The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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We can make our lives on the go · Ken
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Invitado
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¡No! ¡No! ¡No te muevas!— pido, mis dedos presionando la varita contra mi palma cuando me acerco a él con las manos en alto para rogarle que no se mueva, que no haga el intento de incorporarse, ¡se está desangrando! ¿Por qué tengo esta sensación de deja vú? No solo por la vez que se cayó de la bicicleta, creo que la imagen de verle la camiseta empapada de rojo sangre es una estampa a la que debo acostumbrarme. ¡Ven! ¡De algo sirve trabajar con Alice! No entro en pánico, ¡no entro en pánico! Noentroenpánico. Sé cuál es el hechizo que tengo que usar para que su nariz vuelva a su sitio y lo haría si pudiera conseguir que se quede quieto, que me preste su nariz para que pueda encargarme en vez de retorcerse del dolor. Coloco una mano sobre su pecho para inmovilizarlo en la nieve que le hace de colchón cómodo, así puedo detener el chorro de sangre que salpicó un poco sobre lo blanco del suelo. —¡Ya está! ¡Como nueva!— exclamo satisfecha al ver que la hemorragia para. —Ah, maldición, creo que te quedó un poco diferente a la anterior…— lo digo tan seria, tan preocupada, que tengo que reírme para que sepa que no lo hablo en serio. ¡No soy tan mala en esto! ¡Sé detener una nariz sangrando!

Una nariz que no debería estar sangrando, di por hecho que con sus reflejos lograría esquivar los pedazos de cosas que había en el jardín y fueron lanzados hacia él con oppugno, bien, de acuerdo, tal vez no tendría que lanzar varias cosas a la vez, una tras otra, sino darle un tiempo a ir parando cada una. Lo tendré en cuenta para la próxima, por hoy debemos darlo por interrumpido, pelusas blancas empiezan a caer sobre nosotros y levanto mi cara al cielo gris para comprobar que va a nevar otra vez. —Ven, te ayudo— coloco una mano debajo de su brazo y con la otra me aferro al mismo para tirar de él hacia arriba al mismo tiempo que yo me levanto, tenía mis rodillas enterradas en la nieve. Le quito la que tiene entre sus mechones con mis dedos revolviendo entre estos y como estamos más cerca del invernadero que de la casa, me agarro de su mano para ir caminando hacia allí dando grandes y amplias zancadas por un patio que hasta que no acabe el invierno, seguirá siendo un desierto de un único color, blanco, con todas sus plantas como esqueletos de ramas y solo unos pocos arbustos de hojas oscuras entre los que suelen esconderse duendecillos.

Paremos por hoy, así puedo mostrarte el invernadero de la abuela— digo al apoyar mi mano sobre la puerta que todavía tiene humedad, me exige un poco más de fuerza para poder abrirla y una vez que lo hago, se respira un aire distinto al de hace unos meses, todas las plantas muertas fueron quitadas y con un par de hechizos básicos conseguí que algunos brotes tuvieran la temperatura que necesitaban para ir llenando sus macetas. Aún falta mucho para que pueda ser una habitación a rebosar de verde como seguramente fue alguna vez, pero se ve más limpio que aquella vez que nos sirvió como lugar para escondernos en Año Nuevo. El techo, sin todas esas enredaderas que crecieron en descontrol, también deja paso a una claridad bienvenida, el techo de cristal nos deja ver cómo se va cubriendo de una fina manta nevada. —¡Allá están las pinturas!— le indico con mi brazo extendido hacia la mesa de madera pesada donde se amontonan frascos, alrededor de la cual hay dos banquetas altas y un atril, es lo nuevo dentro del invernadero, mi propio espacio dentro del que fue de mi abuela y mi madre. —¿Te acuerdas cuando me pediste que te enseñara a dibujar? ¿Alguna vez pintaste cosas con tus manos?— pregunto al llevarlo hasta la mesa para que pueda ver los recipientes cargados de ceniza, arena, algunas piedras, también cáscaras y frutas a la mitad. Hay unas fuentes de metal donde trozos de tela van tomando color, uno está tan teñido de rojo que vuelvo a echar un vistazo a su nariz. —¿Te sigue doliendo? De verdad, lo siento, en serio, sigo siendo algo desordenada con… bueno, supongo que duelear… y Ben ya no está para ayudarme…
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Esto no estaba en mi contrato, yo no dije que iba a aceptar ser apedreado por mi novia en medio de nieve helada cuando mis intenciones eran puras, buenas y castas. El dolor me ha cegado por un momento y creo que he manchado de sangre algo de mi ropa además del suelo, cuyo frío me mantiene despierto a pesar de que la cabeza me late un poco por el impacto — ¡No, no hace falta…! — que ya me ha curado la nariz en una ocasión, pero ahora mismo eso no me importa porque fue ella la que me dejó en este estado en primer lugar. No me escucha, claro que no; se encarga de producir el chasquido que me lanza un quejidito y me llevo rápidamente ambas manos a la cara, tratando de chequear que todo esté en su lugar en lo que mi corazón vuelve a su sitio gracias a su risa — ¡Eres una…! ¡Eso no se hace, Synnove! — que a pesar de mi queja, se me pinta por un momento la diversión y tomo venganza lanzándole algo de nieve por encima del cabello. Va a matarme, de verdad, ya lo vi venir en las noticias. “Kendrick Black, asesinado accidentalmente por su pareja”. Intento no darle tanta vuelta al tema del título dentro de mi cabeza en lo que intento ponerme de pie apoyándome en ella, que su ayuda es más que suficiente para poder hacerlo sin sucumbir al mareo. No puedo estar tan flojo, debe ser cosa del invierno que se me está haciendo eterno.

En lo que ella sacude mi cabello, yo hago lo mismo con sus hombros y me dejo guiar hasta la casa, que creo que ahora mismo no podría detener ningún tipo de hechizo o impacto; he fallado, por fin, como profesor — ¿Estás segura? Si me dejas descansar unos minutos, podemos volver a intentarlo — ese es mi orgullo hablando, por sobre todas las cosas. Al menos, aquí dentro las ventanas interrumpen un poco el camino del viento y puedo soltarla para desabrochar la chaqueta que me sirve de abrigo, sin tener la necesidad de sentirme yo mismo un muñeco de lana. Lo que me toma un poco fuera de onda es que mencione las pinturas, esas que logro ver al avanzar unos pasos más — Creo que sí, cuando era niño. Sabes que se me da muy mal el arte — intenté varias cosas a lo largo de la vida, de verdad, pero allí donde otros eran buenos en tocar algún instrumento o crear cosas, lo mío siempre fue mucho más práctico. Le echo una ojeada a la cantidad de cosas que tiene aquí y sí, doy por sentado desde el vamos que yo no sabré qué hacer con todo esto. Toqueteo un poco la nariz en cuanto trae el tema a colación, pero le sonrío en un intento de brindarle ánimos — No te preocupes, lo haces bien. Ten en cuenta que muchos de nosotros pasamos años entrenando. Por ejemplo, tú eres mucho mejor usando… lo que sea que es esto — Olfateo, supongo que son cáscaras de fruta que ni siquiera sé para qué sirven.

Además, ni que no hubiese recibido golpes durante todos esos años. Vuelvo a apoyar el recipiente y froto mis manos, las cuales se sienten mucho más pálidas que de costumbre — Entonces… ¿Quieres pintar? — tironeo de la chaqueta para sacarla por completo y la dejo a un lado — ¿O quieres duelear con pintura? Puede ser un verdadero enchastre. O podemos hacer como esa película donde el tipo se volvía fantasma, pero antes él y su novia lo hacían sobre sus materiales de escultura — bromeo, que nada en esa escena tiene sentido alguno y hasta se me hizo bastante ridícula y desagradable — ¿Qué es lo que Ben te enseñaba con exactitud? Tal vez, cuando volvamos podemos retomar desde ustedes se quedaron… — es una idea, no es que me guste mucho hablar de los que ya no están. No puedo más con la curiosidad y acabo alzando los ojos hacia ella — ¿Cómo es que pintas con estas cosas? ¿No se despegan? — si me tiene paciencia, esto puede ser un ida y vuelta.
Kendrick O. Black
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Invitado
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El arte no se le da mal a nadie— lo corrijo, con ese tonito que solía usar para marcarle cosas como que no podía comer cosas que dejaran migas en la cama, esas primeras veces que miramos películas juntos en mi habitación, ah, y esa vez también en que le dije que un chico no se mete así como así a dormir en la cama de una chica. Agarro un pincel de alguno de los frascos con el único propósito de usarlo como puntero cuando exagero mi tono de sabionda al abrir los brazos. —Porque el arte es una manera de expresión, son tus emociones creando algo que no puede ser ni bueno ni malo, es arte, es lo que sientes… y siempre que hagas lo que sientes, estará bien— acabo con todo mi convencimiento de que así es puesto en mi voz, y aunque por las dudas no me arriesgaré a tratar de enseñarle a trazar de líneas que si tengan una forma para no frustrarnos, esta vez recojo una lata con una mezcla amarilla para colocarla en su mano y hacer que me siga para buscar un lienzo de un metro por un metro que está arrimado contra una pared. —Son pigmentos naturales— sonrío al tener que explicarlo, —quise aprovechar que estamos en un distrito como este para tomar cosas de la naturaleza y hasta la ceniza que queda al usar la chimenea por el frío también sirve.

