The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
Invitado
Giro sobre mis pies y me dejo caer con los brazos extendidos a la bañera que temporalmente se ha quedado instalada en el medio del invernadero, puesto que el baño de la casa es demasiado pequeño para que pueda entrar. Las almohadas que nos trajimos siguen dentro de la bañera, así como las cajas y las bolsas con nuestras pertenencias del monoambiente, ayudan a que mi cuerpo se encuentre con un relleno mullido al caer. Siendo honesta, echaré de menos la ventana del apartamento donde me podía sentar a echar un vistazo a las terrazas de los otros edificios, era un buen lugar para pensar. Todo como era, pequeño, seguro, fue un buen lugar para Mimi y para mí. Y entonces… ¡nos sacamos la lotería! Estiro mis brazos como si quisiera tocar el techo de cristales rotos con las puntas de los dedos. —¡Esto es increíble!— suelto, me gustaría poder abarcar todo este lugar a rebosar de macetas con plantas descuidadas que estén rompiendo parte del suelo y trepando como salvajes las paredes.

Salto fuera de la bañera para ir hacia Mimi y tomarla de la mano para desaparecernos. Del invernadero que está en el patio con el estrecho cobertizo a un lado, donde vi los ramos colgados de hierbas secas, nos aparecemos en la cocina a través de cuya ventana se puede ver el sitio derruido. La habitación todavía huele a humedad, por muchos hechizos que usemos, creo que seguirá oliendo a humedad unas semanas más. Los muebles perdieron su brillo después de estar años cubiertos por sábanas blancas y acumulando polvo por debajo de la tela. Ni que hablar de las paredes. El tapiz de florecitas tiene manchones horribles y es toda excusa que necesitamos para deshacernos de este a girones. Creo que hay mucho de la abuela de mi madre que podemos conservar, como los preciosos platos pintados a manos que están en orden sobre un estante, y mucho que tirar al fuego en la parte trasera de la casa.

¿Qué te parece? ¿Te gusta?— le pregunto, que ahora sí es un hecho que vamos a mudarnos. Tomo vuelo con mis pies al caminar a prisa hasta la alacena y saco una taza de esas que alguien decoró con flores usando un pincel. —Es diferente al monoambiente, es más como… el hogar de una familia— lo es, así que aprovecho para hacer un chiste sobre eso. Regreso a su lado para rodear sus hombros y muevo la taza en el aire. —Te prepararé el café por las mañanas antes de que tengas que ir al Consejo y me encargaré de la comida esté hecha para cuando vuelvas. ¡Y te imaginas!— la arrastro conmigo hasta la ventana para que vea lo amplio del jardín, igual de caótico que el invernadero, con su gran terreno a nuestra disposición. —Los niños tendrán un lugar saludable para crecer— bromeo con un tono exageradamente formal y le estampo un beso en la mejilla, la suelto para no apabullarla con esta emoción que me tiene de un lado al otro como una espuma de jabón. — ¡Tenemos que llamar a Holly para inaugurar la casa!— propongo y no la miro cuando agrego. —Tal vez venga alguien antes, porque supuse que podíamos necesitar ayuda y él… bueno, él sabe algo sobre casas…— me siento mal por usar el pasado de Jim limpiando casas como justificación de que lo haya invitado. —Tal vez venga, tal vez no…— lo dejo así, que yo se lo pregunté y será cosa de él si viene. Coloco mis manos en los bolsillos delanteros de mi jardinero -ay, sí, encontré uno en los armarios viejo- y me giro de vuelta hacia ella. —¿Por dónde comenzamos?
Anonymous
Mimi J. Johnson
Consejo 9 ¾
- Increíble es que todas nuestras cosas hayan cabido ahí dentro… ¡Y sin hechizo expansor! - Sabía que el motivo por el cual había comprado el apartamento en el cinco había sido principalmente esa bañera, pero era ridículo el pensar que, sin contar un par de mochilas que teníamos aparte y la poca vajilla que decidimos traer, todo cupiese dentro. A su vez me hace reír, porque la felicidad de Syv es contagiosa y porque por unos momentos puedo sentir que vuelvo a respirar en paz. No es que nada haya terminado, en lo absoluto; pero este respiro, el pensar que podíamos hacer algo tan sencillo como mudarnos sin tener que andar a escondidas, es una alegría para el alma.

Me sorprendo con la rapidez de Syv al moverse de un salto y creo por unos segundos, que se ha topado con un bicho; cosa que a decir verdad no me sorprendería, el invernadero es un ecosistema en sí mismo y no me sorprendería encontrarme con un billywig entre todo este follaje. Pero no, su velocidad es causa de su entusiasmo y antes de darme cuenta terminamos en medio de la cocina. - Menos mal que ninguna de las dos es alérgica. Tendríamos un problema sino. - El polvo era la principal decoración de la sala, y sería lo primero en ser desechado también. ¿Cómo era ese hechizo que mamá utilizaba para aspirar? Odiaba los quehaceres de la casa así que a decir verdad, me hallaba en blanco.

