OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Agosto del 2470
Hasta ahora he tenido días normales de trabajo en el distrito 2 y ocasionalmente en el Capitolio, pero hoy me encuentro en el distrito 12. Tengo apenas unos meses siendo parte a tiempo completo del escuadrón de aurores pero debo admitir, es más cansado de lo que esperaba. Sí, durante el tiempo que estuve en la escuela había clases que se me dificultaron, e incluso tuve problemas a la hora de practicar duelos mágicos, pero no pensé que habría tanto movimiento. Aunque es de esperarse, con todo lo que pasó en el distrito 9 y los altercados que hay por parte del bando de Hermann una no puede tener paz. En resumen, es una mierda, y por lo mismo nos han mandado a hacer retenes y revisiones en los distritos del norte. Es una lata y nadie aquí le tiene especial aprecio a los aurores, pero además de miradas mal intencionadas, no se atreven a hacer nada.
Nos hemos dividido los distritos e incluso el grupo que vino al 12 se partió para revisar este sitio más rápido. Las condiciones en las que vive la gente de aquí son impresionantes. Y no en el buen sentido. Me revuelve el estómago sólo de verlo y por un momento me siento agradecida de vivir en el 2, no volveré a quejarme. O tal vez sí. En fin. Me ha tocado estar emparejada con un auror años más grandes que yo. No tengo idea de qué se supone debemos buscar, sólo es algo como pasearnos por las afueras del distrito cuidando el lugar y revisando la entrada de personas "sospechosas". Así que es lo que hacemos. Para mí todos se ven demasiado sospechosos, pero sólo detenemos personas aleatoriamente pidiendo identificaciones y permisos. Cosa que no tarda demasiado, porque no parece haber mucha gente interesada en ingresar al distrito, y no los culpo.
Después de un rato mi compañero decide que es mejor dividirnos, así que termino haciendo mi ronda sola, recorriendo los terrenos exteriores. Pasa un rato antes de que note una silueta a lo lejos que se ve indecisa en entrar o no. Me toma una aparición y unos pasos más acercarme con la varita en mano. El uniforme me delata y creo que definitivamente no hacen falta presentaciones. — ¿Dando un paseo por el norte? — Pregunto alzando las cejas para que note que estoy detrás de él. — Como sabes son tiempos complicados, no puedo dejar que ingreses así como así al distrito, ¿Tienes alguna identificación? — Pregunto tajante, mirando de arriba a abajo al desconocido.
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Hay algo que tiene el norte que no llego a encontrar ni siquiera en el distrito 9 ¾, pese a los recaudos que debo tomar, las viejas y conocidas calles de los distritos del norte son un paisaje que prefiero a los campos del distrito donde los rebeldes conquistaron tierras para una resistencia declarada al gobierno. Estos son los distritos donde todo comenzó, cuando el padre de quien era mi mejor amigo me brindó un espacio entre quienes se dedicaban a rastrear rumores entre los repudiados para compartirlos a través de una radio clandestina. En ese entonces tenía una cámara fotográfica en mi mano como arma y escudo, nunca fui de pelear al frente, estaba ansioso de capturar todo lo que no se veía en los distritos del sur, como la prueba que necesitaba para demostrar que la vida tenía sus lados malos. Esa cámara se llenó de rostros con historias capturadas en el momento, de quienes nunca volví a saber nada, y siguen siendo fotografías que a veces arrojo al suelo para examinarlas.
Las caras anónimas son las que busco cada tanto, como si guardaran las pistas de las respuestas que no puedo encontrar, como si una puesta al lado de la otra fueron formando un mapa que me dice dónde encontrar lo que quiero hallar y en estos meses, luego de que mi abuelo se suicidara en el último Coliseo, es fuerte el deseo de saber qué fue de mi abuela muggle. Por eso vuelvo a desaparecerme cada vez que puedo y mi ausencia no se note, para regresar a los lugares que trabajando para la Red Neopanem, aprendí que pueden escucharse cosas si uno tiene los oídos atentos. Me entretengo jugando con algunos dados y usando un trago como fachada porque nunca llego a beberlo, mientras presto atención al relato que me hace un viejo sobre la huida de los esclavos cuando se quemó el mercado hace unos buenos meses. Siempre es el mismo relato, pero en el norte son más precisos en los rumores de dónde se escondieron o si acaso siguieron de largo a la frontera.
Suelo mantenerme en los asentamientos más alejados del centro de cada distrito, donde tengo entendido que los aurores marcan más su presencia, en especial si se trata del mercado negro donde siempre hay miembros de seguridad regulando el tráfico. Por eso el uniforme de auror que veo al girarme me toma desprevenido, siempre puedo decir que soy uno de los muchos civiles del Capitolio que se dan sus escapadas al distrito doce por lo que puedan comprar allí. —De hecho, me estaba yendo— comentario que no creo que me libre de tener que revisar mis bolsillos hasta dar con mi identificación que me señala como residente del Capitolio. Quién sabe de dónde saco la tranquilidad con la que espero las preguntas de rigor, seguro de que también puedo salirme de esta. —¿Eres nueva en el escuadrón? No creo haberte visto antes— comento, trato de conocerlos a todos, más aún a los que están del lado del ministerio que es donde me muevo ahora, por contradictorio que sea al lugar donde nos encontramos. —También trabajo en el ministerio, descuida. No vine aquí a participar de ninguna revuelta— lo peor de mentir así, es que estoy seguro que mi cara no demuestra lo contrario.
