The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
De acuerdo, es hora de renovar mi armario. No lo digo yo, lo dicen mis tobillos que sobresalen por mis pantalones haciéndome parecer un pescador y mis camisetas que hacen que se me vea el estómago cada vez que me estiro. Además, no es como antes que debía utilizar la ropa con muchísimo cuidado de no estropearla porque nadie iba a regalarme algo nuevo, ahora puedo simplemente decirle a mi padre que necesito vestuario nuevo incluso si no es el caso. Está claro que lo es, pues es de verdadera urgencia que renueve mi armario si no quiero aparentar que voy a vender droga por la calle.

En mi tarea de buscar algo que se moldee a mi personalidad y a mis gustos, se me ocurre llamar a Hero para que me acompañe y me aconseje sobre qué comprar, al fin y al cabo ella es quien es capaz de ponerse tres looks distintos en un día y verse divina en todos. Sin embargo, me acuerdo de Meerah, a quien conocí en la fiesta de cumpleaños de Hero y que, a partir de entonces, he añadido a la lista de personas que me caen tremendamente bien. Aquella velada aprendí que le gusta mucho lo relacionado con la costura y las telas, de manera que no se me puede ocurrir persona más adecuada para el papel de acompañante.

Meerah vive en el centro del capitolio, así que aprovecho que hay muchísimas más tiendas donde mirar allí y me pillo un traslador que me deja bastante cerca del sitio donde hemos quedado. Prácticamente la obligué a venir conmigo, pero puesto que resultó que hicimos buenas migas en la fiesta, no creo que le importe demasiado. Volteo la esquina de una de las manzanas principales para verla sentada en un banquito esperándome, dichosa de mí siempre llegando tarde. - ¡Hey! Disculpa por la tardanza, de camino he visto una cafetería anunciando unos batidos con una pinta deliciosa y no me he podido resistir a echar un vistazo. Podríamos ir cuando terminemos si no es muy tarde. - Propongo cuando recuerdo que se me ha olvidado merendar y mi estómago me lo recuerda.

Adelanto el paso por la calle principal, girando mi cabeza de un lado a otro en busca de algo que me llame la atención. - ¿Se te ocurre por dónde empezar? - Al fin y al cabo ella es la experta, yo estoy igual de perdida que un pulpo en un garaje con luces de discoteca. - He pensado en transformar mi estilo, ¿sabes? Me he aburrido un poco de mi armario. - Tampoco hace falta mirarlo mucho para darse cuenta de que mi ropa se basa en vaqueros anchos, camisetas básicas y deportivas.
Maeve P. Davies
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Creo que mamá está contenta de que esté haciendo amigas o algo así ya que, sorprendentemente, no pone reparos en que salga por mi cuenta para ir a comprar con Maeve. Debería sorprenderme si pienso que no ha pasado tanto tiempo desde la fiesta de Hero y de mi fatídico encuentro de primer tipo con el alcohol, pero mamá no es de las que ponen castigos duraderos, y sabe que es un capítulo de mi vida del cual me arrepiento profusamente. Una cosa era el vino, sí, pero no estaba segura de poder volver a confiar en las bebidas que se servían en las fiestas. Si tenía que comenzar a llevar una botella de agua conmigo a todos lados, lo haría, pero bajo ningún aspecto quería repetir el gigantesco dolor de cabeza con el que me había despertado al día siguiente. ¿Cómo es que a la gente le gustaba emborracharse?

Dejando de lado ese detalle, la fiesta en sí no había sido mala y Maeve había resultado una de las mejores personas con las cuales pasar tiempo esa noche. Tampoco es que había muchas opciones, era eso o ver a Patrick acomodándose el flequillo cada diez segundos, y todavía no estaba muy segura de cómo me caía el rubio. No parecía mala persona, pero tampoco parecía tener demasiadas luces. Maeve en cambio, era fresca y no dudaba en decir lo que pensaba, y ese era un atributo que me gustaba ver en los demás.

La espero sentada en un banquito a pasos de la intersección en la que hemos quedado, pero no me doy cuenta del paso del tiempo ya que ando ocupada tejiendo un aplique en crochet que podría combinar muy bien con uno de mis nuevos diseños. No es hasta que aparece a unos pasos, disculpándose por su tardanza que reparo en la hora, y desestimo rápidamente el problema con un ademán de la mano. Guardo mi diseño y me paro para poder saludarla. - Por mí no hay problema, amo los batidos, y más aún cuando está empezando a hacer tanto calor. - Faltaban días para el verano, pero el clima últimamente se tornaba cada vez más caluroso.