- ¿Los niños? Creo que te conviene hablar con tu no novio antes de decidir adoptar conmigo. - Me río con su broma y me tiro encima suyo cuando se separa de mí. - Dejando de lado el hecho de que parezcamos un nuevo matrimonio comprando su primera casa, de verdad me gusta, Albi. - Era grande, espaciosa, familiar. Se sentía bonito, casí como el hogar que compartía con Roxanne si descontamos la opulencia que tenía la casa y lo blanco de las paredes. Que hablando de paredes… - Lo que en verdad en verdad odio, es el papel tapiz. Dime que lo puedo arrancar a jirones y quemarlo luego. Por favor. - Mi súplica viene acompañada de un puchero y los mayores ojos de cachorro que puedo poner. Pero se itnerrumpen cuando habla con ese dejo misterioso. - ¿A quién llamaste? ¿Acaso tienes un contratista? - Ya suficiente casualidad teníamos con la casa como para conseguir a uno justo en este distrito.
Mimi J. Johnson
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Invitado
Invitado
Podemos ser una gran familia, ¿por qué no?— continuo con la broma cuando hablamos de los hijos imaginarios, que es un chiste cuando lo planteo con Mimi, uno de mal gusto después de nuestro primer susto con Ken si es que si llego siquiera a mencionar la palabra con h. Si ya habíamos hecho del monoambiente nuestro lugar, esta casa es una oportunidad ampliada para que con mi mejor amiga disfrutemos de la libertad de ser quienes somos -y de paso descubrir quiénes somos-, en un sitio que nos pertenece a nosotras, a nadie más que nosotras. — Puedes arrancarlo, pisotearlo, maldecir a sus próximas tres generaciones de tapices y echarlo al infierno de las decoraciones feas del hogar, yo meteré al ático un par de cuadros de tías feas— digo, y no lo hago porque tengan nariz de gancho o miradas de cuervos, sino porque recuerdo la marginación de la que sufría mi madre por parte de sus parientes muggles y no puedo estar parada en una sala enfrentándome a las miradas de esas mujeres. Las reemplazaré por otras que haya pintado yo, que no nos juzguen, sino que nos inspiren.

No es un contratista, es solo un chico que…— si me muevo por la cocina es porque me siento nerviosa de este intento de presentarle a alguien a mi amiga ¡y que no se lo tome como que estoy emparejándola! ¡No! Tal vez lo piense así, por eso de que cuando una tiene novio, se da eso de querer ver que todos tengan su San Valentín particular. ¡Y no es así! Yo solo los presento… que tampoco es que tenga ideas románticas sobre nadie que no sea yo… —Uno muy mono, alto, con rulitos negros, muchos rulitos negros. Así, con un mentón interesante. Un poco flaco si tengo que ser honesta, pero hay quienes te dirán que eso lo hace ver elegante…— raro decir esto sobre un chico que fue esclavo, y es que tal vez si todos hubiéramos nacido en circunstancias distintas... —¿Te acuerdas de ese chico que se metió lengua con Holly en el juego de la botellita? ¡Pues ese! Y oye, que yo no escuché que Holly se quejara luego…— lo dejo como un comentario al pasar cuando escucho que alguien toca el timbre, ¡que funciona! Con un pitido horrible que hay que arreglar, pero suena. —¡Llegó el contratista!— corro a la puerta antes de que Mimi me lance un immobilus.
Anonymous
James G. Byrne
Fugitivo
No me esperaba una invitación de Synnove a su casa, pero en vista de que me ha dicho que necesita ayuda con algunas cosas en medio de la mudanza, no veo por qué negarme. Además, tampoco es que me caiga mal como para privarla de mi ayuda y… ¿Qué otra cosa mejor tengo para hacer? No voy a pasarme la tarde mirando como Hero y Sage se dan besitos en el sillón y tampoco tengo ganas de pedirle a Ken que me ayude a terminar de leer una novela, así que… Synnove será. Puede ser entretenido, quién sabe, quizá consiga así que Mimi me diga más que dos palabras al pasar en situaciones en las cuales estamos rodeados por más de diez personas extra. Sí, sé que es un capricho infantil y de seguro no tenemos nada en común, pero después de una vida de encierro creo que me merezco preocuparme por estupideces.

