The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
19 de junio

Las manos de la veela recorrieron con suma lentitud la pulida superficie de uno de los pequeños pupitres del aula, mientras sus claros ojos examinaban cada pequeña esquina de la estancia; siendo embargada por ciertos recuerdos que la hacían volver muchos, muchos años atrás en el tiempo. Cuando aún no había entrado en los juegos, cuando no perdió a personas queridas, cuando aún se sentía completamente bien consigo misma. Bajó la mirada hasta sus manos cuando, sin ser consciente, acabó por arañar la superficie con las uñas. Prensó los labios y se reincorporó, alejando su cuerpo de la misma y entrelazando las mismas con sumo cuidado. Moon se había esforzado demasiado por mantener un ambiente calmado, uno en el que todos fueran iguales dentro de una misma aula; sin importar el tipo de sangre que tuvieran, sin importar si eran humanos, magos o criaturas mágicas, y que solo se comportaran como lo que eran: niños y adolescentes en plena edad de crecimiento tanto físico como intelectual. Pensar en Beverly teniendo una enseñanza adecuada por primera vez consiguió que una fugaz sonrisa se instaurara en sus labios; en Kyle y Chloe reincorporándose a un curso real, a la normalidad que deberían haber tenido desde el primero momento.

Chasqueó la lengua y meneó la cabeza, tratando de no pensar demasiado en ello. De no seguir martirizándose por las decisiones que tomaron otras personas; por dejar que cada uno cargara con sus propias cargas en lugar de echárselas todas a cuestas, porque cada uno dictaba sus propias decisiones y no debía apropiárselas tanto si eran buenas como si no. Cerró la puerta tras de sí, percatándose entonces de una nueva presencia en el pasillo que ella misma acababa de ocupar; entrecerrando los ojos al encontrarse con alguien joven allí. Era domingo, ¿cierto? El lugar estaba cerrado para alumnos, así que no podía estar allí. — ¿Cómo has entrado aquí? — le preguntó al joven –Jim-, que no tardó demasiado en dar vagas explicaciones, siendo casi empujado por la veela fuera del lugar ya que no podía estar allí fuera del horario lectivo, y no le valían las escusas de dejar algo olvidado o tener concertada una cita con Dressler, porque ella tenía aquella citación con él.

Frunció el ceño cuando el joven acabó marchándose a trompicones de allí, aunque volviéndose de tanto en tanto como si, realmente, quisiera volver a entrar allí. El ceño de la veela se frunció en lo que giraba sobre sus talones, cerrando correctamente las puertas del pequeño edificio y volviendo a encaminarse en dirección al despacho en el que, supuestamente, debía de encontrarse con el susodicho en cuestión. Que sí, era pesado tener que encontrarse un domingo, pero tenían varias cosas que aclarar con las que él no podría lidiar durante la semana y ella tampoco, por lo que el tiempo era oro. No hizo más que girar en el pasillo cuando le pareció ver una cabellera rubia dentro de otra de las pequeñas salas de estudio, consiguiendo que su caminar cesara en seco; dejándole los pies completamente pegados al suelo durante el segundo que le costó reaccionar y abrir la puerta de la sala. — Así que estabais juntos — habló desde el marco de la puerta cuando sumó uno más uno, pero no fijándose demasiado en quien era la joven que allí había.
Arianne L. Brawn
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Vamos a ver, sabía que había prometido espaciar más mis visitas al nueve y tomar más precauciones, pero eso en parte tenía que ver con la sobrecarga de horarios que tenía en mi día a día. El colegio, el instituto, las clases de arte, mis diseños y el ser un miembro de la familia funcional no pegan del todo con escabullirme más veces de las que no a visitar a mis amigos, y aunque los quería, comprendía por qué todo el mundo me decía que tenía que tomar vacaciones. Claro que ahora habían llegado mis vacaciones, las de verdad, y eso significaba que mi horario se abría de manera significativa. ¿Lo divertido? A la mayoría de los de aquí les caían más cosas encima y eran ellos los que tenían que maniobrar sus tiempos para poder juntarnos y cosas de ese estilo.

