The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Enero

Las cosas aún se están acomodando en el distrito pero no me importa mucho, el pequeño caos que ronda es acogedor y de hecho ver a los nuevos jefes intentando poner orden sin tener idea de cómo hacerlo es divertido en la mayoría de los ámbitos. No me malinterpreten, soy 100% team rebelión, así que confío en que pronto aprenderán a llevar las cosas como se debe y todos podremos disfrutar de un territorio organizado. Mientras tanto... Hago mi visita al zoológico pospuesta por 23 años, con una gorra, una camiseta y todos los juguetes que pude tomar de la tienda de regalos que aún no tiene un dependiente que se encargue de las cosas.

Apuro el paso para llegar hasta Den y soy un largo trago a mi bebida desde el popote mientras espero que me de alguna clase de información sobre los animales que están a ambos lados de nosotras - Creí que ésto estaba prohibido porque contamina o algo así - digo para romper el silencio cruzando mis ojos para ver el objeto entre mis labios - ¿Será que los magos han inventado una forma de hacerlos desaparecer? - pregunto curiosa y luego me encojo de hombros porque en realidad no importa. Si no nos mata la contaminación nos matará la bomba que tire el Capitolio sobre nosotros a modo de venganza.

Tomo uno de los peluches que tengo en mi brazo y se lo entrego a mi hermana a modo de regalo, es bastante feo y básicamente por eso se lo tiendo, pero quizás lo vea como un bonito gesto - He leído por ahí que tengo que hacer algunos cursos... Tu te salvas porque sí has asistido a la escuela - continúo de mala gana - ¿Crees que me dejen solo trabajar en las plantaciones? ¿Qué debo aprender en la escuela que necesite ahí? ¿Sobre los veinte diferentes tipos de soja?-  en realidad ni siquiera sé si hay dos.
Anonymous
Denya C. Brewster
Fugitivo
— Sammy — llamó a su hermana que tardó apenas unos instantes en desaparecer de su campo de visión yendo a saber dónde. En ocasiones sentía que ella e Isidore tenían los mismos años. Movió la mano hacia atrás, tratando de atrapar una mano que no estaba allí, junto a ella. Le resultaba extraño no tener a su hijo cerca todo el tiempo, casi sentía como si le faltara una extremidad indispensable. Suspiró y meneó la cabeza, prefiriendo no pensar demasiado en lo que estaría haciendo en aquella especie de nave que habían acomodado para dar clases a los más jóvenes del distrito.

Cuando regresó a su campo de visión tenía más cosas en los brazos de las que podía realmente abarcar. Es más, era humanamente imposible que no se cayera nada en el camino. — Ven aquí — se quejó, rodeando el cuello de su hermana con una gruesa bufanda que había tomado en casa. Tenía demasiados pájaros en la cabeza. — Y se te van a torcer los ojos — agregó haciendo pinza con los dedos pulgar y corazón, y golpear suavemente a su hermana en el espacio entre sus ojos. Se encogió de hombros, no tenía ni la menor idea de su habían inventado algo, pero tampoco le preocupaba ni creía que lo fuera a usar en su vida. — Que detalle — pronunció tomando el peluche con forma de… algo. Rodeó su antebrazo con las largas extremidades de la criatura y pegó entre sí el velcro de las patitas para que no se cayera.

