Desde que Ben se fue Eowyn tomó esta rara costumbre venir a "ayudarme" a cocinar. No me quejo, me daría un poco de miedo pensar en cómo quedaría la comida si realmente ayudara a hacerla, pero debo admitir que el que esté al lado de mí evita los pensamientos depresivos cuando recuerdo a mi mejor amigo de toda la vida. En verdad duele. Y sé que Seth no la ha pasado mucho mejor puesto que lo descubrí recuperando la bolsa de toda las cosas que tenían alguna relación a Ben y de las que ya se había deshecho. No le dije nada, por supuesto, pero aún así, entiendo cómo se siente. A medias porque la relación que tenemos, o teníamos, con él era bastante diferente.

Suelto el cucharón en cuanto escucho a Jared gritar como loco llamando a su papá pero antes de que pueda ir a verlo Eowyn se me adelanta y acto seguido sale corriendo. Mi mirada se cruza con Seth cuando ambos entendemos lo que gritó Eowyn y Jared no deja de mencionar a su "tío Ben". Antes de que pueda decir algo Seth se va y yo no sé qué hacer. - Quédate aquí y si me entero de que te fuiste, vas a estar castigado el resto de tu vida. - Lo escucho rezongar y hacer berrinche pero no me importa, no necesito que mi hijo se meta en donde no debería estar. Me aproximo a irme después de dejar la olla apagada pero antes de que pueda evitarlo Jared sale corriendo a toda prisa.

Suelto una maldición y corro tras él, debí suponer que la emoción de ver a Ben iba a ganarle. Corro todo el camino hasta donde está acumulada la gente a tiempo para jalar a Jared del brazo y mirarlo con profundo enojo. Por un momento casi lo suelto cuando veo a las personas que están frente a todos. - No puede ser. - Me llevo la mano libre a la boca cuando mis ojos se fijan en Ben y ahogo un grito al ver su estado, y otro más a su acompañante.

Enseguida me dirijo a donde está Seth pero él ya ha sacado la varita para apartar a Eowyn del camino y dirigirse a Ben. Echo ya se ha encargado de Sean y Arleth está muy cerca también. No sé qué decir ni qué pensar. Pongo mi mano en el hombro de mi esposo y le dirijo una mirada furiosa a Ben, ¿Qué estaba pensando? Lo he extrañado al mismo tiempo que estaba enojada con él pero ahora, no sé ni siquiera qué siento. - Cálmate por favor Seth. - Le digo en un murmuro pero entiendo por completo su reacción, sólo no me gustaría que alguien saliera lastimado innecesariamente. Lo cual me hace pensar que soy una idiota por tener a un niño tomado de mi mano que se esconde detrás de mi espalda, y que, resulta ser también mi hijo. Cuando Seth vea a Jared va a matarme por tenerlo aquí tan cerca de todo.

Escucho la amenaza que Ben le lanza a Seth y volteo a ver a Sean Niniadis con desprecio. ¿Por qué lo ha traído aquí?, ¿Será verdad que nos ha vendido? - Has estado lejos por mucho tiempo Benedict para que lo primero que hagas al regresar sea amenazar a mi marido para escucharte, y encima, traerlo a ÉL a nuestro hogar. - Señalo a Sean sin verlo. El Ben que conozco no nos haría nada... La verdad ya no sé qué haría o si lo conocía bien para empezar.

Las mismas acciones de los demás, una detrás de otra. Las mismas acciones incrédulas, de dolor, decepción, incluso algunas de esperanzas, tal y como Derian quería sentir en esos momentos. Una parte de él, la parte del corazón que lo quería como a un hijo, o como un hermanito pequeño. Esa parte quería hacer fuerza en él, avisándole las posibles opciones que había tenido Ben para traer a Sean aquí. Lo primero que pensó fue la maldición Imperius, pero a Ben se le veía muy dueño de su voluntad. El dolor y la decepción fue comiéndole terreno al corazón benevolente que aún creía en Benedict.

No se inmutó ante el numerito de Eowyn, tampoco ante las impulsividades de Echo y Seth. Todo estaba justificado y por alguna extraña razón que no quería sentir, las palabras dañinas hacia Ben no le afectaron en nada. Sean comenzó a hablar, utilizando esa lengua de víbora que lo hacía perfecto en su puesto de consejero.

Maldito bastardo.

