The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Jamás había ansiado tanto unas vacaciones, por cortas que sean. Las fiestas fueron la excusa ideal para alejarnos del Capitolio, ese que hoy está repleto de sentimientos encontrados, de disputas y reclamos que no puedo solucionar. También necesito irme de mi casa, de esas habitaciones que llenamos de amargura por tantos días, la necesidad de aire fresco nunca había sido tan urgente. La paz de los bosques del distrito siete es perfecta, tanto como para rentar una casona con perímetro cerrado para nuestra seguridad y calma, a pesar de que los jardines son tan amplios que cualquier muro no se nota entre los árboles, la distancia y, sobre todo, la nieve. Para variar, nos hemos llevado a todos, con la esperanza de que podamos pasar estos días como una familia que puede ser normal a pesar de las circunstancias. Tiempos de reflexión, supongo.

Tilly ha comenzado a sentarse y eso viene muy bien con su nueva fascinación: las luces del árbol de Navidad. Su alfombra de juego se encuentra muy cerca, así que pasa mucho rato aplaudiendo y gritándole a las bolas y los brillos, vaya a saber qué es lo que le atrae y, aún así, es un espectáculo de lo más entretenido. No sé si es eso o que es su primera Nochebuena, pero no puedo bajar la cámara del teléfono en lo que me mantengo con el culo apoyado en el enorme sofá, ese que está bastante cerca de la chimenea y que me deja el mejor foco para vigilarla — ¿Qué crees que sea lo que le llama la atención? — pregunto a Phoebe, a quien tengo al lado porque se está volviendo lentamente en una pelota y es mejor que se quede tranquila, disfrutando del paisaje nevado por la ventana — Para la próxima Navidad, tendremos que tener cuidado que ni ella ni tu hijo hagan estragos con las guirnaldas. ¿Al final se decantaron por Hayden? — corto la grabación, seguro de que ya he captado suficiente de Tilly y su capricho con la decoración.

Con un apretón cariñoso en el hombro de mi hermana, me pongo de pie para ver como Poppy se encuentra decorando la mesa para la cena. Fue imposible dejarla en casa, no cuando somos tantas personas y Mo iba a querer hacerse cargo por su cuenta de la cena. Guardo el teléfono y me acerco a la bebé, para sacar una de las pelotas rojas del árbol y dársela; sus manos regordetas no tardan en tomarla, emocionada por haber conseguido su propósito. Y obvio que… — No, Tilly, eso no va en la boca — estoy tratando de evitar ese desastre cuando puedo sentir el zumbido previo a la completa oscuridad. Tengo que parpadear un par de veces, girando la cabeza sin incorporarme del todo — De verdad… ¿Un apagón? — si no es mi padre, es la mala suerte la que no nos permite pasar unas fiestas con tranquilidad.
Hans M. Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Hay algo especial en la época navideña que me hace sentir extrañamente bien, debe de ser el ambiente, cálido y familiar que me recuerda que sí hay algo que merece ser celebrado cada año, el tenernos los unos a los otros en estos tiempos difíciles, no importan las circunstancias. Sé que es un pensamiento cliché más que otra cosa, que se supone que ese es un sentimiento que debe mantenerse por el resto de las estaciones, que el camino hasta llegar a este día no ha sido precisamente el ideal, pero como también se trata de una época en la que agradecer, creo que debemos alegrarnos de poder disfrutar de vacaciones en familia en lugar de por separado. Ni sé como he convencido a Charles para hacer esto, siendo que no ha compartido mucho tiempo más allá de unas horas o como mucho una tarde con mi hermano. Juntarlos para pasar unos días lejos de la capital e incluso del propio cuatro, en una de las casitas del siete dispuestas para reuniones de este tipo, suena como una buena forma de tortura para él.

O quizás la sensación de bienestar general tenga que ver con la galleta que saboreo en mi paladar, masticando con fuerza por la propia dureza de la misma. Tiene típica forma navideña, creo que de reno para mi suerte después de haber comido las cuatro últimas de muñeco de jengibre, el sabor a canela es lo que las vuelve adictivas y que no pueda despegarme de la caja que mantengo sobre mis piernas. — Mmmmm... ¿Las luces de colores parpadeando? Se me hacen bastante parecidas a la purpurina, y no puedes negarme que esa no se ve llamativa. — bromeo, al menos para mí lo era, que me sorprende que no haya tenido ningún accidente de ese tipo, pero quizá tenga que ver con que dudo que Hans guarde un bote de purpurina de colores en su armario. Me fijo en la bebé, no a través de la cámara que sostiene mi hermano sino de forma directa, tan graciosa que me hace reír por lo bajo. — Hayden Matthew PowellSawyer, ajá. — carraspeo de manera rápida, echando un vistazo a la misma velocidad en busca de mi marido por si se las da por aparecer precisamente ahora.

