VERANO de 247521 de Junio — 20 de Septiembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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— Siento que en “Las Aventuras de Lucy Spy” esto era mucho más sencillo y quedaba mejor — comento, empujando los lentes de sol sobre mi diminuta nariz para que cubran el ancho de toda mi cara y sacudo la mano, tratando de espantar a la abeja que se le dio por rondarme la cabeza como si el sombrero de flores, entre las cuales destaca un girasol gigante, fuese el sol y ella y sus compañeras, los planetas. Sí, pensé que como era muy ancho iba a cubrir aún más mi cara y eso sería mucho más fácil para cumplir nuestro cometido del día, hasta acepté en traicionar mi buen gusto por esto, pero creo que no tomé en cuenta que estamos en plena primavera y el polen anda por todos lados, incluso en el distrito más mugroso que he pisado en mi vida.
Sé que siempre está la opción de que Sage haga estas cosas solo, pero no quiero quedarme encerrada en el cuchitril donde hemos pasado los últimos tres días, hace un día bonito y no voy a arriesgarme a que suceda lo de la última vez. Ya, que fue mi idea hacer que se trepe por el conducto del almacén, pero cuando sonó la alarma fue tan patético verlo bajar desde esa altura mientras yo daba saltitos para que se apresure que sé que tengo que estar a su lado para evitar que se lo coman vivo. Además, por sobre todas las cosas, yo tengo varita y él no. Solo espero que no anden buscándolo también y asuman que estará conmigo, porque sería un problema.
Lo bueno de que sean como las diez de la mañana, es que los vagos duermen y casi nadie se pasa por aquí hasta el mediodía. No tengo que empujar a tantas personas como sucedería de estar el mercado a explotar, pero creo que no hago mucha diferencia al estar sacudiendo mi mano una y otra vez para que los bichitos se aparten de una vez — Solo debemos tomar un poco de fruta e irnos de aquí. ¿Tienes el dinero? — que Kitty fue muy tierna y nos dejó un monedero con algunos de mis viejos ahorros, pero para evitar las sospechas, no se está pasando tan seguido. ¿Y qué mejor manera de mantenernos frescos y no usar toda la comida que comiendo frutas? — Si tan solo pudiera ver con este s… ¡Ay! ¡Pero qué barbaridad! — estallo, sí, pero porque mi sombrero rebota contra alguien que se me pasa por delante y lo miro con toda la indignación de alguien que es demasiado petiza como para ser tomada en cuenta por el mundo de los altos, pero cualquier ataque se me muere en la boca cuando reconozco al muchacho que está frente a nosotros.
Se me cae la mandíbula y no soy muy disimulada, porque no entiendo cómo es que este sujeto ha pasado de estar en la isla a encontrarse aquí. Han pasado meses, pero siempre he tenido una memoria envidiable. Y me iría, si no fuese porque la abeja se le posa en la nariz y mi primer impulso es espantarla — ¡Cuidado! — ¡PAF! Cachetazo en toda la cara. Y la abeja, para variar, sale volando.
Sé que siempre está la opción de que Sage haga estas cosas solo, pero no quiero quedarme encerrada en el cuchitril donde hemos pasado los últimos tres días, hace un día bonito y no voy a arriesgarme a que suceda lo de la última vez. Ya, que fue mi idea hacer que se trepe por el conducto del almacén, pero cuando sonó la alarma fue tan patético verlo bajar desde esa altura mientras yo daba saltitos para que se apresure que sé que tengo que estar a su lado para evitar que se lo coman vivo. Además, por sobre todas las cosas, yo tengo varita y él no. Solo espero que no anden buscándolo también y asuman que estará conmigo, porque sería un problema.
Lo bueno de que sean como las diez de la mañana, es que los vagos duermen y casi nadie se pasa por aquí hasta el mediodía. No tengo que empujar a tantas personas como sucedería de estar el mercado a explotar, pero creo que no hago mucha diferencia al estar sacudiendo mi mano una y otra vez para que los bichitos se aparten de una vez — Solo debemos tomar un poco de fruta e irnos de aquí. ¿Tienes el dinero? — que Kitty fue muy tierna y nos dejó un monedero con algunos de mis viejos ahorros, pero para evitar las sospechas, no se está pasando tan seguido. ¿Y qué mejor manera de mantenernos frescos y no usar toda la comida que comiendo frutas? — Si tan solo pudiera ver con este s… ¡Ay! ¡Pero qué barbaridad! — estallo, sí, pero porque mi sombrero rebota contra alguien que se me pasa por delante y lo miro con toda la indignación de alguien que es demasiado petiza como para ser tomada en cuenta por el mundo de los altos, pero cualquier ataque se me muere en la boca cuando reconozco al muchacho que está frente a nosotros.
Se me cae la mandíbula y no soy muy disimulada, porque no entiendo cómo es que este sujeto ha pasado de estar en la isla a encontrarse aquí. Han pasado meses, pero siempre he tenido una memoria envidiable. Y me iría, si no fuese porque la abeja se le posa en la nariz y mi primer impulso es espantarla — ¡Cuidado! — ¡PAF! Cachetazo en toda la cara. Y la abeja, para variar, sale volando.
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Avanzo contracorriente a un par de personas que vienen caminando por calle y tengo que agachar la cabeza, fingirme distraído con los cordones de mis zapatillas, para esconder parte de mi cara. Llevar la capucha puesta ayuda, pero no hace todo el trabajo. Seguiría andando por aquí con la misma naturalidad que muestro al cruzar de lado a lado los pasillos del ministerio, trato de no pensar dos veces en el contraste de ambos lugares, ni en cómo puedo estar en uno a cierta hora del día y en el otro cuando el día avanza. El norte siempre ha sido territorio familiar, creía conocerme todos los callejones sin salida de sus distritos, y en los meses pasaron alcancé esa misma familiaridad con el ministerio, se también cuáles pasillos es mejor evitar.
Y es en esta facilidad de adaptarme a cada entorno con todas sus particularidades, de ver la fotografía completa sin inmutarme por el cambio brusco a otra, que tomo el rostro de pecas debajo de ese ridículo sombrero como algo normal, tan normal como cuando lo había visto en la Isla Ministerial, el resto del paisaje se esfuma y creo estar ahí. Hasta que caigo en que Hero Niniadis está en el mismísimo mercado negro. El shock es tan contundente como una bofetada de lleno en la cara. ¡Ah, no! ¡Un momento! ¡Esa cachetada fue real! Y tan real que me arde la cara, tengo que frotarla con mi palma y reprimir un ¡ouch!. No puedo decir que ella no me avisó que tuviera cuidado. —¡¿Por qué me pegas?! ¡Pensé que quedamos como amigos!— grito, recibir el golpe me sorprende más que verla ¡aquí! Amigos... lo que se dice amigos...
No, verla en el mercado sigue sorprendiéndome más. —¿Qué…estás haciendo aquí?— lo último lo digo tan bajo que tengo que acercarme a ella con mi cara de pánico, ¡¿qué nadie la ha visto?! —Cualquiera de estas personas te vendería por dos galeones, ¡estás siendo buscada por aurores! ¡Por todo el ministerio! ¿Qué…?—. Ni que fuera la primera o la última adolescente que conozco que esté escapando de la ley, y vaya coincidencia, he tenido una reunión hace poco con un par de ellos. No olvido que Hero Niniadis está acusada de asesinar a su madre, y fuera del debate de que tanto se merecía morir Jamie, no seré yo precisamente quien venga a creer en las noticias “oficiales” que circulan en Neopanem. —¿Dónde has estado? ¿¿Porqué eres tan imprudente de andar por aquí… con esta flor que te hace ver a mil kilómetros??— apunto al girasol que sobresale entre los adornos del sombrero.
