TEMAS
Es por eso que me mantengo de pie junto al marco de la cocina, observándola hacer no sé qué cosa ahora que la cena ya pasó, mi hermano está en la cama y la noche nos presta su calma. Me balanceo sobre mis pies, no muy segura de cómo abordar el tema, hasta creo que el celular que sostengo con fuerza entre mis manos va a explotar de la presión que estoy ejerciendo con mis dedos. Me relamo una y otra vez, hasta que doy un paso hacia delante — ¿Alguna vez lo extrañas? — creo que mi voz suena algo ruidosa sin quererlo, así que me obligo a bajar el tono — A papá — el nerviosismo me produce el golpeteo de mis dedos contra mi móvil, me atrevo a caminar unos pasos hasta que me acomodo sobre una de las mesadas. Mis piernas se balancean, no son demasiado largas así que no creo que sea un movimiento demasiado pronunciado — A veces me pregunto si toda tu preocupación por nosotros es porque te sientes el doble de responsable. Y me hace dudar de muchas cosas… — como de mi propia historia, por ejemplo.
Bajo el teléfono, jugueteando con la pantalla táctil sin un verdadero interés. Tengo varias listas de preguntas, la mayoría sin pronunciar. Mantengo los ojos allí en lo que me aclaro la garganta — ¿Es por eso que estás tan estresada últimamente? Porque a veces siento que me pierdo de demasiado y… me gustaría no perderme más — es lo mínimo que me merezco, no puede excusarse con que no tengo edad para ello, ya no más.
Pero como es inicio de curso y todo el mundo sabe que el comienzo de año no es en enero sino que lo es en septiembre, mis propósitos de este año incluyen el cocinar más a menudo, o al menos, más decentemente. Es por eso que me estoy peleando con unos ingredientes que no encuentro en el armario, que la receta pone que son imprescindibles y no quiero tener que hacer la comida de mañana el mismo día así me libro de tener que ir a prisas. El problema recae en que quizás debería haber ido al supermercado antes de empezar con las elaboraciones. — Ahaaaaaá, sabía que teníamos cilantro. Juraría que lo había comprado allá por el año 2460. — bromeo solo porque está mi hija presente, sacando el pequeño bote del fondo del cajón en una victoria triunfante.
Después de una cena tranquila, no me espero esa salida tan de repente por parte de Jen, se demuestra en mi cara a pesar de que trato de modificarla por una de menos estupefacción. — ¿A qué vienen estas preguntas ahora? — digo, mirando el reloj de pared, como si todo recayera en una cuestión de tiempo cuando la verdad es que ni siquiera esperaba hablar de Dressler en un buen tiempo. Ya tuve suficiente con los otros dos pirados. — Mi doble preocupación viene de que soy madre, y por desgracia tengo dos hijos que se creen que la colada se hace sola. — la sonrisa pícara que le dedico no milésimas de segundo después, delatan que solo la estoy picando. — Era un comentario trampa. — aclaro, puesto que los platos se están lavando por sí solos a menos de un palmo de nosotras. No me muevo de mi posición a cuclillas frente al armario de especias, pero sí le dedico un vistazo a mi hija mayor. — Estoy estresada porque el mundo cada día está un poco más de cabeza, hay más trabajo y menos tiempo para estar con vosotros, ni siquiera te veo el pelo porque siempre andas metida en tu cuarto. — que no es un reproche, a veces pienso que mi propia hija es más responsable que yo. — No creo que con tu padre aquí las cosas fueran muy diferentes. — reconozco, puesto que nunca he tenido problemas — hasta cierto punto — de responder sobre cualquier cuestión acerca de su padre. — ¿De qué es que tienes dudas?


