The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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19 de septiembre

Disculpa, ¿por las dudas has visto a Beverly?— pregunto a la rubia con la que me cruzo casi saliendo de la fábrica, luego de encontrar el lugar tan vacío que parecía un cascarón de nada. Si no fuera por la decoración tan propia de la chica en el espacio que tomaré como su dormitorio, habría pensado que este sitio estaba deshabitado. Es incluso triste que esto que pretendía ser un refugio no tenga a nadie para albergar, salvo a la chica que llegó a la radio para hablar un poco sobre romanticismos y el poder del amor, en el momento en que la guerra fue haciendo que cada uno del resto de sus miembros vaya tomando un camino que los fue alejando de la radio. No supero haber visto a una Kennedy que no era la que conocí poniendo un pie en el ministerio. No supero a Jeff asesinando y muriendo en la arena. Ni tampoco escucharle a Lea decir que se arrepiente de todo. Moira desapareció. Mimi es la única del grupo original con la que todavía puedo sostener una charla que, sacando lo de la petición de una cita, bien podría ser una de las muchas charlas que tuvimos antes. Y tal vez en medio de todo mi propio embrollo personal que comenzó con pertenecer a la radio, la única que creo que podría darme el consejo que necesito es la última miembro en sumarse al equipo.

Pero no la encuentro, en cambio me estampo casi de pleno con una cara que se me hace tan famosa como la que veo todos los días en la televisión, con la diferencia de que pertenece a un cartel estático. —Ava— recuerdo su nombre de las veces en que Kendrick la mencionó, así como de las pocas ocasiones en las que coincidimos. —Estaba buscando a Beverly para un conversación seria, pero puedo esperar… hay algo que le iba a preguntar a ella de todas maneras, ¿el cumpleaños de Ken fue hace poco, no?—. No pregunten por qué, me preocupo por el chico que tiene que vivir como perro para que no lo apresen mientras trato de organizar una guerra contra el ministerio, lo suficiente como para querer que su cumpleaños no pase tan de largo.

La situación en el norte ha sido una mierda con lo que pasó con los licántropos y dementores, dije que no vendría pronto, y sin embargo, aquí estoy, parado debajo del mandala en el techo pintado por Bev, que fue lo que un principio me dio la idea. Se ve como unos de esos sitios en los que me juntaba con amigos de la escuela en el distrito tres, donde abundan los galpones entre talleres mecánicos. —Ven, quiero mostrarte algo— le pido a la rubia para que me siga a uno de esos cubículos con ventanas en cada pared que dan al salón principal y sobre la mesa hay una consola de sonido que ya nadie usa. Nunca estuve a cargo de lo técnico, pero sé encender botones. Golpeteo el micrófono para probar. —El idiota ya es mayor de edad, ¿no? Podríamos celebrarlo con los otros chicos, algo pequeño, ¿ha tenido un cumpleaños con karaoke alguna vez? Podemos conseguirle unos refrescos o jugo… ¿qué prefiere? ¿limón o naranja?— le pregunto a quién creo que podría conocerlo mejor que yo, sé algo sobre sus pulgas y dilemas de adolescencia, pero no puedo decir que lo conozca más que eso.
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Ava E. Ballard
Fugitivo
Lo admito, tenía que dejar de justificar mis faltas en el año de mierda que habíamos llevado todos. Pero era más sencillo aislarme en ocasiones y refugiarme en lo conocido, que tratar de salir y convertirme en un ser humano socialmente aceptable. No que la sociedad general fuese a aceptarme, pero sí el pequeño microuniverso que se manejaba con los pocos que íbamos quedando. Y cada vez éramos menos… Tal vez es por eso que decido pasar la tarde en la fábrica en lugar de estar encerrada en las cuatro paredes de un departamento que cada vez me hace sentirme más claustrofóbicas. Ya ni siquiera puedo salir tan esporádicamente como antes, cualquier ataque podría ser sorpresivo, y tampoco tenía el mejor historial de salidas. Sí, había encontrado a Seth en una de esas ocasiones, pero eso había sido luego de casi ser asesinada por un auror.

No me espero eso sí, toparme con alguien ni bien llego. Y mucho menos espero lo que me dice después. - No te puedes dar una idea, de lo muy raro que suena el que busques a Bev para una conversación seria. - ¿Qué tanto me había perdido de la rubia? No recordaba la última vez que realmente me haya sentado a pasar tiempo con ella, y me preocupa el haberme comportado peor de lo que creía. - Sí, fue el dieciséis… No fue el mejor de sus cumpleaños. - Frunzo los labios con un gesto indeciso y trato de no juzgar a Synnove sin conocer su lado de la historia. Pero claro, ella no había visto a Ken romperse como lo había hecho, porque si lo hubiera visto probablemente no lo habría dejado. Hubiese sido el equivalente a patear a un cachorrito.

