The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Percy F. Donnadieu
Personal de Defensa
¿Puedes creerlo? — tengo que gritar para hacerme oír, que la música está tan fuerte y he bebido el alcohol suficiente como para que el cerebro parezca estar rebotando de una punta a la otra dentro de mi cráneo — ¡Me envió mensajes! ¡A mí! Pensé que me odiaba, Alec. Y entonces pasa una tragedia en su familia y… ¡Bam! Ahí está. Tengo el celular que me explota, con Lexa llorando del otro lado porque su hermana ha desaparecido — que puedo comprender que fue un momento difícil, pero no dejo de pensar que mi ex novia da señales confusas. No es que Kitty haya dejado de importarme de la noche a la mañana, a decir verdad estuve bastante preocupado por ella y me ofrecí a trabajar horas extra para encontrarla, hasta que pude recibir la alegre y calma noticia que mi amiga aquí presente la había encontrado. Un milagro de los increíbles, que estando en el norte esa niña podría haber acabado de mil maneras, no todas muy agradables para una persona de su edad.

Creo que nos merecemos esta junta de copas. Ella por haberla encontrado, yo por haber estado sumido en una histeria que jamás había creído posible. No tengo hermanos menores a los cuales cuidar y que alguien me libre de tener hijos algún día, como para tener que pasar un momento como aquel. ¿Debería enviarle un mensaje a sus padres? No, dudo. Estoy seguro de que Kostya me odia y que Ingrid creerá cualquier otra cosa por encima de una preocupación genuina. Bebo mi último chupito y apoyo el vaso sobre la barra con una mueca. Aún falta un rato para el toque de queda, así que puedo darme el lujo de seguir envenenando mis venas — Aún sigo sin comprender qué es lo que pasa por su mente. ¿Sabes? A veces creo que me detesta y podría entenderlo, pero luego suceden estas cosas y… ¡Por Merlín, las brujas son tan complicadas! — no puedes vivir con ellas, pero tampoco puedes vivir sin ellas — No es como que quiera regresar con ella ni mucho menos, no, no. Sé que las cosas que pasaron tienen que ver con que todavía no he disfrutado del todo de mi juventud y nuestra relación era… demasiado hogareña. ¡Éramos una pareja de casados de mediana edad antes de llegar a los treinta! — ya estaba aburrido hasta del sexo y todos sabemos que eso es un problema. Cuando la cama se enfría, muy poco sirve para revertirlo.

Me paso la mano por la cara en un intento de despejarme y hago un gesto para que me acerquen una nueva fila de tequila. En lo que espero, me apoyo contra la barra y ladeo el rostro para observar a mi compañera — ¿Tú qué crees que deba hacer? ¿Demuestro mi preocupación o les doy espacio? — que no tengo ni idea de cómo es que Lexa ve todo esto. Me relamo, hundido en mi propia mente hasta que sacudo la cabeza — Menos mal que la encontraste, Alec. Un par de días más y de seguro solo encontrábamos solo un meñique o algo así.
Percy F. Donnadieu
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Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Apenas y he terminado la primera bebida porque no me compensa cuando voy a ser quién tenga que llevar a mi compañero a cuestas hasta su casa a este paso, lo pude comprobar nada más llegar y la crisis existencial de Percy salió a relucir con los primeros tragos. Me ahorro de decirle que en algún momento debería de dejar de pedir alcohol, en primer lugar porque no soy quién para decírselo y segundo porque mírenlo bien, el pobre tipo se lo merece. ¿Puedo creerlo? No, no puedo creer que esté ejerciendo de psicóloga de parejas, ex parejas, mejor dicho. Me llevo la pajita a los labios para dar un buen sorbo antes de que me toque ser una amiga decente e inventar algún consejo, que con la borrachera que lleva encima probablemente mañana ni se acuerde de que estuvo sentado en un bar conmigo. Es entonces en que podré culpar a su gato si es que lo tiene de escuchar sus dramas y dar pésimos consejos. — Odiar es una palabra muy grande, Percy, y tampoco creo que siendo una persona a la que le llegaste a importar, ese sea el sentimiento que predomine cuando os cruzáis por la calle. ¿Que quiera pegarte un puñetazo en toda la jeta? Probablemente, yo le diría que lo hiciera, si fuera ella, ¿pero odiarte? Nah… — ¿decirle que su ex prometida desea pegarle? Buen consejo, Alec, ya puedes declararte licenciada en psicología.