Las caras anónimas son las que busco cada tanto, como si guardaran las pistas de las respuestas que no puedo encontrar, como si una puesta al lado de la otra fueron formando un mapa que me dice dónde encontrar lo que quiero hallar y en estos meses, luego de que mi abuelo se suicidara en el último Coliseo, es fuerte el deseo de saber qué fue de mi abuela muggle. Por eso vuelvo a desaparecerme cada vez que puedo y mi ausencia no se note, para regresar a los lugares que trabajando para la Red Neopanem, aprendí que pueden escucharse cosas si uno tiene los oídos atentos. Me entretengo jugando con algunos dados y usando un trago como fachada porque nunca llego a beberlo, mientras presto atención al relato que me hace un viejo sobre la huida de los esclavos cuando se quemó el mercado hace unos buenos meses. Siempre es el mismo relato, pero en el norte son más precisos en los rumores de dónde se escondieron o si acaso siguieron de largo a la frontera.
Suelo mantenerme en los asentamientos más alejados del centro de cada distrito, donde tengo entendido que los aurores marcan más su presencia, en especial si se trata del mercado negro donde siempre hay miembros de seguridad regulando el tráfico. Por eso el uniforme de auror que veo al girarme me toma desprevenido, siempre puedo decir que soy uno de los muchos civiles del Capitolio que se dan sus escapadas al distrito doce por lo que puedan comprar allí. —De hecho, me estaba yendo— comentario que no creo que me libre de tener que revisar mis bolsillos hasta dar con mi identificación que me señala como residente del Capitolio. Quién sabe de dónde saco la tranquilidad con la que espero las preguntas de rigor, seguro de que también puedo salirme de esta. —¿Eres nueva en el escuadrón? No creo haberte visto antes— comento, trato de conocerlos a todos, más aún a los que están del lado del ministerio que es donde me muevo ahora, por contradictorio que sea al lugar donde nos encontramos. —También trabajo en el ministerio, descuida. No vine aquí a participar de ninguna revuelta— lo peor de mentir así, es que estoy seguro que mi cara no demuestra lo contrario.
— Entonces ya acabó la visita, bastante conveniente. — Mi tono se mantiene neutral, pero no creo que haya mucho que verle a este distrito de todas formas. Nada que ver con el 2, mucho menos con el Capitolio. Aunque bueno, supongo que siempre puedes encontrar cosas interesantes en el mercado negro. Cosas que yo no necesito, claro, pero estoy segura que muchos encontrarían lo que desean pagando apenas unos pocos galeones. Algo miserable, si me preguntas. Sonrío al escuchar las preguntas que vienen hacia mí, alzando la ceja al corroborar la identificación que claramente lo declara como residente el Capitolio. ¿Por qué alguien del Capitolio quisiera venir a uno de los distritos del norte? — Puede ser. — Me limito a contestarle, de nuevo tratando de mantener cualquier emoción fuera de mi tono, aunque no puedo evitar dudar internamente si en verdad me veo demasiado novata, o si es que esta persona en verdad tiene contactos con el escuadrón de aurores que sabe quién está y quién no.
— Bien, si no es por una revuelta no te molestará contestar un par de preguntas. Ya sabes, preguntas de control básicas, no podemos tener tratos especiales, o si no todos querrán ingresar y salir del distrito como si nada. — Falso. He visto a muchos aurores hacerse de la vista gorda cuando hay algo de por medio para ellos, o cuando saben que les conviene más alejarse. Cosa que me hace sentirme un poco nerviosa por dentro, ¿Estará bien que me meta con alguien que trabaja en el ministerio en lugar de dejarlo ir? ¿Podría esto generarme algún problema? Supongo que lo descubriré luego. Porque si hago enojar a alguien del ministerio no pararé de escucharlo por parte de mis padres. De todas formas, me parece en exceso extraño tener a alguien del Capitolio, más aún del ministerio, por aquí, a menos que su trabajo lo reclame.
— ¿Qué tipo de asuntos trataste en el distrito? — De nuevo, no conozco a nadie del Capitolio que venga voluntariamente a un distrito como el 12. Todos tienen el dinero suficiente para no necesitarlo y para ni siquiera molestarse en salir de la burbuja de lujos en la que están. No es que pueda quejarme mucho tampoco, mi familia nunca ha carecido de estos. — ¿Qué trabajo desempeñas en el ministerio? ¿También eres parte del área de defensa? — Al menos eso último explicaría cómo pudo adivinar que era nueva en el escuadrón de aurores, pero no del todo el por qué de su visita aquí, el grupo que tenía que venir se dividió ya y no mencionaron a nadie externo.
— Bien, si no es por una revuelta no te molestará contestar un par de preguntas. Ya sabes, preguntas de control básicas, no podemos tener tratos especiales, o si no todos querrán ingresar y salir del distrito como si nada. — Falso. He visto a muchos aurores hacerse de la vista gorda cuando hay algo de por medio para ellos, o cuando saben que les conviene más alejarse. Cosa que me hace sentirme un poco nerviosa por dentro, ¿Estará bien que me meta con alguien que trabaja en el ministerio en lugar de dejarlo ir? ¿Podría esto generarme algún problema? Supongo que lo descubriré luego. Porque si hago enojar a alguien del ministerio no pararé de escucharlo por parte de mis padres. De todas formas, me parece en exceso extraño tener a alguien del Capitolio, más aún del ministerio, por aquí, a menos que su trabajo lo reclame.
— ¿Qué tipo de asuntos trataste en el distrito? — De nuevo, no conozco a nadie del Capitolio que venga voluntariamente a un distrito como el 12. Todos tienen el dinero suficiente para no necesitarlo y para ni siquiera molestarse en salir de la burbuja de lujos en la que están. No es que pueda quejarme mucho tampoco, mi familia nunca ha carecido de estos. — ¿Qué trabajo desempeñas en el ministerio? ¿También eres parte del área de defensa? — Al menos eso último explicaría cómo pudo adivinar que era nueva en el escuadrón de aurores, pero no del todo el por qué de su visita aquí, el grupo que tenía que venir se dividió ya y no mencionaron a nadie externo.
