The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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I can hold the weight of worlds if that's what you need · Sigrid
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Sigrid, ¿es posible…?— pregunto desde el otro lado de la puerta, termino la oración cuando doy un primer paso dentro de la cocina. —¿Qué dos idiotas hayan venido a tu casa a decirte que hay un loco acechando a mis sobrinos?— el tono de alarma en mi voz es tan alto que bien podría hacer que el auror que me acompañó hasta aquí y quedó en la acera, entre para ver si es que acaso el mismísimo loco no está aquí con un cuchillo carnicero. Según la información que pude leer del expediente que armaron, ese hombre ni siquiera es mago, así que tendría que hacer uso de los recursos a mano para asustar a mi hermana. —Ni siquiera son aurores, uno es un científico que, oh, casualidad, renunció hace unos días… y el otro es un cazador de sospechosas excursiones por los distritos más apartados del norte… ambos autores de una carpeta sobre este acechador que me dice poco o nada de quien, al parecer…— sigo hablando al moverme por todo el espacio de la cocina, cuando llego a la mesada recargo mi cadera contra el borde y me cruzo de brazos. —No es otra persona que el vago de tu ex esposo.

No lo digo con la intención de volver sobre culpas, bastante tuvo que escuchar en los años que duró ese matrimonio que le trajo más penas que glorias. Es una total, absoluta resignación, a que la sangre de ese hombre se ha mezclado con la nuestra en dos niños que, afortunadamente, son Helmuth desde los pies hasta la coronilla. — Han sido mis primeros días reincorporándome a la base y me enteré de esto, tenía que venir a preguntártelo. ¿Los chicos están bien? ¿Esas amenazas son reales?—. Si mis hijos se quejan de lo sobreprotectora que puedo llegar a ser, mis hermanos lo han venido sufriendo desde que éramos unos niños. Sigrid, en especial, que siempre ha tenido esa inclinación hacía… personas que no le convienen. —¿O de la única que tengo que preocuparme es de Anne Ruehl que se le ha dado por recuperar tu amistad?— bufo, esta vez sí sueno recriminadora. Me escuece por debajo de la piel como una picazón molesta que mi hermana retome esa relación con quien siempre ha sabido que no es de mi agrado, si de adolescente fueron celos por el interés que mostraba hacía la muchacha que me desagradable, a esta edad es una sincera preocupación por lo que esa mujer puede estar buscando al acercarse al negocio de la familia.
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Sigrid M. Helmuth
No es sorpresa recibir visitas inesperadas de mi hermana, ya hace tiempo que dejé de considerarlas como una irregularidad y han pasado a formar parte de un horario concreto que voy apuntando en el calendario, así a cada mes puedo comprobar como Ingrid sigue siendo la misma Ingrid de siempre, esa a la que le gusta tener todo bajo control. — ¿De qué me estás hablando? — me hago la tonta cuando se aparece por la puerta de la cocina, yo sentada sobre una de las sillas que rodean la pequeña mesa que hay pegada junto a la pared de cristaleras blancas, con un café al que doy vueltas con el dedo para hacer mover la cuchara. — Ah, eso... — regreso la mirada hacia el líquido oscuro, para finalmente tomarlo con las dos manos y llevarme el borde de la taza a los labios. Por hacerme la interesante me he quemado la lengua. — ¿Tan mal están las cosas en el departamento de aurores que tienen que mandar a cazadores y científicos a hacer el trabajo sucio? — ok, sé de sobra que no le va a hacer ninguna gracia que ande bromeando, especialmente con estos temas, pero es que en ocasiones me gusta hacerla rabiar un tanto antes de volver sobre lo serio, me recuerda a cuando éramos más niñas. Los buenos viejos tiempos. — Cuánto rencor, hermana, de verdad, no te hace bien para el estrés, ¿quieres café? Tal vez una manzanilla... — ofrezco con tranquilidad, esa que ella no comparte, ¡si es que me va a estar recordando toda la vida lo de Dressler!

Ven, precisamente porque acaba de reincorporase es que debería tomarse las cosas con más calma, si es que parece que se le está hinchando la vena de la frente con esa postura rígida que me trae. Muevo una mano para demostrarle lo que opino sobre todo el asunto, restándole importancia al pequeño detalle que ya estoy tratando por mi cuenta. — No tienes nada de lo que preocuparte, lo tengo todo bajo control. Los chicos están bien, nadie les pondrá un dedo encima, así que puedes estar tranquila. — casi parece que es algo que ella debería decirme a mí, que es quién trabaja como auror y yo la madre de los chicos, pero a veces pienso que se toma demasiada responsabilidad, una que no le pertenece. — ¿Cómo estás de tu recuperación? — ya que lo ha mencionado, me apresuro a preguntar sobre ello. Claro que no tarda mucho en sacar otra carta con la que no esperaba tener que jugar tan temprano, de modo que suspiro con cierta exasperación, como si este tema me produjera pereza. Que lo hace, no lo voy a negar, regresar sobre disputas del pasado es algo a lo que no le tengo mucho interés. — De modo que nuestro querido hermano ya te anduvo con el chisme... — bufo, molesta con Nicholas por no dejarme lidiar con mis propios asuntos en privado. — Creo que soy lo suficientemente mayorcita, Ingrid, como para saber con quién debo y con quién no debo relacionarme. En serio, no te hace nada de bien ese rencor acumulado, quizá era hora de empezar a pasar página... — digo de forma cautelosa, que soy consciente de que la relación entre los Ruehl y los Helmuth siempre fue delicada.
Sigrid M. Helmuth
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I can hold the weight of worlds if that's what you need · Sigrid IqWaPzg
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Así de mal estamos— bufo, presiono el puente de mi nariz con los dedos. —Tan mal que gente de los otros departamentos toman nuestro trabajo a chiste y lo usan como un juego para cumplir sus caprichos de niños de ser detectives—. No han pasado muchos días de mi regreso y me siento aplastada por el estrés de todo lo que ocurrió en estos meses, la frustración de no haber podido ser parte. Tuve que conformarme con verlo en grabaciones de emisiones viejas, ya que no siempre alcanzaba a ver las transmisiones en vivo por pasarme horas en los pasillos del hospital central. La medimagia ha avanzado como para que las sesiones se reduzcan a minutos, y aun así los tratamiento siguen siendo tediosos pro las esperas y los papeleos. Por obediencia a mi sanador debería rechazar su invitación a un café, y sin embargo, es lo único que quiero tomar en estos momentos, maldito vicio que lo traigo desde hace años. —Maldecir a tu ex esposo, en realidad, me ayuda a relajar mucho de mi estrés. ¿A ti no?— mi sonrisa es burlona al ladear mi rostro hacia ella. —Si tienes café y puedo cortarlo con algo, te lo agradecería…— así se comienza, dentro de tres semanas volvería a tener café en las venas en vez de sangre.

Me muevo por su cocina para ser quien llene una taza de lo que ha quedado en la cafetera, lo noto un poco frío al dar un sorbo tentativo y arrugo mi expresión tal como si su ex marido estuviera parado en esta misma estancia. No, eso sería peor. Esto todavía sigue siendo bebible, puedo con ello. Ronroneo un  mmmm cuando trata de convencerme que lo tiene todo bajo control como si lo dudara, toda la vida será mi hermana menor y como tal, nunca estaré del todo segura que pueda lidiar sola con las cosas. —¿Ha tratado de ponerse en contacto con ellos? ¿Ya revisaste los teléfonos de los chicos?— pregunto con naturalidad, que la única que escapa de este control parental que imparto en mi propia casa es Alexa desde hace unos años, era mucho menor que Luka cuando dejé de husmear entre sus mensajes. A él seguiré controlándolo hasta que tenga treinta años al menos, su laptop incluida, y Kitty ha dicho que prefiere no tener teléfono, chica lista.