Me muerdo los labios porque no sé si sentirme culpable o no de ser una presencia algo ausente en esta casa, mi defensa siempre ha sido que soy una adolescente que necesita de su territorio y que disfruto mucho de mi soledad. Brian no es mi hijo, empecemos por ahí y mi rol en esta casa no es la de compañera, debería ser el de hija. Si mi madre ha decidido hacer todo sola es su culpa, pero… ¡Maldita debilidad moral! Resoplo, moviendo uno de mis hombros — A veces te siento muy sola, má. Y no puedo evitar qué clase de persona es mi padre como para ni siquiera… — muevo mis manos en el aire, abriendo y cerrando mis puños — Fue mi cumpleaños número dieciocho y no he recibido ni un mensaje. Hice cosas a lo largo de mi vida y jamás estuvo ahí para mí. Brian está creciendo sin una figura masculina que le dé un buen ejemplo. Y… ¿Por qué nosotros somos quienes pagan sus decisiones? Siento que es injusto — y creo que he hablado de más, así que tengo que tomar algo de aire.
Aun así, creo entender a lo que se refiere, lo que no oculta que temo lo que pueda pensar si soy del todo sincera con ellos. ¿No he pasado todo este tiempo protegiéndolos de información que podría poner escenarios equivocados en su cabeza? Su padre es un fugitivo, no están las cosas como para que ninguno ande consultando estas cosas. — Jen… la situación de tu padre es un poco complicada ahora mismo. No… no es que no os quisiera, o quiera, estoy segura de que lo hace, sea dónde sea que esté, no debes sentir rencor por eso, no te hará bien pensarlo de esa forma. — a sabiendas de que decirlo acarreará otras preguntas que no estoy muy segura de querer contestar, o de cómo hacerlo, para el caso, no puedo evitar defender a Dressler en esto. Quiero decir, yo soy la razón por la que dejó de verlos en primer lugar, porque su presencia a futuro podría atraer malas miradas y juicios si la gente se enteraba de lo que en verdad estaba pasando. Que es squib, que ni siquiera tendría el derecho de criar a sus hijos, yo preferí ahorrarles de ese dolor, y aun sabiendo eso, creo que les traje otros. — A veces los adultos toman decisiones que no siempre nos gustan, creo que… ahora mismo no puedes entenderlo, pero a la larga, cuando seas más grande, lo verás todo con una perspectiva diferente. — cuando lo sea o cuando tenga hijos, siendo que son dos cosas completamente distintas aunque vengan como cosas solapadas.


— No me vengas con eso de que lo entenderé luego, fue la excusa predilecta por mucho tiempo — me apresuro, salto con cuidado de no dármela contra el suelo al bajarme de una vez en un intento de soltar algo de energía contenida — Ya es “luego” y sigo creyendo que fue una decisión pésima. ¿Acaso alguna vez pensaron si sería bueno para nosotros? No era necesario volverse un fantasma, hay cientos de métodos de comunicación… ¡Que somos magos! ¡Tenemos tecnología! — Por Morgana, que es tan obvio que me fastidia. Tengo que llevarme los dedos a la frente para masajearla, sintiendo los ojos abiertos como huevos — ¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Todo lo que debo saber? — porque si tendré el mismo discurso de siempre, puedo regresar a mi dormitorio. Ahí donde ella ni nadie pueden alcanzarme.
Claro que ella no parece entenderlo, y no sé si he sido yo la idiota por creer que estas preguntas e insistencias no aparecerían en algún momento de su vida. Muevo mis brazos de forma que paso a apoyarme con las manos sobre la encimera, rodeando la misma con los dedos con algo de tensión acumulada. — Tienes razón, ya eres lo suficiente mayor como para comprender como funciona el mundo sin la necesidad de que yo te lo cuente. — le doy lo que necesita escuchar para que no salga despedida a su habitación y se encierre en ella como hace siempre, pero para lo siguiente necesito unos segundos de meditación en los que tamborileo el mármol de la cocina con mi dedo índice, antes de pasar a volver a cruzarme de brazos, mirándola. — Entonces sabrás también lo que son los squibs, y que aunque la gente se esfuerce en verlos como parte de la sociedad mágica, muchos aseguran que no lo son, que son errores en la genética de un mago. Tu padre, era uno de ellos. La razón por la que no está aquí hoy es porque vuestra vida sería más fácil si no lo estaba. — resumo de forma muy corta, evitando los detalles que me colocan a mí como la persona que decidió el separarlos. Tenía buenos motivos y no me arrepiento de haberlo hecho, mis hijos viven ahora una vida plena en la que no son juzgados y sí, puede que les falte una figura masculina, pero yo puedo ejercer como ambas sin ningún problema. Creo.