Particularmente hoy habíamos decidido que con la carga escolar que Jim tenía encima, no estaba mal lo de saltarnos las clases en favor de que me mostrase su escuela. Y no sabía por qué yo estaba tan emocionada de que por fin la hubiesen abierto, pero básicamente había entrado en todas y cada una de las aulas para poder examinar cada rincón. No había forma de compararlas con el Prince o con el Royal, no a nivel edilicio, pero casi que hasta se sentía más cálido. Claro que también podía ser la llegada del verano a la vuelta de la esquina. O porque a fin de cuentas encontramos otro uso para una de las aulas. Pero no. Juro que era la emoción de visitar y conocer un lugar en el que muchos tendrían una oportunidad que nunca debería habérseles negado como un derecho en sí mismo.

Lo que no esperaba igual era que hubiese ruido en los pasillos, ¡era domingo! ¿a quién se le ocurría venir a la escuela un domingo? Podía ser cualquier persona y, dependiendo de eso, podría estar en muy grandes problemas. Puede que no, o puede que sí acabe por empujar a Jim del aula, pero él sí tenía excusas para estar aquí y, fuese quien fuera tenía mucho más sentido encontrarlo a él que a mí. Al menos hasta que pongo en orden mis cabellos y me aseguro de estar presentable en el reflejo de la ventana. Bien. No… no estaba bien. ¿Si lo suspendían por mi culpa? ¡Recién comenzaba el colegio! No podían suspenderlo con todo lo emocionado que estaba. ¡Ay, no! ¿Qué hice? Me doy vuelta de golpe cuando la puerta se abre y mis ojos quedan del tamaño de platos al ver quién ingresa.

Tengo que aclararme la garganta y tratar de relajar mi expresión para no verme como un elfo doméstico, y lo logro… a medias. - ¿Con James? Sí, me estaba mostrando la escuela. ¿No es un problema verdad? No sabíamos si se podía un fin de semana, pero de verdad quería venir a visitar y… - Trato de ser honesta porque a veces eso resulta mejor que cualquier cuento que pueda inventar. Ya después lo que pensará era cosa suya. - Arianne Brawn, ¿no? La había conocido como jueza y sabía por Hero que se hallaba en el consejo; también sabía que había sido una vencedora, pero nada más allá de eso, lo cual me dejaba en tremenda desventaja. ¿Quería hablar con ella? Sí, pero ufff. no estaba preparada. ¿Sabría quién soy? Ya no estaba al tanto de cuántos adultos conocían mi presencia aquí, o cuantos preferían no conocerla. Seth no tenía opción, mal que mal era mi tío. - Espero en verdad no haber metido en problemas a Jim. Lo siento.
M. Meerah Powell
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Estaba comenzando a acostumbrarse al silencio, a la soledad y la paz que llevaba aparejado todo ello. Encontrando cierta satisfacción en los lugares tan silenciosos como el colegio en pleno domingo y aprovechando al máximo la oportunidad que tenía para disfrutarlo. Porque muchos habrían salido al lado o a caminar por los campo, y ello convertía aquellas zonas en un foco de ruido que no deseaba para sí misma. Solo era un pequeño edificio con varias clases habilitadas por edades, aunque mezclando muchas de ellas para que no quedaran medio vacías, una sala para el administrador del centro y otra para las reuniones de los escasos profesores de los que disponían, ya que la enseñanza era algo de lo que se instruía a los jóvenes en dos colegios en específico y no en todos los distritos como antaño.

Suspiró cuando se le hizo obvia la presencia de otra persona en una de las aulas, algo que estaba totalmente prohibido excepto para el personal, y dudaba que se tratara de parte del mismo. Apenas tardó unos segundos en abrir la puerta, dejándose ver bajo el marco de la puerta y recorriendo la estancia con la mirada, casi a la espera de encontrarse con alguna otra persona, pero solo visualizando una rubia figura allí. Volvió la mirada hacia el pasillo, esperando que el joven volviera a tratar de ingresar. Porque  sabía cómo iban las cosas y las coincidencias raramente lo eran en realidad; la mera reacción del joven la había dejado con una extraña sensación que encontraba todo su sentido en aquel preciso instante.

