The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Recuerdo del primer mensaje :

Taller, 13 de agosto

Recogió su pelo en una alta y desordenada coleta que apretó con más fuerza de la planeada. El color brillaba por su ausencia en la piel de la veela, remarcando aún más las ojeras que marcaban la parte inferior de sus ojos y el desgaste físico que había sufrido después de estar encerrada dos semanas en el hospital, y algunos días más en casa puesto que no terminaba de encontrarse bien. Pero tenía cosas que atender, asuntos que necesitaban de su atención después de haber conseguido ‘entablar cierta amistad’ con la que fue su carcelera. La información era algo importante con todo lo que estaba sucediendo, y mucho más cuando a sus manos llegó una copia del boletín informativo en el cual se relataba cierta información relacionada con un asalto a un vagón de carga por parte de la facción de Richter. Nunca le prestó atención a aquel hombre, no al menos demasiada, hasta aquel preciso instante. Para organizar aquello debían de tener dentro del distrito nueve a personas relacionadas con él; y lo cierto es que la idea le molestaba de sobremanera, sobre todo teniendo en cuenta el artículo que había estado leyendo miles de veces durante su aislamiento. El tiempo a solas, sin tener nada que hacer, le había dado tiempo a dar miles de vueltas al asunto; tanto así que cuando salió lo primero que hizo fue dirigirse a los registros de viviendas. Conocer a todos aquellos que habían llegado después de ellos al distrito, saber si eran magos o humanos y a qué se dedicaban dentro del mismo. En un inicio parecía demasiado invasivo preguntar la sangre de las personas que pasaban a residir en el mismo, pero solo formaba parte de un protocolo de seguridad que no infringía de modo alguno el derecho a la intimidad de la persona. No porque nadie tenía acceso a los mismos…. Excepto los miembros del Consejo en determinadas y tasadas ocasiones.

Ojeó los archivos, pasando las hojas con la misma rapidez que sus ojos podían leer los nombres. Buscando un nombre en concreto; un hombre del que había acabado hablando con la enfermera, uno que recibió tratamiento por varias heridas semanas atrás. Derek. Arrugó los labios, podía ser solo un tipo normal y que solo fuera la paranoia que aún cargaba con ella, pero tenía buen ojo. Los años ejerciendo como jueza no habían pasado en balde, y allí estaba la recompensa. Derek Shepherd, humano, mecánico. Golpeteó en un par de ocasiones el nombre de la lista. Quería ‘confiar’ en las intenciones de todos lo que habían decidido unírseles, pero teniendo en cuenta las noticias y todo lo acontecido con los inferis no podía más que dudar de todos y cada uno de los recién llegados por mucho que estuvieran haciendo un completo trabajo de integración.

Se aclaró la garganta un par de veces de camino al lugar, aprovechando la incursión para caminar un par de minutos y organizar sus pensamientos sobre el tema. No lo había consultado con nadie, y puede que quizás Amber tuviera que estar al tanto, pero no dejaría a nadie en evidencia ni sería agresiva como para comprometer la paz del distrito. Solo quería hablar con él y poder sacar algunas ideas en claro para descartarlo. Y la verdad es que, aunque no lo conocía, quería borrarlo de la lista y pensar que nada estaba ocurriendo realmente; que solo era un engaño más para volverlos unos contra los otros… pero las imágenes eran demasiado claras como para ignorarlas. Se asomó por la amplia puerta de garaje, refugiándose del  veraniego sol. Se recoló un mechón de cabello tras la oreja mientras analizaba con la mirada la habitación. — ¿Hay alguien? — acabó por preguntar elevando ligeramente la voz para ser escuchada.
Arianne L. Brawn
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I won't wait a minute longer — Derek S. - Página 2 IqWaPzg
Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
— Todos hacen sus propios juicios — comentó —, otra historia es la validez que tengan los mismos. — fue todo lo que comentó ya que no estaba interesada en entrar en una conversación jurídica con alguien como él. En general no estaba interesada en hacerlo sino tenía una estrecha relación con su trabajo y, aunque no lo reconociera, se estaba extralimitando. Ya pensaría en qué hacer si tenía que mantener una conversación con Pearson. Pero no pudo esconder la seriedad que se instauró en sus ojos cuando habló de influencias. Detestaba las influencias, las había vivido y sufrido demasiado tiempo; había sido cuestionada en tantas ocasiones que, incluso, era complicado contabilizarlas. Y parecía que allí también lo sería. Le molestaba incluso serlo por alguien tan insignificante como él.