Honestamente, me siento un poco jarrón de decoración, ya no solo por la estética que me veo igual físicamente, sino porque llevo parada en este lugar toda la tarde y estoy segura de que el sofá mismo ya tiene mi forma. Me veo tremendamente preocupada cuando me llevo otra galleta a los dientes, sonriéndome por la forma que tiene mi sobrina de jugársela a su padre chupando una de esas bolas que decoran el árbol. Me quedo con la comida a mitad de camino cuando escucho el corte de electricidad que no tarda en dejarnos a oscuras, si tuviera veinte años menos usaría esta oportunidad para proponer jugar a las tinieblas, pero creo que me haría parecer menos madura de lo que en realidad no soy y opto por hacer el esfuerzo de levantarme. Obviamente al movimiento lo acompaña un quejido que indica lo que empieza a costarme hacerlo. — ¿Alguien vio mi varita? Olvídenlo, estamos a oscuras. ¿Chuck? Donde sea que estés, deja la comida, es hora de que utilices tus dotes como reparador de enchufes y nos libres de... Auch. — creo que me golpeé la espinilla con la pata de la mesa ratona, al menos no volcaron las galletas, esas las dejo sobre la superficie ya que estoy, para tantear con mis manos en el aire, ¿que tan difícil es encontrar a un hombre que mide dos metros?
Phoebe M. Powell
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Mohini R. Khan
Cada vez tengo más miedo de con lo que me puedan aparecer en esta familia extraña, creo que solo por eso debería tomar medidas preventivas. Y no, no me estoy refiriendo a visitas inesperadas este año, sino a lo que puede ocurrir con dos parejas metidas en una casa rural a las afueras del distrito, en un lugar perdido de la mano de Dios. Miren, yo solo pido que piensen en las niñas, y en ese bebé que aun se está por cocer, que yo sé de sobra que las Navidades endulzan a cualquiera, más con toda la cantidad de azúcar que se ingiere estos días, pero vamos a hacer el esfuerzo, eh. Vamos a hacerlo. Es lo que le digo a mi hija por teléfono, mientras al otro lado del aparato sigo metiendo cosas en la maleta. Es de pequeño tamaño, pero gracias a un hechizo soy capaz a meter todas las provisiones necesarias sin que apenas ocupe espacio, llevo un silbato para cuando empiece a ver manos de más tocando sitios indebidos en mi presencia. — Que es una broma, mujer. — aseguro, cortando la línea de la llamada después, pero igual me lo pienso dos veces.

Soy la que pone la música de los villancicos más alta para que se escuche entre el murmullo de los presentes en la sala. Poppy es tan agradable que me ayuda con la mesa incluso cuando le tengo repetido que las servilletas van a un lado de los cubiertos y no encima del plato. No sé qué me perturba más, si que mi hija no ayudara en estos casos, o tener esta vez unas manos extras dispuestas a ayudar y que me desestructuren toda la mesa. Voy por detrás recolocando lo que la elfina me pone patas arriba, controlando con mi olfato que la comida se esté cocinando como debe. Son años de experiencia lo que me permite saber como va el cocinado sin tener que asomarme a cada poco, sí lo hago cuando tengo que revisar lo que falta y me encuentro con que el bol de las galletas caseras que preparé esta mañana no está donde debe. Un vistazo rápido me vale para ver que Phoebe ya se las está ventilando por su cuenta, quien no aparece es su marido que debería controlar que a su mujer no le de una hiperglucemia cualquier día de estos. Si yo se lo diría pero es que también me hace ilusión que a la gente le guste mi comida.

Creo que no preparé suficiente comida esta vez, hija mía. ¿Tú que crees? — le comento de pasada a Lara cuando coincido en el mismo lugar, cruzándome de brazos para apoyarme sobre una de las sillas, manteniendo el ojo sobre mi nieta que está por comerse una bola de Navidad. Claro que no pasa mucho más tiempo que la luz a nuestro alrededor se esfuma por un corte eléctrico y yo ya empiezo a entrar en pánico. — ¡LA COMIDA! ¡Se va a estropear la comida! — todo lo que hay en la nevera, los postres... lo que se cuece en el horno, ¡ya lo estoy viendo destrozado!
Mohini R. Khan
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
No sé quién tuvo la idea de encerrarnos a todos en una casa gigante en medio del bosque, pero lo prefiero a tener que ir a trabajar o quedarme viendo la televisión en casa viendo como pasan repeticiones una y otra vez del último mes y sus consecuencias. Sé que es la primera vez que paso tanto tiempo con los Powell y creo que voy a poder sobrevivirlo, porque Mohini ha traído tanta comida que tengo con qué entretenerme sin la necesidad de hablar. Me he ofrecido a ayudar con una de las bandejas de bocadillos para la entrada y estoy regresando a la sala con el mismo, cuando me meto uno entre los dientes y me encuentro con la mirada de Meerah, a quien le sonrío con los labios apretados al tratar de disimular mi masticar y me llevo un dedo a la boca para pedirle silencio con complicidad — Están deliciosos, deberías comer alguno antes de que me los termine yo solo — le advierto a mi sobrina en un murmullo para que solo ella pueda oírme. Estoy poniendo un pie en la sala cuando la luz se corta, dejándome a oscuras y apenas viendo el crepitar de la chimenea, cuya llama es muy pequeña y no ilumina casi nada al estar más que nada cubierta. Genial.

No sé cómo consigo poner la bandeja sobre la mesa, si me llevo puesta una silla y creo que también a Lara — ¡Auch! Lo siento, lo siento… — tengo que tantear para dar con la cara de mi cuñada, espero no meterle ningún dedo en la nariz y busco en mis bolsillos. En segundos estoy consiguiendo que mi varita ilumine nuestras caras, justo cuando Mohini ha empezado a paniquear — ¡Nada se va a echar a perder! — aclaro, no sea cosa de que todo se descontrole por algo como esto — Podemos dividirnos. Poppy y Mohini pueden encargarse de que la comida no se pudra, algo con magia se debe poder hacer… — qué sé yo, no sé nada de cocina — Hay gente que se dedica a la mecánica y tú quieres que yo me encargue de los enchufes. La verdad, Phee… — niego con la cabeza, sonriendo con gracia — Lo que hay que hacer es encontrar la térmica. ¿Dónde puede estar? ¿En el sótano? — ¿Hay sótano, para empezar? Debería, la casa es lo suficientemente grande como para tenerlo.
Charles B. Sawyer
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Invitado
Invitado
Ni siquiera hago el amago de meterme en esa competencia entre mi madre y la elfina, que no quiero que mi tercera opción de dónde debe ir la servilleta desate una guerra descomunal sobre la mesa de la cena. Me hago la distraída al poner mi distancia con las sillas y por eso manoteo a la nada cuando de repente se interrumpe la iluminación de la casa para quedarnos a oscuras. —¡HANS AGARRA A TILLY!— grito, que lo vi pendiente de ella como para que a mi orden se tire de panza al suelo sobre la alfombra y retenga a la bebé, que con sus descubiertas dotes de gusanito podría perdérsenos de un momento a otro. No me fio, es mi hija. Será imparable en el momento en que comience a arrastrarse, no se detendrá hasta llegar al siguiente distinto. Yo misma iría a por ella en la oscuridad si no fuera porque tropiezo con un obstáculo demasiado grande para mi tamaño y al tambalearme para quitarme sus dedos de la cara creo que mi palma golpea su mentón, no me preocupo porque no hay manera de que eso le pueda hacer algún daño.

