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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    Hans M. Powell
    M. Meerah Powell
    6 participantes
    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    La primera nevada del año produce cierta sensación de silencio en el exterior, mientras las ventanas se empañan y la música no deja de sonar en la sala de estar, cuya iluminación se ve ayudada gracias a la chimenea encendida que me hace olvidar que nos encontramos en el distrito cuatro. Le doy un golpecito suave a la muñeca de Meerah para que apunte mejor la varita, porque la estrella que trajo para la punta del enorme árbol navideño que hemos conseguido con su tía le está quedando torcida y sé que no se lo perdonará luego — ¿No crees que le falta algo? — pregunto y me doy unos golpecitos en el mentón con la varita, hasta que intento probar algo nuevo y la sacudo para que las bolas brillen suavemente, cubriendo las zonas más apagadas de las ramitas — Bueno, podría verse peor — me resigno, está claro que no soy el de las decisiones estéticas en esta familia. El suéter que mi hija me regaló en cuanto llegamos a la casa de su tía lo puso en evidencia, porque resulta que se pasó semanas preparando un montón de prendas de Navidad para todos. No sé exactamente cómo tomarlo, porque es la primera vez que paso esta fecha en familia después de lo que creo que fue una eternidad y apenas pude darle las gracias antes de ponerme sentimental y echarle la culpa al alcohol que no he empezado a beber.

    Me paso una mano estirando la prenda nueva y agradablemente calentita al guardar la varita, giro en cuanto mi nariz reconoce que la mesa se va llenando y mi olfato no falla puesto que veo a Mohini pasar con una bandeja de no sé qué cosa, pero que se ve bastante bien. Tanto que hasta Charles, el novio de mi hermana, deja de acomodar la pila de regalos para ir a chequear qué es lo que se está perdiendo — ¿Por qué siento que tu madre será la estrella de la noche? — me excuso con subir el volumen de la música para murmurar cerca del oído de Scott, sonriéndole con expresión burlona al señalarle el muérdago que Phoebe ha colocado en el árbol — ¿Quieres que robe uno de esos para más tarde? — tengo toda la intención de hacer una insinuación que se siente demasiado fuera de lugar si consideramos que no estamos solos y no confío en que la música nos cubra, así que solo le estampo un beso veloz en la mejilla y me alejo para tomar uno de los bocadillos salados de la mesa. Es un poco temprano para empezar a cenar, así que conformaré a mi estómago con los platos de entrada. Me estoy llenando la boca con más de uno cuando Phoebe hace su aparición, así que tengo que tragar con algo de fuerza y palmearme el pecho para decirle lo que vengo queriendo comentarle desde que puse un pie en su casa hace menos de una hora — ¿Qué crees? — señalo su sala con un movimiento de la cabeza, seguro de que mis ojos reflejan la sonrisa que se me va asomando por las comisuras — Una Navidad digamos que completa. ¿Quién lo hubiera dicho? — desde luego, no nosotros. No cuando hace un año aún estábamos solos y no teníamos más que recuerdos, que ahora podrían ser reemplazados por memorias nuevas y, posiblemente, mucho mejores.
    Hans M. Powell
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    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    Bueno, esto sí que es raro. Y cuando digo raro me refiero al hecho de estar en una sala repleta de gente, celebrando Navidad como si lo hubiéramos hecho toda la vida, cuando lo cierto es que en esta misma habitación hay más extraños juntos que personas conocidas. El timbre no deja de sonar en lo que van apareciendo cada uno de los miembros que han empezado a formar parte, de alguna forma, de esta familia desestructurada que constituimos los Powell. Si bien no recuerdo la última vez que celebré las navidades con Hans, o mejor dicho, lo recuerdo demasiado bien por ser la última celebración, se siente extrañamente como en casa, a pesar de que soy consciente que nada tiene que ver con cómo eran las cosas antes. Quizás, eso último, sea para mejor, y quizás, solo tengo que dejar llevarme por un ambiente familiar que hacía tiempo no podía darme el gusto de formar parte al completo.

    Mi sobrina hace que sienta necesario subir a mi cuarto a cambiarme de parte de arriba cuando su aparición en la casa incluye unos jerséis navideños para todo el mundo, y casi tengo que obligar a Charlie a que se lo ponga entre malas caras, aunque creo que prefiere el suéter a las camisas que tanto odia. Me demoro un poco más en bajar cuando el resto de la familia ya se encuentra en el piso inferior, porque necesito de un minuto a solas para asimilar la situación que está por llegar y que incluye ser partícipe de una escena que ni en sueños podría haber imaginado. Me topo con la figura de mi hermano mayor al bajar las escaleras y adentrarme en el salón, pero a su comentario solo puedo responder con una pequeña curvatura de mis labios. — Yo desde luego que no, aun lo estoy asimilando. — Murmuro en respuesta, tomándome la libertad de rodear su cuerpo con mis brazos ante la posibilidad de que esto solo sea eso, un sueño. Para mi suerte ni se disipa ni se va, y su olor familiar me recuerda una vez más que sí está ocurriendo lo impensable después de tantos años en los que él no era otra cosa que una simple memoria de niña. — Feliz Navidad, Hans. — Digo con la cabeza aún hundida en su hombro, para segundos después separarme con una sonrisa.

    Me acerco a la mesa principal donde ya se encuentra Charles husmeando la comida que ha traído Mo y que de seguro está mucho más decente que la que he intentado preparar yo, y pellizco a mi prometido del brazo para que me atienda un segundo. — ¿No debería estar ya por la segunda copa? Que era tu tarea como cuñado el emborracharlo para que no le dé una embolia en la mesa. — Es un susurro que le lanzo para que solo se entere él, que con la comida de delante parece haberse olvidado de que tiene una misión mucho más importante: la de embriagar a mi hermano. — Venga, venga, ve a hacerte el interesante o algo así. — Le empujo por la espalda, añadiéndole a la mano que tiene libre y no ocupada por un sandwich una copa de vino que pueda ofrecer. No obstante, no puedo ocultar la risa que se me escapa cuando lo veo ponerme caras. Me giro hacia Mo que está apenas en frente de mí, disimulando con una sonrisa lo que acaba de pasar. — Huele de maravilla, Mo. — ¿Tengo la confianza suficiente como para llamarla por su apodo común? Creo que sí. Estiro un poco el cuello para alcanzar a ver la cabeza morena de Lara y encontrarme en contraste con la rubia de mi sobrina, a quien veo tratando de arreglar la estrellita encima del árbol.
    Phoebe M. Powell
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    Mohini R. Khan
    Ah, sí, por supuesto que iba a traer mi menú navideño al completo si se trata de una cena fuera de mi casa y en la que no voy a poder sacarme cosas de la manga. Además, que esta vez tengo más bocas que alimentar y más paladares a los que sorprender, así que más me vale poner todavía más empeño en que mis elaboraciones sean la créme de la créme. Como no iba a ser menos, aparezco en la casa de la hermana de mi yerno con una seguidilla de platos que pido muy amablemente a Lara ayude a acomodar en la mesa del salón, y como buena hija que es, no me hace ni puñetero caso y se va a besuquear con el padre de mi nieto, ¡que los estoy viendo por el rabillo del ojo, hombre! — Haaans, querido, he traído tu tentempié favorito, ¿no quieres venir a probarlo? — Canturreo en medio de la sala para llamar su atención y que despegue los ojos de mi hija por un minuto. Ah, que si van a ponerse en ese plan yo también puedo sacar mis cartas. A ver quién me dice que no con los humores que tengo.

