The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Las lluvias de abril me hacen pensar que la primavera no es lo que se supone que debería ser, en especial cuando los ánimos están lejos de hacerme sentir en una época supuestamente activa. Los rumores que corren en el ministerio son fuertes, los papeles que he tenido que firmar a petición de Magnar son un secreto a voces sobre los permisos que incluyen nuevos horizontes que no puedo conversar con nadie fuera de las oficinas y, a mi pesar, me hacen sentir demasiado incómodo. Número uno: estoy poniendo mi firma en los documentos de un nuevo evento que castigará abiertamente a los traidores, haciendo que retrocedamos algunos pasos y agitemos las olas. Número dos: le he lavado el cerebro a una rebelde para que sea nuestra espía. Número tres: me ando mordiendo las uñas porque sé que no puedo dar un paso en falso, que mi familia está controlada. Número cuatro: el psicomago no me atiende el teléfono así que tengo que encontrar otros modos de pasar el domingo en casa sin un colapso nervioso. En obviedad, como Meerah está en la casa de no-sé-quién y Lara se encuentra durmiendo una siesta por culpa de lo agotada que se encuentra por el embarazo, mi atención esta tarde se la lleva el cuarto de la bebé.

Me paso una mano por la frente y me quito algunos de los mechones, ya demasiado largos y que han causado algún que otro comentario en el trabajo sobre que me estoy dejando estar, como si tuviese tiempo para un corte de cabello. Mientras que en mi mansión en la isla puedo pedir ayuda a los elfos, aquí he optado por seguir las normas que hacen que Scott se tienta más cómoda y busco acomodar las cosas con mis propias manos. Ahora mismo, me estoy peleando con la cajonera que compré esta semana, ubicada a pocos pasos de la cuna para tener todo a mano cuando a la niña se le dé por nacer. ¿Por qué ni siquiera sé cómo se supone que debo mover la varita para poder acomodarla? Llegué a este punto en el cual estoy de cuclillas frente al mueble, con la varita en la mano y una expresión de concentración que se me descoloca cuando siento pasos y, al girar la cabeza en un sobresalto, me encuentro con la inesperada figura de Mohini. ¿Ha tocado el timbre o tiene llaves? Ya ni me acuerdo.

No sabía que vendrías, Mo — suspiro de alivio porque sea ella y no alguna visita indeseada, doy un golpecito a mi rodilla con mi varita y me enderezo, estirando mi columna para hacerla tronar — ¿Te gusta? Es para los pañales y esas cosas — que no sé qué cosas son, Lara dijo que necesitábamos una así que hubo que comprarla — Le falta algunos tornillos, pero jamás he sido bueno reparando o armando cosas. Y tu hija está durmiendo… ¿O ella fue quien te abrió? — tal vez habían planificado un domingo en familia y yo ni enterado.
Hans M. Powell
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Mohini R. Khan
No hace falta dar muchas vueltas para llegar a la conclusión de que las últimas semanas han sido de locos para todos. No he salido de una que ya me encuentro enfrascada en otra movida en la cual ni siquiera me he metido yo por elección propia en primer lugar, porque si todavía fuera buscando problemas, pues por lo menos tendría a alguien a quién echar culpas, a mí misma. Que en parte sé que debo echarme las culpas por decisiones pasadas que me han llevado a esta situación, una que no puedo compartir más que con mi hija y que ni siquiera sé por donde empezar. No son noticias agradables las que he recibido en el último mes, y creo que es precisamente por eso por lo que no me sale el tener esta conversación con Lara, a pesar de que mis visitas han ido en aumento ahora que la llegada del bebé se avecina cada vez más próxima. Creo que esa es otra de las razones por las que he decidido esperar, porque no necesita de más preocupaciones que añadir a las que ya tiene por estar llevando en su vientre al nieto de un terrorista. En fin, que cuando le dije que si no podría haberse conseguido a alguien un poco menos enrevesado lo decía por algo, si ya me lo olía yo, tengo como un radar para estas cosas.

Como no puede ser diferente un domingo por la tarde, a la hora a la que acostumbra Lara a estar dormida, cierro la puerta tras de mí para aparecerme a un par de calles cerca de su casa, que luego me encuentro con que está lloviendo y tengo que acelerar el paso maldiciendo en voz baja por haber decidido hacer un poco de ejercicio precisamente hoy. Uso las llaves que concretamos que tendría para abrir sin hacer mucho ruido, aunque si sigue teniendo el sueño similar al de su adolescencia, bien podría caer una bomba que no se enteraría, y si tomo la precaución es porque sé lo irregular que puede llegar a ser el descanso durante un embarazo. Sacudo un poco el abrigo antes de colgarlo sobre el perchero de la entrada, dispuesta a ir directamente a la cocina para limpiar y ordenar un poco el pifostio con el que siempre me encuentro al llegar mientras ella duerme. No obstante, unos ruidos me hacen elevar la cabeza hacia el techo, como si tuviera rayos x y pudiera ver a través de él. Me resulta algo raro que sea mi hija la que está despierta, de modo que no me cuesta mucho atar hilos hasta que la propia figura de Hans me confirma lo que estaba pensando.

Le echo un vistazo a lo que parece que está arreglando, alzando la barbilla en interés hasta que el propio hace lo suyo y doy unos pasos para adentrarme en la sala y poder ver lo que está haciendo con una mejor visión. — Muy acorde a la habitación, sí, me gusta. — sonrío, aunque parece que a él le está costando algo más eso de que le guste y no puedo evitar soltar una risa entre dientes. — Seguro estás haciendo que resulte más difícil, ¿no has seguido las instrucciones? — me acerco, acomodo una mano sobre el armarito e inclino la cabeza solo para sacar uno de los cajones y ver que, efectivamente, está un poco desequilibrado. — Algunas cosas parecen más difíciles de lo que en realidad son, ya lo irás viendo. Trae. — y no solo lo digo haciendo referencia a la cajonera, sino todo lo que sé que está pasando por su cabeza con lo del embarazo y la paternidad. Si no hubiera tenido esta misma conversación con Lara ya ochenta veces... Me hago un espacio delante para curiosear con mis manos, sacando alguna que otra pieza solo para terminar encontrando el error con facilidad, y es que ha juntado dos cosas que no van y usado los tornillos para tratar de arreglarlo. — Ya, como nuevo. ¿Ves? Solo hay que prestar algo de atención a los detalles, el resto funciona solo. — le dedico una mirada, sonriendo levemente en señal de comprensión. Abro el cajón y lo cierro un par de veces, viendo que ahora está en perfecto funcionamiento. — Tengo llaves de la casa, en caso de que ocurra alguna emergencia. — explico tranquilamente, que esperemos que no, pero nunca se sabe.
Mohini R. Khan
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Pues claro, pero siempre he tenido gente que haga estas cosas por mí — no hace falta aclararlo, puesto que creo que es un poco obvio por la inexperiencia que demuestra la cajonera y su aspecto general. Nunca me faltó el dinero y, aún cuando eso no era necesario, era su hija quien solucionaba mis problemas con cachivaches que acababa utilizando en mi propio beneficio. Me hago a un lado para que sea ella quien se encarga del tema y cruzo mis brazos en un intento de ver mejor lo que hace y cómo lo consigue — Puedo decir que soy un novato en esto, pero deberías ver que bien me ha quedado la instalación en el lavadero — que no hice solo, pero eso es un detalle minúsculo. Al notar que parece haber encajado las cosas como corresponden, estiro un poco el cuello y asiento con la cabeza, mostrándome ligeramente sonriente — Gracias, Mo. Te deberé otro vino — me inclino para agarrar el manual de instrucciones que dejé a un lado en el suelo, pero algo en lo que dice hace que me quede quieto con los dedos en el aire y la mirada fija en los papeles.