Cuando llego a la casa, doy unos pasos hacia atrás para admirar la fachada y chequear que no me he equivocado de dirección. No, parece que es esta y se la ve bastante abandonada, a pesar de tener las ventanas abiertas, de seguro para dejar que el aire corra. Vuelvo a dar los pasos que me acercan a la puerta, toco el timbre y me quedo con las manos en los bolsillos, oyendo como alguien viene hacia mí y la puerta, finalmente, se abre para mostrarme a Synnove y toda su rubiendad. No me queda más que sonreír — ¿Contratista? — pregunto con curiosa diversión, al menos que haya oído mal — Creo que no soy ningún contratista, pero si te doy de ayuda… — hago un movimiento de la cabeza para pedir permiso y me adentro en su casa, la cual luce clásica, por no decir antigua. Giro sobre mis pies al echar un vistazo, muevo un poco la nariz porque creo que aún tiene polvo pero, en general, parece bonita — ¿En qué quieres que ayude? Tengo todo el tiempo que necesites… — vaya la obviedad. Me ahorro cualquier otro comentario porque me percato de Mimi, a quien la saludo con un gestito de una mano y los labios apretados simulando una sonrisa — ¿Qué tal? — despreocupado, así debería ser, nada de tonterías.
James G. Byrne
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Bloom where you are planted · Priv.  19FbU8k
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Mimi J. Johnson
Consejo 9 ¾
- Porque yo no estoy lista para esos compromisos, y como mucho adoptaría un perro. - Creo que he llegado a un nuevo punto de madurez cuando no hago el chiste de que con Kendrick completamos la familia por su condición de animago. Aunque creo que también tiene que ver con el hecho de que últimamente me siento curiosa sobre ese tipo de magia como para seguir burlándome al respecto. Ya veía que mi forma animaga era una mariposa o un hámster y tendría que tragarme mis palabras. - Prefiero que disfrutemos los primeros años de matrimonio a decir verdad. Ahora hay que remodelar nuestro nuevo hogar. - Me limpio una lágrima imaginaria del ojo y luego me río. Sobre todo porque me da la razón con el horrible, de verdad espantoso papel que forraba las paredes. - Si quieres podemos quemarlos en la hoguera también, debe haber un infierno para retratos de personas indeseadas también, ¿no? - Gracias al cielo yo no tenía ni retratos de esos, ni familiares indeseables en sí. Que Ben tenía sus cosas, como todos, pero era un buen primo cuando nos acordábamos que éramos familia.

- Kyle o James. - Consulto cuando comienza con una descripción que me hace mirarla con la ceja levantada y la incertidumbre pintada en la cara. ¿Qué se trama? - James entonces. - Confirmo cuando dice lo de la mandíbula y la delgadez de la persona en cuestión. ¿Acaso está tratando lo que creo que está tratando? - Sé que parezco una amargada antisocial el noventa porciento del tiempo, pero tampoco tanto como para no recordar sus nombres. - No había tenido una charla corazón a corazón con Jim, pero tampoco era tan despistada.

- Cambié de opinión. Lo primero que hay que sacrificar es ese timbre. Alguien tiene que liberarlo de tanto sufrimiento. - El chirrido que hace es espantoso, así que terminaré por revisarlo, o cambiarlo por alguno nuevo. Los timbres son lo más sencillo del mundo, y con algo de magia podían ser incluso que hasta divertidos. - ¿Qué tal? - Imito su saludo con el gesto incluído cuando el muchacho se percata de mi presencia, y niego con la cabeza al creer que entiendo las intenciones de mi amiga. Ya que… - Tal vez te arrepientas de haber dicho eso luego. ¿Cómo te llevas con el papel tapiz? Porque esto se va a convertir en una masacre.
Mimi J. Johnson
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Invitado
Invitado
No es que haya perdido las esperanzas tan pronto… pero acabo de perder todas las esperanzas. No hay fuegos artificiales en medio del pequeño vestíbulo con la escalera que lleva al otro piso, ni tampoco de pronto surgen flores y enredaderas del papel tapiz que mi amiga odia con todas sus entrañas. No, lo que queda es el eco horrible del timbre en mis tímpanos y ese presentimiento de que esto no va a funcionar. ¡Acabo de hacer el peor emparejamiento del mundo! Abro mis brazos lo largos que son para indicarle a Jim que tiene libre acceso a todos los pasillos de la casa para que pueda seguir a Mimi en lo que será recordado como la Masacre del Tapiz en nuestros calendarios, así yo puedo tirarme en los escalones a llorar porque esto no es lo mío. —Pueden comenzar sin mí, yo iré a buscar los marcos de retratos del ático que nos servirán de leña para la hoguera del infierno… Siéntete como en tu casa, Jim— digo y muevo mi barbilla para alentarlo a que la siga a la cocina.

Que no voy a llorar sobre ninguna escalera, no tengo expectativas irreales sobre presentarle alguien a Mimi, ella sabrá si quiere, cuando, con quién, en qué términos y se procurará sus propios medios, no necesita de mis artimañas de película. Estoy a tres escalones de llegar al piso superior cuando el grito de agonía del timbre me obliga a taparme las orejas, demasiado pronto después del dolor del timbre anterior como para repetir el sufrimiento. —¡YA VOY! ¡POR FAVOR, YA VOY!— grito, quien sea que esté del otro lado de la puerta, que aparte su dedo del botón. Corro tan a prisa que los últimos dos peldaños los salto para caer sobre la alfombra de la entrada y tiro con fuerza de la puerta, una de mis manos se apoya en el marco por tener el pecho agitado debido al sobresalto. —¿Si?— pregunto, ¿qué más puedo preguntar? Miro de arriba abajo al hombre que está en el portal y como muchos vecinos del distrito nueve, su cara todavía no se me hace familiar. Hay algo vago en sus ojos, me da un indicio de algo, que no logro capturar. —¿Necesita algo?— consulto, tal vez sea alguien que está buscando a Mimi o no sé, se le perdió el gato.
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Wilhelm F. Schumer
Miembro de Investigación
Lo admito, realmente llevaba tiempo sin aventurarme en la vieja casa familiar, pero con tanto movimiento en el distrito consecuencia de la nueva… ¿podríamos llamarlo jurisdicción? no sabía qué esperar al respecto. Había escuchado que estaban entregando las casas de la gente que se iba, y si bien yo estaba bastante cómodo en el lugar en el que me encontraba, no sabía si quería dejar un legado familiar en manos de cualquiera. Si la nueva política era la de regalar el terreno, cuando menos podía decir algo al respecto cuando técnicamente, la casa era una herencia.