— Así que su nombre es James. — contestó en un inicio, ingresando en el aula cuando terminó de examinarla, y enfocando entonces la mirada en la joven. Conocida. ¿Conocida? El rostro de la veela se contrajo un ápice mientras la observaba en silencio, tratando de analizar donde la había visto porque por sus palabras… no era alguien que asistiera a clases allí; y estaba el hecho de que recordaba su rostro de alguna parte. Meneó la cabeza con frustración, asintiendo cuando la nombró y, en aquel momento, visualizando la clara imagen de la joven cerca de Powell. — Eres la hija de Hans Powell. — pronunció dejando deliberadamente a un lado sus intento por proteger a James de a saber qué cosas estaba imaginando. Solo lo había echado de allí por estar fuera del horario lectivo, ni siquiera se fijó en quién se trataba cuando lo hizo. — ¿Por qué estás aquí exactamente? — fue la siguiente pregunta que surgió de los labios de la veela, la cual observaba con curiosidad a la joven que tenía enfrente. Su padre era estúpido, pero no lo suficiente como para mandar a su hija a cotillear, ¿verdad? Y si lo había hecho tendría que reconsiderar la decisión que tomó en el pasado de no acabar con él cuando pudo por el hecho de que sabía que tenía una familia de la que cuidar. Porque no cometía el mismo error dos veces, ya no.
Arianne L. Brawn
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Creo que en mi rostro se pinta la más pura expresión de desconcierto al no saber si por error he acabado por meter en problemas a Jim o si realmente Arianne es tan desapegada como parece serlo. No es que James fuera precisamente una celebridad, pero siempre había asumido que el grupo en sí mismo era una especie de entidad única al que todo el mundo conocía. Jamás iba a decírselo a ninguno de los chicos por riesgo a aumentar su ego, pero la invitaba un día a escuchar lo que decían mis compañeras en el Royal acerca de la lista de enemigos públicos. Nada demasiado escandaloso claro, que tenían reputaciones que mantener, pero ¡ay! la cantidad de casos hipotéticos…

Irónicamente el que me reconozca me relaja en cierta forma. Claro que me relajaría más el que me conociera por ser una cara amiga y no la hija de alguien que técnicamente hablando había sido su jefe antes de venir aquí. No sabía que tan bien iría esta charla… - Meerah Powell, un gusto. - Trato de mostrarme decente, y casi que me veo tentada en tenderle mi mano. No lo hago al no saber si se lo va a tomar como un gesto amistoso o uno desafiante. Nop, esto no estaba yendo bien. - ¿Ayuda en algo a mi caso que diga que mi tía es Hero? Soy Niniadis por parte de madre, que no suena tan bien como debería, pero… - Me muerdo el labio y procuro no ceder ante su presencia y acabar por correr la mirada, no me gustaría mostrarme falsa ante una de las personas que podía condenarme tanto literal como figurativamente. ¿Aún más irónico? La otra era mi padre.

- Creo que me expliqué terriblemente mal. Me llamo Meerah, sí estoy al tanto de quién es mi padre, pero también de quién es mi tía. - Y por alguna razón siento que debería detallar y explicar cada una de las cosas que pienso, pero trato de poner en orden mis ideas antes de decir nada que pueda hundirme más que salvarme. - Conozco a los chicos desde ¿octubre? Creo que Octubre, y por si acaso, no. No tengo ningún tipo de segunda intención más que el visitar a Hero y pasar el tiempo con mis amigos. - No, un segundo. Eso no era lo que quería. - En realidad sí tengo una segunda intención. Y es la de querer ayudar, pero básicamente todos me dicen que no me involucre y que me quede al margen. No quiero quedarme al margen. - Meerah Powell, casi quince años y con la vocación de abogada… ¿dónde había quedado mi capacidad de palabra? Si así me comportaba ante una jueza que no era de mi familia, mejor me despedía de mi aspiración de carrera. Siempre me quedaba el diseño ¿no? - No vas a creerme si te digo que tenía planeado hablar contigo, ¿no?
M. Meerah Powell
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Esperó en silencio a la espera de alguna respuesta por parte de la joven, la cual parecía inmersa en sus propios pensamientos o mundo. Meerah. Había escuchado aquel nombre en más de una ocasión pero nunca llegó a prestarle especial atención, igual que a la mayoría de chismorreos o comentarios que se escuchaban por los pasillos del Wizengamot. Porque la rubia siempre fue allí a trabajar y no a escuchar comentarios sobre hijas perdidas, nuevos romances y demás historias para no dormir. Una fugaz sonrisa se escapó de entre los labios de la veela ante las explicaciones que podían ‘ayudar a su caso’. No estaba juzgándola, no al menos aún. — Trato de no juzgar a las personas por su familia. Si lo hiciera no apoyaría todo esto con Kendrick Black al frente. — comentó. Porque su familia paterna la envió a los juegos como castigo a su padre, porque era una muerte segura de la que se libró a duras penas. — Así que solo fue una pregunta porque, aunque no juzgo sin conocer, sí lo hago cuando algo no me gusta. — continuó. Algo como espiarlos, por ejemplo.

