The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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2 participantes
Luka T. Romanov
Personal de Defensa
Recuerdo del primer mensaje :

Inicios de enero

Lanzó la pelota contra la pared, recogiéndola cuando esta revotó y regresó a sus manos, volviendo a lanzarla con gesto ausente a la par que aburrido. Inmerso en unos pensamientos que no lo llevaban a ningún sitio y, siendo sinceros, pensar para nada era lo más absurdo que podía hacer alguien. Al final siempre acababan apareciendo pensamientos sin sentido. La gente se suicidaba cuando pensaba demasiado, aunque era obvio que él no era del tipo que haría aquello. ¿Privar al país de su presencia? Ni del palo.

Kittie estaría en una de sus reuniones de peluches y juguetes, mientras que Alexa se recuperaba de las heridas después de lo ocurrido en el distrito nueve. Aquel tipo de cosas eran las que sucedían cuando tenían un cuerpo de seguridad en el que la mayoría eran mujeres, seguro que les dio pena tener que darle su merecido a los rebeldes, aun sabiendo que querían destrozar el perfecto sistema que los regía. Pero, claro, no tenían suficiente con haber dejado que criaturas mágicas formaran parte de los escuadrones de protección de magos, también tenía que pasar por todo aquello también. Apoyó los pies en la baja mesa de cristal que había frente a los sillones del comedor, lanzando la pelota por última vez y retirándose hacia un lado para que ésta se estrellara en lo que quisiera que hubiera tras él. Los últimos meses de estudios, antes de la bendita graduación, se llevaban a cabo fuera de las aulas, teniendo que entrenar junto a los demás para estar en forma. Sería la nueva generación, aquella que marcaría un antes y un después en el cuerpo de aurores.

Solo tenía que ir hasta allí. Dejar que los esclavos y elfos vieran que dejaba la casa y luego, probablemente, dejarse caer en algún rincón. Si no encontraba ninguna distracción, y era demasiado fácil encontrarla ya que era viernes. Giró el teléfono entre sus dedos, casi escurriéndose entre estos cuando una sonrisa se dibujó en los labios del mago que acabó avanzando con más rapidez y rodeando con el brazo los hombros de un tercero. — Oliver, nunca pensé que precisamente tú me salvarías la vida — le anunció a su primo, deslizando la mano hasta acabar por desordenarle el cabello con algo más de brusquedad de la común. — ¿A dónde vas? — preguntó al asentir los acelerados pasos de su primo, aquellos que se dirigían hacia el edificio y no pensaba permitir. — Seguro que aún no has desayunado, te invito — insistió acabando por tomarlo por la parte trasera del cuello de su camiseta y tirando hacia atrás en aras de que dejara de avanzar de una buena vez. — Venga, Oli, sé un buen primo — volvió a hablar palmeándole la espalda de modo amigable.
Luka T. Romanov
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Luka T. Romanov
Personal de Defensa
La boca del rubio se entre abrió cuando, por fin, entendió de lo que le estaba hablando. Conocía aquellas pijerías, pero no eran lo suyo para nada. En general las cosas demasiado dulces no eran lo suyo en absoluto. — Los conozco. Hay de todos los colores y sabores que puedas imaginarte, un plagio barato de las grageas. Demasiado dulces y empalagosos. — negó con la cabeza en lo que hablaba. Si de algo estaba seguro en aquella vida era de lo que le gustaba y de lo que no, y la verdad es que prefería cosas algo más fuertes que un dulce que se le pegara entre los dientes. Tomó la última calada de su cigarrillo, tratando de sacar de su mente la imagen que la producía algo así, y tirándolo a un lado, sin ningún tipo de cuidado, cuando hubo terminado. — Sufrir como a todos. — contestó soltando el humo hacia el lado contrario en el que se encontraba su primo. Sonrió de medio lado, asintiendo. — Ya tengo vistos algunos apartamentos en el dos. Los primeros meses será jodido por el dinero pero pediré algo de dinero prestado, más lo que tengo ahorrado y el sueldo… podré vivir. — Porque no se iba a ir de su casa solo para sobrevivir, lo iba a hacer para vivir de verdad. — Nunca pensé que llegaría el día. — apostilló cuando se hubo sentado y pedido lo que tomarían. El día en el que se libraría de la mayor parte del control de su madre. Que era verdad que trabajarían en el mismo departamento, y que no dejaría de ser su madre, pero la constante sensación de ser vigilado era diferente.

