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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    Luka T. Romanov
    Personal de Defensa
    Inicios de enero

    Lanzó la pelota contra la pared, recogiéndola cuando esta revotó y regresó a sus manos, volviendo a lanzarla con gesto ausente a la par que aburrido. Inmerso en unos pensamientos que no lo llevaban a ningún sitio y, siendo sinceros, pensar para nada era lo más absurdo que podía hacer alguien. Al final siempre acababan apareciendo pensamientos sin sentido. La gente se suicidaba cuando pensaba demasiado, aunque era obvio que él no era del tipo que haría aquello. ¿Privar al país de su presencia? Ni del palo.

    Kittie estaría en una de sus reuniones de peluches y juguetes, mientras que Alexa se recuperaba de las heridas después de lo ocurrido en el distrito nueve. Aquel tipo de cosas eran las que sucedían cuando tenían un cuerpo de seguridad en el que la mayoría eran mujeres, seguro que les dio pena tener que darle su merecido a los rebeldes, aun sabiendo que querían destrozar el perfecto sistema que los regía. Pero, claro, no tenían suficiente con haber dejado que criaturas mágicas formaran parte de los escuadrones de protección de magos, también tenía que pasar por todo aquello también. Apoyó los pies en la baja mesa de cristal que había frente a los sillones del comedor, lanzando la pelota por última vez y retirándose hacia un lado para que ésta se estrellara en lo que quisiera que hubiera tras él. Los últimos meses de estudios, antes de la bendita graduación, se llevaban a cabo fuera de las aulas, teniendo que entrenar junto a los demás para estar en forma. Sería la nueva generación, aquella que marcaría un antes y un después en el cuerpo de aurores.

    Solo tenía que ir hasta allí. Dejar que los esclavos y elfos vieran que dejaba la casa y luego, probablemente, dejarse caer en algún rincón. Si no encontraba ninguna distracción, y era demasiado fácil encontrarla ya que era viernes. Giró el teléfono entre sus dedos, casi escurriéndose entre estos cuando una sonrisa se dibujó en los labios del mago que acabó avanzando con más rapidez y rodeando con el brazo los hombros de un tercero. — Oliver, nunca pensé que precisamente tú me salvarías la vida — le anunció a su primo, deslizando la mano hasta acabar por desordenarle el cabello con algo más de brusquedad de la común. — ¿A dónde vas? — preguntó al asentir los acelerados pasos de su primo, aquellos que se dirigían hacia el edificio y no pensaba permitir. — Seguro que aún no has desayunado, te invito — insistió acabando por tomarlo por la parte trasera del cuello de su camiseta y tirando hacia atrás en aras de que dejara de avanzar de una buena vez. — Venga, Oli, sé un buen primo — volvió a hablar palmeándole la espalda de modo amigable.
    Luka T. Romanov
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    Oliver T. Helmuth
    Sabía que tercer curso sería complicado, pero la cantidad de trabajos que teníamos a esta altura del año debería estar penada por la ley. O al menos deberían considerar que nuestra carga horaria había aumentado y que las mañanas ya no se podían utilizar para hacer la tarea de última hora. Es por eso que mis ojeras se lucen, profundas y oscuras contra una piel que ha pasado toda la semana descansando menos de cuatro horas por día para llegar a entregar los trabajos correspondiente. ¿Lo peor? El día de hoy no tengo que entregar nada, así que solo tengo que ir para qu no me descuenten la asistencia, y para ver en qué rincón del instituto puedo dejarme morir un rato.

    - ¿Pero qué demonios? - Siento el tirón en mis cabellos y si no fuera porque puedo reconocer la voz de mi primo sin inconvenientes. ya estaría como mínimo con mi puño contra su nariz. - ¿Te das cuenta de la hora que es, no? - Supongo que sí ya que me ofrece lo que podría convertirse en el segundo desayuno de esta tortuosa mañana… Ya qué.

