The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Sigrid M. Helmuth
Recuerdo del primer mensaje :

Convencer a Rebecca de que invitarla a ella y a Maeve a una cena en casa de mi hermano era mejor idea que despedir a Ingrid de su puesto como auror no ha sido fácil, primero porque arrastrarme no suele ser mi estilo, ese es más bien de Nick. Se puede escuchar el sonido de una batería por ese burn, soy consciente, ¿pero para qué están los hermanos si no es para reírnos unos de otros? No debería tomármelo tan a guasa, de todas formas, cuando soy la encargada de convencer a la jefa de Ingrid de esto presentándome en su casa, como un vaticinio de lo que ha estado ocurriendo en las últimas semanas al no dejar a la pobre mujer en paz. Que no sé cuántas veces ha ido un Helmuth a golpear su puerta en este tiempo que ha sido ministra, pero estoy segura de que han sido muchas más veces de las que fueron cuando éramos niños y vivíamos en el mismo vecindario. En fin, como sea, mis hermanos tienen que agradecer que puedo llegar a ser una persona tremendamente persuasiva, sin necesidad de ponerme de rodillas en su alfombra, como para conseguir que Rebecca acepte a hacer esto.

Así que el panorama actual es uno por el que jamás hubiera apostado que tendría lugar. Para ser precavidos, los platos están dispuestos de tal manera que Rebecca y Nicholas están enfrentados en los extremos de la mesa rectangular del salón de la mansión e Ingrid está sentada a uno de los lados de nuestro hermano de manera que Karina ocupa el otro lugar y está resguardada frente a ella. Yo he optado por colocarme en el medio, a modo del árbitro que va a ser necesario que esté presente en esta sala para que nadie termine lanzándose los platos unos a otros. Puedo echarle una mirada rápida a mi hija al levantar los ojos hacia ella por tenerla a unos centímetros de distancia al otro lado de la mesa, acompañada por su primo Luka, quien obviamente no se iba a perder este espectáculo que es para rememorar como una de las fotografías familiares que cuelgan de la pared. Eso me deja con Maeve a quien tengo sentada a mi lado, así Oliver está junto a sus primos, pero al lado de Rebecca, lo que me resulta extraño porque puedo jurar que le ha lanzado más que una mirada tiesa en lo que llevamos de cena y Nicholas está tan tenso en su silla que puedo verlo sostener los cubiertos con fuerza desde aquí.

Ha sido una buena decisión el dejar a los niños fuera de esto, porque apenas y puedo escuchar las respiraciones de los demás, segura de que no hay ni uno que esté disfrutando realmente de la comida que prepararon los elfos domésticos. Bueno, excepto Luka, que sí que parece bastante divertido con la situación en sí. Yo también lo estaría, de no ser porque me toca seguir ejerciendo como la voz de la razón, pero no estoy segura de conseguirlo cuando me lanzo al silencio de la sala para decir: — Y bueeeeeeeno… — le echo una mirada a mi hermana mayor, dejando los cubiertos apoyados sobre el plato para marcar el mantel con mis codos — ¿No tienes algo para decir, Ingrid? — ruego que diga algo, a poder ser no que quiere empezar a pasear con correa a su jefa, por favor.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
Invitado
Nunca, en todos estos años, hemos peleado con mi hermano. No puedo creer que la razón de nuestra primera disputa sea la mujer que está sentada en la otra punta de la mesa, a ese bendito papel que tenía escrita una verdad que me ocultó. ¡A mí! ¡A MÍ! —Si tiene que ver con esta familia, con nuestro apellido, es algo en lo que me meteré, porque nunca nos ocultamos nada que pueda dañarla. ¿A ti te queda claro, Nicholas?— pregunto, con el nudo formándose en mi garganta a causa de las ganas contenidas de gritarle, reprocharle, que no me haya tenido la confianza como para contármelo, ¡¿por cuántos años me miró a la cara sin pensar en decírmelo?! Tomaría en este momento la mano de Sigrid en busca de consuelo, si no fuera porque es la primera en exponerme a esta vergüenza de compartir la mesa con quienes dije que nunca lo haría, y agradezco que Jenna haya heredado el buen juicio que caracteriza a los Helmuth para secundarnos a los mayores en la decisión de que este es un tema a tratar aparte, ellos no tiene por qué ser parte, enterándose de los deslices de quienes deberíamos ser el ejemplo. Qué vergüenza, Nicholas… qué vergüenza… no puedo mirar a la otra cabecera sin que lo amargo de esta vergüenza me embargue el pecho, haciendo que la comida en el plato me resulte asquerosa.