Hizo un gesto con la camino, comenzando a caminar y observando con curiosidad las criaturas que allí habían. No conocía la mitad de las mismas. Encerrada en su burbuja había preferido reducir sus conocimientos sobre materias mágicas al mínimo, y en ello entraba la existencia de criaturas de lo más variopintas. — Espero que no traten de enseñaros nada relacionado con la magia. Aunque no puedas usarla tampoco me hace especial ilusión que hagan alusión a la misma —. Arrugó los labios, resguardando las manos en los bolsillos de su gruesa chaqueta. — Si quieres puedo tratar de hablar con el jefe de alguna plantación — aseveró —, al parecer muchas personas se han ido y están faltos de personal. Y es mucho más importante aprender un oficio que llenarte la cabeza de letras —. Siempre había pensado así, incluso aunque ella misma tuviera un título de graduada que solo se sacó por contentar a su padre hacía ya muchos años.
Denya C. Brewster
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Invitado
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Tengo que maniobrar con los regalos obtenidos sin precio alguno cuando me pone la bufanda pero no me quejo. Supongo que sí hace algo de frío... Pero me es difícil seguirle el ritmo a las estaciones, a veces hace frío en pleno verano y a veces calor en pleno invierno ¿Así como se supone que debo saber qué vestir? No es que tenga demasiada ropa pero mi bufanda, por ejemplo, se encuentra escondida en lo más profundo de mi bolso, probablemente envolviendo algún que otro sandwich rancio - Los ojos no se tuercen, tienen resortes que los devuelven al lugar - me quejo pues ya no puede engañarme con esas cosas ¡Crecí! Claro que no son resortes en sí, sino más bien... ¿Qué tenemos en el ojo aparte de la bola blanca?

El reflejo que se genera cuando me golpea en la frente hace que mis regalos corran peligro de caer, de hecho creo que escucho un vaso de plástico caer al suelo pero decido no darle importancia pues sé que tengo como tres más escondidos entre las bolas de nieve y los banderines que no tengo idea de por qué tomé, supongo que porque solo estaban ahí y no había nadie para detenerme - Ohhhh no sabía que podía hacer eso - se me escapa cuando pega las patas con las manos del peluche - Debe ser un koala mágico.

Voy mirando las criaturas con todo mi interés mientras ella habla y me distraigo por un momento con una jaula que parece estar vacía, que aburrido ¿Por qué ponen una jaula vacía? ¡Para colmo tiene descripción! Este zoológico es una estafa, pediría un reembolso de no ser porque no pagamos nada - Sé cosas sobre la magia, llevamos poco aquí pero ya pude aprender que lumus es para la luz y winggallo labiosa para que algo vuele- que presto atención a las personas que hacen magia, tienen una ventaja sobre nosotros así que tenemos que saber a qué nos enfrentamos.

- Lo sé, lo sé...- murmuro pues cuando lo dice ella suena a una decisión responsable y no simplemente a pereza como lo planteé yo - Tienen que contratarme, sé más cosas que la mayoría... También escuché que los trabajadores originales corrieron así que aquellos que estén ahora estarán aprendiendo igual que yo - explico encogiéndome de hombros. Mala idea pues solo eso se necesita para que una de las bolas se deslice de mis brazos y tenga que pegar un salto para que las astillas del vidrio no impacten en mi pierna - Pero Izzy sí tendrá que ir a la escuela... - remarco con una ceja en alto, no creo que lo quiera meter bajo el sol siendo tan joven.
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Denya C. Brewster
Fugitivo
Arqueó ambas cejas, alejando la mano del rostro de su hermana pequeña resguardándola, junto a la otra, en los bolsillos de la chaqueta. — Tienen resortes — se burló de ella riéndose por lo bajo. La rubia no la corregiría, ya que no conocía exactamente cuál era el mecanismo o lo que conseguía que sus ojos no se quedaran así, pero le resultó divertida las palabras escogidas por la morena. Qué sabía ella, estudió algo relacionado con engranajes y mecanismos que casi ni recordaba; la biología, anatomía, o lo que fuera, que quedara más allá del destripe de un cerdo, era algo desconocido para ella.

Le quitó un par de cosas, colocándose ella misma una gorra y metiendo un par de vasos, figuritas y bolas de cristal en los bolsillos de la chaqueta. Ya no podría resguardar las manos, pero al menos evitaría que en algún momento todo acabara cayendo al suelo. — ¿No crees que te has pasado? Seguro que hay niños que también querían recuerdos de la tienda — comentó recalcando la palabra niños, cosa que físicamente no era, pero para la rubia siempre sería. Miró las jaulas, no prestando especial atención, leyendo de tanto en tanto algunas de las descripciones que colgaban de éstas. Más inmersa en sus pensamientos relativos a los estudios que en lo que la rodeaba.

