The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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A light hits the gloom on the grey ✘ Meerah
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James G. Byrne
Fugitivo
Empujo la puerta de casa con parte de mi cuerpo, porque estoy tan helado que dudo mucho de que las manos me respondan incluso cuando tengo guantes. La calefacción se siente como una especie de caricia, más cuando te pasaste toda la tarde en la calle en busca de cualquier empleo, el que sea. Con esto de que muchos de los ciudadanos han salido del distrito, cientos de negocios se encuentran buscando empleados. Haber sido un esclavo me permite el decir que sé hacer de todo un poco, pero muchos me miran con malos ojos no solo porque no tengo habilidades especiales, sino también porque contratar un muggle es agitar la bandera contra el gobierno. Es complicado, pero de alguna manera puede llegar a funcionar.

Estoy quitándome el gorro y pasando a la bufanda cuando me percato de la presencia rubia de Meerah en la sala, pero no veo ninguna cabeza colorada cerca y el silencio me indica que Hero no se encuentra en la casa. Además… ¿No tiene trabajo en la sede del consejo hasta tarde? ¿Y dónde está Sage? Que no tengo problemas con la chica Powell, pero a veces su actitud me parece confusa. Como la que tuvo en año nuevo, para variar; no es algo a lo que en el momento pude reaccionar y decidí simplemente retirarme a vomitar tranquilo. Por eso mismo me quedo de pie, aún sosteniendo la bufanda en lo que la mido con la mirada — Hola… — no, he sonado demasiado cauteloso y no quiero ser tan obvio — Viniste con Kitty, supongo — sino no me explico cómo es que ha entrado si no hay nadie en casa. Le doy la última vuelta a la bufanda y la cuelgo junto al gorro en el perchero — Hero llegará en unas horas, si quieres esperarla.

Tironeo de mis guantes para poder sacarlos y me froto la nariz, que de seguro debe estar roja si considero lo helada que puedo sentirla. Doy algunos pasos, tirando del cierre de la campera — ¿Te quedarás a cenar? Hoy me toca cocinar a mí, así que debo saber para cuántos calcular — ahora sueno muy formal. Acomodo mi abrigo, hago un bollo de los guantes y, dudoso, me acerco al arco que me llevaría al pasillo, no muy seguro de si ir hacia mi habitación o no. La manera en la cual le arqueo las cejas deja en evidencia que no tengo idea de si brindarle mi compañía o si prefiere estar sola.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Es la primera vez que me encuentro tan cargada desde la vez que llevé a Hero todas las necesidades que pude recolectar para ella cuando todavía se hallaba refugiada en el cinco. Las tiras de la mochila no pesan, pero sí lo hace la bolsa que tengo a los pies, cargada hasta el tope de diferentes paquetes que debo distribuir, o encargar que distribuyan de manera adecuada una vez que los nombres fuesen escritos con cautela. No iba a arriesgar el exponer a ninguno, pero tampoco podía confiar en que Hero o Sage adivinaran a quién pertenecía cada tarjeta holográfica vacía. Medité por momentos lo de colocar las iniciales de todos, pero de algunos ni sabía los apellidos y seguía siendo arriesgado el que alguien encontrase los paquetes y empezara a hacer suposiciones.

Kitty llega luego de que le explico a Hero el por qué la necesito, y pese a que estoy entusiasmada y negada en partes iguales, decido que James debe ser el primero al que visite. En primer lugar porque es al único que le dije que tenía intenciones de darle un regalo, y en segunda porque el alcohol no anulaba mi memoria y prefería quitar la curita rápidamente en lugar de darle vueltas al asunto. Además de que en la primera parada claramente descartaría la mayor cantidad de peso siendo que ellos eran tres.

- Sí, le avisé a Hero que venía y le pedí a Kitty prestada. Que luego de lo de… ¿cómo era? - Hago una mueca en lo que pienso y muevo la nariz hasta dar con la idea. - ¡Mafalda! eso. En fin, luego de eso preferí aparecerme directo adentro. - Sin contar que no quería arrastrar todo lo que traía por la mitad del distrito. - Pero ya me dijo que iba a estar ocupada, así que traje los regalos prometidos y luego me voy a seguir repartiendo. No tienes que preocuparte por mí para la comida. - ¿Sueno lo suficiente normal? Espero que sí, dije que no iba a hablar al respecto, ¿no? - Dame un segundo.- Le advierto mientras me arrodillo delante de mi bolsa y comienzo a revolver dentro hasta dar con uno de los paquetes envueltos. Es uno de los grandes, así que supongo que debe ser la campera que espero, por favor de verdad, reemplace esos suéteres horribles con los que sale a la calle. Ya en la mochila hay otras cosas que quiero mostrarle, pero esas no son necesariamente regalos. Le aviento el paquete y vuelvo a sumergirme en la bolsa, sé que tenía otro dando vueltas dentro.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
Su nombre no es Mafalda, ¿no? — aventuro — Ya sabes… — chasqueo los dedos en el aire y la señalo — No me creo eso de que no te acuerdes de los nombres de tus amigas — Meerah puede ser muchas cosas, pero jamás ha demostrado ser alguien con problemas de memoria. Muevo la cabeza con un asentimiento en cuanto me encuentro con la idea de que no deberé actuar de anfitrión y eso, en parte, me hace sentir vagamente aliviado. ¿De qué se supone que hablaría con ella por horas, de todos modos? Siempre han sido visitas esporádicas y, con el tiempo, la presencia de más personas siempre funcionó como puente. Me pregunto si ella recuerda el haberme besado sin excusa ni previo aviso, pero por alguna razón no lo digo en voz alta. ¿Quiero conocer las respuestas a mis dudas? No estoy seguro — ¿Ahora eres una especie de Santa Claus sin barba? Estoy seguro de que podrías hacer relucir ese trineo — intento sonar un poco más a mí mismo, espero haberlo conseguido.

La verdad es que no es lo mismo oír que alguien te ha preparado un obsequio que el tenerlo entre las manos. Tengo que avanzar un poco para poder atajarlo a pesar de lo largo de mis brazos, el sonido del paquete resuena con más sonido del real y, a pesar de que ella sigue ahí, no puedo verla. No quiero decirle que tengo una emoción extraña recorriéndome por dentro mientras abro la bolsa con cautela, no muy seguro de qué es lo que voy a encontrar. Apoyo el envoltorio sobre el borde del sofá para poder tomar la chaqueta por los hombros, la levanto con el cuidado de una persona que teme quebrar un diamante. Se siente tan extraño que hasta me olvido de mi política de mantenerme lejos de ella, porque ya estoy tomando asiento a su lado al ser incapaz de sostenerme sobre mis propias piernas. No puedo evitarlo, la acerco a mí y olfateo la tela. Reconozco su aroma y el de la isla ministerial, a pesar del perfume — Jamás creí que una bruja me haría un regalo de Navidad — balbuceo, no estoy seguro de que pueda escucharme por culpa de la prenda que cubre mi boca.

No puedo contenerme y me la coloco, estiro los brazos para poder medir el largo y acomodo el cuello — ¿Y bien? — le pregunto — ¿Me veo como te imaginabas o he arruinado tu modelo? — porque asumo que lo ha hecho ella, no imagino a Meerah paseándose por negocios con la tarjeta de su padre y gastando dinero en un montón de regalos sin nombre que Powell acabará viendo en el resumen de su tarjeta.  Aún estoy sosteniendo las solapas de la chaleca cuando me fijo en que ella aún tiene más regalos, así que me apresuro a aclarar — No tengo nada para ti — hasta me da vergüenza confesarlo, le sonrío con tímida disculpa — No es como que tenga… y no quería pedirle a Hero. Pero puedo prepararte el postre de chocolate que quieras — Porque eso le gusta, lo he comprobado hace mucho tiempo. Me pongo de pie con la velocidad de un resorte y doy un par de grandes zancadas hasta el largo espejo de la sala, donde me observo desde varios ángulos para tener una imagen apreciativa de mí mismo. No se ve nada mal — No deberías haberte molestado, de veras. Está genial, así que debe de haberte llevado mucho trabajo — o vaya a saber, que está sabido que yo de moda no sé absolutamente nada.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Creo que la expresión “no, ¿en serio?” se puede leer en mi rostro solo mirando las cejas. Jamás sería capaz de olvidarme del nombre de mis amigas. No tendría la memoria eidética de Audrey, pero tampoco era una persona tan terrible. - Su nombre es Maeve, y juro que el setenta por ciento de las veces es una persona menos invasiva y mucho más divertida. No sé qué tienen mis conocidos que sienten la inmediata necesidad de protegerme. - Y el “de tí” está implícito, pero no quiero traerlo a colación porque eso significa traer otras cosas, y no. - Soy la señorita Claus, sin barriga también. - Aclaro como si de verdad hiciera falta. Me negaba a usar un traje con panza falsa. ¿Debería haber traído mi gorro navideño? Hubiera sido una idea divertida. - Y claro que haría lucir el trineo, pero no podría hacer que Rudolph pase los controles de seguridad. - Que todos sabíamos que los renos no vuelan y en realidad el trineo era tirado por hipogrifos, pero no importa, hay dichos populares que ni valía la pena romper.

