TEMAS
Mi atención se la lleva la luz titilante encima de la puerta, allí donde sé que está colocado un sensor de movimiento y una cámara de vigilancia. Yo recuerdo a Benedict Franco, coincidimos en el centro de entrenamientos hace mucho tiempo, cuando él era un tributo con pinta de no sobrevivir ni un resfriado y mi estatus de mentora me mantenía encerrada entre sus paredes. No comprendo como ese niño se ha transformado en el hombre que todo el mundo muestra al público, vigilado como una de las mayores amenazas del país. Ni hablemos de la chica. Solo he podido leer su archivo para tener una idea de con qué estoy lidiando y me mandaron, así sin más, equipada con mi bolso rojo y un cúmulo de nervios en la nuca.
Para cuando se abre la puerta, estoy peinando un mechón de cabello, cuya tintura está empezando a lavarse. Ava Ballard es apenas un poco más baja que yo, pero sus ojos parecen tan perdidos como lo solían estar los míos. Le sonrío, pero creo que las dos sabemos que no es un gesto muy honesto — Soy Jolene. Estoy segura de que te dijeron que vendría en este horario — o al menos, eso es lo que tenía entendido. No le tiendo la mano, la cierro alrededor de mi bolso y, hasta que no me deja pasar, no doy los pasos necesarios para encontrarme dentro de su sala. Al menos es un sitio bonito, pero eso no deja de significar que es solo una prisión lujosa — Tienes una buena iluminación, así que eso va a sernos de ayuda. ¿Estamos solas? — que no estoy para reencuentros incómodos, espero que sepa comprenderlo.
Me incorporo hasta quedar sentada y me restriego los ojos con el dorso de la mano hasta que mis neuronas parecen hacer conexión - Mierda. - Me había olvidado que sí tenía programada una visita para el día de hoy. Pego un salto que termina con mi pierna golpeando el borde de la mesita y una nueva puteada se escapa de mi boca en lo que voy medio saltando hasta abrir la puerta. Ni siquiera me he visto al espejo antes de abrir pero creo que mi cabello enmarañado y el suéter gigante que llevo puesto no deben impresionar a la mujer que se encuentra del otro lado. Considerando que ella tampoco causa gran impresión en mí decido no preocuparme al respecto.
- Ava. - Suelto, aunque es obvio que debe saberlo. Me hago a un lado para dejarla pasar y señalo con un brazo hacia la sala, no es que haya muchos lugares en los que podamos estar. ¿Para qué era que venía, de nuevo? - Sí, Ben no vuelve hasta más tarde. Tendrás que soportarme y a mi encantadora personalidad. ¿Quieres algo de beber? - Me cruzo de brazos por inercia, pero también porque siento su presencia como una especie de intrusión que no sé cómo terminar de tomarme. Otra de las tantas cosas que son impuestas al parecer.
Acomodo mi bolso sobre uno de los sillones tras un “no, gracias” que no estoy segura de que ha llegado a oír, más ocupada en ver como nada en este sitio parece pertenecerle. No hay fotografías ni adornos, esos detalles tontos que hacen una casa un hogar. Es todo blanco e impoluto, muy poco personal, ella tampoco luce como una persona que pertenece aquí. Podría ser bonita, pero conozco muy bien ese tipo de rostros como para creer que estoy frente a alguien que se siente completa. Froto mis manos con incomodidad sobre mi ropa y no me atrevo a tomar asiento, así que la sonrisa que le dedico es más forzada de lo normal, ni mis labios se separan al curvarse — Conocí a Ben cuando era… Una cosa así — intento recordarlo por aquellas épocas y estoy segura de que la altura que marco en el aire ni siquiera le hace justicia, de seguro era aún más pequeño — Se la pasaba comiendo dulces en el Centro de Entrenamientos con su hermana… — ¿Melanie, era? Se siente demasiado lejano y, por las dudas, alzo las manos en señal de paz — Sé que es un tema delicado, así que no voy a tocarlo si es realmente molesto. Solo me es extraño reencontrarme con esas personas, de esta manera, después de todos estos años.
Como no sé qué más hacer, me giro y empiezo a rebuscar dentro de mi bolso, empezando a sacar las pinturas. Un movimiento de mi varita basta para acomodarlas sobre la mesa ratona, una a una van buscando su sitio en el espacio en lo que yo saco las gruesas hojas de dibujo que nos serán útiles en una primera clase. Ya veré hacia dónde apuntaremos luego — ¿Alguna vez hiciste alguna clase de arte, Ava? Cualquier cosa.
