The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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The river's gonna give us the wedding bands ✘ Priv.
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Mohini R. Khan
Charles B. Sawyer
M. Meerah Powell
Phoebe M. Powell
Hans M. Powell
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Recuerdo del primer mensaje :

No sé por qué me tiemblan tanto las manos en lo que acomodo mi moño, si yo no soy quien está a punto de casarse. El aire se percibe pesado, no por malas vibras sino por culpa de los nervios que me obligan a preguntarme una y otra vez cómo es que estamos aquí, cuando hace unos dos años las cosas eran completamente diferentes. Agosto nos regala uno de sus días perfectos, con apenas alguna que otra nube en un cielo más que celeste y la brisa fue lo suficientemente amable como para permitirnos el no morir de calor a mitad de la ceremonia, así que no puedo echarle la culpa al clima por el vago sudor que me rasco de la nuca. Cuando éramos niños, he encontrado a Phoebe vestida de novia con prendas demasiado grandes para ella; ninguno de todos esos juegos podría haberme preparado para la idea de que, alguna vez, esa ilusión infantil se haría real.

Oigo los murmullos de aquellos que van llegando a la playa en lo que camino con paso decidido a la carpa blanca, esa donde el futuro marido no tiene permitido estar y que se convierte el sitio en el cual tengo que aguardar junto a mi hermana hasta que sea el momento de entregársela a alguien más. Tomo aire, ya ni sé por qué, para abrir la entrada y asomarme en busca de una figura que ya debería estar lista. Meerah estuvo hasta en los últimos detalles, pero ahora mismo debe encontrarse en busca de su hermanita, porque me encuentro con una figura solitaria que no se ve en lo absoluto como la pequeña Phoebs. Silbo, poniendo un pie dentro para dejar que la carpa se cierre a mis espaldas — Charles debe haber hecho algo muy bueno para merecerte — comento con una vaga sonrisa, escondiendo las manos en los bolsillos del pantalón — Te ves hermosa, Phoebs — entre todo lo que está ocurriendo en el mundo, no comprendo como aún pueden suceder cosas como esta. Una boda, un nacimiento, noticias tan simples que no tienen nada que ver con el desastre detrás de nuestros hombros. Creo que puedo olvidarme de eso teniendo a mi hermana delante, aún no sé si viéndose feliz o asustada o un poco de ambas cosas.

Hay algo que quería darte — prefiero no irme con demasiadas vueltas. No es secreto que encontrar el modo de sacar estas cosas de mi interior no es de mi mayor experiencia, creo que me demoro demasiado en decidirme a avanzar unos pocos pasos. Rebusco en mis bolsillos hasta que siento el frío contra mis dedos y, con algo de cuidado, saco un delicado brazalete de plata. Su textura es fina, lo suficientemente delgada como para pasar desapercibido, pero los pequeños zafiros destacan a pesar de su tamaño — La tradición dice que algo azul… ¿No? — mis ojos buscan su aprobación, más por mi desconfianza a viejas costumbres que otra cosa — Y algo viejo y algo prestado. Digamos que es un poco de todo. Era de mamá… No sé si lo recuerdas — tomo su mano con calma, en busca de su delgada muñeca. Colocarle el brazalete es la mejor excusa para evitar sus ojos en lo que me tomo el tiempo para explicarme — Hay varias cosas guardadas en mi departamento, pero creí que esta en particular debería ser tuya. Y si alguna vez tienes una hija, puedes heredársela. Sabes que mamá lloraría mares si estuviera aquí, ¿no? — mis ojos se levantan en su dirección, la sonrisa que me atrevo a regalarle es sincera — ¿Cómo te encuentras? ¿Estás nerviosa? ¿Todavía no tengo esperanzas de que canceles la boda? Todavía estamos a tiempo, podemos escapar por la parte de atrás. Nadie desde la costa nos vería— bromeo. Que si este es su pedazo de paz, que así sea.
Hans M. Powell
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Invitado
Invitado
Tal vez la vida jugó como nosotros como quien arroja tres dados sobre una mesa de apuestas, cada uno gira con una suerte distinta y todos caen en extremos desencontrados, tal vez fuimos solo azar para alguien que está por encima de nosotros y también nuestra madre, pero por mis hermanos estaría donde ellos me necesitaran, a la hora que fuera, por la razón que sea. Me encargo de que todas las líneas del traje de Chuck estén perfectamente alisadas, escondo el nudo en mi garganta por la emoción detrás de esa actitud obsesiva de que esté impecable, que yo sé que no es su fuerte mostrarse elegante y le he tenido que dar algunos consejos de última hora, porque casarse con una mujer como la que eligió requiere que esté a la altura. Lo que no me cabe dudas, sea el Chuck descarriado del norte o este hombre que huele a… —¡Un momento! ¡¿Te pusiste perfume?!— mi pregunta se dispara en un tono alto que se escucha en las primeras filas de asientos. Como decía, lo que no cabe dudas es que es la persona hecha para estar al lado de Phoebe, como Phoebe es la persona hecha para estar a su lado, es de esas certezas que nos queda para los que miramos desde nuestro lugar. He visto esto en otras parejas, no soy tan resentido como para que mi propia mala experiencia empañe mi idea sobre que hay personas que una vez que se encuentran, están hechas para acompañarse por el resto de sus vidas. Maldita, Abbey, perra.

Si a mí me quita el aliento ver a Phoebe, no me imagino a mi hermano, me acerco un paso más por si se le ocurre desmayarse. Logra mantenerse sobre sus pies como para recibir a la novia y cumplo con estar a la distancia en la que puedo escuchar los votos, con la felicidad de ver que mi hermano se ha ganado el premio mayor de todas las apuestas estúpidas que alguna vez hizo en la vida y tras esa vida en la que perdimos lo más importante siendo nada más que niños, para que una seguidilla de carencias le sucedieran. Por trillado que sea, tal vez es lo bueno y lo mejor que dicen que tarda en llegar, hasta que llega. Me aclaro la garganta y lo disimulo con una tos cuando me embarga toda la emoción de saberlo casado, los anillos puestos donde corresponden, la vida de mi hermano uniéndose a otra y poder estar aquí para verlo, para abrazarlo cuando haya oportunidad de hacerlo, que ni entre hermanos hemos sabido disfrutar de un lazo estable, y acaba de asumir el más importante, el que lo sostendrá toda la vida. Y no puedo más que sentirme feliz y aliviado por él, porque después de todo lo sucedido, habrá alguien, una mujer increíble, a su lado.
Anonymous
Invitado
Invitado
¿Cómo que no estoy en la lista?— me indigno. — Ehrenreich. Ehrenreich, Georgia. E-H-R…— especifico con una paciencia que no tengo, mi bastón se hunde en la arena de la playa que se ha metido dentro de mis zapatos, al descargar mi rabia en un golpe. —¡RAMIK! ¡Rápido! ¡Que me desmayo, ah, me desmayo…!— grito llamando al esclavo que está parado un paso por detrás de mí, cubro mi frente con el dorso de la mano y finjo que se me doblan las rodillas para que el hombretón pueda sujetarme. —¡Como si las abuelas de corazón necesitáramos estar en una mísera lista de invitados! ¡Con todo lo que Phoebe me estima y lo que hice por ella estos años! ¡Cuando se entere…!— amenazo con mi tono al alejarnos para que Ramik pueda llevarme a una de las sillas para seguir con el simulacro de desmayo, me apoyo en él y le doy con el bastón en el hombro cuando veo que va a sentarme en una de las últimas filas. —¡Al frente, Ramik! ¿Quién te crees que soy para que me siente con el montón del fondo? ¿La lavandera?— y lo vuelvo a golpear, que no me esmeré al elegir mi traje amarillo perico y el sombrero con la pluma púrpura, para que me tenga que acomodar al lado de una maceta al que nadie presta la más mínima atención. Tomo la primera silla de la primera fila, la que queda al lado de la alfombra, para poder verle hasta las pestañas a Phoebe cuando se digne a pasar. —Ramik, mis gafas— se las pido con disimulo para que las extraiga del bolsillo de su traje y las acomodo sobre mi nariz para poder echar un vistazo al novio. —Con un buen baño hasta se ve agradable a la vista— juzgo.

