The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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No te estoy llevando con ninguna psicomaga— se lo aclaro por enésima vez para que no se pegue la vuelta para irse por donde vino, —hablar con ella te hará bien, a mí todas las cosas me quedan más claras cuando las charlamos entre los dos— lo hago sonar así, como si fueran pláticas de café y me reservo decirle que las primeras veces que me acerqué a Phoebe fue para pedirle que me tirara las cartas, ya me puedo imaginar la reacción de Alecto si le digo que estamos yendo con una vidente. Por si las dudas, le pedí a la misma Phoebe que lo mantengamos en reserva hasta que veamos que puede asimilarlo como un rasgo más de su personalidad y no como una razón para que diga que todo esto es ridículo. —No estás durmiendo bien, hablas en sueños y te despiertas gritando nombres, y si no descansas, ¿cómo esperas poder hacer las rondas que te tocan sin tener los sentidos alertas?— apelo a su trabajo y a la parte más lógica de esto para que no pueda refutarlo, porque si entro por el lado de que necesita hablar con alguien de todo lo que está pasando en la base de seguridad que ahora estrena a su madre como ministra, no voy a conseguir nada o solo un «estás siendo dramático».

Se me hizo incómodo, pero necesario, luego de carraspear tres veces sobre mi taza de café, decirle que al parecer tiene una fijación con el apellido Lackberg porque se lo escuché mascullar en sueños. Decidí no darle muchos días para pensar luego de proponerle venir al distrito cuatro, en todo caso es sábado por la tarde, así que si se arrepiente a último momento y no cruzamos la puerta de la casa de Phoebe, siempre queda ir a arrojar piedras al mar y que enumere todas las cosas que le molesta de su madre para que quede en el fondo, como un tipo de terapia alternativa. —No te pido que le cuentes nada en detalle, cuando conozcas a Phoebe— es la primera vez que uso su nombre para presentarla, —por ti misma verás que es una persona que te inspira cierta paz— si su hermano me despide, siempre me queda pedirle a ella que me contrate como secretario.

Como es mi día de descanso de la oficina, me sorprende que quien me abre la puerta es la jefa que tengo entre semana, en brazos de su hermana mayor, mirándome con sus grandes ojos negros como si ella también se preguntara qué hago aquí. —¡Hey! ¿Vinieron a visitar a Denny?— pregunto a modo de saludo, tomo la manito de Mathilda para que sus dedos se cierren alrededor de los míos y poder sacudirla, a lo que responde sin prestarme verdadera atención porque ya tiene sus ojos puestos en la chica que está parada a mi lado. —Ah, por cierto… Alec, ellas son Meerah y Mathilda, sobrinas de Phoebe— hago las presentaciones como corresponde con la mano que tengo libre para señalarla a cada una. —Ella es Alecto. No se conocen, ¿verdad?— que quizás la han visto alguna vez trabajando, lo que no dudo es que la auror sí conozca a ambas hijas del ministro Powell.
Anonymous
Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Todo esto es ridículo — repito, como parte del repertorio que saco cada vez que David se comporta como un inoportuno dramático, cuando no está en su parte el serlo, porque ni siquiera tiene que ver con él. A veces pienso que toma la posición de exagerado por los dos, acostumbrada a mi manera de lidiar con mis propios asuntos, hacer un espectáculo de ellos como mecanismo de adaptación no entra en mi modo de hacerle frente a las cosas, así que no es sorpresa que me encuentre insistiendo en su manía de verlo todo como una gran preocupación. — No sabía que estuvieras dentro de mi cuerpo para saber con tanta precisión si duermo o no duermo bien — bufo, porque esta es mi nueva personalidad cuando veo que él sí que se las viene de psicólogo y pone en evidencia muchas de las cosas que estas semanas me han estado golpeando dentro de la cabeza una que otra vez. Mi madre, entre ellas, puede que se me haya escapado el nombre de Lackberg en un par de ocasiones mientras duermo, de acuerdo, pero nadie me ve teniendo la reacción que está teniendo él. ¿Por qué no me sorprende que su modo de solucionar sus problemas sea acudiendo a una gurú espiritual o algo por el estilo?