Derian dejó a un lado la caña y la cesta, aproximándose un paso hacia Niniadis para devolverle en un golpe todo lo que había sufrido él como esclavo en ese país. Su puño impactó en su cara, con rabia —¿Y qué narices va a obtener un cabrón como tú entrando aquí, Niniadis? ¿Creías que cuando te viésemos íbamos a invitarte a chocolate y galletas? Todavía tengo las heridas de tu puto gobierno. Esa utopía que nos hicieron creer a todos —lanzó sus palabras con veneno, evitando mirar a Benedict y escuchando las palabras de este.

—¿Y crees aún que habéis venido solos, Ben? ¿Sabe algo de toda esta excursión Jaime? Ey, Sean ¿Le has contado algo a tu mujer? —La desconfianza de todo esto era palpable. Derian no creía nada de esa lengua viperina y tan cegado estaba que no había reparado en las heridas de Benedict.

Mantengo mi mirada sobre Ben pero cuando Sean me habla, no puedo evitar que mis ojos se vayan hacia él. A esas alturas los nervios han activado mi cerebro como un radar, y capta pensamientos de toda clase. Los discursos de desconfianza son los más populares y no es de extrañar. Tardo en darme cuenta de que parte del bullicio que hay solo está en mi cabeza y es por la mano de Sophia sobre mi hombro intentando que me calme. — No puedo — Escupo las palabras con una rabia contenida, que no va dirigida en absoluto hacia ella, porque sé que me entiende, sé que estos meses sin Ben también han sido duros para ella.

Al final Jared me distrae, porque estaba seguro de que Sophia lo habría obligado a quedarse en la casa. Olvidaba que había heredado el gen rebelde de sus dos padres; karma se le llama esto. En vez de obedecer, se ha ido corriendo hacia nosotros, agarrándonos a ambos gritando que no podemos pelearnos con tío Ben de nuevo porque entonces se irá otra vez. Centrarme en sus gritos e intentos por sacudirnos me ayuda a desactivar la legeremancia. Rara vez pierdo el control de esta, pero en ese instante las cosas me superan y mi cerebro está más ocupado en el caos que se extiende a nuestro alrededor que en mantener en alto mis propias defensas.

Consigo centrar mi atención en Sean cuando habla, pero no solo escucho sus palabras. Vagas imágenes del trato que hizo con Ben y la sinceridad de su aparición, consiguen por fin que mi brazo pierda fuerza y mi varita deje de apuntar hacia Ben, o al menos, hacia su cara.

Paso la vista de uno a otro dudoso, pero ambos insisten; y no son los únicos. Delilah también suplica una oportunidad para Ben, al mismo tiempo que Jared. Aunque hay más gente en contra que a favor y Derian es la evidencia de eso. Cuando el puño del hombre golpea a Sean giro la cabeza con un gesto de dolor solidario. Siento pena por él, porque acá se lo comerían vivo, pero mayormente porque al final, he decidido concederles esos quince minutos que me están rogando.

15 minutos. Solo me pide 15 minutos. No puedo negarle 15 minutos al único Niniadis que siempre estuvo ahí para mi. —
Él salvó a Ben una vez. — Le murmuré a Soph al oído pegando mi nariz contra su sien. Sé que odiaba a mi familia por todo lo que habían hecho, pero Sean siempre había estado en un cajón diferente al resto. Esas palabras no explican mucho, pero espero que expliquen, al menos para ella, porqué hago lo que hago después. Por qué le debo, al menos, esos quince minutos.

Deshago el hechizo que ata a Sean y de la misma manera que alejé a Eowyn, alejo a Derian de él, manteniéndolo absolutamente estático por unos segundos para que entienda que voy a defenderlo, y no muy amablemente, si se produce un segundo ataque de su parte. — Vosotros ganáis — Declaro de forma firme. — Pero tengo una condición — Sé que a Echo esto le va a sentar como el culo después de lo que pasó la última vez. — Te doy esos quince minutos pero no voy a dejar que te vayas sabiendo donde estamos. O aceptas que te borremos la memoria primero, o no vuelves a casa jamás. —

Asiento a la petición de Zenda porque puedo ver las heridas inflamadas de Ben, lo que me dan a entender que ya tiene varios días en este estado. Su ropa es un asco y apenas puedo verle los ojos entre las capas de mugre y sangre seca, por lo que intento mantener la calma mientras el resto parece querer comérselo vivo. El accionar de Echo es lo que me hace avanzar hasta tomarlo del brazo, reteniéndolo mientras oigo el intercambio de palabras. El golpe de Derian me hace echar la cabeza hacia atrás en un gesto de dolor ajeno, pero ni loca se lo contradigo — Seth… — lo mío es una advertencia suave y no puedo evitar mantenerme cautelosa, pero acabo cediéndole un momento de confianza al niño que he visto crecer bajo mi propio techo. Se lo debo a su padre, supongo.

