TEMAS
Sin orden de posteo.
Mis ojos se mantienen firmes detrás de los lentes de sol, fijos en las figuras que flotan en los inflables de la piscina. Sé que Rory se lanza sobre el suyo solamente por diversión, que está más que acostumbrado que todos nosotros a chapotear en el agua, pero Tilly se mantiene firme en su unicornio de plástico a pesar de hacer saltar agua para todos lados con sus brazos y piernas. La cumplañera es una bola llena de protector solar, con un sombrero amarillo como el sol decorando su cabeza y una bikini frutal que deja en evidencia que su madre le ha puesto crema hasta en la barriga. Tengo que admitirlo, por mi cabeza lo único que está pasando es que no entiendo como esta piscina, anteriormente utilizada para otro tipo de reuniones o encuentros, ahora sea el punto de juntada para un grupo de bebés. Que sí, también está Denny y el muy pancho se encuentra flotando a la deriva, posiblemente ya dormido. ¡Y hay hasta globos dorados! ¿Por qué hay globos dorados si Mathilda no recordará absolutamente nada de esto? Ah, sí, Lara quería festejar su primer cumpleaños como se debe y nada mejor para la bebé acuática que pasarse la tarde chapoteando en el agua. Lo positivo de todo esto es que esta noche dormirá de corrido y eso me dará espacio para… no, también dormiré de corrido. ¿A quién quiero engañar?
Muevo los pies en el agua, que sentarme en el borde de la piscina fue mi mejor manera de participar sin tener que abrir la boca por al menos diez minutos, ayudado por el refresco que sostengo en la mano. Cocoa pasa corriendo por detrás de mí y ya ni me fijo qué es lo que se ha robado, porque a estas alturas sé muy bien cuál es el escondite del escarbato y he aprendido que es mejor dejar que haga y luego recuperar mis pertenencias. Lo que sí hace que reaccione es el darme cuenta de que está corriendo porque lo persiguen los perros, así que enderezo mi espalda para que no me tiren al agua en la carrera — ¡Scott, van a arruinar el pastel! — exclamo cuando los veo meterse debajo de la mesa, cuyo mantel se mueve de manera peligrosa. Que no haya querido festejar a lo grande no significa que deje de ser el maniático del orden y la perfección que soy todos los días.
Me apoyo con una mano en el borde de la piscina así puedo impulsarme hasta que estoy de pie, chorreando agua en lo que avanzo rápidamente hasta la mesa. Dejo el vaso para meter el brazo debajo, ignorando los besos babosos de Ophelia hasta que jalo de la cola del escarbato de mi hija mayor y, sin más, empiezo a sacudirlo — ¿De quién es esta pulsera? — pregunto, que mis primeras sospechosas son mi hermana o Mo, pero a Ernest lo veo también capaz. En cuanto Cocoa deja de arrojar oro, lo regreso al suelo con el suspiro que delata lo poco acostumbrado que estoy a estos eventos, incluso cuando sé que es el primero en una larga línea que me tocará sufrir a lo largo de los años. Y estoy dándome vuelta cuando me percato de que Rory en algún momento ha salido del agua para agarrar un bocadillo con crema, apoyándose en mí y, en consecuencia, manchándome antes de salir disparado nuevamente al agua. Para cuando vuelvo a agarrar mi limonada, estoy empezando a rogar que se transforme mágicamente en alcohol.
- Han pasado, ¿dos años desde eso? Tiempo record en verdad, en aquel momento hablábamos de las malas lenguas en el capitolio y muchos rumores infundados. - Me lo pienso mejor y hago una mueca con el labio. - No que eso haya cambiado mucho desde ese entonces, pero ¿cuántos pagarían por tener esta postal? - El ministro Powell como padre de familia era una imagen que a día de hoy, cumpliéndose un año desde su hija más pequeña y otro más desde que se enteraron de la más grande, había muchos que todavía no creían en la capacidad parental de Hans. Una pena, con lo buen padre que parecía ser.
Me distrae la voz que niega la afirmación de Hans y cuando volteo, me sonrío al ver la figura que se acerca. - No me lo iba a perder, son… ¿cuántos van ya, Hans? ¿Quince, o tal vez veinte años ya de conocernos? - Y me guardo mis comentarios de su aspecto como adolescente porque creo que el pobre ya va sufriendo demasiado con tanta broma de mi parte.