Avanzamos unos pasos camino a la calle principal, pero me freno en seco cuando dice las palabras que siempre quise escuchar y acabo por sentirme como una niña en plena mañana de navidad. - No sabes lo que acabas de decir, ¿verdad? - Y junto las manos en un gesto totalmente femenino y casi infantil, y poco me falta para pegar un saltito de la emoción. - Sé que muchas personas comenzarían por el cabello, la ropa o el maquillaje. Pero el verdadero secreto detrás de cualquier transformación, es el calzado. - Le señalo una de las tiendas que está a unos pasos, y la tomo del brazo en lo que nos dirijo hacia allá. - Y sentirse cómoda claro… No me malentiendas, pero no tienes pinta de querer usar tacos o sandalias delicadas. -
M. Meerah Powell
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Asiento con la cabeza, el verano puede llegar a ser agotador cuando no tienes como rebajar el calor, por suerte en el cuatro la brisa del mar hace la mayoría de ese trabajo y no tendré que sufrir estando encerrada en una habitación sin aire acondicionado como me ocurría cuando vivía en el seis. – No hace mucho que vives aquí, ¿verdad? – Creo recordar que Hero mencionó que recién se había mudado al capitolio, eso me hace pensar que ya tenemos algo en común y nuestra relación tan solo acaba de comenzar. – Yo también soy relativamente nueva en mi ciudad, ¿tenías muchas amigas allá donde vivías? – Digo relativamente porque ya hace meses que vivo en el cuatro, pero aún así es capaz de sorprenderme con calles nuevas y lugares donde tomar un helado. Aunque ahora con las facilidades que hay para transportarse de un sitio a otro vía magia no es muy complicado mantener la relación con antiguos compañeros. En mi caso ni siquiera fue necesario porque no soportaba a la mitad, y sigo acudiendo al Royal, pero su situación puede ser diferente.

Frunzo el ceño acelerando el paso cuando se pone en movimiento, mirando al suelo un momento para observar mis deportivas. – ¿Los zapatos? Se siente un poco como empezar la casa por el tejado, pero tú eres la experta. – Me encojo de hombros y continúo caminando siguiendo la dirección de su cabeza para analizar los mismos locales que parecen estar pasándosele por la cabeza. En seguida toma predilección por uno y soy arrastrada calle abajo por su mano mientras trato de no reírme por el comentario. – No sé los tacones, pero podría darle una oportunidad a las sandalias. – Siempre que también haya unos zapatos con cordones de por medio por si me aburro del modelito fino, las sandalias no suenan tan mal. – Llevarse con Hero tiene sus consecuencias, ¿sabes? – Solo espero no terminar disfrazada como los perritos falderos a los que tiene por amigas.

Empujo la puerta de la tienda con la mano y la sujeto para que Meerah pueda pasar, rodando los ojos por las enormes estanterías que se presentan y sin poder evitar sonreír de la repentina emoción que me invade. – No recuerdo la última vez que hice algo parecido, esta tienda es enorme, wow. – Y probablemente no la recuerde porque nunca hubo una primera vez. Cuando vivía con mis padres adoptivos solía ser mi madre la que me compraba la ropa porque estaba en la época de interesarme por el barro más que por la ropa y después, en el orfanato, digamos que nadie te ofrece una cartera llena de dinero para que vayas a comprarte prendas bonitas. Quizás sea la razón por la que me siento un tanto fuera de lugar mientras me dedico a repasar con la mirada los zapatos que hay. – Adelante, te dejaré elegir. – Indico con un gesto de la mano un tanto divertida, para ella es como vestir a una muñeca gigante a su antojo.
Maeve P. Davies
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Solo unos meses. Nos mudamos cuando ascendieron a mamá. - La tía Eunice me había dicho cuando estábamos empacando que mi vida cambiaría mucho con la mudanza y el nuevo colegio, nunca creí que tanto. Si me tenía que poner a pensar en todo lo que había pasado desde que llegamos al Capitolio tenía que admitir que perder un par de amigas era un precio bastante barato en comparación. - Unas cuantas, aunque solo le hablo a un par todavía si tengo que ser sincera. No sabía que tú también te habías mudado hace poco. ¿Dónde estás viviendo? - No sabía casi nada de Maeve, solo lo que me había dicho Hero, y en sí eso era bastante poco si consideraba lo mucho que hablaba mi tía.

Miro vidrieras mientras vamos caminando, porque es inevitable que mis ojos se desvíen hacia ellas; a veces admirando lo que exponían, a veces aborreciendo con el alma las prendas que trataban de vender. Entendía que se acercaba el verano, pero el amarillo y el naranja eran colores complejos de llevar, y aún más difíciles de combinar; no hacía falta el llenar las vidrieras de esos colores, y menos aún cuando iban de la mano del fucsia. Juro que a veces no entendía el gusto de algunos diseñadores. -Al contrario, es empezar la casa por los cimientos. - Literalmente. Si uno tenía en claro los zapatos que poseía, armar un conjunto era mucho más sencillo. No había nada peor que tener todo perfecto de los tobillos para arriba, y después descubrir que no se poseía el calzado adecuado para la situación. - Al parecer muy buenas consecuencias, creeme no te vas a arrepentir. - Le regalo una enorme sonrisa, y me anoto mentalmente el luego comentar con Hero el tremendo halago que le acaba de dar su amiga.


