The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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J. Paisley Callahan
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Mierda, mierda, mierda

Mi murmullo me aturde a pesar de que mi voz sale entre dientes, ahogada por los chillidos de la alarma de incendios que retumba con una agudeza insoportable. De verdad espero que mamá no esté en casa o tendré que responderle que casi prendo fuego el techo por culpa de un chispazo con el cual no contaba, pero que tuvo el descaro de hacer acto de presencia. Tengo que agitar la varita un par de veces hasta que las llamas, por pequeñas que sean, desaparecen por completo apenas dejando un rastro chamuscado y mucho olor, amplificado por el humo que intento sacudir con las manos, tosiendo un poco. Esto me pasa por querer ampliar el radio de mi señal con un equipo casero de bajo monto, si seré idiota. Hay riesgos que valen la pena correrse, otros te dicen desde el primer momento que es un enorme error.

Hoy es uno de esos días extraños en los cuales estoy temprano en casa, sin ningún taller al cual asistir y fingiendo que soy una persona normal que está dispuesta a empezar las clases en solo unos días, cuando lo único que me entusiasma de regresar al Royal es que, por fin, podré iniciar una capacitación que me aleje de las personas más irritables de mi curso. Por otro lado, también significa que tendré una mayor carga horaria que consuma mi tiempo y eso influye en que no podré estar tan pendiente de mis proyectos personales como me gustaría. Ya me he hecho la idea, acepté que no puedo quejarme porque es dónde se encuentra mi futuro, pero a veces siento que no podré hacerlo bien si no puedo cerrar el pasado. ¿Tiene sentido? Para mí sí, aunque espero no tener que hablarlo jamás con un terapeuta.

Me quito algunos mechones de la cara, esos que se salieron del rodete desprolijo de mi cabeza y tanteo hasta dar con la ventana, la cual empujo con un chirrido hasta que consigo abrirla. El humo negro se aferra a la brisa para alejarse, pero al menos me deja respirar sin que me pique la nariz. Limpio los dedos sucios en mi camiseta en lo que me fijo en el estado de mis cacharros y… pudo ser peor. Solo tendré que reemplazar unos cables, es todo. Chasqueo la lengua en desaprobación a mi propia estupidez, coloco la varita en mi rodete y me hago con un pequeño trapo para limpiarme las manos, girándome en aire taciturno… para encontrarme con una mujer frente a la puerta abierta de mi dormitorio — ¡Señorita Hasselbach! — no poseo una voz aguda, pero creo que ahora mismo suena como una a causa de la repentina sorpresa — ¿Qué…? ¿Brian la dejó pasar? — es la única explicación que encuentro, tiendo a no escuchar el timbre y esa es una mala costumbre mía. Muevo un poco las cejas y, por si las dudas, me limpio también el rostro con rapidez — Mi madre aún no ha llegado a casa. Puede esperarla en la sala, dudo que se tarde demasiado — así de paso tampoco tengo a nadie metiéndose en mis cosas, para variar.
J. Paisley Callahan
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Invitado
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Ver a la hija de Sigrid es casi como encontrarla a ella misma a esa edad, la impresión que me provocan estos chicos que también lleva el apellido Helmuth, perpetuando su familia cuando la mía murió, se mueve entre el disgusto y la curiosidad. Nicholas tuvo a su hijo, lo mantiene protegido en la isla ministerial. Sigrid tuvo a dos niños de un padre que no muestra la cara. Los hijos que pudieron tener las otras dos hermanas de Nicholas no me interesan conocer, seguramente serán tan horrendos como esas mujeres, que por haber estado en el vientre de ambas y bebido de su leche, habrán crecido contaminados en sus entrañas por la cizaña de sus madres. Jenna es… extraña como su madre, se corre un poco de la línea marcada a seguir. —Quedé libre antes de lo esperado y vine aquí porque no me gusta merodear por el barrio— digo. Demasiado familiar para mi gusto, con esquinas llenas de memorias y que las encuentro vacías al acercarme, me fastidia caer en esos espejismos.

