The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
¿Se supone que es normal que no pueda ni respirar? — pregunto desde el interior del probador, respirando con algo de dificultad cuando puedo asegurar que el vestido está bien colocado sobre mi cuerpo. Pero creo que ahí nace el problema, que estoy aguantando la respiración por mi cuenta en un ataque de nervios que no debería estar teniendo porque solo me estoy probando un vestido y no tendría por qué ser la gran cosa. Es lo que pienso cuando decido expulsar el aire que llevo conteniendo en los pulmones por un tiempo y tomar algo de oxígeno en intercambio. Creo que con eso ya estoy preparada para mirarme en el espejo, incluso los que estoy evitando dentro del propio vestuario porque no me da el valor como para hacerlo. Lo cual me hace sentirme por un segundo ridícula porque Meerah y Lara tienen que estar pensando lo mismo y yo no puedo hacer otra cosa que no sea la de frotar mis manos sudorosas una contra la otra como si eso fuera a acelerar el tiempo, o retrasarlo, quién sabe qué es lo que estoy tratando de conseguir con la demora.

Trago saliva un par de veces, me paso las manos por el rostro en un intento de apartarme también el pelo de la cara en lo que me miro en el espejo, pero no paso más allá de mi cuello que ya estoy cerrando los ojos. — En serio… creo que pesa demasiado, o que yo peso demasiado poco, ¿cómo voy a hacer para caminar con esto y no caerme de bruces contra el suelo? — creo que ya estoy empezando a quejarme demasiado, soy consciente de ello cuando empiezo a escucharlas cuchichear en la sala, demasiado bajo hasta que un grito me obliga a asentir con la cabeza. — ¡Está bien, está bien! — aprieto los labios una vez más uno contra el otro, tomo aire por la nariz y tiro de la cortina sin pensarlo, porque si lo hago sé que no saldré de aquí hasta dentro de otros veinte minutos más, y creo que no puedo hacerles esperar por tanto tiempo cuando ya de por sí llevan sentadas un buen rato.

Me retiro un mechón de pelo de la cara para colocarlo detrás de mi oreja, con la otra mano aprovecho a tirar un poco de la falda del vestido hacia arriba para poder dar unos pasos en dirección a Lara y a Meerah, pero estoy lejos de darme la vuelta para ver mi figura en el espejo que cubre toda la pared de detrás. Prefiero tomar su reacción primero y en base a la expresión de sus rostros, decidir si no hago mejor el volverme a mi casa a meterme bajo la protección de las mantas, que de seguro ellas no van a ser tan críticas con mi cuerpo como lo puede ser un vestido de novia. Sí, con Meerah decidimos que no haría nada que fuera demasiado estridente, que no llevaría nada que yo no me pondría y, puedo decir que cuando lo vi sobre la mesa pensé que se adaptaba bastante a mi forma de ser. Porque nunca he tenido nada de esto y me sentiría incómoda de casarme con un vestido a rebosar de pedrería, con curvas exageradas y detalles que bien podrían irle a una estrella de cine. No, yo quería algo más simple, elegante, pero delicado. Carraspeo disimuladamente cuando el silencio pasa a ser el protagonista en lugar de las quejas por lo que me he demorado en salir. — ¿Tan mal me veo? — pretendo que el tono de mi voz no suene tan ansioso e impaciente, como si realmente no me fueran a importar las malas opiniones cuando es evidente que la mirada en mis ojos dice lo contrario. Genial, me casaré vestida con un edredón a este paso.
Phoebe M. Powell
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Invitado
Invitado
Blanco, blanco, blanco. —Habiendo tantos colores…— suspiro, descartando un vestido tras otro, al colocarlos sobre un mueble después de haberlos sacado del perchero en el que estaban exhibidos, luego de estar tanto tiempo sentada, pensé que se me iban a entumecer las piernas y pese a mi panza, sigue moviéndome la curiosidad a dar vueltas por la sala de espejos, tocando las distintas texturas en tela y los encajes. —Tienes que pedirle a Mo que te muestre las fotografías de los casamientos de mis abuelas— le digo a Meerah, que también está a la espera de que Phoebe se muestre con su vestido. —Es bueno que como diseñadora puedas ver algo más de lo que muestran las revistas— hay un par precisamente sobre el mueble, que ojeo pasando las páginas, vestidos deslumbrantes en los que se ve todo el volado, no a las mujeres que los llevan puestos, —y que te puedan servir de inspiración para crear diseños que rompan un poco el molde—. Y mirar fotografías de hace casi cien años es lo que nos queda, porque no hay muchas posibilidades de viajar fuera de Neopanem para que viva la moda como experiencia en otros sitios. Me apena un poco pensar que el mundo en realidad es demasiado pequeño cuando hay chicos como Meerah, Charlie o incluso Jordan, que están hechos para abarcar tanto, llegar tan lejos.