    - Aunque eso de salvarte la vida… ¿En qué andas por ahora? - Últimamente estuve rehuyendo un poco las juntadas familiares porque creo que Jenna aún no me perdona las fotos de ella que subía a mi feed de Wizzardface. Básicamente se trata de unas cuantas selfies en las que trato que salga de fondo, preferentemente leyendo algo o mirando una maratón de su película de fantasía favorita. Esa en donde los protagonistas sí tienen un segundo desayuno y que dura como tres horas cada una si no es que más. - Me siento muy hipócrita al decirle a una amiga que no tiene que dejar el colegio, mientras que yo termino por hacerte caso mientras me guías por el mal. - O lo más cercano que estaba a dejarme guiar por alguien más. - Eres una pésima influencia, Luke.
    Oliver T. Helmuth
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    Luka T. Romanov
    Personal de Defensa
    Acomodó mejor el brazo sobre los hombros de su primo, cerciorándose de que no se pudiera escapar, y alzó el contrario frente a sus ojos en busca de su reloj y la hora que el mismo marcaba. — Es demasiado pronto para el almuerzo pero tarde para el desayuno — anunció. Aunque nunca era demasiado tarde para meterse algo de comida entre pecho y espalda. Los entrenamientos lo llevaban por el camino de la amargura, mucho más teniendo en cuenta que restaba poco para los meses de reclutamiento y tenía que entrar en la promoción fuere como fuere. Se acercó más a él, haciendo chocar su hombro con el de su primo, oteando la puerta del Royal unos instantes más y dándose la vuelta, arrastrando consigo a Oliver. — ¿Yo? ¿Por quién me tomas? — fingió total inocencia aun sabiendo que cualquiera que lo conociera un mínimo no se lo creería ni en sueños. Menos su madre, pero era una historia aparte. Muy aparte. — Hoy tengo clases teóricas y cero ganas de soportar el señor Fitzgerald tratando de explicarnos tácticas que posiblemente no ha ejecutado en su vida — concedió caminando a su lado con plena confianza, solo soltando a su primo cuando estuvieron lo suficientemente lejos de la institución y su teléfono vibró. — Espera — habló sacándolo y leyendo con rapidez el mensaje privado que le habían mandado. — Las tías del Prince están piradas, nunca vayas a una fiesta donde haya alguna — aconsejó a su primo ejerciendo de modelo a seguir.

    Volvió la mirada hacia él mientras guardaba el objeto, esbozando una irónica sonrisa. — ¿Hablas de Davies? — cuestionó palpando sus bolsillos con la mano libre. — Pensaba que erais algo más que amigos, ya sabes, hasta mi madre ha visto ese directo vuestro — soltó jocoso. De verdad que tendría que darle una charla en condiciones a su primo. Cuando palpó el bolsillo trasero encontró el paquete de cigarrillos, deslizando uno y llevándoselo a los labios. — Hasta os di un par de corazones — se burló del menor buscando que éste se sintiera avergonzado, soltando una carcajada cargada de humo. Lo cierto es que el enano de su primo había ganado puntos con aquello. Levantar la histeria entre el resto de miembros le permitía disfrutar de divertidas escenas en reuniones que raramente lo eran.
    Luka T. Romanov
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    Oliver T. Helmuth
    - Te he conocido toda mi vida. Saca tus propias conclusiones. - Podía preguntar y hacerse el inocente todo lo que quisiera, pero no por eso iba a creerle. Tenía las neuronas apagadas por falta de sueño, pero tampoco para tanto. - ¿Pero qué tan inútil es ese tipo? No dejo de escuchar mierdas del tipo y ni siquiera lo tengo en mi especialidad. - Tenía entendido que era uno de esos dinosaurios que estaba desde el inicio de los tiempos y que, por venir de buena familia todavía no se lo podía sacar de su lugar. Lo que me parecía basura, pero a decir verdad tampoco sabía distinguir bien entre tanto rumor. Uno creería que pasar a tercer curso no sería la gran cosa, casi que lo mismo que pasar a segundo… oh, no. Los rumores aquí eran todavía peores, sobre todo porque el vocabulario y la edad lo permitían más. - ¿Y cómo se supone que sepa quienes asisten? Los chicos me arrastran y o voy. - Lo bueno es que ya llevaba tiempo de que las chicas, del Royal o del Prince, no se me acercaban tanto a menos de que estuvieran ebrias. Esa sí era una de las ventajas de que los rumores viajaran rápido, y la mayoría parecía creer que estaba “tomado”.