Entrar a una tienda de zapatos siempre es una alegría para el alma, pero en este caso, siento que estoy pintando una tela en blanco así que la emoción es mucho mayor. - Las dos al mismo tiempo. Yo te buscaré unas sandalias, y tú buscarás un calzado cómodo que te guste de verdad. A partir de ahí iremos viendo. - Después de todo, yo la podía vestir como una princesa delicada y seguro se vería hermosa, pero eso no significaba que ese fuera su estilo. Apartándome de ella, recorro rápidamente los estantes hasta encontrar uno que más o menos tiene el estilo que estoy buscando. No me cuesta decidirme por unas sandalias con apenas y algo de taco, suela de goma, y unas cintas de cuero marrón que podían combinar muy bien con todo lo de estación. Claro que debería llevar unas negras para ocasiones formales también, pero esas prefería elegirlas luego de ver el calzado que ella había escogido. - ¿Qué te parecen? Muéstrame tú lo que decidiste. - Le sonrío luego de trotar a paso corto hasta volver a su lado, enseñándole en alto el calzado que seleccioné.
M. Meerah Powell
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
- Es una buena oportunidad para empezar de cero, ¿no crees? - Añado cuando ella misma reconoce el no mantener contacto con sus antiguas compañeras de clase. No la juzgo, pues yo misma estoy en una situación parecida; en ocasiones solo es cuestión de aprovecharla y hacer de ella lo mejor posible. Después de todo ella continúa teniendo a su madre, y hasta donde tengo entendido, acaba de reencontrarse con su padre biológico, según Niniadis. Vaya, ya tenemos otra cosa en común en la que no había caído al conocerla. - Ya hace unos meses que vivo en el cuatro con mi padre, pero cuando llegué todo me parecía abrumador, entiendo que puedas sentirte de la misma manera, y eso que el cuatro no es ni la tercera parte de lo que es el capitolio. - No podría imaginarme tener que pasar de vivir en un distrito humilde a ni más ni menos que la capital del país, que es tan increíble como lo es de estresante. Son evidentes las ventajas que un lugar como este proporciona a una persona, pero tampoco estaría segura de querer vivir aquí. Para ir de compras es el sitio ideal, por ejemplo.

No puedo evitar no chascar la lengua y rodar los ojos en un gesto divertido cuando Hero aparece en el tema de conversación. - ¿Buenas? Lo próximo será querer tomar té con galletas y montar a caballo a mediodía. - Lo segundo no me importaría del todo, ¿pero lo del té? Antes me pego un tiro que tratar de entablar conversación con las amigas de la pelirroja con una taza de té por en medio; ya bastante tengo con aceptar que mis gustos de vestuario han cambiado como para encima tener que modificar mi personalidad también. Por otro lado, creo firmemente que tanto Hero como yo nos hemos influenciado en los últimos meses tras haber pasado más tiempo en la compañía de la otra. Vamos, solo con pensar que decidió hacerme caso y usar mi lista de canciones en su fiesta deja claro que está sufriendo una crisis de personalidad. No muchas personas pueden hacer que Hero intercambie la música clásica por el reggeaton.

Asiento con la cabeza y levanto el dedo pulgar para mostrar mi afirmación antes de partir por una de las filas contrarias a la que ha ido ella para no caer en el error de escoger los mismos zapatos, aunque teniendo en cuenta tanto su estilo como el mío, eso tampoco será muy difícil. Me paseo por las estanterías en busca de algo que se acerque a la descripción que ella misma ha hecho, optando por unas zapatillas blancas con cordones básicas, de estas que todo el mundo tiene en el armario para una salida normal y corriente. No se alejan mucho de los zapatos que tengo en casa, salvo que estas están mucho más nuevas, de manera que rodeo algún estante más hasta que encuentro algo que se aleje de mi zona de confort. - No me decidí entre ninguna así que he cogido las dos. - Le digo a Meerah alzando ambos calzados hasta la altura de mis orejas para que pueda verlas bien. - Huhh, no son del todo lo que esperaba pero supongo que ahí está la gracia, ¿no? - Mientras suelto las opciones que yo he cogido aprovecho para agacharme y sacarme del pie uno de los zapatos, colocándome la sandalia que me tiende antes de volver a estirarme y hacer un leve gesto con las manos hacia las plataformas. - ¿Qué opinas? Son bastante más cómodas de lo que parecen. - Me animo a decir mirándome en uno de los espejos que hay en los laterales dispuestos para estas cosas.
Maeve P. Davies
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M. Meerah Powell
Fugitivo
¿Empezar de cero? Por alguna razón, y pese a que mi vida había dado un vuelco de ciento ochenta grados no podía pensar que toda la situación era un borrón y cuenta nueva. Había muchas cosas que no había querido dejar atrás como para poder decir que estaba empezando mi vida de cero. -No estoy segura. Creo que es más parecido a esto, me refiero… a cambiar de estilo. Una sigue siendo una misma, pero con ropa nueva y zapatos más bonitos. - No suena precisamente inteligente, o como una gran enseñanza, pero es así cómo me sentía. Mi vida había sufrido un extreme make over. - Si te soy sincera, el lugar en sí es lo de menos. A estas alturas tengo más miedo de encontrar una hermana perdida o algo así. - Dándome cuenta de que Maeve no tenía por qué estar enterada de mi vida, no tardo en corregirme. - Me refiero a que, no hace mucho que sé que Hero y yo somos parientes. Mamá no ha sido la persona más sincera del mundo a decir verdad.

Me río cuando cuestiona mi comentario, divertida gracias a su expresión, y a la comparación que hace. - Espera a probar el té helado de frutilla y menta, y luego dime que tan malo es. Lo de los caballos supongo que me enteraré contigo, porque jamás he montado uno. - ¿Que sería una experiencia interesante? seguro. Pero no estaba muy confiada en subir a un animal que doblaba mi altura, sujetada solo de un par de cuerdas. Aunque sí me gustaba el atuendo de los jockeys en general, ¿usarían un hechizo para que los pantalones quedaran siempre blancos al montar? Además de que las chaquetas de equitación eran un sueño, y esas botas… Cuando llegase a casa iba a tratar de diseñar algo en ese estilo y eso sería una perfecta excusa para salir a cabalgar por primera vez. Hay atuendos para cada ocasión, y ocasiones para cada atuendo.