Aparecerme allí toma segundos, y pese a que el día estaba bastante caluroso, podía meter las manos hasta el fondo de los bolsillos de mi largo abrigo en lo que examinaba la fachada. Se podía escuchar el movimiento dentro, era obvio que ya había gente instalada así que, en los pasos que me toca llegar hasta la puerta, decido optar por la salida más civilizada. No recuerdo haber tocado el timbre desde que era un crío, pero demonios qué ese no era el sonido que solía hacer. ¿Quién había inventado esa tortura? Los gritos de una muchacha logran escucharse desde dentro y retrocedo un paso en lo que espero a que me atiendan. Los ojos con los que me encuentro no son precisamente los de algún desalineado ocupa que quisiera aprovecharse de la situación, así que mientras que eso me llena de alivio, hay algo en su mirada que me genera inquietud. - Buenos días, mi nombre es Wilhelm Schumer, tenía intenciones de ver qué tipo de personas habían venido a ocupar la casa familiar. - ¿Había sonado muy mal? Tal vez había sido muy directo. Fuera del consultorio mi relación con las personas era algo que todavía tenía que aprender a desarrollar para no mostrarme demasiado imponente. - Perdón por la brusquedad, ¿tú eres?
Wilhelm F. Schumer
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James G. Byrne
Fugitivo
¿El papel tapiz? Me giro para poder plantarme frente a las paredes, esas que se ven bastante perdidas en el tiempo. Me imagino que algo así jamás se vería en las mansiones de la isla que tan acostumbrado me tienen a otro estilo, mucho más moderno — Jamás he hecho nada por el estilo, pero se ha salido en algunos extremos y eso debería hacerlo mucho más sencillo de quitar. ¿No? — me aventuro, dando algunos pasos hasta detenerme frente a una de las paredes. Huele a humedad y a polvo, intento disimularlo a pesar de que me es inevitable el mover la nariz — No te preocupes, Syv — le anuncio, moviendo mis hombros en lo que me quito la chaqueta para poder poner manos a la obra. La lanzo sobre uno de los muebles para sentir que podré moverme con mayor facilidad, echándole un vistazo a la cabellera rubia que desaparece de la vista. Bien, podré hacer esto, se supone que estoy aquí para ayudar.

Aún así, es la primera vez que estoy a solas con Mimi y, siendo sincero, no nos conocemos tanto como para sentirme completamente cómodo. Cuando la observo lo hago con cierta duda, hasta que acabo por forzar una pequeña sonrisa — ¿Nos ha dejado solos a propósito? — así es como definitivamente no empiezas una conversación, pero no puedo evitar sentir esa pequeña duda — Sé que no soy la mejor de las opciones para este trabajo, cuando hay personas que tienen… bueno, magia — como ellas, para variar, aunque no sé si existen hechizos para estas cosas. Sacudo la cabeza con un chasquido de la lengua y me acerco a la pared, estirándome todo lo alto que soy para poder tomar el papel saltado de uno de los extremos y, sin más, comienzo a tirar. La primera parte sale fácil, luego tengo que ir teniendo un poco más de cuidado para no romper nada que no debería — ¿Quieres usar este tiempo para sacar todo el papel o montarle una broma a Synnove? No puedes negarme que es tentador — dejo caer las tiras, poco a poco, al suelo. Cuando jalo de un trozo bastante grande, me giro hacia ella, deteniéndome por un momento — Lo que hiciste el otro día fue genial. Ya sabes, eso de… la computadora y hacer caer el sistema — uso la mano que tengo libre para mover mis dedos en el aire con un “puff” que, si me lo dicen a mí, eso sí pareció hecho como por arte de magia.
James G. Byrne
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Bloom where you are planted · Priv.  19FbU8k
https://www.themightyfall.net/t8231-byrne-james-gabriel
Mimi J. Johnson
Consejo 9 ¾
- No sé si alguna vez has visto el como nos retratan a las brujas en los cuentos muggles, pero te aseguro que esto de la hoguera es una excepción. - Que si me ponía analizarlo desde otro punto de vista, con Syv debíamos parecer unas locas sádicas a punto de iniciar algún tipo de ritual satánico. Al menos James no parece encontrarlo totalmente extraño y hace notar lo que creo que debe ser algo lógico. - Nunca he hecho esto, pero supongo que tienes razón. Menos mal que los dos somos altos, quiero estar la menor cantidad posible sobre esas sillas hasta no terminar de apuntalarlas a todas. - Creo que salvo por la bañera, no confiaría en ninguno de los muebles hasta no probarlos como correspondía.

