The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Hero N. Niniadis
M. Meerah Powell
Patrick D. Singleton
7 participantes
Hero N. Niniadis
Fugitivo
Estoy tan ansiosa como entusiasmada y es la primera vez en semanas que me siento en mi zona de confort. Tengo unos zapatos nuevos que resultaron ser increíblemente cómodos y mi sobrina se ha tomado la molestia de hacerme un vestido precioso que marca perfectamente mi cintura, así que paso más tiempo del normal echándome un vistazo en el espejo hasta que es la hora de dirigirme a una de las playas más bellas que tiene la isla. Es mi primera fiesta organizada fuera de mi casa y, gracias al cielo, mis padres no van a estar presentes, aunque sí han movilizado la seguridad. He invitado a muchos de los chicos de la escuela, compañeros de actividades extra y familiares, así que también pusieron sirvientes extra para que todo marche a la perfección. Cumplo catorce, así que es hora de empezar a pisar fuerte en el mundo adolescente.

No llego primera, creo que eso es algo que cualquiera debería esperar. He tenido que prometer a mis padres que todo estará bajo control y que seré una buena niña, así que cuando es hora de irnos tomo la mano de Meerah y básicamente nos hago salir corriendo de casa, seguidas de cerca por los esclavos de la mansión Niniadis y algunos elfos que nos harán de escolta hasta que lleguemos a la playa. La decoración es simple, pero elegante y bonita. Mesas de clara madera repletas de comida, bandejas que se mueven de un lado al otro, luces pequeñas flotando en el aire y transformando la noche en algo mucho más mágico de lo usual. Obviamente, la música no puede faltar y resuena a un ritmo que deja bien en claro que le permití a Maeve hacer la lista de reproducción. Solo espero no encontrarme con alguna sorpresa desagradable que me haga arrepentir de ello.

¿Crees que la bebida sea suficiente? — le pregunto a mi sobrina mientras me arreglo la falda, entrando a la fiesta y echándole una sonrisa rápida a uno de los invitados. Mis ojos se posan en la hilera de regalos que se alza en una mesa especialmente destinada a ellos, pero como de seguro no me han dado nada que ya no tenga, no le doy mucha importancia — Solo espero que Maeve no embriague a todos o mis padres van a matarme.



No hay orden de posteo. Solo tienen que esperar a que dos personas hayan hecho un post desde su último rol para poder volver a postear.
Hero N. Niniadis
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Celestine Keogh
Momentos como ese eran bien apreciados entre los esclavos, una oportunidad más que bienvenida para socializar con otros iguales, observar la concurrencia (aunque en ese caso serían mayoritariamente niños) y cotillear. ¿Qué sería de la vida de los esclavos sin el salseo de un buen chisme? Uno absurdamente malo podía hacer llevadera una mañana en las cocinas, un chisme medianamente bueno podía entretenerlos durante días pero un gran chisme les daría diversión durante semanas.

¿Será que el cumpleaños de una niña podría llegar a regalarles algo como eso? Fuera un “sí” o acaso un “no” Celestine no iba a perdérselo aunque no hubiera estado obligada a concurrir de todos modos por tratarse de un evento organizado por la familia Niniadis.

Acompañó a la chica en su recorrido hacia la playa destinada para su celebración junto con el resto del servicio de la casa. No la vio más emocionada por la fiesta de lo que le habían dicho que estaba con su vestido pero en un adolescente eso depende de la hora y el momento. ¿Qué expectativas podría tener una niña como ella de su fiesta de cumpleaños?

Mientras cavilaba sobre eso la esclava se permitió echar un vistazo a la concurrencia agradeciendo la presencia de algunos conocidos que podrían amenizar la jornada. Disimuladamente buscó posicionarse en la fiesta de manera tal que pudiera servir y socializar sin que una actividad impidiera la otra.
Celestine Keogh
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James G. Byrne
Fugitivo
Me pidieron que sea de ayuda en las playas esta noche y solo quiero morir. Parece ser que la princesa de NeoPanem no tuvo mejor idea que hacer una fiesta y mi ama tuvo la “decencia” de ofrecerme como soporte de servidumbre, así que de golpe me he encontrado con la noticia de que tengo que ponerme un uniforme gris demasiado limpio y peinarme con el cabello hacia atrás, cosa que no sirve de mucho porque los risos siempre se terminan desacomodando. Tampoco creo que se fijen mucho en mí, porque hasta donde tengo entendido solo voy a tener que ir pasando bandejas con bocadillos y asegurarme que niñatos malcriados no se embriaguen. Pero qué noche me espera.

Así es como termino siendo uno de los primeros en llegar y me entretengo viendo como me explican que debo trabajar, aunque digo “veo” y no “oigo” porque la verdad no les presto mucha atención. En minutos tengo una bandeja de camarones en una de las manos y el olor de estos me está matando, así que intento mantenerlos lejos del alcance de mi nariz cuando todo el mundo empieza a llegar. Pronto el sitio está repleto de música, adolescentes gritones y parejitas, así que solo puedo pensar en cómo deseo estar durmiendo en unas cuantas horas… si es que la señora Leblanc me lo permite.

