The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Viene de A generation unafraid...

¿Por qué se pone a gritar mi nombre de esa manera? ¡Trato de sacarlo de aquí para que no lo descubran y si se pone a gritar así lo único que va a conseguir es atención que no necesita! Regreso sobre mis pasos cuando estoy cerca de la salida para acercarme a él e imitar a Meyer al taparle la boca con mi mano así se calla, chito un «shhhhhh» entre nosotros por lo bajo para indicarle que se está exponiendo por nada, no me iré sin él si decidió por muy borrachas que tengas las neuronas, de que es momento de volver a la casa. Pero antes de eso tenemos que hablar, porque no son cosas que quiera decir con mis padres durmiendo a un par de metros, por muchos muffliatos que se puedan lanzar en la casa. Distingo por encima de la cabeza de un par de chicos el cartel de salida de emergencia y lo arrastro por ahí, después de darle un empujón a la gruesa puerta de metal estamos fuera, en el frío de la madrugada de un callejón que un par de parejas usan para una supuesta intimidad que no sé si pueda tener cuando tienes gente yendo y viniendo cerca. Simplemente ignoro a la pareja que se echa mano entre la ropa contra una de las paredes y tiro del brazo a Ken para que vayamos un poco más allá del contenedor de residuos, pero no me aventuro a la calle porque ya tuvimos nuestra experiencia saltándonos al toque de queda y no creo que ninguno quiera una repetición.

¡¿Por qué no me lo dijiste?!— pregunto, es el primer reproche que le hago cruzándome de brazos en una postura en que cubro mi pecho y me abrigo un poco del fresco que se siente. —¡¿Por qué dejaste que actuara como una tonta con todo esto de Dave y no me dijiste que le gustaba mi mejor amiga?! ¡Ken! ¿Te gusta verme la cara de estúpida o qué? ¡Me hubieras dicho y me hubiera dejado de tantas tonterías! Si hasta me hubiera sentido bien de que mi amiga tuviera una oportunidad con un chico así de genial, aunque lo único que puedo pensar en este momento es que es un idiota… ¡Como tú! ¡Te has pasado de idiota! ¡No tenías que decirle a Dave que me gustaba! ¡Eso lo dice quien lo siente, nadie más! ¡Nunca te pedí que me hicieras de mensajero de nada!— largo todo, una cosa tras otra, en un orden que no tiene mucho sentido, y apenas respirando entre frase y frase, el ahogo me viene cada tanto, lo alivio como un refunfuño que me hace inflar las mejillas y marcar aún más el fruncimiento de mis cejas.

»¿Y sabes qué? Ya no estoy como para cuidar a un idiota, porque toda la noche estuve como una tonta cuidando de ti y ¿para qué? Para que todo se vuelva un desastre por nada, ¡y te han visto! ¿Cuánto tardará esa chica en abrir la boca si Meyer no hace algo? ¡Sabes qué! ¡Ya puedes ir a buscar a tu tía, ve y dile a todos quien eres, muéstrale al mundo tu trasero que total tu cara ya la conocen!— grito y aprieto con tanta fuerza mis labios porque son demasiadas cosas las que quiero decir y todo es insuficiente para esta rabia que siento, desinflo mis mejillas que se atoraron de aire al soltar un bufido de exasperación. —Se acabó, esta noche se acabó todo. Te acompañaré si mañana quieres hacer algo más provechoso que avergonzarme delante de todos, pero tu… ya no cuentes conmigo como amiga para estas cosas, ya no esperes que te cuente nada porque por lo visto tu no lo cuentas todo. Ya no cuentes conmigo como amiga— se lo digo, quizá más movida por el enojo que cualquier otra cosa, pero es como me siento en este momento, por amargo que me sabe decírselo a la persona que estuvo conmigo todo estos meses para la menor tontería, y por eso mismo, porque todo eso sí cuenta para mí, por lo visto no para él.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
No me importa que busque callarme la boca, tampoco hará alguna diferencia en un sitio repleto de sonidos fuertes, que hacen retumbar las paredes y las pocas ventanas. Me dejo arrastrar en un paseo que se me hace muy lento o muy rápido, no sé cómo calificar las imágenes borrosas que van desfilando delante de mí, hasta que siento algo de aire fresco y tengo que respirar con fuerza en mis intentos de ordenar las neuronas. Me cuesta horrores, ahora que no hay tanto tufo en el ambiente el mareo se vuelve más pronunciado y tengo intenciones de apoyarme en una de las paredes, cosa que me es imposible porque Syv sigue tirando de mí hasta que quedamos resguardados por un contenedor — ¡Ey, sólo escúchame! — obvio que no lo hace, empieza a vomitar palabra tras palabra y, a pesar de la ebriedad y la culpa, la respuesta viene a mí por sí sola — ¡Porque no quería delatarlo! No era mi secreto y, además, tampoco quería lastimarte con algo así. No soy quien para meterme en eso… ¡Ya, lo lamento! — porque es obvio que no va a perdonarme, lo puedo ver en toda ella, desde la postura de su cuerpo a la mirada furiosa.

Pero bah, creo que ni me escucha, porque sigue hablando y creo que me pierdo de la mitad por sostenerme el estómago, el cual siento sacudido por la cantidad de alcohol mezclado en el interior — ¡¿Pero de qué estás hablando?! — está tomando todo para la exageración, está siendo una dramática, una llorona… ¡Y me está botando! Bueno, no tan así, pero sí. Abro y cierro la boca como un pez con retraso mental, miro alrededor en busca de alguna respuesta en el ambiente y alzo los brazos hasta dejarlos caer con exasperación — Te dije que lo sentía… ¿De acuerdo? ¡Y no es mi culpa que esa chica me haya quitado la gorra! ¡Tú tuviste la idea de venir en primer lugar! — o eso creo, ahora mismo mi memoria se encuentra un poco revuelta y no puedo sacar detalles de ningún sitio. Una pareja pasa a las carcajadas detrás de mi espalda y ni se fijan en nosotros al estar colgándose el uno del otro, pero eso me da tiempo a bajar el rostro y quedarme callado hasta que se pierden de vista —  Yo no te avergoncé, tú lo hiciste solita. No tenías que armar semejante escándalo solo porque Dave apareció con una chica atractiva del brazo. ¡Y no lo quieras hacer parecer como que fue todo mi culpa! — porque sí, dije muchas tonterías, pero ella no se quedó atrás.

Estoy confundido, porque estoy enojado y a la vez me siento culpable y también tengo una punzada molesta en el pecho, porque me molesta que no quiera ser más mi amiga. ¿Se pueden sentir tantas cosas al mismo tiempo? ¿Cómo es posible, cuando estoy haciendo un enorme esfuerzo para enfocarla fijamente en mi rango de visión? — Te gusta creer que eres muy madura, pero nada de lo que ha pasado aquí tiene que ver con madurez. ¡Y todo por un chico! Bah, creo que vales mucho más que eso, Syv. Que Dave o de cualquier idiota que no te preste atención. Y si eso es lo que quieres, pues bien. ¡Me iré y ya vendrás tú a pedirme que vuelva a ser tu amigo, que fui tu mayor compañía por meses! auch, tal vez eso fue un poco bajo, peeeero… sinceridad ante todo. Que si quiere que esto se termine aquí, no voy a irme sin patalear.
Kendrick O. Black
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Invitado
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Si no quería delatarme, eso fue lo que hizo. Si no era su secreto, fue quien se acercó de hacerlo público. Y si no quería lastimarme, una disculpa que en realidad no siente porque no se hace cargo de nada, no me basta. Porque resulta que soy yo quien lo ha traído hasta aquí en primer lugar, me tiemblan los hombros por la carcajada que brota de mis labios entreabiertos, con un tonito histérico que hasta a mí me molesta, y así como detesto en igual medida el sarcasmo, lo uso con todo gusto. — Perdóname por traerte hasta aquí obligado, Ken. No pensé que las cuerdas te molestaran o que fuera demasiado forzarte a beber. ¿O fue lo de besar a Maeve? ¿Fue demasiado que te sostuviera la cabeza y te indicara cómo besarla?—. No me reconozco en este planteo que le hago, tan enfadada como estoy de que diga ahora que hubiera preferido quedarse en la casa, tirado en la sala para poder mirar las caricaturas de la televisión, cuando hasta no hace más de cinco minutos, cuando estaba besuqueándose con Maeve estoy segura, segurísima, que se le estaba pasando estupendo. ¡Que no venga a descargar ahora toda la culpa en mí por haberlo traído!