El destello de luz, pese a que como mucho ilumina una fracción de la sala, lo uso para moverme hacia donde creí ver a la bebé por última vez. Me detengo a medio camino para suspirar porque el buchón de mi concuñado trae a cuento que mi profesión de origen es la mecánica, lo que falta es que diga que también la de Mohini y la quite de su lugar de centinela al lado de la comida para cedérselo a Poppy, y que ambas tengamos que bajar al sótano. —¿Hay un sótano?— pregunto, que con lo grande que es la casa que se le ocurrió alquilar a Hans, tal vez tenga tres sótanos, un sauna y un armario con cadáveres que nunca llegaremos a descubrir de tan grande que es. —Creo que el tablero está afuera, lo vi cuando colocaba las luces—. No, Lara, calla, si no dices nada no se darán cuenta de que tal vez fue tu maldito exceso de luces lo que hizo que saltara la térmica. ¡Pero a Tilly le gustan las luces! Y las bolas brillantes, también las galletas que le hacen babear sin poder probarlas, también le gusta Rory, es una caprichosa y no hacemos más que consentirla, así que toca ir a arreglar el estropicio. —Nosotros iremos a ver lo que pasó— anuncio, tiro del hombro del abrigo de mi cuñado para llevarlo conmigo y le quito la varita para colocársela en la mano de Phoebe al pasar a su lado que queda a cargo de la casa y busco a Hans con la mirada. —Tú quédate con la bebé— le pido, roles bien definidos, siempre.

Sé que es una mala idea nada más abrir la puerta y recibir la ventisca en plena cara. —Tú vas por delante— le indico a Charles, dándole un empujón amistoso para que avance, —ya sabes, en las rutas, cuando hay viento, las motocicletas van detrás de los acoplados—. ¿Lo sabe, no? Recojo mi abrigo del perchero de la entrada y palpo el bolsillo para descubrir mi varita, afuera se ve como boca de lobo así que la necesitaré para que nos guíe. Pese a que lo mando por delante, piso en falso al apoyar mi bota sobre la nieve que se va acumulando en la entrada y casi que me hundo. ¡Vamos! ¡No puedo hundirme en centímetros de nieve! ¡No soy tan enana! —No ha pasado nada, no ha pasado nada— lo tranquilizo, —sigamos adelante. No, a la derecha. Ve hacia la derecha— lo guío.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
No voy a mentir, me encantaba la idea de pasar tiempo con mi familia, y más cuando podíamos estar en un nuevo ambiente. Era lindo luego de los días que pasamos el poder saber que todo estaba bien y con las relaciones como correspondían, y saber que podíamos darnos el lujo de tener unas mini vacaciones. Incluso ya podía planear el vestido de Lara sin culpa. Que no lo voy a negar, podía estar fastidiosa con el trato que habían decidido tener para con mi tía, pero era su boda y la de mi padre. Ni todo el enojo del mundo harían que no llevase al menos cinco diseños diferentes para ella, y algunas ideas para el traje de Hans. Tenía que hablar muy seriamente y plantear muchas cosas ahora que todo estaba en calma nuevamente, pero primero: ¡Las fiestas! O bueno, en realidad primero era jugar mi parte de ser una adolescente antisocial y aburrida en lo que me encargo de hablar con Hero y aclararle que por dos o tres días no podré ir para allá a saludarla como es debido. ¡Y pensar que tenía regalos! Tal vez podría haberlos entregado de ante mano, o incluso los podría haber traído conmigo; pero ya suficiente riesgo había sido viajar con el espejo como para encima justificar un exceso de equipaje para el cuál no tendría uso. Me contentaba con haberme asegurado al menos tres veces de haber traído los obsequios correctos, todos perfectamente envueltos y con sus tarjetitas correspondientes.

- Mejor dáselos a Phoebe. Con Lara aprendí que jamás debes meterte con el apetito de una mujer embarazada. - Es mi consejo mientras voy de camino a la cocina para preguntarle a Mo si necesita algo. Claro que al final me retracto y acabo dando la media vuelta para robar uno con rapidez. Son los bocaditos de Mo, ni siquiera yo podría decirle que no a esos. - ¿Pero qué? - Me quedo en mi lugar cuando la luz se va, y tengo que tantear el camino de vuelta a la sala ya que mis ojos todavía no se acostumbran a la oscuridad. - ¿Están todos bien? ¿Tilly? - Trato de acercarme hasta dónde se encuentra mientras que Lara da las instrucciones y espero a que desaparezca antes de estirar mis brazos en dirección a mi padre. - ¿Quieres que la tenga yo? Serás de más utilidad tú con tu varita, que yo. - Que si había que arreglar cosas, de acuerdo. Pero no podía recordar ni de casualidad el encantamiento necesario para resguardar la comida.- ¿Necesitas algo, Phoebs?
M. Meerah Powell
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
El grito de Lara me cubre la voz de Phoebe, así que mi primer instinto es el tomar la sombra redonda y pequeña que tengo delante, con toda la consciencia de que se trata de la bebé que se remueve con obvia impaciencia porque no le estoy permitiendo seguir jugando con la pelota. ¿Qué puede generar más caos que un montón de personas encerradas dentro de una casa en el bosque, sin luz y rodeados de una tormenta de nieve? Es espectacular, parece que la vida adora reírse en mi cara y decirme que jamás podré tener unas vacaciones decentes. ¿Falta mucho para mi boda y la luna de miel? — ¡La tengo! —  aclaro, pongo las manos debajo de los brazos de Tilly y me incorporo, alzándola conmigo en lo que tanteo hasta dar con mi varita, justo en lo que mi cuñado decide encender la suya. Bien, podemos al menos vernos las caras, más allá de la pequeña llama que recorta las sombras de nuestros pies.