Ya estaría quejándome si no fuese porque veo aparecer a la señorita del cumpleaños seguida de toda su comitiva, pero solo me fijo en el rostro que conozco y que me hace sentir que, por un segundo, haber sido invitado a esta tortura ha valido mínimamente la pena. Con todo el disimulo posible, intento conseguir el contacto visual de Celestine y le sonrío, saludándola con la mano mientras finjo estar muy interesado en ofrecerle camarones a los recién llegados. El problema es que, muy a mi pesar, creo reconocer a la niña rubia que tengo delante y rápidamente y sin pensar, me cubro el rostro con la bandeja, tirando todo su contenido contra mi cara y mi pecho. Vaya vida.




Interacción con Celestine y Meerah
James G. Byrne
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Sage A. Noble
Fugitivo
Nunca podría decir que mis días pasaran sin que tuviese cosas para hacer, pero si hay una semana de mi calendario que siempre estaba a punto de estallar de deberes, era la semana previa al cumpleaños de mi dueña. Si de por sí tenía tareas que realizar en mi día a día, la cantidad de quejas, reproches, chillidos y pedidos solía aumentar exponencialmente conforme a la pelirroja se acercaba a cumplir años. Y no, jamás entendería a qué se debía tanto escándalo. Claro que también podía tener que ver el hecho de que yo no tuviese idea de cuándo era mi cumpleaños de verdad, pero seguía pensando que era demasiada alaraca para celebrar el aniversario de alguien; y más aún cuando consideraba que la pelirroja celebraba cada día de su vida el haber nacido. Ni siquiera tenía como excusa el querer ser el centro de atención, ¡siempre era el centro de atención!

Al menos podía decir que entre los esclavos solíamos disfrutar del después de la fiesta porque siempre había algún niñato que terminaba en ridículo, alguna mocosa que lloraba por alguna “traición” digna de telenovela y, si teníamos suerte, nos tocaría pedirle a los elfos que separasen alguna que otra riña física. También estaba el hecho de que todos debíamos llevar uniforme y no había forma que mis ojos no se desviaran a Celestine de vez en cuando.

Como siempre, Hero hace su entrada una vez que casi todo el mundo ya está ahí para observarla, pero al menos esta vez no me ha tocado soportar su histeria de último segundo. Esta vez tiene a su prima, o sobrina, o lo que sea y eso me ha quitado un par de tareas de encima. Claro que eso no dura mucho, porque no pasan más que unos pocos minutos antes de escuchar el claro ruido que provoca la comida cayéndose y la queja de alguien no muy lejos de ahí. - Quita eso, no podemos comer esto ni por accidente. - El tono urgente de mi voz se puede escuchar claramente pese a no hablar más que en un murmullo, y me apresuro a quitarle el camarón de la boca al esclavo que ha derramado la bandeja. - Tienes suerte de que no sea uno de los favoritos, creo que hay más en las cocinas. - Hago señas a uno de los elfos y me agacho a recoger rápidamente los restos de comida que han caído al piso. Normalmente esto lo tendríamos que recoger exclusivamente nosotros, pero al ser una fiesta cualquier problema tiene que ser solucionado con inmediatez así que, ni bien he terminado de juntar todo, la criatura ya se ha acercado, evaporado toda la suciedad y hecho aparecer una nueva bandeja con comida. - ¿Eres nuevo, verdad? - Consulto luego de agradecer a la elfina que reconozco como Kitty. - Un gusto, me llamo Sage. Y si quieres sobrevivir la noche, trataría de mantener las manos firmes.
Sage A. Noble
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Patrick D. Singleton
Civil
Llego un poco tarde porque siempre hay que hacer una nueva entrada, pero tampoco después que la cumplañera porque eso sería rudo y hoy es su día. Me he vestido con mi mejor camisa blanca hecha a medida, pantalones negros, borcegos y una campera de cuero azul, se que me veo bien pero también sobrio porque tampoco quiero destacar de más.

Me acerco a saludar a Hero cuando llega, pero me veo interrumpido el paso por un mozo con una bandeja de camarones y cuando estos de pronto vuelan por todos lados ya que el chico hace una pose rara. Se que el arte evoluciono de los cuadros y figuras porque mamá suele llevarme a museos, pero realmente nunca he entendido nada de esto, ¿se supone que tenemos que comer del piso? ¿Acaso es alguna interpretación de que el poder y consumo exesivo nos ha convertido en puercos?

No voy a comer del piso, pero tampoco quiero quedar mal con el artista, mamá dice que son muy sensibles. Por lo que tomo uno que termino en el hombro del mozo y justo llega Sage para llevarse todos. Oh bueno, al menos aplican la regla de los 3 segundos.