Y ¡no! ¡No tiene la razón con nada! Pero sí tiene razón, me avergoncé sola, lo sé, por eso decidí irme. Porque si me queda un minuto más estaría arañando el rostro de una chica que nunca en la vida he visto y ojalá no vuelva a ver, porque yo no puedo decir que estuve bebida como para justificar mis actos, ¡y qué vergüenza! ¿Por qué Dave tenía que ser tan imbécil? ¿Por qué tenía que serlo Ken también? ¿Por qué salir de casa siempre tiene que acabar en desastre? ¿Qué hago siguiéndole en estas cosas cuando hay otras por hacer? No quiero seguirlo en nada de esto, pero mi enojo sabe diferenciar entre lo que son estas estupideces de las que ya no quiero participar y que hay algo más importante que sí merece nuestra atención. Puedo salirme de lo primero, puedo cerrarle mi puerta en la cara a Ken si viene a pedirme de ver una película y lo obligo a mirar una de las que a mí me gustan. Puedo sólo seguirlo en lo otro, en hablar de salvar al mundo y que todos seamos iguales, lo sigo teniendo en claro por oscuro que sea este callejón en el que estamos y la música que se escucha a través de la puerta pesada.

Y quiero llorar, sí, quiero llorar. Como la niña inmadura que me dice que soy, quiero llorar de la rabia que me hace sentir, porque el niño inmaduro entre los dos es él, siempre fue él. Boqueo con dificultad, me está costando encontrar el aire más de lo que cree, porque para mí no tiene nada de sencillo pasar por estas situaciones que se salen de mi comportamiento habitual, en mi burbuja en la que nada pasa, en la que el chico que stalkeo por redes se presenta de pronto, pero con alguien más, y de pronto el chico que sí está conmigo todos los días, que me conoce bien por todo lo que le cuento, traiciona mi confianza al abrir la boca. —¡Perdón entonces por salirme de mi molde, ¿contento?! Perdón porque eres el único al que se le permite hacer idioteces y meter la pata, es divertido cuando tú lo haces y yo tengo que limpiar, pero es una vergüenza si lo hago yo y… me vienes con el discurso trillado de que valgo más. Bien, gracias, me ha quedado claro lo mucho que me rebajé esta noche. Perdón por no poder ser una zorra hermosa que escupe mierda y a la que siguen mirando como si tirara rosas— saco fuera toda mi frustración con mis manos agitándose en el aire, todos mis celos estúpidos por esa chica que ni siquiera sé quién es y que me molesta tanto por el sólo hecho de existir, y yo no soy así, no digo todas estas cosas contra nadie por apenas conocerle. Me siento patética, otra vez, con los ojos picándome por el llanto que reprimo y si mantengo a raya es porque vuelvo a gritar. —¡¡Serás tú quien vuelva, Kendrick!! Cuando necesites de alguien que te lleve y te traiga, ¡y te piquen las orejas!—. ¿Qué más patética se puede ser al darme cuenta que lo necesité más que él a mí? Es cierto que no tuve en años, en toda la vida, a una persona que podría estar conmigo las veinticuatro horas del día y si, lo hace porque no puede salir de la casa, pero está ahí, sé que está ahí a todas horas, todos los días, como la cosa más constante, la única certeza hasta que ya no esté. Sí, siempre se puede ser más patética, se me salen un par de lágrimas. —¡Me buscaré otro amigo! ¡No te necesito! Me haré amiga de Maeve… no, ¡de Oliver! … ¡de ambos! Y tú… tú… podrás irte a donde quieras, mete la pata por ahí, no iré a ayudarte.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
¿Qué tiene que ver eso con nada? — porque obvio que me ataca a mí, como si el haber besado a alguien esta noche tuviese algo que ver con que David se apareció para arruinarlo todo, que la que reaccionó mal fue ella y todo el escándalo podría haberse evitado si todo el mundo se hubiese concentrado en sus propios asuntos, yo incluido. ¡Pero que ya le dije que lo sentía, no sé qué se supone que tengo que hacer! ¿Arrodillarme, besar sus pies, decirle que es la mejor amiga que tengo ahora? Ni loco, no voy a arrastrarme por alguien que solo me escupe veneno, por mucho que le favorezca el escote a pesar de tener limones y no pomelos. Porque ni siquiera lo que en verdad vale, como las horas que nos pasamos encerrados en su dormitorio haciendo nada, sea viendo películas o dibujando tonterías, me hace sentir culpable cuando no tenemos otro impulso que gritarnos. Es como si todo lo bueno fuese arrebatado de un manotazo, suplantado por las cosas que te irritan y ni sabías que estaban ahí.

No sé si es porque de verdad se lo merece o no, pero lo único que me provoca todo su discurso es bufar con exasperación y me tironeo de la gorra, como si el acomodarla me calmase los nervios y las ganas de arrojarla contra el suelo en un berrinche — ¡Te estás poniendo en víctima y haciendo todo más grande de lo que es! No ha pasado nada, no ha muerto nadie y de seguro Dave se olvidará de lo que dije porque creo que estará más ocupado con toda la estupidez que tuvo que inventar como para preocuparse por si te gusta o no — no voy a decirle que de seguro también va a tener que recompensar las cosas con su novia, si es su novia, porque no quiero crearle la imagen mental de los otros dos metiéndose mano mientras ella llora. Que de seguro ya se la imaginó, pero no por mi culpa. ¡Que tendría que decírselo, con toda la mierda que suelta y me va poniendo rojo de la rabia! No todo, solo las orejas, como siempre me sucede cuando se me suben los calores de las emociones que no puedo controlar. Paren todo… ¿Quién es Oliver? — ¡Ay, por favor! ¡Claro que me necesitas! — no sé de dónde saco el tupé, pero la apunto con un dedo acusador y un ojo que se me crispa — ¡Sin mí, te sumirías en tu rutina solitaria y acabarías llorando porque regrese! ¡Te encanta tenerme contigo, Synnove, admítelo! ¡Y ninguna Maeve, Oliver o incluso David te entiende como yo! — no meto a Mimi en el saco, sé que a ella no le gano, pero vive lejos y nosotros estamos aquí, solos, en un rincón oscuro destinado a parejas que se besan y no a compañeros que se gritan cosas horribles — ¡No puedes decirle a las personas que se vayan, porque algún día se irán y tú te arrepentirás cuando sepas que perdiste algo que era de las mejores cosas que alguna vez te pasaron!