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Relajo mi sonrisa cuando remarca lo conveniente del fin de mi visita, mejor ese gesto a contestar algo y caer en el sarcasmo que no me ayudará a salir de la situación. Espero a que consiga la información que requiere de mí en la identificación que le entrego, al menos un nombre y un apellido podrá sacar de ahí, aunque corre a mi cuenta decirle donde trabajo. No espero que lo sepa con solo leer mi apellido, los abogados que estamos en el escalón más bajo de la jerarquía, sirviéndole café a los jueces y ministro, no es que seamos populares entre los demás y salvo que nos hagan motivo de chisme, lo que no es mi caso, pasamos bastante desapercibidos. —¿Se «puede ser» una auror novata?— pregunto con un arqueo de mi ceja, poniendo el énfasis de duda en las palabras que ella eligió para responder, ¿por qué tanto misterio? Bien, no soy quien para preguntar esto.
Cuadro mis hombros y me cruzo de brazos para indicarle con un movimiento de barbilla que puede empezar con las preguntas de rutina. —Claro, responderé lo que quieras saber, las compras en el mercado negro son un crimen menor y nadie hace problema por eso, de hecho no compré nada así que… ¿solo por dar un paseo podría tener problemas?— inquiero. Ya, que ni siquiera ha comenzado con las preguntas que estoy arrojándole mis argumentos de inocencia. No sé bien aún como definir el límite de lo que puedo decir de antemano, sin que parezca que estoy escondiendo algo, como resulta ser al fin y al cabo. Pese a que la razón que me trae al norte no guarda relación con el grupo de rebeldes del distrito 9 ¾ , no quiero ser de esos casos que conozco de personas a las que se inculpó por un crimen mínimo a falta de pruebas para otros más graves, pero una cosa siempre lleva a la otra y como todo está encadenado, se termina sabiendo.
Trago aire por la boca antes de contestar, solo para demorar el darle una respuesta mientras está a la expectativa. —Estoy buscando a mi abuela— contesto, ¿por qué no decir que vine a comprar hongos, eh? O pócimas, alhajas baratas, algún libro, que me echaran una tirada de cartas. Porque las mentiras necesitan de la verdad, no deben reemplazarla, deben armarse a partir de esta. —Es squib, fue repudiada por su familia hace mucho, estaba tratando de dar con ella— y así, me guardo el detalle de que es humana. —Soy secretario en el departamento de Justicia— contesto a esto con una seriedad que pierdo cuando me pregunta si pertenezco a Defensa y tengo que echarme un vistazo a mí mismo. —No, para nada. Tengo gente cercana que trabaja ahí. ¿Cómo te llamas?— pregunto, aunque ni pienso ir a darle su nombre a Alecto para ponerla al tanto de que me pararon fueran del distrito doce.
Cuadro mis hombros y me cruzo de brazos para indicarle con un movimiento de barbilla que puede empezar con las preguntas de rutina. —Claro, responderé lo que quieras saber, las compras en el mercado negro son un crimen menor y nadie hace problema por eso, de hecho no compré nada así que… ¿solo por dar un paseo podría tener problemas?— inquiero. Ya, que ni siquiera ha comenzado con las preguntas que estoy arrojándole mis argumentos de inocencia. No sé bien aún como definir el límite de lo que puedo decir de antemano, sin que parezca que estoy escondiendo algo, como resulta ser al fin y al cabo. Pese a que la razón que me trae al norte no guarda relación con el grupo de rebeldes del distrito 9 ¾ , no quiero ser de esos casos que conozco de personas a las que se inculpó por un crimen mínimo a falta de pruebas para otros más graves, pero una cosa siempre lleva a la otra y como todo está encadenado, se termina sabiendo.
Trago aire por la boca antes de contestar, solo para demorar el darle una respuesta mientras está a la expectativa. —Estoy buscando a mi abuela— contesto, ¿por qué no decir que vine a comprar hongos, eh? O pócimas, alhajas baratas, algún libro, que me echaran una tirada de cartas. Porque las mentiras necesitan de la verdad, no deben reemplazarla, deben armarse a partir de esta. —Es squib, fue repudiada por su familia hace mucho, estaba tratando de dar con ella— y así, me guardo el detalle de que es humana. —Soy secretario en el departamento de Justicia— contesto a esto con una seriedad que pierdo cuando me pregunta si pertenezco a Defensa y tengo que echarme un vistazo a mí mismo. —No, para nada. Tengo gente cercana que trabaja ahí. ¿Cómo te llamas?— pregunto, aunque ni pienso ir a darle su nombre a Alecto para ponerla al tanto de que me pararon fueran del distrito doce.
— Bien, sí, auror recién iniciada, pero auror a fin de cuentas. — Le contesto arqueando la ceja y extiendo la mano que tiene su identificación hacia él, no hay nada más que pueda revisarle que me de pistas sobre esta persona así que no veo el sentido de retenerla más tiempo. Una vez la toma regreso la mirada a él, repasándolo de arriba a abajo. No se ve como alguien de por aquí definitivamente, la buena alimentación del Capitolio lo delata, eso y la falta del hedor que despide todo este distrito. Esto último es algo que si me preguntas a mí, resulta representativo en la mayoría de los habitantes del lugar. De nuevo, nada que ver con el Distrito 2, mucho menos con la gente bien acomodada del Capitolio. No cualquier alma vive ahí.
Vuelvo a arquear las cejas en cuanto suelta todas las excusas y no puedo evitar ladear un poco la comisura de mis labios, divertida, pero sin expresarlo del todo. No sé si es mi impresión, pero a mí me parece un poco nervioso para alguien que sólo pasó por este lugar y no tiene nada que esconder. — Nadie se mete en problemas sólo por un paseo, sólo tengo que revisar unos datos para estar con la tranquilidad de que todo está en orden. — Le respondo neutralmente, si es del ministerio se meterá en menos problemas que algún civil cualquiera que quisiera conseguir pócimas especiales en el mercado negro. — Como mencionaste soy nueva en el escuadrón así que no puedo darme el lujo de cometer ni el más pequeño error. — Esta vez uso un tono de inocencia falso, no tiene nada de malo ser novata, pero por algún motivo eso me irritó un poco.