Voy asintiendo con la cabeza a sus palabras, escuchando lo que dice en mi sorpresa de que no se trabe ni una sola vez cuando explica lo que le carcome la cabeza por dentro. — No somos tan complicadas, en su mayoría os decimos lo que nos molesta y con lo que tenemos problemas, pero en el noventa y nueve por ciento de esas ocasiones no estáis escuchando y luego os sorprendéis de cuando nos enojamos y culpáis a la regla — digo sin preocupación alguna, de verdad que el factor alcohol me va a ayudar mañana a que no recuerde nada de esto. Me abstengo de preguntar si a mí me hubieran invitado a la boda cuando sigue hablando porque no creo que nadie disfrute de mi compañía en ese tipo de festividades, así que en su lugar lo que le dedico es una mueca. — Que te preocupes por ella no significa que quieras volver con ella, si a mí me lo preguntas y veo que sí pese a mi nula experiencia con anillos de compromiso, es normal que desees que se encuentre bien o comprenderla cuando lo necesita. Después de todo, fuisteis pareja por mucho tiempo, lo que pudisteis sentir el uno por el otro no se va de la noche a la mañana — dagh, qué asco me doy ahora mismo.

Me encojo de hombros al tomar una buena bocanada de aire por la nariz, inflando mi pecho hasta soltarlo de nuevo, de esa manera que expresa que no tengo mucha idea de cómo responder a eso. — ¿No puedes hacer ambas? Digo… Puedes mostrar preocupación, pero siempre y cuando respetes su intimidad, no deja de ser su familia y tú hace un tiempo que decidiste salir de esa fotografía. — no sé si lo estoy haciendo mejor, o peor, se supone que me ha dado dos opciones y yo, con toda mi gracia, voy y le digo que haga las dos cosas. ¿Dónde está Dave cuando se le necesita para estas cosas? Está claro que yo no valgo para esto. — Si te voy a ser honesta, la niña no se veía tan mal, hasta diría que se veía peor en cuanto apareció la madre a menos de dos metros de distancia — suena a broma, pero no lo es tanto, ¿vieron a Ingrid Helmuth? Hasta yo que me he criado con padres pro magos estrictos, puedo decir que son casi como un soplo de aire fresco al lado de esa mujer. — Pero sí, tuvo suerte, siendo la hija de un alcalde no me quiero imaginar lo que hubiera sido eso si no llega a aparecer — probablemente hubiera quedado solo un meñique de mí si no la traía de regreso, ni quiero preguntar por qué a Rebecca le interesa tanto la seguridad de esa familia cuando no sería la primera vez que la insulta en mi presencia.
Alecto L. Lancaster
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Percy F. Donnadieu
Personal de Defensa
Estoy seguro de que, en mi experiencia, las mujeres pretenden que adivinemos lo que les pasa por la cabeza y se enfadan cuando no actuamos acorde a los deseos que jamás alcanzan a explicar — lo pongo en vista como lo que es, mi parte de la verdad en una historia que siempre tiene dos caras y de seguro tuve cientos de términos para varias mujeres que no tienen nada que ver con palabras amables. ¡Siempre es culpa nuestra, siempre! En lo que a mí respecta, las mujeres jamás son capaces de culparse a sí mismas sobre absolutamente nada. Pintan la historia de maneras en las cuales uno acaba siendo transformado en un villano y ellas en pobres víctimas que lloran y comen helado del pote, sin asumir que los errores en las parejas siempre son de a dos. ¡Sí, la engañé, lo sé! Con una veela, cuya simple presencia es suficiente para ponerme idiota y cuyo encanto hubiera podido resistir un poco más si no fuera porque ese día no tenía ganas de regresar temprano a casa. ¿Y por qué eso? Porque necesitaba un poco de espacio — No, no ha desaparecido de la noche a la mañana, eso es verdad. Pero ha dejado de ser lo mismo — sé que es una herida que tiene que sanar, nada más. Yo estoy bien con mi soltería — ¡Y no íbamos a casarnos, Alec! No hubo propuesta, no hubo anillo. ¿Lo hablamos? Sí, un par de veces, pensamos que sería una posibilidad, pero jamás nos enfocamos en ello como un verdadero plan. ¡Y todos empezaron a asumir que estábamos comprometidos! — me dio algo de pánico, para qué negarlo. No es agradable cuando todo el mundo espera que cumplas con una idea que debería ser solo de a dos.