    Eh, ¡tssss! — Le golpeteo los dedos con un movimiento veloz de mi mano para apartar la de un ratoncito que viene a husmear la comida de la mesa. — Bueno, venga, ¡pero prueba esos también que están más ricos, hombre! — Le digo al novio de Phoebe al momento de verle la cara de hambriento, que pronto aparece la mujerzuela y me lo manda para otro lado sin oportunidad a que le dé más de un mordisco. — ¡Y sabe aún mejor! ¿Quieres? — Le ofrezco del plato que le he tendido a Charles hace un segundo antes de que lo envíe a buscar al otro hombre, pero cuando su mirada se va hacia las demás mujeres de la sala tengo que posar el mismo enseguida y llevarme las manos a las mejillas. — ¡Meeeeeerah, tesoro! VEN AQUÍ QUE TE VOY A DAR UN BESO MÁS GRANDE QUE LA PANZA DE MI HIJA. — Que de momento no ha engordado tanto, pero qué va. Además, ya le he dado como más besos de los que podría ponerme a contar en una noche de festejos, pero que este jersey me ha hecho toda la ilusión del mundo. Me acerco para robarle un beso que le planto en la mejilla y la estrujo entre mis brazos, siendo que es de las pocas a las que puedo apachurrar bien por ser de mi mismo tamaño. — No sabes cuánto me gusta este jersey que me has hecho, ¡no sabes! — Sí, la vuelvo a estrujar después de darle como dos segundos de aire. — ¿Quién tiene hambre ya? — Espero que todos.
    Mohini R. Khan
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    Charles B. Sawyer
    Personal de Defensa
    Muy bien, no ha pasado ni una hora y ya estoy enfundado en un jersey verde botella con detalles pequeños de bastante buen gusto, pero que se siente un poco extraño porque lo ha hecho una niña con quien jamás he tenido algún tipo de trato y que de todos modos se tomó la molestia de que todos parezcamos una familia clásica de cuadro invernal. Me sorprende que nadie saque unas campanillas y se ponga a cansar villancicos, para variar. ¿No hay un tío gordo y bonachón que toque el piano? Tengo que entretenerme con los regalos para chequear que no falta ninguno, es bueno esto de que el bebé de la otra pareja (Porque son pareja… ¿No?) de la habitación todavía no haya nacido, porque no hay que esconderlos hasta fingir que ha aparecido Santa y eso nos ahorra muchas maniobras que, el próximo año, de seguro nos tiene a todos corriendo por las paredes.

    Y está bien, sé que la voz de Mohini llama a su yerno, pero yo también voy a husmear porque huele delicioso. No tengo idea de recetas rebuscadas porque estoy acostumbrado a los bollos llenos de grasa del once y tampoco sé una pizca de comida hindú, así que agarro algo que no tengo idea de qué es y me lo meto en la boca seguido de otra cosa en insistencia de la mujer, justo cuando Phoebe aparece y trato de no atragantarme por su réplica — ¿Ya? ¿No tiene el estómago muy vacío? — que creo que es la idea, así que tomo la copa que me entrega y le hago una mueca, esa que se mantiene en mi rostro en lo que me acerco a mi cuñado sin gesticularle a mi prometida que está loca y esto saldrá muy mal. Ya me vi siendo ahogado con esos buñuelos de vaya a saber qué cosa de forma casualmente accidental — Creo que tu suegra va a asfixiar a tu hija — es mi único comentario para llamarle la atención en medio del griterío femenino, porque parece estar muy entretenido pellizcando el pan saborizado. En cuanto sus ojos dan la señal de que me está prestando atención, le alcanzo la copa con demasiado ímpetu, tanto que por un segundo creo que se le va a caer de las manos. Lo que me falta, tener que caerle bien a un sujeto diez centímetros más enano que yo y que me mira como si de haberle tirado vino encima, me hubiese asesinado — Vas a necesitar de esto cuando Phee saque la colección de fotografías infantiles para humillarte, tómalo o déjalo — que es el riesgo de pasar la navidad en una nueva familia. De paso, mando al frente a mi novia y la incomodidad es tanta que, cuando oigo el llamado de atención de Mohini, me volteo con rapidez y me alejo de mi cuñado — ¡Yo! Deberíamos empezar a acomodarnos en la mesa, que hay comida para que nos estemos llenando hasta la madrugada. Meerah, el árbol se ve genial. ¿Por qué no disfrutas de un poco de… esto? — que parece agridulce por lo que veo pero tampoco sé que es cuando lo levanto para llamar su atención.
    Charles B. Sawyer
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    Invitado
    Invitado
    Mi madre será la estrella de la Navidad y yo una de las pelotas de colores del árbol— mascullo, mordisqueando la punta de la samosa de chocolate que me llevo a la boca, que a pesar de mi tono de pena no dejo de comer. Paso de manera inconsciente una mano por mi vientre que se destaca redondeado por el suéter tejido. Sigo diciendo a quien quiera escuchar que no me estoy poniendo gorda, que es el bebé que está creciendo. Puedo decir sin faltar a la verdad de que estoy rellena de Muffin, que es el apodo oficial que su hermana bordó al frente del abrigado suéter celeste. Es un detalle que todos lucimos en la sala, que me da una rara sensación de familia que por debajo de mi piel me inquieta por lo extraño y que me tiene con una sonrisa de quien no acaba de creérselo, de que hay algo bueno entre nosotros.

    Pienso en las navidades anteriores a solas con mi madre, este año tendrá más boca para alimentar y su felicidad es tal que la irradia al resto. Estoy de acuerdo con Hans en que destaca como nadie con su energía desbordante y cariñosa de la que tuve en exceso en mi vida como para no saberlo valorarlo, que podré compartir con los Powell y también el extraño atractivo con el que Phoebe se ha mudado al cuatro. ¡Vaya! Si es más común de lo que creí que haya gente que deja lo que sea y se viene a la playa por alguien que lo vale, no solo por lo guapo, sino por lo atento. —Si consigues el muérdago, yo conseguiré el armario donde podamos escondernos de mi madre— bromeo, aceptando su casto beso en la mejilla que es cena familiar navideña y toca fingir que todos somos santos. ¡Y mi madre! ¡Es que me lo roba cuando puede! —¡Pero si yo soy su tentempié favorito!— grito, solo para molestar a Mohini y que recordemos que sus recetas, por excelentes que sean, no me lo van a quitar. Ay, cierto que está el novio de Phoebe, que vergüenza…

    Voy hasta donde ha quedado Meerah para tomarla por los hombros con mis manos y colocar mi barbilla sobre sus cabellos rubios. Paso mis brazos por delante para sujetarla contra mí, en medio Muffin para que seamos tres. —¿Quieres jugar a adivinar regalos?— propongo, un poco más bajo para que los demás no nos escuchen y podamos darnos a la tarea de inspeccionar paquetes, agitarlos y medirlos, así darnos un idea de que le tocó a quien. Y mi madre otra vez que la llama, gritando a vozarrón, la libero para que vaya con ella, que no creo que Mohini esté practicando como abuela, sino que también la ha adoptado a ella, no me sorprendería que al final de la noche también adopte a Charles. Si no tengo con quien revolver los regalos que sea menor y me sirva de cómplice, lo que me queda es ir a ver como el novio de Phoebe trata de caerle simpático a su cuñado mientras acabo con mi samosa. —¡¿Alguien dijo fotos infantiles humillantes de Hans?!— grito a punto de atragantarme con una miguita, que no están tan lejos como para que los escuche. —¡Yo quiero!—. Alzo mi mano como pidiendo que se me dé prioridad para verlas. —¡Y también tengo hambre!— contesto en respuesta a Mohini que nos llama a todos para que nos sentemos a la mesa.
    Anonymous
    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Cuando en un principio me habían dicho de pasar una navidad familiar, la idea me había parecido maravillosa cuando comprendí que “familiar” hacía referencia a más de tres personas reunidas en el comedor. Claro que nada me había preparado para el estrés que me generaría los días anteriores a la festividad, pero había valido la pena. O eso creía, hasta que mi padre no encuentra mejor cosa que hacer que ofrecer oportunos comentarios. - ¿Cómo que “algo”? ¿Qué le falta? - Mi tono sube una octava a causa del leve ataque de histeria que me está por dar, hasta que veo su pobre intento de mejorar la decoración del árbol y termino por bajar la varita para darle unos pequeños empujones. - Shhh. Está hermoso, y si le falta “algo” ya lo veré yo. - Y esperaba verlo, porque dejando de lado la terquedad de la estrella que no quería quedarse derecha, la decoración a mi parecer estaba perfecta. Podría verse peor, pfffffffff.