Sigrid sí que sabe cómo distraerme, bebo un poco del café frío al priorizar acabar con el tema de Anne Ruehl para pasar al siguiente. —Hay personas que antes y ahora seguirán siendo un problema, mantente alejada de alguien así. Tienes una familia que cuidar, Sigrid—. Me da mucha mala espina tener a esa mujer rondando la casa de mi hermana, tras enterarme también que fue a la oficina de mi hermano. No me acordé de ella en todas estas décadas, cada uno de nosotros formó su familia. Su molesto merodeo por nuestro presente me hace pensar en una adolescente despechada, sobre la que no siento la necesidad de reafirmar que siempre fui mejor que ella. —¿Hay alguna razón en particular que te haya dicho que explique sus visitas?— se lo pregunto a Sigrid como lo haría con la misma Kitty. Muevo el café de mi taza para tener un punto al que observar cuando me dispongo a contestarle sobre mi recuperación. —En los estudios de las próximas semanas sabremos si han disminuido las células enfermas, es lo que resta para dar por terminado el tratamiento. Dentro de unos meses lo repetiré por si vuelven a entrar en acción…— carraspeo para dar fuerza a mi voz, —aunque no tienen donde, si todo lo infectado ya fue vaciado…— es un pésimo mal chiste, uno que me sale con una risa amarga, sabemos que la enfermedad puede reaparecer en alguna otra parte de mi cuerpo por residuos de la anterior que se van trasladando y tantas precisiones médicas que escuché con un solo oído, lo que retuve es la información sobre los comprimidos que debo tomar para mantenerlo a raya. Lo bueno de tener una familia en este rubro, es que puedo contar con un remedio que palee mi enfermedad. —De hecho… me han hablado sobre algo que me gustaría discutir contigo.
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Sigrid M. Helmuth
Y por eso yo prefiero mantener mi propio negocio, ¿viste? No tengo que caer en contratar a gente inepta que me estropee el trabajo. Papá y mamá estarían tremendamente disgustados de saber que su herencia pierde prestigio. — cualquiera que me pregunte por qué yo, la menor de tres hermanos, probablemente la que menos sentido de responsabilidad tiene, terminó con el negocio familiar recibirá la misma respuesta: ni yo lo sé. Pero no se puede decir que me haya salido mal el asunto, hasta estoy pensando en abrir más sucursales en otros distritos, pero no voy a ponerme ambiciosa en los tiempos que corren, que bien podría saltar por los aires en cualquier momento... — ¿Sabías que yo le vendí drogas, bueno, no drogas, fármacos que luego usó indiscriminadamente, a uno de ellos? El científico creo que era, ¿pretendes que me fíe de alguien así y tomarme su amenaza en serio? — suelto lo que se parece a una carcajada a modo de mofa, también para rebajar sus estreses, aunque parece que esa es una tarea de la que ya se encarga Dressler. — Nop, yo prefiero un martini un sábado por la noche. — sonrío imitando su curva, achinando los ojos en el proceso, cada quién tiene sus métodos para relajarse después de una semana ajetreada.

Como es de esperar, no importa que ya haya afirmado tenerlo todo bajo control, mi hermana continuará con sus insistencias hasta que tenga pruebas físicas de que he hecho lo correcto. Para alguien que se ha pasado la infancia tratando de evitar las pisadas que tomaron sus hermanos, ¡no entiendo a qué viene tanta desconfianza! — Ingrid, mis hijos son adolescentes, ¿crees que me dejarán mirar sus teléfonos hasta el fondo como si no tuvieran secretos que guardar ahí dentro? Hoy en día su teléfono es como un órgano más, quítaselo y pueden morir por falta de... likes. — sugiero, tratando de quitarle la importancia que ella le está dando a un asunto que, vuelvo a repetir, tengo absolutamente bajo control. Más o menos...

Siento que hemos retrocedido al menos treinta años, tiempo atrás en el que parte de nuestras conversaciones en la mesa de nuestro hogar eran sobre los Ruehl, cuando probablemente al otro lado de la calle, a los mismos no podríamos serles más indiferentes. Mi familia siempre ha tenido esa manía de tachar a alguien como problema y dejar que las malas lenguas hagan parte del trabajo, así como la rivalidad entre potencias también tuvo su influencia a la hora de relacionarnos con ellos. — No tienes que recordármelo, conozco donde están mis prioridades, aunque a tus ojos parezca que solo me dedico a jugar con fantasmas. Pero también sé cuando no desaprovechar una oportunidad, una que nuestro hermano, terco como es, no dudó en rechazar porque le puede más el orgullo que otra cosa. — lo que estamos haciendo Rebecca y yo nada tiene que ver con asuntos familiares que quedaron sin resolver, es mucho más importante que eso. — ¿Qué razón más iba a haber? Trabajamos en un proyecto juntas, yo puse las condiciones, así que técnicamente, está trabajando para mí. — no, en realidad no lo creo, se trata más bien de una combinación de intereses, pero no estoy por decirle eso a mi hermana que está recuperándose de su enfermedad y no quiero tener que ser yo la culpable además de que sufra una recaída por estrés, o algo así. Aprovecho que es su turno para hablar para llevarme la taza a los labios y esta vez dar un trago largo, saboreando el intenso café en mi paladar hasta que la propia duda interviene. — ¿Qué es lo que necesitas discutir? — ¿mi hermana necesita algo de mí? Eso sí que son noticias.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
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Si me decía que a quien vendía drogas –digamos las cosas como son, le vendía drogas- al cazador, hoy mismo me iba a presentar en la oficina de nuestro ministro de Seguridad a pedirle que lo sancione retirándole de su puesto, hasta que esté tan viejo que las articulaciones no le den para reincorporarse. Si me aclara que su cliente era el científico, ese departamento escapa de mi control y mi interés, Silas Jensen sabrá con qué tipo de personas trabaja y, puesto así, ese sujeto para bien del ministerio se retiró a seguir por su propia cuenta. Lo que sigue siendo un detalle de lo negligente e inmoral que se está volviendo la institución, manteniendo a tanta gente con esas reputaciones dudosas. ¡Ah! Froto mi frente al recordar que tenemos como digno presidente a un hombre que no hace mucho lo teníamos en una lista negra de mafiosos del  norte, intocable de por sí debido a que de vez en cuando reportaba alguna ayuda. La ironía de tenerlo ahora siendo quien nos da órdenes, que en su esencia no me molestan, es la mano dura que se necesita después de que la muñeca de Jamie Niniadis comenzara a flaquear, lo que me sigue haciendo fruncir la nariz por detrás de las puertas es conocer el fondo del que viene y también todos esos nuevos empleados que incorporó, Rebecca Hasselbach entre ellos. ¡Qué estrés! —Los sábados por la noche de relajar mi estrés se encarga Kostya, quien por cierto tiene amigos para presentarte, cuyos misterios nada tienen que ver con negocios ilegales en el norte— ruedo los ojos.

Claro que tenemos un día fijado en la semana, cuando generalmente Luka ha salido y Kitty se ha ido a hacer pijamadas con alguna amiga de la escuela, números de teléfono de los padres anotados y puestos en la puerta del refrigerador. No es que no quiera poner como ejemplo de familia, pero mis métodos han funcionado bastante bien hasta el momento y pienso en recalcárselo a Sigrid cuando hace eso de cuestionar qué tan invasiva soy con mis hijos. —Se llama control parental y es legal, tienes que cuidarlos de los peligros para los que son muy ingenuos para ver por sí solos. Sobre todo si desconocen lo que realmente pasó con su padre, eso los hace más vulnerables a ser engañados…—. Y no es que esté sugiriendo que lo mejor sea decirles la verdad, recuerdo que mi primera sugerencia en todo momento fue decir que el hombre estaba muerto. Muerto no molestaría a nadie y algo de lo que pienso encargarme de por vida es que no moleste a mi hermana. Aplico sobre ella la misma norma que le aconsejo aplicar a los más chicos, la cuido de los peligros que no puede ver. Su rostro ha cambiado con los años, la veo mucho más parecida a nuestra madre, estuve con ella durante sus dos embarazos y ante mis ojos han crecido sus hijos, pero para mí siempre será mi hermanita menor.

Me quedo rumiando eso que dice para que me despreocupe, ¿es posible para mí despreocuparme de lo que sea? No. Sigo pensando en todo lo que tengo que hacer incluso durmiendo. —Nicholas es un ministro, Sigrid. No está como para ponerse al servicio de los caprichos de una vecina que sigue dando vuelta a rencillas adolescentes…—. Escucho la explicación que me ofrece sobre por qué ella si se pone a merced de lo que Anne Ruehl pueda venir a pedir, pesando cada una de sus palabras para ver si me dicen algo que me pueda convencer de que está metida en lo que sea la involucró esta mujer con las condiciones a su favor o solo se está moviendo como una peonza en la palma de esta licántropo. —¿Trabajando para ti?— no lo digo, si es verdad hay cierta satisfacción Helmuth dentro de mí por estar encima de los Ruehl, como si yo tampoco podría superar esa competencia infantil en la que estábamos metidas de chicas y en la que veo a mi hermana acomodando los tantos del lado que corresponde. Disimulo mi sonrisa complaciente, conozco el carácter de Sigrid como para no creerle por completo. — Espero que sea así…— musito. Y aunque odio la comparación, lo que quiero pedirle se parece un poco al acuerdo que le propuso esa otra mujer. —Me han dicho que hay un tratamiento más agresivo para encapsular las células que extienden la enfermedad, claro que el consumo sería en mínimas dosis. Pero haría posible que me mantenga en actividad sin el riesgo de recaídas, es una pócima experimental de la que puedo conseguirte la receta…—. Otra cosa que nunca admitiré es que tengo miedo a esto, a todas las posibilidades de que esto pueda salir mal, por eso mismo, necesito que sea hecho por las manos de Sigrid, no confío en ningún científico de salud como confío en ella.
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Sigrid M. Helmuth
Ah, cómo podía olvidarlo, si mi hermana tiene esa manía de colocar a su familia como la imagen de perfección inalcanzable, un ejemplo para todas esas familias con más de un problema interno que están empezando a aflorar dentro del ministerio. Vamos, que no hace falta que mencione a quién me estoy refiriendo, ni los Weynart son capaces de llegar al nivel de los Powell en cuanto a drama recurrente, y eso que no han sido una familia excesivamente agraciada con todo lo que les ocurrió en el pasado, pero el ministro de justicia tiene sus propios problemas que atender, esos que estoy segura mi hermana se ofrecería a resolver en un santiamén. — Muchas gracias por tu ofrecimiento, hermanita, pero creo que soy capaz a buscarme mis propios ligues, me suelen gustar los de una noche y creo que tu marido tiene más bien en mente el encasquetarme a uno de sus amigos con los que juega al golf, esos tan snob que usan visera y deportivas de marca. — chasqueo la lengua, ladeando la cabeza y con una mueca en los labios. — Para nada mi tipo. — como si hiciera falta el recordatorio de que a mí lo que me van son otras cosas.

