The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
La mayor parte de las pompas de jabón que se crean a partir del aire que expulso suavemente con la boca sobre el pequeño juguete se pierden con el viento, esa suave brisa de inicio de verano, mientras que otras tantas llegan hasta el rostro de Hayden e incluso explotan sobre sus mejillas. Las primeras lo mantienen confuso al no perderse un detalle de lo que estoy haciendo, pero tras unas cuantas burbujas parece entretenerse con ellas y estira su manita con intención de tocarlas. Para su propia desdicha no es que consiga atrapar alguna antes de que estalle en el aire, aunque creo que es lo que lo anima a seguir intentándolo al actuar como una especie de placebo. De niña solían encantarme estas tonterías, algo tan simple como agua y jabón puede ser muy entretenido para un niño si se sabe de qué manera usarlo, los pequeños focos brillantes que se acumulan en el cielo suelen cautivar la atención de cualquiera, si voy a ser justa hasta a mí se me va la vista hacia las pompitas que luego caen en forma de agua. Con un hechizo estoy segura de que podrían durar más sin romperse, pero también le quitaría parte de la gracia a intentar alcanzarlas.

Lo bueno de haber cambiado de residencia es que el barrio ocupa unos campos extensos que rodean a las propiedades, por lo que no me importa demasiado no tener jardín en la casa cuando hay un lugar tan amplio rodeado de hierbas donde poder extender una manta grande y colocar todos los cachivaches de Denny, junto con el mismo bebé que se encuentra tumbado sobre su barriga, sosteniéndose sobre sus brazos al ir tomando más fuerza con el paso de las semanas. A unos metros está el camino de rocas que lleva a la orilla de la arena de la playa, una no demasiado extensa, pero que hace la tarea igual de bien que cualquier otra. Es un paisaje agradable, con el sol brillando en lo alto del cielo azul me he visto obligada a ponerme un sombrero para no asfixiarme de calor, lo mismo diría de mi hijo si no fuera porque no parece tolerarlos demasiado bien y siempre termina tirando de los extremos hasta que le cae por el rostro. Me conformaré con que la crema haga algo de efecto sobre su piel blanca y cabello rubio, porque por el momento está más distraído con las pompas que continuo soltándole, sentada a un lado de la manta.

Si solo pudiera reírse cuando la cámara está encendida... — o cuando mire a alguien que no sea yo, si vamos al caso, que es la razón por la que estamos jugando con burbujas en primer lugar, pero parece que a mi hijo solo le apetece reírse cuando su madre está presente. Cierro el cacharro de hacer pompas y lo dejo a un lado para levantarme y tomar el teléfono de las manos de Logan como señal de que ya puede dejar de grabar, que después de veinte minutos los dos podemos declarar que no va a repetir lo de esta mañana cuando le juré que fue la primera vez que se reía con tanta intensidad. — Puede que solo sea una impresión mía, pero me da la sensación de que está creciendo demasiado deprisa, ¿por qué no puede quedarse de esta manera para toda la vida? — así, pequeñito y necesitado de su madre, llegará un día en el que se cansará de mí, estoy segura. Sé que parece excesivo, tantos vídeos, pero existe un motivo por el cual lo hago y no creo que sea muy difícil de adivinar — ¿Está mal que no quiera regresar al trabajo cuando termine el verano? — murmuro en dirección a mi cuñado, llevando la vista de él hacia el bebé.
Phoebe M. Powell
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Esa fotografía que dije que le pediría a Eloise sigo sin pedírsela, lo único de mis hermanos menores que me queda para recordarlos cuando eran unos bebes de cabello mucho más claro que el mío y con una arruguita formándose entre sus cejas por la sorpresa de tener una burbuja explotándole contra la mejilla redonda, es la imagen que va grabándose mientras mantengo presiono con mi pulgar el botón rojo de la cámara. No puedo apartar mis ojos de la pantalla que parece abarcar mucho más que a Hayden, todo el mundo que lo rodea, las espigas y el cariz dorado de su piel por el sol del verano que tenemos sobre nosotros. Cada tanto alzo mi mirada para que la pantalla no se lleve toda mi atención y pueda perderme de ver como mi ahijado se muestra embelesado con las burbujas que se recubren de los tonos del arcoíris al elevarse en el aire.

¿Se estará sintiendo presionado?— pregunto, que la cámara puede estar cohibiéndole y diría que lo sigamos intentando con la cámara apagada, pero entiendo que grabar el momento era el propósito de esto y tengo que apartar la mirada hacia un punto sobre los campos, para no pensarlo como los momentos que se está perdiendo mi hermano. —Los bebés crecen a prisa, el mundo es muy grande y necesitan aprender a caminar, a hablar, para poder descubrirlo. ¿No es así, ahijado?— digo al ir hacia el bebé para poder atrapar su pie con mi mano. No se puede detener una vida que empieza, ni el mundo, por esperar a una persona, aunque haya veces que la ausencia de esa persona haga que parezca que el mundo dejó de girar. Me duele el que mi hermano no esté por su esposa, por un hijo que crecerá, es algo irreversible. Pero no creo tener yo, el derecho a sentirme dolido porque se haya ido. El día que nuestra madre nos dejó creo que todos interiorizamos, antes de haber podido desarrollar la consciencia para entenderlo, que aun siendo familia, para cada uno había un camino que no estaba hecho para coincidir con el de los otros.

No puede quedarse así porque hay otras cosas que tienen que venir después como que te llame mamá o te pida que le ates los cordones o luego que lo lleves a la escuela. Y todas esas veces te preguntarás por qué no puede dejar de crecer y quedarse en ese momento para siempre, pero cada uno de esos nuevos momentos te hará infinitamente feliz— digo, sobre lo pequeño que sigue siendo mi sobrino, a quien todavía puedo cargar si acerco mis manos a sus costados. No lo hago porque sigue intentando por su propia cuenta que su cuerpo responda a su deseo de moverse y eso es todo, esos son sus logros del día. Grandes logros, los que realmente importaban. No como estas otras preocupaciones de adultos como el trabajo. —¿Por Denny?— pregunto. —Pensé que te gustaba ser profesora, eres muy buena de hecho. No tengo estudiantes que se quejen de ti cuando van a contarme de los problemas que tienen con algunas clases—. Eso la hace casi la única profesora de la que nadie se queja. Maeve me dijo algo de que mi cuñada tiende a ser permisiva y por eso les agrada a los alumnos, pero en general creo que habla muy bien de su trabajo el que no se inviten siquiera quejas hacia ella. —No debería ser quien lo diga, pero… debes seguir viviendo casi tal como lo hacías antes. El tiempo nunca pasa rápido si nos quedamos quietos, el tiempo avanza cuando nosotros avanzamos… y esto se trata de tiempo. Solo tiempo, que tiene que pasar…— para que mi hermano vuelva.
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Phoebe M. Powell
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Esbozo algo parecido a una sonrisa, echándole un vistazo a las expresiones de mi hijo en busca de algún rastro de opresión por la cámara. — Se le ve bastante despreocupado si a mí me lo preguntas, capaz no está en los ánimos para reírse esta tarde — intento bromear al respecto en lugar de sentirme decepcionada porque no haya cumplido mi objetivo de enseñarle a su tío el sonido de su risa, que el de los balbuceos lo conocemos bien y a juzgar por esta mañana no tiene nada que ver. Probaré de nuevo a tratar de ponerle caras, esas que no me gustaría quedaran grabadas para la eternidad y el motivo por el que he optado por las pompas de agua. Ojalá todas mis preocupaciones fueran que mi hijo no se ríe para la cámara y no otras, que la tranquilidad con que mira todo a su alrededor es algo que le envidio con creces. — Sé que es algo que no puedo evitar que ocurra, solo a veces pienso como es posible que ahora apenas pueda apartarse de mi lado, y llegará el día en que pueda irse a descubrir el mundo por su cuenta, sin que siquiera vaya a necesitar de mí, cuando en este momento todo lo que hace es gracias a que estoy ahí para evitar que se caiga — lo pienso, lo pienso mucho, que es por eso que no quiero que crezca, todo lo que tiene el mundo para descubrir también son formas de hacerse daño, gente que pueda herirlo, ¿cómo lo proteges de eso si llegará el día en que tomará su propio camino?

