The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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I can hold the weight of worlds if that's what you need · Sigrid
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Recuerdo del primer mensaje :

Sigrid, ¿es posible…?— pregunto desde el otro lado de la puerta, termino la oración cuando doy un primer paso dentro de la cocina. —¿Qué dos idiotas hayan venido a tu casa a decirte que hay un loco acechando a mis sobrinos?— el tono de alarma en mi voz es tan alto que bien podría hacer que el auror que me acompañó hasta aquí y quedó en la acera, entre para ver si es que acaso el mismísimo loco no está aquí con un cuchillo carnicero. Según la información que pude leer del expediente que armaron, ese hombre ni siquiera es mago, así que tendría que hacer uso de los recursos a mano para asustar a mi hermana. —Ni siquiera son aurores, uno es un científico que, oh, casualidad, renunció hace unos días… y el otro es un cazador de sospechosas excursiones por los distritos más apartados del norte… ambos autores de una carpeta sobre este acechador que me dice poco o nada de quien, al parecer…— sigo hablando al moverme por todo el espacio de la cocina, cuando llego a la mesada recargo mi cadera contra el borde y me cruzo de brazos. —No es otra persona que el vago de tu ex esposo.

No lo digo con la intención de volver sobre culpas, bastante tuvo que escuchar en los años que duró ese matrimonio que le trajo más penas que glorias. Es una total, absoluta resignación, a que la sangre de ese hombre se ha mezclado con la nuestra en dos niños que, afortunadamente, son Helmuth desde los pies hasta la coronilla. — Han sido mis primeros días reincorporándome a la base y me enteré de esto, tenía que venir a preguntártelo. ¿Los chicos están bien? ¿Esas amenazas son reales?—. Si mis hijos se quejan de lo sobreprotectora que puedo llegar a ser, mis hermanos lo han venido sufriendo desde que éramos unos niños. Sigrid, en especial, que siempre ha tenido esa inclinación hacía… personas que no le convienen. —¿O de la única que tengo que preocuparme es de Anne Ruehl que se le ha dado por recuperar tu amistad?— bufo, esta vez sí sueno recriminadora. Me escuece por debajo de la piel como una picazón molesta que mi hermana retome esa relación con quien siempre ha sabido que no es de mi agrado, si de adolescente fueron celos por el interés que mostraba hacía la muchacha que me desagradable, a esta edad es una sincera preocupación por lo que esa mujer puede estar buscando al acercarse al negocio de la familia.
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Invitado
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Ser la mayor también tiene su lado malo, como las canas y la menopausia, mi cara se arruga al hacer un mohín de enfado con la boca y mis cejas son dos líneas severas que se arquean para colocar a mi hermana en su sitio.  —Siggy, tu falta de respeto hacia los mayores te acompañará hasta el cementerio, ¿verdad? Ya puedo leer tu lápida mofándose de los fantasmas—. Hay defectos de carácter que nunca se curan, este es el que creo que perseguirá a la menor de las Helmuth, ¡vaya a saberse si no es maldición de las menores y por eso Kitty me ha salido tan ocurrente con sus respuestas! ¡Tiene que verse, por favor! Lo que diría nuestra madre de escucharla, ¡lo que diría nuestra madre! Y si acudo a ella en pensamiento, es porque yo misma con toda mi bien sostenida autoridad, no logro encauzar el juicio descarriado de mi hermana. Resoplo, tan fuerte, que se me va todo el aire del pecho, ¡si a la que no entiendo es a ella! Que es ella la se inmiscuye en las cuitas sexuales de esta familia y ¿qué falta ahora? ¡Pues que se vuelva la gurú de la familia en estos temas para los sobrinos! ¡Y con mi hijo como asistente! Demasiada cafeína para mis nervios, necesito tilo, ¡sopa de tilo! —Pensaba más bien en los almuerzos como una manera de mantener la unión en la familia, perdona que no lo vi como un modo de tomarle el pelo a uno de los chicos. ¿Me recuerdas cuántos años tienes? ¡Que no te puedes meter con tus sobrinos, mujer!— chasqueo la lengua resignada a que los adultos de esta familia tendremos que ser Nicholas, Alexa y yo.

