The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
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Recuerdo del primer mensaje :

… y no abandonaré este cruel y bastardo mundo, sin poder ver una última vez a la favorita entre todas mis nietos, ¡me niego a hacerlo! ¡Todo lo que mi pobre alma atormentada por la edad y esta enfermedad necesitan es despedirse del rostro más amado en mi vida! Te lo ruego, ¿dejarás morir a tu devota abuela castigándola con tu indiferencia? ¿Tu alma podrá tolerar la culpa que te dejará tal acto cuando la única despedida que te reste sea la que puedas darle a una lápida de piedra?— dicto, mi mano moviéndose en el aire al estar tendida en la comodidad de mis almohadas en la inmensa cama donde me he pasado el día para ponerme al día con esta interesante telenovela donde ¡ah, que desastre de lío familiar! Dos jóvenes que se desprecian por ser hijos de familias rivales caen en la trampa de enamorarse, ¡par de tontos! Solo para que la desgracia la arroje a ella a otro punto perdido del país y cuando reaparezca lo haga como una dama, ¡qué suerte la de esa golfa! ¡Y se le presenta en la puerta con una hija! Y digo yo, ¿cómo tener la certeza de que es hija de este muchacho, eh? ¡Si mírala nada más, escalando puestos vaya a saberse con qué modos.

Hazme varias copias de esa carta, las que sean para Evan y Riley me lo cambias por “favorito”, ¡a ver quién de estos ingratos se apersona primero!— refunfuño, mi enfado de semanas pasadas ha llegado a su punto más álgido y las columnas que ha escrito Phoebe no logran mejorar mi humor como lo hicieron las primeras veces. Empeora en la noche, ¡cuando ni un mendigo mensaje recibo! A la mañana siguiente estoy con la resaca por el trasnoche de haberme terminado la telenovela comiendo pura chatarra y bebiendo tanto refresco que creo que el azúcar se me ha subido, para comenzar otra donde magos legeremantes de distintos distritos logran comunicarse y este muchachón del distrito uno que es auror y puros músculos, el otro que es un ladrón del distrito doce y lo estaría necesitando para la piscina que tengo sin usar en el jardín si es que se mete con esas mismas fachas, que son ninguna, ¡y las que fiestas que se montan! ¡Oh, mis buenos años, como los extraño…! Estoy en mi punto más nostálgico, abrazada a la almohada, a punto de lagrimear por mi juventud perdida, cuando Ramik se para en mi puerta y me avisa que tengo una visita. —¡¿Quién viene a verme en la miseria de mujer que me he convertido?!— lloriqueo, tirando una de las almohadas fuera de la cama para que caiga al suelo. Y supongo que el buen Ramik consideró que no ponerme sobre aviso, sino traer directamente a mi nieta a la habitación ayuda a la impresión deplorable que quiero dar. ¿Se me verán bien las ojeras negras? —¡Alecto! ¡Querida! ¡Has venido!— me emociono, finjo una tos para comenzar el acto. —¡RAMIK! ¡Las medicinas!—, él sabe que caramelos me debe traer.
Anonymous
Invitado
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Que poco conoces el mundo, mi niña— suspiro con una mirada de pena puesta en ella, —¿qué no sabes que hay a quienes se puede salvar y otros que no? Hay quienes se han echado a perder, no hay en ellos ni una mínima voluntad de salvarse, son causas perdidas que no merecen ser atendidas y de hacerlo… solo llevan a la frustración de tanto esfuerzo para nada—. Su madre biológica habrá sido joven en ese entonces, un par de años menor que ella incluso con la edad que tiene, y aun así, se la veía tan entregada a su suerte en el norte, que cargar con ella hubiera sido lo mismo que llevarse una desgracia particular a cuestas. No había nada en esa muchacha embarazada que inspirara un poco de esperanza, si lo había era en ese bebé que por sangre ya heredaría algunos errores, pero que apartado a tiempo lo limpiaba de un destino miserable.