Tu hermano me dijo que llegué justo a tiempo para impedir que quemes la casa. Estaba exagerando, ¿verdad?— lanzo una mirada a lo que se trae entre manos… o lo que se traía, el olor a quemado penetra por mi nariz, no creo que quede mucho que pueda servir en ese aparato que tiene. Uso mi propia varita para ayudar a que el aire siga purificándose con otra ventisca que atraviesa la habitación para escapar por la ventana. —Pensé que estarías más interesada en la experimentación de pociones por cosa de familia, ¿a qué se debe el interés por la mecánica?— pregunto, no pasa de ser una pregunta casual, no la estoy mirando como para que sienta el peso de tener que contestar, mis ojos se mueven por todo el lugar observando el espacio. —Y puedes decirme Rebecca. No soy una maestra de escuela para que me llames Señorita Hasselbach y nos llevamos muchas décadas de diferencia como para que me trates como Hasselbach— le ofrezco un trato más cercano, uno que creo que hará que el resto de los hermanos de Sigrid sientan la sangre hirviéndole en las venas, no lo hago por ellos, pero lo disfruto de todas maneras de solo imaginarlo.
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J. Paisley Callahan
Representante
A veces le gusta dramatizar… — intento sonar lo más despreocupada posible, como si no fuera que mi hermano tiene la manía de burlarse de mis accidentes, por tontos que sean. Murmuro un agradecimiento que espero que se oiga a pesar del modo que tiene ella de ayudarme, muevo un poco mi nariz al sentir que, por lo menos, puedo respirar sin oler a porquería quemada. Me quito algo de pelo de la cara para poder voltearme hacia mis cacharros, moviendo uno de los cables para alejarlo del resto y poder revisarlo después — Me agradan las pociones, pero me gusta experimentar con los componentes de la magia incluidos en los artefactos antiguamente utilizados por muggles. Creo que podemos expandir nuestros conocimientos si tenemos la suficiente imaginación. Podemos tomar lo que ellos ya crearon y convertirlo en algo nuevo y fantástico — como una radio que puede rastrear presencias mediante ondas, pero eso es solo una fantasía, todavía me faltan años luz para poder perfeccionarlo. Maldición, si fuese más lista ya me habría dado por vencida hace mucho tiempo.

Ladeo la cabeza ante su permiso, me doy el atrevimiento de analizarla con la mirada antes de sonreír suavemente — Es la costumbre. Paso demasiado tiempo entre profesores y superiores — unos golpes de mi varita y todos los artefactos se apagan, pasando a un descanso que tendré que tomarme de momento; detesto trabajar con ojos en la nuca. Vuelvo a colocarla en mi rodete y mis manos rápidas comienzan a apilar algunas anotaciones, en especial las que cuentan con ciertas coordenadas que no todo el mundo debería ver, particularmente las personas que trabajan para el gobierno — Pero Rebecca será.

Lanzo algunos papeles sobre mi mesa de luz y coloco un cuaderno sobre éstos, evitando que el viento se los lleve — Creí que los licántropos tenían como tarea justamente el merodear por los barrios hasta que suceda alguna emergencia — no quiero sonar descortés, intento ser lo más suave e inocente que puedo llegar a ser… lo cual parece una pésima actuación, pero al menos está la intención — ¿O es por eso que está aquí? ¿Por alguna emergencia? — porque siempre está esa duda. Si mi padre ha hecho una estupidez y mi madre debe enterarse, alguien de seguridad sería el primero en saberlo.
J. Paisley Callahan
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Invitado
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Todavía se siente un poco del olor al humo de la dramatización de tu hermano— murmuro al mover mi nariz para percibir los residuos que quedan en el aire, es un comentario al pasar, el necesario para que los más jóvenes no actúen como si fueran más listos que los grandes. Cuando se ha vuelto una costumbre impensada esto de tratar con chicos, hace falta dejarlo en claro. Tampoco es algo demasiado memorable, ¿qué hacen una o dos explosiones? Los chicos bajo mi tutela tienen eso de ser potenciales asesinos una vez al mes cuando pierden todos los sentidos, si no se les pone en las manos las pociones que necesitan para pasar la transición. Busco con la mirada una silla o banqueta donde sentarme mientras la escucho con un interés real a la explicación que me da. —¿Una Helmuth interesada en herencia muggle…?— pregunto, exagerando un poco mi incredulidad. —Me da mucha curiosidad cómo el talento de ciertos chicos se despierta en los lugares más insospechados…— aclaro, acomodándome en una butaca que encuentro al alcance para estirar mis piernas cuan largas son.