Una muchacha se nos acerca para decirnos que las sillas de esta fila están reservadas. —¡Claro! ¡Seguro que una de las reservas es para mí!— contesto, que no me merezco menos, pero no hay cosa que Phoebe haya hecho bien en esta boda, porque me dicen que estoy ocupando la del hermano de la novia y cuando me corro a la que está al lado, que no me molesta cuchichear con el ministro de Justicia si se da la oportunidad, me dicen que esa tampoco está disponible. Furiosa, me pongo de pie y me sostengo del codo de Ramik para ir a la silla que está inmediatamente detrás. Reacomodo las solapas de mi saco de verano y me fijo de lado en la mujer morena que unos minutos después se acomoda a mi lado, se ve un poco exótica, debe ser la mujer de la limpieza. Mira que atrevimiento, sentándose entre la familia. ¡Qué bárbaro! Suerte que sigo con las gafas entre mis dedos, me las puedo colocar de vuelta para fijarme en el vestido de Phoebe y esas costuras no son las de una diseñadora que conozca, me inclino un poco hacia adelante que casi que me caigo de la silla, tratando de identificar la identidad de su autor. Su hermano debe haber pagado una fortuna para que la muchacha se viera presentable y no se le ocurra aparecer con los andrajos que suelen ser del gusto de los norteños.

Saco el pañuelo bordado del bolsillo del traje en el momento de los votos para secarme el sudor de la frente, ¿a quién se le ocurre casarse con estas temperaturas en una playa? Limpio mi frente para que la transpiración no me arruine el maquillaje. La ceremonia no se extiende demasiado afortunadamente, para cuando me giro hacia la mujer que tengo al lado, guardo mi pañuelo no sea que se le ocurra pedírmelo prestado para limpiarse las lágrimas y me gusta este bordado. Como las rodillas no me dan para ir corriendo hacia dónde está Phoebe para saludarla y creo que por un poco de respeto, es ella la que tendría que venir a saludarme a mí, me quedo en mi asiento. Que luego no se diga que soy desconsiderada, porque el llanto de la empleada logra conmoverme. Le doy unas palmaditas de consuelo en la espalda, solo la punta de los dedos. —Phoebe debe tratarla muy bien para que se emocione tanto con su boda— murmuro, que habiendo sido pobre, es normal que sea solidaria con otros pobres.
Anonymous
Invitado
Invitado
Me arden los ojos por las lágrimas y tengo que ladear mi rostro para ocultarlo, rozo mi nariz con el dorso de la mano así disimulo el respingo que debo dar para contenerme. No había llorado por una boda hace años, ni siquiera fue en la ceremonia, sino una noche antes cuando borracha le pedía a Rose que no se casara con Jack, que era una estupidez y que el tipo a mí no me inspiraba confianza. «¿Quién se casa en estos días, eh?», que se convirtieron en «esos días», ha pasado un buen tiempo desde entonces, un niño está creciendo a pasos agigantados y debe estar en algún lugar de esta celebración llevándose arena a la boca. Son comentarios que perdieron su sentido en mis labios, no veo más que una firme promesa en cada palabra que murmuran los novios y me cuesta creer que exista algo que pueda quebrar esa fuerza, quiero pensar que nuestra voluntad puede imponerse a todas las calamidades de los malos sueños. Es real y carente de mi viejo escepticismo, este sentimiento de felicidad hacia Phoebe al verla viviendo un momento que enfrenta y vence a todos los que antes le hicieron sufrir, como el remanso de paz merecido después de tanto pasado.

Mis ojos se cruzan con los de Hans al sentir que se voltea hacia mí y como falta mucho para que pueda imaginarnos bajo un arco de flores, tratando de poner en palabras algo que no sé si se podrá abarcar o que le hagan debida justicia a los vaivenes que nos alejaron y nos acercaron para redescubrirnos en cada ocasión, reafirmar que es a su lado donde deseo estar, así que cambio el agarre de nuestras manos para entrelazar los dedos de manera que se sienta como si nada pudiera romperlo y dejo que se acomode para que pueda seguir la ceremonia hasta el final, ambos con la vista puesta en los novios. Espero a que sea Meerah quien se acerque primero a su tía, demorándome unos minutos en esto de impedir que Hans se desmorone aquí mismo y que lo haga llorando, si vomita lo voy a golpear. Esta vez en serio lo haré. Calmo este pensamiento injusto al rodear su cintura con un brazo y pasar el otro por encima de Tilly, que es más vestido que bebé, para frotar su nuca y colocar su cabeza sobre mi hombro, en un abrazo de a tres. Comprendo que necesita de la bebé como escudo de sus emociones, puesto que huir en este momento no sería bien visto. —Teniendo que en cuenta que hablar es tu mayor talento, que te quedes callado es un hecho extraordinario que traeré como anécdota en cada aniversario del casamiento de Phoebe y Charles— bromeo, o tal vez no. —Siempre podemos decir que necesitamos cambiar a la bebé, espera escondido detrás de la carpa con Tilly y yo te llevaré un champagne para que puedas beberlo mientras lloras— susurro conteniendo la risa que se filtra en mi voz, para disimularla beso su frente.
Anonymous
Mohini R. Khan
¡Una boda! ¿Hace cuánto que no voy a una boda? Diría que desde mi propio casamiento, pero quizás eso sería exagerar. Estoy tan emocionada por la velada, por todos los momentos nuevos que me está brindando esta nueva familia, que no puedo evitar sentirme un tanto conmocionada. Sé que precisamente hoy no se trata de mi hija, pero si estoy de los nervios por una novia que ni siquiera es de mi sangre, no quiero imaginarme el cómo voy a estar cuando la que luzca de casada sea Lara. ¡Pero a lo que iba! El lugar se ve espectacular, los cálidos rayos de las últimas horas de sol iluminan el sitio donde va a tener lugar la ceremonia y le da todavía un aspecto más encantador. Si es que estoy por ir hacia el altar y estamparle un beso a Charles por haber tomado la decisión de pasar el resto de su vida con una maravillosa mujer, además de darle las gracias por haberle dado envidia a cierta pareja que no voy a nombrar, creo que se sientan adelante así que pueden tomar ejemplo desde cerca. No como yo, que tomo asiento en la fila de detrás y maldigo porque una mujer anciana ha ocupado el lugar que yo quería. — Disculpe, ¿sería usted tan amable de quitarse el...? — no quiero llamarlo sombrero, porque la verdad es que es espantoso, pero sí lo señalo con el dedo, moviéndolo de forma que abarco todo el gorro. Que no es que me impida la visión como tal, pero... bueno, sí, me lo impide. Es un poco cabezona.

