The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
Invitado
¡No, Tilly! ¡No toques las cosas de tu hermana!— grito, la advertencia llega tarde, le ha dado un tirón al extremo de la tela que colgaba y esta cae sobre su cabeza, cubriéndola como si fuera un hongo de color bermellón. Sus bracitos se sacuden por debajo de la tela, mi suspiro es de la más honesta resignación a que todas mis negativas reciban una respuesta rebelde de su parte. Uso la misma tela para atraparla con mis brazos, la coloco contra mi pecho como si fuera a acunarla como cuando era una bolita quieta y claro que mueve sus piernas como la salvaje que es, mientras un par de chillidos agudos acompañados de risas brotan de su garganta para pedir que la libere. Retiro la tela que cubre su cara y la vuelvo a colocar con los pies en el suelo para enrollarla por mi cuenta, ella sigue gateando y gateando lo que tiene al alcance, lo bueno es que todo lo que sea agujas está en almohadillas levitando fuera del alcance de su manito.

Estuve pensando— retomo la conversación con Meerah, —¡que un traje también sería una buena opción!— es la última de mis ideas para enloquecer a la pobre chica, coloco en alto la fotografía que cubre una página entera y se ve a una morena con un impecable traje blanco que le queda al talle, de más está decir que la morena tiene más carne y unos centímetros más que yo, lo que no me acompleja para nada, triste es notar que si tengo que usar un corsé, ni hace falta que le ponga tazas, con que sea una tela lisa ya está bien, que no hace falta sostener nada. Tan triste, treinta años sin que madure lo importante. —Tal vez lo de pensar en atuendos no sea lo mío. De todo lo que tenga que ver con una boda, lo mío sería organizar la despedida de soltera y…— me interrumpo, paso mi mirada de ella a la niña que ¿está oliendo telas? Si no está oliéndolas, no entiendo por qué tiene su naricita tan pegada a la tela. —En consideración a las invitadas debería ser algo apto para todo público— mi madre, Phoebe, Meerah, Tilly… ya nos vi comiendo postres de Mohini, o haciendo la dichosa prueba del pastel que podremos comer una vez que volvamos, entonces podré gritar delante de mi familia que a este punto es la misma familia que Hans lo que nunca esperé gritar: ¡ME HE CASADO!

Cargo a la bebé para acomodarla contra mi cintura al ir hacia su hermana e interrumpirla con mi brazo rodeando sus hombros. —Pese a que nunca pensé que fuera a casarme, que seas la diseñadora se siente como lo tenía que ser— le digo, —así que ignora lo que sea que diga sobre trajes, me pondré lo que sea que hagas porque lo que sea que hagas será perfecto— y no lo digo como halago redundante, sino porque creo que Meerah fue quien tuvo la mirada más acertada sobre todo esto desde el principio, cuando nos sentamos a comer hamburguesas con papas fritas. —Perdona si irnos con tu padre puede ser algo egoísta, siento muy fuertemente que es algo que tenemos que hacer los dos— tal vez preguntarle una última vez si está seguro de esto, de nosotros. No de la familia que tenemos. Sino de que podemos mirarnos el uno al otro alejados de todo y decir que es lo que queremos. —Pero llevar un vestido hecho por ti es como debe ser, con tu hermana han hecho que todo esto sea posible. Quizá nosotros, por nuestra propia cuenta, seguiríamos…— pongo los ojos en blanco, ese gesto abarca todo.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
Me río por la advertencia de Lara y observo el pequeño enredo que se arma a causa de la pequeña bola inquieta que es mi hermana. - No pasa nada, le gusta. - Le aseguro para que no se preocupe en reprocharle demasiado. Ya he aprendido, tras un par de accidentes con manitos húmedas,  sucias o llenas de babas, que las cosas delicadas debían guardarse con cautela si es que no quería sufrir un ataque de nervios luego. Las telas que tenía fuera, o al menos al alcance de Tilly, eran aquellas con las que armaba los moldes o estructuras iniciales; esas que con un “tergeo” quedaban como nuevas en cuestión de segundos. Si Mathilda quería ser artista a temprana edad, no iba a ser la hermana histérica que se encargase de cortar su creatividad por descuidos propios.

La sugerencia de Lara me tiene volteando la cabeza más rápido y con un ángulo mayor al de cualquier lechuza. - ¿Qué? - No quiero que me malinterprete, no me parece una mala idea, pero siendo que todavía no había nada definido el abrir tanto el panorama de posibilidades iba a hacer que me estalle el cerebro. - Si quieres usar un traje para tu boda, va a ser blanco. Pantalón recto y saco escotado. Nada de camisas de cuello cerrado, es más: nada de camisas, como mucho un corset de encaje debajo… Aunque si usas un corset debería ser con el saco abierto… - Maldición, ya empiezo a pensar ideas. ¿Por qué creo que hasta quedaría bien con un sombrero? O con un velo corto y de costado… ¡Mordor! Abrió las puertas de Mordor, esto no es bueno para mi pobre cerebro sin cafeína. - Es tu boda, tienes todo el derecho del mundo a opinar sobre lo que quieras. Solo… decide un estilo, sea un traje, un jardinero o un vestido. No, tacha eso, nada de jardineros. Pero me refiero a que podemos ver patrones básicos, tipos de tela, encajes… - Era demasiado, lo sabía, y probablemente terminarímos con veinte opciones antes de decidir en algo, pero veinte era mejor que la nada sobre la que estábamos ahora.

- ¡No se valen los halagos! - pongo los brazos en jarra y hago un mohín digno de una niña, pero no era justo por mucho que me enterneciera. - No es egoísta, un matrimonio es de a dos; yo me contento con verlos felices, con que haya muchas fotos, y con que no se hayan fugado y casado vistiendo cualquier cosa. Eso sí que no lo habría perdonado. - Mi advertencia es seria, y espero que le sirva para no cometer una locura de aquí hasta la fecha planeada. Ella dice que llevar un vestido mío es cómo debía ser, y es lo único que aceptaría si es que no voy a estar allí. - Ya, déjame ser un poco romántica y pensar que esto habría pasado de todas maneras. ¿Recuerdas ese almuerzo de hace eones atrás? Ya se notaba la tensión… - Bromeo, es obvio cuando me estallo en carcajadas ya que, a decir verdad, en aquel entonces estaba más preocupada por la opinión que Hans pudiese tener de mí que cualquier otra cosa. - Hagamos una cosa, te iré mostrando ejemplos de vestidos muy diferentes, y tu me dirás qué cosas odias y no quisieras usar jamás. - Trato de retomar el tema que nos compete para al menos tratar de terminar el día con una idea, aunque sea vaga, de lo que podría ser su vestido o traje de boda.
M. Meerah Powell
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Invitado
Invitado
¡Oh! ¡Quedaría hermoso!— me emociono con ella cuando va tirando ideas de cómo se vería mejor el traje, ¡y si! ¡tengo una imagen muy clara de lo bien que me quedaría! Lo que nunca, en la vida, desde que empecé a usar mini faldas, pensé que preguntaría lo pongo en voz alta: —¿Crees que a tu padre le gustaría?—. Si hasta suena formal que diga «tu padre» en vez del típico «Hans», ¿qué sigue luego? ¿«El que no debe ser nombrado»? —¡No! ¡No! ¡Juro que jardineros no!— prometo para darle paz mental a Meerah, lo cierto es que hasta el momento he tratado de encajar yo en la idea de una boda con todos sus formalismos y no una boda a lo que soy yo. Echo otro vistazo al traje blanco que veo en la revista, ¿no sería un poco ridículo que los dos estemos con traje? Arraigada la idea, cuesta quitármela de la mente, porque todo esto que se me hace raro en una boda al no poder asociarlas a mi personalidad, cuando toma una forma que puedo decir «es tan yo», consigue que la ansiedad desaparezca para que pueda sentirme mucho más relajada y hasta logro reírme.