Y lo sé, porque he perdido mucho y me quejaba a montones de ello hasta que no lo tuve. No tengo que pensar mucho para saber que ahora mismo se aplica, Syv se volvió tan normal en mis días que extrañaría mucho el tenerla al lado. ¡Incluso echaría de menos sus películas rosas y la manera que tiene de mirarlas, con esa cara de… de algo! — Pero sabes… yo sí soy el idiota aquí. Porque ahora mismo podría estar teniendo algo con Maeve y en su lugar estoy aquí contigo, escuchando tus tonterías y soportando que tengas pena por ti misma mientras me tratas como basura. ¡Pues vete a la mierda! ¡Ni siquiera sé por qué lo hago! — porque debajo de la capa de enojo me sigue importando, pero duh, eso no se lo digo. Lo reemplazo por la pequeña patada que le doy al basurero más cercano, como si de esa manera pudiese calmar frustraciones, además de lanzar un quejido de dolor bastante patético.
Kendrick O. Black
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Invitado
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Quiero empujarlo con todas mis fuerzas cuando me dice que me hago la víctima, me detiene el no saber hacia dónde ir porque las lágrimas empiezan a empañarme la visión y con la borrachera que se trae seguro que se cae de culo al suelo si lo toco con un dedo. —¿Hacerme la víctima es decirte lo que has hecho mal? ¡No tenías que abrir la boca! ¡No tenías que decir nada! No me importa que luego lo olvide, me importa lo que has hecho — escupo, mi dedo acusándolo al estirar mi brazo cuan largo es para apuntarlo. —Dave es sólo… Dave, no es el primer ni el último chico que me gusta y que me decepcione por lo idiota que puede ser. ¡Pero eres mi amigo y que seas un idiota conmigo es…! — no sé cómo decirle que me duele más lo que él pueda hacer o decirme, de lo que cualquier imbécil o zorra de un bar podrían. Cubro mi cara con mis manos cerradas en puños, presionando con fuerza mis párpados para controlar el llanto que está en riesgo de desbordarse.

Claro que lo necesito, estúpido Ken. No me he sentido sola desde que lo tengo conmigo, he tenido alguien que para sus orejas cuando pongo en voz alta todo lo que hasta ahora vivía encerrado en mi mente, alguien que me pregunta sobre cosas para las que creo tener respuestas y que me ofrece otras que contrastan con mi realidad. Pero… preferiría ahogarme en mis lágrimas a rogarle que vuelva, no le andaré detrás para que diga también que soy una arrastrada y se regodee de mí. —¡Eso es lo que quieres creer! ¡No eres tan imprescindible! He estado bien antes de que llegaras ¡y estaré bien después de ti! Mañana me estaré riendo a carcajadas de lo que sea, no voy a soltar ni una lágrima—. Eso será mañana, porque hoy el maquillaje se me está corriendo por culpa de lo mojada que está mi cara.

¿De verdad quiero perder a otro amigo? ¿No te he tenido suficiente ya de las personas que se van luego de creer que estarían para mí? — ¡¿No es lo que pasa siempre de todas formas?! ¡Lo diga o no! ¡Siempre se van! Soy yo la que siempre está, se queda en el mismo lugar, ¡y se van! ¡Eres quien dice que se irá!— se lo remarco. ¿De dónde? ¡No lo sé! ¿No tenemos que volver a casa? ¿No salimos fuera por esa razón en primer lugar? No sé de donde salen todos estos planteos que al final de cuentas no nos llevan a ningún sitio, seguimos en el mismo callejón por el que pasan otras parejas sosteniéndose por la cintura para no caer y creo que simplemente nos ignoran porque nuestra pelea sin sentido es igual a otras, tan común que me sé el diálogo que sigue, los escucho salir de mis labios. —¿Y por qué no vuelves con ella entonces?— casi que lo echo, le señalo la puerta por la que salimos para que regrese. —Deja de perder el tiempo con la amiga que sólo trató de estar para ti y que crees que no hace otra cosa que dar pena, que lo hizo todo mal. ¿Por qué no vuelves a manosearte con la primera chica que crea que estás bueno sin que te vea la cara siquiera? ¡Anda! ¡Vete de una vez! No te quedes con la estúpida chica que trató de ser tu amiga. ¡Vamos! ¡Ve a lo que en verdad importa! Aprovecha tu tonta oportunidad de esta noche… yo volveré a casa, que Maeve o quien sea te haga un lugar en la suya.

Mis pies no se mueven de su sitio por mucho que diga que me iré, soy quien está esperando que sea él quien se dé la vuelta para entrar y me muestre su espalda, y si eso ocurre, entonces no sé qué haré, porque si vuelve podrían verle la cara, lo reconocerían, estaría en peligro por ser tan idiota. —Pero si te vas ahora, ten muy claro esto…— musito, mi voz bajando en su tono repentinamente, obligándolo a escuchar con atención. —Habrás perdido a la chica que podría haber sido de las mejores cosas que te pasaron en la vida, que fue tu amiga. Vete a tratar de fingir que eres un chico como los demás, pero cuando la realidad te golpee… no vengas a decirme llorando que te  sientes como la mierda. Porque, ¿sabes qué? Si merezco más, porque traté de ser una buena amiga y sólo quería eso de regreso. Pero, ya, vete, tal vez todavía haya alguna chica borracha en la barra que te de tu oportunidad—. Y no me muevo, espero que sea él quien lo haga.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
¿Yo estoy siendo idiota con ella? ¿Yo? ¡Es ella quien no ha dejado de gritarme desde que estábamos ahí dentro, por algo por lo cual ya me he disculpado! ¿Acaso no va a olvidarlo? ¿O es que todas las chicas son resentidas por naturaleza? Lo único que puedo hacer en respuesta es revolear los ojos con una risa sobradora, sacudiendo la cabeza como si no pudiese creerme lo que está saliendo de su boca. ¿Y yo soy el cruel? — Me gustaría ver eso, ni tú misma te lo crees — respondo, no porque ahora está llorando como una loca, sino porque sé muy bien que le afecta lo que anda diciendo y mañana probablemente no se esté riendo de nada. ¡Mentirosa! ¿Por qué no se da cuenta de que está mintiendo? Unos sujetos pasan demasiado cerca de nosotros y nos echan una mirada curiosa, tengo ganas de gritarles que no tienen nada para mirar, pero de seguro somos un espectáculo ridículo. ¿Cómo haces que una chica deje de llorar, cuando no tienes intenciones de pedirle disculpas una vez más? ¿Por qué tiene que ser tan complicado?

Ya ni recuerdo quien comenzó con todo esto de ir y volver, incluso los últimos minutos son demasiado confusos dentro de mi cabeza atontada. Con cada cosa que dice, me es más tentador el regresar adentro, buscar a Maeve y estamparle la boca para echar todas mis frustraciones en un morreo que me anule los pensamientos, pero hay algo que me deja los pies pegados al suelo como si tuviese cemento en los zapatos — ¡Lo haré! — es una amenaza hueca, creo que me raspo la garganta de lo fuerte que estoy bramando contra su cara — ¿Sabes que sucederá? Me iré con alguien que no me grite como si la hubiese condenado ni que exagere cada segundo de esta noche con total de ponerse a gritar tonterías en un corredor. ¡Y dormiré con ella, mientras tú no haces más que llorar por… yo qué sé ya! ¡No eres capaz de aceptar una simple disculpa, Synnove! ¡Yo no fui quien empezó el escándalo! — ¿No fue culpa de David? Ahh, pero él no está, de seguro se encuentra a salvo dentro, pasándola de maravillas mientras yo me quedo a pegar los platos rotos.