¡Ah! Ya no importa, mi atención se la lleva la música que me hace rebotar en mi asiento, estirar mi espalda para aparentar ser más alta cuando le dirijo una mirada al novio antes de pasar a mirar a la mujer que recorre el pasillo entre los invitados. Y es que yo me las quiero dar de wonder woman, que soy fuerte como una roca y a mí nada me rompe, pero cuando la veo pasar por delante, creo que me convierto en un mar de lágrimas tan pronto como reconozco que muero por los clichés románticos. Entre que trato de contener el sollozo y mi respiración turbulenta, como que me perdí la mitad de lo que dijo el juez, pero lo importante es lo que viene a continuación, así que tampoco es un drama. — Ay... ¡pero qué simpático que es el muchacho! — exclamo, que se me escapa otra lágrima, casi le golpeo a la señora con el codo para que atienda a las palabras del joven, está tan nervioso que ni de los votos se acuerda. Resisto muy bien a no llorar por lo que es la siguiente parte, llegan a colocarse los anillos y firmar sin que derrame una sola gota de agua, pero a quién pretendo engañar... no puedo ni aplaudir al tener que controlar con mis manos que no se me corra el maquillaje. En eso estoy, pasándome el dedo por debajo del borde del ojo, cuando la anciana se para a hablarme y mi cara de indignación creo que borra cualquier rastro de lágrima. — ¡Pues claro que me tiene aprecio! ¡Somos familia! ¿Y usted es...? — como si necesitara de una explicación mayor, me aprovecho de que veo como los novios están por bajar y pasar de nuevo por el pasillo para ponerme en pie en su dirección. Habrase visto esta señora... ¿quién se ha creído que soy? — ¡Phoebe, tesoro, aquí! Qué maravilla, pero qué guapa estás... y tú, Charles, ¿por qué nunca te había visto en traje? ¡Qué contenta estoy por vosotros! — ah, sí, casi aplasto a la mujer de amarillo cuando acorto las distancias con ellos y puedo posar una mano sobre el brazo de Charles, usando mi otra mano para acariciar la mejilla de Phoebe un momento en señal de enhorabuena. Obviamente no espero otra reacción por parte de la anciana que no sea la de indignación completa, que yo a esta señora no la he visto en mi vida, ¿qué pinta aquí?
Mohini R. Khan
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Amo las bodas. Son la clase de celebración que me recuerda que, a veces, hay cosas simples por las cuales festejar, como el amor que dos personas decidieron gritar al mundo. Es lindo que aún existan, me recuerdan que no todo se encuentra perdido. El peso de Rory sobre mi regazo me dice que mi hijo ha crecido bastante, porque se encuentra inquieto y no deja de querer “pararse” para ver mejor, así que se lo termino pasando a su padre, cuya musculatura será de ayuda en un momento como este — ¿No se ven hermosos? — murmuro en dirección a Jack, con una sonrisa cómplice a pesar de no despegar los ojos de los novios — Me recuerda a cuando recién nos casamos. Ya sabes, la época dónde no podía sacarte las manos de encima. Momento… — finjo meditar un poco, haciendo un puchero con mi boca antes de tomar su brazo y darle un fugaz beso en el mentón — Aún no puedo hacerlo, solo he aprendido a disimular.

La sonrisa picarona tiene que durar unos segundos, porque pronto Charles y Phoebe se vuelven marido y mujer y, tras ese beso que los ha sellado para el resto de sus vidas, me pongo de pie con un fuerte aplauso. Hasta Rory aplaude, bailando sobre su padre como un monito adorable que ha dejado de tironear su corbata de moño, porque obviamente le incomoda. Los invitados comienzan a moverse para darle las buenas a la feliz pareja, así que no puedo ser menos y empiezo a abrirme paso, alta como soy, hasta llegar a las primeras filas — ¡Fue una ceremonia preciosa! Cortita y al pie, sin nada pomposo. ¿No son dignos de una portada de revista? — le comento casi a los gritos a Lara y Hans, a quien le doy una palmada en la espalda cuando paso — Pon mejor cara, no quieres salir mal en las fotografías… ¡Phooooebe! — tengo que estirar mis brazos en lo que me acerco a ella con una sonrisa tan ancha que me achina los ojos, pasando justo al lado de Mo. ¿Qué esta mujer no envejece? ¡Se ve tan bien como hace añares! — Irradías un aura que pondría a bailar hasta un inferi. Serán muy felices, ya verán. Y si necesitas consejos para la luna de miel, tengo un libro que les vendría muy bien — solo para que quede claro de que hablo, les guiño un ojo en lo que oigo un carraspeo a mi espalda. Psst, que el ministro acepte que su hermana es una mujer casada, no veo la hora de que estos dos empiecen a tener hijos, que serán más que guapos.
Rose S. Harkness
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Invitado
Invitado
Si no lo hago por Phoebe, no creo que encuentre en mucho tiempo una razón que sea lo suficientemente fuerte como para retirar la tapa de la caja de cartón que tengo archivada en el fondo del armario y extraer la cámara envuelta en un trozo de tela para que no se dañe. Fui incapaz de decirle que no había vuelto a tocar la cámara desde que Raven murió, cualquiera hubiera asumido que después de un tiempo lo haría, yo también lo creí, pero no encontraba motivación para abrir la caja. Ser el fotógrafo de la boda de una mujer que escuchaba mis dramas, que eran peores y más exagerados de los que se veían en las cartas, es lo mínimo que puedo hacer por ella, que en cada una de las capturas que hago se muestra con una sonrisa que barre con cualquier sombra que le haya visto alguna vez en la mirada.

Tomo una primera imagen de sus sobrinas cuando hace su entrada a la ceremonia, le siguen otras que tratan de mostrar las distintas reacciones entre los presentes. No llego a revisar mi trabajo, que dejo colgando la cámara en mi pecho y me abro paso para poder abrazarla cuando comienzan los saludos. —¡Phoebe, felicidades!— rodeo su cintura con fuerza. —Me alegro tanto por ti, te ves…— la estrecho un poco más y me siento un niño al decir: —feliz. Te ves tan feliz—. Si la suelto es porque alguien también quiere tener su momento con la novia y aprovecho para acercarme a su marido así puedo estrecharle la mano. Al tomar distancia con el grupo que se va congregando alrededor de los novios, camino por inercia hacia un lado y si viro de pronto en la dirección opuesta es para no tener que chocarme con mi jefe, me cubro parcialmente la cara con una mano así evito que me reconozca.

Ya me habrá visto, si luego me pregunta le diré que el salario de secretario no es suficiente y tengo que hacer trabajos extras. Me preocupa lo que pueda pensar si se entera de mi amistad con Phoebe. Debería preocuparme más lo que pueda pensar de verme abrazarme de repente a Meerah, cosa que no hago porque debo tener el sentido del peligro anulado, porque en verdad me alegra volver a ver la amiga de mi hermana. —Meerah, ¡tanto tiempo!— la suelto para liberarla de mi efusividad. —Maldición, esperaba que cuando volviéramos a vernos fuera luciendo mi traje de abogado— bromeo, —siempre me ves en mi versión de bohemio descarriado— me lamento a modo de chiste, echando un vistazo a mis vaqueros y las zapatillas, el saco de traje es lo único elegante. —Tengo una foto muy mona de ti y tu hermanita, ¿quieres que te la pase luego por Wizzardface?— y también una de su padre en la que creo que estaba a punto de llorar con la que creo que podemos hacer negocios.
Anonymous
Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Cruzo miradas tan solo unos segundos con mi hermano, al menos su sonrisa — parece más bien una mueca, si voy a ser honesta — me aporta la confianza suficiente como para que pueda garantizar que no va a salir corriendo con alguna excusa de por medio. Siendo así, aprieto con un poco de fuerza el brazo de Charlie, dedicándole una sonrisa antes de que la gente empiece a aglomerarse en nuestra dirección y me obligo a prestarles mi atención para no quedar mal. Y es que no voy a mentir, no soy capaz a dejar de sonreír cuando le miro, sabiendo que el hombre que sostengo es la persona que he escogido para pasar el resto de mi vida. Podría dar perfectamente por finalizada esta boda, siendo que lo único que se me antoja hacer es besarle, pero creo que no sería justo para los invitados. — ¡Dave! Al final te decidiste por aparecer, ¡gracias! ¡y gracias por haber venido también! — eso último lo grito un poco más alto cuando le da por casi salir corriendo, que creo que lo veo esconderse bajo el brazo para que mi hermano no sea capaz a reconocerlo.

