The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Maeve P. Davies
Oliver T. Helmuth
Karina E. Hegel
J. Paisley Callahan
8 participantes
Sigrid M. Helmuth
Convencer a Rebecca de que invitarla a ella y a Maeve a una cena en casa de mi hermano era mejor idea que despedir a Ingrid de su puesto como auror no ha sido fácil, primero porque arrastrarme no suele ser mi estilo, ese es más bien de Nick. Se puede escuchar el sonido de una batería por ese burn, soy consciente, ¿pero para qué están los hermanos si no es para reírnos unos de otros? No debería tomármelo tan a guasa, de todas formas, cuando soy la encargada de convencer a la jefa de Ingrid de esto presentándome en su casa, como un vaticinio de lo que ha estado ocurriendo en las últimas semanas al no dejar a la pobre mujer en paz. Que no sé cuántas veces ha ido un Helmuth a golpear su puerta en este tiempo que ha sido ministra, pero estoy segura de que han sido muchas más veces de las que fueron cuando éramos niños y vivíamos en el mismo vecindario. En fin, como sea, mis hermanos tienen que agradecer que puedo llegar a ser una persona tremendamente persuasiva, sin necesidad de ponerme de rodillas en su alfombra, como para conseguir que Rebecca acepte a hacer esto.

Así que el panorama actual es uno por el que jamás hubiera apostado que tendría lugar. Para ser precavidos, los platos están dispuestos de tal manera que Rebecca y Nicholas están enfrentados en los extremos de la mesa rectangular del salón de la mansión e Ingrid está sentada a uno de los lados de nuestro hermano de manera que Karina ocupa el otro lugar y está resguardada frente a ella. Yo he optado por colocarme en el medio, a modo del árbitro que va a ser necesario que esté presente en esta sala para que nadie termine lanzándose los platos unos a otros. Puedo echarle una mirada rápida a mi hija al levantar los ojos hacia ella por tenerla a unos centímetros de distancia al otro lado de la mesa, acompañada por su primo Luka, quien obviamente no se iba a perder este espectáculo que es para rememorar como una de las fotografías familiares que cuelgan de la pared. Eso me deja con Maeve a quien tengo sentada a mi lado, así Oliver está junto a sus primos, pero al lado de Rebecca, lo que me resulta extraño porque puedo jurar que le ha lanzado más que una mirada tiesa en lo que llevamos de cena y Nicholas está tan tenso en su silla que puedo verlo sostener los cubiertos con fuerza desde aquí.

Ha sido una buena decisión el dejar a los niños fuera de esto, porque apenas y puedo escuchar las respiraciones de los demás, segura de que no hay ni uno que esté disfrutando realmente de la comida que prepararon los elfos domésticos. Bueno, excepto Luka, que sí que parece bastante divertido con la situación en sí. Yo también lo estaría, de no ser porque me toca seguir ejerciendo como la voz de la razón, pero no estoy segura de conseguirlo cuando me lanzo al silencio de la sala para decir: — Y bueeeeeeeno… — le echo una mirada a mi hermana mayor, dejando los cubiertos apoyados sobre el plato para marcar el mantel con mis codos — ¿No tienes algo para decir, Ingrid? — ruego que diga algo, a poder ser no que quiere empezar a pasear con correa a su jefa, por favor.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
Invitado
Tengo muchas cosas para decir, Sigrid— contesto a mi hermana, lo suficientemente alto para que me escuchen también en el extremo opuesto de la mesa, donde las disposiciones han dejado a nuestra invitada respaldada por su discípula a la izquierda y el mismísimo hijo de Nicholas a su derecha. De mi parte ha dejado a este hermano al que miro de reojo porque lo desconozco absolutamente, de pies a cabeza, es como si estuviera sentada al lado de un extraño que tuvo el descaro de ocultarme durante quien sabe cuántos años que tuvo un hijo con la vecina. ¿¿Y eso es lo que Sigrid espera que eche encima de los platos de la cena?? ¡Pues no! No haré público el pecado de mi hermano, cuando él nunca traicionó mi confianza exponiendo mis faltas, lo que duele es saber que yo le confesé hasta lo inconfesable y él no tuvo ese respeto conmigo. Lo miro juzgándole, ¿en verdad, Nicholas? ¿Con la vecina? No sé si Eloise llegará más tarde a la mesa, su sola presencia bastaría para que volviera a sentir que no todo lo que tiene que ver con los Helmuth ha perdido su altura, ahora nos veo como la más ridícula parodia de lo que una vez fuimos.

Esta mañana me encontré con noticias desagradables sobre el escritorio de Nicholas que me llevaron a actuar de esa manera tan impropia en mí— aclaro delante de mi hijo y sobrinos que tengo sentados al otro lado de la mesa, es a ellos a quienes tengo que decirles que no es algo que vaya a repetirse, ¡a menos que la zorra de Ruehl se le ocurra abrir la boca y ahí sí que le lanzo el vino a la cara! —Es algo que podemos platicar luego, entre adultos— trato de mostrarme entera, manipulando los cubiertos con movimientos lentos, paso el cuchillo de una mano a otra y me contengo de apuntar hacia la otra punta. —Oliver— le hablo a mi sobrino que está en la esquina más distante a mis intenciones, —deberías sentarte al lado de tu padre, en esta familia siempre respetamos los lugares, aunque se sumen visitas— que solo ocupan lugares temporales, si fuera por mí, ni el agua beberían. —No, ¡no! Karina no te levantes, basta con que se corran un lugar cada uno. Jenna en la punta, luego Luka, ven Oliver, al lado de Kari— reordeno la disposición de la mesa. —Si Lex llega más tarde la haremos sentar a mi lado— entre el traidor de mi hermano y yo.
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
¿Podría haber esperado esto de Sigrid? Por supuesto, ni siquiera me hubiera sorprendido en lo más mínimo. ¿Pero de Ingrid? Digamos que sorprendido se queda corto en comparación con mi reacción al conocer que una de mis hermanas menores se ha liado a puños con la ministra de defensa, con quien ya tenemos suficientes problemas como para que tenga que recibir estas noticias. Es por eso que se me hace difícil pasar el vino por mi garganta cuando me llevo la copa a los labios, sin apenas dirigirle la mirada a la persona por quien estamos haciendo todo esto y que da la casualidad de que tengo sentada a mi lado. No puedo siquiera empezar a explicar lo cabreado que me encuentro con Ingrid, en primer lugar por haber tenido la indecencia de cotillear mi escritorio personal, y siguiendo por este acto propio de un vándalo y no de mi hermana, de quien esperaba una reacción bastante menos delictiva. La mirada que le lanzo cuando se digna a alzar la voz es de extrema advertencia, curvando mis cejas de esa manera que me deja señalando que no es la indicada para hablar, por lo que no debería hacerlo, mucho menos para remarcar esa postura orgullosa que reconozco por tenerla también, que debe ir adherida al gen Helmuth.