Creo que el karma es instantáneo, porque antes de darme cuenta un flotador me ha dado en la cabeza y descubro que el culpable ha sido el pequeño gremlin acuático que, además de tener fuerza, nadaba demasiado bien para tener el tamaño de una pulga. - Oh, pero pequeño demonio. ¡Ven aquí! - Soy rápida en el agua y, aunque al principio trata de huír logro atraparlo y subirlo sobre mis hombros con facilidad. - ¡A ellos, a ellos! - Les señalo a los otros ocupantes de la pileta que no tienen bebés encima, y me acerco con la ventaja que me daba el tener al niño como escudo para que no me pudieran hacer nada. Mientras tanto Rory era feliz al saberse jinete de un caballo y portador de un arma casi mortífera a sus ojos.


La voz de Mo hace que me gire, echándole un vistazo con cierta gracia en los labios que trato que no se curven — Créeme que esto es sentar cabeza bajo mis estándares, Mo — contesto con total honestidad — Me atrevería a decir que dieciocho para ser exactos, Lulú. Creo que nunca pude presentarles formalmente a Mo. Ella es mi sueg… — obvio que no termino de hablar y de quedar bien con mis invitados, porque Scott no tiene mejor idea que hacer una de sus entradas estelares con unos gritos que se llevan mi mirada alarmada, de esas que intentan avisarle a un niño pequeño que los adultos están hablando. Suerte para mí, parece darse cuenta de inmediato y se hunde en el agua, haciendo que regrese la atención a la conversación en lo que ignoro todo el escándalo que ha hecho Meerah al aparecer — Como les decía… ¡Meerah, no lo alientes! — porque claro, Rory siempre consigue lo que quiere.
Pido disculpas así soy libre de apoyar el vaso en la mesa, me acerco al borde de la piscina y aprovecho que pasan lo suficientemente cerca como para tomar a Rory de las axilas, sacándolo de los hombros de mi hija mayor y, sin más, le quito el bendito flota-flota — Esto no es para pegarle a las personas, Rory — le reprocho. Tengo que sostenerlo de su muñeca regordeta, que está claro que no quiere escucharme y solamente busca zafarse de mí con tirones sorprendentemente fuertes para su tamaño — ¿Sabes que podrías darle en el ojo a alguien? ¿Entiendes que Tilly y Denny no son tan fuertes como tú y pueden lastimarse? ¡Rory, ya! — la exasperación se transforma en pánico en cuestión de segundos. Veamos, lo que puedo captar en cámara lenta es obvio que pasa a una velocidad considerable. El niño tira una última vez para zafarse y corre, claro que lo hace, por un borde húmedo de una pileta en la cual podría haberse partido hasta la madre. Pero no. Es peor. Mucho peor. Sus manitos jalan el mantel que lo sostienen de un tropiezo fatal y, antes de que pueda hacer algo, hay pastel volando a diestra y siniestra, con la crema desparramándose por el suelo y saltando incluso dentro de la piscina. Hasta tengo que quitarme los anteojos, cubiertos de relleno, para poder ver el pandemonium que se ha desatado delante de mí porque Mathilda aplaude y grita frente al espectáculo de crema, los perros se han vuelto como locos y Rory parece un muñeco de nieve. Ya está, renuncio, podrán encontrarme en el minibar.
Para que no lo note nadie más, rápidamente vuelvo a fruncir mi ceño y busco los peldaños para salir de la piscina con una Tilly a cuestas que creo que esto es la fiesta, ¡hay pedazos de torta en el agua! —Que no cunda el pánico, todavía nos quedan los cupcakes— pienso en voz alta una solución para este desparrame de masa y crema que tiene a Rory como un muñeco. —Podemos poner una velita en el cupcake…— sigo balbuceando al bajar a Tilly en el suelo para que vaya a disfrutar de lo que queda de su pastel y lo hace gateando como si acabara de entrar en un mundo soñado de azúcar. Doblo mis piernas al quedarme de cuclillas y uno mis palmas delante de mi rostro para llorar sin lágrimas sobre el pastel destruido, lo hago yo porque Tilly tiene una sonrisa al agarrar entre sus dedos un pedazo de mazapán y querer llevárselo a la boca, ni siquiera le digo nada. Debe ser mi silencio lo que permite saber que algo está mal y vuelve hacia mí -luego de haberse metido la masa en la boca, claro-. Tantea mi rodilla para sostenerse en sus pies como la hemos visto hacer algunas veces con las puertas de la cocina y esto es todo lo que necesito, que mi hija me consuele. Pero la traidora se va, como si no fuera la primera vez que se echa a andar y lo hubiera hecho cientos de veces, paso a paso con las piernas chuecas hacia donde está su padre y lo más a prisa que ella puede, que es a un paso cada sesenta segundos con riesgo de ir de bruces con cada pasito. —¡Hans! ¡Hans! ¡Agárrala!