- Tienes que esperar lo inesperado. - Es mi respuesta mientras le tiendo mi elección, y examino en cambio la suya. - El que inventó el dicho de que si uno no lo ama en la vidriera, no es lo suyo, miente. Te tienen que gustar cuando las ves sobre tí. -  Se calza las sandalias que he seleccionado, pero no puedo evitar fruncir el ceño en una mueca de desagrado. - No sé tú, pero ese definitivamente no es tu estilo. Pruébate las plataformas que elegiste por favor. - Una cosa era cumplir su pedido de transformar su estilo, otra muy distinta era la de arruinarlo por completo. - Las zapatillas blancas son un must para todos los estilos. Así que a esas les digo que sí con los ojos cerrados. - O no, porque he visto que existen horrores con lentejuelas o peor… abrojos.

- ¿Y qué te ha hecho querer hacer este cambio? - Consulto revisando otro de los estantes para buscar unas sandalias más acordes, teniendo en cuenta lo que ha elegido. - ¿Es por lo de vida nueva, ropa nueva?
M. Meerah Powell
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Me río por su comentario pese a saber que lo está diciendo completamente en serio, sin poder evitar mirarla con un gesto de compasión. - ¿Por qué es que siempre los adultos piden que no ocultemos cosas y luego son ellos los primeros que incumplen esa norma? - Bufo cuando ella misma admite que su madre no ha sido del todo sincera con ella. Desde mi punto de vista, digamos que mis padres adoptivos nunca me escondieron que no fueran mis parientes biológicos, pero dada las circunstancias por las que ahora no seguimos juntos, ocultaron un par de secretos que a día de hoy sigo sin comprender. Jasper, por el contrario, ni siquiera tengo que fingir porque ya soy lo demasiado adulta como para tomar mis propias decisiones y atenerme a las consecuencias, pero la entiendo perfectamente cuando habla de los nuevos cambios en su familia. - Si te sirve de consuelo, la mayoría de las familias son disfuncionales, si no mírame a mí, no hace mucho que convivo con mi padre biológico y por el momento no me ha ido tan mal. - Reconozco que mi padre y yo hemos tenido nuestras discusiones, algunas más fuertes que otras, pero con el tiempo siempre hemos sabido arreglarlas. - Son cambios grandes, pero te acabarás acostumbrando, de una manera u otra. - Es un consuelo de mierda, lo sé, pero tampoco es como si pudiera cambiar la familia que le tocó.

Pongo cara de asco arrugando la nariz y ladeando mis labios cuando menciona el brebaje que espero no tener que probar nunca en mi vida. - ¿Té de frutilla y menta? ¿Pero qué es esa guarrería? - Más allá de que odio el té con todas mis fuerzas, la combinación de fruta con menta no es algo que esté dispuesta a tomar en los próximos cincuenta años. - Juro que no sé de que hablan la mayor parte de tiempo, en serio, no es tan difícil tomar cosas normales como la coca cola. - Aunque si tenemos en cuenta el estado con el que llegaron a casa el día del cumpleaños de Hero como consecuencia de esa misma bebida mezclada con alcohol, no creo estar segura de que la vaya a querer tomar en un tiempo cercano.

- Pero si lo esperas ya no es inesperado, ¿o sí? - Bromeo. Nunca fui muy fan de los dichos, mucho menos desde que el profesor Bennet se ha aficionado a ellos y los utiliza casi siempre para recordar que tenemos que hacer sus dichosos deberes. Me miro los zapatos haciendo un leve gesto de hombros como para indicar que no me siento especialmente atraída por las sandalias. Quiero decir, podría ponérmelas sin problema, pero no hay nada en ellas que me llame del todo la atención. Obediente me las quito para pasar a probarme las zapatillas que yo he escogido, sintiéndome casi de forma instantánea un poco más como yo misma. - ¡Tachaaaan! No es por menospreciar tu elección, pero pienso que estas estilizan muchísimo más mi figura, aunque igual son demasiado abrigadas para el verano... ¿qué opinas? - Poso las manos sobre mis caderas a forma de jarra mientras me paseo por el pasillo con la vista fija en el espejo. Debería ir de compras más a menudo, es realmente divertido.

- No lo sé. - Murmuro como respuesta a su pregunta, quedándome por un momento pensativa observando la parte baja del espejo. - Quiero pasar página, supongo, asumir que las cosas han cambiado y que yo debo cambiar con ellas. - Aunque me cueste admitirlo, mi actitud pasota y alocada funciona como una tapadera a lo que realmente siento en mi interior. Agradezco haber encontrado a mi padre, que se preocupe por mí pese a no haber sabido de mi existencia durante todos estos años, pero no puedo evitar echar de menos mi antigua vida, con mis padres, aquellos que me vieron crecer y que me inculcaron los valores que a día de hoy creo seguir. Si solo pudiera saber más acerca de que hicieron o donde están... - Con un cambio de imagen se siente más fácil aunque suene a estupidez. - Quizá hasta debería cortarme el pelo, ¿no dicen que cuando una mujer se corta su cabello es porque ha habido algún cambio importante en su vida?
Maeve P. Davies
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Yo creo que es porque olvidan que alguna vez tuvieron nuestra edad. - No tengo más explicación que esa, porque sino no me explico cómo podían exigir ciertas cosas, pero saber que ellos mismos no cumplían con las enseñanzas que trataban de impartirnos. De acuerdo, no podía decir que Audrey había sido así en todo ya que solía responder a cualquier pregunta que le hiciese, sin moderar o disfrazar las respuestas acorde a mi edad. Sin embargo, que ocultase a mi familia en sí durante tanto tiempo… podía entender un poco lo de Hans, pero no lo de mi abuelo o mi tía. - Tenemos más en común de lo que creía. Llevo solo unas semanas de tratar con mi padre, y todavía no estoy segura de cómo actuar a veces, pero como dices, es cuestión de acostumbrarse. - De verdad me gustaba la extraña relación que estábamos formando con Hans, sino no hubiera decidido agregar su apellido a mi nombre.