Lo escucho con calma evitando hacer cualquier expresión y cuando acaba asiento con la cabeza. — ¿Squib? — Pregunto. En cuanto a mí respecta los squib están apenas un poco arriba que los sangre muggle, que al menos ellos si tienen linaje mágico, tampoco me encantan, claro, pero intento que eso no afecte mi trabajo. — Asumo que no la encontraste entonces, mala suerte. — Esta vez no hay sarcasmo ni intento decirlo de mala forma, pero me encojo de hombros. — ¿Tienes algún nombre? ¿De tu abuela? Tal vez pueda checar algo al respecto. — No es como que quiera investigarlo y tampoco pretendo ir a preguntar por ahí, pero no está de más. Antes de que pueda responder vuelvo a hablar. — Probablemente nos veamos pronto entonces, en el ministerio. Mi nombre es Raven Maksimov, tú eres David, ¿No? — La pregunta sale sobrando pues ya he visto su identificación pero me da igual. — ¿Vienes muy seguido al norte, David? No te lo recomendaría, aunque tu abuela viva por aquí, son tiempos difíciles. — Algo de conocimiento general. — Con todo lo que está pasando gente que pasea así como tú levanta banderas rojas, no es normal encontrar a alguien del Capitolio aquí, y tampoco es bien visto por la gente del lugar, puede ser peligroso. — Siempre hay patrullas de aurores cuidando pero el ambiente ha cambiado, uno puede esconderse y disfrazarse, pero la mayor parte del tiempo hay algo que nos delata como foráneos. No es algo novedoso, las personas de aquí no pertenecen en la burbuja social que se ha formado más hacia el sur. Hago un movimiento de hombros y me quedo esperando su respuesta, me sigue haciendo ruido que esté aquí pero parece tener respuesta para todo.
Vuelvo a arquear las cejas en cuanto suelta todas las excusas y no puedo evitar ladear un poco la comisura de mis labios, divertida, pero sin expresarlo del todo. No sé si es mi impresión, pero a mí me parece un poco nervioso para alguien que sólo pasó por este lugar y no tiene nada que esconder. — Nadie se mete en problemas sólo por un paseo, sólo tengo que revisar unos datos para estar con la tranquilidad de que todo está en orden. — Le respondo neutralmente, si es del ministerio se meterá en menos problemas que algún civil cualquiera que quisiera conseguir pócimas especiales en el mercado negro. — Como mencionaste soy nueva en el escuadrón así que no puedo darme el lujo de cometer ni el más pequeño error. — Esta vez uso un tono de inocencia falso, no tiene nada de malo ser novata, pero por algún motivo eso me irritó un poco.
Lo escucho con calma evitando hacer cualquier expresión y cuando acaba asiento con la cabeza. — ¿Squib? — Pregunto. En cuanto a mí respecta los squib están apenas un poco arriba que los sangre muggle, que al menos ellos si tienen linaje mágico, tampoco me encantan, claro, pero intento que eso no afecte mi trabajo. — Asumo que no la encontraste entonces, mala suerte. — Esta vez no hay sarcasmo ni intento decirlo de mala forma, pero me encojo de hombros. — ¿Tienes algún nombre? ¿De tu abuela? Tal vez pueda checar algo al respecto. — No es como que quiera investigarlo y tampoco pretendo ir a preguntar por ahí, pero no está de más. Antes de que pueda responder vuelvo a hablar. — Probablemente nos veamos pronto entonces, en el ministerio. Mi nombre es Raven Maksimov, tú eres David, ¿No? — La pregunta sale sobrando pues ya he visto su identificación pero me da igual. — ¿Vienes muy seguido al norte, David? No te lo recomendaría, aunque tu abuela viva por aquí, son tiempos difíciles. — Algo de conocimiento general. — Con todo lo que está pasando gente que pasea así como tú levanta banderas rojas, no es normal encontrar a alguien del Capitolio aquí, y tampoco es bien visto por la gente del lugar, puede ser peligroso. — Siempre hay patrullas de aurores cuidando pero el ambiente ha cambiado, uno puede esconderse y disfrazarse, pero la mayor parte del tiempo hay algo que nos delata como foráneos. No es algo novedoso, las personas de aquí no pertenecen en la burbuja social que se ha formado más hacia el sur. Hago un movimiento de hombros y me quedo esperando su respuesta, me sigue haciendo ruido que esté aquí pero parece tener respuesta para todo.
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—Nadie es auror a medias— murmuro entre dientes, es algo que lo tengo claro, así que de alguna manera tengo que agradecer que sea una auror, -recien iniciada pero auror al fin-, la que me encuentre merodeando por aquí en lugar de otras personas del escuadrón que me harían preguntas de otro tipo, no las de estricto control, unas mezcladas con un poco de incredulidad y una confianza equivocada. Solo nos pondría en una situación incómoda y comprometida, en cambio si es una auror novata, las mentiras parciales van con una culpa menor y puedo sostener su mirada cuando esboza una sonrisa de quien no parece creerse todo lo que digo. No puedo quejarme de eso, es lo que debería hacer de hecho. —¿No crees que te estás echando mucha presión? Si estas son tus primeras rondas, está bien que cometas errores, es parte del proceso de aprender— bien, David, hazle de consejero espiritual también a la auror que sospecha que seas un terrorista, —así que adelante, confírmalo tranquila, sospechar de un secretario del ministerio es un error permitido.