Y es en esta facilidad de adaptarme a cada entorno con todas sus particularidades, de ver la fotografía completa sin inmutarme por el cambio brusco a otra, que tomo el rostro de pecas debajo de ese ridículo sombrero como algo normal, tan normal como cuando lo había visto en la Isla Ministerial, el resto del paisaje se esfuma y creo estar ahí. Hasta que caigo en que Hero Niniadis está en el mismísimo mercado negro. El shock es tan contundente como una bofetada de lleno en la cara. ¡Ah, no! ¡Un momento! ¡Esa cachetada fue real! Y tan real que me arde la cara, tengo que frotarla con mi palma y reprimir un ¡ouch!. No puedo decir que ella no me avisó que tuviera cuidado. —¡¿Por qué me pegas?! ¡Pensé que quedamos como amigos!— grito, recibir el golpe me sorprende más que verla ¡aquí! Amigos... lo que se dice amigos...
No, verla en el mercado sigue sorprendiéndome más. —¿Qué…estás haciendo aquí?— lo último lo digo tan bajo que tengo que acercarme a ella con mi cara de pánico, ¡¿qué nadie la ha visto?! —Cualquiera de estas personas te vendería por dos galeones, ¡estás siendo buscada por aurores! ¡Por todo el ministerio! ¿Qué…?—. Ni que fuera la primera o la última adolescente que conozco que esté escapando de la ley, y vaya coincidencia, he tenido una reunión hace poco con un par de ellos. No olvido que Hero Niniadis está acusada de asesinar a su madre, y fuera del debate de que tanto se merecía morir Jamie, no seré yo precisamente quien venga a creer en las noticias “oficiales” que circulan en Neopanem. —¿Dónde has estado? ¿¿Porqué eres tan imprudente de andar por aquí… con esta flor que te hace ver a mil kilómetros??— apunto al girasol que sobresale entre los adornos del sombrero.
- Lucy Spy no tenía una orden de captura, ni recorría este tipo de distritos. - Respondo con simpleza ya que, pese a que llevaba siglos sin ver televisión, todavía recordaba el plot de la mayoría de las películas que Hero miraba. Podía comprender la comparación que estaba queriendo hacer, pero ni siquiera en las más oscuras de las películas independientes lograban retratar lo horrorosas que podían ser ciertas partes de los distritos del Norte. ¿Nuestra ventaja? La gente que navegaba por estos lares no eran precisamente de carácter legal y parecían regirse por una pseudo regla implícita “si ustedes no se meten en nuestros asuntos, nosotros no nos metemos en los vuestros” lo cual funcionaba de maravillas para nosotros. Incluso la ridícula flor que adornaba su sombrero parecía ser una señal de alarma que obligaba a la gente a mirar hacia otros lados, solo las abejas se atrevían a acercarse.
Hago una mueca y ruedo los ojos a modo de respuesta ya que claro que tengo el dinero. Hay obviedades y obviedades, así que en cierta forma me molestaba que creyera que podría ser tan estúpido de arriesgarla para nada, sin siquiera haber tomado un par de mínimas precauciones. Si fuese por mí, habría venido yo solo; pero era cosa de salud mental (tanto la mía como la de ella) el no dejar a la pelirroja encerrada y resguardada sin tener contacto con el mundo exterior.
Tendría que haber venido solo…
- ¿Podrías por favor bajar la voz? - No me importaba si conocía o no a Hero, si la cacheta había sido un accidente, o si estaba lastimado o herido en alguna forma. Si tan amigo era, ¿qué tan difícil era juntar dos neuronas y hacerlas funcionar? Una cosa era tener indicadores visuales que hicieran que la gente se alejase de nosotros. ¡Otra muy diferente era montar un escándalo en medio del mercado! - En serio, no te gustaría saber dónde podría meterte esos dos galeones si no te callas. Eres tú el que está llamando la atención en estos momentos. - Y no era una amenaza vacía. Como algo le pasara a Hero por culpa de su gran boca, se las vería conmigo. -¿Podemos salir de aquí? Puedo buscar la fruta luego solo… - Podía sentir las miradas de reojo clavadas en nuestras nucas, esas que medían la situación en busca de sacar provecho. Porque sí, las reglas implícitas podían romperse cuando la gente comprendía que había dinero de por medio.
Hago una mueca y ruedo los ojos a modo de respuesta ya que claro que tengo el dinero. Hay obviedades y obviedades, así que en cierta forma me molestaba que creyera que podría ser tan estúpido de arriesgarla para nada, sin siquiera haber tomado un par de mínimas precauciones. Si fuese por mí, habría venido yo solo; pero era cosa de salud mental (tanto la mía como la de ella) el no dejar a la pelirroja encerrada y resguardada sin tener contacto con el mundo exterior.
Tendría que haber venido solo…
- ¿Podrías por favor bajar la voz? - No me importaba si conocía o no a Hero, si la cacheta había sido un accidente, o si estaba lastimado o herido en alguna forma. Si tan amigo era, ¿qué tan difícil era juntar dos neuronas y hacerlas funcionar? Una cosa era tener indicadores visuales que hicieran que la gente se alejase de nosotros. ¡Otra muy diferente era montar un escándalo en medio del mercado! - En serio, no te gustaría saber dónde podría meterte esos dos galeones si no te callas. Eres tú el que está llamando la atención en estos momentos. - Y no era una amenaza vacía. Como algo le pasara a Hero por culpa de su gran boca, se las vería conmigo. -¿Podemos salir de aquí? Puedo buscar la fruta luego solo… - Podía sentir las miradas de reojo clavadas en nuestras nucas, esas que medían la situación en busca de sacar provecho. Porque sí, las reglas implícitas podían romperse cuando la gente comprendía que había dinero de por medio.
— ¡La abeja te iba a picar! — bueno, no sé si eso era lo que estaba en la mente del insecto, pero siempre está la posibilidad y cuanto más dramática sea, más va a agradecerme el golpe que he dejado en su cara. Que, ahora que lo miro bien, empieza a marcarse allí donde mis dedos se han estrellado. Por la cara que le pongo, creo que dejo más que en claro que no recuerdo haber sido su amiga alguna vez, pero no tengo tiempo de reprochar sobre la relación que podemos o no podemos tener cuando empieza a montar un escándalo en medio del mercado, por muy bajito que me pueda hablar — Wow, muchas gracias por el reporte del clima. ¿Te piensas que soy tan tonta? — hasta me cruzo de brazos y todo, estoy segura de que debo verme como un espantapájaros malhumorado — ¡Se llama ca-mu-fla-je, David! ¡No espero que lo entiendas! ¡Estoy de infiltrada! — solo por si no se da cuenta, señalo mis lentes con los dos dedos y modulo con fuerza a pesar de controlar mi voz en murmullos histéricos que casi parece que estoy imitando a un hablante de pársel.