No pasa mucho tiempo después que doy dos pasos, escurriendo el brazo de Charles hacia abajo para poder enroscar mis dedos con los suyos en lugar de parecer una pareja de etiqueta que bien sabe todo el mundo que no somos, y me encuentro con que Mo se nos está a punto de abalanzar encima, llevándose consigo a una anciana. Casi estoy por ayudar a la pobre mujer, no sin preguntarme en qué momento invitamos a alguien tan mayor, cuando me percato de quién es la mujer bajo el sombrero. Oh, no... — ¡Mo! Gracias, gracias, tú también te ves muy bien, te sienta de maravilla el azul. — digo, con una sonrisa que pretende ignorar a la otra mujer, creo que hasta lo consigo. — Porque solo se los pone cuando quiere caerle bien a mi hermano. — comento sobre el traje, echándole una mirada rápida a Charlie con la risa entre los labios para que quede claro que solo estoy bromeando. Desafortunadamente, no creo poder ignorar por mucho más tiempo a la señora de pelo gris, en especial porque aprecio que sus mejillas están empezando a ponerse coloradas, si hay algo que no quiero es tenerla furiosa entre mis allegados. — Así que te llegó la invitación, después de todo, Georgia. ¿Todo bien? — me hago la loca sobre esa invitación que nunca envié, diría que hasta estiro el cuello en busca de quien se encarga de la seguridad de la entrada para saber quién la dejó pasar. Digo, para que también sea quién la eche.

Tengo que agradecer que Rose siempre aparezca en el momento indicado, porque su presencia no podría venirnos mejor en un momento como este. Me muevo en su dirección para recibirla con la misma sonrisa radiante que ella nos ofrece. — Tú también te ves espectacular, como siempre, Rose. — no voy a mentir, si algo que envidio de esta mujer es su capacidad para que todo le siente bien. — Oh, pero no habrá... Bueno, los dos acordamos que con esto sería suficiente. — digo, haciendo referencia a la ceremonia y a la fiesta de después. Más que nada porque ninguno de los dos tiene padres que se encarguen de pagar la boda como la tradición dice, y que los gastos para pagar esta han corrido de la cuenta de Hans y de lo que nosotros hemos ahorrado en los últimos meses. Tampoco voy a quejarme, la vida que tenemos ahora en comparación con la que solíamos tener es por sí sola, una luna de miel en todo su conjunto. No obstante, no seré yo quién rechace su ofrecimiento. — Pero todo libro es bienvenido. — le doy un apretón promiscuo a Chuck en la mano a modo de broma, sonriéndole a Rose con cierta gracia, esa que se me borra al instante del rostro cuando el carraspeo del fondo me hace notar a mi hermano a poca distancia a mis espaldas. Vaya.
Phoebe M. Powell
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Tranquila, no se te ha corrido el maquillaje. Estás preciosa. — murmuro en un susurro cerca de la oreja de Eloise, inclinándome para que solo sea ella la que pueda escucharme. Tampoco creo que nadie se esté fijando en cómo trata de controlar las lágrimas, todas las miradas están fijas en el frente, allá donde está teniendo lugar lo importante de esta velada. El juez consigue hacerme reír con un comentario, a pesar de no estar familiarizado con la pareja, creo que todos los aquí presentes podemos decir que es un momento por el cual celebrar. Es tan absurdo como funciona la vida, que uno de los hijos de Lulú termine por casarse con la hermana de quien es uno de sus colegas de trabajo, no puedo siquiera imaginarme cómo debe estar sintiéndose ella. Me centro en que los votos están teniendo su momento en la ceremonia, no puedo evitar echarle un segundo vistazo a la rubia, en caso de que tenga que ir a buscar más pañuelos.

Me sumo a la gente que está poniéndose en pie para aplaudir a los novios, acompaño mis palmas al unísono durante los minutos que dura hasta que le ofrezco el brazo a Eloise para que lo tome. — ¿Qué es lo que quieres hacer? Podemos acercarnos y darles la enhorabuena, no tenemos por qué demorarnos mucho, si no quieres, o si lo que prefieres es esperar a más tarde… —  me callo, porque con tantas opciones que estoy barajando creo que le estoy liando todavía más la cabeza. Suficiente tiene que tener ya por su parte con asimilar que sus hijos están hoy aquí reunidos, y que tiene la oportunidad de verlos después de años, seguro de que para ella se han debido de sentir cómo siglos ahora que los ve de adultos, no sé si es capaz a reconocerlos siquiera en sus rostros maduros.
Nicholas E. Helmuth
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Lo único que puedo hacer ante la incredulidad de mi hermano es sonreír con un encogimiento de hombros. Porque no hay tiempo para él, para mis miedos, para cualquier duda que pudiera tener de no estar haciendo el ridículo. Lo único que tiene mi atención es Phoebe, sus palabras que me hacen complicado el sostenerle la mirada a pesar de que me duele la cara por la sonrisa idiota que se me ha plasmado como un sticker. Tengo que recordarme el no ponerme a llorar, aunque creo que he tomado un tono rojizo por culpa de esas ganas contenidas, sostener sus manos se vuelve algo necesario para que no me tiemblen los dedos. Ni siquiera dudo cuando llega la pregunta principal, esa que Phoebe responde y yo solo soy un acto reflejo que asiente — Obvio que acepto — que todo esto fue mi idea, por extraño que parezca. Apenas puedo mirar a sus sobrinas, nuestras, cuando se acercan con los anillos que ahora mismo se ven demasiado pequeños para mis dedos. Suerte que su mano es delicada, mi firma no mucho. Poder besarla es un alivio, tengo la tentación de estirarlo durante un buen tiempo, pero sus palabras lo interrumpen por encima de los aplausos que se sienten demasiado lejanos como para ser importantes — Te amo, Phee — es un susurro solo para ella, a pesar de que no es secreto.

Dejo un beso sonoro en su mejilla a modo de cariño en lo que los invitados empiezan a acercarse, estrecho la mano de un muchacho con una cámara cuyo nombre no recuerdo saber, antes de fijarme en Mo. Estiro los brazos al encogerme divertidamente de hombros — Tal vez debería empezar a usarlos todos los días. ¿Creen que en el ministerio me digan algo si me presento así? — arreglo mi corbata como si quisiera señalar un punto, que justo mi puesto no precisa de verme presentable a cada rato, como aquellos que se mueven en departamentos mucho más formales. ¿Y quién es esa momia a quien Phoebe saluda? Tengo que entornar la mirada, tratando de reconocerla, pero la sonrisa ancha de Rose aparece de la nada y se lleva toda mi atención. Le agradezco sus felicidades, aunque mi atención se vuelve mucho más curiosa — ¿De qué libro estamos hablando…? — creo que no hace falta aclararlo, porque la cercana interrupción de mi cuñado me lo deja bien en claro y alzo mis manos en divertida son de paz en cuanto veo a Rose sacarle la lengua con una mueca burlona. Nada de qué preocuparse.