Jamás— le juro, —jamás nos hubiéramos casado vistiendo cualquier cosa— más que fugarnos, esa era la ofensa que no podríamos hacerle a ella. Toda mi preocupación porque esta decisión pudiera herir susceptibilidad abandona mis hombros al oír que lo toma a bien, que no dudo de que podría tener argumentos en contra bien fundamentos, como más de una vez ha demostrado que es capaz de defender, así que me tomo su aceptación a estas maneras como el mayor alivio que solo se puede comparar al que espero experimentar también con mi madre cuando se lo diga. —¡¿Te acuerdas de ese almuerzo?! ¿Hace cuánto fue? ¿Cinco? ¿Diez años? Parece que ha pasado una vida, todo esto sucedió tan rápido…— saco el aire de mi pecho en una larga y fuerte exhalación, su habitación se me hace tan familiar como si lleváramos viviendo aquí por años y no puedo creer, no logro convencerme, que pese a todas mis reticencias iniciales, estoy viviendo en la isla ministerial. —¿La tensión del asesinato? Porque Hans estaba haciendo mérito para que meta las papas fritas en su nariz, que hombre más molesto, mira que decir «Meerah quiri qui ilmirzis con nisitris». ¿Cuántos años tenía? ¿Trece que no se animaba a invitarme en su nombre?— bufo y Tilly me contesta aplastando la palma de su manito sobre mi boca para que deje de hablar así de su padre. —Vi un par de vestidos sin tanta falda y volados, pero el traje con el corset se ha vuelto de pronto mi primera mejor opción… ¿podríamos hacer una prueba?— que quizás vérmelo puesto nos haga descartar la idea o no, tal vez haga que esta idea crezca y deba tener una charla con Hans antes de leer los votos sobre que le he copiado el atuendo elegante. —Si vamos a estar dos semanas fuera con tu papá…— ya veremos, si podemos estar dos días sin llamar para comprobar que todo sigue en orden me daré por satisfecha. —¿Quieres quedarte con Mohini o… no sé, con Maeve?— pregunto, sus tíos están adaptando su rutina a un bebé recién nacido como para mencionarlos como una opción, pero si nosotros tendremos vacaciones, ¿por qué no Meerah?
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
- ¿No se supone que lo que le tiene que gustar a mi padre eres tú? Dudo mucho que haga una diferencia el que uses un traje en lugar de un vestido. - Y sino siempre podía sacar la carta de que lo había hecho yo y le tendría que gustar igual aunque sea porque soy su hija, ¿eso se valía? Supongo que no, la idea de una boda es que las dos partes se encuentren felices y a gusto, y lo que visten, a sabiendas de que solo lo usarían una vez en su vida, debía ser una foto que reflejara esa idea a la perfección. Aún así creía mis palabras, dudaba mucho el que Hans pensara muy diferente de un traje que de un vestido, a menos claro que le molestase que los dos vistieran parecido. Oh… ¿Cuánto me costaría lograr que el traje de él también fuese blanco? o gris como mucho, pero no me gustaba el contraste que genera el negro con el blanco si la vestimenta de ella acababa siendo un traje.

- Me quedo conforme con eso. - Al menos de momento. Porque puede que no, o puede que sí estuviese jugando con la idea en mi mente de que el revelarse los unos a los otros fuese antes de su viaje. Últimamente algunas parejas habían optado por disfrutar de ese momento íntimo, sin todo el gran gesto que suponía el verse por primera vez en un entorno más privado que la ceremonia y el altar. No sería el caso de ellos siendo que su casamiento de por sí iba a ser privado, pero de esa manera me podía asegurar de que hubiese fotos en primera instancia y de no perderme sus reacciones al verse el no al otro.

Se me escapa una risa cuando habla de aquel almuerzo y se refiere a él como si hubiese pasado una década de aquel entonces. - No es que quiera defenderlo siendo que soy firme creyente de que estaba interesado en tí en aquel entonces, pero sí había sido mi idea el que almorzaras con nosotros. A mi no me engañas, querías ser mi madrastra de cualquier forma. - Es obvio por mis risas que es broma, ni siquiera me gustaba la palabra “madrastra” pero para este caso venía bien. - Al menos elegiste a la opción sana. - me encojo de hombros al hacer referencia a Audrey, pero ya hace un tiempo que no siento el mismo rencor al hablar de ella. - Podemos hacer varias pruebas. Tengo un par de trajes femeninos por mi proyecto de diseño, mi socia andará fugitiva pero no por eso voy a descartar la parte creativa, al menos las líneas y el ajuste los podemos ver usando esas prendas. - Tal vez mi marca había sufrido un pequeño retraso y ya no podría ser “Niniadis & Niniadis” o algo así, pero no sería un proyecto que descartaría incluso en medio de la guerra. - Ya por los modelos en sí mismos… - Tomo mi tablet y comienzo a buscar mientras ella me sigue hablando. Su pregunta en cierta forma me tomo por sorpresa, así que aprovecho que me encuentro distraída con la pantalla para meditar un poco. - ¿Soy muy mala persona si digo que me gustaría quedarme con Maeve? Amo a Mo, de verdad, pero siendo que quedarme sola no va a ser una opción, si Mae accede sería bonito pasar tiempo con una amiga. - Sé que no era mala persona por opinar eso, lo que me hacía mala persona era pensar que era más fácil visitar el nueve si me quedaba con Mae que con Mo. Quedarme sola era algo que quizá podría lograr con algo de insistencia, pero eso seguramente implicaría muchos más controles que el estar a cargo o en compañía de alguien de confianza. - ¿Que opinas de estos? Me gusta el corset de este, pero no el pantalón con la falda detrás, es impráctico. Para pantalones me gusta más este, tiro alto y de línea recta. Y si quieres saco… Algo así me parecería mejor, ¿qué dices?
M. Meerah Powell
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Invitado
Invitado
Ah, ya— digo, muerdo mis labios por la sonrisa que está creciendo hasta ocupar toda mi cara, —si se supone que la debe gustarle soy yo, puedo ir vestida de huevo frito— ¡y ahí el problema no sería con él sino con la mismísima Meerah! Va a perseguirnos con antorchas y guadañas al infierno si es que pienso ir con un disfraz de dos galeones, más me vale que lo que sea que confeccione, lo tenga guardado impecablemente hasta el momento en que puedo ponérmelo, sin que haya accidentes de por medio. Mi mirada recelosa va hacía la niña más pequeña de la casa que podría destruir un encaje a fuerza de babas, por la repentina curiosidad que pueda provocarle la textura, ha quedado muy claro por episodios anteriores que le gusta el sabor de los denim. Por mucha confianza que pueda tener con Meerah, a lo bien que se puede hablar con ella pese a la diferencia de edad y a que yo misma no suelo creer que deba callarme lo que pienso, todos los chistes sobre con qué ropa o falta de esta le gusto a su padre me los guardo, que sigue siendo su padre y ya tuvimos el momento incómodo en la cocina para saber que mejor no ir por ahí.