Encuentro el segundo paquete que estoy buscando suelto con otros de casi igual tamaño, pero cuando levanto la vista para dárselo me quedo ensimismada viendo la reverencia con la que parece tratar mi obsequio. Y es raro, pero en lugar de sentir orgullo me siento extrañamente nostálgica. Me recuerda a aquella primera navidad con Hans, en la que no sabía qué esperar cuando me ofreció un regalo a sabiendas que era el primero que recibía de su parte en aquella festividad. Me muerdo el labio con nerviosismo al no saber qué opinión tiene al respecto de mi creación, y espero su crítica casi que con ansiedad. James nunca ha mentido, y si dice que es horrible… Aunque no debería confiar en su gusto sobre moda. - Jamás me vi haciéndole un regalo al muggle, así que… feliz navidad.

Sigue sin darme una opinión cuando se la coloca, pero no me molesta cuando comienzo a evaluar el diseño con otro tipo de ojo. Ese que analiza las costuras y la caída de la tela ignorando que es él el que la lleva. - Las mangas deberían haber sido unos dos o tres centímetros más cortas, y creo que eres levemente menos delgado de lo que calculé, pero no está mal…- Al menos el largo del torso era el que había querido, y el cuello cae perfecto. Asiento con satisfacción a mi diseño, pero descarto rápidamente sus palabras con un ademán de mano cuando dice no poder corresponder la acción. - Me gusta la idea del chocolate en cualquiera de sus formas, pero de verdad no esperaba nada a cambio. Esto es lo que en verdad me gusta hacer, y desde que he aprendido un par de hechizos la confección cuesta menos de que antes. - No quería menospreciarme a mí misma, pero tampoco deseaba que se sintiera mal por algo que de verdad no tenía que ser retribuido de igual forma. También está esto. Pero es más algo chistoso para todos. - Le entrego el segundo paquetito que contiene una vincha en color azul con detalles en blanco. Es la misma tela que he usado para hacer pañuelos, colitas y hasta distintos tipos de diademas. Era una especie de regalo sencillo que sería una especie de distintivo interno entre ellos. - Y bueno, también traje otras cosas, pero esas no son regalos.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
A pesar de que no lo demuestro en expresión, mi mirada debería decirle que no entiendo nada de lo que me está queriendo decir, porque para mí se ve bien. Incluso estiro los brazos para medir las mangas y toco mi panza a ver si estoy tan delgado, que sé que soy un palo pero en vista de que me he visto peor por culpa del mercado, hasta creo que me encuentro en un peso decente — Esperaba algo más que un “no está mal”. Ya sabes. “Luces increíblemente apuesto, Jim” — dramatizo la frase con un murmullo similar al de una telenovela y acabo sonriéndole para indicarle que no es más que un chiste, que lo último que necesitamos ahora es que Hero decida llegar temprano y todo se preste a una nueva confusión — No, de verdad, permíteme prepararte algo. ¿Qué se te antoja? Todavía es temprano para siquiera pensar en la cena — si el reloj de la pared no miente, aún estamos incluso a tiempo para una buena merienda y, que va, puede estar todo algo incómodo, pero yo jamás me negaré a comer algo ahora que tengo la oportunidad y la excusa.

Me distrae de mis intentos de recompensar el regalo cuando aparece con uno nuevo. Le doy la espalda al espejo y una de mis cejas se arquea con gran incógnita en su dirección — Debo haber hecho algo bien para merecer doble premio — busco bromear, pero desvío la atención hacia el envoltorio que busco abrir hasta encontrarme con la delicada tela. Aunque tardo un momento en reconocer de qué se trata, en cuanto lo hago se me escapa una risa entre dientes — Es por culpa de los rulos, ¿no es así? — paso la vincha por la cabeza, tiro de la misma hacia abajo y busco acomodarla de manera tal que ningún mechón me cubra el rango de visión. No hace falta mirarme en el espejo, sé que me encuentro patético — Yo… gracias. — no es que quede otra cosa por decir.

Mi curiosidad tiene la culpa de que pueda olvidarme de los regalos y la merienda con unas pocas palabras. Muevo la cabeza para poder ver mejor todo lo que ha traído con ella, como si mis ojos fuesen capaces de adivinar lo que se esconde detrás de la bolsa — ¿Qué trajiste? Dime que no es una botella de alcohol para compartir — Nop, mal chiste. A pesar de la sonrisa mi expresión es de disculpa, en lo que escondo las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta y me hundo entre mis hombros — Sabes que no tenías que hacer nada de esto, Meerah. No siempre he sido… bueno, digamos que maté a tu mascota — un recuerdo un poco ridículo ahora que se lo puede ver a la distancia, para variar. Me llevo una mano a la nuca, masajeando allí dónde puedo sentir algo de mi cabello entre la tensión muscular — Nadie en tu casa sospecha donde pasas el tiempo, ¿no? — también espero que nadie haya tenido la estúpida idea de abrir la boca.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Luces increíblemente apuesto, Jim. - Dramatizo tratando de exagerar todo lo que puedo el tono de mi voz, llevando el dorso de mi mano a mi frente y tirando mi cabeza hacia atrás como si su belleza fuera demasiado para mí. Al final uso la misma mano para hacer un gesto de descarte en el aire, y con el dedo índice le exijo que se gire. - Ya, ahora date la vuelta que quiero ver la línea de la espalda, es complicado hacer esto sin medidas exactas. - Puede que la campera hubiera quedado más holgada en algunas partes, y más ajustada en otras, pero eso se corregía con la varita, o logrando que su cuerpo adquiera algo de fibra. Tal vez lla varita sería lo más sencillo. - Creo que un postre llevaría mucho tiempo. ¿Qué te parece una chocolatada caliente?- No sería un pago necesariamente, sino simplemente un antojo con el frío que se asociaba a la estación. Además, usando a Kitty de transporte no era necesario cubrirme hasta la nariz, pero no siempre eso jugaba en mi favor con esta estación.

- No te sientas tan especial, hay una muy similar para Kyle. - Había sido una especie de reto el poder ver cuántas variantes de accesorios podía crear utilizando la misma tela, y considerando que no había repetido ninguna con diseños iguales, podía decir que había tenido éxito. Hero, claro está, recibiría una diadema, mientras que Beverly y Mimi tenían una hebilla y una bandana respectivamente. Synnove con su hermoso cabello tenía también una vincha, pero la suya tenía un nudo que buscaba ser un moño; mientras que el pañuelo de Ken era más discreto. Jared era el único que tendría un cinturón a sabiendas de que no usaría cualquier otra cosa ni a modo de chiste, y para Sage el pañuelo más grande buscaba actuar como una especie de bufanda. A Holly y a Dave los tuve que dejar fuera de los regalos coordinados como medida de precaución; pero ganas no me faltaban de completar el kit con una colita de pelo y una pulsera… tal vez las haría y las dejase guardadas. - Si las usan todos en público hasta podría volverse el símbolo de la revolución. - Aseguro pese a que en seguida lo acompaña una risa que claramente busca ser una broma.