Tomo la mano de Phoebe, que las indicaciones de la organización no tardan en llegar y los invitados deben ser guiados así podemos movernos por el pasillo — ¡Que corran los tragos! — es lo primero que puedo decir, a ver si de ese modo se apresuran a llegar a la enorme tienda y no se preocupan por tirarnos demasiado arroz o algo así. Aún así, me sujeto a mi mujer y la arrastro conmigo para apresurarnos, cubriéndonos con un brazo — ¿Lista para encandilar a todos con nuestros pasos de baile? Prometo que he practicado, hasta usé a Tilly como pareja de baile cuando no me estaban viendo.
Charles B. Sawyer
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Creí que aguantar el llanto sería cosa sencilla, de verdad que no estoy acostumbrada a llorar pese a lo que charlas con ciertas personas puedan llegar a provocar, pero suponía que al mentalizarme de lo que iba a suceder estaría más preparada. Ese no fue el caso. Resistir el discurso de Chuck fue complicado, resistir el de Phoebe fue imposible. No fue un bochorno, solo un par de lágrimas sueltas que nadie debería haber notado al usar el cuerpito de mi hermana para resguardar mi rostro en un abrazo, pero de todas maneras nada cambia el hecho de que yo sé que lloré, ¡el que me volví una niña romanticona que llora en las bodas!

Al menos Hans no parece mucho mejor, y pese a que no lo ví llorar, parece estar tan sobrepasado de emoción que puedo no sentirme tan terrible conmigo misma. ¿Se pueden hacer excepciones al tratarse de familiares? Le hago caso a la indicación de mi padre y saludo a mi tía con un abrazo corto y sencillo que resume todo lo que pueda decirle. Ya hemos hablado bastante con ella, y sé que hay mucha gente que va a querer saludarla así que me guardo las palabras bonitas para después y la dejo disfrutar ser el centro de atención.

No me he alejado más que un par de pasos cuando me veo asaltada repentinamente por un abrazo que no reconozco, y que estoy por desarmar si no fuera porque la voz de Dave me revela la identidad del desconocido. - Creo recordar que el plazo se vencía en cuatro años. - Le aseguro seria en un inicio, pero riéndome al final. Tiempo sin verte David, pero lamento decirte que para bohemio descarriado te falta que tus zapatillas estén sucias, o tus jeans tengan agujeros. Así como estás, estás decente y todo. - Y solo para probarlo doy una vuelta a su alrededor, pasando mis dedos por el corte de su espalda hasta su codo, que termina con un asentimiento de aprobación cuando vuelvo a quedar en frente suyo. - Hasta el saco tiene buen calce, buen trabajo. - Lo felicito. - Y yo no estoy mona, estoy hermosa. Lo de mona déjaselo a Tilly que es terriblemente adorable. ¿Andas de fotógrafo?
M. Meerah Powell
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Jack W. Tyler
Personal de Defensa
Es el peso de mi hijo y no la mirada de mi esposa lo que esta vez me recuerda que debo comportarme como es debido. Por alguna razón Rose ha decidido que es buena decisión el probar mi líbido en un evento público y si no fuese porque es la boda de buenos amigo ya me la habría llevado a un lugar un poco más privado. - Pues ya pasaron un par de años y yo todavía no aprendo, así que cuidado. Y si no agrego un “piedad” al finalizar la oración, es porque decido esconder mi cabello en su cuello por el segundo que me lleva regalarle un pequeño mordisco allí. - ¿Es muy loco pensar que lo haría de nuevo? Tuvimos una hermosa celebración. - Le recuerdo en lo que vuelvo mi cuerpo contra el respaldo del asiento y llevo uno de mis brazos para que rodee el contorno de su cintura.

La ceremonia que presenciamos también es especialmente bonita, y por sobre todas las cosas sincera; aplaudo en el momento adecuado gracias a Merlín, y llevo varios minutos sin decir lo ridícula que se me hace la mujer del sombrero. Creo que me he portado bien y cuando Rose se levanta para ir a saludar, trato de seguirla pese a su efusividad, y fallo cuando me quedo frente a Hans y Lara en vez de seguir camino hasta los recién casados. - No le hagas caso, ama las bodas. - Le señalo. - En mi opinión te mereces un premio por el simple hecho de haber podido entregarla. - Y me refiero más que nada a la ceremonia, pero también a lo que significa dejar ir a su hermanita pequeña. No quiero imaginar lo que sería yo si es que con Rose conseguíamos tener una nena cuando las cosas estuviesen más estables. - Aunque bueno, mejor si te conviene hacerle caso porque no creo que tu hermana te quiera tener con esa cara en su álbum de bodas. - Le aconsejo dándole unas palmaditas contra su hombro que procuran ser cuidadosas al ver que en sus brazos tiene a su hija menor. - ¿Y tú preciosa? - Me dirijo a Lara. - ¿Qué tal te está tratando la vida de madre? Veo que hasta mi niño sabe que su bebé es una preciosura. - Rory no le ha quitado la vista a la bebé sepultada bajo capas de tela y, si bien no dudo que tiene que ver con la cualidad casi brillosa que tiene su vestido más que con la belleza que pueda o no tener Mathilda, lo cierto es que de verdad es una linda niña.
Jack W. Tyler
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Le dedico una mirada de incredulidad a mi marido, dejando caer la mandíbula para exagerar mi reacción, una de la que Mo también forma parte cuando giro la cabeza hacia ella para comprobar si también ha escuchado lo que yo acabo de escuchar. — Si hubiera sabido que cambiarías de opinión sobre los trajes tan rápido, me habría casado antes. — digo con cierta pena en la voz, como si realmente me sintiera decepcionada de que haya tenido que esperar tanto tiempo para que entre en razón. ¡Y es que es la misma persona que hace meses se quejaba de tener que ir en traje a una entrevista de trabajo! Aun así, consigo reírme al tiempo que me muerdo el labio inferior, levantando una mano hacia su mejilla para girar su rostro hacia mí y besar sus labios rápidamente. — Es broma, no voy a negar que te sienta genial, pero no me casé con mi hermano. — y aunque puede sonar turbio el decirlo, creo que es evidente que me refiero a su manía de ir vestido de gala a todas partes. Que no es tanto una manía cuando su trabajo se lo exige, pero se entiende hacia dónde voy.

