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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    3 participantes
    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    Si mi padre llega a enterarse de que estoy pisando estas calles, probablemente no me dejaría salir de casa en… no diré de por vida, eso es exagerar, pero sí hasta que sea lo suficientemente mayor como para caminar con andador. Pero como es padre de adolescente y por norma general no se entera ni de la mitad de lo que sucede con su hija, pues estoy bastante segura de que ni siquiera va a percatarse de que he salido hasta bien pasada la tarde. Vamos, que no es el único que necesita un par de lecciones sobre cómo criar a una hija adolescente, qué digo criar, eso es nivel experto, vamos a decir tratar. Hans Powell también entraría en ese amplio listado de padres que no tienen ni pajolera idea de lo que ocurre con sus hijos, que no sé cuántas veces he cubierto a Meerah en los últimos meses, y eso sin exigir nada a cambio. Al principio eran tan solo unas horas, que entretenga a Lara con preguntas sobre Tilly, después pasaron a ser excusas de por qué no pasaba la noche en casa, ¿en qué momento Meerah se convirtió en mí? Creo que hice un demasiado buen trabajo con esto de tratar de malinfluenciarla.

    Y es que por eso mismo me quedo un poco petrificada en el sitio cuando veo atravesar la calle una melena rubia y corta que conozco demasiado bien. No tengo ningún problema en reconocer a mi amiga de espaldas porque con mi vista mejorada, hasta cuándo gira un poco el rostro hacia un lado soy capaz a identificarla. Lo cual me extraña bastante, de las personas que se me ocurriría ver aquí, Meerah Powell no sería una de ellas, si no es porque su familia la colgaría de encontrarla merodeando por este distrito, porque lo harían los que viven aquí. ¿Qué narices estará haciendo aquí? ¿Ver a su tía? No lo voy a negar, yo misma me he preguntado cientos de veces dónde se encontraría Hero, pero eso era antes de descubrir que estaba aquí, proclamando un distrito como suyo junto a Kendrick Black. Sí, que no Ken de Kenneth, no me costó tanto llegar a esa conclusión, lo prometo. ¿Dónde tengo que firmar por una reunión con el susodicho? Creo que como persona a la que dejó TIRADA, merezco al menos una explicación. No, la excusa de que era uno de los enemigos más buscados del país no vale, eso es tan temporada pasada.

    Pero como iba diciendo, ¡Meerah! Será escurridiza la maldita, cuando paso a girar la esquina, segura de que he tomado los mismos pasos que ella, me encuentro con que no está, hasta que… para, se mete a una casa. ¿Esta muchacha no sabe que uno no se mete en casas ajenas? Como sea, la que aparece llamando a la puerta soy yo, varias veces si es que parece que están sordos detrás de las paredes. Para cuando abren, ni siquiera es Meerah la que aparece. — Hey, tú, ricitos de carbón, ¿dónde está mi amiga? — increpo, estoy por sacar la varita y todo, pero vaya que este tipo es alto, además de que tiene cara de usurpador. — Ya sabes, rubia, ojos oscuritos, como… ¿así de alta? — pongo una mano al lado de mi sien, unos centímetros por debajo de mi cabeza, que en altura nos parecemos pero la sé más bajita.
    Maeve P. Davies
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    Estoy deprimido. No la clase de “tengo un mal día” de deprimido, sino esa que me mantiene patas para arriba en el sofá, con las piernas recargadas en la pared mientras pasan muy malas películas en la televisión. Para colmo, se me ha acabado el pote de helado, cosa que era completamente esperable en una crisis existencial. Creo que es la primera vez que estoy pasando por una y Sage dice que es completamente normal, si consideramos que jamás en mi vida tuve que preguntarme qué diablos hacer con mi tiempo. ¿Cómo voy a elegir una profesión, cuando jamás he ido a la escuela? Y no, no me tienta en lo absoluto meterme a estudiar con un montón de niños de la mitad de mi edad que de seguro saben leer más rápido que yo, que tengo un conocimiento básico para saber seguir instrucciones y ya. Ken me dijo el otro día, muy sumido en el videojuego de carreas que estábamos jugando, que si no quiero estudiar bien puedo perfeccionarme en un oficio, pero ninguno se siente como yo. Mah sí, mejor me tiro a consumir azúcar y espero a que aparezca una respuesta divina.

    Obvio que no lo hace, la que llega es Meerah y como Hero es quien se ocupa de recibirla, yo solo la saludo con un gruñido y sigo tirado como alma miserable; suerte para mí, no se demoran en encerrarse en el cuarto de la colorada y la música me indica que no tengo que molestarme por ellas. Es una suerte que oiga la puerta, pero mi pereza me obliga a mantener los ojos fijos en ella por más minutos de lo normal, hasta que decido que nadie más va a atender y eso me hace a mí el responsable. Suspiro con todo el cansancio que llevo en mi largo cuerpo, bajo los pies y voy derecho a la entrada, esa que abro de un tirón para encontrarme con dos ojos saltones que, tengo que decirlo, me dan un poco de miedo — ¿Qué? — no entiendo nada, no sé si es porque lo que dice me cuesta encontrarle sentido o porque la televisión se mezcla con el ruido de la música lejana. Es cuando me fijo en la altura que señala que hago un click cerebral — ¿Hablas de Meerah? — mierda, la encontraron. ¡Pagaron a alguien para que la siga y la encontraron! Estamos jodidos.