¿Por qué no me sorprende que Lara se ponga a dar órdenes? Lo agradezco de todos modos, que yo estoy batallando con nuestra hija que se mueve sin parar encima mío, que quiere regresar al suelo y, más importante, alcanzar de nuevo la bola roja que quedó en el suelo. Se asoma por un lado, se asoma por el otro, estira sus brazos y lanza quejiditos, sin importarle que me está pateando el abdomen y hasta jalando mi ropa o mi cabello —  Tilly, por favor… —  me quejo, en lo que el resto parece dividirse las tareas. La bebé está tan impaciente que casi doy las gracias que su hermana se ofrece a cargarla, así que se la paso como bolsa de papas —  Ten, cuidado que anda muy… por favor… —  me quejo, que parece que se va a poner a lloriquear porque… niña consentida. Acomodo mi camisa de un tirón y enciendo mi varita, viendo la palidez de mis hijas y la de mi hermana —  De seguro la luz volverá en un momento —  solo por si las dudas, lanzo la bola de mi varita hacia arriba, dejando la estela flotante sobre nuestras cabezas. Mucho mejor —  Mohini… ¿Necesitas algo de ayuda? No sé mucho de cocina, pero puedo ayudarte a mantener la comida —  ¿Que me quede con la bebé? Nah. Meerah puede cuidarla... aunque quizá debería advertirle que es más rápida de lo que parece.
Hans M. Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Coincido con Mo, la comida es muy importante. — farfullo en un intento de que se tome como salvación principal lo que es el foco de interés de todos, que ya empiezo a escuchar a mi marido tropezarse y eso no puede acabar bien. Que alguien salve los sandwiches, por favor, si no se los comió ya. — ¿Dividirnos? ¿Es que no sabes lo que ocurre siempre que un grupo de gente se divide en una casa a oscuras en medio de la nada? — le recrimino a mi esposo, que recién hace como dos días vimos una película sobre eso, y el final no fue precisamente agradable, porque en esta sí llegamos a los créditos. Como quiera… No pienso bajar al sótano. Al menos, la luz sirve para que pueda diferenciar las caras que tengo cerca, apaño la varita de mi esposo cuando Lara me la tiende, así puedo mantener algo de luz para no matarme en mi intento de moverme por la sala. — Por favor, Chuck, no regreses como el hombre de las nieves, no quieres asustar a tu sobrina en su primera Navidad. — bromeo cuando los veo desaparecer en la ventisca de nieve, creo que alcanzo a disparar un beso al aire en su dirección a modo de broma también antes de que la puerta se cierre.

¿Quiénes quedábamos? Ah, sí, los que tenemos que salvar lo importante, y una patada en mi estómago me recuerda que no soy la única que empieza a ponerse exigente. En lo que mi hermano se va con Mo a tratar de solventar el problema, escucho la voz de mi sobrina. — No… te dejaron a cargo del bebé y la embarazada, lo siento, Meeps. Vamos a hacer que Tilly se entretenga así deja de patalear, ¿quieres? ¿Dónde estaba su juguete luminoso? Ese que hacía ruiditos. — me acerco con pasos lentos así tengo cuidado de no tropezar con nada, hasta donde están las niñas y puedo apuntar al suelo con la varita. Quizá no sea tan buena idea eso de poner en funcionamiento un juguete diabólico en mitad de la penumbra, pero si con eso conseguimos que se quede tranquila…
Phoebe M. Powell
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Mohini R. Khan
¡Ah, claro! ¡Porque Charles tiene mucha idea de cuánto puede aguantar la comida! Si lo que sabe bien es cuanto le aguanta en la boca... Bieeeen, no voy a quejarme, pero es que en esta familia son de estómagos muy grandes. Yo acostumbrada a Larita que come como un pajarito pues claro... — ¡Alto ahí! ¡Manos donde yo pueda verlas! — aviso antes de que alguno aproveche la situación para hacer cosas indebidas, no me fío de sus caras de santos. Por eso mismo yo saco mi varita del bolsillo del mandil que llevo puesto para cocinar, ese que me iba a sacar al momento de sentarnos a la mesa, pero veo que vamos a tener que alargar el momento. — Ay, tesoro, ¿seguro que no quieres que vaya y...? — no, que todavía alguien se me lanza al cuello por no mantenerle un ojo a la comida. Me fío en que a Lara no se le haya olvidado su oficio de origen, aun me encuentro un poco dolida de esa traición a la herencia familiar... Se me pasa cuando me llevo uno de los sandwichitos a la boca, tomándolo de la bandeja que pillo cerca, aunque yo juraría que había más...

Ya ni sé donde se perdió Poppy, es a quién más tengo que mantener un ojo, no vaya a ser que aproveche la oportunidad para demostrar sus dotes artísticos en la mesa y tengamos que comer con cuchara en vez de tenedor. Meneo la cabeza en el aire con un ruedo de ojos porque ni en Navidad se puede tener la fiesta en paz, que tenemos que lidiar con que se corte la luz en plena celebración. ¡Que no se pierda el espíritu! — Gracias, querido, si es que yo tengo más miedo por el postre que por otra cosa, ¿sabes? El helado no aguanta apenas sin frío que lo mantenga, ya sabes... — me explico en nuestro camino hacia la cocina, varita en alto para que nos ilumine a ambos y no tropecemos con algo. Salto en el sitio y pego un bramido tan alto que en el proceso también golpeo alguna parte del cuerpo de Hans, al descubrir una figura pequeña en la esquina de la cocina. — POPPY POR MORGANA CASI ME MATAS DEL SUSTO. — miro al hombre a mi lado con cara de "habrase visto" por la indecencia de la elfina por moverse tan deprisa. — Chequea el pollo del horno, Hans, si haces el favor... — pido, amablemente pero recuperando mi respiración así como el ritmo de mi corazón. Cualquier día de estos me matan.
Mohini R. Khan
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Y así es como me veo escapando del caos de la sala tras los pasos de Lara, tomando el beso de mi esposa en el aire y llevándomelo al corazón con una pantomima bastante ridícula. No estoy seguro de que pueda ver mi expresión burlona — Lo intentaré, que no queremos que tenga pesadillas — que ya parece que está teniendo complicaciones para quedarse callada y quieta. Me apresuro a salir, que no quiero estar ahí cuando la bebé se vuelva una pelota de llanto, el empujón de mi cuñada es lo que me vale como excusa — ¿Me estás llamando acoplado, Scott? — me burlo de ella con falso tono de reproche y haciendo una muy mala imitación bromista a su prometido, en lo que levanto un poco el cuello de mi abrigo para poder resguardarme del viento. ¡Que está helado aquí! De seguro se me va a congelar todo y no voy a poder siquiera ir al baño.