Conozco el cuatro, he crecido aquí, entre sus playas y acantilados, más cerca de la arena y la hierba de sus alrededores que del agua en sí, pocos saben que no soy muy fan de esta y vivir en un distrito rodeado de agua lo convierte en toda una ironía. Pero hace tiempo que no piso este lugar, y no hace falta que diga que si mis padres se enteran de que he puesto pie en el distrito y la idea de visitarlos ni se me ha pasado por la mente… Bueno, la verdad es que ni siquiera me importa su reacción a eso. — ¿Qué? — se gira en un movimiento cortante mi cabeza en su dirección cuando menciona ese nombre y no pretendo disimular la estupefacción en mi rostro. No conozco muchas Phoebes en mi vida, no es un nombre especialmente común y dado que se relaciona con una persona en concreto en mi cabeza, ni de coña estoy dispuesta a pasar por esto. — ¡De ninguna manera! ¿Has perdido la cabeza? — bueno, quizá debería calmarme, no es una reacción que se esperaría de alguien que no tiene nada que ver con esta persona. Pero vamos, que ese no es el caso y el hecho de que me haya traído hasta aquí, en esta encerrona, me dan ganas de golpearlo o de desaparecerme del lugar sin siquiera darle ninguna explicación.

Para mi propia desgracia la puerta de la casa se abre mucho antes de que pueda decirle nada, y me encuentro observando a una niña rubia que carga con una bebé rechoncha en brazos. Me encantaría poder asesinar a Dave ahora mismo, pero me tengo que conformar con mostrar una sonrisa forzada que me estira las mejillas de una manera para nada natural. — No, no nos conocemos — no como a su padre, con quién tuve la oportunidad de charlar una vez que lo acompañé al norte. Bien, ni he puesto un pie en la casa y ya tengo la necesidad de salir corriendo. En cuanto me aseguro de que la cabeza rubia no nos está escuchando, lo fulmino con una mirada asesina. — No me gustan los niños — farfullo, no es tanto una mentira si tenemos en cuenta que no es que me caigan mal, es que incoherentemente no les desagrado tanto como me gustaría y eso hace parecer que me gustan. — ¿Qué mierda hacemos aquí? Es obvio que no es el momento — le murmuro al fijarme en el interior de la casa, no me es difícil asimilar las cajas como una interrupción en plena mudanza. De verdad, que voy a matarlo.
Alecto L. Lancaster
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Bien. Con esto de la boda de Hans y Lara, y tras un par de charlas productivas con la gente que realmente podía saber lo que estaba de verdad pasando por mi vida, había decidido poner una especie de pausa y comprometerme a volver a poner un orden a… bueno, todo. Y vaya que esa pausa me había servido. Maeve tenía razón y el mundo no había parado mientras yo actuaba a mi anojo, y cuando pude detenerme a contemplar mi alrededor había descubierto que estaba mucho más perdida de lo que creía. En definitiva el mundo no se había quedado quieto y era hora de darle carrera.

Reorganizar mi pieza, mi placard y lo que quería que de ahí en adelante fuese mi horario me había tomado todo un fin de semana completo. El resultado había sido mucho más favorecedor de lo que pensaba así que, además de tener una habitación más acorde a mis gustos actuales, también había podido poner en orden el planificador que llevaba en la tablet. Odiaba tener que usarlo, pero la semana de prueba me había demostrado que en verdad era útil y que podía ser una persona sociable que dedicaba tiempo a cada actividad en lugar de ir corriendo de un lado a otro. ¿Lo divertido del asunto? Sentía que ahora hacía más cosas que antes, pero al tenerlas mejor distribuidas podía respirar, tomar pausas y disfrutar. Supongo que escuchar a los demás también era algo que tenía que hacer más seguido.

El tiempo libre que me había hecho me servía también para estar más presente con mi familia, lo cual me permitía otra vez, ser capaz de ayudar a Phoebe en una nueva mudanza. Y de estar para ella en general, que con esto del trabajo del tío Charles… Ya, aprovechaba la visita a mi tía para poder ayudarla, y de paso libraba a mis padres para que pudiesen tener algo de tiempo a solas. Tener una bebé, una adolescente, y una boda en puertas… bien, lo admitía, no estaban tan estresados, pero era bonito tener este tipo de gestos. Siempre y cuando Mathilda aprendiese que Hayden no era uno de sus muñecos. - ¡No Tilly! De los pelos no… - Apoyo la caja que llevo en las manos y voy a vigilar a que mi hermana no deje pelado por completo a mi primito más pequeño, Tilly tenía una manera algo efusiva de demostrar su amor y Denny aún era demasiado pequeño para soportarlo por completo. Levanto a mi hermanita del suelo y trato de retarla con algo más de seriedad, pero me veo interrumpida con el sonido del timbre. - ¡Yo voy! - El aviso es para Phoebe, que anda en el otro cuarto haciendo no sé qué. - ¡Dave! Algo así… Un gusto. - Observo a la muchacha que lo acompaña y trato de no doblar mucho el rostro cuando trato de pensar de dónde le veo cara conocida. - Mmmm, ¿sabía Phoebe que venías? Pasen igual, es una zona de guerra pero creo que no debería haber problemas. - Que no era muy lindo el quedarse en la puerta en estos tiempos.
M. Meerah Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Puedo decirle que no a mi hermano, o hacerme la desentendida cuando llama para preguntar si necesito ayuda, desde su visita han sido frecuentes ahora que contesto el teléfono cuando suena, pero no puedo decirle que no a mi sobrina, así que es la razón por la que hay más ruido en la casa que en estos días. He descubierto que, después de todo, me viene bien la compañía, de modo que tampoco tenía una verdadera razón para negarme. Siguen siendo tiempos complicados y sensibles, pero estar con gente alrededor hace que no tenga que estar las veinticuatro horas del día pensando en cosas que no poseo el poder para solucionar, y es el motivo por el que últimamente también me dedico a intentar hacer más planes, incluso aunque solo sea dar un paseo por el vecindario con el carrito del bebé. A veces una cosa tan simple como esa es todo lo que necesito para acabar el día con mejor ánimo.