    Por eso opto por hacer lo que mejor me sale: parecer cool y desentendido en los momentos de crisis — ¿Quién la busca? — me cruzo de brazos y me recargo en el marco, que soy lo suficientemente alto como para cubrirle la entrada — Quizá sé dónde está, quizá no. Pero en lo que he aprendido, no puedo confiar en que seas una loca. O tal vez ni siquiera ha pasado por aquí — me encojo de hombros, como quien no quiere la cosa.
    James G. Byrne
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    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    Tengo que arrugar la nariz porque bien, no esperaba que me abriera la puerta un vagabundo vestido de… ¿qué lleva puesto exactamente? Podría colar como un pijama, también por ropa de andar por casa si se le quiere dar un aspecto más decente al tipo. Me quedo con las ganas de chasquear los dedos delante de su jeta a ver si así despierta de lo que parece ser su siesta rutinaria, porque aunque algo tarda en que dos de sus neuronas hagan sinapsis, consigo una respuesta más o menos coherente. — Esa misma, Meerah, sí. La vi entrar aquí. — postulo, imponiéndome sobre el rellano en mi metro sesenta frente a sus veinte centímetros extra. No creo que existan muchas Meerahs en este mundo como para poder confundirla con otra, menos que se adjudiquen a la descripción que he dado de ella, así que puedo afirmar que estamos hablando de la misma persona.

    Achino un poco los ojos en su dirección, alzando la barbilla en lo que me permito detenerme en los detalles de su rostro pálido. ¿Será un vampiro? — Hey, hey, hey… aquí la que hace las preguntas soy yo. Hasta donde yo sé, podrías ser un asesino en serie, un secuestrador, o lo que fuera. — ya ni entro en la lista de adjetivos que usan los que “entienden” de política para referirse a todos los que viven aquí, en eso prefiero no meterme y opto por ponerle otras etiquetas. — Así que… ¿por qué no me dices dónde está mi amiga y acabamos con esto? — ¿por qué hice sonar eso como una película dramática? Solo me faltó añadir la música de suspense detrás para hacer de todo esto una escena merecedora de un premio de cine.

    Sus respuestas confusas me obligan a fruncir los labios en una fina línea que declara que su intento de confundirme está haciendo un buen trabajo, pero me dura más la cara de indignación por haberme tratado de loca que la confusión en sí. ¡Qué descaro! — Muy bien, ricitos, no sé muy bien a quién pretendes engañar con toda esta... historieta que te acabas de montar. Pero a mí precisamente no. — que la experta en inventar excusas soy yo, de hecho, prácticamente las inventé yo. — De modo que corta el rollo, primero dime quién eres tú, luego dónde está Meerah, y ya luego si me apetece te diré mi nombre. — normalmente a estas alturas suelo decir mi teléfono, pero claro, no voy a hacerle el feo a Oliver aunque hayamos estipulado que solo somos amigos. Desde luego no es algo que a mí me gustaría que me hicieran. Eso me hace pensar otra cosa. — Espera... — necesito unos segundos más para medita mi teoría. — ¡Dime que no eres el novio secreto de Meerah! — porque tiene uno... ¿no? Sino, ¿a dónde ha estado yendo todo este tiempo? ¡Oh, lo sabía! ¡Qué estúpida por no haber caído en la cuenta antes! Aun así, cuando le doy otro vistazo, solo un pensamiento se me viene a la cabeza. — Te ves mayor. — eso no sonó ofensivo, ¿verdad? Por mi rostro se empieza a asomar una sonrisa traviesa, a la par que un asentimiento que va más bien para mí que para él. — Ósea que a Meerah le van los sugar daddies... interesante. — ¿puedo culparla? Hasta yo misma tengo que reconocer que su padre es un caramelito. Ok, que alguien borre ese pensamiento de mi cabeza. Delete, delete, delete.
    Maeve P. Davies
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    Voy a matar a Meerah. ¿Tanto le costaba ser un poco más cuidadosa con sus pasos? Hoy es una amiga, mañana será su padre o Lara los que llamen a la puerta y ahí sí que la quiero ver — ¿Y por qué querría secuestrar o asesinar a Meerah? — bien, creo que no son las palabras adecuadas para defenderme cuando la susodicha es hija de un ministro en tiempos de guerra, pero ya que — Si ella no te lo dijo, no es mi problema. No es mi responsabilidad el arruinar secretos ajenos — ay por favor, que jamás fui tan decente como en este momento, las cosas que hago para salvarnos el culo a todos. Esas dos tienen que darme un premio, el que sea, creo que me conformaría con un poco de la cantidad de chocolate que suelen consumir cada vez que se juntan.