- Oh, no. Nada de alcohol. Trataré de llevar una botella con jugo a todos lados de ahora en más, o algo así. - Y no hablaría del tema. Dije que no lo haría, no necesitaba pedirle disculpas ni darle explicaciones que bien podrían quedar justificadas con el consumo de lo que sea que hayan preparado las chicas. - Argie tampoco es un tema que quiera nombrar. Ya estoy en paz con su muerte, fue un accidente y vamos a dejarlo así o la próxima que vea traeré a Cocoa para que se cuelgue de tus orejas. - No sucedería, él no llevaba pendientes brillantes y probablemente el escarbato estaría más ocupado en tratar de robar la vajilla, antes que en sus orejas. Una lástima, amaba al pequeño bicho, pero extrañaba usar aritos y anillos. Mis accesorios habían adoptado todos un matiz algo opaco. - Nop. Osea… sí creo que piensan que tengo amigos que no son buenas influencias. Y estoy segura de que Hans sabe que se más de Hero que lo que pueda decir; pero por suerte se mantienen… ¿bastante al margen? No sé cuánto vaya a durar. Creo que si no fuera por Kitty y mis desapariciones calculadas estaría bastante más controlada. - Realmente no sabían la frecuencia verdadera con la que salía de casa, pero todas mis escapadas eran medidas y justificables si es que llegaban a descubrir mis ausencias.

Bien… Suponía que no estaba mal mostrarle las cosas de la mochila, así que apartando la bolsa hasta el momento en el que siguiera mi tour por el distrito, tomo la mochila y la apoyo sobre la silla más cercana. - Como dije, no son regalos. Algunas cosas las tengo desde hace siglos, y tal vez ni siquiera te gusten… - Saco de adentro un par de cuadernos, un pequeño maletín con lápices y un par de acuarelas y pinceles. - La otra vez dijiste algo al respecto de sentirte útil, y no sé… Yo sé que sin mis telas probablemente me sentiría de la misma manera, así que traje un par de cosas para que pruebes. - Señalo la mesa dónde voy dejando las cosas y sigo sacando más cosas de la mochila. Revistas con ideas de manualidades mayormente, pero hay una que tiene hasta cosas de carpintería. Algo de masilla, unas agujas de crochet e incluso una cámara digital. Es un modelo un tanto viejo, pero seguía funcionando de maravillas y yo casi nunca la usaba. - Tal vez ni siquiera te guste nada de esto, pero creo que lo importante es ir probando hasta encontrar aquello que no sé… nos haga sentir bien, supongo.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
Seríamos los revolucionarios con la estilista más escurridiza de todo NeoPanem — me permito reír con ella, que estoy seguro de que nada de lo que estamos diciendo tiene sentido. No me veo a mí mismo en el mismo nivel que personas que han estado haciendo esto hace años, soy como una adquisición de último momento que tuvo la suerte de toparse con Agatha para no morirse de hambre. Obviemos que en la batalla que ganó este distrito, caí demasiado rápido y mi único aporte fue irritar a algunas personas. Lo que cuenta es la intención, dicen por ahí — Claro. Nada de café irlandés para la señorita — de esos que a Leblanc le gustaban tanto por las mañanas, puedo decir que me he vuelto un experto en prepararlo y es una de mis pocas victorias gastronómicas o algo así. Tomo su descarte del tema de Argie en paz alzando una mano, de la cual me llevo un dedo a la boca para prometer guardar silencio sin necesidad de las palabras — Mientras seas lista… no debería ser muy diferente a los otros adolescentes que se escabullen por ahí — me encojo de hombros, como si el escaparse para meterse en el distrito rebelde fuese de lo más natural. Qué sé yo, no me siento demasiado cómodo opinando sobre su familia.

Debería ponerme a hacer ese chocolate caliente, pero la rubia capta mi curiosidad y tengo que meter las manos dentro de la chaqueta para acercarme sin ponerme a revisar todo antes de tiempo. La mesa, poco a poco, empieza a llenarse de un montón de cosas que no tengo la más mínima idea de cómo utilizar y, de alguna manera, eso no es lo que me importa ahora. Mordisqueo mi labio inferior, vacío de palabras. Me balanceo un momento en mis pies, hasta que saco las manos con algo de atropello para poder tirar de ella, acercándola a mí para darle un apretón rápido que puede tomarse como un abrazo sincero. Puedo ser delgado, pero temo por un momento el haberla quebrado por la efusión — Meerah… — me separo, colocando una mano en uno de sus hombros, mientras que la otra aún sujeta su cintura — Voy a empezar a pedir más cosas, si siquiera tienes la capacidad de tomarlo en cuenta estando ebria — a pesar de que mis labios se prensan, soy incapaz de contener la sonrisa. Le doy una palmadita y la suelto, no muy seguro de por dónde empezar. Me obligo a dejar de mirarla, pasando mi atención a todo lo que tengo delante. Jamás he hecho nada artístico a excepción del jardín de infantes, así que no tengo un punto de partida.

Como el resto de las cosas se ven un poco más complicadas, mi mano se cierra primero en la cámara. No me cuesta mucho encenderla, sí el darme cuenta de que me encuentro filmando, así que me apresuro a enfocarla a ella — Tendrás que darme un par de clases de todo esto, así que este es el momento en el cual te comprometes a hacerlo y quedará registrado para las futuras generaciones. Ya sabes, para cuando pregunten cómo es que una bruja y un muggle pueden llevarse un poco bien cuando ella deja de ser una mosca parlante — la pico, lanzándole una mirada divertida por encima de la cámara. Toco el botón de la cámara para dar finalizada la filmación y la apoyo con sumo cuidado en la mesa, una vez más, con miedo de que se acabe partiendo si sigue en mis manos. Sin dudarlo mucho, me hago con el cuaderno para pasar las páginas en blanco con sumo cuidado — Jamás pensé que harías algo así. Dista mucho de la niña que conocí en el mercado — siendo sincero conmigo mismo, nunca creí que alguien lo haría, no solamente ella. A mí tampoco se me habría pasado por la mente. Tomo el maletín, rebusco hasta encontrar algunos lápices y deslizo la punta sobre una de las hojas, empezando a colorearla sin un verdadero sentido.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Al principio no estoy segura si Jim está abrazándome o está tratando de estrujarme hasta dejarme sin aire. Es un contacto que no esperaba y me debato internamente si no he traspasado algún límite al meterme de esta manera en su vida. Yo sé que no me caería del todo bien que me trajeran una guitarra, o… no sé, algo completamente fuera de mi estilo para tratar de decirme lo que debería hacer; pero como él había dicho el no tener idea pues me había parecido adecuado. Y no sé como interpretar su gesto hasta que se separa y habla, dedicándome una sonrisa que me hace pensar que he hecho algo bien. - En primer lugar no pediste nada, esta fue mi idea. Y en segundo lugar… no te aproveches, hay cosas que sí puedo hacer y otras que no pienso considerar ni estando ebria. - No creía que pudieran hacer pedidos muy desbaratados, pero hacía cosas que podría justificar, y otras que serían imposibles de disimular. ¿Cómo explicaría si desaparecía el piano de la sala?

Me distraigo tratando de ordenar las cosas que están sobre la mesa, y no noto que ha tomado la cámara hasta que la enfoca en mi dirección. - ¿Estás filmando? - ¿Ya? ¿Tan rápido se había decidido? - Pfff, Ser una mosca significaría que pueden aplastarme y eso no pasará. Sí soy un incordio, pero sólo cuando estoy de humor. - Trato de apartar la cámara con la revista que tengo en la mano, pero al final acabo por dejarla a un lado y enfoco la vista en el lente, parándome con firmeza y llevando mi mano derecha al corazón. - Yo, Margareth Meerah Powell me comprometo a darte clases de todo esto siempre y cuando te comportes y no hagas que termine clavándote un pincel en la oreja. - Me río y relajo la postura para revisar si no me ha quedado nada más en la mochila. Lo único que encuentro es el recipiente con mostacillas que estaba buscando la semana pasada, así que lo vuelvo a guardar y aparto el bolso para seguir rebuscando entre los regalos que ahí faltan.