Por alguna razón la palabra “guarrería” me causa gracia y me hace levantar las cejas mientras que mantengo mis labios apretados en una línea fina para que no se me escape una carcajada por una tontería como esa. - Me encanta la coca cola, pero no está mal probar otro tipo de cosas. El té helado es exquisito, no se parece en nada al té común. - Que tampoco había nada de malo con el té común, pero entendía que no todos pudieran encontrarle la gracia. - Prueba con menta y jengibre y luego me dices. - Claro que mis favoritos eran los batidos de fruta, pero cualquier cosa que fuera fresca y tuviese sabor estaba bien. Salvo el coco, odiaba el coco.

- Opino que casi no necesitas mi ayuda. - Le respondo con gracia. Podrá querer cambiar su estilo y decir que quiere probar cosas, pero tiene muy en claro que es lo que iría con ella y lo que le quedaría bien. Era inútil el querer desviarla de una visión que claramente debía volverse realidad. Aunque en algún momento, cuando termine los diseños de mi primera línea de ropa, te llamaré para que la modeles. - Tenía ese aire juvenil, sobretodo cuando se ponía en pose, que serviría a la perfección para las ideas que me habían venido a la mente luego una de mis charlas con Hero. No había descartado en lo absoluto el emprendimiento que habíamos planeado, y aunque fuese a tomar tiempo, ya estaba armando un plan de negocios inclusive.

La observo pensativa cuando responde a mi pregunta del por qué, sin esperar haber acertado en lo más mínimo. Podía tener buen gusto, buen ojo, y amar definir estilos, pero seguía teniendo doce y poca o nada de experiencia en ciertas cosas, y esta era una de ellas. - No es una estupidez. Cada uno tiene su forma de afrontar los cambios, y la ropa suele ser una buena salida. - La ropa, el pelo, el maquillaje… no podía negar el haber pensado más de una vez el querer teñir mi cabello, pero siempre lo había asociado a la leve envidia que tenía del don de mamá, y no tanto por ser una necesidad de cambio en sí. - Mi madre siempre fue una persona trabajadora, pero eso no significaba que tuviésemos plata de sobra. Así que en lugar de hacer cambios completos de guardarropa, aprendí a modificar mis prendas y hacer que estas crezcan conmigo. Tal vez lo que necesitas es encontrar un estilo que pueda mezclar lo viejo con lo nuevo…
M. Meerah Powell
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Asiento con la cabeza completamente de acuerdo con su respuesta, sin poder evitar preguntarme si terminaré por hacer lo mismo cuando tenga hijos, si en algún momento los tengo. - Es raro al principio, ¿verdad? Como que no terminas de asumir que es tu padre. Creo que lo que más me chocaba era lo mucho que podemos llegar a parecernos a veces. - Incluso habiendo crecido lejos de él, puedo ver mis expresiones en las suyas, como la forma extraña que tenemos de mover las cejas tras una discusión. Realmente es extraño. - Mejor tarde que nunca, ¿huh? - Me resigno a decir acompañándolo de un encogimiento de hombros. No habría esperado conocer a mi padre biológico de no ser por las circunstancias que se dieron, pero por lo menos ahora puedo decir que reaparecer en su vida no fue en vano después de todo.

Menta y jengibre, creo que nunca escuché una combinación tan extraña, por no decir que ni siquiera creo haber probado lo segundo; tampoco es como que suene muy bien, la verdad. - Bueno, quizás pueda darle una oportunidad, en verano me bebo cualquier cosa que sea helado. - Termino por aceptar con una sonrisa en mis labios. Es lo que tiene las altas temperaturas, las bebidas frías son lo que me salvan la vida en una tarde calurosa. Eso y un chapuzón en el agua, suerte que tengo la playa a escasos metros de mi casa. - Deberías venir alguna vez al cuatro, tráete un bañador y podemos pasar la tarde en el mar, será divertido, ¡podríamos incluso hacer una barbacoa! Nunca hice una, pero no debe ser complicado, ¿qué opinas? - Creo que el modo en el cual sonrío dice mucho de la ilusión que me haría hacer algo así, después de todo pronto se terminarán las vacaciones y habrá que haber aprovechado estas semanas de libertad al máximo.

- Wow, ¿estás creando una línea de ropa? ¡qué gran idea! Me encantaría desfilar para ti, siempre me dijeron que tengo talento natural para las pasarelas. - E inmediatamente corro al final del pasillo para poder caminar por el mismo desde el final cruzando mis piernas en lo que camino y saludo con una mano mientras la otra la mantengo en mi cintura. Desafortunadamente me tropiezo con mis propios pies y termino por golpear una pila de cajas que caen al suelo estrepitosamente. - Ups. Bueno, no tanto talento como torpeza. - Me río de mi misma mientras vuelvo a apilar las cajas antes de que algún dependiente se asome para ver que está ocurriendo. - Si alguna vez necesitas ayuda con tus bocetos, prometo que se me da mejor dibujar. - Bromeo. No considero que sea un talento, pero la verdad es que tampoco se me da mal.