Con un suspiro de resignación, me acerco lo suficiente como para tomar el rostro de mi hijastro, inspeccionarlo y volver a sotarlo — Te curaremos mientras ellos hablan. Echo supervisará todo y no permitiré que Sean ande por el distrito, así como así — lo que me lleva a tender una mano en su dirección y mover mis dedos en exigencia — Tu varita, Niniadis. Son nuestras normas o puedes irte por donde viniste sin un gramo de tu memoria. O también las celdas pueden quedarte bien.

Apenas lo veo venir. No recuerdo la última vez que alguien me ha dado un puñetazo, y mucho menos lo mucho que podía llegar a doler. Hago una mueca ante el ardor que me echa hacia atrás y tengo que parpadear entre los ojos irritados para reconocer el rostro de uno de los vencedores que se nos han escapado de las manos. No puedo no reírme con irónica incredulidad — Así que aquí es donde terminaste, Castle — muevo la nariz como si de esa forma pudiese frenar el dolor, pero mis manos amarradas no me sirven de mucho — Mi mujer no es mi dueña, muchas gracias por tu preocupación — sin embargo, no puedo culpar su desconfianza.

Tampoco me importa mucho Derian, no cuando tengo delante a un hombre que intento reconocer en los recuerdos que tengo de su yo adolescente y niño. Esos que se ven un poco distorsionados cuando una mujer rubia aparece en escena, llevando con ella al niño pequeño y habla de Seth como si fuese su marido. Tiene una familia. Una completa, como la que no pudimos ser cuando estaba en casa. Abro la boca, pero creo que he perdido la voz. No puedo recomponerme hasta que siento como el amarre desaparece y me froto un brazo por inercia, sintiendo mis piernas algo flojas. Resoplo, pero acepto su lógica — No volverás a verme si eso es lo que deseas — prometo. Esto es diferente, no tiene nada que ver con nuestra eterna guerra. Doy un paso hacia él, pero la interrupción de la persona con aires de liderazgo me mantiene en mi sitio. Resoplo y tomo mi varita, tendiéndosela — Siempre que regrese a mí en cuanto decida marcharme — no le doy tanta importancia. Tengo asuntos más urgentes, como el niño que observo que se asoma por detrás de sus padres — No creí que tuvieras un hijo. Benedict no lo mencionó — quizá no es un gesto bien tomado, pero muevo mi cabeza amablemente en dirección a la esposa de Seth a modo de cordial saludo.

En cualquier otro momento creería las palabras de Ben sin dudarlo ni un instante, pero teniendo en cuenta ya no solo la situación del último mes, sino con quién ha venido, me cuesta hacerlo. Pero al final la parte de mí que confía en él sin dudarlo, la que pondría la mano sobre fuego por él, acaba ganando a la otra. Muevo la mano izquierda casi sin ser consciente hasta su barbilla, analizando su estado y lo mal que se encuentra, pero ni siquiera me da tiempo a hacerlo porque Eowyn y sus gritos se cruzan en mi camino. Y no es la única. En cuestión de minutos, prácticamente todo el distrito está aquí reunido, casi como la última vez pero con una tensión incluso mayor porque, al final, el hombre que tenemos delante es ni más ni menos que el marido de la ministra.

Apenas presto atención a lo que van soltando el resto, y a lo poco que llego a escuchar ni siquiera reacciono. No me inmuto con el comentario de Beverly, uno que en cualquier otro momento me habría dolido porque llevo aquí toda la vida a pesar de que en los dos últimos dos años me haya distanciado; y tampoco me muevo con el puñetazo que Derian le da a Sean, uno que se merece. Lo único que me saca de este estado, uno en el que intento comprender mentalmente qué está pasando, es que Seth acceda a hablar con él. Es mi otro mejor amigo, y aunque también confíe en él, no confío en la persona con la que va hablar, por mucho que únicamente vaya a ser durante quince minutos.