Le doy unas palmaditas a Sage en el brazo en la mejor actitud de una dueña calmando a su cachorrito rabioso, hasta le lanzo una mirada de reproche a David y todo — No vamos a irnos por esto, podremos hacerlo rápido. Sino, tendremos que salir de nuevo y arriesgarnos habría valido por nada — salir una vez es complicado, hacerlo dos veces delataría más movimiento en nuestro escondite. Por si las dudas, chequeo si hay alguien detrás de David, porque si no se encuentra solo, eso significaría más problemas — Tú… ¿Qué haces aquí? — por el modo que tengo de tomar la mano de Sage, más por prevención que otra cosa, dejo bien en claro que no me confío mucho de su presencia. Hasta doy un paso hacia atrás y todo — De verte en la isla a verte aquí, por tu propia cuenta, hay una enorme diferencia. ¿Acaso te estás tomando en serio tu falso trabajo de guardaespaldas? — uso mi mano libre para tantear y la coloco dentro del bolsillo de mi jardinero, donde tengo la varita, sin intenciones de disimularlo demasiado — Si no te molesta, Sage y yo tenemos compras que hacer. Tú puedes seguir tu camino y no tienes que preocuparte por mi ridículo sombrero — ¿Ven? Que yo sigo siendo civilizada.
Le doy unas palmaditas a Sage en el brazo en la mejor actitud de una dueña calmando a su cachorrito rabioso, hasta le lanzo una mirada de reproche a David y todo — No vamos a irnos por esto, podremos hacerlo rápido. Sino, tendremos que salir de nuevo y arriesgarnos habría valido por nada — salir una vez es complicado, hacerlo dos veces delataría más movimiento en nuestro escondite. Por si las dudas, chequeo si hay alguien detrás de David, porque si no se encuentra solo, eso significaría más problemas — Tú… ¿Qué haces aquí? — por el modo que tengo de tomar la mano de Sage, más por prevención que otra cosa, dejo bien en claro que no me confío mucho de su presencia. Hasta doy un paso hacia atrás y todo — De verte en la isla a verte aquí, por tu propia cuenta, hay una enorme diferencia. ¿Acaso te estás tomando en serio tu falso trabajo de guardaespaldas? — uso mi mano libre para tantear y la coloco dentro del bolsillo de mi jardinero, donde tengo la varita, sin intenciones de disimularlo demasiado — Si no te molesta, Sage y yo tenemos compras que hacer. Tú puedes seguir tu camino y no tienes que preocuparte por mi ridículo sombrero — ¿Ven? Que yo sigo siendo civilizada.
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La mirada que le dirijo al chico que está parado detrás de Hero está lejos de ser amable. —¿Y tú eres…?—, no espero a que sea quien responda, vuelvo mis ojos hacia la chica para planteárselo directamente a ella, que es a quien conozco y al muchacho este que viene a decir que soy yo quien hace un escándalo, cuando ella es Hero Niniadis caminando tan campante y con un girasol en la cabeza por el norte. —¿Tu novio?— y tengo el atrevimiento de lanzarle al chico una sonrisa socarrona, que su actitud de matón es la que me pasaré por el culo. Si debe de ser que actúa así por ese sesgo celoso que he visto en más de un chico cuando la chica que le interesa no hace más que encontrarse por la calle con un conocido. Pero estamos un poco lejos para que sea un drama de esos que se montan en los pasillos del Royal, así que chasqueo la lengua y lo dejo pasar.
—Yo soy el que está montando el espectáculo según, pero la que está gritando a los cuatro vientos que anda de infiltrada es otra— se lo señalo, abarcando con un vistazo todo su atuendo y hasta su sombrero ridículo. Desvío mi mirada hacia los lados para comprobar que tanto público nos observa, dudo que sean muchos. Si hay una norma que se respeta por esto lados es el «yo no he visto nada, no escuché nada», es el testimonio fiel que reciben los aurores cuando buscan respuestas de los repudiados. Una norma que sólo se rompería si se sabe de la presencia de una chica en estas aceras sucias que vale todo su peso en oro, la entregarían para su muerte sin pestañear. ¡Y ellos comprando fruta! — ¡Esperen un momento! ¿Qué…?— me interrumpo, entonces sí me fijo en el chico y clavo mis ojos en él. —¿Son tan descuidados para hacer compras por ahí? Por Merlín… iré yo a comprarle las malditas frutas, espérenme por aquí cerca— bufo. —Después de que lo haga podemos hablar.
Planto mis pies delante de ellos a la espera de que acepten y remarcando mi estatura miro desde arriba a la pelirroja que tiene cara como para preguntarme a mí que estoy haciendo en el norte. ¿Y ella? ¡Por favor! —No diré a nadie que te he visto si me das unos minutos para hablar contigo…— y forzosamente tengo que corregirme, —con ustedes—. Apunto sobre su hombro hacia un edificio que está casi al final de la calle, tiene las ventanas rotas y la puerta de entrada está abierta de par en par. —Esperen en las escaleras de ese edificio— les indico. Guardo mis manos en los bolsillos y mi sonrisa vuelve a ensancharse, con una altanería más apagada. —Y no, todavía no trabajo de guardaespaldas, pero te interesará saber que estoy trabajando en el ministerio y tu caso es uno que sigue resonando en sus paredes—. Eso no es del todo cierto, tampoco una mentira. —¿Aguardarán?— consulto.
—Yo soy el que está montando el espectáculo según, pero la que está gritando a los cuatro vientos que anda de infiltrada es otra— se lo señalo, abarcando con un vistazo todo su atuendo y hasta su sombrero ridículo. Desvío mi mirada hacia los lados para comprobar que tanto público nos observa, dudo que sean muchos. Si hay una norma que se respeta por esto lados es el «yo no he visto nada, no escuché nada», es el testimonio fiel que reciben los aurores cuando buscan respuestas de los repudiados. Una norma que sólo se rompería si se sabe de la presencia de una chica en estas aceras sucias que vale todo su peso en oro, la entregarían para su muerte sin pestañear. ¡Y ellos comprando fruta! — ¡Esperen un momento! ¿Qué…?— me interrumpo, entonces sí me fijo en el chico y clavo mis ojos en él. —¿Son tan descuidados para hacer compras por ahí? Por Merlín… iré yo a comprarle las malditas frutas, espérenme por aquí cerca— bufo. —Después de que lo haga podemos hablar.
Planto mis pies delante de ellos a la espera de que acepten y remarcando mi estatura miro desde arriba a la pelirroja que tiene cara como para preguntarme a mí que estoy haciendo en el norte. ¿Y ella? ¡Por favor! —No diré a nadie que te he visto si me das unos minutos para hablar contigo…— y forzosamente tengo que corregirme, —con ustedes—. Apunto sobre su hombro hacia un edificio que está casi al final de la calle, tiene las ventanas rotas y la puerta de entrada está abierta de par en par. —Esperen en las escaleras de ese edificio— les indico. Guardo mis manos en los bolsillos y mi sonrisa vuelve a ensancharse, con una altanería más apagada. —Y no, todavía no trabajo de guardaespaldas, pero te interesará saber que estoy trabajando en el ministerio y tu caso es uno que sigue resonando en sus paredes—. Eso no es del todo cierto, tampoco una mentira. —¿Aguardarán?— consulto.
Arriesgarnos no había sido por nada, había sido por un mínimo de paz mental. Paz que en estos momentos no estaba sintiendo sin importar que Hero tratase de mostrarse madura. - ¿Te importa? - Sé que acababa de preguntarle a ella pese a que en un inicio se había dirigido a mí, pero como no me gustaba su actitud de andar acusándola no tenía inconvenientes en salir a su encuentro. - Soy quien Hero quiera que sea. - Dudaba que quisiera usar la palabra “novios” sin importar cuántas veces nos habíamos besado en las últimas semanas. A decir verdad, no me importaba que quisiera usar una palabra para describir cualquier tipo de relación que pudiésemos estar teniendo; la única etiqueta que de verdad me importaba ya se había encargado de retirarla, luego de eso no me importaba lo que otros pudieran pensar. Tendría una “M” marcada a fuego en mi muñeca, pero ya no era un esclavo. Ya no era su esclavo.