    Me distrae la voz de Mo queriendo llamar la atención de mi padre, pero es el comentario de Lara el que me hace voltear a mirarla con ofensa. - ¡Que en público coma el menú infantil, por favor! - ¿Que no tenían decencia? Había leído que las hormonas de las embarazadas estaban más activas, pero mis oídos no necesitaban saber todos los detalles de su intimidad. Tampoco necesitaban el chillido de Mo, pero ya era la tercera vez que venía a saludarme y me había terminado por resignar hace tiempo. Adoraba a esa mujer, pero es la primera vez que la veía en un entorno con más personas y uf. - Claro que lo sé. Lo hice yo, ¿no? - Bromeo claro está, pero puede que haya un leve grado de verdad detrás de esas palabras. - Ya, ya. De verdad me alegra que te haya gustado. Tenía miedo de que les pareciera algo ridículo. - Y en el fondo lo eran, pero habían quedado bien. No iba a dejar que la tradición de los buzos feos navideños se instaurase en esta familia, jamás.

    Al parecer los gritos de Lara son los que me mantienen informada de qué es lo que se está hablando en el resto de las conversaciones, y no me aguanto la risa cuando salta ante la oportunidad de ver fotos vergonzosas de mi padre. - ¡Yo también quiero! - Me giro para soltarme del agarre de Mo con toda la delicadeza que puedo, y voy hacia donde se encuentra el apuesto novio de mi tía. - Gracias por saber apreciar el buen gusto. - Declaro aún algo resentida con el comentario de Hans. - ¿Qué es?- A decir verdad no importa que pregunte, porque tomo un bocado de lo que señala y me lo llevo a la boca sin mucho inconveniente. La comida de Mo siempre es deliciosa.
    M. Meerah Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    No sé qué me hace rodar más los ojos, si el comentario de Scott o el de Meerah, aunque soy incapaz de contener mi gracia al verme atraído hacia la mesa en busca de la comida prometida de Mohini y me encojo de hombros inocentemente en dirección a las dos mujeres que viven conmigo. Que no me culpen, el hambre no es poca y tampoco lo es el talento culinario de la abuela de mi hijo. Lo que sí merece una verdadera respuesta es ese abrazo de mi hermana, uno que no esperaba pero que en cierta medida necesitaba, el cual regreso estrechándola con un cariño que pone en evidencia la necesidad de una noche como esta, en la cual podemos volver a ser la familia que hace tanto tiempo se nos arrebató. Le doy una palmadita cariñosa en el cabello al separarme y le regreso una sonrisa vaga — Feliz Navidad, Phoebs — suena extraño, pero exquisitamente bien.

    Me estoy metiendo esto que todavía no recuerdo su nombre, es algo parecido a un pan con curry bastante sabroso, cuando el novio de mi hermana aparece de la nada y se gana que le eche un vistazo de arriba a abajo para preguntárme qué diablos le vio Phoebe. No llego a hacer ninguna acotación, porque el grito de Mo hace que me agarre al borde de la mesa y tengo que tener cuidado de que no se me pase la comida para ningún lado — Técnicamente, no es mi suegra — y técnicamente, no estoy mintiendo, porque para eso se necesitan papeles que yo no he firmado en ningún momento. Antes de que pueda decir más, me encuentro atajando una copa que me salpica algunas gotas por lo precipitado y todo pasa tan rápido que creo que no puedo procesar toda la información que ya todo el mundo se está acercando en busca de unas fotografías que detesto que mi hermana llevase consigo hace ya tantos años — ¡Momento, esperen! — alzo las manos, sujetando la copa que me ha teñido los dedos y trato de organizar una cena que de golpe se llenó de reclamos sobre mi pasado bochornoso — ¿No es más importante la cena? Mo, por favor… — que es mi pseudo suegra y yo me como toda su comida, debería ponerse de mi lado.

    Me chupo el dedo manchado de vino y le doy un trago, buscando con la mirada la silla que se supone que voy a ocupar esta noche. Una cerca de la bandeja de bocadillos y la botella de vino más costosa, para variar — Si sacan mis fotos bochornosas, exijo una venganza. No puede ser que yo sea el único que pasa vergüenza esta noche — solo porque puedo, apunto a mi hermana con un dedo acusador al tomar asiento — Phoebe se chupaba el dedo y eso deformó sus paletas hasta que tuvieron que arreglárselas. Además, lloraba las noches de tormenta y tenía una fascinación con los ponys. Ruega que el bebé no salga a su tía, porque eso significa que no pegaremos un ojo hasta dentro de seis años — amenazo en dirección a Lara y me llevo lo que queda del vino a la boca.
    Hans M. Powell
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    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    Me es imposible fijarme en como le va a Charlie en su tarea de establecer una conversación con mi hermano porque tengo a Mohini ofreciéndome un plato de qué sé yo que es y no puedo hacer otra cosa que estirar el brazo, porque no creo que esta mujer acepte un no por respuesta y, de todas maneras, huele bien así que me lo llevo a la boca sin muchas expectativas y me encuentro a mí misma poniendo cara de aprobación ante el sabor salado que se cuela por mi paladar. — Desde luego, Hans estaba en lo cierto al elogiar tu comida. — Digo, sonriendo en lo que me trago el resto antes de que salga disparada en busca de mi sobrina. Ahora sí me permito apoyarme sobre una de las sillas que rodean la mesa para fijarme en mi prometido y en como casi le estampa la copa en el pecho, lo que me saca una risa que tengo que camuflar llevándome otra cosa cuya procedencia desconozco a la boca.

    No sé por qué de pronto tanto interés en las fotografías de Hans, pero sea lo que sea me apunto porque siempre hay un pedacito de mí guardado para meterme con mi hermano, y si voy a ser yo la protagonista y tender las imágenes para que el resto puedan comentarlas con alegría, que así sea. Hoy es noche de celebración. — ¡Ow! ¡Seguro que hay alguna de cuando aprendiste a usar el inodoro por primera vez! ¡Qué orgullosa estaba mamá de su nene! — Me mofo todo lo que puedo y más, esas fotos siendo un momento clave en las memorias de los Powell seguro, aunque una parte está pensando en dónde guardé esa colección de fotos, siendo que no recuerdo haberlas puesto en ningún álbum de cuando recuperé algunas. Probablemente estén metidas en un armario dentro de alguna caja, demasiado escondidas como para querer echarles un vistazo después de todo lo que pasó, mucho menos sola. Ahora es diferente, empezando porque van a ser foco de burlas inofensivas y risas por parte de nuevos miembros de la familia.