Pese a que esta cena tiene por motivo que se me permita conservar mi puesto como auror, en palabras de Sigrid, se nota mi orgullo en la manera que tiene Karina de plantarse ante los atropellos que sufrimos esta tarde y cuento también con el apoyo de Luka, mi querido Luka. ¡Que esa mujer se atreva a despedirme! ¡No sabe con quién se mete! ¡Con quienes! Nicholas sigue siendo mi hermano, ¡debe abogar por mí! ¡Y Kostya tampoco lo permitiría con su influencia como alcalde! Aunque estaría más conforme si podemos solucionar esto, sin necesidad de ponerlo al tanto sobre los detalles que llevaron a este conflicto, que tengo su voz en la cabeza desde que mi mano dio con la cara de esa fulana. Dejo de escucharlo cuando la peor cosa que podría escuchar en la vida llega a mis oídos y se me cae el tenedor sobre el plato, así como el alma a los pies, nos veo cayendo en lo más profundo y negro del infierno, a causa de la bastarda que Ruehl incitó a meterse en nuestra familia. ¡QUÉ VERGÜENZA! ¡OLIVER!

Mis ojos pasan del desprecio al mirar a la muchacha y a la mujer, para clavarse en Nicholas con el dolor y el reproche que deben estar sintiendo todos nuestros ancestros. —¡Esta es la desgracia a nuestra familia que trajiste con tu error! ¡¿Te das cuenta de lo que hiciste?!— se lo digo sin más, a punto de señalarlo con mi dedo índice, pero una voz que desearía que no existiera en este mundo me hacen palidecer al borde del desmayo. ¡¿CUÁNTO SABE ESTA PERRA?! La fulmino con la mirada por si sus palabras también van referidas a mi hijo sentado en esta mesa, ¡no! ¡no es algo que pudiera saber ella! —¡CALLATE!— grito, mis palmas golpean la mesa al ponerme de pie con violencia. El comentario de Luka pasa por un oído, el de Sigrid por el otro. —¡¡¡No vengas a reprocharme esas malditas charlas, Sigrid!!!— la mando a callar a ella también, —si es cierto que tu hija se anda emborrachando por ahí como suponemos, ¡¿quién no te dice que ella también no es otra embarazada en esta mesa?! ¡Y seguro que por la borrachera ni recuerda quien puede ser el padre!—  despotrico contra una de mis sobrinas predilectas, ¿quién lo hubiera dicho? ¡Jenna! ¡Incluso Jenna! ¡En desgracia! ¡Y embarazada! Pero no es lo peor. —¡USTEDES DOS!— me he cegado en mi discurso al punto que no distingo lugares en la mesa, no queda claro si le hablo a Nicholas o a la fulana, a Oliver o a la otra fulana. —Esto es peor que cualquier descuido de adolescentes, ¡nada que podríamos haber evitado, Sigrid! ¡JAMÁS PERMITIRÉ UNA BODA ENTRE LOS DOS! ¡PORQUE JAMÁS ADMITIRÉ QUE DOS HERMANOS COMETAN LA ABERRACIÓN DE CASARSE Y TENER UN HIJO!— grito, me enfrento a Nicholas con toda mi furia cuando estrello mi puño al lado de su plato. —¡¿Esta es la bastarda que tuviste con Ruehl?! ¡¿Te das cuenta de lo que hiciste, Nicholas?! ¡¿CÓMO PUDISTE HACERLO ESTO A LA FAMILIA?!
Anonymous
Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Creo que no es suficientemente amplia la copa para abarcar la cantidad de bebida que deseo ingerir tras murmurar un agradecimiento a mi sobrina, cuando me llevo el borde del cristal a los labios en lo que la muchacha rubia sentada a mi izquierda hace un representación muy gráfica de lo que era Ingrid a sus casi veinte años. Si la miro lo suficiente, a pesar de no estar vinculadas por sangre, hasta podría ver características físicas similares, entre el pelo rubio y los ojos claros, es el calco que mi hermana necesita para sentirse respaldada, aunque sea por una adolescente. Y no me molestaría su interacción si estuviéramos en otra situación, le tengo cierta estima a Karina, porque me enteré de que estuvo un tiempo saliendo con mi hijo, pero no es precisamente ahora que está en posición de reclamar nada. Así como tampoco debería hacerlo la mujer de mi derecha y que se empeña igualmente en abrir la boca a cada oportunidad que se le da. — Ingrid... — por si no se me nota en el tono de advertencia que utilizo al murmurar el nombre de mi hermana, estoy empezando a perder la paciencia.