    No sé qué es lo que me hace rodar los ojos en toda su cara, si que me llame "ricitos" o que se ponga insistente como si fuera una especie de detective privada o algo así — Soy Jim, no sé dónde está y ahora tú me debes tu nombre. ¿Sabes que no puedes meterte en la casa de alguien sin su permiso? Estás invadiendo propiedad privada — okay, sé que técnicamente no ha entrado, pero puedo usarlo de excusa y gritar por ayuda si se pasa de lista. Ah, no, que eso no sería muy bueno para mi orgullo, pero como sea. Y ya me pondría a cerrarle en la puerta en la cara, cuando dice algo que me abre los ojos con obvio pánico — ¡Por supuesto que no! — hasta sueno indignado y todo. ¿Me está diciendo viejo? ¿Y qué es eso de los papás de azúcar? —¡No, no, no es así! — pido algo de tiempo en lo que me separo del marco levantando ambas manos para que se calle un poco —Meerah y yo no somos novios, solo nos besamos... una vez... bueno, técnicamente fue más de una vez pero fue en la misma ocasión así que tú me entiendes... — ya, James, es momento de que cierres el pico — ¡Pero yo no tengo nada que ver con un novio secreto, ese debe ser otro! —¿O es su excusa para visitar a Hero?

    Asomo la cabeza fuera y miro a ambos lados de la calle, pero no parece que nadie venga con ella —Ya... ¿Qué quieres a cambio de que no digas nada y te marches? ¿Dinero? Porque no tengo nada para darte — tampoco voy a prostituirme a cambio del silencio de una metiche, que no creo que valga la pena y encima suena a más problemas. Si la cosa se pone pesada, que sea Meerah quien lo solucione, que nadie diga que no lo intenté.
    James G. Byrne
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    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    Se me ocurre un número muy grande de respuestas para esa pregunta, una que no tardo me tardo mucho en contestar. — ¿Vender sus órganos al mercado negro, traficar con su cuerpo, usarla como rehén, no sé… comÉRTELA? — sí, la última se me hace una opción bastante probable cuando en este lugar empiecen a escasear los alimentos. No tiene mucha pinta si se tiene en cuenta que los que más jodidos estamos somos nosotros al otro lado de la barrera, pero siempre es una posibilidad. Haré como que no me siento ofendida por eso, incluso cuando poso una mano en mi pecho en clara señal de indignación. — ¿Tú sabes la de veces que tuve que librarla de una bronca de su padre? ¡Hasta tuve que inventarme que había ido a comprarme tampones! ¡Secretos ajenos! No hay secretos entre Meerah y yo, solo se permiten los novios secretos y porque estoy segura de que es feo. — ¿que vas a hacer contra eso? Pobre, aunque si estoy en lo cierto y este es el novio, no se me hace tan feo, ¿por qué lo escondería? Okey, tiene pinta de fugitivo, pero se han visto cosas peores. ¿Vieron la vez en que Hero vio desnudo a su esclavo y dijo de gustarle? ¡A eso me refiero! A no ser que el tipo este también sea muggle… De verdad que no entiendo a mis amigas.

    Muy bien, Jimito, te diré mi nombre: es Mafalda. — me cruzo de brazos como si eso le diera más seriedad al asunto, que no voy a decirle mi nombre a un desconocido tan fácil, ¡menos a un prófugo de la justicia! Para que luego digan que no tengo sentido de la razón. Tengo que cortar con mi postura cuando lo que dice me hace soltar una risotada, tan fuerte que por un momento temo que se escuche por el resto del vecindario. — Permíteme que me ría, ¿propiedad privada? ¿Estás seguro de que quieres tirar por ese camino? —  alzo una ceja, como si no fuera evidente ya que el que va a perder en esa conversación es él y no yo. Muevo mis labios en un mohín para dejar en claro que no me da confianza alguna, menos cuando asegura no ser el novio de Meerah. — ¿Entonces quién eres? Porque es obvio que sabes quién es Meerah y yo no te tengo fichado de sus seguidores de Wizzardface… De modo que… ¿quién eres realmente, ricitos? — vuelvo a achinar los ojos, en análisis profundo para no tacharlo de pederasta en menos de un segundo, más lo que dice a continuación me hace poner los ojos como platos, llevándome una mano a los labios de forma, quizás, algo exagerada en lo que ahogo la respiración. — ¿BESASTE A MEERAH? ¿MÁS DE UNA VEZ? — ¿y esta perra no me lo ha contado? Ok, ahora sí que me siento estafada. ¡Que somos amigas! Aparto las manos de mi cara, solo para terminar señalándole con el dedo. — ¿¡Cómo es posible!? ¡Jimito yo necesito explicaciones, ahora mismo! — por la forma en la que planto un pie delante de la puerta, está claro que no voy a marcharme hasta que las tenga. — Encima… ¿¡pretendes sobornarme? ¡Esto es el colmo de los colmos! ¡Exijo ver a Meerah! — porque se puede ser dramática.
    Maeve P. Davies
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    Bueno, es obvio que Meerah no le cuenta todo a su amiga y me pregunto, de verdad, cómo es que hace para soportar tener una doble vida de tal magnitud. ¿No se le acabará volviendo en contra? Espero que no se engañe, que no viva convencida de que no existen riesgos solo porque le salió bien en un par de ocasiones y que eso acabe afectándonos a todos — ¿Mafalda? Suena a caricatura — no me avergüenza decirlo, ella es quien se está metiendo en mi casa poniéndome apodos ridículos. Puedo sentir sus intenciones cuando se me ríe en la cara y eso me da el valor suficiente como para alzar el mentón, abusando de la altura que me separa de ella — Considerando que eres tú quién vino a golpear la puerta y hacer suposiciones, sí. Si no estás de acuerdo siempre puedes irte, que nadie te ha invitado — si es amiga de Meerah dudo que sea de este distrito, así que algo debió haberla atraído hasta aquí en primer lugar, pero ese ya no es mi problema. Me conformo con que se vaya, así puedo decirle a la otra que la han seguido hasta aquí y, de paso, cobrarme el favor de haber quitado de en medio a un posible fastidio — Soy solo… yo — Porque no somos específicamente amigos, creo, a estas alturas no puedo decantarme por una etiqueta para lo que sea la relación que mantenemos.