Acabó por entrar por completo en la sala, sentándose ligeramente en el borde de una de las mesas y cruzando las piernas con su atención prendida de Meerah. Podía decir que no entendía porqué ponía nerviosos a los demás; pero de algún modo lo entendía. Primero vencedora, después jueza, ahora veela. Eran figuras que imponían, o al menos habían impuesto en su momento. Bueno, si Seth sabía que estaba allí no había un verdadera problema, ¿verdad? Tampoco si Kendrick lo sabía… aunque no podía confiar del todo en el criterio de un niño de dieciséis o diecisiete años de edad que había sido protegido en todo momento con mentiras sobre su familia; que no conocía realmente como funcionaban las cosas y las personas dentro de un lugar con NeoPanem. Apoyó las manos a ambos lados de su cuerpo, rodeando con las mismas el borde de la mesa. — ¿Y por qué no les haces caso cuando te dicen que no te involucres? ¿Temes decepcionar a tu padre o a ti misma? — preguntó con total calma

Las cejas de la veela se dispararon hacia arriba por su nueva intervención. Una que la hizo erguirse en el lugar, recogiendo con sutileza las piernas pero manteniéndose aún sentada. — ¿Conmigo? — preguntó — ¿Por qué? ¿Tienes algo que decirme? — su ceño se frunció, reticente y con mente negativa sobre el hecho de que quisiera hablar personalmente con ella. Que hubiera planeado hacerlo.

mesalióunakkporquesoyunakkderoler,perdón
Arianne L. Brawn
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Me apellido Powell por ser la hija del ministro de justicia para el cual trabajaste, me encontraste en un lugar restringido al público al no ser horario de jornada escolar y estaba escondida con Jim quien, antes de venir aquí era el esclavo de la ministra de educación. ¿Qué de todo no te gusta, y qué de todo juega a mi favor? - Porque si consideraba el hecho de que aún no cumplía quince años, era casi que demasiado la cantidad de conexiones que podía hacer a partir de mi árbol genealógico, sin siquiera mencionar a mis amigos. - ¿Mencioné que mi abuelo es Hermann Richter? Supongo que no hace falta ya que todo el mundo sabe que es el padre de Hans, pero creo que sin conocerme, sin importar con quién hable siempre va a haber algo que no le guste a la otra persona. - Básicamente, si en algún momento analizan hasta qué punto llegan mis conexiones, estaba cagada se viera por donde se viera. Después me preguntaba por qué me gustaba estar tanto en el nueve, con gente a la que no tenía que mentirle y que, por alguna extraña razón que no comprendía, no me juzgaba en lo más mínimo.

- ¡Les hice caso! Trato de mantenerme apartada para no meter a nadie en problemas, pero llega un punto en el que sencillamente me cansa el enterarme todo luego de que sucede. - Estar en un hospital, velando por la salud de un ser querido y tener que estar preocupada por cómo se hallaban los demás a kilómetros de distancia no era mi ideal de una tarde de domingo. - Y no, no quiero decepcionar a mi padre, pero es por eso mismo que él no se entera de mis visitas ni nada por el estilo. - Mientras tuviese la opción de seguir manteniendo ambos mundos sin que ninguno se viniera abajo, lo haría. ¿Era una mentira? puede ser, pero de momento podía mantener el balance entre ambos con mi salud mental siendo el único costo aparente.

