The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
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A pesar de detestar el ministerio con todas su fuerzas, así como a las personas que allí trabajaban y lo que hacían, necesitaba entrar allí constantemente. ¿Por qué? sus padres trabajaban allí, uno en el Wizengamot y la otra en el de Departamento de Seguridad Mágica. Pocas eran las veces que iba porque en serio lo necesitaba, la mayoría del tiempo, simplemente la mandaban a llamar y ella tenía que obedecer a sus padres, quiénes constantemente la amenazaban con que le podían destruir la vida si no lo hacía. Ah, familia, ¿qué haríamos sin ellos?

Usualmente solo la llamaban para repetirle las mismas cosas de siempre, mandarle a hacer cosas, diligencias, recados y usarla como asistente personal aunque ya cada uno tenía su propio esclavo. Oh, sí, y se quejaban constantemente de ella por no tener un esclavo propio teniendo ya veintitrés años, al parecer olvidaban que tras graduarse entró a prisión y acaba de salir no hacía mucho. Ella daba la conversación por zanjada inmediatamente apenas empezaba con solo decirles que le gustaba hacer todas sus cosas ella sola. Si tan solo supiesen que no tenía uno era porque le parecía mal esclavizar a otros, venderlos, abusar de ellos y controlarlos...probablemente le darían pena de muerte y harían su ejecución pública.

Tenía sus razones de peso para ver ese tipo de cosas mal, siendo que ella misma fue ezclavizada por su familia en su intento de "adoctrinarla". Sentía dolor al ver a los esclavos teniendo que sucumbir ante todos los deseos de otra persona, le parecía tan...inhumano. Wow, en definitiva le estarían dando pena de muerte solo por usar la palabra inhumano en un sentido que no es positivo.

Su apartamento propio tenía un problema con la red flu así que tuvo que entrar al ministerio desde la de sus padres, aprovecharía esa ocasión no solo para recibir la regañina diaria si no también para hablar con los que controlaban la red flu y que resolviesen su problema, en serio detestaba mucho la casa de sus padres y se había prometido a sí misma no volver a tocarla...las circunstancias no le permitían cumplir su promesa.

En un segundo ya estaba en el lobby y tras saludar amablemente a toda persona que se le atravesase, tomó el ascensor directo al piso dos. Esperaba que su madre estuviese de buen humor ese día y no saltase inmediatamente a querer quejarse de su atuendo de ese día. Habló con la recepcionista y esta le dijo que tenía que esperar, que su madre estaba en una reunión. Fantástico, simplemente fantástico. ¿Qué podría hacer mientras?...hmm, tenía un pequeño libro guardado sobre el presidente de Neopanem que su padre le había casi que lanzado por la cabeza para que leyese. Bueno, manos a la obra, abrió el libro y empezó a leer la primera página. — Magnar... — ya lo conocía al igual que todos pero no había prestado mucha atención a su nombre. — ...proviene del latín Magnus, que significa grande. Efectivamente lo es, ojalá yo hiciese honor a mi nombre. — sabía que estaba hablando en voz alta y no le importaba.
Anonymous
Magnar A. Aminoff
Presidente
Seguridad Mágica, esa pequeña caprichosa. Los dementores que recorren las calles en las noches no han logrado mucho, salvo algún que otro avistamiento y aún no podemos confirmar que el muchacho que encontraron en Año Nuevo era Black, aparentemente acompañado de una niña rubia. ¿Y si no podemos hacer algo tan simple como eso, cómo se supone que podremos cumplir las promesas que he hecho el año pasado? ¿Cómo ganaremos una guerra contra un grupo invisible, en el cual una pulga nos causa tan grande comezón? Mayo se está terminando y los anuncios oficiales están a la puerta de la esquina, tentativos a la idea de poner a nuestra sociedad alerta y, espero, den un mensaje claro: esto no es un juego, estamos cansados de verlos participando en unas eternas escondidas.