    De todas formas, estoy tomando asiento ante el llamado de Mo a la mesa, apañando a Chuck por el camino para que se siente cerca, mientras que mi hermano queda frente a mí justo cuando empieza a soltar esas cosas que me hacen poner cara de indignada total, abriendo la boca en señal de protesta. — ¡Pero qué mentira! ¡Yo no me chupaba el dedo! — Bueno, soné como si fuera esa niña de tres años que, en efecto, sí se chupaba el dedo, pero como que no voy a reconocer eso delante de mi novio, por favor. Ya, lo de los ponys también tiene parte de verdad. — Ja, olvidas decir que a ti te encantaban esos ponys, hasta me robaste a Caramelo una vez para usarla en tus batallitas frikis. — ¿Por qué mierdas recuerdo el nombre de un pony de cuando tenía seis años? ¿Y por qué mierdas era uno tan poco original? — ¿Ruega? Más bien reeeeeeza que salga como yo, que con un mini tú Lara se tiraría de los pelos hasta quedar calva. — Pongo mi mejor expresión de repateo, alzando las cejas y ladeando la cabeza en su dirección como invitándole a que me rete. Como venganza, giro la cabeza hacia el resto de invitados de la mesa. — Hans no podía irse a dormir sin tener la luz de la mesita encendida, además era con estrellitas, lo cual lo hace todavía más bochornoso, y le ponía voces a sus jedis o figuritas espaciales, lo que fueran. ¿Qué esperaban de un niño que desayunaba en calzoncillos de dinosaurios? — ¿Cabe mencionar que una vez aplasté a una de esas figuras con mi culo? Para no hacerlo, me llevo un pan a la boca que me deja masticando con satisfacción de no haberme dejado en ridículo, o bueno sí, pero al menos llevarme a mi hermano por el camino de la vergüenza también.
    Phoebe M. Powell
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    Mohini R. Khan
    ¿Ridículo? ¡Ridículo es la forma que tiene mi propia hija de decir semejante comentario! Ese mismo que me hace taparle las orejas a mi casi nieta — vamos, que solo hace falta que estos dos se pongan de una vez de acuerdo en lo que son para poder dármelas de abuela, aunque tampoco creo que hagan mucha falta las etiquetas —, pero creo que es demasiado tarde. — ¡Lara, por dios! QUE HAY NIÑOS EN LA SALA. — Y no me refiero solo a Meerah, que su bebé también lo es pese a no estar formado del todo todavía. Pongo mis manos a modo de jarra sobre mis caderas, mirando a Lara con cara de indignación propia de madre, que se me pasa en cuanto alguien menciona las fotografías de infancia y el tumulto de gente empieza a moverse en dirección a la mesa principal.

    ¿¡Cómo que no soy tu suegra?! ¡Que vosotros dos no os aclaréis no significa que me tengáis que quitar a mí de esa categoría! — ¿Que una cena navideña no me hace ya parte de la familia? ¡Yo creo que sí! Alzo mis manos en señal de rendición cuando todos parecen atacar a Hans con lo de las fotos y me hago la desentendida cuando viene a mí en busca de ayuda y foco de salvación. — Aaaaah, ¡lo hubieras pensado antes, amigo! — Además, yo soy la primera que quiere ver de dónde salieron esos cachetes que tiene, siempre hay lugar para hacer un recorrido bochornoso de imágenes por el jardín de la infancia después de cenar. — Bueno, bueno, ¡primero todos a cenar, que se va a enfriar la comida! — Excusa barata porque aquí todos tenemos una maravillosa varita que utilizar en caso de que eso pase, pero me vale para enviarlos a todos a la mesa con una palmadita de mis manos como la más vieja de la sala.

    Me siento en una de la sillas, cerca de mi nieta por supuesto, enseguida empezando a pasar pan por toda la mesa para que vayan cogiendo en lo que parece una guerra de hermanos por haber quién deja a quién con las mejillas más acaloradas. — Ay, Meerah, ¿no tienes ganas tú de tener un hermanito con quién poder jugar a los ponys? Que bueno, tú eres ya mayorcita para esas cosas, pero mira a tu padre y a tu tía, ¡dos adultos y todavía se andan con peleas de niños! — Me río por la situación, poniendo los ojos en blanco unos segundos antes de pasar a servirme del bol que tengo en frente. — Qué poca clase, tu padre, calzoncillos de dinosaurio, ¡si hasta Lara que se pasaba el día en bragas tenía mejor gusto! — Por qué estamos hablando de ropa interior en la mesa, y por qué soy yo la que está echando más leña al fuego. — ¡Cambio de tema necesario, por favor! — Me giro hacia el más callado de la mesa, sonriéndole de oreja a oreja a Charles con la confianza que no sé de dónde me saco. Ah, pero que soy yo. — Mozo, dime que tú tienes algo mejor que contar que chupar dedos, lo que sea, cómo… ¿por qué es que miras a mi yerno como si fuera a convertirte en piedra? — ¡Cómo me fijo en los detalles! Si es que luego dicen que no soy una mujer detallista. — Pareces él cuando me conoció por primera vez, ¿no es cierto, Hans? — Guiño, un guiño muy simpático en lo que mastico con gracia.
    Mohini R. Khan
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    Invitado
    Invitado
    ¡Si no he dicho nad…!— ¡Fue un comentario inocente! ¡Muy inocente! ¿Para qué siquiera me molesto en responderle a mi madre? Me callo con otra mordida a la samosa, así tengo mi boca cerrada y ocupada en masticar, que han censurado la libre expresión de esta embarazada y me tendrán comiendo silenciosa en los rincones si así quieren, toda la noche. No hace falta llegar a tanto, porque hay una mesa a rebosar de los platos preparados por Mohini, que compiten en atención con las fotografías de Hans de niño aprendiendo a usar el inodoro. No sé cuál de las cosas me tienta más en este momento, si mirar esas fotos o ir hacia la comida. He notado que Hans tampoco deja de llevarse cosas a la boca y no sé si es que está empezando a imitarme por reflejo en esto de comer lo que tiene a mano. —¡Uhhhhh! Creo que alguien técnicamente se ha quedado sin postre… — me burlo de él de la peor manera, tomando ventaja a la primera al gritar detrás de mi madre. —¡Mo, ¿puedo comerme el postre que le tocaba a Hans?!— pregunto, mientras la sigo a la mesa donde cada uno va tomando lugares, no sé si porque hay cartelitos escritos con tinta invisible o es que a todos esto se les da de lo más natural.

    Yo me quedo dando vueltas como una peonza alrededor de la mesa, y es chistoso si lo pienso así con la forma redondeada que tengo esta noche, hasta que con mi mano tiro de la silla que queda vacante cuando veo que todos se van ubicando por afinidad con alguien y a mí me tocaría en medio de los dos hombres. No tiene ningún chiste que me siente al lado de la botella de vino si es que no voy a tomar esta noche y será un triste recordatorio de lo que me pierdo delante de mi nariz, así que me volteo hacia el novio de Phoebe para hablarle en un tono bajo. —Charles, ¿te importaría si cambiamos de lugares…?— susurro. Mi culo sigue en la silla cuando la batalla entre hermanos se desata y retiro mi petición alzando mi mano hacia el hombre. —Ya no hace falta—, que quiero estar cerca para poder reírme de Hans por cada cosa que dice su hermana. ¿Quién necesita fotografías con anécdotas que son tan fáciles de imaginar así como las describe Phoebe? Tengo que mirar del uno al otro para hacerme una idea de esos niños que se peleaban por un par un pony que les gustaba a ambos. —Así que eras un ladrón de ponys, Hans. No te tenía en esas, no creo que pueda mirarte de la misma forma que antes— me regodeo, pinchando con mi tenedor un par de bocaditos que me llevo a la boca y trato de hacer pasar entre mis risas. Es que con algo tengo que callarme otra vez, para no hacer ningún chiste estúpido sobre su gusto por los dinosaurios y de que tendré que cambiar su regalo de Navidad, si no quiero que mi madre desde el otro lado de la mesa no me pise el pie.