El vestido de Phoebe creo que es su primera prueba incursionando en la moda de las novias y disimulo mi risa al oír la pregunta de la mujer desde el probador. —Es… ¿la emoción?— sugiero, —¿Necesitas ayuda?— vuelvo a preguntar por enésima vez, como si una embaraza gorda fuera de mucha ayuda, si hasta los dedos los tengo hinchados algunos días y mucho más torpes, si es por eso que me están relegando de mis tareas en el ministerio para pasarme a trabajas más sencillos, en tanto que me insinúan que me tome la maldita baja de maternidad. Pero no. No me quedaré en la casa a que me carcoma la ansiedad. Hoy es una excepción, no estaría entre vestidos de novias por muy buena predisposición que tengo en ayudar a Phoebe y Meerah, si no fuera porque estoy aquí con una misión especial. —Podríamos pedirle a los padrinos que te lleven en brazos hasta Charles— propongo, que las otras ideas que se me ocurren tienen que ver con usar tronos o elefantes, tal vez un poco exagerado.

Pese a mi renuencia inicial a venir, admito que me dejé llevar un poco por el ambiente, que estoy proponiéndole a Meerah modelos de inspiración, dando sugerencias desopilantes y hasta completé un test de cuál es el vestido perfecto para mi tipo de cuerpo en una tablet disponible, sólo para reírme de lo que pueden sugerirle a una embarazada a punto de parir. Había diseños bonitos, lo reconozco. Pero, ¡blancos! Y estoy un poco abrumada de tanto blanco que creo que necesito aire, si es que no entiendo como la gente cae en estas cosas, es como que demasiado, aburre y es tedioso y… —¡ES HERMOSO!— pego el chillido llevándome las manos a la boca después de los tres minutos de silencio debido al shock inicial, porque es diferente a todos esos modelos de muñeca que estuve viendo, es mucho más sencillo y la que destaca es Phoebe, que de por sí es muy bonita. —Te ves estupenda, ¡por favor! Charles te va a ver y cancelará la boda para poder fugarse contigo. Hans va a llorar, eso seguro, te ves increíble…— me acerco hasta donde quedó Meerah para poder acariciar sus hombros y colocar mi mentón en su coronilla, que es la artífice de todo esto. —En serio, en serio, es hermoso. ¿Es cómo lo habías imaginado...?—, y pienso si es que alguna vez en el tiempo que estuvo en el norte, pero no, mucho antes que eso, cuando era niña en una casa en la que seguía teniendo una madre y su mundo era estable, también había jugado a esto de pararse delante de un espejo, suele ser un juego bastante común.
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Creo, muy en el fondo de mi alma, que toda esta cuestión de hacer que Phoebe se pruebe vestidos de novia me parece más estresante a mí que a ella. Estaba nerviosa, en extremo nerviosa ya que era la primera vez que estaba encargada de algo tan particular, especial y único como lo era un casamiento. ¡Y el casamiento de Phoebe para empezar! Me siento como gato encerrado y por más de que Lara me hable no puedo dejar de caminar de un lado a otro. ¿Le gustará este vestido? ¿Le gustará de verdad? Tenía miedo, porque si ese era el caso… No, yo estaba confiada de mi mano, ¿no? - Cuando tú y mi padre decidan de una vez que van a casarse, ahí aceptaré ver todos los modelos que quieras mostrarme. - La desafío dentro de mi propia impaciencia y, pese a que tal vez sueno un poco mordaz, busco ser bromista. Y es que nada me gustaría más que hacerle un vestido de novia a Lara, pero incluso aunque se decidieran ahora a dar el sí, me negaría a tomar sus medidas hasta que mi hermana no saliese de allí dentro.

- Es tafetán. - Aclaro como si eso solo bastara de explicación. Que para mí lo hacía, porque el tafetán era una tela naturalmente pesada, pero ellas no tenían por qué saber eso. - Ya sal para que te veamos. - Le insto, ansiosa por ver el resultado, no final, pero casi. Porque si no salía en los próximos minutos, yo misma me encargaría de arrastrarla fuera del probador. ¡Era un vestido! No un arma de tortura.