Mis ojos se mantienen fijos en la lista negra, desde donde se lucen los rostros de los fugitivos que nos miran con tanta burla que tengo que controlarme para no enviar una plaga al norte para que se les caigan las uñas, los dientes y los ojos; no tengo idea de si existe, pero no me sorprendería que Silas pudiese crear algo por el estilo. ¿Pero puedo ser eso? ¿Me conviene ser el tirano que todos esperan que sea, dejarlos a ellos como las víctimas crueles sin una mínima oportunidad? Que la mitad de sus integrantes sean mocosos tampoco es agradable. No es que a mí me importe, pero muchas personas reprochan cuando pones a niños en juego. Me golpeteo el mentón con la Varita de Sauco, esa que arrebaté de un hermano fugitivo y una madre muerta. He llegado demasiado lejos, desde la mugre misma, para terminar encerrado por una guerra con el aire. ¿Dónde demonios están?

Con frustración consumiendo mi rostro, me hago con los papeles que Weynart dejó para mí, me despido de los aurores presentes en la sala y me muevo hasta abandonar la habitación. Los pasillos siempre están repletos de funcionarios que no hacen más que apartarse en cuanto reparan en mi andar. Quizá cuando llegue al piso superior, a la comodidad de mi oficina, pueda aclararme un poco las ideas en silencio. Ese hilo de pensamiento se ve interrumpido por una voz que clama mi nombre, pero al girarme me percato de que sea quien haya sido no estaba hablándome. Podría reconocer ese cabello en cualquier parte, aunque en el Capitolio no destaca tanto como en los sitios oscuros donde puedes conocerte con gente como ella. O como yo hace menos de un año, para variar.

Me bastan unos pasos para estar cerca y poder ladear la cabeza, chequeando el título del libro que sostienen sus largos dedos — Me sorprende con la rapidez que han logrado editar uno de esos — murmuro con cierta pizca de gracia. Dudo mucho que estas personas sepan una pizca de mí, muchas de las biografías que empezaron a circular en cuanto asumí como presidente eran un montón de rejunte basura. Quiero decir, tomé el poder en octubre… ¿Y ya hay una enorme cantidad de libros, cuando pocas personas tienen una mínima idea de mí? De lo que he hecho, de lo que podría hacer, de los negocios que están ocultos al público… — Muchos son muy poéticos, eso se los concedo, aunque no puedo decir que no sean más que un montón de basura — pongo la mano que tengo libre en el bolsillo de mi traje, encogiéndome de hombros — No me dirás que te crees ni una sola palabra de lo que dicen. Me sentiría muy decepcionado, Grimaldi — no es que espere en verdad algo de ella, pero nunca se me hizo alguien con el cerebro vacío.
Magnar A. Aminoff
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Invitado
Invitado
Lo menos que se esperaba era en ese mismo momento encontrarse con la persona sobre la cuál estaba leyendo. Tuvo que aguantarse las ganas de gritar, ocultarse detrás del libro o sonrojarse, no le gustaba ser atrapada de esa manera...a cualquiera le daría vergüenza. No lo mostró, sin embargo, no se permitía a sí misma mostrarse débil de cualquier manera ante nadie, incluso menos si era ante alguien importante. La chica alzó su rostro, esperando por un segundo que la voz que ya conocía no fuese en serio la de la persona que pensaba que era, pero por desgracia sí lo era, tenía al mismísimo Magnar allí frente a ella.

Ya lo conocía desde antes, cuando era tan solo una adolescente lo había visto pero él no a ella, la red de prostitución que llevaba su madre, la hermosa semi-veela, era bastante conocida en todo el bajo mundo, y ya había tratado alguna que otra vez con Magnar. Dudaba mucho que la reconociese de ese entonces cuando aún no adoptaba su estilo oscuro y su cabello plateado y liso, cuando era una niña "inocente" de cabello dorado cuál mismísimo oro y bucles perfectos, con un rostro angelical que su madre usaba a favor de su causa. Aún le causaba asco recordar esto, como a los hombres mientras más niña parecía más la deseaban. Los muggles no eran los verdaderos monstruos en el mundo, eran ese tipo de hombres, y deseaba tanto poder tener a uno de aquellos como esclavo y torturarlo, verlo sufrir, gritar, llorar a implorar piedad...joder, ya, que me desvío mucho del tema.