Lo sigo más motivada por la curiosidad que me genera que otra cosa, y me sorprendo cuando me muestra un aparatejo que creo reconocer. - No que yo lo recuerde… creo que todos estamos atrasados con respecto a la música actual. Como… más de una década atrasados. - Podía reconocer algún que otro tema, pero incluso en un distrito como este la música en las calles no era algo que abundara precisamente. - Pero sí puedo asegurarte que festejar la mayoría de edad con jugos o refrescos es algo patético. ¿No hay chances de contrabandear algo de alcohol? Estamos hablando del niño con el que me juntaba a tomar cerveza en las guardias cuando quería sobornarme. - Incluso aunque su visión borracha y con el corazón roto era patética, se merecía algo de diversión si es que podría festejar su cumpleaños con sus amigos. - ¿Cómo festejaste tú tu mayoría de edad?
Ava E. Ballard
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Invitado
Invitado
Pese a su gusto por las drogas— lo recalco con desaprobación, que no me olvido de haberme metido en el baño donde fumaba con Zenda y pese a sus berrinches, deshacerme de las hierbas que tenían, —escuché la columna que una vez preparó para la radio y, ¿siendo honesto? No conozco muchas personas hoy en día que hablen con el corazón en el mano y a veces son muy necesarias, cuando no entendemos cómo nos sentimos—. No me avergüenza decirlo, noto que la mayoría de nosotros avanza en un estado de confusión permanente, porque te fijas la guerra en medio de las cejas y caminas con eso ahí, que vas relegando el pensar en cosas que como la vida misma, también avanza, crece, se hace grande. Se hace tan grande que empieza a oprimir parte del pecho y es terrible cuando encima son varias cosas, te va sacando la respiración que necesitas para el día a día.

¿Sucedió algo?— le pregunto, claro que lo hago, si me dice que tuvo un mal cumpleaños me preocupo por Ken para saber qué puede ser y si esta improvisada organización le vendrá bien o solo le hará peor. Atrapo una sonrisa antes de que se me escape al saber sus elecciones musicales se parecen bastante a los de mi madre, por la gracia que me da la coincidencia en sí. —Se puede trabajar sobre eso, despreocúpate— lo digo con cierto tono de broma, humor que pierdo al sentirme ligeramente ofendido porque califique a mis buenas intenciones para esta fiesta como una expresión de patetismo. —Habrá menores…— señalo un poco por debajo de su voz, y boqueo cuando sugiere el contrabando, si hasta llevo una mano a mi pecho porque lo esté sugiriendo.

Sacando todo lo que hace ilegal a esta reunión partiendo de que los invitados son personas ilegales, se me hace mal incentivar a un par de chicos a que beban, se emborrachen y pierdan la consciencia en un galpón como este, con tantas esquinas oscuras y… hago memoria de lo que fue mi mayoría de edad, Olivia me había dejado hace poco y… —Desperté desnudo en la cama de mi mejor amigo— le cuento, con las aclaraciones pertinentes dadas a tiempo: —porque mi ropa apestaba de todo el vómito porque, ¿quién no tiene amigos que lo convencen que la mayoría de edad se festeja bebiéndote hasta los jarrones? Bien, no, hubiera preferido quedarme golpeando pelotas con un taco en una esquina a terminar saltando sobre la mesa y desafinando con amigos. Sigo sintiendo vergüenza hasta el día de hoy, sufrí chantajes por esas fotos varios meses….—. Digamos que, estoy protegiendo a Ken, ¿sí? Me preocupo de él como el joven adulto responsable en esta situación. —¿Cómo lo festejaban en el catorce? ¿Cómo fue tu celebrar tu mayoría de edad?— le pregunto, que si juntamos recuerdos vergonzosos tal vez apruebe la limonada como bebida exclusiva de la noche.
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Ava E. Ballard
Fugitivo
Sus palabras me toman por sorpresa, pero es una sorpresa de las buenas. Esas que te llenan de recuerdos cálidos y te remontan a tiempos donde todo parecía más sencillo. - Es divertido el pensar que hablas de la persona que me acusó de ser lesbiana y casta no hace mucho. Pero supongo que algo de razón tienes. Bev lleva el corazón en la mano, pero si no tiene miedo de mostrarlo y exponerlo, es porque es un corazón de hierro. - La rubia tenía más fuerza de la que muchos podían ver y que le reconocieran su capacidad de amar tan solo por escucharla, pues a decir verdad me llenaba de orgullo. - ¿Es que andas con un mal de amores? - Supongo que debía ser la semana. Aunque en serio, que busque a Bev, orgullo o no, todavía era demasiado inverosímil de pensar para mí.