Le doy la razón con un asentimiento de la cabeza, un poco más centrado en cómo sirven el tequila en los vasitos que desfilan delante de nosotros — Ah, eso porque no sabes cómo puede ser Ingrid cuando quiere. Siempre me he preguntado si esa mujer no duerme con un ojo abierto — fui recibido de buena manera por los Romanov, pero hasta yo puedo darme cuenta de que la pobre mujer tiene un amor particular por el orden. Me inclino hacia delante y trato de medir que todos los vasos se encuentren llenos hasta el tope antes de empujar la dirección a ella, así se digna a acompañarme en este camino a la perdición de la bebida — Oh, sí, de eso no tengas ninguna duda. El norte está lleno de mierda y de parias, tú misma lo viste. Ninguna niña podría sobrevivir por sí sola en un lugar así durante mucho tiempo, al menos no sin caer en situaciones terribles en las cuales no quiero ni pensar. Es desagradable — sé muy bien que en parte es nuestra culpa que existan sitios así. Jamie Niniadis tuvo la mala idea de empujar a los que ella consideraba no aptos hacia el límite de la miseria y ocasionó esa brecha tan inmensa entre clases sociales. Combatir la pobreza en los magos: lo mejor que podríamos hacer ahora que necesitamos manos dispuestas a pelear con rebeldes sucios. Mejor ni pensar en ello, no cuando tengo cuatro vasos pequeños esperando por mí. Uno a uno, los bebo tan rápido que ni siquiera puedo sentir el ardor en la garganta hasta que pasa, me estremezco por lo fuerte que está — ¡Brindo por eso! ¡Porque mi amiga acá es una heroína, gente! ¡Una heroína que salva niños para que no terminen explotando como la pobre de Savannah Road! — golpeo la barra en un claro gesto de que el cantinero me llene los vasos de nuevo — ¡Y porque las brujas dejen de ser unas histéricas que buscan que comprendamos todo lo que les pasa por la mente sin que pase por su boca! ¡Amén!
Percy F. Donnadieu
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Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
¿En tu experiencia de haberle puesto los cuernos a la pareja con la que llevabas años saliendo? — alzo una ceja con todo el escepticismo plasmado en el rostro, que sé que ese comentario debió de escocerle en el orgullo, ¡pero vamos! Tampoco voy a sentarme aquí a escucharle en sus lamentos cuando no es que tenga todas las de ganar. Puede que sea mi amigo, pero precisamente por eso le voy a señalar sus errores naturales antes de que vaya por ahí cagándola con cada mujer que se encuentra porque es incapaz de mantener el cinturón de su pantalón abrochado. Claro que entiendo que la llama de su relación estuviera apagándose, no soy la que tiene los mejores vínculos emocionales, sea de cualquier tipo, como para andar dando consejos, pero creo que comprendo un poco de ética y dejar a tu novia por haberte tirado a otra no es precisamente demasiado moral. — Ah, qué bien que hagas esa aclaración, porque no había recibido ninguna invitación — utilizo el sarcasmo como recurso para sacarme la incomodidad de encima, que el tipo suficiente tiene que tener con alegar contra esas acusaciones matrimoniales. — Pero… ¿estás seguro de que tu ex suegra lo sabía? — ya, basta de bromas con el hombre, en mi defensa tengo que decir que no es que Ingrid Helmuth parezca de las que no se emocionan por las posibles bodas de sus hijos. De seguro tiene que tener toda una organización preparada y me sorprende que no les haya escogido los futuros prometidos a todos ellos ya.

Le doy una palmadita en el hombro para después apoyar mis codos sobre la barra, a la espera de que el camarero pase a llenarle los vasos que no ha tardado más de diez segundos en vaciar. — No me sorprendería que lo hiciera, a tu favor puedo decir que te libraste de una buena con eso de dejar a su hija, aunque no creo que te tenga en muy buena estima ahora después de eso... — murmuro, que aquí quien la conoce es él por haber estado con Alexa, yo solo puedo criticar lo que veo en la base, y ni siquiera lo hago porque tengo que reconocer que eso de que duerma con un ojo abierto no me parece tan loco si tenemos en cuenta que alguna vez la vi con un tic en el mismo. — Supongo que no, pero alguna razón tuvo que tener para marcharse, ¿no? Algo mal tienes que haber hecho para que tu hija adolescente quiera pirarse de casa a la primera oportunidad — me encojo vagamente de hombros, no soy quién para juzgar comportamientos de rebelión en contra de los padres cuando yo misma tengo problemas con la mía. Tomo mi vaso para llevármelo hacia los labios en una inclinación de mi cabeza que pretende abarcar todo el contenido antes de que vuelva a estar sobria, aunque procuro no perderme en la bebida como hace mi compañero.