Y al fin pasa, sale hasta quedar frente a nosotras, y mi cara lo dice todo. Lara está emocionada naturalmente, es obvio que a ella le iba a gustar el diseño incluso aunque no fuese Phoebe la que lo llevaba puesto, y si no era a ella, sería a sus hormonas. - Te ves hermosa Phoebs, de verdad hermosa, pero… - Salgo fuera de la habitación y corro a una continua buscando el paquete que había dejado por un temor ridículo al rechazo. No es tan grande ni pesado como el anterior, pero ciertamente era algo a lo que le había puesto empeño. Vuelvo, caja en mano, y se la tiendo. - Sé que no es lo que hablamos, sé que lo querías simple y limpio pero… Lo siento, traté de verdad de que el vestido que tienes puesto fuese tal cual y como lo querías. E incluso aunque quedó igual… - Me muerdo el labio, nerviosa, y me balanceo sobre las plantas de mis pies. Señalo la caja con el mentón y trato de explicarme lo mejor que puedo. - Tiene algo de transparencias, lo sé, pero son pocas, y la tela es algo más liviana. ¿Quieres probártelo? Sea cuál sea que elijas, o si quieres otras modificaciones, lo entenderé. - Es solo que me negaba a que la primera reacción al vestido fuese… bueno, la que tuvo. ¿Sería mi orgullo?
M. Meerah Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Es tafetán, por supuesto, ¿cómo no se me había ocurrido antes? Casi pego un salto hacia atrás por el chillido que pega Lara, y tengo que agradecerle a que el peso del vestido me mantenga con los pies en el suelo y es un movimiento de mis hombros lo único que se aprecia por el susto, seguido de una risa nerviosa que no tardo en camuflar en una línea recta de mis labios bastante dudosa. — ¿Hans llorando? Lo dudo mucho. — suelto con la ironía pintada en el rostro, ¡vamos! Aun me siento decepcionada de que no llorara con Pelusa, si no lo hizo con ese peluche no lo hará conmigo, eso por seguro. Y creo que soy sincera cuando pienso que jamás he visto a mi hermano llorar… Bueno, puede que la única ocasión en la que lo haya visto de alguna manera parecida, fue cuando murió nuestra madre, pero no eran precisamente lágrimas de alegría.

Aparto esos pensamientos de mi cabeza cuando inflo el pecho de aire para tomar la decisión de mirarme en el espejo, colocando mis manos sobre mi abdomen en lo que mis dedos acarician los bordados de la tela en un gesto suave. Puede que pase más tiempo del que se consideraría normal en silencio, ladeando la cabeza al observar mi figura en el reflejo del espejo, tan extraña que apenas reconozco a la mujer que me mira con los ojos llenos de la ilusión de una niña que hace bastante que se perdió en el tiempo. No soy yo, quizás es ese el pensamiento que me lleva a tragar saliva y expulsar el aire que llevo conteniendo por todo este tiempo de forma nerviosa, como si todavía no fuera consciente de que esto está pasando, de que va a suceder. — Es… es precioso, Meerah, de verdad, no… no me cabe en la cabeza como has podido hacer algo así. — aun estoy un poco conmocionada, lo que me mantiene en el sitio sin que pueda dar un paso, pero sí giro un poco el torso hacia mi sobrina para dirigirle una sonrisa que se muestra como delicada, tanto como ella ha tenido la misma delicadeza para hacer este vestido. De paso le dedico una mirada a Lara cuando habla antes de volver a posar la vista sobre el espejo, bajando mis mandos hacia abajo para estirar la parte alta de la falda. — No lo sé, creo que es mucho más de lo que habría podido imaginar, incluso cuando era niña y mi madre me mostró el suyo, es… maravilloso, en serio. — aseguro, a pesar de que la sonrisa se me apaga un poco ante la mención de mi madre.