Me acaricio los brazos al juntarlos sobre mi pecho, todo lo que dice es un recordatorio de que no puedo frenar el tiempo, por mucho que me esté esforzando en dejar grabados momentos que desaparecen con cada segundo que pasa. Aun así le sonrío, en una curvatura suave, sé que estoy esperando esos momentos a pesar de que me aterra pensar que puedan pasar tan deprisa, en especial porque desconozco para cuáles estará mi esposo presente y para los que su ausencia se hará todavía más palpable a medida que vaya creciendo. — Me gustaría tener un referente para todo eso, puedo tratar de recordar situaciones con mi madre, hacer algunas cosas de la misma manera que ella las hacía, quizá modificar otras, pero sigue sin ser lo mismo que tener a alguien que me guíe en esto — se lo confieso porque parece el momento adecuado para hacerlo, ahora que nos hemos puesto a hablar sobre situaciones hipotéticas que pasarán o no en el futuro. Yo me refiero a alguien como podría serlo Mohini, ella y Lara tienen una relación que les envidio, pero sé que por mucho que la suegra de mi hermano trate de ayudar, no tiene nada que ver con como fluye con su hija, eso es obvio. Con respecto a Eloise ni siquiera quiero pensar en ello, se hizo la desentendida con sus hijos cuando los dejó y tuvo la oportunidad de recuperarlos, no me sorprende que haya hecho lo mismo con su nieto. — Es difícil saber lo que estás haciendo bien y lo que no cuando no tienes un ejemplo a seguir, no tengo relaciones así que pueda imitar y se siente como tener que empezar de cero, con absolutamente todo. No quiero equivocarme con mi hijo — porque de equivocaciones vi muchas y no son esas las que vaya cometer, son las otras inconscientes en las que pueda caer sin quererlo.

Asiento con la cabeza cuando pregunta si es precisamente por él, un suspiro me acompaña al dejar caer los brazos para agacharme y regresar a tomar asiento en la toalla, dejando el teléfono con los vídeos a un lado. — Si no estoy yo para él y lo está otro, ¿podré perdonarme de perderme su primera palabra? ¿los primeros pasos que dé? Sé que dejar de trabajar no es una opción, pero es... no lo sé, ya no tiene a su padre, no quiero que tampoco se dé el caso de que su madre no esté — no sé si podrá entenderlo desde mi punto de vista, suena a que estoy desesperada por sostener su mano más tiempo del que cualquiera es capaz de tener, nadie tiene esa cantidad y aun así es lo que pretendo conseguir. Estiro una mano para acariciar la mejilla del niño y deshacerme de un pegote de jabón antes de que se lleve la mano a la cara y luego a la boca, que es algo que aprecia hacer con todo, especialmente la arena cada vez que vamos a la playa. Lo tomo por debajo de las axilas para sentarlo sobre mi regazo y le tiendo un juguete sonoro mientras lo que dice mi cuñado llega a mis oídos. — Que no se quejen de mí no significa que sea buena profesora — hago esa puntualización, dirigiéndole una sonrisa que se asemeja más bien a una mueca —, la Adivinación no es una materia que interese demasiado entre los estudiantes, la mayoría solo la toman porque la consideran fácil y de temario liviano, no porque realmente les emocione aprender sobre ella. — que, quizá, sea mi culpa por no hacerla lo suficientemente llamativa, pero creo que ese nunca ha sido mi problema, que siempre intento hacerlo lo más interactivo posible. Qué sé yo, este año apenas y he pisado el Royal entre todas las cosas que han pasado este curso. Largo un suspiro necesario antes de proseguir — No lo sé... lejos de que pueda gustarme o no, en este último tiempo que ha pasado me he dado cuenta de muchas cosas, entre ellas que no me siento cómoda trabajando para tu madre, para el ministerio si vamos al caso — le dedico una mirada rápida antes de que malinterprete mis palabras — No es como que pueda dejarlo ahora, no voy a hacerlo, es solo un pensamiento más — como muchos otros, vaya.

La tirantez de mis labios es porque no es el primero de quién escucho esas palabras, como tampoco espero que sea la última persona que me las diga, es común en este tiempo el recibirlas, así que ya me he acostumbrado a ello. — Pero no es lo mismo que antes — me siento obligada a decir, que así como mi hermano remarca en constancia que ahora las cosas son así y van a mantenerse así por lo que sigue, sigue siendo más fácil decirlo que hacerlo. — Mis preocupaciones han cambiado, mi rutina en el día a día es completamente distinta, no hay nadie a quién esperar en casa, ni nadie que me espere a mí. Todos me dicen que tengo que seguir levantándome de la cama como si nada hubiera cambiado, pero no es verdad, todo lo ha hecho — no se trata de funcionar como lo hacía antes, sino de acostumbrarme a que la persona que amo, mi esposo, el padre de mi hijo, no está.
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Parpadeo un par de veces para estar seguro de que esta imagen que se me pinta delante de los ojos, con todos los colores de este paisaje, el calor del sol sobre mi piel, no sea algo que esté soñando para compensar la idea rota que tengo de una madre que en el hecho de abandonar a sus hijos les hizo el único favor que podía, palabras de Eloise en las que empiezo a creer y que pongo en duda otra vez cuando escucho a mi cuñada hablar del vínculo que tiene con mi ahijado. —Siempre va a necesitar de ti— contesto, puede que me cueste sacar un poco mi voz de la garganta por el nudo que se formó, —no importa la edad que tenga, ni que tan lejos esté, siempre te va a necesitar— aseguro. Todo comienza con ayudarlos a dar los primeros pasos, luego se trata de asegurarse de que no tropiecen al andar, más adelante estar cuando nos caemos y no podemos poner en palabras lo hondo que caímos, solo estar. —Eres su mamá— susurro, más importante que la palabra, es el hecho de que está haciendo de madre.