Muevo el lienzo con mi varita para que quede en el suelo y el resto de los frascos van levitando hasta apoyarse en sus bordes, uno se detiene cerca de mi hombro para que pueda agarrarlo y quitarle la tapa. —No sé de qué película me hablas y… ¿la has mirado sin mí? Eso está muy mal— me quejo, tengo que apretar mis labios para no reírme por la escena que se crea en mi mente, no lo consigo, mis cejas se curvan hacia arriba. —Sería un verdadero enchastre, pero…— dejo la lata a un lado cuando me siento en el suelo para quitarme también la campera así no la mancho y voy levantando las mangas del suéter café más fino que tengo debajo. —Sería arte— la pomposidad de mi tono va acompañada de una sonrisa que se escapa por un lado de mi boca. —Y en realidad, no se me da bien pintar. Lo he intentado, todos mis paisajes, no importa que técnica use, se ven planos… me esfuerzo tanto porque se parezcan los reales o que tengan tantos detalles “realistas”, que lo sufro… así que descubrí esta técnica en la básicamente, solo dejas que tus manos cargadas de pintura vayan pintando algo… cielos, montañas, ríos, universos… y relaja un montón. ¿Quieres probarlo? Lo juro, no necesitas grandes conocimientos, vamos a disfrutarlo… es un poco pintar como cuando éramos niños, por eso te preguntaba…— abro otras dos latas, una de un verde extraño y otra que se ve azul, vuelco el primero sobre el lienzo para dejar una línea cargada de pintura, hago lo mismo con la otra, recupero la que era de color naranja, entonces hizo uso mis dedos para ir mezclándolos. —Ben me estaba enseñando a usar la ballesta, también quería pedirle que me enseñe a pelear sin armas, ya sabes, a veces pasa en medio de la pelea… la verdad es que la última vez que hablé con él, no pensé que sería la última… bueno, no me pondré caprichosa en decir que me quedado sin maestro, lo prefiero así… estoy, no sé, ¿contenta? de saber que ahora está con Ava, que ella no estará sola, así que no puedo quejarme…— me quedo callada por un momento, —supongo que me tomo bastante bien entender que a veces las personas solo se van, que tienen algo que hacer en otro lugar.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
No me voy a poner técnico con ella si se esfuerza en creer que no existen talentos particulares, porque estoy seguro de que nada de lo que salga de mis manos puede ser mejor de lo que pueda crear un niño de cinco años. Se lo dejo ser, más ocupado en tratar de comprender cómo es que estas cosas funcionan como pintura, cuando para mí siempre se ha basado en colocar las acuarelas y… ya — Creo que se llama “Fantasma” o algo así. Es una romántica bastante mala, no te pierdes de nada… Y no la vi entera — es la disculpa más vaga que se me ocurre, se delata en la manera en la cual mi sonrisa delata timidez. Al menos, sabe cómo captar mi atención y me apresuro a tomar asiento frente a ella, arremangando mi suéter; lástima para mí, la base de la conversación vuelve a ir hacia el lado artístico de la situación y suspiro con la resignación de que, de todos modos, no traje condones — Al menos tienes una creatividad que yo no tengo, peeeero… — le enseño mis manos abiertas delante de mi rostro y las muevo de un lado al otro para enseñarle que estoy dispuesto a ensuciarme. Estiro el cuello hacia delante en lo que uso mis rodillas para recargar los codos, atento a la textura de la pintura que se desliza sobre el lienzo.

Tengo que volver a la conversación para no perderme. Siendo honesto, aún no tengo muy en claro de cómo debo sentirme al respecto de que Ben y Ava estén a salvo, pero en manos de un gobierno que todos sabemos que no los usarán para buenas causas. Una parte de mí sabe que tiene que alegrarse por el saberlos vivos y a salvo según los informes de Holly desde el interior del ministerio, pero… — Los extraño — se me cae de los labios, hasta me siento avergonzado y caprichoso. Meto dos dedos en la pintura, se siente fría y espesa, pero aún así los muevo con lentitud para empezar a darle algo de forma por fuera del manchón principal — Sé que es lo menos arriesgado que podríamos haber hecho, pero sigo creyendo que es injusto — ¿Y saben qué? Nada de esto sería justo, tendría que haberlo sabido desde el inicio. Aún tengo a Amber para mis entrenamientos y sé que puedo apoyarme en el resto del consejo para tener una guía, pero no es lo mismo, especialmente sin Avs. Ben siempre fue un apoyo cercano y ella… bueno, era como una hermana mayor a quien ya no le puedo preguntar nada — Podemos entrenar algo de defensa cuerpo a cuerpo en cuanto terminemos con esto, tomar la pintura como un descanso — creo que es demasiado obvio el modo que tengo de cambiar de tema, presiono mis cinco yemas de la mano en la pintura para marcar el lienzo como pequeñas huellas — No tenemos que… No tiene sentido el seguir pensando en personas que se quedaron en el pasado. Ellos están vivos y, por ahora, eso es lo que importa. Ben quería que tengamos nuestras energías puestas en los planes que no podemos interrumpir y ya lo hemos puesto en movimiento, así que… todo estará bien — sé que me estoy convenciendo a mí y no a ella, pero creo que nos conocemos lo suficiente como para querer disimularlo.
Kendrick O. Black
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Invitado
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Que raro que no se llamara El Fantasma del Amor, ¿realmente puede ser considerada una película romántica si no tiene la palabra amor en el título? Entonces… me decías, que estuviste mirando solo una película romántica bastante mala… ¿estabas buscando ideas de algo y no me quisiste contar?— le pregunto sin vueltas, no he llegado hasta este punto de haber compartido tantas películas con él como para no indagar e indagar hasta llegar al meollo de la cuestión. ¿Qué sigue? ¿Qué me diga que ha mirado «A todos los magos de los que me enamoró II» sin mí? No sería capaz, ¿verdad? No es como si nuestras responsabilidades nos dejaran mucho tiempo para hacer maratón de películas, quedamos en vernos los domingos para al menos asegurarnos que nos veamos, con todas las cosas del Consejo por su parte, yo ayudando a Alice y Arianne…

La creatividad es un concepto que supera el arte, Ken. Las personas necesitan creatividad para buscar soluciones a problemas o para adaptarse a nuevas situaciones. Mimi así enfocada en los bits como la vez, es una persona muy creativa… tú eres muy creativo resolviendo situaciones de conflictos, en medio de las peleas, buscando la manera de camuflarte transformándote en un perro para vivir en el mismísimo Capitolio… dime si eso no fue creativo— espero a que  lo haga con una sonrisa en mi rostro que puede ver cuando levantando mi vista del lienzo manchado y busco las espátulas, algunas pequeñas, otras más grandes, que están entre los frascos, así las uso para ir salpicando pintura y raspar otras manchas más espesas. Raspo con especial efusión hasta que la pintura queda en líneas con relieve cuando dice que los extraña, es otro par de rostros los que vienen a mi mente al oír esas palabras, esto de crecer hace que nuestra memoria se vaya llenando de personas a las que echar de menos. —Lo es— lo secundo al decir que es una injusticia, —pero están juntos, solo es cuestión de tiempo que lleguemos hasta ellos— murmuro, muy por lo bajo, no está entre las tareas que realizo diariamente nada que me haga tener esta certeza, es solo algo como esperanza, por la que lucharé cuando me digan que lo haga, para eso estoy con mis amigos, ¿no?

Podríamos hacerlo aquí, así no salimos fuera que ha vuelto a nevar. Movemos un poco las macetas, la mesa, ¿seguro que no estás sugiriéndolo como opción b ya que hacerlo sobre la pintura puede ser en un enchastre?— pregunto a chiste, tomando el giro de la conversación para devolvernos un ánimo que nos saque de la nostalgia, que no está mal sentirla, peor es no reconocerla, pero no quiero arrastrarlo a esas cavilaciones si está tratando de estar bien, convenciéndose de que todo lo que tenemos que hacer es seguir adelante, me preocupa cuando será el momento en que de haber avanzado tanto, mire hacia atrás y el peso de todo caiga sobre él. Me callo porque quizá falten años para eso, no quiero volver al pensamiento pesimista de que tal vez también seamos para entonces, parte de esas personas que van quedando atrás para el otro, como me saqué todos los anillos al duelear en el patio, los siento en el bolsillo de la campera que está en el suelo. —Si todo esto acaba algún día, ¿sigues queriendo ver que hay más allá de Neopanem?— pregunto, que han pasado meses desde que se mudó a la mansión del alcalde, y bien, pocos dirían que no a la posición que Ken tiene ahora en el distrito nueve. —¿Te gustaría jugar a verdad o prenda? Como yo ya te hice una pregunta, elijo verdad y me puedes hacer una.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
¡Estaba en la televisión! — que si quisiera buscar ideas para sorprenderla, creo que no seguiría una mala película de vaya a saber qué año… No, aguarden, ya lo he hecho, pero este no es el caso. Suspiro con mucha fuerza, estoy acostumbrado a que Synnove encuentre el modo positivo de absolutamente todo y posiblemente se pondrá a buscar mil y un maneras de refutarme mi poco talento, ese que los dos sabemos que poseo porque, vamos, ella sabe de lo que estoy hablando. Me resigno, decidido a jugar con los colores, cuya textura se siente mucho más placentera entre mis dedos de lo que hubiese podido imaginar. Hasta froto mis yemas, viendo como se presiona entre ambas para desparramarse justo antes de volver a plasmarlo en el lienzo. Ahora entiendo por qué dicen que es terapéutico, es mucho más sencillo hablar de los que perdimos de esta manera que fingiendo que no me importa — Lo que más me molesta es saber que rescatarlos no está en la lista de prioridades dentro del consejo — hasta yo lo he aceptado. Mientras ellos estén a salvo, podemos asegurarnos de trabajar en temas mucho más urgentes a solucionar antes de encontrar el modo de llegar a ambos. Los sacaremos de ahí, pero no tengo ni idea de cuándo ni cómo ni dónde.