En cualquier momento protestaría y trataría de convencer a Seth de que no lo haga, de que lo encierre y ya, pero no estoy para discutir ahora mismo. Al final, para lo único que de verdad reacciono es para hablar a Arleth: — Déjame que te eche una mano, por favor. — No es que vaya a ser de gran ayuda, pero me conformo con llevarle agua y ropa limpia aunque sea. No puedo seguir viendo a Ben en este estado, y necesito que me haga comprender por qué ha traído a este hombre a nuestro hogar.

No tengo miedo por mí, porque llevo dos años viviendo fuera, a sabiendas de que en cualquier momento pueden descubrirme. Lo que me preocupa es que acaben con el 14 y con la gente que me importa. Quejarme, cuestionar la situación delante de todos, no va a servir de nada. Sean Niniadis ya está aquí, y lo único que podemos hacer es evitar que ponga nuestras vidas en peligro.

— ¡Der, espera! — tarde, por supuesto. El golpe va de lleno a la cara de Sean y creo que el único motivo por el cual no intercedo es porque estoy demasiado preocupado por la aparición de Sophia, con mi ahijado tomado de la mano. Creo que sus palabras son las que más me duelen, porque he conocido a Sophia desde que tengo cinco años y ella debería saber lo suficiente de mí como para confiar — No lo entiendes, Soph. Es que… es su… — no puedo decirlo, en especial porque es trabajo de Sean explicarle lo que me ha dicho en las mazmorras. Hay partes demasiado delicadas como para que salgan de mi boca.

Entonces sucede un milagro y parece que Seth va a prestarme un mínimo de atención. No puedo explicar el alivio que me invade, ese que me obliga a sonreír con desgano y aflojar un poco la postura. El trato me parece lo más justo y solo puedo asentirle a Arleth, porque solo quiero que todo esto se termine de una vez. Sentir que estoy en casa, que las cosas salieron bien, que Sean y Seth podrán tener la bendita charla que se deben hace quince años — ¿Dónde está mi papá? — le pregunto a su mujer con suavidad, dando unos pasos que me alejan de la conversación que no me compete y, por inercia, me aferro a la mano de Amber en reacción a su propia postulación para ser de ayuda. Arleth me sonríe y responde con suavidad que me curará en su casa, donde podré charlar con él y doy unos pasos, viendo como algunos de los curiosos empiezan a dispersarse, a pesar de que lo hacen con cautela. Kendrick parece dispuesto a quedarse, pero algo me dice que seguirá a Delilah si ella tira de su mano una vez más. Me percato de la presencia de Ava, a quien le agradezco el voto de confianza y ayuda, y entonces, puedo ver a Alice, a quien sé que le debo una enorme disculpa. Me detengo un momento y suspiro, meneando la cabeza — ¿Cuántas patadas en el culo crees que reciba si intento decirle que lo siento? — le pregunto a Amber por lo bajo en medio de nuestro lento camino — No digo que no las merezca, pero ya sabes…

Hay demasiados gritos, demasiada gente peleando y yo solo me quedo quieto, sosteniendo la mano de Delilah. Incluso me encojo de hombros cuando Beverly parece tener dudas, porque no sé muy bien cómo explicar lo que está sucediendo. Hablan de Niniadis, de minutos y de confianza, pero yo no puedo hacer otra cosa que mirarlos los unos a los otros hasta que parece que todo se arregla. Ben pasa por delante de mí, acompañado de aquellas que se ofrecieron a curarlo, pero yo no me alejo del puente, aún observando al desconocido con cierto recelo — Vamos… — murmuro a quienes están conmigo — Quizá consigamos ese choc…

Me detengo a media frase y volteo de inmediato a los árboles, tratando de reconocer el sonido. No es hasta que oigo el grito de espanto de la señora Robinson que me doy cuenta de las figuras que avanzan hacia nosotros, saliendo del bosque y apilándose para cruzar el puente. Suelto a Lilah para sacar la varita y retrocedo unos cuantos pasos con el corazón en la boca, presa de la confusión y un repentino pánico, porque puedo ver como ellos sí vienen armados y no parecen tener intenciones de detenerse — ¡PAPÁ! — es mi primera reacción, llamándolo en busca de consejo, o de advertirle, o de lo que sea. Es el rayo que explota el almacén el que dispara el griterío y, aunque estoy lo suficientemente lejos de la zona de impacto, me agacho un poco por inercia. No sé qué está pasando, menos cuando puedo sentir los rayos de luz y veo el cuerpo de Jonathan cayendo al suelo. Se me revuelve el estómago y siento el pánico, pero aún así empujo a Delilah y a Beverly para que corran — ¡Apártense, apártense! ¡Expelliarmus! — creo que sacudo la varita como un poseso, pero ni siquiera miro a donde apunto al tratar de salir de allí. No sirve de mucho. Siento el impacto que me hace volar por los aires y mi espalda golpea el suelo a varios metros, arrebatándome el aliento por el repentino golpe.