¡Ah, no! ¡Que ahora quiere ponerse a dictar cursos de madre moderna! ¡No! ¡No! ¡No! No dejaré que me lleve a comprarme calzas de animal print y botas rojas, ¡hay un límite para todo! La decencia por delante de todas las cosas y las chaquetas chanel. —Sigrid, ¡¿te oyes lo que dices?! No me he desvivido criando a mis hijas para que vayan a liarse con un don nadie vaya a saberse donde— se me atora la voz en el fondo de mi garganta, debe ser la hipocresía estrangulándome, esa que coloca también recuerdos en mi mente que para ignorar debo cerrar con fuerza los ojos, si tengo suerte mi hermana creará que lo hago por la impresión que me causa imaginar a mis hijas… en una situación de desgracia tan similar a la de su madre, por todos los cielos, Ingrid Cath Helmuth, ¿cómo pudiste hacer tal cosa? Cubro mis párpados con una mano los segundos que necesito para recuperarme. —Siggy, Kitty tiene un largo camino por delante si trata de superarte en esto de causarme una apoplejía. Tendría que haberlo sabido, que fue conmigo con la primera que te tiraste de cabeza de la cuna para darme un susto de muerte, ¿es este tu sentido en la vida?— se lo pregunto con tal aflicción que espero provocarle lástima. —¿Matarme, Siggy? ¿Eso es lo que quieres?— es momento de cambiar de estrategia, invocar a su piedad sobre mis nervios. —¡¿Y qué hay de mi fama?!— pregunto, entre herida e indignada, es difícil encontrar el calibre preciso. —¿La fama de preocuparme por ustedes y no querer otra cosa que las cosas se les den bien? Y tal vez no sea la madre de Oliver, pero como su tía me aseguraré de que ninguna muchacha se aproveche de él, que es el hijo de un ministro, ¿¿y si se está acercando por interés??—  luego discutiremos los detalles del video sobre quien se aprovechaba de quién.
Anonymous
Sigrid M. Helmuth
Hacia los mayores, por favor, Ingrid… ¿que te piensas que tenemos catorce años de nuevo? Tienes que tomarte la vida con un poco más de humor, que sino, a la próxima vez que me visites te habrán salido canas y vendrás desesperada en búsqueda de una crema antiarrugas. — y como si en serio tuviera menos de quince años, uso mi dedo para picarle el lugar entre sus cejas, ahí donde ha aparecido una arruga por la manera en que tiene de fruncir la frente. Si no echo en demasiada falta a mi madre es porque tengo a mi hermana mayor para recordarme cada día como era el tener que vivir bajo su techo, tan estirada que parece que le han colocado un palo en la columna de lo tensa que tiene su figura. — ¿Cuándo fue la última vez que fuiste a un spa? — bromeo, con una sonrisa picarona que la reta a decirme que se pasa sus aniversarios de boda disfrutándolos en un jacuzzi para que después un moreno le masajee la espalda. De seguro terminaría escandalizada porque alguien más que su marido se ha atrevido a tocarla, o… ¿mi hermana no es tan anticuada? Hago un gesto con cierto desdén con mi mano, en un ruedo de ojos que me lleva a resoplar con cierta gracia. — La unión familiar está dada por descontado, ¿o es que te crees que he soportado tantas comidas para que todavía se ponga en duda nuestra relación personal? Nada que ver, nada que ver, ¡aquí se viene a avergonzar a los sobrinos! — ¿que voy a tener que sentarme con los niños este domingo para tener un poco de diversión o qué? ¡Me da igual que mi hermana me trate de inmadura! Ya tendré tiempo de madurar cuando me muera.

