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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    The Mighty Fall
    Ambientación
    Sala Común de Gryffindor
    Se encuentra detrás del retrato de la Dama Gorda del séptimo piso. Para entrar hay que decirle una contraseña al retrato, y éste se moverá a un lado. Detrás hay un agujero circular que lleva a la sala común de Gryffindor. La habitación está llena de sillones esponjosos, mesas, y un tablón de anuncios en el que se pueden colgar noticias escolares, anuncios, lista de objetos perdidos, etc. Hay una ventana que mira a los terrenos de la escuela y una gran chimenea que ocupa gran parte de una pared. De la sala común salen dos escaleras que llevan a los dormitorios de Gryffindor: de chicas y de chicos.
    Torre de Gryffindor - Séptimo Piso
    The Mighty Fall
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    Invitado
    Invitado
    Con Ava Ballard

    La lagartija de la profesora Ehrenreich había sido asesinada, y no, no me refiero a la profesora Ehrenreich en sí, sino a su mascota. Se supone que las lagartijas solo pierden sus colas cuando las pisas, ¿por qué esta se murió? Me había convertido en cómplice del crimen y agravé mi situación al sugerirle a Ballard que cambiemos al cadáver por una lagartija igual, que pudiera estar vivita y coleando dentro de la pecera de la que nunca tendría que haber salido en principio. ¿Qué no había un hechizo para eso? Y, ¿qué más difícil puede ser que encontrar una lagartija en los terrenos? Que esta criatura colabore con la suplantación, que acepte la vida cómoda que le ofrecemos dentro del castillo, ¡y no huya a la primera oportunidad!

    No puedo creer que esté encubriéndote en tu crimen, Ballard— mascullo entre dientes. Si tuviera que escuchar a la voz insistente de mi prima en la cabeza, la entregaría a la profesora diciendo que fue quien dejó a Anastasia Toskya tan aplastada como una estampilla por no mirar por donde pisaba. —Y que esté arrastrándome por tu culpa— literalmente, estoy echado boca abajo en la alfombra para tratar de alcanzar a la lagartija que está debajo del sillón.

    Casi que toco su piel escamosa cuando sale corriendo a toda velocidad con sus patas cortas hacia donde no puedo ver, es tan veloz que me doy por vencido. Giro sobre mi cuerpo para quedar con la vista al techo y bufo haciendo temblar mis labios, ¡por favor! Me incorporo sacudiéndome el polvo de un uniforme que a estas alturas del día está bastante desarreglado, ¡ah, cierto! Está así desde las diez de la mañana cuando me saqué la corbata porque me da sensación de asfixia. Estoy declarándome derrotado de esta empresa cuando vuelvo a divisar la figura de la lagartija, esta vez entrando al pasillo que da a las habitaciones. —¡Ahí está! ¡Atrápala!— grito. ¿Por qué me molesto siquiera? —Ven, aprovechemos que todos están en la cena y tratemos de atraparla antes de que alguien muera del susto en la madrugada por sentirla caminar en la cara—. Es fácil saber dónde se habrá metido porque la primera puerta entreabierta que encuentro es la de los chicos de séptimo. —Sólo venimos a buscar a la lagartija, no te distraigas husmeando cajones— se lo recalco, bien recalcado.
    Anonymous
    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    Con Colin Weynart

    Ya me había cambiado de zapatos, y pese a que probablemente quemaría los anteriores, todavía no me podía sacar de la mente la sensación horriblemente viscosa y el pequeño crack que había generado el cuerpo de la lagartija, - ¡Fue un accidente! - Colin podría acusarme todo lo que quisiera, pero jamás asesinaría a propósito. Había sido una cosa pequeña y yo, por primera vez alguien demasiado grande. - Y tú fuiste el que sugirió cambiarla. ¿No que sería sencillo? Pues te aguantas. . Y sí, probablemente no estaba siendo demasiado justa, pero tanto como él podía acusarme, yo podría hacer lo mismo con él.

    De todas las criaturas a las que podía matar por accidente ¿por qué había sido a la mascota de Ehrenreich? Esa mujer ya me tenía la suficiente poca simpatía como para sumarle otra razón más a la interminable lista que podía tener para castigarme en plena temporada de quidditch. El deber de Weynart como miembro del equipo, era garantizar que Gryffindor estuviese en su mejor momento y sí, humildad aparte, eso me incluía. Podría odiar a su prima y discutir con él más veces que las que no, pero nadie negaría que nuestro equipo era el mejor. No era culpa mía si Ehrenreich tenía en su casa a jugadores como Hans Powell.