Pero no hacemos mucho camino, que ella ya se anda hundiendo y, por las dudas, le tiendo la mano para que se aferre a mí — ¿Estás segura de esto? Porque creo que puedo solo — no habré tenido entrenamiento como mecánico, pero uno aprende varios trucos cuando vive en el norte y estas cosas suceden cada dos por tres. ¿Y dónde mierda está la derecha? Tengo que dar grandes zancadas para poder avanzar sin ahogarme y tiro de ella, tratando de llevarla conmigo — ¿Sabes? Si quieres puedo llevarte a caballito y haríamos más rápido — sugiero — ¿Crees que puedan…? Momento — en la oscuridad y la nieve, no puedo divisar absolutamente nada, ni siquiera la silueta de la casa. Miro hacia un lado, luego hacia el otro y tengo que admitir que el panorama se ve bastante triste — No quiero alarmarte, pero yo no veo ningún poste por ningún lado, al menos que el tablero se encuentre en un árbol — vamos a morir, como en ese videojuego en el cual tienes que coleccionar cartas en el bosque y te acaba asesinando un bicho sin rostro. No, no es que pase horas con esas tonterías… bueno, tal vez sí — ¿Es muy pronto para decir que creo que nos perdimos?
Charles B. Sawyer
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Invitado
Invitado
Lara para ti, Charles— lo corrijo, no sea que se tome esas confianzas de llamarme por mi apellido. No respondo a su pregunta en sí porque ambos sabemos que lo estaba tratando de acoplado y no tiene caso que me lo niegue, lo es. Su estatura viene bien para frenar el frío del viento, el problema es que también me cubre parte de la visión, como suele ocurrir entre vehículos en la ruta y para cuando me quiero dar cuenta estamos de pie fuera, en la tormenta. —¿Me estás mandando de vuelta a la casa?— pregunto, no me lo puedo creer. ¿Me está llamando enana y dice que mejor me quede en casa no fuera que el viento me lleve como si fuera un diminuto copo de nieve? A mí que me caía bien mi cuñado, me ofende bastante esa insinuación en el aire. Suelto la ayuda de su mano para estabilizarme y me recompongo. —Puedo avanzar por mis propios pies, descuida— y para demostrarlo, doy dos grandes zancadas que entierran mis piernas en la nieve hasta casi las rodillas. Avanzo un tercero solo para demostrarle que puedo.

Y a todo esto, ¿dónde quedó la derecha? —Es un poste, grande, alto…— lo recuerdo, lo vi esta mañana cuando el cielo nublado todavía se veía claro. —Si nos dividimos tal vez lo encontremos más rápido— propongo, porque es la sugerencia más inteligente en el mundo, eso nadie me lo va a negar y es que no hay nadie con dos dedos de enfrente cerca para decírmelo. —Gritas si algo te come el pie— le digo, y no sea que vaya a tomarse en serio y se vaya, me aclaro rápidamente. —¡Que es broma! Camina detrás, yo iré buscando el poste— indico, que desde los cuatro años hago esto de ir marcando el paso. Levanto el cuello de mi abrigo al avanzar otro par de zancadas, casi que creo ver el post y con lo que me encuentro es un árbol flaco de ramas secas. Detrás se alza un muro de más árboles. ¿Tanto nos alejamos de la casa? ¡Si mis piernas no son tan largas! —Marcha atrás, Charles. Marcha atrás…— ordeno a mi compañero haciendo girar mi dedo en el aire, aunque con la niebla que arrastra el viento si logro distinguir su rostro tendría que dar gracias. —¿Charles?— pregunto, porque detrás de mí no hay nada, ni siquiera su contorno. Mierda, perdí al gigante.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
- Shhh, Tilly. No pasa nada…- Me balanceo rebotando sobre mis piernas, avanzando de a pasitos cortos cuando Hans me la entrega. La conozco cuando se pone en este estado, y no tenía su cactus luminoso bailarín para calmarla. La mejor opción en estos casos era no quedarme quieta si ella también estaba inquieta, y tratar de lograr que contenga el llanto. Había momentos en los que era bueno dejar que llorara, aliviaba mucho su carga emocional y solía quedarse dormida en segundos luego. Pero ahora, mientras la situación estaba algo tensa, su llanto solo cargaría el ambiente y nos dejaría a todos al borde de la desesperación. Porque no importaba que fuera algo tan insignificante como un corte de luz. Éramos muchos, y en un lugar poco familiar como este, cualquier cosa podía ser combustible para una situación que no queríamos pasar.