No se me escapa el tono que usa para referirse a los squibs. ¿Debería sorprenderme siendo una auror? Diría que no, son necesarios ciertos pensamientos alineados para que la fuerza de pelea del gobierno funcione como un mismo cuerpo, pero nunca he generalizado diciendo que todos piensan igual, hay quienes son más moderados o menos explícitos en su desprecio, eso tampoco me ha hecho ciego a saber que hay quienes lo tienen más al borde de los labios. —El norte es grande, hay demasiados huecos donde buscar— comento al pasar por su comentario sobre mi búsqueda frustrada, y dudo, dudo en darle el nombre de mi abuela. Mentir es lo primero que se me ocurre hacer, no quiero que al preguntar, salte en algún registro que es humana, pero… no, un momento, quizás lo que necesito es que salte. Bien puedo luego decir que no lo sabía, que pensé que era squib, pero ella misma si al preguntar se entera que es humana, puede que se le ocurra buscarme para decírmelo. —Gillian Carraway, tengo entendido que vino para el norte cuando Jamie Niniadis asumió...— y ahí voy otra vez, jugando mis cartas de un modo imprudente, a veces el riesgo trae recompensa.
—¿Raven?— repito, doblo mi sonrisa hacia un lado, con ese gesto logro enterrar bajo muchos, muchos metros de tierra, el sentimiento que me puede provocar ese nombre y que llega como una punzada al pecho que dura solo un segundo. —No tienes cara de Raven, ¿no tienden a ser más oscuros? Eres el primer cuervo rojo que conozco— trato de que sea un comentario simpático, aunque por su actitud dudo que se lo tome como tal. —No, nunca suelo pasear por aquí— miento, ahora sí con descaro, —pero escuché de gente que lo hacía y mientras no ande diciendo por ahí que trabajo en el ministerio, salvo que sea una auror, no debería preocuparme de que me molesten. El mercado del doce existe porque hay gente del Capitolio que viene a comprar, el dinero no abunda en estos distritos, lo trae gente de los distritos del sur. Novata o no, ¿lo sabes, verdad?— pongo mi mejor cara de inocente, como haciéndole ver que está perdiendo el tiempo conmigo, cuando los tipos malos son otros. —Pero no negaré que estos son distritos violentos, por cierto, ¿no deberías hacer tu ronda con alguien más? ¿Qué si fuera alguien peligroso y te desarmara?— porque, vamos, mucha gente con cara de no romper un plato... luego quema alcaldías.
No se me escapa el tono que usa para referirse a los squibs. ¿Debería sorprenderme siendo una auror? Diría que no, son necesarios ciertos pensamientos alineados para que la fuerza de pelea del gobierno funcione como un mismo cuerpo, pero nunca he generalizado diciendo que todos piensan igual, hay quienes son más moderados o menos explícitos en su desprecio, eso tampoco me ha hecho ciego a saber que hay quienes lo tienen más al borde de los labios. —El norte es grande, hay demasiados huecos donde buscar— comento al pasar por su comentario sobre mi búsqueda frustrada, y dudo, dudo en darle el nombre de mi abuela. Mentir es lo primero que se me ocurre hacer, no quiero que al preguntar, salte en algún registro que es humana, pero… no, un momento, quizás lo que necesito es que salte. Bien puedo luego decir que no lo sabía, que pensé que era squib, pero ella misma si al preguntar se entera que es humana, puede que se le ocurra buscarme para decírmelo. —Gillian Carraway, tengo entendido que vino para el norte cuando Jamie Niniadis asumió...— y ahí voy otra vez, jugando mis cartas de un modo imprudente, a veces el riesgo trae recompensa.
—¿Raven?— repito, doblo mi sonrisa hacia un lado, con ese gesto logro enterrar bajo muchos, muchos metros de tierra, el sentimiento que me puede provocar ese nombre y que llega como una punzada al pecho que dura solo un segundo. —No tienes cara de Raven, ¿no tienden a ser más oscuros? Eres el primer cuervo rojo que conozco— trato de que sea un comentario simpático, aunque por su actitud dudo que se lo tome como tal. —No, nunca suelo pasear por aquí— miento, ahora sí con descaro, —pero escuché de gente que lo hacía y mientras no ande diciendo por ahí que trabajo en el ministerio, salvo que sea una auror, no debería preocuparme de que me molesten. El mercado del doce existe porque hay gente del Capitolio que viene a comprar, el dinero no abunda en estos distritos, lo trae gente de los distritos del sur. Novata o no, ¿lo sabes, verdad?— pongo mi mejor cara de inocente, como haciéndole ver que está perdiendo el tiempo conmigo, cuando los tipos malos son otros. —Pero no negaré que estos son distritos violentos, por cierto, ¿no deberías hacer tu ronda con alguien más? ¿Qué si fuera alguien peligroso y te desarmara?— porque, vamos, mucha gente con cara de no romper un plato... luego quema alcaldías.
Alzo una ceja con su intento de... ¿Hacerme sentir mejor con mi trabajo? O lo que sea que haya pretendido. Dato curioso: Este gesto, arquear solo una ceja, es algo que he perfeccionado desde que ingresé al escuadrón de aurores de forma oficial. Al final del día muchas personas responden las preguntas que se les hacen con respuestas que dan mucho que desear. — Oh pero es precisamente porque son mis primeras rondas que no puedo permitirme errores. Una mala primera impresión podría ser mucho más costosa. — Vuelvo a sonreírle con falsa inocencia, sólo que esta vez el cinismo en mi rostro se ve mejor reflejado que antes. Me pregunto si esto hubiese salido mejor de estar mi compañero más experimentado aquí. Es decir, él ya sabe cómo tratar estos temas y lidiar con las respuestas en forma de pregunta que muchos civiles dan. Pero es mejor no pensar en ello, tengo que aprender por mi misma o seguiré dudando cada vez que salga de ronda.