Me río por su reacción, si no la conociera diría de ofrecerle una tila, pero estoy disfrutando demasiado con sus expresiones como para desear perderme los detalles. — ¡Y mira cómo le fue a Lexa con eso! Mejor un pobre feliz que un rico amargado, ¿no crees? — no lo digo con intención de ofender, ni mucho menos, a pesar de que sí me pica un poco el no haber podido asistir a la boda de mi sobrina. El chaval era tan lo que mi hermana hubiera escogido para sus hijas que hasta a ella le sorprendió que los acontecimientos terminaran como terminaron, y aquí, la única que sale perjudicada es la pobre de Lex. — ¿Cómo se puede ser tan dramática, hermana? Solo tú tratarías el intento de un bebé de salir de su cuna como un arrebato suicida. — que ahora que lo pienso, ese es el mejor razonamiento al que pude haber llegado siendo una bola llorona, ya estaba intentando librarme de los años de tortura que me esperaban con mis dos hermanos, don estirado y doña perfecta. ¡Vaya cruz! — Mujer, interesada interesada estaba, pero no creo que la muchacha haya puesto ojos en el dinero, si sabes a lo que me estoy refiriendo… — definitivamente mis insinuaciones no son una buena forma de negar el que quiera causarle una dolencia mayor a mi hermana, ¿pero qué se esperaba? — Pues yo me alegro por Oliver, por fin uno que parece tener un poco de sangre en las venas, ¿me entiendes? — ya que de Luka no puedo decir nada en presencia de su madre, ¡qué bien nos lo vamos a pasar este domingo en la comida!
Sigrid M. Helmuth
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El suspiro que sale de mis labios es de fastidio por el modo en que mi hermana tiene de meterse conmigo, froto allí donde su dedo ha reconocido una arruga, y tengo que admitirlo, siento como si hace años no hubiera puesto un pie en un spa. Y me odio a mí misma por saber bien, que si invitaría a alguien sería a Sigrid, ¿no sé ve que soy la única que se busca amargarse a sí misma mientras trata de relajarse? Lex sería una compañera mucho más idónea, sin embargo puedo verme llamando a la rubia que tengo en frente si acaso consigo turnos en la semana. —Lo que haré será preguntarle a Nicholas si puedo usar sus beneficios de clases de yoga en la isla ministerial, me dijeron que su instructor es el mejor de Neopanem, ¿no te gustaría acompañarme?—. ¿Ven? ¿VEN? Si es que soy quien busca mi muerte temprana a cargo de Siggy, ¿y en verdad espero que mi hermana sepa comportarse en una hora de meditación? Seguro que estresa hasta el instructor y le bloquea todos los chakras. —¡Ay, Sigrid! ¡Ay! ¡Te mandaremos a sentar a la mesa de los niños, ya verás!— le advierto, como una amenaza que se repite cada domingo y nunca cumplimos. —¡Y haremos que Jenna se siente en tu lugar!— temo que sí eso pasará algún día, que su hija está madurando a pasos agigantados en comparación a ella, tal vez precisamente por eso, en esta casa debe haber al menos una persona con suficiente buen juicio como para que el techo no se caiga.