Se notaba a leguas que tenía interés en mí, para qué vamos a negarlo, le llevó tiempo tomar la iniciativa— digo en son de broma, que todavía recuerdo las charlas con monosílabos de mi parte que solíamos tener por teléfono para avisarme que iría dejarme trabajo, pero esa parte de la historia no es algo que vayamos comentar, mejor hacer crecer el mito popular que pueda llegar a convertirse en historia oficial de que siempre me anduvo detrás y yo me resistía porque ¿un abogado? ¿en serio? ¡Ni en broma! Menos todavía un ministro. Y aquí estamos, mirando modelos de vestidos… —¡Claro! ¡Solo estoy buscando hacer esto legal contigo!— digo, dándole un abrazo rápido al envolver sus hombros, el comentario que sigue no lo dejo pasar. —A veces hace falta pasar por varias personas para llegar a ser una misma, la persona que está lista para dar este paso…— musito, —hacia otra persona cuya mano es la única que quieres sostener— creo que esa llega a ser la certeza por la cual dos personas deciden, luego de todo lo que ha pasado, casarse. —Aunque esa persona sea la que reúna todos tus “yo nunca” de la vida— me río al decirlo y paso mis ojos de una imagen a otra para señalar con la emoción la segunda fotografía. —¡ESTA! No es un traje, así que tu padre no podrá decir que le copié el atuendo y quedemos ridículos en las fotos. Pero tampoco un vestido del que me pueda avergonzarme dentro de unos años— deslizo mis dedos por el largo del pantalón que puede pasar por una falda y me fijo en lo delicado del encaje superior. —Y no eres mala persona por querer quedarte con Mae, si lo sugiero es porque… yo también tuve catorce años. ¡Son dos semanas! ¿Qué mejor que pasarlo con tu amiga? Además, estamos cerca del verano, podrán disfrutar de la playa… pero tengo una sola duda…— me pongo seria al recargar mi cadera contra su escritorio y cruzar los brazos detrás de la espalda de Tilly que ya está pidiéndome para que la baje. —¿En cuál de las dos está interesado Oliver Helmuth?— ¡tengo que preguntar!
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
Creo que la mirada fulminante que le dedico deja muy en claro que tengo pintado en la frente, en letras gigantes de neón un cartel luminoso que dice “sobre mi cadáver”. Si alguna persona allegada a mí se llegaba a casar vestida con tal atrocidad me mandaría directo a la tumba y de ahí acabaría siendo un fantasma dedicado a acosar la vida de esa persona. Dudaba que Lara quisiera verme en forma de espectro jalando de sus pies ¿verdad? - Con esas cosas ni se bromea señorita Scott. - Y sí me abstengo de recordarle que luego del casamiento será llamada “señora” es porque yo sí tengo consideración por los sentimientos ajenos. Y puede que también tenga miedo de que eso haga que se retracte, pero es una parte muy mínima de mí, estaba un noventa y ocho por ciento segura que eso no sucedería.

- Eso es algo que nunca les pregunté. Me refiero al cómo decidieron estar juntos… Y no, no lo estoy preguntando ahora que te conozco y lo conozco, y si en algún momento quiero estar siquiera cerca de conocer la verdad, esa es una pregunta que le tengo que hacer a los dos luego de someterlos a un juramento inquebrantable o algo así. - Porque ella diría me contaría una historia, él otra, y yo jamás sabría a quién creerle, o qué partes de la historia creer. Ya había aprendido su forma de funcionar y me encargaría de que Tilly lo aprendiese al crecer porque sino acabaría quedándose huérfana por mano propia antes de llegar a tener mi edad. - Eso fue muy dulce, y si no fuera porque no quiero ponerme sensible, ahondaría más en esa conversación y te diría cosas lindas como gracias por querer a mi padre, por habernos elegido y muchas cosas más que me niego a decir estando en este momento del mes. - Que si me ponía sensible comenzaría a llorar sin motivo y no quería eso. Me negaba a mostrarme como una nena llorosa… de nuevo. - ¿No se supone que los opuestos se atraen? También ese es un juego, ¿alguna vez lo jugaste? - Yo preferiría no jugarlo jamás, que ebria era lo mínimo que podría terminar cuando menos.

Voy anotando mentalmente lo que me dice, y tomo la tablet para buscar otros modelos antes de mostrársela de nuevo. Así podía formarme una idea mejor de lo que quería y no errar demasiado en los primeros diseños. - Entonces se casarán antes que llegue el verano... - Que todavía no me habían dado una fecha y el clima y el lugar que eligieran eran cosas que tenía que tener en cuenta al momento de confeccionar la vestimenta que se pondrían. - Para tu total y completa decepción, Oli está interesado en Maeve. Eso sí se nota a leguas de distancia. Y tienen algo, pero no formal, pero sí.. no sé. El punto es que no estoy interesada en Oli de esa forma. - Es atractivo, eso no iba a negarlo jamás porque me crecería la nariz como a Pinocho, pero era un buen amigo y nada más.
M. Meerah Powell
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Invitado
Invitado
Por un milisegundo, suena como su padre cuando me reprende con el «señorita Scott». Para comenzar mi relato de cómo ambos nos pusimos en común en esto de que nos gustábamos, podría hablar de cuando dejé de ser «señorita» para ser simplemente «Scott», en la versión apta para todo público por supuesto, que ella sigue siendo menor de edad en términos legales y pienso cumplir con esa ley si no quiero problemas con Hans, aunque vaya a saberse qué películas y qué cosas leerá con Maeve. Pero una cosa es que veas porno de desconocidos a que tu futura madre te cuente los detalles de nada con tu padre, que ya me ha quedado claro con el siempre nombrado episodio de la cocina. —Aun con un juramento inquebrantable de por medio, tu padre conseguiría contar la historia de un modo que lo deje bien parado, ¡es abogado! ¡sabe cómo nadar en todas las lagunas legales! Así que dejo constancia aquí y ahora, de que fue él quien no se animaba a decir que le gustaba cuando hasta el boletín oficial lo decía— sostengo. ¿Cuántos años tengo? ¿Trece? Porque, por lo visto, soy menor incluso que Meerah con comentarios de este tipo.

No hace falta que digas nada, ¿quieres que vayamos luego a comer muffins de chocolate con Mohini?— le ofrezco en solidaridad a «ese momento del mes», yo misma no hubiera sabido qué hacer de adolescente y con los dolores que me tenían como una moribunda, si no había postres hechos por mi madre, que ir asaltando en el refrigerador. —De hecho, si no tuviera un miedo atroz a cómo responderá mi madre al saber que voy a fugarme a una isla para casarme, podríamos estar comiendo un mousse de chocolate mientras elegimos un modelo de traje de boda…— y entonces habríamos sido la más clásica estampa de todo lo cursi de una boda, con las hormonas sensibles en una participación estelar, ¿estoy segura de querer volver a esos tiempos de mi embarazo en el que las hormonas noqueaban a mis neuronas para gritar con toda furia por un poco más de azúcar?  Porque, siendo fiel a la verdad, estos planes de boda me ponen en una ansiedad similar a la del embarazo.

Pensé que eso de que los opuestos se atraen era una ley del universo, no un juego— yo que trato de comportarme con la adulta y no puedo, —¿a qué juegos andas jugando, Meerah?— pregunto con un movimiento insinuante de mis cejas. Y no, al parecer no es ningún juego que incluya a Oliver Helmuth, ¡que por cierto me siento muy decepcionada! Había oído algo sobre que era bueno en deportes, ¡por fin iba a tener un cuasi yerno con el que hablar de quidditch! Ahora tendré que esperar a que Rory sepa que pasar la quaffle por el aro suma diez puntos, no cien como suele gritar. —Maeve me cae bien, es estupenda con Tilly. He notado que a veces la trae con las rodillas sucias o con algún arañazo en el brazo, ¿y puedo decir lo mucho que me tranquiliza eso? Una vez la vi con un chichón, pero no estoy segura de sí se lo hizo con Mae o con tu tío Chuck, ¡es que pensé que Mathilda se iba a criar entre algodones! Estaba tan preocupada. Por eso no me gustaban ninguna de las otras candidatas a niñeras, claro que yo gritaría si veo que Tilly se cae de un escalón, por eso es mejor que no lo vea… a lo que voy es que confío en Maeve, tanto que no puedo odiarla porque que se quede con el guapo de Oliver— lanzo un suspiro teatral, —en realidad me alegro por ella. Ahora lo único que me preocupa es que… te han quedado todos los feos. ¿Algún feo interesante que conozcas?— pregunto, así, sutil, como soy yo.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
- ¿Es que no me tienes fé? - La pregunta se me escapa con aires teatrales, incluyendo la mano que me llevo al pecho en clara muestra de dolor por su insinuación. - Cómo su hija, y aspirante a futura abogada, me gustaría pensar que tengo las herramientas suficientes como para sonsacarle a Hans una verdad que quiere encubrir detrás de palabras bonitas. - Además, era Hans. Aunque sea por el hecho de que no le guste que me meta en esos asuntos de su vida privada, buscaría decirme de forma muy vaga lo que ne verdad había sucedido, y yo trataría con eso de deducir una historia no muy fantasiosa acerca de lo que en verdad había sido el romance entre ellos dos. - Además, tú también te estás haciendo con sus costumbres, porque has dicho lo que él no se animaba a hacer, ¿pero tú? te conozco, ¿cuánto tiempo pasó hasta que lo admitiste también? - Porque no me creía eso de que había sido franca a la primera que se dio cuenta que Hans significaba algo más. Con la terquedad que tenían ambos, me sorprendía que no hubiesen pasado otros tres años hasta una posible boda.