- Hola Sage - lo saludo y sigo mi camino hasta Hero - Feliz cumpleaños princesa, espero te guste mi regalo - digo guiñandole el ojo, todos los años le regalo el perfume que se que le gusta, ya es como un chiste interno - ¿Camarón? - digo ofrenciendole el que rescate de la obra pos moderna.

Patrick D. Singleton
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M. Meerah Powell
Fugitivo
De acuerdo, dos semanas no habían sido mucho tiempo, pero mirar a mi tía mientras observaba su reflejo en el espejo me llenaba de una sensación de orgullo terriblemente grande. Una cosa era portar yo mis diseños, pero otra muy diferente era ver a alguien más vistiendo algo hecho completamente por mí. Y no quería pecar de interesada, pero Hero portaba uno de los rostros más reconocibles de todo Neopanem y ufff… empezar mi carrera a los doce años podía hacer maravillas para mi futuro y, sí movía bien las cosas, podría tener una marca conocida antes de empezar tercer año. Sí, podía verlo.

Lo bueno es que, pese a mi entusiasmo por mi creación en sí, también estaba emocionada por la fiesta. Nunca había asistido a la fiesta de cumpleaños de un familiar… sí, celebrábamos los aniversarios de mamá y de tía Eunice, pero no podría jamás llamar a eso una fiesta. Hero había hablado de su cumpleaños en cada una de las pruebas de vestuario, y pese a que era bastante efusiva y algo creída no podía evitar el haberme contagiado yo también de su entusiasmo.

- Supongo que sí, y sino lo es y pasa que Maeve emborracha a todo el mundo, siempre pueden tomar agua de mar. Después de un rato no notarán la diferencia. - No había conocido a la tal Maeve todavía más que al pasar, pero si la reputación que mi tía le había dado servía de algo, pues de verdad quería ver en qué terminaba esto. - Mira, parece que los esclavos ya andan algo ebrios. - Le señalo cuando noto que Sage ha ido en ayuda de alguien que ha derramado toda una bandeja. No parece haber demasiado revuelo de todas maneras, y pese a que la cara del otro muchacho me suena de algo, Patrick aparece de la nada y le ofrece… - ¿Sabes que eso cayó sobre el esclavo, verdad?
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
Creo que estoy por atragantarme cuando siento el peso de un camarón entre mis labios, pero parece que alguien ha venido al rescate porque de golpe siento los dedos de alguien metiéndose en mi boca para quitarme el aperitivo que accidentalmente cayó ahí. ¿Por qué, entre todas las personas que hay en NeoPanem, tenía que ir y ofrecerle una bandeja de comida a la señorita “mocosa insoportable con la cual he discutido como un niño” Powell? Porque era hija de Powell, ¿no? Eso explicaría por qué está en esta isla, rodeada de gente con dinero y vestida con ropas posiblemente tan caras como mi propio precio como esclavo. Por suerte para mí, una elfina se acerca a solucionar la situación y repentinamente tengo una nueva bandeja, pero aprovecho a que el muchacho (¿Sage? ¿Así se llamaba?) me sigue hablando para darle la espalda a la rubita — Solo fue un… — ¿Por qué hay un enano sacando un camarón de mi hombro? — … accidente — genial, ahora funciono como plato viviente.

Soy Jim — me presento con mi apodo porque sé que decir mi nombre ahora sería algo suicida y muevo mi cabeza en dirección al chico a manera de saludo — Gracias por el consejo. ¿Es normal que te traten de platillo? — no puedo evitarlo, pero hago la pregunta al menos en susurros para no quedar tan mal. Me relamo el mal sabor a camarón que me quedó en la lengua y me alejo unos pasos de Meerah, buscando a Celestine con la mirada de la manera más disimulada posible que soy capaz — Y sí, soy nuevo. ¿Soy tan obvio? Creí que me veía como todo un experto — que estoy bromeando, vamos. Creo que he hecho mi debut esta noche con un cartel de neón que grita “virgen en eventos de alto status”.
James G. Byrne
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Sage A. Noble
Fugitivo
Suelto un pequeño bufido que es más una risa contenida en lo que menciona que fue un accidente. En un evento como este, y teniendo la posición que tenemos, todo debía ser un accidente. Aún así, le creo. Mi torpeza motriz ha decidido hacer acto de presencia este año y ya van dos veces en las que me he encontrado en situaciones casi precarias por culpa de un par de accidentes. Uno involucrando al mocoso que ¿acaba de quitarle un camarón?  - Bueno Jim, te deseo la mejor de las suertes. - Palmeo su espalda con suavidad, en un gesto que busca ser cómplice y sutil a la vez.