    - Tengo más amigas que Maeve, pero sí. Hablaba de ella. - Y estoy por explicarle la naturaleza de mi relación con Mae, cuando me toma por sorpresa al informarme que la tía Ingrid ha visto ESE video. Creo que se me va toda la sangre del rostro en cuestión de segundos y me freno tironeando de su hombro para que me sirva de apoyo. - ¿Cömo se ha enterado? Puedo soportarlo de papá o de Sigrid, pero ¿tu madre? Mierda… - Me masajeo los párpados con el pulgar y el dedo medio, y trato de respirar profundo. Es muy temprano para esto. - Por favor, dime que no me espera un sermón de la tía la próxima vez que te visite. O al menos dime que te asegurarás de que Jen jamás se entere. - Ya podía imaginar desde ahora sus miraditas de suficiencia, y si no tenía suerte y me moría antes que ella, probablemente lo recordara hasta mi funeral. - ¿Quiénes saben del video? ¿Cómo sabes tú del video?
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    Luka T. Romanov
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    — Tienes suerte de no tenerlo en tu especialidad — aseguró con seguridad. — Aunque seguro que también sabe algo porque es un lumbreras, o al menos lo habría sido hace doscientos años, porque sus tácticas tienen utilidad cero hoy en día —. Porque la defensa tortuga tendría su utilidad en otro siglo, quizás milenio, pero no ahora que se podía atacar desde cualquier ángulo y con hechizos que destrozarían aquella basura en segundos. Tomó una calada del cigarrillo, volviendo la mirada hacia su primo con ambas cejas alzadas. ¿De verdad era su primo? Seguro que se juntaba demasiado con Jenna y por eso no tenía ni idea de lo que lo rodeaba. — En cuanto saben que eres del Royal, o que tu familia tiene dinero… zasca, tratan de echarte el lazo — comenzó —. El lazo, el brazo, una pierna, lo que les dejes que te pongan encima, tú me entiendes — siguió soltando el humo por un lado de su boca —. Si ves alguien así de lanzado y que trata de parecer dentro del ambiente pero lo rompe un poco, es una de ellas. Y cuando hablan no te diré más. Suerte que tienen la boca para más cosas — agregó volviendo a colocar el cigarrillo entre sus labios y caminando con despreocupación al lado de Oliver. Porque eran tíos, aunque tampoco es que le molestara hacer tales comentarios delante de tías; algunas incluso se sentían orgullosas, no era algo de lo que avergonzarse.

    — ¿Tú — comenzó a preguntar, parándose cuando se apoyó contra su hombro como si acabaran de decirle que alguien se había muerto. Y en vez de apoyarlo en su desgracia soltó una fuerte carcajada, palmeándole la espalda a su primo entre risas. — La tía Sigrid y ella hablan de vez en cuando, puede que incluso se lo contara tu padre para que vigilara que nosotros no nos descarriáramos — insinuó con diversión. Su madre la perfecta. — Estoy deseando ver que se cuece en la próxima comida familiar, estás invitado de antemano — continuó volviendo a palmear su espalda tratando de hundirlo y animarlo a la vez. Se señaló con el dedo pulgar de la mano con la que sostenía el cigarrillo, pronunciando un silencioso “¿yo?” que lo hizo sonreír. — No te haces ni una idea de lo mucho que me sorprendió cuando un compañero me pasó un link diciéndome que mi primo pequeño estaba liándose con alguien  mientras hacía un directo — fingió molestia por haber tenido que ser informado por terceras personas. — Pero sorpresa para bien. Orgullo de primo, diría yo — agregó como quien no quería la cosa. El resto eran unos mojigatos. Su hermana no era capaz de manejar su propia vida, Jenna era el ejemplo literal de amargada y Oliver, hasta aquel momento, lo había mantenido en un silencioso limbo que superó con creces.

    — ¿Qué quieres tomar? — cuestionó cuando sus tripas de removieron. Él no había probado bocado desde la noche anterior, y aquel era el segundo cigarrillo que se fumaba. — Solo no nombres ninguno de esos locales nuevos con zumitos de bolitas, magdalenas multicolores o ambientación temática — advirtió antes de que, por casualidad, se le ocurriera mencionar alguna de aquellas.
    Luka T. Romanov
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    Oliver T. Helmuth
    Tengo que admitir que no estoy del todo de acuerdo con la manera que Luka tiene de describir a las chicas del Prince. Incluso aunque casi no conociera a ninguna de ellas, no podía creer que todas fueran así de mercenarias. En realidad no creía que casi nadie fuera así de mercenario en general cuando se trataba de buscar una relación, pero considerando que mi experiencia en ese tipo de cosas era prácticamente nula, termino por resignarme y no opinar al respecto. Mi primo claramente tenía más vida social que yo, y muchas más razones para hacer que otros se interesasen en él tal vez de una manera que no era la correcta, pero no era quien para sermonearlo incluso cuando usa expresiones que viniendo de otra persona serían respondidas con un golpe probablemente. Eso de “tener la boca para más cosas”... ya, era temprano y Luka era familia, él tendría sus razones para pensar de esa manera, así como yo tenía las mías para no querer pensar en las chicas como si tuvieran que tener una determinada utilidad. Tenía demsaiadas amigas mujeres como para siquiera atreverme a decir algo como eso, mucho menos pensarlo.