Para no mandar a mi hermana a callar de la manera más directa, me aseguro de haber bebido antes un buen trago del vino para poder tomar la palabra, bastante rígido además. — Lo que leíste esta mañana en mi escritorio, Ingrid, no es nada en lo que te corresponda a ti meterte, más allá de tratarse de asuntos que Rebecca y yo teníamos pendientes desde que apareció tu hija, no debiste entrometerte, y no lo volverás a hacer, ¿queda claro? — le remarco firmemente, casi que apretando la mandíbula por tener que explicarme en cuestiones que no la competen, principalmente porque no estaríamos en este lugar si no fuera porque tuve que ir a pedirle favores en su nombre a Rebecca en primer lugar. Pero tampoco se libra la morena de que le lance una mirada de aviso. — Hablaremos de esto más tarde — repito sus palabras, porque no es nada que Jenna, Oliver, Karina, Maeve o el mismo Luka tengan que escuchar. Poso los cubiertos en el plato de manera un poco escandalosa cuando Ingrid vuelve con sus exigencias y el suspiro que se escapa de mis labios declara que no estoy para escuchar las tonterías de mi hermana. — Nadie va a moverse de su asiento, — ordeno antes de que de mi hijo pueda moverse un centímetro, por mucho que no me guste el que esté sentado junto a Ruehl. — se supone que esto es una cena donde puedan aclararse para dejar este inconveniente a un lado y podamos olvidarlo, sin que haya hueco para ningún rencor en el futuro, así que eso es lo que se hará. Jenna, pásame la botella de vino, por favor — pido a mi sobrina con la amabilidad que no tuvieron mis primeras palabras, que voy a necesitar de alcohol para poder soportar esto y mi copa vacía no es un buen presagio para lo que queda de noche.
Nicholas E. Helmuth
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J. Paisley Callahan
Representante
Todavía no puedo creer que la tía Ingrid haya surtido a la Ministra de Defensa. No solo porque no es una actitud propia de ella, sino también porque para ser una mujer que tiene a dos de sus hijos y a sí misma dependiendo de lo que Rebecca Hasselbach decida con respecto a sus carreras, uno pensaría que lo hubiese meditado un poco mejor. Sea como sea, es una de las comidas más incómodas que he tenido que soportar y, para colmo, me han sentado al lado de Karina. ¡Karina! La chica que representa todo lo que me fastidia dentro del prototipo adolescente del colegio Royal. No diré que es una bicha ni nada parecido porque a mí personalmente jamás me ha hecho nada, pero siempre se las arregla para decir cosas que me hacen mirarla como si se hubiera incrustado un crayón en el cerebro. Al menos tengo a Luka del otro lado, que tendrá sus cosas pero siempre se me ha hecho menos pesado de lo que puede llegar a ser Oliver.

Como sea, volviendo a todo el tema de la comida, de verdad le tengo piedad a mi madre y sus intentos de llevar adelante una situación que se ve bastante mal. Estoy escondiendo mi cara detrás del vaso de agua cuando mi tía se pone a dar órdenes de cómo debemos reacomodarnos y no puedo hacer otra cosa que lanzarle una mirada de reproche. ¿No es suficiente con tenernos a todos pasando por esta situación tan incómoda? En especial para mí… No puedo estar en la Isla Ministerial frente a la jefa de guerra comiendo tan campante con todo lo que sé. Ay, que me va a comer la consciencia. No llego a hacer ni un movimiento, que mi tío me mantiene en mi asiento y abro grandes mis ojos, los cuales paso por el resto de los pobres que han quedado en medio de esta batalla — Creo que no es mi tema el meterme… — no sé cómo me atrevo a hablar en lo que me estiro para alcanzar la botella y pasársela a mi tío — ¿Pero no sería bueno que hablen de sus desacuerdos después de la cena? Ya saben, con un café en el estudio, más tranquilos… — que nada de esto parece que sea algo para conversar con terceros presentes — Algunos hasta no tenemos nada que ver...
J. Paisley Callahan
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https://www.themightyfall.net/t8221-callahan-jenna-paisley#99252
Karina E. Hegel
Llevo la mirada de Davies en el otro lado de la mesa, a quien llevo observando desde que comenzó este martirio, hacia mi tía cuando con su pomposidad, hace la aclaración que yo misma llevo guardándome durante toda la cena. Espero que la hermana de Ingrid no estuviera esperando una disculpa, porque si hay alguien aquí que debe pedirlas, son las dos que están sentadas en el extremo opuesto. Para colmo ni siquiera puedo ver a Oliver desde aquí, así que agradezco mentalmente e incluso llego a sonreír en dirección a mi madrina cuando reorganiza la mesa para que el hijo del ministro pueda sentarse donde tiene que estar, y no al lado de una bárbara insulsa como ha demostrado ser la otra política de esta mesa. La sonrisa se va esfumando de mi rostro, no obstante, cuando la tensa figura del hombre que tengo al lado se sobrepone por encima de las otras voces y toda la esperanza de terminar esta cena como se debe desaparece de un golpe seco con sus cubiertos sobre el plato.

Me desinflo en mi asiento, aunque sin perder la postura se puede apreciar menos brillo en mis ojos, esos que tengo que aguantarme de poner en blanco al escuchar lo que Jenna tiene para decir. — ¿Nada que ver? ¡Tienen todo que ver! La forma de actuar de algunas de las presentes insultan todo el apellido de tu familia, Jenna, se merecen un poco más de respeto, desde luego mucho más del que ciertas personas están dispuestas a ofrecer — y sí, mi mirada se dirige hacia la ministra de defensa, en quien poso la vista apenas una milésima de segundo antes de dejarla posada sobre la morena que tiene sentada al lado. — Por supuesto que yo estoy dispuesta a dejar todo este asunto a un lado, pero no sé si mis padres podrán hacer lo mismo… En este instante pueden estar armando un caso contra Davies, pero yo todo lo que pido es una disculpa, nada más que eso, y este funesto evento podrá quedar zanjado — digo, haciéndome la benevolente delante de Oliver para no perder mi papel de bondadosa. ¡Una disculpa es todo lo que pido! De todo lo que podría hacer… ¡en la calle podría dejarla si me lo propongo!
Karina E. Hegel
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Oliver T. Helmuth
¿Un fin de semana con Sigrid, Brian, Kitty y Luka? Si por favor, excelente idea, me sumo. ¿Uno en el que además llegaban Ingrid con Karina? no tenía nada contra ninguna cuando las veía por separado y solo por unas horas, ¿las dos juntas? no gracias, paso. Que me perdone Jenna, pero no siento ni un mínimo de remordimiento cuando le pido auxilio a Meerah por un mensajito de texto y abandono mi casa antes de que llegue alguien. No es que vaya a perderme de la cena, pero reducir el tiempo de exposición a mi madrina me parecía prudente si iban a quedarse de manera indefinida. Lo que en definitiva no esperaba era el relato con el que me encuentro al volver a casa, y cuando luego llamo a Maeve y me lo confirma… ¿Cómo es que pude perderme eso? Lo sentía por ellas, de verdad, pero era muy difícil imaginar a mi tía yendo como una fiera a darle vuelta la cara a su jefa y era una pena no haberlo captado en video. ¿Las cámaras de seguridad de la isla la habrían captado?  