Técnicamente no podemos siquiera amagar a divertirnos, pero su pregunta me toma por sorpresa y tengo que toser escondiéndome en mi hombro para no largar una carcajada allí mismo. - No puedo decir que sea normal, pero ese es Patrick, y tiene la misma cantidad de neuronas que una ameba. Tú dime. - Y tengo que susurrar, haciendo de cuenta que estoy aconsejando al nuevo, y no cotilleando como dos niños. - Y quédate tranquilo, dejando de lado lo de tirar toda la bandeja, parecías bastante profesional. ¿Llevas poco fuera del mercado? - No es como si yo tuviera mucha experiencia, pero luego de tres años… No podía considerarme un novato tampoco. No cuando tienes a Hero Ninadis como dueña en plena pubertad.

Sigo con la mirada al enano insoportable, y puedo ver como le ofrece a la pelirroja la comida que acaba de sacar de Jim. - Mira, mira eso... - le señalo con la cabeza para no hacer mucho aspaviento. Si tenía suerte la muchacha lo rechazaría y terminaría comiendo él el pequeño marisco.
Sage A. Noble
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
¿Siempre eres tan… suelta? — cuestiono a mi sobrina con respecto a su resolución con el agua de mar, sin saber si reírme de la idea o preocuparme por la misma. Lo terrible de la situación es que tengo que distraerme de situaciones hipotéticas a algunas más reales cuando una bandeja vuela por delante de Meerah, provocando una lluvia de camarones que hace que dé unos pasos hacia atrás — Pero … ¡¿qué estás haciendo?! — balbuceo un poco por culpa de la indignación y me sacudo algunos camarones de la falda, que por suerte no tarda en estar impecable. Además, Kitty se acerca y soluciona todo en un abrir de cerrar de ojos y, para variar, Sage se aleja con el esclavo desconocido. Bien, al menos él pueda tratar de educarlo.

La aparición de Patrick, por lo menos, me hace sonreír brevemente hasta que noto como me tiende un camarón, al cual miro con sospecha. — Hola, Pat… — estoy dudosa de si tomar su aperitivo o no, pero Meerah confirma mis dudas y acabo escondiendo la mano detrás de mi espalda — Yo que tú, no lo comería. No es higiénico — sé que todos los esclavos de la isla están en perfectas condiciones porque trabajan para los mejores y más distinguidos ciudadanos, pero no voy a arriesgarme. Miro a Patrick con los ojos entornados, esperando que no se lo coma, hasta que relajo los brazos y enderezo mi espalda al unir mis manos por delante — ¿Y bien? ¿Qué les parece la fiesta? — ¿Dónde está Maeve? Miro a mí alrededor, chequeando como todos se divierten y tratando de encontrar su cabeza entre la multitud, pero no lo consigo — Podemos ir a bailar, así dejamos a los esclavos con sus tareas — es un ofrecimiento casual a mi pequeño grupo, pero cuando noto el pequeño movimiento en Sage, le arqueo una ceja y le doy la espalda, tomando a Meerah y Patrick de los brazos para arrastrarlos conmigo lejos de allí.
Hero N. Niniadis
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Mi padre ha decidido que tiene que acompañarme hasta la isla ministerial porque al parecer no se fía de que vaya realmente a una fiesta organizada por adultos para el cumpleaños de Hero, aunque sinceramente, no sé si es peor que haya creído que utilizaría mi tiempo en falsificar una buena invitación solo para escaquearme de hacer los deberes. Pensándolo dos veces, eso sería muy yo. Por lo menos acepta dejarme caminar sola hasta la playa donde se celebra el evento, no sin antes ponerme mala cara cuando bromeo sobre volver en el traslador de las nueve de la mañana. Solo por eso ya sé que va a aparecer a recogerme en cuanto la fiesta termine.

Tengo que reconocer que han hecho un magnífico trabajo con la decoración del lugar, las luces que se elevan en el cielo brillan con intensidad y todo parece que ha sido medido al milímetro. Huele a mar, lo cual es obvio, pero sigue sin recordarme a las playas del cuatro, que para mi gusto son muchísimo más bonitas que estas. De todas maneras, me hago pasar entre la multitud una vez me han comprobado la entrada para descubrir que Hero ha aceptado poner la lista de canciones que le preparé. En el fondo sabía que apreciaba mi gusto musical, por muchas caras que me pusiera el día que vino a dormir a mi casa.

La brisa de la noche me remueve el pelo que llevo suelto sobre la espalda, acariciándome la piel hasta el punto de hacerme cosquillas. Nunca me han gustado realmente los vestidos, razón por la que me he puesto una blusa que tiene la parte de atrás abierta y unos pantalones largos por si en algún momento de la noche empieza a refrescar. Me muevo por las mesas en busca de algo para comer en lo que espero a que llegue la cumpleañera, pasándome por el lugar donde los invitados han amontonado los regalos para dejar el mío. No es algo caro, ni mucho menos, lo he hecho yo misma suponiendo que nada de lo que le vayan a regalar no pueda comprárselo ella misma.