    Me cuesta decidir de quien me gustaría tener una mini versión en mi casa, y es cuando escucho a Mohini hablándole a Meerah, que para mí disfrute interno y pánico con el que tendremos que lidiar después, puedo imaginarla buscando a su hermanito entre un desastre de telas que lo cubran entero. —Mi estilo infantil era libre y ese nunca pasa de moda— acoto al comentario de mi madre, que entre calzoncillos de dinosaurios y estilo libre, espero que saque un gusto por la moda que no le de tantos quebrantos a su hermana. Por una vez, cedo a Mohini la paz de abandonar un tema que la pone incómoda porque estoy ocupada limpiando mi plato, claro que ella no tiene la misma consideración hacia el novio de Phoebe, si es que va a por él como si fuera la suegra honoraria en esta mesa a cargo de los interrogatorios. —Estaba así porque había embarazado a tu hija, Mo. A menos que...—, espero que la copa de Hans esté bien cargado de vino cuando fijo mi mirada en Phoebe y Charles. —¡Has embarazado a la hermana de Hans!— exclamo en un estallido de emoción, como si fuera la adivina más certera de esta casa. —¡Oh, por favor! ¡Eso sería de lo más simpático! Tendríamos un par de primitos peleando por ponys, ¡y encima vecinos!
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    Charles B. Sawyer
    Personal de Defensa
    Tanto griterío y palabrería me sirve para volverme invisible en lo que ocupo un lugar en la mesa y paso a servirme algunos aperitivos para llenar mi plato y mi boca en un intento de continuar siendo la sombra poco interesante de una conversación que se va muy atrás, a los tiempos donde los Powell eran niños y el resto no estábamos pintados en el cuadro. Apenas muestro una señal de vida cuando Lara me llama la atención y propone que cambiemos de lugares, lo que me lleva a mirar que tiene a su lado a mi cuñado y me pregunto si es una buena idea, una a la que debería acceder solo por hacerme el amable. Por suerte, ella desiste y yo solo me encojo de hombros llevándome una copa de vino a la boca, sonriéndome por las historias ridículas. Me pregunto si mis hermanos me meterían en los mismos problemas y, si en verdad pasamos año nuevo con ellos, esto no se volverá un desastre.

    Es mi desgracia que Mohini pase toda la atención a mí y me relamo el vino de los labios para ganar tiempo, apoyando la copa sobre la mesa en lo que me acomodo en la silla — Yo… — pero no invento una excusa lo suficientemente rápido, Lara rápidamente saca una carta que me hace atragantarme con mi propia saliva y tengo que toser un poco para aclararme la garganta — Nada de eso, nosotros no… — bueno, en realidad hubo una vez en la que pensamos que seríamos padres, pero quedó muy atrás en el tiempo y prefiero dejarlo olvidado — No vamos a tener un bebé, no hay planes sobre ello — al menos, no todavía, pero podemos dejar esos detalles para otra ocasión. No pienso decirle al ministro de justicia que tengo cuidado al acostarme con su hermana, no soy tan suicida.

    Me fijo en que Hans ha dejado la copa vacía sobre la mesa, así que me estiro y se la lleno hasta el tope y lo disimulo llenando los cristales que no parecen tener suficiente contenido — Aunque sí tenemos planes para nosotros. Mudarnos juntos fue un gran paso , así que queremos que las cosas sean tranquilas. Bueno, de momento solo nosotros dos está bien, aunque… — le echo un vistazo a mi novia, porque si sigo hablando voy a cagarla y no le estoy pidiendo permiso, sino que le paso la pelota — ¿No tienes algo que decir, Phee?
    Charles B. Sawyer
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    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    Sonrío con sorna hacia mi hermano al ver que mis comentarios encubren los suyos y podemos dejar de hablar de cómo me chupaba el dedo cuando era una cría y solo atino a llevarme un poco más de pan a la boca cuando Mohini alude a nuestra pelea de niños como buenos adultos que somos. No soy la única que se fija en que Charlie está más callado de lo normal, bueno, al menos con el resto presente, pero probablemente se deba a que esta cena está muy salida de su zona de comfort y no se lo tengo demasiado en cuenta. No lo hago hasta que Mo decide que es una buena idea hacerlo evidente en medio de su silencio, lo que me hace mirar a mi prometido con cara de sálvese quién pueda y estoy casi por darle un pellizco por debajo de la mesa para que reaccione antes de que se le ocurra a alguien interponerse. Y, efectivamente, ahí va Lara a lanzar una bomba que hace que tire casi la copa al estar bebiendo de ella. — ¿Qué? — Es lo primero que me sale como si la cosa no fuera conmigo, hasta que me doy cuenta de que la hermana soy yo y tengo que negar con la cabeza tan efusivamente que temo volcar el contenido del cristal en lo que lo poso sobre la mesa, acompañando las palabras de Chuck con ese movimiento en lo que mis ojos revolean por todo el mundo menos en Hans.

    Dejo que él mismo se explique con toda la tranquilidad de que nadie más va a saltar con ningún comentario inapropiado y estoy apartando unas migas del borde de la mesa cuando mi nombre vuelve a salir en el aire y ahora sí pongo mi mejor expresión de terror hacia mi novio. ¿Qué? ¿Tan pronto? ¡Pero si apenas va por la segunda copa! ¿No dijimos que mínimo cinco? — ¿Mm? — Bueno, creo que ya es evidente que algo no va bien, así que me armo de valor para no dar marcha atrás en mis palabras y casi puedo sentir la risa nerviosa acumularse en mi garganta como siempre que tengo que tratar algo serio. Que alguien me recuerde una vez más por qué decidí ser yo la que diera esta noticia y por qué de pronto siento tanto calor en mis mejillas. — Bueno... Aprovechando que estamos todos juntos, creo que es el mejor momento para decir que... — No mires a Hans, no mires Hans, no está lo suficientemente borracho como para esto, en serio. Siento la necesidad de estirar un poco la mano para aferrar la de Chuck en un gesto tímido, pero que debe notarse a leguas entre el silencio y la expectación. De paso, le sonrío a mi prometido algo nerviosa antes de girar la cabeza hacia el resto. — Charles y yo nos vamos a casar. — Ah, ¡listo! Ya lo dije, no fue tan malo, al final, a excepción por la parte en la que aguanto la respiración para ver la reacción de mi hermano.
    Phoebe M. Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    Intento mostrarme todo lo inocente y encantador que puedo, sin abandonar una sonrisa que busca pedir una disculpa — Mientras Lara y yo no estemos casados, los títulos de ese estilo no son oficiales, ustedes me entienden — que no voy a ponerme a explicar la relación que tenemos porque no creo que haga falta, con suerte nosotros estamos animándonos a asumirnos como pareja como para empezar a hablar de títulos en una cena navideña. La cena sería una excusa perfecta para cambiar el rumbo de la conversación, pero el contraataque de Phoebe hace que me salgan patas de gallo de lo forzado que le sonrío a mi hermana — Eran los mejores calzoncillos que un niño podía pedir. Y no me hagas hablar de mi lámpara, porque la envidiabas y usabas siempre para tus juegos. Me gustaba la ciencia ficción — me excuso a los demás, encogiéndome de hombros como si estuviese diciendo algo obvio para un niño de esa edad — Scott, tú sabes que te mueres por un mini Hans, no importa lo que Phoebs diga — y no le digo nada sobre cómo me miraba antes, porque ya dijeron que hay chistes que no se pueden hacer en la mesa por esta noche.

    Al menos, mi batalla se ve en pausa en lo que termino mi copa  de un saque y la atención se centra en Charles. Creo que se oye muy sonoramente cómo me atraganto cuando Lara tiene la idea curiosa de que mi hermana está también embarazada y, aunque me aclaro con una sacudida de la cabeza y una mueca que busca relajar los músculos de mi garganta, mis ojos se van derecho a los acusados en busca de una negación que no tarda en llegar — Menos mal. No necesitamos más genética Powell correteando en pañales por ahora — sé que no puedo prohibir nada en sus vidas, pero creo que ya tenemos suficiente por un tiempo como para sumar otra bola llorona. Un paso a la vez, por favor.

