o a Zenda.

Salto encima de los arbustos que antes nos sirvieron de escondite y que ahora son un obstáculo para llegar a los menores, de quien no veo rastro salvo las pisadas que decoran toda la nieve. Los aurores parecen estar guiándose por eso para cazarlos, habiendo unido puntos si alguno de ellos ha atacado, cuando se centran en el enemigo visible. Consigo golpear a uno de lleno en la nariz, haciéndolo caer hacia atrás al momento de herirlo con el cuchillo, cuando un encantamiento me da de lleno y me estampa contra el suelo, robándome el aliento.

De no estar en una situación de vida o muerte que todavía no parecía acabar, hubiese aplaudido a Ken por su actuación de esta noche. El pequeño bebé llorón que había visto nacer se estaba convirtiendo en un hombre muy capaz y por alguna razón eso me llenaba de orgullo. La voz de Ben me alerta cuando me encuentro a pocos pasos de ellos y no puedo más que entender su completo asombro. Estaba por acotar de manera similar, cuando gritos que provienen del bosque resuenan en el claro y el corazón se me cae al piso por tercera vez en lo que va del dia. Reacciono por inercia más que por el grito de Ben y me olvidó del entumecimiento que puede todavía siento mientras emprendo una carrera para llegar a los otros niños.

Puteo cuando los arbustos que mi hermanastro salta con facilidad suponen un obstáculo para mí, y vuelvo a maldecir con más intensidad cuando noto como Ben es derribado. Me toma dos intentos, pero logro dispararle de lleno en la frente al auror que comenzaba a acercarse y no dudo en sacar el machete para clavarlo en el auror al que había herido Ben segundos atrás.

- Te encuentras bien? - Consulto jalando de su brazo para ayudarlo a incorporarse mientrs miro frenéticamente a mis alrededores. - Dónde están los demas? - pregunto como sí mi hermanastro no estuviese en la misma situación.

Le partí el cuello a otro auror y lo dejé ahí tirado encima de la nieve para facilitarle el rescate hacia Amarïe, mientras yo me desenvolvía bastante bien con ellos. El jaleo me impedía ver si todos estaban enteros o no, o si necesitaban ayuda, y el retraso de la nieve era cada vez peor hasta que pisé un hueco donde el suelo se vino abajo y me enterré totalmente en nieve. Sin embargo, un auror estúpido me sacó de allí de un tirón y me pegó un puñetazo en el estómago. Suerte que la capa gruesa del abrigo me amortiguaba bien y le respondí el ataque multiplicado por dos.

Alcé la mano, echándome encima de él y le clavé la punta del cuchillo en la cabeza con la misma facilidad que si cortaras mantequilla derretida, apreté hacia abajo para luego sacárselo y dejarlo inerte en el suelo. La sangre me salpicó, pero ni si quiera me la quité.

Y ahí estaba a lo lejos, una auror intentando escapar. Alcé el tridente por encima de mí y lo lancé para clavárselo en la espalda haciendo que trastabillara y cayera de bruces a la nieve. Esos segundos regalados me sirvieron para correr hacia ella y retorcer el arma hasta dejarla sin vida, para luego clavárselo a otro que iba en su ayuda. Su hechizo me pasó rozando, pero ese ya no se volvería a levantar.

No tengo ni idea que pasa a mi alrededor. Mi mente y mis actos estaban centrados en aniquilarlos a todos y acabar esta pesadilla, que ni si quiera escucho como piden ayuda para la prisionera, pero si me muevo hasta donde está Alice, ligeramente aturdido por la adrenalina y veo como quiere avanzar hasta Amarïe.

—¡Os cubro! —Les grito y cuando llega hasta Amber, Amarïe y Kendrick, me aseguro quitarles aurores de encima.