    - No me molesta si mi padre lo sabe, cómo mucho me preguntará si me estoy cuidando o algo así. Tu madre es capaz de armar diagramas y pedirme conocer a Maeve. Somos amigos, nada más, no quiero ni pienso hacerla pasar por eso. - Incluso aunque aceptara ser algo más que amigos con derecho, me negaría rotundamente a tal bochorno. El problema era que yo no quería tener a nadie invadiendo mi intimidad, mi no intimidad, o cualquier tipo de relaciones que pudiera o no tener. - ¿Quién es el siguiente en cumplir años? - Que si mi memoria no me falla es justamente el cumpleaños de la tía Ingrid y no habría forma alguna en la que pudiese escapar esa festividad. - Ya, ya. Vivo para complacer. - Es la única respuesta que se me sale. Era irónico que en su momento fuese el menos preocupado por el video, mientras ahora quería seguir con mis estudios de animagia y básicamente rezar para ver si podía convertirme en, no sé, un avestruz. Correr rápido y poder meter la cabeza bajo la tierra me parecían buenas cualidades en estos momentos.

    - No los desprecies hasta no probarlos. - Le advierto cuando nombra esos cafés que a Meerah le encantan y a los que en más de una ocasión me ha arrastrado. - Pero tranquilo, no muy lejos de acá está uno de esos bares que abre temprano para los resacosos y que sirve papas con cheddar a cualquier hora. Eso y el café es excelente para aguantar las mañanas. - Le aseguro. Generalmente usaba ese lugar previo a los exámenes, pero no me parecía una mala idea ahora. - ¿Estás con resaca o con bajón? - Con él nunca sabría sin preguntar, sobre todo porque era muy bueno disimulando cualquier síntoma que pudiese tener.
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    Luka T. Romanov
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    No se equivocaba a la hora de describir a su madre, era una mujer que disfrutaba teniéndolo todo bajo control, mucho más si se trataba de personas de su familia y las cuales podían repercutir en su impoluta reputación. Porque ser perfecta era lo primero, después todo lo demás. — Quizás te pide que la traigas a la próxima comida familiar — insinuó con obvio tono divertido. Solo pensarlo tenía ganas de llamar en aquel instante a su madre y pasársela a Oliver. — Pero no en la siguiente, en esa tratará de convencerte, insistirte hasta que accedas, si es que le gusta toda la información que encuentre sobre ella — arqueó ambas cejas cuando regresó la atención hasta él. Y entre aquella información estaba el hecho de que el propio rubio la conocía por medio de trapicheos poco legales, los cuales no conocía su madre y así debía seguir. — El próximo es… — imitó el sonido de unos tambores para poner algo de énfasis. — ¡Tía Ingrid! — anunció como una sorpresa. — Queda algo menos de un mes, así que vete preparando psicológicamente, primito — agregó palmeándole el hombro para animarlo… más o menos.