Se me abren los ojos como platos cuando se toma la libertad de exclamar algo como eso y mi primera reacción es sujetar su brazo para que deje de aporrear la barra, además de sisear para buscar su silencio antes de que la gente empiece a mirarnos mal. — ¡Ssssssssh, Percy! No digas eso, nunca se sabe quién puede andar escuchando por ahí — no soy la de tener la mejor educación en cuanto a insultos, pero creo que los muertos sí merecen algo de respeto, algo, y siendo la hermana de la vicepresidenta... Ante lo siguiente solo puedo que rodar los ojos — Taan maduro por tu parte, Donnadieu, si tanto problema tienes con entender a las mujeres, deberías buscarte la ayuda de un legeremante, o quizá es que no te van las tías tanto como tú crees — pico como pájaro molesto que puedo ser, solo parque baje la voz un tanto.
Alecto L. Lancaster
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Percy F. Donnadieu
Personal de Defensa
¿Por qué todos insisten en que Alexa es una santa y que solo le metí los cuernos porque estaba aburrido? — se me van patinando las palabras, esas que creo que jamás he puesto en voz alta y las que me hacen sonar mucho más gruñón de lo que me siento — Sí, fui débil y caprichoso, pero hacía tiempo las cosas no funcionaban entre nosotros como lo habían hecho al principio. No excuso lo que he hecho, porque sé que actué mal y ni siquiera diré que es culpa de Holly Callahan por ser una veela. Creo que fue la piedra a tropezar para darme cuenta de que no estábamos yendo a ningún lado — era como caminar en círculos por el simple hecho de estar haciéndolo con zapatillas cómodas. Me encojo de hombros, porque lo que Ingrid se haya creído o no sobre las ideas de matrimonio, no es algo que yo tenga muy en claro. Tampoco es como que puedo llamarla ahora y preguntarle… ¿Oh, sí? No, no. Es una pésima idea agarrar el teléfono después de haber bebido.

Hago una mueca de obvia duda, que estoy más que seguro que si llego a aparecerme por casa de los Romanov, acabarán por lanzarme un maleficio — No soy quien para decirlo, pero mi experiencia con esa familia es que la presión por alcanzar cierto estatus es demasiado grande. Kitty siempre fue un poco particular en ese aspecto — jamás la vi muy parecida al resto, tal vez es una hija perdida o no reconocida de Sigrid, vaya a saber. Da igual, estoy más ocupado en zafar mi brazo de su agarre, con mi mejor cara de que no hice absolutamente nada — ¿Qué? Lamento su muerte, Alec, de verdad. Pero tampoco voy a llorar todo el tiempo, cuando a estas alturas me produce más enojo que otra cosa. ¡Seguimos perdiendo gente y ellos ahí andan, solo pescando resfriados! — a veces creo que es una enorme broma de mal gusto. Estoy por chequear que me quede algo de bebida dentro del vaso cuando la oigo hablar, me toma un momento en comprender lo que ha querido decir y resoplo — No… Bueno, nunca lo he considerado como opción así que asumo que no — no, no es momento para hacerme estos planteos.