Control parental. Suelto una carcajada porque la sola expresión me hace gracia en sí misma, me lleva a arquear las cejas en su dirección. — Ingrid, siento ser la que te diga esto, pero probablemente tus hijos anden haciendo un sinfín de cosas a tus espaldas. Es el problema de cuando los tienes metidos en una burbuja de sobreprotección, al final terminan por encontrar la manera de explotarla, muchas veces ni siquiera te darás cuenta. — yo tengo confianza con mis sobrinos, los conozco perfectamente, que nada se parecen a los míos, también lo diré, así como estoy segura de que guardan muchos más secretos a su madre de los que a ella le gustaría conocer. Es parte de ser adolescente, joven, de emborracharse los fines de semana y regresar a las tantas de la mañana, soportar la resaca del día siguiente y pasar la tarde comiendo guarrerías para reponer energías. También de besarte con chicos, o chicas, en callejones prohibidos mientras la lluvia cae dramáticamente sobre sus cabezas. Ah, no, que estoy describiendo el episodio de esta serie que tanto le gusta a Jenna, el de la semana anterior. Tengo que ponerme al día con eso. — Los protegeré de todo lo que esté en mi mano, pero no puedes privarlos de explorar lo que este mundo tiene para ofrecerles. De Dressler me encargaré yo. — aseguro, porque vuelve a meterse en asuntos donde no la han llamado, por mucho que sea familia.

Nicholas es un ministro. ¿Queda muy infantil si trato de repetir sus palabras en una mueca silenciosa, meneando la cabeza? Obvio, pero creo que nunca fui la más madura aquí. — Parece que desde que es ministro, soy tiene ojitos para esa tal Leblanc… de seguro no aceptó por eso, para no ponerla celosa, Rebecca no es una mujer fea. — suena a conversación que tendríamos hace más de veinte años, cuando, por raro que parezca, compartíamos un hueco en la cama para hablar de nuestras tonterías como dos hermanas cualesquiera. Aun así, tengo que ponerme seria cuando el cambio de tema lo requiere y paso nuevamente a revolver la taza con el dedo, como si aun no estuviera del todo mezclada la leche con el café pese a haberle dado unos cuantos tragos. — ¿Pero no era que ya estabas curada? O que había muy pocas posibilidades de que se volviera a extender... ¿Qué estás ocultando? — porque mi hermana puede que sea muy obsesiva con mis cosas, pero también es tremendamente reservada con lo que quiere, especialmente con aquello que la afecta. Como su hermana, me preocupa por su salud, y obvio que estoy dispuesta a ayudarla, pero también creo que se está guardando algunas cosas. — ¿Quieres que yo intente hacerla? Porque lo diré, Inggy, es una gran responsabilidad. — no sé hace cuánto que no hago uso de ese apodo, solíamos ser Inggy y Siggy, pura tontería, probablemente desde que somos niñas. — ¿Qué es lo que te ha dicho Nicholas de todo esto? — nuestro hermano es médico, él debería también tener una opinión en esto, por mucho que me pese que siempre haya que recurrir a él para todo.
Sigrid M. Helmuth
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¡No es cierto!— defiendo a mi marido así como a sus chalecos de golfs, boqueo para tratar de decirle en qué se equivoca, dar con un nombre en mi mente entre los amigos de Kostya que no se ajusté a la corta y acertada descripción que dio mi hermana de esas potenciales parejas que buscamos para ella. Y que sean el contraste perfecto con su marido. ¿No es esa la intención? Encontrar a alguien que no tenga nada parecido con el hombre que no hizo más que traerle problemas. —Hay uno que tiene un pasado un tanto indecoroso— lo comento sobre el borde de mi taza y arqueando una ceja, —algo sobre que iba a esos clubes a los que vas con tu pareja y sales con otra, Kostya me ha dicho que… no es que mi marido haya ido, le han comentado de ellos— aclaro de inmediato tras aclarar mi garganta, —son cosas que algunas parejas hacen… claro que cuando encuentran a la mujer indicada no siguen con esos hábitos, y por supuesto que este amigo de Kostya tendría las más sinceras intenciones contigo— y si no las tiene, yo me aseguraré que las tenga. —¿Una cita doble que te parece?— insisto. No pierdo nada con insistir, su no ya lo tengo.

Coloco la palma abierta de la mano sobre mi pecho para mostrarme todo lo afectada que me siento y con los labios entreabiertos por el estupor de oírle decir que mis hijos podrían estar actuando a mi espalda. —No veo que eso haya sucedido con Lexa y es lo suficientemente adulta como para darme cuenta si mi crianza fue acertada y equivocada, me complace decir que no lo fue. Si acaso hubo un error en su vida no fue cosa de ella, sino de su novio…— barro el aire con mi mano haciendo un lado a esa crítica que pueda hacerse sobre una muchacha cuya vida ha sido correcta de inicio a fin, si tan solo ese muchacho no hubiera caído tan fácil al desliz, estoy casi segura que estaríamos en planes de boda en estos días, son jóvenes sí, pero no creo que haya otro chico que se complemente tan bien con Alexa. —Y a todos mis hijos educo de la misma manera, con los mismos lineamientos, no espero de Luka y Kitty algo distinto a lo que veo en Lexa— siempre he sido así, dirán algunos que es arrogancia, que peco de presumida, siempre Ingrid presumiendo de todo lo bueno que le ha dado la vida por nacer donde nació y la otra parte de esos comentarios que escuché a mi espalda mientras crecía, es que todo eso coloca expectativas muy altas por cumplir y es lo que traté de hacer.

Chasqueo mi lengua como única respuesta a su determinación de hacerse cargo de los alborotos que causa su ex esposo, no hace falta que lo diga, en cuanto me vaya intentaré una vez y sabiendo que fracasaré, dar con ese hombre en el norte. Si es que consigo una buena excusa puedo pedirle a algún colega que lo meta en una de las celdas del norte. Sigrid en serio que quiere dejarme sin aire, golpeteo la madera de la alacena con los nudillos porque es lo único que tengo al alcance con ese material para prevenirnos de la desgracia. —¡Se te haga la boca a un lado! ¡Qué vergüenza si surgían rumores de esa mujer yendo a ver a nuestro hermano!—. Regresa a mí ese sentimiento adolescente de profunda pena delante de los vecinos, de que por alguna situación que pudiera malinterpretarse o ese interés que nuestra hermanita menor tenía en la hija de los Ruehl, pudieran llegar a relacionarnos con esa familia. —Eloise es una mujer irreprochable, Sigrid. Tan elegante, tan digna…— halago a la ministra con la admiración de alguien que no ve que pueda haber otra mujer que no sea LeBlanc para estar de pie al lado de nuestro hermano. —Ninguna le llega a los tobillos siquiera— y de más está decir que la mujer en debate, vale menos que el polvo debajo de los zapatos de la ministra. No es mi enfermedad la que acabará conmigo, sino estos sustos al espíritu que me da Sigrid y así como cuando éramos más niñas, logra que le perdone su impertinencia en comentarios por usar un apodo que suaviza mi carácter. — Es prevención— miento, hacerlo me sienta mal, así que busco calmarla así como ella lo hace. —Es solo mantener a raya la enfermedad para poder seguir trabajando. Te necesito, Siggy— uso el medido tono de ruego, ese que aprendí a calibrar de adolescente para conseguir de ella lo que quería y no perder autoridad por ello. —¡Y por supuesto que Nicholas no sabe nada!— me sorprende que lo considere. — ¿Sabes lo complicado que es el trabajo en el ministerio en estos meses? Salud ha sufrido recortes, Nicholas la está pasando realmente mal… si me quejo de mis colegas, no me quiero imaginar lo que será estar a cargo de todo un ministerio en tiempos como este. No iré a preocuparlo con algo así…— y claramente, porque no podría engañarle a él, se daría cuenta pronto que la enfermedad está pausa, dormida, en cuanto despierte será recomenzar todo de vuelta y no hay muchas chances de que haya algo que lo detenga.
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Sigrid M. Helmuth
No sé qué es lo que mi hermana entiende por pasado indecoroso, probablemente que tuvo una época oscura en la que todo lo que llevaba este tipo eran camisas de cuadros escoceses, seguro que esa es la idea que tiene Ingrid en la cabeza. Desde luego, muy diferente a la mía. Aunque tengo que admitirlo, lo de los clubes me llama la atención, lo suficiente como para alzar una ceja con cierta sorna ante la mención de su propio marido. — Claro… comentado sobre ellos, ¿no me dijiste una vez que os conocisteis en un club? Tenía entendido que tú te referías a unos de esos que les gustaba asistir a papá y mamá, no sabía que tú… — bueno, se debe ver que estoy bromeando, lo notaría cualquiera, pero mi hermana tiene esa peculiaridad de negar toda cosa que pueda ofenderla o manchar su currículum, ya sea personal o laboral. — No solo intentas conseguirme una cita, sino que además quieres que frecuente un lugar de esos para dejar al amigo de tu marido por otro de forma casual, ya veo. — creo que solo por verla pasar vergüenza, podría aceptar a esa cita doble que de seguro ya está preparando dentro de su cabeza.

