VERANO de 247521 de Junio — 20 de Septiembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Hace 14 años atrás...
En mi antigua vida tres años no eran nada. Durante ese tiempo habría terminado la escuela un montón de veces, podría haber conseguido dos títulos e incluso enseñado a miles de niños sobre milenios de historia sin llegar a aburrirme. Pero ahora tres años son una eternidad. Cuento los días que faltan antes de poder hacerme una escapada al distrito 2 para ver a mi familia y el tiempo entre visitas es una auténtica tortura, una que desgraciadamente ya me estoy costumbrando a tolerar. Porque no puedo ir de seguido, en primer lugar porque en ese mismo distrito está la escuela de aurores y penetrar los límites es una misión suicida cada vez que lo intento, pero lo vale y hasta ahora nada ha pasado... En segundo lugar, porque cruzar significa esperar a que las condiciones estén dadas, y eso no pasa mucho. Cada vez que hay un atentado contra la ley, encienden sus alarmas y eso es señal de que no puedo acercarme ni de chiste. Generalmente aprovecho los eventos nacionales cuando todos están distraídos con mejores cosas, cuando hay abundancia de desconocidos en el distrito. O las fechas especiales, como lo es ahora, en la que podría luchar contra viento y marea con tal de llegar.
Hoy Jen cumple tres años y si bien la norma del distrito tranquilo no está cumplida, decidí entrar como un animador de fiestas, ya con el maquillaje y el disfraz de payaso puesto y una identificación falsa en mi bolsillo que robé de un tal Logan que se parece ligeramente a mí. Con el maquillaje estoy seguro de que no se darán cuenta... Y si lo hacen, pues tendré que patearles sus bellos traseros de magos con mis ultramovimientos karatecas que por alguna razón creo que soy capaz de realizar.
Pero logro entrar al distrito sin cruzarme con nadie, camino en la oscuridad de las calles y finalmente puedo meterme a la casa de Ziggy en donde veo a una niña hermosa de cabello negro y ojos oscuros a quien alzo - ¡Feliz cumpleaños! - exclamo animado y saco el mejor regalo que pude encontrar de uno de mis bolsillos, no es mucho pero espero que la muñeca de trapo sea suficiente para que me recuerde hasta la siguiente visita - Soy yo, soy papá pequeña, te quiero muchísimo - agrego abrazándola todo lo que puedo sin lastimara.
Luego del saludo va corriendo a enseñarle su muñeca a los otros peluches y, solo entonces, puedo dirigirme a su mamá con una sonrisa - ¿Sería muy escandaloso que la mamá de la cumpleañera besara al payaso? Porque el payaso cree que está muy guapa.
En mi antigua vida tres años no eran nada. Durante ese tiempo habría terminado la escuela un montón de veces, podría haber conseguido dos títulos e incluso enseñado a miles de niños sobre milenios de historia sin llegar a aburrirme. Pero ahora tres años son una eternidad. Cuento los días que faltan antes de poder hacerme una escapada al distrito 2 para ver a mi familia y el tiempo entre visitas es una auténtica tortura, una que desgraciadamente ya me estoy costumbrando a tolerar. Porque no puedo ir de seguido, en primer lugar porque en ese mismo distrito está la escuela de aurores y penetrar los límites es una misión suicida cada vez que lo intento, pero lo vale y hasta ahora nada ha pasado... En segundo lugar, porque cruzar significa esperar a que las condiciones estén dadas, y eso no pasa mucho. Cada vez que hay un atentado contra la ley, encienden sus alarmas y eso es señal de que no puedo acercarme ni de chiste. Generalmente aprovecho los eventos nacionales cuando todos están distraídos con mejores cosas, cuando hay abundancia de desconocidos en el distrito. O las fechas especiales, como lo es ahora, en la que podría luchar contra viento y marea con tal de llegar.
Hoy Jen cumple tres años y si bien la norma del distrito tranquilo no está cumplida, decidí entrar como un animador de fiestas, ya con el maquillaje y el disfraz de payaso puesto y una identificación falsa en mi bolsillo que robé de un tal Logan que se parece ligeramente a mí. Con el maquillaje estoy seguro de que no se darán cuenta... Y si lo hacen, pues tendré que patearles sus bellos traseros de magos con mis ultramovimientos karatecas que por alguna razón creo que soy capaz de realizar.