Sigue con las acusaciones y no termino de entender qué es lo que quiere, ¿es amigo o es alguien que podría venderla? No podía preguntarle tan directo a Hero con el muchacho delante, pero no descartaba la idea de llamar a Kitty para que nos sacase de aquí. Claro que luego recuerdo que eso sería delatar una de las maneras de actuar que teníamos y me muerdo la lengua para alejar cualquier tipo de tentación. - No es descuido.- ¿Por qué no se pasaba él días encerrados sin hacer nada y luego venía a quejarse?
- ¿Podemos confiar en él? - Le consulto ya sin poder evitarlo. Todavía estaba algo acostumbrado al tema de las órdenes, pero en este caso la seguridad de Hero era prioritaria. - Me refiero a… bueno, estando en el ministerio no es que pueda asegurarme de que no llames a nadie si te dejamos solo. - ¿Lo malo? tampoco quería dejar sola a Hero. ¿Qué es lo que debía hacer? - Preferiría que hablásemos ahora, ya luego resolvemos todo el tema de las frutas o lo que sea que queramos comprar.
Sigue con las acusaciones y no termino de entender qué es lo que quiere, ¿es amigo o es alguien que podría venderla? No podía preguntarle tan directo a Hero con el muchacho delante, pero no descartaba la idea de llamar a Kitty para que nos sacase de aquí. Claro que luego recuerdo que eso sería delatar una de las maneras de actuar que teníamos y me muerdo la lengua para alejar cualquier tipo de tentación. - No es descuido.- ¿Por qué no se pasaba él días encerrados sin hacer nada y luego venía a quejarse?
- ¿Podemos confiar en él? - Le consulto ya sin poder evitarlo. Todavía estaba algo acostumbrado al tema de las órdenes, pero en este caso la seguridad de Hero era prioritaria. - Me refiero a… bueno, estando en el ministerio no es que pueda asegurarme de que no llames a nadie si te dejamos solo. - ¿Lo malo? tampoco quería dejar sola a Hero. ¿Qué es lo que debía hacer? - Preferiría que hablásemos ahora, ya luego resolvemos todo el tema de las frutas o lo que sea que queramos comprar.
No sé qué es peor, si el modo que tiene David de poner esas palabras en el aire o el que Sage utiliza para contestar. Que, dicho sea de paso, hace que lo mire por encima de mis lentes como si quisiera medir qué tan en serio está hablando, por muy rojas que se me pongan las mejillas — Ya… — me acomodo los lentes rápidamente con un movimiento digno de hombros y le doy un rápido manotazo en el brazo — Hablaremos de eso más tarde, ahora no es importante — que, para no serlo, tengo que recordarme que estamos en una situación complicada para no sonreírme con cierta gracia. Estúpido Dave, estúpido Sage, estúpidos chicos. ¡Que no es momento!
¿Y quién le dio derecho a David de volverse una madre gallina en cinco segundos? No creo que me vea, pero es un poco obvio que estoy rodando los ojos con exasperación en lo que busco una salida fácil. ¿Debería marcharme y simplemente dejarlo atrás, sin ninguna explicación, antes de descubrir de qué lado está? ¿O solo me quedo esperando a que Sage lo golpee, que parece bastante dispuesto a hacerlo, en vista que contradice todo lo que el otro expresa? Lo único que puedo hacer es arquear las cejas con escepticismo ante el ofrecimiento de David, midiéndolo con la mirada en lo que Sage pone en palabras todas mis dudas.
No, no sé si podemos confiar en él y el saber que trabaja en el ministerio no ayuda a su causa. Pero, aún así, hay otros factores a considerar y hemos pasado meses vagando como para no tantear otras posibilidades. Mi silencio no se interrumpe por un buen rato, hasta que me giro bruscamente en dirección a Sage y siento una abeja pasar volando a toda velocidad — Confía en mí — le pido, metiendo la mano sin ningún problema dentro de su bolsillo y, para mi suerte, es tan básico que lo pone en el mismo que siempre porque rápidamente saco el monedero. Como disculpa, le beso el mentón antes de darme vuelta y estallar el dinero sobre la mano de David — Aguardaremos, pero solo cinco minutos. Y si no regresas o tienes alguna actitud sospechosa, tenemos a la elfina indicada para agarrarte de tus… partes — porque soy una dama y no diré otra cosa, pero igual puedo sonar amenazante.
Aún tengo los ojos puestos en él cuando avanzo delante de Sage, alejándome hacia el edificio que nos ha sido señalado. Las escaleras están repletas de basura, doy unos pocos pasos hasta adentrarme en ese pequeño vestíbulo cuyas puertas nos protegen del sol mañanero. Con algo más de confianza, me saco los lentes de sol y los doblo para ponérmelos en el bolsillo — Lamento esto, pero siempre es bueno tener información ministerial… en caso de que no quiera vendernos — me explico, demasiado ocupada en quitarme el gorro y acomodarme en la zona más oscura de nuestro improvisado refugio para poder hablar más cómoda y, de paso, tener algo en qué ocupar las manos — Y sino, siempre podemos enviar a Kitty por él. Y volvernos rudos como los de las películas de secuestros… — muevo mis cejas en una actitud bromista que busca quitarle amargura a todo esto, acercándome lo suficiente como para tener que alejarme repentimanete cuando David asoma su cabeza en señal de que ha regresado. Fingiendo demencia, me sacudo la ropa rápidamente y chequeo con la mirada si trajo el pedido — ¿Y bien? Te escuchamos. Espero que sea breve.
¿Y quién le dio derecho a David de volverse una madre gallina en cinco segundos? No creo que me vea, pero es un poco obvio que estoy rodando los ojos con exasperación en lo que busco una salida fácil. ¿Debería marcharme y simplemente dejarlo atrás, sin ninguna explicación, antes de descubrir de qué lado está? ¿O solo me quedo esperando a que Sage lo golpee, que parece bastante dispuesto a hacerlo, en vista que contradice todo lo que el otro expresa? Lo único que puedo hacer es arquear las cejas con escepticismo ante el ofrecimiento de David, midiéndolo con la mirada en lo que Sage pone en palabras todas mis dudas.
No, no sé si podemos confiar en él y el saber que trabaja en el ministerio no ayuda a su causa. Pero, aún así, hay otros factores a considerar y hemos pasado meses vagando como para no tantear otras posibilidades. Mi silencio no se interrumpe por un buen rato, hasta que me giro bruscamente en dirección a Sage y siento una abeja pasar volando a toda velocidad — Confía en mí — le pido, metiendo la mano sin ningún problema dentro de su bolsillo y, para mi suerte, es tan básico que lo pone en el mismo que siempre porque rápidamente saco el monedero. Como disculpa, le beso el mentón antes de darme vuelta y estallar el dinero sobre la mano de David — Aguardaremos, pero solo cinco minutos. Y si no regresas o tienes alguna actitud sospechosa, tenemos a la elfina indicada para agarrarte de tus… partes — porque soy una dama y no diré otra cosa, pero igual puedo sonar amenazante.