El tonito de su voz es lo que me hace aguantar la respiración. No me doy cuenta de que tengo los puños cerrados hasta que las uñas se me clavan en la piel y, cuando termina, no me muevo. Lo único que atino a hacer es mirarla fijo, con la cabeza a punto de estallar, el pie dolorido y la cara hinchada por el llanto que estoy conteniendo, más de furia que cualquier otra cosa. Me siento terrible, incapaz de solucionar esto que jamás había pensado como algo tan importante y, al final, doy un paso hacia atrás. Mi impulso me lleva a darle la espalda, me acerco con dos zancadas a la puerta por donde salimos, pero revoleo mis brazos para chocarlos con mis costados y regreso sobre mí mismo — No puedes tratarme de esta manera — la acuso, medio gritando en el camino medio escupiéndoselo en la cara — No cuando te pedí disculpas y vine detrás de ti. No cuando eres la compañía que quiero esta noche, porque… ¡Eres mi amiga y vinimos juntos! Se suponía que teníamos que bailar y divertirnos y olvidarnos de los problemas, no causarnos uno nuevo. ¡Y eres tan…! ¡Me pones tan…! ¡Me enfadas porque estás siendo una terca! — cierro y abro los puños delante de ella como si quisiera debatirme entre sacudirla, sacudirme o contener un montón de rabia, no sé muy bien qué — ¡Sí, eres de las mejores cosas que me pasaron desde que salí del catorce y no, no quiero perderte! No por chicas que no volveré a ver, no por conseguir acostarme con alguien que no tendrá importancia en la mañana. ¡Pero no puedes jugar esa carta para hacerme sentir culpable, cuando tú tampoco estás siendo muy amable que digamos! ¡No es justo! ¡Y sigues diciendo tontería tras tontería y no sé cómo callarte de una maldita vez para que dejes de arruinarlo! ¡Tan solo…!

En mi defensa, mi primer impulso es el querer empujarla contra la pared, pero no lo hago. También tengo la idea estúpida de sacar la varita, pero no sabría qué hechizo usar. Resoplo cual equino lleno de impaciencia, me relamo nerviosamente con una mirada frustrada alrededor y, en lo que creo que dura un segundo, atrapo sus mejillas entre mis manos para presionar mi boca contra la suya. No sé cuánto dura, creo que son solo los segundos en los cuales contengo el aliento, pero me despego con cierta brusquedad y la suelto como si hubiese cumplido con la parte de un trato imaginario — Ahora sí, no he desperdiciado lo de ir a buscar a alguien a la barra. ¿Vas a callarte de una vez? Que ya me duele la cabeza — y un poco la garganta, pero eso no importa. No cuando me doy cuenta de que quizá la cagué más, así que doy un paso para atrás y me cubro la boca con los nudillos, no muy seguro de cómo seguir después de esta tontería.
Kendrick O. Black
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Invitado
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¡Bien! ¡Hazlo!— replico tan alto en respuesta a sus gritos en mi cara, como si necesitara de que le diera autorización como para volver sobre sus pasos y encargarse de la razón que lo trajo hasta aquí, no deja de ser un crío inmaduro que pone eso por delante de lo imprudente que es mostrar su cara en este lugar, con lo borracho que está y si se encuentra sin alguien que le diga por donde caminar, ¿cuántas probabilidades hay de que no acabe con alguien que en vez de llevarlo a su casa llame de inmediato a los aurores? ¡Si es tan…! ¡Tan tonto! Seré quien le grita lo tonto que puede ser en el callejón que sea, que le hace un escándalo por algo que es una nimiedad para él, que con una disculpa simple por algo de lo que en realidad no cree tener la culpa cree que arregla el que me haya sentido traicionada por él, y a estas alturas, lo que sea que haya dicho fue poco y nada en comparación a todo lo que ha dicho desde entonces, que me ha tildado de más cosas de las que nunca habría creído posible que se vieran en mí. En este tironeo de quien necesita más a quien, no me gusta que se me condene a ser quien se queda llorando, así que me limpio la cara con brusquedad y busco mi voz del fondo de mi garganta para hablarle con toda firmeza. —Me pondré a mirar una película mientras como palomitas, ¡eso es lo que haré! ¡Mientras tú haces el ridículo con alguna chica por ahí! Y luego cuando vengas a contarme que nada es tan genial como esperabas que fuera, estaré ocupada mirando un drama adolescente y no daré cabida a los tuyos—. Sí, eso me vendrá bien, lo ignoraré como antes he ignorado demasiadas cosas, tengo todo para hacerlo y una gran imaginación para refugiarme allí, el tiempo que haga falta hasta que me acostumbre a la idea de que perdí un amigo, porque no le gustó que una noche dejara de decir cosas amables.    

Y va a volver, ¡bien! Puede volver a ese maldito antro si quiere hacerlo, ¡no le andaré detrás! Cruza esa puerta y me desaparezco, he tenido suficiente de cuidar que no meta la pata de donde no pueda sacarla. ¡Ya acabé con él y cuidarlo de su estupidez! Ni siquiera quiero pensar en el desastre del maquillaje, en el desastre que seguro soy con la cara enrojecida y sucia, del vestido no me preocupo, en la rabia he dejado de sentir frío y puedo hacerle frente con la barbilla sostenida hacia adelante cuando regresa, aunque no me esperaba que regresara para seguir gritándome. —¡No estoy siendo terca!— es la única cosa en la que discrepo con él, en todo lo demás le tengo que dar la razón. Le había prometido que lo traería para bailar y beber como si estuviéramos tachando una lista de pendientes de quien en su vida tiene pocas chances de hacer lo que muchos otros consideran normal. No había pensado que eso mismo haría que todo se diera vuelta de una manera en que sentí que se volvió en mi contra, y todo el sermón de reproches que solté sobre él sabiendo que con tanto alcohol su testimonio no puede ser tomado como válido, así lo hice porque se trataba de él. Es la única persona a la que puedo decirle cómo me siento con franqueza y estoy parpadeando de nuevo para contener las lágrimas porque me duele lo que dice, por razones distintas a las de sus anteriores comentarios mordaces.

¡Lo que no es justo es que esperes que en todo momento sea la amiga que te da palmaditas en la cabeza y te dice que todo está bien no importa lo que hag…!— no llego a terminar lo que iba a decir porque pierdo la voz al ver que se acerca y creo que por instinto más que por tener consciencia a lo que podría pasar doy un paso hacia atrás, casi que piso en falso. Porque no puede ser que Ken vaya a besarme, ¿no? Esto no es una de esas películas que… ¡LO HA HECHO! ¡No! ¡Los amigos cuando se pelean no se besan! ¡Se ha… confundido de película! —¿Qué? Espera…— murmuro, tambaleándome un poco, cuando despega sus labios de los míos. ¿A quién le estoy pidiendo que espere? ¿Quién necesita más tiempo para asimilar lo que acaba de pasar? —¡¿Qué acabas de hacer?!—. No me importa que le duela la cabeza, que apenas pueda sostenerse en sus pies, apoyo mis manos en el centro de su pecho y lo empujo hacia atrás, lo empujo una vez más, estoy tan enojada con él por motivos en que me siento turbada por un lado y… muy turbada por el otro. —¡Me has besado! ¡Sabes que no he besado a ningún chico! ¡Soy tu amiga y me usas como reemplazo de una chica de la barra!— lo acuso, el calor me sube en un sonrojo por todo el cuerpo y hace arder mi cara. No sé si hay alguien más morreándose en este callejón, pero me da la impresión que somos los únicos dos en todo el Capitolio. Lo empujo una tercera vez, avanzando cada vez que lo hago retroceder. —¿Sabes por qué le pedí a Maeve que fuera quien me besara? Porque prefería que fuera con una chica y sea parte de un juego, a que fuera con un chico y lo creyera algo especial. ¡Y no es ni lo uno ni lo otro!— inhalo todo el aire que puedo para que mi cerebro acomode las ideas de la manera adecuada y no de otras, al darle una explicación a lo que acaba de pasar. —¡Eres un pésimo amigo, Ken!— grito, esta noche los dos nos hemos llevado todos los honores.
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No espero, no tengo idea de lo que acabo de hacer, no comprendo lo que ha pasado porque de algún lado salió ese impulso, cuando ahora que lo pienso es una pésima idea. Me veo venir el huracán antes de que suceda y ya tengo las manos en alto para pedir por una paz que no llega, aunque sí lo hace un empujón que me tambalea sobre mis talones — ¡Syv, ESPERA! — creo que le pido un minuto en más de una ocasión, pero algo me dice que no me oye porque sigue empujando y tengo que tener cuidado de no terminar con el culo en el suelo. Sé que soy más fuerte que ella, pero no me atrevo a devolver el empujón — ¡No eres un reemplazo, no es así! ¡Es que quería que te calles! — ay, no, eso es todavía peor. ¿Por qué estoy soltando lo primero que se me viene a la mente? ¿Por qué estoy tan nervioso? Y sí, sé que estoy ebrio, pero nadie se merece que le digan que su primer beso ha sido por eso. ¡Mucho menos ella, que ya estaba sensible! ¡Soy un pésimo amigo! — ¡Que ha sido especial! — mentira. ¿O lo fue? ¡Ay, ya no sé! Ni siquiera he medido si sentí algo, porque tenía la mente en otra cosa. Bah, no me voy a mentir, fue un beso de mierda y tampoco le voy a dar otro para recompensarlo, porque creo que eso significaría llegar a casa sin bolas.