- ¿Tan obvia es? Uno diría que para estas alturas podría tratar de ser más sutil. Antes de que vinieras ni siquiera quería decir quién eras. - Estaba mandando al frente a mi amiga, yo lo sabía. Pero ella misma me había metido en este enredo y si me hundía, la arrastraría conmigo. - La magia está sobrevalorada, estuve casi tres años sin varita cuando me escapé y descubrí que hay muchas cosas que uno puede hacer sin ella. - Estoy segura de que no me habría vuelto tan buena con la tecnología si solo dependeiera de la magia. Había muchas cosas que el “reparo” podía solucionar con un simple toque de varita, pero el meterse dentro del objeto, desarmando parte por parte hasta poder entender como funcionaba cada pequeña pieza y el por qué debían estar donde estaban… Era ciertamente mucho más gratificante y había terminado por aprender muchísimo más.

Imito su acción y tironeo de uno de los papeles que cuelgan hasta que el sonido que hace al romperse y despegarse de la pared suena como música para mis oídos. Si no me río como una maniática es por simple decencia, pero ganas no me faltan. - La broma implicaría papel tapiz, un hackeo tecnológico o algo más. Porque sí, supongo que pudo parecer genial pero el verdadero trabajo lo tuvieron ustedes allí dentro. No… no creo que sea buena peleando, así que prefiero atenerme a lo que sé. - Me encojo de hombros y tironeo de otra gran sección de papel. Al menos esto avanza rápido.
Mimi J. Johnson
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Invitado
Invitado
Algunas veces, se necesita solo de una pieza para visualizar toda la composición del rompecabezas. Esa pieza es el apellido con el que se presenta el desconocido parado en el umbral de la puerta de entrada de la casa de mi abuela. Un apellido que lo asocio con una única persona en todo el mundo, el rostro de mi madre con una sonrisa que apenas se insinúa y una tirante coleta que mantiene limpias sus facciones de sus mechones rojizos, un tono de cabello muy distinto al del hombre alto, que si en algo le veo un repentino parecido es el color de sus ojos. Algo muy vago, ni siquiera es el mismo azul.

Mi madre nunca colocó fotografías a la vista de su hermano, si lo conozco es por los ratos de hurtadillas de estar revolviendo las cosas de ella, así como me inmiscuía en la oficina de mi padre, en algo tenía que pasar mis largas horas de soledad en el departamento del Capitolio. El bebé de cabello negro creció para ser este hombre al que tengo que sostener la mirada levantando un poco mi barbilla. —Yo soy Synnove Lackberg— me presento, con la misma formalidad que usó él. —Synnove Amalie Lackberg Schumer, supongo que su sobrina— y tengo el descaro de tenderle mi mano para cumplir con todo el protocolo de esta presentación a destiempo, aunque lleve un jardinero viejo y no el atuendo más elegante, lo que provocaría la desaprobación de mi madre seguramente. —Así que puede quedarse tranquilo, la casa de la familia está ocupada… por la familia— uso mi otra mano para señalarme a mí misma.

¿Quiere pasar?— le ofrezco, y me retracto al segundo siguiente, salgo al portal para cerrar la puerta a mi espalda. —Mejor no, no interrumpamos mis intentos de casamentera que de por sí son bastante lamentables. ¿Quiere acompañarme al invernadero?— propongo en cambio, también hay cosas ahí que tienen que moverse de lugar y es más entretenido con compañía, aunque esta me surja más desconfianza que comodidad. —Tenía entendido que esta casa la heredó mi mamá, es quien vivió con la abuela Ada por muchos años. ¿Viene seguido? Se veía bastante descuidada— no lo estoy acusando de nada, es puro recelo de sus intenciones de presentarse repentinamente
Anonymous
Wilhelm F. Schumer
Miembro de Investigación
Creo que tomo su mano antes de poder entender que debería conocer a la rubia que tengo delante, y pese a que reconozco su nombre, ni siquiera puedo reconocer a su madre en sus facciones. No cuando he pasado años, décadas enteras tratando de evitar a esa mujer. ¿Lackberg era? Había olvidado incluso que ese era su apellido de casada, y si sabía que tenía hijos era por simple casualidad y no por un interés real de mi parte. Uno que ahora mismo pica y molesta al tratar de entender… lo que sea.

No es común el mantenerme falto de palabras en cualquier tipo de ocasión, y para ser alguien que se ganaba la vida al aconsejando a las personas, no estaba encontrando ningún consejo que pudiese servirme en estos momentos. No estaba acostumbrado a lidiar con situaciones personales ya que… bueno, no tenía muchas situaciones personales. Menos familiares.