- No lo sé, pero ¿es seguro que deambules semi a osc… ¡ay! Tilly, suelta por favor. Mi pelo no es comida. - No puedo ni terminar de hablar que la bebé ya me ha tomado un mechón para tironearlo y ver si se lo puede llevar a la boca. ¿Qué tan mal me sentaría llevar el pelo corto como Hero? No era una cuestión estética, a estas alturas solo quería evitar quedar pelada antes de los veinte. - ¿Hay comida? Algo con crema, o los bocaditos que tenía Charles. Si no encontramos su juguete creo que eso será lo mejor. - Que faltaba nada para que empezaran a salirle los dientes, y que alguien nos libre cuando eso pasara. - O mejor… - Las embarazadas no eran inválidas, pero me preocupaba verla moverse con tanta cosa suelta sin la iluminación correspondiente. - ¿Quieres cargarla tú mientras yo busco? ¿Segura que no quieres nada?
M. Meerah Powell
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
No debería de ser un problema. Un hechizo de congelamiento debería bastar — mantener la calma mientras dure me parece lo más cómodo, al menos me da la sensación de estar controlando la situación a pesar de que por dentro estoy haciendo una lista mental de la cantidad de personas que recibirán una queja en cuanto esto termine. ¿Acaso tienen una idea de la cantidad de dinero que gasté en estas vacaciones tan urgentes? Lo que ando rumiando se me atraganta en la garganta por culpa del sobresalto que Mohini me hace dar, haciendo que me golpee la cabeza contra la pared y acabe frotándome la coronilla a pesar de haber recibido también un choque del diminuto cuerpo de mi suegra. Bien, con un poco de suerte llegaremos enteros a festejar la Navidad como se debe.

Las disculpas de Poppy flotan en el aire con una voz que denota preocupación, por lo que le muevo una mano para que se tranquilice en lo que me adelanto. A pesar de tener la varita conmigo, mis dedos se notan dudosos al momento de tantear por el horno. Suerte que es uno de los altos, ese que me permite el abrir la puerta y chequear en una altura cómoda. Lo siguiente que se oye es el chispazo de mi varita, la cual enciende las llamas azules que se colocan debajo de la comida que, al parecer, no estaba lejos de terminar su proceso de preparación — Ya está. A que de seguro ahora te caigo mejor como yerno — bromeo al cerrar la puerta. El crepitar mágico de su interior puede divisarse a través del vidrio, produciendo una visión algo fantasmagórica al reflejar la habitación.

No es una idea muy entusiasta al tener que mirar por la ventana, a sabiendas de que Lara y Chuck han salido y la nieve no parece estar muy dispuesta a cooperar — Si no vuelven en diez minutos, iré a buscarlos — es todo lo que voy a cederles, ni más ni menos — Tenía pensado pasar esta noche de una manera muy diferente y parece que tocará revisar a ver si hay juegos de mesa en alguna de las habitaciones. ¿Quieres que vaya llevando algo a la mesa? — tal vez, si vamos vaciando la cocina de aquello que puede llevarse, reduciremos su paranoia.
Hans M. Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Apenas me he movido como dos centímetros del sitio, que mi sobrina ya está acusándome de perder seguridad en el terreno. — Algún día te contaré de cuando tu padre y yo jugábamos a las tinieblas en la oscuridad de mi habitación y nos poníamos trampas por el suelo para ver quién caía primero… — algún día, que no hoy. Quizá sea un buen momento para recordar que en esas ocasiones Phoebe no estaba embarazada, tampoco medía lo que mido yo ahora y que esa niña era mucho más escurridiza de lo que puedo llegar a ser yo ahora con una bola de yoga por estómago. Pero creo que soy capaz a apañármelas, tampoco puede ser tan difícil conseguir comida en una casa donde una de las invitadas es Mo, ¿no? ¡Já! Sabía que Chuck estaría comiendo, mi instinto de… casada no falla nunca.

Está bien, está bien, dámela. — si es que tomar asiento va a ayudar a que al menos una persona en este lugar esté tranquila, pues no me queda otra que estirar los brazos en dirección a la bebé, que ya está berreando y me preocupa que yo sea un detonador para que lo haga más fuerte. — No, seguro que no quiero nada, aunque si sigues insistiendo probablemente me empiece a dar hambre también y acabaré como Tilly, o peor. — es una broma que acompaño con una risita al acercar mi rostro al lloroso de mi sobrina para estampar un beso en su mejilla mojada. — Pues sí que estamos de mal humor… — me doy cuenta de que no me he alejado tanto del sofá cuando apenas tengo que moverme para dar con la superficie blanda en la que vuelvo a aposentarme, cargando con la bebé a quien coloco sobre mis piernas. La sujeto con mis brazos en lo que empiezo a mover mis rodillas arriba y abajo para que se entretenga como si estuviera en un caballito, a ver si deja de llorar. — Hey, tú, nada de golpear a tu primo. — amenazo cuando una de sus manitas me aplasta el vientre y no sé por qué creo que no será la única vez que diga esa frase a partir de ahora.
Phoebe M. Powell
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Mohini R. Khan
En efecto, abro la nevera para comprobar el estado de los postres, que este año me ha dado por hacer desde arroz con leche hasta helado casero, que por alguna razón creí que no iba a haber suficiente comida, y me siento satisfecha cuando con un hechizo consigo que las paredes del electrodoméstico se tornen heladas. Con eso bastará para transferir la temperatura hasta que los otros dos se las apañen para arreglar lo que sea que hizo el panel estallar. — Siempre me has caído bien como yerno, Hans, era mi hija la que estaba un poco más recelosa con el asunto, ¿sabes? No la culpo, pobre, se creía que iba a quitarle el puesto. — bromeo, sí, lo delata la sonrisa pícara que le dedico después a pesar de que no estoy segura de que se vaya a apreciar con la pésima iluminación, pero a quién pretendo engañar, ¿a quién no le iba a gustar tenerme a mí por esposa? Pf.