Pero realmente se llegaron a conocer cuando esta, a sus 21 años estaba recién graduada y su madre la vendió por completo. El poseer ese libro muggle la había metido en muchos problemas, le parecía estúpido. En la cárcel tuvo que meterse en negocios ilegales, continuar prostituyéndose por dinero, se adentró más de lleno en el mundo de las drogas y el alcohol y perdió por completo su propia identidad por varios meses, para luego ser fuertemente adoctrinada de nuevo a base de torturas físicas y psicológicas antes de poder salir de prisión. Fue una época bastante fuerte para ella, y el presidente del ministerio estuvo a lo largo de esos meses siempre presente, él le conseguía a ella todo lo que requería para mantener su vida en la prisión soportable. Ella lo veía como un ser tanto interesante como despreciable, y sabía que al igual que su padre odiaba a los muggles porque habían sido oprimidos y maltratados por ellos por mucho tiempo. No podía culparlos por sentir odio, pero sí por no querer buscar un punto medio e ir a lo radical. Además, con todo lo despreciable le agradaba un poco, sentía que la personalidad del hombre encajaba de cierta manera con el lado más oscuro de la suya misma.

No se imaginaba que se acordase de ella, no lo esperaba, quizá tenía muy buena memoria o había algo en ella que le hiciese recordarla. Muy probablemente el hecho de que en prisión fuese tan diferente de muchas de las personas que allí moraban. El cabello plateado no estaba muy de moda incluso si no eras un viejo y su renuencia a usar uniformes feos y andar siempre con su ropa oscura y extravagante podía ser lo que más quedaba a primera vista en la mente de todos. Eso y que parecía encantar a los hombres con mucha facilidad.

Alzó una ceja, mirando fijamente al ministro mientras una sonrisa divertida se formaba en sus carnosos labios. La verdad, a ella misma ese tipo de libros le parecían estúpidos y sabía que pocas veces contaban la verdad. — Oh, no se preocupe señor...ni siquiera fue idea mía leer esto, se lo regalaron a mi padre y me lo dio a mí como parte de su...eh...doctrina. — sabía que era muy sincera, quizá no era algo bueno, pero no podía evitarlo, no veía necesidad de mentirle a él. Cerró el libro y se inclinó un poco hacia él ahora con una sonrisa completa. — Pero...el inicio sí se lo creo pues, efectivamente, su nombre proviene del latín magnus, al menos en eso no se equivocaron. Aunque no veo la necesidad de ponerlo como introducción. Suena extremadamente lamesuelas. — Sentenció finalmente y bufó. A ella le desagradaban los lamesuelas de todo tipo. — Seguro los que lo escribieron son todos un montón de hipócritas. — su lengua era afilada cuando quería y carecía de filtro a veces, eso le gustaba de ella misma mucho más de lo que admitía.
Anonymous
Magnar A. Aminoff
Presidente
He conocido a personas muy interesantes a lo largo de mi vida, no puede ser de otra manera cuando te mueves en los sitios en los cuales yo solía ser la sombra que todo lo ve. Esta muchacha tiene la clase de historia que se merece un libro incluso más que la mía o, al menos, la que desean contar en esas páginas. Tengo una buena memoria, siempre me lo han dicho, se apega a la necesidad de supervivencia que me ha caracterizado todos estos años. Por eso mismo le devuelvo la sonrisa en espejo, sin echarme hacia atrás en lo que su cuerpo se inclina hacia el mío, como si su tamaño fuese suficiente como para resultarme intimidante. Es una niña, solo eso. Y yo soy el hombre más poderoso de este país.

Tu padre debería mejorar su gusto por la lectura — musito con simpleza, mis cejas aún se mantienen en alto en lo que paso la mirada del encuadernado que acaba de cerrar a sus ojos, envueltos bajo una sombra poderosa de maquillaje — Nunca sentí un particular cariño o desprecio por mi nombre, a veces simplemente lo sentí apropiado. Aunque no comprendo muy bien por qué alguien tardaría su tiempo en lamer botas con algo como esto. Hay modos mucho más interesantes de ganarse la confianza de alguien… — con total impunidad, le arrebato el libro de las manos para poder leer la sinopsis. Una biografía barata, por demás falsa, que lo único que me dice es lo muerto de hambre que se encontraba su autor. Ahí andan, alimentándose de mi gloria y la necesidad de chisme del civil promedio. Tan básico, tan patético…