Pero logro entrar al distrito sin cruzarme con nadie, camino en la oscuridad de las calles y finalmente puedo meterme a la casa de Ziggy en donde veo a una niña hermosa de cabello negro y ojos oscuros a quien alzo - ¡Feliz cumpleaños! - exclamo animado y saco el mejor regalo que pude encontrar de uno de mis bolsillos, no es mucho pero espero que la muñeca de trapo sea suficiente para que me recuerde hasta la siguiente visita - Soy yo, soy papá pequeña, te quiero muchísimo - agrego abrazándola todo lo que puedo sin lastimara.
Luego del saludo va corriendo a enseñarle su muñeca a los otros peluches y, solo entonces, puedo dirigirme a su mamá con una sonrisa - ¿Sería muy escandaloso que la mamá de la cumpleañera besara al payaso? Porque el payaso cree que está muy guapa.
Bueno, al menos puedo agradecer que este año no se ha presentado con las manos vacías. Es un pensamiento egoísta, lo sé, pero no pretendo que suene de esa manera, sino más bien todo lo contrario. El hecho de que haya sido capaz de darle a su hija algo más que aire extorsionado por una ola de cariño en forma de besos, me da el consuelo necesario como para imaginarme que su situación ha ido a mejora con el paso de los meses. No quiero tener que ser la que se lo diga, pero sus últimas visitas han sido escasas y mi hija no hace más que preguntarme que dónde está su padre, porque está en la edad en la que le gusta cuestionarlo todo y buscarle un sentido que ni la mayoría de adultos sabemos darle. Llegará un día en el que tendré que explicarle como es que vive en un mundo dónde las personas que se encargan de dirigirlo no aceptan a aquellos que son como su padre, que la suerte líquida y roja que ella posee no es la misma que la del hombre que le dio la vida.
Tampoco voy a ponerme melodramática en un día como este, cuando se supone que debería alegrarme por poder festejar el cumpleaños de mi hija con su padre además de con sus compañeros, esos de la guardería que me tienen babeando el salón y lloriqueando cada vez que alguien mete el dedo en el trozo de tarta del que tiene a su lado. Casi tanto como me gustan los niños, puedo decir que también requieren de su trabajo, más cuando se le suma a la carga el tener que ayudar no solo a criar a mi propia hija, sino también a mi sobrino. Ollie y Jenna tienen la misma edad, lo cual es bastante práctico porque eso significa que junto a mis hermanos podemos compartir eso de la paternidad, que lo que a mi me falta de marido le falta a Nicky de esposa, así que lo cierto es que en ese sentido nos compenetramos extrañamente bien.
Si lo comparo con la situación de mi hermano, tengo que sentirme agradecida de poder compartir estos pequeños momentos con Dressler, que pueden parecer tan poco a ojos de una pareja que lo tenga todo y solo acostumbren a pasar tiempo juntos porque es por lo que han firmado en matrimonio, pero yo sé que el esfuerzo que hace el padre de mi hija por verla aunque sea una vez cada tanto tiempo, se siente muchísimo más satisfactorio que cualquier otra cosa. Que eso no quita que no sea también una completa desgracia que un padre no tenga el derecho de ver crecer a su bebé. — Mmmm, tienen tres años, no es como si fueran a recordar nada al día siguiente. — que si lo hicieran estaría por demás que muy sorprendida. Pero en lo que al payaso respecta, me permito bromear con una curvatura en los labios que declara lo mucho que había estado esperando esta visita. — Tú te ves muy favorecedor con esa nariz roja, tengo que admitirlo. — me río cuando me acerco para estrujar la misma con los dedos y rodear su cuello con mi otro brazo, tengo que hacerme la sorprendida abriendo los ojos con gracia cuando al aplastarla sale un ruidito divertido. — ¿Tan mal están las cosas que tuviste que disfrazarte de payaso para venir hasta aquí? — es un comentario que pretende sonar amistoso, pero los dos sabemos lo que pretendo averiguar con esa pregunta. — Gracias por aparecer... — termino por soltar, porque sé lo que arriesga haciendo esto por su hija, por mí, y aun así aquí está. Puede que no siempre, que no todos los días como me gustaría, pero en ocasiones con esto basta.