— Cierto. Tal vez pudo moverse de este distrito a alguno de sus vecinos. — Todos sabemos que los distritos del norte son complicados y están llenos de repudiados y muchas veces criminales, así que no es sorpresa que las personas que llegan a esconderse aquí no pasen demasiado tiempo en el mismo lugar. Puede incluso ser peligroso. No es el caso de todo el mundo, claro, muchos han desarrollado, de alguna manera, una vida aquí. Pero siempre hay demasiado movimiento. Cuando vuelve a hablar saco el teléfono celular de mi bolsillo para anotar en mi aplicación de notas el nombre que me proporciona. — Anotado, si consigo información acerca de tu abuela te lo haré saber. — Porque siempre puedo preguntar en un par de lugares acerca de esto.
— Es que estamos en peligro de extinción. — Respondo a su broma, aunque sin ningún tono ni gesto en particular, manteniéndome por completo neutral. Acto seguido escucho con atención la historia que cuenta, arqueando esta vez las dos cejas. — Claro que lo sé. — Mi comentario es escueto y mis labios están apretados. — Aunque eso es algo que no me toca tratar hoy, hay patrullas en el centro del distrito y por el mercado. — Y a mí me tocó el exterior. — No estoy sola, tengo un compañero. — Comento encogiéndome de hombros. Claro que mi compañero se fue hace un momento y debe estar a varios metros de distancia. — No es por nada pero no creo que pudieras desarmarme tan rápido. Ya sabes, reflejos de auror. — Le digo llevándome instintivamente la mano a la varita. — Pero no estamos en ese caso, así que no hay nada de qué preocuparse. — Claro que no lo es, trabaja en el ministerio. Pero aún así la tensión en mi mano no se suaviza. — Deberías ser más cuidadoso David, no es bien vista por aquí la gente del ministerio. Tanto por los habitantes, como por las mismas personas del Capitolio, podrían hacerse ideas equivocadas, sobretodo con lo sucedido en el ataque terrorista al distrito 9. —
— Cierto. Tal vez pudo moverse de este distrito a alguno de sus vecinos. — Todos sabemos que los distritos del norte son complicados y están llenos de repudiados y muchas veces criminales, así que no es sorpresa que las personas que llegan a esconderse aquí no pasen demasiado tiempo en el mismo lugar. Puede incluso ser peligroso. No es el caso de todo el mundo, claro, muchos han desarrollado, de alguna manera, una vida aquí. Pero siempre hay demasiado movimiento. Cuando vuelve a hablar saco el teléfono celular de mi bolsillo para anotar en mi aplicación de notas el nombre que me proporciona. — Anotado, si consigo información acerca de tu abuela te lo haré saber. — Porque siempre puedo preguntar en un par de lugares acerca de esto.
— Es que estamos en peligro de extinción. — Respondo a su broma, aunque sin ningún tono ni gesto en particular, manteniéndome por completo neutral. Acto seguido escucho con atención la historia que cuenta, arqueando esta vez las dos cejas. — Claro que lo sé. — Mi comentario es escueto y mis labios están apretados. — Aunque eso es algo que no me toca tratar hoy, hay patrullas en el centro del distrito y por el mercado. — Y a mí me tocó el exterior. — No estoy sola, tengo un compañero. — Comento encogiéndome de hombros. Claro que mi compañero se fue hace un momento y debe estar a varios metros de distancia. — No es por nada pero no creo que pudieras desarmarme tan rápido. Ya sabes, reflejos de auror. — Le digo llevándome instintivamente la mano a la varita. — Pero no estamos en ese caso, así que no hay nada de qué preocuparse. — Claro que no lo es, trabaja en el ministerio. Pero aún así la tensión en mi mano no se suaviza. — Deberías ser más cuidadoso David, no es bien vista por aquí la gente del ministerio. Tanto por los habitantes, como por las mismas personas del Capitolio, podrían hacerse ideas equivocadas, sobretodo con lo sucedido en el ataque terrorista al distrito 9. —
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¿Está diciendo que estoy causando una primera mala impresión que va a costarme caro? No, debe ser paranoia mía. ¿O sí? ¿Lo está diciendo? —Comprendo que el cuartel de aurores tiene mucha presión encima por la mala reputación que se ha hecho, por eso mismo también es bueno que sepas que un error no va a costarte tan caro como crees— sí, eso, hagámoslo como una cosa de ella, yo metiéndome en lo que es su trabajo, para seguir bordeando esta otra cuestión de mi supuesta extraña presencia a las afueras de un mercado que, mal que le pese al ministerio, es tan transitado como la plaza principal del Capitolio. —Porque el cuartel mismo viene de una seguidilla de derrotas, tomarlo como algo que no está permitido, es más desmoralizante si llegara a darse un nuevo fracaso—. Mi auténtica preocupación recae en que si no saben lidiar con los fracasos, la respuesta es siempre más agresiva que la anterior, en ambos bandos, lo que hará de esta guerra una pelea de orgullos al final y cuando se torna personal, no hay espacios para acuerdos más sanos y racionales, pero –otra vez- no puedo andar de evangelizador por el mundo.