Zenda sonrió hacia Ava y asintió tomando su mano. -¿Puedo practicar mi nuevo hechizo curativo sobre tiiii?- Le preguntó a Ben con voz cantarina, haciendo ojitos.
Empezó a caminar hacia su casa, olvidando por completo su juguete a orillas del arroyo. -Oh, esperen. Mi auto.

Soltó el agarre de su hermana y corriendo regresó a buscar el regalo que tanto tiempo tardó en construir su padre.
Alcanzó a colocar las manos sobre el volante para encaminarse hacia donde iba su madre, pero el fuerte estallido le hizo quedarse helada, intentando comprender qué sucedía.

Cuando los aurores hicieron acto de presencia y el cuerpo de Jonathan cayó, no pudo evitar soltar un fuerte grito.
-¡¡MAMÁAAAAA!!- Zenda empezó a correr, pero al notar que tal vez no los iba a alcanzar, se dio media vuelta y conjuró contra uno de los aurores más cercano, a ella. -¡Petrificus totalus!

Cuando el hombre queda completamente paralizado, Zenda temblando se acerca y le roba la varita, antes de empezar a correr hacia los demás.

Maldita sea, Seth. Gruñó Derian interiormente cuando lo dejó estático y le concedió esos minutos que pedía Sean. Derian quiso tratar de comprenderlo, pues después de todo eran familia, pero tener ahí delante a uno de los hombres que había ayudado a levantar todo ese calvario que había sufrido, pisando el ahora su hogar, lo tenía fuera de sí. Pudo moverse cuando la magia de Seth se deshizo y se contuvo en responderle a toda la mierda que le había soltado. ¿En serio se ponía a hacerse el digno? Hijo de la gran puta —No me lo puedo creer... —Y todos a cederle esos putos quince minutos. El rostro del hombre se endureció, sin mirar ni querer hablar con Benedict. En esos momentos lo mejor sería es no hablarle, pues de sus labios quizás salían palabras que se arrepentiría más tarde.

Dejó que se acercara a Alice, mientras él iba a por la cesta y la caña de pescar, pero un ruido, un movimiento y lo que había sospechado desde que había visto a Sean se hizo realidad.

Ahí estaban. Derian volvió a soltar los quehaceres de pesca y cerró los ojos, maldiciéndose por dentro —¡Y esto es lo que has conseguido! —gritó y saltó hacia un lado cuando el hechizo de uno de los aurores impactó en uno de los talleres. Sacó el cuchillo de caza y corrió directo hacia su casa para coger el tridente y la ballesta —¡Evacuad! —avisó y se lanzó en el camino hacia un auror para clavarle el cuchillo en el cuello.

Por ratos aguanto la respiración hasta que me duelen los pulmones, mientras las conversaciones se levantan a nuestro alrededor. Consigo que Ken mantenga su varita guardada y al menos se quede al margen de toda esa locura, quitando mi vista de Ben y los demás y dirigiendola a Beverly cuando se acerca para hacer aquel comentario. — Pero si Amber siempre ha estado aquí — Murmuró defendiéndola, pero entendía cual era su queja. Hacía años que nadie traía gente al distrito por cuidado, pero muchos de los que ahora viven con nosotros y son nuestros amigos, alguna vez fueron completos extraños.

Estaba más ocupada mirando el suelo que mi alrededor así que la explosión del almacén me pilla desprevenida por completo. Me agacho y me cubro la cabeza con las manos por inercia pegando un grito completamente confusa con las situación. En un segundo se desata el caos y Kendrick intenta defendernos usando su magia, no parece funcionar porque ni siquiera se ha molestado en apuntar.