Al final no solo me he perdido todo el alboroto, sino que me toca quedarme en lo que parece ser la cena más incómoda del planeta. No solo por todos los sucesos de la fecha, sino que también me toca sentarme al lado de la ministra y… bueno, la última vez que nos habíamos cruzado yo estaba violando su propiedad. Que me disculpen si no podía tratar de sacar la tensión del ambiente cuando a duras penas y podía tragar con algo de normalidad — Tía no… — en serio, no era el momento de andar haciendo esos cambios que, si íbamos a la realidad, la que estaba ocupando el lugar que siempre tenía en esta mesa era ella. No digo nada más cuando es papá el primero en callarla y al final hasta acabo concordando con Jenna en pensamiento y todo — ¡Karina! — le llamo la atención porque ¿una denuncia? ¿en serio? En el colegio hay peleas mucho peores y no por eso andan armando denuncias por cada altercado. Si así estaba la cosa, no me sorprendería que antes de que termine la velada acaben por llamar al mismísimo Hans Powell a abogar por alguno. Que siendo que Maeve era la niñera de su hija, además de ser miembro del departamento de seguridad… no creía que la rubia pudiese ganar si tenía que ser sincero. No cuando tenía entendido que la tía era quien había iniciado el altercado — Nadie insulta el apellido de nadie y no hay motivos para armar ningún caso. Vamos, que no estuve y no me corresponde meterme, pero ya andar llevándolo a denuncias… — que en todo caso, era la ministra la que estaba en todo su derecho de presentar una si así lo quisiera. Y como no me atrevo a lanzarle a ella una mirada de comprensión, trato de que al menos la reciba Maeve en lo que modulo un "lo siento" silencioso en su dirección.
Oliver T. Helmuth
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Es una buena cosa que me encuentre sentada entre Rebecca y Sigrid, porque entre que el padre de Oliver siempre me da la sensación de que impone incluso cuando no está hablando, Ingrid que puede convertir a cualquier en piedra con esa mirada de Medusa y Karina en la otra esquina que no ha dejado de mirarme en toda la cena, presiento que no puede salir nada bueno de esto. Y presiento bien, porque apenas he probado bocado de mi plato cuando las acusaciones empiezan a saltar de un lado a otro de la mesa y, si no fuera porque estoy aquí como invitada, le hubiera rodado los ojos a la misma Ingrid por sugerir siquiera una reorganización de la mesa a estas alturas de la noche. Obvio que la adorada tía de Karina no iba a permitir que el hijo de Nicholas se siente tan cerca de la mujer que detesta, y no sé si referirme a mí misma con eso o a la misma Rebecca que está más silenciosa de lo que hubiera esperado. Algo me dice que esto no es más que el principio de una noche que promete, promete de verdad.

Vamos, que esto no puede ser más incómodo, y lo único que se me ocurre hacer, es volverlo todavía más incómodo con mi talento para decir cosas salidas de contexto. — Ay, Kari — utilizo el mismo apodo que su preciada tía cuando sus acusaciones van dirigidas hacia mí, exigiendo una disculpa que no estoy tan por la labor de dar, que si vamos al caso, mi padre también es juez, aunque no creo que a este le haga mucha gracia saber que le golpeé la cara con ganas — Vas a tener que disculparme, lo de esta mañana han sido... las hormonas — suspiro, dramáticamente pero de forma convincente al bajar la mirada hacia mi plato. Estoy segura de haber captado la atención de todo el mundo ya con ese comentario y, como siento el deber de hacerla sentir un poco incómoda, llevo los ojos hacia Oliver y después hacia el resto de la mesa al decir: — Es que verán, resulta que estoy embarazada, y Oliver y yo hemos decidido que vamos a tener el bebé — digo toda seria para aclarar quién es el padre. Que me disculpe el moreno por esto, pero me parece una ocasión digna de venir con el cuento de un embarazo falso para poner a todo el mundo de cabeza. ¡La diversión está a punto de comenzar! Ya puedo ver a Karina echando humo por las orejas sin haber mirado siquiera en su dirección, solo espero que el padre de esta criatura imaginaria no me chafe la historieta.
Maeve P. Davies
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Invitado
Invitado
Cruzo la mirada con Nicholas en la punta opuesta de la mesa y alzo mi copa recién servida de vino como un saludo victorioso. Tengo a mi protegida sentada a mi izquierda y a su hijo a mi derecha, a sus sobrinos bajo mis ojos y a su hermana Ingrid atragantándose con la disculpa que su orgullo no le permite escupir de los labios, su hermana Sigrid –siempre Sigrid-  en el medio del fuego cruzado pidiendo a todos que bajemos las armas y nos tomemos las manos por la buena paz que debe haber entre vecinos. No hace falta que hable para que la misma Ingrid reciba el reproche de su hermano mayor por sus actos y también la desaprobación de su sobrino, así que me dedico a dar unos lentos sorbos a mi bebida dejando que se desarrolle el intercambio entre los hermanos y una sonrisa está estampada en mi rostro cuando bajo la copa a un lado de mi plato.

Jenna me recuerda a su madre, no lo tomo por casualidad en el orden de los lugares, que también esté en el medio. Luka es la cara de su madre, he visto a su padre como para poder decir que no se le parece en nada, pero aparte de las facciones, no podría decir si hay otra semejanza. No diré que la mocosa rubia a la izquierda de Nicholas es igual a Ingrid, diría que es peor, porque ni siquiera Ingrid en sus histéricos dieciséis años se ponía a chillar allí entre adultos. Antes de amenazar a Maeve en mi cara para conseguir una disculpa, pienso mandarla a callar para que quien me debe una disculpa a mí, lo haga y anulemos su despido, que es la razón por la que Sigrid me convenció que venga. Y sí, molestarlos con mi presencia en mi cena me da la suficiente satisfacción como para concederle a Ingrid un par de años más en el escuadrón, su falta puede quedar saldada con lo mucho que deben estar odiando ella y sus padres en sus tumbas, que esté sentada en una de las cabeceras de la mesa.