Me siento en el sofacito para quitarme los zapatos y volver a ponerme los míos mientras además escucho lo que tiene que decir. Tiene sentido, de alguna manera, aunque en la realidad no sea tan fácil mezclar el pasado con el presente, en especial cuando son realidades tan distintas. - No me parece mala idea, así que para ponerla en práctica, ¿qué te parece si me llevo estas y ya más adelante me convences de comprar unas sandalias? - Elevo las zapatillas que me acabo de sacar y me levanto para dirigirme hacia la caja. - ¿Te apetece que vayamos a por ese batido? Siempre podemos seguir más tarde. - Propongo mientras sujeto la puerta de salida una vez he pagado por los zapatos y se encuentran metidos en una bolsa que zarandeo con el brazo a la par que camino.
Maeve P. Davies
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Sería bonito, nunca he ido al mar. - Me interrumpo en seguida y vuelvo a corregirme con rapidez. - Me refiero a que jamás me he metido al mar. Dime que tú sí sabes nadar, porque no quiero morir ahogada. - No me gustaba admitir que había cosas que no sabía hacer, pero no era tan tonta como para aventarme al mar y esperar que un instinto que hasta ahora siempre me había fallado, mágicamente apareciese y me mantuviese a flote. Estuvo bastante calmado en la fiesta de Hero, así que supongo que no debe ser tan complicado, ¿no? - Y si la respuesta era negativa, pues usaría el bañador para tomar sol en la playa, con una rica bebida al lado.

Me río con la emoción que muestra y observo divertida como imita su andar por una pasarela pese a que no era a eso a lo que me refería precisamente. - Creo que aún es pronto para andar pensando en desfiles. Hablaba de que me gustaría fotografiarte mientras la modelas. - Fotos mágicas si podía, que captasen a la perfección las ideas que ya tenía bocetadas luego de llevarlas a lo físico. - Hero ya ha aceptado modelarlas también, así que variedad es algo que no me faltará. - Sería divertido crear distintos estilos a partir de una misma prenda, y vestir como muñecas a las dos muchachas. Contraste, fuerza, dinamismo, variedad… lo podía imaginar. - ¿También te gusta el arte? Llevo un tiempo yendo a lo de la profesora Yorkey para mejorar. Me gusta estampar mis propias telas cuando no encuentro lo que busco. ¿Tienes algunos bocetos? - Si eran bonitos e interesantes, tal vez pudiera darles un uso si es que así lo quería.

- O mejor me dices cuándo es tu cumpleaños y te regalo unas. Así tendré tiempo para analizar tu estilo y no podré equivocarme. - Ya había aprendido la lección, primero conocer a la persona, luego elegir la indumentaria. La vez que habíamos salido con mi tía había sido distinto ya que a ella la había visto en la televisión un sinfín de veces. - Y te haré probar el té helado. ¿Qué dices? - La sigo por la puerta, al menos contenta de que ha podido llevarse algo.
M. Meerah Powell
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Frunzo el ceño mirándola con descaro cuando dice no haber ido nunca a la playa, hasta que ella misma se corrige y mis labios se transforman en una especie de o en lo que alzo las cejas. - Ya pensaba que el poco alcohol que tomamos en el cumpleaños de Hero había hecho estragos en tu memoria. - Hace tiempo que yo no tengo lagunas de ese tipo, lo que me hace pensar que mi cuerpo se ha acostumbrado más o menos al efecto del mismo, pero comprendería que para ella toda esa sensación fuera extraña. - ¿No sabes nadar? - Al principio ese hecho me parece tan poco creíble que vuelvo a juntar mis cejas en un intento de mostrar mi confusión, pero luego recuerdo que no todos los distritos tienen mar y que no todo el mundo puede permitirse una piscina privada y vuelvo a relajar mi cara. - ¡Yo podría enseñarte! Las playas del cuatro son tranquilas en verano, y no tenemos por qué meternos hasta el fondo, siempre podemos quedarnos en la zona donde no cubre. - He de admitir que no soy la mejor profesora, para nada, pues mi paciencia es más corta que la duración de mi atención en clase, y esa ya viene siendo bastante poca. - Entonces está hecho, te enseñaré a nadar y te quedarás a dormir, podríamos decirle a Hero, ella ya ha estado varias veces en mi casa, ¡será divertido! Creo que a todas nos vendría bien un poco de sol. - Solo hace falta mirarnos a las tres para darse cuenta de lo pálidas que somos en contraste con la mayor parte de la población del cuatro.

- Oh, bueno, definitivamente creo que podré hacer eso. - Estar quieta, mientras me hacen fotos, no suena como algo que no pueda hacer sin tirar todo lo que se encuentra a mi alrededor. Por lo menos es una mejor idea que dejarme caminar por una pasarela con tacones. - No conozco a esa tal Yorkey, ¿es buena? - No me importaría acudir a un par de clases si resulta que es una buena profesora; siempre he dibujado por mi cuenta y pese a que no lo hago del todo mal, puede que un par de consejos sobre pintura ayuden a mejorar a la mía. - Tengo muchos dibujos en mi casa, puedo enseñártelos cuando vengas. La verdad es que es lo único que hago. - Le digo acompañándome de un encogimiento de hombros. Puede que no sirva para estudiar, pero en lo que se refiere al dibujo, creo que no ando mal parada.