Cuando separo mis labios, lo hago con la intención de aceptar la idea de trabajar el entrenamiento dentro del invernadero; aún así, acabo sonriendo con renovada picardía en su dirección — ¿Estás tratando de convencerme de algo? — le pregunto con seductora gracia — No sabía que tenías ese tipo de fantasías — no soy yo si no sacudo mis manos para que algunas gotas le caigan encima de la nariz, tratando de salpicarla con cuidado, a modo de fastidio. Me deja un momento confundido su pregunta, esa que desequilibra mi estado de ánimo y tengo que recordarme que no puedo toquetearme el mentón para meditar sobre mi futuro, uno que en su momento supe tener muy en claro y que, ahora mismo, solo lo noto demasiado enroscado — Jamás renunciaría a ver qué hay allá afuera — admito — No sé qué sucederá con NeoPanem o conmigo, pero… me niego a morir aquí sin haber puesto mis ojos en esos lugares de los cuales solo he leído — en historias muy antiguas, tanto que todavía existían civilizaciones enteras y no simplemente colonias o ruinas, en un mundo que se lo ha tragado todo. Algo debe existir con certeza, estoy seguro.

Un juego me parece bien, aunque cuando la miro me doy cuenta de que no tengo una pregunta en particular para hacerle. Syv siempre ha sido demasiado transparente conmigo, nuestra amistad se volvió tan estrecha con el tiempo que, a veces, me pregunto si alguna vez tendré otra relación como esta — Déjame pensar — le pido como aceptación a su propuesta. Peco de infantil al hundir las dos manos en la pintura y las aplasto contra el lienzo, dejando mi huella — Cuando todo esto termine… ¿A qué te quieres dedicar? — antes de que pueda decirme que es obvio o algo de eso, la señalo con un dedo enchastrado — Haces demasiadas cosas, Syv. Te conocí como alguien que quería dedicarse a las leyes y ahora también haces medicina. Tiene que haber algo que te guste más que lo otro o, tal vez… te diste cuenta de que ninguna de las dos cosas es lo que en verdad te apasiona y tu futuro es tan incierto como el mío. Y ya sé que tu pasión soy yo, pero podemos ahorrarnos eso — bromeo, rodando los ojos con un exagerado y fingido ego antes de reírme entre dientes.
Kendrick O. Black
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Me pienso dos veces lo que pueda llegar a comentar sobre lo que me dice sobre Ava y Ben, así como las prioridades del consejo. —Supongo que es de las primeras lecciones que se deben aprender al tratar de gobernar, ¿no?— musito, mis manos concentradas en el lienzo y con mi mirada puesta en las líneas onduladas que van tomando la forma de montañas bañadas de una luz naranja. —Tener que responder a lo que todo un distrito necesita y relegar lo propio, el dilema del pueblo o las personas que amamos, toda esa cuestión del deber…— que trae sacrificios, y sé que le ha tocado hacer sacrificios antes, no, mejor dicho, le han arrebatado cosas antes, pero conseguir cosas también implica renunciar a otras. Nuestras manos nunca son lo suficientemente grandes como para albergarlo todo. —Pensemos que es algo del momento, el tiempo irá acomodando las cosas en su sitio, siempre lo hace…— es el consuelo que puedo ofrecerle, por débil que sea.

Bromear es otra de las maneras que tenemos para hacer a un lado, por un rato, lo que nos angustia. La sonrisa que le muestro logra ser auténtica, un destello bienvenido de humor. Mi nariz se frunce al cerrar los párpados para que las gotas de pintura no me entren a los ojos. —No fui yo quien dijo de hacerlo en un taller de arte en primer lugar, tus fantasías van por delante de las mías— lo acuso con una espátula cargada de pintura que agito hacia él para devolverle el ataque, sabiendo que lejos de limpiarme, lo haré peor, paso las puntas de mis dedos por mis mejillas así echo hacia atrás los mechones que se van quedando pegados contra mi piel. Cuando uso ambas manos para recoger todo mi cabello en tres grandes mechones que trenzo y lo echo hacia atrás, a falta de algo para sujetármelo, lo rubio se llena de manchitas de colores. —Lo supuse— contesto, —pero quizá te lo vuelva a preguntar dentro de seis meses, dentro de un año. Es para saber si sigues pensando igual, es que… tal vez las cosas cambien— que este distrito se vuelve un sitio cómodo en el que los años simplemente pasen, a no ser que las peleas por quedarnos o los planes de Kendrick de recuperar el poder de su familia nos vayan llevando un poco más lejos, pero en una dirección contraria a donde él quería ir en principio.

Le muestro mis manos sucias cuando pregunta a qué me quiero dedicar, y lo sé, no es tan evidente como puede parecer en este momento. Por eso dejo que se explique, lo escucho con una sonrisa puesta en mi cara que se desarma en una carcajada cuando termina. —Por muchos celos que sientas al saberlo, dibujar sigue siendo mi pasión… vas inmediatamente después, eso te lo concedo, pero si hay algo que puedo imaginarme haciendo toda mi vida, porque es lo que he hecho toda mi vida, es dibujar. Por frustrante que sea a veces, por más que haya muchos dibujos que no quiero ver, por muchos errores que cometa… nunca podría portarme indiferente a sostener un lápiz en la mano, tendría la necesidad de dibujar algo, lo que sea— contesto con toda la emoción que no podría contener aunque me lo propusiera con esfuerzo. —Pero esto de crecer tiene eso de saber que hay cosas que haremos como trabajo, trato de descubrir que hay de útil y que sirva a otros que yo pueda dar, con Arianne todo lo que sé sobre leyes se vuelve de pronto importante y también la ayuda que pueda dar a Alice, por mínima que sea, cuenta. Y no me molesta hacer nada de eso, a veces me canso, pero es necesario. Y está bien hacerlo, porque luego tengo lo que me apasiona… y es un lugar al que siempre puedo volver— concluyo, satisfecha conmigo mismo, aunque a veces, en serio, sea cansador y frustrante porque hacer muchas cosas a la vez y que siempre estés demasiado lejos del listón alto. —¿Vamos por las prendas ahora?— pregunto y muevo mi barbilla para que me diga la que tiene para mí, mientras yo termino de pensar la suya.
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Kendrick O. Black
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Por mucho que pueda reírme de las gotas de pintura sobre mi piel, me olvido fácilmente de ellas cuando intento imaginarme un futuro en el cual yo he cambiado tanto que he perdido el rumbo, lo suficiente como para abandonar el único deseo que siempre ha estado presente en mí. El distrito catorce siempre me ha parecido minúsculo y la idea de irme de allí era una necesidad, pero ahora que estoy dentro de NeoPanem, tampoco siento que he encontrado un sitio al cual pertenecer. Tal vez, todo se encuentra en realidad en las personas con las cuales comparto todo esto, los amigos que me sostienen y la familia que formamos por nuestra cuenta — No creo cambiar tanto en tan corto tiempo — digo simplemente, no puedo ponerme a jurar sobre la memoria de todos mis padres porque, a veces, me cuesta reconocerme si pienso en todo el camino que anduve hasta llegar a este punto.

Debería habérmelo imaginado, la sonrisa que me sale es de puro relajo, que no hay nada más simple como la idea de Synnove sumida en su arte. La escucho, sí, hasta le doy la razón en ciertos puntos, pero también siempre he creído que hacer de tu pasión un trabajo no tiene nada de malo. ¿Cuál es la gracia de vivir haciendo algo solo para sobrevivir, cuando se puede disfrutar un poco más de lo que podemos hacer o dejar de hacer? — ¿No pensaste en trabajar en una galería de arte o estudiar algo como… historia de las pinturas o cosas así? — no conozco a alguien que lo haga, pero he visto que existen profesiones que yo jamás habría imaginado. En mi cabeza, eran todas mucho más básicas — No todo tiene que estar enfocado en sobrevivir. Necesitaremos del arte para entretener a las personas y retratar mis grandes hazañas. Ya sabes, como un cuadro con una espada, una toga y un rayo cayendo detrás — hasta pongo una mano sobre mi pecho y estiro el brazo en una falsa postura solemne, antes de desarmarme en una risa.