No seas tan dura con el pobre de Percy, fue un error, un error lo cometen todos los jóvenes, no vamos a darle una condena de por vida a causa de eso, ¿o sí?— me siento incómoda al tener que defender a mi yerno, sí, sigo siendo considerado como mi yerno aunque mi marido me haga caras cuando lo menciono y su opinión sea totalmente opuesta a la mía, ninguno de los dos quiere ahondar demasiado en la razón de nuestras posturas y no hace falta, solo espero que Percy tome una aprendizaje de su error y no lo vuelva a cometer, nunca más. Un error es humano, dos errores es falta de decoro y no quiero que luego haya rumores vinculados a la familia Helmuth por culpa de un muchacho que no sabe cerrarse la cremallera. —¿Yo soy dramática? ¿Disculpa?— pregunto con una nota aguda, ¿¿¿perdón??? —¡Eras una bebe rebelde, respondona con tu llanterío y suicida de cuna!— que se salió de la cuna para, años más tarde, termina casándose con un… ¡profesor de historia! ¡un profesor! ¡sin magia! Basta compararlo con Eloise LeBlanc que es la pareja de Nick, ella llegó a ser ministra de Educación, ese muchacho no había manera que pudiera ir lejos en la vida, más allá de la acera de su casa. Y con ese se vino a casar… —¡Sigrid! ¡Por todos los cielos! ¡No me interesa donde esa muchacha tenía los ojos o las manos puestas! ¡Que estamos hablando de Oliver! ¡Le hemos cambiado los pañales!— grito, ¡no puedo aceptar que hayan crecido tanto para que ciertas muchachas vengan a aprovecharse de nuestros hijos! —Todo bien con que tenga sangre en las venas, pero no estaría mal que tenga un poco más de decencia. Tendré que decirle a Luka que hable con él, ay, por favor… necesita urgentemente una influencia positiva en su vida, alguien que le muestre que no todo es muchachas y sexo, por favor, por favor, ojalá que una charla con Luka le sirva para centrarse…— suspiro, —lo de la charla con todos los chicos lo veremos luego, no tomemos medidas precipitadas, tal vez sea algo que hablando se pueda arreglar. Y mientras tanto yo— coloco una mano sobre mi pecho, — investigaré sobre esta tal Davies— listo, tengo una misión.
Anonymous
Sigrid M. Helmuth
La miro como si hubiera propuesto el peor plan de todos, porque para ser sincera, lo es. — ¿Qué clase de ancianas te crees que somos como para andar tomando yoga…? — y si hubiera dicho pilates acuático, creo que estaría por cambiarme el apellido. — De ninguna manera, yoga es para las menopausicas, te lo digo en serio, Inggy, te estás convirtiendo de a poco en una señorona. — digo en un intento de que mi ofensa haga su efecto sobre mi hermana, que no puedo tenerla acudiendo a clases de meditación como si tuviera sesenta años. Aunque algo me dice que no son solo las paisanas las que hacen ese tipo de ejercicios y que bien podría la ministra LeBlanc acudir a sesiones semanales. — Esas jerarquías nunca me han gustado, ¿sabías? Es opresión por la fuerza mayor y la he sufrido toda mi vida, me sentaré con los niños, seguro tienen historias más interesantes que contar que vosotros dos. — no le saco la lengua porque tengo una edad que aparentar, por mucho que me gustaría poder hacer lo mismo que haría una Sigrid de doce años en un intento de enfrentarse a sus hermanos mayores.

¡Pues claro que lo haremos! ¡A la hoguera con él! — ya, eso tampoco me hizo parecer especialmente madura, voy a rectificarme. — Quien pone cuernos una vez, los pondrá una segunda, ¿es que no aprendiste eso de la secundaria? — ah, no, que mi hermana no se puso seria con las relaciones hasta que no encontró su parejita ideal, pobre Kostya. — Claro, nací exclusivamente para ponerte a ti y a nuestro hermano de cabeza. — aunque mi comentario se tiñe de broma, no dista mucho de la realidad si tengo en cuenta todas las travesuras y decisiones estúpidas que tomé cuando era adolescente, las cuales en el momento me parecían lo más emocionante del universo. No vamos a engañar a nadie tampoco, cada vez que pienso en aquellas anécdotas, me siguen pareciendo geniales. A mis hermanos no tanto. — ¡Yo solo estoy diciendo que dejes a la pobre criaturita en paz! — defiendo a nuestro sobrino, de manos no tan inocentes si nos vamos al caso. — Claro, ¿Luka puede darle una charla sobre decencia, pero no puede participar de la charla sexual? — sigo diciendo que tiene toda la menos lógica del mundo, pero como casi todo lo que sale de boca de mi hermana. — Mientras intentes no ser tan evidente con tus intenciones… — estoy pidiendo demasiado, se trata de Ingrid, probablemente acuda hasta el registro civil para descubrir sobre la muchacha. No sé quién de los dos me da más pena, si Oliver o ella.
