OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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El día había llegado más rápido de lo que había imaginado. Parece mentira la reunión con mi padre del mes anterior y aún más mentira parece el hecho de encontrarme ahora apareciéndome justo en la puerta de la casa de la Ministro de Magia, mi tía Jamie. Una llamada a Sean días atrás había bastado para concertar un día preciso en el que podría ir. No estoy allí para verla a ella, esa tirana poco me importa. Estoy aquí para cumplir mi promesa de conocer a mi pequeña hermana. Sólo podía esperar lo que los rumores me decían y nada más. Miro la bolsa que llevo entre las manos, recordando aquella frase que siempre me decía mi madre "Cuando vayas a visitar a alguien, no vayas con las manos vacías". Recuerdo su voz con total claridad, tanta que me da la impresión de tenerla al lado a pesar de que hace 17 años que no se encuentra en éste mundo.
Me mantengo frente aquella puerta, estirando el cuello y moviéndolo de un lado a otro, intentando calmarme sin demasiado éxito. ¿Estoy nerviosa? La respuesta es obvia: sí, lo estoy. A pesar de mi nuevo rango y mis grandes esfuerzos por esconderlo, seguía siendo como cuando tenía 13 años: una chica muy antisocial como para saber comunicarse bien con la gente. Las personas sueles creerme cruel, loca, entre otras cosas. Pero aquello no podría importarme menos. Sin embargo, ésta vez era diferente. Ésta vez necesitaba agradar a Hero y al resto de "mi familia", debía hacerlo por el bien de mi hija.
Suspiro profundamente, mientras que levanto una mano para tocar la puerta del edificio que tengo en frente. Si quería irme ya era demasiado tarde. Acepto aquello y espero una bienvenida.
Me mantengo frente aquella puerta, estirando el cuello y moviéndolo de un lado a otro, intentando calmarme sin demasiado éxito. ¿Estoy nerviosa? La respuesta es obvia: sí, lo estoy. A pesar de mi nuevo rango y mis grandes esfuerzos por esconderlo, seguía siendo como cuando tenía 13 años: una chica muy antisocial como para saber comunicarse bien con la gente. Las personas sueles creerme cruel, loca, entre otras cosas. Pero aquello no podría importarme menos. Sin embargo, ésta vez era diferente. Ésta vez necesitaba agradar a Hero y al resto de "mi familia", debía hacerlo por el bien de mi hija.
Suspiro profundamente, mientras que levanto una mano para tocar la puerta del edificio que tengo en frente. Si quería irme ya era demasiado tarde. Acepto aquello y espero una bienvenida.
Por primera vez en mucho tiempo, no sabía lo que estaba pasando por la cabeza de Hero en ese día. No es que siempre fuese capaz de leerla, pero la pelirroja era muy clara en sus opiniones y deseos y el día de hoy había cambiado tantas veces de opinión que si no fuese por los elfos, jamás daría a basto para realizar todas mis tareas.
No es que realmente entendería como reaccionar si estuviese en sus zapatos, aunque claro jamás podría encontrarme en ellos; no tenía ninguna familia que de golpe quisiera contactarse conmigo a menos que contara con algún fantasma que me visitase, y tampoco serviría de mucho siendo que no podía verlos. Suspirando por décima sexta vez en día cada vez que me alejaba de la presencia de mi ama, me sentí aliviado de escuchar el llamado a la puerta. Al fin acabaría la tortura.
Abro la puerta, mirada baja y una reverencia después, hago un ademán con la mano para indicarle que puede pasar. ─ Hero bajará en unos momentos, puede entrar y ponerse cómoda mientras tanto. ¿Desea que le sirva algo para tomar? ─ Recito de memoria las palabras de cortesía que me habían enseñado casi desde que aprendí a hablar. Lo importante era no dar órdenes jamás, no levantar la vista a menos que me lo pidiesen, y jamás hablar por cuenta propia a menos de que me preguntasen algo primero. Menos aún cuando se trataba de alguien con un puesto importante de trabajo. Podía ser la primera vez que Audrey Niniadis se adentrase en esa casa, pero era mi deber aprender los nombres y los puestos de todos los funcionarios para saber como dirigirme a cada uno de ellos.