Pobre Lexie, fue realmente trágico que ese desvergonzado le pusiera los cuernos a mi sobrina, está claro que a ella no le funcionaron tan bien las cosas como a mi querida hermana y eso profundamente, me hace sentir cierta lástima por ella. Aunque quizás sea mejor así, quién sabe, tal vez casarse tan joven no era una buena salida y era el destino diciéndole que tenía cosas mejores preparadas para ella. Aun recuerdo los primeros años del matrimonio entre Kostya e Ingrid, que era más de plástico que otra cosa. — Pero no todos tus hijos son igual, hermanita, dudo mucho que Luka vaya a casarse en los próximos cinco años y Kitty desde luego es demasiado joven como para siquiera plantearlo. Déjalos ser niños, el mundo ya se empaña demasiado a diario en hacerlos crecer demasiado deprisa, como para que su madre ande cotilleando sus teléfonos. — que no es por desanimar a mi hermana, pero estoy muy segura de que llegará el día en el que se arrepienta de haberlo hecho si es que termina encontrando información que no es de su agrado. Yo no seré la que se lo diga, pero he oído ciertos rumores de que su hijo mediano tiene ciertos negocios montados por su cuenta, y en cuanto a Kitty… creo que su madre no se da cuenta de que también está creciendo a su manera, no precisamente siguiendo los pasos de su hermana mayor.

Sabía que la simple insinuación de que nuestro hermano y la loba anden teniendo una relación a espaldas de todo el mundo la pondría como una loca enfurecida, pero me hace especial gracia, y lo declaro con la risa que empieza a aparecer por lo bajo, que se lo tome de aquella manera. — Eloise es la mujer perfecta para Nick, sin duda, los dos tan… indiscutiblemente impecables — murmuro, aunque no dejo claro por el tono que utilizo que lo esté diciendo en serio. Mi hermano siempre supo rodearse de las personas indicadas, pero eso no quiere decir que no haya tropezado alguna vez en su vida. Que la misma persona no esté al tanto de lo que ocurre con su propia hermana es algo que me saca de quicio, por eso mismo bufo de manera considerada, rodando los ojos en el proceso. — Me importa un comino lo complicado que estén los asuntos en el ministerio, eres su hermana, la familia siempre ha sido lo primero, ¿no? Las cosas deben estar yendo tremendamente mal contigo y con Nicholas si soy yo la que tiene que andar recordando estas cosas. — me atrevo a decir, que yo soy la primera en cometer estupideces, pero se supone que llevan toda la vida dándome la brasa, como para que ahora por culpa de que mi hermano es un estirado más del capitolio esa norma pase desapercibida así porque sí. — Si no se lo dices tú, lo haré yo, sabes que nunca he tenido problema con decir las cosas como son. ¿Es eso lo que te preocupa? Te ayudaré con lo que necesites, pero primero le dirás a Nicky. — y obvio que no me agrada tener que darle la razón a mi hermano, pero cuando se trata de algo como esto, debemos permanecer unidos.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
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Algo todavía queda de mi café frío que lo escupo en la taza al atragantarme, me froto la garganta para disimular la incomodidad que me provocan sus palabras, pero no creo que se haya enterado que alguna vez… no, no puede ser, la mayor de nuestras hijas ni siquiera había nacido en ese entonces, con Kostya apenas estábamos conociéndonos después del matrimonio y algo teníamos que hacer para pasar el aburrimiento en el que inevitablemente caíamos por culpa de lo reservado del carácter de cada uno. Fue cosa de una temporada, la superamos luego, como estoy segura de que también lo hizo su amigo y si uso estos comentarios sobre su pasado es para atraer a Sigrid a la vida más estable que se merece, donde haya alguien que sí, ande en carritos de golf y use camisas de franelas a ver si se le quita eso de andar encaprichándose con gente que deberían limitarse a mirar nuestra casa desde el otro lado de la calle, sin dar un paso para acercarse. —Sabes que no quiero nada de eso— la amonesto, —¡sino que sientes cabeza!— que duro es tener que decirle esto a una hermana menor que ya ha pasado los cuarenta, si es que yo creo que tendré que seguir cuidando de que madure a la par de mis hijos.

Hijos que ella se encarga en recalcar que no son todos como mi primera hija, a quien reconozco que suelo mostrar una predilección que los otros me reclaman. Alexa es quien ha seguido mis pasos, ¿cómo puedo sentirme de otra manera que no sea orgullosa? Luka desde la cuna demostró tener un carácter distinto, no seguía tan presto a las ordenes como Lex y afortunadamente esa mañana se le fue quitando al avanzar la adolescencia, las charlas privadas con Kostatine deben estar sirviéndole para calmar su temperamento. Admito que el tiempo que duró el tratamiento intensivo por mi enfermedad los descuidé un poco, preocuparme por lo que hacen es mi manera de devolverles mi atención, pese a las críticas que puedo recibir, es como le demuestro a mis hijos que me importan, resguardando antes que nada su seguridad. ¿Y no es lo más adecuado en estos tiempos? —Ya te dije, es control parental— procuro defender mi postura.

Pero, ¿alguna vez Sigrid se resignó a darnos la razón en esta familia? Si no hace más que tomar a mofa mis palabras y saco mi barbilla hacia afuera cuando al parecer se regodea de Nick y Eloise. —Son una pareja que se quiere, hermanita. Más allá de los prejuicios que puedas tener, no puedes negarme que Nicholas la quiere de verdad, ¿y no crees que es bueno que haya encontrado una mujer que lo merezca?— antes que cualquier otra zorra de por ahí, que a los ministros les basta con aparecer un par de veces en televisión que comienzan a ser acechados, ¿y acaso Powell no terminó con una empleada más del ministerio? De Weynart no puedo decir mucho, su comportamiento para con su esposa sigue siendo el adecuado, pero escucho entre las mismas aurores uno que otro halago sobre él y nada tiene que ver con el trabajo que hace, que al pobre no es mucho lo que le halagan estos días en este sentido. —No seas envidiosa y alégrate por ellos— que sé que no envidia nada, pero que su mala experiencia no le haga ir por el mundo juzgando con la misma vara. Nicholas también ha pasado por lo suyo, se merece… esto. Y detesto ser quien traiga problemas a esta familia, ¡que a Sigrid se le da mejor y todos nos hemos acostumbrado que así sea! Aprieto fuerte mis labios al recibir una reprimenda en la que me siento en el lado equivocado, ¿no solíamos tener esta conversación al revés? —Se lo puedo decir yo misma— finalmente encuentro mi voz y la saco acompañada de un resoplido. —Qué se hablar con mi propia boca, no hace falta que intervengas— dejemos de lado la hipocresía en esa última palabra. —Cuando encuentre el momento para hacerlo— claro. —Es algo que lo tengo bajo control, ¿si? Ahora lo que quiero hacer es volver al escuadrón, que no me basta con lo que Lex me estuvo manteniendo al tanto, estamos cada vez peor y— suspiro de pura frustración por el chiste en el que nos hemos convertido, —solo puedo ver que se ponga peor. Así que cuida a los niños, le diré a Luka que tenga un ojo sobre Jen y Brian en la escuela por cualquier cosa, así está para ayudarlos si lo necesitan y no se meten en nada raro.
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Deshecho sus intentos de hacerme una persona seria con un gesto de mi mano, que si no lo consiguió en todos estos años de hermandad, dudo mucho que vaya a hacerlo para algún tiempo cercano. No es la primera vez que me pregunto si el hecho de que Nicholas sea ligeramente más mayor que ambas, conmigo hay una diferencia aún más grande, tenga que ver con que Ingrid y yo solemos ir a la par. No me estoy refiriendo a que somos almas gemelas, pero sí admitir que a mi hermana puedo contarle cosas, que no todas, que con nuestro hermano mayor ni siquiera pensaría en hacer. Puede que también tenga que ver con que somos mujeres, que vivimos tiempo juntas en la casa mientras que cuando apenas tenía diez años, Nick ya había encontrado el modo de independizarse para estudiar. Eso nos dejó a mi hermanita y a mí la oportunidad de establecer una relación más íntima, una en la que yo me dedicaba a hacer el ganso mientras ella iba por detrás tratando de limpiar mi estropicio. A veces creo que no le agradezco lo suficiente, pero luego se me pasa.