No obstante, pese a que no podría gustarme más el vestido, Meerah parece tener una opinión distinta y sale de la habitación para volver con otra caja en las manos. — ¿Cómo…? ¿Hiciste otro vestido? — ¿no era ya difícil hacer un vestido de novia, como para encima hacer dos? — Me gusta este, de veras, Meerah. — vuelvo a confirmar, casi que asiento con la cabeza como para demostrárselo, pero se queda en un movimiento vago porque sigue con esa idea en la cabeza, lo que me lleva a pensar que quizás no he tenido la reacción que esperaba. — No quiero que lo modifiques, está perfecto como está, ¿crees que no me agrada? No podrías haber hecho un trabajo mejor, en serio, es solo que… — despego la mirada de mi sobrina para volver a la mujer del espejo, aunque no pasan muchos segundos que tengo que apartarla para pasar a mirarme las manos, esas que vuelven a estar sobre la tela del torso. — Me hubiera gustado que mi madre estuviera aquí, eso es todo. — reconozco, sabiendo que mi voz suena algo sensible. Son cosas como estas que siendo una cría me imaginé hacerlas con ella, porque no podía ser de otra manera, solo para crecer y unos años más tarde, caer en la cruda realidad de que jamás llegaría a hacerlo. Y no solo esto, también pensé que tendría toda una vida para estar con ella, pero es ahora que me doy cuenta de que en realidad llevo toda una vida echándola de menos, cuando hay veces que pienso olvidarme de su rostro, que si no fuera por las fotografías, creo que lo habría hecho hace tiempo.
Phoebe M. Powell
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Invitado
Invitado
Sobre eso…— comienzo a contestarle a Meerah, entonces me callo. Habrá tiempo para hablar del tema, que no es este, en el que todo lo que nos rodea nos hace evocar lo que será la boda de Phoebe y Charles. Paso mi mano por la curva sobresaliente de mi vientre para concentrarnos en el vestido que aquí importa, el que no he visto aún y no sé cuándo la mujer se decidirá que puedo verlo, porque se resiste a salir del probador. No creo que nada que hayan hecho las manos de Meerah pueda ser menos que hermoso, así que deben ser las inseguridades propias de alguien que… ¡¡oh, por dios, va a casarse!! No es poca cosa, me siento tentada a reafirmarle mi oferta de secuestrarla si no está decidida, y entonces me arriesgaría a que me asfixien con una falda de tafetán, mejor no. Casarse no coser y cantar, no es tan sencillo como preparar café por la mañana, casarse es todo esto de probarse vestidos y armar votos que, por suerte, no están obligados a rimar. ¡Oh, Morgana! ¡Mierda! ¿Por qué tanta gente en el mundo acepta pasar por esto?

Ver a Phoebe en su vestido de novia me da la respuesta, me emocionada de una manera que no sé si son las hormonas, si es el romanticismo inoportuno, si es el orgullo por ver que Meerah es capaz de diseñar algo así o si es Phoebe que en su inseguridad, se ve feliz. Seguramente son otros sentimientos también los que la atraviesan cuando se mira en el espejo, mientras la menor de nosotras sale corriendo para ir a buscar algo y no puedo decidir cuál de todas las emociones es la que puedo apreciar en el rostro de la mujer, puedo identificar a la nostalgia entre ellas. Me hubiera gustado que Mohini se sumara a la prueba del vestido desde el principio, así estaría para Phoebe haciéndole de madre honoraria, se le da bien, lo sé. Mi madre se merecía tener más hijos aparte de mí e hijos que la amaran mejor que yo, que veo en Riley, los Powell o el mismo Charles, esa oportunidad que se merece. ¿Verdad que sería muy feliz de ver a Phoebe enfundada en blanco como debe ser? Quizá pueda pasar en un rato y no esperar hasta la fecha oficial para conmoverse. Me echará un sermón, ya que estamos, claro, nada que no pueda soportar.