    ¿Quién me dio el derecho a ser tan bocón, de verdad, quién? Porque la manera que tiene de gritar hace que le chiste tratando de callarla en lo que miro hacia atrás, temeroso de que alguien más haya escuchado — ¡Fue cosa de una fiesta, nada grave! Ella… — no, me detengo ahí porque ponerme a dar detalles a una desconocida no es exactamente inteligente. ¿Y quién no me dice que es una trampa, que está tratando de hacerme hablar para acusar a la rubia en un tribunal? Mierda, van a quemarla por traidora al sistema. No, momento, su padre maneja el Wizengamot, no lo permitiría… ¿O sí? — ¡Ella es libre de venir si quiere, este es territorio libre! — me excuso con lo primero que se me viene a la mente mientras doy unos pasos hacia atrás, tratando de alejarme de ella a pesar de que mi mano se aferra al picaporte, solo por si las dudas — Si te sirve de consuelo, ella no está en peligro alguno, te lo prometo. ¿Por qué no regresas a tu casa y ya luego se lo preguntas? Vamos… vas a meterme en problemas — más que nada porque le he abierto la puerta a una desconocida sin asegurarme primero que no es nadie que viene a matarnos a todos — No soy algún enfermo loco que está haciendo… cosas con tu amiga. Ni siquiera viene aquí por mí y yo ahí no tengo nada que ver — ¿Me estoy lavando las manos del asunto? Tal vez.
    James G. Byrne
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    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    Claro porque Jimito es un muy buen nombre de pila. — me quejo con un ruedo de ojos, si es que encima ya ni inventarse una identidad se puede. Mafalda es un nombre genial, pero no diré que lo saqué efectivamente de una caricatura porque eso me haría quedar más mal que mal. ¿Que iba a saber yo que este tipo conocería de dibujos muggles? ¡Oh! ¡Quizás sea uno! Mírala, Meerah qué traviesa. — No son suposiciones si tengo pruebas de que vi a mi amiga entrar por esta misma puerta, ¡que me estés negando la entrada es un hecho que lo confirma! — exclamo, firme en mi posición, elevando un tanto mi barbilla. — Solo yo no es una descripción demasiado elaborada, ricitos, vas a tener que esforzarte un poco más si pretendes engañarme. — ¿besarse con Meerah? Conociendo a mi amiga, me sorprende siquiera que le haya regalado su primer beso a un chico que ni siquiera sabe como definir la relación que tiene con ella.

    Si acostumbro a que me digan exagerada, o dramática, de seguro estoy haciendo una buena impresión cuando paso a abrir los ojos como platos, con la expresión de pasmada reflejada en el rostro. — ¿De una fiesta? ¿Una fiesta y yo sin enterarme? ¿Qué clase de fiesta fue esa, la de los cuatro gatos? — no sé qué me ofende más, si que Meerah haya acudido a una fiesta sin invitarme, o que yo no me haya enterado de que tuvo lugar. Tengo que empezar seriamente a preocuparme por mi amiga, si es que hay tantas cosas que no me está contando y ando cubriéndola como si nada delante de su padre. Que no, eso no significa que vaya a delatarla, ¡pero que menos que una explicación al menos! — ¿Acaso sabes quién es? ¡Le cortarían el pescuezo de encontrarla aquí! Es por eso que estoy tratando de localizarla, solo me preocupo por su bienestar. — bufo, parece mentira que tenga que explicarle cual es el apellido que le sigue a su nombre, suficiente como para que haya más de un rencoroso que quiera vengarse de las acciones de su padre.