Mamá parece cansada. No como cuando ha tenido una larga jornada de trabajo, siento que es otro tipo de abatimiento. A pesar de mis reproches, no me espero que me dé la razón y me encuentro con la sorpresa pintada en el rostro, ese que se ha arrugado por culpa de la tensión que por poco me hace llorar como una idiota. No sé por qué, me encuentro prensando los labios frente a una extraña emoción que no puedo descifrar. Y entonces lo hago, me largo a llorar como la idiota que soy, en medio de unas lágrimas silenciosas con las cuales no contaba. ¿Eso es todo? ¿Mi madre se marchó por ser un squib? — Eso es estúpido — quiero sonar más enojada que triste, no estoy segura de haberlo conseguido. Me limpio las lágrimas con manos apresuradas, aunque no tengo intenciones de disimular que me he quebrado. Me río, debo parecer una loca. Es que tantos años… ¿Y me encuentro con esto? ¿Una respuesta tan simple?
— Los squibs no son juzgados como los muggles — le recuerdo, a veces creo que es solo para no ganarse la enemistad de las familias que deben lidiar con esos magos “defectuosos”, que carecen de magia tanto como un humano común y corriente — Sé que… sé que no tienen las mejores oportunidades del mundo, pero siento que es una excusa poco válida. No tendría que haber desaparecido… — lo que me deja solo una opción, esa que no sé si quiero conocer pero que, igualmente, me obliga a llenarme de valor. Tomo aire, lo largo y alzo el mentón — ¿Siquiera nos quería? — es una duda de la cual conozco la respuesta obvia, solo no estoy segura de que sea sincera.
Paso una mano por su cabello, le retiro parte de un mechón que se ha colado por su rostro para atajarlo detrás de su oreja, también limpio algún rastro de lágrimas de su mejilla con mis dedos. — Sé que es difícil de comprender, nadie abandonaría a sus hijos por elección propia. — la consuelo, aunque tampoco puedo tomar mucho como referencia siendo que las noticias vuelan como nada en este país y hay ejemplos que retan mis palabras. Pero en lo que respecta a mis creencias, nadie que quiere a sus hijos lo haría. — Con tu padre fue una decisión que tomamos porque en su momento nos pareció lo correcto. Era lo mejor para vosotros, aunque ahora no lo veas así. El mundo en que vivimos hoy es crítico con cualquiera que se salga de sus estándares. — ella es mayor suficiente como para comprenderlo, pronto pasará a dejar la escuela y verá cómo funciona el mundo por su cuenta. Mi tarea es prepararla para cuando eso pase, y aunque a día de hoy sea la culpable de que la relación con su padre sea nula, cuando las cosas se pongan peor en este país, todo da señal a que así será, sabré que no me he equivocado. — Lo importante aquí es que tu hermano y tú estéis a salvo, que os mantengáis lo más lejos posible de relaciones que puedan afectar a vuestro futuro, yo me encargaré de que así sea, pero necesito que no le digas de esto a Brian, él si que no lo comprendería. ¿Tú lo comprendes, verdad? — siempre ha sido una chica inteligente, no puede negarme que las cosas se están tornando más feas a cada día que pasa.


Al final, me separo con mucho cuidado de ella, como si la distancia que pudiéramos tomar fuese de lo más frágil. Me permito el asentir una vez más, aunque en esta ocasión es un gesto quedo, en lo que me limpio las marcas llorosas y rojizas de mi rostro — Creo que lo comprendo — mi voz suena incluso más ronca de lo normal, tengo que tomar las muñecas de mamá para evitar que se aparte de mí por un momento. Si hablo, quiero que me escuche y si lo hace, necesito que sea tan sincera como ha prometido serlo — Cuando hablas de relaciones… ¿Hablas de las de papá? — porque estamos seguros, ella es hasta amiga de la jefa del escuadrón de licántropos. Nadie en esta ciudad debería poder tocarnos, incluso estamos ligados a un ministro — Mamá… ¿Es por la guerra? ¿Papá se encuentra con los terroristas? Brian… — trago algo de saliva, es lo que me ayuda a recomponerme para poder hablar con firmeza — ¿Estamos seguros o hay algo de lo que deba preocuparme? Porque si quieres que comprenda y te ayude, necesito saber si hay alguna amenaza, eso es todo — puedo darme por satisfecha si me dice cómo proceder, aunque no creo que la respuesta vaya a gustarme.