¡Hey! — me quejo — Que yo hice la última pregunta, pensé que era uno cada uno — me paso el dorso del brazo para tratar de limpiarme algo de pintura de mi cara sin mancharme con los dedos sucios, en lo que analizo nuestro escenario para buscar algo de ayuda — Envíale un mensaje a Mimi — digo repentinamente — Diciéndole que tienes un atraso y que necesita comprar una prueba de embarazo, que te olvidaste de tomar las pastillas — he oído por ahí que hasta pueden fallar. A pesar de que hay cierta disculpas en mis ojos, mi sonrisa se muestra pilla — Va a matarnos, lo sé. No me sorprendería que te controle después de esto, a ver si estás siendo responsable o no — chasqueo los dedos sucios en el aire, enderezando mi postura de indio — Vamos, dime una prenda. Puedo con lo que sea.
Kendrick O. Black
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Tampoco creo que puedas cambiar en tan poco tiempo, de alguna forma inesperada… sigues siendo el mismo que eras cuando te conocí— digo sin un dejo de duda, sacamos el que lo haya conocido como un perro, eso duró unos pocos minutos, luego fue un chico metido en mi bañera y si tuviéramos que recrear ese momento en el presente siendo desconocidos, creo que sus expresiones serían las mismas. —Es extraño, porque pasaron muchas cosas y cambiaste mucho también. Pero, ¿entiendes lo que quiero decir? Sigues siendo el mismo de algún modo…— llevo un dedo para colocarlo debajo de mi barbilla al hacer un escrutinio de sus facciones con mi mirada, cuando estoy viendo más allá de su rostro. Quiero pensar que yo tampoco he cambiado en lo esencial, aunque si me dijeran que sigo siendo la misma me sentiría muy decepcionada de mi misma, aun antes de irme de casa traté de mirar un poco más allá del Capitolio, no tan lejos como para sentir nostalgia por un lugar de cuentos, sino poder ser capaz de mirar el punto intermedio, donde nos encontramos ahora.

No hay muchas galerías de arte en este distrito— lo digo con suavidad, hay una realidad que no quiero volver a evadir y quisiera a través de lo que hago, poder demostrar que vivo esa realidad. —Eso se ve más en el Capitolio, donde no creo que vuelva…— presiono mis labios en una línea cuando acabo de decirlo, porque podría volver cuando toda esta guerra se termine y… bien, no tengo idea de qué pasará entonces, qué lugares podrán recibirnos… algo me dice que nada será igual una vez que esto acabe, ni los lugares que conocemos, ni las personas que fuimos. —Pero como el arte se manifiesta de muchas formas, no hace falta que esté en ninguna galería. ¿Sabes que desde siempre ha habido artistas que se reunían para pintar paredes, ruinas, edificios grises? Hubo una ciudad, una vez, que pintaron tantos, tantos muros, que la gente llegó a decir que era el museo abierto más grande del mundo— se lo cuento con tanto entusiasmo, que el pobre si siente celos de lo que en verdad me apasiona, no lo juzgo. —Con Mimi pintamos una de las paredes del edificio donde antes vivíamos, se veía muy gris, todo el distrito cinco se veía muy triste… lo hicimos, bueno…— hago rodar mis ojos y decido confesarlo: —Habíamos roto y estaba muy angustiada, así que Mimi me acompañó fuera para que usemos las latas de pintura que tenía, nos lo gastamos todo en esa pared— le cuento. Hago un mohín por tener que traer al presente un momento que no es de los mejores que tuvimos, cambio mi expresión al sonreír ampliamente. —Juro que haré una colección de Kendricks que tendrás que colgar en tu dormitorio. Si hacemos uno donde tienes un rayo, ¿podemos luego hacer uno donde sales de las olas con un tridente?— me río.

¡Estoy pensando!— contesto cuando se queja de que lo mande primero, es que me gusta pensar bien estas cosas, que a la primera terminaré diciendo algo bobo como que saque la ropa y de una vuelta una casa, ¿y en serio quiero usar mi reto en eso? Lo dejaré para la segunda vuelta. —¡VA A MATARNOS!— hago eco de sus palabras con un tono mucho más agudo, entre los frascos busco el trapo de tela que suelo usar para limpiarme las manos. El teléfono habrá quedado dentro del bolsillo de la campera con los anillos. ¡No! Lo tengo en el bolsillo del pantalón. —Haremos esto— digo en tono conspirativo, desbloqueando mi pantalla para comenzar a escribir el mensaje a Mimi. —Le escribiré diciéndole si me puede comprar una segunda prueba de embarazo y que es urgente, que estoy encerrada en el baño, así, que sola se imagine que ya el primero dio positivo— mi risa es malvada cuando voy tecleando cada palabra, cuando termino lo apunto con mi teléfono. — Ese reto fue bastante suicida de tu parte, ¿lo sabes, no?— todos sabemos que Mimi comenzará despellejándolo a él, por no decir otra cosa… ¡ah, maldición, soy mala con esto de los retos! Ninguno es lo suficientemente bueno. Chasqueo los dedos al dar uno con me convence. —¡Lo tengo! ¿Te acuerdas cuando fuimos a la discoteca en el Capitolio y no tenías idea de cómo invitar a una chica? Voy a fingir que no somos novios, que no te conozco, y vas a tener que lograr que acepte salir contigo— le explico, coloco mi teléfono sobre la campera así puedo ver donde está. —O… al menos, conseguir que te de un beso. Lo sé, difícil. Eso es lo gracioso de los retos— sonrío complacida al apuntarlo con mi dedo índice.
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¡Más rápido, Lackberg! — chasqueo los dedos en el aire como si estuviera ejerciendo presión sobre su cerebro para que salga con alguna resolución para la prenda, esa que debería asustarme en lugar de provocarme. No puedo sostener mi actuación cuando su grito me hace quebrarme en carcajadas, que sé muy bien que Mimi posiblemente nos corra por toda la casa hasta que le digamos que se trataba de una obra y, al saberlo, acabará por matarnos a causa del susto que pudimos hacerle pegar. Lo que me toma por sorpresa es que Syv tenga intenciones de aumentar la apuesta — Mírate nomas. No pensé que fueses tan cruel con tu mejor amiga — que hasta su risita de loca maldita hace que me toque los labios con los nudillos, esos que continúan limpios a pesar del aroma a pintura, para tratar de bajar el volumen de mis risas — Lo sé, pero no iba a pedirte algo bobo al tener la oportunidad y contigo no funcionan los retos de los besos. ¡Ya nos hemos besado por todas partes! — lo cual elimina el noventa por ciento de las prendas que se utilizan en estos casos.

En primer lugar y por un momento, los ojos se me abren de par en par hasta ocupar un enorme porcentaje de la cara hasta que, sin poder evitarlo, me echo hacia atrás con mi risa — ¿Quieres que ligue contigo? — pregunto — Si querías que te seduzca por San Valentín, lo hubieras pedido de otra manera — que tal vez tendría que haber pensado en algo especial y no simplemente el acceder a ser su entrenador personal por la tarde. Me pongo de pie con un saltito y le tiendo ambas manos, ignorando la mugre que llevamos con nosotros al tomar las suyas para ponerla de pie; si vamos a hacer esto, pienso hacerlo bien — Haz de cuenta que hay música sonando y que tienes unos cuantos tragos encima — le ruego. A juzgar por apretón que le doy a sus manos, me niego a soltarla. Carraspeo como si de esa manera pudiera ponerme en personaje, cuando la verdad es que no tengo la menor idea de lo que diré o haré a continuación — Disculpa… ¿Estás sola? — mi voz busca una tonalidad más baja en lo que cambio la postura de mi cuerpo, pasando el peso de una pierna a la otra y tratando de que mis hombros reflejen una complicidad seductora que no va conmigo — Porque tienes que disculparme, pero te he estado observando desde el otro extremo del bar y no pude evitar el sentir la urgencia de hablar contigo — ¿Por qué siento que estoy siendo el hombre genérico de discoteca? Me muerdo la punta de la lengua para no estallar en risas, mis manos abandonan las suyas y se apoyan con cuidado en su cintura, buscando acortar la distancia entre nosotros — Verás… Sé que estoy siendo atrevido, pero me consideraría el hombre más suertudo del mundo si en este San Valentín consigo bailar y besar a alguien como tú. Pero que nadie se entere… esa planta de por ahí — señalo un montón de hojas con el mentón, sin tener idea de qué son — tiene todo el aspecto de que va a delatarnos y no podremos escapar a lo oscurito — lo último lo susurro, que nadie en todo este invernadero tiene que enterarse de que no sé coquetear.
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Es tu mala influencia— contesto, defendiéndome de su acusación con el teléfono en alto. Hacer pasar por un susto así a Mimi por segunda vez es gracioso, siempre que no sea ella quien termine en la sala de atenciones médicas de Alice con un pico de presión por culpa nuestra. De sus intentos de asesinarnos creo que podemos salir ilesos siempre que recurramos a la táctica de ojos de cachorro que aprendí de Ken, esa que le sale bien en cualquiera de sus formas. —Ese fue un razonamiento muy inteligente sobre besos, aunque podrías haberme pedido que besara a Holly o yo podría decirte que besaras a Kyle, ya sabemos que Holly es entusiasta y tal vez, quien sabe, besarte con Kyle te diera dudas sobre tus elecciones— muevo mis cejas como si eso estuviera en serio entre signos de interrogación, mordiéndome los labios para no reírme, por cierto que no es lo que propongo como reto, sino algo distinto que, en verdad, lo considero como un desafío para él, puesto que nunca lo pusimos en práctica como para saber si aprendió algo o no luego de tantas películas. Las cosas entre nosotros se empezaron a poner raras el día que hablamos de que invitara a salir a una chica y no es como si yo después de eso fuera a llevarlo de la mano a otro boliche para que lo intentara. Se puede ser lenta, no idiota.