La voz de la chica que tengo a mi lado me toma desprevenida, no, no aceptaré que salga con una justificación adolescente sobre hormonas de la regla que la tienen con esos humores inestables, no, los golpes que damos es porque la otra persona se lo merece, nos hacemos cargo de nuestros actos, solo así sabrán respetarnos y esta familia es numerosa como para que ceda lugar, tiene que avanzar sobre ellos. Y lo hace, arrasa con toda la mesa, conmigo también, ante esa declaración que me hace mirar al muchacho que tengo a mi derecha. Como sé que Nicholas no se pierde nada de vista desde la otra punta, tomo la muñeca de Oliver con un agarre firme de mis dedos. —¿Es cierto?— busco que sea él quien responda para que todo no quede dicho solamente por Maeve. —Cuando los encontré revolcándose en mi casa te lo dije— gruño, — y también se lo dije a tu padre, no quiero a un Helmuth aprovechándose para después hacerse el desentendido detrás de su estatus— fueron palabras dichas en otro sentido, el único que me importa ahora es el que pueda actuar como dinamita en esta mesa. Sin soltar a su hijo, busco los ojos de quien lidera esta familia. —Lo bueno de que sean mayores de edad, es que así como decidieron tener un hijo, también podrán aceptar casarse. Porque no queremos más líos de paternidad de hijos nacidos por ahí, ¿verdad, Nicholas?
Anonymous
Luka T. Romanov
Personal de Defensa
Las comidas familiares siempre tenían algo divertido, una historieta digna que contar, de la que reírse o que dejaba en clara evidencia la perfección de las familias Helmuth y Romanov. Con una rápida mirada se podía percibir el ambiente que rodeaba la mesa aquel día; nada festivo ya que faltaban miembros de la familia y se encontraban presentes otros que no tenían nada que ver con la misma. Al menos hasta donde sabía. Porque todos tenían una pequeña idea de las movidas de Oliver con Maeve y la obsesión de Karina por su primo menor, pero, ¿la Ministra de Defensa? Era su jefa, pero la mera presencia de la mujer lo molestaba. Alguien como ella, con una sangre contaminada y putrefacta como la suya, estaba al mando de los nobles aurores que peleaban por defender la pureza de los magos. Le ironía en estado puro. Kitty lo había llamado, gritando como una verdadera histérica, para contarle lo que había pasado. Lo mejor de todo era que la enana no se había ahorrado ningún detalle; y todos sabían cuán detallista podía ser.

La conversación dio inicio y el rubio solo se inclinó al frente para tomar un panecillo y un par de piezas de queso que dejó sobre el plato. Dedicándose a comerse una en tanto escuchaba a los demás. — Si la agredió está en todo su derecho a denunciarla. ¿Has visto la cara de la pobre Kari? — usó el diminutivo que su madre acababa de usar, mientras se hacía un poco hacia su primo y con un ligero movimiento de cabeza le indicaba que se hiciera hacia delante o hacia atrás para ver la cara de la rubia. La cual era una dramática pero lo divertía de sobremanera. Alcanzó una copa, bebiendo con tranquilidad, al parecer era el único tranquilo de allí; hasta que se vió obligado a dejar ir la copa por culpa de Davis. — ¿La gente como tú puede tener hijos? — la mueca de asco fue más que obvia en su rostro, incluso estando cerca de la Ministra no disimuló en absoluto. Primero no quería ni imaginárselo, segundo su primo había cruzado demasiado la línea. Una cosa era jugar con alguien como ella, pero, ¿eso? La mandíbula del rubio se tensó algo, prefiriendo no enfocar demasiado su mirar en la zona derecha de la mesa.
Luka T. Romanov
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Sigrid M. Helmuth
Como no es de extrañar para nadie, Ingrid tiene muchas cosas para decir, y como no es de extrañar tampoco, ninguna de ellas hace alusión a una disculpa que en mi caso sí estaba incitando. No pasa un segundo después que mi hermana se las toma de líder autoritaria y pasa a reorganizar la mesa de manera que todo mi sistema se puede ir a la mierda en un pestañeo de ojos. Suerte que mi hermano es lo suficientemente listo como para cerrarle la boca con unas cuantas palabras, que de todas las personas aquí creo que la única que no ve que es Ingrid la que está en falta, es la propia Ingrid. Y Karina, por supuesto. — Vamos a... calmarnos. Si coincidimos en que para ambas partes esto fue nada más que un malentendido —y algunos puños también — , nadie tiene por qué demandar a nadie — aclaro, por si no fue suficiente presión la que hace mi sobrino menor. Suerte que tengo a mi hija en el medio de la mesa también, para poder ejercer de alto al fuego si se da el momento.

Si no escupo el vino en el momento en el que Maeve tira la loca idea de que está embarazada es por respeto a los demás presentes en la mesa, uno que no sabía que había adquirido en el último tiempo, porque el mensaje es digno de hacer una reacción que le llegue a la altura. Casi me atraganto tomando el resto de la bebida para poder hacer una interacción rápida antes de que todo se desmadre. — Y esto es lo que ocurre cuando no tenemos charlas sexuales con nuestros hijos, Ingrid, ¡ya te lo advertí! Jenna, hija, dime que tú sí estás usando protección — ¿qué? ¡Ahora me van a decir que no puedo hablar de estas cosas, cuando tenemos el claro ejemplo de lo que pasa si no se habla de ello! Me importa un carajo que se encuentre la jefa de mi hermana a un palmo de distancia, ¡lo próximo es que mi hija aparezca con un bombo! Si no la conociera yo... diría que es posible, pero nah, es mi Jenna. Primero tiene que interesarse en los chicos, que no en profesores, por favor. — ¡Luka! — le llamo la atención a mi sobrino por ese comentario tan poco agradecido, en vista de que conozco a mi hermana lo suficiente como para saber que ella no lo hará.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
Invitado
Nunca, en todos estos años, hemos peleado con mi hermano. No puedo creer que la razón de nuestra primera disputa sea la mujer que está sentada en la otra punta de la mesa, a ese bendito papel que tenía escrita una verdad que me ocultó. ¡A mí! ¡A MÍ! —Si tiene que ver con esta familia, con nuestro apellido, es algo en lo que me meteré, porque nunca nos ocultamos nada que pueda dañarla. ¿A ti te queda claro, Nicholas?— pregunto, con el nudo formándose en mi garganta a causa de las ganas contenidas de gritarle, reprocharle, que no me haya tenido la confianza como para contármelo, ¡¿por cuántos años me miró a la cara sin pensar en decírmelo?! Tomaría en este momento la mano de Sigrid en busca de consuelo, si no fuera porque es la primera en exponerme a esta vergüenza de compartir la mesa con quienes dije que nunca lo haría, y agradezco que Jenna haya heredado el buen juicio que caracteriza a los Helmuth para secundarnos a los mayores en la decisión de que este es un tema a tratar aparte, ellos no tiene por qué ser parte, enterándose de los deslices de quienes deberíamos ser el ejemplo. Qué vergüenza, Nicholas… qué vergüenza… no puedo mirar a la otra cabecera sin que lo amargo de esta vergüenza me embargue el pecho, haciendo que la comida en el plato me resulte asquerosa.