¡Ah!— es mi comentario cuando me habla de su tiempo entre profesores, en mi mente logro vincularlo con lo anterior. Sigrid, al parecer, ha tenido una chica tan lista como ella. Supongo que es algo bueno para esta familia, porque si el legado de inteligencia dependiera de Ingrid, si vamos al caso, los Helmuth tendrían que abandonar las pociones en su siguiente generación para ponerse una tienda de caramelos. —Entonces pasas mucho tiempo en la escuela y también experimentando en casa. ¡Vaya!—. Una muchacha de estos distritos que ha sabido hacer uso de sus derechos, no es algo que pueda decir gran parte de los chicos de este país. —Podría continuar con el interrogatorio de adulto y preguntarte a qué aspiras, si ya elegiste carrera, pero… ¿es tedioso, no? Seguro que te lo preguntan todo el tiempo… y si tienes las respuestas, bien por ti. Mi curiosidad está puesta en ese aparato, ¿cuál es la idea?— consulto. Creo justo responderle a sus planteos si ella también contesta a los míos, así que lo hago. —Soy amiga de tu madre, digámoslo de alguna manera. Me verás seguido entrando a tu casa…— en realidad no, el trato se limitaba a vernos en la botica y así lo prefiero también. —Tu madre me está ayudando con unas pociones para nosotros, los licántropos. Es una mujer muy talentosa… y no tan estirada como tu tío Nicholas— marco la diferencia entre hermanos con un movimiento de un dedo en el aire.
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J. Paisley Callahan
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Me encojo de hombros porque no quiero poner especial atención en ello. Sé muy bien que hay personas que no aceptan este tipo de tecnología, uno de mis profesores incluso me ha dicho que estoy desperdiciando mis dotes mágicos toqueteando cacharros viejos que no tienen valor verdadero. ¿Por qué algunos creen que la magia debe ser tan extremista? En el pasado, los magos se aferraban al uso de lechuzas mensajeras mientras que los muggles habían aprendido a usar el teléfono. ¡Y ni hablemos de que desperdiciaban el tiempo con esos animales cuando ya existían los polvos flu y los espejos comunicadores! Hay cosas que no tienen sentido si nos aferramos a las viejas costumbres, pero sé lo polémico que puede llegar a ser el plantearlo de esa forma.

Desde que soy niña siento cierta incomodidad cuando la gente se pone halagadora, lo único que sé hacer es forzar una sonrisa y balancearme en mis talones mientras junto mis manos hacia delante, pareciendo una persona hasta inocente mientras me siento una completa estúpida por escuchar cosas que ya sé para mis adentros. Al menos, Rebecca tiene la decencia de no detenerse en las preguntas estúpidas, pero aún así me lo complica al irse a las complicadas — Ah, esto… — sacudo la mano al señalarlo, como si no fuera más que una tontería sin ningún valor. Hasta arrugo la nariz y frunzo los labios con un meneo de la cabeza — Solo trato de probar la función del hechizo revelador con el uso de las ondas radiales. Como es obvio, son cálculos demasiado complicados y aún no he conseguido más que encender la alarma anti-incendios — me encojo de hombros — Creí que el gobierno pagaría bien por él y me daría un poco de reconocimiento académico.

No es como si fuéramos una familia con pocos recursos en la actualidad y, tristemente, ser la sobrina de un ministro tiene sus ventajas. Sí me importa lo que haré con mi carrera en el futuro, aunque no sé cómo funcionaría en caso de que logre encontrar a la persona que me interesa. Me desconcentro de mis dudas porque, siendo sincera, lo que dice me llama la atención — Ser estirado parece ser algo que condena a todos los ministros — acoto, cruzándome de brazos en lo que una de mis cejas se arquea — ¿Pociones para los licántropos? ¿Algo como la matalobos o estás hablando de una cura? Creí que la licantropía había sido estudiada durante siglos… — si hay algo que aún no ha descubierto, debe ser porque es casi imposible de hacerlo.
J. Paisley Callahan
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Disimulo una sonrisa al saber que los logros de su invento se reducen a identificar la alarma de incendios, no sé cómo pueda tomarse que le diga que es un avance, el aparato bien podría no funcionar para nada. Me cuido de lo que pueda decirle a los niños Helmuth, todavía no me decido a cómo tratar a estos nuevos miembros de la familia puesto que con la única que he hecho una excepción es con Sigrid, tenemos historia. No sé qué tan conveniente sea extenderla a sus hijos, la palabra es esa: si es conveniente. No soy buena en esto de estrechar relaciones y aunque una charla no es más que eso, una charla, mi instinto me dice que conserve la reserva. —Suerte con eso, entonces— digo, en vez de decirle lo que realmente pienso y es que no está obligada a dar nada al ministerio, no estaría bien ponerlo en mi boca cuando mi trabajo lo asumo como un deber por los derechos que me fueron devueltos. Sería mi viejo yo diciéndole que no le debe nada a nadie, menos a la vida o al mundo, era el consejo más fácil que solía dar hace unos años. Solo te debes a ti misma. Sigue siendo mi filosofía en cierta manera, con algunos cambios en el entorno donde vivo.