Oh, no son prejuicios, solo pienso que son demasiado perfectos como para ser real, pero una vez más, a Nicky siempre le gustó eso de alcanzar un estatus prolijo. Parecido a ti, hermanita, ¿cómo es que no te decantaste por un ministro también? Es que son algo jóvenes, ¿verdad? — bromeo, aunque sí me hace pensar que la mayor parte de nuestros políticos son más jóvenes que nosotras y no estoy muy segura de si verlo como un beneficio o una desventaja. Para mí lo cierto es que me resulta indiferente, ya sabemos lo poco que me interesa a mí la vida política de este país, que lo único que me molesta es no haber podido votar en una elección justa, pero no vamos a andar exigiendo con el personaje que tenemos como presidente. — ¡Me alegro, me alegro, hermanita! ¿Crees que Eloise aceptará a que seamos sus damas de honor en su boda? — de acuerdo, reconozco que así no parece que me lo esté tomando en serio, ¡pero en serio que me alegro! Sí, incluso cuando parezcan salidos de un anuncio de televisión ideal, tengo que admitir que hacen buena pareja. Después de lo que ocurrió con la madre de Oliver, estoy feliz de que haya encontrado alguien con quien compartir lo que sea, como también estoy segura de que mi sobrino opina lo mismo.

Cuando encuentre el momento no es un buen momento, el momento es ahora, antes de que todo se vaya a la mierda de verdad. Tú misma lo estás diciendo, ¿seguro que es sabio reincorporarte cuando todavía…? — bueno, cuando todavía no es seguro de que esté curada. Lo que debería hacer es descansar, parece irreal que la que le esté diciendo estas cosas sea yo, que normalmente soy de todo menos la voz de la razón en esta familia. Creo que podría acostumbrarme, hasta me sienta bien la cara de severidad que le dedico al respecto. No me dura mucho claro. — ¿A Luka? ¿Estás segura? Mis hijos son bien capaces de orar por su propio bien, ¿o no has visto las calificaciones de Jenna del año pasado? Yo honestamente le pondría un 3 en sociabilidad, pero sé que eso no es importante para los padres de hoy en día, ¿no es así? — tengo que actualizarme en eso, ¿cuando fue la última vez que fui a una reunión con sus tutores? Creo que nunca es una buena respuesta. — Te conviene echarle un ojo a tus propios hijos, que de los míos me encargo yo… — porque no seré yo la que le diga que vi a Luka haciendo trapicheo de marihuana a la salida del colegio, tampoco le diré que compartí uno con él una vez, que el lazo entre tíos y sobrinos en esta familia es estrecho, hombre, la confianza se da por sentada.
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Eso que ves como perfección— a este punto no sé si estoy defendiendo a mi hermano en su relación con Eloise Leblanc, o la mía propia con Kostya, que no sé a qué viene ese reclamo permanente que a veces oigo de la misma Kitty a querer conservar un orden que nos brinda una vida estable, familiar, en este país que se convulsiona con conflictos políticos a cada rato. ¿Qué hay de malo en querer mantener la compañía de la pareja o los hijos a resguardo, así como seguir organizando almuerzos cada domingo con el resto? ¿Tenemos nosotros también que abrir la puerta de nuestras casas al caos del exterior. Pues no, en mi intimidad deseo poder estrechar las manos de todos mis hijos y seguir sintiéndonos una familia que sostiene el lazo. —Suele conllevar muchos esfuerzos por detrás, situaciones que se van atravesando y que buscan abatirnos, dime si quieres que Eloise es demasiado perfecta para Nick, tal vez… pero después de perder a la mujer que amaba y que le dio un hijo, no deseo otra cosa para que él pueda compensar esa ausencia.

Si bien la elección del hombre que hoy en día es mi esposo se hizo en base a lo que conveniente, y no en lo económico, que eso nunca fue preocupación para nuestra familia, tampoco soy una mujer que haya perdido su corazón en algún rincón. No llego a ser una romántica empedernida, claro que no. Pero no creo haberle dado dudas jamás a mi esposo de que al elegirlo, decidí darle enteramente mi amor y mi lealtad. Se llega a querer a quien está todos los días está a tu lado, y lo prefiero a arrebatos de amores intensos, pero fugaces. Tener un compañero se trata de eso, lo que espero que Nick también pueda encontrar en Eloise, así como deseo con sinceridad que le suceda a Sigrid con un partido mejor que su ex esposo. Nadie debería estar pendiente de alguien que va por la vida como una bala perdida y de volver, solo causa daño. —No sé si Eloise estará con ánimos de vestirse de blanco una vez más o nosotras de llevar vestidos con volados rosas. Me conformo con una ceremonia formal y honesta— que cada cosa tiene su tiempo, tal vez el de las flores y niñas echando petalos de flores ya no se podrá, también hay que tener en cuenta que ambos son ministros y la discreción es fundamental para que sigan cuidando la reserva de sus hogares. — Nosotras, Lexa, Jenna, Kitty… ¿sería un cuadro encantador, no crees? Lo reservaremos para tu próxima boda— que nunca se muera mi persistencia.

Hacer chistes sobre la muerte, incluso si no los exteriorizo, no parece ser lo más acertado en estos momentos en que tengo a Sigrid a punto de agarrar el cuchillo para persuadirme de que hable con Nicholas. Suspiro, ¿qué otra cosa puedo hacer más que suspirar? —No parece el resto de mi vida sentada en el pasillo de espera de un hospital— me niego de redondo a esto, —haciéndome controles hasta el día en que vuelva a dar un positivo, no. Eso no es vivir, eso es arrastrarse en la vida. Así que tengo toda la intención de reincorporarme y eso es lo que voy a hacer, bastante descuidado tenemos el escuadrón como para tomarme vacaciones más largas que no necesito—defiendo mi postura, esa que tambalea cuando insiste en el cuidado de mis propios hijos y me tiembla la expresión severa. —No parece que haya nada malo con ellos— insisto, aunque mi licencia no fue exclusiva para mantenerme en la casa, sino en la cama de un hospital. Tal vez tendría que haberla alargado para poder pasar más tiempos con ellos, ¡pero tonterías! No lo necesitan, son chicos excelentes, que a la larga solo se fastidiarían más de tenerme respirándoles en la nuca. —Deja en paz a Jenna, es selectiva, y lo mejor es que lo sea, así se ahorrará amistades engorrosas. Tampoco necesita socializar tanto, ¿para qué? Tiene primos— fin del problema. —¿Este domingo almorzamos aquí, Siggy? Con Lex queremos probar una nueva receta así que traeremos para compartir.
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Que mi hermana diga todo lo que quiera, pero no puede negarme que las facilidades que tienen algunas parejas no son comparables con las situaciones que viven día a día muchas otras. Me incluiría en ellas, que el padre de mis hijos es un squib que andan refugiándose de la ley vaya a saber dónde a estas alturas, pero si se lo reconozco a mi hermana poco tardaría en darme una lección de por qué mis elecciones siempre han sido patéticas. No se lo tengo en cuenta porque yo he hecho lo mismo con su esposo, que con Kostya siempre voy de frente y al pobre hombre le cuesta todavía reconocer cuando estoy bromeando sobre su matrimonio y cuándo se lo digo completamente en serio. Suele ser un poco de ambas, la verdad. — Yo también, yo también, hermanita, lo que pasa es que no expreso mi felicidad de la misma manera que tú, mujer… Pero me alegro, por supuesto, al menos de esa forma está más entretenido, si sabes a lo que me refiero… — no puedo no dejar escapar una risilla traviesa, actuando como una cría de quince años, sí, ¿pero alguna vez dejé de hacerlo? Ya lo digo yo, mi hija mayor es mucho más madura que yo, quizá debería hacer algo al respecto.

Hermoso, desde luego, lástima que te lo vayas a tener que guardar para tus imaginaciones de revista. — le guiño un ojo, que lo del matrimonio nunca fue lo mío en realidad y dudo mucho que a estas alturas de la vida ya vaya a encontrar a alguien que me active el interés. Más allá de los amigos solterones del esposo de mi hermana, la cosa está bastante vacía en cuanto a hombres atrayentes, y sabemos que nunca me ha interesado tanto el dinero como para casarme con un ricachón por conveniencia. — Bueno, como quieras, yo solo te digo que tengas cuidado y sepas cuando parar, si necesitas un descanso de vez en cuando no creo que haya problema a que lo tomes. — insisto, porque mi hermana mayor tiene esa manía de creerse no invencible, pero sí capaz a soportar un gran cúmulo de cosas sobre sus hombros cuando técnicamente, está justificada para no tener que hacerlo. Se queja de mí, pero yo me sé de una que tampoco hace caso a consejos familiares y es que cuando se trata de quién hace bien las cosas y quién las hace mal, Ingrid suele ser la de las primeras y yo la de las segundas por costumbre, no porque sea así realmente.