Pese a que esta cena tiene por motivo que se me permita conservar mi puesto como auror, en palabras de Sigrid, se nota mi orgullo en la manera que tiene Karina de plantarse ante los atropellos que sufrimos esta tarde y cuento también con el apoyo de Luka, mi querido Luka. ¡Que esa mujer se atreva a despedirme! ¡No sabe con quién se mete! ¡Con quienes! Nicholas sigue siendo mi hermano, ¡debe abogar por mí! ¡Y Kostya tampoco lo permitiría con su influencia como alcalde! Aunque estaría más conforme si podemos solucionar esto, sin necesidad de ponerlo al tanto sobre los detalles que llevaron a este conflicto, que tengo su voz en la cabeza desde que mi mano dio con la cara de esa fulana. Dejo de escucharlo cuando la peor cosa que podría escuchar en la vida llega a mis oídos y se me cae el tenedor sobre el plato, así como el alma a los pies, nos veo cayendo en lo más profundo y negro del infierno, a causa de la bastarda que Ruehl incitó a meterse en nuestra familia. ¡QUÉ VERGÜENZA! ¡OLIVER!

Mis ojos pasan del desprecio al mirar a la muchacha y a la mujer, para clavarse en Nicholas con el dolor y el reproche que deben estar sintiendo todos nuestros ancestros. —¡Esta es la desgracia a nuestra familia que trajiste con tu error! ¡¿Te das cuenta de lo que hiciste?!— se lo digo sin más, a punto de señalarlo con mi dedo índice, pero una voz que desearía que no existiera en este mundo me hacen palidecer al borde del desmayo. ¡¿CUÁNTO SABE ESTA PERRA?! La fulmino con la mirada por si sus palabras también van referidas a mi hijo sentado en esta mesa, ¡no! ¡no es algo que pudiera saber ella! —¡CALLATE!— grito, mis palmas golpean la mesa al ponerme de pie con violencia. El comentario de Luka pasa por un oído, el de Sigrid por el otro. —¡¡¡No vengas a reprocharme esas malditas charlas, Sigrid!!!— la mando a callar a ella también, —si es cierto que tu hija se anda emborrachando por ahí como suponemos, ¡¿quién no te dice que ella también no es otra embarazada en esta mesa?! ¡Y seguro que por la borrachera ni recuerda quien puede ser el padre!—  despotrico contra una de mis sobrinas predilectas, ¿quién lo hubiera dicho? ¡Jenna! ¡Incluso Jenna! ¡En desgracia! ¡Y embarazada! Pero no es lo peor. —¡USTEDES DOS!— me he cegado en mi discurso al punto que no distingo lugares en la mesa, no queda claro si le hablo a Nicholas o a la fulana, a Oliver o a la otra fulana. —Esto es peor que cualquier descuido de adolescentes, ¡nada que podríamos haber evitado, Sigrid! ¡JAMÁS PERMITIRÉ UNA BODA ENTRE LOS DOS! ¡PORQUE JAMÁS ADMITIRÉ QUE DOS HERMANOS COMETAN LA ABERRACIÓN DE CASARSE Y TENER UN HIJO!— grito, me enfrento a Nicholas con toda mi furia cuando estrello mi puño al lado de su plato. —¡¿Esta es la bastarda que tuviste con Ruehl?! ¡¿Te das cuenta de lo que hiciste, Nicholas?! ¡¿CÓMO PUDISTE HACERLO ESTO A LA FAMILIA?!
Anonymous
Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Creo que no es suficientemente amplia la copa para abarcar la cantidad de bebida que deseo ingerir tras murmurar un agradecimiento a mi sobrina, cuando me llevo el borde del cristal a los labios en lo que la muchacha rubia sentada a mi izquierda hace un representación muy gráfica de lo que era Ingrid a sus casi veinte años. Si la miro lo suficiente, a pesar de no estar vinculadas por sangre, hasta podría ver características físicas similares, entre el pelo rubio y los ojos claros, es el calco que mi hermana necesita para sentirse respaldada, aunque sea por una adolescente. Y no me molestaría su interacción si estuviéramos en otra situación, le tengo cierta estima a Karina, porque me enteré de que estuvo un tiempo saliendo con mi hijo, pero no es precisamente ahora que está en posición de reclamar nada. Así como tampoco debería hacerlo la mujer de mi derecha y que se empeña igualmente en abrir la boca a cada oportunidad que se le da. — Ingrid... — por si no se me nota en el tono de advertencia que utilizo al murmurar el nombre de mi hermana, estoy empezando a perder la paciencia.

Obvio que necesita quedar por encima de cualquiera de los que estamos sentados, incluso por encima de mí que soy quien anduvo pidiendo favores por ella, los mismos que nos han llevado a esta cena al parecer. Meneo la cabeza al hacer un gesto con la mano para los que quieran darse por aludidos que en cuanto a Ingrid se refiere, ningún comentario para tratar de bajar la tensión del ambiente va a servir a no ser que se calme por su cuenta, y dejaría que se descargue si no fuera porque la conozco como para saber que no se va a morder la lengua y vamos a acabar peor de lo que empezamos. Estoy por reclamarle precisamente eso, cuando siento que es a mí a quien se le baja la tensión de repente por las palabras que no proceso salen de la boca de Maeve. Tengo que posar la copa sobre la mesa con el cuidado de que se vaya a romper entre mis dedos por la fuerza con que la sostengo de repente, mi mirada va de la muchacha a Oliver, en busca de una explicación que espero no se tarde en llegar.