Obvio que necesita quedar por encima de cualquiera de los que estamos sentados, incluso por encima de mí que soy quien anduvo pidiendo favores por ella, los mismos que nos han llevado a esta cena al parecer. Meneo la cabeza al hacer un gesto con la mano para los que quieran darse por aludidos que en cuanto a Ingrid se refiere, ningún comentario para tratar de bajar la tensión del ambiente va a servir a no ser que se calme por su cuenta, y dejaría que se descargue si no fuera porque la conozco como para saber que no se va a morder la lengua y vamos a acabar peor de lo que empezamos. Estoy por reclamarle precisamente eso, cuando siento que es a mí a quien se le baja la tensión de repente por las palabras que no proceso salen de la boca de Maeve. Tengo que posar la copa sobre la mesa con el cuidado de que se vaya a romper entre mis dedos por la fuerza con que la sostengo de repente, mi mirada va de la muchacha a Oliver, en busca de una explicación que espero no se tarde en llegar.

Claro que ninguna de las mujeres en esta mesa me permite tener la reacción propia de un padre que recién se entera que su hijo ha dejado embarazada a una siendo adolescente, y el desmadre que se forma segundos después me hace preguntarme internamente qué fue lo que hice mal para que mi familia se haya convertido en un cuadro de burla a todo lo que pudo ser el apellido Helmuth. — Rebecca, suelta a mi hijo. ¡Ya! — espero que sea capaz a captar la orden en mis palabras, que no se trata de ninguna petición que pueda hacerle. Pero las acusaciones directas de mi hermana me obligan a mover la cabeza en su dirección, ignorando si la ministra obedece a mi señal o no, en lo que siento que se me está subiendo toda la sangre a la cabeza de repente. — ¡INGRID! — doy un golpe en la mesa con la palma de mi mano al ponerme de pie de un movimiento cortante, de la misma forma que ella ha hecho para mostrarse presente hace apenas unos segundos. — ¿Quieres hacer el favor de sentarte y cerrar la boca de una buena vez? ¿¡Acaso te estás escuchando a ti misma al hablar!? ¿Las estupideces que estás diciendo? — no sé quién de los dos está más enfadado el uno con el otro, si ella o si yo mismo, lo que sí sé es que es la primera vez que tengo consciencia de estar discutiendo de esta forma. — ¡No voy a permitir que se hable de esto delante de ninguno de los chicos! ¡Y si tuvieras un poco de respeto por el nombre de esta familia, tú harías lo mismo! — suficiente tontería he escuchado de su parte esta noche como para seguir aguantando sus acusaciones — Estás hablando sin saber, Ingrid, te lo advierto, no te metas en los asuntos que no te incumben, en especial cuando son los mismos que tengo que solucionar por tus problemas — levanto un puño para terminar señalándola con el dedo — Repito que no trataré ninguna discusión en esta mesa, así que siéntate. — puedo parecer mi padre hablándole a la Sigrid de diez años, pero honestamente, ahora mismo no veo ninguna diferencia con su hermana. Espero a que lo haga para sentarme después, pasando una mano por mi rostro de manera exasperada. — Oliver, explícate — pido de inmediato al fijar los ojos sobre él, demorándome unos segundos después en hacer unas aclaraciones a la persona que tengo en frente. — Y tú, hablaremos más tarde — le exijo a Rebecca al apuntarla con un dedo, siendo que ha ido predicando por ahí lo que le ha venido en gana incluso cuando creo que me expliqué muy bien cuando dije que ningún papel de paternidad formaba parte del trato.
Nicholas E. Helmuth
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J. Paisley Callahan
Representante
No quiero ser tan cruel, de verdad, pero lo único que puedo hacer es mirar a Karina con la serenidad de una persona que está esperando que se asfixie con la cena. ¿De verdad son todos tan dramáticos? ¿De verdad prefieren los gritos y las pataletas en lugar de una conversación decente? — Los apellidos no deberían ser etiquetas ni un error ajeno debería influir en el resto de la familia — respondo con total calma, que si quieren que me ponga a defender honores, no haré otra cosa que levantarme de la mesa y retirarme con toda la dignidad que aún me queda. Creo que es la primera vez en la historia en la cual puedo estar de acuerdo con Oliver y hasta me atrevería a hacer algún otro comentario al respecto si no fuese porque las palabras de Maeve hacen que casi escupa toda mi bebida. Y ahí va, el drama patinando sobre la mesa en lo que las palabras de Luka me sacan una risa histérica, de esas que me hacen toser a causa de lo que estoy tomando y tengo que echar un poco la silla hacia atrás, así me doblo sobre mí misma y me me sujeto la panza.