Me gustaría preguntar qué clase de emergencia tiene en mente, pero sé que estoy siendo paranoico. Con su hija embarazada y entrando en el tercer trimestre, los sustos van a ser moneda corriente y estoy más que seguro de que no podré hacerlo solo. Meerah puede ser de ayuda en algunas ocasiones, pero necesitamos también de alguien con más experiencia y no podemos llamar a Rose a cualquier hora, con un hijo propio de quien encargarse. ¿Y qué mejor opción que la abuela que se muere por estrenar ese título? — Creo que Lara lo comentó en algún momento — murmuro con calma y tomo el manual para pasar algunas páginas hasta encontrar los detalles finales, en los que pretendo mantener toda la concentración — Es bueno tenerte por aquí, creo que eso la mantiene un poco más tranquila. No me imagino como debe ser todo esto para ella — porque no estoy en sus zapatos y, en las últimas semanas, creo que he estado un poco distante, dentro de mi propia cabeza.

Me rasco por debajo de un ojo, allí donde sé que existe una pronunciada ojera que combina muy bien con su hermana del lado derecho. A pesar de que lo intento, no consigo ver las letras y eso hace que parpadee hasta alzar la vista en dirección a la mujer, fijándome por primera vez lo mucho que su hija se asemeja a ella — ¿Crees que lo haremos bien? — sé que es una pregunta inesperada, en especial porque creo que nunca he estado a solas con ella más allá de alguna cena con algunos minutos de ausencia de Lara — Cuando me conociste, temías que mi trabajo no me permitiera estar tanto como debería. Te dije que no haría falta que te preocupes, pero aquí estamos… tienes una llave para emergencias — intento sonreír con cierta gracia, pero creo que conservo cierta amargura porque sé que cuando yo no esté, Mo es la opción más segura de un cuidado. Golpeo el manual contra mi palma y chasqueo la lengua, ladeando la cabeza con resolución — ¿Sabes? Podemos dejar el mueble por unos segundos. ¿Quieres café?
Hans M. Powell
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Mohini R. Khan
Sonrío con gracia, dedicándole un gesto con mi mano para restarle importancia, aunque lo del vino me lo guardaré para una próxima vez, en caso de que necesite de un motivo por el cual emborrachar al padre de mi nieta, porque sigo sin poder llamarlo oficialmente yerno, ¿verdad? — Bueno, puede que ahora resulte insignificante, pero dentro de unos años mirarás esa misma cajonera y pensarás: qué bien hice en montarla yo mismo. Cuando tu hija sea ya algo más mayor y no puedas creer en lo rápido que pasa el tiempo, cuando hace nada estabas peleándote con ese mismo mueble y ella ni siquiera había nacido. — no lo digo porque me haya pasado, para nada. Y tampoco lo digo por dedicarme a la mecánica, pero la satisfacción de poder usar algo que tú mismo has creado resulta mucho más gratificante que cualquier cosa que hayan podido hacer por ti. Le doy una palmada en el hombro de consolación, que yo misma he estado en esa situación, cuando ahora probablemente no pueda ni creerse que dentro de unos meses vaya a conocer a su hija.

Asiento con la cabeza, en silencio y manteniendo fija la cabeza en la estantería mientras paso la palma por la superficie con bastante calma. — Tranquilidad es todo lo que necesita ahora mismo, nunca es fácil, pero a estas alturas cualquier cosa que la altere puede ser perjudicial, tanto para ella como para el bebé. — y claro que no se imagina como debe ser el estar dando cobijo a un pequeño ser, cuidándolo cada uno de los días hasta que pueda crecer por su propia cuenta. Él es hombre, no espero que entienda lo que se siente, por eso solo le dedico una sonrisa compasiva, puesto que tampoco pretendo echarle algo así en cara, menos cuando me hace esa pregunta a continuación. — Claro que pienso que lo haréis bien, he visto como cuidas de Meerah, incluso cuando se trata de situaciones diferentes, no tengo ninguna duda de que a esa niña no le faltará de nada. No digo que será fácil, pero... la familia hay que cuidarla, y he comprobado lo mucho que significa la tuya para ti, Hans. — no voy a mentir, a pesar de que siempre mantendré firme la idea de que los Powell me resultan demasiado complejos, no sé si por lo que sufrieron o por lo que hicieron de ello. A lo que dice a continuación, no obstante, tengo que deshacerme de mi rostro sereno para soltar una mínima y suave carcajada. — La llave de emergencias es solo porque tengo una hija tan melodramática que es capaz de llamarme por una tontería, como que se le ha antojado un postre casero, pero por lo demás... nunca está de mal tenerla. — bromeo, que también se le ha ocurrido llamarme por cosas todavía más insignificantes.