- Podría comenzar a ennumerar un par de cosas. Pero creo que incluso cuando la vida te hace pasar por todo, se siente como una patada en los huevos que te dejen el día de tu cumpleaños, ¿no? - Que de nuevo, no quería juzgar a Syv sin antes hablar con ella pero… Pero era Ken, y no soportaba que nadie lastimase a ese niñato. - No me preocupa mucho ese tema. No soy tan vieja como para andar temiendo no ponerme al día. - Me resignaba a no hacerlo y estaba completamente en paz con esa situación.

- ¿De verdad por aquí respetan eso? - Consulto cuando pregunta por la minoría de edad. Que de acuerdo, Arleth no había estado muy a favor de la bebida, pero mi adolescencia se había basado en llevarle la contraria a escondidas, así que mi cultura alcohólica la había desarrollado desde bastante joven. - ¡Ves! Eso es una historia decente de mayoría de edad. La vergüenza y el chantaje son partes del ritual. Tendría que ser una especie de ley universal. En el catorce se celebraba con mucho alcohol y los sermones de los mayores al día siguiente. La verdad es que en el mío tuve tanta resaca que hasta me olvidé del sermón de mi madre. Que vaya y sea de paso, el mío debe haber sido la última celebración de mayoría de edad. No éramos muchos en el distrito y siempre fui muy chica para una generación y muy grande para la otra. Eso no impedía que me metiera en los cumpleaños de los demás. - Eowyn, la madre de Bev, fue la primera en alcoholizarme en su cumpleaños. Tenía… ¿doce? No recuerdo con exactitud. Pero no importa, el punto es que no puedes quitarle la mitad de la gracia a la celebración. Ellos mismos se encargaran de contrabandear, aún más si quieres prohibirlo.
Ava E. Ballard
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Invitado
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Estamos hablando de la persona que no sé si querrá recibirme por aguafiestas, yo la admiro, creo que ella me detesta— lo digo con un falso tono herido, la sonrisa en la boca me delata. Podré soportar que me tire una o dos cosas cuando me vea, luego no creo que ponga reparos en escuchar mi triste historia sentimental, esa de la que en otro momento hubiera ido a contarle a pies juntillas a Phoebe, pero… ¿qué clase de amigo sería si le llevo dramas cuando tiene la panza redondeándose por un bebé en camino que a ella misma podría mostrarle que no todo en la vida es drama? Bev es, quizás, una opción desesperada, como cuando vas a una adivina trucha para que te diga lo que ya sabes, de hecho fue como conocí a Phoebe. Después descubrí que su verdadero don era escuchar a otros y ayudarlos a aclarar sus pensamientos. Echo un vistazo a la rubia que tengo cerca para comprobar si la puedo tomar tipo “extraño de un bar” para confesiones de las que luego no hace falta volver a hablar en la vida.

Mis problemas no parecen tan terribles si los comparo con que te deje tu novia el día de tu cumpleaños, cuando ambos son la postal cursi de los primeros novios. Recuerdo que el día en que Olivia me dijo que íbamos a romper, me arrastré pidiéndole que no me dejara, uno hace esas cosas la primera vez, entonces tal cosa como el orgullo es una palabra que no existe en el diccionario. —¿Cuánto duraron? ¿Dos semanas? Con la cara que ponía Ken nada más ver a Synnove debe estar pasándola fatal. Las cosas, cuando pasan tan rápido, se suelen sentir tan intensas— meneo la cabeza, —y la primera vez que te enamoras piensas que nunca en la vida volverás a sentirte así, es fatal, una mierda— abro mis ojos porque solo recordar cómo era, me asusto de lo mal que me tomaba todo, sé que tengo una vena dramática fuerte y a esa edad hasta escribía cartas. Qué vergüenza, debería quemarlas antes de que las encuentre Charlie. —Con más razón, habrá que festejar su cumpleaños. Si se queda llorando en el pozo no saldrá nunca.