Estoy llevándome el vaso a los labios cuando decide traer a Ben como tema de conversación, e incluso aunque su presencia no me genere confianza, no me es difícil esbozar una sonrisa cuando lo describe de una forma que me resulta familiar. - Dejando el lado el tema de la altura, no es que haya cambiado mucho. Aunque bueno, desde mí punto de vista siempre fué más alto, yo simplemente era un piojo. - No voy a opinar respecto a Melanie por cuestión de respeto más que por desconocimiento, y aún así no me parece molesto que traiga el tema a colación. - Todo esto es extraño de por sí, pero aún así creo que eres la persona menos irritante que me he cruzado hasta ahora. - No era un cumplido ni estaba cerca de serlo, pero considerando de que había podido decir más de cinco palabras sin que tuviera la necesidad de responder con un comentario sarcástico, era un verdadero logro digno de ser reconocido.
Vacío la mitad del vaso para cuando llego hasta el sillón y observo con con curiosidad las cosas que va disponiendo sobre la mesita. - A menos que cuente el ayudar a mi hermana cuando era más chica no, jamás. - De pequeña estaba más interesada en las manualidades o en la lectura antes que en las pinturas. No consideraba que tuviese talento artístico, o al menos no había tenido la paciencia suficiente como para cultivarlo. - Supongo que a menos que seas psicóloga o algo así eso hace más difícil tu trabajo, ¿no? - Que si al final acababa por ser psicóloga, preferiría cosas como el paintball, o ese tipo de arte en el que se arroja dardos a globos llenos de pintura. Eso sí sería mucho más relajante a mi parecer. - No me malinterpretes, lo veo como un progreso. A mis ojos he pasado de ser un conejillo de indias a una niña de cinco años con déficit de atención pendiente de evaluación.
No debería sorprenderme que las personas del catorce hacían cosas como pintar habitaciones, pero aún así se gana que le lance una mirada curiosa. Me limito a dejar las hojas sobre la mesa y tomo uno de los almohadones del sofá — ¿Puedo? — hago la indicación, pidiendo permiso para sentarme sobre el mismo frente a la mesita y la invito a hacer lo mismo con un movimiento de la mano — Ellos se encargarán de la parte física y mental en el ministerio. Mi tarea es, básicamente, explotar otras áreas de tu cerebro mediante la creatividad. Ya sabes, si dibujas muchas manchas rojas y ojos muy oscuros, hablarán de que eres una adicta a la sangre que necesita calmar sus ansias de muerte — a pesar de que mi voz imita un tono grave y serio, le sonrío con obvia mofa hacia las personas que nos han reunido — No me importa lo que ellos digan, no soy fanática de los políticos. Hagan lo que hagan, siempre tienen las manos manchadas — incluso el niño que ella sigue, pero no voy a irme a esos temas — Así que conmigo solo pinta lo que te salga, porque ni me voy a molestar en analizarte. No es algo a lo que me dedique. Si me han llamado, es solo porque soy un nombre recurrente en el Ministerio que les ha venido como anillo al dedo. Asumo de que deben haber supuesto que no estoy tan loca para darme este trabajo — ruedo los ojos.
Le tiendo la pila de hojas, uso la varita para llenar un vaso de agua y, sin más, empujo hacia ella las acuarelas y los pinceles, de diferente grosor — ¿Te parece bien el comenzar pintando un recuerdo feliz? El que más te guste, puede ser lo que sea. Desde una escena a un objeto o una persona… Solo algo que te dé felicidad. No quiero irme a las amarguras en el primer día — cruzo mis piernas como indio y apoyo en mi rodilla mi codo, sosteniendo así mi mentón en mis nudillos. Para hablar de técnicas, tendremos tiempo — ¿Siquiera te gustan estas cosas o pintar es una tortura asiática para ti?
Mi vista sigue fija en los colores que se encuentran en la mesa y reacciono tarde a su pedido. - Sí, disculpa. Puedes sentarte. - Sigo su ejemplo ante su indicación y dejo el vaso a un costado. - Entonces es lo que dije, básicamente he ascendido al rol de una niña pendiente de evaluación psicológica. Maravilloso. - Al menos la sinceridad de la pseudo pelirroja me caía lo suficientemente bien para no juzgar demasiado el por qué detrás de su asociación al ministerio. No iba a bajar la guardia solo porque Jolene fuese alguien que no me produjese golpearla, pero al menos podría tratar de colaborar sin demasiados comentarios sarcásticos y muecas innecesarias. - ¿Hacen este tipo de evaluación para los políticos también? Porque lo de manchas rojas y ojos oscuros se me hace una especie de requisito para el tipo de puesto que ocupan. - Y que lo diga yo era de lo más irónico.