Me estoy llevando un nacho a la boca, girándome para no dar la espalda a la gente que va apareciendo, hasta que veo como se acerca una cabellera pelirroja con dos rubias. Una no la reconozco, la otra me gustaría no hacerlo. Sin pensármelo dos veces muevo mis piernas en su dirección. - ¡Hero! Si no fuera por la tremenda fiesta, habría empezado a creer que me había equivocado de lugar, ¿quién es tu acompañante? - Y es obvio que me refiero a la niña y no a cara de pato, al cual dirijo una mirada seca y murmuro. - Patrick. ¿No es un poco tarde para ti? Los dibujos terminaron hace tiempo. - Añado una sonrisa sarcástica antes de volver a dirigirme a Hero. - ¡Feliz cumpleaños! Todo el mundo está medio seta en la zona de baile, ¿es que no saben reconocer música de calidad? - Agarro a la pelirroja de la muñeca y a la otra niña y las arrastro en dirección al lugar, apañando una bebida por el camino. No es vodka pero tendrá que valer.
Maeve P. Davies
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Celestine Keogh
Interacción: Sage; James; otros esclavos.


Acomodó los bocadillos en una bandeja viajera antes de verla partir debajo de uno de los esclavos, como la concurrencia era tal por momentos debían alzar las fuentes sobre sus cabezas para evitar derramar el contenido de las mismas. Después de todo ninguno debía olvidar que los comensales eran solo niños. El problema es que algunos de los esclavos también podrían entrar en ese calificativo de no ser porque la niñez era algo inexistente para seres humanos con su condición. Pero, por si no fuera poca la escasez de edad, la poca experiencia podía ser con todo mucho más peligrosa.

Se hallaba entretenida escuchando un sabroso cotilleo sobre el ministro de justicia cuando la sonrisa de James atrapó su atención entre toda la multitud para luego ver cómo éste apartaba la mirada y su gesto se transformaba antes de protagonizar el primer disturbio de la velada. Para ser sincera le sorprendía que aquel chico continuara con vida. La esclava siguió la dirección a la que él miraba antes de su performance y le sugirió a la chica que había cesado de contar chismes sobre figuras del gobierno que se acercara a atender a los verdaderos protagonistas de la fiesta: Hero y su cohorte. Por alguna razón algo en ese grupo había perturbado a su nuevo consentido.

Desde luego, no fueron pocos los esclavos que intentaron cubrir la torpeza del otro, de alguna manera y, aunque muchos optan por una filosofía de autopreservación, sin importar la casa para la que trabajan ayudar a un igual era casi un código de honor. Aunque no pudiera llamársele hogar en aquel sitio tampoco se estaba completamente solo.

Tomando dos bandejas, una en cada mano, la esclava se desliza entre la gente hasta llegar al punto en que su compañero de manicomio y su joven aprendiz mantienen una discreta charla que por supuesto ella quiere escuchar.

Que no los vean haciendo nada —aconseja al llegar, entregando una bandeja llena de vasos tintineantes a Sage a la par de una sonrisa antes de girarse hacia el otro—. Creí que te esforzarías para conseguir otra recompensa —le reprocha, estirando una mano para acomodar el cabello del chico que parecía reacio a permanecer como lo habían dispuesto, una tarea infructuosa que le arranca una mueca de resignación—. ¿Está todo bien? ¿Has visto a un antiguo amo o algo así? —Aventura, intercambiando su bandeja llena de aperitivos por una de recipientes vacíos para demorar allí su presencia—. ¿Podemos ayudar?

Estaba demasiado lejos como para haber percibido si su reacción fue de miedo o de vergüenza pero definitivamente no le pareció sencillamente torpeza… y lo había visto ser torpe.
Celestine Keogh
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James G. Byrne
Fugitivo
Eso explica mucho — dudaba que las costumbres fuesen tan diferentes como para que la gente comiese del cuerpo de los esclavos, pero es el modo que tiene mi compañero de hablar del enano que tengo que hacer un enorme esfuerzo para no reírme. No lo consigo del todo, porque tengo que presionar mis labios y fingir estar interesado en los camarones antes de continuar con la charla — Creo que lo de “profesional” es ser generoso, pero te lo concedo. Pero sí, solo una semana y… algo — no cuento los días, pero a veces siento que fue una eternidad. Me muevo un poco para ofrecer comida a unos niñatos que pasan por ahí y que me permiten darle la espalda a la situación, cuando hace que me fije en algo y tengo que mirar sobre mi hombro. La Niniadis parece no querer el camarón, pero es como ese tal Patrick lo ofrece el que me haga reír por lo bajo — ¿Así es como ligan en la alta sociedad? Ahora comprendo el grado de amargura...— bromeo con Sage, inclinándome un momento en su dirección para que solo él pueda oírme.

Para mi mala o buena suerte, Celestine escoge este momento para hacer su aparición y abro mi boca en señal de puchero y reclamo — ¡Pero si estoy trabajando! — señalo con la cabeza a las dos niñas que acaban de llevarse un par de camarones como si eso fuese mi excusa, pero lo siguiente me quita las ganas de discutirle. Mi boca se tuerce en una sonrisa boba por esa caricia, obligándome a aferrar con más fuerza la bandeja en un intento de que no se me patine de las manos — ¿Ah, había otra recompensa en juego? Si lo hubiera sabido antes, habría practicado toda la semana — es cuando termino de hablar que me percato de que Sage sigue aquí y carraspeo, tratando de borrar cualquier rastro de tonito coqueto. Debería darme vergüenza, pero es obvio que no lo hace.