Alzo una ceja, aunque pronto ambos se curvan en una mueca que acompaña así mis labios cuando hablo. — Pero no puede casarse con sus primos, ¿verdad que no puede? — podría haber usado “salir”, que mi hija es demasiado joven para casarse, pero sé que esa palabra tendrá más efecto que cualquier otra en mi hermana. — Si queréis… pero avísame entonces para que haga una limpieza el día antes. Si tú te encargas de decirle a Nicky yo me encargo de comprar el alcohol. — ah, ¿por qué siempre hago de todo una oportunidad para beber? Tendrá que ver con que me estoy haciendo vieja.
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No te inmiscuyas en el entretenimiento de tu hermano mayor, si luego tú te andas reservando lo tuyo...— la reprendo por esa impertinencia que por dentro siempre nos ha dado gracia al tenerla como hermana menor, si es que yo mi diario de los doce años le hacía saber que lo había escondido en alguna parte de nuestro dormitorio compartido para que luego lo estuviera rebuscando y si lo encontraba, se llevara le chasco de que solo anotaba las tareas de la escuela. Las anotaba muy prolijamente, con letra bien dibujada, muchos colores y tablas. Me inclino un poco hacia adelante al arquear mis cejas con intención de broma. —¿O es que tus hermanos mayores, tan aburridos y estirados, tienen más entretenimiento que tú? ¿Qué te ha pasado, Siggy?— finjo sorprenderme, no, escandalizarme. El cuadro que se me pinta en la cabeza de ella con una copa de vino y un hombre quitándose la bata de sanador para quedar en cueros, tiene a este último metido dentro del televisor.

Triste, esa no creo que sea otra de imaginaciones de revista como ella le llama. No es que crea que el sexo sea exclusivo del matrimonio, soy estricta, no anticuada, pero podría considerar el matrimonio como posibilidad puesto que le aseguro lo otro. Si tengo que ser honesta conmigo, en estos cuarenta y tantos años, yo misma sigo preguntándome qué tipo de hombre es el adecuado para mi hermana. ¡Y que nadie me mencione al vago de Dressler! Si ni él pudo con el genio de Sigrid cuando esta toma una decisión, algunos dirán que influenciada por nosotros, ¡ja! Que no me ahorre calificativos a su ex marido cuando expuse mi opinión, pero algo que mi hermanita nunca hizo desde que aprendió a caminar, es obedecer para donde le marcamos el rumbo. Siggy era capaz de saltar por la ventana solo para llevarnos la contra y no salir por la puerta. De igual manera, era la que saltaba ventanas para comprobar si estábamos bien si nos caíamos y teníamos un corte. Fui hosca con ella en más de una ocasión, ninguna hermana mayor quiere admitir que necesita de la ayuda de la menor, cuestiones de relaciones de autoridad que me importaban de niña, con las décadas siguientes suavicé mis reacciones para darle la razón cuando, increíblemente, la tiene. Esta vez la tiene, así que en mi actitud de reconocerme en falta, solo asiento con la barbilla para que sepa que la obedeceré.

Mi hermana, de hecho, está demostrándome un buen juicio que debe ser indicio de su madurez tardía, su pregunta es un interrogante muy serio cuando me lo planteo. —No en esta familia, nuestras tradiciones se mantendrán sin que tengamos que tomar decisiones tan…— opino, no es solo mi moral, también el saber general que tenemos todos de que esos enlaces por principios puristas es lo que supuso la propia extinción de muchas familias y no hay nada que me haga caminar con tal orgullo como saberme de las últimas brujas puras en mi familia, que mis hijos y lamentablemente no los de mis hermanos, conserven esta sangre es algo para seguir manteniendo en alto. Y entonces viene mi honesta preocupación de madre. —¿Crees que debamos presentarle a alguien, Siggy?— consulto, que no se si quiero dejar al azar la elección de mi sobrina, que pese a su demostrada cordura, sigue siendo hija de quienes es. —Podríamos decirle a Luka que traiga a un amigo— sugiero, e inmediatamente, que también me inquieto por él. —Y que Jenna traiga a su vez una amiga… ¿por qué no organizamos una cena para los chicos?— propongo con mis palmas chocando entre sí. De Alexa no debo preocuparme, una vez que solucione con Percy esos cabos sueltos en su relación, podremos continuar con los planes de boda. —¿Qué te parece en mi casa? Así puedo tener un ojo encima de ellos— aunque la idea en mi mente de una tranquila reunión entre jóvenes difiera bastante de los escenarios habituales de los adolescentes. —Por lo que me ha dicho Luka, Oliver parece bastante cercano a la hija del ministro Powell. Tal vez por él no tengamos que preocuparnos... eso nos deja a Jenna y Luka.
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Por favor… no hay otra cosa que querría menos que la de meterme de pleno en las fantasías sexuales de nuestro hermano, ¿cuántos años crees que tengo, Ingrid? — porque he sido yo la que ha empezado con la coña, creo que hasta me merezco esa respuesta que me provoca soltar una risotada en toda su jeta. — Tú mejor preocúpate de tu vida sexual con Kostya antes que de la mía, hermanita, no quiero tener que verte la próxima vez en un club de strippers de la mano de tu marido. — porque no voy a soltar tan fácilmente lo que me ha contado sobre los hobbies de su esposo, me permito el reírme esta vez un poco más por lo bajo, como si estuviera planeando dentro de mi cabeza el peor de los planes. Mientras no se me presente en la casa un sábado noche de la compañía de uno de los amigos del rubio con el que comparte cama, creo que me puedo dar con un canto en los dientes, agradecer que todavía tengo la capacidad como para alejar a mi hermana de mis asuntos privados por mucho empeño que ponga en tenerlo todo bajo control.

Y es que en cuanto a eso, Ingrid no es consciente de que hay muchas cosas que están volando frente a sus ojos sin que ella se dé cuenta, porque ni el mismísimo presidente tiene todos sus asuntos en orden, como para que mi hermana crea que sus hijos son ángeles caídos del cielo. — ¿Presentarle a alguien? El día que Jenna aparezca con un novio en casa, me aseguraré de que no le haya subido la fiebre antes o algo por el estilo. — bromeo, que no lo digo porque mi hija no tenga belleza o porque le falte cerebro, sino porque precisamente es ella la que la propia mención de una relación le hace rodar los ojos en desagrado. A su edad yo ya me había camelado a medio distrito y hecho otras cuantas cosas con la otra mitad, pero no es un tema que vaya a tocar con mi hermana, justamente. — No creo que “organizar una cena para los chicos” sea su definición de diversión, en especial si la que se encarga de organizarlo eres tú, Inggy. No te ofendas, pero tienes un ligero problema con eso de ser perfeccionista y amante del control. — ¿una cena de adolescentes y mi hermana por anfitriona? Dios me libre a mí de acudir a eso. — Bueno, como quieras, tu casa es más grande así que podremos hacerlo allí bien, ¿Brian y Kitty también están invitados o es solo para mayores de edad? — creo que se sentirían un poco excluidos de no estar invitados, a pesar de que ellos dos tienen sus propios métodos para mantenerse ocupados. — Oliver anda haciendo otras cosas en ciertos medios de comunicación que me hacen dudar de que sea la hija del ministro Powell la que esté cercana a él, porque que yo sepa Powell junior es rubia y la del vídeo directo se veía bastante morena. — alzo una ceja, divertida, ¿mi hermana sabrá de ese vídeo que ruló por las redes en verano o tengo los honores de contarle la historia? Creo que ni Nicky sabe de esto, ¡qué tremendo tema de conversación en tarde de domingo sería eso! Pero no… no le haría eso a Oli.
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Hay días en los que creo que todavía no has pasado de los catorce— digo como al pasar, una de mis cejas rubias se arquea para acompañar a mi mirada que la recorre de arriba abajo, más como una apreciación de molestosa hermana mayor, que por estar juzgándola de verdad, si a la primera persona que venga a comentarme algo sobre la inmadurez de Sigrid que yo bien le conozco, hago que pegue la vuelta para ir a su propia cosa y se fije en los trastes sucios de su cocina. —Sería el colmo que tú y yo nos encontremos en uno de esos lugares y sean nuestras hijas las que vayan a misa— murmuro entre dientes, aunque sea una práctica olvidada no me hace difícil imaginarlas con pañuelos cubriendo su cabello y yo con ellas pidiendo por el alma descarriada de mi hermana menor, si ambas muchachas son el epitome de la decencia y las buenas maneras, y algún día ambas estarán con alguien a su altura, si es que saben elegir bien. Puesto que la mayor de mis hijos demostró que esto es posible, salvo un detalle menor, puedo depositar las mismas esperanzas en mi sobrina. —¿Estas segura de eso, Sigrid?— no es que dude de Jenna, para nada, —debe haber algún muchacho por ahí, ¿no se te ocurre nadie?— que si es mala elección mejor saberlo con tiempo, no lo creo, lo achaco más a que su hija es tímida. —¡Ay, Siggy! En estos momentos es que se vuelve importante revisarle los mensajes…— así ya sabríamos todo el chisme.