    Caminó con despreocupación, fumando de su cigarrillo a la par que recorría con la mirada la calle que se abría ante ellos. Un revoloteo en su estómago le indicó lo evidente; que estaba hambriento. Aunque la mueca de desprecio se dibujó en sus labios cuando habló de todas aquellas pijoterías. — ¿Vas a esos sitios? ¿Quién eres? ¿Kitty? — lo comparó con su hermana menor, la cual disfrutaba elaborando todo lo ‘moderno’ que llegara a sus oídos. Pero le sonrió al pensar en disfrutar de una buena fuente de patatas con queso cheddar, era incluso mejor de lo que hubiera podido imaginar. — No me equivocaba cuando te dije que ibas a salvarme la vida — aseguró caminando a su lado, a la espera de que Oliver se parara en el lugar que acababa de compartir con él. Sacó el cigarrillo de sus labios, sujetándolo entre dos dedos y dejando caer el brazo a un lado de su cuerpo. Arrugó los labios, esbozando una ladina sonrisa divertida. — Ojalá tuviera una buena resaca, hace un par de semanas que no puedo pisar la calle en condiciones — contestó rascándose el mentón con la diestra. — Es el último mes de prácticas y entrenamientos antes de las sesiones de reclutamiento, así que tengo que... ¿centrarme? Sé que voy a pasar a la primera pero — chasqueó la lengua, siseando un poco por lo bajo con molestia por tener tanto tiempo ocupado en entrenamientos. —. Cuando entre haré una fiesta, para termine vendremos a comer una fuente de patatas con cheddar como unos verdaderos resacosos — ofreció. Porque en aquella ocasión les faltaba una de las circunstancias, pero arrastraría al amable Oliver consigo la próxima vez. Bueno, a él y a quien quisiera unirse.

    Los pasos de ambos cesaron frente a un bar ya abierto, el cual olía que alimentaba y solo despertó aún más el hambre del rubio. No dudando en entrar y ocupando una mesa junto a su primo, tomando la carta y leyendo el menú del mismo, aunque supiera que quería. — Esto me va a costar en torno a doce vueltas a la pista de entrenamiento — dijo indicándole al hombre que tomarían dos platos de patatas con queso y sus respectivas bebidas. — Puedes venir conmigo, no estaría mal que te movieras un poco, estar todo el día con… lo que quiera que hagas no debe ser especialmente sano —.
    Luka T. Romanov
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    Oliver T. Helmuth
    Puedo escuchar las palabras de Luka y notar la satisfacción que se esconde detrás de ellas. Lo conozco, sé lo que puede ser su madre con él o sus hermanas, y puedo ver como se regodea en mi futuro sufrimiento al saber que no tengo escapatoria. Porque incluso antes de escucharlo la verdad es obvia, de una forma u otra mi tía logrará salirse con la suya. La conozco. - ¿Tú crees si quiera que tengo ese tiempo? - Estoy tentado a sacar mi teléfono y mandarle un mensaje a Maeve a modo de advertencia. La única razón por la que no lo hago es porque prefiero decírselo en persona, así sé que luego me abrirá la puerta cuando menos. Ya si luego me tira con algo por la cabeza creo que podré soportarlo. - Tú la conoces mejor, ¿crees que si le hablo antes me ahorraré algo de bochorno? - Tal vez si hablaba antes con la tía, me aliviaba la vergüenza familiar que pudiese sentir luego. - Y te lo pregunto con sinceridad, nada de andar mintiendo solo para reírte un poco más luego.

    Me río cuando me compara con su hermanita, aunque estoy más convencido de que ese tipo de lugares va más con Lexa que con la menor. La verdad es que a mí me da igual la cantidad de colores pasteles o servilletas bordadas que pudiese haber en un lugar siempre que la comida fuera buena. Y debía creerme, lo era. - Espera hasta probar los macarrones con nutella, y luego criticas todo lo que quieras. - O los waffles, los waffles eran para morirse. Me distraigo con el recorrido que hace el cigarrillo entre su mano y sus labios y niego por lo bajo con la cabeza antes de aventurarme a hablar. No me gusta ser el que critica las elecciones de vida, pero cuando uno asocia algo adictivo a la ansiedad... - Osea que durante los tres años es igual. Una vez que entras a la tortura ya no hay salida. - Me llevo la mano a la nuca hasta sacudir mis cabellos y la bajo con un suspiro resignado en lo que tiro la cabeza para atrás. - Voy a tomarte la palabra con lo de la fiesta. Si quieres hasta puedes pedirle a mi padre que te deje usar la casa, o podremos convencer a Ariadna de que nos deje usar el departamento. - Que dudaba de que su madre estuviese muy de acuerdo con su tipo de fiestas como para permitirlo.