Entrelazo sus dedos con los míos cuando me toma de la mano, refugiando mi cuerpo contra el suyo cuando nos hace avanzar por el pasillo. Creo que ignoro como a la mitad de los invitados cuando pasamos por delante, estoy demasiado concentrada en aguantar la risa y, en cierto modo, también el puchero. — No puedo creer que practicaras con nuestra sobrina y no me dejaras grabarlo. — me estoy aficionando a grabar cosas, puede que desde que descubrimos tener tantos vídeos sobre nosotros mismos, por eso también quiero tener recuerdos de estas cosas. Si no me siento completamente triste es porque al menos la usó de pareja de baile y no de pelota de rugby, vamos a intentar olvidar la vez que eso ocurrió. Suerte que la niña es un bebé todavía y no es capaz a chivarse. — ¿No quieres una copa primero? No es que piense que eres un pésimo bailarín de vals, pero… — le murmuro cerca del oído al entrar a la carpa, esa que está decorada y preparada para alojar un festín. La sonrisa que muestran mis labios se parece más bien a una mueca, que si confieso que la que tiene dos pies izquierdos soy yo, pierde la gracia. Es mejor culpar a los hombres de estas cosas. — O dejamos que empiecen otros, ya sabes, que tengan más experiencia en estas cosas, así no nos ponemos en ridículo en nuestra primera noche de casados. — le miro con las cejas moviéndose de forma tentadora, como si estuviera convenciéndole de que es una oportunidad de oro que no podemos desaprovechar.
Phoebe M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
No sé si estoy nerviosa, ansiosa, compungida o simplemente feliz por estar presente en uno de los eventos que jamás creí poder presenciar. Es estúpido que me sienta de esta manera la verdad, cuando a duras penas y formo parte de la lista por mera cordialidad, pero no puedo evitarlo y es solo la presencia de Nick a mi lado lo que evita que me desmorone y haga una estupidez como… no sé, ir a abrazar a Charles. - Oh, o me digas que ya estoy llorando. - No me dí cuenta  de cuándo un par de lágrimas fugitivas se escaparon por el costado de mis ojos, pero trato de limpiarlas con disimulo y compruebo que efectivamente, no se me ha corrido el maquillaje. Que tampoco me hubiese molestado demasiado, siempre podía decir que me emocionaba en las bodas pese a que nada había más lejos de la verdad.

La ceremonia transcurre de manera hermosa y sencilla, pero debo admitir que a duras penas y le he prestado atención a la novia, estaba demasiado ocupada alternando la vista entre mis hijos como para recordar que era ella quien me había invitado a la boda. - No sé, creo que prefiero esperar. Después de todo si les arruino la velada quiero que hayan disfrutado de algo al menos. - ¿Estaba siendo algo fatalista? Posiblemente. Pero no podía asegurar el como me fuese a comportar, en especial después de que Charles anuncia que va a empezar a circular el alcohol. - ¿Es mucho pedir que no me sueltes? - Le consulto a Nick mientras mi mirada se desvía en dirección a mi hijo mayor. JacqLogan es con quien más trato he tenido pero lo he estado evitando desde que me enteré de nuestro verdadero parentesco, así que suponiendo que no puedo hacerme la idiota en esta situación me voy acercando a donde se encuentra aferrada al brazo de Nicky. - Thornfield, tiempo de no verlo. Mis felicitaciones por su hermano. - Y creo que merezco un premio por no romperme ahí mismo, o correr a abrazarlo. Bah, es el hombre que está a mi lado quien lo merece, porque creo que a estas alturas ya no debe tener circulación en el brazo.
Eloise R. Leblanc
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Invitado
Invitado
Estrecho a la novia en medio de los abrazos de los otros invitados, con mi hermano me demoro un poco más, palmeo su espalda y no lo soltaría si no fuera porque tiene una esposa ahora con la que debe ir a abrir un baile. ¿Chuck? ¿Esto es real? Creo que sí, tengo miedo por los pies de mi cuñada, pero me prometo ir a su rescate después si veo dos pisotones seguidos. Por el momento tengo que cumplir con mi deber de padrino del novio e ir a abrir la barra de alcohol para los brindis que se van a suceder toda la tarde, si no lo hago a prisa, temo que los modales me obligarán a ofrecerme a acompañar a los novios y sacar a la pista de baile a la tía abuela de Phoebe –no sabía que tenía una-.

Estoy a medio camino de mi retirada cuando me cruzo con el saludo cordial de quien era la última persona que esperaba ver en esta celebración y me reprocho a mí mismo no haberla visto entre el público. Claro que el hermano de Phoebe tenía que meterse en la lista de invitados para agregar a sus colegas del ministerio. Fuerzo mi sonrisa porque entre todas las ironías, nuestra madre se ha encargado de estar presente en el momento importante de sus hijos. Me hubiera gustado que también lo estuviera cuando yo me gradué, o que hubiera ido a ver a Chuck en el norte cuando la estaba pasando fatal, o que fuera quien hablara con horas con Eugene cuando le iba mal en los primeros castings y lloraba como un bebé al teléfono. Me hubiera gustado que no se colara en estas fotos, sino que hubiéramos tenido una propia. Pero lo que digo no refleja mis pensamientos, espero que mi mirada tampoco me traicione. — Ministra LeBlanc, qué gusto tenerla entre nosotros. ¿Qué le pareció la ceremonia?— pregunto con una amabilidad que no me quita nadie de los labios, salvo quizás mi ex esposa. Tiendo mi mano hacía ella para liberar al hombre que está a su lado del agarre y lo coloco sobre mi propio codo. —Si no le molesta, ministro Helmuth, ¿puedo invitar a su acompañante a ser parte del baile de los novios?— me ofrezco, que si vamos a hacer esto, vamos a hacerlo bien.

Chuck va a matarme, con toda intención encamino a Eloise LeBlanc hacia la pista donde espero a que los novios se decidan a poner en práctica esas caras clases de vals y coloco con educación una mano en la cintura de la ministra, en todo momento mantengo mi sonrisa. —¿Fueron votos emotivos, no? Suelen acusarme de ser un sentimental, pero la promesa de estar juntos por toda la vida siempre me conmueve. Y creo que no hay personas que lo merezcan más que Chuck y Phoebe— la hago girar sobre sus pies para que podamos movernos un poco más cerca de la pareja principal. —Eloise, quiero darte la oportunidad de un minuto de que puedas ser parte de la felicidad de Chuck, solo no lo arruines. Estás aquí como una invitada, no como una madre— muevo mi mirada hacia ellos, esperando el cambio tradicional de parejas en las que cada hombre y mujer presente se acerca para poder saludar y bailar con los novios.
Anonymous
Invitado
Invitado
Tampoco podía arriesgarme a que no me dejaran entrar— contesto, los vaqueros rotos hubieran desentonado con todo el ambiente, y Phoebe será mi amiga, pero no el tipo que está en la entrada con la lista para checar a los invitados. Consideré ponerme un traje, el problema de tener que usarlos todos los días para ir al trabajo, es que lo sentí así. Sin darme cuenta hubiera acabado de pie frente al ministerio, en vez de la boda. —Gracias por el halago, decente es siempre el punto exacto seguro en cuestiones de moda— se lo digo como si tuviera algún consejo que dar al respecto que ella no lo sepa, mi sonrisa deja en claro que es una broma.

Me muerdo la lengua para no decirle que ella también es adorable como su hermanita, tener una propia me prepara para saber que halagos así a la edad que tienen, recibe un golpe en la nariz como respuesta. Quizá no es algo que haría Meerah que sí tiene modales, no como la salvaje de Charlie a la que mis padres todavía me la tienen que quitar cuando se pone en sus treces. Levanto mi cámara con una mano para asentir con la cabeza a su pregunta. —Es un pasatiempo, conozco a Phoebe hace un par de años y antes hacía fotografías, así que me pidió que volviera a sacar la cámara para esta fecha— le cuento, no recuerdo bien si la vez que fue a casa y a mi hermana se le ocurrió que mi dormitorio podía ser su nuevo cuarto de té para aparentar clase delante de otras niñas, estaba con mi cámara. Todavía la usaba. Sí, ha pasado un tiempo, como bien dijo en un principio.