Aunque fueron unas curiosas palabras pronunciadas por Sammy las que la sacaron de lleno y consiguieron Denya volviera el rostro hacia ella con el ceño ligeramente fruncido. No llevaban mucho tiempo allí pero su hermana ya estaba interesándose por la magia, mezclándose con los magos y prestando atención a la magia. Por aquella razón no había querido mudarse al distrito nueve. Una nube blanquecina se formó frente a su rostro cuando suspiró con pesadez. Acarició la del peluche como distracción. — Seguro que no es obligatorio que asistas a clases, y podrás trabajar para ser de ayuda. Anteponer una cosa a otra es absurdo, necesitan alimentar al distrito y al resto del país si quieren que no entren aquí por las bravas — habló. Todos tenían que comer, y si no les daban comida se pondrían en su contra tanto aquellos que se habían quedado a su lado para ‘cambiar su vida’, como los que estaban ahí fuera. Se tuvo que hacer hacia un lado cuando una de las bolas de cristal se deslizó de las manos de su hermana y acabó haciéndose añicos contra el suelo. — Sammy — la regañó con algo de desesperación en su voz, y girándose automáticamente en redondo en busca de alguien que pudiera limpiar de aquello antes de que alguien se hiriera.

Pero estaba segura de que su hermana no habría pagado por todo aquello, por lo que la tomó con cuidado y tiró un poco de ella para alejarse del destrozo. — Es menor de edad por lo que no le darán trabajo, y no creo que pueda negarme a que asista a clases — razonó chasqueando la lengua —, pero hablaré con sus profesores — agregó sin duda alguna. Dejando su mirada vagar por una de las jaulas que contenía diferentes tipos de curiosas y coloridas aves que se mantenían unidas en un intento de compartir su calidez. — ¿Te gusta este sitio? — preguntó —, en cualquier momento podemos volver a casa. Nadie nos obliga a estar aquí — le indicó. Estaban allí para conocer el terreno, saber cuántos humanos había y si era verdad que podían construir un lugar donde no ser meros objetos; pero no pretendía empujar a su hermana a nada.
Denya C. Brewster
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Invitado
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Entrego algunas de mis nuevas posesiones y me acomodo un poco más cómoda con las compras. Luego iré a la maderera para conseguir un estante y así luego ingeniármelas para atornillarlo en la pared y poner todas las bolas de cristal. Hay tantas cosas que quiero comprar ahora que tengo un sitio en dónde ponerlas... Temo que me convertiré en acumuladora y Den me terminará echando a patadas - Bueno... Esos niños han sido demasiado lentos con su visita al zoológico - me defiendo remarcando la misma palabra que ella. Sé que se supone que soy una adulta pero ¿No tengo años de margen por todo lo que hemos pasado? Que el otro día fui a la tienda y leí algo en una portada sobre la adolescencia extendida, no sé a qué se refiere pero me gusta como suena - Había un montón de cosas aún, era una tienda bastante grande - aclaro luego dándole una mirada de desaprobación. No soy un monstruo.

Sé que ella no tiene la palabra final en éste lugar, pero para mí siempre ha sido así. "Si Denya lo dice es porque así será" y me costará trabajo quitarme esa costumbre. Así que doy un saltito de felicidad pues no hay nada que me gustaría menos que asistir a clases. Puedo ayudar en los campos y aprendo rápido si hay alguien con la paciencia suficiente como para enseñarme, así que seguro haré un buen trabajo... Quizás no de inmediato, pero probablemente lo logre luego de un mes o dos.