Hay momentos en los que tengo que recordarme a mí mismo la edad que tengo y no actuar como el viejo de setenta que me obligué a ser para ver si en casa alguien podía hacer de adulto responsable, a falta de talento por parte de mis padres. Algo me dice que a ellos les hubiera gustado ir de vez en cuando a pasear al distrito catorce, si no hubiera sido invisible claro. Mi cara cuando me relata cómo eran los ritos de iniciación en la madurez muestra lo impactado que me siento, si solo falta que me lleve la mano al pecho –otra vez- y diga algo así como «por favor» para reafirmar mi fama de tía viejona aguafiestas. Pongo mis palmas en alto, rindiéndome. —Tienes razón, no voy a decirle al chico que vive en el Capitolio como perro cuando su cara está en todas las calles, si debe tomar jugo o cerveza con sus amigos. De todas formas hará lo que quiera…— de todos modos voy a echar un vistazo antes de que todo comience, que no me fio de que borrachos y drogados dentro de esta fábrica, no se les ocurra al montón salir a robar un banco por ahí cuando de por sí, la mayoría ya son buscados por aurores. ¡Y ni siquiera tienen edad para beber! Pero ya los buscan los aurores. —La razón por la que busco a Bev…— cambio de tema al tomar un tacho cercano como butaca y así poder sentarme, —es porque me siento dividido en más de dos partes, en varias. No dejo de ser la misma persona, nunca. ¿Entiendes? Sigo siendo yo, todo el tiempo. Pero me divido en partes, doy una parte a cada persona, coloco sentimientos en medio… y es solo una parte. Sabes que trabajo en el ministerio, ¿no? Es más complejo que estar jugando a dos puntas, llega un momento en que te sientes dentro de una maraña de relaciones. Porque no miento, ¿sabes? Porque no disfruto ni hago de mi trabajo engañar a otros, solo trato desde mi lugar colaborar con lo que puedo… y no sé cómo ordenar todos esos sentimientos, por eso buscaba a Bev.
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Ava E. Ballard
Fugitivo
- ¿Beverly? Bev no podría detestar a nadie jamás. No al menos a alguien que esté de nuestro lado. - Como mucho trataría de llevarlo por el mal camino con alguna de sus fechorías. Ya sea alcohol o drogas, probablemente David no terminaría del todo bien. Pero era grande, podría soportarlo sin inconveniente alguno. Aunque tal vez fuera conveniente el recomendarle que no acepte ninguna bebida o comida que ella quisiera darle, ¿no?... Bah, que aprenda por las malas. Siempre es mejor experimentar algo, que te lo anden diciendo. UNo solía olvidarse de esas cosas, o simplemente ignorarlas.

Uhmmm, ¿habían sido dos semanas? - No, creo que fue más tiempo. Más de un mes seguro. - Era muy mala para esto de las fechas, pero habían pasado muchas cosas en el medio como para saber que dos semanas era muy poco tiempo. ¿Había sido hace dos semanas que habíamos interrumpido su picnic improvisado? No, creo que incluso había pasado más tiempo desde aquel entonces. Ya con lo de enamorarse prefiero no opinar al respecto, y simplemente le doy la razón con un asentimiento de cabeza. - No creo que Ken pase demasiado tiempo en un pozo. Es Ken. - ¿No era razón suficiente?