No lo pensé así— me río con una carcajada fuerte, —no estoy tratando de conseguir una cita para San Valentín dentro de… ¿dos? ¿tres días?— pregunto, como si faltara muchísimo para que llegue ese día, lo tengo ahí, anotado en mi calendario mental como un punto en febrero, así como mi cumpleaños en marzo cercano en fecha a los de Mimi y Holly, pero no me he puesto a hacer cálculos precisos de cuanto falta. Si hace dos días era 12 de febrero, entonces… —¡Ah! ¡Espera! ¿Qué? ¿HOY ES SAN VALENTÍN?— grito, ensucio mi suéter al llevar las manos al pecho al tomarme esto por sorpresa. —Pero… ¿dónde está mi oso de peluche? ¿Viniste a que te rompa la nariz y no trajiste un oso de peluche?— inquiero, hay algo en todo esto que es incomprensible para mí, el día para comenzar. Eso me pasa por no ponerme alarmas en el teléfono, no lo hice porque ya tengo bastantes para saber a dónde ir y no equivocarme yendo a ver a Arianne cuando tocaba ver a Alice. —¿Cómo pudiste olvidarte de traerme un regalo?— pongo una nota de lástima al hablar para que le de culpa. —Yo que te estoy haciendo un cuadro— apoyo mi mano sobre mi pecho, de todos modos el suéter ya está sucio.

Sigo sonriendo cuando al acabar con mi acto coloco mis manos sobre las suyas al ponerme de pie, imitándolo en ese saltito rápido que nos coloca casi a la misma altura. —No puedes poner tantas condiciones si es un reto para ti— estoy riéndome al entornar mis ojos, y no puedo, por mucho que lo intente, ponga toda mi voluntad para esto, de no reírme cuando comienza de la manera más trillada posible, que de hecho es la manera adecuada. —No, de hecho estoy con mi novio, pero se olvidó que hoy es San Valentín y fue a buscar un regalo— respondo, le dije que no se lo pondría fácil, que lidie con el novio imaginario que –spoiler- es él mismo. —Vaya— es todo lo que alcanzo a decir al atragantarme con otra carcajada porque está tomándose el papel en serio y está poniéndole sentimiento, mira que decir que cruzó… toda esta pista de plantas en macetas para venir a hablar conmigo. —Lo estás haciendo muy bien, por cierto…— tengo que reconocérselo, es el guión preciso, aunque no sé si en una situación real funcionaría conmigo. Coloco mis manos en su nuca al mecerme con él en esa melodía inaudible con la cual nunca estaremos fuera de paso. —Suena como algo que te lo sabes de memoria, ¿cuántos besos ya has conseguido hoy con esa línea?— hago un ruidito con la boca de estar pensándolo, contando para mí misma.  —No lo sé, esa planta puede ir luego regando chismes por ahí. ¿Solo un beso dices? No soy de andar tirándome chicos por ahí.
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Y ya me está haciendo sentir culpable, me hago todo lo chiquito que puedo hacerme en mi propio tamaño cuando lo único que me queda es sonreír con mi mejor cara de pan cuando, en efecto, me recuerda que soy un novio pésimo que no ha planificado nada especial para nuestro primer San Valentín; en mi defensa, diré que estuve muy ocupado toda la semana — ¡Es que lo olvidé! — confieso con toda la desesperación que soy capaz de poseer — Pensé en muchas posibilidades para un regalo, pero ninguna me parecía la adecuada y los días solo… volaron… ¡Lo lamento! — ahora tendré que pasar semanas tratando de reponer mi error, maldición, odio mi cabeza volada cuando se trata de estas cosas — Haré lo que tú quieras, te cocinaré — e intoxicaré — o te haré masajes, o puedo llevarte a algún lado esta noche. ¡Solo pídelo! — acabo de tirar mi integridad y dignidad al suelo, pero bueno, hay que hacer sacrificios en las relaciones.

Mi puchero es efímero, que no tenía que recordar mi falta en medio de mi mejor actuación hasta la fecha. Al menos tiene la buena disposición de decirme que lo que estoy haciendo no es tan terrible, lo que me viene bien porque estoy a punto de romper el personaje para echarme a reír. Tengo que morderme la lengua para no hacerlo y uso ese tiempo en respirar más lento. Gano su cercanía, son mis manos las que se presionan en su espalda baja para poder dar un paso hacia ella, apenas bailando ante la música que no existe pero que, aún así, nos mantiene en movimiento — Hoy ninguno, pero estaría más que conforme de conseguir uno tuyo. Ya sabes, valdría la pena esto de hacer el ridículo — como si en verdad fuesen ojos que nos observan, ladeo la cabeza en dirección a la planta con una mueca de reproche total — ¿Es por miedo a tu novio? No tiene por qué enterarse. Verás, podemos besarnos un poco más aquí… — mis pies tienen cuidado de no dar con los suyos cuando la hago retroceder, hasta sentir que chocamos contra una de las mesas cargadas de plantas — … y esta amiguita de por aquí — señalo una de las estanterías que tenemos a un lado con un movimiento de cabeza — Nos hará el favor de cubrirnos de los chismes, pan comido.

Ojalá hubiera sido tan fácil cuando estábamos en esa discoteca, aquí tengo a favor el saber que nosotros dos tenemos la confianza suficiente como para hacer estupideces y no sentirnos mal al respecto. Me río cerca de sus labios y, aunque dejo el espacio de que sea ella quien decida si desea besarme o aún no me lo merezco, coloco una mano contra su mejilla. La lleno de pintura, pero creo que eso es lo de menos ahora mismo; hasta ya me ha dejado de doler la nariz — Estoy seguro de que tu novio es un suertudo y que lamenta mucho el no tener un regalo de San Valentín desde antes, pero nosotros podemos hacer un festejo mucho mejor. Porque de seguro él no tiene… una mesa de ping pong en su garage… — ya ni sé que estoy diciendo.
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Me río al tratar de tranquilizarlo con mis manos subiendo y bajando por sus brazos, así no se desarma delante de mí en disculpas y promesas de cosas que no tienen una verdadera importancia. —No seas tonto, no tengo que pedirte nada, no tendría cara para pedirte nada más— digo, lo último lo digo con un dejo de reproche a mí misma. Mis manos suben hasta su rostro para sostener sus mejillas así puedo conseguir que sus ojos sigan mirando fijos los míos. —Es solo un día y hemos tenido un montón de increíbles días, con un montón de buenos regalos— froto su mejilla con mi pulgar, —y hoy estás aquí, es lo que importa…— susurro, aceptando este tonto juego de simular que estamos en un sitio distinto porque así lo pido, asumiendo roles que no estoy segura de que podamos recordar bien, mi respuesta es distinta a la vez que estuvimos en la discoteca, cuando no me pareció buena idea que mi amigo quisiera bailar colocando su mano en mi cintura y, en contraste, ahora me abrazo a él aun cuando fingimos que es un falso ligue.