Tampoco voy a ponerme melodramática en un día como este, cuando se supone que debería alegrarme por poder festejar el cumpleaños de mi hija con su padre además de con sus compañeros, esos de la guardería que me tienen babeando el salón y lloriqueando cada vez que alguien mete el dedo en el trozo de tarta del que tiene a su lado. Casi tanto como me gustan los niños, puedo decir que también requieren de su trabajo, más cuando se le suma a la carga el tener que ayudar no solo a criar a mi propia hija, sino también a mi sobrino. Ollie y Jenna tienen la misma edad, lo cual es bastante práctico porque eso significa que junto a mis hermanos podemos compartir eso de la paternidad, que lo que a mi me falta de marido le falta a Nicky de esposa, así que lo cierto es que en ese sentido nos compenetramos extrañamente bien.
Si lo comparo con la situación de mi hermano, tengo que sentirme agradecida de poder compartir estos pequeños momentos con Dressler, que pueden parecer tan poco a ojos de una pareja que lo tenga todo y solo acostumbren a pasar tiempo juntos porque es por lo que han firmado en matrimonio, pero yo sé que el esfuerzo que hace el padre de mi hija por verla aunque sea una vez cada tanto tiempo, se siente muchísimo más satisfactorio que cualquier otra cosa. Que eso no quita que no sea también una completa desgracia que un padre no tenga el derecho de ver crecer a su bebé. — Mmmm, tienen tres años, no es como si fueran a recordar nada al día siguiente. — que si lo hicieran estaría por demás que muy sorprendida. Pero en lo que al payaso respecta, me permito bromear con una curvatura en los labios que declara lo mucho que había estado esperando esta visita. — Tú te ves muy favorecedor con esa nariz roja, tengo que admitirlo. — me río cuando me acerco para estrujar la misma con los dedos y rodear su cuello con mi otro brazo, tengo que hacerme la sorprendida abriendo los ojos con gracia cuando al aplastarla sale un ruidito divertido. — ¿Tan mal están las cosas que tuviste que disfrazarte de payaso para venir hasta aquí? — es un comentario que pretende sonar amistoso, pero los dos sabemos lo que pretendo averiguar con esa pregunta. — Gracias por aparecer... — termino por soltar, porque sé lo que arriesga haciendo esto por su hija, por mí, y aun así aquí está. Puede que no siempre, que no todos los días como me gustaría, pero en ocasiones con esto basta.
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Sonrío de forma traviesa y compruebo que los niños no estén mirando antes de tomarla de la cintura y darle un beso que espero que sea capaz de cortarle la respiración. Porque la extraño todos los días y me duele físicamente estar tan lejos de ella todo el tiempo... Pero algunas relaciones son así, sé que para los magos no existen las relaciones a larga distancia porque lo único que tienen que hacer es aparecerse, pero yo no soy uno de ellos y ésto es lo único que tengo. Desearía que me hiciera más visitas, ahora que Jen está por empezar el jardín de infantes podría hacerlo ¿No? Voy a sugerírselo luego - Estoy seguro de que así es como nace el miedo a los payasos que tienen algunos niños - bromeo una vez que me separo y se me escapa una risa al ver como le he dejado mi maquillaje en su rostro.
Dejo caer los hombros cuando aprieta mi nariz porque estoy seguro de que con eso ha muerto todo intento de ser sexy. Es una lástima que mi disfraz sea acorde al cumpleaños de Jenna, la próxima vez quizás pueda visitarla en una despedida de soltera o en un after office de la farmacéutica ¿Siguen existiendo esas cosas? Recuerdo que cuando era joven soñaba con poder ir de parranda con mis compañeros profesores, pero no pudo ser... Así como muchas otras cosas.