Meerah vuelve con otro vestido, ¿y en serio? ¡¿otro vestido?! Pestañeo varias veces para limpiarme la lagrimilla del ojo, porque no puedo creer lo emocionada que está con todo esto, que le ha dedicado más de las horas pensadas a coser un vestido que sea del gusto de su tía. Tal vez no esté Mohini para consolar a la novia en lo mucho que extraña a su madre, pero me acerco por detrás a Meerah para susurrarle bajo lo que creo que es algo que podría reemplazar esa ausencia. —Creo que tu tía necesita de un abrazo— murmuro, no se lo digo porque crea que ella no se puede dar cuenta por sí sola, ni por criarse con una madre como la tuvo quizás no la hizo muy perceptiva a cuán mostrarse afectuosa con sus seres queridos, que yo tampoco puedo dar cátedra al respecto. Lo digo porque lo haría yo, si no fuera porque sé que un abrazo de mi parte no tendría sentido, y viniendo de alguien de su propia sangre, de la familia que creía perdida y que reencontró, de una figura que heredó mucho de lo que Hans y Phoebe echan de menos en su madre, tiene todo el sentido del mundo. Por mi lado, me abrazo a mí misma, observándolas, preguntándome qué tan lejos quedó Phoebe de aquella chica de quince años a la que quería preguntarle si se acuerda de cierta profecía que incluye muchos nombres desconocidos y tal vez determine en algo el futuro, cuando ahora mismo, el único futuro que importa es el de Phoebe y Charles.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
¿Era normal sentirse abrumada? Porque creo que me sentía abrumada. Nunca en mi vida había ido a una boda, jamás me habían invitado a una y, si vamos al caso, tampoco es que antes hubiese pensado mucho en eso. Una boda era un concepto abstracto que veía en la televisión, en los catálogos o en internet; no podía asociarla a algo como lo que estaba sintiendo. ¡Que antes de que Phoebe se probase el vestido eran nervios, y emoción por el diseño en sí mismo! Pero ahora… Diablos, si esto era solo la prueba, ¿cómo llegaría yo al casamiento? Creo que cuando llegase el día, Muffin va a ser la que menos llore de todas nosotras. Porque sí, en algún momento me he puesto a llorar y no sé qué hacer al respecto.

La sugerencia de lara es el empuje que necesitaba para actuar de alguna manera y termino acortando los pasos que me separan de mi tía hasta poder rodearla con mis brazos. Su cintura es pequeña, ya lo sabía de cuando tomé sus medidas, pero en el abrazo se siente mucho más diminuta y eso es preocupante considerando mi tamaño. Aunque bueno, también podía ser gracias a que había abrazado mucho a Lara en este tiempo y bueno… tenía otra persona creciendo dentro de ella, las dimensiones cambiaban, ¡no estaba gorda! - No voy a decir que seguramente te está mirando desde el cielo o esas cosas, porque no creo en ello. - Me parecían consuelos absurdos que no tenían sentido y no necesitaba detenerme a pensar lo que había más allá de la muerte. - Pero sí estoy segura de que todos los que te vemos ahora estamos muy orgullosos de lo que eres y bueno… no sé porque no la conocí, pero estoy segura de que Penny hubiese estado igual o incluso más orgullosa que todos nosotros. Eres una mujer bella e increíble en mucho más que lo físico. - Era alguien fuerte que había pasado por cosas que me hacían sentirme una caprichosa cuando pensaba en “mis” desgracias, y aún así tenía la voluntad para seguir adelante y ser feliz.

- Y no te preocupes, si Hans no llora le pegaré una patada en el tobillo para que aparente al menos. ¡Es tu boda! mereces que todos lloremos por tí. - En el buen sentido del llanto claro está. Nada de lágrimas tristes, todas felices y a la espera de ver como Phoebe Powell vivía uno de sus días más felices. - Ahora, sí. Pruébate el otro vestido por favor, aunque sea para ver como te queda. Si no lo usas algún día formará parte de mi colección de diseños, y lo presentaré en alguna pasarela. ¡Pero quiero verlo en tí!
M. Meerah Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Aun estoy mirando el reflejo de mi figura en el espejo cuando los brazos de mi sobrina me rodean en un gesto cariñoso que tomo de la misma forma al estrecharla contra mí, después de hacerme a la costumbre de abrazar a alguien tan diminuto. No hubiera aceptado ese discurso por su parte, no cuando debería ser al revés, y no digo que Meerah no pueda cuidar de los suyos, sé que de eso es muy capaz, pero creo que ese papel me corresponde a mí por ser ella mi sobrina. No obstante, en esta ocasión prefiero mantenerme en silencio y aceptar sus palabras, porque han sido pocas las veces en que he escuchado de boca de otra persona que alguien está orgulloso de mí. Cualquiera pensaría que después de lo que he vivido la opinión del resto me vendría dando igual, al fin y al cabo no son más que críticas que podrían no tener nada que ver con quién se es como persona, pero es precisamente por todo lo que he hecho a lo largo del tiempo que cada vez busco con más necesidad la aprobación de los que me rodean. Parece ser que en mi lugar, en vez de importarme menos lo que piensen sobre mi con los años, se vuelve justo todo lo contrario. Puede que tenga que ver con que ahora no soy a mí misma a la que puedo decepcionar, sino que hay una serie de personas en mi vida de las que no me gustaría pensar que se avergüenzan de mí.