Esta vez no me guardo la carcajada cuando generaliza sobre la arrogancia de los ministros. —Tu tío Nicholas siempre me dio esa impresión, aún antes de que fuera ministro— apunto. Y ni hablar de Ingrid, que nunca tenía un pelo fuera de lugar, toda impecable al mostrarse de pie al lado de su hermano. —No es mi intención hablar mal de tus tíos contigo, dejémoslo correr, todo ha quedado atrás…— digo con un movimiento de mano en el aire que lo hace a un lado, y es la frase más hipócrita viniendo de mí, no lo niego. Ella no tiene por qué saberlo. —Estoy hablando de una cura. Un poco ambicioso, ¿no?— la animo con una sonrisa a que me lo diga. —Un antídoto para revertir la contaminación de la sangre dentro de las primeras horas después de la mordida. No pueden seguir sucediendo transformaciones de manera indiscriminada, es el siguiente paso al recuperar derechos como ciudadanos. Hay quienes fueron mordidos cuando eran menores, ¿sabes? Son casos que deberían considerarse…— la miro, ella es joven. Recuerdo la amenaza que le hice a su tío y la invitación a imaginar qué sería de su hijo si sufría del ataque de un licántropo, ¿seguiría mostrándose tan indiferente entonces? —Control y selección— esas son las palabras. —Ese es el siguiente paso, como todas las especies que pretenden perdurar, llamémoslo evolución…— aunque más no sea un cambio de mentalidad sobre lo que somos.
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J. Paisley Callahan
Representante
— No se preocupe, soy la primera en decir que la vida de mis tíos me parece demasiado aburrida como para ser considerada “vida” — se me escapa una sonrisa de lado, a riesgo de parecer irrespetuosa. No es que no sienta aprecio por mi familia, pero a veces simplemente me pica la impresión de que no tenemos mucho en común. Solo basta con verme junto a Oliver, con esa enorme cantidad de seguidores en las redes sociales y ese carisma de chico que en realidad no tiene nada de especial pero que parece que a las chicas les gusta. Los siento vacíos, más que nada superficiales, como todo en la Isla Ministerial. Parece un sitio de plástico, con sus rostros perfectos y vidas millonarias… y después estoy yo, que creo que no tengo espacio en ese cuadro perfecto. ¿Qué tan cliché es tener dieciocho años y decir que no sabes cuál es tu lugar en el mundo? ¿Soy muy patética al decir que siempre estoy corriendo, pero que jamás sé hacia donde voy?

¿Una cura? — repito, aunque es obvio que he escuchado claramente. Me gana la curiosidad y no tardo en recargarme contra el escritorio, en donde cruzo mis brazos al prestarle toda mi atención. Me llama la atención, sí, pero principalmente lo hace porque incluir a los licántropos en la sociedad siempre se vendió como una carta de inclusión y no de superación a una enfermedad. Incluso he visto campañas de hombres lobo por internet reclamando contra la discriminación de la sociedad, que no deja de verlos con malos ojos incluso cuando ahora es totalmente legal que paseen en las calles. La aceptación lleva mucho tiempo y el miedo a lo diferente siempre está presente. Por eso mismo, sonrío vagamente al tratar de hacerme con la idea — Pensé que los licántropos querían ser aceptados. La idea de Magnar es que nuestra sociedad sea enteramente mágica, sin importar tu condición — mientras no seas muggle, serás aceptado. Prácticamente eso es lo que he llegado a comprender.

