Tengo mis ojos tan fijos en la mujer que recibo el impacto del arma con cierta confusión, la quemazón debajo de mi piel me provoca un entumecimiento en todo el cuerpo que trato de aplacar al dar unos pasos hacia atrás y busco las runas para seguir aferrándome a ellas, sin embargo se me escapan ante la imposibilidad de recuperar mi varita que quedó tirada en el suelo sin que me diera cuenta. Caigo en el suelo presionando con mi palma donde está la herida y me niego a que mi garganta emita cualquier sonido, me fuerzo al silencio al cerrar mis ojos, coloco detrás de estos las caras de las niñas y voy contando mis respiraciones. Cuando vuelvo a abrirlos la sala está vacía, me llega de algún lado el estruendo de un estallido y me limito a mirar las sombras del techo, esperando que alguno de los aurores regrese.

—Valerie— procuro despertar a la otra mujer con un sacudón suave en su hombro, tengo al inefable tomado de la muñeca para llevarlo conmigo al abrirme paso lentamente entre rocas del espacio que vienen a darme en la cara y tengo que apartar de un manotazo. —¿Schumer?— llamo al hombre cuando estamos fuera para comprobar que ha recobrado del todo la conciencia. —¿Se encuentra bien? Quédese aquí— le indico, así puedo ir a la cámara de la profecías donde hasta hace nada se escuchaba a los rebeldes destruyéndolo todo. Hago un repaso de los cuerpos inconscientes o heridos que quedan allí, irónico que lo único que ha quedado detrás de los bastardos es un hilo de humo. No, no parece ser lo único. Puesto que nadie habrá de buscarme todavía, las explicaciones de lo que ha pasado en estas salas las podremos dar después delante del mismo Aminoff, voy hacia donde veo el cuerpo lastimado de Alecto, profundamente desmayada. Coloco mi mano en su cuello y no sé qué nombre usar para despertarla, lo reemplazo por unas palmaditas en su mejilla. —Despierta, vamos, te ayudaré a salir de aquí…— murmuro, evitando sus ojos y pasando su brazo por mis hombros para que se ponga de pie, supongo que pronto mandarán a algunos sanadores.

Me incorporo con la poca fuerza que encuentro en mis brazos luego del golpe contra la pared por culpa de la explosión que rompió otra parte del piso. Mi varita ha quedado tirada en algún lugar que no alcanzo a ver, parpadeo para tratar de enfocar mis ojos entre el revuelo que causan los rebeldes al irse por un armario al que trata de seguirlos Road. Escucho el llamado de Percy, miro al chico en el momento que se hace con una de las rebeldes que quedaron atrás y suspiro. Voy hacia mi hija para un abrazo rápido de alivio, no logro rodearla como se debe con mis brazos por la falta de energía. —Luka… Lex, Luka…— murmuro, doy un primer paso hacia la cámara de Pensamiento si es que no ha vuelto a la consciencia por sí mismo. —Iré a buscarlo.

Me arrojo para poder abrazar a Mimi con todas mis fuerzas apenas cruzo el armario, mis brazos por encima de sus hombros así no la lastimo donde pueda tener moretones. Busco su cabello para poder ocultar mi cara, es lo mejor de tener a una amiga con tantos rulos en desorden, y para ser la primera vez que hacemos algo así juntas, lo que no hubiéramos imaginado que pudiera pasar hace unos años, me siento feliz de que hayamos logrado salir de esa para poder estar un poco más cerca de casa. Lo que me duele es el grito de Ken, libero a Mimi de mis brazos y me quedo inmóvil a su lado, aparto la vista de ella cuando James le toma de la mano para darle privacidad al gesto. Me encuentro paralizada, mirando las palmas de mis manos, esta vez no siento que abrazar a Ken sea lo más indicado, porque por muchas puertas que se hayan cruzado, ninguna va a llevarme al niño que llora por todo lo que amaba y todavía ama, y pierde, una y otra vez.