Los primeros acordes del vals de los novios empiezan a sonar y hago un gesto con mi barbilla. —Te invitaría a bailar, pero quiero seguir teniendo trabajo para el lunes— bromeo. —Y porque la tradición dice que los más jóvenes debemos invitar a las tías mayores de la novia. ¿A quién crees que debería invitar? ¿A la elegante dama de amarillo? ¿O… esa es la mamá de Lara? Podría ser ella— no conozco particularmente a la mujer, a su hija sí por haber trabajado durante años con mis padres, si la reconozco es por los rasgos. Creo que solo hay dos mujeres en todo este lugar con esos rasgos y no sumo a una tercera, porque la hija menor de mi jefe tiene facciones más mezcladas.
Anonymous
Invitado
Invitado
La ofuscación hace que busque el aire a bocanadas, la criada tiene la cara para decir que son familia ¡y a mí la ingrata de Phoebe no me mando ni una invitación! ¡Ni por correo electrónico! Seré vieja, pero reviso mi buzón desde el teléfono. ¿Creen que me he quedado atrás? Lo que no entiendo se lo pregunto a Ramik y él me lo explica. Perdono a la novia por su total desconsideración hacia mi persona y en pos de conservar nuestra amistad de años, pongo de mi parte para hacer de esto una celebración amena, no una oportunidad para reproches, así que me encamino un poco más lento que la morena que se arroja a saludar efusiva y groseramente a los novios.

¡Ah, ya lo entendí todo! Basta con una eche una ojeada para fijarme si el hermano de la novia anda cerca para verlo de arrumacos con esa chica de poca clase que tiene como amante, que falta de modales que la traiga a ella y a su bebé a la boda, por vergüenza tengo que apartar la mirada hacia otro lado. Ya lo entendí todo, la hija de la criada se metió en la cama del ministro Powell y así logro ensartarle un hijo. ¡Ja! Y claro, si ahora se le ha dado por esto de reconocer hijos como fue el escándalo hace unos meses cuando le puso su apellido a una adolescente y a la editorial nos llegó una cautelar para que no se nos ocurriera publicar fotografías de la muchacha. Pueden presentar las cautelares que quieran, pero yo no me pierdo de estar en primera fila. —Phoebe, cariño, no me perdería tu boda por nada en la vida— le aseguro con una dulzura zalamera, en los dos segundos que me presta atención, para luego ignorarme completamente.

Echo una ojeada a la castaña alta que se acerca después, pasaría de ella si no fuera porque menciona algo sobre un libro y la mirada rápida que les lanzo delata que estoy poniéndoles atención, paro oreja por si mencionan algo más. Busco una silla que me permita estar pendiente del vals sin que me fallen las rodillas y que sea un buen sitio para seguir recorriendo todo el lugar con mi mirada, me extraña que el hermano del novio se fugue por un costado y que reaparezca minutos después con la ministra LeBlanc en la pista. ¡Vaya, vaya! Pensar que las notas donde aparecen las fotografías de LeBlanc y Helmuth se venden bastante bien, pero no me extrañaría que entre los trapitos sucios de la ministra se encuentre que coquetee con sus profesores jóvenes. Tengo el impulso de sacarme el sombrero para abanicarme el rostro por este calor infernal, y la elegancia no me lo permite, así que tomo de la primera bebida que pasa por delante de mi nariz en la bandeja de uno de los mozos, retiro la piña del borde de la copa para vaciar su contenido. No es que lo necesitara para reunir coraje, que no soy una muchacha de quince años, pero me siento un poco más alegre y eso me da pie a acercarme al ministro Helmuth que se ha quedado como pasmarote porque se han llevado a su pareja. Será atractivo, el problema es que la juventud siempre será más apreciada que la belleza. — Helmuth, que falta de respeto, en mi época los muchachos eran más gentiles con los mayores. ¿Va a invitarme a bailar o tendré que esperar a que mis huesos se hagan polvo en la silla?
Anonymous
Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
No queremos que esas grabaciones terminen en manos equivocadas. Dudo mucho que a Lara y Hans les agrade que use a su hija de bodoque — que creí que para eso están los bebés, vamos, esa niña es una ternura redonda que provoca usarla de juguete. Además, hay que aprovechar ahora, que cuando se haga mayor no querrá saber nada con el tío fastidioso que puedo llegar a ser. El susurro de mi esposa (sí, es extraño pensarla de esa manera) me pinta una sonrisa en cuanto me fijo en el decorado de la carpa, cuyos bocadillos van y vienen flotando por el aire en compañía de las copas que se van acercando a los invitados. Lo admito, yo quería una boda más pequeña, pero casarme con Phoebe incluía una lista de invitados algo más extensa de lo que me hubiera gustado. Sé que no podría haber pagado ni la mitad de esto, para empezar, pero tengo que confesar que se ve bien. La playa, perfectamente visible desde aquí dentro, le da un aire mucho mejor que un salón repleto de mármol. Me siento más en casa.

Siendo sincero, Phee, quiero que el baile termine rápido. Puedo sacrificar cinco minutos antes de pasar el resto de la fiesta de festejo — o sea, embriagándome. Tomo su mano con el mayor cuidado que soy capaz y la hago girar, hasta que puedo sostener su cintura con la contraria en mi intento de recordar cómo tengo que mover los pies. No es tan difícil, es un ritmo repetitivo, pero eso no quiere decir que no carezco de gracia — ¿Está mal que no vea la hora de que todo esto termine así podemos ir al hotel? — arqueo una de mis cejas, hablándole en un murmullo cómplice que asoma una sonrisa divertida — Ya sabes, dicen que la noche de bodas es lo mejor de casarse — y jamás pensé que tendría una, mucho menos en una suite de lujo, para variar. De seguro haré algo como derrochar champagne en la bañera, para culminar con la estupidez.

Debo preguntarte algo… ¿Quién es esa mujer? — señalo con el mentón a la anciana del sombrero ridículo, quien se encuentra junto al ministro de salud y de… — Phee… — arqueo mis cejas en obvia incitación a que se gire con disimulo, porque no me esperaba ver a mi hermano bailando con mi madre el día de hoy. Solo espero que no llegue mi turno.
Charles B. Sawyer
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Ruedo los ojos en dirección a Lara por ese comentario sobre mi talento, aunque la sonrisa de mi rostro indica que no me lo estoy tomando en serio — ¿Ahora me volveré el hazmerreír familiar? Creí que me querías más que eso — es una queja sin serlo — No quiero ser el ridículo que se ha escondido para llorar este día. Además, tengo que estar atento por si… — pero no llego a ponerme en quisquilloso con la celebración porque la voz de Rose me llega desde algún punto y me giro justo para verla pasar, tan escandalosa como siempre. Le respondo con una mueca, sintiendo el golpe de su marido en el brazo — Gracias por la comprensión — bromeo, aunque sea un poco, en lo que mis ojos se centran en la figura de mi hermana y mi cuñado siendo rodeados por los invitados — Y yo jamás salgo mal en las fotos — es obvio que tampoco hablo en serio, por las dudas miro alrededor en busca de alguien que esté capturando el momento, que he insistido con la organización del evento para evitar ojos curiosos y periodistas en los alrededores. El apellido de mi hermana es suficiente como para crear curiosidad en la prensa, que lo sé bien yo. Aunque la conversación se centra en Lara y la bebé, uso mis dedos para señalar mis ojos y los vuelvo hacia Rory, ganándome la risa de un niño que no entiende que eso es una amenaza hacia él mismo — Dejarás de venir a casa a los once años — le advierto, aunque no me da importancia porque sus manos se centran en el pelo de su padre, el cual usa para cubrirse la cara a modo de juego. Bah, niños, jamás entenderé cómo se entretienen con esas cosas.