Me parece que estás exagerando un poco, Hans, tan solo llevan fuera como cinco minutos, y no hay mucho allá fuera que pueda entorpecerles el camino. Más que uno oso, quizá… — ahora que la comida está a salvo, me puedo permitir el hacer gracias del asunto, porque no es como si la situación no fuera graciosa… — Ohhhh, ¿crees que habrá un Monopoly por aquí? A Lara le encantaba el juego de niña, los billetes pueden resultar muy atractivos para los críos. — lo que me recuerda que habrá que mantener a Mathilda lejos de las piezas si es que al final terminamos con un tablero encima de la mesa. — Sí, sí, buena idea, vayamos llevando los aperitivos que quedaron en la encimera, toma. — ahora que le paso dos bandejas me doy cuenta de que hice comida para un regimiento. — ¿Todo bien por aquí? — es un murmullo que llega desde que pongo un pie en el amplio salón hacia las mujeres de la sala. — Meerah, tesoro, ven a ayudar a tu padre, que ya anda con los pensamientos heroicos y quiere salir a buscar a tu tío y a Lara. — ruedo los ojos, lo mejor es que se siente con la hermana también no vaya a ser que de aquí tengamos que ir directos al hospital. — ¿Por qué no nos vamos sentando en la mesa? Estoy segura de que no tardarán mucho más en llegar. — y con ellos la luz, espero. — Tu padre también quiere jugar al Monopoly.
Mohini R. Khan
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Posta alto, grande, entre árboles oscuros… no me parece una descripción demasiado acertada, pero no se lo digo; creo que queda en claro con la manera que tengo de fruncir los labios — Oh, claro, como en las películas de terror. Se corta la luz en medio del bosque y lo mejor es dividirse en la oscuridad — intento mofarme con intenciones de ponerle algo de humor a la situación, rogando que al menos de esa forma pueda olvidar que estoy empezando a sentir como mis dientes castañean. Miro de inmediato al suelo, que si algo quisiera comerme el pie, no podría siquiera verlo llegar — Ya… — comento con distracción, camino de costado para ir detrás de ella y maldigo, de verdad, que me quitase la varita que me sería de bastante utilidad en este momento. Y para cuando me vuelvo a dar la vuelta… ella no está.

Bien, no tengo que entrar en pánico. Solo está oscuro y helado, puedo notar el vapor saliendo de mi boca y tengo que frotarme las manos, como si de esa manera pudiera hacer que entren en calor — ¿Lara? — le llamo, mis pasos son lentos y cuidadosos, que ya veo que me como una rama y termino hundido en la nieve. Bien, ella quería ir… hacia la derecha, donde parece que no hay absolutamente nada a la vista. ¿A quién quiero engañar? ¡No veo nada! Estiro los brazos para cuidarme de los árboles, repito su nombre en la oscuridad con la seguridad de que no pudo haber ido demasiado lejos a pesar de que el terreno parece ser bastante extenso. Tengo que pasar un grupo de arbustos para poder distinguir lo que parece ser la silueta de la casa y, si me dejo guiar por los comentarios de mi cuñada, ese debe ser el poste.

¡LARA! — dejo salir mi voz con fuerza para llamarle la atención, el eco debe rebotar en la nieve y hacer que me oiga, esté donde esté. Me acerco al poste, tironeo de la tapa del tablero y, en efecto, parece que simplemente ha saltado la térmica. ¿Por qué me sacó la varita, de nuevo? — ¡Lo encontré! — toqueteo hasta dar con las palancas pequeñas, esas que puedo tirar hacia arriba… y no funcionan. Sé que la magia suele sobrecargar la electricidad, pero dudo mucho que hayamos hecho algo como para provocarlo. ¿Habrán sido las luces? Vuelvo a probar, pero el chasquido hace que dé unos pasos hacia atrás, en vista de que se eleva una nube y tengo que cubrirme la nariz por un momento. Bien, la cagué. Navidad a oscuras será. Hans va a matarme.
Charles B. Sawyer
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Invitado
Invitado
Bien— digo, apareciendo de pronto como un repentino duende al lado del gigante que acaba de romper el tablero de luz. —No entres en pánico, esto es lo que haremos…— sigo, con una mano en su brazo –que su hombro no llego a alcanzar en el movimiento reflejo de traernos calma a ambos–, hago que se gire para que quite su nariz de la caja de la que surge el humo. —Diremos que no hay corriente en toda la zona, no tienen manera de saber que no es así, no se ve ninguna a la casa desde aquí. ¿Sí? Luego, cuando se vayan a dormir, volveremos  ambos con nuestras varitas a arreglar esto, ¿de acuerdo? Mírame, Charles. ¿De acuerdo? No le diremos nada de esto a nadie— tironeo de su ropa para busque mis ojos en la oscuridad. —Descuida, no voy a entregarte. Te ayudaré a ocultar tu crimen— anda, que si se ponen a hacer preguntas de cómo, cuándo y por qué, tal vez salga a la luz la razón primera por la que hubo el cortocircuito, ¡y esa no es la luz que necesitamos! —Ahora, mantente cerca, no vayas a perderte de nuevo— le indico cuando retomo el camino de regreso a la casa.

El viento frío entra con nosotros cuando abro la puerta principal y parpadeo un par de veces para tratar de reconocer el contorno de los objetos, las luces de algunas varitas me ayudan a saber que Mohini logró que todos estén tranquilos y de la mejor manera que sabe hacerlo, todos sentados a la mesa. —Al parecer un animal o algo así estuvo jugando con el poste de luz, hay un par de arañazos y el metal está bastante abollado. Vamos a esperar con Charles a que pase la tormenta para tratar de arreglar los cables, no se imagina, están destrozados. Es un peligro, que a ninguno se le ocurra acercarse, ya lo resolveremos luego— grito a viva voz cuando voy buscando entre los presentes al bodoque berrinchudo. —Y no es que quiera echar culpas, pero tal vez la idea de cierta persona de pasar la Navidad en un bosque perdido en medio de la nada no fue la idea más genial del año…— tengo mis palmas abiertas en el aire aunque nadie pueda verlas y solo las bajo para recuperar a la bebé del regazo de su tía. —Phoebs, que no abusen de ti como madrina, ya bastante tienes cargando a tu propio bebé. ¿Se puede creer? Sabe manejar un país, pero no una bebé…— murmuro entre mis dientes, no lo suficientemente bajo como para que no se me oiga. Me muevo alrededor de la mesa con las piernas de la niña alrededor de mi cintura así la hago saltar hasta que se calme. —¿Vamos a cenar?— consulto, a menos que el plan sea empezar a contarnos cuentos de terror.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
No sé si es que me da mucha ternura ver a una embarazada cargando a un bebé, o si es solo Phoebe con Tilly lo que me da alegría. Incluso aunque la bebé esté de mal humor y llorosa no dejaba de ser adorablemente tierna. - Bocadillos para todos entonces. - Declaro dando media vuelta y encaminandome a la cocina sin saber si es mejor llevarle una mamadera, o algún bocadillo que tenga queso o crema.