    El grito de Colin me sobresalta y termino golpeándome la la coronilla contra el borde de la mesa bajo la cual estaba buscando. ¿Por qué el bicho era tan escurridizo? Lo sigo por el pasillo que lleva hasta los cuartos de los chicos, y trato de no bufar cuando me habla nuevamente. - Oh por favor, mi hermano cursa en tu año ¿Crees que me interesa lo que puedan tener en sus cajones? - La respuesta era sí. Cale era un aburrido e incluso a sus dieciséis años las hormonas eran agentes extraños a su cuerpo. ¿Qué clase de adolescente tiene una calculadora en su mesita de luz? - ¿Y si dejamos que eso suceda? - Consulto retomando su frase anterior en lo que me arrodillo para buscar por debajo de una de las camas. ¿Pero qué? Sabía que los elfos limpiaban, allí no había una sola mota de polvo pero... ¿Cómo podían tener un desorden tan limpio? - Me refiero a lo del susto. Siempre podemos callar y dejar que los rumores de una lagartija escurridiza se esparzan.
    Ava E. Ballard
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    Invitado
    Invitado
    Con Ava Ballard

    Un asesinato por accidente y suplantación de identidad entre lagartijas, veo hacerse más extensa mi lista de crímenes cuando me sugiere que también hagamos de esta lagartija que se escurre un motivo de susto entre nuestros compañeros. —Eres una mala influencia, ¿lo sabes?—. Dibujo un círculo en el aire con un dedo, en el cuál queda dentro. —Puedo verlo, estás arrastrándome a una espiral de la que no podré salir y pasaré mis tardes contigo limpiando trofeos de gente que sí jugo quidditch porque no anduvieron castigados ¡en plena temporada de quidditch!— se lo señalo, ¡que es lo importante aquí! —Moriré si me pierdo esta temporada—. ¿Estoy siendo dramático? ¿Yo? ¡Para nada! —Y tendrás que sumar mi muerte a la de lagartija en tu conciencia.

    Seamos honestos, paso la mayor parte de mi tiempo en los terrenos, en algunas materias me han llamado la atención de una posible suspensión si sigo faltando para… dar de comer a bichos en los lindos del bosque. Me aburre historia, adivinación la tomo porque me han dicho que es fácil y me desespera que siempre me salgan los arcanos invertidos, en un duelo de prácticas acaba arrojándole mi varita a la cabeza de un compañero porque se me fue de las manos. ¡Ah, fue un golpe certero si me preguntan! Fue directo a la nariz. El quidditch es… básicamente todo, es por lo que cada septiembre me subo al Expresso de Hogwarts de buena gana. Aparte de eso, no hay mucho más que sea entretenido, salvo planear un susto de temporada con el duende rubio y maligno de Gryffindor…

    Pero tenemos que decir que es una lagartija mutante, esparcir ese rumor. Que una lagartija mundana no es la gran cosa— digo, haciendo mi aporte, dejando caer las sábanas que había levantado para revisar si el bicho andaba por ahí y vuelvo cubrir lo que parece ser una valija vieja. En un movimiento rápido recupero la sábana para alzarla de un tirón y retirar la revista que está aplastada por la valija. Me siento en el suelo a ojearla porque ni modo que me la lleve conmigo, el robo no quedaría impune. Y no, gracias, no seguiré colaborando con mi prontuario. —Es una historieta, antes de que pienses cualquier tontería— se lo aclaro a la chica, vaya a saberse por qué. Es uno de los primeros números, de los que ya no se conseguí, y tal vez… arrastro la valija que está escondida para sacarla, ni siquiera tiene seguro. ¡Estupendo! La abro sin dudar, que lo único que puede tener dentro son más comics.
    Anonymous
    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    Con Colin Weynart

    Se me escapa una carcajada ante su declaración porque bueno, no era la primera vez que escuchaba eso, pero sí era la primera vez que lo escuchaba de Colin Weynart. ¿Debía tomármelo a mal? Porque a decir verdad me sentía algo orgullosa. - Eres un dramático, Weynart. No van a castigarnos una temporada entera por culpa de una miserable lagartija. ¡Fue un accidente! ¿Como probarán que fuimos nosotros? - Que había sido yo, la culpa había sido mía pero, para su mala suerte, él ya estaba metido en todo este enredo. - Además, ¿has visto mi legajo? Si yo con mi historial todavía pude jugar todos los partidos de los últimos años, a tí cuando mucho te dan una palmadita en el hombro y te dicen que no te preocupes. - Estaba en sexto, y su reputación era mucho mejor que la mía sin lugar a dudas. Puede que no fuese el alumno más listo de todo Hogwarts, pero lo compensaba en deportes y en un relativo buen comportamiento.

