Dejo que mi mirada se pierda en el horizonte mientras el sol cae y nos deja con una luz más tenue, de anochecer. Hacía ya mucho tiempo que no pisaba este distrito, no es de mis favoritos. Supongo que no es de los favoritos de nadie, realmente. Pero ahora mismo está bien, en realidad. Con esta luz apagándose y el cielo empezando a mostrar las estrellas en todas partes, tiene hasta cierto encanto.

Y, a decir verdad, hubiese acompañado a Riley a donde fuera. Aunque me hubiera pedido de acompañarle hasta el rincón más recóndito de la mina más escondida de algún distrito, yo hubiese ido detrás de él. Porque ahora mismo siento que nos necesitamos. Probablemente yo a él más que él a mí. Desde que falleció su madre he sentido una gran necesidad de pasar más tiempo con él. De demostrarle que me tiene, que me tiene de verdad para lo que necesite. He hecho esfuerzos para no beber delante de él, he intentado que se sienta cómodo y cuidado pues, al fin y al cabo, es lo que más necesita. Y creo también que una parte de mi agradece poder tener esta tarea. Es algo que me mantiene ocupada y, además, que me ayuda a estar cerca de él.

Le sonrío cuando veo que vuelve hacia el mantel y sacudo la cabeza, negando ese comentario —Adoro haber venido— le digo, con una sonrisa de pura sinceridad —, es decir, estoy pasando un día en el campo contigo, hemos traído comida muy rica y... Bueno. Estamos escapando de todo el bullicio por unas hora. ¿Cómo podría haberte dicho que no a esto, si llevo meses sin estar tan relajada como ahora?— bromeo. Me río un poco y asiento ante sus siguientes palabras. Porque es una buena idea, realmente. Simbólico pero efectivo, seguro —Y... Si puedo preguntarlo, ¿qué ciertas cosas tienes que pensar, ahora que estas aquí?— pregunto, curiosa, acariciando su brazo de forma distraída.

Desvío mis ojos de las estrellas a él cuando empieza a hablar, respondiendo a mi pregunta. Coloco mis manos detrás de mi cabeza, tumbada a su lado, escuchando con atención. Y cuando dice que yo le enseñé a ir de cacería me río entre dientes, porque recuerdo ese día. Ha quedado demasiado grabado en mi memoria, y no quiero olvidarlo jamás. Asiento con la cabeza, divertida. Y luego dice que yo disfruto las relaciones con las personas, las fiestas, y alzo una ceja, sin saber muy bien hacia dónde irá ahora esta conversación. Opto por incorporarme y quedarme sentada a su lado, mirándole mientras habla, porque la conversación ha tomado un rumbo un poco más serio, un poco menos relajado. Y algo en mi cuerpo me impide estar tumbada ahora mismo. Un nerviosismo que no termino de comprender.

El corazón me da un vuelco cuando llega a la parte de decir que ocasionalmente nos acostamos, pero que cree que no... ¿Que no qué? Los segundos se me hacen eternos. Porque la frase podría terminar pidiendo que cortáramos lo que estamos haciendo de raíz o pidiendo más. Y yo no quiero terminar con lo que sea que tenemos.

Pero no va por ahí. Dice que no quiere que solamente nos acostemos. Y me dice que le gusto mucho. Siento como un alivio enorme me envuelve i me río un poco, quitándome un peso de encima —Por Merlín, Riley, por un momento he pensado que me ibas a pedir que paráramos de hacer estas cosas— le digo, para que entienda el porqué de mi risa. Cuando termino de reír dejo que en mis labios se quede una sonrisa tierna mientras me inclino hacia él y le doy un abrazo, con cariño. Un abrazo que va seguido de un beso tierno en su mejilla. Pero resisto las ganas repentinas que me han entrado de besar sus labios y, en vez de eso, le miro a los ojos —¿Y qué es lo que quieres?— pregunto, en voz baja, porque la distancia que ha quedado entre nosotros no pide más —Si no quieres que solamente hagamos eso... ¿qué quieres?— y sonrío un poco. Como queriendo dejar claro que, probablemente, cualquier cosa que me pida o me proponga me va a parecer bien.