- Los lápices que tienen la punta dorada son acuarelables, así que si pintas algo con ellos y luego lo repasas con un pincel húmedo puedes hacer mezclas muy hermosas. - Le explico cuando noto qué útil agarró primero. Y puede que esté tentada a mirar por encima de su hombro qué es lo que hace, pero no lo voy a cohibir tan pronto cuando está probando cosas por su cuenta. Aprovecho ese tiempo para revisar la bolsa y armar dos pilas en las sillas que quedan libres. Una llena de paquetes que por obviedad le corresponden a mi tía, y otra un poco menor para Sage, a quien no había estado muy segura que regalarle. - ¿Sabes si tendrán visita de alguno de los chicos pronto? Tengo que visitar a Kendrick para asegurarme de que sepa cómo vestir su regalo, pero el resto no necesito entregarlos en persona. - Me inclino por encima de la mesa, y tomo del maletín una de las fibras para comenzar a escribir en las tarjetas faltantes a quién pertenecía qué cosa en caso de que pudieran entregarlos por mí.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
Ya te comprometiste, estás jodida. No podrás retractarte y si lo haces, será condenado por las leyes del distrito nueve — me acabo de sacar esa ley de la galera, no hace falta siquiera aclararlo. Ahora que lo pienso bien, si sacamos el posible ataque de Hero de enterarse, no estaría mal aprender de alguien como ella. Bien, sé que soy unos años mayor que Meerah, pero ella ha recibido toda la educación que yo he carecido y no voy a negar que podemos llevarnos bien cuando no hay motivos de disputa entre nosotros. Es lo suficientemente responsable y madura como para esto, así que… será lo que tenga que ser y, tal vez, pueda llegar a servir de algo. Por favor, que jamás se haga legeremante, que me comeré un pescado crudo antes de siquiera admitir que tengo esos pensamientos sobre ella.

Demuestro que le estoy prestando atención con un “ajá” que apenas sale entre mis labios, más concentrado en la mezcla de colores. Siempre he estado en sitios demasiado oscuros y con pocas variantes, la casa de la señora Leblanc jamás se me ha hecho otra cosa que opaca, así que podemos decir que estoy inventando cualquier cosa que se me viene a la mente porque no estoy seguro de saben utilizar combinaciones como estas, pero al menos se siente bien al tacto — ¿No se humedecerá la hoja y acabará por arruinarse? — pregunto, fiel a mi ignorancia. Es el sonido del peso de las cosas que va sacando lo que me hace alzar la mirada y muevo uno de mis hombros, aún encorvado sobre el cuaderno — No lo sé, pero puedo ayudarte a repartir si quieres. Hasta que no se consiga empleo o se abra la escuela, no tengo mucho que hacer… — me es extraño pronunciar esas palabras, parecen completamente ajenas en mi lengua — ¿Qué le preparaste a Kendrick que necesita de tu ayuda? — sí, no puedo evitar ser curioso, pero lo disimulo volviendo a fijarme en mi dibujo.

Para cuando termino, solo es un pase de fríos a cálidos bastante difuso, pero aún así giro el cuaderno para mostrárselo que si hay alguien que comprende de colores, es ella. No es gran cosa, un niño de seis podría hacerlo, pero ya qué. Me separo solo para poder avanzar hasta la cocina y pongo a hervir algo de leche, en lo que rebusco hasta dar con las barras de chocolate — Meerah — menos mal que estoy dándole la espalda, porque no sé de dónde sale el impulso de dejar salir esto — ¿Por qué me besaste en año nuevo? — que no había retos ni razones y, si sigo haciéndome el idiota, acabará saliendo cuando estemos de nuevo bebiendo y prefiero escuchar cosas sinceras sin alcohol de por medio.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- ¿Por qué leyes? - Mi ceja se dispara contra la línea de mi frente y la mueca burlona no se me va de la cara ni aunque lo intente. - ¿De verdad quieres discutir de leyes conmigo? - Podría haber pasado tiempo desde aquella vez en la que me fanatizaban ciertas decisiones que podría haber tomado el departamento de mi padre, pero no por eso dejaba de tener interés en la parte legal del asunto. No bromeaba cuando decía que además de tener mi pasión en la moda, quería seguir la especialización en leyes. Mis motivos no eran los mismos que antes, pero no era algo que fuese a dejar de lado pronto.

Me molesta haberme olvidado mi cartuchera en casa cuando allá tenía mis nuevos rotuladores con punta pincel, pero al menos mi letra no estaba quedando horrenda, y los nombres se lucían bonitos contra el efecto brilloso que tenían las tarjetas. - Las hojas del cuaderno son de ciento cincuenta gramos, no es precisamente hoja de acuarela, pero debería servir para todo tipo de técnica, así que estarás bien. - Puede que el cuaderno sí fuera un regalo, pero no le iba a decir que de verdad había pensado en qué tipo de hoja le iba a servir. Pero era verdad, las hojas de los cuadernos de boceto eran muy finas, y las de trescientos gramos terminaban siendo tan granulosas que los lápices y los crayones no se lucían. - ¿Saben ya cuando se abrirá la escuela? - Me daba curiosidad el pensar cómo iban a enseñarles, estaba demasiado acostumbrada a la instrucción mágica de los colegios, o a la que podía darme Jolene de manera particular. Incluso los meses que había pasado en el instituto de moda eran bastante estructurados y bueno… mágicos. ¿Sería muy malo de mi parte el preguntar cómo era la instrucción muggle?

- Un traje. Barajé la idea de que fuese uno de tres piezas, pero no siento que el chaleco vaya mucho con la personalidad de Kendrick. ¿Has visto sus comunicados? En un principio no lo había notado porque antes eran solamente de radio, pero no puede esperar que la gente lo tome en serio con esas pintas. - Si quería imponer respeto y mostrarse como la figura pública que estaba queriendo ser, debía vestirse como tal. Nada de jeans y buzos, menos aún estando en invierno. - Él tiene un pañuelo que hace juego con tu vincha, así lo podrá usar en el bolsillo del saco la próxima vez que tenga que presentarse en televisión. - Era mejor que una corbata, y marcaba más el aire juvenil que no debía ocultar. Se sentiría que estaba esforzándose de más.

La curva final de la “y” al escribir Beverly se tambalea un poco cuando, luego de llamar mi atención nuevamente, Jim hace la única pregunta que no espero que haga, pero que a la vez tenía sentido que hiciera. - ¿Cómo es que siempre terminamos hablando de lo que decimos que no vamos a hablar? - Lo que curiosamente siempre llevaba al mismo tema. - Porque quise no es una buena respuesta, ¿no? - Porque puedo recordar muchas cosas, pero no lo que me había motivado a besarlo en sí en aquella ocasión. - Si te preocupa, puedo jurarte que siento nada por tí de esa forma. Pero no se había sentido mal besarte y no sé… - Me encojo de hombros y trato de no sumarle más importancia al asunto. No quería sobre analizar algo que no debía pasar a mayores.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
No, no tengo idea de lo que me está hablando y no lo oculto con mi expresión de desconcierto, que jamás había pensado en hojas en un contexto de gramos — No lo sé. Creo que primero quieren hacer algunos cursos nivelatorios antes de abrir de manera oficial, hay mucho que tienen que organizar y no es sencillo montar todo un sistema nuevo de cero que afecte a tantas personas y tenga peso académico — que no sueno tan serio por mérito propio, he escuchado a Hero contarlo en la cena y solo me queda repetir como loro, incluso cuando le veo una completa lógica al asunto — La verdad es que… es agobiante y emocionante a la vez — tal vez ella no lo ve como yo porque jamás estuvo privada de una educación, pero para gente como yo es toda una novedad y no puedo evitar preguntarme cómo impactará al resto del país que exista un sitio con muggles educados. Es como un aire fresco de libertad.