Con la decepción de que me he bebido todo lo que he ordenado y el estómago revuelto, apoyo los brazos sobre la barra y dejo caer la frente sobre los mismos, que la cabeza — Soy un desastre, Alec — aseguro en un gemido lastimero que no sé si puede oír por culpa de la música — He lidiado con la idea que tienen mis padres sobre lo perfecto que puedo ser durante toda mi vida. Lo he intentado, de verdad. Me esfuerzo todos los días en ser el mago que ellos quieren… ¿Y para qué? — levanto la cabeza, seguro de que mi rostro se debe ver lamentable — Para que un simple error me persiga toda la vida. Ni siquiera sé por qué me esfuerzo.
Percy F. Donnadieu
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Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
No dije que le pusieras los cuernos porque estabas aburrido — aclaro antes de que salte sobre mí, que con la de copas que lleva encima, si no fuera porque sé a ciencia cierta que jamás lo haría, por un momento hubiera creído que va a saltarme encima por el comentario. — Solo digo que fue una salida un poco de mierda, y hasta tú lo reconoces, creo que, de todo lo mal que puedes sentirte al respecto, que lo admitas ya dice bastante de ti mismo — mis intentos de animarlo no es que sean los mejores, en especial cuando me lanzo al vacío al decir: — Lo que está hecho, hecho está, no puedes volver al pasado y estoy segura que de poder hacerlo, harías las cosas de otra manera, ¿no? No es como si hubieras estado engañándola por meses, fue un desliz, un error que te ha valido una mala reputación, sí — además de que le rompió el corazón a la chica y eso es, de entre todas las cosas, una mierda, pero no es como que le vaya a decir eso — Pero te hizo darte cuenta de que Alexa no era lo que estabas buscando y, aunque se podría haber hecho de otra manera, no es algo que puedas cambiar — la verdad duele, dicen, no creo que me valga una palmadita en el hombro para consolarlo ahora mismo.

No hacía falta que lo dijera para darse cuenta de que el estatus social es algo que tiene mucho valor en su familia, así que no me preocupo cuando digo lo siguiente. — Siendo que su hermano es el ministro de Salud, no me sorprende — me encojo de hombros, que yo puedo estar del lado de los magos, pero sé muy bien que no tengo la calificación de snob que tienen todos en la Isla Ministerial. Haremos el único inciso con mi madre porque no creo que sea precisamente el mejor ejemplo para definirlo. — Todos estamos enojados, solo que no lo suficiente, seguimos perdiendo gente y a la mayoría les da igual, solo quieren hacer su trabajo y volver a casa antes de que termine siquiera su turno — bufo, que no es nada que no haya hablado con Rebecca ya y diría que hasta estoy repitiendo sus palabras. Suerte que el alcohol hace que no me moleste tanto cómo lo haría de estar sobria.

Oh, genial, aquí viene. Hemos pasado de la euforia del momento a la fase depresiva, esa que estaba esperando que llegara después de todo lo que se ha tragado en el poco tiempo que llevamos en el bar. Solo pido que no se me ponga a llorar, porque entonces sí que no voy a saber qué hacer. — Oh, venga, no eres un desastre — le echo un vistazo al camarero que nos está mirando y la mirada que le dedico es la misma que nos dirige él, de confusión total. — Si algo he aprendido este último tiempo es que la idea de perfección es pura ficción, no tienes que lamentarte por eso. La vida es una mierda, nos esforzamos por cosas que no merecen la pena y que al final nos acaban arrastrando por el peso de tanta presión sobre nuestros hombros. — ah, pero que no sé por quién estoy hablando, si por él, por mí, o todos los que tenemos nuestra edad. — Estamos en esa edad en la que no sabemos qué carajo hacer con nuestra vida, nos planeamos si debemos casarnos, tener hijos o buscar un trabajo mejor, es normal que intentando averiguar lo que quieres para tu futuro, cometas una equivocación. Y cometerás muchas más, te lo puedo asegurar como que… — ¿cómo qué? Si tenemos edad parecida — El caso es que estás un paso más cerca de saber lo que deseas hacer con tu vida, míralo por el lado positivo, no dejes que un error como este te defina — oh, mira, ojalá me aplicara estos consejos tan bien como se los doy a Percy.
Alecto L. Lancaster
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Percy F. Donnadieu
Personal de Defensa
Lo he dicho cientos de veces: el Ministerio necesita poner mano dura y dejar de contratar aurores que solamente hacen el entrenamiento porque se ve bien en sus historiales. No se toman en serio este trabajo y después tenemos niños rebeldes que lanzan hechizos tan potentes como nuestros ministros — me quejo a regañadientes, que no es la primera vez que lo pongo en palabras y estoy seguro de que he tenido una reunión o dos con superiores para poner mis ideas sobre la mesa. Sé que soy ambicioso y que espero algún día poder liderar al menos un pelotón o algo así, que no me importa ensuciarme las manos si las cosas están hechas de buena manera. ¿Y que tenemos en cambio? ¡Diferentes jefes cada pocos meses que no saben lo que están haciendo y un sinfín de mala suerte. Creo que Magnar tiene buenas ideas, pero como todo gobierno le tomará un buen tiempo el poder asentarlas. ¿Cómo es que esperan que solucione todo el caos de años en menos de dos?

