The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Kendrick O. Black
Fugitivo
A pesar de que estemos a mitad de febrero, la nieve ha empezado a disminuir y el campo tiene sectores que solamente lucen algo de escarcha. Es la mejor excusa que encuentro para llevarme a Delilah a una sesión de entrenamiento, que es demasiado sencillo el duelear con magia, pero a veces siento que estoy perdiendo las técnicas de cuerpo a cuerpo y armas muggle que tanto han insistido que debería saber. También es una excusa. La verdad es que necesito el alejarme de todo por un rato sin generarle una preocupación extra a Syv, Kyle o Amber, que estas últimas semanas después del trato de Ben con el Capitolio las cosas se sienten… extrañas. Perdemos gente y, en el proceso, yo pierdo confianza. ¿Y quien es la persona que siempre ha sabido calmarme desde que tengo uso de razón?

Marco un blanco con la varita sobre la madera de uno de los pocos árboles que se lucen en este extremo del terreno y luego realizo una marca sobre el suelo para poder dejar pactada la distancia. A mi pesar, guardo mi varita y me hago con uno de los arcos, de esos que no tomo hace mucho tiempo y, a decir verdad, trato de seguir pareciendo cool en lo que busco que no se me desvíe la flecha. Obvio que lo hace un par de veces y tengo que acomodarla — ¿Ya pensaste a qué te quieres dedicar cuando las cosas se acomoden? — es una obvia excusa para buscar conversación, que aún la guerra no está ganada y queda mucho por solucionar como para pensar en el futuro. En el mientras tanto, muchos pueden conformarse con lo que tienen y empezar a planificar desde ahí — ¿Alguna vez te dije que te veo perfil de maestra jardinera? — disparo y, por triste que sea, mi flecha se clava justo debajo del blanco, lo que me hace bufar. Por algo siempre me apego a la magia.
Kendrick O. Black
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Delilah A. Looper
Fugitivo
Siempre había sido muy complaciente con la gente, tal vez por eso toleraban que solo fuera una sombra inútil, a salvo en cualquier esquina, mientras que el resto se jugaba la vida a diario allí fuera para intentar mejorar el mundo para todos. Eso era un concepto que a mi se me escapaba, como si no fuera parte de mi ADN pero si del de los demás; como si desde el principio, hubiera algo mal conmigo. Pensaba en eso a menudo, en la culpabilidad que me azotaba cada vez que Ken daba alguno de sus discursos, o la forma en la que todos se sacrificaban por salvar la vida de otros, como habían hechos cientos y cientos de personas a mi alrededor; pero por mucho empeño que pusiera en ello, en ser distinta, en ser mejor persona, en ser como Ken, como tío Ben, como Ava, como todas esas figuras adultas que siempre estuvieron junto a mi, parecía cada vez más imposible. Algunas personas estaban hechas para ser héores; yo no.

La seguridad del distrito 9 ¾ nos había devuelto parte de la normalidad que tuvimos en el 14, solo que a gran escala. Ya no eran solo 50 personas, sino cientos y cientos trabajando por un bien común, creyendo en los ideales que Echo y Arleth nos inculcaron hasta el día de su muerte, y eso era algo que a veces me daba ganas de llorar. Ellos ya no estaban para ver lo lejos que todos habían llegado (en lo que, por supuesto, no estaba incluida), y por desgracia, no podía contárselo; después de su muerte pensó que los vería, aunque fuera una última vez, para pedirles perdón por no ser la chica en la que ellos creyeron que podía convertirme, y por no conseguir ayudar a absolutamente a nadie a pesar de lo mucho que ambos confiaron en mi; pero solo Eowyn se oía desde entonces, como un eco lejano ahora cuando por fin entendía que esas voces nunca significaron que estuviera chiflada, sino que tenía una conexión especial con ambos mundos que si supiera como utilizar, quizá hubiera sido de ayuda para algo.