    - ¿Ya te pegó la edad que no soportas este tipo de comidas? - Me burlo mientras tomo asiento y me despatarro al dejar la mochila de lado. Estaba cansado, de verdad cansado. Poco me faltaba para no usar la mesa de almohada allí mismo. - Sigo con el equipo de quidditch, todavía estoy pudiendo balancear mis estudios con los entrenamientos diarios. - Aclaro con respecto a lo que en su opinión era falta de movimiento. - Deberías venir alguna mañana tú conmigo si quieres saber lo que es moverse. O al club de la isla, las raquetas de tenis de allí son fantásticas.
    Oliver T. Helmuth
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    Luka T. Romanov
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    ¿Iba por la respuesta molesta o la amable? Movió la cabeza hacia un lado, rascándose con la mano libre el cuello en lo que se quedaba apenas un instante inmerso en sus pensamientos. Iría por la amable, a fin de cuentas si iba por la molesta era precisamente por eso, para molestarlo. Pero le caía bien, tenía esa parte inocente que lo divertía. — Si lo hablas con ella te ahorrarás parte del bochorno, pero es probable que ella sea la que se abochorne cuando empiece a hablar — ascendió por el cuello hasta acabar rascándose la parte trasera de la oreja, llevando el cigarrillo a sus labios y tomando una calada. — Sabes que es una clásica. Posiblemente no le moleste con quien te lías o dejas de hacerlo, pero que fuera grabado es un tema a parte. La imagen de ésta familia es algo muy importante, primito — y entonces fue cuando una ladina sonrisa apareció en sus labios. Él era el más indicado para decir aquello, definitivamente. Aunque a ojos de su madre, posiblemente, sí que lo era.

    — ¿Macarrones con nutella? ¿Qué clase de atrocidad es esa? — cuestionó con el ceño fruncido. En algunas cosas era una clásico, y los macarrones era con queso y tomate de toda la vida, no podían tratar de cambiar aquello ni en mil años. Meneó la cabeza, contrariado, acabando por sonreír. — Eso de que estudiar lo que te gusta se hace más llevadero es la mierda más falsa de la historia — aseguró. Se rascó la parte posterior de la cabeza, tomando la última calada y tirando el cigarrillo al suelo para pisarlo. — Cuando apruebe tengo pensado irme de alquiler a algún apartamento, así que eso no es un problema —. Aún no se lo había dicho a nadie de su familia, y era bastante obvio que tendría que pedirles dinero prestado y devolvérselo conforme se fuera haciendo con ahorros de su trabajo, pero quería pirarse de allí cuanto antes mejor. Tener que soportar a la controladora de su madre, a la perfectamente depresiva de su hermana y a su padre era más de lo que estaba dispuesto a soportar, solo le apenaba la pobre Kitty, pero ya crecería y podría irse también.

    Se dejó caer sobre una silla, dejando a un lado la vacía mochila que portaba, pidiendo en cuanto el mesero se acercó a ellos. Bostezó, como si no tuviera suficiente ejercicio su primo parecía querer arrastrarlo a algo más. — ¿Qué posición tenías en Quidditch? — le preguntó con poca curiosidad mientras pasaba las páginas de la carta aunque ya hubieran pedido. — Dejaré pasar la invitación de jugar al tenis —, ¿aquel no era una juego de chicas? Es decir, con falditas y esas cosas. Por lo que había visto, que nunca se sintió especialmente atraído por un entretenimiento como aquel. Estiró las piernas hacia un lado, recorriendo el local con la mirada. Era simple pero no le molestaba; además le gustaba la cercanía al Royal aunque solo tuviera un par de clases allí, puesto que el resto las daban en la Academia del dos. — ¿No es aburrido vivir en la Isla? Con toda esa seguridad, controles y demás — interrumpió sus pensamientos cuando pronunció aquellas palabras. Porque había estado varias veces en la casa del tío Nick, pero no era lo mismo que estar allí todo el tiempo.
    Luka T. Romanov
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    Oliver T. Helmuth
    - Sí, sí. La imagen… - Ruedo los ojos con fingido fastidio y trato de no remarcar su accionar con la vida misma porque era justamente eso lo que él se esforzaba en proteger. Luka era terriblemente listo y si hay algo que jamás haría, era dejarse atrapar en ninguna situación que lo dejara en una posición comprometida. Yo no era tan listo, pero dejando de lado el sermón que me esperaba de la tía Ingrid, de verdad no me importaba tanto mi imagen. Mientras que no le dificultase la vida a nadie más, en especial a Maeve, me daba igual. - Trataré de sacar yo el tema entonces, y ver si puedo hablar de más para que no insista. No es un mal plan. - Era uno pésimo, pero lo prefiero a la incertidumbre de andar esperando un ataque de su parte.