Su ceño fruncido me deja en claro que esta conversación está lejos de ir por el camino que debería, pero aún así no planeo darme por vencida tan rápido. - Contigo, con Colin Weynart, con mi madre incluso si llego a encontrarla. No conozco sus historias, no conozco los por qué, y si bien yo tengo los míos… - La imito al acercarme a una de las mesas y pego un salto para poder sentarme encima de una. - Viví en una burbuja durante toda mi vida, una que se pinchó y me hizo ver que las cosas como las creía no eran lo que tenían que ser. Quiero ayudar, quiero poder hacer una diferencia, quiero ver cómo hacerle entender a mi familia que hay más caminos, más opciones de las que me enseñaron pero no sé cómo. La mayoría dice que Ken es un niño que no sabe nada de la vida; yo opino diferente, pero si gente como ustedes que son más grandes y tuvieron vivencias distintas pudieron ver eso… No lo sé. Supongo que estoy preguntando un por qué muy grande, pero en vista de que nadie me dice qué cosa puedo hacer para darles una mano, quiero actuar a mi manera.
M. Meerah Powell
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Acomodó su cuerpo, con las piernas ligeramente extendidas, y escuchó la retahíla que tenía que contar. Las cejas de la veela se arquearon con delicadeza, sus dedos se relajaron en torno al perfil de la mesa; y una media sonrisa divertida acabó por hacerse presente en sus labios. — Veo que tienes muy bien aprendido tu discurso de presentación.  — contestó con cierta diversión en su voz. Hija del ministro de Justicia y una Niniadis, por más desconocida que fuera, y nieta de Hermann Richter. Su historial familiar era curioso hasta decir basta; y, a su entender, nada de lo que enorgullecerse demasiado. Pero tenía las suficientes agallas como para ir por delante con toda aquella información. — No elegimos a la familia que tenemos, es la que nos ha tocado. Lo único que podemos hacer es asimilarlo y llevarlo lo mejor posible. — habló, chasqueando la lengua y montando ligeramente un tobillo sobre el otro. — Siento decirte que no me gusta tu familia, pero ellos son otras personas. Tú… aún no he decidido si me gustas o no. — agregó con completa calma. La veela había aprendido a ser cordial con los demás; aquello no quería decir que le agradara todo el mundo, sólo los toleraba.

Se reincorporó en el lugar. — En el algún momento se enterará. La gente entra y sale de éste distrito para ir a trabajar, si te ven pueden decírselo. Siento decírtelo pero es complicado caminar sobre la línea que separa ésta situación. Lo sé bien. — indicó con cuidado. No quería sonar demasiado agresiva pero quería dejar las cosas claras y  sobre la mesa. Caminar sobre la línea acababa por tornarse algo imposible, arriesgado e insatisfactorio. Pero el ceño de la veela se frunció, tensándose algo más en el lugar que ocupaba y acabando por deslizar los brazos hasta que ambos quedaron cruzados bajo su pecho. Bueno, allí estaba. La siguió con la mirada, intuyendo automáticamente por donde iría la conversación cuando la nombró tanto a ella como a Colin y Audrey. Tragó saliva y fijó la mirada en la ventana que había justo frente a ambas. — Creo que Kendrick no sabe nada de la vida. — respondió automáticamente, encogiéndose de hombros con sencillez. — Y que para eso estamos los adultos, para ayudarle a saber por dónde ir. — Respiró calma, golpeteando con la lengua las comisuras de su boca. No sabiendo exactamente hacia donde enfocar sus preguntas, sus dudas, o cómo ayudarla. Porque no tenía forma de hacerlo. — Meerah, ¿crees que no saben que hay cosas incorrectas dentro del Gobierno para el que trabajan? A veces anteponemos la seguridad que nos da una posición determinada a nuestra propia opinión; metemos en un cajón nuestros escrúpulos y hacemos como que nunca existieron. — Era relativamente ‘fácil’ hablar de aquello cuando había estado justo ahí; por ello había decidido recurrir a ella.
Arianne L. Brawn
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M. Meerah Powell
Fugitivo
¿Mi discurso de presentación? Ni siquiera lo tenía ensayado siendo que era la primera vez que lo recitaba, ¿pero aprendido? supongo que podía ser. No es que podía ser ignorante de mis conexiones familiares. El nombre más desconocido de todos ahí era el de mi madre, y eso era porque había negado durante casi toda mi vida la identidad de quién había sido su padre además del mío. Si claro, su nombre figuraba en la lista de los más buscados, pero era por el hecho de ser una traidora, y no por haber participado de ataques al gobierno o algo así — A mí no me gusta gran parte de la mía tampoco pero como dices, nada puedo hacer — Creo que en su caso ella incluía a todos en la misma bolsa, pero no podía culparla si ese era el caso. ¿Acaso podría negarle eso a cualquiera dentro de este distrito? Tal vez a Colin Weynart si en algún momento podía hablar con él, pero ese era asunto para otra ocasión.