Se me escapa una risa cuando admite la derrota con un argumento tan válido que ni él mismo puede decir que no, así que acabo por acercarme a palmearle el hombro con una mano en un gesto que trata de ser de confianza y resignación. Luego cambia de tema, y cuando se descarga me deja pensativa. No esperaba que fuera a confiarme algo como eso siendo que nuestra relación era prácticamente nula, pero puedo entender la necesidad de desahogo que podía tener. Más cuando tiene una carga como esa sobre sus hombros. - No me considero una experta en esto de los consejos de vida, pero… ¿no es así como funcionan las cosas? Uno tiene muchas facetas que puede elegir mostrar o guardar, muchas ni siquiera nosotros mismos podemos verlas, y eso no significa que estemos siendo falsos con nadie. David, lo que haces es tremendamente grande, pero no está mal que te muestres como eres con todas las personas, ni que tengas que ocultar algunas para evitarte a tí mismo un destino que no mereces. Creo que la gracia de nuestra pelea radica en eso, en aceptar que no todos tenemos las mismas opiniones, pero saber que se puede convivir en paz de todas maneras; el poder ayudar a todos, para tratar de reducir la pelea lo más que se pueda. - ¿Era eso lo que quería escuchar? No podía saber qué es lo que necesitaba, pero al menos esa era mi manera de pensar. - No sé qué es lo que quieres ordenar. Uno no puede poner cajas en el cerebro, o en el corazón, y encasillar dentro a todas las personas. Cuando te des cuenta solo tendrás cajas dentro de cajas, y todo será un desorden mucho mayor porque querrás ponerle etiquetas a todas. ¿Y sabes cómo terminará eso? Acabarás por cerrar las cajas para tratar de organizarte, pero al hacer eso serás tú el que acabe encerrado, sin dejar que nadie entre.
Ava E. Ballard
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Invitado
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Todos tenemos distintas opiniones y una misma persona puede tener más de una opinión sobre una cosa, de todo lo que has dicho puedo darte la razón en eso y aportar un poco de lo mío como experiencia— contesto, escondo mis manos en el hueco entre mis rodillas. —Si estoy haciendo algo grande, no lo sé. Yo no estoy peleando. Si oculto cosas para salvarme de ciertos riesgos que tal vez merezco, no lo sé. Sucederá si tiene que ser, tengo mi mente puesta en que si ocurre, lo aceptaré. Pero eso no quiere decir que…— la miro fijamente, escuché un par de cosas sobre ella, también sobre otras de las personas del catorce, cuesta creer que tienen unos pocos años más que yo y que ella en particular, no esté muy lejos de mi edad. —No quiere decir que no siga teniendo un criterio propio sobre lo que hago y lo que no. Comparto mucho de las cosas que ustedes sostienen, son mis pensamientos también, pero…— hay algo que dijo sobre Bev que me saca una sonrisa amarga, dijo algo sobre estar de su lado. —Tengo familia, la poca familia que tengo, también amigos que aprecio honestamente… del otro lado— muevo mi mano en el aire para señalar a algo que esta fuera de estas paredes de ladrillas, esta fábrica, este distrito.

Me paro para guardar las manos en mis bolsillos y dar una vuelta alrededor de ella que me sirva para ir dando un orden a mis pensamientos, deseo que me hace volver sobre dice de las cajas, tan acomodadas de manera que el contenido de una nunca se mezcla con otras, aunque trate no es algo que vaya a ocurrir. No es como si pueda ignorar que la amiga con la que vivo no alzaría su varita contra cualquiera de ellos, tampoco que el departamento al que pertenezco en el ministerio sería el que condene a muerte sin juicio a cualquiera de ellos, ella incluida. Muerte en el mejor de los casos. Entonces seguiré haciendo eso que es mi trabajo, quedarme detrás del escritorio retirando papeles en secreto para traerlos a esta misma fábrica. —Eso que dices… podría ser exactamente lo que tengo que hacer, ¿no? ¿No crees que haría mejor mi trabajo si me encerrara a mí mismo en una caja? Si no pensara en las consecuencias que mis actos podrían traer por un lado a mi familia, por el otro a… mis amigos rebeldes— ruedo los ojos. —El hecho de ser espía se trata de eso, ¿no? De conocer a un montón de gente, tratar con todos, de un lado, del otro. Pero al final del día sería mejor que me encontrara solo… que nada de lo que hiciera tuviera más trascendencia que para mis propias creencias, a veces lo hago, ¿sabes? Busco estar solo, busco que todo esté en silencio para escucharme a mí mismo y en ocasiones no escucho nada— detengo mi andar nervioso. —No tendrías que estar oyendo nada de esto, Ava— digo, mi mirada es de disculpa hacia ella. —Nada cambiará tampoco, es lo que me digo luego de mucho pensarlo. Mañana seguiré haciendo lo mismo que hoy, solo espero…— froto mi mandíbula, —ya no pensarlo tanto, que ciertas cosas dejen de importarme— interrumpo ahí mis palabras, porque seguir hablando sería darle importancia a lo que espero que vaya perdiéndolo de a poco.
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Ava E. Ballard
Fugitivo
- El solo hecho de poner un pie en esta fábrica, de haberlo puesto hace tiempo te hace un peleador. No lo puedes ver, porque estás convencido de que lo único que haces es esconderte, pero el querer cuidar a los tuyos y a la vez pelear por tus creencias no son ideas que se repelan entre sí. - Debía ser complicado estar en sus zapatos, el tener que afrontar cada día una mentira diferente, o tal vez solo una mentira que no dejaba de repetirse. Pero eso mismo es lo que hacía que sus acciones fuesen grandes y valientes. Porque trataba con fuerzas de poder ser fiel a sí mismo, y a aquellos a los que quiere. Podía respetar eso en una persona, por más confundida o en conflicto que pudiese estar.