Ver a Kendrick entrenar siempre me había resultado relajante, era el sentimiento al que asociaba que yo estuviera en el banquillo, feliz de no estar haciendo nada y disfrutando el poco tiempo que quedaba antes de que Echo decidiera torturarme a mi también enseñándome a usar un arma que ahora sentía como desconocida. Me había acomodado tanto a que otras personas lucharan por mi, que no salía de casa excepto para lo indispensable, y a veces me preguntaba por qué la Red había tolerado mi presencia si no les ayudaba con nada realmente útil. Cocinaba, sí, pero eso podía hacerlo otra persona. — Si. Algunas cosas... — Mentí, por varias razones: la primera por obvia vergüenza; Kendrick siempre había tenido muy claro hacia donde iba, mientras yo me había limitado a seguirlo toda mi vida porque él era ese tipo de persona que desprende una seguridad absoluta cuando algo se le mete entre ceja y ceja; y la segunda era porque aunque había dedicado parte de mi tiempo a pensar en qué hacer con mi vida, me había encontrado solo una página en blanco incapaz de llenar si quiera con una cosa simple. — ¿Porque mi nombre es una flor? — No pude soltar aquello sin reírme, y sin dirigir hacia él una mirada divertida. — Creo que el lirio que me regalaste una vez no opina lo mismo. — En dos días se había muerto, y ni siquiera por falta de agua. Había acabado chamuscado por ya no recordaba siquiera que motivo. Había ocurrido, lo que ya parecían, siglos atrás.

Se sacudió el pantalón antes de levantarse, para tomar la ballesta de Kendrick cuando falló y probar en su lugar. Tuve especial cuidado al tomarla, al cogerla, al acomodarla, que se notó de lejos lo incómodo que me resultaba cargar algo con lo que estaba familiarizada en el pasado. Después del accidente con el Señor Grand hacía algunos días, había estado determinada a aprender como usarla otra vez, pero, de nuevo, siempre tenía una excusa para no hacerlo, por no ir a hacerlo sola, y para no incordiar a nadie pidiéndole que me acompañara. Por eso, Ken tocando a mi puerta había sido como esa excusa que no sabía que necesitaba; aunque solo estuviera haciendo el ridículo. La puntería de Ken no era la mejor ahora mismo, pero él tenía la magia, yo, en cambio, no tenía nada más. — En realidad... no se me han ocurrido muchas cosas. — Solté, admitiendo la mentira, y culpable por si quiera haberla soltado. No me gustaba mentir, pero en especial, no me gustaba mentirle a él. — Ayudo en lo que puedo, pero tampoco es que sea mucho — Él estaba reconstruyendo todo un país, yo, en cambio, servía bollos en la cafetería e intentaba no matar a nadie con una ballesta que ya no recordaba ni como utilizar. — Además creo que soy más un estorbo — Mi voz adoptó un ligero tono de broma, que ocultaba cierto autodesprecio.

Dudaba que si quiera le hiciera falta a Kendrick, ese chico que me había seguido a todas partes desde que tenía uso de razón; el que parecía tener clara su vida hasta el punto de que solo necesitaba una barca, un mapa y su mano aferrándose a la mía. Ahora su mundo había crecido y tenía mejores cosas que hacer que ocuparse de una inútil como yo; y las consecuencias de eso eran que seguía estancada en el mismo punto en el que él me había soltado, porque no era capaz de dar un paso por mi misma, y eso me daba rabia, y quería hacer algo, pero no sabía como; así era como el tiempo se había ido pasando, había cumplido los 18, y seguía esperando a que ese destino que todo el mundo decía que ya llegaría, viniera por si mismo. — Pero es una tontería. — Quería decir "en comparado con lo que tu tienes encima" pero me callé. No hablábamos mucho últimamente, y tal vez enterarme de las cosas por rumores en una cafetería tampoco era una fuente de información exactamente fiable. — ¿Qué haces entrenando? Y dime la verdad, porque no creo que a un mago como tú le haga falta usar una ballesta.
Delilah A. Looper
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Sé que las cosas cambiaron mucho con Delilah desde que regresé con ellos, tras mi ausencia de meses. Allí donde ella era mi mejor amiga, aparecieron otras personas dispuestas a escuchar mis problemas. Y allí donde yo estaba loco por ella, me volví loco por alguien más. Sé que no es culpa de nadie, que todo cambió cuando ver a Synnove todos los días en su casa la volvió alguien con quien podía ser yo mismo y hablar de todos mis problemas. Aún así, existe cierta sensación de culpa al pasar tiempo a solas con Delilah, ese que ahora parece demasiado extraño y nostálgico al no ser frecuente. Recuerdo haberle dicho que me gustaba y que ella no se lo tomase muy bien, hace ya bastante tiempo; creo que eso generó una brecha entre ambos. Hoy somos más grandes, yo tengo una novia, ella quizá debería conseguirse a alguien y, quizá, alguna vez volveremos a ser naturales el uno con el otro. Y a pesar de la eterna sensación de que hemos cambiado, me alegra saber que podemos pasar juntos una tarde como si nada de eso hubiera pasado, mentirnos un rato. Al fin y al cabo, ella siempre será la niña que curaba mis rodillas raspadas cuando cometía alguna travesura de la cual Echo no tenía que enterarse jamás.