Me echo lo más cerca que puedo de mi sobrino para tenerlo dentro del alcance del largo de mi brazo por si necesito agarrarlo de pronto. Alzo mis rodillas para tener donde recargar mis brazos mientras escucho a Phoebe, lamento tanto que la única familia con la que pueda contar por parte de Charles sea alguien que tampoco tiene bien claro eso de las referencias. Depende mucho del vínculo con nuestros propios padres, lo que podamos dar luego a nuestros hijos, por eso admiro el paso valiente que dieron Phoebe y Charles de decir que se sentían listos para tener uno. —No sé qué decir— murmuro. Cuando otra persona toma tu mano y te dice que entiende por lo que has pasado, porque también lo vivió, ahí es cuando todas las distancias se esfuman, Charles sabría entender cómo se siente Phoebe y tal vez fuera quien la convenciera de que a falta de guías, se puede confiar en las personas que se tiene al lado, así que espero que no se tarde demasiado en regresar. —Entonces preguntándoselo a él, todo el tiempo. Es a él a quien quieres criar, entonces fíjate si lo ves bien, si lo ves feliz, qué cosas te cuenta y de qué personas te habla. No estás aprendiendo a ser mamá, estás aprendiendo a ser la mamá de Denny, él es tu guía y tu maestro. No habrá manuales, ni consejos que valgan, y te diré algo que siempre se lo digo a mis alumnos— sonrío por la ironía de ser maestro, en otro sentido. —Es válido equivocarse, Denny también estará aprendiendo de ti, enséñale que es válido equivocarse. Muchos errores nos traen cosas buenas, que nunca hubiéramos encontrado, de no equivocarnos.

Y eso que ella dice de querer dejar su trabajo para no perderse momentos de Denny, sé lo que dirían otros, sé que dirían que es un error. ¿Por qué no se siente así? La veo acomodar el cuerpo de mi sobrino para que se recueste en su regazo, seguro y confiado de que ese es su lugar en el mundo. —Phoebe, no conozco mejor razón en el mundo que querer estar en el momento en que tu hijo de su primer paso…— digo, porque trato de verlo todo esto dentro de lo que conozco de la historia de Phoebe y Charles, de lo que ella haya tenido que pasar, de lo que está pasando con mi hermano, de lo que quien sabe que él está pasando en algún lugar. —No, dejaré que sean otros los que te digan que debes continuar y que los niños se crían también fuera de los ojos de sus padres, no yo. No te diré que dejes a Denny— meneo mi cabeza de un lado al otro, también escucho lo que me dice sobre ser profesora, la materia que imparte, trabajar para mi madre y lo que implica trabajar para el ministerio.

Con más razón, todo lo que me dices me hace ver que no estás deseando estar en su lugar, y que deseas mucho más estar en otro, con tu hijo—. Puedo estar yo, puede estar su hermano, seguro toda la familia de su hermano, pero de la familia que eran Charles, Phoebe y su bebé han quedado ellos dos, creo que el vínculo que puedan formar estos primeros años será fundamental para ambos. Para que algún día ella pueda volver incluso a dar clases, a que Denny crezca con la seguridad de saber que siempre habrá alguien para él. —Por eso dije «casi»— aclaro, —no es lo mismo, no puede ser lo mismo. Pero hay cosas que dependen de ti, solo de ti, esas debes continuarlas porque son las que te dan un motivo para levantarte de la cama y permitirán que sientas que estás viviendo mientras Denny también lo hace y crece— suspiro al acabar, me siento mal por decirle todo esto. —Lo siento, Phoebe. Lo siento tanto. No estoy tratando de presionarte a que estés bien, lo siento…— me muevo para cruzar mi brazo sobre sus hombros, porque generalmente mis consejos los doy con un escritorio de por medio y me olvido que no todo se arregla con palabras, hay cosas que están rotas, que están mal, para las que solo tienes que estar.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Sonrío expulsando el aire de mis pulmones por la nariz, dejando caer mis hombros un poco hacia delante— Espero que eso sea así — ahora que lo tengo, no podría imaginar mi vida de una manera diferente, no podría imaginarlo estando lejos de mí, a pesar de saber que es algo inevitable, tal como lo puede ser el correr del tiempo. — ¿Y tú has escuchado lo que dice tu tío, verdad? — esta vez me dirijo hacia el bebé, recargándolo sobre un lado de mi regazo para que ambos podamos tener su pequeño cuerpecito y rostro en buena vista. — Nada de andar echándote novias a la primera oportunidad, eres el nene de mamá y de nadie más, ¿me oyes? Que te cambio los pañales, hombre — la advertencia no me sale tan seria por la risa suave que se escucha de mi boca, pero tampoco es lo que pretendo. Mi mano se dirige hacia su barriga redonda para apretujarla con mis dedos en una caricia graciosa, recibo solo una sonrisa de su parte que se extiende cuando me inclino para besar su mejilla. Sé que llegará el día en que todas estas cosas sucedan, pero en el momento presente puedo disfrutar de que su atención se resuma en lo que pueda ofrecerle y aquello que puedan darle sus tíos y primos.

Meneo la cabeza en un gesto vago, que no tiene por qué decir nada, muchas veces es incluso mejor así. No busco una solución de su parte, no como podría hacerlo de mi psicólogo si es que todavía siguiera yendo a sus citas. En ocasiones uno solo necesita que simplemente se esté ahí, no hace falta siquiera que se diga nada o se haga algún comentario al respecto, con escuchar, eso a veces basta. Hay otros momentos en los que no, que no vale solo con prestar un par de orejas y también se necesita de una respuesta que aliente, pero ese no es este caso, aquí puedo conformarme con que esté cuando otros no lo están. Aun así, Logan sí termina hablando, se lo agradezco con una sonrisa amable en su dirección. — Por ahora me la está poniendo fácil, dentro de lo cabe y dadas las circunstancias, aunque no sé si creerme eso de que los bebés que se portan bien de pequeños terminan siendo unas buenas piezas de adolescentes... — digo con cierta gracia para no hacer de esto una charla demasiado densa, incluso cuando lo último me hace suspirar con dejadez. — No quiero que cometa mis errores, no cuando es muy sencillo hoy en día, en este mundo en que vivimos, equivocarse en lo incorrecto, en lo que no tiene arreglo. No me había dado tanto miedo el futuro hasta que lo tuve en mis brazos, de todo lo que pueda pasar y las cosas que puedan influir en su vida. Experiencias buenas y experiencias malas tenemos todos, no hay un camino que sea del todo acertado, eso lo sé bien, solo... como madre me encantaría poder ahorrarle todo lo malo, incluso cuando sé que no está en mi mano.