No puedo imaginarme a Kendrick dentro de un traje, pero tampoco me voy a poner a señalar esa falla cuando se ha esmerado en pensar un regalo para él y, para colmo, confeccionarlo — Creo que es parte de su estilo, pero como tú digas… — no puedo evitar que me asalte cierto pensamiento y hasta me atrevo a sonreírle con gracia — Solo esperemos que nadie reconozca tus diseños en televisión. No me imagino lo que dirían si la hija del ministro Powell anda por ahí vistiendo a Kendrick Black. Creo que Hero estaba trabajando en mejorar su imagen, deberías conversar con ella sobre eso — no me extrañaría que se pasen horas hablando de cómo mejorar la imagen de la mitad de las personas en este distrito, jamás me he molestado en averiguar qué es lo que hacen tanto tiempo encerradas. Lo único que sé es que a veces se oyen risas que me hacen pensar en dos viejas brujas de cuentos, con algo de locura encima.

El chocolate no tarda en empezar a derretirse entre la leche, la cual va tomando una textura espesa en lo que revuelvo con la cuchara — Si mal no recuerdo… tú dijiste que no hablaríamos de ello y yo no tuve oportunidad de negarme — le señalo como quien no quiere la cosa. Me quito la vincha con sumo cuidado, que ya me están tirando algunos pelos y la acomodo de manera tal que acaba siendo una gruesa pulsera en mi muñeca. Estoy enrollándola cuando le lanzo un vistazo cansino a pesar de la sonrisa a Meerah, dejándole en evidencia que no, esa respuesta no me basta. Asiento vagamente con la cabeza, tomando lo que dice y regreso a lo que estoy haciendo, revolviendo un poco más antes de buscar algo de crema, la cual vierto con sumo cuidado de no pasarme — Con “esa”manera, asumo que quieres decir que no sientes nada romántico por mí — descarto los rumores de Sage, que sé muy bien de dónde han salido, no hay que ser un genio. Uso el cucharón para probar el sabor de la mezcla, la cual se siente bien, pero creo que le falta algo. ¿Canela? Busco un poco, solo un poquitito — No te preocupes. Solo quería saber qué había sido eso. Eres confusa, princesa — me giro hacia ella, apoyo mi cuerpo en la mesada y me doy unos golpecitos con la cuchara en los labios — Montas escándalos cada vez que alguien bromea sobre nosotros, pero luego me besas sin previo aviso y eso hace que me cueste comprenderte. No quiero sorprenderte, pero no tengo mucha experiencia en esto de comprender a las chicas — por la manera en la cual le sonrío de lado, debe comprender que estoy tonteando con esto.

Guardo silencio en lo que se termina de hacer el chocolate y, con rapidez, hay dos tazas humeantes acomodándose en esos rincones de la mesa que aún quedan libres — ¿Quieres malvaviscos? — pregunto sin tomar asiento, sino que estiro el cuello para ver las etiquetas que ha ido escribiendo — ¿Alguna vez pensaste que me besas ebria, porque luego puedes usarlo de excusa para respaldarte? ¡No te estoy acusando! — me apresuro a aclarar, que por una vez puedo decir que estoy preguntando de la mera curiosidad y necesidad de comprenderla y no por el impulso de ser un completo incordio.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Debía admitir que eso del curso nivelatorio tenía coherencia cuando tenía en cuenta que James era unos cuantos años más grande que yo, y nunca había asistido al colegio. Podía entender eso de que sea agobiante y emocionante, lo que me hace sonreír al recordar que el año anterior había cambiado de curso y algo tan sencillo como el cambio de color de una corbata me había dejado nerviosa hasta el punto de anudarla de cinco maneras diferentes frente al espejo antes de decidir dejarla como siempre había usado la anterior. No era precisamente el mejor ejemplo, pero era uno que me hacía comprender un poco el cómo debía estar sintiéndose. - Sé que técnicamente es ilegal hacerlo pero considerando la cantidad de cosas ilegales que estoy sumando en mi haber, no tengo problema en ayudar si alguno tiene dudas en el curso. No sé qué les explicarán, pero si empiezan a ver lenguaje mágico o algo similar, puedo ser de ayuda. - Sabía que Hero le había enseñado a Sage a leerlo incluso cuando era su esclavo, pero ella tenía otro tipo de inmunidad en aquel entonces y… ya que. No me molestaba servir de algo si alguno lo necesitaba.

- El estilo de bohemio desahuciado estaba bien para cuando recién salía del norte, pero ahora están queriendo demostrar que pueden ser una civilización próspera, y no, me niego a que lleve jeans y jerseys viejos en televisión - El distrito nueve no tenía las mismas pintas que el once, o que el interior de las fábricas que, luego me enteré, estaban en el distrito cinco. No podía mostrar una imagen zaparrastrosa ante un público que buscaría seguilo e identificarse con sus ideales. - Ya hemos hablado con Hero al respecto. Será casi como remontar el proyecto que teníamos antes, pero mucho más anónimo. Nadie reconocerá mis diseños, no soy tan tonta como para firmarlos de la misma manera que los de mi padre. - Que sí, los firmaba, pero era mucho más discreta y nadie que no conociese de verdad mi estilo podría ser capaz de identificarlo. Además, los trajes de mi padre tenían otro corte, otro porte, un tipo de telas tan diferente que no habría forma de que relacionasen unos con otros.

- Tecnicismos - Me aseguro de decir cuando se pone quisquilloso al respecto. Era tácito eso de no hablar, sobre todo luego del revuelo que se había generado la primera vez. Y jugueteo de manera nerviosa con el rotulador, hasta que me doy cuenta de lo que estoy haciendo y lo tapo antes de terminar con todas las manos marcadas. Podría seguir tratando de completar los nombres en las tarjetas, pero mi perfeccionismo no me lo permitiría así que dejo el paquete a un lado y trato de armar dos pilas a mi costado mientras lo escucho. No me hace falta el decirle que asume de manera correcta, así que solo suelto un “hmn” antes de asentir y seguir con mi tarea. - No soy confusa, yo tampoco tengo mucha experiencia con nada y… No sé, ¿de acuerdo? Todavía estoy haciéndome a la idea de que todas mis creencias se dieron vuelta como una tortilla y quedaron mitad dentro de la sartén, y mitad caídas por el costado. - Y no, todavía no sabía cuál era el costado caído que no dejaba de quemarse y emitir un aroma espantoso.

- Si hay, sí. - Nunca podría decirle que no a los malvaviscos, ni siquiera cuando estoy al borde de morirme de vergüenza mientras quiero demostrar que no me afecta en nada lo que opina. - No es una acusación cuando es cierto. Es más fácil besarte cuando estoy ebria y ni siquiera yo puedo pensar en consecuencias que no vienen al caso. O que técnicamente no debería haber. - Me encojo de hombros y me alegro cuando el rubor no tiñe mis mejillas, lo cual le da más seguridad a mis palabras que se sienten bastante certeras. - Se había sentido bien besarte, pero me había molestado que todos hubiesen opinado al respecto, como si hubiera sido algo terrible, o algo que significaba más de lo que fue. Fue divertido, eres atractivo cuando no andas sacándome de quicio y no sé… Supongo que fue como mandar todas las opiniones de los demás al diablo. - Además él había dicho algo de un beso de año nuevo y claro que yo recordaba la tradición de otra manera. También recordaba que el dicho era a las doce de la noche, pero en ese momento ni era consciente de la hora. - ¿Puedo justificarlo en mi adolescencia sino? Eso es incluso peor que estar ebria.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
Es halagador. El ayudar a dar vuelta la tortilla de tus creencias — más cuando la conocí siendo una mocosa quisquillosa que le chupaba las medias a su padre juez. Ni siquiera vacilo, me giro para alcanzar la alacena que contiene la bolsa de malvaviscos y la coloco sobre la mesa, así es libre de colocar la cantidad que le guste, mientras yo hago lo propio con un buen puñado que termina dentro de mi taza. Vivir con Hero y Sage me hizo descubrir que acá jamás va a faltar algo dulce, en especial en tiempos de heladas — Tecnicismos — la imito, que su “técnicamente” me hace querer señalarle todo lo mal que está en un simple beso acorde al resto. No sé si tendría que empezar por mi sangre, su apellido o la edad, o todo junto; ya saben, esas cosas con las cuales todos se escudan para poder hacer comentarios sobre nosotros y, en algunos casos, acabar a los golpes.