No habría relacionado lo de maestra jardinera con las flores, pero me hace sonreír y hasta me siento un poco avergonzado de que me recuerde ese lirio — Porque creo que tienes buena mano con los demás, pero… — no le puedo prometer una nueva flor a estas alturas, así que me encojo de hombros. La dejo atrás para ir hasta el tronco, tironeo de la flecha para sacarla y regreso sobre mis pies, aún aferrando el arco cuando ella se prepara para disparar. Hace mucho tiempo que no veo a Delilah el tomar un arma, me mantengo de pie a su lado con sutil atención a sus movimientos, que deberían ser un poco más naturales si tomamos en cuenta nuestra crianza. Menos mal que sigue hablando, sino mi análisis de su postura se haría demasiado obvio y me da la excusa para alzar la mirada en su dirección — ¿Por qué crees que eres un estorbo? — no puedo evitar preguntar, hay cierto tono en mi voz que deja bien en claro que desapruebo su baja autoestima — Lilah, hay cientos de cosas para hacer en este lugar, cualquier ayuda y buena intención cuenta. Tal vez deberías ir probando hasta encontrar algo en lo que seas buena — me encojo de hombros — Jim tuvo una crisis parecida la semana pasada, quizá él pueda aconsejarte mejor — porque yo no sé lo que es llegar aquí sin tener una tarea, esa ha quedado en claro desde el día uno. Otros, sin embargo, se encuentran tratando de encontrar su lugar en el mundo, en especial aquellos que no se encuentran dentro del consejo.

Resoplo de mala gana, que para mí no es una tontería, pero allá ella. Apoyo el arco de pie en el suelo y recargo parte de mi peso en él, clavando los ojos en el tronco a ver cómo resulta su tiro — En la batalla por el distrito perdí mi varita unos momentos — le explico. Pasaron solo tres meses, pero siento que estoy hablando de una eternidad atrás — Y sé que no puedo confiarme por completo en mi magia, porque deberé aprender a improvisar. La jefa de los licántropos me hubiera matado a golpes si no fuese porque recuperé mi varita — ni siquiera es un eufemismo, aún recuerdo cómo se sentían sus puños. Me llevo una mano a la nariz, esa que supo romper y que Syv tuvo que arreglar por mí — Además… Quería pasar tiempo contigo e invitarte al cine no nos iba a dar la oportunidad de hablar de nada — que ahora podemos hacer ese tipo de cosas, pero muchas ya las he tachado de la lista al hacerlas con otra persona. ¿Ven de lo que hablo? Siento que la conozco como la palma de mi mano y, aún así, nos estamos volviendo en extraños. ¿Siquiera sabe que mi relación con Syv ha avanzado tanto que tengo condones en los cajones de mi habitación o lo da por supuesto? ¿O que Kyle y yo tenemos un sitio en particular para juntarnos a beber los viernes por la noche? ¿O que Sage y Jim vienen seguido a jugar videojuegos a casa?