Dejo que el resto hable en lo que los novios se mueven hacia la carpa principal y les hago una seña para incitarlos a moverse, en mi paso estiro el cuello para buscar a mi hija mayor, a quien no puedo divisar entre los invitados. La corrida de Rose para regresar junto a su marido debe haber sido veloz, porque apenas me doy cuenta de que está con nosotros cuando pongo un pie dentro de la tienda. Acomodo a Tilly en uno de mis brazos así tengo la libertad de estirarme y tomar una de las copas, la cual vacío quizá demasiado rápido — ¿Quién es el chico que está hablando con Meerah? — entorno la mirada en cuanto los diviso a la distancia ahora que el mar de personas se ha dispersado, apoyo la copa en una de las bandejas que pasan y llamo a mi elfina con la orden necesaria que la obliga a aparecer junto a nosotros — Cuida a Tilly un momento, ¿si? — se la paso, sus manos pequeñas son decididas cuando sujetan a la bebé y aprovecho el movimiento del baile para tomar la mano de Scott. Hasta me veo inocente cuando alzo las cejas hacia ella al arrastrarla al baile — Que tendremos que sacar a los novios a bailar en un momento.

Es una excusa válida. No confío en que sea una gran bailarina, así que busco el guiarla en lo que nos movemos de manera que pueda acercarme de manera disimulada al sitio idóneo para descubrir con quién habla mi hija mayor. Al reconocerlo, arrugo la nariz — ¿Por qué Meerah habla con Davies? — rezongo por lo bajo, solo para que Lara pueda oírme — ¿Es muy obvio si me meto a decirle que saque a bailar a su tío? — Que el chico es viejo para ella, pero no me confío de nadie ahora que ella hace comentarios sobre los muchachos de la televisión.
Hans M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
Tengo que admitir que me cuesta mantenerme entera cuando no veo un reconocimiento en sus ojos más allá del que implica ser una funcionaria del ministerio. No estoy segura de qué esperaba, soy yo la que conoce sus identidades y no al revés, pero el trato amable y cordial de mi hijo mayor está lejos de ser lo que quería recibir en estos momentos. Ha sido culpa mía en verdad, debería haber sabido que era eso lo que me esperaba al comportarme de la misma manera que siempre. - Ha sido todo muy hermoso la verdad. Se nota que han querido darle un tinte privado y personal a todo, ya que lo que importa aquí son ellos. - Y prefiero dejar la explicación ahí, simple para no andar señalando preferencias que no sabría explicar.

Su invitación a formar parte del baile hace que por poco termine arrancando la manga del traje de Nick, pero es un leve pánico que me dura los segundos que demoro en pensar que no puedo ser una mujer asustadiza y cobarde por el resto de mis días. Tras asegurarle a Nicky con la mirada que me encuentro bien, me dejo guiar y antes de saberlo estoy bailando por primera vez con mi hijo mayor. Que en sí no es la primera vez si es que cuento esos recuerdos en la vieja cocina de mi casa de aquel entonces, solíamos tener muchos bailes improvisados, con él y con Charles mientras que Eugene miraba sentado en su sillita; hoy esos recuerdos duelen al pensar la cantidad de tiempo que perdí con ellos.

Asiento con la cabeza cuando Logan habla de lo emotivo de la ceremonia, pero no me deja emitir un solo comentario que ya vuelve a dirigirse a mí. Y creo que me hace perder todo el color de la cara con su comentario, si es que no del cuerpo en sí, así que me aferro aún más a su brazo, tratando de no desvanecerme ahí mismo en lo que me fuerzo a mantenerme de pie. - Lo sabes… - ¿Lo saben sus hermanos también? ¿Por qué me permitiría Charles que me inviten a la fiesta entonces? ¿Cómo…? - ¿Desde hace cuánto lo sabes? ¿Cómo…? - ¿Cómo es que lo sabe? si no fuera porque Nick me informó de su identidad hace pocas semanas, todavía sería una ignorante al respecto.

Me fuerzo a reanudar el paso con toda la cautela que puedo, y trago con fuerza porque hay un millón de cosas que querría decir, pero ninguna que se me venga a la mente en estos momentos. No sin montar una escena. - Lo entiendo, no quiero arruinar nada para Chuck, para Charles. Pero… No lo sabía, sino fuera por la boda probablemente nunca me hubiese enterado. Yo… - Oh por dios. No podía ser que no tuviese la más mínima idea de qué decir. - Me gustaría hablar con ustedes, contigo, con el que esté dispuesto a escucharme en alguna ocasión. Sé que no tengo derecho a pedir nada pero…
Eloise R. Leblanc
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Dejaron entrar ese horrendo sombrero. - Comento señalando con todo el disimulo que puedo el adorno que lleva una señora algo estrafalaria a la que no he visto antes. - Pero tienes razón, mejor apostar a lo seguro y verse decente. - Le respondo burlona. Que en realidad, mal que mal tiene razón. Decente sí es el punto seguro en cuestiones de moda, incluso podría considerarse como el área gris en el que todo el mundo está de acuerdo en que lo que llevas puesto no lastima a la vista. No es algo que va a garantizar cumplidos, pero tampoco necesariamente se llevará críticas o malos comentarios.

Me sorprendo un poco cuando dice que la fotografía es un pasatiempo, más aún porque no es un perfil que le vaya necesariamente mal. Es solo que tras tratar con su hermana… no sé, cuando conoces a Charlie dudas que alguien que haya pasado tanto tiempo con ella pueda tener algo delicado en sus manos sin que termine en el suelo, o en fuego cruzado con alguno de sus experimentos. - No sabía que conocieras a Phoebe de antes, pero debes ser bueno si te pidió para un evento como este. Quiero copia de esas fotos Meyer. - le aseguro. Además, siempre es interesante ver las cosas desde el punto de vista de otras personas, y una fotografía podía decir muchas cosas de un fotógrafo. - Si eres bueno hasta podré contratarte cuando esté lista mi línea de ropa. Ha tenido unos cuantos retrasos, - Como el hecho de que mi socia de negocios esté fugitiva de la justicia. - Pero sigue encaminada y sé que en algún momento verá la luz. - Incluso he terminado un conjunto que deseo que Maeve se pruebe, pero con esto de la boda casi no pude dedicar tiempo a mis proyectos personales.

- Eres un cobarde, Meyer. - Además, ¿qué tan sobreprotector creía que era Hans? Tenía edad suficiente como para decidir con quien bailar, y no debería importarle si decidía ir a la pista de baile con mi propia hermana, con Dave, o con el Ministro de Salud, - Vamos, no te sucederá nada, lo prometo. Puedes decir que te forcé si quieres. - Y como para probar el punto, soy yo la que lo toma del brazo y lo lleva a la pista de baile. - ¿De dónde se supone que has sacado esa tradición ridícula? No sé quien sea aquella señora, pero Mo es un amor y no tendrá problema en ser tu siguiente pareja de baile. ¿Crees que podrías prestarme tu cámara luego? Quiero sacarle una foto a la cara que ponga tu hermana cuando le diga que baile contigo, y que luego te dedicaste a cortejar a señoras mayores. - No le había gustado demasiado cuando le comenté que su hermano era apuesto, así que suponía que esto no sería mejor. - O mejor, ¿tu cámara también filma?
M. Meerah Powell
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Mohini R. Khan
Charles B. Sawyer
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