Balanceo vagamente el libro frente a su nariz, invitándola a tomarlo al considerarlo muy poco digno de mi interés. Al menos, no tanto como ella — El mundo está lleno de hipócritas, querida. Si querías encontrar algunos, viniste al sitio indicado — el Ministerio es la cuna del gobierno de NeoPanem y yo sé, mejor que nadie, la hipocresía que recorre estos pasillos. Puedo oler cuando alguien es fiel porque desea serlo y no porque tiene que, reconozco la duda desde el guardia de seguridad hasta el ministro más cercano. ¿Y pueden conmigo? No, esa es la mejor parte. Me agrada el saber bien que siempre estoy un paso por delante, incluso cuando no son capaces de verlo — ¿Qué hace una niña tan inocente— ahí se va, la sonrisa burlona en mis palabras siseantes — … en un sitio como este? Pensé que estarías contribuyendo a la sociedad, como deben hacer todos los civiles “respetables” de este país — no guardo disimulo cuando la miro de pies a cabeza de manera escrutadora — No te ves muy gubernamental que digamos, Grimaldi.
Magnar A. Aminoff
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Invitado
Invitado
Se encogió de hombros. — Mi padre solo tiene buen gusto en inmuebles y mujeres. Sus gustos en material de lectura, música y en moda dejan mucho que desear. — probablemente lo último a todos les parecería normal pues su padre se vestía como un juez decente, quizá demasiado decente, demasiado perfeccionista, no permitía que un solo cabello se saliera de su lugar y su elegante barba era perfecta. Quizá solo era que a ella le molestaba mucho un sentido de la moda demasiado gris y cuadrado. A pesar de ella no llevar muchos colores tampoco, le parecía que su estilo era mucho más original, llamativo, más como un verdadero estilo. No...no veía estilo en seguir las normas, eso era.

Aunque por como se quiso deshacer de él apenas se lo regalaron, probablemente tampoco le interesó en lo más mínimo y me quiso pasar la carga a mí — rodó los ojos, él no era muy afectuoso y solo se interesaba por el dinero, seguro era un regalo barato y le repugnó. Alzó sus manos ligeramente al verse expropiada del libro, por ella que se lo quedara si le interesaba "aprender más de él mismo", ella no necesitaba del libro para saber sobre él. Quizá no lo sabía todo, pero seguro sabía más que las personas que escribieron eso. Pudo notar la reacción de asco en la cara del hombre, casi se podría haber dicho que el libro fue escrito por muggles por la forma en la que lo veía. Estuvo por responder lo que decía pero entonces escuchó lo segundo y no pudo evitar soltar una carcajada delicada, algo silenciosa.

Dígame algo que no sepa — rió levemente una vez más, tomando el libro y guardándolo en su bolso, quizá lo usaría más tarde para hacer una fogata y asar malvaviscos. La literatura basura le daba un toque delicioso a estos. — Los lamesuelas y los hipócritas casi siempre son los mismos, es más, mientras más lamesuelas es es más hipócrita. Al menos, eso pienso yo, necesitan tanto la aprobación para ocultar algo. Y, como dice, aquí hay una gran cantidad de lamesuelas hipócritas. — Su madre, por ejemplo. Se cruzó de brazos y lo miró fijamente. — Por estas cosas no juro lealtad a nadie si no la siento, y más que hacer uso de la hipocresía, hago uso de mis encantos para manipular, sale mejor y no pongo mi integridad en riesgo. — Le guiñó un ojo, realmente no veía el manipular para su conveniencia como poner su integridad en riesgo, muchos otros probablemente sí lo verían así. Soltó otra risa sarcástica al escuchar la palabra "inocente", como odiaba esa palabra. — Pues planificaba resolver un problema de mi red flu, pero la mandamás me llamó porque me necesitaba, ahora me tiene esperando...a ver qué clase de té quiere que le traiga hoy. — sus largas uñas negras se clavaron en sus propios brazos, odiaba sentirse como su esclava. Siguió la mirada del hombre, parecía juzgarla por su vestimenta como...absolutamente todos, sin embargo, ella la llevaba orgullosa. Echó su cabello hacia atrás, sonriendo y posando. — Lo gubernamental no es suficiente para mí, todo recto, cuadrado, gris y aburrido. Ya acá todos se han acostumbrado a mi forma de vestir, y hoy me veo relativamente decente — comenzó a jugar con el borde de su falda, sabía que estaba muy corta pero no le importaba. — ¿Y usted qué hace por aquí hoy?
Anonymous
Magnar A. Aminoff
Presidente
Es la cuna de la política, Grimaldi. Aquí todo el mundo ha tenido que lamer aunque sea algo que baile con la hipocresía para llegar a tener un puesto decente. Te sorprenderías… o no — muchos son secretos a voces, otros se esconden con tanta cautela que me he preguntado en más de una ocasión qué sucedería si caen como una bomba en medio de las oficinas. Personalmente, encuentro cierto grado de diversión en las personas que se creen que con un par de palabras bonitas, todo trabajo será saldado. ¿Acaso no es siempre lo que ha hundido a las grandes potencias? ¿Creerse los halagos de aquellos que en verdad no los respetan? Y sé que no puedo conseguir la aprobación y el cariño de cada persona de NeoPanem, pero me niego a ser un bufón que en los libros de historia figure como aquel que no pudo terminar una guerra contra un montón de rebeldes con lanzas. Seré más, mucho más de lo que siquiera mi madre pudo ser. Al fin de cuentas, esta guerra se ha creado en base a sus errores.