Obvio que debe estar el otro lado, ese que yo no conozco porque tuve la buena suerte de nacer bruja, dentro de este sistema, en el cual nadie me mira muy mal que digamos mientras cumpla con mis tareas y solo sonría — Tal vez estoy siendo ingenua, pero ahora que tienen derechos… ¿La búsqueda de una cura viene por una aceptación total o por el simple hecho de las transformaciones? — que no deben ser muy bonitas, si vamos al caso — ¿Cómo funcionaría lo de control y selección, según usted? Porque creí que eso era exactamente lo que el gobierno hace hoy en día. Los magos son los aptos, el resto puede joderse. Y mientras sigamos reproduciéndonos entre nosotros… no habría de qué preocuparse — estiro mis labios, subrayando cierta nota de sarcasmo.
J. Paisley Callahan
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Eso que piensa que queremos, aceptación. Mi sonrisa bien puede ser tildada de falsa cuando le pregunto con cuidado: —¿Hablas con muchos licántropos, Jenna?—. Porque eso es lo que hace la gente, sobre toda aquella que ha nacido y crecido en privilegios, por un segundo muy marcado, creo estar hablando con su tío Nicholas una vez más. —¿Tienes algún amigo licántropo? ¿Compañero siquiera con quien hayas cruzado más de dos palabras?— la interrogo, no voy a precipitarme a juzgar si está entre los que preferiría que esta bendita sociedad mágica siga siendo exclusiva de los magos y brujas. Tengo la ligera esperanza de que una hija de Sigrid rompa un poco el molde de pensamiento instalado.

Bajo de la banqueta para dar una vuelta alrededor de ella, cambiando mi perspectiva, como creo que le vendría bien hacerlo. Está pensándolo desde el lugar en el que se encuentra, no desde quien ha sido víctima de una mordida que lo convierte en un victimario, potencial amenaza de todo lo que le rodea y a veces, siendo jóvenes sobre todo, esto es algo demasiado difícil de controlar. —Esta no es una sociedad donde todos nos tomamos las manos y cantamos himnos de paz— esta vez sí sonrío con un poco de verdadera diversión para descartar una idea que necesito que se quite para entender mi punto. —Los licántropos seguimos siendo una comunidad con sus propias condiciones dentro de una sociedad más grande como es la mágica, si quieres pensar en ella así. Pero entre nosotros necesitamos de un orden que nos permita encajar como grupo, no hablaré de aceptación porque eso es un deseo subjetivo, algunos lo quieren, para otros es prescindible— algunos no tienen edad para saber cómo sentirse con su condición y callar sigue siendo un recurso, ¿no es lo que hace Mae? Y otros simplemente hemos pasado hace mucho del deseo de ser aceptados.    

»¿Sabes qué somos una vez al mes? Potenciales asesinos. Eso es algo que trabajar para un crimen irresponsable no vuelva a marcarnos como un grupo de parias, ¿y la aceptación? No, no es el renovado rechazo lo que me preocupa, lo conocimos y podemos volver a él. Siempre es esa preocupación de perder los derechos que recuperamos, porque eso es en realidad lo que tiene el rechazo, no es el rechazo en sí. Es de todo lo que te priva y…— acabo de dar la vuelta a su alrededor para colocarme otra vez al frente. —¿Puedes jugar a la empatía por un momento para intentar entenderlo? No caigas en generalismos y superficialidades al intentar entender esto, si te quedas también en una mirada muy… desde tu condición de bruja adolescente, te privas de entender el panorama completo. Teniendo en cuenta, especialmente, que ya no están solos en la sociedad. Mientras no exista lo de tratar de entender a los nuevos grupos, solo son magos aislados en sus opiniones y juicios... y es una lástima, que desaprovechen, la oportunidad que nos dio Magnar Aminoff de ser algo más grande y más fuerte— el slogan más romántico que no creo haber visto en ninguna propaganda del estado y sonrío por dentro al pensar que tras esa idea, conociendo a quienes están en las oficinas principales del ministerio, no hay más que intereses egoístas.
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J. Paisley Callahan
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Sé lo que quiere hacer y, por más de que suelo pecar de orgullosa, mis labios fruncidos indican que le estoy dando la razón. No tengo amigos licántropos, no he tenido la oportunidad de mantener una verdadera charla con ese sector de la comunidad y solamente estoy opinando desde el asiento cómodo de espectador. Ver que se me acerque me separa del escritorio por mera inercia, noto la tensión en mis músculos en lo que ella se pasea a mi alrededor, sintiéndome ligeramente incómoda. Nunca me gustó que me miren fijamente, tampoco disfruto siendo el centro de atención y solo atino a acariciar mi antebrazo con la mano contraria, sin saber muy bien cómo pararme. Aún así, no bajo la mirada y el mentón sigue en alto. Nada de lo que dice es nuevo en sí, no me sorprende, pero sí es la primera vez que lo oigo tan abiertamente en mi presencia. Nada de teorías y quejas en internet, sino el discurso de la mujer que ha pasado a ser la líder del escuadrón más polémico del gobierno.