Aún tengo los ojos puestos en él cuando avanzo delante de Sage, alejándome hacia el edificio que nos ha sido señalado. Las escaleras están repletas de basura, doy unos pocos pasos hasta adentrarme en ese pequeño vestíbulo cuyas puertas nos protegen del sol mañanero. Con algo más de confianza, me saco los lentes de sol y los doblo para ponérmelos en el bolsillo — Lamento esto, pero siempre es bueno tener información ministerial… en caso de que no quiera vendernos — me explico, demasiado ocupada en quitarme el gorro y acomodarme en la zona más oscura de nuestro improvisado refugio para poder hablar más cómoda y, de paso, tener algo en qué ocupar las manos — Y sino, siempre podemos enviar a Kitty por él. Y volvernos rudos como los de las películas de secuestros… — muevo mis cejas en una actitud bromista que busca quitarle amargura a todo esto, acercándome lo suficiente como para tener que alejarme repentimanete cuando David asoma su cabeza en señal de que ha regresado. Fingiendo demencia, me sacudo la ropa rápidamente y chequeo con la mirada si trajo el pedido — ¿Y bien? Te escuchamos. Espero que sea breve.
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¿Hablamos ahora? ¿Hablamos en cinco minutos? De los tres creo que quien tiene la última palabra es la diminuta muchacha pelirroja y ella decide que iré por sus frutas en primer lugar. —Trato—. No me lo tiene que repetir, me aparto de ellos para ir hacia el puesto donde las venden para pagar con galeones propios esas frutas que me darán la oportunidad de hablar cara a cara con la chica que un buen desapareció de la isla ministerial, haciendo de ello un misterio del que nadie habla. Cargo con una bolsa, que está a punto de romperse por lo usada que está y el material barato del que está hecha, hasta el edificio donde le pedí que esperaran. No es un edificio de lujo, está lejos de recibir las cinco estrellas que solo los más lujosos del Capitolio obtienen, y algo me dice que estarán un tanto acostumbrados después de estar vagando un tiempo, asumo que por los distritos del norte. Coloco la bolsa de frutas en el suelo para poder cruzarme de brazos al recargarme con una pared, dándole espacio así estamos en distintas seguras que no les haga sentirse inquietos por mi presencia.
—No me creo que seas quien asesinó a tu madre— lo digo sin vueltas, no me andaré con ella. —Pero desapareciste de la isla y dejaste que dieran por supuestas muchas cosas que ayudaron a que te responsabilizaran. Desde mi punto de vista como abogado, escapar fue un error. Tienes que quedarte para hacer frente a los cargos y demostrar tu inocencia, es lo que la justicia dicta para los que son inocentes— recito, que el traje de lunes a viernes me lo puedo quitar, pero esto se está volviendo parte de mi carne. —Claro que no soy estúpido y escapar es lo mejor que pudiste hacer— se lo reconozco, —no estoy a favor de injusticias así y lo peor de todo…— paso mi mirada del uno al otro, por alto y enfadado que se vea el chico que actúa como su matón personal, los dos se ven tan jóvenes y sucios que deben tener casi la misma edad. —Son un par de críos, ¡por favor! ¿Cómo estuvieron viviendo este tiempo? ¿Cómo se arriesgan a andar por ahí?— suspiro, y me dejo caer de cuclillas hasta quedar sentado sobre mis talones. Me froto la cara con fuerza y lo medito dos segundos. —Hay muchas personas que se están abusando de esto, que han jodido a mi generación y también la de ustedes, no son los primeros chicos que están sufriendo esto. Y estoy… harto, que salgan a decir que un par de críos son asesinos, cuando el ministerio mismo... — me ahogo con otro suspiro y despeino los mechones que caen sobre mi frente. —No son los únicos críos que el ministerio tildó de criminales injustamente, lo que al parecer se está volviendo un patrón.
—No me creo que seas quien asesinó a tu madre— lo digo sin vueltas, no me andaré con ella. —Pero desapareciste de la isla y dejaste que dieran por supuestas muchas cosas que ayudaron a que te responsabilizaran. Desde mi punto de vista como abogado, escapar fue un error. Tienes que quedarte para hacer frente a los cargos y demostrar tu inocencia, es lo que la justicia dicta para los que son inocentes— recito, que el traje de lunes a viernes me lo puedo quitar, pero esto se está volviendo parte de mi carne. —Claro que no soy estúpido y escapar es lo mejor que pudiste hacer— se lo reconozco, —no estoy a favor de injusticias así y lo peor de todo…— paso mi mirada del uno al otro, por alto y enfadado que se vea el chico que actúa como su matón personal, los dos se ven tan jóvenes y sucios que deben tener casi la misma edad. —Son un par de críos, ¡por favor! ¿Cómo estuvieron viviendo este tiempo? ¿Cómo se arriesgan a andar por ahí?— suspiro, y me dejo caer de cuclillas hasta quedar sentado sobre mis talones. Me froto la cara con fuerza y lo medito dos segundos. —Hay muchas personas que se están abusando de esto, que han jodido a mi generación y también la de ustedes, no son los primeros chicos que están sufriendo esto. Y estoy… harto, que salgan a decir que un par de críos son asesinos, cuando el ministerio mismo... — me ahogo con otro suspiro y despeino los mechones que caen sobre mi frente. —No son los únicos críos que el ministerio tildó de criminales injustamente, lo que al parecer se está volviendo un patrón.
Oh, confiaba en ella. Era el otro el que me generaba desconfianza. Era una cuestión de contexto, básicamente la vida de Hero había quedado patas para arriba gracias a personas en las que se suponía tendría que poder confiar. Aún así, no digo nada y dejo que le entregue el dinero al tal David y trato de que el pequeño beso que me regala no haga que el color suba a mis mejillas. ¿Acaso planea apaciguarme de esa forma cada vez que me encuentre algo molesto? No soy tan fácil… creo. Al menos la amenaza que le regala hace que se me escape una pequeña risa porque Kitty era más que capaz de traerlo agarrado de las pelotas llorando de dolor. No hablaba por experiencia, claro que no, pero la elfina… tenía carácter.
- Entonces tampoco confías en él… ¿no? Trataré de comportarme si ese es tu plan, pero que se haya puesto a gritar de esa forma, argh. - Todavía quería golpearlo. Una vez aunque sea, para sacarme las ganas. Me apoyo contra una de las paredes del edificio y me cruzo de brazos para contener cualquier impulso ridículo que pueda tener, ya sea el de atraerla hacia mí, o el de golpear a alguien que me sacaba unos cuantos centímetros de altura, trabajaba en el ministerio y era capaz de utilizar una varita. - Me gusta más eso de ponernos rudos, que el de darle la libertad de tener cinco minutos para él fuera de nuestra vista.
Me cierra la boca su aparición y lo miro con la misma expectativa que Hero pronuncia. Y no, es definitivo que no me espero lo que comienza a decir. ¿Qué? - Para empezar, no somos críos. - Al menos yo podía considerarme mayor de edad y Hero… Hero había pasado por demasiado como para se considerada una niña. - Y en segundo lugar, ¿tienes una mejor solución? porque no he podido encontrar una en meses, así que soy todo oído si puedes proponer algo que no sea el estar escondidos, sobreviviendo con los recursos que tenemos a la mano. - Kitty, mi anonimato y la magia de Hero básicamente. Esas tres cosas nos habían valido lo suficiente como para no tener que andar subsistiendo del aire, y mal que mal, no nos estaba yendo tan terrible. - ¿A qué otros niños te refieres? - ¿Qué cosas raras estaban sucediendo en el ministerio? Las pocas noticias con las que había podido hacerme no mencionaban nada de unos niños en este último tiempo.