Muevo mis labios en una mueca en lo que me demoro un rato en contestar por su padre, ladeo la cabeza también, decantándome por una respuesta que no sea del todo mordaz. — Hay muchas cosas que no sé sobre vuestro paradero. Su paradero es uno de ellos, desconozco dónde se encuentra ahora mismo, aunque puedo hacerme una ligera idea. — el norte suele ser el lugar de elección para personas como él, allí es donde se supone que aquellos aurores encontraron su cobertizo. — Si se ha juntado con terroristas es algo que tampoco sé, pero suele ser la opción más recurrente, como bien ya debes saber. Como ves no he mantenido contacto con él desde hace mucho tiempo. — tanto que mis hijos han pasado a convertirse en personas con pensamiento propio y personalidad formada, una que espero no diste mucho de lo que se supone que es bueno para ellos.
Reconozco algo de temor en su semblante por lo siguiente, trato de tranquilizarla primero pasando mis manos por sus hombros en una caricia, hasta que mis ojos se topan con los suyos y puedo estar segura de que está escuchándome. — Tu hermano y tú no estáis en peligro alguno, de eso puedes estar tranquila, y en todo caso, yo soy la encargada de manteneros a salvo. — soy su madre, su seguridad es mi responsabilidad y la razón por la que están alejados de Dressler en primer lugar. Aunque es cierto... — Sí hay algo que puedes hacer. Tienes que prometerme una cosa: si alguna vez recibes un mensaje extraño, o sientes que alguien está tratando de comunicarse contigo, debes decírmelo, no importa que pienses que es una tontería, ¿de acuerdo? — tomo su rostro con mis manos para asegurarme de que me está mirando cuando le pido ese pequeño favor, pasando a dejar un beso sobre su frente para sellar mi petición sin haber recibido una aprobación de su parte, sé que lo hará.


Muchos dicen que las caricias de una madre son lo más reconfortante del mundo, pero ahora mismo se quedan cortas a pesar de aceptarlas. Lo que sí acepto es su protección, una que sé que siempre tendré a pesar de las peleas y me pregunto, por un instante, si será suficiente cuando las paredes no sean lo suficientemente gruesas como para mantener al mundo fuera. Estamos en guerra, mi padre de seguro se encuentra en el norte… ¿Hasta cuánto durará la paz? No podemos decir que somos anónimos, nuestro apellido está ligado fuertemente a la política en tiempos en los cuales eso no es sinónimo de seguridad. Pero me toma por sorpresa, no puedo apartar la mirada porque me sostiene y estoy segura de que puede ver la confusión en mis ojos — ¿Por qué dices eso? — suelto — Mamá… no puedes decir esas cosas y pretender que no haga preguntas. Yo… — ¿Debo decirle todo? ¿Mis intenciones con la radio, mis planes para mi futuro que ella ve tan brillante y yo tan confuso?
Me decido que no. Que tengo que ser cuidadosa y guardarme ciertas cosas para mí, al menos por ahora. ¿Puedo poner en riesgo a mi familia? Tal vez, pero siempre está la opción de que las cosas salgan bien, la vida se basa en estadísticas. Levanto las manos y acaricio las suyas — Jamás he visto ni oído nada extraño — esto no es una mentira — Pero prometo que te contaré si algo sucede, de verdad. Jamás haré nada que los perjudique a ti o a Brian — y le sonrío, a pesar de los ojos llorosos y las ganas de marcharme. No diré que eso último fue completamente honesto, pero es lo mejor que tengo, ahora.
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