- Hace dos días asaltaron una joyería y hay patrullas dando vueltas - respondo ya con mucho menos ánimos que antes - Me costó, pero busqué la forma - intento defenderme señalando con ambas manos el traje que tengo puesto - Sé que no es lo ideal pero haría lo que sea por venir, jamás me perdería un cumpleaños de la niña - sobre todo porque me aterra la idea de que me olvide por no estar. Sé que puede vivir sin mí, pero yo no puedo vivir con la idea de que no sabe quien soy - Y no me agradezcas, desearía estar siempre con ambas... Sobre todo ahora que Ollie se está poniendo más fuerte y todos saben que los primos se pelean a los golpes ¿La ha lastimado? ¿Le has enseñado a pegar con los puños? Puedo hacerlo ahora - sugiero sintiendo desesperación de repente. También es hora de enseñarle a compartir, a bailar, a andar en bicicleta y... no puedo estar ahí - ¿De qué me perdí desde la última vez que estuve aquí?
Dejo caer los hombros cuando aprieta mi nariz porque estoy seguro de que con eso ha muerto todo intento de ser sexy. Es una lástima que mi disfraz sea acorde al cumpleaños de Jenna, la próxima vez quizás pueda visitarla en una despedida de soltera o en un after office de la farmacéutica ¿Siguen existiendo esas cosas? Recuerdo que cuando era joven soñaba con poder ir de parranda con mis compañeros profesores, pero no pudo ser... Así como muchas otras cosas.
- Hace dos días asaltaron una joyería y hay patrullas dando vueltas - respondo ya con mucho menos ánimos que antes - Me costó, pero busqué la forma - intento defenderme señalando con ambas manos el traje que tengo puesto - Sé que no es lo ideal pero haría lo que sea por venir, jamás me perdería un cumpleaños de la niña - sobre todo porque me aterra la idea de que me olvide por no estar. Sé que puede vivir sin mí, pero yo no puedo vivir con la idea de que no sabe quien soy - Y no me agradezcas, desearía estar siempre con ambas... Sobre todo ahora que Ollie se está poniendo más fuerte y todos saben que los primos se pelean a los golpes ¿La ha lastimado? ¿Le has enseñado a pegar con los puños? Puedo hacerlo ahora - sugiero sintiendo desesperación de repente. También es hora de enseñarle a compartir, a bailar, a andar en bicicleta y... no puedo estar ahí - ¿De qué me perdí desde la última vez que estuve aquí?
No desperté con la idea de besar a un payaso, vamos a ser sinceros, pero ahora que descubro quién se encuentra bajo esas ropas, no me importa tanto el hecho de que su exagerado maquillaje se me extienda por los labios y algo de las mejillas. Me río por la misma tontería al separarme, echándole un vistazo a los niños en lo que me limpio un poco con la manga de la camisa. Estas cosas me hacen sentir como si tuviéramos veinte años de nuevo, que tampoco ha pasado tanto tiempo, pero el hecho de tener una hija que cumple tres años en este mismo día me hace pensar en lo rápido que pasa el tiempo, y lo mucho que puede llegar a pasar en apenas unos años en los que no me he percatado de cuánto ha crecido mi hija.
— Ah, sí, lo escuché, algunos vecinos andan soltando teorías cada vez más dispares sobre qué fue lo que realmente pasó. — me encojo de hombros, mostrando la poca preocupación que tengo con respecto al tema. A la gente le encanta hablar, muchos dicen que fueron muggles desesperados, cuando no se dan cuenta de que este es uno de los distritos mayor vigilados del país, las escasas visitas del padre de mi hija son un claro ejemplo de cómo funciona aquí la rutina de aurores. — Lo sé. — digo segura, esbozando una leve sonrisa en su dirección. Si hay algo en lo que puedo confiar, es en que hará lo posible por mantener el contacto con nosotras, incluso cuando la seguridad y la desconfianza en los barrios se está extendiendo por todo el país y cada vez se escuchan más historias de la crudeza con que se está tratando el tema de repudiados y traidores en el norte.