Sigrid M. Helmuth
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¿Y tú crees que te mantendrás en la edad mental de los veinte toda la vida?— le pregunto a mi hermana con una ceja rubia arqueada que la juzga, a ella que está llamándome menopáusica en toda mi cara, como su insulto más creativo a esta edad, se renueva cada temporada para saber cómo ser la hermana menor que nos saca de quicio. —Se te empiezan a caer las nalgas, así que yo diría que empieces a asumir que también vas camino a ser una señorona— apunto, yo también sé dónde dar para que duela, que recuerdo cuando comenzaba la adolescencia y me robaba mis jeans para probárselos. Chasqueo la lengua cuando critica a las jerarquías de autoridad, de la que sería parte si asumiera que es madre de una adolescente y un niño que está llegando a esa etapa también, ¡no! ¡claro! Se excluye a sí misma para ir a sentarse con los menores, espero que Kitty se encargue de enseñarle un par de modales entonces, ¡ay, no! Que si se juntan en una misma mesa seguramente terminan proyectando el vivo de Oliver en un mantel blanco colgado en la pared. —Siggy, para ya. Tu lugar es en la punta conmigo y con Nicholas, no puedes cambiar de sitio, ¿a quién le echaremos el sermón de domingo si vas a la otra punta? — inquiero, que con mi hermano también tenemos que encontrar entrenamiento las casi dos horas que duran esas reuniones en las que nadie está autorizado para ponerse de pie hasta que el último termine.

¡Nada de hogueras!— el grito que sale de mi garganta pretende espantar al mismo diablo, ¿¿de dónde le ha salido esa idea?? —Estamos tratando de ser una sociedad civilizada de magos y brujas, como para que vengas a encarnar a nuestra tatarabuela y te tires sola a la pila de fuego, ¡faltaba más! ¡Respeto por la memoria de la familia, Sigrid!— mi escándalo a causa de su comentario imprudente se deja escuchar en mi tono agudo, si es que ese golpe al caer de la cuna siendo bebé nunca en la vida le ha dejado dar dos vueltas el mismo pensamiento, no, tiene que escupirlo fuera nada más se le ocurre. Tengo mi mano sobre el pecho como respuesta indignada, y la subo con disimulo hacia mi garganta cuando siento que su comentario ahorca. —Eso no es cierto, ¿de dónde lo sacaste? Hay personas que pueden cometer un error una vez, ya sabes, se dejan llevar por…— retiro mi mirada hacia un punto vacío sobre su hombro, —el momento, la emoción, un hombre más joven, no todos los matrimonios se entienden al principio, a veces pasan cosas… la madurez y el amor llegan con el tiempo— concluyo con fuerza, retomando el hilo y mis ojos puestos sobre su rostro otra vez, ese que desde que vimos con arrugas al nacer y envuelto en una mantita rosa, nos ha puesto a todos a saltar por la casa al compás de sus lloriqueos. —Dije que podría darle un par de buenos consejos a su primo que al parecer los necesita, lo de esa charla está por verse. No me fio de qué quieras enseñar a los chicos con, no sé, la ayuda de Luka… no, no, me fío de lo que pasa por tu cabeza— es capaz de traerles una peli porno para ilustrar con ejemplos sus explicaciones, ¡es capaz! Esto de querer ser la tía que se entiende con los sobrinos, ¿no sabe que para la autoridad hace falta cierta distancia? Distancia que no se aplica a revisarles sus redes sociales y hacer preguntas en el ministerio sobre posibles novias. —Por favor, Siggy, soy la reina de la discreción.