Me dejo caer suavemente encima de su cuerpo cuando se echa hacia atrás agarrándome de la cintura, y sonrío. Porque son gestos que fluyen entre ambos, que funcionan, como si, en estas pequeñas cosas, encajáramos a la perfección. Recibo sus labios con alivio y ganas y correspondo con sinceridad a los besos que me da. Que nos damos. Mi mano viaja a su mejilla y se la acaricio, poco a poco, hasta que nuestros rostros se separan. Y se siente bien. Se siente maravillosamente bien.

Apoyo una mano en su pecho mientras le escucho hablar. Y no sé qué me parece más adorable, si lo que dice, el brillo de sus ojos o la velocidad de su corazón. O la mezcla de todo. Sonrío cuando llega a la parte de tener relaciones en su laboratorio sin importar las consecuencias. Y, pese al miedo que siento frente a la posibilidad de estar en algo parecido a una relación estable, hay algo en él que me tranquiliza. Le don otro beso, suave, cariñosa.

Cuando termina de hablar me muerdo el labio inferior mientras le dedico una sonrisa juguetona —Creo que solamente tengo problemas con una cosa de las que has dicho...— le susurro, divertida, con su rostro y el mío separados por escasos centímetros —Hace siglos que no uso Wizzardface. No me gusta esa aplicación— y me echo a reír. Porque eso era lo menos importante de todo. Pero con esa frase le indico que quiero hacer todo lo que ha dicho. Quiero, por encima de todo, poder cuidarle. Y poder sentirme cuidada por él. Le acaricio la mejilla y sonrío un poco  —Y reconozco que lo del sexo en tu laboratorio me da un morbo especial. Mientras no nos pille tu becaria...— añado, bromeando.

No voy a negar que me divierte un poco ver su alivio cuando le digo que el problema es lo del Wizzardface. Porque él es una persona tan pura que cualquier reacción así hace que se me funda el corazón de puro amor. Sonrío, tierna, y le acaricio la espalda —No te preocupes. Me puedes enseñar las fotos de Amanita cuando quieras, yo encantada de verlas— bromeo. Aunque no tan en broma, me da la impresión de que cualquier cosa que pueda enseñarme Riley y que cause que sus ojos se iluminen de esta forma tan tierna será una actividad placentera para mí. Porque cuando algo le gusta o le hace ilusión, Riley es totalmente transparente. Se lee en sus ojos la felicidad. Y, lo más bonito de todo esto es que creo que, bajo la luz de la luna y las estrellas, en estos precisos instantes, puedo ver esa ilusión en su mirada.

Correspondo a sus besos con una alegría que siento que es nueva en mi cuerpo. O, por lo menos, que hacía mucho que no conocía. Le acaricio las mejillas, sonriente —Tienes razón, algo se nos ocurrirá— asiento. Porque a ver, a una becaria le dices que le das el día libre y seguro que se alegra y no hace preguntas. Es decir, es una becaria. Con un día libre. Las matemáticas de esa ecuación se hacen solas. Así que, fantaseando con la idea, dejo que mis dedos desciendan por la espalda de Riley, mientras nuestros labios se van encontrando, suaves, con la seguridad y la nueva sensación de saber que eso se podría convertir en algo constante. Es decir, estamos diciendo que somos pareja, ¿no? Eso es bueno. Eso significa que podremos hacer esto siempre que nos apetezca, sin pudores, sin miedos. Y es maravilloso.

Estoy a punto de preguntarle qué haremos con las habitaciones (porque tengo curiosidad en saber si le apetece que empecemos a dormir juntos de vez en cuando o qué quiere), cuando la felicidad y la alegría por esos besos empiezan a desaparecer. Y no lo entiendo, al principio. Soy incapaz, de hecho. Porque es un momento feliz. ¿Se trata de la ansiedad, que me está cogiendo desprevenida? ¿Por qué me viene a la cabeza mi madre? Por qué estoy temblando, de repente. Y es cuando levanto la mirada que lo entiendo. Cuando veo a la figura encapuchada deslizándose hacia nosotros. Me separo de Riley con rapidez, buscando mi varita, con el corazón a mil por hora —¡Rápido!— digo, simplemente, notando como me tiemblan las manos de frío y de nervios. Menuda primera cita acabamos de tener, ¿no? Gruño, buscando a tientas el trozo de madera mágico que me podría ayudar con todo esto. No puedo dejar que hunda a Riley. Ni a mí.