Los cristales incrustados en la piel la hacen arder y veo que la sangre empieza a manar de esas heridas, mis dedos se ensucian de esta cuando trato de retirar los fragmentos de vidrio. El hechizo del inefable rompe en arañazos el escudo que hago el intento de conjurar y siento los muchos cortes que se abren con filos rápidos e invisibles, el jadeo de dolor sale de mi garganta afónica. Parpadeo para enfocar mis ojos en Ken cuando llama a la retirada, por inercia voy hacia donde se encamina el resto, aunque tengo el cuerpo entero doliéndome. Mentalizo la puerta del armario que me resta por cruzar para poder hacerlo y no caer inconsciente por la pérdida de sangre. Saco fuera de mi pecho el aire contenido al reconocer las paredes de la casa de gobierno del distrito nueve, trastrabillo hasta dar con una pared que pueda servirme de apoyo. Paso de un cuerpo a otro, un poco sordo a lo que está ocurriendo con el armario por estar buscando a Alice y cuando la veo todo lo que quiero hacer es abrazarla, tal vez sea un poco incómodo por toda la sangre, pero lo hago al lograr dar los pasos hacia ella.

Sostengo mi cabeza con las manos para tratar de quitarme el rostro de mi hermana de la mente, sigo escuchándola, en ninguna de mis pesadillas he sido capaz de ir hacia ella para rescatarla de caer. Todo se cubre de fuego en mis sueños como esa vez en el distrito catorce, donde también quedó el cadáver de aquella niña muerta y sé que no puedo volver a levantar mi varita contra esta chica, es poco y casi nada lo que puedo hacer como auror. No puedo continuar así. Simplemente no puedo. En mi desesperación por hacer algo, buscar lo que sea, voy detrás de los rebeldes y tiro de la puerta del armario para meterme dentro. Y caigo en un negro absoluto que dura un segundo, el segundo más largo, en el que me duelen las sienes y algo en algún punto explota, viene a mí con fuerza, me arrasa, me consume, me deja con la voz de Magnolia en mi mente llamándome y eso también se extingue, del todo, para que no haya más que silencio, y oscuridad, solo oscuridad.

No pierdo el tiempo en pensar que ira a hacer la auror ahora, ya que nos perdonamos me enfoco en Ari que se encuentra desmayada y la sacudo para que se levante y medio arrastro hasta el armario, Ken me tira del otro brazo mientras.

Me quedo un segundo para lanzar un hechizo y reforzar la barrera que hizo Ken, al cruzar me reciben manos amigas para apartarme del paso y chequear que este bien, a lo que afirmo rápido y los aparto. Me mantengo al lado de Ari a quien atenderé en un segundo pero primero necesito ver que todos salgan. Puedo sentir como me falta el aire y se que es porque no estoy respirando.

Escucho la voz de Del por el comunicador y me pongo a rezar a cualquier divinidad que me escuche mientras enfoco toda mi atención en el armario, solo necesito verla salir y ya todo estara bien. Se que los demás estan diciendo algo pero no es importante, si cruza alguno de los malos los detendremos en el momento en que pongan un pie en nuestro territorio es obvio. Sigo mirando el armario en el momento en que este estalla.

Vuelvo a respirar porque quise gritar pero no salió nada, entonces mis ojos se nublan de las lagrimas que no pude soltar cuando estuve en hogar de los muertos, de las lagrimas que creí se habían acabado de cuando destruyeron el 14, de las que he ido soltando cada vez que esta guerra me quita a alguien, mamá, Cale, Ava, Ben y ahora Delilah. Una voz me dice que tal vez vuelva como hicieron con Ken, pero se ahoga en la imagen de lo que hicieron la última vez con los capturados.

Sentí la rabia subir desde mi pecho, necesitaba liberarla, quería romperlo todo. Pero tuve que conformarme con el suelo debajo de mis pies mientras fracturaba la baldosa con mi poder y soltaba el gritó que no pude antes.

Abro los ojos de golpe, alarmada, cuando oigo mi nombre. Es Rebecca. Miro a mi alrededor. Nos han dejado fuera de juego. ¿Qué más ha pasado? Sigo a Rebecca como puedo, entre gruñidos, mientras noto cómo las heridas se van abriendo a medida que intento mover mi cuerpo.

Una vez fuera, sinceramente, no sé qué hacer. Lo que acaba de pasar ha sido muy fuerte. Han venido aquí a destrozar lo que les ha dado la gana, nos han herido... Joder. Me quedo al lado de Wilhelm, con algo de preocupación. No hemos logrado que dejaran de darle, pobre hombre — ¿Está bien? ¿Necesita algo? Puedo ir a por un vaso de agua, o algo... — le digo, sin tener muy claro nada de nada, y creyendo firmemente que este hombre necesita más un hospital que un vaso de agua. Y yo también.