Quizá por ello se acercó, disminuyó la distancia entre ambos sin pensar demasiado en ello. No le gustaba ser cuestionada, parecía que se había vuelto mucho más susceptible desde su transformación en veela. Antes ignoraba los comentarios, no dejaba que los mismos penetraran, o si quiera arañaran, la gruesa barrera que la protegía; pero ya no era del todo así. Fijó los ojos en los contrarios y se inclinó en dirección al hombre cuando habló, moviendo los labios apenas un ápice para pronunciar aquellas palabras; que fueran claramente escuchadas por Derek en el sentido que quería hacerse escuchar. Aunque los labios de la veela se fruncieron cuando lo escucho, viéndose incapaz de controlar sus expresiones faciales cuando las meras hipótesis parecían estar tomando forma. Por ello se negó a que la gente pudiera entrar con tanta facilidad, que se confiara en todos por igual cuando no se los conocía en absoluto. Todos merecían una segunda oportunidad, pero había quienes ni siquiera buscaban la misma.

Volvió a dar un paso hacia él, prácticamente atrapándolo entre un vehículo y la figura de la veela. — ¿Tienes algo más que ofrecerme? — preguntó dándole un par de palmaditas en el pecho con sumo cuidado. Porque era más peligrosa en la distancia corta ya que su habilidad parecía mostrarse algo más agresiva. — Bueno… ¿realmente sois responsables de la infección? Es demasiado para vosotros. — volvió a hablar. Recordaba la enfermedad que arrasó el distrito once cuando el Gobierno Black estaba al mando, cómo trató de acabar con el movimiento rebelde con aquella jugada. Pero también estaba lo ocurrido en el funeral de Niniadis, y las medallas que Richter se puso por ello. Sólo eran todos iguales. — Si me gusta tu respuesta podemos negociar una recompensa, ¿qué opinas? — sonrió ligeramente, alejando sus manos de él.
Arianne L. Brawn
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Invitado
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Tarde, es tarde para hacer planes que me saquen de este distrito, reconozco que estoy perdido cuando la tengo tan cerca que mis ojos se ocupan de recorrer cada rasgo de su rostro, es inútil pensar que mis sentidos pueden ofrecer algún tipo de resistencia al embeleso que sufre mi mente por su cercanía que se impone a mi voluntad, la misma que siento escabullirse de mi cuerpo y contesto con una voz ronca que logro sacar de mi pecho a la fuerza. —¿Qué quieres?— es un interrogante tan ambiguo, directo al querer saber qué información es la que me está pidiendo y a la vez confuso porque a su aproximación respondo con toda mi estatura inclinándose hacia ella, el aire se hace difícil de respirar para mí. Por estúpido que sea de mi parte, mis dedos se agarran a sus muñecas con el mismo superficial roce que me dedica, como si quisiera detenerla. —No que yo sepa— así de simple, una verdad que absuelve y termina por comprometerme, no parpadeo al sostener su mirada para que asimile la confirmación de su sospecha.

Retengo sus muñecas cuando pretende alejarse, mis dedos ejercen presión sobre su piel para que no pueda soltarse, sabiendo lo impredecible que puede ser una veela en su juego con un humano, no distingo si es mi casi inexistente voluntad o efecto de su propio encanto lo que me lleva retenerla, a querer que quede presa de lo que buscaba por débil que sea mi ímpetu. —No creo que esa sea una respuesta para una recompensa— murmuro, —no tengo nada para decirte de los inferis— se lo repito. —Y aún si tuviera algo para decir…— me valgo del agarre de sus muñecas para tirar de ella hacia mi pecho y que la cercanía que ella define a su conveniencia, se extinga entre los dos. —¿Qué valor tiene en este momento? Podría decir lo que quieres oír si lo pides, pero…— pierdo el hilo de mis propias palabras y mi mente se ve nublada por una reacción más primaria a su influencia, que nada tiene que ver con la que mencioné hace un rato. —¿Qué quieres oír?— susurro, mi voz se desliza como si fuera un ruego, mis ojos fijos en los suyos me impiden interrumpir el contacto que a mí también me aprisiona.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
— Quiero que éste distrito sea un lugar seguro para aquellos que deseen vivir en paz. — A los que querían ver caer aquella idea, destrozarla desde dentro o fuera, los quería ver sufrir. Arder. Retorcerse. Algo se removió en el estómago de la veela, sabiendo que llegada a aquel momento podía tornarse más como la criatura mágica que como la persona racional que decía ser. Se mantuvo en su lugar, no reaccionando en absoluto a la renovada cercanía, solo cambiando su mirada de los ojos contrarios al agarre que ejercía sobre su muñeca. Observando con calma las pequeñas arrugas que se dejaron ver en su piel por la presión ejercida. Respiró, calma, devolviendo su mirar al lugar de origen, encontrándose con sus ojos y parándose a analizarlos. Sabía que había un grupo de humanos en el nueve, y que no estaba en su conocimiento si la infección fue fruto de la intervención de aquel grupo o no; de su grupo, o no. Porque ni siquiera necesitaba preguntarle directamente si formaba parte del grupo, tampoco preguntar por los miembros del mismo.