No puedo contenerme, dejo el arco bien apoyado en el suelo así puedo pararme detrás de ella y toqueteo su brazo, tratando de mejorar su agarre en lo que uso la mano libre para ayudarla a mejorar su postura — Deberías pasarte por mi casa un día de estos, los chicos vienen seguido de visita. Sé que puede ser un poco abrumante el tener tanto para hacer con tantas personas nuevas, pero sé que te gustaría. Extraño pasar tiempo contigo y no te creas que… bueno, sé que parece que ahora no tengo tiempo, pero siempre puedo hacérmelo para ti — que no voy a tirar por el caño años de amistad solo porque algunas cosas simplemente cambiaron. Creo que yo no lo hice, al menos no tanto.
Kendrick O. Black
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Delilah A. Looper
Fugitivo
— ¿Por qué crees que eres un estorbo? —

Lo primero que hice al escuchar esas palabras fue mirarlo, de esa manera en la que miras a alguien que acaba de hacerte una pregunta retórica estúpida. Sin embargo, él va totalmente en serio, lo cual me deja claro su tono desaprobando mi actitud. No le respondo. ¿Qué iba a decirle? ¿Algo que para mi era obvio? — Ese es el problema. — Murmuré como respuesta a su comentario acerca de buscar algo que se me diera bien. No había algo que se me diera bien. No se me daba especialmente bien cocinar, y era lo que mejor se me daba actualmente. Ni siquiera puedo cuidar de mi misma. La razón por la que vivo sola es porque no quiero enfrentarme a la idea de tener que cuidar de alguien más; y mucho menos, de volver a caer en el mismo error en el que ya estaba cuando era Echo, Artleh, Sebastian, Vennet, o incluso el propio Kendrick, a los que me aferraba para no hacerme cargo de mi misma. Pero nada había cambiado en realidad. Seguía teniendo miedo a la oscuridad. Odiaba tener que levantarme en la noche al baño. Odiaba cuando las sombras jugaban con mi mente y convertían mi cuarto en algo aterrador; pero sobretodo, odiaba no tener a donde ir a refugiarme cuando, ni la guerra, ni nada real o tangible, era la razón del pánico que había acumulado.

La mención a James hace que me masajeé las manos, y que me sienta como si estuviera ocultando algo. Claro que Ken no sabe que ya me está ayudando; y Sage también... echaba de menos girarme y tenerlo ahí para poder decirle cualquier cosa, por estúpida que fuera. Pero hacia tiempo que nunca estaba; y, a ser sincera, yo tampoco. Quería contarle lo que había pasado con Grant, y el castigo que eso había supuesto; quería contarle que odiaba vivir sola; quería contarle que echaba de menos esos días que ya parecían otra vida, en las que durante las tormentas se colaba en su cuarto y hacían un fuerte bajo las sábanas para leer libros de magia que Echo tenía entre sus cosas; pero no quiero decirle que sigo echando de menos cosas que ya no podemos tener. Acabé por admitir solo con un ruidito de mi garganta que hablaría con james, a pesar de que lo veía casi a diario en el trabajo. Hablaban de todo un poco, aunque nunca de sus crisis existenciales. James quizá podía darle la respuesta que estaba buscando, y si él había encontrado su lugar, tal vez también hubiese esperanza para que yo encontrara el mío.

Recordaba los golpes, recordaba sus heridas, recordaba ese vacío de mi pecho cuando fue otra persona quien se encargó de sus heridas, cuando siempre había sido yo. Fue entonces cuando me di cuenta de que no podía seguir fingiendo que no me había removido nada por dentro que Ken confesara que yo le gustaba. ¿El problema? Que ya era tarde, y que de todas formas, él se merecía algo mejor que la chica estúpida que era. — Y no es mejor que... — Estuve a punto de decir Tío Ben... porque él fue la primera persona en la que pensé cuando la idea de que Ken mejorara su combate físico se me pasó por la mente. — ...aprendas a defenderte? Y-ya sabes — Levanté mis puños e hice un amago algo vago de golpes al aire a los que ni siquiera le puse empeño. — Si pierdes tu varita en medio de un combate, no te va a aparecer un arco de la nada. — pero tres segundos después conocía el verdadero motivo por el que me había traído a entrenar.