- Menos mal que aclaraste lo de “lo que sea” porque no creo que sea capaz de dibujar a una persona jamás. - No a menos de que se tratase de figuras de palitos, o criaturas con leves y muy confusas características antropomórficas. Al final acabo por tomar el pincel plano más grande que trajo, tratando de hacer memoria a mis momentos de infancia en los que me gustaba hacer dibujos para que Arleth los colgase de la nevera. No es muy difícil escoger el recuerdo, lo dificil es tratar de que el celeste y el azul se mezclen para encontrar ese turquesa claro muy característico de los veranos en el catorce. - Tortura solía ser quedarme quieta en un lugar, creo que para estas alturas ya me he acostumbrado a tener el culo quieto. - Y no me refería necesariamente al tiempo en el capitolio, sino que a todos los meses que habían pasado desde que nos vimos obligados a llegar al país. Doy mi primera pincelada sobre el papel y descubro que el color es mucho más transparente de lo que esperaba pero, extrañamente, eso causa el efecto deseado sobre el color que más o menos he logrado conseguir. - Si esto va a ser una especie de veinte preguntas, me toca. ¿De verdad estás cómoda trabajando para el ministerio?
Es mi parte docente, esa que he adoptado desde que regresé a la sociedad y tengo que fingir ser una persona que utiliza tacones y sabe caminar sobre ellos, la que dobla un poco la cabeza para tratar de ver lo que ha escogido pintar, si me baso en los colores. Apenas consigo reírme entre dientes de lo que ha dicho, porque no me espero que vuelva la conversación hacia mí y tengo que meditar un poco la respuesta, incluso cuando hay una parte de mí que ya la sabe — Cuando regresé de Europa… — es un comienzo que busca tantear, mis ojos se giran hacia ella por un momento hasta volver a fijarme en las pinturas que acomodo por inercia — El gobierno no me aceptó con los brazos abiertos. Jamás me reporté con ellos y, por obviedad, Jamie Niniadis quería saber por qué. Me mantuvieron en prisión durante un tiempo, hasta que aceptaron que no era un peligro y me liberaron.
Hago una mueca, no una muy agradable — Hans Powell fue el juez que aceptó mi liberación y Eloise Leblanc, la ministra que me obliga a enseñarle a los niños a defenderse en duelos que jamás les serán de verdad útiles. No diré que los ministros o el presidente son dignos de mi devoción, pero trabajar un par de horas en el Royal y luego regresar al Instituto de Arte es lo que me mantiene quieta, sin que nadie en verdad me moleste. No, no estoy cómoda, pero a veces simplemente… Aprendes a agachar la cabeza, después de haber dejado que te la golpeen por mucho tiempo — lo cual me da hasta asco decirlo, lo cual se traspasa a mi rostro.
Vuelvo a tomar el pincel, pero no sé qué hacer con él, ¿de verdad quería compartir con una completa extraña? - Tampoco termino de entender la verdadera razón por la que te enviaron aquí, pero si era para garantizar el que estuviese agradecida con ellos o dispuesta a bajar la cabeza para siempre… Hans Powell tendría que hacer muchos más esfuerzos con su magia mental como para siquiera lograr que esas palabras se escapen de mi boca. - Enjuago el pincel en el agua y pruebo esta vez llevarlo a los verdes, no quiero desahogarme con ella, pero no puedo callarme ni frenar una vez que comienzo a hablar. - Como comprenderás no lo tengo en alta estima, las veces que nos enfrentamos ambos nos encargamos de dejarnos un par de cicatrices, pero los momentos en los que en verdad pudimos relacionarnos se dieron dentro de mi celda. Si se muestra igual de despiadado en la corte… pues no me sorprende que se haya vuelto ministro tan joven.