La sigo cuando me aparta de los restos de la bola de cristal y me prometo a mi misma que ya no dejaré un rastro de regalos que pueda guiar a los miembros de la inexistente seguridad hasta nosotras - Sabes que... aunque hable con los profesores terminará aprendiendo cosas - digo con cuidado, en voz baja - y no está mal, Den, tenemos que saber cómo funcionan para así saber qué esperar - agrego de la misma forma - Nunca será un mundo libre de magia, en el mejor de los casos tendremos que aprender a convivir con ellos - intento que lo vea con rostro apenado. También preferiría que fuera como en casa pero las reglas de allí jamás podrán valer en todo Neopanem, no hasta que Hermann tenga un plan que le permita apoderarse de todo y eso... Pues suena aterrador.

- Me gusta, Den, es normal... Nunca tuve nada normal en la vida - le recuerdo pues ella es casi dos décadas más grande que yo así que puede que haya cumplido con su cuota, pero no yo - Y las personas son amigables, de verdad, hasta ahora no me he cruzado con nadie que me trate mal por no tener magia.
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Denya C. Brewster
Fugitivo
Rodó los ojos ante la actitud de su hermana. Aunque no podía tampoco reprocharle nada... no podía hacerlo porque ella nunca tuvo la oportunidad de ir al zoológico mágico ya que fueron expulsadas de la sociedad como si de basura se trataran; teniendo que sobrevivir por sí mismas, en contra de un Gobierno que o bien los quería muertos o limpiando su porquería. Y era mucho mejor estar muerto que sometiéndose a los demás; jamás llegarían a aquella situación, era una de las cosas que más claras tenía de su vida. Pensar en ello la hacía sentirse como un verdadero monstruo sin escrúpulos. Estiró el brazo para desordenar el cobrizo cabello de Sammy. La había malcriado dentro de los límites de lo que tenían; si en algún momento tuvieron dos trozos de pan le había dado uno a cada uno de ellos, quedándose ella sin nada, porque ambos eran iguales a sus ojos. — De acuerdo, solo espero que también cogieras algo para Isi — pronunció dando por zanjado que tomara más cosas de lo necesario de aquella tienda. No tener nada la había hecho algo selectiva y nunca tomaba más de lo necesario, ni siquiera cuando era gratis.

Le sonrió ampliamente ante su felicidad. Siempre había sido así, pero podría acostumbrarse a verla feliz por cosas tan sencillas y cotidianas como aprender un oficio. — ¿Entonces prefieres unirte a una plantación? ¿No te gustaría más una granja? — preguntó para cerciorarse de ello. Trabajar en un lugar con animales era complicado. La mujer nunca lo había hecho, al menos no legalmente, pero no imaginaba a su hermana teniendo que sacrificar a un animal. — Es el distrito de la agricultura, así que habrá diferentes plantaciones. A no ser que decidan plantarlo todo de cereal… lo que sería una verdadera pena a nivel nutritivo pero inteligente por su utilidad — comentó inmersa en sus pensamientos sobre como gestionarían lo relacionado con los campos. Olvidándose incluso por unos momentos lo relativo a los estudios hasta que su hermana volvió sobre ello.

Miró contrariada a su hermana menor. No pretendía hacerla plenamente partícipe de lo que estaba pasando allí, de su férrea fe en Hermann, porque siempre la dejó sacar sus propias conclusiones y que fuera idealmente independiente; pero no podía negar que había cosas que no estaba dispuesta a dejar pasar. — Ellos nunca han querido convivir con nosotros Sam — contestó dejando ir un largo suspiro. — Es cierto que en el pasado los nuestros los reprimieron, pero no es digno ni de comparación. No podían usar magia, ¿y qué? Muchos sobrevivimos sin usarla. Podían ir a esos estúpidos juegos igual que nosotros, todos los nombres eran elegibles. Ellos aceptaron gustosos que nos convirtiéramos en sus juguetes o muriéramos — se quejó bajando la voz hasta que ésta se convirtió en poco más que un murmullo. — Lo siento, Sammy, sé que eres curiosa y quieres entender todo lo que te rodea, aprender de ello y comprender el por qué, pero hay cosas que no merecen que tratemos de comprenderlas — concluyó, sabiendo que era probable que hubiera destrozado el animoso ambiente que había reinado desde que llegaron el zoológico.