Consigo hacerme con mi varita, encontrándola en la oscuridad, y me levanto rápidamente. No quiero darle la espalda a esa cosa ni por un segundo. Porque noto el miedo. El terror. Más que a la criatura en sí, a todo lo que está despertando y removiendo dentro de mí. Porque ya no noto la felicidad de los besos de Riley, ni la satisfacción con mi forma de trabajar. Ya no noto esa paz mirando las estrellas. Ahora lo único que siento es tristeza, oscuridad. Revivo una y otra vez en mi mente las imágenes de mi madre. De mi padre, solo y ebrio en el sofá de una casa que se le ha quedado demasiado grande. A la fugitiva, muriendo desangrada por mi culpa. A Brawn, encerrada en una jaula que yo había conjurado. A Riley llorando tras la noticia de la muerte de su madre. A mí misma bebiendo. Bebiendo alcohol sin parar. Perdida por la sensación de ebriedad, de mareo, de descontrol.

Un descontrol que parece calmarse cuando noto la mano de Riley tomando la mía, y soy capaz de centrarme por unos segundos en la realidad. En el dementor que avanza hacia nosotros. Miro a Riley, preocupada, cuando dice que jamas ha podido conjurar un patronus. Yo sí. Yo sí he podido. Pero ahora mismo, ahora que las lágrimas me corren mejillas abajo sin que yo me de cuenta o pueda controlarlo, ahora que me siento engullida por un espiral de perdición, por las ganas de agarrar una botella y beber hasta que me olvide de esta sensación... Ahora mismo no sé si voy a poder.

Pero la impetuosa necesidad de proteger a Riley me obliga a intentarlo. Suelo su mano y avanzo, quedando por delante de él, protectora. Levanto la varita, apuntando hacia la criatura, pero cuando formuló el hechizo no se materializa nada desde la punta de mi varita. Solamente sale una niebla plateada que logra frenar a la criatura, pero no es suficiente. Lo sé de sobra. Me giro hacia Riley, asustada, con la ansiedad acelerándome el pulso —No puedo— susurro, más perdida que nunca. No puedo pensar en buenos momentos. Solamente puedo pensar en muertes. Las que me han afectado, las que he causado. Las que me tienen a mí como verduga —Riley, no... No sale. No me sale. No...— sacudo la cabeza, confusa. Tratando de sacar de mi mente las imágenes confusas. La sensación arrolladora de tristeza y soledad que me invade violentamente.

Sus palabras suenan huecas e imprecisas a mis oídos. Porque me dice que busque mi luz, y yo ahora mismo solamente puedo ver oscuridad. Una oscuridad que me arrastra a pensamientos destructivos, que empapa mis mejillas de lágrimas de confusión. Abro la boca para hablar pero la vuelvo a cerrar, temblorosa, cuando ningún ruido sale de mi garganta. Con demasiadas imágenes rondando mi cabeza y llenando mi cuerpo de una sensación devastadora.

Pero él lo hace. Él logra hacerlo. Miro cómo conjura el hechizo. Como, instantes después, una leona plateada y majestuosa echa al encapuchado que nos acechaba. Y noto sus bazos rodeando mi cuerpo. Yo todavía estoy temblando, por el frío y por todo lo que acaba de pasar en demasiado poco tiempo. Rodeo a Riley con mis brazos y respiro hondo, agarrándome a él como si me fuera la vida en ello —Gracias— le susurro, tanto por sus palabras como por el hecho de que ha sido capaz de defendernos cuando a mí me ha superado la situación —Gracias, de verdad, Riley— suspiro.

Levanto la cabeza levemente, pues la tenía apoyada en su hombro, y busco su mirada. Me doy cuenta de que, tal vez arrastrada por el pesimismo y la tristeza que me invadía segundos atras, clavo mis ojos en los suyos esperando ver arrepentimiento por su parte. Pero no. En sus ojos encuentro mil cosas distintas, y arrepentimiento por lo que hemos hecho y dicho antes de que llegara el dementor no es una de ellas. Así que acerco mis labios a los suyos y le doy un suave beso, agradeciendo así lo que acaba de hacer. Acaricio sus mejillas con cariño, con suavidad, y apoyo mi frente en la suya —¿Nos vamos a casa?— le propongo, sintiendo que quiero poder hablar de lo que acaba de pasar pero que no quiero quedarme aquí fuera ni un segundo más.

Quiero irme con él, quiero tomar algo caliente e irme a la cama a su lado, quiero que charlemos hasta que el sueño se nos lleve y quiero despertar a su lado mañana y sentir que todo lo que hemos decidido hoy ha sido lo correcto.