Un certificado, igual que la sangre, fue el vínculo invisible que se mantuvo, pero fuera de la vista, es casi como si no existiera. Se puede permitir que surja un destino nuevo al esconder las pruebas de un origen lamentable, a resguardo en los cajones que me encargo que permanezcan cerrados. —Espera, ¿pensabas llevártelo?— inquiero, se lo estaba mostrando, en ningún momento esperé que me despojara de un papel que… a mí misma me recordaba del vínculo que tenía con mi nieta. —Ya me has dejado en claro que no eres de mi pertenencia, usando esa desagradable palabra, no estoy tan senil como para ponerme a despotricar en contra de eso— mascullo de mala gana, sabiendo cuando retirarme de una discusión con puntos muertos. Le advierto con mis ojos fijos en su rostro como reprimenda que no le conviene subestimar así a los nombres, se me ocurren tantos ejemplos y a la vez ninguno, que digo los primeros que se me ocurren. Magnar Aminoff vino a reclamarse como heredero bastardo de Jamie Niniadis sin llevar su apellido, Hermann Richter abandonó su apellido Powell, ¿acaso ese chico del distrito nueve no ha logrado convocar rebeldes al reclamar su identidad como un Black? Y su misma madre, tanto nombre como apellido, abandonados. Pero no hablamos de la trascendencia de un apellido, sino de un nombre como manera de presentarse al mundo. —Eva, la del pecado original— saco fuera de mi garganta una carcajada hueca, —no es solo un nombre—, es una condena, regalo maldito de una madre a su hija.

El aire vuelve a salirse de mis labios en un suspiro más largo cuando encuentro mi camino hacia la cama para recuperar mi sitio contra las almohadas, así puedo tener la espalda descansada por si tengo que explayarme en la historia que me pide. —Tu madre llevaba poco tiempo en el norte cuando quedó embarazada, apenas unos pocos años, los necesarios para incurrir en más de un trabajo despreciable y no los suficiente para andarse con cuidado en ciertas cosas— digo, mi cuerpo cae como un peso sin gracia sobre la cama y tengo que devolver algunas almohadas a su sitio. —Seguía siendo Anne Ruehl, ese apellido lo traía de su familia, cargó con este un par de años más. Pero habrá supuesto que los nombres sí nos definen, a diferencia de ti, así que como ese nombre la unía a cierto destino, se lo habrá cambiado para poder hacerse con otro— me arrellano contra las almohadas y continuo. —Anne Ruehl no habría sobrevivido al norte, ella misma se hubiera encargado de su muerte— cierro mis párpados. —¿Ves esas cosas torcidas que sabes que con la más ligera presión acabarán por romperse en dos?— pregunto, así se veía el día que la entregó. —Así hubiera sido, y de hecho así fue, si es quien es ahora, con el nombre que tiene, es porque Anne Ruehl consiguió suicidarse, digo consiguió como un logro, porque lo es. Hay personas que desprecian tanto sus vidas, a sí mismos, por ser un martirio al que la muerte no tiene misericordia y alcanzar por fin es una victoria.
Anonymous
Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Para ser una persona con poca voluntad para la salvación, llegó lo suficientemente lejos como para demostrar que estabas equivocada — respondo, ni yo misma me creo que de mis palabras esté saliendo algo como esto, una defensa hacia mi madre que nadie se hubiera esperado viniera de mi parte. Trato de disimular la ofensa en el tono de mi voz, que no deseo manifestarme en acuerdo a las decisiones de Rebecca, no cuando hay tanto que desconozco de ella y que, honestamente, no sé si quiero llegar a saber. Es irónico que me crea con el derecho a juzgarla, pero escuchar que una persona como Georgia lo está haciendo con ella me irrita para dentro, quemándome debajo de la piel como si fuera también una crítica que va dirigida hacia mí. ¿No es, después de todo, mi madre? Soy quien lleva su sangre, por mucho que hayan querido taparlo en un papel bajo un nombre nuevo, sigo siendo Eva Ruehl. — ¿Para qué la quieres tú? — digo, afianzando un poco más el agarre con mis dedos a la hoja que sostengo, incapaz de entender por qué querría guardar algo que para ella no tiene más conexión que la que pudo darle con la otra falsificación. Y no sé como tomarme el significado que le da al nombre que me dieron al nacer, cuando ya tuve mi propia charla con David sobre esto, así que lo único que me queda por hacer es encogerme de hombros, con cierta indiferencia fingida. — Tiene sentido que entonces usaran Lilith como mi segundo nombre, ¿no? Eva, la del pecado original, y Lilith, la primera mujer a la que se le consideró un demonio — lo escupo con sorna, cuando en realidad me hace de todo menos gracia.