Anonymous
Sigrid M. Helmuth
¡AH! ¡Pero cómo te atreves! ¡Qué osadía, hermana, quÉ OSADÍA! — mira que decir que se me está cayendo el culo, la miro con mi mejor cara de haber tocado fondo con ese comentario, que no sé otra cosa que contraatacar con el mejor arsenal que tengo: el de una chavala de quince años haciéndole burla a su hermana mayor. — ¿Y tú? ¿Te has fijado en tus tetas? ¡Se te vienen hasta aquí, hasta aquí dije! — con mis dos manos tensas como palos me señalo la parte baja de mi abdomen, para hacer una exposición de hasta donde se le caen por estar convirtiéndose poco a poco en una abuela. Clases de yoga… ¡ni con cien horas semanales conseguiría que regresasen a su lugar! Así, tan firme que me planto, no parece conversación que estuvieran teniendo dos mujeres adultas con hijos ya en la adolescencia y pasada la misma, si es que mi hermana es digna de pertenecer a un show de televisión, solo con ella conseguiría la máxima audiencia sin siquiera intentarlo, con lo exagerada que es. — Claro, claro, ahora te das cuenta de tu error, cuando la amenaza de terminar tirándote de los pelos con Nicholas está más presente, que siempre es más divertido echarle la culpa al menor, ¿decías que yo tenía cuántos años…? — ataco con su misma estrategia, alzando las cejas a modo de poner en evidencia mi punto.

Ay, perdón, ¿es que tienes que tomártelo todo literal? Que era una broma, Inggy. — no es como si en serio fuera a prenderle fuego al ex prometido de Lex así como así, pero que me venga con la historia familiar es otro cuento con el que tendría que haber contado antes de abrir la boca. Y es que ese viene siendo uno de los problemas con los que lidio desde mi juventud, en que suelto lo primero que se me viene a la mente sin pensármelo dos veces. — ¿Desde cuando esta comprensión por el hombre que ha destrozado el corazón de tu hija? De todas las personas, de verdad, Inggy, pensé que serías la primera en tacharlo de todas las fotografías familiares. — porque bueno, ese hombre llevaba tanto tiempo con Lexa que no es de extrañar que se colara en alguna que otra foto de nuestras comidas familiares. Y a mí que me caía medianamente bien… — Puede que la madurez y el amor llegue con el tiempo, pero el respeto por alguien debería estar presente desde el principio de la relación, ¿u opinas diferente? — la observo a la espera de una respuesta de su parte. En serio, me está gustando esta versión de mi hermana donde no todo lo que opina me sale por un oído y me entra por el otro, hasta diría que es interesante esta nueva visión suya sobre las relaciones. — Mujer, ¿pero qué imagen tienes de mí? A mí me vale con la ilustración de un plátano y un condón, no necesito de medios gráficos para ser clara en mis explicaciones, por favor, si pido de la ayuda de Luka es porque seguro está más actualizado que yo en esto de… los métodos anticonceptivos. — finalizo, riéndome después por esa imagen ilusa que tiene de sí misma. — Eso díselo a tus pobres hijos cuando no estés consultándoles el Wizzardface.
Sigrid M. Helmuth
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¡La envidiaaaa habla a través de tu boca! ¡Ya quisieras llegar a mi edad con todo bien puesto en su lugar!— peleo con mi hermana, hagamos a un lado el que no es mucha la diferencia de años que nos llevamos y que también el hospital me ha demacrado un poco, cuando me pongo en estas de meterme con Siggy como lo hacía cuando solía jugar con mis sostenes cuando ella todavía era una tabla rasa me olvido de todo lo demás y camino por su cocina con mi mano moviéndose en el aire para despachar sus insultos infantiles. Si por las dudas, camino bien recta, sacando pecho para que los hechos hablen por si solos, no hace falta que los presente. ¿Qué edades tenemos? Buen punto, mi hermana tiene este increíble talento de que rebajarme a sus cinco años. Si pudiera oírnos nuestra madre, juro que hay veces en que puedo sentirla tironeándonos de la oreja cuando suben demasiado alto nuestras voces, y en especial, cuando abrumamos a Nicholas con quejas tontas de la otra… —Sigues teniendo cinco años y yo sigo siendo la mayor, así que… shh— lo doy por concluido como cuando éramos niños y si quiere dar pataletas que vaya a casa de Nick.  