La idea de los muffins de Mo me hacen agua la boca, pero la imagen se esfuma con rapidez cuando me dice algo de lo que no estaba al tanto. - ¿Cómo es que Mo aún no sabe? ¿Acaso quieres que me mate? ¿Por qué me has dicho que no lo sabe? - Esa mujer lo sabía todo, y si no lo sabía tardaría solo minutos en enterarse. ¿Cómo pensaba que podía mantener mi expresión serena a sabiendas de que sabía algo que Mo no sabía? ¡Me tendría cantando en cuestión de segundos!  Resoplo con fuerza y trato de tomar aire para tranquilizar mi histeria. - Nop, me niego. Podemos pedirle a Poppy que consiga muffins, o brownies, pero yo no pienso mirar a los ojos a Mo sin que le hayas contado todo antes. - Que no quería ser buchona, o el tener que enfrentarme a su interrogatorio, a sabiendas de que le estaba fallando a ambas por igual.

- Hablaba del “yo nunca”, no de los opuestos. Que tampoco he jugado jamás al yo nunca, ¿acaso viste mi poca tolerancia al alcohol? prefiero no arriesgarme, gracias. - Tres borracheras, tan solo tres, habían bastado para enseñarme que mis inhibiciones y el exceso de alcohol no iban de la mano. - Es divertido, porque puedo entender lo que dices, pero a la vez me da mucha gracia. La mayoría de las madres no querrían que su hija acabe con las rodillas raspadas. Lo cual claramente te vuelve mejor que el resto de las madres. - A lo que iba es que, incluso siendo que Tilly era bebé, eso de saber que uno podía lastimarse y cometer sus propios errores… pues bueno, a mi hermana le haría bien, yo sabía que a mí me hacía bien tener ese tipo de fe viniendo de ella. - ¿Guapo de Oliver? ¿Tengo que preocuparme y decirle a Hans? Ahora te gustan los menores, quien lo diría… - Es una burla claro está, pero incluso aunque no fuese admiración de hija, nadie podía negar que Hans era alguien apuesto. Sí, sí, ya estaba grande para eso de “tengo el papi más lindo del mundo”, pero infantil o no, lo tenía. - Me da gracia tu estándar. O es Oliver Helmuth, o es alguien feo. Pobre del resto de los muchachos… - Que si íbamos al caso, en eso sí que no podía darle la razón, pero tampoco podía decirle abiertamente eso de que la lista de enemigos públicos no tenía malos rostros tampoco. - Feos o no, siempre hay gente interesante, pero estoy en el intermedio entre “los chicos son tontos y no quiero una relación” y “me gustan más grandes”. Lo cual es una pena, porque Colin Weynart se pasó de bando y era más bonito verlo con el uniforme que en la lista de fugitivos. - ¿Estaba muy malo desviar el tema de esa forma? Porque no le estaba mintiendo, pero tampoco le estaba siendo del todo sincera. - Que ya sé que Colin Weynart era demasiado grande, pero no puedes culparme por mirar. Tú dices que Oli es guapo y él es muy chico. - Al menos para ella.
M. Meerah Powell
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Invitado
Invitado
Tengo toda mi fe puesta en ti y tus virtudes como futura abogada, si lo consigues te daré también la mitad de mi fortuna— prometo, que yo no me siento con la confianza como para conseguir que Hans admita cosas que jamás lo haría conmigo, porque su especialidad de nacimiento es llevarle la contraria a una tal Lara Scott y aquí como nos ven, esperando que llegue la fecha de nuestra boda, no había logrado acordar a la primera si nos casábamos o no. Yo, que me había esmerado en una declaración en plena cocina, con los panqueques cocinados por mí, tuvo la cara de pedirme tiempo para asimilarlo ante tal despliegue de mi parte, cosas que pasan. Coloco una mano en mi pecho como si me ofendiera su comentario de que se me han pegado las mañas de su padre. —¿YO?— pregunto. Me quedo con los labios entreabiertos sin articular palabra por no poder contradecirla, que también me llevo mi tiempo reconocer ante mí misma lo que otros podían ver, creo que la demora se debió en gran parte por culpa de esta manía de decir las cosas de una manera distinta a cómo las sentíamos, nunca fuimos buenos dándonos a entender con palabras.

Así como no tengo pelos en las lenguas para decir ciertas cosas y mucha creatividad para inventarme otras, perdí la lengua para sincerarme con mi madre, acto cobarde que cometo por enésima vez en la vida, porque si hay alguien en este mundo que me intimida, esa es Mohini. Ni nuestro presidente, ni los rebeldes, ni Hermann Richter. La única que evito cuando sé que estoy cometiendo un crimen a sus expectativas, es a Mo. —¡LO SÉ! ¡Sé que tengo que hacerlo… y no puedo! ¡Es mi madre! Me recriminará el que no pueda hacerme el pastel de boda en la fecha que es… ¡pero podremos comerlo luego! ¿Crees que lo entienda?— pido el consejo de Meerah para tratar con ella. —No puedes abandonarme, te necesito conmigo para que estés en medio cuando vea su reacción y se abalance sobre mí— se lo ruego, así como tengo confianza de que podrá persuadir a su padre para que le revele la historia oficial que nos involucra, también la creo capaz de lograr mostrarle a mi madre por qué lo mejor que puede hacer es dejarme huir con Hans.

Estamos para estas cosas, ¿no? Para respaldarnos cuando una de las dos decide fugarse, así como para hablar de chicos, es todo lo gris que está bien en mi relación con ella en la que trato de ser, no creo que mejor madre que nadie, más bien la no-tan-peor madre de una adolescente cuando yo todavía estoy procurando ser una adulta con todas las de la ley. —Si no tienes tolerancia, por la salud mental de tu padre, mejor que no participes de esos juegos—. ¿Estará mal si le digo que la tolerancia se practica? Yo, al menos, prefiero que la practique de manera responsable, con amigas cercanas y que conocemos como Maeve, a que… no sé, termine luego en algún grupo de extraños, en los que beba por presión, para no desentonar con el grupo y la pase mal. —¡Oh, vamos! ¡Que es un chico guapo! No lo digo porque me guste tu amigo, no seré el tipo de madre que le haga chistes sobre varitas a tus amigos. LO JURO, TIENES QUE CREERME— le ofrecería mi mano para que hagamos un juramento inquebrantable sino fuera porque trato de tener a Tilly bajo control en esta sala donde todo la pone en frenesí. — Hmmmm, ¿realmente es así? ¿No es la típica fijación en hombres adultos para no aceptar que hay un tonto que te gusta? Porque a veces miramos inalcanzables, solo para no admitir que nos gusta el idiota que tenemos cerca y… ¿qué es eso de Colin Weynart?— arrugo mi nariz. —Yo fui a la escuela con él, definitivamente está en el grupo de “los chicos son tontos” de mi clase— rencillas de quidditch, Meerah no lo entendería, mi juicio sobre Weynart se vio nublado por el resentimiento de la juventud, aunque no me impidió apreciar el atractivo de otro Weynart… el tiempo en que lo hacía, cuesta que durante el día cualquier rostro se lleve de mí más que una evaluación de “lindo” o “feo”, cuando al comenzarlo me despierto al lado de alguien que pone el listón muy alto. —No estoy criticando que te fijes en alguien mayor, solo es mi boca criticando a alguien puntual. No hace daño que mires… pero yo por cierto no estoy mirando a tu amigo más que para una apreciación superficial. En tu caso, estás en la adolescencia, no estás saliendo con nadie, ¡tienes todo el derecho a mirar! ¿Qué me dices del primo de Oliver? Lo he visto cuando toda la prole Helmuth viene de visita a casa del ministro de salud. Alto, rubio, un rostro interesante, es auror…— tanteo el terreno.
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M. Meerah Powell
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No quiero ser mercenaria, de verdad que no, pero inmediatamente mi cerebro se pone a hacer cuentas. Porque sumado a lo que ya tuviese Lara de por sí, le correspondía por matrimonio heredar la mitad de los bienes conyugales; siendo su hija me correspondía al menos un tercio del patrimonio obligatorio y… ya, no debía pensar en eso. Sería una abogada exitosa, que también tendría una creciente fama en el mundo de la moda, con una compañía propia muy fructífera que me haría no tener que andar dependiendo de herencias a futuro. - Aceptaré ese trato solo en forma de inversión cuando pueda fundar mi empresa. En ese caso no me sentiré tan mal por obtener más que Mathilda, y ambas podremos obtener resultados cuando, sin duda alguna, acabe por ser una joven y exitosa empresaria que puede manejar dos carreras al mismo tiempo. Planeo ser una excelente abogada. - Si eso significaba tener que salir de la corte directo a un desfile, pues lo haría. Claro que debería buscar la manera de dejar libre los días en que se celebraba la semana de la moda en el distrito uno, pero esos eran detalles. - Si, tú. No voy a estar hablando de Tilly, que ella las va a heredar por default. - Bromeo… o algo así, porque en realidad la pequeña seguro acaba siendo la más parecida a Hans de las dos. O no, porque la enana tenía demasiada personalidad incluso antes de cumplir el año, pero no importa.