Un café ahora mismo me vendría de perlas, con las prisas apenas tuve tiempo de ordenar mi propia casa como para tomarme cinco minutos de descanso. Es domingo, se supone que deberíamos estar relajados y parece que con esto de lo del bebé estamos todos más estresados que nunca. No hace falta que responda a su propuesta porque con un gesto de cabeza queda claro hacia donde me dirijo. — ¿Y tú cómo estás llevando todo esto, Hans? — pregunto interesada mientras bajamos las escaleras para dirigirnos hacia la cocina, donde empiezo con la preparación del café. — Entiendo que han sido semanas complicadas para todos nosotros, además del bebé, pero con todo lo que ha ocurrido... — no digo más, no hace falta que sea más clara para saber a lo que me refiero. No pretendo meterme en su vida personal mucho más allá de a lo que mi hija y nieta respecta, pero si va a formar parte de mi familia, supongo que no hago mal en interesarme sobre lo que tiene lugar al otro lado del muro, ese que separa todo lo que no sé acerca de los Powell y su situación actual.
Mohini R. Khan
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Intento que no se me note que la palabra "tranquilidad" me provoca cierta sensación de incomodidad, cuando sé muy bien que el ocultar la mitad de mis problemas se debe a que no quiero que Lara se entere de lo que está ocurriendo en mi oficina y la preocupación adelante el parto de alguna manera riesgosa. Debe ser por esto que fuerzo una sonrisa cuando señala lo mucho que me preocupa mi familia, cuando no tiene la menor idea de lo que he llegado a considerar con tal de protegerles, incluyéndola — Lo tuyo es un voto de confianza — intento sonar más divertido de lo que en realidad me siento, pero en verdad agradezco que esa sea su respuesta. Con respecto a lo otro, me consume un fugaz alivio y ruedo los ojos con una sonrisa más honesta — Un día de estos dirá que rompió bolsa y de seguro habrá sido solo la bebé acomodándose o algún antojo de dulce — aún así, no digo lo agradecido que estoy con saber que ella estará aquí si es necesario.

El movimiento me da la excusa de no tenerla de frente cuando la dejo pasar primero, de manera que mi rostro puede enfriarse mientras bajamos las escaleras y humedezco mis labios con la punta de la lengua — Pues... bien. No diré que estuve tranquilo, porque eso sería una enorme mentira — que sé que ella está al tanto de lo que ha pasado, todo el país lo sabe. Me descoloco un poco al ver como se pone a preparar el café y, por las dudas, me adelanto a sacar las tazas de la alacena — La propuesta incluía que yo los prepare, pero bueno... — con una sonrisa pequeña, recargo parte de mi peso y asomo la vista por la ventana de la cocina, esa que me permite ver la extensión del jardín. El clima se encuentra del asco, los árboles se sacuden con suavidad gracias a las gotas de lluvia que enfrían el ambiente. Y el olor al café me hace sentir un poco más seguro, incluso cuando sé que es una ilusión.

Harán unos nuevos juegos. Con diferentes normas y sin ganadores — se me escapa sin siquiera meditarlo, de un tirón semejante al sacarse una bandita de la piel sensible. Con un suspiro de cansancio, me masajeo la sien — No le he dicho nada a Lara, no quiero preocuparla. Pero los llenarán con muggles y traidores y eso incluye a mi padre y... — uno de mis nudillos golpetea la mesada con nerviosismo. Al final, ladeo la cabeza para mirarla — No sé como pueda afectar a nuestra familia. Estoy haciendo lo que tengo en mis manos para que dejen de señalarnos con el dedo, pero temo que eso no sea suficiente — si hacen de esto un espectáculo, siempre necesitarán a quien culpar. Solo espero que no llegue el día en el cual me arrepienta de haber jurado lealtad sin algún contrato mágico de por medio.
Hans M. Powell
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Mohini R. Khan
Suelto un suspiro dramático, que me obliga a rodar los ojos con algo de gracia en el rostro, porque si no fuera por confianza creo que ni siquiera me encontraría aquí, dispuesta a dejar que este hombre forme parte de la vida de mi hija. Esa mujer por la que los dos podemos confirmar que haríamos hasta lo imposible solo por cumplir con sus antojos y exigencias de embarazo, buscando darle una tranquilidad que ninguno sentimos por los tiempos que corren. Por eso solo afirmo con la cabeza, algo distraída con la cafetera, pero sin perder el hilo de lo que me está diciendo. — Nadie te culpa por sentirte así, creo que tienes más de un motivo valido para hacerlo. A la gente le va a costar olvidar lo que ocurrió, eso no te lo negaré, pero… — medito un segundo las palabras, repasándome los labios con la lengua ligeramente mientras pienso en como poner lo siguiente sin sonar demasiado invasiva. — Solo espero que comprendas que al formar parte de la vida de mi hija, eso también me incluye a mí, y no pretendo excederme en confianza, pero quiero que sepas que puedo estar para tu familia, para ti, tanto como lo puedo estar para Lara, siempre que lo necesites. — estiro el brazo solo para posar una mano sobre sus nudillos y darle un ligero apretón, mis labios delimitando una sonrisa bondadosa. Para eso está la familia, incluso una tan extraña como esta.

Con una risa me hago con las tazas que él mismo ha conseguido del armario, muevo las cejas con gracia y comienzo a llenar cada uno de los vasos vertiendo de la cafetera su interior. — No es molestia, además, ya le estoy cogiendo la maña a esta cocina, pronto ni siquiera os dejaré entrar aquí. — obvio que estoy bromeando, pero es lo que tiene ser madre, uno se acostumbra a hacer este tipo de cosas por los hijos, invitados, o quien sea que aparezca por la puerta. Se llama ser servicial y mis padres, que en paz descansen, insistieron mucho en eso, creedme. Le tiendo la taza, dejando a su libre elección que él mismo decida si quiere tomarlo con algo de leche o azúcar, más por mi parte soplo un poco el contenido antes de llevarme el vaso a los labios. Para cuando habla me hubiera gustado darle un trago, pero creo que sus palabras tienen el mismo efecto que la propia cafeína y me quedo tiesa en el sitio, con la mirada fija en sus ojos y la taza apenas rozando mis labios.