Con las hogueras no se hacen chistes, es una falta de respeto a los ancestros— se lo tengo que recordar, ¿acaso seré la encargada de escribir un protocolo de buenos modales en esta familia? Tal vez ese sea mi gran propósito en la vida como alguien nacida en la familia Helmuth, un manual de comportamiento impecable que nosotros mismos debemos practicar en cada almuerzo y si acaso logro que mi hermana interiorice las primeras páginas, ¡quizás me gane un lugar en el paraíso! Si es que esa cosa existe… —Bueno, yo… yo…— tartamudeo como nunca lo hago cuando mencionamos a Percy, trato de recordar qué sentí en el primer momento de saber que habían roto con Lex y la razón. Me sentí muy enfadada con él, mi indignación casi me hizo tumbar paredes, bastó que cruzara mi mirada con la de Kostya para que supiera que lo que saliera de mi boca también me condenaría a mí y mi esposo estaba esperando que lo hiciera. Nunca en la vida hubiera pensado que sería Sigrid quien me daría una clase de respeto, a la que no tengo nada que replicar, me acaba de meter un pan de moral bruscamente por la boca y no hay nada que pueda decir. —Pero, Siggy…— hay ruego en mi voz, increíble, —¿acaso no ves que ellos se aman? ¿Qué son el uno para el otro? No conozco otro chico que sea más idóneo para una chica como Lex que es tan… es una chica increíble…— meneo con mi cabeza, —¿Quién la hará feliz si no? — mi preocupación de madre es auténtica, —¿vale tirarlo todo por la borda?—. Y no quiero ponerme en plan de ir mencionando parejas, sabemos que las infidelidades son moneda corriente, no, no es que esté limpiando mi propia culpa así, pero ¿cómo actuar en casos así? No vamos a actuar como si fuera algo que le pasa a otros y no a nosotros… —La imagen que tengo de ti es la misma de siempre: tú con pañales y los pelos parados tirándote de cabeza desde los barrotes de la cuna. Y esa es la imagen que voy a tener hasta el día en que seamos viejas y tú tengas las tetas caídas— concluyo.
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Sigrid M. Helmuth
Ruedo los ojos, que no necesito ponerme específica con las características que mi hermana ha sabido mantener para mantener su encanto, ser pesada es una de ellas, sacarme de quicio otra con la que tiende a jugar más a menudo. — Siempre serás la mayor, Inggy, lamentablemente es pura matemática. — eso o que nuestros padres quisieron hacerme una desgraciada concibiéndome con semejante esperpento por hermana. Lo peor es que lo digo todo desde el fondo bromista en que suele basarse mi personalidad, que detrás de ese manto hay un sentimiento de amor hacia mi hermana, también mi hermano, que puedo decir que moriría y mataría por ellos si se diera la necesidad de hacerlo. Pero como en el día presente las situaciones que se me presentan son, entre ellas, mi hermana burlándose de mis nalgas, el arsenal con el que me encuentro preparado no es más que esos mismos chistes que le diría de volver a tener quince años. Dicen que hay cosas que nunca cambian y esta conversación es uno de esos buenos ejemplos que hacen creer que es un sentimiento eterno, imborrable en la vida.

¿Se aman? ¿Qué importa eso, de verdad, Inggy, cuando existe un hilo de desconfianza entre ambos? ¿Qué te asegura que no lo vuelva a repetir cuando incluso con un anillo en el dedo de tu hija decidió, aunque fuera solo por una noche íntima con otra mujer, que no merecía la pena? — son pocas las veces en que mi tono de voz se transforma en alguien que hasta podría definirse como serio, es la definición en mi expresión la que acompaña una postura que no habría tomado, que suele ser mi hermana la que actúa como la voz de la razón, y que, por esta ocasión inusual que se presenta, no puedo más que mirarla a la espera de una respuesta más digna de la mujer que pienso es Ingrid. Claro que sus pensamientos están atravesados por esa manía suya de buscar la solución perfecta. Percy lo es, un tipo joven, apuesto, digno de la mano de su hija cuyos valores han quedado tan marcados sobre ella que es un poco imposible tratar hacer cambiar a su madre de parecer con respecto a con quién debe casarse. Es por eso que suspiro, llevando las cejas en un movimiento rápido hacia arriba en resumen a todos mis pensamientos. — Oh, pero qué tierno, por favor, recuérdame que le digamos a nuestros hijos que no nos internen en la misma residencia cuando seamos ancianas, no podría soportarte como compañera de habitación, seguro te llega antes la incontinencia y dios me libre de tener que ser partícipe de eso. — se puede percibir como la risa va a acumulándose en mi garganta pese a mantener, con todas mis fuerzas, un rostro sereno como sinónimo de que lo estoy diciendo completamente en serio.