Saco mi propio teléfono del bolsillo de mi chaqueta para deslizar el pulgar por la pantalla y buscar el icono de Wizzardface, lo encuentro al cabo de unos segundos, noto que el número de notificaciones ha subido a dos y, aunque nunca llegue a leerlo todo, me pone ansiosa ver crecer el número de pendientes, así que esa ventana es la primera que despliego, solo para que los pendientes desaparezcan. Entonces sí, busco a mi sobrina entre mis amigos. — Disculpa, ¿qué yo tengo un problema de qué?— interrogo a mi hermana con un marcado tono que muestra mi indignación ante su acusación de que no soy la anfitriona ideal para un grupo de jóvenes. —¡Aquí está!— grito de inmediato al abrir una de las últimas fotografías de mi sobrina, una de… ay, por Morgana, ¡de hace meses! Las otras publicaciones tienen pocas reacciones, ésta en la que si se ve su cara tiene un repunte de apreciaciones positivas y por supuesto, si es hermosa como todas las Helmuth. Le muestro a mi hermana la lista de personas que le han respondido con un corazón. —Podemos compararlo con otras fotos y el sospechoso se hará notar por sí mismo…— instinto de auror, nunca falla. —Kitty y Brian pueden estar, de todas maneras, será una fiesta tranquila. Kitty tampoco es tan pequeña, temo que si le digo que se quede en la pieza, salga gritando dramática como es a decir que hay un troll en el baño— resoplo, y estoy tan ocupada pasando lista de estos raros nombres de usuarios, que apenas si hoy lo último que dice. —Espera, ¿qué?—… medios de comunicación, Oliver, una morena. Me agarro del corazón con una mano. —¡¿SE HA FILTRADO UN VIDEO PORNO DE OLIVER EN LOS NOTICIEROS?! ¡¿Y POR QUÉ NADIE ME AVISA?!
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Sigrid M. Helmuth
No puedo hacer más que reírme con ganas por esa creencia que no está muy lejos de la realidad, pues digamos que yo misma reconozco que podría esforzarme un poco más en parecer una persona seria. ¿Pero a quién vamos a engañar? Mis hermanos ya tienen que estar más que acostumbrados a mi explosiva personalidad y que se sorprendan por mi comportamiento es algo que me lleva a mí a poner caras de incredulidad. Podría perfectamente imaginarme el escenario en donde Ingrid y yo aparezcamos con una botella de tequila y unos vasitos de chupito, mientras que mi hija se encuentra de rodillas frente a un altar. Claro que mi hermana no sería precisamente a quién escogería para irme de joda, si vamos a ser honestos. Intento hacer memoria de las veces que he escuchado a Jenna hablar sobre chicos, como consecuencia mi cara se frunce en gesto pensativo que me dura como dos segundos ante la revelación que encuentro. — Bueno, si lo tiene, a mí no me lo ha dicho. — lo cual suena bastante como Jenna si lo pienso dos veces. De todos los temas que podría tratar con mi hija, estoy segura de que los hombres no entran dentro de esa categoría. Me apuntaré para la próxima el preguntarle, discretamente por supuesto, que no soy su tía. — Por personas como tú, querida hermana, es que inventaron las contraseñas de seguridad. — me mofo, con un ruedo de ojos.

Ah, pero que yo también quiero cotillear si se puede, sobretodo si luego tengo a alguien a quién culpar, ¿y quién no va a creerse que fue mi hermana la perfecta quién dejó un par de likes extra en publicaciones de hace meses sin querer? Muevo mi silla arrastrándola por el suelo para acercarme a la de mi hermana y así poder asomar la cabeza por encima de su teléfono. — Te lo dije… — murmuro cuando en el perfil de Jenna aparecen imágenes que han debido ser colgadas hace meses. Mi cabeza se ladea cuando entra en el juego de detective y me es imposible no mirarla con una sonrisa ladeada, llena de sarcasmo. — ¿Te dedicas mucho a esto, verdad? — bromeo, aunque estoy segura de que puede llegar a utilizar su tiempo libre stalkeando los perfiles de sus hijos para saber quién anda detrás de sus intereses. Me río por lo que dice después, pero no son las dramatizaciones de Kitty lo que me llevan a profundizar la risa, sino la actitud que toma mi hermana frente a la insinuación que ella misma plantea. — ¡Sshhhhh! ¿Es que quieres que se entere todo el vecindario? — la regaño, más la sonrisa delata que todo este asunto me hace más gracia que la necesidad de guardarlo en secreto. — No es ningún vídeo porno, deja de escandalizarte, o se cortó antes de que pudiera serlo, tal vez… Me sorprende que precisamente tú no hayas escuchado nada al respecto. — lo alargo, ya puedo ver como va a empezar a morderse las uñas si no suelto prenda. La tomo del brazo para que me mire, así puedo plantarle mi más rostro serio. — Verás, hermanita, resulta que nuestro sobrino anda haciendo vídeos directos en Wizzardface metiéndose mano con una morena, mano, lengua, uy, de todo… ¡pero se les veía que llevaban ropa puesta! — aseguro, también es probable que esté exagerando, pero eso se lleva en las venas, no puedo hacer nada al respecto. — Quizá sea un buen momento para tener una charla sexual con nuestros hijos, Ingrid, no querrás que dentro de unos años Kitty te aparezca con bombo, ¿verdad? Podríamos explicarles a los chicos primero, Jenna, Oli… ¡tal vez Luka quiera ayudar con la presentación! — también es probable que no sea una tan buena idea como al principio pienso.
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Soy la seguridad aquí, las contraseñas solo son contraseñas— me paro todo lo alta que soy para imponerme en mis actos, más que justificados a mi parecer, con la misma arrogancia que usaba cuando tenía siete años para erguirme delante de mi hermanita y decirle que hablaba desde mi autoridad como hermana mayor, como si ese título me otorgara impunidad a todo avance, hasta que se aparecía nuestro legítimo hermano mayor y parte de mi poder era arrebatado por su sola presencia. Si hay una persona que se resiste a mi avasallante carácter ese es Nicholas, lamentablemente mis sobrinos están a muchos años de distancia como para que les confiera el respeto que tengo hacia mi hermano, así que revisaré sus cuentas en Wizzardface todo lo que me plazca. Pierdo toda concentración en la lista de sospechosos interesados en Jenna cuando el escándalo de Oliver hace que casi se me caiga el teléfono, creo que estoy padeciendo de los síntomas de un pre-infarto. —¡Y QUÉ SI TENÍAN ROPA O NO! ¡NO HACE FALTA QUITÁRSELA PARA TENER SEXO Y ENCIMA DELANTE DE MEDIO PAÍS! Siggy, esto yo no tendría que explicándotelo, que tuviste dos hijos…— mi voz escala el punto más alto de histeria para caer abruptamente en un susurro confidente, tal vez el tono haya sigo el inadecuado a cada parte.

Si no me meta la enfermedad, el remedio o la guerra, la que va a matarme es Sigrid con sus suposiciones a futuro. ¡Kitty embarazada! ¡Ay, Morgana! Me duele el pecho, ay, esto debe ser el principio de un infarto. ¡Clases de educación sexual! ¿Qué somos ahora? ¿Las inquisidoras del Royal? —¡No voy a sentar a Kitty y a Luka en una misma mesa a hablarle del tema! ¡No… tienen la misma edad!— tengo que ser honesta conmigo misma, me asustan más las preguntas que pueda hacer la menor de mis hijos y que sea ella la que nos escandalice a nosotros. Presiono el puente de mi nariz con los dedos para calmar mis nervios que están al borde del colapso, que lo último que quiero es que Oliver se haga esa fama por andar grabando vivos en Wizzardface, cómo se nota que le falta una guía y que Nicholas no puede solo con su crianza, lo que nunca esperé decir de él, sí de Sigrid y es inesperadamente quien tiene una hija con la cabeza bien centrada, como la tienen Alexa y Luka. —¿No crees que una charla de ese tipo solo los alentará? ¿Y qué si Oliver mete ideas raras en la cabeza de Luka? ¡¿O JENNA?! Tal vez sea conveniente una charla a solas con él, primero…— a los otros dos los veo bastante encauzados, aunque de todas maneras… —¿Por qué mi hijo tendría que hacer de presentador? Yo preparé la exposición, buscaré algunas enciclopedias de anatomía, tú te puedes encargar de hablarle de las pócimas que existen para prevenir, ya sabes, algún Helmuth inesperado… ¿y quién es esta morena de la que hablas? ¿Conoces su identidad?— pregunto, de más está decir que ya estoy abriendo la cuenta de Oliver para repasar entre sus muchas fotografías sin cabeza, alguna en la que esté con alguna sospechosa morena.
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Y POR QUÉ ME GRITAS A MÍ, YO NO FUI LA QUE ANDUVO TENIENDO SEXO EN UN VIRAL, POr el amor de Merlín, Inggy, baja el volumen, te escucharán los vecinos. — sí, yo también termino bajando el tono de mi voz, que todavía mi hermana me carga con la culpa de haber cazado a nuestro sobrino a punto de tener relaciones sexuales en internet. Probablemente ya se esté pensando que he sido yo el origen de todo este problema, como mala influencia que le gusta reclamarme como si tuviera dieciséis años de nuevo. Hay que ver… — Mira, la próxima comida familiar, si quieres le preguntas a Oliver mismo si es que perdió la virginidad en un sofá, con su padre delante, ¿por qué no? ¡O mejor! ¡Yo misma te mostraré el vídeo! — así salimos de dudas. Esta vez soy yo la que va en búsqueda de su teléfono, el cual se encuentre sobre la encimera y es el motivo por el que me levanto y no porque nuestras tazas de café se encuentren vacías. Creo que a mi hermana ya le hizo efecto la cafeína. — Ajá, aquí está… si es que se sigue reproduciendo a estas alturas todavía. — lo cual no es un comentario que beneficie al protagonista del vídeo cuando se lo pongo frente a los ojos de Ingrid, ya puedo verla armando un escándalo solo para eliminarlo de la red. Y es que sí, llevan ropa, se puede ver, pero también se puede escuchar y… bueno, en fin.