Mis cejas evalúan sus palabras con un ligero arqueamiento; no sé si es una persona muy brillante, pero creo que cualquiera en este lugar sabe que no puede ir gritando a los cuatro vientos su falta de fidelidad, mucho menos delante de mi cara. ¿Acaso se ha olvidado de quién soy o es un juego con toda la intención? — Tendrás que tener cuidado con lo que sientes, entonces — es un consejo casi que hasta casual, que lo tome como quiera. Chasqueo la lengua al darme por entendido en sus asuntos y mis ojos se fijan alrededor de inmediato, en busca de la mujer que aparentemente se encuentra esperando; mala suerte para ella, no veo a nadie que se acerque, la mayoría sólo acelera el paso cuando nos cruzan en mala costumbre de que pueda señalar un error, sea cual sea. Es interesante ver cómo contienen el aliento, como si respirar fuera a delatarlos cada vez que se mueven cerca de mi espacio personal — No te veo muy preocupada por su té — mis ojos se centran en sus manos, carente de una taza humeante, hasta sonreírle con cierto tono de burla en las comisuras.

Sé que está moviendo su falda, pero no me fijo en ese gesto, sino en su expresión. Tomo algo de aire y lo largo con suma lentitud, pretendiendo el cargarme de paciencia — Relativamente — musito sus palabras en repetición. Un vistazo y eso basta, girándome para volver a encaminarme hacia el ascensor y haciéndole un gesto para que venga conmigo; si su madre tiene que esperar, tampoco me importa demasiado — Preguntarle al presidente qué hace en el Ministerio de Magia es un poco incoherente, ¿no crees? A veces sospecho que me paso más tiempo en mi oficina que en mi propia casa — lo cual tiene todo el sentido, considerando la cantidad de trabajo que destilan los pasillos estos días. Esquivo el elevador, cruzo el pasillo y empujo la puerta de la cocina de este piso, allí donde se lucen algunas sillas y la cafetera — Hay muchos fallos y aciertos en las defensas de este país que necesitan un repaso — explico, sin verdadera necesidad de hacerlo. En pocos segundos y sin preguntarle si lo desea, mi varita se encuentra haciendo las florituras necesarias para preparar dos tazas de café — Grimaldi: ¿Qué opinas de la guerra abierta contra los rebeldes en el norte? Escoge muy bien tus palabras, no a todos les hago esa pregunta.
Magnar A. Aminoff
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Invitado
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No le había parecido que sus palabras pudiesen despertar sospecha alguna, pues con lealtad se refería a la lealtad que podía o no podía tener hacia personas como amigos, compañeros, más que lealtad a algo "superior". Quizá sí debió de haber cuidado sus palabras muchísimo más y así evitarse que el mismísimo presidente la escuchase decir algo que podía hacerla ver como traidora. La verdad, por más que no estuviese de acuerdo con la forma de Magnar ni de Jamie de llevar la presidencia, no deseaba volver a prisión. Tenía que mantenerse lo más tranquila posible y mantener la fachada de su postura política supuestamente pro-magos.