    ¿Atrocidad? Claramente no había probado un macarrón en su vida o… - No hablo de los macarrones macarrones sino de… ¿Cómo lo explico? Son dos galletas dulces con relleno dentro. Tal vez lo estaré pronunciando mal, pero son riquísimos y tienen una textura muy extraña. - También los había rellenos de frutas y de no sé cuántas cosas más pero el chocolate siempre sería mi favorito sin importar qué. Había probado unos de lavanda una vez, pero había sido una cosa que preferiría no repetir. - Qué nos queda entonces a los que no estamos seguros de lo que elegimos. - Me gustaba el tema de haberme decidido por educación… pero a la vez no tenía ni idea de si de verdad quería dedicarme a esto por el resto de mi vida. Supongo que ya lo iría viendo luego. - ¿Te vas a mudar? - ¿Desde hace cuánto lo sabía y cómo es que recién me estoy enterando? No es que lo envidiase precisamente, pero puede que un poco sí. No por papá, que vivir con él no era para nada complicado. No tenía límites impuestos y no tenía que ser nadie que no fuese. Pero la independencia, el poder decidir irse sí era algo que me hacía mirarlo con iguales partes de recelo y admiración.

    - Voy a hacer de cuenta que no eres mi primo por un momento. - Que con la cantidad de años que venía jugando, parecía una especie de ridiculez el que tuviera que consultarme. - Un gusto, me llamo Oliver. Soy el bateador del equipo de quidditch y llevo siendo capitán desde hace como dos años. - Y me veo tentado de extenderle la mano a modo de saludo, pero no lo hago por pura consideración. - Los controles exhaustivos son más que nada para los visitantes. Y no es como que no hubiera cosas para hacer en la isla. El club es gigante y hay de todo. Lo único aburrido es ver siempre las mismas caras, cosa que se soluciona con facilidad el invitando gente o saliendo. No es una prisión aunque a veces lo parezca. - Creo que la casa de la tía Ingrid tiene más controles y seguridad que la isla si tenía que ser sincero. - Además, de verdad paso más tiempo fuera que dentro. Últimamente siento que solo vuelvo si es que tengo que estudiar o que dormir. Cómo haces tú con la tía, es una mejor pregunta
    Oliver T. Helmuth
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    Luka T. Romanov
    Personal de Defensa
    La boca del rubio se entre abrió cuando, por fin, entendió de lo que le estaba hablando. Conocía aquellas pijerías, pero no eran lo suyo para nada. En general las cosas demasiado dulces no eran lo suyo en absoluto. — Los conozco. Hay de todos los colores y sabores que puedas imaginarte, un plagio barato de las grageas. Demasiado dulces y empalagosos. — negó con la cabeza en lo que hablaba. Si de algo estaba seguro en aquella vida era de lo que le gustaba y de lo que no, y la verdad es que prefería cosas algo más fuertes que un dulce que se le pegara entre los dientes. Tomó la última calada de su cigarrillo, tratando de sacar de su mente la imagen que la producía algo así, y tirándolo a un lado, sin ningún tipo de cuidado, cuando hubo terminado. — Sufrir como a todos. — contestó soltando el humo hacia el lado contrario en el que se encontraba su primo. Sonrió de medio lado, asintiendo. — Ya tengo vistos algunos apartamentos en el dos. Los primeros meses será jodido por el dinero pero pediré algo de dinero prestado, más lo que tengo ahorrado y el sueldo… podré vivir. — Porque no se iba a ir de su casa solo para sobrevivir, lo iba a hacer para vivir de verdad. — Nunca pensé que llegaría el día. — apostilló cuando se hubo sentado y pedido lo que tomarían. El día en el que se libraría de la mayor parte del control de su madre. Que era verdad que trabajarían en el mismo departamento, y que no dejaría de ser su madre, pero la constante sensación de ser vigilado era diferente.

    Sonrió. — Oh, encantado. — le siguió, inclinándose al frente para alcanzar su mano y estrechársela como si de una presentación formal se tratara. Llevaba dos años siendo el capitán y el rubio no tenía la menor idea, o al menos no lo recordaba, porque seguro que lo había escuchado en algún momento o alguien de la familia había presumido de ello en una de las comidas familiares. — Iré a verte a algún partido de ésta… ¿liga? ¿temporada? — ¿Estaba siendo demasiado obvio en el hecho de que el quiddicth estaba lejos de sus intereses? Le prestó atención, escuchándolo en lo que les servían la comida, la cual tardó en llegar menos de lo esperado. Tomó el refresco y bebió del mismo en lo que Oliver seguía con sus explicaciones sobre la Isla. — ¿Por qué no le pides al tío Nick que te alquile una habitación en el Capitolio? Hay… edificios para estudiantes. — habló tomando el tenedor con la diestra. — Puedes poner de excusa los estudios. — concluyó pinchando algunas de las patatas, totalmente recubiertas de queso, y que consiguieron que su estómago se contrajera solo con el olor.