La cosa es que se suponía que Meerah había venido a ayudar, pero su hermana no está por la labor de hacer lo mismo y nos hemos pasado las últimas horas pendientes de que no le meta un dedo en la nariz a su primo o le tire de los pocos pelos que le han salido en la cabeza. Es rubio, así que parece que tiene menos cabello del que en realidad posee, pero eso no es un impedimento para que Mathilda le agarre de la cabeza, lo que me hace pensar que se los va a arrancar de cuajo cualquier día. Se ha hecho rutina en la tarde escuchar a Denny llorar más veces de las que lo he escuchado en toda su corta vida, quizá esté exagerando un poco, cuando su prima le quita el chupete para llevárselo ella a la boca y el salón se convierte en una piscina de llanto al no llegar a un acuerdo entre ambos. Son bebés, tampoco es que puedan decidir mucho, ¡pero también son primos! Una enseñanza de como compartir no les vendría mal.

No me espero el sonido del timbre y, a pesar de estar en la habitación contigua, puedo escuchar a Meerah decir que ella se encarga de ver quién es. Los ojos se me salen casi de las órbitas cuando reconozco una de las voces en la puerta y maldigo por lo bajo por no haber caído antes. Atravieso el salón, tomando al niño en brazos antes que dejarlo sin supervisión para acercarme rápidamente a la entrada con la expresión de culpabilidad plasmada en todo mi rostro. — Perdón, perdón, perdón, perdón, soy un completo desastre, juro que pensé que no habíamos quedado hasta dentro de dos días — trato de disculparme, pero de nada sirve hacerlo cuando ya están aquí. — Meerah ha venido a ayudarme con algunas cosas — por si no era evidente por el otro desastre que hay montado dentro de la casa. — Pero pasad, pasad, ¿puedo ofreceros algo? — sí, ahora he adquirido esta manía de convertirme en camarera cada vez que alguien viene a casa incluso cuando soy consciente que mi nevera no se asemeja precisamente a la de un bar. — De verdad que lo siento, no sabes cuantas cosas tengo en la cabeza estos días. Encantada — a pesar de que lo primero va en dirección a Dave, lo último se lo digo a la invitada.
Phoebe M. Powell
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Invitado
Invitado
Solo… dejo pasar lo que dice, hago oídos sordos al comentario. Puede bufar todo lo que quiera, por la costumbre aprendí a hacerme el desentendido fingiendo que algo más tiene toda mi atención, como las muescas en la madera de la puerta mientras espero que se abra. —¡¿Por qué pedirte que hables con una persona suena tan descabellado?!— me sorprendo de su reacción, ni que le hubiera dicho que dentro hay un ejército de elfos navideños, de esos que odia. —Sé que no te va a gustar lo que te lo diré, pero quizá se te está pegando un poco lo drama…— aprieto mis labios en una mueca que se regodea de poder decírselo, ¡que es Phoebe! No conozco otra persona en todo el país que puedas ir a ver con la tranquilidad de que no pasará nada, ni te verás involucrado en enredos políticos o revueltas. Ese es el contexto en el que nos encontramos.