¡¿Pero qué…?! — me exalto, en lo que me limpio las lágrimas que me han saltado de los ojos en lo que intento controlar mi expresión — Oh, sí, mamá, soy completamente ignorante y descuidada cuando tengo relaciones con mi novio imaginario — es la mera respuesta que le doy a mi pobre madre, que la sonrisa sardónica debería dejar en claro que está preguntando una tontería. Sé que no hablamos de mi vida privada, pero creo que algunas cosas son obvias. Y ni sé para qué hablo, que los gritos de mi tía hacen que levante las manos en el cielo en lo que me acusan de ebria, como si eso fuese tan malo como dejar embarazada a alguien que aún sigue siendo menor de edad — ¡Ay, por Morgana y Merlín! — me quejo — ¡Que me he embriagado solo una vez y con amigas! Si tanto les interesa saber, hay cero posibilidades de que esté embarazada. Así como… cero — porque no voy a hablar de mi virginidad en esta mesa, paso.

¡Y ahora sí que la tía ha perdido la cabeza! Lo primero que hago es sacar la varita, aunque está en claro que no sé muy bien cómo debería utilizarla y me pregunto que tanto me castigarán si les lanzo un hechizo para pegarles la lengua al paladar — Deeee acuuuuerdo… — en vista de que mi tío ha puesto orden, yo levanto las manos en señal de paz aún sosteniendo la varita entre los dedos. Si es momento de que Oliver deje de ser el chico perfecto, no tengo nada que acotar, que siempre he pensado que era demasiado poco interesante como para que nada de esto me sorprenda — ¿Quieren que traiga café?
J. Paisley Callahan
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Karina E. Hegel
Podría tomar las palabras de Oliver y hacerle caso en cierta medida, si no fuera porque sé de sobra que lo está haciendo para socorrer a la otra salvaje, y eso es lo que no me gusta ni siquiera un pelo. No puedo ni empezar a pensar el grado en que debe estar engatusándolo con su vestido de zorra, como para que sea quién salta en su defensa a la primera de cambio, ¡incluso cuando fue ella quien me agredió con toda su santa cara! ¿Acaso vieron como quedó la mía? ¡Por poco no necesito de cirugía plástica! Parece que el único que puede darse cuenta de eso es el hijo de Ingrid, ¡por supuesto! Si es la única de esta familia que ha sabido criar a sus hijos como se debe. Y lamento mucho decirlo por el ministro, pero eso de crecer sin madre desde luego ha tenido que ser un duro trabajo y está claro que no le ha salido demasiado bien si su hijo se deja engañar tan fácil por una buscona. Menos mal que estoy yo para darme cuenta de estas cosas, o lo próximo es que Oliver termine en el mismo saco que ella.