Sonrío de oreja a oreja ante su propuesta, no son muchas las veces que alguien está dispuesto a recordar mi cumpleaños. - ¡Aún falta mucho para eso! Es a finales de abril, ¿cuándo es el tuyo? - A ver si voy a tener que ser yo la que tenga que comprar un regalo dentro de poco, aunque en cuanto a fiestas se refiere, no creo que ninguna de las dos quiera acabar como en el cumpleaños reciente de Hero. - Bueno, está bien, tienes suerte de que últimamente me esté dando por probas cosas nuevas o si no te hubieras quedado con las ganas de ver mi cara de asco cuando lo tome. - No creo que el hecho de tomar ese té me vaya a causar tanta risa como el comentario que acabo de hacer, pero por lo menos no se puede quejar de que no lo vaya a intentar.
Maeve P. Davies
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Nombra el pequeño incidente con el alcohol que había sufrido hace pocas semanas y siento como la sangre se me sube a las mejillas de manera inmediata. - ¿Poco dices? Era la segunda vez en mi vida que probaba alcohol, y la primera en consumir tal cantidad… Suertuda tú si lo que tomaste fue poco. - Yo por lo personal prefería dejar de lado por un tiempo ese leve interés que me generaban las bebidas alcohólicas. Luego de experimentarlas tan de cerca, prefería mantenerlas lejos por un buen tiempo. Al menos las bebidas blancas que podían mezclarse tan bien con un simple jugo de frutas o un refresco. - Sé nadar. - Lo medito unos segundos y vuelvo a corregirme. - Bah, sé flotar. Y avanzar con brazadas deformes dentro de una pileta, pero eso es todo. - Suponía que no era lo mismo el agua calma de un cuadrado de cemento, que la fuerza que podía tener el mar en un día con más viento de lo normal. - No suena para nada mal, aunque será un milagro si puedo adquirir otro color que no sea el rosado en mi piel. - La desventaja de ser pálida, es que tomar color era casi imposible. Por suerte siempre llevaba bloqueador solar, y nunca había llegado a ponerme del color calamar que muchas ostentan en los descuidos bajo el sol.

- Tal vez la conozcas: Jolene Yorkey. Fue famosa hace unos años, pero ahora simplemente es la mejor profesora que he tenido. Es muy buena, y no suele guardarse sus opiniones como he visto a muchos hacer. - La profesora Yorkey era otra de las pocas que no me trataba como si tuviese cinco años así que, naturalmente, era una de mis personas favoritas. - Da clases en el Ocho, si quieres puedes acompañarme un día después del colegio. Podemos merendar en lo de mi tía Eunice en lo que hacemos tiempo, o podemos a ir a esta tienda de batidos que es increíble. - Me entusiasma encontrar a otra muchacha que tenga interés en las mismas cosas que yo, y estoy más ansiosa de lo que hubiera esperado para que me muestre los dibujos que hace. Me gustaba reconocer el talento ajeno, y si Maeve decía que era buena en eso, pues le creía.

Si su cumpleaños era a finales de Abril, eso quería decir que no estaba en deuda y que aún tenía tiempo de sobra como para saber qué regalarle. - El primero de Septiembre, no es muy difícil de recordar. - La ventaja de cumplir el mismo día que iniciaban las clases, es que no había forma de que nadie se olvidase, o que al menos una persona lo recordase y le dijese al resto. Daba igual. Me gustaban mis cumpleaños cuando estaba con amigos. - Ya verás que te gustará. - Le aseguro. Y es más, buscaría dárselo a probar de manera que no supiese que lo que estaba tomando fuese té.
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Maeve P. Davies
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Tengo que mirarla con expresión divertida al mismo tiempo que siento cierta lástima por ella si realmente es de las primeras veces que toma alcohol. Meerah no es mucho más joven que yo, lo cual deduzco por su aspecto y porque coincidimos en varias clases a lo largo del curso, pero con ello puedo asegurar que yo probé por primera vez el alcohol mucho antes de que ella lo hiciera. – Bah, tampoco fue para tanto… – Desde luego no fue mi peor noche, he terminado en situaciones mucho peores y con una resaca mucho menos soportable de la que tuve al día siguiente de la fiesta, la cual considero un camino de rosas en comparación con los dolores de cabeza que he llegado a tener en otras ocasiones, la mayoría incitadas por un alcohol de pésima calidad.

Imaginármela dando salpicones en una piscina cerrada y tratando de mantenerse a flote me saca una risa. – Definitivamente tendré que enseñarte antes de que me pongas en ridículo en público. – Por el tono de mi voz se nota que estoy bromeando, más que nada porque no necesito de nadie para ponerme en ridícula yo sola, lo cual lo hace tres veces más penoso. – No sabes lo que te entiendo, hubo un año que desistí de tomar el sol y me compré un spray de estos bronceadores, pero no terminó muy bien. Así es que puedo decirte que el color cangrejo es mucho mejor que parecer una zanahoria andante. – Desde entonces prefiero abrasarme al sol para conseguir apenas un poco de color, aunque otra parte de mí sigue pensando que alguien me gastó una broma cambiando el tiempo del temporizador mientras el productor hacía efecto.  