Un decepcionado suspiro escapó de entre sus labios. — No mereces una recompensa. — corroboró, débil, negando con la cabeza muy cerca de su rostro. Peligrosamente cerca. Aún más cuando el tirón consiguió que su cuerpo se encontrara con el contrario, sintiendo su pecho chocar contra él. Alzó la barbilla, fulminándolo con la mirada. Sus dedos se tensaron y, aunque sabía que solo necesitaba un tirón para deshacerse del agarre, dejó que sus muñecas siguieran apresadas. — Me decepciona que pienses que solo quiero que digas lo que quiero oír. — susurró recomponiéndose, moviendo uno de sus pies para separar las pies contrarios y así poder acercarse más a él. — No disfruto teniendo la razón, al menos no en esto. No cuando tenerla deja en evidencia la seguridad del distrito. — agregó en un hálito de voz. Porque quizás no tuvieron que ver con la infección inferi, estaba casi segura de ello, pero sí estaban entre ellos para espiarlos. Sonrió de medio lado, acercándose lo suficiente como para que sus alientos se entremezclaran; dejando que sus ojos recorrieran las facciones del hombre. — ¿De ti? — murmuró girando las muñecas en su agarre. — De ti no necesito escuchar nada más. — las palabras de la veela fueron directas y pesadas, acabando por tirar con fuerza de sus manos hacia abajo y deshaciéndose de uno de los agarres con notable facilidad. Llevó la mano hasta su mentón, sosteniéndolo para que sus miradas no se separaran la una de la otra.

Inclinó la cabeza hacia un lado, alejando la mano del rostro ajeno y colocándola sobre el agarre de su otra muñeca, liberándose y retrocediendo un paso. — Aunque tengo un presente. — metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó un pequeño frasco. — Esto no tiene porqué trascender por tu lado ni por el mío, ¿no crees? Éste es un lugar seguro del que no te voy a privar. — ofreció retirando el tapón del mismo y ofreciéndole la poción sin dar más vueltas. Alzó ambas cejas, a la espera.
Arianne L. Brawn
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Invitado
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Mi decepción es un reflejo de la suya, por razones que difieren en esta conversación. —Con tus maneras, conseguirás ciertas cosas, no otras…— logro hallar mi voz en alguna parte de mi mente que aún conserva algo de racionalidad, entre mis pensamientos ofuscados por su cercanía, la misma que solo obtendrá de los hombres respuestas que le complazcan, no necesariamente la verdad. No puede decirme que desconozca del efecto que tiene sobre la voluntad ajena cuando al mirarla, sus ojos están en duelo con los míos de la misma manera en que mi boca es atraída, pero se resiste a tomar las últimas palabras que modulan sus labios. Mi mano cae inerte cuando una de sus muñecas se suelta y el agarre de mi mentón es un contacto que convierte en desafío, así que llevo mis dedos de regreso a su muñeca para un roce engañoso que simula ser una caricia. —Si no habrá más preguntas— murmuro, —ni recompensa, creo que hemos acabado con esta conversación.