Sí, soy un muy mal amigo. Me froto el pecho ahí donde ella me ha empujado y balbuceo disculpas, una y otra vez. Hasta creo escuchar que alguien se ríe de nosotros por lo bajo antes de alejarse por el callejón, probablemente creyendo que somos un par cuyo ligue salió muy mal — ¡No pensé en que sería tu primer beso! ¡No estaba pensando! — creo que eso es un poquito obvio. Me relamo, llevo mis dedos a mi boca como si de esa manera pudiese comprender mejor mis acciones o siquiera lavarlas, cuando sé que no puedo hacer ninguna de ellas. Entonces, me surge una duda de lo más estúpida — ¿No lo disfrutaste ni siquiera un poquitito? — la miro como si pudiese medir su respuesta en su cara, cuando sé bien lo que va a decir — ¡No puedes decir que fue gran cosa, ni siquiera hubo lengua, así que no cuenta como un beso de verdad! ¡Puedes preguntarle a cualquiera en este lugar! — estiro mis brazos como si estuviese siendo lógico y sensato, cuando creo que está más que claro que solo estoy desesperado.

Me encantaría poder cavar un agujero en el suelo y meterme ahí hasta morirme de vejez. ¿Cómo sales del fondo, cuando no tienes idea de cómo llegaste ahí tan rápido? Doy un paso hacia ella, muy vacilante, y luego vuelvo a retroceder porque siento que no me lo merezco — ¿Quieres que entre a buscar a Maeve para que te bese? ¿O… a alguien? — muevo mis manos nerviosas en el aire, creo que estoy hiperventilando — ¡Solo dime cómo lo soluciono, Syv! Que ya no sé por qué de todo vas a dejar de ser mi amiga, cuando yo solo quería una noche normal. ¡Y míranos! ¡Lo arruinamos todo! — y vaaa, ahora soy yo quien se pone a llorar. Intento contenerlo, claro está, pero los ojos se me van enrojeciendo y trato de endurecer mis facciones, lo cual no ayuda en lo absoluto — Me haces una mejor persona, Syv. No soy ni la mitad de buen amigo de lo que tú eres conmigo todos los días. Solo… ¡Perdón! ¡Dejaré que me hagas trenzas en las orejas si te olvidas de todo esto! Por favor — y solo porque puedo ser tan ridículo, clavo una rodilla en el suelo y uno mis manos en su dirección, como el perro mojado que soy en realidad — Seré una buena mascota, pero dejemos de gritar — ¿Ya puedo dejar de humillarme, por dios?
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He dicho más cosas incoherentes en estos últimos cinco minutos de las que he dicho en la vida, siendo como soy una persona con una capacidad para decir cosas que incluso quienes han sabido ser mis mejores amigos, me confesaron que el rumbo inesperado que pueden tomar mis pensamientos los desconcierta. No sé de dónde ha sacado Ken que besarme es la mejor manera para que me calle de una buena vez, ¡o sí lo sé! ¡Ha prestado atención a todas esas películas que decía que no le gustaban por ser tan rosas! Un boliche, bastante alcohol, un callejón, una discusión, besar a la chica es lo que faltaba. ¡Te he pillado, chico! ¡Estabas prestando atención A TODO! Pero no tuvo en cuenta los detalles. ¡¿Qué detalles?! ¡Lo más importante! —¡No ha sido especial!— grito tan fuerte que fuerzo mi garganta y la voz me sale ronca, —¡Tú eres especial para mí! ¡Pero ese beso no lo fue!—, tal vez también me salga más enronquecida por el nudo de llanto que tengo atragantado. —Eres mi mejor amigo…— hombre, no hace falta aclarar. Mimi está primera como la mejor amiga de todo este mundo conocido y ahora tendré que esperar a que caiga un rayo en la antena de la radio central del Capitolio y los astros se alineen para poder hablar con ella de esto, porque el problema aquí es que la persona más cercana que tengo, a la que le contaría esto porque me entendería ¡ya que le pasó lo mismo! y le pediría que me dijera cómo reaccionar, ¿adivina qué? —¡Y ahora no puedo preguntarte qué hacer con este primer beso porque has sido quien me lo dio!

La risa que pasa cerca de nosotros es muy acorde a toda esta situación en general, en la que a mí se me siguen escapando lágrimas como la llorona que puedo hacer y en este momento en una encrucijada de emociones por la cual se me hace imposible responderle. —¿Había algo para disfrutar?— lo pregunto dolida y con el dorso de mi mano toqueteo mis labios buscando la sensación de algo, pero reconozco que puestas así, mis palabras son hirientes. —¡Duró nada! ¡Ni siquiera alcancé a pensarlo! ¡Y no hubo… lengua, ni nada!—. En mi mente estas son las excusas de por qué ha sido un beso de nada, como si hiciera falta buscar excusas de algo, porque… no sé. Si tengo que ir a buscar gente borracha de la discoteca para debatir si ha sido un beso o no, llego a dos terribles conclusiones que me hacen querer llorar hasta que la madrugada pase. —Todos en este lugar vienen a darse besuqueos con ganas que luego olvidarán y yo me llevo el peor de todos, para ser parte de los primeros besos que no fueron besos, ¡y no lo voy a olvidar!—. Salvo que tres chupitos hagan el milagro, ¿es mucho pedir?

¿Se puede ser más idiota? Siempre se puede ser más idiota. —¡No quiero que vayas a buscar a nadie para arreglar lo que tú…!— no me sale decirle que lo arruinó, simplemente no me sale, sé que no es verdad. No arruinó nada, fue un beso de nada, sólo estamos discutiendo por tonterías que se han vuelto tan grandes que están lastimándonos, llorando los dos como un par de tontos, porque creo que lloro aún más fuerte al verlo llorar a él, se me escapa una tos por la manera en que mi pecho me duele por una fuerza que lo oprime, mucho más fuerte que cuando estaba dentro y sentí que el corazón se me rompió dos veces, y es peor cuando se arrodilla, que tengo que apartar la vista para no verlo. Siento todo lo contrario a un corazón roto. —No quiero que seas una buena mascota, quiero que seas mi amigo. ¿Podrías ponerte de pie y darme un abrazo, por favor?— pido, mis párpados cerrados para tratar de poner un freno a tantas lágrimas que terminarán por hacer un río de este callejón, o un mar, o dos mares. —Un idiota acaba de robarse mi primer beso y ni siquiera ha sido un beso de lengua, ¿podrías arreglarlo dándome un abrazo? Necesito de mi amigo para que lo haga.
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No se lo puedo admitir nunca jamás, pero que diga que no ha sido especial me duele un poquitito. Que sé que no lo ha sido, pero también tiene que pensar que podría haber sido mucho peor. ¡Que creo que no estoy tan mal! No me dura mucho la sensación amarga sobre ese detalle en particular, me pilla totalmente desprevenido que diga tan abiertamente que soy su mejor amigo y creo que es por eso que me le quedo mirando como si me hubiera golpeado con un sartén en plena cara — Si te sirve de consuelo, no habría sabido qué decirte — es verdad, en mi poca experiencia no me he tomado los besos como algo serio. ¡Sí, me enfadé con Beverly, pero porque me dejó inconsciente para besarme! ¡Hay un enorme trecho ahí! Y obvio que tiene que seguir siendo hiriente, así que la miro con toda la dignidad que me queda e intento sonar lo más socarrón posible — ¡Si tanto querías lengua me la hubieses metido tú! ¡Ya, olvídalo! Fue solo un segundo, tendrás otros besos mejores, más reales y todo eso, que puedas disfrutar. Si no había nada para sentir, entonces no sé por qué tanto problema — En mi cabeza tiene lógica… ¿En la suya no?