¿¡Qué tú qué!? — no necesito que me lo repitan, lo que voy a necesitar y pronto es una bombona de oxígeno, o que salga alguien de detrás de los muebles para decirme que esto se trata de una cámara oculta, porque la mirada de odio que se posa de manera cortante sobre la morena no tiene nada de falso. — ¿¡Qué vosotros dos qué!? — esta vez me inclino hacia atrás en el asiento, moviendo la misma silla hacia atrás para poder visualizar la figura de Oliver detrás de sus primos. ¡Si por algo pusieron esta disposición en la mesa! ¡CASAMIENTO! ¿¡Dónde están las cámaras!? Creo que estoy empezando a hiperventilar, ni siquiera soy consciente de la discusión que está teniendo lugar entre Ingrid y su hermano, si no finjo un desmayo aquí mismo es porque todavía tengo que guardar la postura delante de MI futuro esposo, ¡pero a punto estoy! ¡QUÉ BOCHORNO! ¿Cómo ha podido pasar esto? ¡Y la prima de Oliver se pone a ofrecer café! ¡Café! ¿Acaso quiere que me dé un paro cardíaco? — Creo que voy a desmay... — definitivamente, sí, ni me da tiempo a terminar la frase que se me cierran los ojos de manera involuntaria en lo que mi cuerpo se inclina hacia un lado dirección al suelo.
Karina E. Hegel
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Oliver T. Helmuth
Mi cara se torna de piedra ni bien Maeve suelta una bomba que, por poco y no me quita toda la sangre del cuerpo cuando cae sobre la mesa. ¿Que sus hormonas son producto de qué? La observo con alarma y, para el momento que logro encontrarme con su mirada mi cerebro ya ha procesado el chiste detrás de todo y tengo que contenerme para no dejar escapar un suspiro de alivio. ¿Acaso este era su plan para destensar la situación? porque no sé que es lo que busca cuando, antes de poder abrir la boca (lo admitía, estaba tentado a llevarle el juego) al final acabo por mantenerme en mi sitio porque los segundos que tardé en entender todo, los aprovechan los demás para hacer de esto una explosión digna de carnaval. Bien, si tenía que morir a manos de Hasselbach al menos tendría una muerte digna — No me haría el desentendido en algo como eso — me apresuro a aclarar como si en verdad hiciera falta. No he negado el asunto, primer error de mi parte, pero estaba cada vez más ofendido por las crecientes opiniones de mi familia como para poder reparar en ello.