- Entonces tampoco confías en él… ¿no? Trataré de comportarme si ese es tu plan, pero que se haya puesto a gritar de esa forma, argh. - Todavía quería golpearlo. Una vez aunque sea, para sacarme las ganas. Me apoyo contra una de las paredes del edificio y me cruzo de brazos para contener cualquier impulso ridículo que pueda tener, ya sea el de atraerla hacia mí, o el de golpear a alguien que me sacaba unos cuantos centímetros de altura, trabajaba en el ministerio y era capaz de utilizar una varita. - Me gusta más eso de ponernos rudos, que el de darle la libertad de tener cinco minutos para él fuera de nuestra vista.
Me cierra la boca su aparición y lo miro con la misma expectativa que Hero pronuncia. Y no, es definitivo que no me espero lo que comienza a decir. ¿Qué? - Para empezar, no somos críos. - Al menos yo podía considerarme mayor de edad y Hero… Hero había pasado por demasiado como para se considerada una niña. - Y en segundo lugar, ¿tienes una mejor solución? porque no he podido encontrar una en meses, así que soy todo oído si puedes proponer algo que no sea el estar escondidos, sobreviviendo con los recursos que tenemos a la mano. - Kitty, mi anonimato y la magia de Hero básicamente. Esas tres cosas nos habían valido lo suficiente como para no tener que andar subsistiendo del aire, y mal que mal, no nos estaba yendo tan terrible. - ¿A qué otros niños te refieres? - ¿Qué cosas raras estaban sucediendo en el ministerio? Las pocas noticias con las que había podido hacerme no mencionaban nada de unos niños en este último tiempo.
No me espero esas palabras tan directas, tan rápidas, que hacen que mire a David con una mezcla de confusión y sorpresa que se me verían incluso si tuviese el rostro cubierto por los lentes. Es mi asombro lo que me obliga a quedarme callada, tratando de contener toda la información que el recién llegado tiene para nosotros, pero es la voz de Sage la que me obliga a mirarlo al ver que ha sido más rápido que yo. Al menos, pone en palabras gran parte de mis dudas y yo tengo que abrazarme un poco más fuerte antes de dar un paso hacia adelante, acercándome a David en una tregua de confianza. Han pasado meses desde que nos conocimos, es cierto, pero es una de las primeras caras que he visto en todo este tiempo que me recuerda que, alguna vez, tuve una casa.
— No escapé por decisión propia — le explico. Creo que es la primera vez desde que me marché que puedo decir eso sin que me tiemble la voz — No recuerdo el incidente, solo sé que recobré la cordura cuando ya estaba sosteniendo a mi madre muerta y Seth me obligó a correr con él. Cuando aparecí, estaba sola en el cinco y él se había marchado. Eso es todo lo que sé del asesinato de mi madre, yo jamás habría hecho… — respiro con fuerza y lo lanzo en un largo suspiro, dejando caer mis brazos — No sé quién la mató, pero yo no fui. Y estoy aquí porque el ministerio no me ha dado una opción, no se tardaron nada en poner un precio a mi cabeza — sin intenciones de escuchar mi historia. Si tan solo Meerah se apareciera en el espejo y me diera una oportunidad con los ministros fieles a mi mamá…
Con esa parte aclarada, puedo preocuparme por secundar a Sage — Y es el mismo ministerio para el cual trabajas lo que nos tiene, como tú dijiste, buscando comida. Tenemos nuestros métodos, no somos tontos… ¿O acaso alguien nos ha visto durante todo este tiempo? Eres el primero — y fue de pura casualidad y un poquito de desfachatez mía, para variar — Pero… ¿De qué hablas con que están jodiéndose a los chicos? ¿Qué es lo que está pasando en el ministerio? Kitty… mi elfina me ha contado sobre algunas de las reformas de Magnar, pero… eso es todo — si hay algo que nos estamos perdiendo… que hable, que por el momento le otorgo la palabra.
— No escapé por decisión propia — le explico. Creo que es la primera vez desde que me marché que puedo decir eso sin que me tiemble la voz — No recuerdo el incidente, solo sé que recobré la cordura cuando ya estaba sosteniendo a mi madre muerta y Seth me obligó a correr con él. Cuando aparecí, estaba sola en el cinco y él se había marchado. Eso es todo lo que sé del asesinato de mi madre, yo jamás habría hecho… — respiro con fuerza y lo lanzo en un largo suspiro, dejando caer mis brazos — No sé quién la mató, pero yo no fui. Y estoy aquí porque el ministerio no me ha dado una opción, no se tardaron nada en poner un precio a mi cabeza — sin intenciones de escuchar mi historia. Si tan solo Meerah se apareciera en el espejo y me diera una oportunidad con los ministros fieles a mi mamá…
Con esa parte aclarada, puedo preocuparme por secundar a Sage — Y es el mismo ministerio para el cual trabajas lo que nos tiene, como tú dijiste, buscando comida. Tenemos nuestros métodos, no somos tontos… ¿O acaso alguien nos ha visto durante todo este tiempo? Eres el primero — y fue de pura casualidad y un poquito de desfachatez mía, para variar — Pero… ¿De qué hablas con que están jodiéndose a los chicos? ¿Qué es lo que está pasando en el ministerio? Kitty… mi elfina me ha contado sobre algunas de las reformas de Magnar, pero… eso es todo — si hay algo que nos estamos perdiendo… que hable, que por el momento le otorgo la palabra.
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Tengo una confianza plena en lo que me cuenta la chica, no pregunten por qué, pero le creo. Debe ser porque en gran parte quiero creer en ella. No seré quien se quede con la versión oficial que el ministerio hace circular sobre el asesinato de Jamie Niniadis, no me queda dudas de que Magnar Aminoff está un poco fuera de sus cabales desde que permitió la ejecución televisada de un escuadrón de aurores, además de otros rumores de terror que corren por los pasillos. Jamie no era ninguna santa de mi devoción, pero de ahí a que todos estos criminales tengan funerales de lujo o sean los nuevos ocupantes de sillones presidenciales, a costa de inculpar a una chica que es mucho menor que yo, me enerva.
La abierta hostilidad de su guardaespaldas me resbala, me tienta a responderle mal, pero hago el intento de incluirlo. —Sí lo son y no te lo estoy diciendo como una ofensa, sino porque no deberían estar pasando por todo esto. Siempre será injusto que haya un chico muriéndose de hambre en la calle mientras un inescrupuloso está cenando caviar— replico, a la siguiente pregunta no le respondo aún. Es cuando preguntan por los otros chicos que veo la oportunidad de tantear posibilidades. —Hay otros que están pasando por las mismas circunstancias de mierda, están armando una resistencia…— no es toda la verdad, pero una aproximación.
—Les fallaron… nos fallaron, a todos nosotros, están sentenciando chicos como si fueran adultos para tapar sus propios crímenes del pasado, uno del que mucho de nosotros apenas si tenemos memoria—. Como Ken que ni siquiera conoció a su familia de sangre y debe esconderse de esa condena, como ella que ha nacido con un apellido odiado en el norte mismo donde ahora debe refugiarse. —Si les interesa…— ya está, —podría llevarles con alguno de esos chicos. Y ellos sabrán también cómo ayudarlos para estar en un sitio seguro—. Claro que estoy pensando en Mimi, no soy tan tonto como para llevarlos delante de algunos de los otros sin hablarlo con Ken primero. —Hay una chica, sabe algo de computadoras, los podría llevar con ella… les juro que no es una trampa de nada— por si las dudas, se lo aclaro.