    Mi caso era distinto, estaba en la cuerda floja pese a que el año tenía poco de haber arrancado. ¿Me lo había ganado? Puede ser, pero estaba calmandome y esto de verdad que no había sido intencional. ¡No era ninguna asesina! No castigaría a una pobre criatura solo porque su dueña fuese una víbora digna de su casa. - ¿Una lagartija mutante? Si se esparce ese rumor sí sabrán que alguien estuvo detrás del incidente. Deja que los de séptimo se asusten solos e inventen ellos un rumor propio. - Que si los conocía, probablemente no dirían nada en caso de haberse asustado, o la llevarían al ala de las chicas con un hechizo en caso de que la hayan encontrado al azar. Yo habría hecho eso al menos.

    - ¿No es porno? Que decepción… - Me río cuando vuelvo la vista a Colin y él se apura a defenderse de cualquier asumpción que pueda hacer. - Aunque bueno, a menos de que se trate de una revista de Patrick no hay nada que pueda interesarme de ese tipo de material de lectura. - O al menos creía que era Patrick el gemelo Penejota que tiraba para el otro lado. No es que fuese un gay declarado, pero era una de esas cosas que uno simplemente… sabía. Me acerco hasta Weynart ya desistiendo de la lagartija por completo y me tiro sobre la cama quedando boca abajo sobre el colchón. Mis manos soportan el peso de mi cabeza en lo que me asomo por encima del baúl que tiene abierto. - ¿En serio solo tiene historietas ahí dentro? ¿De quién es? - Ese tipo de información era valiosa en los baños, al menos nos servía de advertencia en el caso de que se quisiera conquistar a alguien en particular. - Dime que al menos hay una revista de quidditch o algo así, por favor.
    Ava E. Ballard
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    Invitado
    Invitado
    Con Ava Ballard

    No soy un dramático— me defiendo lo mejor que puedo y el gesto de llevar la palma de mi mano al centro de mi pecho me traiciona en lo que es la pose más dramática como ícono. Carraspeo así puedo bajar mi mano con disimulo, rompiendo la pose antes de que ella diga algo más. —Si me quedo sin quidditch será un año perdido en Hogwarts—, porque estudiar no está entre las prioridades, ¿verdad? Teniendo en cuenta que no pretendo trabajar en tribunales del ministerio o contando dinero mágico con los duendes de Gringotts, ¿quién necesita aprobar los EXTASIS? Podría meterme a trabajar en alguna reserva mágica y aprender allí todo lo necesario, claro, si no fuera porque mi familia iría a buscarme para sacarme de allí con un tirón de orejas, porque… ser un Weynart implica ciertas cosas. Puedo imaginar el silencio en la cena con mis padres si se enteran que fui complice del asesinato de la mascota de Ehrenreich y de fondo la risa entre dientes de Lily.

    Es posible que esté haciendo de esto algo más grande de lo que es, ¡la lagartija no medía más de diez centímetros! Y… —Eso es cierto, si estás aquí jugando quidditch en vez de hacerlo en Azkaban, estoy preocupándome por nada. Creo que al jefe de nuestra casa le importa más que pateemos víboras y águilas en el quidditch, a saber si tenemos cadáveres en el armario…—. ¿No nos pasa incluso a nosotros? No puedo decir que sea amigo de Ballard, Annie me colgaría de pelotas en los aros del campo si se entera que ando juntándome con… ¿la chusma? No, no, sé que Annie usó una palabra diferente, es solo que no la recuerdo en este momento. Pero somos parte de un equipo y con las camisetas puestas, defendería a Ballard de lo que sea para asegurarnos el triunfo.

    Y puesto que hay pocas pruebas que puedan asociarnos a la desaparición de la lagartija, si estamos de acuerdo, simplemente podemos dar por perdida a la nueva y callar la muerte de la primera. —Si eres quien acaba con la lagartija en la cara al despertar me reiré mucho— predigo, porque tira de mí y es más fuerte que yo, esta creencia inculcada por mi familia de que quien no sigue las normas, acaba por recibir su castigo. Tengo que reacomodarme el cuello de la camisa con un dedo porque es un convencimiento que también me afecta, ¿y si despierto con la lagartija metida en mi ropa? Pero seguir buscándola para remediar lo irremediable no tiene caso, trato de relajarme después de un suspiro de resignación y voy pasando sacando las revistas que encuentro dentro de la valija.