Estaría más a gusto si pudiéramos entrar sin tantas vueltas y Alecto en sus treces que me hace dudar de que fuera a atravesar el umbral de la puerta. —No lo digas enfrente de ella, te escucha— contesto en un susurro a su comentario dicho por lo bajo, muevo mis ojos para señalar a Mathilda. No sé si Meerah no la escuchó o prefiere mostrarse amable para que entremos de una buena vez, que por el revuelo que hay dentro, no creo que ni con un ejército de elfos podamos dar un orden a todo esto, ¿y Phoebe lo está haciendo sola? —Ella es Alecto, la amiga de la que te hablé— la presento, jugando con mis manos en el aire para apuntar primero a una, luego a la otra.  —Y ella es Phoebe, la amiga de la que te hablé—. Me muevo hacia un lado para ir hacia Meerah y tomar a Mathilda por debajo de sus axilas porque está a punto de echarse a volar para que la recoja, con esa insistencia suya cada vez que quiere ir hacia algo, creo saber qué es lo que espera alcanzar y desea mi complicidad. —No es que no le haya hablado de ti— murmuro cuando estoy cerca de Meerah para hacer pasar a la bebé entre brazos, —es que lo nuestro es secreto— bromeo en un susurro, quizá lo hago de manera inconsciente, no suelo mencionar a nadie que esté vinculado con el nueve como una manera de protegernos.

¿Dónde está Denny?— pregunto en un tono más alto al avanzar hacia la sala donde espero ver al bebé rubio que todavía es una bolita indefensa a los dedos de su prima mayor. —Veníamos a conversar un rato, ¿pero necesitas ayuda? ¿Quieres que movamos algo?— consulto con Phoebe, aunque por el vistazo que le echo, tal vez pedirle que pare por un momento no sea una mala idea. Hasta ahora no he tenido la oportunidad de una charla en forma por lo que me enteré de su marido y no estoy seguro de querer preguntar delante de Meerah yAlecto, no porque a mí me falte confianza con ellas, sino porque sería pedirle a Phoebe que hable de algo para lo que quizás no querría tantos oídos presentes. —Podemos encontrar con Tilly algo de que ocuparnos, ¿verdad — inquiero mirando a la niña, —… que le dé a Denny unos minutos de paz— agrego y me acuclillo para quedar a una distancia más cercana de los ojos azules del bebé, que se ven tan grandes como los de Tilly, estos niños que tienen esa manera de querer abarcar todo el mundo con la mirada. Rodeo con mi brazo al bracito de Tilly que sale disparado para que sus dedos puedan manotear unos pelos que, por suerte, no alcanza. Tomo su mano y hago presión en la palma con el pulgar para que abra los dedos, así puedo guiar una caricia por la frente de su primito. —Así, suavemente… ¡No! ¡Tilly, no!— me pongo de pie de un salto cuando está claro que es una mala idea hacer de mediador. —¿Hay algún armario que podamos mover con Tilly?
Anonymous
Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Ruedo los ojos de manera exagerada, pero de forma que solo puede percibirlo mi compañero cuando me giro hacia él, que la razón por la que estemos aquí es precisamente porque se está comportando como un dramático, de nuevo. De modo que soy yo la que tiene que actuar como si todo esto fuera una idea genial, y sonreírle a la niña en lo que entramos al interior de la casa, para colmo ni siquiera esperaban nuestra visita y eso me hace mirar a Dave con una cara de te lo dije todavía más exagerada que la anterior. — Igualmente — me fuerzo a decir cuando nos presenta y no me queda otra opción que ser amable, porque no estoy por quedar mal delante de los que se supone que son mis sobrinos postizos, o algo así, esos que me observan como la extraña que soy y puedo sentir los ojos oscuros de ambas puestos sobre mí.

Casi estoy por zafarme del brazo de Dave cuando se mueve hacia el interior con total naturalidad, mientras yo estoy aquí, adquiriendo el trabajo que tendría un cactus al ponerme en un modo planta en medio de la sala, sin saber muy bien qué hacer o qué decir cuando el tema de conversación se centra alrededor de los bebés. Genial. — Bonita casa — murmuro, con tal de decir algo para no quedarme con esta sensación incómoda, esa que se acrecienta cuando caigo con las miradas y el pensamiento de que quizás no es el mejor de los comentarios a juzgar por las cajas amontonadas por todas las esquinas. Y así es como descubro que tengo más ganas de salir por la puerta ahora que de ponerme a discutir con bebés.