¡Bueno, pero por eso digo que sea Luka quién haga la presentación! — ¿solo yo le veo la lógica? En algún momento va a pasar, dudo mucho que Kitty y Brian se traguen la trola de la cigüeña por mucho más tiempo, al menos en lo que a la razón de mi hermana se refiere. Yo estoy segura de que los niños ya tienen que saber de dónde vienen los bebés y qué mejor forma de evitar que aparezcan desde una edad temprana. — ¿Alentar a qué, hermana mía? El instinto sexual es lo más común a su edad, y ya que en el colegio parece que no les informan lo suficiente, es nuestra tarea como madres, y tías, el preparar a nuestros hijos y responder a sus preguntas. — hasta soné bastante seria, y es que en realidad sí me preocupa que chicos como Oliver o Jenna no sean conscientes de la cantidad de errores que pueden cometer. — ¡Porque Luka ya está experimentado en el tema, mujer! ¿O es que te crees que tu niño todavía es virgen? ¡Por favor! Se tomarán mejor nuestro consejo si viene de él, no de ti. No te ofendas, hermana, pero yo tampoco querría tener una charla sexual contigo presente. — sonrío suavemente, no es como si ese comentario le fuera a ofender lo más mínimo y tampoco creo que sirva como motivo para que mi hermana no aparezca por la sala. — Es una tal Davies, pero no tengo idea de si están juntos, quizá también puedas preguntarle eso el domingo. — como buena cotilla que soy también, me inclino sobre el celular para indicarle cuando veo a la morena aparecer en escena.
Sigrid M. Helmuth
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I can hold the weight of worlds if that's what you need · Sigrid IqWaPzg
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¡AH! ¡NO LO SÉ! ¿Y qué si tienes un video tuyo por ahí del que no estoy enterada?— la acuso con mi dedo índice agitándose nervioso en el aire, otra manera de poner el foco de culpa en ella como mis habilidades innatas de hermana mayor me mostraron que puedo, que no logro por donde echarle la culpa de que Oliver se esté enredando en un sillón con esa muchacha, tal como se ve en ese video impúdico que Siggy friega delante de mis ojos. ¡De eso la voy a culpar! ¡De matarme! ¡Hoy no salgo viva de esta cocina! Y lo que peor, porque me conozco, es que sé que mañana voy a volver para tomarme otro café y dejar que mi hermana me escandalice con sus barbaridades. —¡CÓMO LE VOY A PREGUNTAR ESO DELANTE DE NICK! ¡SIGRID!— noto como su voz se estrangula en un chillido agudo que habrá roto el tímpano de algún vecino o del pobre perro de Kitty. —¡Aparta ese video! ¡No necesito ver nada! ¡Ni le voy a preguntar nada en un almuerzo a Oli…!— exclamo en plena agitación que no logro tranquilizar, logro manotear mi teléfono sin que se caiga al suelo y me encargo de guardarlo para poder revisarlo más tarde. —Hablaré con nuestro sobrino con toda calma y reserva uno de estos días que pueda ir a su casa— decido, recuperando mi serenidad y elegancia al dejar caer el teléfono dentro del bolsillo de mi chaqueta.

¡Sigrid!— vuelvo a reprenderla, —¡no digas instinto! ¡Ni que fueran cachorros en celo!— me ofusco, que hay otras palabras el diccionario. Por poco no me abanico con una mano para darle fresco a mis mejillas, enrojecidas por todo el bochorno de esta charla, trato de tomarme con frialdad todo lo referido a lo que es necesario enseñar a nuestros hijos para que tengan cuidado y buen juicio en sus relaciones sexuales, pero no puedo cuando tengo a mi hermana diciéndome en toda mi cara ¡QUÉ MI HIJO PUEDE DAR CÁTEDRA! —No creo que siga siendo virgen, pero mi hijo tampoco es de esos que va de una chica a otra, se toma todo muy en serio y JAMÁS se involucraría de una manera tan superficial, tan irresponsable. ¿Luka? Nunca, si es todo serio, no. Yo sé que sigue buscando a la chica indicada, perfecta, no se anda con… esas cosas ¡y menos grabando “vivos”!—. No es que quiera echar críticas hacia Oliver, que es un encanto, ojalá no fuera tan encantador también en esos videos públicos suyos, ¡ay, Nick! ¿Cómo cabe esperar que tanto trabajo le de tiempo para una charla necesaria con su hijo? No queda de otra, su tía Ingrid –y sí, sí, Sigrid también- tendrán que hacerse cargo. —¿Davies? ¿Familiar del juez Davies?— pregunto, ¡si es que no me hace falta ir a los ordenadores de la base de seguridad para comenzar mi trabajo de auror! ¿Qué demonios hace la hija de un juez grabándose esas cosas? ¡Ay, Morgana, esta juventud descarriada…! —¿Y por qué no invitamos a esta tal Davies al almuerzo?— le propongo a Sigrid, que cenas, charlas, almuerzo, voy a tener que organizarlo todo luego en mi agenda. —Ya sabes lo que dicen Siggy, mejor tenerlos bajo nuestros ojos donde podamos verlos que… yéndose a lo oscuro para hacer quién sabe qué ¡y ojalá no sea un bebé!— vuelvo a tamborilear mis dedos en la madera de la alacena para espantar la mala suerte.
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Sigrid M. Helmuth
Tengo que soltar el ‘prffffff’ más exagerado de la tarde, junto con una risotada que me es imposible controlar por las insinuaciones de mi propia hermana. — ¡Por favor! ¿Pero qué tan aburrida te crees que estoy como para tener un vídeo mío de esa clase? ¡Hay que ver las cosas que se te ocurren! ¿Es que ya te vino la menopausia? — me permito bromear, que como hermana mayor espero que sea consciente de que será la primera en sufrirla y confío que también tendré que ser yo la que soporte sus cambios de humor, si ya a estas alturas de la película me cuesta reconocer con qué va a venir. — ¡Ah, claro! ¡Poco problema tienes en hablar sobre las relaciones indecorosas que mantiene nuestro hermano con la ministra, pero cuando se trata de la vida sexual de tu sobrino callas como una santa! Mujer, no hay quién te entienda... — la que callo soy yo, que soy quien se estuvo riendo de las nuevas intimidades de nuestro hermano mayor como si fuera mi pasatiempo favorito. — ¿Y para qué están los almuerzos familiares si no es para avergonzar a al menos uno de los miembros? — me quejo, con ese tonito tan característico de mi persona y que mi hermana bien conoce por todos los años en los que he utilizado esa misma voz para quejarme de todas sus exigencias y sermones, como si fueran a tener algún efecto en mí en algún momento cercano.

Ay, ¿y qué quieres que diga? Asúmelo, Inggy, nuestros niños no son los que una vez fueron, estas cosas pasan. — se llama el paso del tiempo y creo que mi hermana tiene un problema en asumir que sus hijos no son santos, ni mucho menos, y de todos ellos, Luka no sería el más indicado para hablar de perfección y vida correcta, si voy a ser honesta con ella. — Ya... sí, seguro, ya veo que ya está pensando en el año de compromiso para esa mujer... — ruedo los ojos — Qué anticuada que estás, hermana, ¿no ves que hoy en día los chicos no buscan ninguna clase de compromiso? Es mucha responsabilidad que no quieren asumir, prefieren tirarse a una en los baños de la discoteca que pensar en casitas y futuros de revista. Tendré que darte algún consejo de madre moderna a ti también... — sus hijos me lo agradecerán en los años por venir, que tienen una madre de lo más estirada y no será porque yo no haya tratado en todos mis años que vengo de soportarla de modificar su comportamiento. — ¿Y tú crees que aceptaría? No eres siquiera la madre de Oliver como para invitarla a un almuerzo, y siento decirlo, pero tienes una fama que no juega mucho a tu favor... — me aclaro la garganta, no soy yo quien lo dice, sino esas madres que acuden a reuniones escolares con profesores y le tienen una envidia horrible a mi hermana por ser doña perfecta, con el esposo adecuado, la casa bonita e hijos correctos. Bueno, casi todos. Es la clase de currículum que haría que una niña como Davies salga corriendo en dirección contraria con tal de alejarse de la nariz de Ingrid. Lo veo lógico, a mí me gustaría hacerlo, pero soy su hermana. Maldita unión de sangre, me tiene atada a esta mujer de histeria y dramatismo, como si no tuviera suficiente con el mío.
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