Oigo el cuerpo caer de a quien se le haya ocurrido lanzarme al suelo y pronto me encuentro con la cabellera despeinada y llena de nieve de Ava, de quien me apoyo para ponerme de pie con el dolor sacudiéndome cada parte del cuerpo — No lo sé… — mi voz es algo queda porque estoy más preocupado en buscar las pisadas de los niños que en responderle a Ava, cuando veo como Beverly le da de lleno a un auror que, irónicamente, termina convertido en conejo y se aleja de allí dando saltos con desesperación. Sin embargo, uno de los pocos magos que queda de pie le da de lleno con un hechizo que la lanza al suelo antes de que pueda reaccionar, por lo que grito el nombre de mi hija antes de abalanzarme de lleno contra su atacante, blandiendo el cuchillo como un poseso.

— ¡Que es una niña, pedazo de hijo de...! — pero el "puta" es ahogado cuando golpeo el brazo para quitarle la varita y clavarle el cuchillo de lleno en el estómago, haciendo que se encoja. Me cuesta poco lograr sacarlo de la carne y el músculo, haciendo que su sangre empape mi ropa cuando lo empujo hacia atrás, abriéndome paso hasta Beverly, junto a quien me inclino de modo atropellado para tomarle el rostro, sin importarme el mancharla de un oscuro rojo que destaca contra su piel — ¡Bev! ¿Estás bien? ¿Estas herida? — pregunto, chasqueando los dedos a ver si me enfoca con normalidad. Si nos siguen atacando, poco me importa.

Para variar, ni siquiera da tiempo a que Alice le tome el pulso a la morena porque, de nuevo, varios aurores se acercan a nosotros con las varitas en la mano. Kendrick vuelve a ser quien reacciona antes, y quizá de manera tan inesperada para todos, que me quedo observando cómo la tierra se abre poco a poco, en shock. Si no fuera por los buenos reflejos de Ben, habría acabado malherida, pero consigue apartarnos a Alice y a mí justo a tiempo.

Me dedico a cubrir a Alice con ayuda de Derian mientras esta le toma el pulso a Amarïe, y en cuento escucho que está bien, suelto todo el aire que, sin ser consciente, había estado reteniendo hasta ahora. — Gracias, Alice. — No puedo evitar agradécerselo porque es obvio que no era ni el lugar ni el momento y que se ha puesto en peligro al tomarle el pulso en una zona tan abierta y con tanto peligro, pero necesitaba saber si estaba viva. Pero como siempre nos pasa, el alivio dura bien poco.

A duras penas me llegan los gritos de Ben sobre algo de los niños; unas palabras que vuelven a hacerme reaccionar y que trate de hacerme paso hacia ellos, especialmente con más rapidez cuando veo al pelirrojo estamparse contra el suelo por culpa de uno de los hechizos. Sin embargo, nada más dar dos pasos, un auror aparece frente a mis ojos, y aunque consigo conjurar un Protego para disminuir el daño del hechizo, su Flipendo casi me hace caer contra el suelo. No pierdo ni un segundo más cuando recupero el equilibrio: — ¡Expelliarmus! — Al instante su varita acaba en el suelo.

Ver a Derian acercarse me hace sentir un poco más seguro, suspirando de agotamiento tras el shock que me impone a mí mismo toda la situación. Mantengo la varita en alto lo más firme que soy capaz a pesar de que la muñeca me tiemble un poco, mientras Alice chequea el estado de salud de la chica captiva. Entonces, me doy cuenta de que el enfrentamiento en el claro ha cesado y por los gritos, necesitan ayuda en el bosque. Salgo disparado, esquivo a un conejo que no sé de donde ha salido y al ver una figura que parece estar enfrentándose con mis compañeros, grito un último hechizo.

El Desmaius hace que el mago que Amber ha desarmado vuele hacia atrás, golpeándose la cabeza con una roca; a juzgar por el ruido desagradable de su cráneo y el hilo de sangre que brota del mismo, se ha roto la cabeza. Doy un respingo ante la imagen tan clara de algo que yo mismo he causado, cuando me doy cuenta de que el silencio ha invadido nuevamente el espacio que ocupamos. Tiemblo, dejando caer mis brazos y mis pies trastabillan hacia atrás, dejándome caer al suelo.