Escuchar el ruego de Lara hablando de Mo como si fuera la enemiga de Neopanem número uno… bueno, no. El enemigo más buscado es Kendrick y puedo entender que tema más a su madre. - ¿Por qué siento que me voy a arrepentir de esto? - Suspiro resignada en clara muestra de que acabo aceptando su pedido. - Trataré de mostrarme seria y abogar por tí de manera decente, pero siempre puedo sacar la carta de que me parece un gesto romántico y largarme a llorar. Me es más sencillo estando así. - Y señalo a mi estómago segura de que va a entender a lo que me refiero. Tal vez Mo se compadeciera de mí, o cuando menos me daría el gusto. - Exijo una buena inversión cuando esté por largar mi compañía, de verdad.

- Nunca has sonado tan madre como hasta ahora y solo para futura referencia, creo que a ninguna adolescente le hace efecto lo de “por la salud de tu padre”, incluso yo tengo el pensamiento de “lo que no sepa no le hará daño.”- Y creo que no debería haberlo dicho, pero era un hecho el que incluso Lara supiese más de mi vida que él. No es por maldad, solo eran ideologías diferentes. ¿Cuándo había sucedido eso? - ¡El comentario de la varita estuvo de más! - Hago una mueca de disgusto, no por la varita o no varita de Oli, que no. Pero no eran temas que me gustaría charlar con ella porque, no. Simplemente no. - Nunca dije que los mayores no fueran tontos también, pero son más lindos de ver. Los chicos de mi edad no tienen espaldas definidas o mandíbulas marcadas. - Y la mayoría prefería pasar tiempo con el nuevo juego de Mitomagia para el teléfono, que hablado con chicas, porque ugh, Merlín los libre de contagiarse piojos. - Tranquila, también estoy apreciando a Colin Weynart de manera superficial, sé que tiene la edad suficiente para haberme concebido aunque fuese muy joven pero bueno, no puedes culparme. - Y no comento nada con lo de no estar saliendo con nadie. ¡Que no lo hacía! pero James tenía razón con eso de que no besaba a todos mis amigos y nada. No era salir salir, pero tampoco era no salir y… no es que no me gustaría contarle a Lara, pero ya de por sí era raro el pensar que ellos dos habían sido amigos, sin contar que también tendría que contar otras cosas como mis visitas constantes a un lugar al que no debería ir. - ¿Romanov? No me gustan los rubios. Nicholas será un señor bien parecido, pero hay algo en los rubios que meh. - Aprovecho que ella misma de ejemplos y provea posibles candidatos para poder desviar la conversación de manera inocente. - ¿A tí sí? Los rubios no es lo mismo que las rubias, que puedo apreciar la belleza femenina, pero no me interesa en ese aspecto. ¿A qué edad empezaste a salir con gente? - Y no digo con chicos porque en su caso no sé que vino primero. Ella me entendería.
M. Meerah Powell
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Estoy segura que lo serás— digo, tan convencida como se habían mostrado mis padres cuando les decía todas las cosas que quería hacer a futuro, tal vez las cosas no se dieron como lo había planeado en un principio, se dieron de una manera incluso mejor, y fue el apoyo de mis padres lo que me dio la confianza de niña de creer que todo lo que podría proponerme a mí misma, estaba en mis posibilidades alcanzarlo. Ese apoyo puede llegar a una fuerza que nos lleva a ser avasallantes, tengo plena seguridad de ello y tanto Meerah como Mathilda se cansarán de escuchar que creo en el potencial que tienen, porque también la pequeña que es una cosa llena de energía a punto de cumplir el año, demuestra que podría comerse el mundo con la misma efusividad con la que se embarduna de crema la cara cuando le convidan un cupcake. —Podemos llorar ambas para darle lástima a Mohini y si hace falta mentiré diciendo que estoy embarazada para que admita el matrimonio— sí, claro, eso hará que me gane otra sacudida de las orejas, que ya me veo con sus dedos tirando de mi oreja izquierda hasta que se ponga roja. —Será una inversión muy generosa— se lo prometo, así me aseguro su acompañamiento cuando me caiga la bronca de Mo encima por privarla de hacer mi pastel de bodas, ¡ya la puedo escuchar! ¡Pero lo comeremos luego!

Tu padre va a matarme por lo que diré, pero esa es la mejor regla que puedes aplicar siendo adolescente. También a mí, por favor, hay cosas que seguro no querré saber— digo, luego me arrepiento. —Es mentira, sí quiero saber, con todos los detalles. ¡¿No irás a ocultarme cuando beses a un chico por primera vez, verdad?!—. Si hasta levanto mi tono de voz, digo, nos conocemos desde que su cara eran dos cachetes gordos iguales a los de su hermana y al mover la cabeza se agitaban las dos coletas casi rubias, que a veces el color de su cabello se vuelve tan confuso como el de Hans. —¡Perdón! ¡PERDÓN! ¡No volveré a mencionar varitas!— lo juro. Esto es lo que hago, fracasar en la maternidad por comentarios de este tipo. Dejaré las varitas fuera, pero no puedo privarme de hacer comentarios en general. —Ah, sí, lo entiendo… solía echarle una buena mirada a los jugadores de quidditch o a los que hacían la especialidad en defensa, suelen ser los chicos de más o menos la edad de una que ya tienen unas espaldas y unos brazos más definidos— tiempos aquellos, —pero no te voy a negar que los nerds con gafas también, nunca fui demasiado quisquillosa si lo pienso. En ese entonces conocí al hermano de tu tío Charles, ¿Logan? ¿Lo recuerdas? Y no era más que un chico flacucho demasiado alto, pero…— me detengo justo a tiempo antes de decir algo que me comprometa, carraspeo con fuerza para hacer pasar el silencio. —De las chicas creo que era el carácter lo que solía atraerme más.

