The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Will you hold the line? — Benedict F.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Recuerdo del primer mensaje :

7 de agosto

Solo fue un diminuto haz de luz, pero el suficiente para conseguir sacarla de su letargo, aquel en el que había conseguido entrar después de horas dando vueltas en la cama, presa del nerviosismo y el calor que atenazaba su cuerpo. Al menos disfrutaba de la ligera brisa que le proporcionaba el ventilador de techo, aquel que colgaba sobre ella, y trataba de hacer las calurosas noches de verano algo más llevaderas de lo que eran realmente. Recordaba las noches de verano en el distrito cuatro, como no importaban las horas puesto que los habitantes del distrito iban de un lado para otro disfrutando del buen tiempo para trasnochar y expandir su vida social; ella, por su parte, solo prendía el aire acondicionado y se estiraba todo lo larga que era sobre la amplia cama de su habitación. Allí, en el distrito cinco, podía hacer lo mismo… salvo por las escasas comodidades que la rodeaban. Se giró, enfocando su claro mirar en el haz de luz, cegándose por algunos instantes en los que trató de ganar una batalla que estaba perdida desde un inicio. Como muchas otras.

Sabía que las noches eran más acogedoras para las personas como ellos, pero lo cierto era que prefería tenerlas para ella misma. Había actuado por instinto cuando se encontró con Alice, ¿por qué hablar con ella pero seguir rehuyendo a los demás? Hacerlo carecía de sentido. Parpadeó un par de veces, con su mirar apenas fijo en el ir y venir de las aspas. Todo había sido mucho más sencillo cuando tenía su trabajo y vida organizada, una aburrida rutina que seguir. En ocasiones incluso extrañaba a Jasper y sus intentos de sermones. Alzó la diestra para echar un rápido vistazo a su reloj. Media hora. Tenía tiempo de sobra para aparecerse en el lugar que había concertado, solo esperaba no acabar despedazándose por la ingente cantidad de cosas que pululaban por su mente. La hacían inestable en demasiados sentidos, y lo cierto es que había querido tenerlo todo bien atado y controlado antes de tener que darse aquel encuentro.

Tardó menos, mucho menos de lo esperado antes de que sus desgastadas deportivas dieran contra el polvoriento suelo de una de las casas abandonadas que había acabado merodeando durante sus paseos nocturnos. Le había dado correctamente la dirección, ¿verdad? Por un instante dudó, el tiempo suficiente como para conseguir que acabara recorriendo la vivienda de arriba abajo en apenas unos minutos. Se paró a observar las fotografías que aún colgaban de algunas de las paredes, incluso limpio un par de cristales en busca de visualizar mejor los rostros de aquellos que abandonaron su hogar dejando tantos recuerdos atrás. Podían haber sido humanos que fueron sacados arrastras de allí, magos que dejaron el pobre distrito para irse a otro o unos u otros que, simplemente, murieron. No como ella, que parecía no poder morir en paz. La impaciencia se había vuelto algo habitual, tanto que acabó por dejarse caer sobre el sillón, provocando una pequeña nube de polvo que flotó a su alrededor haciéndola toser. —Siempre acabo en sitios como este— se quejó a la par que realizaba aspavientos con las manos en aras de disipar la tenue nube.
Arianne L. Brawn
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Porque había momentos en los que las palabras sobraban; aquellos en los que las caricias, besos y suspiros significaban más que miles de las mismas. Cuando un simple roce hacía estremecer el cuerpo contrario, un susurro inaudible erizaba la piel y los veloces latidos se acompasaban con los del otro. Quería guardar, atesorar, en sus recuerdos todos los momentos que había pasado con é; sin discriminarlos o clasificarlos solo admirar incluso los que aún evocaban dolor o nostalgia junto a ellos. Porque él había estado allí, justo en los peores momentos de su vida, y podía comprender lo rota que había estado; porque, en cierto sentido, habían acabado compartiendo un mismo recuerdo. Y solo podía pensar en los nuevos que quería crear junto a él cada vez que sus labios se buscaban y encontraban. En cada rincón, entre aceleradas respiraciones que rebotaban en la vacía vivienda, la cual los resguardaba durante aquel breve espacio de tiempo en el que todo lo demás había parecido desaparecer a su alrededor.

Rodeó su cuerpo con la zurda, apoyando la mejilla contra su pecho y cerrando los ojos ligeramente. Los latidos de su corazón se estabilizaron, y trató de acompasar su respiración a los contrarios, aquellos que sentía golpetear en su mejilla. Alzó el rostro en su dirección, con gesto interrogante, una expresión que denotaba la ignorancia sobre lo que hablaba hasta que terminó aclarándolo. Los labios de la veela se prensaron y acabó por removerse en el lugar, reincorporándose apenas un ápice. — Siento lo que… pasó después — dijo con una mueca culpable dibujada en los labios. Se mordisqueó el labio inferior. — Me asusté — agregó. No sabía por qué no había sido sincera del todo en su momento, era sencillo decir las cosas, mucho más sencillo de lo que sentía que era. — No quería reconocer lo que había pasado para no tener que entenderlo — sonrió con resignación, escondiendo el rostro contra el hueco de su hombro sin saber que más decir. Podía guardárselo para sí misma, no reconocerlo y mantenerse ‘segura’. Así lo había pensado como lo mejor.