Claro que ninguna de las mujeres en esta mesa me permite tener la reacción propia de un padre que recién se entera que su hijo ha dejado embarazada a una siendo adolescente, y el desmadre que se forma segundos después me hace preguntarme internamente qué fue lo que hice mal para que mi familia se haya convertido en un cuadro de burla a todo lo que pudo ser el apellido Helmuth. — Rebecca, suelta a mi hijo. ¡Ya! — espero que sea capaz a captar la orden en mis palabras, que no se trata de ninguna petición que pueda hacerle. Pero las acusaciones directas de mi hermana me obligan a mover la cabeza en su dirección, ignorando si la ministra obedece a mi señal o no, en lo que siento que se me está subiendo toda la sangre a la cabeza de repente. — ¡INGRID! — doy un golpe en la mesa con la palma de mi mano al ponerme de pie de un movimiento cortante, de la misma forma que ella ha hecho para mostrarse presente hace apenas unos segundos. — ¿Quieres hacer el favor de sentarte y cerrar la boca de una buena vez? ¿¡Acaso te estás escuchando a ti misma al hablar!? ¿Las estupideces que estás diciendo? — no sé quién de los dos está más enfadado el uno con el otro, si ella o si yo mismo, lo que sí sé es que es la primera vez que tengo consciencia de estar discutiendo de esta forma. — ¡No voy a permitir que se hable de esto delante de ninguno de los chicos! ¡Y si tuvieras un poco de respeto por el nombre de esta familia, tú harías lo mismo! — suficiente tontería he escuchado de su parte esta noche como para seguir aguantando sus acusaciones — Estás hablando sin saber, Ingrid, te lo advierto, no te metas en los asuntos que no te incumben, en especial cuando son los mismos que tengo que solucionar por tus problemas — levanto un puño para terminar señalándola con el dedo — Repito que no trataré ninguna discusión en esta mesa, así que siéntate. — puedo parecer mi padre hablándole a la Sigrid de diez años, pero honestamente, ahora mismo no veo ninguna diferencia con su hermana. Espero a que lo haga para sentarme después, pasando una mano por mi rostro de manera exasperada. — Oliver, explícate — pido de inmediato al fijar los ojos sobre él, demorándome unos segundos después en hacer unas aclaraciones a la persona que tengo en frente. — Y tú, hablaremos más tarde — le exijo a Rebecca al apuntarla con un dedo, siendo que ha ido predicando por ahí lo que le ha venido en gana incluso cuando creo que me expliqué muy bien cuando dije que ningún papel de paternidad formaba parte del trato.
Nicholas E. Helmuth
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J. Paisley Callahan
Representante
No quiero ser tan cruel, de verdad, pero lo único que puedo hacer es mirar a Karina con la serenidad de una persona que está esperando que se asfixie con la cena. ¿De verdad son todos tan dramáticos? ¿De verdad prefieren los gritos y las pataletas en lugar de una conversación decente? — Los apellidos no deberían ser etiquetas ni un error ajeno debería influir en el resto de la familia — respondo con total calma, que si quieren que me ponga a defender honores, no haré otra cosa que levantarme de la mesa y retirarme con toda la dignidad que aún me queda. Creo que es la primera vez en la historia en la cual puedo estar de acuerdo con Oliver y hasta me atrevería a hacer algún otro comentario al respecto si no fuese porque las palabras de Maeve hacen que casi escupa toda mi bebida. Y ahí va, el drama patinando sobre la mesa en lo que las palabras de Luka me sacan una risa histérica, de esas que me hacen toser a causa de lo que estoy tomando y tengo que echar un poco la silla hacia atrás, así me doblo sobre mí misma y me me sujeto la panza.

¡¿Pero qué…?! — me exalto, en lo que me limpio las lágrimas que me han saltado de los ojos en lo que intento controlar mi expresión — Oh, sí, mamá, soy completamente ignorante y descuidada cuando tengo relaciones con mi novio imaginario — es la mera respuesta que le doy a mi pobre madre, que la sonrisa sardónica debería dejar en claro que está preguntando una tontería. Sé que no hablamos de mi vida privada, pero creo que algunas cosas son obvias. Y ni sé para qué hablo, que los gritos de mi tía hacen que levante las manos en el cielo en lo que me acusan de ebria, como si eso fuese tan malo como dejar embarazada a alguien que aún sigue siendo menor de edad — ¡Ay, por Morgana y Merlín! — me quejo — ¡Que me he embriagado solo una vez y con amigas! Si tanto les interesa saber, hay cero posibilidades de que esté embarazada. Así como… cero — porque no voy a hablar de mi virginidad en esta mesa, paso.

¡Y ahora sí que la tía ha perdido la cabeza! Lo primero que hago es sacar la varita, aunque está en claro que no sé muy bien cómo debería utilizarla y me pregunto que tanto me castigarán si les lanzo un hechizo para pegarles la lengua al paladar — Deeee acuuuuerdo… — en vista de que mi tío ha puesto orden, yo levanto las manos en señal de paz aún sosteniendo la varita entre los dedos. Si es momento de que Oliver deje de ser el chico perfecto, no tengo nada que acotar, que siempre he pensado que era demasiado poco interesante como para que nada de esto me sorprenda — ¿Quieren que traiga café?
J. Paisley Callahan
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Karina E. Hegel
Podría tomar las palabras de Oliver y hacerle caso en cierta medida, si no fuera porque sé de sobra que lo está haciendo para socorrer a la otra salvaje, y eso es lo que no me gusta ni siquiera un pelo. No puedo ni empezar a pensar el grado en que debe estar engatusándolo con su vestido de zorra, como para que sea quién salta en su defensa a la primera de cambio, ¡incluso cuando fue ella quien me agredió con toda su santa cara! ¿Acaso vieron como quedó la mía? ¡Por poco no necesito de cirugía plástica! Parece que el único que puede darse cuenta de eso es el hijo de Ingrid, ¡por supuesto! Si es la única de esta familia que ha sabido criar a sus hijos como se debe. Y lamento mucho decirlo por el ministro, pero eso de crecer sin madre desde luego ha tenido que ser un duro trabajo y está claro que no le ha salido demasiado bien si su hijo se deja engañar tan fácil por una buscona. Menos mal que estoy yo para darme cuenta de estas cosas, o lo próximo es que Oliver termine en el mismo saco que ella.

¿¡Qué tú qué!? — no necesito que me lo repitan, lo que voy a necesitar y pronto es una bombona de oxígeno, o que salga alguien de detrás de los muebles para decirme que esto se trata de una cámara oculta, porque la mirada de odio que se posa de manera cortante sobre la morena no tiene nada de falso. — ¿¡Qué vosotros dos qué!? — esta vez me inclino hacia atrás en el asiento, moviendo la misma silla hacia atrás para poder visualizar la figura de Oliver detrás de sus primos. ¡Si por algo pusieron esta disposición en la mesa! ¡CASAMIENTO! ¿¡Dónde están las cámaras!? Creo que estoy empezando a hiperventilar, ni siquiera soy consciente de la discusión que está teniendo lugar entre Ingrid y su hermano, si no finjo un desmayo aquí mismo es porque todavía tengo que guardar la postura delante de MI futuro esposo, ¡pero a punto estoy! ¡QUÉ BOCHORNO! ¿Cómo ha podido pasar esto? ¡Y la prima de Oliver se pone a ofrecer café! ¡Café! ¿Acaso quiere que me dé un paro cardíaco? — Creo que voy a desmay... — definitivamente, sí, ni me da tiempo a terminar la frase que se me cierran los ojos de manera involuntaria en lo que mi cuerpo se inclina hacia un lado dirección al suelo.
Karina E. Hegel
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Oliver T. Helmuth
Mi cara se torna de piedra ni bien Maeve suelta una bomba que, por poco y no me quita toda la sangre del cuerpo cuando cae sobre la mesa. ¿Que sus hormonas son producto de qué? La observo con alarma y, para el momento que logro encontrarme con su mirada mi cerebro ya ha procesado el chiste detrás de todo y tengo que contenerme para no dejar escapar un suspiro de alivio. ¿Acaso este era su plan para destensar la situación? porque no sé que es lo que busca cuando, antes de poder abrir la boca (lo admitía, estaba tentado a llevarle el juego) al final acabo por mantenerme en mi sitio porque los segundos que tardé en entender todo, los aprovechan los demás para hacer de esto una explosión digna de carnaval. Bien, si tenía que morir a manos de Hasselbach al menos tendría una muerte digna — No me haría el desentendido en algo como eso — me apresuro a aclarar como si en verdad hiciera falta. No he negado el asunto, primer error de mi parte, pero estaba cada vez más ofendido por las crecientes opiniones de mi familia como para poder reparar en ello.