    Ni acabo de pensar en ello y apenas llego a agradecer que mi copa vuelva a estar llena, que Phoebe empieza a balbucear y una de mis cejas se alza tanto que creo que se ha evaporado en el aire. Tengo un momento de no reaccionar, no conecto la idea de que sea mi hermana pequeña la que esté diciendo esas palabras y mis ojos buscan velozmente un anillo en sus dedos que no consigo visualizar — Phoebs… — mi voz suena suave, como si quisiera aconsejarle a un niño que no meta los dedos en el enchufe porque es algo simplemente que está mal. ¿Cómo le digo que apenas llevan viviendo unos meses como para tomar esa decisión? Creo que sonrío con una diversión falsa, casi sarcástica, que la reta a decirme que está bromeando cuando meneo la cabeza y vuelvo a vaciar la copa — Eso es…  si es lo que tú quieres… — levanto una mano en dirección a Charles en un intento de que no lo tome como una ofensa, pero apenas despego la vista de mi hermana — Sé que no estás pidiendo mi bendición, pero al menos te pido que me digas que estás segura de esto, si es lo que en verdad te hace feliz — por el modo lento que tengo de cerrar mis dedos en un puño, estoy seguro de que se me ha tensado un poco la mandíbula y que necesito de otro trago. Las actas de matrimonio no son una firma a la felicidad, nosotros lo sabemos bien. Y a ella, principalmente, ya la dañaron demasiado.
    Hans M. Powell
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    Invitado
    Invitado
    Me muerdo la carcajada en los labios por lo seguro que se muestra Hans de que deseo un hijo que sea una mini versión de sí mismo, sólo por ser época navideña hasta podría concederlo, y lo hubiera hecho si no fuera porque la conversación se va tanto por las ramas que soy yo quien termina acusando a Phoebe de estar embarazada. Tengo que sonreírle a la otra persona sentada en esta mesa que también ha creído que los Powell pueden valer el riesgo, para sacarlo de su error más ingenuo. —No se necesitan planes para que eso suceda, Charles—. ¡Vaya! ¡Si hasta me he sentido mi madre por un momento toda seria y sabia!

    Y es la primera que miro cuando se me cae el tenedor sobre el plato, con mi mandíbula desencajándose. Se lo digo todo con la mirada, ¿lo has escuchado? ¡Se van a casar! ¡¿Lo has oído, Mo?! En lo que espero que mi madre reaccione descorchando el champagne porque al menos hay un par que le cumplirá el sueño de suegra honoraria, deslizo mi mirada hacia Hans para lanzar una única y fuerte carcajada en lo que tarde en bajarse el vino. ¡JAAAAA! Tengo que sujetarme el estómago para contener las carcajadas cuando todo en su semblante muestra lo alterado que está y las palabras que suelta son tan medidas que puedo verle como saca los colmillos hacia el pobre de Charles para saltarle a la yugular. —Así que al menos uno de los Powell sabe decir que si— digo, colocando mis manos sobre la mesa. He esperado este momento toda mi vida. Bueno, no, no tanto. Sólo un par de días.

    Saliendo de toda broma hacia Hans, mi preocupación real cae sobre Phoebe y tengo que extender mi brazo para hacer a un lado a Charles, así no se mete en el miedo. — ¡¿ESTAS SEGURA?!—. Yo no tengo por qué mantener la compostura como su hermano, a riesgo de que no vuelvan a invitarnos en las próximas festividades a mi madre y a mí. —Phoebe, es una decisión muy importante la que están tomando. Están decidiendo que… quieren pasar su vida juntos. Eso es mucho tiempo, ¿estás segura? ¿en serio estás segura?— pregunto a borbotones, busco su mirada con la mía y que sepa que pueda confiar en mí para gritar pidiendo ayuda si así lo siente. —Si en algún momento cambias de opinión, por lo que sea, cuando sea, minutos antes de la boda… iremos con Rose a buscarte, ¿sí? Y te rescataremos, ¿bien?—. No me importa que su novio esté escuchando mi proposición de rescate, que sepa a qué atenerse. —O si después cambias de opinión, semanas o meses después, no te preocupes… tu hermano está trabajando en leyes para el divorcio. ¿Verdad, Hans? No todo estará perdido— le aseguro, ni que estuviera diciéndole que encontraremos la cura para una enfermedad terminal. Basta ya, que mi madre me desheredará si sigo por este rumbo. —Pero si es lo que te hace feliz, si en serio te hace feliz, entonces hazlo. No tenemos el tiempo asegurado como dejar pasar lo que nos hace felices— acabo. Y luego le lanzo una mirada funesta a Charles Sawyer, como amenaza de que espero que la haga feliz.
    Anonymous
    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    ¡Oh, por favor! Mo era un amor y sabía tratarme como una cuasi adulta el ochenta por ciento de las veces en las que estaba con ella, claro que este preciso instante tenía que entrar dentro del veinte por ciento restante y me obligó a largar un bufido mientras rodaba los ojos con exasperación. - Oh vamos, no me voy a horrorizar por sus insinuaciones. Lara está embarazada, por todos los cielos. - No tenía que ser muy gráfica como para imaginar cómo había terminado mi futuro hermano o hermana ahí. Además, mi madre era la persona más cínica del mundo, nunca me fue con el cuento de las cigüeñas o siquiera Papá Noel. Creo que la persona más pudorosa de esta sala era Charles, y eso solo porque seguro todavía no entraba en confianza. Al menos Mo centra su atención en ellos y me hace reír con eso de ser o no su suegra independientemente de cualquier tipo de nombre que pudiesen ponerle a su relación.

    Almaceno mentalmente la información que van soltando tanto mi padre como mi tía, pero opto por no comentar acerca de ello. Ya lo sacaría en otro momento cuando fuese oportuno y no en medio de una cena navideña. Niños… tenía que darle la razón a Mo en eso. - El pobre bebé tendrá que soportarme a mí poniéndole cientos de conjuntos. Supongo que podré aguantar jugar con ponys o jedis. - Me encojo de hombros, acomodándome mejor en el asiento y dispuesta a tratar de tener una cena más o menos normal. - Y prometo que no serán calzoncillos o bombachas con dinosaurios. Va a tener más clase que eso. - Sonrío y paso a entretenerme con la comida, que como de costumbre, es deliciosa.

    Claro que no me esperaba la acusación de Lara hacia Charles, y tengo que apretar fuerte los labios para no reírme ahí mismo. Podría decirle que está proyectando, pero la idea se me hace de lo más encantadora. A menos claro que me traten como la niñera oficial de los bebés. Podía aceptar todo, pero no quería cambiar pañales. Pobre Charles… primera cena familiar y ya tenía que estar en medio de todo el caos. Aunque bueno, era una primera vez para todos. Al menos es inteligente y le pasa la bola a Phoebs quien, no solo la toma, sino que la lanza directo a la cara de mi padre. Claro que no me distraigo con él, sino que dejo que mi romántica interna aparezca, y junto las manos en un gesto contenido para no gritarle “felicidades” en medio de la mesa. - ¿Cómo que uno de los Powell? - Mi alegría se evapora reemplazada rápidamente por la indignación, y giro la vista hacia Hans tratando de comprender lo que acabo de oír. - ¿RECHAZASTE A LARA? - Pero mi sorpresa no termina ahí, ya que la futura madre de mi hermano, se encarga de lanzar un ataque verborrágico hacia mi tía y tengo que volverme hacia ella con los ojos bien abiertos.