Su excitación por enseñarle defensa personal a nuestra hija me hace reír lo suficiente como para que se escuche por todo el pasillo. — Ollie ya sabe que no debe meterse con su prima desde que le tiró del pelo y tu hija descubrió entonces que las manos también pueden usarse para dar tortazos además de para ensuciar el suelo de harina. — no volveré a caer en el error de dejar a la niña sola en la cocina mientras alguien esté preparando cualquier tipo de dulce. Aun así, el recuerdo me saca una sonrisa vaga que intento disimular porque son este tipo de cosas las que sé que le encantaría sufrir conmigo y que, dadas las circunstancias, no puede hacerlo. Me llevo un dedo a la barbilla pensativa, pensando en todo lo que podría contarle, pero que nos extenderíamos tanto que probablemente se haría de noche antes. ¡Hay tantas cosas que quiero contarle! — Mmm… por dónde empezar, ¡ha aprendido a deletrear su nombre! A veces confunde la n con la m y se llama Jemma a sí misma, pero se la ve tan convencida cuando lo dice que estuve por cambiarle el nombre solo por no tener que discutir con un bebé de tres años. — ¿sabéis los años de vida que me hubiera quitado haber intentado eso con una niña que tiene la cabeza tan dura como una pared de ladrillos? Pues eso. — También sabe cascar huevos sin que se le rompa la yema, hacemos magdalenas con chocolate todos los domingos solo porque le gusta hacerlo, aunque no tanto como el hecho de poder comerse el bizcocho después, aun le sigue entusiasmando que metas algo al horno y salga completamente distinto. — ni la magia podría causarle tanta emoción como eso, me pregunto cuando ella misma sepa usarla si le hará la misma ilusión como el hecho de que un bizcocho crezca por sí solo con solo utilizar el calor. — Es… una niña tan inteligente, Dressler, ¡tan inteligente! A veces pienso que es más lista que cualquiera de nosotros, ¿te imaginas lo que será tener que vivir con una hija más inteligente que tú? — ¡me muero antes! Bueno, quizás esté exagerando, o quizás tenga que ver con que mi propia hija me corrigió en una suma de dos números básicos. Ese día estaba muy dormida, ¿de acuerdo? No cuenta, con cuatro horas de sueño es normal que un dos se viera como un cinco… ¿no? Ay, dios…
— Ah, sí, lo escuché, algunos vecinos andan soltando teorías cada vez más dispares sobre qué fue lo que realmente pasó. — me encojo de hombros, mostrando la poca preocupación que tengo con respecto al tema. A la gente le encanta hablar, muchos dicen que fueron muggles desesperados, cuando no se dan cuenta de que este es uno de los distritos mayor vigilados del país, las escasas visitas del padre de mi hija son un claro ejemplo de cómo funciona aquí la rutina de aurores. — Lo sé. — digo segura, esbozando una leve sonrisa en su dirección. Si hay algo en lo que puedo confiar, es en que hará lo posible por mantener el contacto con nosotras, incluso cuando la seguridad y la desconfianza en los barrios se está extendiendo por todo el país y cada vez se escuchan más historias de la crudeza con que se está tratando el tema de repudiados y traidores en el norte.
Su excitación por enseñarle defensa personal a nuestra hija me hace reír lo suficiente como para que se escuche por todo el pasillo. — Ollie ya sabe que no debe meterse con su prima desde que le tiró del pelo y tu hija descubrió entonces que las manos también pueden usarse para dar tortazos además de para ensuciar el suelo de harina. — no volveré a caer en el error de dejar a la niña sola en la cocina mientras alguien esté preparando cualquier tipo de dulce. Aun así, el recuerdo me saca una sonrisa vaga que intento disimular porque son este tipo de cosas las que sé que le encantaría sufrir conmigo y que, dadas las circunstancias, no puede hacerlo. Me llevo un dedo a la barbilla pensativa, pensando en todo lo que podría contarle, pero que nos extenderíamos tanto que probablemente se haría de noche antes. ¡Hay tantas cosas que quiero contarle! — Mmm… por dónde empezar, ¡ha aprendido a deletrear su nombre! A veces confunde la n con la m y se llama Jemma a sí misma, pero se la ve tan convencida cuando lo dice que estuve por cambiarle el nombre solo por no tener que discutir con un bebé de tres años. — ¿sabéis los años de vida que