Sí, sé que en algún momento va a enterarse, pero de momento en el ministerio siguen sin saber como romper el encantamiento que prohíbe a la gente el contar cosas de aquí dentro — me encojo de hombros y jugueteo con mis pies hasta engancharlos en el caño de debajo de la mesa — Y aunque hoy no sea el mejor ejemplo, trato de tomar más precauciones cuando me muevo aquí dentro — nadie más que los chicos sabían de mi presencia y ellos mismos no la andan divulgando por ahí, gracias a Merlín.  Si tenía que ser sincera, todavía no estaba del todo segura de cómo había ganado su confianza, pero me alegraba de haberlo hecho.

En un principio me molestan y me decepcionan en partes iguales las palabras de la rubia. No esperaba que esa fuera su respuesta y tengo que pensar antes de poder dar la mía. — Creo que no lo saben. Pasé años siendo una niña tonta que creía todo lo que le enseñaban. Cómo los humanos no servían y tenían que agradecernos a los magos por todo lo que tenían. Acerca de la “justicia”, y como todo el sistema era correcto de pies a cabeza. Idolatraba a mi padre por su proyecto de ley esclava mucho antes de saber que era mi padre, porque eso es lo que nos enseñan — No es que haya dejado de admirarlo, lo hago, pero por sus cualidades más que por las leyes que implementa. Si en la vida llego a ser la mitad de buena abogada que es él, posiblemente pueda poner mi grano de arena en todo esto, solo esperaba no tener que aguardar tantos años para hacerlo. — Yo sé que estoy muy cómoda en mi posición, pero de momento puedo manejarla. Creía con sinceridad que tu respuesta iba a, no sé, iluminarme en algo que no estaba viendo pero al final… — me muerdo el labio con una pequeña inseguridad, pero al final acabo hablando de todas maneras — Creo que subestiman a personas como Kendrick o Hero. Les arrebataron todo lo que tenían y siguen peleando, por sus causas, no porque sean títeres cuyos hilos son manejados por otras personas — y ellos dos solamente eran las caras más políticas del asunto. Podría preguntarle por Mimi o Syv, quienes tenían una vida que dejaron atrás por decisión propia, o Jim y Sage, que siendo esclavos literalmente arriesgaron su vida solo por el hecho de huír. ¿Dave y Holly? siendo espías corrían muchos más riesgos de los que yo tomaba por darme el simple lujo de visitar a la gente que había aprendido a querer. ¿Acaso ellos también eran títeres guiados por otros adultos? No lo creía, de verdad quería pensar que todo lo que estaba pasando lo construían todos juntos.
M. Meerah Powell
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Hans Powell no era tan estúpido, o al menos aquello quería creer la veela. Quizás más bien lo sabía. Juagaba correctamente todas sus cartas, guardaba los ases que le interesaba y trataba de hacer que el contrario fuera exactamente hacia el lugar que él quería. En su momento fue algo que envidió, puede que no con intensidad pero si existió aquel sentimiento. ¿Ahora? Sentía cierta pena por él. Pensaba que era alguien pero era un peón más, otro títere que necesitaban por el momento. La rubia, por su parte, nunca estuvo demasiado interesada en nada, y seguía sin estarlo, por muy triste que pareciera. — Estás diciendo que el Ministro de Justicia no sabe dónde, y con quién, pasa las horas libres su niñita. Sabes lo absurdo que suena eso, ¿verdad? — habló entonces, bajando la mirada hasta sus pantalones y retirando algunas pelusas que se habían adherido a los mismos. Negó con la cabeza. Los menores siempre eran así; impetuosos, altaneros y ególatras. Pensaba que los adultos no tenían ni la menor idea, pero todos ellos ya habían pasado por ahí tiempo atrás. Podían ser originales, pero nunca lo serían lo suficiente.