Me reí. ¿Cómo no iba a hacerlo? Ken siempre había sido adorable de miles de formas, solo que antes estaba demasiado distraída para notarlo, creía que solo era lindo porque él era lindo, sin darme cuenta que en realidad era lindo conmigo porque a mi me trataba distinto por una razón especial. Seguir pensando que lo hacía era confuso, sobretodo por él y su novia. No conocía a Syv de mucho, si decía la verdad; las pocas veces que habían compartido el mismo espacio, yo había preferido desaparecer entre las sombras por motivos que ni siquiera puedo explicar. Era un acto de cobardía que enmascaraba tras un "no quiero crearles problemas", porque realmente no sabía si Ken le había dicho algo acerca de lo que había pasado entre ambos; y tampoco sabía si quería que lo supiera; si no quería que lo supiera; no sabía ni lo que quería y eso pasaba con muchas cosas en mi vida. Huir era más fácil, así no tenía por qué obtener la respuesta a una pregunta que, en realidad, no estaba preparada para escuchar.

Las manos de Ken acomodando las mías sobre el arma son familiares. No es la primera vez que lo hace; ni que me toca, ni que corrige mi postura en un arma que ya no recuerdo como se usa; y sin embargo, no se siente igual. En sus brazos siempre me había sentido a salvo, como en casa, excepto ahora, que tras ese momento en el que todo fue como siempre, una voz al fondo de mi cerebro me recordó que en realidad, nada lo era. La forma en la que aceleraba su ritmo cardíaco no era la de siempre; ese calor en el pecho cuando la tocaba, tampoco; y mucho menos lo mucho que acababa de descubrir que le gustaba su voz. — Está bien, lo intentaré. Yo también te extrañaba — Era lo más valiente que podía admitir en ese momento, y ni siquiera había admitido nada apropiadamente; era mejor así. Desde que el 14 ya no estaba, sentía como si la distancia entre ambos se hubiera vuelto insalvable, excepto en momentos como aquel que últimamente no se daban mucho. — Si de verdad vas a sacar tiempo para mi, ¿podemos por empezar entrenando juntos? me vendría bien desoxidarme un poco, y creo que a ti también si haces algo más que corregirme lo mal que lo hago — Intenté bromear. — No me molesta... siempre fuiste un buen profesor — Mejor acomodada, disparó de nuevo. Su flecha no atinó en el centro, pero al menos le dio al blanco. Tras eso, se giró, ligeramente complacida y con una seguridad momentánea que solo salía de la idea de una necesidad: velar por el bienestar de Kendrick. — Pero no quiero que te quedes en desventaja otra vez si te quedas sin varita. — Perdí esa seguridad casi al terminar de hablar, porque no creía que fuera a serle útil. El combate cuerpo a cuerpo no era lo mío, era más un campo de personas como Ben, y era un entrenamiento que nunca me había gustado realizar; pero no dije nada, porque no quería seguir dejando expuesta lo muy inútil y frustrada que me sentía por no poder ayudarlo, ni tampoco echarme atrás ante la idea de que pudiera arrebatar unas horas al día de su tiempo exclusivamente para mi. — Además si no aprendo a usar una ballesta sin herir a alguien, me van a despedir — susurré, bajando la voz y narrando aquello como si se tratara un secreto.
Delilah A. Looper
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Se me escapa una risa y hasta trato de esquivar sus golpes al aire sin mucho esfuerzo, que parece que mi punto no ha sido demasiado obvio y, para cuando llega a su cabeza, al menos ella también se lo toma a bien. A veces, no comprendo muy bien dónde estamos con Delilah. Puedo recordar todas las cosas que supimos compartir, puedo sentirlas con el mismo calor de ese entonces, pero se siente como que lo estoy viendo detrás de un vidrio que se ha roto. Debe ser la burbuja de la ilusión infantil que se rompió, que me dejó con la amiga que se supone que tendría que haber sido todos esos años y no la imagen perfecta de un amor idílico que me inventé por estar demasiado ofuscado en ello. Es horrible comparar personas, pero siempre he tenido bien en claro cuál fue la diferencia entre amar a Delilah y amar a Synnove. A la primera la supe poner en un pedestal de perfección inalcanzable, busqué ser perfecto para ella a pesar de sentirme invisible, mientras que Syv… ella siempre me vio por quien soy, abrazó cada pieza de mí y las unió con tanto amor que me hizo sentir en casa, incluso cuando ella jamás formó parte de esos años perfectos. Supongo que son amores por etapas, lo que necesité cuando crecí y lo que necesito hoy. Y, a pesar de que extraño el tener a mi mejor amiga de antaño, hoy soy feliz.