Unos aurores aparecen justo delante de nosotros cortándonos el paso y yo retrocedo por inercia pegando un chillido que alerta a todos los adultos de alrededor. Derian aparece de la nada para acuchillar a aquel tipo. Eso me hace darme cuenta de lo obvio. — ¡Ne-necesitamos armas! —

Me volteo con rapidez, sintiendo como el corazón se me sube a la garganta. No sé si los demás pueden oírlo, pero mis sentidos sí y eso es lo que me detiene. Hay algo diferente, algo en el aire que me hace frenar a Amber y a Arleth con las manos, hasta que puedo ver como los árboles se mueven. Y entonces, la veo: hay una melena colorada entre las sombras que avanzan por el linde del bosque, apareciendo a la luz del sol. El terror es el que abre mis ojos en señal de pánico, sintiéndome indefenso al estar con las manos peladas y toda mi familia extendida a lo largo de mi campo de visión. Es como en mis pesadillas, demasiado vívidas, demasiado imposibles para ser verdad…

Los primeros hechizos impactan y me voy hacia atrás, viendo el humo elevarse sobre las cabezas y sin poder registrar el hecho de que el cuerpo sin vida de Jonathan sale disparado en un rayo de luz verde. Extiendo los brazos en señal de protección a quienes tengo detrás por puro reflejo, aunque mis ojos buscan con desesperación dónde se han metido los demás. Beverly está demasiado cerca, Jared también… — ¡Ken! — lo veo salir disparado, por lo que pronto corro en su dirección, agachándome frente a las maldiciones que pasan sobre nuestras cabezas. Consigo agarrar la remera del muchacho por el pecho y lo tironeo para que se ponga de pie — Necesito que uses el encantamiento convocador para mis armas — lo sacudo, oyendo como balbucea algo — ¡Ahora, Kendrick! — lo empujo para evitar que lo alcance un nuevo hechizo y lo veo sacudir la varita. Son solo segundos, pero el silbido de la mochila cruza el aire y casi me estampa en la cara. Lo atajo con fuerza, empezando a rebuscar en su interior — Cuida a los demás niños y vete — le gruño en modo de orden, colgándome la ballesta al hombro y acomodando el resto de las armas en mi cinto. No le doy tanta vuelta: corro en dirección a Sophia y Jared, arrojándole mi rifle y ayudándola a que el niño corra más rápido. Me olvido de las heridas cuando me adelanto a un auror, impulsándome con el torso en un intento de poder desviarle la varita y hacer uso del hacha. Es un impacto rápido, pero el salto de la sangre me indica que debo tirar para desenterrar el arma y el cuerpo cae. Un rápido vistazo a mi alrededor me hace tratar de ubicar a Jamie, pero tengo algunas urgencias algo más importantes.

Le lanzo a Seth una mirada de incredulidad cuando le veo deshacer las ataduras de Sean, a quien ni me molesté en responderle. ¿Qué si eso era realmente necesario? Le daba igual y no quería esperar para averiguarlo. La gente moría por confiada, no por precavida.

Suelto un gruñido afirmando la orden de Arleth y dejando claro que me quedaré donde estoy, vigilando que Sean Niniadis no haga ninguna estupidez. Pero al final, nada nos prepara para lo que viene a continuación. — ¡TODOS A CUBIERTO! — Algunos de los escombros vienen hacia nosotros y por inercia, levanto un escudo para proteger a Seth, Jared y Sophia de los restos, y en el proceso, también a Sean y a mi mismo. Los trozos de cemento caen al suelo en seco a escasos centímetros de nosotros. Al final, Derian me quita las palabras de la boca.

El grito de Kendrick activa cada alarma de mi ser y en medio del caos, no puedo evitar buscarlo con la mirada. Ben anda sacudiéndolo en alguna parte y mientras voy hacia ellos se me atraviesa uno de esos traidores. Pongo mi varita en ristre para apartarlos de camino por la fuerza cuando un hechizo me golpea desde el costado, sin darme tiempo de defenderme, más que de evitar que la caída empeore mis circunstancias. Un arresto momentum en el momento adecuado y su cuerpo se frena a escasos centímetros de romperme la cara contra el suelo. Me levanto con toda la rapidez que puedo, sintiendo el peso de la edad en mis huesos, agarrando a Zenda en volandas cuando pasa cerca huyendo despavorida. — ¿Dónde está tu madre? — Junto a la pequeña rubia con todos los demás, y atrajo varias armas para las manos desnudas de Beverly y Delilah. — ¡ARLETH! — La llamó al localizarla entre la multitud, para poder lanzarle desde donde estaba el arma que también había conjurado para ella, usando la varita para evitar que por error, le arrancara un brazo o la cabeza. — Vosotros ¡id hacia allí! — Le ordenó a los enanos, señalando el lugar más alejado del fuego y de la gran mas ade aurores que ahora invadía el distrito.