Le diría que se fuera cuando el agarre acaba por romperse, cada uno recuperando mínimamente su espacio, si esas palabras no pareciera que soy incapaz de articular, por la razones obvias de seguir bajo su influencia, la que me lleva mirar el frasco que me ofrece con una desconfianza predecible y también con la certeza de que la beberé si así me lo ordena. Si debo considerarlo un presente, puedo confundirlo con una poción para el olvido. —¿Qué es?— pregunto, porque dudo que sea un obsequio, sino la más predecible de las tácticas para conseguir la verdad de la boca de una persona. —Sí trascenderá— me atrevo a contradecirla, —lo que sea que te diga lo contarás y seré reconocido como un traidor entre mi propia gente, tendré a Richter cobrándose luego — tomo el frasco de sus dedos para poder inspeccionar el líquido a través del cristal. —Es veritaserum, ¿verdad?— susurro, cierro mis dedos alrededor del filtro para levantar mis ojos hacia ella, si esto tiene un único final posible puesto que no soy una piedra a su influjo. —Si me aseguras que nunca darás mi nombre, que no trascenderá de nosotros, podemos llegar a un acuerdo distinto sin necesidad de usar esto.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Sonrió con algo de tristeza, permaneciendo con la mano tomando su mentón, incluso dejando que él volviera a tratar de mantener el agarre de su muñeca. Suspiró y lo soltó, soltándose de paso de él y alejándose apenas un ápice, porque no podía permitirse alejarse demasiado de él; no cuando no había terminado de hacer todo lo que debía. Sacó un frasco del bolsillo y se lo ofreció, balanceándolo inicialmente frente a sus ojos hasta que acabó por decidirse a abrirlo y extenderlo en su dirección. — Una poción de olvido. — concedió un directa respuesta a su pregunta, ¿para qué mentirle? No lo recordaría de todas formas. Jugueteó con el tapón entre sus dedos, rascando con el pulgar las estrías del mismo y con  la mirada fija en él, retándolo en aquella pequeña distancia en la que sabía tenía ventaja y no desaprovechaba.

Arrugó los labios. — No me gusta el veritaserum, no es tan efectivo como se cree. — contestó con simpleza. La verdad era muy relativa; si alguien se convencía por completo de que las cosas eran de una forma aquella sería su respuesta aunque la realidad era otra. Porque en aquello se basaba la poción de la verdad; en la verdad que cada uno tenía dentro. Observó como el hombre acababa por hacerse con el frasco y como lo examinaba, permaneciendo impasible, en silencio absoluto en lo que seguía sus movimientos con verdadero interés. Las pociones nunca fueron lo suyo ni le interesaron demasiado. — ¿Crees que estás en situación de negociar esto? — cuestionó alejando la mirada de sus manos y regresándola hasta su rostro. — No daré tu nombre pero, aun así, tienes que beber la poción. — fingió concederle a medias su petición aunque, inicialmente, fue la proposición de la veela. — No puedo dejar que recuerdes lo que me has dicho porque podrías hablar con los demás… y de éste modo podré mantener un ojo sobre ti sin que sea demasiado evidente. — explicó con tranquilidad. ¿Era estúpido explicar lo que pensaba hacer? Quizás, lástima que no fuera a recordarlo.

— Tómatelo ya. — su voz se volvió demandante cuando le indicó lo que debía hacer. — Vivirás más tranquilo sin saberlo, y no te pasará nada. Todo son beneficios. — se encogió de hombros, volviendo a acortar las distancias y haciendo chocar sus piernas con las de él, inclinando la cabeza al frente y atrapando la mano con la que sostenía el frasco entre sus manos. — De una. —
Arianne L. Brawn
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Invitado
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Noto como el nudo de tensión en mi estómago se relaja al tener su palabra de que el contenido del frasco es poción para el olvido, un mago deberá saber identificar la diferencia entre una pócima de estas y un veritaserum, yo no conozco más que del peligro que corro en caso de ser obligado a beber una poción para la verdad, aunque dudo incluso de lo que creo saber de lo dicho por Richter, así como sigo dudando en ella hasta el último momento. Sigo jugando con el frasco entre mis dedos, evaluando mi posición en todo esto, claramente en desventaja, una posible negociación se descarta como si nada y no importa el sabor que tenga esto, sé que en unos segundos lo beberé. —Supongo que debo agradecer la amabilidad— si no dirá mi nombre, además me permite continuar aquí sin recordar nada, asumo que hay una trampa que no estoy pudiendo ver en todo esto y que a partir del día de hoy, todos los pasos que pueda dar, tendrán un par de ojos puestos encima.

Pero no estoy en condiciones de negociar, mis reparos ceden bajo la presión que ejerce, haciéndome ver que hay una única opción posible, anulando todas las otras alternativas, que quizás nunca hubo. —Puros beneficios, ¿pero no te inquieta lo que puede traer en el futuro ser amable con alguien que no lo merece?— puesto que voy a olvidarlo, se lo digo. La advertencia queda hecha, porque no estoy seguro de sentirme en verdad agradecido por la vida tranquila que me promete en este lugar. La presión no es meramente simbólica, su agarre combinado con el aura de veela podría doblar la voluntad de hierro de cualquiera, así que no me siento mal conmigo mismo cuando al colocar el frasco en mi boca, lo vuelco para que el líquido baje por mi garganta y desconociendo qué puedo esperar al acabar, sostengo su mirada en todo momento. Cuando siento rodar la última gota, dejo que el frasco se deslice por mis dedos con toda intención de que caiga al suelo y el vidrio se rompa.
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