Aún así, la tristeza que me embriaga el pecho no se va, porque si ella llora, significa que de alguna forma la he lastimado y creo que no se lo merece. No entro porque ella me lo pide, pero arrodillarme en busca de perdón tampoco parece ser algo que funcione muy bien. Considero el milagro de la noche que me pida que la abrace, me pregunto si la he oído bien y, al ponerme de pie, me tambaleo un poco, así que me aferro de uno de sus brazos para no patinar — Pensé que ibas a pedirme un beso nuevo para arreglarlo… ¡Ya! — aclaro, sonriendo entre el mar de lágrimas que me ha dejado el rostro enrojecido — Solo estoy bromeando. Es solo… lo siento mucho, Syv. No quería que la noche se arruinase de esta forma — porque fuimos idiotas, los dos. Ella fue mala, yo también. ¡Y no tenía ningún derecho a besarla, cuando fue lo único que se me vino a la cabeza! Voy a tener que hacerme una lista de las cosas que debes hacer y que no debes hacer con las chicas, porque se enfadan muy fácil y no comprendo muy bien cómo funcionan sus hilos de pensamiento. Tal vez, después de convivir con tantas de ellas y con personalidades tan variadas, termine comprendiendo algo.

Dejo de darle tantas vueltas y me estrujo contra ella, apoyando mi mentón en su hombro para que su cabello me cubra el rostro, que debo verme patético. Es tonto como es que necesitamos tanto de los abrazos para sentir que las aguas se calman, más cuando me encuentro hipando por un llanto de borracho que no tengo idea de cómo detener, a pesar de sentirme mucho más seguro ahora que la desesperación empieza a evaporarse — Mira el lado positivo. Si los primeros besos tienen que ser especiales, tú sabes que te lo ha dado alguien que te aprecia de verdad y no ningún idiota que luego irá a romperte el corazón. Los amigos son los que en verdad duran — visto desde ese punto de vista, hasta creo que le hice un favor. Me relamo el sabor de las lágrimas y apoyo mis labios contra su hombro, tratando de calmarme un poco en lo que mi cuerpo deja de temblar, aferrado al suyo ya por necesidad, no solo sentimental sino también porque es una mala idea llorar con alcohol en las venas: el pasillo me da vueltas — Fui un tonto, lo sé. Y Dave es aún más tonto por no salir contigo, así que olvídalo — me alejo un poco, aún la tengo sostenida con un brazo porque uso la mano contraria para darme algunos manotazos en la cara, buscando eliminar las lágrimas — Y no vuelvas a decir que un beso mío no es especial… ¡Que esa mierda dolió! — es un intento de broma acompañado de una risa penosa, en lo que paso de limpiarme a mí a limpiarla a ella, como si eso pudiese barrer toda la mierda que soltamos y que quedará ahí, porque dudo que estemos tan ebrios como para olvidarlo.
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Habrá otros, más reales. No puedo seguir llorando como si tuviera trece años porque un primer beso no sea lo que se espera, no es como si pudiera usar mi varita y hacer que se largue de pronto la lluvia, ni lanzar chispas multicolores que simulen ser fuegos artificiales, esas cosas sólo pasan en las películas de los jueves por la noche en que me atoro de finales felices después de estar toda la semana haciendo resúmenes para la escuela que me dejan la cabeza quemada. Estoy en una edad en la que puedo aceptar que algunas cosas son como tienen que ser, se dan de una manera y es como serán, que ser y será… y ya no sé que me quiero decir, me limpio los ojos con el dorso de mi mano que queda con un rastro del maquillaje. No quiero hacer de esto la cosa más terrible del mundo, porque no lo fue. Solo es la vida con sus imprevistos y besos que son como todos los besos que se dan por ahí, vendrán otros, peores y mejores, si es que vienen y no acabo sola pintando en alguna granja del distrito nueve. Suspiro, es lo que me queda por hacer. —Un abrazo es todo lo que necesito para que cualquier cosa se arregle— lo digo tan bajo que es un susurro que choca con su pecho, cuando rodeo su cintura para entrelazar mis brazos por detrás de su espalda, con mi rostro contra su camiseta así puedo ocultarlo después se tanto patetismo hecho llanto. —Y yo lo siento, Ken— creo que apenas se me entiende, mi boca habla contra la tela y se escucha más como un murmullo. —No quería arruinarlo todo esta noche.

Ya no me parece que lo de Dave sea algo para hacer drama, es un chico más de los que hay muchos, dejaré de reaccionarle a las publicaciones en Wizzardface y tal vez busque a Oliver Helmuth mañana mismo, un crush se reemplaza con otro. Si a Dave le gusta Mimi pese a tener novia, cumpliré con advertirle a mi amiga si se presenta la situación, pero no es algo en lo que tenga por qué meterme tampoco. Tengo todas las ideas un poco más claras mientras respiro lo transpirado que está Ken por estar cubierto de tantas capas de ropa, luego de estar bailando entre el gentío. Una pelea tonta en un callejón es algo que podremos olvidar, y lo del beso… —Lo sé— contesto, tan sencillo como lo es. —Siendo honesta…— no sigo, coloco mis manos en su espalda para que me sea de apoyo, aunque creo que soy quien está cumpliendo con esa tarea en consideración a sus piernas que lo sostienen con poca estabilidad. —Si los primeros besos son importantes, me alegro de que se lo haya quedado un amigo. Es como que se siente ¿seguro? Estará bien guardado— lo último lo digo en un murmullo cada vez más bajo, que me da vergüenza hacer de esto el drama que dije que no haría.