Ella debía de odiar a los humanos. En cierto modo ellos fueron el primer golpe. Los que la mandaron a la Arena a ver morir, y matar, a otras personas; le destrozaron una de las partes más importantes del desarrollo de una persona pero, ¿dónde estaba parada? Ella nació en otra época, pero su padre no; sabía muy bien los pecados de ambos Gobiernos, y solo se estaba haciendo el ciego a la realidad. — ¿Qué querías escuchar? — cuestionó. — Si esperabas que te animara a luchar o que te dijera exactamente las palabras que querías escuchar te has equivocado de persona. — agregó sin dilación, sin pensarlo demasiado ni tratar de ser suave o amble con la joven. La veela no decía palabras bonitas, no le regalaba las palabras ni los oídos a los demás. Kendrick Black era imprudente y pasional cuando se trataba de personas que le importaban no le importaba dejarlo todo; y por ello era que necesitaba ayuda. No se podía tratar de ser un líder y a la vez un kamikaze. Pero, al parecer, el catorce había estado lleno de mártires y los habían criado para que hicieran lo propio. Los cementerios estaban llenos de héroes. Hero Niniadis… en realidad ni siquiera le interesaba su existencia. Tenía labia, y aquello era peligroso; puede que por ello no terminara de confiar en ella. Crees. puntualizó con severidad. — No me gusta que tergiversen mis palabras. — No, lo cierto era que lo detestaba. Todos parecían querer llevarse las palabras de los demás a su terreno, hacia donde les interesara. — Los adultos estamos para ayudarlo en las complicadas decisiones que debe tomar como rostro de éste movimiento. No le ordenamos a hacer unas cosas u otras. Nuestro sistema es un Consejo, no una dictadura. — indicó manteniendo los brazos cruzados en todo momento. — Muchas otras personas también lo han perdido todo y siguen luchando día tras día, ¿también los subestimamos a ellos? ¿O solo entran dentro de esa definición Kendrick Black y Hero Niniadis? — pronunció haciendo especial hincapié en los apellidos de ambas personas. Porque debíamos creerlos más capaces por sus apellidos, porque todo en aquella revolución parecía empezar a desembocar en una pelea de apellidos de la que no formaría parte llegado el momento. — Todos hemos perdido cosas en el camino. —
Arianne L. Brawn
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M. Meerah Powell
Fugitivo
¿Absurdo? No estaba segura de qué tanto conocía a mi padre siendo que había trabajado con él, pero si no tenía idea de la cantidad de horas que ese hombre pasaba dentro de su oficina eso decía más de su trabajo antes que del de Hans. Estaba acostumbrada a cenar tarde ya que solíamos esperarlo para pasar al menos una comida todos juntos, que hasta en la mañana nuestros horarios diferían y los domingos eran de verdad el único día de la semana que podía pasar más que unas pocas horas del día en casa o, como era el caso de este día en particular, en el campo de golf — Estoy segura de que sospecha que sigo comunicándome con Hero de alguna manera, pero por fuera de eso, nop. Sé cómo tengo que rendir en los demás aspectos de mi vida y, como dije, soy cuidadosa. — además de que era un hombre ocupado y, si tenía que ser sincera mi hermanita pequeña era mucho más demandante que yo — Tampoco paso todos mis días a la semana aquí dentro. Tal vez tuve un tiempo en el que sí trataba de hacerlo, pero me advirtieron sobre mi conducta y la reformé — lo cual trato que se traduzca como un “no soy tan idiota como debes creer e incluso sé escuchar”.