Mi talón golpea un frasco que se cae cuando me dejo guiar por él hacia la mesa, donde las plantas harán de cómplices para que nadie pueda pillarnos, aunque la única preocupación real debería ser que Mimi entre de un momento a otro para arrojarnos una lata llena de condones por las cabezas y entonces también espero que las macetas sean valientes voluntarias a interponerse en medio del proyectil. Mi boca permanece cerca de la suya cuando comienza a hablar, probando cuánto resisten a la atracción natural de caer la una sobre la otra, arrimo un poco más su cuerpo con la presión de mis dedos enredándose en los mechones de su nuca, al sentarme en el borde de la mesa para que pararse en el espacio que quedan entre mis piernas. —No necesitamos de un San Valentín, tenemos un día que es mejor que Navidad incluso— le recuerdo con una sonrisa que roza sus labios y un sesgo bromista que procurar apartar las culpas que puedan surgir de habernos casi pasado de largo un bendito catorce de febrero. —Y si bien estoy diciendo que San Valentín no es tan importante como parece, ¿me estás invitando literalmente a jugar ping pong en un garage? Porque… llevar a tu novia en San Valentín a tu garage para mostrarle una mesa ping pong suele tener otro significado— arrugo mi entrecejo como si tratara de leerlo entre líneas y descubrir el mensaje escondido, lo ayudo al ser quien cubre su boca y lentamente, para alargar el beso, acaricio sus labios para ir haciéndolo más profundo, mis dedos van dejando manchas en su garganta y un rastro en ascenso por su mandíbula. —¿Era solo un beso?— pregunto al apartarme sin soltarlo.
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Lo bueno de tener una novia como Synnove es que siempre tiene la palabra justa para que mi cabeza no haga juegos conmigo, a veces hasta sospecho que todo lo malo que he tenido en esta vida caótica se compensa cuando me doy cuenta de las personas que tengo al lado, ella en especial. Sé que tenemos días mucho mejores para celebrar lo que tenemos, aún así me es imposible no pensar que he fallado en algo muy simple y lo único que me queda es compensarlo. Se me camufla la risa en la intimidad de la poca distancia que nos separa, dejándome guiar por la manera en la cual se aferra a mí y que me invita a poner una de mis manos sobre su muslo — En verdad… Conseguí una mesa de ping pong… — ya sé, ya sé, era totalmente innecesario, pero es que el sujeto de la tienda quiso dármela con descuento y yo accedí después de fingir el poner resistencia. ¡Es que jamás me han dado cosas con descuento! Y ni hablemos de esas personas que me regalan tonterías con tal de mencionar que las conseguí en su local, en esta economía insegura todos parecen aprovecharse de cualquier tipo de publicidad. Y hay otras cosas, confieso, que he comprado por el simple capricho de poder hacerlo; es un pequeño gusto que me estoy dando, nada serio.

Cualquier idea sobre pelotitas inocentes se me va al caño cuando su boca toca la mía, no voy a culpar a mi edad sobre esto pero tampoco voy a decir que mis hormonas no se alborotan cada vez que me besa de esa manera, estando tan cerca en un espacio silencioso y tranquilo. Sus dedos no ayudan, para nada, hacen que los míos se aferren a ella para que mi pecho se presione contra el suyo y gimo de manera lastimera cuando se aparta, tardándome un poco más en abrir los ojos — Bueno, yo pensaba que sí… — ¿No era ella la que puso las normas? — No creí que entre todas las opciones para hoy, el profanar el invernadero de tu abuela fuese una — tengo otra clase de recuerdos dentro de este lugar, uno de ellos hoy en día lo siento muy especial, a pesar de lo horrible que se sintió en aquella ocasión. Creo que esa fue la noche que acabó por unirnos, que nos hizo amigos hasta el punto en el cual nos sentí como una unidad, que nos permitió hacer tonterías como pintarnos las uñas y acabar besándonos por entretenimiento en su cama. Ese dementor nos hizo un favor sin saberlo.

Pero hoy no hay fuegos artificiales afuera, solo algo de nieve y nada que podamos ver nos está persiguiendo, es simplemente una amenaza invisible que preferimos olvidar. Beso la comisura de su boca, allí donde se siente el aroma a pintura, antes de presionar mis labios contra los suyos — Pero al final, lo que importa es lo que tú decidas. ¿No eras tú la jueza de mi reto? — le recuerdo con un murmullo divertido, sé que estoy haciendo trampa al no apartarme demasiado, rozando nuestras bocas al hablar mientras que una de mis manos se toma el atrevimiento de hurgar debajo de su suéter, con la confianza necesaria para acariciar la piel de su vientre — Volvamos a verdad — digo de repente, a pesar de que mi boca sigue entretenido con ella — ¿Tienes alguna clase de fantasía que me incluya? Y hablo sobre el futuro, no de… aunque esas puedes mostrármelas cuando quieras — que siempre podemos organizar una escapada de fin de semana como dos personas jóvenes normales, lo malo es que no podríamos hacerlo a escondidas porque los demás se acabarían preocupando.
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Mis dedos están indecisos sobre si deben seguir sujetándose a él o soltarlo para que pueda recuperar su aire, su espacio, el resto de mi cuerpo al buscarlo tiene mucho más claro que esto podría demorarse, pese a que la prenda de conseguir un beso ya fue cumplida, era verdad cuando decía que lo de besarnos era tan común que un beso inevitablemente lleva a otro, mi boca no se aleja de la suya, la piel debajo de la lana del suéter me cosquillea por el repentino calor que llega a enrojecer mis pómulos. —Y eso que había otras opciones, pero ¿qué te preocupa del invernadero? ¿Qué venga mi abuela a tirarnos de los pies?— pregunto conteniendo la risa, tengo que morderme los labios para que la carcajada quede atrapada en mi garganta. —La única que puede llegar a venir es Mimi y ella lo que hará será mandarnos a donde sea que se encuentre la abuela…— invocarlas a cualquiera de las dos es lo menos estimulante, así que trato de encontrarme con el recorrido de sus labios para atraparlos en otro beso que se interrumpe por seguir hablando.

Para incordiarlo, si es que algo como un fantasma de una anciana con una regadera lo cohíbe en este lugar, lo imito al cambiar el rumbo de mis manos y hacer que se pierdan de la vista al meterse bajo su ropa para ir subiendo en caricias por su espalda. Todas las emociones que me vinculan a este lugar y se refieren a él, el haber sido el refugio esa noche que escapamos, donde traté de abandonarlo solo para volver llorando, los fuegos artificiales que veíamos entre los espacios rotos del techo, se mezclan con este abrazo que le da otra temperatura al invierno, a pesar de la nieve fuera. —Lo haces bien, en serio. Recuerdo haberte dicho que tenías que esperar que fuera la chica quien decidiera, para no sobrepasarte con ella— digo de pronto, tengo ese destello en la memoria por seguir teniendo presente que, mientras sea un reto, seguimos simulando que este es un escenario distinto y no sé cuál elegir, ambos tienen sus ventajas, lo que no cambia es mi respuesta. —Un par de besos más, mientras nadie nos vea, estarán bien— murmuro al prenderme de su labio inferior y cuando trato de avanzar sobre el otro, su pregunta me deja haciendo un repaso de todas las opciones que propusimos en broma en el último rato. —¿Te refieres a sí…?— mi sonrisa se hace más ancha cuando se explica, entonces sí me confunde. —¿A futuro?— pregunto. —Pensé que… está claro que sabes que estaba pensando, lo que no es raro de pensar cuando alguien pregunta por las fantasías de otra persona, así que no me acuses de nada— lo prevengo, tengo que calmar un poco los latidos acelerados de mi corazón para poder contestar. —Dime alguna fantasía tuya que me incluya a futuro, así sabré a qué tipo de fantasías te refieres— propongo, mis manos siguen sosteniéndose de su espalda y mientras habla, mi boca va marcando su garganta con besos lentos.
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No me está ayudando, que no es una buena combinación el pensar en el fantasma de una abuelita y tener, al mismo tiempo, sus manos colándose debajo de mi ropa, es como que mi cabeza y mis instintos hacen cortocircuito. Intento concentrarme en la manera tan familiar que tenemos de acercarnos, a pesar de que hay una parte de mí que necesita seguir hablando como de costumbre — Entonces quiere decir que pasé el reto… — aventuro, a ver si me lo deja pasar, que ya no tengo más ideas de cómo continuar la falsa conversación de discoteca sin poner música o recurrir a tragos invisibles. Me lo confirma su aceptación a mis besos, esos que se detienen por la obvia confusión que causan mis palabras y hasta siento que tengo que disculparme, no lo hago porque estoy más ocupado riéndome por lo bajo — No, bueno, si también quieres hablar de eso… — ¿Por qué se me sigue enredando la lengua? ¡Es Syv! ¡Llevamos meses haciendo estas cosas! Algún día tendré que dejar de ser el adolescente cargado de nervios que tiendo a ser para absolutamente todo, tanto de buena como de mala manera. Le echo la culpa a que todavía hay cosas que son nuevas para mí, la inexperiencia puede ser emocionante pero también viene de la mano con la posibilidad de hacer el ridículo cuando menos te lo esperes, no importan tus intenciones.

Tengo que clavar los ojos en el vidrio empañado de las ventanas en lo que trato de que mis neuronas enciendan el motor, pero el sentido del tacto nubla a los otros cuatro y me encuentro siendo tan lento como un motor vencido — No me dejas pensar… — la acuso con una risita, a pesar de que levanto el mentón para cederle espacio a sus labios — Lo único en lo que puedo pensar ahora como fantasía tiene poco que ver con el futuro y mucho con lo que podemos hacer en esta mesa, pero… No, no estaba hablando de eso — mis manos dejan de vagar por debajo de su ropa, presionando un poco el centro de su torso para que se aparte y así poder mirarla; estoy seguro de que tengo las orejas rojas — Hablo de… No sé, jamás me he ido de vacaciones a ningún lado y me gustaría poder hacerlo contigo alguna vez, esas cosas. O espero que, cuando seamos más grandes, sigamos juntos así podemos hacer cosas como… ¡Adoptar un erizo! — No puedo creer que estoy diciendo estas cosas en esta situación, voy a titularme como la persona más antierótica de todo NeoPanem. Ya, me quiero morir, tengo que aprender a cerrar la boca.