Cuando ella termina de hablar, no respondo de inmediato. Cuento mis respiraciones en lo que el silencio se hace espacio entre nosotras, porque no quiero abrir la boca y ser una estúpida, suficiente fama me he ganado por ser rubia — Creo que Magnar ha estado buscando eliminar el prejuicio contra cualquier tipo de sangre mágica — digo con suma lentitud, a sabiendas de que nuestro presidente se mueve más por intereses que creencias. Me pregunto si las criaturas siquiera le importarían si no fuese porque su madre los volvió repudiados y darles derechos los volverían sus aliados. No me gusta meterme en política, pero ese sujeto me da mala vibra — Pero sé muy bien que él lo hace desde el sitio de poder privilegiado y no como una minoría. Es complicado cambiar pensamientos que se han instalado de manera cultural, si no fuera así no tendríamos la guerra que ahora mismo se anda desatando — es extraño cómo es que todo ha comenzado hace décadas y hemos terminado aquí, siendo que casi todos los que la iniciaron han muerto.

Pero creo que curar algo que el resto discrimina es tomarlo como un defecto, es colocarse a sí mismo como una víctima en lugar de normalizarlo. Si ustedes mismos quieren eliminar lo que son, le dan la razón al resto sobre que son monstruos, que hay algo malo en ustedes. Yo solo veo personas que una vez al mes se transforman, luego solo viven, eso es todo — me mordisqueo los labios en lo que, por fin, bajo la mirada hacia los dedos con los cuales jugueteo — Pero… ¿Qué sé yo? Solo soy una bruja adolescente. ¿No es así?
J. Paisley Callahan
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No podrán cambiar en tanto haya familias con generaciones que persisten en juicios impuestos por ancestros que ni siquiera llegaron a conocer, ella es solo el final de un linaje que se aferró a su bendita normalidad con fuerza moral, es evidente cuando se trata de Ingrid y Nicholas. Sigrid siempre ha sido la excepción, que pena escuchar de boca de su hija tanta resignación al cambio. La escucho de frente, cruzándome de brazos en tanto espero que se explique en su opinión sobre la revictimización de la que me habla. Ladeo un poco mi cabeza para que mis ojos se queden fijos en ella, en su rostro redondo cuyas mejillas demuestran que no hace mucho fue una niña y pese a su tono de adulto, dudo que alguien pueda entender lo que es ser un monstruo si toda la vida ha crecido en una casa de paredes blancas.