Actúo más calma de lo que en realidad siento en el cuerpo, una motivación que he aprendido a controlar con el paso de los meses y la caída de tantas noticias poco convenientes. Esta, no parece otra más que añadir a la larga lista de cosas por las cuales preocuparse. — ¿Cómo sin ganadores? ¿La finalidad de los juegos no era esa? ¿Tener al menos un ganador? Van a lanzar a un grupo de gente a matarse entre ellos por… ¿mero espectáculo? — la idea me revuelve el estómago, lo suficiente como para bajar lentamente la taza y atrapar la cerámica entre mis manos, que se calientan por el propio calor que emana de ella y eso me hace relajar un poco la tensión que empieza a acumularse en mi cuello. — ¿Y tú has firmado para permitirlo, no es así? — no es una pregunta que vaya con intención de ofenderle, sino más que nada para confirmar datos. — La gente se pondrá furiosa, será como dar un paso atrás en la historia, pero no voy a decirte algo que no sepas ya de antemano, si lo que has hecho es aceptar esa propuesta, supongo que sabrás que tendrá sus consecuencias a futuro, ¿debo preocuparme por ellas? — porque no es como si no tuviera suficiente con el padre terrorista, como para añadir que el pueblo se le salte al cuello, y eso sí afecta directamente a mi familia. — Entiendo que no es el momento oportuno para oponerse a las peticiones de Magnar, y supongo que también eres consciente de a lo que te expones tomando esa decisión, no voy a meterme en tu trabajo, Hans. — aclaro, con la voz un poco más seria de lo que en realidad pretendo. — Solo… comprenderás que no quiero un mundo así para mi nieta, ni para mi hija, como estoy segura de que tú tampoco quieres criar a tu hija en él, a ninguna de las dos. — lo digo, pero también entiendo que, con como están las cosas, no hay decisiones buenas y malas, sino más o menos acertadas. No estoy segura de cómo calificar esta. — Y en lo que a tu padre respecta… siento de veras lo que le ocurrió a tu familia, no puedo si quiera imaginarme lo que tuvo que ser vivir algo parecido, pero… si va a suponer un peligro para mi hija, mi nieta, no lo quiero cerca. — declaro, sin apenas pestañear.
Mohini R. Khan
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Se me van los ojos al modo que tiene de tocar mis nudillos y acepto ese gesto, a pesar de la agradable sorpresa que significa. No estoy acostumbrado a que las personas entren a mi vida o dejen una puerta abierta a las suyas, me he encargado por mucho tiempo de ello. Sé que la pasada Navidad no fue perfecta, pero me hizo dar cuenta de lo mucho que ha cambiado el cuadro en tan poco tiempo y ahora, como un sujeto preocupado, puedo elegir hasta dónde sostenerme en ello. No me atrevo a decir nada, solo muevo la mano para darle una palmadita a la suya y mis labios se aprietan en una vaga sonrisa que acompaña al movimiento de mi cabeza, tomando todo lo que me ofrece. La presencia del café es suficiente para desviar mi atención y comodidad, se me escapa una risa que delata cierto grado de pánico ante la idea de tener a una suegra instalada dentro de la casa todo el tiempo y creo que me paso un poco poniéndole azúcar al café por ese mismo motivo — Tampoco podemos abusar de tu cordialidad, sé que tienes tu vida… — que en otras palabras es un “aprecio tu buena voluntad, necesito tiempo a solas con tu hija, gracias”.

Incluso me aguanto el sabor demasiado dulzón del café, me permite centrarme en una conversación que no pensé estar teniendo con ella, aunque supongo que necesitaba salir por algún lado. ¿Y quién mejor que la mujer que mejor puede cuidar de mi familia si yo estoy afuera peleando una guerra desde el sillón más incómodo de los ministros? — Supongo que conoces el concepto de los gladiadores — comienzo, hablando sobre el borde de la taza — Pues… algo así. Habría ganadores por arena, pero volverían a combatir en la próxima. Su idea es utilizar a los muggles y traidores que consigan no solo para entretener, sino también para castigar — bajo un poco el recipiente para poder relamerme los labios humedecidos de infusión y asiento, porque creo que es obvio que no pueden hacer nada de eso sin las acciones legales que yo mismo he autorizado. Ahí estoy yo, en la lista de los nombres que han ayudado a construir ese pequeño teatro sangriento — Magnar cree que son medidas necesarias para poner a la escoria en su lugar. Yo no estoy tan seguro y me preocupa la reacción de los civiles. Sé que no soy el que defiende a los traidores — se me arruga un poco el ceño, mi postura siempre ha sido más que obvia — Pero prefiero un juicio limpio a una masacre que puede resultar polémica. De verdad espero que nada de esto tenga repercusiones en nuestra vida y trabajaré para que no les afecte, de verdad — antes era mucho más sencillo, la gente me detestaba solamente a mí. ¿Qué le haré a mi familia si el pueblo toma más odio por mi apellido? Y aún así, está la promesa de Abbey, a la cual tomo con pinzas. El recuerdo hace que me tiemble la mano y debo sujetar la taza con ambas para disimular el movimiento.

Yo solo quiero un mundo donde ellas sean libres, Mo. Que estén seguras y puedan crecer con la libertad que magos como nosotros no tuvieron. Estoy buscando cómo conseguirlo — apoyo mejor mi cuerpo en la mesada al voltearme para poder hablar de frente, doy un sorbo y tuerzo la boca. Me pregunto a dónde quiso ir con ese comentario de mi padre, así que hago tronar mi cuello moviendo la cabeza con lentitud de un lado al otro — Créeme, Hermann no volverá a acercarse. Ese hombre no tiene nada que ver conmigo y si hay una persona a quien le deseo participar de ese coliseo, es él — siento el veneno salir entre mis dientes, el enojo hace que sujete la taza de manera que mis nudillos se ponen un poco blancos. Tengo que respirar con calma y cierro los ojos un momento — Nos vigilan, Mo. Ellos… — no sé cuando pasé a verlos como otro equipo, cuando sé que trabajo para ellos y su bando en esta guerra — Mi padre nos puso en la mira y Lara no ha ayudado retando a Magnar adelante de todo el mundo. Si yo no firmo lo que ellos desean, si no soy el ministro que necesitan… — la frase queda en el aire, pero sé que ella es lista como para entenderme. Si alguien tiene riesgo de terminar en la arena que tiene mi firma, soy yo o alguno de nosotros. Me atrevo a mirarla, aunque con algo de pesar — He prometido portarme bien y obedecer mientras ustedes sigan fuera de esto. Tú y yo sabemos que tu hija no es buena callándose la boca y no quiero preocuparla o que vaya corriendo a agarrar a Magnar de las bolas, así que no le he dicho nada. Espero que tú tampoco lo hagas — es mi pequeño voto de confianza. Un trueno se escucha a lo lejos, pero apenas le presto atención— Solo quiero que sepas que haré lo que sea porque ellas estén a salvo. Y lamento mucho que tu familia esté envuelta en esto, no es lo que yo esperaba. Simplemente… pasó — porque no planeaba enamorarme, ni ser padre, ni tener una casa cerca de la playa. Ahora mi cordura depende de sus vidas, a las cuales no puedo esconder en una caja debajo de las escaleras, por mucho que así lo desee.
Hans M. Powell
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Mohini R. Khan
Me permito el llevarme la taza a los labios, solo para sentir sus palabras mucho más amargas que el propio café en sí mismo. Lo que dice no es más que una muestra de lo que ya llevo comprobando en los últimos meses, que tenemos un presidente al que se le está yendo la cabeza por momentos, pero que como ciudadanos no está en nuestro poder el revelarnos contra sus alocadas ideas. Y sé que suena egoísta por mi parte, pero en lo que a mi familia se refiere, tengo que alegrarme de que ninguno se encuentre en la categoría de muggle o traidor. Al menos de momento, eso es algo que sé que tengo que cuidar a partir de ahora, y no solo conmigo misma, sino con mi hija también. Aun así, muevo las cejas hacia arriba en lo que un suspiro corto se escapa de mis labios, desinflándome los pulmones, porque sé hasta donde puede llegar la aseguración de unas palabras, y no es tan lejos como nuestras acciones en sí. — Si crees que esta es la manera de proceder, tomando en consecuencia lo que pueda responder el pueblo, no seré yo quién te diga qué no hacer o qué firmar. Confío en que llevas suficiente tiempo en esto como para saber cuando la bola que se está creando puede llegar a volverse contra ti. Solo espero que en caso de hacerlo, tengas en cuenta a quién puedes arrastrar con ella. — el tono de mi voz es calmado, transmite una serenidad que no siento, más también refleja un matiz diferente al de antes, y es de advertencia, porque ahora no se trata únicamente de su familia, sino de la mía también, y aunque ahora mismo las considere una sola, está la parte que no desea que le ocurran más desgracias si se puede evitar.