Me separo un poco de mi sobrina, no sin antes depositar un beso suave sobre su cabeza, para pasar a sonreírle un poco más relajada, tomándola por los hombros. — Gracias Meerah, significa mucho que pienses eso, incluso cuando llevas poco tiempo de conocerme. — lo cual no es más que la pura verdad, que apenas hace un año ni siquiera sabía de su existencia y aun así nos ha acogido en su vida con los brazos abiertos pese a los cambios que ha sufrido en ella en poco tiempo. Como persona que no ha conocido de mucha estabilidad en lo que llevo de existencia, creo que no miento cuando digo que la comprendo en esa parte. — No sé si prefiero su cara de dolor por haber recibido un golpe o de haber chupado un limón, la verdad. — bromeo para sacarnos de la charla melancólica que me veo obligada a decir que viene de mi parte, que no es más que un modo de expresar lo que creo que ocurrirá cuando llegue el día de la boda. La culpa de que mi hermano no me vea como una adulta a pesar de los hechos son los años que han transcurrido estando separados, que hemos pasado de niños en su más estricta forma a dos personas maduras sin ser parte de ese proceso de crecimiento. Solo por eso, creo que puedo llegar a comprenderle en cierto modo.

Ruedo los ojos con gracia cuando insiste en que cambie de vestido, pensando en los minutos que me esperan para salir de este y embutirme en otro, si ya con este me ha costado salir del vestuario. Pero ahora debería ser más fácil, una vez me he hecho a la idea de que esto es la realidad, no tengo ninguna razón por la cual negarme a su petición. Estoy en eso, cuando he usado unos segundos para frotar sus brazos con cariño antes de separarme de su cuerpo para dirigirme al cambiador, cuando la vista se me nubla en la fracción de un segundo, que igualmente se siente como si hubieran pasado minutos dentro de mi cabeza. Si fuera capaz a verme en el espejo una vez la luminosidad choca contra mis ojos, podría asegurar que todo el color de mi rostro se ha evaporado. Sin embargo, no tengo mucha fuerza a comprobarlo porque pronto me estoy apoyando sobre lo primero que encuentra mi mano en busca de la estabilidad que mi cuerpo  no tiene, fruto de la debilidad que siento de repente recorrer mis músculos. Porque si bien las imágenes que acuden a mi cerebro son apenas distinguibles, con alguna clase de sentido al menos, son lo suficientemente claras como para que reciba el mensaje. Sé lo que significa, porque lo he vivido antes, demasiadas veces ya he tenido esta sensación, algunas más fuertes que otras, pero no llego a comprender cual es la conclusión que debo sacar del mensaje, cuando la persona que aparece en mi mente está muerta. — Creo que… — la necesidad de tomar aire es lo que me lleva a decir algo, dado que no tengo mucho que añadir dentro de un estado que no solo es confuso en su propia forma, sino que ni siquiera para mi cabeza parece tener sentido. No me percato de que me he apoyado sobre el hombro de mi sobrina hasta que mis ojos se topan con su rostro y por la conexión que hace mi cerebro con ella es mi cuerpo el que se aparta de forma veloz, pero torpe del suyo. Por dios, Phoebe, contrólate. — Perdona, yo… — sacudo levemente mi cabeza, llevándome una mano a la sien en lo que trato de esclarecer mis ideas además de controlar mi respiración de pronto acelerada. Pero diablos, como se parece a mi madre.
Phoebe M. Powell
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Invitado
Invitado
Hay un momento en que veo a Meerah rodear a su tía en un abrazo, cuando la escucho decirle que todos estamos orgullosos de la mujer que es y me incluyo, en que yo misma me conmuevo al sentirme profundamente orgullosa de ella y de la ternura con la que envuelve a esta familia que necesita de ese sentimiento, creo que tanto Hans como Phoebe han sufrido lo suficiente como niños, como para necesitar que venga alguien de su propia sangre a coser los pedazos que alguien más fue rompiendo. No sé qué hubiera sido de mí si no fuera por la fuerza abrasiva que tiene Mohini de hacer sentir a una persona todo ese cariño que los débiles y rotos necesitamos tanto como el aire, porque no es algo que se pueda encontrar en cualquier sitio, en cualquier persona. Llega por parte de quien tiene que llegar y nunca es como lo que imaginamos, a veces todo lo que se pierde tiene sentido cuando puedes, por un segundo, vislumbrar en una chica de trece años eso que asumías perdido y crees que puedes recuperarlo.