Tras ese silencio incómodo, me aclaro la garganta para hacerme escuchar, cuando solo necesito que Dave lo haga, y es precisamente lo que hago cuando recibo su atención y puedo moverle mis cejas señalando la esquina de la sala. — ¿Puedo hablar contigo un momento, Dave? — sonrío en una mueca para los demás como si no fuera de importancia, cuando toda la expresión de mi cara cambia al esconderme tras su figura cuando viene hacia aquí. — ¿Es que acaso estás demente? — sí, puede que lo diga en un pseudo grito en mitad de mi susurro, haciendo gestos con mis manos al señalarme mi propia cabeza, dejando caer los brazos seguidamente. — ¿No se te ocurrió que quizá hubiera estado bien que me dijeras a quién íbamos a visitar? ¡Dave! — lo golpeo, tengo que mover un poco la cabeza para mirar detrás de él como forma de asegurarme de que no nos están prestando atención, ni escuchando. — Ni se te ocurra decir nada al respecto, ni una sola palabra, pero mi madre hace un tiempo me dijo quién era… bueno eso, mi padre, o lo que sea. — que saque sus propias conclusiones, pero la mirada que le lanzo debería dejar en claro a quién me estoy refiriendo, si no es por el espectáculo que estamos montando, debería reconocerlo. — Por dios, Dave, vámonos de aquí, en serio — porque como se le ocurra decir algo al respecto, lo mato aquí mismo.
Alecto L. Lancaster
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M. Meerah Powell
Fugitivo
No iba a negar las palabras de David y decir que de hecho no la había escuchado, pero tampoco se me hacía necesario el andar criticando en voz alta cuando sabía lo incómodo que podía ser el llegar prácticamente a lo que era una zona de guerra con bebés si es que solo estaban esperando ver a mi tía. La cual, vaya y sea de paso estaba tan saturada en estos días que estaba punto de plantar un campamento en su sala para ayudarla… sino fuese porque rompería todo el esquema que estaba tratando de darle a mi vida. ¿A quién quería engañar? si me lo pedía era obvio que me quedaría, el tema es lograr que me lo pida.

Me quedo al margen en lo que presenta tanto a Alecto como a Phoebe y solo vuelvo a la conversación cuando Dave toma a Tilly de mis brazos porque la muy traidora quería ir con él. No la culpo, pasa más tiempo al día con Dave antes que conmigo, pero que quiera salirse de mis brazos cuando yo la tengo… Traición. Las anotaría a todas en un cuaderno y se las recordaría en el futuro solo por el hecho de que somos hermanas. - Con comentarios como ese, no me sorprende que Hans vaya malinterpretando nada. Puedes justificarlo más sencillo con el “soy amiga de Charlie” sin secretismo de lado. - Le aseguro también entre susurros que se muestran algo jocosos. No iba a enojarme por no haberle hablado de mi a alguien.

- Si son invitados, antes de que se pongan a hacer algo mínimo deberíamos tomar unos minutos para tomar o comer algo. - Aseguro. Que Phoebe ya ofreció, y no viene mal un descanso de toda esta vorágine que es la mudanza. - Meyer, como quieras mover algo pesado con mi hermana cerca te aseguro que ya me aprendí el hechizo que mi padre utilizó en la boda. Ni se te ocurra. - Es mi advertencia cuando escucho su pregunta luego de pasar unos segundos con los bebés. Me volteo hacia Phoebe mientras encamino mi camino hacia la cocina. - Puedo ir a preparar algo si es que tienen que hablar. No me molesta. - Que ya por lo visto la tal Alecto no se siente muy cómoda y no sé si yo sea un factor en ello.
M. Meerah Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Me agacho para tomar al niño entre mis brazos cuando pasamos a estar todos dentro de la casa y, más específicamente, en el salón donde estaban los niños jugando no hace menos de unos minutos. — No hace falta, gracias — murmuro, apenas forzando una sonrisa débil en mis labios, que no era para mover muebles para lo que han venido y ya demasiado avergonazada estoy por haberme olvidado de nuestra cita como para pedir que se pongan a embalar cajas. — A Meerah y a mí seguro nos viene bien un descanso, ¿verdad? — le dirijo una mirada a mi sobrina en búsqueda de un apoyo que no creo que cueste tanto conseguir, que lleva toda la tarde de un lado para otro de la casa entre los niños y lo que hemos ido amontonando dentro de las cajas, así que esto viene más por ella que por mí y aprovecho que sus palabras coinciden con mi opinión para sonreír hacia la dúo. — Meerah es muy buena dando consejos también, entre las dos, tres… seguro que podemos ayudar en lo que sea — que si bien no tengo mucha idea de lo que en verdad ocurre, espero que con todo esto se pueda aclarar.