— Mereces poder disfrutar de algo de normalidad en todo este embrollo — asintió girando en dirección a una de las alambradas y parándose frente a uno de los carteles explicativos. — Sólo ten cuidado, ¿sí? — acabó por pedirle. Ni siquiera tenía la menor idea de cómo se había criado siendo tan confiada con los demás cuando el ambiente en el que estuvo fue todo de ladrones, repudiados y demás fauna. — No quiero ser la que te impida que disfrutes de esta momentánea libertad, sólo no olvides quienes somos — volvió a hablar, fijando la mirada en el cartel y leyendo la descripción de los Diricawl.
Denya C. Brewster
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Invitado
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Sonrío de forma nerviosa pues... no. En ningún momento se me ocurrió traer algo para la pulga porque bueno... Oh por dios ¿Soy una persona increíblemente egoísta? Que una cosa es mezquinarle cosas a mi hermana, pero otra completamente diferente no darle algo a mi sobrino. Supongo que tendré que improvisar algún regalo para él, quizás la gorra le sirva e incluso es un regalo inteligente pues llevamos poco en éste distrito y probablemente en poco tiempo nos volvamos tan oscuros como el carbón.

-¡No había pensado en eso! - exclamo imaginándome a mí misma mucho mejor entre animales que entre plantas. Siempre he disfrutado de su compañía, son criaturas maravillosas y que no puedan hablar es un alivio pues me permite dejar volar mi mente sin tener que estar prestándoles toda la atención del mundo para poder seguirles el hilo - Así podría cuidarlas y verlas crecer y luego... - me interrumpo pues recuerdo que éste es un distrito ganadero y si las personas crian animales aquí es para matarlos luego - Creo que voy a ser vegetariana - dejo salir luego de unos segundos de silencio con una mueca de asco. Pero sí, voy a serlo, sobre todo porque ahora puedo... Una no puede ponerse esquisita cuando se huye de la ley.

Mis hombros van cayendo poco a poco con cada una de sus palabras. No es la primera vez que escucho algo así y sé que tiene toda la razón. Pero supongo que es fácil atraerme cuando me ofrecen una cama caliente y un distrito lindo por dónde pasear ¿No? No tengo idea si ésta gente estuvo de acuerdo alguna vez con ponernos de esclavos, quiero creer que no... Y si fue así no podría odiarlos porque... Bueno, no puedo imaginar odiar a alguien al punto de querer destruirlo. Sé que hay magos que son una porquería pero me niego a creer que no hay distintos matices de ellos - Lo importante es que de momento, si nos quedamos aquí con ellos, estamos a salvo del coliseo - que es más difícil ser atrapadas en un distrito protegido que tener que andar por el norte haciendo negocios - Y cuando deje de ser seguro, volveremos a casa - espero que no pase... O que ésta casa pueda ser casa para todos los que quedaron en las ruinas.

-Samantha Quentin, humana y orgullosa - digo con una sonrisa de oreja a oreja asomando mi cabeza sobre su hombro para leer el cartel que tiene la criatura - ¿Podemos darle tregua a las criaturas mágicas? Ellas no tienen nada que ver con todo ésto... ¡Y SON TAN LINDAS QUE ME QUIERO MORIIIIIIIIIR! - dejo salir todo lo que tengo acumulado en el interior - ¿Has visto el puffskein? ¡Son de otro mundo!
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Denya C. Brewster
Fugitivo
Miró a de reojo a Sammy, arqueando ambas cejas conforme hablaba. Una mueca de incredulidad se dibujó en los labios de la rubia, los cuales luego prensó, disconforme. — ¿Por qué serías vegetariana? Ahora podemos tener un trabajo estable y fácil acceso a la carne —. Que la mujer había trabajado de forma clandestina en algunos mataderos, aunque eso no incluyera poder llevarse algunas piezas para los miembros de su familia… y ahora tenían la posibilidad de comprarlas como cualquier otra persona. — Simplemente no pienses en ellos como algo tuyo, y no te encariñes — agregó. Podía sonar fría, y posiblemente lo estaba siendo, pero la realidad era aquella. Estaba claro que a nadie le gustaba criar animales para luego matarlos, pero no podían cambiar aquello, sólo tratar de darles una ‘vida’ cómoda durante su tiempo y acabar con ellos de la forma más indolora posible. Suspiró, queriendo meter las manos en los bolsillos de su chaquetón pero encontrándose con que los souvenirs de la tienda los ocupaban por completo.