No creo que deba de tener cuidado en sentir que las personas que me lastiman sin necesidad no merezcan mi lealtad. O que los hipócritas que solo hablan conmigo porque desean obtener beneficios de mi merezcan mi lealtad. — esperaba con esto sacarle de dudas sobre lo que realmente se refería ella con lo que había dicho, malos entendidos con una persona que te puede dar pena de muerte...no gracias. Sus siguientes palabras le hicieron sonreír un poco, realmente si le decía a su madre que había estado hablando con el presidente y que por eso no le llevó su té...ella probablemente solo la regañaría por no haberla llamado para hablar con él también. Y probablemente intentar seducirlo con todos sus encantos de semi-veela. Porque sí...muy poco le importaba a ella estar casada y a su padre muy poco le importaba con quién saliera o incluso tuviese sexo su madre si esto al final les iba a traer beneficios.

Bueno...el ministerio de magia no es el único lugar existente en toda Neopanem, además...no creo que realmente venga por diversión acá, siempre hay algo específico que hacer así sea patrullar. Para divertirse mejor hay playas muy hermosas en el distrito 4, se las recomiendo. — lo de solo callar, sonrojarse y asentir con la cabeza no era lo suyo, sabía que tenía que aprender a hacerlo de vez en cuando pero esa parte de ella que se sentía fácilmente intimidada o avergonzada había muerto cuando comenzaron a hablar. Siguió a Magnar a dónde sea que quisiese ir, ya cuando le dijese a su madre tendría el respaldo del resto de las personas que la vieron caminar con él para que ella no creyese que le había mentido. Inmediatamente al oler el café su sonrisa se ensanchó...la verdad prefería el café por sobre el té. Antes de que pudiese agradecer la atacó con aquella pregunta. Allí sí tenía que ser cuidadosa. Tomó la taza de café con tranquilidad. — Pues...me preocupa mucho realmente lo que sucede, de verdad no deseo que los muggles y sus seguidores acaben destruyendo toda la sociedad como la conocemos. Me preocupan mucho los jóvenes y niños más que nada. Como profesora los veo a ellos como el futuro de nuestra sociedad. Si la guerra va para peor, no dudo en que busquen lastimarlos. No quiero que dañen nuestro futuro. Espero se puedan neutralizar lo más pronto posible y evitar bajas innecesarias, sin nuestros magos jóvenes el país podría derrumbarse y convertirse en una anarquía. — todas sus palabras de verdad las sentía, no mentía, tampoco había tenido necesidad de irse muy a lo político si no a lo humanitario.
Anonymous
Magnar A. Aminoff
Presidente
No he tenido mucho contacto con los rebeldes, en eso debo ser sincero. La gente que se maneja con aquellos que la sociedad ha catalogado como terroristas estuvieron siempre alejados de mi zona, allí donde ellos estaban seguros y yo podía hacer mis negocios sin que nadie fuese una verdadera molestia. Pero he conocido algo del carácter de esas personas, he visto a los ojos de aquellos que considero lo suficientemente listos como para estar escondidos, pero también débiles como para tener una idea de cómo jugar con ellos. Lo malo de la gente que busca la justicia social , a sus ojos, es que son extremadamente sentimentales. Buscan un mundo imaginario en el cual la base se caería en segundos, porque la sociedad no se encuentra lista para adaptarse a un montón de ideas infantiles. ¿Y qué podemos esperar de ellos, cuando muchos son tan jóvenes que no tienen idea de dónde ha salido todo esto? ¿Es aquel sector el que ella está apuntando?

Tengo los labios colocados sobre la taza y parte de mi cuerpo recargado en la mesada en lo que escucho su declaración. Me suena demasiado correcto y, en consecuencia, me aburre. No es nada personal, al fin de cuentas las personas tienden a sacarme un bostezo tras dos oraciones, así que dudo mucho que pueda ofenderse por ello — Los rebeldes no perderían tiempo en ir por los niños. ¿Quién querría dañar al sector inocente de la población, cuando ellos no representan el problema actual? — murmuro con calma, revuelvo un poco la cuchara dentro del café que ya se encuentra a medias — Sí me preocupa lo que podamos dejarle a esos niños. ¿No es terrible, un mundo donde los jóvenes sufran? ¿Un mundo donde los niños paguen por lo que los adultos hacen con ellos? — le sonrío entre el humo de mi infusión, no es secreto para mí su pasado, asumo que ella comprenderá por qué digo lo que digo — Sí puedo prometer que no permitiré que NeoPanem caiga en el anarquismo. Me gusta pensar que tengo a los mejores trabajando conmigo para que eso no suceda — incluso cuando tiendo a opinar en realidad que son un grupo de inútiles.