No lo vi en Meerah cuando la conocí tan pequeña que no me pasaba de la cintura, ¡y todos sabemos que no soy alta! Ni tampoco meses antes de que fuera reconocida como una Powell. Puedo verlo ahora, en ella, cuando Phoebe corresponde a su abrazo y me mantengo apartada de ese momento íntimo. Porque puedo ver cada momento importante de la vida que nos queda por vivir, con Meerah allí mismo entre espejos mostrando sus diseños, tal vez algún día sea a su propia hermana cuando sean lo suficientemente mayores como para que al observarlas de lejos pueda verme en el espejo de tres piezas más parecida en edad a mi madre, que a mí misma. En verdad lamento que su madre no esté para verla en todos esos momentos propios de crecer y experimente este sentimiento de orgullo que a mí me embarga por completo, que al final de todo seré una sentimental como no podía ser de otra forma por ser hija de Mohini, pero también soy muy feliz de saber que yo sí estaré y podré verlo de cerca.

Estoy secándome discretamente una lágrima que se me escapa por el rabillo del ojo, cuando voy lo más rápido que puedo con mi panza a cuestas, a donde se encuentran ambas para ayudarla a Phoebe a sostenerse. —Debe ser el vestido que está ajustado o los mismos nervios o…— «estás embarazada», estoy a punto de bromear sobre esto, que no me parecería demasiado ilógico si tengo en cuenta mi propio estado y que ella y Charles desde un principio han parecido ser mucho más serios en todo este asunto. —¿Has sentido algo?— pregunto con cautela, frotando su espalda al estar más cerca. —¿Viste algo?— inquiero en un susurro, me siento oportunista al hacerlo porque sigo tenaz en mi propósito de preguntarle por la profecía de la sala de misterios, aunque no debería ser raro que lo pregunte si todos conocemos sobre el don de Phoebe y lo extraño que puede ser. —Ven, vamos a sentarnos. Te buscaremos un vaso de agua…— sigo, que tampoco soy una desconsiderada, sé que puede ser molesto obligarla a hablar de lo que acaba de suceder y tiene que acomodar sus pensamientos primeros. Me hago cargo de aflojar un poco el vestido a su espalda para que pueda respirar y llenar sus pulmones de aire nuevo, y la guió hacia ese sillón de reluciente tapiz blanco a juego con el vestido, donde trato que se acomode. Sigo acariciando su espalda a ver si eso ayuda a que le vuelva el color a la cara que la noto pálida. —¿Estás mejor? ¿Pasó algo?— musito.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
No soy una persona necesariamente valiente, eso lo he tenido en claro desde siempre y creo que jamás he sentido la necesidad de serlo. Entiendo la vulnerabilidad y sé que hay cosas que naturalmente pueden a uno causarle miedo. No esperaba que al ver a mi tía alguna vez tuviese esa sensación, pero por unos segundos me siento aterrorizada de que algo le haya sucedido. Y es que no es común ver como a una persona parecen haberle propinado un golpe invisible hasta arrebatarle todo el aire del cuerpo, o sentir todo el peso de su cuerpo cuando busca apoyo al no poder sostenerse. Creo que soy yo la que se ha quedado sin aire, y si no me he desvanecido, es porque trato de juntar fuerzas para estabilizar a la mujer que se apoya contra mi hombro. - ¿Qué? No te disculpes, ¿necesitas algo?

Y menos mal que Lara se acerca, a una velocidad que ninguna embarazada debería tener, pero que es obvio que Lara posee porque bueno, es Lara. - ¿¡El vestido está muy ajustado!? - ¿Habría tomado mal las medidas? Sabía que quería remarcar su figura, pero debía haberme dicho algo antes si es que le resultaba muy estrecho. Costaba, pero no era imposible ampliar el torso de la prenda, así que esperaba que no fuese por temor a que me enojase que no me decía que las medidas estaban mal o… - Lo lamento. ¿Necesitas ayuda para aflojarlo? No imaginé que fuese tan ajustado. - Pero no me termino de disculpar que Lara ya se está encargando del asunto y dando más opciones. - Si es por el vestido no te preocupes, no estás obligada a nada y… - ¿tal vez no era por el vestido? Ese pensamiento era más preocupante, porque no podía imaginar que la había dejado en ese estado tan siquiera por solo unos segundos. Prefería que fuese el vestido y no otra cosa que la asustase, o le quitase el aire de esa manera.
M. Meerah Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Agradezco la ayuda que me brinda Lara al momento de darse cuenta de que algo va mal, que ni yo misma puedo tenerme en pie y no es precisamente por el vestido ajustado. Que sí, está ajustado, pero no lo suficiente como para dejarme sin respiración y la tela es relativamente elástica, no me resulta ningún problema en lo absoluto. — ¡No, no! ¡Meerah, no es el vestido! — me apresuro a aclarar con rapidez, salvo que no llego a decir que me falta el aire porque es algo que la morena no tarda en solucionar. No era el vestido, pero sí agradezco que lo haya desabrochado un poco, como para poder inflar mi pecho de oxígeno sin la necesidad de sentir que voy a romper la tela. Creo que el ritmo de mis pulsaciones está volviendo a bajar a la normalidad para cuando tomo asiento en dónde se supone que deben estar sentadas Lara y Meerah, no del revés. Especialmente porque una de las mujeres se encuentra embarazada.