Ya, da un poco igual cuando eso suceda, si yo mismo no puedo encontrarme entero para ese entonces. Tengo que recordarme de respirar en lo que siento la voz de Alecto como un eco de la razón y la conciencia, lo cual es mucho mejor que escuchar la vocecita de Alexa como mi razonamiento inconsciente cuando estoy haciendo algo mal — ¡Ese es el problema! ¡Yo sé muy bien lo que quiero! — me quejo, separándome de la barra para volver a sentarme como una persona normal, que sino va a ser incapaz de escucharme — Al menos, de manera profesional. Después están todas esas áreas grises de mi vida que no tengo idea de cómo calificar y que me hacen pensar que solamente estoy pisando en falso. ¿Crees que mis padres están felices con lo que hice? Pues no. “¡Te perdiste una gran chica y la oportunidad de pertenecer a la alta sociedad de Neopanem!— imito la voz de mi padre, ese al cual parece no haberle sido satisfactorio el ser cuñado de la ministra Leblanc — Hasta mi prima Ariadna parece tener la vida mucho más resuelta que yo y no me da motivos para burlarme de ella como antes.

En lo que el camarero se lleva los vasos ya vacíos, acerco un menú, uno que tengo que leer casi que pegándomelo a la cara porque no puedo comprender muy bien las letras — ¿Tú que deseas hacer contigo misma, Alec? ¿Planeas estar toda la vida dentro de la fuerza o tienes sueños de convertirte en unicornio o algo así? Prometo no juzgarte… Mucho — me río de la tontera, asomándome por encima del menú — ¿Algo que me esté perdiendo de tu vida y que quieras contarme ahora que mañana no voy a acordarme de nada? — solo para dejarlo bien en claro, vuelvo a pedir una segunda ronda de tequila.
Percy F. Donnadieu
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Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Asiento con la cabeza para darle a entender que apoyo su postura, a pesar de que no murmuro nada al tener los labios fruncidos uno contra otro, sí le escucho en su repentino cabreo por la situación actual del departamento de defensa. — ¿Cuál es tu opinión sobre nuestra nueva ministra, Percy? ¿Te parece bien cómo ha tomado su puesto o tienes alguna queja al respecto? —  no es que sea discreta con mis dudas al dejar clara mi curiosidad frente a lo que pueda opinar mi amigo sobre Rebecca Hasselbach, esta persona que se otorga a sí misma el título de mi madre, incluso cuando no lo reconoce delante de nadie. No lo haré yo tampoco, eso es evidente por la manera en que formulo las preguntas y, aunque no hubiera esperado hablar sobre trabajo en una noche que se suponía iba a utilizar para despejar de todo eso, sí me muestro particularmente atenta a lo que tiene para responder.

A la mierda con lo que piensen tus padres, que le jodan a la alta sociedad, no es más que un título, hoy en día parece que cualquiera puede aspirar a tenerlo — la conclusión me sale más rápida y natural de lo que hubiera querido demostrar, pero llegados a este punto hay pocas cosas que puedo disimular, el enfado por como se desarrollan las cosas en este país últimamente es una de ellas. — Si algo he aprendido en este último tiempo es que nadie va a estar completamente feliz con lo que hagas, siempre va a haber algo de lo que se puedan quejar o que no les agrade. Si quieres mi consejo, haz lo que te venga en gana, lo que te apetezca y te haga sentir bien contigo mismo, porque al final, tú eres el único que vas a tener que soportarte durante el resto de tu vida, vale más que no malgastes ese tiempo tratando de complacer a los demás todo el rato. Créeme, serás más feliz, las críticas del resto no te benefician en lo absoluto — declaro, y lo hago llevándome uno de los pequeños vasos que se han rellenado de repente a los labios, tragándome el contenido de un sorbo y por eso me obligo a tener que carraspear un poco con la garganta por el picor.