Buscó con su mirada la ajena, arqueando ambas cejas en un par de ocasiones. Ahogó una risa que quedó ronca en su garganta, apoyó los antebrazos sobre su pecho y lo observó desde aquella corta distancia. Examinándolo con suma lentitud a la par que tamborileaba con sus dedos sobre éste. — Creo que hacerte feliz va a ser más sencillo que lo que pensaba — bromeó acercándose a su rostro hasta hacer chocar su nariz con la contraria. Ascendió con una mano por su cuello, recorriendo sus mejillas hasta acabar tapándole los ojos. — Deja de decir esas cosas… y de mirarme — carraspeó moviéndose sobre él en busca de alguna prenda, suya o de él. Alargando el brazo libre y tanteando, como buenamente pudo, parte del suelo hasta acabar dando con la camiseta que ella misma había deslizado por el cuerpo contrario, y con la que se precipitó a taparse. Escuchando crujir el sofá de nuevo ante el movimiento de sus cuerpos. — ¿Y si te hubiera citado en la presa? — preguntó con una afilada sonrisa en los labios, cuando retiró la mano de sus ojos y se inclinó hacia su rostro, dejando un fugaz beso en sus labios.
Arianne L. Brawn
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
No tiene por qué disculparse, creo que es comprensible que la vida se sale con la suya cada vez que tiene la oportunidad, en especial con gente como nosotros. Hago una mueca para restarle importancia, para que comprenda que no tiene por qué volver sobre algo que ha quedado en el pasado, cuando suelta una confesión  que no me esperaba y que se gana toda mi atención — Ya veo — no lo digo de mala manera, es más bien un detalle en el cual no me había detenido a pensar cuando las cosas pasaron. Seré honesto, pude haberme preocupado por ella pero tenía mis propios asuntos que atender. Han pasado demasiadas cosas, hubo que solucionar muchos problemas — No tiene nada de malo que estas cosas sucedan. Es mucho más natural y digno que las cosas que otros gritan por televisión — le sonrío, aunque no estoy seguro de que lo vea de la misma manera. Solo espero que deje de cuestionárselo.

No soy tan difícil, creo. Me he conformado siempre con poco — bromeo, desviando un momento la vista hacia un techo sucio, digno del poco cuidado de las casas del norte. Hay demasiado abandono en estos sitios como para poder resaltarnos, siendo figuras que no pertenecen a este desastre porque tenemos nuestra propia armonía. Su rostro ocupa todo mi rango de visión, hasta que me cubre los ojos y puedo escuchar mi risa inundar el lugar — ¿Qué tiene de malo? ¿Acaso te intimido? — me mofo, trato de sacudir mi cabeza en lo que ella misma se aparta por su cuenta y puedo ver su espalda desaparecer bajo mi propia camiseta. Me tengo que apoyar en el sofá para poder impulsar mi cuerpo y logro sentarme, recargado en el apoyabrazos, con una pierna estirada y la otra decidida a colgar por un costado a causa del espacio — Bueno… todo esto se hubiera complicado un poco. ¿Jamás lo hiciste en el agua? — no hablo en serio, creo que la sonrisa ladina lo delata.

En un movimiento rápido, me estiro y dejo un beso en su mejilla antes de estirarme, tanteando hasta dar con mis calzoncillos. Puedo colocármelos, removiéndome en mi sitio hasta eliminar mi completa desnudez — Siento que tenemos que hablar de muchas cosas — no es un comentario pesado ni amargo, solo un simple hecho — Nos hemos perdido de demasiado. Y en el departamento… bueno, está todo demasiado alborotado. Supongo que ser una veela no te ha mantenido alejada de las noticias — con tener una simple idea del panorama general, debe ser cómo nos encontramos en casa. Tanteo hasta poder dar con su mano, acaricio sus nudillos en lo que mis labios se curvan con honesta felicidad — No tienes idea de lo que me agrada volver a ser un equipo — uno nuestro, sin responderle a nadie. Si ella está lista para eso, siempre podemos caminar juntos.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Lo observó con detenimiento mientras hablaba, siguiendo las expresiones que aparecían en su rostro mientras lo hacía. Nadie debía de conformarse con poco, pero la rubia no era quién para reclamarle sobre ello; no cuando había pasado la mayor parte de su vida conformándose con lo que la rodeaba para no tener que esforzarse más, pensando que era lo que merecía y no valía la pena molestarse en tratar de cambiarlo. No podía dar lecciones sobre su pensamiento, solo negar con desacuerdo ante su conformismo. En su lugar apoyó con suavidad la mano sobre los ojos contrarios en un intento de no sentirse tan... ¿desnuda? ¿indefensa? Nunca había sido dada a dejar que los demás vieran sus debilidades, complejos e inseguridades. Retiró la mano de sus ojos para poder pasar la camiseta contraria por su cuerpo. — ¿Yo? ¿Por tí? — preguntó cuando su cabeza volvió a aparecer, aprovechando que cubría la mayor parte de su cuerpo para buscar su ropa interior, que debía de estar en algún sitio. — Sólo trato de ayudarte, si sigues así puede que no deje que te vayas — se burló encontrando la prenda que buscaba y colocándosela antes de dejarse caer sentada en el sofá, no pudiendo evitar girarse hacia él y arquear una ceja. No era una mujer de mundo, ni las circunstancias ni el interés habían ayudado en ello. — No conocía esa faceta pervertida tuya — alcanzó a pronunciar. Habían conocido las desgracias contrarias, incluso compartido algunas, pero nunca ahondado en lo que le... Podía gustar al otro.