Casi me atragando cuando dejo pasar un trago pesado al oírla llamarme atractivo sin ninguna clase de miramiento. Menos mal que estoy usando la mesa de apoyo, que sino de seguro me habría caído de culo sobre alguna de las sillas. Lo único que puedo hacer es sonreír, aunque espero que no se me escape tanto esa diversión que podría ser insultante — ¿Con tu “adolescencia” quieres decir “hormonas”? — tanteo — Es una buena justificación, en especial para querer mandar a la mierda a todo el mundo. Aunque, si quieres mi opinión, hay cientos de cosas por las cuales olvidarse de las opiniones de los demás — como, por ejemplo, la mitad de las leyes que dicen que hacer algo tan simple como compartir un vaso de chocolate caliente está mal, por el simple hecho de ser quienes somos.

Apoyo la taza con cuidado sobre la mesa, pero mis manos continúan a su alrededor — Quería disculparme — declaro, suavizo mi voz con obvias intenciones de que tome todo esto con la honestidad que pretendo transmitir. Me cuesta despegar los ojos del chocolate, pero acabo obligándolos a buscar los suyos — Jamás pediré perdón por haber provocado a un idiota que vino a golpearme, pero creo que las razones son estúpidas y es incómodo saber que estabas en el medio de una pelea de la cual no querías formar parte. Verás, me agradas cuando no eres un incordio, Powell — es una sonrisa cómplice, de esas que salen cuando tomas un chiste que puede volverse íntimo a pesar de las circunstancias. Me aclaro la garganta, llevándome a los labios los nudillos por un segundo — También se sintió bien besarte, solo me tomó por sorpresa que decidieras repetirlo y pensé que sería incómodo si quedaba flotando entre nosotros. Somos amigos, ¿no? — dejo caer la mano, volviendo a alzar la taza, sobre la cual le sonrío de lado — A pesar de tu innegable atracción hacia mí — que sí, no puedo evitar lanzarle un beso burlón acompañado de un guiño que, para variar, acaba en risa.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
No sé si halagador era la palabra que podía utilizar cuando a mi parecer, era Hero la que se llevaba el mérito por impulsar el cambio en mis creencias. Su situación, el que la volvieran una enemiga pública y la acusaran injustamente… Cuando pasas toda tu vida creyendo que todo es blanco o negro, el ver matices y descubrir que hay toda una escala de grises puede ser bastante shockeante. Bordeo las silla cargada de paquetes cuando baja los malvaviscos, y no dudo en colocar unos cuantos dentro de la taza que tengo más cerca. Me hago con una cucharita ni bien tengo la oportunidad y jugueteo con uno hasta que queda empapado de chocolate y puedo llevármelo a la boca. Es la contextura casi chiclosa que tiene lo que hace que me enfoque en masticar en lugar de responder con otra cosa además del revoleo de ojos que le regalo cuando busca imitarme.

- Decir hormonas suena a que no tengo control sobre ellas, decir “adolescencia” suena más generalizado. - Algo así como una condición inevitable por la que todos debíamos pasar. Y no mentía. Para las hormonas no había escapatoria, para la otro al menos me quedaba el consuelo de la madurez si es que tenía suerte. - Espero que hable de la adolescencia, porque a nadie le gustaría que mande a todo el mundo a la mierda una vez al mes excusándome en las hormonas. - Que creía estar en mi derecho si quería hacerlo, pero no me gustaría mostrarme al mundo como alguien de humores cambiantes. Creo que es más seguro si me sigo justificando con la inhibición que viene de la ebriedad.

Es su tono de voz lo que me hace bajar la taza cuando solo he tomado un sorbo, pero no esperaba que de todas las cosas que pudiera decir Jim, una disculpa fuera lo que eligiera en este momento. - Oh, que tierno. ¿Querías defenderme? - Me burlo para sacarle algo de seriedad al asunto luego de que él mismo me da el pie para hacerlo. - Ya, no me resulta incómodo ahora que puedo razonar como una persona coherente. Me prometí no tocar ese asunto y descartarlo como algo de ustedes. Creo que todos estábamos algo pasados de alcohol esa noche, pero supongo que gracias. - Me enojo de hombros y vuelvo a subir la taza a mis labios, probando nuevamente el líquido caliente que a decir verdad, está muy pero muy rico. - Dije que cuando no me sacas de quicio, cosa que en este momento no sería el caso. - Le aseguro al mirarlo por encima de la cerámica. - Pero sí. Somos amigos, Jim. Me atrevería a decir que buenos amigos incluso, o cuando menos, sinceros. Así que… - Tomo otro sorbo y dejo la taza sobre la mesa cuando siento la picazón propia del calor que emana al estar bastante caliente. - Nada de cosas incómodas en el medio. Fueron un par de besos nada más. Eso es normal, ¿no? - No tenía ningún ejemplo exacto porque incluso con Oli y Maeve la cosa era diferente, pero el punto se mantenía.

- ¿Se supone que tengo que escupir mi palma y darte la mano para cerrar el trato, o algo así? - Dudaba que la gente hiciera eso jamás, pero lo había visto en un programa hace años, y siempre me había dado risa que los muchachos tuvieran tan poco respeto por la higiene personal - Porque si ese es el caso me temo que tendremos que replantear los términos de esta amistad. - Le aseguro con seriedad antes de usar la cuchara para llevarme otro malvavisco a la boca.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
Lo único que puedo hacer es rodar los ojos hasta el punto en el cual se quedan en blanco, tratando de no empezar a reírme de ella — ¿Qué he hecho ahora para sacarte de quicio? — me es imposible no preguntar — ¿Hacerte chocolate, halagar tus diseños, decir que besas bien? Sí que eres complicada — por la manera que tengo de exagerar mi exasperación, es obvio que no estoy hablando en serio. Lo que puedo rescatar de todo esto es que me he ganado un título, de esa clase que pondría los pelos en punta de la mayoría de los muggles que he conocido durante mis años en el mercado. Hay muchas cosas que están mal en ser amigos con una bruja, en especial una de cuna de oro como Meerah Powell. Aún así, no me molesta estar dentro de una chaqueta que creó especialmente para mí y me pregunto, de verdad, si es tan malo. ¿Andrew opinaba todas esas cosas porque había tenido las experiencias erróneas? ¿Qué diría si pudiera contarle absolutamente todo lo que ha pasado? Es la duda de Meerah la que me distrae de la propia, menos mal que estaba bebiendo y de esa manera puedo disimularlo mejor — No lo sé. Jamás he tenido una amiga con la cual compartiera besos, pero no parece ser tan terrible. ¿No existe ese término de “amigos con derechos” o algo así? — que estoy seguro de que nosotros no entramos en esa categoría, pero creo que va a entender mi punto.

Mastico uno de los malvaviscos, tratando de que no se me ande chorreando, así que me limpio con el dorso de la mano; menos mal, que apenas y he notado que estaba comenzando a tener un bigote de chocolate sobre los labios — Creo que nos podemos ahorrar la parte del escupitajo — pude haber crecido en un mercado, pero tengo mis límites — Si no tenemos absolutamente nada más que aclarar, me parece bien que demos por cerrado nuestro pacto de amistad a partir de ahora. Un chocolate caliente me parece mejor opción que un montón de moco — le enseño la taza, alzándola vagamente como si estuviera imitando el accionar de un brindis. Es bueno tener una idea de cómo continuar con esto, para variar. Si voy a tenerla en casa enseñándome de pintura, carpintería y fotografía, mejor poseer el panorama bien claro — Solo… — vacilo, midiéndola con un vistazo — La próxima vez que vayas a besar a un amigo, intenta ser clara al respecto. Tómalo como un pequeño consejo del viejo Jim — todavía me falta quedarme calvo y tener arrugas para apropiarme de ese apodo, pero ya qué.