—Gracias— suelto esa única palabra con un tono sorprendido, quedará esperar y confiar que por alguno de los lugares que voy dejando caer ese nombre, reciba una llamada que me diga qué fue de su suerte. Son lanzadas de dados al azar, en algún momento saldrá un siete, es la esperanza boba con la que me moví por el norte hace unos años y caí en un par de esas mesas, a las que ahora vuelvo y reconozco, porque el norte es eso, ciudades de recuerdos en cada calle, por las que tengo que aprender a transitar otra vez, con recaudo hacia los fantasmas, no a los repudiados. —Sí, lo sé— contesto cuando digo que son una especie en peligro de extinción, —mantente lejos del fuego por las dudas— esto es genial, sueno como un vidente falso del mercado, no porque lo que pueda ver a futuro, sino lo que proyecto desde el pasado. Y para colmo se lo digo a una auror, no son las personas que se abstengan de los peligros, esos de los que le advierto por estar sola en su ronda y me permito sonreír cuando declara que no estamos en esas de demostrar destrezas. —No, claro que no, no soy tan idiota— si me muevo como me muevo, por tantos lugares, es por el perfil bajo que me encargo de bajar aún más, así no llego a parecer la temida amenaza. —¿Hablas de que crean que vengo porque me relaciono con repudiados y rebeldes?— pregunto, poniéndolo en palabras con una cara de falsa incredulidad. —Es ridículo, tantas personas vinimos al mercado, que estoy seguro de que nadie en el Capitolio se salva de decir que conoce a alguien por estos lugares— sigo bordeando el tema, —nos estamos poniendo paranoicos de un modo innecesario, desconfiando de todo, que dentro del mismo ministerio haya interrogatorios cada tanto, un voto de confianza cada tanto no hace mal. Me considero alguien dentro del ministerio que está tratando de marcar la diferencia y hacer las cosas bien— y es en decir esto, que la verdad se vuelve relativa.
—Gracias— suelto esa única palabra con un tono sorprendido, quedará esperar y confiar que por alguno de los lugares que voy dejando caer ese nombre, reciba una llamada que me diga qué fue de su suerte. Son lanzadas de dados al azar, en algún momento saldrá un siete, es la esperanza boba con la que me moví por el norte hace unos años y caí en un par de esas mesas, a las que ahora vuelvo y reconozco, porque el norte es eso, ciudades de recuerdos en cada calle, por las que tengo que aprender a transitar otra vez, con recaudo hacia los fantasmas, no a los repudiados. —Sí, lo sé— contesto cuando digo que son una especie en peligro de extinción, —mantente lejos del fuego por las dudas— esto es genial, sueno como un vidente falso del mercado, no porque lo que pueda ver a futuro, sino lo que proyecto desde el pasado. Y para colmo se lo digo a una auror, no son las personas que se abstengan de los peligros, esos de los que le advierto por estar sola en su ronda y me permito sonreír cuando declara que no estamos en esas de demostrar destrezas. —No, claro que no, no soy tan idiota— si me muevo como me muevo, por tantos lugares, es por el perfil bajo que me encargo de bajar aún más, así no llego a parecer la temida amenaza. —¿Hablas de que crean que vengo porque me relaciono con repudiados y rebeldes?— pregunto, poniéndolo en palabras con una cara de falsa incredulidad. —Es ridículo, tantas personas vinimos al mercado, que estoy seguro de que nadie en el Capitolio se salva de decir que conoce a alguien por estos lugares— sigo bordeando el tema, —nos estamos poniendo paranoicos de un modo innecesario, desconfiando de todo, que dentro del mismo ministerio haya interrogatorios cada tanto, un voto de confianza cada tanto no hace mal. Me considero alguien dentro del ministerio que está tratando de marcar la diferencia y hacer las cosas bien— y es en decir esto, que la verdad se vuelve relativa.
— Tal vez. — Respondo amargamente. Es cierto, el escuadrón de aurores ha tenido malos momentos que no me han tocado, claro, no tiene mucho tiempo que me uní, pero todos los que se dignan a prender el televisor o agarrar un periódico al menos una vez al día saben lo que ha estado sucediendo. — Como sea, hay que hacer lo mejor siempre. — Le digo apretando la boca de forma que mis labios se arquean formando una tenue sonrisa, que más que para declarar alguna emoción positiva, la uso para parecer más amable que borde.
Hago apenas un movimiento con la cabeza para asentir cuando me da las gracias. No sé si es una muestra de buena fe por mi parte, o simplemente espero averiguar algo de él porque me sigue pareciendo sospechosa toda esta situación. Pero igual sé que preguntaré al respecto. — Nos veremos en el ministerio probablemente, si consigo averiguar algo te buscaré, David Meyer. — Le digo recordando el nombre que verifiqué en la identificación y me encojo de hombros cuando bromea. Aunque se me escapa una risa con satisfacción al escucharlo decir que no se enfrentaría a una auror. Supongo que sí intimido un poco. O al menos el título lo hace.
Aunque la expresión no me dura mucho, pues su incredulidad casi hace que ponga los ojos en blanco. Pero no lo hago. Sólo suelto un suspiro cansada y lo miro fijamente con los brazos cruzados. — Sí, esa puede ser una opción que no se descarta hoy en día. Han pasado muchas cosas, los terroristas que están con Ritcher hacen de las suyas en el 9, un distrito que nadie garantiza no intentará atacarnos nunca. — Es algo que todos sabemos, toda esta situación es una bomba de tiempo. — No tantas personas del Capitolio se asoman por aquí, aunque bueno, sí, es un buen lugar para conseguir algunas... cosas. — Aprieto un poco los labios entrecerrando los ojos. Me da bastante igual lo que hagan los demás o dónde compren mientras no ayuden a repudiados ni a criminales. Mucho menos si estos cumplen la característica de ser humanos. Pero la expresión se me relaja de nuevo con su siguiente frase, no porque me sienta apenada, sino porque no quiero problemas con alguien que trabaja, al igual que yo, en el ministerio. Y porque no tengo la energía para esto. — Tienes razón David, un poco de confianza no viene mal. Lo siento, no estaba diciendo que fuera tu caso, sólo mencionaba que alguien que no sea yo, claro, podría pensar eso. —
Hago apenas un movimiento con la cabeza para asentir cuando me da las gracias. No sé si es una muestra de buena fe por mi parte, o simplemente espero averiguar algo de él porque me sigue pareciendo sospechosa toda esta situación. Pero igual sé que preguntaré al respecto. — Nos veremos en el ministerio probablemente, si consigo averiguar algo te buscaré, David Meyer. — Le digo recordando el nombre que verifiqué en la identificación y me encojo de hombros cuando bromea. Aunque se me escapa una risa con satisfacción al escucharlo decir que no se enfrentaría a una auror. Supongo que sí intimido un poco. O al menos el título lo hace.