No creo que sea de mi incumbencia el trato que tiene con su familiar, pero sí me veo en la necesidad de recordarle una cosa. — Puede que tú lo sientas así, Hans, pero eso a la gente no le importa cuando necesitan de alguien a quién culpar. Siempre habrá quién busque sacarle pegas a todo, y en tu caso vuestro padre no ha sido de gran ayuda cuando la situación está de por sí caldeada. — vamos, no creo que haga falta que diga que los apellidos tienen más fuerza de lo que nos gustaría, que en serio, estoy por ofrecer el mío para que mi nieta no tenga que llevar ninguno de los dos, uno por traidor y otro por terrorista. Bueno, tampoco viene a mucho cuento, pero no puedo evitar preguntarme qué tanto le va a favorecer al bebé el llevar Powell en su nombre. Supongo que solo me queda confiar en que Hans hará lo posible por mantenerse sobre el pie correcto en todo esto. Con mis dedos tamborileo la taza, meditando sus palabras en lo que una mirada pensativa se expresa en mi rostro al pasar a mirar al frente. — No, Lara tampoco ha ayudado en eso, solo espero que las charlas que he tenido con ella hayan surtido algún efecto. No es momento para que haga estupideces, creo que eso le ha quedado claro, mucho menos ahora que carga con un peso extra que no la incluye solo a ella. — ya lo hemos hablado, si un bebé no es suficiente para mantener su boca y acciones a raya, no sé si hay algo que lo hará. — He hecho sacrificios por ella que nadie que no sea madre entendería, es el momento de que aprenda que ella también debe hacerlo, aunque vaya en contra de lo que piensa. — porque si hay algo en lo que creo que vamos a coincidir todos es en que no firmaríamos la política de Magnar de tener libre elección, la de Hans es una muestra clara de ello.

Niego con la cabeza, un gesto leve que apenas se nota cuando llevo la taza a mis labios. No obstante, no necesito de más para dejar en claro mi posición, y aun así, alzo la voz una vez más. — No le diré nada, y te agradezco que me lo hayas dicho, pero ¿piensas contárselo a alguien más o pretendes que esto quede entre nosotros hasta que salga a la luz? — porque yo sé que hago un esfuerzo enorme al guardarme todo esto, no será fácil lidiar con las consecuencias de no decirle nada a mi hija una vez aparezca en las noticias, y por parte de Hans no creo que sea diferente con su familia. A lo siguiente, tengo que mirarle como si hubiera dicho una estupidez, que me lleva a sacudir la cabeza con mucha más intensidad que antes. — ¿Te estás disculpando conmigo por enamorarte de mi hija? — la cara con que le miro es de completa estupefacción. — No seas bobo, las cosas ocurren y no pueden ser de otra manera. ¿Te crees que no me hubiera gustado que hubiera escogido al hijo del panadero que lo más interesante que ha hecho en su vida es recibir dos galeones de propina? Pues claro, y no lo digo con intenciones de ofender, pero hasta tú tienes que reconocer que tu familia no es de las corrientes. — pobre, si parece que no le quiero en mi familia, voy a reformular. — Pero la vida es así, uno no elige de quién se enamora, solo aprendes a cuidar de lo que te toca en este recorrido inesperado que es la vida. Mi hija es feliz contigo, imagino que tú lo eres con ella si todos los días te desvives por tomar la decisión correcta que no la lleve cuesta abajo, porque tanto tú como yo sabemos que le encanta lanzarse por esa cuesta hasta con propulsor. — hago una pausa para tomar algo de aire, ni me paro a mirarle porque de seguro su cara debe ser un poema al no haber terminado con mi discurso. — A lo que voy con esto es que… No voy a juzgarte, no por tu familia, no por lo que debas hacer para mantener a salvo a la mía, de la que ahora eres parte, y por eso precisamente te digo que no podría estar más feliz de tenerte dentro de ella. — sí, incluso aunque no me considere suegra oficial, detallitos menores.
Mohini R. Khan
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Creo que sé a quienes estoy arrastrando conmigo, por eso mismo me esfuerzo para que mis errores no les afecten. Lo que ha hecho mi padre es algo tan lejano que me sorprende que ahora mismo esté teniendo más peso que nunca, de manera tal que es mi pasado el que está condicionando la estabilidad de mi futuro. Pongo cara de resignación porque no está diciendo nada que no sepa, me mordisqueo la lengua antes de soltar algo que no he hablado con otra persona que no sea la susodicha — A veces siento que no mide sus palabras o acciones antes de llevarlas a cabo. De verdad espero que la bebé ayude a calmar eso en ella, porque sé que Magnar no es la persona que ladra y no muerde. Si lo ha ofendido de alguna manera o él encuentra cualquier cosa para considerar que tiene una mancha, se lo hará saber y no en buenos términos — Pero si ella ya se lo ha dicho, que es su madre, ¿qué más puedo decir yo?