Menos mal. Pensé que ya me estabas cambiando por alguien más — es una broma que me nace sin querer y, de inmediato, me arrepiento de hacerla. Suerte que puedo fingir concentración en cómo sigue la charla y como mis manos acomodan su postura, tratando de seguir su respiración para estar al tanto del momento del disparo — Me parece bien, en especial ahora que tenemos tiempo antes de empezar de nuevo la escuela… — sí, refunfuño, que no sé cómo voy a hacer para sentarme en un salón de clase y en el de un consejo a la par — ¿Quieres enseñarme a dar puñetazos mientras yo te enseño a disparar sin sacarle un ojo a alguien? — no voy a decirlo, pero me llena de orgullo que alguien diga que soy bueno enseñando algo. ¿Ven por qué me gustaría dedicarme a la docencia? No obstante, eso parece un sueño demasiado lejano. Le enseño un brazo, flexionándolo para enseñarle algo de músculo a modo de mofa — Soy fuerte, lo juro. Pude sacármela de encima — menos mal que ya disparó, porque cierro los puños y finjo golpear el aire cerca de ella, en un boxeo para nada intimidante antes de reírme entre dientes.

Toda diversión se me va al tacho en lo que oigo su murmullo y asomo los ojos por encima de mis propios puños — ¿Pero qué dices? — le sonrío con gracia — Nadie te va a despedir. No solo porque yo lo digo, sino porque te ayudaré a practicar todas las horas que necesites. Harás todo lo que tú quieras hacer — ya sé que estoy siendo un egocéntrico, pero vamos… Si yo pido por Delilah Looper en cualquier puesto de trabajo, sé que voy a conseguirlo, es una de las pocas cosas buenas que tiene el ser yo en estos días. Le doy un suave golpecito con el puño en el brazo y saco la varita de mi bolsillo trasero — ¿Quieres jugar a un juego? — propongo — Puedo lanzar pompas al aire y puedes tratar de darles. Si consigues al menos cinco, te invito una hamburguesa con papas. Si pierdes, tú deberás pagar — por el movimiento de mis cejas, está más que claro que no se puede negar — Al menos que prefieras contarme por qué tienes esa opinión tan horrible de ti misma. ¿Es tan difícil el adaptarse aquí para ti? — quizá lo es y yo no le estoy prestando la atención que necesita.
Kendrick O. Black
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Delilah A. Looper
Fugitivo
Se río cuando Kendrick mencionó la escuela. Aún era algo inverosímil para ella después del infierno de los últimos años. Cualquier cosa que supusiera pensar en una vida normal de nuevo era confuso, sobretodo porque en la escuela ya no serian solo seis personas. Las mismas de siempre. Una y otra vez. — ¿El señorito que dirige un distrito entero va a tener tiempo, además, de ir a la escuela? — Bromeó, mirándolo divertida. Kendrick siempre había sido como una masa de energía sin fin inagotable, y de alguna forma, eso siempre la había hecho sentir peor; como si nunca se esforzara lo suficiente. Desde que estaban en aquel distrito ese sentimiento era más fuerte, por la cantidad de formas en las que todas las personas de su alrededor, aquellas con las que había crecido, habían cambiado tanto. Ella, por el contrario, seguía atrapada en el mismo lugar que hace cinco años. — Para de dejarnos mal a los demás — Soltó con un tono ligeramente irritado para acompañar la broma.

Delilah levantó el dedo y chascó la lengua, meneando su mano en el aire. — Exacto. Quid pro quo — Eso era todo lo que sabía de latín y ni siquiera recordaba quien se lo había enseñado.

Río cuando se puso a hacer el tonto y a mostrarle sus enormes músculos nuevos. — Si, por que volvieras con vida imaginé que habías conseguido quitártela de encima con esos musculotes. — Intentaba bromear con eso, pero era una idea que hacía que le diera vuelcos el corazón. Siempre temía por él, y por todos, cada vez que se iban; y se sentaba a esperar su regreso como una madre cuyo hijo se perdió en la oscuridad, que solo podía hacer algo por la situación encendiendo una lámpara en el porche; sin dormir, y sin ser capaz de estar tranquila hasta verlos a salvo. Y muchas veces, se había enfrentado a la decepción y tristeza que suponía que no todos volvieran. — Y me río pero iba en serio — Refunfuñó, aunque no pensaba que fuera el mejor compañero de entrenamiento del mundo. Menos para Kendrick, que parecía a años luz de sus habilidades.