me hubiera quitado haber intentado eso con una niña que tiene la cabeza tan dura como una pared de ladrillos? Pues eso. — También sabe cascar huevos sin que se le rompa la yema, hacemos magdalenas con chocolate todos los domingos solo porque le gusta hacerlo, aunque no tanto como el hecho de poder comerse el bizcocho después, aun le sigue entusiasmando que metas algo al horno y salga completamente distinto. — ni la magia podría causarle tanta emoción como eso, me pregunto cuando ella misma sepa usarla si le hará la misma ilusión como el hecho de que un bizcocho crezca por sí solo con solo utilizar el calor. — Es… una niña tan inteligente, Dressler, ¡tan inteligente! A veces pienso que es más lista que cualquiera de nosotros, ¿te imaginas lo que será tener que vivir con una hija más inteligente que tú? — ¡me muero antes! Bueno, quizás esté exagerando, o quizás tenga que ver con que mi propia hija me corrigió en una suma de dos números básicos. Ese día estaba muy dormida, ¿de acuerdo? No cuenta, con cuatro horas de sueño es normal que un dos se viera como un cinco… ¿no? Ay, dios…
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Sé que es estúpido porque ponerme en riesgo de esa forma arruinaría cualquier chance de seguir viendo a mis hijos con cierta rebelde libertad, pero algún día me gustaría ser quien desafíe de esa forma a los aurores, montar un robo tan grande que ponga a bailar a esos estúpidos y que no puedan atraparme pese a sus varitas tecnología e inagotables esfuerzos. Ni siquiera lo haría por el dinero, solo para probar que puedo hacerlo... Y claro que podría, he estudiado a los mejores de la historia, porque hay que reconocer que a veces los más inteligentes y dignos de admiración son aquellos que causan los problemas y no quienes los resuelven. Pero no. Tengo mucho que perder así que de momento me quedaré con mis robos inocentes que me permiten hacer negocios, cosas que quizás no son valiosas para el gobierno, pero sí para aquellos que vivimos en el jodido norte.
Luego de su risa se escucha la mía, en parte orgulloso porque no ha descubierto ella solita como defenderse y en parte porque puedo imaginarla llena de harina en medio de la cocina. Pobre Sigrid... Si tiene que lidiar con eso cuando la pequeña a penas tiene tres años no quiero ni imaginarme en el futuro. Me gustaría ayudarla, estar a su lado conteniendo la risa mientras le doy a Jen el reto de su vida por tirar harina, pero temo que la escena quedará solo en mi imaginación - Esa es mi pequeña - murmuro con una sonrisa un poco más triste en mi rostro - No le digas que estoy orgulloso por eso ¿De acuerdo? No debemos fomentar la violencia... Pero me alegro que le haya dado ese tortazo a Ollie.
Me recuesto sobre la pared del pasillo mientras escucho el aparente cambio de nombre de nuestra hija. Jemma es un nombre bonito también y en realidad creo que es nuestra culpa por haber optado por un nombre que tiene otro tan parecido. Tampoco creo que podamos culparla si algún día nos llama Ingrid o... ¿Hay algún nombre similar a Dressler? Lo dudo. Mis padres se encargaron de que tenga el nombre más original y digno hijo de médicos del mundo, estoy agradecido que no hayan optado por Corrigan o Musset.
- Tienes que empezar a practicar ¿Sabes? Algún día tendrás que ponerle el freno cuando quiera salir a bailar todos los fines de semana ¡No debes dejarla! ¿Y cuando tenga su primer novio? ¿Qué vamos a hacer entonces? - Sé que faltan como cuarenta años para eso, si no es más, pero será mejor que Ziggy se ponga a practicar frente al espejo si yo no puedo estar aquí para espantar al muchacho - Aunque... Podemos decir que yo soy su padre para ese entonces, quizás mantenga a los muchachos alejados - podría funcionar como estrategia.
- ¿Queda alguna de esas magdalenas? Me gustaría probar una con ella - pido algo triste. Hubiese sigo genial hacerlo en el momento, pero no puedo lamentar todo lo que me pierdo - Y no puedo creer que rompa los huevos sin fallar, eso no puedo hacerlo ni yo así que es mucho más lista... - sigo con una sonrisa - Podría vivir con una hija más lista, menos lista, con malos hábitos, llorona, no me importaría que no me deje dormir... Pero estaría viviendo con ella y eso sería lo mejor del mundo.