Apoyo la moción de mi yerno de no alentar al niño que golpea todo lo que puede con ese flotador que ahora mismo se me hace similar a un arma punzante, que no hay mucha diferencia en la mano de un niño, y menos en una como la de Rory que parece que se les olvidó poner el botón de pausa en su organismo. ¡Ay, dime qué no…! — LA TARTAAAAAAAA — exclamo al llevarme las manos a mis mejillas, para que todavía el grito suene más potente ante los perros enredándose en el mantel y tirando el pastel a la piscina, la cual se desmorona sin siquiera opción a solucionarlo mediante el movimiento de una varita. No es normal que me entren las ganas de llorar por una torta, ¡pero era una preciosa! ¡Y me había costado la vida hacerla! Me acerco a dónde está Lara con el corazón latiéndome a todo correr, si no me pongo a sollozar ahí mismo es porque me llamarían exagerada además de menopaúsica. Pero mi mirada se va de pronto a la niña cuando su madre grita como trastornada a mi lado y puedo ver de lo que se trata. — AY LA NIÑAAAAAAAAAAAAAA — cambio el tono de mi voz por uno todavía más agudo, sin apenas poder creerlo, no sé si porque tengo temor de que caiga a la piscina y de que está escapando, o por el hecho de que lo esté haciendo.


— O son los dos o no hay trato — le pico la frente con un dedo ahora que puedo, aunque la risa maliciosa de después puede señalar que hablo en serio, en realidad me conformo con alguno de los dos ministros. Lo bueno de estar aquí arriba es que me libro de los golpetazos que suelta Rory a diestro y siniestro a todo el que está dentro de la piscina, así que solo puedo atinar a reírme cuando golpea a Meerah y todo lo que ocurre después es un completo show digno de grabación. — Me parece que no eres el único que se ha quedado sin tarta — le murmuro a Oliver, intentando no reírme, que todo el mundo parece muy triste y enfadado, pero es que a mí la sola imagen de estar nadando en pastel me da risa. ¡Y oh! ¡Esa es Mathilda caminando por primera vez! — YOU GO GIRRRRRRRRRRL — vitoreo, sí, en lo que todo el mundo entra en pánico.