La idea de estar enchufada porque Kendrick los obligara a no despedirla le hizo soltar una carcajada, una de esas que casi la hace llorar. — Me van a coger manía por culpa tuya — Lo pateó suavemente, dándole un ligero toque con la punta del pie en la pantorrilla que él le devuelve con un golpecito en el brazo. — Hamburguesas es mi nueva palabra favorita. — Era una comida deliciosa que, además, podía unirse a sus ya unas 100 recetas más favoritas. En el 14 no comían mal, pero tener chocolate a tu disposición 24 horas al día, 365 días al año, era maravilloso. — Con postre incluido. — Añadió. No iba a negarse a jugar con él como siempre lo habían hecho, menos ahora que estaba solo a su disposición. — Quiero uno de esos helados de crema, llenos de virutas de colores, y chocolate, y sirope por encima, y tanto azúcar que seguro colapse y me muera pero no importa. — La comida del 9 era su segundo amor.

Había olvidado por completo que todo aquello había iniciado en medio de una conversación seria, que Kendrick retomó hacia el final. Soltó un bufido mientras jugaba con la ballesta entre sus manos y acomodaba la flecha para poder jugar. — No, gracias. Ya he sonado bastante marginada. — Intentó bromear, aunque sí que era como se sentía. Hablar de Kendrick del concepto que tenía acerca de sí misma no había salido como ella esperaba, aunque ¿qué esperaba exactamente? ¿que le dijera que tenía razón y que ella era una mierda? — No es eso — Murmuró ante la pregunta final. — O tal vez si, ya sabes que soy muy inadaptada — Quiso burlarse restándole algo de hierva al asunto, porque la forma en la que de repente era la protagonista de la conversación la hizo sentir un poco expuesta. Era una sensación nueva, especialmente con Kendrick, quien prácticamente había visto todas sus facetas, incluso las peores. — Ahora dispara, porque sé que estas intentando cambiar de conversación para no pagarme mi hamburguesa. — Lo molestó, dándole un empujón con su brazo.
Delilah A. Looper
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Con Delilah siempre ha sido sencillo el bromear. Las conversaciones pesadas pueden tomar un rumbo ligero casi sin intentarlo y ella se ha transformado en las personas que no necesitan de una excusa para pasar tiempo contigo, porque incluso hablar de nuestros miedos suele ser natural. Debe ser por eso que la conozco tanto que puedo decir que ella solo se entretiene con las armas cuando cree que son más seguras que mostrarse vulnerable y, con riesgo a sonar a papá, lanzo un bufido tan largo que cualquiera diría que estoy dejando que me desinfle — No eres una inadaptada. Si eso es lo que crees de ti, es porque tú te estás esforzando en colocarte esa etiqueta por miedo a que los demás no te aceptemos. ¿Y sabes qué? Lo hacemos, por si no te habías dado cuenta — no sé si he sonado demasiado brusco, pero a veces no comprendo cómo es que ella no es capaz de verse a sí misma como yo lo hago. Con lo bueno, lo malo y todo lo que la hace Delilah.

Le sonrío, pero en esta ocasión es una mueca forzada antes de sacudir la varita. Las pompas flotan sobre nuestras cabezas y, con un ademán, la invito a romperlas. Si quiere esa hamburguesa, que se la gane — Del… ¿Por qué nunca te quisiste demasiado? — es una pregunta tan bruta que hasta yo me doy cuenta, me encojo un poco en mi lugar como si de esa manera pudiese opacar el golpe — Ya sé, me he pasado, pero…. Nunca haces más que echarte abajo y no me gusta verte de esa manera. Quizá… quizá, si salieras de ese lugar de queja, te encontrarías con que hay un montón de cosas geniales para disfrutar y que tú tienes mucho para ofrecer. Pero es solo mi humilde opinión — fuera de que soy su cuasi hermano adoptivo y su mejor amigo, no hay más que decir.
Kendrick O. Black
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