    Se llevó un par a la boca, masticando en lo que pensaba en sus palabras. Su madre era una especie de… mujer excesivamente perfeccionista y controladora con sus hijos. Querían que fueran tal y como ella era porque, obviamente, su persona era el culmen de la perfección. — Te diría que con los años uno se acaba acostumbrando… pero es mentira. Con los años te vuelves más original y creativo en como esconder determinadas cosas que haces, dices o te gustan. Tengo un segundo teléfono porque sé que el primero lo registra, ahorré para comprarme uno de esos cacharros en los que puedes esconder dentro una habitación completa… — relató con total naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo porque, para él, sí que lo era. — Kostya — porque a su padre siempre lo llamaba por su nombre —, es el único que sabe algunas cosas pero no quiere preocuparla así que solo lo deja pasar. — agregó como información privilegiada que le estaba entregando a su primito.
    Luka T. Romanov
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    Oliver T. Helmuth
    Me llevo una mano al pectoral fingiendo indignación ante sus palabras - ¿Copia barata dices? Nunca he probado un macarron con gusto a vómito, así que en mi opinión son mejores. - Podía gustarme el riesgo y la adrenalina, pero no el tener gusto a vómito o a huevo podrido en la boca. No, no, eso había sido el fin de mis días con las grajeas. - Si lo necesitas tengo algunos ahorros que puedo prestarte. -- Le aseguro cuando me cuenta el panorama que tiene enfrente. Eran ahorros para mi moto, pero esa podría esperar un poco más. No tenía ningún apuro por tener una, y que Luka se mudase me parecía una idea espectacular. - ¡Pero felicidades! Una pena que no lo que sospecho que ni siquiera le cobra si vamos al caso. - Me encojo de hombros con resignación recordando que hace rato que no sabía nada de Ariadna, aunque bueno, siendo sanadora tampoco era muy
    pensaras un año atrás. Estoy seguro que papá no habría tenido problema en alquilarte a tí en lugar de a Ari, común esto de vernos seguido.

    - Temporada. Y tranquilo, no hace falta. Si quieres puedes venir a una de las fiestas de celebración cuando ganemos. - Sobretodo ahora que la mayoría ya era mayor de edad. No que eso hubiese sido muy importante antes, siempre hemos terminado metidos en cualquier lado después de determinadas horas, fuese o no para mayores. Ya a estas alturas daba igual. - Quería ver como iba este año primero. Y en realidad no es mucha la diferencia entre estar en casa con él o no. Bueno, ahora son más frecuentes las visitas de Elo, pero fuera de eso… - Sí, envidiaba que pudiera mudarse, pero no era una necesidad que tuviese. Además, no iba a negarlo, era más fácil así. No tenía que preocuparme por cuentas o comidas y de verdad que papá no estaba ni cerca de ser una fracción de lo intensa que podía ser la tía Ingrid.

    Robo un par de papas de las bandejas con los dedos y trato de no verme demasiado culpable cuando veo que él toma el tenedor, lo que me hace limpiarme con disimulo contra una servilleta y tragar con más ruido del que corresponde. ¿Cómo es que siendo tan diferente por un segundo he sentido que debía cuidar mis modales frente a la tía?  - Al menos eres original y recursivo. No podría mentirle a mi padre ni aunque me fuera la vida en ello. - Tampoco era una necesidad que hubiese tenido que aprender, pero no necesitaba ocultar o mentir acerca de mis cosas. Los secretos ajenos eran otro tema, pero hasta eso sabía comprender el viejo. - Creo que me habría vuelto loco de haber tenido que tomar todas esas precauciones. Pobre Kitty… con lo que le dejan tú y Lexa, o mata a tu madre antes de llegar a los quince, o le empiezas a dar consejos desde ahora. - Que con la personalidad de la pequeña me sorprende que ingrid no tenga todo el pelo blanco a estas alturas.
    Oliver T. Helmuth
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