Tengo que pedirle al camarero que vuelva a rellenarlo, no obstante, cuando llega ese momento de la noche en que las preguntas se dirigen hacia mí y casi estoy por pedirle que en lo que se refiere a mis problemas, mejor no haga preguntas, pero creo que queda muy bien expresado en la manera que tengo de vaciar el vaso en apenas unas milésimas de segundo. — Convertirme en un unicornio es algo que se me apetece bastante ahora mismo — y no, no es porque el alcohol esté empezando a hacer efecto. Le sonrío de medio lado antes de apoyarme sobre una de mis manos al tener el codo incrustado en la barra, aunque no es por la bebida que suspiro de forma pesada. — Lo que creo que necesitas saber de mi vida para tener la certeza de que no te estás perdiendo nada es que soy un cúmulo de indecisiones que no me llevan a ninguna parte, principalmente influenciadas porque no tengo la menor idea de lo que estoy haciendo, ni lo que pretendo conseguir con ello — extiendo mis palmas para mostrar lo vacío que se ve mi calendario en cuanto a planes futuros, lo cierto es que ni siquiera tengo un calendario, y creo que eso dice todo de mi situación ahora mismo. — Siento que esta noche se convirtió en lo más deprimente del planeta — murmuro dirigiéndole una mirada con cierta lástima plasmada.
Alecto L. Lancaster
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Percy F. Donnadieu
Personal de Defensa
¿A qué te refieres con “cómo ha tomado el puesto”? — le pregunto sin poder comprender muy bien lo que quiso decir, no sé si es porque estoy ebrio o porque en  verdad su duda me parece algo raro — Despidieron a Weynart por incompetente y le ofrecieron el trabajo a una persona que ha trabajado bien. Sí, no voy a negar que hubiera pensado en otros nombres antes, personas que están en este empleo desde mucho antes que Hasselbach, pero… Es una de las pocas personas dentro del departamento que creo que se muestra con los pantalones puestos. Dicen por ahí que estuvo por matar a Kendrick Black en una ocasión y estoy seguro de que Magnar toma esas cosas en cuenta al momento de fijarse a quién contratar. ¿O no? — si consideramos que la mayoría de esos desgraciados siguen vivos, yo lo veo lógico.

Sí, sí, sí. Todo lo que sale de su boca lo escuché muchas veces y me lo he dicho a mí mismo una infinidad de otras, a pesar de que mi mente me dice que volveré a caer en el bajón mañana, ahora solo puedo asentir una y otra vez con la cabeza, hasta que sacudo una mano en el aire para señalar que tiene la razón — ¡Eso! Que se jodan — como si yo no fuese el que se estuvo lamentando hasta recién. Me acomodo en mi banqueta para que me deje de doler una de las nalgas e intento controlar mi peso, a ver si acabo de culo en el suelo, cuando veo que mi nueva ronda de tequila se va acomodando delante de mí gracias al hechizo levitador que emplea el camarero — Dame unas copas más y no tardaré en verte como un unicornio — aseguro con diversión.  Lo que no me espero es lo que dice después, es tan amargo que tomo uno de los cristales, pero no me lo llevo a los labios. Me detengo a tratar de divisarla entre el desastre que son las luces, hago un esfuerzo monumental para saber diferenciar entre su nariz, sus ojos y su boca, pero sé que puedo reconocer a Alecto en ella. En lugar de beber, le doy una palmada amistosa en la espalda que, tal vez, fue demasiado brusca — Hey, nada de que sea la noche más deprimente del planeta. Aún somos amigos, ¿no? Y tenemos un buen empleo, somos jodidamente atractivos, conservamos las dos manos y tenemos el dinero suficiente como para pegarnos una buena borrachera sin endeudarnos. ¿Eso no es suficiente para celebrar? — no estoy seguro de qué es lo que le aqueja, pero si ella me ha consolado a mí, yo no puedo dejar de hacer lo mismo por ella — Ven, bebe la mitad — le ofrezco de mi línea de tequila — Y cuando terminemos, iremos a bailar hasta que nos duelan los pies o vomitemos los zapatos de alguien más. Y ya verás que todo estará mejor por la mañana — cosa que era posible que fuese una mentira, pero da igual. Ni siquiera lo pienso cuando empiezo a vaciar mis tragos.
Percy F. Donnadieu
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Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Me refería a que parece estar tomando decisiones diferentes a las acciones que pudo haber hecho Weynart, que supongo que eso es bueno... No es como que al departamento de aurores le haya ido genial en este último tiempo — resoplo, que si algo tengo que darle a mi madre es que al menos parece haberse tomado el puesto con algo más de responsabilidad que el anterior, cuyo espectáculo en la alcaldía todavía repatea a unos cuantos. — No sé, también se han escuchado rumores de que le dio el puesto solo porque eran contactos de confianza en el pasado, por eso de que a ambos se les ha reciclado del norte — me encojo de hombros, que no estoy diciendo nada nuevo ni nada que no haya salido en la prensa. Digamos que el ascenso de Rebecca nos tomó a todos por sorpresa, aunque no hubiera sido lo mismo de no habernos acostumbrado a las nuevas normas de Aminoff sobre la posición de los licántropos en la actualidad. — ¿No tienes miedo de que se nos deje de tener el mismo respeto que a los del escuadrón licántropo? — le pregunto porque es lo que se escucha por los pasillos de la base, también en los vestuarios, de aurores que en el día de hoy siguen siendo nuestros compañeros.