¿Acaso Ingrid enloqueció? ¿Pero qué demonios estaba pasando? — No, no. Un segundo, pido tiempo. ¿Qué es eso de una bastarda y no sé que de que Maeve y yo somos hermanos? — Elevo ambas manos en el aire tratando de frenar una fuerza que no parece poder serenarse y ¿acaso Karina acaba de desmayarse? ay por favor. — Primero que nada, tanto Mae como yo somos mayores de edad, nuestra vida sexual, sentimental o cualquier tipo de relación que elijamos tener es cosa nuestra y no veo por qué tenga que discutirlo en esta mesa — no cuando el resto no todo el mundo opinaba tan libremente acerca de cosas en las que no debían meter sus narices — En segundo lugar, Maeve es mi amiga y se han encargado de insultarla — miro a Luka con cierto resentimiento por haberse mostrado tan hiriente — hasta el punto que cualquier bobería que sea eso de honrar nuestro apellido puede irse por el caño. No sé que bicho les picó hoy, pero esto se volvió en un circo. Cualquier cosa que tuviese que hablar, la hablaría con mi padre, o a lo sumo con Jenna que parece ser la única persona sensata de esta mesa. — Si quieren pensar que Maeve está embarazada, que somos hermanos, o que vamos a casarnos, allá ellos. Yo planeaba borrarme de unos cuantos domingos familiares después de esto.
Oliver T. Helmuth
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
No es esa la primera reacción que me esperaba, pero no tengo ningún problema en colocar mis brazos sobre la mesa para inclinar mi torso hacia delante y sonreír de manera sardónica al primo mayor de Oliver. — Pues resulta que sí que podemos, ¿quieres saber qué más puedo hacer? — preferiblemente en la cama, pero como que no me voy a poner a hablar de esas cosas delante de ninguno de los ministros, ni de la tía loca del padre de mi hijo imaginario. Rebecca por su parte toma esa postura con la que pretende intimidar a toda la mesa, no solo al pobre del moreno cuando lo agarra por la muñeca y la mirada que le lanzo a mi jefa procura decirle que no tiene que ponerse así. Pero qué va, si ni me está prestando atención al mantener la vista fija sobre Nicholas y, ¡vaya! Parece que no soy la única que tiene una bomba para soltar. ¿Se lo estará inventando también o es cierto que Oliver va a tener un hermano perdido por ahí?

Ah, pues parece que la hermana perdida voy a ser yo, ¿pero qué clase de droga se fuma Ingrid Helmuth? Debe de ser una bien fuerte, porque es capaz de dejarme hasta a mí de piedra con sus gritos salidos completamente de lugar. — ¡Hey! — reclamo cuando no tiene ningún reparo en llamarme bastarda, otra vez en lo que va de día. — No, señora, mi padre es Jasper Davies, juez del Wizengamot, por cierto — lo dejo claro, no porque vaya a necesitar que me salve de este aprieto en el que quiere meterme la adorada de Karina, que probablemente lo único que reciba de mi padre antes que un abogado defensor, sea una colleja en la cabeza. No creo que nadie me escuche decirlo, de todas formas, no cuando los que sí son hermanos en esta mesa deciden que es un buen momento para recriminarse todo lo que al parecer no se han recriminado en años. Wow.

¡Já! ¿Y escucharon eso? ¿Escuchaste eso Kari? Nuestra vida sexual, que nada tiene que ver con la rubia. Esa que, por cierto, acaba de desmayarse en lo que yo considero una salida excesivamente dramática. Y estamos hablando de mí, ¿saben? Que puedo ser muy dramática cuando quiero, supongo que no tanto como Karina, quien ya parece estar recibiendo la atención que merece su reacción. Bien, de alguna manera conseguí que el padre de Oliver y su hermana favorita se peleen como creo que no han hecho nunca en su vida, Karina, la enfermera, se desmaye, y que acusen a la nerd del colegio de estar también embarazada de un bebé imaginario. Me veo en la obligación de decir: — ¿Es un mal momento para decir que era una broma? — musito cuando toda la mesa se encuentra en silencio.
Maeve P. Davies
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Invitado
Invitado
Maeve toma las palabras que hacen falta para contestarle al hijo de Ingrid Helmuth como se lo merece, sin necesidad de que tenga que intervenir yo para responder al desprecio que muestra hacia los licántropos. Cría cachorros y te ayudaran a sacar ojos, muestro mi apoyo hacia ella con un agarre de su muñeca, mucho más suave a la fuerza con la que sigo reteniendo la del muchacho que dice será padre de un nuevo Helmuth. —¿Y si no lo suelto que harás, Nicholas?— pruebo hasta qué punto puede llegar su enfado desde mi lado de la mesa y quien se lleva el honor es su hermana Ingrid al hacer que se levante de su silla tirando su compostura al suelo. Nunca he visto de otra manera a Nicholas e Ingrid Helmuth que no sea parados uno al lado del otro, jamás gritándose a la cara del otro.

En lo que dura la disputa entre hermanos libero a los chicos de mi agarre y recupero mi copa para acercarla a mis labios, desde mi puesto en la mesa puedo ver lo que ocurre en la otra punta con solo alzar mis ojos por encima del borde de la copa, agradezco una vez más el talento que ha tenido Sigrid para distribuir lugares, quien lamento que tenga que hacer frente a la histeria de su hija. Debe ser un mal de las mujeres remilgadas de esta familia, ya lo vi en la madre de Ingrid, en ella misma y ahora en su sobrina. La necesidad de llamar la atención que tiene la muchacha rubia con ese desmayo queda fuera de todos los defectos que le conozco a los Helmuth, ellos tienen más altura en arrebatos de locura, ¿pero esa mocosa que pretende intimidar a Maeve con una llamada a su padre abogado y una demanda? Si alguien sobrando en esta mesa, es ella.