No es que realmente entendería como reaccionar si estuviese en sus zapatos, aunque claro jamás podría encontrarme en ellos; no tenía ninguna familia que de golpe quisiera contactarse conmigo a menos que contara con algún fantasma que me visitase, y tampoco serviría de mucho siendo que no podía verlos. Suspirando por décima sexta vez en día cada vez que me alejaba de la presencia de mi ama, me sentí aliviado de escuchar el llamado a la puerta. Al fin acabaría la tortura.
Abro la puerta, mirada baja y una reverencia después, hago un ademán con la mano para indicarle que puede pasar. ─ Hero bajará en unos momentos, puede entrar y ponerse cómoda mientras tanto. ¿Desea que le sirva algo para tomar? ─ Recito de memoria las palabras de cortesía que me habían enseñado casi desde que aprendí a hablar. Lo importante era no dar órdenes jamás, no levantar la vista a menos que me lo pidiesen, y jamás hablar por cuenta propia a menos de que me preguntasen algo primero. Menos aún cuando se trataba de alguien con un puesto importante de trabajo. Podía ser la primera vez que Audrey Niniadis se adentrase en esa casa, pero era mi deber aprender los nombres y los puestos de todos los funcionarios para saber como dirigirme a cada uno de ellos.
Cuando la puerta se abre, no doy crédito a lo que ven mis ojos. Por un momento, siento sorpresa pero luego lo recuerdo. No es la primera vez que mi padre contrata un esclavo y menos para uno de sus hijos. Hacía quince años, había sido lo mismo con Seth y su amigo humano Benedict. Agraezco que su ademan no le permitiera levantar la vista, porque así se había librado de ver la estúpida reacción que probablemente se hubiera expresado muy bien en mi cara.
Entro cuando me lo indica y hago un gesto con la cabeza, indicando que le agradezco que me haya dejado pasar. -No, gracias. No necesito nada para tomar- observo el lugar con sumo detalle, como si me resultara bastante conocido. A pesar de que aquel lugar era una mansión, tenía un aire bastante similar, aunque no reconozco el porqué. Hasta el esclavo tiene un aire conocido, pero respecto a él, reconozco el porque. Muchas veces había visto fotos de Hero y en el último tiempo éste chico se encontraba cerca de ella. -Tu... ¿eres el esclavo de Hero?- pregunto alzando una ceja, procurando no sonar extrañada. Se la respuesta desde el momento que lo vi, pero estoy bastante incómoda y nerviosa, como para hacer preguntas tontas como esas. -¿Cómo te llamas?
Intento buscar un lugar para sentarme con la mirada -¿Tardará mucho?- espero que entienda a quien me refiero y comienzo a pasear por la sala. -Me gustaría sentarme para esperarla- podía estar parada durante horas. Sin embargo, mis nervios comienzan a jugarme una mala pasada y comienzan por hacerme sentir muy cansada. Empero, logro ocultarlos con bastante éxito.
Entro cuando me lo indica y hago un gesto con la cabeza, indicando que le agradezco que me haya dejado pasar. -No, gracias. No necesito nada para tomar- observo el lugar con sumo detalle, como si me resultara bastante conocido. A pesar de que aquel lugar era una mansión, tenía un aire bastante similar, aunque no reconozco el porqué. Hasta el esclavo tiene un aire conocido, pero respecto a él, reconozco el porque. Muchas veces había visto fotos de Hero y en el último tiempo éste chico se encontraba cerca de ella. -Tu... ¿eres el esclavo de Hero?- pregunto alzando una ceja, procurando no sonar extrañada. Se la respuesta desde el momento que lo vi, pero estoy bastante incómoda y nerviosa, como para hacer preguntas tontas como esas. -¿Cómo te llamas?
Intento buscar un lugar para sentarme con la mirada -¿Tardará mucho?- espero que entienda a quien me refiero y comienzo a pasear por la sala. -Me gustaría sentarme para esperarla- podía estar parada durante horas. Sin embargo, mis nervios comienzan a jugarme una mala pasada y comienzan por hacerme sentir muy cansada. Empero, logro ocultarlos con bastante éxito.
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