Al menos Lara le da el gusto a mi hermana de disfrutar de la crema de todas maneras y tengo que sonreír al ver cómo se acerca al pastel. Yo, mientras tanto salgo de la piscina por el borde y me incorporo para buscar la varita y ayudar con la limpieza. Lo que no me espero, en serio no me espero es el grito de Lara, que me obliga a volver la vista y - Oh por dios, ¡Tilly! - Junto las palmas en un aplauso que muere ahí para no asustarla y trato de acercarme con cuidado a ella, mitad llena de emoción, y mitad teniendo cuidado de que no se caiga en el proceso de ir hasta nuestro padre. - Mira que le gusta lucirse en su cumpleaños… - Al menos no acabo por perderme sus primeros pasos, y acabo agachada tratando de seguirla en lo que la miro llena de admiración. Sí, sí, todos los bebés pasaban por esto, pero ella era MI hermana, tenía derecho a estar emocionada, ¿ok?


Pero no. Cuando giro la cabeza tan urgentemente que creo que voy a quedarme ciego, me encuentro con que hay un sombrero amarillo corriendo atropelladamente hacia mí y no sé cómo emocionarme, si lo único que puedo sentir es pánico al ver como parece que va a perder el equilibrio en más de una ocasión por culpa de la crema y el agua que hay en el suelo. — ¡Ven! ¡Ven, Tilly! — me pongo de cuclillas de inmediato y extiendo los brazos hacia ella, sin saber muy bien cómo sentirme en lo que ella parece que se va a ir de culo al suelo y… No, se las arregla para caer hacia delante y puedo tomarla por debajo de las axilas para alzarla, enderezándome con ella encima — ¡Eso es! ¡Caminaste, Mathilda! A que eres una bola de crema de lo más inteligente — ni siquiera estoy del todo molesto cuando le estampo un beso en su mejilla cargada de dulce y ella, como toda buena niña que ha descubierto lo que es la libertad, se retuerce como un pez para regresar al suelo, que está claro que ahora que ha probado algo nuevo intentará el hacerlo una vez más. Como dice Meerah, lucirse en su cumpleaños parece haber sido la meta del día — ¿Quieres intentar ir hacia tu abuela? — le pregunto, en lo que intento ponerla en el suelo una vez más, a ver si de esa manera le evitamos el infarto. Si vamos al caso, también creo que es el momento de solucionar todo el asunto de la vela, que ya han sido demasiadas emociones para tan pocas horas.
Hecho su espectáculo delante de los invitados y homenajeando a su abuela al llegar a ella, la recupero en mis brazos para ir limpiándole la crema de las mejillas, beso su piel limpia y luego la frente de mi madre para que se recupere del susto con el que va iniciándole su nieta, para una seguidilla de sustos que le seguirán en el futuro. —Si al cumplir el año ya se larga a caminar, podemos tener las esperanzas puestas de que para la mayoría de edad andará dándole la vuelta al espacio tres veces— bromeo con un último beso en la coronilla también sucia de masa de Tilly, para ir hacia la piscina donde la devuelvo en manos de Dave y que regrese a su hábitat con los tiburones y el revoltoso pulpo que es Rory. La veo empujar con sus pies el agua al hacer el amago de nadar, olvidándose tan pronto de la sensación del suelo bajo sus pies, lo bueno es podría ser indicio de que será imparable donde sea que se encuentre y es lo que me importa, aunque mis prioridades en este momento sean armar la estructura de un pastel con muchos cupcakes. Hora de demostrar mis dotes culinarias… trabajando con lo que se tiene, así que uso para varita para ir limpiando el enchastre y dejo que Hans se encargue de decir que todo fue un show armado o algo así para no espantar a los invitados, y cuando tengo todos los cupackes levitando y apilados en varios pisos, con un nuevo enjambre de abejas zumbando con velas en entre sus alas, me encargo de ir a buscar a Tilly para que oficialmente -y tras varios intentos fallidos de soplar, de repetir y pisarnos entre las líneas de la canción más básica de todos, en el desorden de gritar “Mathilda” “Tilly” y “…da” porque alguien no se dio cuenta que ya era momento de decir el nombre así que solamente se coló al final- pase a ser una niña de un año.

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