La abierta hostilidad de su guardaespaldas me resbala, me tienta a responderle mal, pero hago el intento de incluirlo. —Sí lo son y no te lo estoy diciendo como una ofensa, sino porque no deberían estar pasando por todo esto. Siempre será injusto que haya un chico muriéndose de hambre en la calle mientras un inescrupuloso está cenando caviar— replico, a la siguiente pregunta no le respondo aún. Es cuando preguntan por los otros chicos que veo la oportunidad de tantear posibilidades. —Hay otros que están pasando por las mismas circunstancias de mierda, están armando una resistencia…— no es toda la verdad, pero una aproximación.
—Les fallaron… nos fallaron, a todos nosotros, están sentenciando chicos como si fueran adultos para tapar sus propios crímenes del pasado, uno del que mucho de nosotros apenas si tenemos memoria—. Como Ken que ni siquiera conoció a su familia de sangre y debe esconderse de esa condena, como ella que ha nacido con un apellido odiado en el norte mismo donde ahora debe refugiarse. —Si les interesa…— ya está, —podría llevarles con alguno de esos chicos. Y ellos sabrán también cómo ayudarlos para estar en un sitio seguro—. Claro que estoy pensando en Mimi, no soy tan tonto como para llevarlos delante de algunos de los otros sin hablarlo con Ken primero. —Hay una chica, sabe algo de computadoras, los podría llevar con ella… les juro que no es una trampa de nada— por si las dudas, se lo aclaro.
Trato de no removerme incómodo cuando David menciona la diferencia entre las clases sociales, porque sabía mejor que nadie cuál era el estilo de vida que manejaba Hero antes de que la acusaran de ser una criminal. Vamos, incluso yo había tenido determinados privilegios si me comparaba con otros esclavos. - ¿Se llaman así ahora? - Resistencia, sonaba bonito puesto de esa manera. Y es que no estaba en la mejor situación ahora, pero en su momento se los llamaba rebeldes, o terroristas. Y sí, puede que ese apodo me haya quedado grabado, particularmente luego de la gala del año pasado, pero tenía mis dudas con respecto a ese grupo. - ¿Qué es lo que quieren conseguir? ¿Tienen los medios o seguirán atacando por el solo hecho de atacar? - Que no había estado aquella vez que había volado el ministerio, pero sí había visto el cómo había llegado la muchacha luego de eso.
Pese a que la nueva convivencia con Hero me había hecho descubrir otras cosas de la pelirroja, creo que todavía no puedo no sorprenderme cuando la escucho maldecir de alguna forma. No es siempre, pero cada vez lo hace más seguido y en cierta forma me da algo de gracia. Verla liberada de sus eternos protocolos, aunque las circunstancias no hubiesen sido las mejores, era agradable. - ¿A qué te refieres con sentenciar? ¿Lo dices por la lista de enemigos públicos? - ¿O había cosas de las que no nos estábamos enterando?
Jamie tenía una forma particular de informar las noticias, muchos aspavientos y gloria para lo que sea que se pueda haber logrado bajo su mandato. Aminoff por otro lado… sentía que gobernaba como si estuviese jugando una partida de ajedrez, sacrificando peones y damas para resguardar al rey. En silencio, y sin anunciar sus movimientos. Es por eso que miro a Hero con cuidado cuando David ofrece presentarnos a una pandilla de muchachos desconocidos. Sabía que quería hacer algo para limpiar su nombre, para recuperar su vida, ¿pero estaba dispuesta a confiar ciegamente? No hace falta que le diga que la decisión está en sus manos.
Pese a que la nueva convivencia con Hero me había hecho descubrir otras cosas de la pelirroja, creo que todavía no puedo no sorprenderme cuando la escucho maldecir de alguna forma. No es siempre, pero cada vez lo hace más seguido y en cierta forma me da algo de gracia. Verla liberada de sus eternos protocolos, aunque las circunstancias no hubiesen sido las mejores, era agradable. - ¿A qué te refieres con sentenciar? ¿Lo dices por la lista de enemigos públicos? - ¿O había cosas de las que no nos estábamos enterando?
Jamie tenía una forma particular de informar las noticias, muchos aspavientos y gloria para lo que sea que se pueda haber logrado bajo su mandato. Aminoff por otro lado… sentía que gobernaba como si estuviese jugando una partida de ajedrez, sacrificando peones y damas para resguardar al rey. En silencio, y sin anunciar sus movimientos. Es por eso que miro a Hero con cuidado cuando David ofrece presentarnos a una pandilla de muchachos desconocidos. Sabía que quería hacer algo para limpiar su nombre, para recuperar su vida, ¿pero estaba dispuesta a confiar ciegamente? No hace falta que le diga que la decisión está en sus manos.
Nunca fui una persona alta, pero siento que me voy haciendo cada vez más pequeñita en lo que David va poniendo en palabras una situación política de la que siempre fui partícipe, pero nunca demasiado consciente. Hasta hace algunos meses yo era señalada como una amenaza en este lugar, estaba dentro de las personas que se alimentaban de la desgracia ajena y creo que lo demuestro cuando, poco a poco, empiezo a abrazarme a mí misma hasta que tengo el impulso de desaparecer o, al menos, ponerme a llorar. Obvio que no lo hago, todavía conservo algo de dignidad. Una resistencia… — Suena al grupo de personas que asesinó a mi padre — le recuerdo, quizá con más frialdad de la que se merece. Puedo tener arrepentimientos, pero hay cosas que yo no olvido.
Por lo demás, dejo que sea Sage quien haga las preguntas. No me creo capaz de procesar toda la información y poner en balanza lo que pesa más o menos en este momento, porque conozco en piel lo que David describe tanto como las cosas que mi madre y mi hermano mayor han hecho estando en el poder. ¿Y eso dónde me coloca a mí? — Conocí a dos de ellas. Unas niñas rubias… Creo que una tenía “Link” como apodo, no lo sé — admito, es un recuerdo demasiado lejano y ni siquiera sé si estamos hablando del mismo grupo de personas — ¿No crees que esas personas jamás van a aceptarme entre ellos? Sí lo harán con Sage. Era esclavo — explico, creo que es necesario aclarar — Mi esclavo. Tal vez eso sea un problema pero… él jamás actuó en su contra ni se vio beneficiado por ello.
Me giro para ver al susodicho, buscando alguna señal en su rostro además de la desconfianza — ¿Crees que debamos ir? — porque al final, ahora mismo estamos en igualdad de condiciones. Y si es una posibilidad para salir de la calle… tal vez, por un momento, debamos confiar.
Por lo demás, dejo que sea Sage quien haga las preguntas. No me creo capaz de procesar toda la información y poner en balanza lo que pesa más o menos en este momento, porque conozco en piel lo que David describe tanto como las cosas que mi madre y mi hermano mayor han hecho estando en el poder. ¿Y eso dónde me coloca a mí? — Conocí a dos de ellas. Unas niñas rubias… Creo que una tenía “Link” como apodo, no lo sé — admito, es un recuerdo demasiado lejano y ni siquiera sé si estamos hablando del mismo grupo de personas — ¿No crees que esas personas jamás van a aceptarme entre ellos? Sí lo harán con Sage. Era esclavo — explico, creo que es necesario aclarar — Mi esclavo. Tal vez eso sea un problema pero… él jamás actuó en su contra ni se vio beneficiado por ello.
Me giro para ver al susodicho, buscando alguna señal en su rostro además de la desconfianza — ¿Crees que debamos ir? — porque al final, ahora mismo estamos en igualdad de condiciones. Y si es una posibilidad para salir de la calle… tal vez, por un momento, debamos confiar.