Logré bajar al niño de un corte pero cuando quise atraparlo me vi impedido por un hechizo protego, mientras el resto siguieron huyendo como las ratas que eran. Incluso el niño Black tiró una profesía para distraernos, pero no le presté mucha ateción porque realmente no era mi trabajo.

Una auror logro llegar al armario pero de pronto humo empezó a surgir de este, por lo que podía considerarse como una baja, al menos ellos parecía que habían tenido una también. La chica con la que habiamos estado luchando intento huir y Percy fue tras ella, se la deje porque eso me hizo recordar que la mujer del ministro seguía herida en la cámara del tiempo. Como los refuerzos llegaban al igual que los medicos, separé a uno y lo llevé conmigo a buscar a Scott.

- Atiendela - le ordené.

Ni siquiera sé quién me ayuda a salir del armario cuando lo cruzo, pero creo reconocer la voz de Seth, aunque suena muy en la distancia. Lo único que hago es negar cada vez que alguien me pregunta sobre ir a descansar y a curarme las heridas, porque no puedo marcharme hasta que el resto haya llegado. Los he abandonado ahí atrás, aunque no por voluntad propia. Sé que si me hubiera quedado solo habría complicado más las cosas porque habrían tenido que ayudarme, pero eso no quita que me sienta mal porque otros hayan tenido que quedarse luchando para que nos fuéramos. Es una sensación horrible.

No sé cuánto rato pasa hasta que poco a poco empiezan a llegar, porque tengo la noción del tiempo (algo irónico, teniendo en cuenta la cámara en la que he estado hasta hace bien poco) algo trastocada por culpa de la confusión, el cansancio y el malestar en general. Aun con eso, cuando la estancia empieza a llenarse, queda claro que la gran mayoría está aquí, y que si falta alguien, a estas alturas lo tendrá difícil. No tengo tiempo de pararme a mirar que todos estén de vuelta porque si los nuestros han sido capaces de llegar, ellos también podrán hacerlo. Y no puedo permitirlo.

Tengo la varita en la mano, preparada para destruir el armario y evitar alguna intromisión con la que nos sea difícil lidiar por cómo estamos, cuando la escucho hablar a través del comunicador. — ¿Delilah? — digo con un hilo de voz, tan insegura, que ni siquiera sé si habrá oído bien. — Perdóname. — Es lo único que puedo decir antes de lanzar un Bombarda contra el armario. No sé si me perdonará, pero yo desde luego no seré capaz de perdonarme a mí misma por lo que acabo de hacer. La he visto crecer, pasar de ser una niña a una adolescente, y luego a una joven mujer. Por mi culpa, no solo por haber explotado el armario, sino por no haberme quedado a luchar, ahora no está a salvo.

Meto la mano en mis bolsillos para sacar las runas, y antes de ir hacia la puerta y salir de aquí para refugiarme en mi casa y hundirme por otro golpe más que nos da la vida, me paro frente a Seth para darle las runas: — Toma. — No me salen más palabras porque sé que, de un momento a otro, me derrumbaré y prefiero que nadie lo vea.

«Nos vemos pronto al otro lado.» Esas fuera mis últimas palabras a Delilah en persona, y ahora...

Mi hechizo le da de lleno a Brawn, pero empiezan la retirada. Y aunque tendría que sentirse como una pequeña victoria (al fin y al cabo son rebeldes huyendo tras haber fracasado, creo. Creo), la verdad es que se siente amargo. Incómodo. Porque la última vez que vencí a Brawn, me llevé la vida de alguien por delante. Gruño, pues mis propias heridas me traicionan y me hacen dar pasos poco certeros, y trato de seguir a los rebeldes.

Les veo largarse con la impotencia apoderándose de mi rostro. Y hay mucha gente, de repente. Demasiada. Gente herida, gente levantándose, gente inconsciente. Yo me toco la ceja, manchada de sangre todavía, y hago una mueca. Porque veo el armario. Veo imposible seguir a esta gente. Y veo que esto no ha salido todo lo bien que podría haber salido.