Ni siquiera he llegado a mitad de camino cuando soy interceptada por Mo, quien me hace reír con su comentario. - Que Lara no te escuche decir eso. - Le advierto a mi padre cuando traspaso el marco. - ¿Hay algo para que Tilly pueda comer? Creo que su mal humor es a causa del hambre. - Él sabe mejor que dieta se supone que tiene que tener, yo soy la hermana que consiente a la bebé de contrabando y le regala la crema de las masitas.

Lara al final termina por entrar junto con Charles, y me resigno a que jugaremos a que la tecnología no existe por un rato. Al menos traje el cargador portátil de mi teléfono. Uno que no divulgaré que tengo por si las dudas luego no vuelve la luz. - Entonces… ¿comemos o jugamos al Monopoly?- ¿O ambas?
M. Meerah Powell
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Ah, sí. Estaba indignada por eso el día que te conocí, decía que iba a cambiarla por ti y todo eso — le sigo el chiste, que el recuerdo de esa noche todavía me hace dudar de cómo es que las cosas salieron bien, cuando Mohini estaba más que decidida a ponerme en evidencia los primeros diez minutos. Jamás me consideré material decente para ser un verdadero yerno, sin las etiquetas que se manejaban en mi ambiente antes de que dejara de lado cualquier idea de compromiso con alguien de familia de élite y terminase… bueno, como lo he hecho. Refunfuño, que no estoy exagerando, está oscuro y helado — ¿Un Monopoly? No es mala idea, pero quizá deberíamos tener en cuenta de que no sería bueno que toda la familia termine peleada en Navidad — intento bromear, que creo que no se ha fijado en lo competitivo de la mayoría de los presentes, en especial aquellos que viven en mi casa.

Atajo las bandejas que llegan a mí muy de la nada y tengo que hacer malabares para no tirar nada en lo que regresamos a la sala. No termino de acomodar los aperitivos sobre la mesa, que Lara y Chuck tienen la decencia de regresar y puedo sentirme aliviado por unos segundos — ¿Arañazos? — pregunto con el entrecejo fruncido, sin tomar asiento — ¿Y yo qué iba a saber que a algún mapache se le iba a ocurrir el meterse con la electricidad? ¡Son casas de primera calidad, con buena seguridad! — que para colmo, decide seguir con las pullas y yo tengo que tomar aire, contar hasta diez y recordarme que tenemos que llegar a la boda antes de ponerme a discutir. Ya verá luego, cuando tengamos que ir al dormitorio, a ver qué tan bien le cae la excusa del dolor de cabeza.

Me dejo caer en mi asiento con peso muerto y empiezo a atraer las bandejas más cercanas, seguro de que voy a llenarme con los platos de entrada antes de siquiera comer lo que debería ser el platillo principal — Podemos jugar mientras comemos, no hay necesidad de los platos grandes todavía — comento, metiéndome un bocadillo en la boca. Me obligo a masticar primero antes de continuar — Meerah… ¿Quieres ser el banco? — un movimiento de varita y un encantamiento convocador sirven para que el juego pronto esté sobre la mesa. La luz artificial del hechizo que flota sobre nuestras cabezas me permite rebuscar dentro, no muy seguro de las normas, que hace años no juego a uno de estos — No quiero presumir, pero cuando éramos niños Phoebe jamás podía ganarme a estas cosas. ¿No es así, Phoebs? Además, se enojaba si no le permitía usar la fichita del perro.
Hans M. Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Mathilda debe oler la comida igual que yo, porque a pesar de su berrinche gira la cabeza en dirección a Mo y Hans, que vienen cargados de bandejas con comida. O quizá puede que solo le llame la atención la gigante bola de luz que se mueve sobre sus cabezas en compañía. Como sea, cualquiera de las opciones la mantiene más entretenida que yo, al menos por el tiempo que se la pasa llorando hasta que de pronto aparece su madre como salida de la nada. — Oh, pero no me importa... — apenas alcanzo a murmurar en lo que Lara saca a la bebé de mis manos. Okay, así que Fifi la pelota no es la mejor compañía ahora mismo, te lo tendré en cuenta para cuando tengas que huir de tus padres y solo tengas la casa de tu tía favorita como refugio, Tilly. Como si tuviera más tías.

No sé qué me hace más gracia, si la historia del mapache o los intentos de mi hermano de asegurar que no le han estafado con el alquiler de esta vivienda. Yo solo me alegro de que mi esposo no se haya convertido en serio en el hombre de las nieves, a pesar de que le sacudo el hombro de unos copitos de nieve al pasar por su lado en mi camino a la mesa. — Huh, quizá tuviera que ver con que ni siquiera tenías la decencia de explicarme las instrucciones. — me defiendo de las insinuaciones de mi hermano, con aire bastante digno mientras tomo asiento con algo de dificultad en la silla, que para mí lo único interesante del Monopoly cuando era una cría eran las fichitas. Sí, esas que poco tarda Hans en sacar a relucir. — En mi defensa diré que siempre quise tener un perro y tuve que conformarme con una tortuga tremendamente aburrida. — bufo, no hace falta imaginarse a quién no le gustaba la idea de tener una casa llena de pelo. Y aquí estoy yo burlándome de la pobre Clotilde cuando nos vamos a pasar la noche jugando a juegos de mesa y tengo que agradecer que en esta realidad no se juega con dinero de verdad, si ya me veo endeudada para los próximos veinte años por la tontería del Monopoly.
Phoebe M. Powell
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