Bajo la vista hacia cómo Denny se lleva el juguete que sostiene entre sus manos a la boca para babearlo, paso una de mis manos sobre su cabeza llena de pelos rubios en una caricia suave que ni siquiera lo distrae de su tarea principal. — Pero tengo que hacerme a la idea de que no voy a poder hacerlo, a no ser que me consiga un giratiempo que me permita estar en dos lugares a la vez, me vale más acostumbrarme a que habrá momentos en el día en que no pueda acompañarlo mientras esté trabajando. No es tan malo, ¿no? No se va a olvidar de mi cara, ni nada de eso... — tanto él como yo sabemos a qué me estoy refiriendo cuando murmuro lo último, sin llegar a decirlo del todo, de que tengo miedo del día en que mi hijo no reconozca a su padre, si es que ya no se ha olvidado de como se veía. Y luego, ¿cómo haces para dejar a tu bebé en las manos de otra persona? ¿cómo tienes esa confianza en alguien que te asegure que tendrá todo lo que tú puedes darle, incluso cuando sabes que no es así porque esa persona no es su madre? Soy consciente de que tengo problemas de confianza, me falta Charles para decirme que todo estará bien y que no debo actuar como una paranoica.

Me permito apoyar la cabeza en el hombro de mi cuñado por ese medio abrazo, el chasquido de mi lengua junto con el leve movimiento de mi barbilla indica que no tiene nada de lo que disculparse, que no es nada que no hayan dicho otros, nada que no sea verdad. — Tengo que estar bien, por Denny, como su madre es mi tarea el estarlo para él, nada me importa más que eso, incluso cuando no todos los días se ven igual de brillantes que otros — suspiro, elevando la cabeza solo para admirar la propia estrella que es el sol, hasta que ejerce demasiada potencia sobre mis ojos claros y tengo que apartar la mirada. — Y aunque a veces me encuentre mal, creo que eso... también está bien — aclaro.
Phoebe M. Powell
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No sabría decirlo— murmuro. Aun siendo maestro, no puedo decir que tan cierta sea el comentario de los padres de que los niños cambian bruscamente de carácter al llegar a la adolescencia, suele ser una lotería y en lo que todos coinciden es en la rebeldía propia hacia los padres, tiempo en la vida de mi sobrino para el que espero que mi hermano haya vuelto, así lo intimida con su estatura, y no es algo de lo que Phoebe deba preocuparse por ahora, faltan años. Puede disfrutar de un niño que no hace más que mirarla con sus ojos claros, como si confundiera qué es lo que más brilla desde donde se encuentra, tendido sobre la toalla, no se fija en el sol, solo en su madre. Comprendo en parte el sentimiento de mi cuñada de no querer que nada lo roce, su piel es en extremo delicada como para que algo lo lastime, ojalá pudiéramos colocarlo dentro de una de las burbujas hechas de jabón y así asegurarnos que crecerá a buen resguardo de todo lo que nosotros preferimos no ver en el día a día. —Me ocurre algo similar con mis estudiantes. No es lo mismo, lo sé. No son mis hijos. Pero cuando están en las horas de clase, sé que estarán bien, lo que no sé es a donde van cuando la clase termina, cómo serán sus familias o qué circunstancias atraviesan todos los días. Entonces uso los momentos que tengo con ellos para enseñarles lo que creo que podrá servirles fuera, no hace falta que me digan que es, ni con qué se enfrentan o enfrentarán…— busco los deditos de Denny para abrirlos con mi pulgar y presionar su pequeña palma. —Muchas veces es solo convencerlos de que serán capaces de conseguirlo— musito, —no puede evitar que tomes malas decisiones o que le pasen cosas malas, lo que nos queda por hacer algunas veces es enseñarles que pueden superarlo.

Me hubiera gustado poder decírselo a mis hermanos cuando crecían, ser ese tipo de hermano mayor que le hablara de lo que vendría después para ellos, pero cuando teníamos la edad para compartir algo así, era poco lo que sabía de ellos y poco lo que sabía sobre todo esto, durante mi adolescencia no fui otra cosa que el hijo único de un matrimonio bien acomodado del distrito tres y actué en consecuencia. Y tal vez el deseo de mis padres adoptivos no era diferente al de Phoebe, ellos tampoco querían que tomara malas decisiones, pero era por las que me inclinaba. También aprendes algo de eso, que la mayoría de los errores pueden ser dejados atrás. Casi todo en la vida es dejado atrás, el tiempo se encarga de eso, si le damos el permiso de hacerlo. Ni lo bueno, ni lo malo, es eterno. Son momentos que se van alternando, este momento también es algo que pasará. —Siento que no debería ser yo quien te lo pregunte a ti, pero… ¿crees que estoy siendo demasiado optimista al tener la plena confianza de que Charles volverá?— le pregunto. No quiero que parezca que es porque estoy siendo… insensible, que no me importa, que me da lo mismo, que no entiendo todo lo que implica que mi hermano se haya ido, porque esto es más bien el dejà senti de lo que experimenté cuando nos quedamos en el orfanato y todos los días tuve el convencimiento de que Eloise volvería, pero el día que me llamaron a la oficina de la directora fue para conocer al matrimonio Thornfield. —Está bien no estar bien todo el tiempo, lo que no está bien es estar mal todo el tiempo. Porque la vida cada día te arroja un montón de cosas buenas y malas a la cara, eliges con que quedarte y qué será lo que cuentes cuando tengas ochenta años.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Acomodo al bebé sobre mi regazo para así poder acariciar su suave y fino cabello con una mano, en una caricia que culmina al posar mis labios sobre su pequeña cabeza. En el mientras tanto sigo prestándole atención a las palabras de mi cuñado, tratando de buscar algo en ellas que me sirva para no verlo todo desde una visión tan preocupadamente excesiva. — No hay duda de que eres un muy buen profesor, Logan, se nota que... te preocupas por tus alumnos, independientemente de que tengas hijos o no, se puede ver que tu relación para con ellos es envidiable y si encima recurren a ti... bueno, es todo a lo que uno puede aspirar en esta profesión — que puedan quejarse de ti o no en realidad no dice mucho de tu trabajo, lo que verdaderamente dice algo son las mismas cosas que Logan me está explicando y que, por mucho que pudo terminar gustándome lo que hago, no deja de ser un puesto que a mí me dieron por... ni siquiera sé por qué, pero está lejos de ser tan vocacional como lo puede ser la razón por la que él escogió ser profesor. — ¿Nunca pensaste...? Con Abbey, me refiero... ¿no llegó un momento en vuestro matrimonio en el que os hubiera gustado tener hijos? — pregunto, muy cautelosa, que son estos temas como otros tantos delicados que no debería tocar tan a la ligera.

Me es imposible no torcer los labios en una mueca silenciosa, bajando la mirada hacia mi hijo porque por mucho que me pese, sé que tiene razón, así que es justamente eso lo que hago cuando abro la boca. — Quiero que él pueda escribir su propia historia, que supere sus propios obstáculos, sin tropezarse con el pasado de mi familia, porque sé que a la larga, cuando vaya creciendo y tenga edad para entenderlo, cosas como lo que ocurrió con mi madre o quién es Hermann van a influir en su vida, y sus decisiones... No puedo evitar que conozca de donde viene, tampoco deseo que no lo haga, pero no quiero que lo defina, que lo moldee, sí, pero nunca que lo defina — porque puede que yo haya dejado que eso ocurra, sin mucha alternativa que digamos, y no deseo lo mismo para él. Sé que me será imposible alejarlo de ello, hay ciertas cosas como la entrevista sobre mi padre que quedarán grabadas para siempre, para que un día él pueda verlas, pero solo me importa que sean la clase de barreras que pueda superar por su cuenta, tanto lo que tiene que ver con mi familia, como la de Charles.