Asintió ligeramente. Un riesgo menos que cargar sobre su espalda, una preocupación menos. Al menos de momento. — Sólo esperemos a ver qué pasa, entonces podremos decidir o vernos obligados a hacer — respondió. Porque nada estaba escrito y, ¿qué eran un puñado de rebeldes, repudiados y humanos contra un régimen entero? Pensar en ello la hizo sentir culpable, al fin y al cabo del lado de Hermann solo eran eso, un puñado de humanos. Cruzó los brazos, enfocando su mirada en el cartel que colgaba frente a ella, leyendo con tranquilidad la descripción del mismo, y solo esbozando una sonrisa cuando la escuchó. Soltó una breve risa que terminó con un fuerte suspiro.

Alzó una brazo para tirar de la bufanda de su hermana hasta taparle la cara por completo, sonriendo divertida en lo que comenzaba a caminar nuevamente. — ¿Qué son los pujjsken esos? — preguntó tratando de encontrar los nombres de los mismos en alguno de los carteles aunque a saber, quizás estaban en otra zona diferente a la que se encontraban. — ¿Has estado leyendo sobre criaturas mágicas? No recuerdo haber leído ese nombre en ningún sitio desde que entramos… creo —. Tampoco lo recordaba con exactitud, hubo un momento en el que estaba más pendiente de las emocionadas reacciones de su hermana de lo que realmente había al otro lado de la verja, cristal o lo que fuera.
Denya C. Brewster
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Invitado
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Una expresión de horror se forma en mi rostro de solo pensar en los animales de esa manera ¡No podría cuidarlos y no encariñarme! Que estoy segura de que tratar con plantas igual le terminaría hablando a las zanahorias - ¡Tienen familias! No puedo comerle los bebes a las madres... ¿Qué le harías a alguien si se comiera a Isi? - pregunto arrugando la nariz pues la imagen del chico con una manzana en la boca y un montón de condimentos tiñéndole la cabeza llega a mi mente - Lo siento, pero ahora que tenemos un menú variado prefiero mantener a las pobres criaturas fuera de mi estómago... Puedo vivir de ensaladas - reafirmo mi decisión cruzándome de brazos, como puedo, pues aún los tengo llenos de cosas.

Frunzo el ceño cuando la bufanda cubre todo mi rostro y tengo que hacer una serie de muecas para ir bajándola poco a poco... No logro demasiado, al final solo consigo tener la mitad de mis ojos descubiertos, pero eso servirá para seguir a mi hermana en el camino - Puff, con F - corrijo aunque mi voz suena apagada por la interposición de la lana - No leí nada, no me gusta leer, Den - la tranquilizo poniendo los ojos en blanco pues no quiero que crea que ahora soy una fanática del mundo mágico y estoy haciendo algo tan descabellado como estudiarlo.