Sigrid M. Helmuth
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Es confuso este intercambio de papeles que estamos teniendo con mi hermana, que soy yo la que está a punto de ponerse a decir cosas como que si mi hija y su novio – descarto el “ex” – se aman, sabrán sobreponerse a esto que pasó y con los años quedará olvidado, ¿o no? No lo pongo en consideración de Sigrid, porque su respuesta me ha quedado clara. Si piensa así de Percy, no quiero exponerme nunca a lo que pueda opinar de lo que yo misma hice y agradezco que Nicholas sea una caja de siete candados con los secretos, que soporto la culpa silenciosa estando con él, no podría admitir delante de mi hermana menor que no supe mantener en alto todos estos estándares de perfección que presumo. Estoy atada a ello por haber comenzado este juego de “Inggy es la mejor” desde antes que tuviéramos memoria, cuando Siggy era una bebé en pañales. —Todavía confío en Percy, todavía creo que es el chico adecuado para Alexa, pero…— camino hasta mi hermana para apoyar una mano en su hombro y mostrarle una sonrisa. —Si logras encontrar un chico que creas que es más adecuado para Alexa, no impondré mi propia opinión, lo invitaremos a un almuerzo y dejaré que sea mi hija quien decida— confío en Percy, vamos a ganar esto. Me siento un poco mal porque Sigrid lleva las de perder de entrada, así que le ofrezco una ayuda. —Puedes buscar en Wizzardface a sus compañeros o en el anuario del Royal. Buena suerte, Siggy.

Por lo cerca que me encuentro de ella, luego de mirarla con reproche por su mal deseo de que a mí la vejez me achaque antes, la rodeo con mis brazos en un apretón cariñoso breve, que no me olvido la razón por la que vine a verla hoy en primer lugar, por mucho que Sigrid manifieste que me quiere en otro asilo, lejos del suyo, todo lo que quiero es poder envejecer y molestarla desde la habitación al lado de la suya, quejándome de que la enfermera me roba la dentadura sabiendo bien que lo hace ella, poder ver a Lex con un vestido de novia y ojalá con Percy, si no es con él con alguien que si pueda cuidar el valor que tiene mi chica, ver a Luka como ministro algún día, a Kitty… a Kitty siendo Kitty. —Siggy, aunque te subas a un crucero de retiro para escapar de mi en la vejez, cuando abras la puerta del baño me encontrarás sentada en el retrete. He sabido encontrarte incluso cuando eras bebé y te metías en la lavadora— le doy unas palmaditas cariñosas en la espalda antes de soltarla. —De acuerdo, armaré una lista de pendientes en esta aplicación del teléfono donde te puedo agregar y veamos todo lo que nos toca hacer para el almuerzo del domingo— lo digo mientras voy moviendo mi pulgar por la pantalla del teléfono así voy creando la lista que comienza con “Rastrear a la morena del vivo…”, las prioridades claras. —Te llamo más tarde— le prometo, si es que no le lleno la ventana del chat con capturas de todo lo que consiga sobre esta chica, espero que ella se encargue de sus propias particulares tareas, que organizar a esta familia es tan difícil, pero no imposible si Ingrid Helmuth tiene una lista y un plan. Por las dudas algunas cosas me las escribí para mí en invisible así Siggy no mete la pata.
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