    ¿Me sirve de consuelo? No me sirve de consuelo. Lo dejo claro cuando no me muevo ni un centímetro de posición y tentada estoy de resguardarme también en mi varita cuando insiste en que me vaya. — Que digas que no eres un enfermo loco es exactamente lo que diría un enfermo loco. — replico, más lo que dice después llama mi atención lo suficiente como para ignorarlo. — Ósea que si no viene por el “no novio” secreto… ¿por quién está viniendo? — la verdad es que me estoy cansando un tanto de toda esa palabrería que no nos está llevando a ninguna parte, lo declaro con un resoplido que hace rebotar mis labios contra sí. — ¿Sabes una cosa? Si tú no me quieres decir donde está, al menos dime de qué os conocéis, porque llevo años de conocer a Meerah y sé a ciencia cierta que no se morrearía con un tipo con el que acaba de toparse en una fiesta. — extiendo mis palmas, hasta que recargo mis manos sobre mi cintura a modo de jarra en espera de una respuesta.
    Maeve P. Davies
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    No puedo decirle a una cualquiera que Meerah Perfecta Powell estaba en una fiesta con un montón de personas ilegales, en la fábrica que servía como corazón de la revolución y por la cual el gobierno entero perdía las pestañas al tratar de encontrarla. Por eso solamente me encojo de hombros — Una fiesta, nada más. Ya sabes, música, gente ebria y hormonal, lo normal — no estoy mintiendo, todos esos factores se cumplieron al pie de la letra. Por la mirada que le lanzo es obvio que sé quién es, aunque me cargo de sospecha porque hoy en día no se puede confiar en las intenciones de nadie — ¿Y cómo sé que tú no eres una mentirosa que está tratando de localizarla para hacerle daño? — le doy vuelta la tortilla, sonriendo con cierto cinismo — No te conozco. En lo que a mí respecta, puedes ser alguien que quiere secuestrarla y pedir una recompensa, así que es mi deber el no entregártela — por favor, que ya nos estamos enrollando demasiado con tal de no dar el brazo a torcer. No creí conocer jamás a alguien tan terco como yo.

    Ay, pero que dura y dramática — ruedo los ojos tan exageradamente que por un momento me mareo y de seguro parezco todo lo loco y enfermo que ella me está acusando de ser — ¿Me viste cara de buchón? — pregunto, señalando toda mi jeta y haciendo un paneo con una mano para abarcarla entera — No me meto en la vida de Meerah y ella no se mete en la vida. Si tanto eres su amiga, tendrás que esperar y dejar que ella te cuente, no andar metiendo tu nariz en temas que no te incumben — como si fuera necesario aclararlo, le doy un pique en la punta de la nariz. Con lo siguiente me atrapa, porque sería delatar un crimen y… ya, odio a esta niña. ¿Por qué la estoy defendiendo en primer lugar? — Sí, se nota que la conoces muuuy bien — ironizo con obvia irritación — Yo… ella… teníamos un par de conocidos en común — una ministra que era mi ama, por ejemplo. Resoplo como caballo enojado — Mira, nada de esto es mi asunto y no quiero meterla en problemas, así que no andaré contando secretos de otra persona. Quédate ahí — le señalo el suelo y luego me llevo dos dedos a mis ojos para indicarle que la estoy vigilando, en lo que entorno un poco la puerta con la contraria — Te la traeré para que veas que no está en peligro y luego podrás irte… ¿De acuerdo? — me volteo, no sin antes echarle un último vistazo y… — ¡MEERAH! ¡TU AMIGA MANIÁTICA MAFALDA TE BUSCA! — listo, caso cerrado, ya no es mi problema.
    James G. Byrne
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Kitty era un amor de elfina y gracias a las pautas de Hero, la elfina no tenía inconvenientes en venirme a buscar en los ratos que tenía libre. Era más sencillo que andar coordinando por espejo cada una de las juntadas y, como ahora el distrito contaba con nuevas medidas de seguridad, ya no era necesario el aparecerme directamente dentro de la habitación de mi tía. Que la amaba, pero no me quería arriesgar a interrumpir nada con Sage porque ya sabía yo que sus sesiones de besos no eran tan castas como en público y no, no necesitaba esas imágenes mentales.

    Así que mis visitas eran más seguidas, y de a poco me iba acostumbrando al resto de la gente del distrito. No demasiado, pero al parecer tenía cosas como otro tío y un primo… Uno que estaba fuera de un útero al menos. Fuera de las sorpresas y agregados familiares, de momento estaba esperando que la tía que vine a ver salga de su baño eterno. Había por fin podido traerle una valija de maquillaje como corresponde, y quería que se probara algunas cosas. Últimamente no tenía tiempo para hacer diseños de cero, pero había encontrado verdadero placer en alterar determinadas prendas ya existentes. Nada que podría presentar bajo mi nombre, pero sí eran cosas que podían vestirse en el día a día.

    Estoy trabajando sobre mi maniquí cuando Jim grita, así que me cuelgo la cinta al cuello y salgo extrañada por la puerta del cuarto. - ¿Qué Mafalda? Yo no tengo ninguna amiga maniática que se llame Ma… ¡MAEVE! - ¿Por qué es que faltaban dos años para que pudiese sacar mi licencia de aparición? Mis ojos se abren como platos, y no sé como disimular nada. ¿Pero qué demonios hacía aquí? - ¿Cómo…? ¿Qué haces por aquí?
    M. Meerah Powell
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    Curiouser and curiouser ▸ James  UD4bajj
    https://www.themightyfall.net/t8295-powell-margareth-meerah
    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    ¿Acaso es que yo tengo más pinta de secuestradora que tú? — exagero los pronombres, llevándome una mano también al pecho en la dramatización, porque si vamos a ponernos exquisitos, él tiene muchos más puntos a su favor de raptor que yo, ¡solo hay que verle las pintas! Arrugo la nariz cuando me la pica y a poco estoy de pellizcarle yo el dedo con los dientes, que luego no se diga que no interiorizo mi loba interior. Ah, no, que eso lo uso para otra cosa... — Para haberte liado con Meerah... bien que eres un poco pedante. — aseguro, moviendo mis cejas porque al menos acepta que pueda ver a mi amiga, si yo sabía que la vista no me había fallado cuando la vi entrar aquí. La duda que me asalta va más bien dirigida hacia el por qué de esa acción, cuando sé a Meerah bastante responsable como para meterse en casas ajenas, en distritos rebeldes, con barreras que literalmente dicen Powells no bienvenidos. Ok, eso no lo pone, ¡pero sería un buen chiste!