Suelto su mano y abro la boca dispuesto a aceptar su oferta, pero enseguida me interrumpe de una forma en la que en verdad no esperaba. - ¿Casamentera? - Me encuentro queriendo comparar esa actitud con cualquier resquicio de Amalie que pudiera tener, pero no encuentro nada, ni el más mínimo ápice de conocimiento sobre mi hermana como para siquiera buscar similitudes. Era casi penoso a decir verdad. - Lo siento, la verdad es que nunca tuve muy en claro el tema de los papeles y la herencia. Desde que falleció mi tío he tomado la costumbre de venir de vez en cuando a controlar, pero no pensé en hacerle jamás ningún mantenimiento. ¿Has encontrado muchos problemas? - No me sorprendería si considerábamos el estado de la fachada. - Supongo que en el invernadero será entonces… ¿Cómo…? - No puedo terminar la frase. Incluso algo tan sencillo como preguntar por el estado de mi hermana hace que me pese la lengua y se me reseque la garganta.
Wilhelm F. Schumer
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James G. Byrne
Fugitivo
No puedo contener la sonrisa que le lanzo porque sí, creo que Synnove desaprobaría la materia de disimulación en caso de necesitar una nota — Era para que no te espantes en primer lugar — me lo tomo como broma, cuando no sé en realidad cómo debería tomarme todo esto de que alguien esté tratando de emparejarme con alguien como Mimi. Veamos, vamos a ser sinceros al respecto. Mimi es la clase de persona que me intimida. ¿Y cómo no iba a hacerlo? Tiene cerebro, de esos que me hacen mirarla desde lejos porque no comprendo la inteligencia de las personas prácticas y lógicas. Fuera de eso, siempre se ha mostrado amable conmigo y es, como un bonus, bastante hermosa. Ni en un millón de años pensaría en que ella podría darme pie a mí y a mi falso ego.

Menos mal que me da una excusa para seguir la conversación sin sentir que estamos en páginas totalmente opuestas — ¿A que sí? — le contesto, aunque no sé si me escucha porque elijo este momento para tirar del papel y al desgarrarse casi que produce un eco — Siempre he pensado que los magos subestiman demasiado a los muggles, cuando nosotros nos arreglamos con nuestras manos para poder suplantar a la magia. Muchos magos han demostrado ser bastante inútiles cuando no tienen una varita a mano… sin ofender — que ella misma acaba de admitir que la magia le facilita la vida, así que de seguro sabe de lo que le estoy hablando. Aunque me quedo un momento tildado en la clase de broma que podríamos jugarle a la rubia, toda intención se me va cuando siento que podría hundirme debajo del tapiz por culpa del bochorno — Bueno… Algunos no hicimos más que desmayarnos a la primera, así que… — lo único que hice ese día fue dar la cara, gritar un poco y caer, además de ponerla a Synnove de los nervios — Piénsalo así. Sin ti, hubiera sido imposible entrar y hoy no tendríamos las defensas que tenemos, así que date un poco más de mérito. Algunos sirven más para otras tareas que otros… — y algunos, no servimos para nada.

Me rasco la nuca, incómodo por ese pensamiento a pesar de que no es algo que quiera traer a colación con alguien a quien no le tengo toda la confianza en el mundo. Tampoco es que me guste verme como un perro mojado, para variar. Me centro en dejar caer unas cuantas tiras y me cubro la nariz con el dorso de un brazo porque, por un momento, el polvo me lanza de lleno el aroma a humedad. No lo soporto y estornudo, la primera vez con un sonido estruendoso, la segunda puedo controlarlo un poco más — Lo siento — murmuro. Paso el dorso de mi mano por mi nariz para quitarme la sensación de picor y tengo que parpadear para no sentir que se me llenan los ojos de lágrimas — Siempre termino estornudando cuando hay demasiado polvo, a estas alturas creo que debo ser un poco alérgico — las ironías del esclavo. Me giro, chequeando la puerta en lo que intento respirar normal a pesar de sentir que debo tener la nariz roja. Syv aún no regresa, pero me parece escuchar voces. Lo ignoro, porque una idea se me cuela en la cabeza como una pompa de jabón — Mimi… ¿Quieres salir a tomar algo conmigo un día de estos? — ni siquiera lo pienso, así que cuando la miro creo que mis ojos se ven más sorprendidos de lo que deberían — Ya sabes, solo tomar algo. No como… — la señalo y me señalo, que creo que va a entenderme.
James G. Byrne
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Mimi J. Johnson
Consejo 9 ¾
Estoy convencida de que mi cabello se ha convertido en una especie de torta espolvoreada o algo parecido, porque si bien la pared es lo suficientemente firme para no andar perdiendo el yeso, sí cae sobre mí todo el polvo acumulado a medida que voy tirando del papel. No es que tuviera malas intenciones, pero le recomendaría a la rubia que la próxima vez que se le ocurriese hacer de casamentera no fuera cuando estaba vestida con ropa zaparrastrosa y cubierta de polvo. - Pffff, como si fuera a espantarme. Syv me conoce, supongo que debe andar frustrada de que lo de Dave le salió mal y quiso probar otro enfoque. - Me encojo de hombros en lo que tironeo otra tira de papel y observo con gusto que el progreso es mayor al que esperaba. Si tenía suerte antes de que terminase la tarde todas las paredes estarían sin los horrores que antes las cubrían.