Que su nombre salga como parte de la conversación es algo que en ningún momento voy a poder evitar, con lo que tengo que acostumbrarme a que ocurra, porque no será la primera vez, ni la última, que lo mencionen mientras él no esté aquí. Aun así tengo que mantener los ojos posados sobre la figura de nuestro hijo, el único recuerdo físico que poseo de mi esposo, como un puñal clavado en mi pecho por lo mucho que puedo ver en él. — Dijo que volvería, me prometió que lo haría, no... — tengo que tomar un poco de aire para poder seguir — No estaría segura de que lo cumpliría si no fuera porque tenemos un hijo juntos. No lo abandonaría, no lo dejaría a su suerte, aunque yo esté para cuidarlo... Quiero pensar que volverá por él — me trago la saliva que se ha estado acumulando en mi garganta junto con el otro montón de palabras que podría decir para asegurarle que regresará y cumplirá su promesa, pero siento que no podría hacerlo sin derrochar lo que tanto me ha costado mantener por fuera, el intento de una serenidad que no siento por dentro.
Phoebe M. Powell
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En su mayoría recurren a mí porque están obligados— si sonrío no es por la situación comprometida en la que se encuentran varios de esos estudiantes, sino porque yo disfrute de algo que para ellos comienza como una imposición. —Meterse en ciertos problemas les podría traer sanciones y hasta la expulsión, hablar con el consejero es su manera de demostrarle al sistema que tienen intención de mejorar y así se aseguran de poder seguir en la escuela…— y generalmente refuerzo esa intención en mis informes al destacar sus potencialidades, para que opaquen un poco a sus faltas. —Pero es algo que me gusta hacer, no lo niego. Todos terminamos por encontrar ese lugar que basta para sentirnos satisfechos— lo digo de esa manera, porque amigos de mis padres habían mencionado en su momento que había otras posibilidades que por estatus podían ser más convenientes, pero ninguna me hubiera hecho sentir que estoy donde debo estar y hay muy pocas en mi vida que me hagan sentir así, la mayor parte sigue dentro de una vorágine de lo errático e incomprensible.

Levanto mis ojos a lo cegador del sol cuando tengo que hablar de Abbey, así lo que demuestre mi rostro podré decir que es el golpe de la luz y no que guarde relación con un matrimonio que no sabría decir dónde de todo comenzó a fallar. —Lo hablamos, fue una de las cosas que nos indicaron que todo estaba mal. Abbey no quería tenerlos, yo tampoco quería en un principio. Nunca quise tener hijos por tenerlos, no quería un niño que tuviera que armar un rompecabezas como familia como habíamos hecho nosotros… pero cuando estás con una persona con la que crees que vas a compartir un futuro, los hijos son uno de los proyectos de vida que tienen en común, ¿no?—. Y un hijo no es requisito de un matrimonio, claro que no, creo que si hubiéramos encontrado otras cosas con Abbey sobre las cuales sostener lo que teníamos, habríamos hecho algo más que quedarnos quietos, viendo el derrumbe lento del castillo de naipes, de los cuales ella tenía guardada el as. —Ahora que lo veo a la distancia, ¿qué padres hubiéramos sido para un niño? Quizás fue lo mejor…— dudo, desde el resentimiento que todavía le guardo a Abbey, que fuera de las madres que le desearan a su hijo lo que Phoebe pide para Denny, y es lo que toda madre desearía, ¿no? No sabría decirlo, sigo sin poder verlo desde la mirada de un padre porque continúo en el trabajo de que como hijo, lo que otros hayan pasado o decidido, no me definen. —No lo hará— le digo, —pero no todo depende de él, estás en el medio de todo lo que pasó y lo que puede ser de él. Todo lo que pasó y está pasando, ¿te está moldeando o te está definiendo, Phoebe?

Y sí, también me estoy refiriendo a lo de mi hermano. Ella debe darle otro sentido a esas palabras, yo lo interpreto como que hay veces en que las cosas que ocurren nos empujen hacia cierta dirección y otras en que nuestra voluntad, a veces terca, se impone para no dejarnos arrastrar hacia lugares y la persona que no deseamos ser. Estuve el día en que mi hermano y mi cuñada se dijeron sus votos, como para estar seguro que una promesa de que volverá es algo que no habrá dicho por decir. —Volverá por ti, Phoebe— le aseguro con calma, —él sabe que lo esperarás, un año, cinco años, diez años. Porque lo harás, puedo verlo, lo esperarás. Y tienes que ser el tipo más idiota del mundo como para no volver con una mujer que te ama así y te espera…— no haces un voto honesto con otra persona de amarse el resto de su vida y la dejas amando sola. —Mis padres adoptivos estuvieron separados durante dieciocho años, esa era la edad de la hija que tuvieron a los quince años. Cada uno hizo su vida por su lado, ninguno detuvo su vida por el otro, siguieron viviendo y entonces volvieron a encontrarse. Y se dieron cuenta que aunque siguieron viviendo, hay personas que en la vida experimentan lo de amar a alguien de una manera en la que…— me cuesta explicarlo sin que parezca que estoy comentándole de que va la película El diario de Riddle que obligadamente todos tuvimos que ver porque fue un protagónico de Jerek, —de cierta forma, una parte de ellos siempre se queda esperando volver a sentirlo. Y puede suceder dos cosas: sufren solos o le dan vuelta al mundo para estar juntos— sí, parece que lo saqué de la película de Jerek.
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Phoebe M. Powell
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Puede que la primera vez… pero está bien que luego sepan que tienen a quién acudir si vuelven a tener un problema, ¿no? — se lo pregunto a pesar de estar segura de que es así, incluso cuando no acostumbro a poner sanciones a mis alumnos, que creo que jamás puse una. Pero es bueno saber que, de todas las personas que podrían estar ocupando un lugar como el de Logan, sea él quien esté, alguien que pueda dar testimonio de que aunque las cosas no siempre funcionan una primera vez, no significa que no se pueda seguir adelante o buscar una segunda oportunidad. Hablar sobre Abbey me obliga a pensarlo, por respeto a mi cuñado no digo nada en contra de su ex mujer, con quien no tengo una relación amistosa como para poder mencionarla sin que se me arrugue un poco la nariz. Consigo hacerlo esta única vez porque fui yo misma quien sacó a relucir esa pregunta que podría conllevar algún riesgo, afortunadamente no resulta en el hermano de mi esposo llamándome entrometida. — No seas tan duro contigo mismo… las personas cambian por sus hijos, las cosas podrían haberse desarrollado de manera diferente — no me atrevo a decir más, no por confianza, sino por miedo a regresar dolores del pasado. Lamentablemente, es algo que nunca sabrán y, de entre todo lo malo, al final es casi bueno que no tuvieran un hijo en caso de que este hubiera terminado en el medio del divorcio.