Se sentó con las piernas cruzadas, tirando de la camiseta cuando se percató entonces de la cicatriz que cruzaba la parte interior de su muslo. Las personas estaban hechas de cicatrices, tanto internas como externas, pero pocas podían decir que tenían una que les costó la vida. Susurró un suave "¿uhm?" cuando su voz interrumpió sus pensamientos, devolviéndole la mirada aún algo confusa. Hasta que consiguió reincorporarse al hilo de la conversación, a aquella a la que él quería dirigirse. — Vi algunas revueltas en el distrito once tras la creación del Coliseo — contestó, inicialmente, con las manos apretando sus rodillas y los ojos fijos en las mismas. —, también escuché el discurso de Kendrick, imagino que ha vuelto con vosotros — esbozó una tenue sonrisa que desapareció cuando los prensó al sentir su contacto. — Creo que el miedo va ser el que gane la partida, Ben. Miedo a las nuevas medidas, pero miedo también a los cambios. Cuando se acabó con el gobierno Black las cosas cambiaron; muchos magos tienen miedo a las repercusiones, a lo que les pueda pasar por el simple hecho de haber seguido la corriente para sobrevivir — pasó la lengua por su labio inferior, dejando ir el aire en un largo y cansado suspiro. Podía comprender a aquellas personas; perseguidas y reprimidas por sus poderes, se habían visto liberadas.

Se inclinó hacia él y apoyó la cabeza contra su hombro, buscando su mano hasta acabar entrelazándolas. — Tu olfato y mi persuasión — sonrió, estirando las piernas al frente en un intento de desentumecerse. — Trataremos de que este equipo dure más — giró, leve, la cabeza para poder mirarlo.
Arianne L. Brawn
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Las risas se oyen sonoras en la habitación, incluso cuando es un sonido que se escapa entre mis dientes — Bueno, viví muchos años en un sitio peculiar. No es perversión, es... — me explico, rascándome la cabeza en un gesto quedo en lo que intento explicar todo lo que se ha perdido. Acabo revolviendo parte de mi cabello antes de volver a dejar caer la mano — … en el catorce, estábamos demasiado ligados a la naturaleza. Y las escapadas al lago eran una buena excusa para conseguir tiempo a solas con alguien — me encojo de hombros, porque creo que es obvio. Llegué a ese lugar siendo un adolescente, las vivencias que otros tienen en cines o en bares las pasé entre los árboles o las grutas. Fue un modo aceptable de crecer, de todos modos. Si no contamos la carencia de ciertas comodidades, era la vida perfecta… ignorando el estar siendo buscados por un país entero, para variar.

Al menos, está en la misma página que nosotros y eso me ahorra el dar muchas explicaciones. Asiento vagamente, el tener a Ken de nuevo con nosotros ha sido tanto un alivio como el significado de que se acabaron las vacaciones — Sabemos que no será sencillo, pero no podemos al menos tomar la oportunidad de dar un paso adelante. Hay que buscar el cambio para conseguirlo y nosotros… bueno, nadie está obligado a nada, pero recibiremos a cualquier persona que esté dispuesta a luchar por lo que es correcto — sé que no es tan fácil como pasar una escoba, hay demasiadas cosas que se torcieron durante décadas y hablar de derechos igualitarios es una locura con la cantidad de historia que NeoPanem carga a sus espaldas. Pero es completamente posible, la historia nos ha demostrado que la adaptación siempre es posible, mientras exista la voluntad.

Mis dedos se cierran alrededor de los suyos en un apretón, puedo recargar mi mentón en su frente gracias a la postura que opta por tomar — Ajá… — murmuro con una vaga sonrisa, demasiado cómodo para querer moverme, incluso cuando nos espera un nuevo capítulo fuera de estas paredes. El brazo que me queda libre la rodea por la cintura, notando lo pequeña que puede ser contra mi cuerpo — Durará más. No cometeré el mismo error dos veces — le sonrío, encontrándome con su mirada a medio camino antes de presionar su boca con la mía. Puede que el mundo allá fuera siga siendo una mierda, tal vez más complicada de antes, pero su mano está sosteniendo la mía y, lo más importante, ya no somos niños que se asustan con la oscuridad. Para preocuparnos, tendremos el mañana.
Benedict D. Franco
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