Y puesto que ella no va a juzgarme, tampoco lo haré yo por estar mirando a idiotas como Weynart, porque si algo tengo para criticarle es que sea un idiota, por lo demás… tengo que admitir contra mi voluntad, que no era muy diferente de chico y se contaba entre los que se dicen “el quidditch los saca buenos”, pero se la pasaba con la novia, así que se podía mirar y nada más. —Ni siquiera pienses en eso. No lo pienses como “podría ser mi padre”. Mirar no le hace daño a nadie, es sano…— me refiero a eso que le digo, ella no tiene que rendirle cuentas a nadie, su padre y yo tampoco contamos si está buscando qué le atrae y que no. —No pasa solo a los catorce, también a los veinte, a veces a los treinta. Miras a un montón de personas, que conoces o en las películas, mirar no está mal. Luego te encuentras con la persona que… ¿conectas? Una persona que quizá ni siquiera tiene los hombros, la espalda o la nariz que te gusta, pero conectas. Y con cada cosa a su tiempo, con los cuidados que ya hablamos, sin apresurar nada, ¿lo oyes? Sin apresurar nada… va surgiendo—. ¿Habrá entendido la parte de no apresurar nada? Ah, mierda, estoy a tres segundos de convertirme en la madre que se contradice a sí misma… —Pues…— quizá tenga que llamar a Poppy para que se lleve a la bebé. No, no, puedo dar una versión apta para todos los oídos. —Salir, lo que se dice salir, no sé… cuando tenía trece años está obsesionada con un niño, lo besé y fui yo quien le impuso que salíamos. Pero un día me dijo que le gustaba Riley. Los chicos pasaron a parecerme unos idiotas que no sabían besar, siempre chocaban mis dientes, así que una amiga se ofreció a enseñarme, teníamos tu edad… y aprendí bastante con ella— alzo mis cejas sin tener la necesidad de decir nada más. —Y llegando casi a los dieciséis, sentí que me estaban quedando detrás, tenía un montón de complejos con ser muy menuda, muy delgada, poco femenina, que lo disimulaba con carácter… ¿te acuerdas que te mencione a Logan?— la miro con recelo, —júrame que esto nunca lo dirás en ninguna reunión familiar, ¿me lo juras? Éramos buenos amigos, así que en una fiesta le dije «¿Y si lo hacemos?». Así, sin más, éramos amigos…— termino el relato con Tilly contra mi pecho, cubriendo así una de sus orejas, la otra tapándola con mi mano. —Suelo pensar en cómo se dio todo, ahora lo veo muy superficial, entiendo por qué lo que empecé a sentir por tu padre me afectó tanto. Me desequilibró por completo. Quise probar e ir a tiempo con todo, me eché presiones y sentí presiones de otros. Pero me tardé más que el resto en enamorarme de alguien. Y es verdad que hay una diferencia— lo tengo que decir, creo que todo lo pasado me ha traído hasta aquí así que no cambiaría ni un segundo vivido, pero puedo verlo y experimentar lo diferente que se siente, lo suficiente como para que diga que me quiero casar con ese hombre que una vez me tuvo que invitar a desayunar para que no escapara al poco de despertar.
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M. Meerah Powell
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- ¿Estás segura de querer mentirle? Espero que la boda no sea por al menos otro mes para poder preparar todo, y eso significa tener un mes a Mo preguntándote por el estado de un bebé no existente al que luego tendrás que confesar, o matar de manera ficticia. ¡Y no, lo segundo no es una opción! - Nada de bebés muertos, que ese sería un futuro hermanito o hermanita al que no sería capaz de condenar ni siquiera en un mundo que no llegaba a ser ni hipotético. No, me negaba. - Siempre puedes decirle que un elfo puede llevar el pastel, incluso puede ser Maui, que en Poppy jamás va a confiar. - Cosa que era muy divertido, porque Mo le corregía todo y yo jamás estaba segura si la elfina la amaba o la odiaba. El punto es que siempre abría los ojos como platos cuando estaba cerca. - Es un placer hacer negocios con usted futura señora Powell Scott. Que un minuto, ¿agregarán sus apellidos? - Es una pregunta válida cuando yo estaba considerando el coincidir con Tilly en un futuro no muy lejano.

Me río cuando parece dar un consejo que en un principio parece hasta coherente y luego vuelve a ser… bueno, vuelve a ser todo lo Lara que siempre es. - No sé qué pensar con eso de que creas que nunca he besado a un chico. Que para tu información, no fue nada del otro mundo. La mayoría dice cosas muy irreales de un primer beso y fue lo mismo que nada. - Al menos el primero lo había sido, los que siguieron fueron otra cosa muy diferente que me habían hecho entender cuál era la gracia del asunto en sí mismo. Que no, no iba a ir con detalles, no… Osea, sí confiaba en ella, pero no sabía lo que eso podía suponer o hasta qué punto me haría confesar algo que no debería. - Creo que nunca me interesó mirar por deportista, futuros aurores o nerds de laboratorio… Creo que hace dos años ni siquiera miraba, ¿qué acaso viste a los chicos que tienen mi edad? No es que quiera ser mala, pero a Hero le gustaba Patrick, y es lo más rubio y cara de nada de la vida. - Que ni siquiera era rubio como lo que se dice rubio, pero el punto es que era el ejemplo clásico de alguien de más o menos mi edad que no podría gustarme hasta dentro de diez o quince años como mínimo. - Eso es porque las chicas sabemos lo que queremos. - Es una burla en cierta forma, pero supongo que puedo entender lo que piensa pese a que el sexo femenino no me atraiga de esa forma.

Al final opto que lo mejor que puedo hacer cuando se pone hablar, es dejar que termine de contar todo para darme tiempo a ir procesando lo que va diciendo. A ver si entiendo: no debo apresurar nada, su primer beso fue a los trece y su noviecito de esa época resultó ser gay, perdió la virginidad a los dieciséis con el hermano de Charles para no quedarse atrás, y no se enamoró de nadie hasta mi padre… ¿eso era todo? Creo que era todo lo que había podido entender al menos. - Vamos por partes porque ufff, mucha información y no sé si necesitaba todo. Pero lo importante que creo que es necesario aclarar para tu salud mental al menos es que no siento que necesita apurar nada. No me estoy echando presiones, ni siento que nadie me esté presionando. No voy a mentir y decir que espero estar enamorada, mucho menos luego de que me digas que es hasta Hans que no te sentiste de esa manera… Pero tampoco creo poder mirar a algún amigo y decir ¿y ya? - No estaba buscando poner fechas, situaciones o hacerme ilusiones con cosas que no iban al caso. Lo que sea que estuviese pasando con Jim era por gusto, por atracción o por el nombre que sea que tuviese, Sí, de acuerdo, el besarlo la primera vez había sido en gran parte un impulso de ebria, el resto simplemente se había dado de maneras que en un principio habían sido algo inesperadas. - A lo que voy es a que, entiendo la atracción, no creo sentirla por las chicas así que no andaré pidiéndole a Maeve que me enseñe nada, pero tampoco creo que andaré romantizando situaciones. Incluso si en algún momento de mi vida tengo que mirar atrás y pensar que algo fue “superficial”, supongo que son vivencias que ayudan a formarnos. Dudo mucho que de haber estado con mi padre en esa época hoy en día estés dispuesta a caminar hacia un altar con él. Supongo que cada cosa tiene un tiempo, pero tanto como no veo necesario el apurar nada, tampoco creo que lo sea el posponer e ir negando vivencias hasta encontrar esa que se supone que nos cambia. Sin experimentar, ¿cómo sabré en algún momento entender lo que es la diferencia que me mencionas? - Creo que llega el punto en el que yo misma me pierdo con lo que voy diciendo pese a tenerlo claro en mi mente, y espero que pueda entender el punto. - No sé si toda esta parte de la charla va en torno a la virginidad, a la sexualidad o a esperar, o simplemente se trata de tus vivencias. Pero cada persona es diferente y supongo que ya eligiré o cometeré errores a mis tiempos. - La miro dubitativa y trato de retomar el hilo. - Prometo no decir nada de Logan, más que nada porque no estoy segura de querer pensarlo, pero no sé si necesitas que te asegure algo más, o qué. Tampoco sé si hay algo más que pueda asegurarte.
M. Meerah Powell
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¡No voy a…!— ni siquiera termino la frase, ser madre me ha hecho mucho más sensibles a todo lo que tenga que ver con bebés, también los imaginario. Y no, sigo teniendo bien presente que estoy lejos de ganarme una de esas bandas de las madres del año, que si hubiera concursos de esos, la mía tendría un armario a rebosar de bandas y cuadros de honor. ¿Yo? Seguía sintiendo que con Tilly improvisa, que ella iba un poco por delante de mí en esto de ser hija, yo iba tres pasos más atrás tratando de ser una madre para ella. Recojo con un dedo el mechón de cabello oscuro que tiene detrás de la oreja para hacer un tiburón. —Hans Powell Scott— pruebo cómo le queda a él tener que llevar los dos apellidos, —me agrada como suena, le plantearé la idea a ver si le gusta…— lo haré luego, cuando volvamos sobre las discusiones interminables de todo lo que tiene que ver con la boda, ¿y un mes más? ¿Es posible pedir un año más? ¿O que sea mañana mismo? Así todo el estrés de los preparativos llegaría a su fin, lo malo es que Meerah pasaría la noche en vela haciendo un vestido… cuyo modelo todavía no me decido.