No sé qué es lo que quería escuchar. Un por qué, una razón, algo que pudiera servirme para que el resto viera lo mismo que yo he aprendido a ver en los demás — que sabía lo que pensarían de mi discurso. Que era muy chica, que no había experimentado nada, que no entendía, que estaba jugando un juego que me quedaba grande y que no tenía consideración por las personas que me rodeaban. ¿Tendrían razón? probablemente, pero yo seguía quieta en mis convicciones, después de todo lo que me había tomado llegar acá. — Tienes razón, es mi culpa el haber asumido que trataban de manejarlo. Pero siendo que con tanta convicción me dices que Kendrick no sabe absolutamente nada y que solo tratan de ayudarlo. Pues siempre me pareció que a las personas que no saben se les suele decir lo que tienen que hacer — ¿y eso no es una forma de control? No sé qué es lo que me impulsa a mostrarme tan antagónica en su presencia cuando justamente era el efecto opuesto al que en verdad deseaba causar, pero estaba hablando de mis amigos y tampoco ella estaba siendo de lo más amable. — No lo sé, dime tú. No conocías quién era James cuando sé que él los ayudó en al menos las últimas dos misiones que planearon. — tal vez eso no contaba como subestimar, sino simplemente pasar por alto a los demás. — Ya, en serio. No quería acusar, solo realmente el conocer qué es lo que te motivaba a estar aquí. Bastante atrevido de mi parte el hacerlo ni bien te conozco estando en una situación que no me es favorable. Lamento haberte hecho perder el tiempo.
M. Meerah Powell
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Se encogió de hombros con completa naturalidad, a la par que indiferencia. Si quería creer aquello estaba en todo su derecho. Los jóvenes siempre pensaban que se escondían bien, que sus padres no tenían ni la menor idea de cuántas veces se escapaban de casa o las personas con las que se codeaban. Estaban equivocados. Siempre se enteraban de un modo u otro. Conocía ejemplos de personas que no entendían nada, ni siquiera los más que obvios cambios de sus hijas, pero se negaba a meter a Hans Powell en el mismo saco. Ni hablar. Se deslizó hacia el frente, consiguiendo que sus pies volvieran a tocar el piso y quedando solo con la parte trasera de sus piernas apoyadas contra el borde de la mesa, tranquila. — Si eso es lo que crees. — concedió sin demasiadas ganas de entrar en conflicto con ella. No era nadie para ella como para tener que insistir en su aviso, ya lo había hecho por lo que se lavaba las manos en el caso de que ser cuidadosa no fuera suficiente.

Inclinó la cabeza hacia un lado, escuchándola hablar. Sintiendo la molestia que sus palabras proyectaban, y acabando por arquear una ceja. ¿La estaba retando? Cruzó los brazos, dejando de lado el amable semblante para tornarse en uno mucho más serio. El mismo con el que la observó, dubitativa. — Lo siento si tu vida ha sido así, Meerah. — la interrumpió de lleno, no dejando que siguiera con su discurso moral, ético o filosófico. Lo cierto es que estaba harta de que todos creyeran que debían imponerle a los demás su forma de pensar, presumir de la misma, vanagloriarse de ella. — Pero algunos de nosotros solo tratamos de guiar y apoyar a los jóvenes en sus decisiones, no las tomamos por ellos ni les ordenamos que deben hacer o no. Kendrick Black sabe perfectamente quien es y, independientemente de mi opinión sobre él, no es alguien que simplemente acepte lo que otros le digan. — contestó reincorporándose y acabando por ponerse de pie. Volvió la mirada en dirección a la joven, cambiando el peso de su cuerpo de una pierna a la otra. — James Byrne… fue enviado a la cámara del espacio en la entrada al Departamento de Misterios. — comentó tratando de hacer  algo de memoria. Era complicado recordar todos los nombres y rostros, mucho más cuando ella no mantenía ningún tipo de relación con todo aquello que pasara en el exterior y se dedicaba exclusivamente a su trabajo y servir de apoyo cuando la necesitaban.

Suspiró con pesadez, alejándose un poco de ella y aventurándose a la cercanía de una de las ventanas. — Si quieres saberlo, no estoy aquí por ningún nombre propio — ya no. —, estoy por lo que todo esto significa. No me importa si es Black, Pearson o Whiteley la persona que nos “represente”. — agregó apoyando las manos en el marco de la ventana.
Arianne L. Brawn
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We gotta do it ourselves — Meerah IqWaPzg
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