Sonrío para mí cuando su consejo se reduce a olvidarme de Dave, pienso hacerlo desde mañana. No, desde hoy, desde ya. ¿Por qué dedicarle un minuto más? Tiene una novia hermosa que sí no sabe valorar y anda molestando a mi amiga será de idiota, ¡sí como se puso la chica! No me digan que ella también no se puso posesiva, ¡si la mirada que tenía cuando le dijo de irse! —¿Dave quién? No tengo idea de quién me estás hablando— así de fácil, se escucha bien decirlo. Con la distancia que pone entre nosotros puedo hacer un repaso visual de cómo se encuentra, ¿podemos desaparecernos sin que su pie quede detrás? Mis preocupaciones de cómo volveremos a la casa, no en cuestión de modo, más bien de sí tendré que arrastrarlo o no a una cama, los retraso para que pueda quitar lo que me queda de lágrimas en la cara y le sonrío para consolarlo con ese comentario del que tomó solo la mitad. —Pero te dije que tú eras especial— recalco. —Pensaba decirle a mis nietos algún día que no fue un primer beso especial, pero me lo dio un chico que sí lo era. Mi mejor amigo, ¿no?— digo, que nunca pensé que sería él, pero hizo suyo ese puesto. Se siente bien poder pensarlo solamente como que es mi amigo y sucedió con él, dejando de lado todo lo demás que lo hace complicado. —Pero, si quieres, puedes intentarlo otra vez para que sea especial y tomaré todo como un único primer beso, que de todas formas te lo quedas tú— propongo, trato de que suene como una propuesta honesta, nada de mendigar como me señaló la rubia del bar, ni de mostrar timidez porque a este punto no creo que con él tenga algún sentido hacerlo, porque es mi amigo, ¿no?
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Woah, no puedo creer que he conseguido una disculpa de su parte, cuando pensé que lo único que haríamos esta noche sería gritarnos y empujarnos hasta quedarnos sin aire, posiblemente amaneceríamos ebrios en alguna esquina y ahí se habría terminado todo. Pero aquí estamos, envueltos en un abrazo que me tranquiliza, que me recuerda que todo pasa, incluso las disputas más infantiles que pueden surgir en medio de una borrachera pasajera en una noche de bares. La clase de noche que no va a volver a repetirse, pero que me ha valido como experiencia para saber de qué es lo que me voy a perder el resto de mi vida. ¿Me siento mal por ello? No. Tengo otras cosas, como un sinfín de noches mirando películas rosas y, si nos aburrimos de eso, siempre podemos colar un poco de alcohol y algunos cigarrillos. ¿Cuánta juventud nos queda por delante? ¿Podremos disfrutarla toda? Me dan los nervios tontos, porque ella se aprieta contra mí a pesar de que el beso mencionado fue el motivo de la discordia hace unos momentos. Acabo riéndome con un nerviosismo entre dientes — Bueno, muchas cosas están seguras entre amigos. Como los momentos de ebriedad — intento que suene como una broma, pero no lo es del todo. Vamos, que los dos sabemos que, de haber estado solo esta noche, las cosas no habrían terminado bien.

Se me disparan las cejas hacia arriba, pero la sonrisa que le demuestro es de puro orgullo — Nadie importante — le sigo el juego, puedo concederle esa victoria por hoy. David de seguro está enfrentando a sus propios problemas, o tal vez no, pero no está aquí y no voy a preocuparme por él ahora — Ay, sí. ¿Qué tiene de importante ser especial, si tus besos no lo son? Así no voy a conseguir muchas cosas en la vida — sé que ella va a contradecirme, así que le sonrío para indicar que no estoy hablando en serio. Y, en verdad, tengo intenciones de decirle que me basta con que me considere un buen amigo, pero cuando abro la boca y sale un mínimo de mi voz, me termino tragando todas las palabras. ¿Ha dicho lo que creo que ha dicho o el alcohol ya está provocando alucinaciones? — ¿Qué? — me tiemblan los labios, no sé si es porque quiero reírme o mantenerme sereno — ¿Tú… ? ¿quieres que yo te bese? — la señalo, me señalo, como si pudiese así apuntar a lo errada que está por querer eso de mí, cuando hace cinco minutos me estaba empujando a los gritos por hacerlo. ¡Ven! ¿Quién entiende a las mujeres? Echo un poco la cabeza hacia atrás, midiendo lo que ha dicho con la mirada, hasta toparme con sus ojos — ¿Estás segura? — porque si lo dijo para golpearme de nuevo…

No sé por qué estoy nervioso, debe ser porque nunca antes había tenido que pensarlo. Me muevo en mi sitio como si tuviese que tomar envión y, con una relamida rápida a mis labios, inclino la cabeza hacia ella; queda en eso, porque la visera de la gorra choca contra su frente y me hace rebotar hacia atrás, con un quejido mezclado con una risa penosa — Lo lamento. Es un poco complicado… — me excuso con gracia. Tengo que chequear que el pasillo en penumbras se encuentra vacío, para quitarme la gorra y así, ganar unos segundos. No sé para qué me los ahorro, creo que es para medir su reacción pasando de sus ojos a su boca en más de una ocasión en lo que busco volver a acercarme a ella. Mis dedos toman su mentón, acarician el contorno de su mandíbula cuando uno nuestras bocas, en un tacto mucho más lento que antes. Sí, pide permiso, es un beso calmo antes de tomar confianza. Puedo permitir que nuestros labios se reconozcan, tal vez con torpeza, pero nadie puede ser dueño de sus acciones cuando lo único que puedes sentir es el sabor del tequila. Además de calor, pero creo que eso no tiene nada que ver con el alcohol, sí con cómo me pican los dedos.

Para cuando me despego lentamente de ella, me percato de que la he atraído por la cintura y mi pecho presiona el suyo, respirando con cierta pesadez. Tengo la gorra fruncida entre mis dedos, mis ojos tardan en enfocar los suyos y prenso mis labios, alzando suavemente mis cejas en busca de una opinión — ¿Mejor? — pregunto, aunque no estoy seguro de que haya sido esa la palabra indicada.
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Por momentos creo que tantas películas rosas le habrán enseñado algo, en otros creo que descuidé ser quien le explicara lo esencial detrás de todas esas escenas en que los protagonistas tienen sus momentos cursis, tan trillados a veces que se puede ver una repetición en varias películas si se las compara. Podría decir que lo mismo pasa con los besos que la gente da y el problema es que no tengo autoridad para hablar de la materia, de todos modos lo intento. —Creo que ser especial para una persona es mucho más importante que los besos especiales que puedas dar. En algún momento necesitarás rodearte de personas que te consideren especial, los besos especiales sólo… se quedaran en un bar, en un callejón o…— me pongo en la tarea de darle estas explicaciones porque no me percato de su sonrisa, estoy moviendo mi mano en el aire por encima de su hombro, dando cátedra de cosas que podrían haber surgido una escena cliché y en cambio lo planteo porque tiene que ver con nosotros, si bien hay algo en todo que no termina de encajar, no es como si… nos hubieran sacado de alguna de esas películas. No somos de ficción, si lo fuéramos esto se contaría de una manera muy distinta, con tintes rosas.

Procuro sostener mi magullada dignidad y mostrarme impasible a lo que decida. —No te sientas obligado. Si quieres, hazlo, pero si no quieres, lo dejaremos correr— musito, mientras él parece evaluar la conveniencia de otro beso que compense el anterior, tanto que se ha disculpado por hacerlo de improviso y lamentado de que no lo considere especial, pero no parece que quiera intentarlo y ensancho mi sonrisa para insistir en que todo estará bien si decide respetar la línea entre nosotros, aunque no sé qué daño puede causar un segundo intento. —¿Si…? Estoy segura, creo. Puedo intentar aportar de mi parte—. No sé bien cómo sería eso, me quito presión porque se trata de Ken y como es oficialmente el primero no habrá muchas expectativas puestas.