    ¿Por dónde íbamos? — ¡MEERAH! — exclamo cuando la veo, sanita y salva, con sus colores bien puestos y... espera, ¡que me va a destrozar la coartada! — Shshsshshshshshsshsh, MAEFALDA, como le gusta a esta chica internacionalizar los nombres, ¿eh? — le digo a Jimito, mientras la tomo del brazo tan rápido como también llevo dos de mis dedos a su boca para mantenerla en silencio. — ¿Qué hago por aquí? ¡Salvarte por supuesto! — soy más alta, como dos centímetros, es mi deber tirar de ella hacia mi lado para protegerla del usurpador. — Aunque me encantaría poder hacerte la misma pregunta, siendo que llevo como dos minutos hablando con Jimito y me he enterado de que no solo no me invitaste a una fiesta, SINO QUE PERDISTE LA VIRGINIDAD EN ELLA. — me coloco una mano en la frente, tapándome los ojos en pura decepción porque creía que éramos amigas, el dramatismo es parte de mi vida cotidiana. — ¿Tú sabes el precio que pagarían por tu cabeza ahora mismo de encontrarte aquí? ¡Y te andas morreando con ricitos de carbón mientras tanto! — se me escapa el tonito de responsable que se me ha pegado de repente porque al parecer una de las dos tiene que hacer el papel y ella no parece muy por la labor. Saco mi varita del lateral de mi bota, dispuesta a apuntar al flacucho. — ¡Date la vuelta moreno, que no se te ha perdido nada! — en realidad es que solo quiero ver si tiene buen culo, solo faltaría que Meerah se besara con este sin tenerlo. Más desgracias hoy no, por favor.
    Maeve P. Davies
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    Casi que hasta siento alivio cuando veo a Meerah aparecer, me cruzo de brazos en actitud indagadora hasta que se arma el griterío a mi alrededor, ese que me obliga a cerrar la puerta detrás de Mafalda, que lo último que nos falta es que alguien más escuche todo esto y nos metan en mayores problemas. ¿Maeve? ¿Por qué siento que me estoy perdiendo más de lo que debería? — ¿QueeeEEE? — estiro la letra final al voltearme rápidamente hacia ellas, que ya siento el pánico subir por culpa del drama que se me va a montar la rubia en cuanto estemos de nuevo a solas — ¡Yo jamás le dije eso! — aclaro con toda la indignación y urgencia que me cargo — Solo… quizá se me escapó decirle que nos besamos… ¡Pero es que ella me estaba acusando de ser tu novio secreto y yo le dije que no era así! — ¿No habíamos quedado en que no hablaríamos nunca más del tema? ¿Por qué tiene que surgir en los momentos más incómodos? — Que yo no hice nada, ella es virgen, yo soy virgen, aquí nadie hizo nada extraño — Mierda, no tenía por qué aclarar eso frente a una desconocida.

    No puedo evitar rodar los ojos hasta que siento que miro mi propia nunca cuando sigue llamándome por ese ridículo apodo, creo que saltaría en mi defensa si no fuera porque de golpe me está apuntando con su varita — ¡Te dije que era una maniática! — exclamo, señalándola con un dedo acusador en lo que doy los pasos hacia atrás que me apartan de su varita mágica. Bufo, alzo las manos y me doy la vuelta, aunque las observo por encima del brazo — ¿Puedes decirle la verdad para que deje de paniquear? Las medidas de seguridad no le permitirán buchonear absolutamente nada y así podremos detener esta locura.
    James G. Byrne
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    - ¿Pero de qué estás habl…? - Sus dedos frenan mis palabras y termino rodando los ojos en los que me aparta con una rapidez que no le veía tener ni cuando llegaba el repartidor de pizza después de haberla arrastrado toda la tarde por el paseo de compras. - ¿QUE HICE QUÉ? - A causa del horror muevo mi cabeza para zafar de su agarre y me suelto con todas las intenciones de matar a James. No importa que se aclare luego, no tenía la necesidad de andar abriendo la boca de más y se lo haré saber luego, cuando termine de aclarar este asunto que no tiene ni pies ni cabeza.