Vacío mi taza y la apoyo en el lavamanos, lo que me da unos segundos extra para fingir que no estoy meditando la respuesta — Se lo diré cuando sea el momento. No quiero que mi familia se ponga paranoica, ya hemos tenido demasiado — no solo por quienes viven bajo este techo y en la isla, sino también por mi hermana. Ya se culpó demasiado cuando metió la pata, como para necesitar saber los detalles más escabrosos. Solo la miro porque su sorpresa me confunde, no creo que haya sido exactamente lo que había querido decir pero… sí, en otras palabras — No por enamorarme, sino por haberla ligado — sé que Scott tiene su propio historial y, si nada de esto hubiera pasado, ahora mismo la estaría entregando junto con el montón de archivos que fui delatando los últimos meses. Pero he limpiado una mancha para tirarle encima un montón nuevo de basura. Me sonrío ante lo del hijo del panadero, un sujeto que desconozco pero que de seguro le hubiera dado una vida mucho más tranquila y levanto las manos porque no me ofende, eso se lo aseguro. ¿Quién podría ofenderse cuando solo está diciendo la verdad? Mi familia es pequeña, pero ha sabido ser un enorme problema, uno de tal tamaño que el presidente cree que somos un grano en el culo. Su hija me ha hecho feliz, sí, incluso cuando tiendo a buscar el modo ya exasperante de poner un colchón debajo de sus saltos, los cuales ahora vienen en equipo porque no es ella sola quien baila en la cuerda floja. No sé cuando pasamos a ser un combo, pero me da una posibilidad de, al menos, tratar de suavizar el golpe.

Mis labios se separan pero no suelto ningún sonido, porque ella sigue hablando y, cuando por fin termina, me quedo callado por si tiene algo más que añadir. El silencio es incómodo, quizá porque no creí jamás recibir esas palabras de una persona que hace un año era solo un nombre en un archivo que yo utilizaba para mi propio beneficio. Me quedo con la duda de cómo tomar sus palabras, agradezco la distracción que me hace mirar hacia arriba al sentir unas pisadas que reconozco como las uñas de Ophelia, posiblemente correteando por el piso superior — Amo a tu hija, creo que eso lo sabes — es bueno tener la vista en el techo, evita cualquier tipo de bochorno frente a esta situación — Y descubro, todos los días, que esto de tener una familia con ella me agrada más de lo que pensé. Sé que fue inesperado, sé que te gustaría mucho más que estemos casados — me atrevo a mirarla, sonriendo con cierta gracia sincera — pero tenerla a ella, a Meerah, a la bebé… no voy a mentir y fingir que no es extraño, siempre tuve otras prioridades. El trabajo, mis lujos… — no voy a ponerme a hablar de las mujeres, claro que no, tema totalmente eliminado de esta habitación — Creo que hoy me encuentro parado en un lugar diferente y nuevo, de dónde no quiero que me muevan. Después de todo, creo que es donde pertenezco. Aquí o en la isla, mientras las tenga conmigo. Sé que mi familia es complicada y que el hijo del panadero sería una opción más segura, pero con todo lo que está sucediendo, lo único que tengo certero es que quiero cruzar esa puerta todos los días. Ser parte de tu familia es mi honor.
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Mohini R. Khan
No puedo ahorrarme el exasperado suspiro que sale por mi boca, ese que mueve algunos pelos que se han escapado del moño con el que me he recogido el pelo esta mañana, porque si hay algo con lo que he luchado toda mi vida es con las actuaciones imprudentes de Lara. Por eso mismo acompaño sus palabras con un movimiento negativo de cabeza, dejando en claro mi postura al momento. No obstante, un recuerdo lejano es rescatado de mi memoria y una sonrisa tímida se atreve a asomarse en mi rostro, a pesar de que no lo considere un tema por el cual bromear. — Creo que yo tengo algo de culpa en eso. Cuando era apenas adolescente se quejaba de que los chicos la llamaran “intensa”. En el momento yo solo supe darle una motivación extra para continuar siéndolo, como mujer fuerte que siempre quise que fuera. — explico, dirigiéndole una mirada de soslayo en lo que termino de calentarme las palmas de las manos con el calor acumulado en la taza. — Y sigo queriendo que lo sea, fuerte me refiero, pero también espero que conozca la diferencia entre ser valiente y ser temeraria, porque a veces en serio creo que no sabe cuando es pasarse de algo. — válgame dios, si es que en ocasiones todavía hay que ponerle el alto al fuego para que no cometa una estupidez por cualquier bobería. — Pero sí, creo que el bebé tendrá el efecto que ninguno hasta ahora ha podido tener en ella. — con eso me incluyo. Al final, solo una madre puede decir lo que significa darle la vida a un hijo, como para querer protegerlo de lo que sea que pueda ponerlo en peligro.

Por un momento me siento ligeramente culpable, porque parece que solo estoy aquí para recordarle las fallas de una familia que no escogió, tampoco lo que les ocurrió. — Siento que te estás echando demasiada culpa encima, Hans. No hay familias perfectas en este mundo, ni siquiera la del panadero lo es, solo te estaba picando. — curvo mis labios en lo que parece ser una sonrisa guasona, pero que esconde un pensamiento algo más profundo que no dudo en poner en palabras. — Tú no la ligaste a nada, estoy segura de que ella sabía perfectamente a lo que se exponía con vuestros problemas personales, si no es a todos, a una parte de ellos. No tienes por qué cargar con eso tampoco, no elegimos a nuestras familias, Hans, ni a las familias de quienes nos enamoramos. — si pudiéramos hacerlo, por seguro no estaríamos aquí tampoco. — ¿O tú me hubieras escogido a mí por suegra? — intento darle un toque de humor al asunto, para no caer en la conversación pesada que nos tiene a ambos aguantando la respiración, y arqueo mis cejas como si estuviera retándolo a decirme que sí me escogería.