Creo que el color que voy pintando en la hoja no es realmente el que debería ser, pero sirve como base y las ondulaciones, producto del temblor de mi mano, hacen que el paisaje comience a mostrar algo de textura. - ¿Y Aminoff? Ya sabía que Jamie había sido una loca posesiva de mierda, pero Magnar de verdad supo canalizar su espíritu y perfeccionar esa locura maniática y enfermiza… - No puedo, de verdad no puedo concentrarme en un recuerdo tan bonito como es el paisaje del catorce si es que estoy hablando de personas que ni siquiera merecían llamarse como tal, así que vuelvo a frenar mi mano y abandono el pincel en el vaso de agua antes de recargarme contra el respaldo y volver la mirada hacia Jolene. - No conozco demasiado de tu historia si soy sincera, pero siendo una ex-vencedora es obvio que no debe haber sido bonita. No juzgo que hayas aprendido a bajar la cabeza, pero si yo estoy aguantando aquí es porque tengo fe en que no duraré mucho tiempo haciéndolo. - Si era porque podíamos volver con los demás de alguna manera, o porque tenía que morir peleando, no me importaba. - No voy a someterme ante la gente que se encargó de asesinar a mi familia, lastimar a los que quiero y torturarme de todas y cada una de las formas posibles. Tu presidente es un sádico, la peor serpiente que pude haber conocido; pero no le pertenezco. Si todavía me quedo quieta y aguantando aquí, es porque Ben hizo demasiado por sacarme de ahí y literalmente no tengo otra opción. - Y no aparto la vista de ella, si es esto lo que quería conseguir, ahí lo tenía. No hacía falta analizar demasiado un dibujo que en sí solo eran colores que trataban de imitar lo que no se podía. El catorce se había perdido, y mi memoria, aunque viva, no podía volcarla contra el papel.
Mi silencio se alarga incluso cuando ella deja de hablar. Puedo pretender prestarle atención a lo que ha plasmado en papel, pero la verdad es que no estoy viendo los colores. Me relamo los labios y me arrepiento de no haberle pedido algo para beber. Abro la boca pero es obvio que me arrepiento de lo que voy a decir, así que suelto el aire que se me coló entre los labios y ladeo la cabeza antes de hablar de una vez — Conozco ese rencor. He vivido con ese fuego por más de veinte años y no voy a mentirte y decir que no se ha apagado, porque sería demasiado hipócrita de mi parte — aseguro. Por extraño que parezca, sueno incluso tranquila — Si me he apartado de la lucha es porque no queda absolutamente nadie allá afuera por quien pelear. Verás, mi familia entera está muerta por culpa de los Black y mi hermano, el único que ha sobrevivido, ha decidido apoyar a Stephanie como si aún fuese una personalidad que valiera la pena salvar. Tengo a mi abuela, sí, pero jamás hemos sido cercanas y en lo único que coincidimos, es que tu chico, Kendrick, no puede ser una buena señal para quienes crecimos bajo la mierda de su familia. No te ofendas, pero ese apellido es mala calaña, siempre se les sale el brote de locura — le aclaro, levantando las manos en señal de paz, que solo estoy explayando un punto.
— Por otro lado… — me resigno, que siempre hay un “pero” — Mi mejor amigo Andy ha sido esclavo durante todos estos años y, para dejar bien en claro, Aminoff no es “mi” presidente. Solo llega un momento en el cual te cansas de correr, de pelear y terminas siendo… pues esto — me señalo a mí misma, usando mi mano para hacer un paneo de lo que queda a la vista de mí por encima de la mesita — Admiro tu espíritu, de verdad, porque yo lo arrastré conmigo durante muchos años. Estoy segura de que Ben debe adorarte como para hacer esto por ti, pero ahora tienes solo dos caminos. El volverte como yo o tirar por la borda todo lo que él hizo para mantenerte a salvo. Jamás dejarás de ser tú, Ava, y la frustración que viene en esos casos es bastante grande como para soportarla. Eso es lo que queda de los soldados — me incluyo, porque lo he sido la mayor parte de mi vida.
- Eso es lo que queda de los soldados que dejan de pelear. Pero no quiero creer que ese sea mi caso. No me engaño, sé que soy prisionera aquí dentro, con lujos si es que así quieres llamarlo pero prisionera en fin. - Llevo la mano a mi pelo y masajeo mi cabeza en el proceso, tratando de aliviar el sinfín de pensamientos que han llenado mi cerebro en los últimos minutos. - Mi problema, es que yo sí tengo gente por la que pelear. ¿Dices que Ben me adora? la única razón por la cual no le grité hasta quedarme sin voz es porque puedo entender las razones detrás de sus acciones cuando supe lo que había hecho por mí. ¿Sabes por qué? Porque aquellos que salimos del catorce y aún quedamos con vida formamos todos una familia. - Me llevo la mano al borde del buzo que llevo puesto y jugueteo con el cuello al no encontrar mi collar colgando contra mi clavícula. - No puedo resignarme y quedarme de brazos cruzados por el resto de mi vida cuando tengo mucho por lo que pelear, claro que tampoco puedo abandonar a Ben y tirar por la borda lo que hizo. No es mi momento, y todavía no estoy en paz con eso, ¿pero resignarme? - Jamás. No podría.