Niego con la cabeza y acomodo la bandeja, tratando de mirar en la dirección en la cual los niños se perdieron — No. En realidad, vi a una niña con la quien tuve una discusión un poco acalorada en el mercado de esclavos — confieso, tratando de evitar el contacto visual — ¿La conocen? La mocosa que vino con Hero Niniadis — resoplo con desgano y uno de mis rizos se mueve de mi frente, enfatizando mi frustración — No esperaba tener que volver a verla, así que no fui eh… digamos que “amable” — me ahorro la parte de contar que la tomé del brazo y todo porque creo que no necesitan de esos detalles, además de que sonaría horrible.
James G. Byrne
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Sage A. Noble
Fugitivo
El muchacho nuevo pone a prueba mi habilidad para mantener la compostura en un evento de alta alcurnia y termino tosiendo con todo el disimulo que puedo. No puedo decir que en algún momento se hubiese cruzado ese pensamiento por mi cabeza, pero ahora que está instalado allí, trato de hacer un recuento de todas las relaciones que he visto en estos años, y pese a que Patrick es un caso especial voy a terminar teniendo que darle la razón. - Nunca lo había pensado, a decir verdad, pero eso sí que explicaría bastante.

Me distraigo cuando noto como Celestine se acerca y tengo que hacer un esfuerzo muy grande para que mis mejillas no se tiñan de rosado cuando me entrega la bandeja y nos da una pequeña reprimenda. - Y yo estaba… ¿supervisando? - No es cierto, lo sé. Pero era mejor eso que decir que andaba de cotilla. Levanto la bandeja a la altura que es adecuada, y le ofrezco un vaso a uno de los muchachos que por ahí pasa. Por unos segundos me pierdo parte de lo que dice Celestine, y estoy por preguntar que a qué se refiere con la palabra recompensa, cuando noto la caricia que se lleva el muchacho y la respuesta que da Jim a su comentario. ¿Pero qué…? ¿De qué me perdí? ¿Cómo…?

Creo que el color se me va de la cara por unos segundos, y tengo que forzar a mi cerebro a reinterpretar lo que acaba de escuchar. ¿No había dicho que llevaba una semana y media como esclavo? ¿Cómo se había ganado el favor de la muchacha en tan poco tiempo si yo ni siquiera lo había visto hasta hoy? - Es Meerah Niniadis, la sobrina de Hero. - He seguido la conversación pese a estar indignado internamente, y debo admitir que mi tono sale más mordaz de lo que hubiese querido. Pero no era mi culpa, llevaba tres años compartiendo el trabajo con Celestine, no era justo. - Y el mejor consejo que puedo darte es que trates de caer lo mejor posible a esa familia… o pasar completamente desapercibido. - No eran gente con la que se podía jugar, y aunque la rubia no fuera particularmente conocida, su reciente amistad con mi dueña la dejaba en una posición favorable si ella así lo quisiera.
Sage A. Noble
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Celestine Keogh
Interacción: Sage, James.


Le habría gustado escuchar acerca de qué tema estaban hablando esos dos antes de su llegada, tan juntos y en murmullos parecía algo suculento y a Celestine le gustaba entretenerse con comentarios y chismes, reales o no, sobre el tema que fuera; lamentablemente los dos hablaban demasiado bajo como para que ella pudiera captar siquiera una sola frase de su diálogo.  

Ella sonríe ante las palabras en tono coqueto de James pero su única respuesta es un arqueamiento de cejas bastante significativo, más que nada porque no era esa una cocina vacía (o casi vacía, si se tenía en cuenta la presencia del elfo doméstico) sino una fiesta donde toda la isla parecía estar allí reunida. Ante todo debía ser discreta.

Asiente al escuchar la respuesta a su pregunta, tomándose unos segundos para pensar en lo que el esclavo le acaba de decir, sabe quién es la niña pero Sage responde casi que escupiendo el nombre por lo que parece ser que él también tiene algún problema con Meerah Niniadis. Ella le dedica una mirada con ceño fruncido al ver cómo Sage ha palidecido del miedo, bastante preocupada. ¿Qué podría haberles hecho una pequeña para que dos esclavos hablaran de ella de aquella manera? Sin dudas tendría cuidado con la susodicha.

Ese es siempre un buen consejo, deberías ponerlo en práctica, Jim —advierte, dedicándole unas palmaditas en el hombro a Sage para reconfortarlo, pobrecito—. Podría quedarme cerca, si ella se aproxima me aseguraré de atenderla antes que los vea. No queremos más baños de comida, ¿o sí?