Me muerdo el labio inferior, meditando la respuesta a esa pregunta que bien podría haber visto venir, cuando aprovecho que Hayden ha soltado el juguete que estaba babando para regresarlo a sus manos así puede seguir entretenido. — Me gustaría decir que lo primero… pero sé que no soy tan fuerte, no por mi cuenta, para alguien que ha pasado mucho tiempo sola esto te va a sonar muy incoherente, pero no soy ni la mitad de valiente que cuando tengo a alguien a mi lado — si lo pienso bien, no es tan inverosímil, todos necesitamos de alguien, es la seguridad que nos aporta el tener en quién sostenernos cuando nos caemos, y en mi caso, que tengo esa tendencia a hacerlo, estaba bien saber que tenía a alguien para pararme sobre los pies. — Pero lo intento, cada día trato de que no me defina lo que hace mi padre, o lo que dice mi hermano en una cámara de juicio. Es difícil cuando te han impuesto vivir de una manera o ser de una manera durante tanto tiempo, pero lo intento — la sonrisa que le dedico es débil, pero es al menos una sonrisa, no importa que se vea algo lastimera.

Si frunzo el ceño es porque me es más fácil controlar la expresión abatida de mis facciones, bajo la mirada hacia la manta para no tener que mirar a mi cuñado directamente a los ojos. No creo que pudiera hacerlo tampoco, sea por el sol brillante sobre mis ojos o porque sus palabras me tocan en la fibra sensible del día. Solo puedo asentir con la cabeza, manteniendo la presión entre mis labios así me fuerzo a no dejar escapar el aire en un desaliento. — Charles ha sido la única persona en mi vida que siempre me ha apoyado, ¿sabes? — murmuro cuando termina, tras unos segundos en silencio que me ayudan a recuperar la compostura. — En todo lo que he hecho, cuando ha estado presente, nunca importaron las circunstancias — cuando me quedé embarazada la primera vez, fue mi decisión el querer tenerlo, porque sabía que no me iba a dejar, que yo lo empujara después al perderlo no fue su culpa, sino la mía; también lo hizo cuando mi hermano me dio la espalda, incluso cuando me equivoqué, en mis bajadas también — Sé que ahora es mi turno de hacer lo mismo con él, con todo lo que está pasando, es solo que… vivir a base de sus recuerdos es lo más difícil que he tenido que hacer en mucho tiempo — susurro, con el recuerdo más vívido que podría tener en mis brazos, ignorante de lo que ocurre a su alrededor. — Lo extraño — digo, tengo que pasar una de mis manos por el contorno de debajo de mis al sentir caer una lágrima sin apenas rozar mi rostro, para deshacerme de las otras posibles candidatas a hacer lo mismo. — Perdón — me apresuro a decir rápidamente ante ese momento de debilidad, retirando los últimos restos con mis dedos.
Phoebe M. Powell
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Para que una persona cambie por otros— digo, —primero tiene que desear cambiar— y si no cambiamos por nosotros, ¿qué nos asegura de que un hijo habría limado los defectos de nuestro carácter y no acabara como una víctima de ellos? Phoebe lo puede entender como algo natural, al poner ella misma a su hijo por delante de todo y, ahora, con la ausencia de mi hermano, como aquello que le sirve de eje. Pero la protección materna no es un sentimiento tan instintivo como se puede creer, Abbey no lo tenía en lo más mínimo. En su momento llegué a compararla con la misma Eloise, ahora puedo decir que mi madre biológica tuvo razones, ¿Abbey? Es lo que es, y si no puedes estar con lo que la otra persona es, con su lado más honesto -porque el lado feo suele ser su lado más honesto-, una firma al final de una petición de divorcio puede ser lo mejor.

Quizá no estábamos hechos para un matrimonio, fuimos un par más del montón que pueden decir que solo fue un error, luego hay otras parejas como las de mis padres adoptivos, la de mi hermano y su esposa, que te hacen saber que puede ser diferente, y no se trata de intentarlo, de esforzarse, porque fueron muchos los años que nos ignoramos con Abbey en una misma casa por querer “intentarlo”, sino de que la otra persona vale el esfuerzo de seguir intentándolo. Me cuesta entender lo que dice de ser fuerte con alguien más, no porque me parezca que es extraño o está mal, sino porque me hace darme cuenta a mí mismo que todas las personas de mi vida, madre, hermanos, padres adoptivos, una esposa, fueron certezas de relaciones que tenía, pero siempre se mantuvieron a una distancia en la que al final todo corrió a cuenta mía y tiendo a pensar en mí cuando tomo decisiones, no en mí con alguien más, quién sea. —Lo intentas— contesto, —eso de por sí marca una diferencia, y aunque mi hermano no está cerca en estos días, puedes acudir todas las veces que necesites a lo que tuvieron y tienen— miro hacia mi ahijado, —y encontrar tu valentía en ello.

Pero es una mierda decirle a alguien que tiene que consolarse con recuerdos, no es mi intención, así suena cuando ella misma me dice que no es algo que quiera y la veo quebrarse. Coloco mi mano sobre su hombro para presionarlo con cariño, es lo triste de que una persona llore por quien supo hacer su apoyo, el resto damos un consuelo vago. El buen cielo de este día parece inadecuado, el silbido del viento es parte del silencio que dejo estar para darle a Phoebe su espacio de llorar lo que necesite llorar. —No tienes que pedir perdón por algo así— susurro. —Esos recuerdos algún día serán parte de una historia cargada con muchos otros momentos, lo tuyo no es un repaso a la memoria a partir de un final. Algún día todo esto será historia de cómo supieron ser valientes con el otro y por el otro, incluso cuando no estaban juntos— sigo. Quizá sea porque es mi hermano, porque yo mismo no quiero aceptar que puede ser distinto, no me imagino otra posibilidad que no sea la que vuelva dentro de un tiempo para entrar a su casa.
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Phoebe M. Powell
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Supongo que tiene razón, y tampoco soy la persona indicada para defender a su ex mujer, en vista de que yo ni siquiera puedo tragarla desde sus amenazas. No tengo una sola cosa buena que decir sobre Abbey, lo único que se me ocurriría decir es que si Logan pudo fijarse en ella algo decente tenía que tener, porque no creo que mi cuñado se casara solo por el beneficio de la vida compartida. La verdad que desconozco cuánto fue el tiempo que permanecieron casados, tampoco es algo que vaya a preguntarle, no considero que sea el momento y dudo que se me presente otra ocasión para hacerlo, aunque no es lo importante en este asunto. Me doy cuenta de que conozco más matrimonios que han terminado en fracaso, que relaciones que hayan perdurado. Empezando por mis padres, siguiendo por todas las relaciones tóxicas que pude llegar a ver en el norte y terminando por familia tan cercana como lo puede ser el hermano de mi esposo. Supongo que esto es a lo que se refería Hans cuando me preguntaba si estaba segura de lo que estaba haciendo, la ironía de que sea él quien esté por casarse ahora.