-Escuché a una niña que le pedía uno a su madre, estaba en la fila del mercado y no me costó ver una foto en la pantalla de su teléfono - explico encogiéndome de hombros. Así adquiero información estos días, escuchando, pues realmente no tengo nadie con quien charlar más allá de mi hermana y sobrino - Son como una especie de... ¿Recuerdas los Gremlins? - pregunto pues es lo más cercano que se me ocurre. Es una película que recuerdo haber visto de niña y tan traumada me dejó que hasta el dia de hoy recuerdo a esas criaturas - Como ellos... Mezclados con hamsters... Aunque todos parecen mezclas de cosas ¿No te parece? Quizás no son mágicos en absoluto, sino experimentos que salieron mal - teorizo con el ceño fruncido. Es posible, durante mucho tiempo las personas jugaron con los animales para crear especies nuevas.
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Denya C. Brewster
Fugitivo
Miró estupefacta a su hermana, arqueando una ceja en lo que su mirada permanecía sobre ella. ¿Qué clase de pregunta era aquella? Nadie se iba a comer a su hijo; los humanos no… se criaban para eso. Meneó la cabeza en lo que ponía los ojos en blanco, continuando con su caminar como si nada acabara de ocurrir. — De acuerdo, ¿estás dispuesta a ocuparte de todas tus comidas entonces? — preguntó con una media sonrisa dibujada en los labios. Que tenían acceso a otros productos, pero ello no suponía que fueran a consumirlos con asiduidad ni mucho menos. Suspiró, escondiendo el rostro de su hermana tras la bufanda y mirando a su alrededor en busca de la criatura de la que le estaba hablando. Lo cierto era que tenían nombres demasiado raros como para recordarlos o pronunciarlos correctamente a la primera. Y fue por ello que rodó los ojos. — De acuerdo, Puffffffskein — dijo exagerando deliberadamente la pronunciación de la f.

Su curiosidad tenía un límite. Rió por lo bajo, alargando el brazo para bajar la bufanda y liberar el rostro de Sam. — Sabes lo que es un gremmly, ¿verdad? — retiró la mirada hacia los carteles nuevamente. — Nada mezclado con uno se podría definir como lindo, son… ¿no recuerdas las películas? Esos bichos eran un completo caos — siguió hablando, parándose en seco en su charla cuando se percató del hecho de que su hermana solo tenía seis años cuando tuvieron que dejar su casa y no tenía claro si llegó a ver realmente algo relacionado con aquellas criaturas. — No me sorprendería, con todo ese poder quizás creen que pueden ser Dios — se encogió de hombros, a sabiendas de que los humanos también podían tratar de hacer aquel tipo de experimentos pero jugaban en desventaja, siempre lo hacían.

— O… ¿estás insinuando que quieres una mascota? — la observó de reojo. Ambas buscarían trabajo e Isidore estaría ocupado cuando tuviera que empezar a ir a clases. Aunque quería probar suerte con Dressler y preguntarle si podía darle clases en casa… sabía que su hijo querría conocer a otras personas de su edad. No pudo evitar suspirar con pesadez. ¿De verdad tenía que hacer aquello? Arrugó los labios y chasqueó la lengua.
Denya C. Brewster
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Invitado
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Sonrío y asiento enérgicamente pues eso es algo que esperaba. Probablemente esté esperando a que me resulte demasiado complicado y termine rindiéndome, pero no será así. Iré a la biblioteca, solo por esta vez, y buscaré un libro de comidas vegetarianas para aprender cómo hacerlo bien. Incluso podría hacer una lista de compras cada dos semanas para así tener siempre lo necesario en la alacena y no tener que improvisar con cosas que al final terminarán rompiendo mi dieta - Desafío aceptado - digo con tono dramático y ya mismo empiezo a planear en mi cabeza lo que haré hoy por la noche, probablemente algo con soja... Hay mucho de eso en éste distrito - Y no exageres eso, vas a escupirme - bromeo con ella sacando mis dientes para marcar una F que no pronuncio.

Vuelvo a respirar con normalidad cuando me libera de la bufanda y sonrío al recordad a los bichos esos - Son hermosos y terroríficos por los mismos motivos, pero tienen sus cualidades - intento defenderlos, aunque no hay mucho material para hacerlo - Ojalá sus experimentos se vuelvan en su contra algún día, sería divertido - pero que todo el caos se mantenga de los muros del Capitolio hacia adentro... Y nosotros solo lo veríamos por televisión.