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Me muerdo la lengua para no contestarle que aún no nos pusimos un nombre que podamos estampar al frente de un par de camisetas, digamos que todos han estado demasiado ocupados pensando en cómo hacer que todo este maldito gobierno caiga por los puntos débiles que esté a nuestro alcance golpear o cuál es la manera en que se hace caer a un gigante. Si Hero Niniadis, como la hija de nuestra ministra anterior, está vagando por ahí con un chico que al parecer se carga al mundo por ella, no podrá llegar demasiado lejos. Los matarán a la vuelta de cualquier esquina. ¿Peco de exagerado? No, creo que conozco lo suficiente estos distritos como para saber que no estoy tan errado. —No tenemos nombre, era una expresión— le aclaro al chico con una paciencia infinita, ¡pero que alguien me agarre porque estoy que le lanzo un puñetazo! —Y lamento lo de tu padre,— me dirijo hacia la chica con voz suave, —por el hecho de haberlo perdido. A manos de quien no es algo sobre lo que opinaré, porque a tu madre la asesinaron en la isla ministerial y no fuiste tú—, eso lo tenemos claro los tres, podemos partir de ahí. —Eso coloca a muchas personas en la línea de enemigos, entiendo que tengas esta desconfianza, pero… tal vez está siendo hora de que nos paremos un momento, todos, en el lugar que estamos ahora mismo, y nos preguntemos realmente quiénes son los enemigos y quiénes pueden llegar a ser amigos.
Y venga con el chico preguntón, dando una y otra vuelta a cada cosa que dijo, que me deje en paz, no voy a poder respirar que a la siguiente exhalación preguntará si es aire tibio o aire frío, qué se yo. —Un par de esos chicos son enemigos públicos— prefiero decirlo así, a decir que todos los chicos enemigos públicos están dentro de ese grupo, pero que también hay otros. —Pero no los llevaré con ellos, descuiden. No es mi intención exponerlos sino que consideren una posibilidad, Mi… esta chica de la que les hablo es una repudiada, ella podrá explicarle un poco mejor de todo esto. Ha vivido bastante tiempo en el norte también...— seamos honestos, no es lo mismo que yo me pongo a hablar de esto con el olor al ministerio en mi ropa, con la comodidad de dormir todas las noches en casa de mis padres. —Hero— me dirijo a la chica otra vez, con un suspiro contenido, —si te rechazan por ser hija de quien eres, seré el primero en gritarles a la cara que son unos hipócritas. Eres solo otra chica más a la que el ministerio apuntó con su dedo, pero no es todo el ministerio— tengo que aclarar. —Hay gente en el ministerio que está haciendo esto, nombres puntuales. Pueden seguir deambulando por ahí a la suerte, tratar de cuidarse entre los dos, pero estoy abriéndoles la posibilidad de que se encuentren con otros chicos en su misma situación y que también, les juro, quieren y se merecen tener lo que se les ha quitado—. Me sacudo las rodillas del pantalón con las manos para sacarle el polvo y me enderezo. —Si quieren los llevaré con esta chica, para que al menos hablen. O sino… díganme un día, una hora, yo la acompañaré a ella… si es que necesitan tiempo para pensarlo.
Y venga con el chico preguntón, dando una y otra vuelta a cada cosa que dijo, que me deje en paz, no voy a poder respirar que a la siguiente exhalación preguntará si es aire tibio o aire frío, qué se yo. —Un par de esos chicos son enemigos públicos— prefiero decirlo así, a decir que todos los chicos enemigos públicos están dentro de ese grupo, pero que también hay otros. —Pero no los llevaré con ellos, descuiden. No es mi intención exponerlos sino que consideren una posibilidad, Mi… esta chica de la que les hablo es una repudiada, ella podrá explicarle un poco mejor de todo esto. Ha vivido bastante tiempo en el norte también...— seamos honestos, no es lo mismo que yo me pongo a hablar de esto con el olor al ministerio en mi ropa, con la comodidad de dormir todas las noches en casa de mis padres. —Hero— me dirijo a la chica otra vez, con un suspiro contenido, —si te rechazan por ser hija de quien eres, seré el primero en gritarles a la cara que son unos hipócritas. Eres solo otra chica más a la que el ministerio apuntó con su dedo, pero no es todo el ministerio— tengo que aclarar. —Hay gente en el ministerio que está haciendo esto, nombres puntuales. Pueden seguir deambulando por ahí a la suerte, tratar de cuidarse entre los dos, pero estoy abriéndoles la posibilidad de que se encuentren con otros chicos en su misma situación y que también, les juro, quieren y se merecen tener lo que se les ha quitado—. Me sacudo las rodillas del pantalón con las manos para sacarle el polvo y me enderezo. —Si quieren los llevaré con esta chica, para que al menos hablen. O sino… díganme un día, una hora, yo la acompañaré a ella… si es que necesitan tiempo para pensarlo.
No estoy seguro de qué pensar o qué sentir cuando Hero explica mi situación, porque no sé si orgullo sea la palabra adecuada pero se siente como eso. No por no haber actuado en contra del grupo revolucionario de Dave, sino de que Hero remarque mi situación, destacando que a ojos ajenos no tengo faltas de importancia. Y entiendo el temor que puede sentir, pero me prometo que si decide que debemos ir, en caso de que no la acepten me importará un comino lo que opinen de mí. Si son exquisitos y no saben más allá de nombres o rostros famosos, pues allá ellos.
Observo la mirada de Hero con detenimiento cuando pide mi opinión, y me sorprendo al tener esa decisión en mis manos, pero más me sorprende el no tener que pensar mucho en la respuesta. - No confío en él. - Señalo vagamente hacia David pero no despego mi vista de la pelirroja. - Pero hasta ahora no ha hecho nada malo, y no hay mucho más que nosotros podamos hacer por nuestra cuenta. - Si quería seguir escondida para siempre, yendo de refugio en refugio, yo no tendría problemas tampoco. Pero esa no era la vida que le correspondía ni la que se merecía, y si este grupo de personas que Dave nombra la ayuda a encontrar respuestas… - Es un riesgo, pero tal vez debamos tomarlo. - Y me veo tentado a decirle que nos lleve en este mismo momento. Ha tenido cinco minutos en los que pudo avisar, pero nadie logra poner una trampa en tan poco tiempo. Eso sí lo dejo en manos de Hero, pero creo que ya está decidido qué es lo que haremos.
Observo la mirada de Hero con detenimiento cuando pide mi opinión, y me sorprendo al tener esa decisión en mis manos, pero más me sorprende el no tener que pensar mucho en la respuesta. - No confío en él. - Señalo vagamente hacia David pero no despego mi vista de la pelirroja. - Pero hasta ahora no ha hecho nada malo, y no hay mucho más que nosotros podamos hacer por nuestra cuenta. - Si quería seguir escondida para siempre, yendo de refugio en refugio, yo no tendría problemas tampoco. Pero esa no era la vida que le correspondía ni la que se merecía, y si este grupo de personas que Dave nombra la ayuda a encontrar respuestas… - Es un riesgo, pero tal vez debamos tomarlo. - Y me veo tentado a decirle que nos lleve en este mismo momento. Ha tenido cinco minutos en los que pudo avisar, pero nadie logra poner una trampa en tan poco tiempo. Eso sí lo dejo en manos de Hero, pero creo que ya está decidido qué es lo que haremos.
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