Me restriego el resto de lágrimas por el rostro, apartando la barbilla hacia un lado para que no sea quien tenga que soportar verme de esta manera. No acostumbro a dejar aflorar mis sentimientos frente a cualquiera, solía ser Chuck quien estaba para eso cuando simplemente no podía más, con mi hermano es imposible dejar ver algo que se le asemeje a un momento de vulnerabilidad, pero llega un momento en el que uno explota con la primera persona dispuesta a escucharte. — Si ser valiente significa tener que estar a kilómetros de distancia de Charles, sin saber qué le está ocurriendo o a lo que tiene que enfrentarse, prefiero ser una cobarde — por aceleradas que suenen mis palabras, no me arrepiento de decirlas. Daría lo que fuera por que las cosas fueran como hace tres meses, cuando recién nos estábamos acostumbrando los dos a lo que era cuidar de un bebé, como para que eso se convirtiera tan pronto en el trabajo de una madre sola. Entre todas las ironías que envuelven mi vida, ignorando las circunstancias de su partida, no puedo no pensar en la vez en que Rebecca me dijo esto mismo, que terminaría por cargar con un hijo por mi cuenta. Es entonces que uno se pregunta, hasta qué punto cuenta el desarrollo de los acontecimientos, cuando el resultado es el mismo.

Lo que estoy es cansada, Logan, cansada de que siempre sean otros los que dirigen mi vida, son quienes deciden quién es dispensable y quién no lo es, de quién se puede prescindir, sin pensar en el daño colateral que sus acciones pueden tener sobre nosotros. — le miro cuando se me pasa el momento, la conversación trasciende a otros dilemas que tengo, a pesar de que no se me hace tema a tratar delante de un niño. Si lo hago es porque estoy segura de que no recordará nada de esto, ni siquiera lo entiende y, a veces, creo que yo tampoco. — Estoy harta de ser un títere que solo se dedica a agachar la cabeza con cada cosa, ¿crees que yo hubiera permitido que Charles se fuera? ¿Pero quién soy yo para impedirlo cuando podría poner en peligro todo lo que tengo? — así es como sonó mi esposo la noche en que nuestro mundo se vino abajo, y sigo mordiéndome la lengua con respecto a ello. — Otras personas me han dicho que no deje que me pasen por encima, que me aleje de todo lo que pueda dañar a mi hijo, y que le den al resto. Claro que desearía regresar junto a mi esposo, ir a buscarlo para que volvamos a estar los tres, como debería ser, y mandarlo todo a la mierda. Pero no puedo — remarco ese puedo porque parece que el poder es algo que todos tienen a mi alrededor y que yo siempre termino sosteniendo la nada, a merced de todo el que mueva las cuerdas que me sostienen con los pies en la tierra. — Y por el otro lado está la gente cuya resolución es que las cosas son así ahora y no van a cambiar. Lidia con ello, es lo que yo entiendo, como si mi única finalidad en esta vida fuera tragar y tragar hasta que no pueda más — hasta que me ahogue, a fin de cuentas. Y yo solo puedo que esperar a descubrir qué será lo que me hunda del todo. — ¿A quién de todos hago caso, Logan? — pongo todo el peso de la pregunta sobre sus hombros, incluso cuando no es mi psicólogo ni la persona que debería soportarlo.
Phoebe M. Powell
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Todo lo que podamos decir sobre ser moldeados o no por las acciones de otros, pierde en parte su sentido cuando vemos la vida como un tablero de juego en el que siempre son otras personas las que deciden a donde mover las piezas y entran al interior de nuestras casas para seguir avasallando con sus decisiones, es algo de lo que sé que la misma Abbey es parte, la conozco tan manipuladora y fría como para que el destino de mi hermano le dé lo mismo y el de la familia que dejó. Nunca me ha gustado sentir que se me arrebata mi voluntad, trato de llevar un trabajo que no me exponga y construyo para mí espacios privados que solo me competen a mí, que controlo yo, con la particularidad de que necesariamente deben ser espacios solitarios, invitar a otra persona entrar es un riesgo. No sea que solo venga a hacer un desastre y se vaya como si nada, o lo que peor, que venga para ofrecerte su hombro y luego lo retire. Pero sabiendo lo que todos sabemos, que muchas cosas escaparan de nuestro control cuando vamos dando tropezones por la vida, dejar entrar a una persona es una elección que hicimos en un momento a riesgo de lo todo lo que vendría y por algo lo hicimos.

Phoebe— la llamo al colocar una mano en cada uno de sus hombros así puede mirarme y respiro hondo al no poder darle la respuesta que necesita, quizás no la haya. Si no hay respuestas, en ocasiones se trata de que no es esa la pregunta que debe ser, necesitamos que algo cambie que nos lleve a replantearnos lo mismo de otra manera. —También en esto, hasta un punto llegaba lo que podrías decidir tú y a partir de ese punto lo que decidió mi hermano, las circunstancias que pueda parecer que nos imponen otras personas también nos alcanzan hasta cierto punto— dejo caer mis manos. Necesitamos creer esto, necesitamos convencernos a nosotros mismos que nuestra voluntad es real, que lo que hacemos y elegimos tiene un sentido, que no se esfumara un buen día como si todo en lo que comprometimos nuestros sentimientos pudiera haber estado hecho de niebla. ¿Qué sentido tendría entonces? ¿Qué clase de carcaza vacía con rostro humano somos si nos llenamos de cosas que deciden los demás? —Pero nadie está contando las respiraciones que exhalamos, ni coloca uno de nuestros pies por delante del otro para hacernos andar, hay un espacio en el que nuestras decisiones importan y sí, a veces hay que construirlo, hay que conquistarlo con carácter al enfrentarnos a otros, saber sostenerlo, defenderlo.