-No lo estaba insinuando, pero ya que lo mencionas ¿Por qué no?- pregunto con una sonrisa. Pero no podría ser un puffkein, seguro se necesita magia para mantener alguien mágico, así que podría empezar por algo más sencillo - ¿Te parece una tortuga? ¡Podemos buscar una ahora!
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Denya C. Brewster
Fugitivo
Meneó la cabeza hacia ambos lados, no pudiendo esconder la sonrisa que se dejó ver en sus labios. Se necesitaba aquel tipo de espíritus con todo lo que estaba sucediendo, no rendirse a la primera de cambio por pequeñeces, tener miedo a que lo desconocido era lo peor que podían tener. Puso los ojos en blanco, empujándola amigablemente con el hombro en lo que avanzaba con algo más de rapidez, sintiendo el frío y la humedad filtrándose en sus huesos. ¿No habría algún sitio en el que poder tomar el chocolate caliente? Incluso agradecería una taza de té con algo de leche. Cosas que… hacía demasiado tiempo que no había podido tomar, ni siquiera pensar en las mismas, y ahora podía. Solo llevaba unos días allí, quizás semanas, y se estaba empezando a acostumbrar a pensamientos tan naturales como aquel.

Mantuvo la vista al frente cuando volvió a hablar. Seguro que alguno de sus experimentos se volvía en su contra, estaba segura. Las cosas podían invertirse, ellos tenían científicos, pero también había humanos con los mismos conocimientos, puede que incluso más ya que no prescindían de la magia para solucionar los problemas que se les presentaban. Metió las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones, ya que los de la chaqueta estaban ocupados con algunos objetos de la tienda del zoológico, y arrugó un poquito los labios, pensativa. — ¿Quieres una tortuga? Nunca estuviste interesada en tener mascotas, o al menos no me dijiste nada — contestó algo extrañada. Aunque lo cierto era que, posiblemente, solo había sido comprensiva con la situación en la que habían vivido durante todos aquellos años. Mantenerse a sí mismos ya era un trabajo costoso y arriesgado como para tener más obligaciones en el camino. Incluso una pequeña tortuga se podía volver una pesada carga en sus circunstancias… o al menos bajo las que vivieron antes. No en aquel momento. — De acuerdo, adoptaremos una tortuga... — habló — o dos — agregó. Que la vida en soledad era muy triste. — Aunque no creo que aquí vendan algo, ¿quizás en una tienda de mascotas? ¿Tienen de eso? — siguió hablando, no muy segura de sus palabras mientras éstas eran pronunciadas.
Denya C. Brewster
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Me encojo de hombros pues lo cierto es que he querido muchas cosas desde que soy una pequeña, hubo un tiempo en le que habría matado por conseguir un dinosaurio pero... Es difícil mantener cualquier cosa viva en las minas, ahora puede que tengamos una oportunidad. Y esto abre la puerta no solo a una tortuga, sino a una televisión tan grande que ocupe toda la pared, ropa cómoda y deportiva que pueda lucir bien, las posibilidades son infinitas. Y damos un buen primer paso pues acepta mi propuesta así que soy un saltito y un grito de emoción - Eres la mejor hermana del mundo - no solo por la tortuga, por un montón de otras cosas más, pero ella lo sabe.

- Debe haber alguna tienda de mascotas por algún lado - aunque me sabe mejor la idea de ir al campo a buscar una. Seguro hay unas cuantas que necesitan un hogar como para ir a gastar nuestro dinero en una - Vamos, de todas formas tenemos la eternidad para terminar el paseo por el zoo - y ya nos hemos llevado la mejor parte de todo, dudo que dejen la tienda de regalos sin supervisión por siempre.

Así que acomodo todo en mis brazos y alzo la pierna como puedo para dar una ligera patadita en el trasero de mi hermana para que se ponga en marcha, tenemos muchas calles que recorrer y... lo cierto es que dejar todos los regalos en algún sitio no estaría mal tampoco - ¿Podemos comprar un coche también? - pregunto con la cabeza inclinada hacia un costado.
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