    Amaba a Mae, la quería y le confiaría cualquier cosa… a menos claro, que fueran cosas punibles por la ley en más de un sentido, como lo era esto. - Ya, ya, Maev… Mafalda, dame un segundo, ¿ok? - La única razón por la que le sigo el juego con el nombre es porque ella misma me ha cubierto tantas veces que puedo respetar sus deseos en esta ocasión. - Puedes bajar la varita, James es inofensivo, lo juro. - Me giro en su dirección cuando lo nombro, y levanto un dedo acusándolo. - Y no la llames maniática, no lo es. Solo es dramática, hay una diferencia. - Al menos tiene razón con lo de las medidas de seguridad, así que es mi turno de tomar los brazos de Maeve, tratando de respirar y ver por dónde empezar.

    - Nadie puede decir nada de mí, literalmente. Y no me ando morreando con nadie. Fue una fiesta a la que me trajo Hero y yo misma no sabía qué esperar. Las drogas y los besos no eran parte del plan.- Le aseguro, tratando de responder a sus preguntas para explicarme mejor. - Hero está bien, es inocente y llevo un tiempo hablando con ella. Es por eso que estoy aquí. Nadie está en peligro y ninguna cabeza va a rodar. - Al menos no ahora ciertamente. El estado de incertidumbre era constante y era obvio que pasarían cosas más graves que esas si nos encontraban. - Ahora me dices tú qué es lo que haces aquí. - No pudo seguirme desde casa, así que ella misma tendría sus razones para visitar el distrito.
    M. Meerah Powell
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    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    ¿Entonces entiendo que no es tu novio secreto? — suelto de manera casual en lo que con mi presencia y palabras sabias consigo que entren en una pelea de a ver quién dijo qué cosa y quién puede dramatizarla más. Está claro que yo ya hice mi trabajo aquí, así que puedo sonreír satisfecha. — Menos mal, en verdad, ¿porque has visto qué rizos? Me encantaría saber qué champú utilizas, ¿alguna vez probaste a alisártelos? — bromeo, se ve que me estoy perdiendo en la conversación porque yo sigo apuntándolo con la varita mientras Meerah está tratando de que la baje. — Bueno por lo menos tiene buen culo, no lo hiciste todo mal, te daré eso a tu favor, amiga mía. — comento evidentemente en dirección a la rubia, como si ricitos fuese apenas una presencia molesta.

    No parece inofensivo, si a mí me lo pregunta, si es que paso a ser yo la que se esconde detrás de mi amiga y asomo la cabeza por uno de sus hombros. — ¡Eso! — apoyo mi defensa, sacándole la lengua de manera muy infantil a Jimito, para que vea que yo gané esta batalla con todas las de ley, prefiero que me llamen dramática a maniática, mientras que él se tiene que quedar con el papel de violador. Aun le estoy dirigiendo una mirada de desconfianza cuando Meerah se sincera de a una y mi cara de pasmada se tiene que ver a kilómetros de distancia, porque no digo nada y que yo no diga nada es una señal de que algo anda muy mal. — ¿Que tú qué? — muevo mis manos para deshacerme de su agarre, sacudiendo la cabeza en lo que la información se recolecta en mi cerebro y puedo hacer una asociación que me lleva a abrir la boca por la revelación que consigo hacer. — Ósea… que mientras yo estaba cuidando de tu hermana, cambiándole los pañales y mintiéndole a tu padre sobre dónde estabas, tú andabas por aquí… ¿viéndote con Hero y morreándote con ricitos? Medaigualloquedigasesobvioquetepone — lo digo tan rápido que coloco un dedo en su cara también y lo muevo de un lado a otro, indignada. — ¿Qué hago yo aquí? Chequear el lugar, ¿es que no puedo? — bufo ofendida, que yo no soy la que tiene un padre al que derribaron a balazos en este lugar, yo tengo todo el derecho a pasearme si quiero.
    Maeve P. Davies
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    Saben que estoy aquí, ¿verdad? — pregunto con cierto hartazgo ante los comentarios nada disimulados de la morena, esos que me llevan a rodar los ojos en dirección a la rubia, a ver si mi expresión basta para preguntarle si siempre es así. Me giro de inmediato, llevándome las dos manos al culo porque estoy seguro de que si se marca alguna curva ahí, se debe a que el resto de mi cuerpo es demasiado plano — Maniática y dramática, una cosa no anula a la otra — que eso me lleva a devolver la sacada de lengua, porque si se mete conmigo, yo me voy a meter con ella. Lo sé, me falta madurar, pero he tenido demasiado con callarme las cosas como para guardarme absolutamente todo ahora que tengo derecho a abrir la boca.