Ladeo mi rostro para poder acercarme a su boca cuando se inclina, mis labios tiemblan por una risa cuando choco mi frente con su gorra, ¿debo tomarlo como una señal de que esto es una idiotez y apartarme? Por respeto al riesgo que asume al quitarse la gorra, no me retiro. Por un segundo que no acaba, en que mi corazón da dos saltos dentro de mi pecho, aguardo a sentir la presión de sus labios, una sensación que se vuelve caricia cuando respondo buscando conocer su boca y que me embriaga de sabor, solo en parte alcohol, cuando sostengo su mandíbula para ascender con mis dedos por los lados de su rostro, así puedo presionarme contra él cuando me envuelve con sus brazos. Me concentro en el modo en que nuestras bocas se encuentran y se tropiezan, en tratar de hallar la manera en que pueda respirar, si es que se tiene que respirar en estos casos o tengo que hacerlo como al bucear. No dura mucho más como para que se me acabe todo el aire, así que dejo que se busque en mi mirada para tener una confirmación que sé que la necesita para sus inseguridades, me había dicho que le dolía lo que dije sobre que no fue especial y no quería que se quede con eso. —Tendré que retocar algunos detalles de contexto, pero es un primer beso del que podré hablarle a mis nietos, de los que te hacen sentir mariposas— por mi sonrisa puede ver que bromeo sobre esto, no es… «mariposas» propiamente lo que se siente, pero ya entendí la metáfora. —Y tienes un rico sabor. ¿Crees que todas las personas tendrán un sabor distinto?— pregunto, por curiosidad en la causa.
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Kendrick O. Black
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De entre todas las maneras en las cuales podía terminar la noche, jamás habría creído que terminaría besándome con Synnove Lackberg; dato que espero que su padre no conozca nunca. Estoy ebrio, sí, pero creo que estoy aún más ebrio de algo que no reconozco cuando me doy cuenta de que no va a decirme nada negativo y yo soy libre de ir sonriendo, poco a poco, hasta que la expresión cómplice y divertida curva mis labios hacia arriba — Mariposas — lo repito, entre burlesco y desconfiado, por lo que sacudo ligeramente la cabeza. Estamos lo suficientemente cerca como para que mi flequillo despeinado roce su frente, así que soplo hacia arriba para apartarlo del camino — No lo sé… — me deja pensando en una duda que no puedo responder ahora, no he besado a tantas personas como para analizar las distintas clases de sabores que se me presentaron en mi corta experiencia — Siempre me dio la sensación de que tiene que ver con… bueno, Lea variaba acorde al día, Maeve sabía a alcohol… — que ahora que lo pienso, acabo de romper mi propio inexistente récord. No sé en qué clase de realidad paralela estamos, que acabé besando a dos chicas diferentes en un plazo menor a una hora.

El bajar la mirada es lo que me ayuda a recordar que aún la sostengo contra mí, así que la suelto como si me hubiese propinado una patada eléctrica y uso las manos atolondradas para volver a colocar la gorra en su sitio, como si de esa manera pudiese estar a salvo, invisible en un sitio en el cual ninguno debería estar — Eso fue… — me relamo vagamente, como si de esa manera pudiese testear su boca, a la cual miro un momento antes de subir nuevamente a sus ojos — Nunca había besado a alguien así. Ya sabes, como un beso normal. Siempre fue… besuqueos… tú me entiendes — No, creo que ni yo lo hago. ¿Qué diferencia hay entre meterse mano en una cama o sofá, morrearse en una barra y abrazarte en medio de un callejón oscuro? Bueno, creo que la hay, pero no puedo encontrarla. ¿Por qué Dave no está ahora que sí lo necesito, como para que me aclare una duda o dos sobre chicas? Ay, no, mejor no, que si le cuento lo que ha pasado, se pondrá en pesado.

¿Y ahora qué? ¿Seguimos siendo amigos, como si nada hubiera pasado? ¿O será como pasó con Lea, que nos besaremos por puro aburrimiento porque ya no tenemos nada más que decirnos? Tal vez lo mejor ahora sea regresar a casa, lavarnos las caras y dormir, porque parece que es lo único que queda por hacer. Ya gritamos, ya lloramos, ya pateamos el suelo, ella ya sintió mariposas. Me llevo las manos al estómago, como si así pudiese chequear si yo también las siento, pero no estoy seguro — ¿Sabes? Besarte en primer lugar quizá fue una estupidez, pero no me arrepiento de haberlo hecho — musito — También eres una amiga especial para mí. Y tu boca también sabe bien. Y creo que también pude sentir… — no, no son mariposas, error. O tal vez lo fueron, pero ahora mismo quieren salir volando, porque me doy vuelta rápidamente y me lanzo sobre el primer contenedor de basura que encuentro para vomitar la vida. La gorra no se me patina de puro milagro, las arcadas son desagradables y, cuando todo termina, tengo la frente sudada y los ojos llorosos. Pero qué humillante — No le digas esto a tus nietos, por favor — me sale la voz atragantada, aún tengo las manos aferradas a los bordes de la basura y siento que me tiemblan las piernas. Escupo, porque soy así de delicado y me incorporo con mucho cuidado, cerrando los ojos con fuerza ante el asco que siento — ¿Podemos ir a casa ya? Tengo miedo de vomitarte en los zapatos. Al menos no fue en tu boca, eso hubiera sido… horrible — solo porque no me da más el alma, paso un brazo por encima de sus hombros y escondo el rostro contra su cuello, esperando que nos saque de aquí.
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Mariposas, tu sabes…— digo, mi mirada tan clara que parece transparente al perseguir sus ojos para que pueda comprender lo que no creo que se diga, que yo sepa nadie se pone a hacer un recuento de todas las sensaciones que le provoca un beso cuando acaba, de cómo hasta las yemas de los dedos cosquillean y ese mismo cosquilleo baja por todo el cuerpo, y que poner toda la atención en el punto donde nuestras bocas coincidían, no me hizo indiferente a otras cosas que también estaban pasando en otros sitios. Supongo que no es lo mismo dar un primer beso cuando eres una niña y el beso en sí es lo que importa, a hacerlo siendo un poco más grande cuando abrazar a la otra persona se hace parte del calor que nos caldea desde adentro, con sus brazos a mi alrededor se siente cómodo también, debe ser por eso que no me doy cuenta que seguimos sosteniéndonos del otro cuando el beso terminó.

O también puede ser porque no se me hace que esté mal abrazar a Ken, seguir abrazada a él mientras me explica desde su experiencia qué gusto sentía a cada beso y a punto estoy de preguntarle por el sabor del beso de hace un momento, cuando se aparta de improviso, haciendo que también me eche hacia atrás. Presiono mis labios en una línea de autoimpuesto mutismo para no decir nada al respecto que lo vuelva incómodo, cuanto más natural podamos tomarlo, mejor. Por eso, luego de pensarlo dos segundos, decido responder con una broma. —¿Un beso normal? Pensé que era especial— sonrío mostrándole una curva traviesa que va menguando. —Supongo que es diferente con cada persona— es la conclusión final a la que llego, para la que no hace falta una inteligencia fuera de lo común.

Vuelven a alzarse mis labios en una sonrisa más ancha por lo que dice a continuación, no alcanzo a contestar a su amabilidad porque cierra el momento doblándose sobre uno de los contenedores para vaciar todas las mariposas de su estómago, son criaturas peligrosas de tener dentro. Contengo la risa y cubro su frente con mi mano al sostenerle la cabeza cuando me acerco a él para que pueda vomitar sin que se caiga dentro de la basura. Voy retirando los mechones húmedos para darle algo de alivio con la caricia, lo nauseabundo de toda la situación también hace que me pique la nariz. —¿Estás bien? ¿Quieres sentarte un momento?— inquiero, que su preocupación sea otra me causa gracia. —No diré ni una palabra sobre esto, nunca— se lo prometo, otro de los detalles de contexto que se perderán en el relato oficial... que salvo a Mimi, no podré contar a nadie, así que tendré que esperar a que pasen cincuenta años y sean a mis nietos. No hay manera de que algo así pueda contar en mi familia, ¡olvídalo! Si llegamos y pasa desapercibido lo borracho que está Ken, tendremos que dar las gracias.

Ese hubiera sido el peor beso de la historia—. No creo que hubiéramos podido recuperarnos de que besarme le diera nauseas. Pero el que fue se sintió bien, que vuelvo a pasar mi brazo por un lado de su cintura para acariciar lo amplio de su espalda y así sacarle la sensación de las arcadas, abrazándolo de nuevo para poder desaparecernos. Presiento que con su estómago débil la sacudida de aparecernos le hará vomitarme de todas formas y el vestido acabará en desastre, pero lo traje aquí con estos riesgos apuntados. Sonrío contra su pelo cuando me doy cuenta de que casi todos sus propósitos se cumplieron. —Trata de no pensar por dos segundos— le pido, llevándolo conmigo al desvanecernos del callejón en el momento en que la puerta vuelva a abrirse para que salga otro par en una situación muy parecida en que son puros gritos y el chico se tambalea mientras responde de la misma manera.
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