Si es que quieren, claro, no hace falta darle mucho tiempo a analizar la expresión de la chica para darse cuenta de que no está especialmente cómoda entre nosotros. Puedo entenderlo, no a todo el mundo le gustan los bebés y yo también me sentiría cohibida de estar en un lugar donde todos se conocen menos yo. Sentirse como un extraño nunca es un sentimiento agradable, lo sé bien. — ¿Ocurre algo? — murmuro al ver que se recluyen en una esquina, girándome hacia Meerah como comprobación a que no debo ser la único que lo notó. — Os daremos un minuto, mientras tanto iremos a la cocina a preparar algo para beber, os esperamos allí — repito las palabras de mi sobrina, que no planeo dejarla de lado, así que recargo el peso de Hayden sobre mis brazos y sigo a Meerah en dirección a la cocina, dejando a Tilly con Dave, que no me preocupa siendo que está acostumbrado a cuidar de ella. — ¿Quieres un zumo o…? — le digo a la rubia cuando entramos en la cocina, ¿pero por qué siempre ofrezco zumos? Que sé que es de lo que suele haber en la nevera, pero aun así… — Lo lamento, Meerah, no recordaba que iban a venir, sea lo que sea podremos arreglarlo rápido y luego podemos hacer lo que quieras, ¿sí? — la miro con algo de culpabilidad en el rostro, que no deseaba que se sintiera excluida y algo en su comentario anterior me ha dado la pista.
Phoebe M. Powell
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Invitado
Invitado
Me hace sentir culpable que nuestra visita le haya caído a Phoebe como una interrupción a sus tareas de mudanza, tampoco creo que esté bien pedirle a Alecto que se ponga a mover cosas, así que no se bien cuál de todas las sugerencias tomar y espero a que sean ellas quienes decidan qué hacer, yo solo quiero una misión imposible para Tilly así se mantiene ocupada en otra cosa y preferentemente que no sean los pocos pelos de Denny. —En algo tiene que usar toda su fuerza— le explico a Meerah alzando los bracitos de su hermana para mostrar los gruesos que son y los uso también para cubrir sus orejas, —que no sea su primo—. Hay que darle tiempo al bebé para que aprenda al menos a sujetar su biberón con seguridad y a poder arrojar pelotitas, así estará en cierta igualdad de condiciones para los verdaderos dramas que se suelen surgir entre primos.

Me siento como el mismísimo Denny cuando Phoebe y Meerah toman la salida de ir a buscar algo para beber, y yo tengo que hacer frente a lo que sea que Alecto va a decirme que nadie más puede escuchar. Lo bueno es que me han dejado a Tilly y ha podido escuchar la fama que tiene, la tendré de mi lado para defenderme si hace falta, pero por las dudas la bajo al suelo. —No pensé que iba a ser así de incómodo venir a ver a Phoebe— pienso y lo digo en voz alta, estoy buscando una explicación de su parte para entender por qué camina por esta casa como si estuviera pisando agujas. —¡¿Desde cuándo visitar a una amiga es demente?!— me exaspero, mi mente por si sola puede dar vueltas entre todo lo que podría salir mal y nunca consideró que la casa de Phoebe sea una zona de minas o algo así. No entiendo, por donde sea que lo mire, que esto sea lo que Alecto tome para poner mi mente en jaque y que me vea rodeado de un montón de signos de preguntas, que se sobresaltan por el golpe que se viene. —¡Te dije que íbamos a visitar a Phoebe!— me defiendo, froto mi hombro porque pese a lo delgada que puede ser, los puñetazos se sienten. Olvido que nunca mencioné el nombre de la amiga a la que visitaríamos, por andar hablando en cambio de sus virtudes como buena escucha, y vaya a saber por qué el que viviera en la playa lo consideré un dato más relevante.

Claro que no voy a decir nada… en primer lugar, no sé qué podría decir. —Aguarda— pido, dejo fuera de toda discusión a Phoebe y a la gente de esta casa, al no ver la asociación posible entre lo que me está diciendo ahora y el que se quiera ir, me centro en lo que considero lo más importante o al menos para mí. —¿Te dijo quién era tu padre?—. No me pondré en plan de por qué no me lo contó porque es una de dos, fue solo un nombre entre un millón de nombres de una persona que vaya a saberse quien es o no creyó que tuviera trascendencia hablar de él, como si podría ser enterarte que tu madre es quien incluso escaló a ministra en fechas recientes. —¿Qué tiene que ver eso con Phoebe?— pregunto, el hermano o siquiera el esposo de ella no tienen edad para haberse cruzado con su madre alguna vez, como para querer huir nada más verla. —Escucha…— lo digo con la intención de calmarla y coloco mis manos sobre sus hombros con la posibilidad abierta de que vuelva a golpearme. —Nos iremos, si eso es lo que quieres— que no pierdo de vista que estamos aquí por su estrés en primer lugar, como para colaborar con este, —pero me explicarás por qué tenemos que hacerlo y…— ¿qué sigue al hecho de que no pueda desahogarse con Phoebe? Sugerir un psicomago se me hace violento, no siempre hace falta llegar a ese punto, a veces solo que alguien escuche y tenga palabras que orienten. —Será una larga charla, ya se me ocurrirá algo.
Anonymous
Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
¡No me dijiste que íbamos a visitar a todo el árbol genealógico de la familia Powell! — en serio, suficiente tengo con uno como para tener que lidiar con esto. Por supuesto que Dave tenía que venir con su onda de querer arreglar a todo el mundo, ¡pues le diré yo algo! Hay algunos casos en los que las cosas rotas no se pueden volver a pegar, no importa el pegamento que se trate de usar, debería aprenderlo antes de tratar de ayudar a cada cosa que se le cruza en el camino, primero vienen los humanos, luego los fantasmas, ¿y qué será lo siguiente? ¿Que intente solucionar los problemas de un caracol? Bufo con molestia, cruzándome de brazos de manera arisca hacia con su persona, no sin pretenderlo, es la cosa de que sus intenciones sean buenas, que no te puedes enfadar con alguien que solo está mirando por tu supuesto “bien”. — ¿Qué habíamos dicho de que me dijeras antes de hacer las cosas? — tuvimos esta conversación como cincuenta veces en el pasado año, ¿tengo que recordarle lo del perro? En fin.