    Como la conversación pasa a ser cosa de ellas, veo la luz a la salvación y me deslizo con toda el silencio que soy capaz, caminando muy lentamente hasta pasar por detrás de Mafalda o como sea que se llame. ¿La verdad? Me quedo con un pie en el aire porque oigo algo sobre que a Meerah le pongo y no puedo evitar girar la cabeza, asomándome por encima de la coronilla de la invasora — Primero Hero, luego tu amiga… Voy a empezar a creerme eso de que te vuelvo loca —  es obvio que estoy bromeando, pero para fastidiar beso mi mano, la hago volar por el aire con el fingido sonido de avioneta y la estampo suavemente contra la mejilla de Powell — En vista de que ustedes tienen cosas de qué hablar y no me incumben… — aclaro, retrocedo para no darles la espalda en lo que me voy acercando a la puerta que conecta la sala con el pasillo — Iré a hacer algo productivo, como ver una serie. ¡Adiós! — que escaparme parece ser lo más sensato, a ver si puedo calmar el estrés que la desconocida me hizo pegar.
    James G. Byrne
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    - No es mi novio secreto y, aunque no tendría que ser de interés de nadie más que el mío, mi virginidad sigue intacta. Gracias. - Le aseguro sin agregar el detalle de que incluso era tan inocente que James había sido mi primer y único beso hasta la fecha. Porque mientras que Hero romantizaba mucho situaciones que no eran, Maeve las dramatizaba aún más si es que no inventaba un escenario mucho peor. - Dices eso porque no viste los rulos de Kyle o los que a veces lleva Mimi. - Es el único comentario que me atrevo a hacer para que descarte la idea de alisar los cabellos de Jim. No se vería para nada bien y terminaría por arruinar su pelo que… Ok, tenía linda cabellera ¡demándenme por ello! Peor sería que me pusiera a apreciar su culo como remarca Maeve, que no lo hago. Si mi mirada se desvía es porque jamás había analizado la parte trasera de James ¿de acuerdo?

    - ¡Que no es maniática! - Chisto con un reclamo que es tan infantil como sus mismas reacciones. ¿Acaso se estaban escuchando? Tal vez yo también he caído igual de bajo. - Oh vamos, no es justo. No fueron tantas veces… - Al menos no las que Hans o Lara habían llegado antes y Maeve había tenido que inventarse alguna excusa. Las visitas eran un poco más seguidas de lo que debería, eso tenía que admitirlo. - Y no me andaba morreando con Jim, fue solo una vez y No.Me.Pone. - ¿Qué es lo que tenía todo el mundo al creer que me gustaba James? Claro que él mismo escucha la declaración y se encarga de ser un fastidio de todas formas. - Claro que me vuelves loca, pero no en el sentido que te gustaría. - Golpeo su mano para apartarla de mi cara y trato de no devolverle algún insulto para demostrar que no me afectan sus burlas. Es Maeve quien me preocupa ahora, y no sé si me conviene o no que Hero aparezca para ayudarme al respecto. - Lo lamento, de verdad no podía decirte. Y bueno, ahora literalmente no podemos hablar de nada de esto fuera del distrito. ¿Podrás perdonarme? No… no sabía cómo ibas a reaccionar. Sé que está mal el venir, pero estoy tratando de ser cuidadosa, en serio. - No era lo mismo el hablar de este tema con Hero o con Simon, que ya se veían involucrados aquí. Que con Maeve u Oli, cuyos padres estaban en una situación que podía entender, pero no sabía si ellos podrían entenderme. ¿Seguiría hablándome después de esto?
    M. Meerah Powell
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    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    Mi cara de molestia tiene que ser un poco obvia cuando es Meerah la que pasa a hablar de cosas de las que no tengo idea, en especial porque jamás escuché los nombres de Kyle y Mimi y si fueran a la escuela, creo que lo sabría. A este punto ya ni me importa que ricitos me tome por maniática porque anuncia su despedida y yo no hago más que acompañarlo con un gesto de las manos en dirección al interior de la casa, como si la que estuviera echándolo fuera yo. Así puedo prestarle real atención a mi amiga, a pesar de que no me muevo mucho del sitio, sí que le dedico una mirada juzgadora. — No, claro, no tantas… Eso mejor se lo dices a tu padre. — que yo me limpio las manos del asunto y resulta que yo solo soy la que andaba haciéndole el favor creyendo que se estaba viendo con un chico cuando en realidad a la que veía era a Hero.

    ¿No podías decirme exactamente porque…? — no sé en qué momento he pasado a adquirir esta posición, una que me mantiene con los brazos cruzados y una ceja alzada a la espera de una respuesta. Lo que llegan en su lugar son sus disculpas, ¿y la verdad? Ni sé como tomarlas porque en primer lugar, no es como si me hubiera hecho nada directamente, solo me ocultó información. Información importante. — ¿Sabes qué, Meerah? No importa, al final del día tú sabrás lo que haces, no soy tu niñera, solo la de tu hermana, pero hubiera estado genial que me lo dijeras. Hero también es mi amiga, ¿sabes? — o era, al menos. De acuerdo, puede que no tenga la relación de sangre que tienen ellas dos, y que la simple mención de mantenerme cerca de la pelirroja hace años me hubiera causado repulsión, pero he aprendido, o había hecho, a apreciar su compañía. Se siente un poco feo haber estado al margen de todo esto, sobretodo porque quizás yo también necesité una amiga en todo este tiempo. En fin, que tampoco puedo molestarme mucho más, nunca lo he hecho y no me gusta enfadarme por costumbre, lo único que me queda es aceptar la actitud resentida en lo que doy un paso hacia atrás, regresando la varita a mi bota. La vuelvo a mirar una última vez, encogiéndome de hombros en lo que estoy por darme la vuelta para marcharme. — Maeve out. — digo con un gesto de mi mano en un saludo desde mi frente, a modo de despedida hasta que desaparezco en el próximo callejón.
    Maeve P. Davies
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