¿Diste tu primer beso y no me contaste?— tomo mis dos segundos que por derecho me merezco para mostrarme ofendida. —Mathilda, ¿escuchaste eso? ¡No nos contó! O… ¿le contaste a tu hermanita y a mí no?— sospecho porque la niña me da vuelta la cara y pide para ir hacia el encaje otra vez, debe ser una manera de evadir las preguntas. ¡Seguro que sabe! ¡Las hermanas comienzan a guardarnos secretos! Escucho sobre esa supuesta ceguera por la que algunas chicas pasan, sobre rubios cara de nada que dejamos pasar puedo dar mi propio testimonio, ya que voy a casarme con uno que tildé de muñeco de torta. Lo hago protagonista de la última parte de toda la historia por etapas que le comparto a Meerah, no creo haberme sincerado así desde los dieciocho años, si dejamos fuera la conversación que una vez tuvimos con su padre… pero es distinto, es contarle todo a alguien que recién comienza a experimentarlo y por claras que tenga muchas de las cosas, tal como me lo dice, la adolescencia y las hormonas suelen lograr que a veces patinemos fuera de las cosas que damos por hechas.

Se trata de eso, de no negarte experiencias, tampoco presionarte a vivirlas, simplemente… que surjan. Si se da a su manera, naturalmente, rara vez al mirar hacia atrás tienes algo que se te haga un recuerdo incómodo… y siempre cuidarte, sobre todo cuidarte— tengo que repetirlo por enésima vez porque el ceño fruncido de su padre que puedo invocar me obliga a traer a colación lo más importante. —Cada persona es diferente, no sé qué de todo lo que te he contado te podrá servir de algo, cuando tenía tu edad era muy diferente a ti. Estaba atravesada por un montón de cosas que me hacían dudar de todo, el exceso de confianza era solo una fachada…— no puedo decir lo mismo de ella, ni siquiera de Maeve que es la otra adolescente que tengo cerca, si bien yo era bastante imprudente en mi adolescencia, ellas aun asumiendo riesgos lo viven con una seguridad distinta en sí mismas. —Así que estoy segura de que sabrás encontrar tu manera de hacer las cosas, la mía me sirvió a mí, es cierto lo que dices y lo tengo presente en todo momento, que son cosas que me hicieron estar donde estoy ahora—. Diría que tiene que ver con eso de besar muchos equivocados para darte cuenta de quién es el indicado, si no fuera porque esa frase raya en una fantasía que no es bueno alentar en nadie, la idea de que hay un indicado o una indicada. Muchas veces es solo una persona que viene a poner en jaque todo lo que dabas por hecho. —Con que me asegures que lo de Logan no se volverá un chiste de Navidad y también que…— me acerco para envolverla con el brazo que me queda libre, —hablarás conmigo siempre que lo necesites, lo que quieras contarme, ¿lo harás, verdad? Dejaré que cometas tus errores y tengas tus propias vivencias, si quieres hablar de algo, ¿lo hablarás conmigo, verdad? — inclino mi cabeza sobre la suya al abrazarla. —No es porque quiera saberlo todo, ¿ok? Es porque no quiero perderme de las cosas que te van pasando mientras vas creciendo.
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M. Meerah Powell
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- Claro que Mathilda lo sabe, solemos tener charlas muy filosóficas las dos. Claro que cuando no se distrae a los dos minutos y decide que las cintas satinadas son más interesantes que escuchar a su hermana. - En realidad no le contaba estas cosas, al principio porque era una bebé, y luego porque sus ojos grandes me miraban como si entendiesen mis palabras y prefería no arriesgarme. Era un pensamiento paranóico, lo sabía, pero algo me decía que cuando Tilly comenzara hablar de golpe recordaría cualquier tipo de charla que pudiésemos haber tenido y comenzaría a recitar a sus anchas. Bueno, no tan así. De hecho dudaba mucho que eso fuera a pasar, pero nunca estaba de más el prevenir. - Ya, fue solo un beso. En serio no entiendo cuál es el alboroto de eso, seguro en unos años hasta me olvidaré de cómo o con quién fue. - Lo dudaba, pero de verdad quería dejar el tema de lado.

- En serio, ¿de verdad parece que estoy por salir por esa puerta para no hacer otra cosa mejor que tener sexo sin protección? No sé que tipo de imágen crees que le estoy dando a la pobre de Tilly. - Sabía que debía ser algo así como una regla en un libro de padres el repetirlo hasta el hartazgo, pero creo que, en caso de no haberlo tenido claro antes, ya lo había mencionado lo suficiente como para grabarlo en mi cerebro hasta terminar repitiendo como un loro. Lo decía una vez más y me haría un colgante con un preservativo solo para mostrárselo y demostrarle que me había quedado claro el mensaje. - Quien creía que tenías exceso de confianza no te ha visto jamás al lado de Mo. Que no es algo malo, pero no voy a olvidar nunca la mañana en la que me contaste del pequeño Muffin. - Y no es que dudase de que Lara tuviese seguridad en sí misma, pero también había presenciado momentos en los que la misma se había tirado por la ventana para dar paso al pánico… vaya, ¿de qué me sonaría esa sensación?

Rodeo su cintura con el brazo que tengo más cerca y hundo la cara contra su costado en lo que me abraza. - Te aseguro que Logan no se volverá un chiste de navidad. - Repito. Ya para lo siguiente tengo que inspirar y morderme el labio antes de soltar una mentira, o muchas verdades… - Hay cosas que me van pasando que no estoy segura de estar lista para compartir, de momento las escribo, trato de anotar todo lo que me pasa para no olvidarme nada y juntar el valor de hablar luego. - Me separo un poco de ese medio abrazo y la miro a los ojos. - No es que no quiera contarte, sino que estoy creciendo, formando mis propias ideas y tratando de entender todo eso dentro de mi cabeza. Ya me dijiste una vez que no estoy obligada a actuar, pero una parte de mi… No lo sé. Es un conjunto de cosas y pensamientos con los que estoy aprendiendo a lidiar. - Y no digo más porque no sé si puedo decir más. No sin tener que mentir más de lo que me gustaría.
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Tiene cara de ser una niña de pensamientos muy profundos— sigo el chiste sobre su hermana que regala su atención a la primera cosa brillosa a la vista. Hace ruiditos por todo que el día que hable, creo que será Meerah quien tendrá que prestarle sus oídos y conseguir tres más, porque entre lo charlatana que soy yo y la parla que tiene su padre, no puede andar por la vida sin hacer otra cosa que dar monólogos. Estos son los momentos en que podemos disfrutar y aprovecharnos de su silencio para dejarle quejas que a ella ni le interesa, también secretos turbios como la verdad sobre el extraño caso del comunicador desaparecido de Hans que no me dejaba dormir los domingos. Todos tenemos nuestros secretos, así que no creo que deba ponerme insistente en saberlo todo sobre una adolescente que empieza a tener los propios, ¿no era odioso cuando mi mamá entraba al baño al oírme vomitar y me encontraba en el estado lamentable de una borrachera? Eran cosas que sentía invasivas en ese entonces, ahora no dudaría en aporrear la puerta si Meerah se encontrara en una situación similar, pero el ejemplo extremo me vale para controlarme por el momento.