Aunque la expresión no me dura mucho, pues su incredulidad casi hace que ponga los ojos en blanco. Pero no lo hago. Sólo suelto un suspiro cansada y lo miro fijamente con los brazos cruzados. — Sí, esa puede ser una opción que no se descarta hoy en día. Han pasado muchas cosas, los terroristas que están con Ritcher hacen de las suyas en el 9, un distrito que nadie garantiza no intentará atacarnos nunca. — Es algo que todos sabemos, toda esta situación es una bomba de tiempo. — No tantas personas del Capitolio se asoman por aquí, aunque bueno, sí, es un buen lugar para conseguir algunas... cosas. — Aprieto un poco los labios entrecerrando los ojos. Me da bastante igual lo que hagan los demás o dónde compren mientras no ayuden a repudiados ni a criminales. Mucho menos si estos cumplen la característica de ser humanos. Pero la expresión se me relaja de nuevo con su siguiente frase, no porque me sienta apenada, sino porque no quiero problemas con alguien que trabaja, al igual que yo, en el ministerio. Y porque no tengo la energía para esto. — Tienes razón David, un poco de confianza no viene mal. Lo siento, no estaba diciendo que fuera tu caso, sólo mencionaba que alguien que no sea yo, claro, podría pensar eso. —
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Me cuesta un poco más disimular la relación que hace entre la gente de Richter y los rebeldes que están asentados en el distrito 9 ¾, a quienes conozco, así que puedo decir con toda seguridad que la resistencia no surgió en asociación a Richter, pero no es algo que vaya a decirlo, claro. Como mis cejas se arquean, tengo que improvisar un comentario que compense el gesto. —Todo se ha desmadrado, estás en lo cierto— hasta meneo la cabeza, haciéndolo ver como que no es algo que pueda entenderse que esté pasando. El problema es que sí, hemos llegado a puntos en que los ataques se dan de distintos frentes, cada vez se hará más difícil precisar quién comienza el fuego y quiénes fueron el eco, no es un panorama que me esté dando muchas esperanzas. Me queda confiar en que el distrito 9 ¾ siga fortaleciendo como una alternativa a esta guerra que se está volviendo eterna y tiene nuevos aurores en sus filas, que muy pronto serán personas que ni siquiera tendrán memoria de cómo comenzó todo, las nuestras ya son en gran parte heredadas.
—Sí, lo entiendo, no lo tomo personal, sé que es tu trabajo— aunque esté mintiéndole en toda la cara, estas palabras que dejo caer son auténticas, es una gran ironía conocer a dos personas que llevan el mismo nombre, con vidas tan opuestas, todos dentro de esta maraña que es una lucha de bandos en la que también los que se paran en el medio siguen siendo parte, atravesados por las consecuencias de cada suceso. Recupero mi carnet de identificación para guardarlo, supongo que he pasado la inspección como para poder volver al Capitolio, aunque el encuentro no hace más que demostrarme que estoy derrochando tiempo en el norte, dando vueltas en círculos que terminan en este tipo de encuentros. —Y también sabes cuál es el mío, así que si algún día necesitas algo del departamento de Justicia, puedes buscarme y trataré de ayudarte— digo, así como ella se ofreció a buscar el nombre de mi abuela en los registros. —Lo bueno de reemplazar la sospecha por un voto de confianza, es que la otra persona puede llegar a ser alguien con quien contar—. Esto es querer hacer una montaña con granos de arena, algún día espero que se pueda entender que en vez de recelar de los otros y ver enemigos entre los cercanos, se pueda hacer amigos, cosas que no podría decir en voz alta porque ya bastante reproches tengo sobre lo que creen que es ingenuidad y para mí la amistad es una ley que heredé de mis padres. —Supongo que nos veremos en el ministerio entonces— me despido, — gracias— levanto el carnet que tengo entre mis dedos para agradecerle el que me deje ir sin más, lo uso para simular un saludo militar y pongo distancia con ella, para mirar por encima de mi hombro antes de desaparecerme.
—Sí, lo entiendo, no lo tomo personal, sé que es tu trabajo— aunque esté mintiéndole en toda la cara, estas palabras que dejo caer son auténticas, es una gran ironía conocer a dos personas que llevan el mismo nombre, con vidas tan opuestas, todos dentro de esta maraña que es una lucha de bandos en la que también los que se paran en el medio siguen siendo parte, atravesados por las consecuencias de cada suceso. Recupero mi carnet de identificación para guardarlo, supongo que he pasado la inspección como para poder volver al Capitolio, aunque el encuentro no hace más que demostrarme que estoy derrochando tiempo en el norte, dando vueltas en círculos que terminan en este tipo de encuentros. —Y también sabes cuál es el mío, así que si algún día necesitas algo del departamento de Justicia, puedes buscarme y trataré de ayudarte— digo, así como ella se ofreció a buscar el nombre de mi abuela en los registros. —Lo bueno de reemplazar la sospecha por un voto de confianza, es que la otra persona puede llegar a ser alguien con quien contar—. Esto es querer hacer una montaña con granos de arena, algún día espero que se pueda entender que en vez de recelar de los otros y ver enemigos entre los cercanos, se pueda hacer amigos, cosas que no podría decir en voz alta porque ya bastante reproches tengo sobre lo que creen que es ingenuidad y para mí la amistad es una ley que heredé de mis padres. —Supongo que nos veremos en el ministerio entonces— me despido, — gracias— levanto el carnet que tengo entre mis dedos para agradecerle el que me deje ir sin más, lo uso para simular un saludo militar y pongo distancia con ella, para mirar por encima de mi hombro antes de desaparecerme.
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