- ¿Dices que tienes un amigo esclavo? Me crié rodeada de magos y humanos por igual, todos con las mismas tareas, entrenando para defendernos, cultivando lo que podíamos y cazando lo que encontrábamos. ¿Crees que nos importaba la faltade magia? soy una squib y jamás desde que tuve nueve años me sentí menos por no tener ninguna habilidad mágica. ¿Puedes decirme que aquí eso no hace una diferencia? ¿que los hijos de mis amigos, que mis futuros hijos si es que los tengo van a criarse en igualdad sin sentirse menos? - Me gustaría tener la habilidad suficiente para poder dibujarle todo en el papel. Poder recrear cada una de las caras que se perdieron, para mostrarle que no solo quiero pelear por los que quedaron, sino que también por los que ya no están. - Una de mis mejores amigas, una hermana casi, era una squib que decidio vivir dentro del país. Era una prostituta claro, porque era la única forma en la cual podía costearse algo de alimento. ¿Y esclavos? No conocí a muchos, pero los pocos que encontré en el norte no tienen historias muy bonitas para contar. Espero que tu amigo la esté pasando bien, porque no puedo creer que con lo que he escuchado que puedas decir que es un esclavo y no querer tirar todo el sistema a la mierda con tus propias manos.
Me paro simplemente porque no puedo quedarme sentada, bordeo el sillón y paso por delante de la mesita hasta llegar a una de las ventanas. - Me encanta ver cómo son pocos los que entienden que no somos terroristas. No queremos destruír esto. La idea es mostrar que podemos convivir en paz, sin esclavitud innecesaria, sin una raza superior que domine a los demás. ¿El apellido Black no te gusta? Pues a mí tampoco, no es el ideal de esa familia lo que queremos traer, pero mal que mal es un estandarte que ayuda a remover las aguas y plantar terreno. Lo lamento si para tí o para tu abuela es mala señal, pero vi crecer a Ken desde su primer día de vida, y no hay persona de la que pueda sentirme tan orgullosa como de él. - Probablemente no fuera a verlo, no podía transmitirle una quincena de años cargadas de memorias que demostraban todos los valores que Ken cargaba consigo, pero incluso sin eso… Ya. No tenía sentido tratar de convencer a quien ya se había dado por vencida. - Tengo que agradecerte de todas maneras, hasta antes de que llegaras todavía seguía compadeciéndome de mi misma. Supongo que gracias por hacerme notar que todavía no estoy dispuesta a resginarme. Sí de momento, pero probablemente prefiera morir peleando antes de rendirme ante gente como Aminoff.
Me río sin mucho entusiasmo y mastico la punta de mi lengua. Creo que ella ha hablado por horas, al menos así se siente y yo solo puedo quedarme callada por un momento. Ladeo mi cabeza, busco hacer sonar mi cuello y me digno a contestar — ¿De nada? — suelto de forma dudosa — De verdad, me alegra que al menos hayas encontrado hacia dónde planeas caminar, sé que no es sencillo el hacerlo hoy en día. Es verdad, no conozco a Kendrick Black y quizá lo que tengo en su contra se debe a un viejo prejuicio. Pero… ¿Tú lo harías? ¿Tú pondrías en un pedestal al último de una línea de sucesión que se ha encargado de barrer absolutamente todo lo que querías? — está claro que no busco pelear, lo que hago es poner un ejemplo — Si no he luchado por los esclavos, es porque sé que hay algunos muggles que no tienen otra opción. Anderson está mucho mejor en cuidado de una amiga, que dejando que lo linchen por haber matado magos en el pasado por culpa de los Black. A veces las motivaciones no son suficientes… — es sucio el mirar hacia un lado y dejar que las cosas ocurran, pero soy consciente de mis errores.
Aunque yo no sea la alumna, tomo uno de los pinceles, me hago con un poco de acuarela y comienzo a plasmar una figura sin sentido sobre uno de los papeles blancos — Creo que está de más el aclarar que no diré absolutamente nada de lo que me dijiste hoy — declaro — Así que, si estás decidida a seguir peleando, eso corre por cuenta tuya. Como yo he decidido mi postura, no soy nadie para bloquear la de alguien más. Y en verdad, en serio, espero que no se equivoquen con respecto a Black. Ojalá que mis temores nunca se hagan verdad, porque lo último que necesitamos en este mundo es a alguien que busque vengarse de sus enemigos plantando unos nuevos juegos mágicos o algo así — hago una mueca, que no puedo negar que ese no ha sido un temor recurrente desde su aparición. Con una floritura, acabo mi línea de color púrpura — Ahora… ¿Terminaste tu dibujo o quieres agregarle algo más?
|
|