Después de todo Meerah Niniadis no tenía nada en su contra, ¿no? Recogió un par de vasos vacíos para completar su bandeja y volvió a intercambiarla por una repleta de bocadillos. Aunque podía pasar un largo rato con esa estrategia dudaba que fuera a quedarse mucho tiempo junto a esos dos, eran un foco de problemas.

¿Me van a contar de qué hablaban antes de que llegara? —sonríe con picardía—. Se veían más entretenidos que los mismos amos…
Celestine Keogh
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James G. Byrne
Fugitivo
¿Meerah Niniadis? No… — me muestro perdido por un momento, moviendo mis cejas por culpa de cómo se me arruga la frente en un intento de comprender — Ella dijo que es hija de Powell. Ya saben… — señalo para algún lado sobre mi cabeza porque no sé muy bien en qué dirección está la mansión del susodicho a pesar de tener entendido que es la contigua a la casa de la señora Leblanc, hasta que me doy por vencido y solo uso la mano para señalar a alguien mucho más alto que la niña — El ministro. En el mercado dijo que es su padre — ¿Pero es sobrina de Hero Niniadis? Pronto mi cara se transforma con un “ohhh” que adorna toda mi boca y no sé si reírme o espantarme — ¡No me digan que ahora se están reproduciendo entre ellos! — en verdad trato de no elevar mucho la voz, pero que desagradable. Si hay una persona con la genética Niniadis-Powell mezclada, eso explica cómo es que casi nos matamos a los dos segundos de conocernos.

Todavía estoy un poco en shock así que el consejo de Sage lo tomo alzando el pulgar — No, no más baños de comida — coincido con Celestine. Al menos que eso signifique el lanzarle una pila de alimentos por la cabeza a la mocosa, pero sé que eso es imposible. Por suerte, Celestine me distrae y mi intento de paseo se ve interrumpido por mi cerebro tratando de recordar de lo que estábamos hablando antes de llevarme el shock — Sage me estaba mostrando lo idiota que podía llegar a ser el niño Patrick — explico sin pelos en la lengua. Por las dudas, chequeo que nadie me haya oído, pero me sobresalto cuando un niño se acerca a fijarse qué es lo que tengo y pone mala cara. No respiro hasta que se pierde en la multitud — Pero ahora que estás aquí, esto pasa a ser más entretenido todavía — aclaro en dirección a la muchacha, regalándole un rápido guiño. Sé que estamos trabajando, pero tampoco es que voy a perder la oportunidad por eso y espero que Sage lo entienda.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- No cuando duermo. - No estoy segura de a qué se refiere con fresca, aunque supongo que tiene que ver con eso de no callarme del todo lo que digo. Pero ¡hey! Era casi que algo positivo, eso significaba que ya había entrado en confianza con ello, o al menos lo suficiente como para saber que no se tomaría a mal mis comentarios o insinuaciones. Además, nadie sería tan idiota como para tomar agua de mar ¿verdad?...

Ni un minuto después Patrick se encarga de despejar mi duda, y casi que le ruego a la tal Maeve que traiga alcohol. No se de que se trata eso de lidiar con la resaca, pero los dolores de estómago podían ser espantosos, y dudaba que el agua de mar hiciera exactamente bien a nuestro organismo. Al menos Hero tiene el buen tino de rechazar el calamar que el niño le ofrece. ¿Sería mucho pedir que se lo coma él? Supongo que sí, no presto mucha atención ya que la pelirroja nos está arrastrando antes de siquiera poder contestarle.

- Meerah, Meerah Niniadis - Contesto cuando somos asaltados por una castaña a la que no me es difícil identicar como la amiga de mi tía. - Tu debes ser Maeve - Afirmo más que preguntar porque dudo estar equivocada. Menos cuando veo como trata al rubio cara de nada que le gusta a Hero. - No se si le diría a esto calidad pero... - No era ninguna orquestra sinfónica, ni la música clásica de aquel año en el que había intentado aprender ballet, pero al menos era movida y no se notaría demasiado mi falta total y absoluta de gracia en cualquier cosa que requiriese algún tipo de destreza física.
M. Meerah Powell
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Sage A. Noble
Fugitivo
¿Hija de Powell? ¿El ministro? ¿Qué? Para mí tanto la niña como su madre habían aparecido prácticamente de la nada un día, y, aunque habían pasado meses desde aquel primer encuentro, solo habían pasado semanas desde que la chiquilla y mi dueña se habían hecho cercanas. De ser hija de Powell seguramente estaría enterado… Hero no dejaría pasar un dato como ese ¿o sí? - Pues parece ser que así es… No sabía que la rubia tuviese padre. - No, okay, eso sonó mal. - Osea, me refiero a que no sabía que se supiese quién era el padre. Hasta donde tenía entendido su madre la había criado como madre soltera… O algo así. - Claramente no servía para este tipo de chismes. ¿Sabría Hero que su sobrina era hija de un Ministro? Por alguna razón tenía el deseo de que terminase la fiesta solo para poder decirle ese pequeño detalle. Si hay algo que realmente era divertido, era ver las caras que la pelirroja ponía cuando alguien conocía un chisme del que ella no estaba enterada.