Siento un nudo doloroso en la garganta por lo que voy a decirle, porque quisiera seguir insistiendo que mi hermano volverá, que eso bastará para que la carga del mundo que lleva a cuestas, ya no hará que se sienta cansada porque habrá conseguido imponerse al azar de la vida que nos da y nos quita. —No tienes que hacerle caso a nadie. Porque eres tú la que tiene que elegir que hará, porque son pasos de bebé los que vamos dando al ir eligiendo, al ir tomando decisiones. Es algo que se practica, al principio con miedo a que pueda salir mal, a que sean elecciones equivocadas, después cobra fuerza, muchas veces tendrás que ir a contracorriente, y llega a cobrar tanta fuerza… que el universo comienza a entender que eres quien decide sobre tu vida— digo, cargo mi pecho de aire al soltar lo siguiente en un suspiro: —Y Phoebe, hasta un punto podrás decidir tú, a partir de ese punto siempre dependerá de la otra persona y del mundo. Pero si en lo que te correspondía a ti, lo diste todo, nunca te arrepientas de ello. Porque habrá veces, lo juro, habrá personas, habrán circunstancias, que responderán de la manera en que mereces— susurro, quizás no, quizás nunca es suficiente cuando hay algo o alguien muy puntual que de faltar, hace que se sienta que falta todo, por eso también es necesario elegir en un primer momento aquello que nos de la confianza de que sabrá respondernos y no será una batalla perdida de antemano en la que nos quedaremos luchando solos. Eso me lo que quedo para mí, porque me sirve para mis propias decisiones a futuro. Por mi parte quiero creer que en lo que respecta a la historia de mi hermano con su esposa, el amor que ella puede sentir sí tiene la fuerza para conseguir que el universo le responda de la manera que merece.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Levanto la mirada del suelo para encontrarme con sus ojos claros al tomar mis hombros. Siento que estoy recibiendo el comentario de una persona mucho más sabia que yo y, honestamente, podría ser así. No me considero la persona más inteligente en cuanto a estudios profesionales, puedo saber en base a la experiencia, pero a veces uno necesita de la opinión fundamentada de alguien que sabe expresarse con las palabras correctas. — Pero no es así, no realmente… — sigo, estoy aprovechando este descargue para soltar todos los pensamientos que llevo acumulando en las últimas semanas, luego me tendré que disculpar por haberle hecho escucharme en estas cosas sin pagarle al menos un galeón. — Dicen que tenemos opción a decidir cuando están haciéndolo por nosotros, todo el rato… con esta falsa imagen de que nuestra vida nos pertenece. — sueno un tanto pesimista, soy consciente, tanto como de que hay una parte de gran verdad en nuestras palabras. — Ni siquiera le gustaba su trabajo… — murmuro después de un rato en silencio, regresando la vista hacia la cabeza del niño a pesar de que el pasearme dos dedos por mis cejas me obliga a cerrar los ojos un momento. — No le gustaba y mira a dónde lo ha llevado, a tener que marcharse para no saber cuando volver — solo de pensarlo me entra la angustia de todos los días cuando se repite este momento. Siempre hay uno, siempre hay un lugar en el día para hacerlo, demasiado tiempo muerto para que el silencio acuda como desconsuelo. No, mi hermano no tenía razón, no se hace más fácil con cada semana que pasa, lo que ocurre es que uno se acostumbra a ocultarlo y dejarlo para otra ocasión. Por mucho que digan, uno no se familiariza con el hueco que alguien dejó atrás, nunca.

Aun así asiento con la cabeza, para darle la satisfacción de que le estoy escuchando y de que tomaré su consejo como lo hago cada día con otros tantos. A fin de cuentas de eso se trata, de tomar lo que te dan y hacer lo mismo para con otros, en un mecanismo de retroalimentación. — Supongo que sí — le doy la razón, tampoco puedo ir en contra de un pensamiento que comparto a pesar de que me ha llevado hasta este punto en el que dudo de lo que me pertenece y lo que no son más que cosas que el resto se dedica a balancear sobre mi cabeza para ver si caigo. De mi lado tengo el saberme fiel al sentimiento que me une en matrimonio a mi esposo y, aunque no tuviera un anillo en el dedo, sé que no habría diferencia alguna. La distancia no está de nuestra parte, eso es más que evidente, si es que mis nuevos vecinos ya se han dado cuenta de ese detalle, solo me queda confiar en que podremos con esto tal y como hemos podido con otras cosas, incluso cuando no hay la que se asemeje en lo más mínimo. — Creo que por hoy ya has tenido suficiente de mis dilemas existenciales, gracias por escucharme, Logan — que lo haya hecho sin protestar una sola vez es algo que merece de agradecimiento, así que le sonrío por eso. — Siento que hoy no será el día en que pueda grabar a Denny riéndose — declaro, sujetando al niño fuerte entre mis brazos al pasar a levantarme. — Fue agradable pasar tiempo contigo, pero creo que abusamos de tu tiempo libre — que puede ser el padrino de Denny, pero eso no significa que no tenga vida propia que atender como para demandar su tiempo de manera descarada.
Phoebe M. Powell
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Pero necesitamos creer que nos pertenece, no solo por nosotros, sino por un niño sobre el que tengo una cierta responsabilidad que me hace desear que en la vida podamos mantenernos en lugares como estos, que parecen ajenos a todos y se crea una de esas espumas de jabón que hace unos minutos flotaban en el aire, para que podamos meternos en ellas. Así como Phoebe, me gustaría poder esconder a mi ahijado en una de esas hasta que tenga al menos cinco, diez años. Pasarán los años, saldrá de esa burbuja y se encontrara con el mundo así complejo como es, en el que demasiadas cosas tiran de uno y la injusticia de que a mi hermano su vida nunca le perteneció, como para tener que marcharse también por mandato de alguien más, espero se revierta en Denny. No estuve con mis hermanos cuando crecían, esa injusticia también espero revertirla, una vez fui un niño tan asustado como ellos cuando estábamos desamparados a lo que un orfanato decidiera sobre nuestros destinos y ahora que miro en sus brazos a quien se parece tanto a Charles, a Eugene, a la misma Eloise, tan distinto a mí que me parezco a un hombre de mis primeros años y que se desvaneció en el aire como si nunca hubiera sido real, me veo más grande, más sabio, puedo seguir creciendo con Denny.

Me paro en el mismo momento en que lo hace Phoebe, camino hacia ella para rodearlos a ambos en mis brazos para un gesto que me hubiera gustado darle a mi hermano de saber que se marcharía sin una fecha fija de regreso, tal vez quedó pendiente porque eran ellos quienes lo necesitarían luego y es un abrazo que llega tarde hasta para mí, para abarcar a un pedazo de mi familia, como tendría que haberlo hecho hace veinticinco años y es como debe ser en este presente. —Estoy para escucharte, Phoebe— le aseguro, aunque sienta que me falta tanto para saber cómo podría hacerla sentir bien, posiblemente porque no es tiempo aun de que se sienta bien, ella lo dijo. No es momento aun para estar bien, solo estar. —Y ya habrá otros días para que sonría, el verano es largo, ¿no?—. Coloco mi mano sobre la cabeza rubia de Denny al apartarme. —¿Puedo?— pregunto al tomarlo con cuidado por debajo de sus brazos para cargarlo y que no se desarme con mi agarre, que sigue pareciendo frágil por más que haya ganado peso. —No es abuso de mi tiempo libre— digo con una sonrisa honesta al estirar mis brazos lentamente para darle altura a Denny sobre mi rostro, —es mi ahijado y una parte de mi tiempo y todo mi reino— bromeo hacia los ojitos claros que me miran, —le pertenecen, para toda la vida—. Mi mente evoca rápidamente lo que fue mi discusión con Abbey sobre tener hijos, si esa fuera la única razón por la que nos separamos, le diría que esa fue una idea suicida que me planteé solo por creer que había alguien con quien llevar adelante ese plan, desde entonces es la posibilidad más remota entre mis pensamientos. Pero, por encima del miedo inicial de saberme como compañero de un bebé, encuentro en Denny –al que muevo para que el sol le dé en la espalda y se forme una aureola de luz sobre él- un lugar al que me gusta pertenecer. —Ustedes son mi familia, Phoebe. He perdido demasiado tiempo lejos de mi familia y ya no quiero hacerlo, quiero poder estar— susurro al traer al niño de regreso a la seguridad de apoyar su cabeza sobre el pecho de alguien y acaricio su frente con mi pulgar, recordando tan claramente los rostros de pequeños de Charles y Eugene hasta que se desvanecen, para que solo me quede mirando el de Hayden.
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