Tengo uno de esos lapsus en los cuales la mente se te queda en blanco y observas a una persona sin tener consciencia de estar haciéndolo, quizá un poco perdido en no saber qué más decir. Lo evidencio cuando desvío la mirada con algo de violencia y me digno a tomar asiento, cerrando las manos alrededor de la taza — Entonces… — tanteo, tengo que aclararme un poco la garganta — ¿Quieres enseñarme algo de pintura ahora? Ken puede esperar, el chocolate sigue caliente y siempre se puede adelantar un poco de trabajo.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Ya no sé cuántas veces en la tarde voy a sorprenderme por las palabras que salgan de su boca, pero debía admitir que estas se llevaban el premio por lejos. Creo que se lo demuestro cuando le dedico una mirada de incredulidad por encima de la cerámica, y del único malvavisco que todavía sobresalía por sobre el borde de la taza. Yo acá tratando de no comparar la situación con lo que podían tener Oliver y Maeve, y él se encargaba de traer esa etiqueta como si fuese algo tan sencillo. - Existe, pero espero que no estés trayéndolo a colación como una propuesta. - ¿Amigos con derecho? ¿De verdad? Podía ser divertido besarlo, pero incluso ese término parecía acarrear detrás muchas cosas que no deberían para ser justamente un desligue de responsabilidades. - Luego soy yo la que da mensajes confusos. - Suelto un resoplido mientras niego con la cabeza, y hago todo lo posible para que la risa no me delate.

Espero a masticar y tragar antes de agradecerle el no querer hacer algo tan asqueroso, sobre todo cuando menciona el “moco”. Que ya la saliva me parecía asquerosa, como para encima sumarle otro tipo de sustancia que… diaj. Y era estúpido pensar en eso cuando literalmente habíamos compartido saliva de otra forma, pero no viene al caso en estos momentos. - Amén - Es mi respuesta a su brindis cuando elevo la taza para imitarlo. O al menos lo es hasta que la llevo hacia atrás, casi a la altura de mi frente en lo que lo miro con completa incredulidad. - ¿Y qué se supone que diga? “Disculpa mi ebriedad, Jim. Pero tengo ganas de besarte, espero que sepas que no significa nada”. ¿Acaso no oyes lo ridículo que suena? - ¿Cómo se supone que deba ser clara al respecto? Además, él tampoco había sido precisamente esclarecedor cuando había devuelto el beso y… No. iba a dejar el tema morir ahí. De verdad, nada de pensar las cosas de más.

Me siento algo incómoda cuando no sé qué más agregar al respecto, así que uso ese tiempo para dedicarlo a mi chocolatada caliente. Una que bebo más rápido de lo que debería y que me hace pensar que debería pedirle la receta. - ¿Quieres pintar algo en particular o llenar una hoja al azar con colores bonitos? Salen lindos patrones cuando uno juega con las acuarelas. - Tal vez la próxima me convenía encontrar mis viejos acrílicos. Me acerco mientras termino lo que queda en la taza, y sonrío cuando trato de quitarme los restos del chocolate de la comisura. - Si todo falla, podrías dedicarte a vender de estos. No creo que ni en Spellbucks tengan esta receta.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
Creo que puedo sentir el chocolate irse a mi nariz cuando dice que algo que no tiene sentido alguno y tengo que tener cuidado de no morirme ahí mismo cuando me doy algunas palmadas en el pecho — No, no… — intento aclararme, que no tengo intenciones de ser confuso ni mucho menos — Yo no estaba proponiendo nada, solo decía… ya sabes, existen personas que sí… ¡Pero no nosotros! — ¿O es eso lo que quiere? ¿Por eso volvió a besarme, quería retomar aquello tan divertido que habíamos dejado inconcluso en la cocina de la fábrica? ¡No, no, eso no puede ser y a la vez tiene sentido! ¿Y yo soy el confuso? ¡Ella es la confusa! En lo que intento que no se me pase la bebida para otro lado con toda la gracia que soy capaz de poseer para que no parezca que me ha afectado, carraspeo un par de veces y hago una mueca — Es mejor eso que andar tratando de adivinarte. ¿Sabes lo complicado que es para mí seguirte el ritmo? Un día me odias, al otro me besas y luego dices que soy atractivo, pero que no significa nada, pero… ¡Bah! — que va a volverme loco, ahora entiendo cuando oigo a los chicos quejarse de las chicas.

Debe ser por mi clara mezcla cerebral que asiento demasiado efusivo a poder ponernos a pintar, acerco el cuaderno en lo que acomodo mi silla así podemos hacer esto sin mancharme. Por si las dudas, dejo la taza y me quito la chaqueta, que lo último que necesito ahora es arruinarla — Creo que podemos empezar con los colores, no estoy seguro de ser capaz siquiera de dibujar una casa — acomodo su regalo contra el respaldo de mi asiento para que no acabe hecho una bola. Trueno los dedos y ya me estoy estirando para acercar los colores, su halago me toma por sorpresa y mis ojos se elevan hacia ella entre algunos mechones de pelo — Gracias — le sonrío — Celestine me enseñó a prepararlo. La hermana de Andrew — entonces recuerdo. Ella ha escuchado de él por mi culpa y luego lo ha visto morir en vivo y en directo. Apago un poco la mueca, aunque intento mantenerla para que no se note demasiado — Solíamos pasar mucho tiempo juntos, ella trabajaba en las cocinas de los Niniadis, así que me ayudó a aprender algunas cosas de cocina. Si te interesa, puedo pasarte la receta.

No sé cómo funciona esto de las acuarelas, pero mis dedos rozan los colores más oscuros para poder decidirme por dónde iniciar — Lo que te dije sobre sentirme útil… — murmuro, aún pretendiendo estar centrado en mis acciones y no en mis palabras — Me gusta estar aquí, pero no siempre siento como que… encajo. Todos parecen tener bien en claro su papel y luego estoy yo, rebotando — sé que tiene sentido, a diferencia de muchos de ellos yo no he podido explorarme a mí mismo fuera de un ámbito diferente. Sage es el único que puede comprenderlo y él tiene a Hero, nuestras experiencias difieren un poco — Eres la única que no me hace sentir completamente fuera del cuadro — quizá porque ella tampoco encaja completamente en el suyo.
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Entre odiarte y besarte pasaron muchas cosas en el medio. Perdón por ser una persona que puede madurar y dejar de ser tan obtusa. - Mi tono suena sarcástico, pero no por eso lo que digo es mentira. Ha pasado mucho en los casi dos años que llevamos de conocernos, y si bien no creo poder decir que soy una persona diferente a la de aquel entonces, sí puedo decir que mis ideales y mis motivaciones cambiaron. Lo suficiente para reconocer a un humano como un amigo pese a lo que podría significar si llegaban a descubrirme, lo suficiente para besarlo por considerarlo alguien decente en mis estándares. - No hay mucho que adivinar. Sí, me pareces atractivo, pero no, no creo que funcionemos en una relación cuando ninguno siente nada por el otro más allá de la amistad. Besos aparte. - Qué técnicamente hablando, ¿no es así como funcionaba lo de amigos con derechos? Ya no entiendo nada…

Al menos puedo sentirme mucho más segura cuando se trataba de tener un pincel, un lápiz o una aguja entre los dedos, así que mientras él se encarga de acomodar su lugar de trabajo, yo tomo el recipiente plástico que había traído para poder mojar los pinceles y lo lleno en el lavabo. En casa directamente usaba  la varita, pero estando frente a él o Sage trataba de moderar el uso de la magia. A mí no me costaba, y no había una real diferencia entre caminar unos pasos o invocar un hechizo. - No hace falta que sepas dibujar para usar acuarelas. Puedes darte el lujo de jugar como quieras, incluso cuando al final no quede más que una mancha marrón y horrible. Lo importante al principio es jugar, no buscar la perfección. - Y que lo dijese yo cuando prácticamente era la reina del perfeccionismo, era mucho.