    - ¿Pero qué les pasa? - ¿No eran ellos los adultos? Tal vez por eso mismo se comportaban como unos insensibles y ponían en duda las decisiones ajenas como si fuesen cosa simple. - Mejor pregúntenle a Charles si todavía está seguro de querer casarse después de ver los cuñados que le toca tener. - Conocía a Phoebe solo desde hace unos meses, y aún así estaba segura de que no tomaría una decisión así a la ligera. ¡Se habían mudado juntos! Estaban queriendo planificar una vida juntos, y no topándose con ella de sorpresa. - Por mi parte, Felicidades. A ambos. - Les aclaro mirando primero a uno y luego al otro. - Espero que sean felices y que no quieran mudarse luego de... esto. - Y si Hans y Lara seguían comportándose de esa manera, buscaría alguna manera de vengarme en nombre de mi tía. ¿Tal vez podría convencer a Mo de mudarse al cuatro? O mejor, ¡de mudarse con nosotros!
    M. Meerah Powell
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    Mohini R. Khan
    Bueno, Lara tiene un punto convincente ahí que no le puedo negar, pero vamos, que después de la sorpresa fui bien amable con mi yerno, hasta se podría decir que somos familia ya. Claro si como dice mi hija la hermana de Hans está embarazada… entiendo que el chico esté con sus partes masculinas como corbata. Y… menos mal que no dije eso en voz alta, puf, estar con estos jóvenes hormonados me está empezando a pasar factura. Camuflo mi desilusión cuando Phoebe y Charles niegan semejante noticia llevándome el tenedor a la boca para no marcar la decepción con palabras, que esto de ser abuela me lleva por la vena sensible y hasta me hubiera gustado que mi nieto fuera a tener un primito, alguien de su edad con quien jugar. — Qué lástima… — No me aguanto las ganas de decir, aunque vuelvo a silenciarme a mí misma llevándome la copa de vino a los labios.

    Mis ojos se mueven de una figura a otra en lo que el nuevo notición explota en la mesa, y ahora sí que no puedo esconder mi felicidad porque por fin alguien está haciendo las cosas como se deben. Me llevo las manos a la boca como si se tratara de mi propia hija, o de mi propio hijo, qué más da, el caso es que luego me llevo una de mis manos al pecho para expresar lo mucho que eso me ha llegado al corazón. Imagínense como hubiera sido si Lara lo hubiera dicho. De todas formas, no me dejan manifestar mucho la alegría por la pareja porque ya tiene que venir mi yerno a aguar la fiesta, seguida de mi hija a la que no puedo evitar poner una mala cara. — ¡Lara, por favor! — La indignación en mi tono es suficiente para que hasta Meerah se dé cuenta de lo ridículo que es su comportamiento con respecto al casamiento, y me siento tan mal con el pobre hombre que siento la necesidad de levantarme para abrazarlo.

    Bueno, eso último no lo hago pero sí me pongo en pie para ir en su dirección. — ¡Justamente! ¡Los dos que menos tendrían que comentar son los primeros en abrir la boca! — Niego en decepción con la cabeza, posando una mano sobre el hombro de Charles con toda la decisión del mundo. — Que estos dos maleducados no te tiren para atrás, Charles, que ellos no tengan sentido del compromiso no significa que los demás no puedan tenerlo. Es una decisión más que maravillosa y motivo de celebración, no de interrogatorio ni de pensamientos de última hora que no sirven de nada. — Miro a Hans y a Lara con toda la mala onda por siquiera insinuar algo así, antes de girarme nuevamente hacia la pareja. — ¡Y yo solo puedo decir que enhorabuena! Al menos hay un hombre aquí que tiene las cosas claras. — Sí, eso lo digo cogiéndole el moflete entre mis dedos para después darle una nueva palmadita de enhorabuena y girarme hacia la futura novia para plantarle un beso en la mejilla. Mientras me vuelvo para sentarme nuevamente en mi siento, atino a golpear en el hombro a Hans con la servilleta de tela que me llevé por el camino. — ¡A ver si aprendemos! — ¿Qué es eso de que mi yerno rechazó a MI hija? Como lo pille de imprevisto…
    Mohini R. Khan
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    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    Bueno, puede que estruje un poco de más los dedos de Charles en el proceso de no perder la compostura, porque me conozco ese tono de voz que utiliza Hans como si se trata de nuestra madre a punto de preguntar quién de los dos se comió el último trozo de tarta. Claro que esta vez no me voy a poner a quejarme y en su lugar imito su forma de reaccionar para responder a la misma como mecanismo de defensa. — Hans… — No tengo mucha oportunidad de argumentar mi decisión que ya pronto caen todos como lobos contra el cuello de Charles y en el proceso mi yo interno quiere morirse de la vergüenza por la que le estoy haciendo pasar solo por haber traído a la luz una noticia que, en teoría, debería de ser foco de festejo. Creo que esa misma humillación se puede ver perfectamente reflejada en mi rostro, que estoy por levantarme y salir de esta casa llevándome a Chuck conmigo, pero el problema es que estaría saliendo de mi propia casa y no con muchas opciones a donde ir más que a emborracharme bien lejos porque es evidente que con mi hermano no ha funcionado.

    Antes que contestar a mi hermano, a quien no puedo aguantar la mirada por más que los dos primeros segundos de esta conversación, me giro hacia Lara cuando me toma del brazo interponiéndose en el espacio que ocupa Charlie. — No va a hacer falta ningún rescate, ni ningún divorcio, ni nada por el estilo. Voy a casarme, nos vamos a casar, no necesito que nadie me pregunte si estoy segura porque lo estaba incluso antes de que se propusiera. Charles me hace feliz, ¿de acuerdo? Somos felices juntos y precisamente por eso agradecería mucho que no saltarais a por él como si fuerais hienas que no han comido en año y medio. — Me aclaro la garganta, desprendiéndome del agarre de la morena e intercambiando su mirada por la de mi prometido para murmurar un lo siento con mis labios bien merecido por el espectáculo que están montando. Ahora mismo se me apetece bastante la idea de habernos casado en secreto antes de tener que pasar por esto una segunda vez.

    No es que mi hermano merezca una explicación, creo que la merezco yo más que él y, por esa misma razón, me volteo en su dirección para terminar con la discusión que comenzó. — No voy a aceptar que proyectes tus miedos en mí, o en mi futuro matrimonio, me niego a vivir estancada en el pasado y en los errores que cometieron otros. — Es evidente, y tanto él como yo lo sabemos, que solo hay una persona a la que me refiero cuando lo digo. Yo misma soy consciente de que esos miedos también me afectan, lo he podido comprobar las últimas semanas en la que el terror a perderlo todo ha podido conmigo en más de una ocasión, pero estoy aprendiendo a combatirlos y mi padre no va a ser alguien que se interponga en eso. — No soy esa niña más, Hans, he crecido, he aprendido por la fuerza y no estaría tomando esta decisión si no fuera lo que quisiera de verdad. Así que, ¿por qué no cambias esa cara de haber chupado un limón y te alegras por mí? — No sé si es una sonrisa lo que escapa de mis labios, más bien una mueca en lo que giro al rostro hacia Chuck y aun con la mano sobre la suya, uso mis dedos para acariciar su piel a modo de segunda disculpa. Y con respecto a las felicitaciones tanto de Mo como de Meerah, que parece que son las únicas que verdaderamente se alegran, solo puedo elevar un poco las mejillas en señal de agradecimiento.
    Phoebe M. Powell
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    Invitado
    Invitado
    Por estas cosas es que luego mi madre me dice que no hace falta que diga en voz alta todo lo que pasa por mi mente, tengo que meterme un pan en la boca cuando libro a Charles del peso de mi mirada y una tras otras nos van mandando callar. ¡Vamos! ¡Ni que lo fuera a asustar en serio! Tengo un metro y medio y me estoy poniendo redonda lentamente, ¿qué daño le puedo hacer a un hombre con esa espalda y cabeza que casi llega hasta el techo? Como mucho darle un puntapié. ¡Pero hienas! Que Phoebe nos llame hienas a su hermano y a mí me hiere en mi sensibilidad hormonal, que me llevo una mano al pecho para suavizar el impacto que me está causando las palabras duras de estas mujeres, que al menos sabemos que Hans lo poco que ha dicho es porque está asustado por Phoebe todo lo que ella no, de que algo la lastime. Y yo también me preocupo por ella, es de esas personas que han pasado por tanto que sólo puedes desearle que tenga su maldito momento feliz, pero aquí estoy echándole la carta de un montón de inseguridades. Meerah no lo dice, pero su frase siempre oportuna de "¿estás proyectando?", se me viene a la mente. ¡Ah! Si cada vez me queda más claro que Phoebe y Meerah son tía y sobrina, ya la palabra la dijo ella.