Por momentos no sé si estoy viendo a un león enjaulado, o a un perro que ha descubierto su cola como un apéndice que nunca supo que estaba ahí. No puedo leer su mente, pero tampoco puedo descifrar sus pensamientos en la lectura que obtengo de su cuerpo. Su postura nerviosa no me dice nada, y nuevamente me encuentro pensando qué tanto he dejado de ser fiel a mí misma al no haberme permitido conocer a todas estas personas. No sé qué hacer en el mientras, porque si de otra persona se tratase no habría dudado en acercarme a rodear sus hombros con un brazo que buscase ser reconfortante. No, eso no es lo que digo que tienes que hacer. De hecho fue todo lo opuesto. - ¿Cömo había tomado el sentido completamente opuesto a su favor? -Me costó muchísimo entenderlo, y aunque a veces sea más sencillo, estar solo no es la solución a nada. Al final acabas siendo infeliz por mano propia y no entenderás qué tanto necesitas del resto hasta que ya sea muy tarde. - Y no sé muy bien en qué pienso cuando lo digo, pero las palabras salen de adentro con todo el sentimiento que puede acompañarlas. No hay peor tortura que la soledad, sobre todo cuando todo por lo que peleas está en desear que el otro sea feliz. Los muchos otros que formaban parte de mi vida. - Yo que tú me preocuparía si es que las cosas dejan de importante. - Porque cuando eso pasaba, uno podía tocar un fondo del que jamás podría salir, no al estar solo y aislado como parece querer.
Ava E. Ballard
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Sé que no es lo que dices— suspiro, no estoy malinterpretando sus palabras, lo que estoy haciendo es tomar eso que ella dice que no debería ser para verlo, quizás siendo la peor manera, la más adecuada para sobrellevar todo esto. ¿Quién ha dicho que las cosas deben hacerse de la manera correcta para que salgan bien? Si alguien sabe de caminos torcidos soy yo, de tomar la izquierda para ir por la derecha, no hablo de los caminos que a todos ellos por las circunstancias se les obligó tomar, esos no. Sino la elección de un rumbo que todo lo que conoces te dice que es el equivocado porque estás seguro, debido a una fe inexplicable, de que es el único sendero que te lleva hacia lo que realmente quieres, y nada tiene que ver con un deseo personal, sino con algo más grande que es lo que quieres ver cada día al abrir la puerta de tu casa.

Porque eso es lo que quiero hacer algún día, quiero abrir la puerta de mi casa y encontrarme con una realidad distinta a esta. ¿Y a quién engaño? No me veo más que caminando por fango el resto de mi vida con una cámara a cuestas en el mejor de los casos, porque es lo que elegí. Me veo solo, andando por un camino así, y lo reafirmo al hacer frente a las palabras que, como una advertencia, llegan tarde. —No quiero hacer daño a nadie, Ava— digo quedamente, mi mirada es de disculpa hacia ella aunque creo que por el hecho de que no nos conocemos, de que esta tal vez sea una primera y última charla entre nosotros, no estará entre las personas que puedan sentirse lastimadas por mis actos. —Y cuando tratas de estar para muchas personas, terminas no estando para nadie. Cuando tratas de decir a cada persona lo que quiere escuchar, empiezas a mentir y te mientes a ti mismo convenciéndote de que haces las cosas bien. Estar con muchas personas, al final de todo, te hace cada vez más consciente de lo solo que estás…— me callo, la miro porque no tendría que estar escuchando nada de esto y agradezco no haberme cruzado con Beverly, hubiera lamentado poner esto en oídos de la chica.

Creo que ya tenía la respuesta a mi dilema antes de hablar contigo, solo la estoy poniendo en voz alta… pero, olvídalo, en verdad, olvídalo… es lo que yo trataré de hacer, ¿de acuerdo? Hagamos eso— espabilo, sacudo mis hombros para quitarme todo el pesimismo de encima, camino de vuelta hacia la consola que tenía mi atención hace unos minutos. —Pensemos en el cumpleaños de Ken y en conseguir que funcione el equipo de karaoke, estos no son pensamientos que van a llevarme a ningún lado, así que despreocúpate— trato de retirar todo lo que dije para que no me vea como el punto flaco en todo esto, no lo soy. Sé lo que tengo que hacer. —No me encerraré en ninguna caja, te lo prometo— y lo hago, de verdad.
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