Que nombre a Andrew y a una hermana que no sabía que existía me remueve algo por dentro, y me lleva al conflicto que se armó en casa hace unos meses. No se lo había dicho, y no sabía como se lo tomaría, pero creo que no estaría mal hacérselo saber. - Phoebe, mi tía… fue ella la que lo ayudó a entrar a la isla. Dijo que Andrew la había ayudado hace años, y bueno. - Apoyo el vaso cargado al costado de la mesa, y cierro las manos en el respaldo de la silla al no saber muy bien como seguir. - Hans nos prohibió verla un tiempo, pero no pude acatar su orden cuando mi haber no está precisamente limpio. Phoebe fue la que tuvo la vida más difícil, pero incluso con cómo terminaron las cosas supongo que tu amigo debió haber sido una buena persona si ella estuvo dispuesta arriesgarse en cierta forma por ayudarlo. - Espero que no crea que ella fue la culpable directa de su muerte, pero incluso aunque pudo haber generado una brecha en la familia, no podía no sentirme agradecida con alguien que de alguna manera había sido de ayuda para ella cuando lo necesitó. - Si es que quieres pasarle un mensaje a Celestine, creo que podré arreglármelas para hacerlo.

Sacudo los pinceles en lo que él se decide, y casi que estoy por pedirle una hoja para ponerme yo a pintar a la par, pero cambio de opinión al no querer generar una comparación que no tendría ningún sentido. Termino por correr la silla y sentarme, no por hacer algo, sino porque lo necesito al no saber qué sentir con su comentario. - Puedo entender lo que dices. Antes eran Hans o Hero las personas que tenía como referencias en mi vida para sentirme, bueno… parte de algo. Pero entre todo el juego político y el tema de que ambos pelean por cosas diferentes… - Me encojo de hombros y trato de no mirarlo para no sentirme avergonzada. - Es irónico que sea contigo con quien pueda hablar de todo sin tener miedo a ninguna repercusión. Así que supongo que gracias por ayudarme a mantener los pies sobre la tierra. Tal vez no encajamos en ningún lado del todo, pero creo que no es tan malo el que nos ayudemos mutuamente a encontrar ese lugar. - Incluso aunque mi manera de ayudarlo sea con cosas tan tontas y pequeñas como unas cuántas acuarelas.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
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Prefiero no decir nada, lo único que atino a hacer es mover mis cejas y me muerdo la lengua para no hacer ningún comentario frente a sus palabras que me llenan de confusión. ¿O sea que le atraigo, pero no siente nada por mí? ¿Qué me está queriendo decir con eso, que quiere besarme sin compromisos? No, ya estoy entrando en el juego que suele utilizar Hero, no voy a ir con ese planteo y de seguro acabo haciendo el ridículo. La dejo ir y venir con algo de agua en lo que tomo sus indicaciones, me hago con un pincel y golpeteo mi mentón con su extremo — ¿Empiezo por cualquier lado? — lo que tiene sentido, porque no hay ningún dibujo y la hoja en blanco solamente me invita a mancharla. Me decido por el amarillo, con el cual remarco los bordes con sumo cuidado, que no tengo idea de cuánta presión le puedo poner al pincel y tampoco quiero manchar la mesa. Apenas y me doy cuenta, pero mi nariz casi se pega al papel.

El pincel se detiene en una de las curvas cuando menciona algo que no me habría imaginado. Solo la escucho y uso la excusa de prestarle atención con mojar la punta de la brocha, empujando mi mejilla con la lengua por dentro — No lo sabía… — confieso. No voy a decir que lamento lo que ha pasado su tía porque no la conozco y, al fin de cuentas, ella sigue viva mientras que Drew murió en un charco de sangre ese día, así que sé quién es el que tiene mi simpatía — Era una buena persona. Tenía sus cosas, pero… Jamás me falló como amigo. Más bien… creo que fue al revés — porque fue mi culpa, ¿no? Yo lo arruiné, entré en pánico, tuve que declarar contra él. Respiro con fuerza y hundo el pincel en el color naranja, aunque en esta ocasión sí me atrevo a mirarla. Aunque sea un poco, le sonrío — Solo dile… que estoy bien. Y que espero verla pronto — es una petición muy vaga, lo sé, pero me conformo — La reconocerás fácil. Es bonita, trabaja en las cocinas y tiende a salir de compras al mercado los lunes a la mañana — no es como que la isla tenga a tantas personas con esa descripción.

No me equivocaba al pensar que Meerah lo comprendería, pero no pensé que lo admitiría. Abro la boca y vuelvo a cerrarla, porque no puedo comprender la locura de mundos que debe tener dentro de ella en estos tiempos, cuando su familia le importa y sus caminos son tan opuestos que no pueden coexistir en un mismo espacio — Lamento que tengas que pasar por todo esto, si necesitas hablar sabes que estoy aquí. Crecer es una mierda, princesa. Tendría que habértelo dicho el día en el cual nos conocimos — cuando mi cabello estaba más corto y mugroso, cuando ella estaba más cachetona y su voz era más chillona. Mi mano se desliza por la mesa hasta llegar al extremo, pero no toma la suya. En su lugar, relamo nerviosamente mis labios antes de tomar su mentón con cuidado y así poder presionar los suyos. Es un tacto breve, dura solo unos segundos en los cuales creo contener el aliento y, cuando me separo, prenso mi boca al sonreírle vagamente y soltarla — Solo se sintió adecuado — me explico, acomodo mi postura en la silla y muevo el pincel para que me preste atención — Ahora… ¿Crees que deba hacer una escalera de colores o prefieres que los mezcle?
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Si es tan buena persona como dices, dudo mucho que crea que le fallaste. - Podía entender la culpa del sobreviviente como un concepto y no por sentirla, pero pensar que un amigo se lleva un rencor así a su tumba… - Hay cosas que van más allá de lo que podamos o no controlar. Y sí, lo digo desde una casa perdida en territorio rebelde siendo la hija del ministro de justicia. - Yo sabía que incluso Hans no estaba de acuerdo con el Coliseo. Ni siquiera había hecho falta el ver su rostro en el palco aquella primera vez como para saber eso. Mi padre no era una persona cruel, y eso es lo que hacía mucho más difícil el estar mintiéndole como lo estaba haciendo. O no mentirle, pero sí ocultarle algo que se había vuelto tan importante en mi vida como podía serlo mi familia en sí misma. - No creo que sea muy difícil contactarla entonces… ¿Crees que a ella le gustaría vivir aquí? - Un lugar en el que los esclavos no tenían que serlo debería sonar tentador para todos aquellos que todavía trabajaban bajo el mandato de sus amos, ¿no?

- ¿No te planteaste nunca el ser psicólogo? - Trato de aligerar la situación medio bromeando y medio no. - No te digo psicopedagogo porque no creo que a ningún niño se le tenga que decir tan en claro lo que les espera. Pero no se te da mal eso de escuchar a la gente y dar buenos consejos. - Si además de eso lo acompañaba de algún postre o de la chocolatada que había preparado creo que tendría bastante éxito. Claro que no sabía qué tanto le serviría con el resto esto de los besos esporádicos, pero como recomendación, en mi caso no resultaba demasiado esclarecedor o terapeútico. Todo lo contrario, incluso aunque puedo ver venir la acción gracias al cuidado que toma, cuando se aleja me deja ¿nerviosa? o tal vez ansiosa.

Me molesta que casi no le afecte lo que acaba de hacer, y por momentos creo entender de dónde sale su confusión con respecto a la otra noche cuando fui yo la que lo besó de improviso. Bien, tal vez eso de no sentir nada no era del todo cierto si me dejaba tan confundida, pero no era algo que fuera a decirle. - La escalera de colores suele ser mejor para poder ver realmente qué tonalidades son las que adquieren las acuarelas al pintar. En la paleta siempre parecen más oscuras y… - Respondo por inercia, porque es fácil hablar sobre lo conocido en lugar de andar pensando en un beso en el que claramente estoy pensando. Bien… No, no estaba bien. ¿Cómo? Acabo por pararme, demasiado inquieta como para quedarme sentada y me acerco el paso que dista entre las dos sillas. Aprovecho la diferencia de alturas y trato de hablar con mucha más seguridad de la que siento. - Disculpa mi no ebriedad, James, pero tengo ganas de besarte o al menos creo que es se sentiría “adecuado” - Trata de ser una burla y una advertencia en partes iguales, pero no puede decirme que estoy en falta cuando me acerco y, apoyando mis dedos sobre su mandíbula, soy yo la que busca besarlo.
M. Meerah Powell
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