    Más historietas y más historietas…— hago el recuento, tirando una tras otra al suelo. Hay varias como las de ese mago que viaja en el tiempo con una máscara que le cubre el rostro, o la bruja que usa pociones para atacar a sus enemigos, una mujer muy inteligente y con un traje que le remarca las curvas. Si me preguntan, prefiero a Archer que se vale más de su destreza y su arma. —Hay una de gobstones— se la paso para que le eche un vistazo, —creo que es una valija compartida. ¡Ah! ¡Mira!— del fondo, muy bien ocultas por la pila de historietas, saco tres ejemplares que le muestro con una sonrisa ladeada. —El porno que no te interesa—. Pese a su declarado desinterés en estas, las coloco en el borde de la cama y le doy una palmadita a la portada como invitándole a que las revise. Saco de la valija una botella fina un poco más grande que mi mano. —No sé si es whisky de fuego, felix felicis o un poco de los dos. ¿Y esos son pedacitos de mandrágora?
    Anonymous
    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    ¿No era un dramático? Ajá. Si claro. Era como decir que yo no era una pajera. Ridiculeces no, por favor, que éramos gente… ¿grande? Bueno, tal vez grande no sería la palabra adecuada, pero al menos podíamos tener la confianza de saber que conmigo no hacía falta mentir. Siempre era demasiado directa para el gusto de los demás, pero al menos así dejaba los tantos en claro. Creo que la razón por la cual su prima y yo nos llevábamos tan mal, era porque ninguna temía el decirnos a la cara lo estúpida que nos parecía la otra. A mis ojos ella era una snob elitista que se creía mejor que los demás, a los suyos yo era una especie de salvaje que no valía ni la mitad de su tiempo. Los tantos claros, las rivalidades intactas.

    - Además de dramático, exagerado. - bufo y ruedo los ojos haciendo énfasis en mi acusación. ¿Azkaban? Había matado sin querer a una lagartija, no era un gran crimen; y si lo fuera, pues tendría que ser la asesina serial de mosquitos más buscada de toda la historia. ¿En qué demonios estaba pensando? - A riesgo de arruinar mi reputación, la mitad de las historias que escuchaste seguro son falsas. Duane me quiere, es cierto, pero que no ponga castigos de las puertas para afuera, no quiere decir que no haya tenido que limpiar unas cuantas aulas. - Echo era estricto, y si bien mis notas y mi desempeño escolar me dejaban con relativa ventaja, no significaba que el muy maldito me dejara pasar las cosas. Podría jurar que ese hombre tenía un tercer ojo. - Nada digno de Azkaban, te lo puedo asegurar. Ahora ya si tú tienes un par de cadáveres… - No me lo creería a menos de verlo, claro está.

    - ¿Qué tan nena crees que soy como para que me moleste una lagartija caminando por mi rostro? - Había caído tantas veces con la cara de lleno al lodo, que estaba segura de haber desarrollado una especie de inmunidad a cualquier tipo de insectos. Énfasis en insectos, porque no podía prometer  mostrarme muy valiente si el reptil intercambiaba lugares con un arácnido. - ¿Te has adentrado al bosque prohibido? Ahí prácticamente llueven.- En realidad no, eran contadas las veces que había pasado los límites de los jardines, y si bien había una que otra lagartija probablemente no las hubiese notado. Me preocupaba más el no encontrar telarañas. Podía aguantar alguna que otra, pero los rumores aseguraban que dentro del bosque había acromántulas, y no creía tener el estómago como para soportar eso.

    Elevo mis piernas y las balanceo en el aire, aburrida, en lo que Colin va descubriendo el contenido del baúl. - ¿Gobstones? ¿Pero de quién es ese baúl? - Ni me molesto en hojear la revista que me tiende y se la devuelvo con completo desinterés. - ¿Y encima es compartida? - ¿Había dos personas que eran igual de aburridas? Estiro mis brazos hasta que se escapan de la cama y dejo caer mi cara contra el colchón. ¡Estaban en séptimo!

    No levanto la vista cuando deja las revistas pornográficas a un costado, pero si lo hago cuando nombra el alcohol. - Oh, eso sí es más interesante. ¿Sabes qué es lo divertido? Creo que tanto el whisky como Félix producen el mismo efecto, la diferencia es que uno es ilegal en competiciones y el otro no. - Tal vez la poción te garantizara la suerte, pero por lo que tenía entendido, también te anulaba un poco los sentidos y te daba el coraje para hacer cosas que en otro momento no hubieses concebido siquiera intentar. - ¿Cómo puede ser que alguien que tiene historietas, revistas de gobstones y porno barato, pueda también tener whisky con mandrágora? Porque te aseguro que eso no es una poción. Nadie sería tan idiota como para tratar de alterar las propiedades del Felix Felicis. - Me incorporo como puedo sobre la cama y me muerdo el labio con anticipación. - Por favor… dime que no volverás a guardar esa botellita. Nunca probé whiskey con mandrágora. - Si conocía sus efectos por separado, ¿pero juntos? Me mataba la curiosidad.
    Ava E. Ballard
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    Invitado
    Con Ava Ballard