    Lo siento, Phoebe— me disculpo con la hermana de Hans, retractándome de mi acto de "rompebodas", que mi madre estaba en lo cierto al decir y recordarme que porque crea que algo no va a funcionar con uno mismo, no significa que no funcione con otros. Casarse es lo más normal del mundo, que yo le vea ciertos defectos desde afuera y esté contemplando riesgos todo el tiempo, no quiere decir que las personas que lo viven sean siquiera conscientes de eso. Porque a veces se ven... bien. Como Phoebe que dice que es feliz con Charles y tiene una seguridad tan firme en ello, que creo que movería todos los astros con su voluntad para que esta boda se celebre y salga bien. Se habla tanto en esta mesa de ser feliz, de la felicidad, de los momentos felices que no se pueden dejar pasar, que me está poniendo de este humor raro en que salto con comentarios pesimistas a la primera y a punto de conseguirme el descontento del hombre a mi lado. Del otro hombre, Charles, que Hans ya me conoce. —Y lo siento, Charles. No quería asustarte con mi... tonito agresivo de vecina metiche a la que nadie todavía invitó a la boda—. Miren bien, el gnomo de Navidad diciéndole al semigigante que no le va a morder el dedo del pie. —Puedes dormir tranquilo, no entraré por la ventana a robarme a tu novia—. A menos que Phoebe cambie de opinión, entonces... Bien, no. Nadie cambiará de parecer.

    Tengo que aclarar mi garganta y poner empeño en decir lo que sé que se debe decir en estos casos, a mi manera, claro, para que sea sincero y dicho con un sentimiento real. —Felicidades, a los dos,— digo, aunque mi mirada esté fija en la de Charles porque los hermanos Powell están teniendo su propio duelo de miradas, —porque en este mundo que se sacude todo el tiempo, que por fuera de nuestras casas no es para nada bonito, entre las muchas personas que van y vienen, se encontraron o se reencontraron. Y creo que eso es motivo suficiente para celebrar, todo lo que viene después, que sea solo para reafirmar lo que ya saben, que encontraron la persona con la que quieren estar—. ¿Dónde está mi copa de vino? Ah, no, cierto. No tomo. ¿Mi postre? ¿Dónde está mi postre? Miro a mi madre para ver si ella tiene la respuesta, y que al menos me muestre un poquito de orgullo porque aprendí a pedir perdón después de meter la pata. Y nadie quiere tener de enemigo al vecino que mide dos metros.
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    Charles B. Sawyer
    Personal de Defensa
    Creo que el que no está suficientemente ebrio soy yo. Siento la imperiosa necesidad de sacar a Phoebe de aquí, que escape de las miradas acusadoras de su hermano y las preguntas incómodas de su cuñada. Soy alto, quizá demasiado como para poder hundirme en el asiento en lo que pienso cómo remarcar que somos felices, que decidimos esto como dos adultos que solo quieren pasar tiempo juntos y compartir lo que nos queda de vida, después de tanta basura. La interrupción de Meerah me vale una sonrisa pequeña de agradecimiento, en lo que muevo la cabeza en su dirección — No pasa nada. Comprendo de dónde vienen los comentarios y los miedos, no esperaba otra cosa — siento que me estoy disculpado más que nada con MP y Meerah, porque tengo la sensación de que si muevo la atención hacia los otros dos, voy a llevarme un mordisco; repentinamente, me alegra el tener a Lara entre mí y el otro Powell. Agradezco a la mujer mayor con una palmadita en la mano que posa en mi hombro y paso a tomar con cuidado los dedos de mi prometida, en vista de las acusaciones que pasan volando por encima de la mesa como balas de plata. Hasta ignoro el agarre de mi mejilla porque creo que estoy más enfocado en sujetar a Phoebe con algo de fuerza, pretendiendo advertirle. Que no diga cosas que luego la lleven a un arrepentimiento, es lo único que pido — Creo que no es necesario tocar ciertos temas. Es Navidad — murmuro, creo que todos aquí podemos excusarnos con esta fecha festiva para que nadie se saque los ojos con nadie.

    Es un poco más honesta la sonrisa que le dedico a Lara, acaricio los nudillos de Phoebe en busca de calma y me atrevo a mirar el espectáculo por el resto de la mesa antes de tomar aire y hablar — Gracias, de veras. Sé que quizá es un poco apresurado pero... hey, que allí afuera pasa de todo y la vida nunca ha sido tan incierta como ahora — ninguno aquí puede negarlo, mucho menos el ministro que quemó rebeldes en la plaza principal de la capital, para variar. No me pondré político esta noche — Con Phee sabemos lo que queremos y estamos seguros de que no hay mejor modo de acabar de sellar todos los años que compartimos. Las relaciones se trabajan, no importa si hay un papel en medio o no. Y ese es nuestro objetivo — me acerco una copa y le echo un vistazo — ¿Podemos brindar ahora o hay algo más que decir?
    Charles B. Sawyer
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    No sé qué es peor, que Lara lo eche en cara o que Meerah repare en ello — ¡Yo no dije que no! — que no quiero ponerme a dar explicaciones cuando hay asuntos más importantes que atender, como que Scott se ponga de mi lado y Mo se tome esto a la tremenda. Me encuentro con la incómoda sensación de pasar mis ojos de mi hermana a su novio, tratando de comprender cómo es que funcionan para lanzarse conscientemente a un matrimonio por mera elección. Son las palabras de mi suegra las que me hacen quebrar el silencio y resoplar — La única razón por la que dije que no quería casarme ahora, es porque llevamos solo dos meses conviviendo. Hay decisiones que no deben ser tomadas a la ligera antes de firmar un papel — ¿Y ellos qué piensan hacer con eso?

    Lo que no me espero son las palabras afiladas de Phoebe. Me muerdo la punta de la lengua con un rostro obviamente envenenado, tengo que recordarme que no es momento de armar un escándalo y permito que Lara y Charles se pongan a escupir arco iris en el que parece ser una pequeña celebración de aceptación. Ni bien mi cuñado acaba de hablar, lleno de nuevo mi copa y me levanto con demasiada efusión para cumplir con su brindis — Pues entonces que sean felices, si es lo que quieren. Y para que sepas, Phoebe, que me alegro por ti. Pero eso no quiere decir que me olvide de otras cosas. Quizá tu deberías mirar mejor antes de cometer estupideces por simples actos desesperados de amor. Si tú quieres olvidar... bien por ti — no espero a que alguien más beba que me termino la copa, la dejo sobre la mesa y pido permiso para ir al baño con un movimiento de la cabeza que me saca de la mesa. Para cuando cierro la puerta a mis espaldas, sé que necesito lavarme la cara.
    Hans M. Powell
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    Hans M. Powell
    M. Meerah Powell
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