- Ya, suplantar…- No diría que suplantar, podían habérselas ingeniado, pero en mi opinión era la combinación de la magia y la tecnología humana lo que era el punto cúlmine de la evolución. No una o la otra, las dos. - No te digo que haya varios magos inútiles, pero cuando todos, indistintamente de la sangre que tengan, usan su ingenio y todas las herramientas que tienen a mano… - No lo sé, creo que mi ideal venía por ahí. El no confiarse ni depender exclusivamente de una sola cosa, el ser ingenioso y recursivo. - Vamos a dejarlo en que fue un esfuerzo conjunto. Lo importante es que todos tratemos aportar un poco de lo nuestro. Me doy el mérito que merezco, pero tampoco voy a ignorar mis puntos débiles.

Me sobresalto cuando su primer estornudo me toma por sorpresa, ya para el segundo solamente busco un trapo que tenderle, el cual sí tengo que limpiar con un movimiento de varita antes de entregárselo porque sino creo que acabará estornudando el triple. - Salud. - Le sonrío y como ya tengo la varita en mano, la uso para juntar todas las tiras que están en el suelo y recogerlas en una pila que van a parar a la esquina de la habitación. - Puedes decir cita sin que lo malinterprete, ¿sabes? - Extrañamente su pregunta no me toma por sorpresa así que la respuesta no me cuesta tanto como tal vez lo hubiera hecho en otra ocasión. - Así que sí, no me molestaría salir contigo alguna vez, como amigos. - Le aclaro con gracia a que haya tenido que hacer énfasis en eso. Sí, sí, tenía alergia al compromiso, pero no era un ogro que buscaba espantar a todo el mundo. - Solo como consulta, ¿lo habías hablado antes con Syv, o fue todo cosa del momento? - Es simple curiosidad.
Mimi J. Johnson
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Invitado
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Sí, ya sabe, el noble oficio de presentar una persona a otra por tener el convencimiento de que son la una para la otra y se amarán por siempre, por breve que sea ese "por siempre"— en serio… que lo digo en broma, hay una risa entrometida en cada palabra que suelto, ¡son Mimi y Jim! Mimi que no cree en nada de eso, Jim que lo cree con todos, si es que tengo que juzgar por el sentimiento que le puso a cada beso esa noche del cumpleaños de Ken. —¿Tiene esposa? ¿esposo?— pregunto de lleno, —¿le gustaría que le consiga una cita?— sigo riéndome, que declaré de entrada que mis habilidades son desastrosas para tal tarea y mientras hablo, lo que hago es medirlo de pies a cabeza para interpretar su sorpresiva irrupción en la casa de la abuela cuando tengo entendido que tanto mi madre como él, nunca han tenido la intención de presentarse en la vida del otro.

Relajo mi postura a la defensiva cuando su explicación llega, es más, su interés en saber cómo se encontraba la casa a mi llegada hasta podría tomármelo como un gesto amable de su parte. —Hay un montón de problemas por resolver, de todo tipo. Desde las paredes que son un desastre, ciertas cañerías que hay que cambiar, y no hablemos del cableado, es tan viejo que al enchufar lo que sea provoca un estallido… lo bueno es que tengo una amiga que conoce la solución a la mayoría de esos inconvenientes— señalo hacia la casa para que sepa que estoy hablando de aquella amiga a la que estoy, supuestamente, tratando de emparejar. El sendero de gravilla que lleva hasta el invierno está sucio de la escarcha de las mañanas, lo pateo con las puntas de mis botas al ir avanzando, luego me encargaré con más esmero de limpiarlo.

¿Sí?— pregunto cuando deja su interrogante a medio hacer. —¿Cómo está el invernadero? También está hecho un desastre, hay ramos de hierbas que quedaron secándose y nadie nunca los recogió, hay un montón de hojas secas para ir sacando fuera. Nunca se me han dado bien las plantas, salvo cuidar las que pueden subsistir por sí mismas, pero estoy muy emocionada de poder recuperar el lugar favorito de la abuela Ada y mamá. Ella me contaba que pasaban horas ahí, es extraño los sitios donde las personas encuentran sus pasiones, a ella en verdad le apasionaba trabajar con plantas… a mí me gusta pintar, podría dedicarme a la ilustración botánica. ¿Y usted? ¿Cuál es su pasión?— hablo sin parar y con mi brazo empujo con fuerza la puerta de cristal para que podamos entrar, los bordes son de una madera pesada y humedecida por los años, bastante estropeada también y por eso cuesta moverla.
Anonymous
Wilhelm F. Schumer
Miembro de Investigación
Es imposible que no se me escape una sonrisa con la definición que Synnove da al término “casamentera” y me encuentro extrañamente negando con la cabeza al encontrar gracia en sus palabras. - Ya estuve casado, no hace falta de verdad. Agradezco el ofrecimiento, eso sí. - Uno que sorprendentemente, no era la primera vez que escuchaba de parte de alguien que llevaba poco de conocerme. También de parte de las personas que llevaban bastante de conocerme, la señora Fairfax a unas pocas casas de distancia de la mía, se empecinaba en meterse en mi vida (y en la de todo el mundo) con el propósito de encontrar a alguien nuevo. No gracias, paso.