¿Eso es lo que ves?— la cuestiono, — ¿en serio?— se lo pregunto para que vuelva a repetirme sus palabras con una firmeza distinta, que se imponga a su propia mentalidad. —Es… perdona que te lo diga así muy bruscamente, es fácil decirle a otra persona desde tu “normalidad” que debe mostrar su defecto, no ocultarlo, no tratar de arreglarlo, y que eso lo era también alguien normal. Es…— le hablo suavemente, —es como un cisne que invita a un patito a verse en un estanque y le dice que si se para orgulloso con sus plumas, también será un cisne…— me sonrío con una extraña dulzura hacia ella, como si le estuviera contando un cuento. Me acerco tentativamente para acariciar su mejilla con las puntas de mis dedos en un toque fugaz. —Es la belleza del cisne, lo que hace ver a otros de esa manera. Pero, dime…— murmuro, mis manos apartadas de ella, — ¿si te ofreciera a transformarte en licántropo, aceptarías voluntariamente?
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J. Paisley Callahan
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Sé lo que está buscando hacer, no soy estúpida pero sí orgullosa como para no molestarme en siquiera responder, pero sí en mantenerle la mirada a modo de asegurarme que es lo que opino. Como ya dije, es algo que puedo solamente decir desde mi lado en el tablero, uno que no ha sido sacudido ni contaminado por los sufrimientos que han tenido otras personas. Soy consciente de que, en comparativa, la he tenido demasiado fácil. Eso mismo es lo que me deja callada cuando deja mis palabras como un montón de ridiculeces, acercando su mano en un gesto que me produce la extraña necesidad de ir hacia atrás, pero no lo hago. No alcanzo a contestar, que sus palabras me estremecen en un recorrido por la espina dorsal y me encuentro atrapada en mi propia opinión. Si no me siento pequeña, es porque hago un enorme esfuerzo en respirar de manera pausada, hinchando mi pecho.

No hace falta que te responda para que sepas que diría que no — digo con mucho cuidado, por alguna razón he bajado el tono de mi voz — Nadie elegiría estar dentro de la minoría, se trata de supervivencia social. Pero también creo que si te encuentras dentro del baile, tienes que sacarle provecho a la pista de alguna manera u otra. Puedo comprender por qué quieres una cura… — aprovecho que se ha acercado para poder verla mejor. Es una mujer que puede verse delicada, incluso cuando sospecho de su lengua filosa — Pero allí donde tú ves una debilidad, otros podrían ver alternativas — estoy segura de que sus sentidos son mejores que los de un mago normal, algo que debería ser alabado y no temido, pero también reconozco su potencial asesino mensual.

Me alejo de ella con los pasos necesarios que necesito para volver a estar cómoda, le doy la espalda y me freno delante del espejo de mi cómoda para arreglar el rodete de mi cabello. Es una acción de todas las noches, incluso dejo mi varita dentro del lapicero donde suele quedar para no acabar perdiéndola por ahí — Mi madre debe estar por llegar — anuncio con toda la amabilidad que me queda, sacudo mi cabello al soltarlo para volver a acomodarlo en lo alto — No suele subir a mi dormitorio, así que si desea esperarla, la sala suele ser la mejor opción.
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Nadie lo elegiría. Mis dedos juegan con el aire al moverse, se desprenden de esa sensación de haber rozado a alguien que está fuera de las garras de cualquiera del escuadrón, no habrá razones para que algún miembro de la familia Helmuth sea víctima potencial. El secreto de su madre está a bien resguardo conmigo, pueden seguir gozando de su normalidad y comodidad. Le devuelvo su espacio personal, el aire que necesita para poder hablar sin atropellarse con las palabras y cuando termina, invitándome educadamente a que espere a Sigrid en otra habitación de la casa, le sonrío con una curva sutil en mis labios. —Ha sido un gusto conocerte, Jenna— murmuro al girar sobre mis talones, — veré si en la sala encuentro a Brian para jugar un rato con él— claramente es una broma cuando le lanzo una mirada antes de salir de la cocina.

Respiro el aire de la casa de los Helmuth cuando pongo un pie dentro de la sala, la muchacha no se parece ni a su madre, ni a su tía, debe tener algo de su padre pulsando en ella para darle un rasgo distinto a su carácter del que se podía apreciar en sus abuelos y tíos. Un repaso por las fotografías que hay a la vista me permiten corroborar que no hay sombra de ese hombre y vuelvo a sonreír, esta vez para mí, porque la menor de esta familia logro marcar una diferencia respecto a los otros, aunque esa diferencia sea un manchón de misterio. Repaso lo que parecía ser el discurso idealista de una muchacha y aparto sus palabras porque al final de cuentas con su madre ya estaba trabajando en esto, mi curiosidad en estos niños está saciada. He podido echar un vistazo de cómo continua esta familia en su siguiente generación, esa que ya no heredará una rivalidad con nadie y seguirá, habrá nuevos rostros, nuevos nombres. Mientras mi casa de la infancia se llena de polvo, nuestros nombres también se extinguen así como el apellido. Y eso, el perdurar, lo que fija qué familia ganó sobre otra.
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