Esa confesión inesperada me deja observando su rostro, ese que evita mi mirada, pero no hago ningún comentario al respecto, lo dejo estar por los minutos que le toma terminar de hablar. Por eso mismo casi prefiero seguir por el lado bromista de la tarde, de modo que le devuelvo el gesto con una risa entre dientes. — Bueno… no es demasiado tarde para que se organicen dos bodas en el mismo día… — ¿un 2x1? ¿no? Bueno, venga, que se supone que esto era un tema serio, voy a serenarme. Pero en serio, en la boda de mi hija pido la preparación del catering. Ahora sí, vuelta a la seriedad. Calmo la expresión de mi rostro con un meneo lento de cabeza, ladeando algo la misma para fijarme en él al tiempo que poso la taza ya vacía sobre la encimera. — Me alegra de que así sea, Hans. — esta vez le dedico una sonrisa sincera, no hay rastro de humor en mi rostro, solo una mirada honesta que pretende darle toda mi bendición y el buen gesto de una madre que él ya no tiene. — Me hubiera encantado conocer a tu madre. — digo en voz baja, a sabiendas de que me estoy excediendo en confianza, aunque no tardo mucho en retractarme. — Lamento el atrevimiento, Lara la mencionó alguna que otra vez… Debió de ser una mujer muy valiente. — es lo único que puedo decir, porque no hay otra palabra que se me venga a la mente al ponerla a ella y a Hermann Powell en la misma imagen.
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
¿Será que es cierto? Porque no es la primera vez que he oído que estoy echándome culpas sobre los hombros y sospecho que tampoco será la última. ¿Acaso no pueden verlo desde mi perspectiva? ¿Es tan complicado el comprender las razones por las cuales siento que debo hacerme responsable? Pensar en eso me prohíbe tomar todo esto con demasiado humor, apenas y sonrío con su comentario sobre el panadero — Sé que nos escogemos todos los días cuando aceptamos el seguir juntos, pero es imposible evitar la culpa cuando veo el panorama que se expande frente a nosotros. Quisiera poder darles más — más seguridad, una que se refleje en un futuro no tan incierto. Sí me río, apenas entre dientes, a pesar de la amargura —Bueno... si te soy sincero, eres mejor que cualquier otra suegra que pude haber imaginado. Estaba seguro de que me envenenarías con comida — ahora sospecho que lo único que espera es engordarme.

Sé que no debo tomarlo muy en serio, pero no es secreto para nadie que Mohini espera, en cierta medida, que pongamos los papeles sobre la mesa. Debe ser eso lo que me impulsa a pedirle un momento al alzar ambas manos, a pesar de mantener los labios ligeramente curvados — No le quitaré el protagonismo a mi hermana en su día. Si algún día decidimos casarnos, serás la primera en saberlo — porque de ser de otra forma no nos lo perdonaría, aunque tendría que pelear con Meerah por el puesto. ¿Ven? Es mejor no casarnos, nos ahorramos demasiados problemas.

Me descoloca la mención de mi madre, creo que se plasma en mi rostro desencajado. No, no me sorprende que Lara se la haya mencionado, de alguna manera tuvo que ponerla en el hilo de los Powell, pero Penelope Lane es una persona cuya mención se mantiene en silencio casi por acuerdo tácito. Me cruzo de brazos con un movimiento incómodo de mis hombros y asiento suavemente — Lo era. Hay días en los cuales aún la extraño, incluso cuando a veces me olvido de como se oía su voz o algunos detalles de su rostro. No tiendo a mirar sus fotografías — en el loft que aún conservo en el Capitolio, hay cajones con viejos álbumes familiares que decidí dejar atrás cuando me mudé a la isla. Los rescaté cuando vendí la casa del uno, pero el tiempo ha hecho que sean memorias dolorosas. Me pregunto cuánto se habrán desteñido las hojas — A veces creo que es mejor así. Todo esto hubiera sido demasiado para ella — lo que su marido ha hecho, en lo que se ha convertido. ¿Y qué diría de sus hijos? Me rasco el mentón, consiente de que necesito más café — Pero te hubiera agradado. Es bueno saber que al menos la bebé tendrá una abuela y... bueno, creo que jamás te he agradecido por tomar a Meerah como tu nieta. Ella no lo dirá, pero necesita de esa clase de apoyo. Ni su madre ni yo hemos sido lo mejor que le ha pasado y todavía no comprendo cómo es que es la más madura de la casa — creo que la entereza de mi hija mayor es uno de los rasgos que debería aprender a imitar. Me separo de la mesada para girarme, en busca de servir más café en la taza que había pensado lavar — Me recuerda a mi madre, tiene mucho de ella. Solo espero que la suerte de las mujeres en mi familia cambie con su generación. ¿Quieres más café? — sin mucho más, le enseño la cafetera.
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Mohini R. Khan
El buen y servicial hermano Powell, al menos puedo decir que se ha buscado una excusa medianamente decente para rechazar a mi hija, otra vez. Me consuelo con que he escuchado la palabra suegra salir de sus labios y eso me da un punto a mi favor y una batalla ganada que demuestro con una sonrisa ladeada de mis labios. No obstante, tengo que relajar los músculos de mis mejillas para cuando empieza a hablar sobre lo que sé no debería haber mencionado. Me quedo escuchando su relato, observando la expresión de su rostro y que me sirve de comprobación a lo mucho que le debe costar el siquiera mencionarla. A pesar de haber sido yo la que ha sacado el tema, me siento agradecida de poder cambiar el giro de la conversación, aunque no necesariamente hacia uno más agradable. — Creo que es precisamente por eso por lo que Meerah es así. No es lo correcto, ni el modo en que debe criarse un hijo, pero en ocasiones uno debe crecer a la fuerza. — que no debería ser así. Cualquier niño debería poder crecer en un entorno familiar lleno de amor y cariño, que pueda sentirse querido, ser capaz de aprender en base a la experiencia, tiempo al tiempo, no todo de golpe.

A sabiendas de que me estoy tomando demasiadas libertades, me atrevo a colocar una mano sobre su hombro, que me obliga a alzar el brazo un poco más de lo que me gustaría por la diferencia de alturas, pero el apretón que le doy a continuación busca mostrarle mi apoyo. — Lo harás bien, con Meerah y con el bebé, y no tienes que agradecerme nada, es un placer el que me dejes formar parte de la vida de tu hija mayor, como si fuera su abuela, no hay cosa que pueda alegrarme más. — porque sé que ya lo he dicho con anterioridad, pero no esperaba que mi familia se viera sorprendida con nuevos miembros, a pesar de ser un poco desestructurados, es mi trabajo a partir de ahora el cuidarlos. — Cambiará, tenlo por seguro, Meerah es una joven con un futuro brillante por delante, de eso puedes estar tranquilo. — porque puede que él no pueda prometer nada desde la posición en que se encuentra, pero yo sí tengo la seguridad de decir que tomaré su protección como la promesa más grande que pueda hacer. Me basta un movimiento de cabeza para aceptar ese ofrecimiento, girándome para regresar a tomar mi taza. — Nos hará falta para cuando la bella durmiente despierte. — bromeo, aunque por ahora prefiero que aproveche cada oportunidad que tenga para dormir, no serán semanas fáciles a partir de ahora.
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Sé que no soy el ejemplo a la paternidad, pero lo que ha hecho Audrey es incluso peor. Ella crió a Meerah, era todo lo que la niña conocía y la dejó atrás para seguir un ideal mentiroso, uno que la dejaría en malos términos con la sociedad si no fuese porque yo estaba ahí para limpiar sus trapos sucios. Quizá yo me marché hace años, cuando era demasiado joven e inexperto, atemorizado por una vida que aún no iniciaba, pero esto es otro tema. Soy el ejemplo de niño que ha tenido que crecer a la fuerza, no es algo que deseo para ella; si pudiese extenderle la infancia, lo haría con mucho gusto — Supongo que tienes razón — es lo único a lo que atino a contestar.