Les dedico una mirada a las Powell de la sala cuando hacen su salida hacia la cocina, mientras a mí me dejan con las ganas de marcarle mi puño a Dave en el estómago. Por suerte me controlo lo suficiente como para no hacerlo y decir: — Claro que me dijo quien era mi padre — ruedo los ojos, como si fuera una completa obviedad, cuando la realidad es que no lo es tanto, no para él al menos, o cualquiera. — Nada, no tiene nada que ver, olvídalo — resoplo, tratando de pasar del tema si es que tenemos una opción a marcharnos sin que esto sea de lo más incómodo. — Gracias — termino por decir cuando acepta a mi idea de querer salir por la puerta del hogar al que nunca deberíamos haber entrado. — ¿Seguro que no se lo tomarán a mal, verdad? — ¿si acaso eso me importa? Pues al parecer sí, qué sorprendentes las cosas de las que uno se da cuenta cuando están servidas sobre la mesa.

Nos despediremos al menos — lo tomo del brazo para seguir la dirección que han tomado las mujeres a pesar de no conocer ni un solo metro cuadrado de esta casa. Me asomo para fijarme en que ya están ocupadas preparando lo que sea. Genial, y ahora me toca a mí ser el ogro que… — Lo lamento, no queríamos importunar si es que teníais algo que hacer, aquí mi amigo Dave no se explicó demasiado bien cuando dijo que vendríamos al cuatro — intento excusar nuestra evidente incomodidad, esforzándome en una sonrisa que no parezca demasiado plástica.
Alecto L. Lancaster
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M. Meerah Powell
Fugitivo
No sé quién le dijo a Phoebe que soy buena dando consejos cuando a duras penas y soy buena recibiendolos. Creo que mi cara de pánico lo dice, pero trato de disimularlo enseguida con una media sonrisa que trata de decir que haré el esfuerzo aunque sea porque ella me lo pide. También está el hecho de que Dave era mi amigo y más de una vez me había aconsejado él a mí, pero no sabía qué tan bien le caería a su amiga que una adolescente de catorce ande escuchando conversaciones que todo el mundo catalogaba “para mayores”

Mi respuesta a la pregunta de mi tía es el encogerme de hombros ya que, al igual que ella, tampoco tengo idea de lo que está sucediendo. Creo que la incomodidad es palpable en el ambiente hasta el punto que se podía cortar con un cuchillo, pero no creía que fuéramos nosotras las que nos mostráramos reacias a socializar, ¿o sí? Tal vez ese era el problema, nos mostramos demasiado amables dentro de todo el caos y seguro que la amiga de Dave estaba esperando un ámbito no necesariamente profesional, pero sí ordenado. - Lo que quieras servir. ¿Con qué ayudo? - Me giro hacia la alacena en busca de vasos, pero me volteo enseguida cuando comienza a disculparse. - ¿Pero por qué te disculpas? No me molesta, al contrario. Si tienes pendientes con ellos prefiero que vayas mientras me sigo encargando de otras cosas aquí. Soy fuerte, ya sabes que no tengo problemas con las mudanzas. - No era la primera vez que la ayudaba así que suponía que debía saberlo.