La mano de Celestine me distrae por unos segundos, pero vuelvo a caer a tierra ni bien vuelve a dirigirse a Jim. En serio, ¿cómo había hecho? - Al menos se te cayeron camarones, y no alguna bebida. No tienes idea de lo difícil que puede ser quitarte el chocolate de encima. - ¿y por qué traía eso a colación? No, no. No volvería a tocar ese tema, y esperaba que los otros lo dejasen pasar, total, derramar un poco de chocolate no es ningún delito. - ¡Shhhhhhh! - Le chito a la vez que le pego un leve codazo. No hay que andar repitiendo esas cosas en un tono en el que cualquiera pudiese oír. - ¿Quieres decirlo más alto? Creo que mi dueña no te escuchó. - Aunque si lo hubiese hecho creo que tampoco le sorprendería, no era que disimulase mi disgusto por el niño cara de pato.

- ¿Es en serio? - Prácticamente grupo cuando trata de coquetear con Celestine, y le guiña un ojo con una confianza que yo no podría tener ni aunque me emborrachasen. ¿Será por eso que soy un inútil en cuánto a llamar su atención? Una semana y media y ya coqueteaban como si se hubiesen conocido por meses… ¿Podía irme?
Sage A. Noble
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Celestine Keogh
Interacción: Sage, James.


Si bien las fiestas eran una foco para los chismes, jamás se hubiera esperado que la principal fuente de éstos fueran esos dos. ¿Será por su cercanía con ciertas figuras o tal vez simple casualidad? Celestine escuchó encantada el debate acerca de la procedencia de la niña en cuestión, aunque todavía no le quedaba muy claro por qué les aterraba tanto. Tampoco tenía interés en averiguar si se trataba solo de su personalidad o algún encanto personal; no quería problemas.

Apretó los dientes al escuchar el tono con el cual James insultaba a un niño mago y en una mezcla de sentimientos entre miedo y resignación se mordió el labio mientras Sage lo reprendía. Cada vez tenía mayor certeza de lo temerario que era su nuevo consentido y, por lo tanto, de lo poco que iba a quedarse allí.

La esclava abría la boca para recordarle sobre su pequeño acuerdo cuando el otro esgrimió una frase de auténtica —y un tanto trillada— coquetería que hizo bailar una sonrisa en sus labios. Por más que fuera peligroso su descaro no dejaba de parecerle encantador. De no ser por el tono claramente indignado de Sage probablemente ella hubiera respondido de otra manera.

No, no —comenzó a decir apretando la sonrisa en sus labios hasta extinguirla—. Por el bien de todos será mejor que no te diviertas tanto.

Pensando que sin dudas tendría que corroborar toda aquella información sobre Meerah Niniadis —o tal vez solo alimentar un poco el chisme— planeó regresar con la esclava de antes que sin dudas parecía tan bien informada sobre la vida sexual del ministro de justicia.

Los veré antes que esto termine —enunció a modo de despedida—. Intenten sobrevivir hasta entonces… Ni se les ocurra dejarme sola en este lugar.

Con una mueca muy parecida a una sonrisa y alzando la bandeja a una altura adecuada se aleja de los problemas adentrándose en la multitud.
Celestine Keogh
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James G. Byrne
Fugitivo
No me importa el pasado de Niniadis, si tengo que ser sincero, lo único que me interesa saber es qué tan jodido estoy si ella abre la boca sobre lo que sucedió el día que nos conocimos. Si está relacionada a dos de los apellidos más peligrosos del país y de esta isla, realmente tengo que dar gracias por seguir con la cabeza pegada al cuerpo. Me encojo de hombros porque no tengo idea de si lo que dice Sage es verdad o no, y solo lo miro algo disperso por lo del chocolate. Alzo una mano en inocencia, usando la otra con sumo equilibrio para que no se me caiga la bandeja — ¡Ya, ya, me callaré!

Al menos creo ver una sonrisa en los labios de Celestine que me hace obviar el gruñido de Sage, a quien comprendo porque sé que no debería hacer esto en medio del trabajo, en plena fiesta de la princesa mimada del país. A pesar de la repentina seriedad en el rostro de la muchacha, reprimo una sonrisa en mi boca y bajo la vista, asintiendo lentamente — Bueno, sí. Siempre podemos divertirnos en otro momento — un descaro más que anunciar en la noche. Son sus palabras de semi despedida las que me hacen ensanchar una sonrisa y levantar una mano torpe a modo de saludo, pero no es hasta que se pierde en la multitud que miro a Sage — Esa que es una chica — le comento con complicidad. Sin dar más vueltas, me alejo lo suficiente como para comerme un bocadillo con sumo disimulo y continuar con mi trabajo.
James G. Byrne
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