Por extraño que sea acepto ese gesto, le doy una palmadita ligera a los dedos que presionan mi hombro con un cariño maternal al cual no estoy acostumbrado, en lo absoluto. Cuando mi madre murió me hice cargo de las labores hogareñas y al ser libre para comunicarme con mi abuela, Prudence ya era anciana y tuve que cuidar de ella. No puedo decir que tuve muchas figuras protectoras en mi vida, siempre me adapté para ser una. Meneo la cabeza en un gesto que busca ser afirmativo, hasta que me atrevo a sonreírle con una mirada de soslayo — Eso espero, porque sé que la tranquilidad no es algo que predominará en casa ahora que voy a ser el único hombre bajo este techo — por extraño que suene en el contexto, busco bromear. No diré jamás lo mucho que me asusta la idea de dos niñas peleando cuando Meerah sea una adolescente hecha y derecha y la bebé vaya por ahí robándole las cosas.

No me cuesta mucho rellenar las tazas de café y pronto me estoy acomodando sobre la mesada, dejando los pies colgando de la misma mientras doy otro sorbo. Con una mueca, recuerdo que no le he puesto azúcar — La bella durmiente nos matará cuando se entere de lo que hablamos a sus espaldas — por mucho que intente sonar divertido ante la idea, la sonrisa me sale un poco forzada — Solo por si acaso, he estado armando un testamento. Mis hijas se quedarán con casi todos mis bienes, aunque le he dejado una pequeña porción a Phoebe que tiene que ver con el dinero de nuestra abuela. Y en cuanto a Lara... — me relamo con cierta incomodidad — Ella jamás lo aceptaría, pero como tutora tendrá el poder de manejar el dinero de la bebé a su manera hasta su mayoría de edad. Además de eso, le he dejado una pequeña parte que incluye un bote, debería bastar para que vivan cómodas y seguras — me gustaría bromear sobre la tontería de los yates que Mohini no entendería, si muero temprano será una lástima para mí el perderme la expresión de Scott al darse cuenta de lo que le he dejado. Con un sorbo algo sonoro, mis ojos se fijan en la menuda figura de mi suegra, a sabiendas de que le estoy otorgando el conocimiento necesario para que alguien sepa cómo actuar en caso de que mis planes fallen. Una pequeña y casual lista de instrucciones — Con esto, podemos fingir que esta conversación jamás ha tenido lugar hasta que llegue el momento. Gracias por tu confianza — porque necesitaré de ella cuando el mundo se vuelva más oscuro y la incertidumbre se asome por los rincones como un depredador. Un pequeño reemplazo, porque los dos sabemos que somos quienes darían la vida por aquellos que quedarán en esta casa. Como ya se ha dicho, solo siendo padres podemos comprender lo mucho que llegaríamos a sacrificar por ellos.
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Mohini R. Khan
Ese comentario me saca la risa más sincera de la tarde, mi mano palmea su hombro varias veces en un consuelo que va a necesitar, porque no creo que sea fácil lidiar con una casa llena de mujeres. Suerte para él que ha terminado por aceptar que su hermana va a casarse, ojo que tampoco sabría decir si a regañadientes, pero el cuñado lo tiene, aunque solo le sirva para quejarse. — Lo que ella no sepa no le hará daño, y por el momento, hasta que dé a luz, es todo lo que necesita. Ya nos pelearemos con ella después, cuando esté ocupada cambiando pañales. — vuelvo a reírme, a sabiendas de que no me va a hacer especial gracia tener que escupir todo lo que me llevo guardando por meses, la mirada que le dedico después de la risa responde a ese pensamiento, por lo que al final termino por suspirar con algo de pesadez en los pulmones.

Me he cruzado de brazos en lo que tarda en rellenar de nuevo las tazas con café, cuyo olor me penetra en la nariz por la fuerza del contenido, pero ni con esas me muevo del sitio para cuando sus palabras me dejan un poco tiesa. Me obligo a regresar la mano hacia el vaso, para evitar que se note la rigidez de mis articulaciones que se quejan frías por culpa de algo de lo que yo ni siquiera me había planteado. — Entiendo que te guste ser precavido, Hans, y que los por si acaso son cada vez más comunes en el inicio de la oración, pero ni yo que soy más vieja he escrito un testamento, no te excedas tampoco en agonía. — que sé que es fácil de decir desde mi posición y no desde la suya, pero a veces pienso que también se está dejando llevar por el camino de la desesperación en que se ve consumida su historia familiar. Si quiere reescribir la misma, debería empezar por dejar las desgracias a un lado y centrarse en lo importante. — Está bien que lo hayas hecho, pero no te dejes condicionar por ello tampoco, si piensas que no estarás para ellas no te darás la oportunidad de disfrutar lo que tienes delante. — que entiendo que es mucho más de lo que ha tenido nunca, así que no está de mal que se lo recuerden. — Que es lo único que te queda por hacer, Hans, disfrutarlo, disfrutarlas a ellas, no caigas en el error de dejar que te influya lo que no puedes controlar. — y con eso quiero incluir a su padre, que hace ya tiempo que se salió de la imagen, como para dejar que ahora tenga tanto peso en su vida, aunque las acciones de las últimas semanas así se lo quieran dejar ver.

El asentimiento que hago lento con la cabeza señala mi silencio, sin la necesidad de añadir palabras al gesto para que reconozca en mi postura la discreción propiamente dicha en lo que se refiere a este tema. — A ti es a quién debo dar las gracias, por cuidar de mi hija, cuando yo no he podido. — porque creo que nunca hablamos de lo que Lara me contó sobre el juicio que hubo contra ella, como él ayudó a que no terminara en la cárcel, o en un destino mucho peor que las rejas. Sí, puede que esté en deuda con este hombre por el resto de mi vida.
Mohini R. Khan
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