- No importunan nada, que es verdad lo que dice Phoebe que necesitábamos un descanso. - Me giro hacia Dave con dos vasos en la mano y se los ofrezco. - Ya que tengas a Tilly es una especie de alivio, que al parecer las mudanzas le aburren y su nuevo hobby es tratar de dejar calvo a su primo. ¿Hay algún problema con el distrito? - Que ya sabía que había algunos que no disfrutaban de la playa, pero ya el distrito en sí no era muy diferente a los otros salvo por la sal en el aire.
M. Meerah Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Abro la nevera para sacar lo que sea de licuado o zumo, no hay muchas más opciones siendo que no pienso hacer una compra grande hasta que haya terminado con la mudanza y asentado en la otra casa. ¿En qué momento acepté a quedar aquí, sabiendo que no es el lugar más apropiado ahora mismo para hacer de relaciones sociales? Sé que no estoy siendo yo misma estos días, pero aun así… — Porque no era el plan tener visita, y siento que ya me has ayudado suficiente, así que de eso nada, tomaremos un descanso — digo, no tan firmemente como me gustaría, pero que saque los vasos me hace creer que todavía guardo algo de mis tácticas como profesora. Hayden está en esa época en la que toma cosas con sus manos, pero sin ser muy consciente de lo que hace, por eso que cuando me agacho para rellenar uno de los vasos, aprovecha la altura para tomar uno de ellos y suerte que justo ese es de plástico, porque no tarda mucho en dejarlo caer como si hubiera atrapado aire. — Nope, los vasos no se tiran al… — me agacho para recogerlo con el niño en brazos justo cuando aparecen las tres cabezas faltantes.

Tilly se cree que Hayden es uno de sus juguetes, de tamaño real, al parecer, pero también le da besos y lo llena de babas — sigo con el intento de Meerah de hacer sentir más cómoda a nuestra invitada, que a lo último ya colabora el propio Denny al meterse las manos en la boca, sí, exactamente como está haciendo ahora con una. — Ellos no dan mucha conversación, aunque son muy buenos escuchando, nosotras afortunadamente podemos hacer las dos cosas — trato de sonreír, que la gracia de los bebés es que entre ellos sí parecen entenderse, incluso cuando lo único que dicen son balbuceos. Busco la aprobación de David de que nada de esto está haciendo a su amiga más incómoda de lo que ya se siente. — Y tenemos zumo — bebés y zumo, ¿qué mas se puede pedir? El pensamiento me saca un suspiro, que no soy la reina de las festividades últimamente y se nota en lo pésima que está mi casa preparada para recibir invitados.
Phoebe M. Powell
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Invitado
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Si sirve de algo, no es todo el árbol genealógico, de hecho son las ramas más amables…— contesto. Si estuviera el hermano de Phoebe, el clima sería otro, mucho más incómodo, ni que hablar si estuviera el padre de Phoebe, entonces no sería solo incómodo, sino que alguien tendría que llamar a SWAT. ¡Y ella sería la única de seguridad nacional en la casa así que estaría obligada a actuar! ¡Y entonces sí! ¡ENTONCES SÍ MONTEMOS DRAMA! Pero solo está Phoebe, Meerah que se lleva bien con todos –literal-, un par de bebes. Phoebe ni siquiera tiene perro. No sé de donde sale su urgencia por irse como si la hubiera traído a una casa infestada de boggarts. —No sé bien en que parte de todo lo hice mal, pero juro que te traje con una buena intención— eso lo dejo en claro, de esto lo hemos hablado con Phoebe en alguna ocasión, debe haberse quedado en las energías de la casa, lo de tener toda la intención de hacer algo bueno y que por cosas que no entendemos, no resulte así, que al final tenemos que recordárselo a la otra persona para que no nos juzgue tan duro. Y justamente, Alecto ha demostrado ser de las personas que no lo hacen, por eso mismo me parece aún más importante, repetir que mis intenciones son buenas.

Como lo son, si esto es un embrollo, mejor salirnos, lo más educadamente posible. —Phoebe lo entenderá…— murmuro, aunque quizás no tanto la explicación que le ofrece Alecto a modo de despedida, la respuesta automática que la gente suele tener la escucho en boca de Meerah. No podemos irnos solo por habernos dado cuenta que caímos en un momento así… y no después de que decidieran que es un buen momento para descansar, con bebés y zumos como parte de la invitación. Nunca como ahora en su mejor versión de la tía que a todos nos gustaría tener. Me acerco a Phoebe para sujetar su hombro y besar su mejilla al inclinarme un poco. —Nos saltamos una charla que debíamos tener antes de venir aquí, así que cuando lo resolvamos, veré si puedo convencerla de volver o volveré yo a ayudarles con la mudanza— digo, apuntándome el echar un vistazo luego porque si depende de Phoebe no me lo pedirá, ni tampoco me reclamará luego si no vuelvo, pero es de las amigas que siempre están, hace que sus amigos también queramos estar para ella. —Tómense un descanso— si es que Tilly y Denny las dejan. No hace falta montar un drama por nada, eso queda claro. Paso al lado de Alecto para tomarla de la mano y poder salir por la puerta que acabamos de cruzar hace unos minutos.
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