¿Acaso Ingrid enloqueció? ¿Pero qué demonios estaba pasando? — No, no. Un segundo, pido tiempo. ¿Qué es eso de una bastarda y no sé que de que Maeve y yo somos hermanos? — Elevo ambas manos en el aire tratando de frenar una fuerza que no parece poder serenarse y ¿acaso Karina acaba de desmayarse? ay por favor. — Primero que nada, tanto Mae como yo somos mayores de edad, nuestra vida sexual, sentimental o cualquier tipo de relación que elijamos tener es cosa nuestra y no veo por qué tenga que discutirlo en esta mesa — no cuando el resto no todo el mundo opinaba tan libremente acerca de cosas en las que no debían meter sus narices — En segundo lugar, Maeve es mi amiga y se han encargado de insultarla — miro a Luka con cierto resentimiento por haberse mostrado tan hiriente — hasta el punto que cualquier bobería que sea eso de honrar nuestro apellido puede irse por el caño. No sé que bicho les picó hoy, pero esto se volvió en un circo. Cualquier cosa que tuviese que hablar, la hablaría con mi padre, o a lo sumo con Jenna que parece ser la única persona sensata de esta mesa. — Si quieren pensar que Maeve está embarazada, que somos hermanos, o que vamos a casarnos, allá ellos. Yo planeaba borrarme de unos cuantos domingos familiares después de esto.
Oliver T. Helmuth
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
No es esa la primera reacción que me esperaba, pero no tengo ningún problema en colocar mis brazos sobre la mesa para inclinar mi torso hacia delante y sonreír de manera sardónica al primo mayor de Oliver. — Pues resulta que sí que podemos, ¿quieres saber qué más puedo hacer? — preferiblemente en la cama, pero como que no me voy a poner a hablar de esas cosas delante de ninguno de los ministros, ni de la tía loca del padre de mi hijo imaginario. Rebecca por su parte toma esa postura con la que pretende intimidar a toda la mesa, no solo al pobre del moreno cuando lo agarra por la muñeca y la mirada que le lanzo a mi jefa procura decirle que no tiene que ponerse así. Pero qué va, si ni me está prestando atención al mantener la vista fija sobre Nicholas y, ¡vaya! Parece que no soy la única que tiene una bomba para soltar. ¿Se lo estará inventando también o es cierto que Oliver va a tener un hermano perdido por ahí?

Ah, pues parece que la hermana perdida voy a ser yo, ¿pero qué clase de droga se fuma Ingrid Helmuth? Debe de ser una bien fuerte, porque es capaz de dejarme hasta a mí de piedra con sus gritos salidos completamente de lugar. — ¡Hey! — reclamo cuando no tiene ningún reparo en llamarme bastarda, otra vez en lo que va de día. — No, señora, mi padre es Jasper Davies, juez del Wizengamot, por cierto — lo dejo claro, no porque vaya a necesitar que me salve de este aprieto en el que quiere meterme la adorada de Karina, que probablemente lo único que reciba de mi padre antes que un abogado defensor, sea una colleja en la cabeza. No creo que nadie me escuche decirlo, de todas formas, no cuando los que sí son hermanos en esta mesa deciden que es un buen momento para recriminarse todo lo que al parecer no se han recriminado en años. Wow.

¡Já! ¿Y escucharon eso? ¿Escuchaste eso Kari? Nuestra vida sexual, que nada tiene que ver con la rubia. Esa que, por cierto, acaba de desmayarse en lo que yo considero una salida excesivamente dramática. Y estamos hablando de mí, ¿saben? Que puedo ser muy dramática cuando quiero, supongo que no tanto como Karina, quien ya parece estar recibiendo la atención que merece su reacción. Bien, de alguna manera conseguí que el padre de Oliver y su hermana favorita se peleen como creo que no han hecho nunca en su vida, Karina, la enfermera, se desmaye, y que acusen a la nerd del colegio de estar también embarazada de un bebé imaginario. Me veo en la obligación de decir: — ¿Es un mal momento para decir que era una broma? — musito cuando toda la mesa se encuentra en silencio.
Maeve P. Davies
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Invitado
Invitado
Maeve toma las palabras que hacen falta para contestarle al hijo de Ingrid Helmuth como se lo merece, sin necesidad de que tenga que intervenir yo para responder al desprecio que muestra hacia los licántropos. Cría cachorros y te ayudaran a sacar ojos, muestro mi apoyo hacia ella con un agarre de su muñeca, mucho más suave a la fuerza con la que sigo reteniendo la del muchacho que dice será padre de un nuevo Helmuth. —¿Y si no lo suelto que harás, Nicholas?— pruebo hasta qué punto puede llegar su enfado desde mi lado de la mesa y quien se lleva el honor es su hermana Ingrid al hacer que se levante de su silla tirando su compostura al suelo. Nunca he visto de otra manera a Nicholas e Ingrid Helmuth que no sea parados uno al lado del otro, jamás gritándose a la cara del otro.