Con un poco más de café en la boca, me fijo con la mirada en la puerta; estoy seguro de que aquel que nos ha visto entrar ni siquiera debe desear poner un pie aquí dentro. Lo bueno de mi imagen es la privacidad — Me agrada verte preocupada por el futuro, Grimaldi. En especial porque si perdemos, muchos funcionarios acabarían en prisión. Puedo apostar a que tú no deseas regresar allí… ¿O sí?
Magnar A. Aminoff
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Invitado
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El presidente parecía aburrirse con lo que decía, quizá esperaba que le saliera gritando "hay que matarlos a todos, malditas escorias" o peor, que se resbalara y acabase diciendo cosas que la destaparían como una traidora justo frente a él. Sabía que había ido muy por lo seguro con su respuesta y que no tenía nada de mucho interés para una persona cuyas prioridades no estaban en los niños del capitolio, como lo estaban las de ella. Pero prefería mil veces que la tomara como aburrida a que la tomara como posible traidora. A pesar de aún mantener la mentalidad de que los magos eran superiores por el hecho de poseer magia, nada quitaba que creía que los muggles merecían vidas dignas y los mismos derechos que los magos, cosa que era más que suficiente para un linchamiento.


¿Tenemos una cuenta de cuántos son los rebeldes? ¿todos ellos?. Podrían ser muchos más de lo que pensamos y estarse preparando para una inmensa invasión y exterminio de todo aquél que viva en el Capitolio o esté relacionado a nuestra ideología. Temo porque no sé si estas personas están dotadas de lo que ellos piensan son buenas intenciones llevadas de una manera incorrecta, o de verdad solamente están resentidos y llenos de odio...tanto que no le perdonarían la vida ni al bebé más inocente con el simple fin de acabar con toda nuestra raza. — no notó que había hablado en un tono de voz bastante alto y cargado de ira hasta que notó su mano ligeramente mojada, había pegado la taza de té contra la mesa en su pequeño arrebato. Chasqueó la lengua y tomó su varita, limpiando rápidamente el desastre. Aún no sabía de dónde había sacado esa repentina forma de actuar.

Sentía la sangre hirviendo en sus venas, el imaginar una masacre de ese tamaño había despertado el lado de ella que se esforzaba en esconder, el que simplemente odiaba a todo y a todos en el mundo por complicarse y arruinarlo todo todo el tiempo. El que deseaba venganza por lo que sufrió toda su vida. No, no sentía odio por los rebeldes, solo por las personas malas, y si los rebeldes acababan con inocentes para lograr "un mejor futuro", los odiaría por eso. — Si por desgracia su plan va hacia eso, no quedará nadie para pagar por nada. Espero que no sea así...también espero que esto acabe sin tantos problemas, no quiero, como usted dice, que ningún niño acabe tan...dañado — lo miraba fijamente, pero bajó su mirada con la última palabra, dando un sorbo a lo que quedaba de su té. No quería entrar en ese terreno.

Pero no, él sí decidió entrar en ese terreno y si se sentía relativamente cómoda antes, esa comodidad desapareció con el recuerdo. Y el miedo de haber dicho algo malo y que por eso el hombre sacara a colación ese tema. No se había dado cuenta de cuánto realmente estaba afectada por eso hasta que la posibilidad de volver se la recordó el mismo presidente. Hizo lo posible por no hiperventilar y sonreírle encantadoramente. — En absoluto, yo misma lucharé si es necesario para evitar que mis compañeros y yo acabemos en ese lugar...y espero poder contar con su apoyo un tiempo más. Al final, entendí la lección, ya quemé todos los libros muggles que me quedaban y borrando lo que estos decían de mi mente. No tengo ninguna intención de volver y haré lo que sea necesario para seguir siendo libre.
Anonymous
Magnar A. Aminoff
Presidente
Ves muchas películas, ¿no es así? — es lo primero que me brota por la boca — Las tácticas militares difieren un poco de esas ideas. He tenido las conversaciones necesarias con rebeldes como para hacerme un panorama de sus intenciones. No todo en la guerra es masacre, hay cierta elegancia en el modo de proceder que no espero que una persona tan joven pueda entender — hay cosas que vienen de la mano de la experiencia. Todos tenemos ideas extrañas sobre cómo funcionan ciertas situaciones que se alejan demasiado de lo que es en verdad sucede. No puedo culparla; al fin y al cabo, con o sin la vida experimentada que ha tenido, no deja de ser una niña que no ha pasado ni la mitad de lo que el resto hemos hecho.