Por un momento creo que va a caerse de la silla, si no es por el espectáculo que está montando él solo por el alcohol que lleva encima, pero logra mantener el equilibrio como para no causar una escena en medio del bar, así que me relajo de tener que colocar mi mano sobre su espalda a modo de apoyo. Lo que no espero es ese golpecito en la mía, que me hace mirarle de lado con una sonrisa que es más forzada que otra cosa. — Como sigas por esa línea no sé si será verdad que no termines endeudado con el dueño del bar... — que me ofrezca la mitad de sus vasitos sin ninguna preocupación me obliga a decirlo, aunque la risa apenas sonora que se escapa entre mis dientes declara que no estoy hablando en serio. — Mañana tendrás la resaca de tu vida, no creo que vayas a sentirte mucho mejor que ahora, así que por qué no aprovecharlo mientras dure — coincido con su propuesta en lo que me tardo unos segundos escasos en levantar el brazo para acabar con el tequila antes de que me arrepienta. — Y si sientes que debes ir a mostrar tu preocupación frente a la familia Romanov, hazlo sin ningún remordimiento o sin comerte la cabeza de pensar lo que creerán de eso — como él mismo dijo, son de alta sociedad, es pura costumbre que se pasen la vida sospechando de las actitudes de los demás. Como si fuéramos a robarles el dinero, la reputación o algo. He aprendido por la fuerza que cosas tan superficiales como esas no son más que una enorme mentira que poco a poco termina consumiéndote.
Alecto L. Lancaster
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Percy F. Donnadieu
Personal de Defensa
Ah, sí, he oído algo de eso. ¿Será verdad que se revuelcan? — no puedo tomarme los cientos de rumores dentro del Ministerio como una verdad absoluta, en especial porque algunas personas dentro del mismo tienen esos perfiles que te hacen creer que es completamente imposible el imaginarlos como personas normales que tienen una vibra sensible o que hacen cosas tan simples como… acostarse con alguien — No — digo de inmediato en lo que levanto un dedo que se bambolea de un lado al otro  — Y te diré por qué: porque Magnar Aminoff no es tan estúpido como para cometer el mismo error que su madre de despreciar por niveles de pureza de sangre. Si le dio una oportunidad a las criaturas fue para incluirlas, no para reemplazarnos. Perdería mucho más de lo que ganaría y si algo he visto, con sus aciertos y errores, es que mientras Jamie Niniadis era una heroína de guerra y antigua revolucionaria, su hijo es… Un político — si lo aprendió en el norte pues… eso es otra cosa.

Se me escapa un “pssssst” muy poco serio, que no veo chances de que me pase de lo que puedo pagar esta noche, no creo estar tan inconsciente — He tenido resacas mucho peores, eso te lo aseguro — lo arrastro como si fuese a decir algo que tiene que quedar entre nosotros, aunque que yo recuerde jamás he tenido problemas en aceptar que me gusta la fiesta, la cual considero una de las mejores maneras de sobrevivir la cantidad de estrés que siempre me he cargado encima. Para cuando termino de beber mi tequila, el bar entero me parece brillante, estoy seguro de que el piso se mueve y tengo miedo de ponerme de pie. Aún así, tengo bien en claro que Alecto tiene razón. Mi preocupación es genuina, he formado parte de las comidas de los domingos de esa familia por años y no puedo sacarme ciertas cosas del pecho con una sola mano. Será mejor que empiece a enfrentar mis errores como el hombre que sé que soy… Luego de que sea capaz de enfrentar el grado de alcoholismo al cual he sucumbido esta noche.
Percy F. Donnadieu
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I took a pill or maybe two ✘ Alecto IqWaPzg
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