Es digno de mi reconocimiento como el hijo de Nicholas pasa del desmayo, para hablar con la misma firmeza que he oído antes en el tono de su padre, y con su renuncia a los domingos familiares, puedo sonreírle a este desde mi silla. Mi mano cae sobre la muñeca de Maeve al segundo que escucho sus palabras y tiro de ella para ponernos de pie con prisa en vez de elegancia. —Hablaremos luego, los dejaremos para que puedan resolver este enredo familiar y que disfruten de la cena en la que aún pueden tener a Oliver sentado entre ustedes— anuncio. Podrán decir lo que quieran de mis intenciones y las de Maeve, pero si una broma bastó para que todos sacaran lo peor de sí, me retiro complacida de que una familia que se precia de ser distinguida, hizo de esta mesa un circo de sus vergüenzas. —Ingrid, puedes seguir normalmente en el escuadrón. Sigrid, gracias por la cena, fue un placer— me despido de la anfitriona con en el agradecimiento que en verdad le debo.
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Luka T. Romanov
Personal de Defensa
Definitivamente el trabajo le había absorbido la vida al rubio, el cual, no se había enterado de que Oliver, finalmente, parecía estar en algo sexualmente activo con Maeve; que Jenna andaba embriagándose y… ¿qué más cosas? Casamientos, Karina aún dando vueltas en torno a Oliver. Su madre perdiendo los estribos y su madrina siendo la voz racional en una conversación. Sin contar con el tío Nick alzando la voz sobre la de los demás. La situación era perfecta para unas galletas de mantequilla y un buen té. ¿Dónde estaba Alexa cuando se la necesitaba?

— Jenn, sabes que con el satisfyer no puedes embarazarte, ¿verdad? — se quiso burlar de su prima menor, inclinándose hacia ella y susurrándole aquello cerca del oído. Que no quería que nadie pusiera el grito en el cielo por aquello, no era así delante de su familia; pero sí podía molestarla. La vida sexual de Jenna era la de una ostra, o más bien ella estaba cerrada como una ostra. Se irguió en su asiento, cortando un trozo de carne en lo que escuchaba acusaciones, defensas y nuevas acusaciones. Así era realmente la familia Helmuth, que dejaran de tratar de engañar al resto del mundo. — Ha sido curiosidad científica nada más, Oliver, no seas dramático. — contestó a su primo algo más serio. — Y solo querrías hablar o discutir esto con ellos dos porque son los únicos que se callarían lo que realmente piensan, no porque hablen con más sensatez que el resto. — apostilló. Que ya era tocar las pelotas. Solo quería rehuir de lo que no quería escuchar, ni más ni menos. Ya era hora de que el mimado de Oliver saliera de su huevo de oro.

Chasqueó la lengua y le dirigió una mirada a su madre, una de las que indicaba que debía calmarse si quería que su familia siguiera en el mismo lugar. A ella siempre le importó y se preocupó demasiado por la misma, metiéndose en embrollos que no le pertenecían por defenderla. Al rubio le daba igual, pero se mantenía allí sentado con mera curiosidad en el desenlace que la comida tendría. Sobretodo en relación a hijos perdidos y en el por qué su madre pensó que Oliver y Maeve eran hermanos, o algo así. — ¿Alguien va a llamar a un medimago o a un elfo? — preguntó rompiendo el silencio que reinó cuando las dos criaturas se hubieron levantado de la mesa pero la pobre Karina seguía siendo una alfombra más en el suelo.
Luka T. Romanov
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Invitado
Invitado
Aprieto una última tecla de la computadora de Oliver y volteo la silla giratoria para quedar de frente a Kitty, mis manos entrelazadas sobre mi estómago, los auriculares todavía puestos en mis orejas. —Misión completada— anuncio. Se escucha el sonido de la disquera al abrirse para que podamos recuperar el DVD y lo guardo dentro de la caja que tiene una foto de la cara de la tía Ingrid en la tapa. —Todo tuyo— se lo entrego a mi prima, con la misma pomposidad que uso luego para bajarme de la silla e ir a buscar uno de los sacos oscuro que tome prestado de Oliver, así como unas gafas de sol, que el estilo importa cuando bajamos la escalera dando cada paso en cámara lenta y al llegar al rellano, le señalo con mi brazo la puerta del comedor a Kit Kat para indicarle que es nuestro destino final.

La histeria de la voz de la tía Ingrid al otro lado de la puerta nos deja saber que siguen ahí y en el momento en que abro las puertas adelantándome a mi prima, hay gente que parece a punto de levantarse de la mesa, así que me encargo de detenerlas con las manos en alto. —¡Un momento, por favor! ¡Nadie puede irse! ¡Que el show recién empieza!— anuncio al sacarme las gafas con un movimiento rápido. —¿Kitty?— la llamo para que pueda enseñar lo que trae con ella. —Están todos invitados al film inaugural del Festival Helmuth, Eye of the Cat— se puede leer en la tapa del DVD, con letras comic sans sobre la cara de mi tía, —¡rapido! ¡que los mejores se agotan rápido! ¡Los esperamos en la sala!— y me echo a correr antes de que nos atrapen.
Anonymous
Katerina L. Romanov
Solo porque nadie nos invitó a la cena en la que está teniendo lugar probablemente la mayor disputa entre mamá y la vecina, nos hemos encargado personalmente mi primo y yo de hacer una aparición estelar, así que cuando me entrega el DVD con la cara de mi madre impresa en la portada de la cinta, lo único que soy capaz de hacer es guardarme las risas para dentro en lo que bajamos las amplias escaleras de la mansión de Nick dirección a la sala. — ¿Ya os vais? — se me escucha cuando veo que la ministra de defensa y la novia no novia de Oliver andan escapando de la mirada de Ingrid. Las comprendo, yo hago lo mismo. — ¿Qué le ha pasado a Karina? — pregunto cuando la veo siendo atendida por un elfo doméstico y mi tío se encuentra agachado junto a ellos. — ¡No importa, no importa!¡Brian y yo tenemos algo que mostrar! ¡Y hemos preparado palomitas!

Me es imposible contener la risa cuando me cuelo al salón y me acerco a la televisión para meter el contenido del vídeo, así lo pueden ver todos aprovechando la enorme pantalla que tiene el tío Nick. El montaje empieza con la música de fondo, esa que se va acentuando con cada golpe para darle zoom a las caras que pronto aparecen en escena, la de mamá fue editada especialmente para que le apareciera humo por la nariz mientras se la ve acercándose desde el otro lado de la calle. — ¡Esta es mi parte favorita! — exclamo cuando el golpe que le da la ministra se repite en la cara de mamá varias veces a cámara lenta y con un buen zoom en su rostro. Ay, pobre Karina, ahí va el codazo. — ¿No fue genial? — pregunto al aire cuando la canción va desapareciendo poco a poco hasta apagarse.
Katerina L. Romanov
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Maeve P. Davies
Oliver T. Helmuth
Karina E. Hegel
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