Sonrió. — Oh, encantado. — le siguió, inclinándose al frente para alcanzar su mano y estrechársela como si de una presentación formal se tratara. Llevaba dos años siendo el capitán y el rubio no tenía la menor idea, o al menos no lo recordaba, porque seguro que lo había escuchado en algún momento o alguien de la familia había presumido de ello en una de las comidas familiares. — Iré a verte a algún partido de ésta… ¿liga? ¿temporada? — ¿Estaba siendo demasiado obvio en el hecho de que el quiddicth estaba lejos de sus intereses? Le prestó atención, escuchándolo en lo que les servían la comida, la cual tardó en llegar menos de lo esperado. Tomó el refresco y bebió del mismo en lo que Oliver seguía con sus explicaciones sobre la Isla. — ¿Por qué no le pides al tío Nick que te alquile una habitación en el Capitolio? Hay… edificios para estudiantes. — habló tomando el tenedor con la diestra. — Puedes poner de excusa los estudios. — concluyó pinchando algunas de las patatas, totalmente recubiertas de queso, y que consiguieron que su estómago se contrajera solo con el olor.

Se llevó un par a la boca, masticando en lo que pensaba en sus palabras. Su madre era una especie de… mujer excesivamente perfeccionista y controladora con sus hijos. Querían que fueran tal y como ella era porque, obviamente, su persona era el culmen de la perfección. — Te diría que con los años uno se acaba acostumbrando… pero es mentira. Con los años te vuelves más original y creativo en como esconder determinadas cosas que haces, dices o te gustan. Tengo un segundo teléfono porque sé que el primero lo registra, ahorré para comprarme uno de esos cacharros en los que puedes esconder dentro una habitación completa… — relató con total naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo porque, para él, sí que lo era. — Kostya — porque a su padre siempre lo llamaba por su nombre —, es el único que sabe algunas cosas pero no quiere preocuparla así que solo lo deja pasar. — agregó como información privilegiada que le estaba entregando a su primito.
Luka T. Romanov
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Oliver T. Helmuth
Me llevo una mano al pectoral fingiendo indignación ante sus palabras - ¿Copia barata dices? Nunca he probado un macarron con gusto a vómito, así que en mi opinión son mejores. - Podía gustarme el riesgo y la adrenalina, pero no el tener gusto a vómito o a huevo podrido en la boca. No, no, eso había sido el fin de mis días con las grajeas. - Si lo necesitas tengo algunos ahorros que puedo prestarte. -- Le aseguro cuando me cuenta el panorama que tiene enfrente. Eran ahorros para mi moto, pero esa podría esperar un poco más. No tenía ningún apuro por tener una, y que Luka se mudase me parecía una idea espectacular. - ¡Pero felicidades! Una pena que no lo que sospecho que ni siquiera le cobra si vamos al caso. - Me encojo de hombros con resignación recordando que hace rato que no sabía nada de Ariadna, aunque bueno, siendo sanadora tampoco era muy
pensaras un año atrás. Estoy seguro que papá no habría tenido problema en alquilarte a tí en lugar de a Ari, común esto de vernos seguido.

- Temporada. Y tranquilo, no hace falta. Si quieres puedes venir a una de las fiestas de celebración cuando ganemos. - Sobretodo ahora que la mayoría ya era mayor de edad. No que eso hubiese sido muy importante antes, siempre hemos terminado metidos en cualquier lado después de determinadas horas, fuese o no para mayores. Ya a estas alturas daba igual. - Quería ver como iba este año primero. Y en realidad no es mucha la diferencia entre estar en casa con él o no. Bueno, ahora son más frecuentes las visitas de Elo, pero fuera de eso… - Sí, envidiaba que pudiera mudarse, pero no era una necesidad que tuviese. Además, no iba a negarlo, era más fácil así. No tenía que preocuparme por cuentas o comidas y de verdad que papá no estaba ni cerca de ser una fracción de lo intensa que podía ser la tía Ingrid.

Robo un par de papas de las bandejas con los dedos y trato de no verme demasiado culpable cuando veo que él toma el tenedor, lo que me hace limpiarme con disimulo contra una servilleta y tragar con más ruido del que corresponde. ¿Cómo es que siendo tan diferente por un segundo he sentido que debía cuidar mis modales frente a la tía?  - Al menos eres original y recursivo. No podría mentirle a mi padre ni aunque me fuera la vida en ello. - Tampoco era una necesidad que hubiese tenido que aprender, pero no necesitaba ocultar o mentir acerca de mis cosas. Los secretos ajenos eran otro tema, pero hasta eso sabía comprender el viejo. - Creo que me habría vuelto loco de haber tenido que tomar todas esas precauciones. Pobre Kitty… con lo que le dejan tú y Lexa, o mata a tu madre antes de llegar a los quince, o le empiezas a dar consejos desde ahora. - Que con la personalidad de la pequeña me sorprende que ingrid no tenga todo el pelo blanco a estas alturas.
Oliver T. Helmuth
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