La única respuesta que tengo es una ceja arqueada. Hay muchas cosas que pueden terminar dañadas, no solo los niños. Hay una sociedad entera, un pilar que amenaza con tambalearse. Dejo la taza vacía sobre el lavamanos, ya algún elfo se encargará de limpiarla, y me trueno los largos dedos sin mucho esfuerzo — Las personas que comprenden la lección son mis favoritas. En este sistema, la gente tiende a cometer errores estúpidos que sabían que podían evitar y, aún así, se lanzan sobre ellos como si no hubiesen tenido otra opción. ¿Y a dónde los ha llevado? — a prisión, a ejecuciones, a la rebeldía que ocasionó una guerra. Chasqueo la lengua reiteradas veces, negando con la cabeza. Cuanto patetismo tengo que soportar.

Es bueno saber que tienes el camino claro, Grimaldi. Nada de tonterías y podrás llegar a anciana, cumplir todos los caprichos de tu madre, volverte una persona respetable dentro de NeoPanem. Una profesora que está dispuesta a enfrentarse a un montón de salvajes para proteger a sus pequeños — le pellizco uno de sus púmulos delgados, fríos, en una expresión guasona que se alza sobre el permiso del espacio personal — Tus padres estarán orgullosos de ti: nadie puede decir que seas un fracaso. Solo deja de leer esa clase de libros y hasta podrías ganarte una estrellita dorada — ni siquiera vacilo cuando le doy una suave palmadita al soltarla, acomodo el saco de mi traje con desenvoltura y sigo de largo por su lado, en dirección a la puerta. Ya he tenido suficiente distracción para cubrir el resto del día.
Magnar A. Aminoff
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Invitado
Invitado
No sabía qué le había causado más repulsión, si el hecho de que aquél hombre invadiese su espacio personal, llegando a tocar su rostro como si fuese algún tipo de tía o abuela cariñosa que nunca tuvo y nunca deseó, o algún otro de los hombres que habían disfrutado demasiado el hecho de que fuese una niña inocente, haciendo uso de eso para conseguir una erección. Él o parecía el tipo de asqueroso con el que había tratado pero tampoco le transmitía mucha seguridad que digamos. Este gesto llevó el color rojo a su rostro que podía pasar por vergüenza pero era rabia pura pues sabía que no era algo cariñoso de verdad. Era burla, intimidación. Le recordaba que ella era solo una niña, o la marioneta de una niña. Un peón más en un juego en el que, de momento, él era el rey. Y tenía que cuidarse mucho y seguir sus órdenes para no ser comida.

Frunció los labios. No le gustaba que la tratasen así. Ella no era ni su madre, ni su padre ni ninguno de esos lamesuelas que lo seguían a todas partes. Si en un inicio creyó que podía incluso agradarle, ya no estaba muy segura de eso. Sin embargo, solo sonrió, como si eso le hubiese hecho feliz de alguna manera. — Le suplico que no se confunda, señor. No soy una niña pequeña, no estoy en una constante búsqueda de aprobación de los demás pues estoy bastante segura de lo que pienso y de quién soy y lo que deseo. Como dije, no deseo ser lamesuelas, solo mantenerme con vida y a la vez mantener mi individualidad — le costaba mucho jugar a la muñequita de porcelana perfecta. No era así, ella lo sabía, sus padres lo sabían, el mismo Magnar debía de saberlo.

No soy tan ordinaria, estúpida y pacifista como usted piensa, y perdóneme si parece que me creo mucho pero no soy bufón de nadie tampoco. Me gusta ser auténtica, y buscaré llegar alto — se paró de la silla y vio como se iba, sonriendo. — Ha sido un placer conocerlo y espero nos veamos prontamente. — no esperó respuesta de él y llevó su taza al lavaplatos, soltando un "fregotego" para lavar ambas y luego irse a su casa. Ya a su madre no le importaría si se iba.

Quizá era demasiado lanzada, quizá no tenía que haber hablado así. Pero como odiaba que atacaran su individualidad y la minimizaran.
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