En lo que dura la disputa entre hermanos libero a los chicos de mi agarre y recupero mi copa para acercarla a mis labios, desde mi puesto en la mesa puedo ver lo que ocurre en la otra punta con solo alzar mis ojos por encima del borde de la copa, agradezco una vez más el talento que ha tenido Sigrid para distribuir lugares, quien lamento que tenga que hacer frente a la histeria de su hija. Debe ser un mal de las mujeres remilgadas de esta familia, ya lo vi en la madre de Ingrid, en ella misma y ahora en su sobrina. La necesidad de llamar la atención que tiene la muchacha rubia con ese desmayo queda fuera de todos los defectos que le conozco a los Helmuth, ellos tienen más altura en arrebatos de locura, ¿pero esa mocosa que pretende intimidar a Maeve con una llamada a su padre abogado y una demanda? Si alguien sobrando en esta mesa, es ella.

Es digno de mi reconocimiento como el hijo de Nicholas pasa del desmayo, para hablar con la misma firmeza que he oído antes en el tono de su padre, y con su renuncia a los domingos familiares, puedo sonreírle a este desde mi silla. Mi mano cae sobre la muñeca de Maeve al segundo que escucho sus palabras y tiro de ella para ponernos de pie con prisa en vez de elegancia. —Hablaremos luego, los dejaremos para que puedan resolver este enredo familiar y que disfruten de la cena en la que aún pueden tener a Oliver sentado entre ustedes— anuncio. Podrán decir lo que quieran de mis intenciones y las de Maeve, pero si una broma bastó para que todos sacaran lo peor de sí, me retiro complacida de que una familia que se precia de ser distinguida, hizo de esta mesa un circo de sus vergüenzas. —Ingrid, puedes seguir normalmente en el escuadrón. Sigrid, gracias por la cena, fue un placer— me despido de la anfitriona con en el agradecimiento que en verdad le debo.
Anonymous
Luka T. Romanov
Personal de Defensa
Definitivamente el trabajo le había absorbido la vida al rubio, el cual, no se había enterado de que Oliver, finalmente, parecía estar en algo sexualmente activo con Maeve; que Jenna andaba embriagándose y… ¿qué más cosas? Casamientos, Karina aún dando vueltas en torno a Oliver. Su madre perdiendo los estribos y su madrina siendo la voz racional en una conversación. Sin contar con el tío Nick alzando la voz sobre la de los demás. La situación era perfecta para unas galletas de mantequilla y un buen té. ¿Dónde estaba Alexa cuando se la necesitaba?

— Jenn, sabes que con el satisfyer no puedes embarazarte, ¿verdad? — se quiso burlar de su prima menor, inclinándose hacia ella y susurrándole aquello cerca del oído. Que no quería que nadie pusiera el grito en el cielo por aquello, no era así delante de su familia; pero sí podía molestarla. La vida sexual de Jenna era la de una ostra, o más bien ella estaba cerrada como una ostra. Se irguió en su asiento, cortando un trozo de carne en lo que escuchaba acusaciones, defensas y nuevas acusaciones. Así era realmente la familia Helmuth, que dejaran de tratar de engañar al resto del mundo. — Ha sido curiosidad científica nada más, Oliver, no seas dramático. — contestó a su primo algo más serio. — Y solo querrías hablar o discutir esto con ellos dos porque son los únicos que se callarían lo que realmente piensan, no porque hablen con más sensatez que el resto. — apostilló. Que ya era tocar las pelotas. Solo quería rehuir de lo que no quería escuchar, ni más ni menos. Ya era hora de que el mimado de Oliver saliera de su huevo de oro.