Depende de cómo serán los siguientes… ¿no?— opino, que sí, a veces se olvida, a veces no. Nunca se sabe mirando a futuro, solo cuando ya pasó y le siguieron otras cosas, es cuando se puede decir si alguien o algo en comparación con otros, fue tan importante como para convertirse en recuerdo. También es cierto que a veces pasan cosas cuando somos jóvenes que nos acompañan de por vida, y sí, estoy pensando en bebés, así que nunca demasiados recordatorios son suficientes. —¡Ya paro! ¡Ya paro!— le aseguro, que si no me sacará de su habitación a empujones y se pondrá a hacerme el vestido o traje sin siquiera sacarme las medidas. Quizá no hoy, pero quizá mañana, toda adolescente siempre termina echando a su madre de su habitación. —La ironía de que al lado de Mo pierda toda mi confianza y ella es también la que me la devuelve cuando la pierdo por cualquier tontería— suspiro, —no estaría aquí, tratando de ser madre de este pequeño Muffin si no fuera por ella— digo al presionar mi pulgar sobre la punta de la nariz de Tilly.

La escucho con mi mejilla sobre su coronilla, abrazándolas a ambas porque no sé si cumplo con lo de ser madre o simplemente quiero ser yo, Lara, al decirle que entiendo que lo viva así y me parece que está bien. —Tienes todo el derecho a tener tu propia mirada sobre el mundo y nada de lo que pueda decirte otra persona, será como aquello que concluyas por ti sola— susurro contra su pelo, me acuerdo de lo que sentí aquella vez que estuvimos en el festival de Nimue y me dije que podía ponerla a ella por delante del mundo, no pienso en lo que pueda estar sucediendo fuera cuando la tengo a ambas bajo mis ojos, el mundo para mí tiene sus caras y espero poder seguir sosteniéndolas contra mí hasta que todo acabe. —Piénsalo, piénsalo mucho, está bien que lo hagas. Me alegra que pienses el mundo, que hayas roto el molde que a muchas personas no les deja pensar. Y cuando llegues a tus propias conclusiones— murmuro, —nunca dudes de que yo estoy de tu lado, a tu lado.
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M. Meerah Powell
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- Gracias. Que a estas alturas tendré que mostrarte el blister vacío cada vez que termine de tomar pastillas anticonceptivas o algo así. - Que no, no había ninguna situación de riesgo, pero ya imaginaba que a Lara le daba la paranoia que parece afectar a las madres de adolescentes y tenía miedo que, a su manera, fuera peor que Hans. Mi padre al menos no quería saber nade de primeros besos, o bueno, nada en realidad. - Tengo fe en que sí lo estarías, pero nadie va a negar la fuersa en sí misma que es Mo. - No había conocido a ninguna de mis abuelas biológicas y Jamie no había estado ni cerca de contar como tal, ¿pero Mo? Ufff, no es que no quisiera a la tía Eunice, pero Mo era todo lo que uno esperaría de una abuela y muchísimo más también. Diría que cuando sea grande quiero ser como ella, pero tengo demasiada fé en mi misma como para andar tratando de imitar a los demás. Prefería tenerlas a ambas, Lara y Mo por supueesto, como buenos modelos a seguir, pero no a copiar.

Me molesta en cierta forma que se muestre tan comprensiva cuando siento todo el tiempo que cada cosa que hago la hago a sus espaldas. Me da el permiso de hacerlo, de escabullime y de actuar por mi cuenta, pero nunca deja de sentirse que está mal en menor o mayor medida. - Tengo un par de esas, pero la mayoría de las cosas que puedo llegar a resolver por mi cuenta dependerán de que termine mis estudios primero. Ya sabes, eso de salvar al mundo una ley por vez. - Y probablemente de tener unas cuantas peleas con Hans a futuro… Al final la aprieto un poco más fuerte antes de soltarla y cambiar la expresión sera de mi rostro. - Quiero que sepas que, aunque no lo volveré una broma, serás tú la encargada de pagar mi psicólogo si vuelvo a necesitarlo. Porque no hay forma alguna, jamás, en la que pueda acudir a Logan como consejero del colegio. - En un ámbito familiar era otra cosa, ¿pero en una oficina compartiendo mis confidencias? Jamás. - Entonces, un traje blanco adaptado… y una fecha pronto, que si no sé con cuanto tiempo cuento acabaré más estresada de lo normal. - Le aseguro mientras la suelto y me entretengo con los cachetes de Tilly. ¿Estaría mal diseñarle algo a ella también aunque no fuese a usarlo? - ¿Cuándo iremos a ver a Mo?
M. Meerah Powell
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No sé si vacío, pero cada mes es seguro que te preguntaré si necesitas que compre el siguiente…— digo, no porque quiera echarme fama de controladora cuando todavía no hemos comenzado, sino porque en lo espontaneo de nuestras charlas, creo que esas cosas surgen. Esta casa tiene muchos espacios, a veces podemos pasar todo el día sin cruzarnos, pero de ser una familia tipo en el distrito seis, que comparte un único baño y escuchas lo que ocurre en la otra punta de la casa, hace mucho ciertas cuestiones de la privacidad las habríamos perdido como casi sucedió en la casa del cuatro. El ser invasivos se vuelve normal para los padres y lo más irritable en la adolescencia para los hijos, por aquí sigo sintiendo que soy invasiva hasta donde Meerah me lo permite, hay ciertos límites que todavía no cruzo, por eso mi confianza en decirle que estaré de su lado en lo que sea. No creo que nada de lo que no puedo ver, supere los límites de lo posible siendo quien es, donde vive, con quienes se relaciona. El mundo para ellas todavía está rodeado por un cerco de protección. —Eso es— la aliento, que su padre me perdone. —Nadie va a una batalla sin nada en la mano y sin haber aprendido al menos a dar un buen puñetazo. Pero algún día, estoy segura de que serás de las que conquistan los campos de batallas donde se paran…— y sí, estoy hablando de lo buena abogada que será, si a su padre le refuta argumentos, no habrá tribunal que permanezca inamovible ante ella.

Ni yo tampoco puedo quedarme impasible, ¿en serio? ¿con eso de todo mi relato se va a quedar? —¡Ay, por favor! ¡No puede ser tan terrible! ¿Qué habías dicho de que quizás luego hasta te olvidas de tu primer beso?— le pregunto, —Solo son cosas que ocurren, ya pasó, ha pasado vida después de eso y mucha vida…— exagero mi tono como si tuviera cincuenta años en vez de treinta, que necesito que lo deje atrás para que no haya miradas cómplices sobre la mesa de Navidad que pueda levantar sospechas entre los demás, ¡que vergonzoso hablar sobre el postre de cosas que pasaron a los quince años! Bastante tengo con las fotos que muestra Mohini de cuando era un renacuajo de ojos grandes con falda hawaiana. —Un traje adaptado y el encaje que esté presente también…— coincido con ella al terminar de definir la razón que me trajo a su habitación en primer lugar, —y por la fecha, hay tiempo… mucho tiempo… seguramente cuando lo tengamos todo listo recién acordaremos el día— creo que ninguno quiere redondear un número en el calendario, sino esperar el momento para decir «ahora» y salir corriendo los dos a la vez. Y sigue siendo una fecha menos aterradora que la de fijar cuando ir a ver a Mo. —Hoy no— dijo rápidamente, —hoy no tengo los nervios— y eso que son los mismos de todos los días. —Trataré de que sea mañana… o pasado… o pasado... cuando me sienta lista te digo— aprovecho que todavía no es más alta que yo y que a esta edad solo sentirá un poco de vergüenza, no tanta, para besar su coronilla. —Te dejo trabajar y yo sacaré a las bestias a descargar energías en el jardín…— hago un movimiento disimulado con la barbilla para apuntar a su hermanita, quien todavía cree que la bajaré en algún momento para poder babear telas, que ingenua.
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