La mejor manera de silenciarme que conozco es usándola a ella. Mi boca busca la suya con obvia prisa, dejando un beso corto tras otro en lo que intento no reírme de mí mismo; obvio que no funciona — Lo lamento, Syv… — tengo que explicarme, mi boca abandona la suya para posarse sobre su mentón y dar un paso hacia su cuello — Aún me pones ansioso y digo un montón de tonterías. Siempre podemos usar tu sugerencia de utilizar el arte para cosas más creativas — y así es como intentas salvar San Valentín, proponiendo un montón de enchastre que en otro momento no se te habría ocurrido.
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No sé por qué sigue insistiendo en las otras fantasías, sino era de esas de las que quería hablar, y ahora me voy a quedar sin saber que son las fantasías de futuro, esto se ha puesto raro, soy yo la que suele plantear mil cosas imposibles de suceder, fantasías de todo, me está confundiendo con la falta de una aclaración. Es fácil notar cuando está alborotándose, no creo que haya otra palabra que mejor lo describa; bajo mis manos puedo percibir esa vibración de su piel, aprieto con fuerza mis labios para no reírme por esa energía que le brota de los poros, su cuerpo no parece que sepa contenerla cuando algo mínimo lo frustra, aunque esa frustración venga de otras emociones como incomodidad o quizá vergüenza por tener que decirme algo a lo que sigue dando largas. —Pensé que ya lo tenías pensado— digo, tengo que hacer un esfuerzo para no reír, en serio, quiero que sepa que lo que sea que diga me lo tomaré en serio o lo más serio que se pueda con mis manos quietas dentro de su abrigo, y no puedo si insiste con fantasías del momento, que ni siquiera son fantasías, yo diría que tenemos medio camino hecho. —Creo que me tomaría bastante a mal si aquí mismo, estuvieras pensando en otra cosa… tal vez en jugar snap explosivo con Kyle. Es bueno saber que tienes la mente en el juego, lince— parodio una de las frases más famosas de esa película que obviamente tuve que hacerle mirar, de la chica deportista y el chico nerd de matemáticas que se enamoraban mientras cantaban por toda la escuela.

Me lo tomo con humor para que sepa que no tiene que preocuparse de decirme lo que sea, posiblemente nos reiremos, las fantasías suelen ser cosas delirantes así que lo normal es reírse, y siendo como somos, seguro encontraremos la manera de hacerlas reales. Vacaciones no es algo tan descabello, salvo que se tenga en cuenta que él tenía que estar escondiéndose de un lado al otro, pedir simples vacaciones en algún lugar es comprensible. Pongo una cara más seria cuando sigue, es una fantasía válida, a mí también me gustaría que esto continúe todo lo que tenga que continuar, sin tener que usar medidas de tiempo, no sé a decir verdad que esperaba que dijera, ciertamente no que mencionara un erizo. —¿Lo dices en serio? Porque adoptar un erizo es un gran paso y tenemos que pensarlo con cuidado, se trata de sumar alguien más a lo que tenemos— explico con una sonrisa que me cruza toda la cara por estar conteniendo una carcajada, aprovecho que mis manos siguen en su espalda para atraerlo y abrazarlo por la ternura que me inspira, no es sencillo mantenerlo en esos términos cuando vuelvo a encontrarme con su boca en besos breves que me acercan más a su torso para presionarme contra él.

No es una tontería, podemos ir a algún lugar de vacaciones, nunca lo he hecho con un novio— por obvias razones de que es el primer novio que tengo, —y no tienes que esperar tanto para el erizo, lo podemos llevar con nosotros también— propongo, ¿y por qué tengo la imagen repentina de un perro bordier collie olisqueando y saltando de la emoción al tocar la naricita de un erizo? Sé que eso va a pasar, no me olvido de que hacíamos lo de lanzarle la pelotita para ver qué tan alto saltaba y que tan preciso era al atraparla, cuando íbamos al parque central del Capitolio. Toda esa energía contenida por estar encerrado en el departamento tenía que encontrar su desahogo con ejercicios extremos, es algo que llegué a entender y sigo viéndolo en él, que se apabulla con tonterías que dice por estar ansioso, así que lo calmo con una caricia que baja por el largo de su espalda. —¿Cuándo pasó a ser mi sugerencia? Fuiste quien mencionó lo del fantasma— se lo recuerdo, sonriendo cerca de su mejilla. —Ya eres un enchastre de pintura de todas formas— murmuro, con mis dedos trazo un par de ondas que van desde su espalda hasta su vientre por debajo de la tela. —Y mi fantasía a futuro contigo también es ir a algún lugar, uno nuevo que no conozcamos, fuera de aquí y sin nuestros amigos, solo nosotros— digo, es algo que venimos haciendo desde que nos conocimos, con él he ido a lugares en los que no había pensado estar, pero quisiera que eso sea así en un sentido más literal que figurado. —Y el erizo— añado, para no olvidarlo. Tironeo del ruedo de su abrigo para conseguir su atención sobre la ropa. —¿Crees que tendrás frío si te pido que te lo quites? De hecho, el siguiente reto era pedirte que te desnudaras y me iba a llevar toda tu ropa a la casa, así tenías que ir a buscarla.
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Como si pudiera — es la respuesta inmediata que me nace, sin siquiera poder ver posible la chance de tener la cabeza en mi amigo cuando la tengo a ella a escasos centímetros de mi rostro, con mi cuerpo llenándose del calor del suyo. Que me digan estúpido, pero con Synnove me siento más un chico de diecisiete años que con cualquiera de los demás, porque con ella puedo olvidarme de la lógica y la razón y centrarme en todas las emociones que son completamente naturales cuando tienes mi edad. Hasta puedo reírme de mi propia tontería, que no sé cómo es que acabamos hablando de adoptar un erizo cuando hasta hace dos minutos nuestra atención estaba puesta en nuestro contacto físico — Nunca tuve una mascota… — lo murmuro como si fuera una excusa y una disculpa al mismo tiempo, al menos podemos dejar todo esto de lado cuando la concentración pasa a un terreno más hormonal.

El resoplido que largo no tiene nada que ver con ella, es más bien una frustración propia, puesta en el miedo de que no podemos irnos de vacaciones como cualquier otra pareja, por eso mismo lo había calificado como una fantasía. No podemos perdernos en las playas o en los archipiélagos, ni rentar un sitio turístico en la anchura de nuestra nación — Algún día… — lo dejo caer, sin mucho entusiasmo. Lo único que le puedo ofrecer es irnos en carpa a las afueras del distrito, en una zona segura y en épocas más calurosas, sino acabaríamos por morirnos del frío y nada tendría sentido. Me hace sentir mejor que me acaricie, mordisqueo mis propios labios — ¿Es eso una sugerencia de seguir siendo un enchastre juntos? — que me parece mucho más interesante que el seguir fingiendo que no nos conocemos, para variar. No puedo tomarme todo esto en serio cuando el erizo ficticio sigue en la ecuación, así que lanzo una risa — No nos olvidemos del erizo — agrego — Quizá… cuando todo esto se acomode un poco o llegue el calor… Ya sabes, tal vez ahí podamos irnos a algún lado — que con los planes que se debaten en el consejo, acá sabemos muy bien que no tendremos paz hasta dentro de mucho tiempo.