Chasqueó la lengua y le dirigió una mirada a su madre, una de las que indicaba que debía calmarse si quería que su familia siguiera en el mismo lugar. A ella siempre le importó y se preocupó demasiado por la misma, metiéndose en embrollos que no le pertenecían por defenderla. Al rubio le daba igual, pero se mantenía allí sentado con mera curiosidad en el desenlace que la comida tendría. Sobretodo en relación a hijos perdidos y en el por qué su madre pensó que Oliver y Maeve eran hermanos, o algo así. — ¿Alguien va a llamar a un medimago o a un elfo? — preguntó rompiendo el silencio que reinó cuando las dos criaturas se hubieron levantado de la mesa pero la pobre Karina seguía siendo una alfombra más en el suelo.
Luka T. Romanov
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Invitado
Invitado
Aprieto una última tecla de la computadora de Oliver y volteo la silla giratoria para quedar de frente a Kitty, mis manos entrelazadas sobre mi estómago, los auriculares todavía puestos en mis orejas. —Misión completada— anuncio. Se escucha el sonido de la disquera al abrirse para que podamos recuperar el DVD y lo guardo dentro de la caja que tiene una foto de la cara de la tía Ingrid en la tapa. —Todo tuyo— se lo entrego a mi prima, con la misma pomposidad que uso luego para bajarme de la silla e ir a buscar uno de los sacos oscuro que tome prestado de Oliver, así como unas gafas de sol, que el estilo importa cuando bajamos la escalera dando cada paso en cámara lenta y al llegar al rellano, le señalo con mi brazo la puerta del comedor a Kit Kat para indicarle que es nuestro destino final.

La histeria de la voz de la tía Ingrid al otro lado de la puerta nos deja saber que siguen ahí y en el momento en que abro las puertas adelantándome a mi prima, hay gente que parece a punto de levantarse de la mesa, así que me encargo de detenerlas con las manos en alto. —¡Un momento, por favor! ¡Nadie puede irse! ¡Que el show recién empieza!— anuncio al sacarme las gafas con un movimiento rápido. —¿Kitty?— la llamo para que pueda enseñar lo que trae con ella. —Están todos invitados al film inaugural del Festival Helmuth, Eye of the Cat— se puede leer en la tapa del DVD, con letras comic sans sobre la cara de mi tía, —¡rapido! ¡que los mejores se agotan rápido! ¡Los esperamos en la sala!— y me echo a correr antes de que nos atrapen.
Anonymous
Katerina L. Romanov
Solo porque nadie nos invitó a la cena en la que está teniendo lugar probablemente la mayor disputa entre mamá y la vecina, nos hemos encargado personalmente mi primo y yo de hacer una aparición estelar, así que cuando me entrega el DVD con la cara de mi madre impresa en la portada de la cinta, lo único que soy capaz de hacer es guardarme las risas para dentro en lo que bajamos las amplias escaleras de la mansión de Nick dirección a la sala. — ¿Ya os vais? — se me escucha cuando veo que la ministra de defensa y la novia no novia de Oliver andan escapando de la mirada de Ingrid. Las comprendo, yo hago lo mismo. — ¿Qué le ha pasado a Karina? — pregunto cuando la veo siendo atendida por un elfo doméstico y mi tío se encuentra agachado junto a ellos. — ¡No importa, no importa!¡Brian y yo tenemos algo que mostrar! ¡Y hemos preparado palomitas!

Me es imposible contener la risa cuando me cuelo al salón y me acerco a la televisión para meter el contenido del vídeo, así lo pueden ver todos aprovechando la enorme pantalla que tiene el tío Nick. El montaje empieza con la música de fondo, esa que se va acentuando con cada golpe para darle zoom a las caras que pronto aparecen en escena, la de mamá fue editada especialmente para que le apareciera humo por la nariz mientras se la ve acercándose desde el otro lado de la calle. — ¡Esta es mi parte favorita! — exclamo cuando el golpe que le da la ministra se repite en la cara de mamá varias veces a cámara lenta y con un buen zoom en su rostro. Ay, pobre Karina, ahí va el codazo. — ¿No fue genial? — pregunto al aire cuando la canción va desapareciendo poco a poco hasta apagarse.
Katerina L. Romanov
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Maeve P. Davies
Oliver T. Helmuth
Karina E. Hegel
J. Paisley Callahan
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