    No hay dramatismo sin un poco de exageración, no se lo digo porque sería casi admitir que lo soy, y bastante tengo con que Lily me acuse de serlo delante de otras personas, dándome una fama que acompaña a la de mis calificaciones a punto de caer en picada. Tengo mi entusiasmo en el quidditch para compensar esas cosas que se dicen de mí, que en realidad me importan poco, no es como si fuera afectarme y quitarme el sueño que Ballard tenga una opinión así de mí. Si en todo caso, esperaba que tuviera una peor porque no creo haber sido especialmente amable con ella cuando escuché a Annie criticarla más de una vez, si hasta creo que le di la razón un par de veces, y aquí me ven, hurgando entre historietas con quien si debo creer todas los rumores que corren, ha puesto un explosivos en el armario de Ehrenreich donde estaban unos exámenes en los que la mayoría estaban seguros que desaprobarían y que también lanzó una bomba de olor el día que el equipo nacional de quidditch jugaba contra Francia y queríamos escuchar la transmisión en la radio. —¿Yo? ¡No! ¡Claro que no!— me defiendo de su insinuación, porque sí, tal vez fui yo quien lanzó esa bomba de olor…

    Le echo una mirada para medir que tan nena es tan, y no puedo prenderme de su edad, porque sabemos que no se refiere a eso. Así como veo a mi prima tomando a la lagartija de la cola con una cara de asco, la veo a Ballard atrapándola con ambas manos sin que la piel escamosa le provoque repulsión. —No, no te asustarías— reconozco, —irías a ponerla en mi cara mientras duermo—. No sé por qué asumo esto, estoy encargándome por mi parte de empeorar su fama para agravar mi opinión sobre ella. Y me saca una carcajada hueca que me pregunte si he ido al bosque prohibido. —¿Ah, sí? ¿Cómo lo sabes? Porque no recuerdo haberte visto por ahí, estoy seguro que he llegado más lejos que tú—, que tampoco soy tan tonto como para meterme en los territorios más oscuros en los que se sabe que nadie sale, pero un vistazo no le hace mal a nadie y los claros del bosque son aburridos después de un rato, así que toca explorar.  

    Su desilusión por la revista de gobstones me hace encoger los hombros. —¿Por qué no te fijas? Tal vez sea una tapa falsa…— y al checarla tenga que acomodarla con las otras de porno que están apiladas a su lado. Salvo esas excepciones, el resto eran historietas y por muy decepcionada que esté Ballard del contenido de la valija, yo creo que volveré cuando los chicos estén a preguntarle si me prestan un par. Sobre gustos no hay nada escrito y yo puedo pasarme horas leyendo sobre héroes mágicos. Por muy sorprendida que esté, los chicos podemos hacer un rejunte de cosas tan dispares, no sé si no presta atención a su hermano o es que todavía no ha tenido novio. —Sea lo que sea, me da la impresión de que me provocará una intoxicación severa si la pruebo— tengo mis reparos con este líquido, y claro que ella no lo tiene, ¿podía ser de otra manera? Se la tiendo sin dudar, colocando la botellita delante de su nariz. —Adelante—, no lo hará, ¿verdad? Si no le asusta morir por intoxicación, al menos debería amedrentarla el mal gusto que seguro tiene. Sé que lo hará. —Si te da ganas de vomitar, sal de la cama— indico, que la verdad es que a mí también me da curiosidad, pero prefiero que sea ella quien primero lo pruebe. Claro que una menor no debería probar alcohol en la sala común, pero… no es tan nena. Nadie esperó hasta los diecisiete para probar nada. Y no puede ser felix felicis, ¿verdad? Solo un par de polvos que lo hacen parecer así, aunque el tipo de polvo que sea me da una desconfianza mayor. —A todo esto, ¿por qué una chica de... catorce creo, anda probando mandrágoras?— es la otra duda que me surge. —Ballard, en serio, no ayudas a hacer a un lado los rumores que dices falsos y me preocupa lo que puedan decir de mí si me ven contigo—, sólo estoy pensando en Annie al actuar como un remilgado que quiere huir de su mala influencia, pero sigo esperando con la botellita a que la tome.
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