Me desconcierta pasar de esos planes a la idea de tener que desnudarme, incluso miro mis prendas con un nuevo grado de apreciación — ¿Estás segura? — pregunto sin poder evitarlo — No lo sé… ¿Vas a asegurarte de que no me congele en el proceso? — si le doy más vueltas al asunto, no voy a hacerlo. Tironeo del buzo para poder quitarlo por mi cabeza, lo dejo sobre la mesa y continúo con la camiseta. El frío no tarda en golpearme la piel, siento como se van erizando los poros y, para cuando me estoy bajando los pantalones, ya estoy completamente encogido — No me harás dejar los calzoncillos… ¿No? — aventuro — Está helado, sería bastante bochornoso y patético — le doy una patadita a la última prenda, dejando los jeans en el suelo en lo que siento que mis zapatillas y medias deben darme un aspecto patético. Puedo descubrir las zonas en las cuales sus dedos me han manchado de pintura, a pesar del frío toqueteo mi abdomen y uno de mis costados en busca de las líneas que ha marcado — ¿Ahora haces body paiting? — pregunto a modo de chiste, tironeo de sus piernas para enroscarme entre ellas y me escondo contra su pecho, apoyando la cabeza en ella para contagiarme de su calor — ¿Sabes? Para sobrevivir en bajas temperaturas, es mejor que los dos se desnuden para compartir calor corporal — bromeo, aunque lo calentito de su abrigo se siente bien — ¿Por cuánto tiempo tendré que esperar? No te tardes demasiado, voy a helarme.
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Algún día— digo, echándole más entusiasmo que él a esa frase llena de posibilidades. —Habíamos dicho una fantasía a futuro, ¿no? Será algún día en el futuro, no pronto, pero algún día…— sueno con un tono de divague a lo último, porque todo lo que pueda llegar a pasar o lo lejos que podremos llegar, es algo que somos incapaces de ver en este momento puntual, hay un horizonte infinito más allá de este invernadero, de estos campos cubiertos de nieves, de este distrito grande y con fronteras, de un país entero que algún día, quizá, también podremos recorrer a nuestras anchas. —¿No habíamos dicho que iríamos de campamento en verano? ¿Dormir bajo las estrellas y todas esas cosas que pusimos en la lista de cosas que haríamos?— recuerdo para animarlo a pensar en lo que tenemos a nuestro alcance. Llegamos al distrito en noviembre, con el frío instalado en los campos, en verano el paisaje será otro. —Nunca fui de campamento— creo que ya lo dije, no puedo estar muy segura de esto porque me distraigo fácil y mis pensamientos están más centrados en el ahora, lo que haya dicho o lo que podamos hacer es algo que queda suspendido en un segundo plano, mi mente se ocupa de darle una respuesta para salvarlo de las probabilidades de que se congele. —No te estoy pidiendo nada de lo que no vaya a hacerme responsable luego— prometo con las manos contra mi pecho, no tanto por el gesto, sino para darle el espacio que necesita para sacarse el abrigo por la cabeza.

Y lo hace, al reírme trato de hacerlo de un modo contenido, tengo que cubrir mi boca con las manos. Se va deshaciendo de cada prenda y debería tener una charla con él de que tal vez no sea muy conveniente, para su propio bienestar, hacerme caso con pedidos así. —Que bueno que acabamos lo del falso ligue, porque si no te diría que eres muy fácil— no puedo decirlo sin atragantarme con una carcajada y mirarlo con la confusión plasmada en mi rostro, por tener un vistazo entero de él y que una parte de mí, muy desubicada en toda la situación, piense que es muy dulce… por arriesgarse a una hipotermia, o en el mejor de los casos, a un resfrío de un par de días. —No soy tan cruel— contesto, cediéndole el permiso para conservar lo último de ropa, aunque no haga la diferencia y no quite que el escenario sea un tanto bochornoso y patético de por sí, no es algo que llegue a imponerse en mis pensamientos para que diga algo más cuerdo como que vayamos a la casa o a mi habitación, si fuera capaz de mantener la cabeza fría para proponer algo así creo que tendría que recibir una medalla, y no creo que sea de la mano de ninguna de mis amigas. —Al parecer lo hago, yo diría que va tomando una forma interesante— respondo a su broma con un repaso visual de los manchones que le fueron quedando en la piel y cuando lo vuelvo a tener cerca, mis dedos se encargan de acompañar el repaso para irse por otros sitios que no fueron trabajo mío desde su espalda hacia sus hombros al tenerlo recostado contra mi pecho. —Ayuda a que destaque cuando el modelo pone lo suyo, es un todo, a decir verdad, creo que mi concepto de arte está cambiando otra vez…— murmuro.

Mi pecho se sacude por la carcajada que se queda entre los mechones de su pelo y que acaricio al tratar de compartirle mi calor. —Eso dicen— se lo concedo, ¿no vimos una película…? Hay un viento helado filtrándose por las pequeñas rendijas que quedan entreabiertas en las ventanas, tampoco descarto que en el techo no queden huecos por cubrir, me estremezco de anticipación al frío cuando lo aparto para tirar del suéter y sacarlo de mis brazos, recogiendo con mis dedos la camiseta que está debajo así ambas puedo arrojarlas sobre la mesa. Busco el suelo con mis pies al bajarme así se me hace más sencillo quitarme las botas al tener que bajar el vaquero por mis piernas. Mis brazos tiemblan al exagerar un escalofrío y me abrazo a él para comprobar si es cierto lo que dicen de compartir calor humano. —No me creo que para sobrevivir a las bajas temperaturas baste con un abrazo, la gente no cuenta toda la verdad— susurro con mi mejilla sobre su hombro, mis manos perdiéndose por su espalda. Debo pensar en respirar para volver a hacerlo, con mi nariz contra su piel el aire que recibo huele diferente, es una nota de olor con la que me familiaricé y solo la encuentro en él. —Entonces… ya que es San Valentín, ¿hay alguna fantasía no tan a futuro que hayas pensado…?— pregunto, sigue pareciéndome raro y torpe que nos encontremos casi desnudos y que podamos recorrer libremente la piel del otro, sin que se vaya esa sensación de que continua siendo algo nuevo, ninguno conoce las reglas, no repetimos nada que ya hayamos vivido, no sé a qué lugares iremos en el futuro, en el presente ya vamos descubriendo otros.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
¿Ahora me criticas por cumplir tus retos? — me hago el ofendido a que me llame fácil, que poco me falta para echarme a reír. Con ella he aprendido lo obediente que puedo ser en ciertos aspectos, cuando siempre fui la clase de personas que le daba la espalda a las órdenes de cualquier persona que quisiera ponerme límites; quizá porque Syv me impulsa a empujar los míos en lugar de marcarlos, desnudarte en un invernadero helado debería contar como tal. No le creo que no sea tan cruel, si vamos al caso mi piel erizada no dice lo mismo y se lo reprocho con un mohín.  Todo capricho se me va demasiado rápido, es sencillo el olvidar un reproche cuando mi piel toma temperatura allí por donde sus dedos pasan — Puedo ayudarte a estudiar algo de anatomía humana, si te interesa… — lo dejo caer así como si nada, a pesar de que mis labios se tuercen en una sonrisa pícara.

Al menos podemos reírnos juntos, que el movimiento involuntario de su cuerpo sacude al mío y me obliga a reírme más de esa tontería que de nuestras palabras en sí. Me separo solo porque ella me obliga a hacerlo y, con cierto desconcierto, mis ojos siguen el recorrido que hacen sus manos al despojarse de las prendas que protegen su piel del frío. Es involuntario, tengo que abrazarla cuando ella hace lo mismo conmigo y el apenas llevarle unos pocos centímetros facilita la tarea de que nuestros torsos se presionen, evitando que el calor se escape — ¿Haremos como en esos programas de televisión que destapan mitos? — lo murmuro como si fuese una idea secreta, cuando he pasado años en el norte y jamás he probado esta teoría, quizá porque era muy chico y no tenía con quien hacerlo. Aprovecho su cercanía para imitarla, mi nariz se hunde en su cabello y roza una de sus sienes, demasiado cómodo a pesar de que la mayoría de mi cuerpo sigue recibiendo el ataque del clima. Estamos siendo suicidas, de seguro tendremos que beber algo para el resfrío en cuanto toda esta tontería. Y doy gracias, de verdad mil gracias, a que Mimi no esté en la casa ahora mismo.

Por ridículo que sea, lo que me sale de entre los labios es una risa aguda y gutural, apoyo las manos en su cintura al alejarme un poco en lo que busco mirarla a los ojos — Pensé que… Bueno, creí que el reto era otro… ¡No me estoy quejando! — en lo absoluto, no soy tan tonto como para aferrarme a un desafío cuando llegamos a este punto. La verdad es que jamás pensé que terminaría con una persona como Synnove, en especial porque no creía que una chica como ella se fijaría en alguien como yo. A veces incluso me sorprendo cuando me percato de que hay opciones mucho mejores y ella, en su lugar, prefiere desperdiciar su calor corporal conmigo, en un San Valentín que puede ser nuestro. Desenrosco nuestro agarre pero sostengo sus manos, doy algunos pasos cuidadosos hacia atrás y hasta chequeo con la mirada el no llevarme nada puesto, hasta que nos detengo junto al intento de arte que supimos usar hace unos minutos. Me mantengo silencioso en lo que me inclino, acuclillándome frente a ella para poder mojar mis dedos en la pintura, a sabiendas de que todo esto terminará siendo un enchastre. Tengo que mirarla desde abajo para poder medir su expresión — Cualquier cosa que pueda pensar ahora, no va a hacerle justicia a lo que podamos hacer o no — suena hasta lógico. Rozo sus muslos con los dedos de la diestra, marcando dos líneas rectas en horizontal con la pintura, la cual resalta sobre su piel pálida. Imito la acción en la pierna opuesta, pero en esta ocasión son solo ondas verticales que culminan en las huellas de mis yemas subiendo en pasos de dedos, hasta perder toda pintura. Impulso mi postura para poder besar su vientre, sujetándola por la cintura hasta recargar en ella el mentón, enseñándole una sonrisa — Tú querías que hagamos arte, así que esto es lo mejor que puedo hacer. Me gustas más que un lienzo… y me parecía que debíamos estar en igualdad de condiciones — me doy el lujo de bromear, que pronto mi boca pasa a estar no disponible, que mis labios son un método mucho más efectivo para saborear y explorar su piel. De la nieve y los problemas, podemos preocuparnos más tarde.
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