Mis ojos la siguen al pasearse para llegar a la cama, no digo nada en lo que se acomoda y utiliza mi silencio para responder a mis reclamos. No soy de las personas que tiende a meterse en la vida ajena de los demás, hago oídos sordos a los cuchicheos que circulan por la base porque conozco bien lo que pueden hacer los cotilleos que pasan de una boca a otra. Es tan fácil tergiversar una historia que incluso siendo mi abuela la miro con la desconfianza que me da el que esté contando esto desde su punto de vista, el único que conoce. No le quitaré el que pueda conocerla mejor que yo, empezando porque yo ni siquiera lo hago, me abstuve de hacerlo casi que para beneficio propio, se puede decir que aprendí algo de las acciones egoístas de Georgia como para también aplicarlas según lo que me conviene. La anciana se encarga de hacer un repaso, sin apenas ningún miramiento, de la vida que ignoraba mi madre tuvo. Sigue siendo crítica a pesar de las circunstancias a las que tuvo que hacerle frente esta tal Anne Ruehl, nombre que queda grabado en el fondo de mi cabeza para recordarlo cuando tenga delante a la antigua portadora del mismo. — No hace falta que digas más — pido, lo hace también la presión en mi pecho al saberme una egoísta no solo en sentimientos, sino también en comprensión hacia otro ser humano. No sé en qué momento pasó que estas cosas siquiera empezaron a importarme, pero ahora mismo se me hace imposible de soportar, hasta el punto en que necesito de un lugar a solas para sentir que puedo respirar con normalidad. — Me llevo esto — apenas hago un gesto con la mano para indicar el papel que todavía sostengo, girándome para poder descargar la expresión vacía de mi rostro contra la pared y salir de estas cuatro paredes sofocantes lo más rápido que me permite el querer mostrarme serena.
Alecto L. Lancaster
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As long as I keep dancing · Alecto - Página 2 IqWaPzg
Invitado
Invitado
Debe ser de esas excepciones que la mejor ayuda que se le puede dar, es no darle ayuda…— sigo sosteniendo mi opinión sobre aquella mujer que nunca me dio esperanzas en el tiempo que duraron nuestros tratos, su puesto en el ministerio lo veo ligado al capricho de Magnar Aminoff de tenerla ahí, y como todo capricho, cambia con los humores. —Tenlo en cuenta en tu trato con ciertas personas— le recomiendo en mi responsabilidad como abuela, —hay a quienes brindarles tu ayuda no servirá de nada— será un derroche, un perjuicio en ciertas cosas, hacia esas personas, hacia ella misma. No la criamos como lo hicimos para que se aprovechen de ella, como seguramente hubieran abusado de ser una muchacha descarriada del norte, con esa partida que demuestra su identidad original es como si una tercera presencia se hubiera materializado en esta habitación, que encarna todo lo que pudo haber sido de tener otro destino y no son juegos mentales en los que me guste entrar, podría confundirme debido a lo débil de mi mente en estos días, así que me sostengo a los recuerdos que todavía reconozco como reales en los que estoy viendo crecer a una niña que nada en su apariencia la delata como hija de parias, sino que se mueve con gracia innata entre magos y brujas bien acomodados del Capitolio.

Porque es mío— es la respuesta fácil que me surge, aunque lo correcto fuera decir que era mío, en tiempo pasado, cuando ella no era más que una bebe y un papel así no podía ser de su propiedad. El que me arrebata con una firmeza a la que decido no enfrentarme, es en lo que cedo para tratar de retener algo que me parece que merece este pequeño costo de desprenderme de un papel viejo, en el que puede leerse todas las veces que quiera y seguir siendo Alecto. Ni Eva, ni Lilith. —Somos los nombres por los que nos llaman y a los que respondemos— digo como parte de la verdad que conozco por lo que me han demostrado los años, —el nombre hacia el que caminas cuando te llaman en la oscuridad— esto lo entenderá en algún momento de su vida, este es un camino largo que tiene sus tramos por las sombras, entonces será importante que sepa escuchar su nombre, tan importante como que haya alguien que la llame o sino le quedará la difícil tarea de ser su propio voz quien tenga que repetirlo para no olvidarlo, que también ocurre, tendemos a olvidar nuestro propio nombre. —Alecto— la llamo antes de que abandone el dormitorio, no espero que se dé la vuelta, solo que me escuche. —Ven a visitarme en otra ocasión— le pido, —a veces me siento sola y estoy demasiado vieja como para mentirme diciendo que me que me gusta estarlo.
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