Trato de hacer memoria en lo que me dice el nombre de su profesora de arte, arrugando levemente la nariz junto con mis labios. – Oh, creo que ya sé quién dices, ¿no fue vencedora de unos juegos hace ya mucho tiempo? – Tanto que ni siquiera yo había nacido, y la razón por la que conozco acerca de ella es porque mi propio padre es un vencedor y antes de tomar la decisión de buscarle, hice mis investigaciones sobre el tema. – Suena bien, y no es por desprestigiar a tu tía, pero con lo de los batidos me ganaste. – Aunque de poder siempre podemos hacer las dos cosas, no conozco a ningún miembro de su familia a excepción de Hero, pero que quiera presentarme a un familiar suyo me produce algo parecido a la satisfacción por haber encontrado una nueva amiga. No ocurre muy a menudo que alguien quiera pasar más del tiempo necesario conmigo porque soy como un grano en el culo que no calla ni debajo del agua, de manera que pienso aferrarme a esta amistad por todo lo que dure.

Su fecha de cumpleaños me recuerda a lo poco que queda de vacaciones, las cuales se están pasado mucho más rápido que otros años. – Bueno, de esa forma al menos tienes asegurado que no llegarás tarde al colegio el primer día de clase, cosa que para nada he hecho yo. – Bromeo, seguro que de la emoción ni hace falta que ponga el despertador. De igual manera, siendo consciente de esta información, trataré de no quedarme dormida para poder ser de las primeras en felicitarla.
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Dejo que mi ceja se eleve en un gesto evidentemente juzgador y me cruzo de brazos para acentuar más el efecto de mi expresión en general. - Eso dices tú, que no le golpeaste la puerta a la ministra de educación estando ebria, ni interrumpiste a tu padre cuando tenía compañía. - Esperaba de verdad que la mujer no fuese alguien recurrente, porque no podría volverla a ver a los ojos sin avergonzarme de pies a cabezas. No importaba lo bonita que pudiese o no ser, hubiese preferido que fuese Lara. Al menos con ella no sentiría el nivel de mortificación necesaria como para considerar vivir adentro de un ropero.

- Si no quieres que te deje en ridículo, mejor déjame asolearme a un costado y jugar en la orilla. No soy… no soy precisamente buena en deportes. - Por no decir asquerosamente mala. Ni pelotas, ni raquetas, ni escobas o cualquier cosa que requiriese un mínimo de agilidad o velocidad. - A menos que contemos el ajedrez o el billar. - En los cuales se necesitaba lógica, precisión y un mínimo de movilidad que sí podía cumplir sin trastabillar o hacer un completo ridículo. - ¿Usaste una de esas cosas cancerígenas? - Los ojos se me abren como platos y me llevo una mano al pecho de manera exagerada. - Son terribles para la piel, y no empecemos a hablar de lo mucho que tiñen la ropa… además de que: ¡naranja! - Prefería ser blanco papel antes que permitir el contraste que generarían mi cabello rubio y una piel de naranja vibrante.

Asiento con la cabeza a lo de Jolene pero no me explayo más en el asunto ya que no conozco demasiado sobre el tema. - Entonces es un hecho. Batidos, y algo de agua de mar este verano. - Había que hacer algo durante los meses de vacaciones, y hacer planes con amigas no sería mala idea. - Y modelar mis diseños, no lo olvides.
M. Meerah Powell
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Maeve P. Davies
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Trato de aguantarme la risa, de verdad que lo hago, e incluso utilizo mi mano para tratar de no dejar salir el sonido, pero termino por soltar una carcajada tan grande que algunas personas que pasan a nuestro lado se giran para mirarme. – ¿Interrumpiste en casa de la ministra? Wow, y yo que creía que no había nada peor que que tu padre te vea borracho. – Tanto el suyo como el mío, el cual estoy seguro que está más que acostumbrado a mis torpes pisadas de madrugada. – No es una buena fama la que te estás ganando en el capitolio, Meerah, lo próximo será ser anfitriona de una fiesta de streptease. – No sé cómo se tomará mi broma, teniendo en cuenta que es una versión aligerada de Hero, pero lo digo igual con la sonrisa que resulta al apagarse mi risa.

Lo que dice del ajedrez me hace levantar una ceja interesada, pues no la tomaba por alguien que hiciera mucho deporte, pero tampoco por alguien que fuera atraído por las codiciosas normas del juego. – Una vez tomé una partida de ajedrez, terminó con la reina contraria despedazando a mi rey en dos, espero que se te dé mejor que a mí, en cualquier caso. – Desde entonces me he mantenido lejos de las tablas de ajedrez, porque aunque sea poco el dinero que me he atrevido a apostar con mis compañeros de clase, no quiero tener que perder más. Asiento con la cabeza a la par que mis hombros se elevan en un gesto conformista, o más bien, de honestidad. – Tenía once años, ¿vale? Y un chico al cual impresionar, por muy penoso que suene. – Ahora tengo solo un poquito más de razón, la suficiente para no cometer la estupidez de hacer alguna tontería por un hombre. Duh.

Me echo la bolsa hacia la espalda, cargándola como si fuera un saco de patatas pese a no pesar mucho y asiento a lo que dice. – De acuerdo, te llamaré un día de estos para concretar los detalles. – Me acerco para darle un abrazo amistoso y zarandeo la mano cuando vamos a tomar direcciones contrarias para ir cada una a nuestras respectivas casas. Puede que no vuelva con todo lo que tenía pendiente para comprar, pero al menos tampoco regreso con las manos vacías: unos zapatos y una amiga nueva lo considero una tarde bastante exitosa.
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