- ¿Puedo tomarme el atrevimiento de preguntar si te pongo nerviosa? Porque con tan poco tiempo de conocerte no puedo evaluar si tu verborragia es una condición común de tu carácter o solo se da en situaciones de estrés. Preferiría que fuera lo primero a decir verdad - Me cuesta seguirle el hilo hasta el punto en que, si fuese una de mis pacientes y todas las sesiones se comportase de la misma manera, probablemente recomendaría al menos cinco miligramos de diazepam o pociones estimulantes. - Soy psicomago, o al menos esa es la profesión que que ejerzo. Técnicamente hablando soy psiquiatra y pocionista también, pero me temo que salvando un par que implican la botánica, no conozco muchas cosas que puedan servir para todos los arreglos que quieres hacer. - No sabía hasta qué punto la magia misma le serviría para eso. Iba a preguntar cómo se encontraba tu madre en realidad, llevo literalmente décadas sin saber nada al respecto de ella y, si bien me pareces una jovencita encantadora, me hallo ciertamente curioso.
Wilhelm F. Schumer
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Invitado
Invitado
Ya estuvo casado, me lo apunto como nota mental, sé que tendré que revisar el expediente de este hombre que al parecer es tío mío cuando le comente a Mimi de su visita y entre ambas tengamos que esclarecer los motivos que lo han traído hasta aquí. Golpeteo la palma de mi mano con las puntas de los dedos de la otra, cuando tengo que dar la cara a esa pregunta cuya respuesta no será la que prefiere. —Prefiero ser honesta, aunque eso le traiga una decepción, mejor comenzar así que descubrirlo después. Lamentablemente, es un rasgo de mi carácter…— se lo tengo que decir, de verdad, a la larga no es algo que se pueda ocultar y si no hace oír su propia voz podría estar horas divagando sobre un tema que me emociona, y por cierto, el invernadero es un tema del que me emociona mucho hablar, creo que por toda la carga emotiva que está puesta en este sitio que se ve sucio y ruinoso, no obstante conoció tiempos mejores que espero poder devolverle.

Está claro que es el hermano perdido de mi madre cuando me dice a qué se dedica, presiono mi dedo índice contra mis labios, como si me obligara a mí misma a callarme, no es así, solo estoy pensando profundamente en la ironía de sus personalidades. —Es una profesión muy apasionante, por lo visto esta familia tiene los intereses más diversos…— comento, si me veía a mí y a mi madre como extremos distintos, puedo colocar al tío Wilhelm en otra punta para conformar este extraño triangulo de singularidades. No voy a entrar a preguntarle por sus casos, ni ahondar en lo complicado que es tratar de comprender las mentes humanas. —No se preocupe, Mimi puede encontrar las soluciones del mundo por nosotros…— lo digo así porque hasta ahora se ha mostrado amable, pero no sé si interpretar su visita como una invasión a este espacio. —Mamá… ahora está de viaje con papá, así que por un largo tiempo no creo que los veamos—  comento, lo dejo ambiguo por ser lo más impreciso de mi vida en este momento. —Ella… fueron muchas décadas, si digo que estaba bien no sería del todo cierto, la verdad es que la pasó mal. Muy mal. Un psicólogo con quien hablar le hubiera venido bien desde hace años y tal vez— camino dentro del invernadero toqueteando las hojas marchitas que tengo al alcance de los dedos, —un hermano también. Estuvo sola por mucho tiempo, incluso cuando nací yo. Mamá era de esas personas que están solas en sí mismas. Y, ante cualquier duda, sí, soy su hija… sé que no nos parecemos y suelen surgir dudas de si soy adoptada, créame con que lo pregunté alguna vez, y está confirmado, soy su hija— levanto un mechón de cabello rubio con mis dedos.
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James G. Byrne
Fugitivo
Puedo esconder la expresión de grata sorpresa detrás del trapo, a ver si encima acaba por delatar mi grado de idiotez el no poder prever que una chica como ella aceptaría el pasar un rato conmigo, aunque sea solo para beber una cerveza — Lo sé, pero prefiero dejar las cosas en claro para no prestarse a confusiones — que vivir con Hero me está volviendo un poco paranoico cuando se trata de relaciones. Ok, decidido, no le diré absolutamente nada a la colorada de todo esto. Sacudo el trapo para quitarme la sensación molesta en la nariz y lo hago un bollo entre los dedos.

No me esperaba esa pregunta y, siendo honesto, tengo que irme hacia atrás en el tiempo mental para poder recordar si he mencionado algo de mis salidas o Mimi en particular a Synnove; nop, no que recuerde — Fue su idea — declaro, con la extraña sensación de que en verdad, no tengo memoria de haber hablado de esto — Pero la verdad es que ya había pensado en invitarte a salir, así que tengo que darle las gracias por darme la excusa — ahí creo que me estoy pasando de sincero, camuflo la incomodidad con una sonrisa de labios apretados y le doy la espalda para continuar con el trabajo. Bien, pudo ser peor.
James G. Byrne
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