Me paso las manos por el rostro, termino apoyada contra mis dedos al inclinarme hacia mis rodillas en busca de algo más de estabilidad. — No... No sé que ha pasado, lo siento, Meerah, de veras que no ha sido el vestido. — alcanzo a mirarla por debajo, aunque poco a poco consigo echar la cabeza un poco hacia atrás y reposar la espalda en el asiento, mirando arriba un segundo. Afirmo con la barbilla ante el ofrecimiento de Lara de ir a buscar agua, segura de que es lo que necesito para poder recomponerme. No me doy cuenta de que me sudan las manos hasta que junto mis palmas para frotarlas con algo de nerviosismo acumulado. — Es solo que... ¿es posible que todo esto de la boda esté llenando mi cabeza de ilusiones falsas? — vamos, como si hubiera sido la primera vez, entiendo la necesidad que tengo de que mi madre esté aquí, pero siento que me estoy torturando a mí misma con imágenes que ni siquiera puedo controlar. — Al principio creía que se trataba de una premonición, algunas se han sentido así. Pero no tiene ningún sentido, porque aparecía mi madre, y ella está muerta. Estoy segura de que era ella... — algo más joven, pero las imágenes inconexas tampoco ayudan a que tenga una certeza clara al hablar. Es igual. — Creo que... simplemente son muchas cosas. — demasiadas que no he podido hacer con ella. A veces el deseo de recuperar esa parte de mi vida es más fuerte que cualquier otra cosa. Debe de ser eso. — Lo lamento. — atrapo la mano de Meerah para darle un apretón de disculpa y después me giro hacia Lara para hacer lo mismo. Ellas no tienen que soportar estas cosas, no son las que van a firmar para ello.
Phoebe M. Powell
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Invitado
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Paso mi mano libre del agarre de Phoebe por su hombro, en una caricia de consuelo. —Es comprensible que eches de menos a tu madre y que con todo esto de la boda la evoques con tanta fuerza— y más me lamento por ella, que entre tantas visiones que aturden su mente, se cuelen también recuerdos igual de intensos, quitándole los minutos de paz y disfrute que debería tener al estar pendiente de los preparativos de su casamiento. Así que descarto toda intención de preguntarle por lo que encontramos con Charles en la sala de profecías, no en este momento en que se ve conmocionada por las imágenes que su mente creo para ella. Froto su mano para pasarle algo de calor, que noto sus dedos fríos.

Aguarden aquí— les pido, levantándome del sillón con una mano en mi espalda baja y con la otra sosteniendo la panza que me inclina hacia adelante. Recuerdo haber visto que nos dejaron unos bombones de degustación sobre una de las mesas con flores. Encuentro la cajas con algunos espacios vacíos, culpa mía, y la cargo en mis manos para llevarla hasta donde se encuentran tía y sobrina. Se los tiendo a Phoebe para que pueda poner algo de chocolate y licor a su espíritu, para ver si eso ayuda. Dejo la caja sobre su falda así puedo envolverla con un brazo y volver a sostener la mano de Meerah. —Sé que nada nunca compensará su falta, pero estamos aquí para lo que necesites. Estas pasando por muchas cosas a la vez y no tienes que pasarlas sola, estamos si necesitas de alguien para lo que sea. Meerah con tu vestido, yo te organizaré tu despedida de soltera si quieres— tratar de meter una broma, tal vez no sea la ocasión. —Tu madre, donde sea que esté, sé que mira por ti y le pareces la mujer más bella del mundo con este vestido— le aseguro, que yo sé que la mayoría de las personas no creen en esto, yo sí y puedo compartirles un poco.
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