Luego de su risa se escucha la mía, en parte orgulloso porque no ha descubierto ella solita como defenderse y en parte porque puedo imaginarla llena de harina en medio de la cocina. Pobre Sigrid... Si tiene que lidiar con eso cuando la pequeña a penas tiene tres años no quiero ni imaginarme en el futuro. Me gustaría ayudarla, estar a su lado conteniendo la risa mientras le doy a Jen el reto de su vida por tirar harina, pero temo que la escena quedará solo en mi imaginación - Esa es mi pequeña - murmuro con una sonrisa un poco más triste en mi rostro - No le digas que estoy orgulloso por eso ¿De acuerdo? No debemos fomentar la violencia... Pero me alegro que le haya dado ese tortazo a Ollie.
Me recuesto sobre la pared del pasillo mientras escucho el aparente cambio de nombre de nuestra hija. Jemma es un nombre bonito también y en realidad creo que es nuestra culpa por haber optado por un nombre que tiene otro tan parecido. Tampoco creo que podamos culparla si algún día nos llama Ingrid o... ¿Hay algún nombre similar a Dressler? Lo dudo. Mis padres se encargaron de que tenga el nombre más original y digno hijo de médicos del mundo, estoy agradecido que no hayan optado por Corrigan o Musset.
- Tienes que empezar a practicar ¿Sabes? Algún día tendrás que ponerle el freno cuando quiera salir a bailar todos los fines de semana ¡No debes dejarla! ¿Y cuando tenga su primer novio? ¿Qué vamos a hacer entonces? - Sé que faltan como cuarenta años para eso, si no es más, pero será mejor que Ziggy se ponga a practicar frente al espejo si yo no puedo estar aquí para espantar al muchacho - Aunque... Podemos decir que yo soy su padre para ese entonces, quizás mantenga a los muchachos alejados - podría funcionar como estrategia.
- ¿Queda alguna de esas magdalenas? Me gustaría probar una con ella - pido algo triste. Hubiese sigo genial hacerlo en el momento, pero no puedo lamentar todo lo que me pierdo - Y no puedo creer que rompa los huevos sin fallar, eso no puedo hacerlo ni yo así que es mucho más lista... - sigo con una sonrisa - Podría vivir con una hija más lista, menos lista, con malos hábitos, llorona, no me importaría que no me deje dormir... Pero estaría viviendo con ella y eso sería lo mejor del mundo.
Es curioso como escucho salir eso de sus labios e inmediatamente pienso en que vivimos en un mundo en el que la regla principal por la que se rige la sociedad, es puramente la violencia. No estoy hablando de la física como tal, ya ni siquiera de la emocional que se vive todos los días, sino en el sentido más estricto de la palabra en sí. Estoy criando a mi hija en un país donde más de la mitad de la población, o al menos la mitad, está siendo oprimida por el simple hecho de nacer con una sangre diferente, y no puedo evitar pensar si es esa la visión que quiero que tenga cuando crezca. Sé que no puedo hacer mucho contra ello, apenas soy una farmacéutica con un negocio heredado de mis padres a los que todavía veo lo suficiente como para saber que si tengo algún problema, siempre puedo acudir a ellos. Pero sé que llegará el día en que no estén, que tendré que guiarme por mi propio instinto, ese que he seguido toda mi vida a pesar de las voces cansinas de mis hermanos al oído.
Resumo ese pensamiento nada más que con una sonrisa, esa que pretende ser amena pero que se torna un poco triste. Claro que eso solo lo puedo notar yo que soy la que lo está pensando. — Igual… quiero que se lleven bien, son familia después de todo. — bueno, sé que no soy la indicada para hablar de lazos familiares, cuando ni siquiera concuerdo con las ideas que mis hermanos tienen en su cabeza sobre mí, pero quiero creer que entrarán en razón en algún momento. Me encuentro distraída por lo que dice, alzando las cejas en diversión, aunque mentiría si dijera que no temo por cuándo lleguen esas épocas. — ¡Quita, quita! ¿Quieres que me vuelva loca antes de que siquiera empiece a pensar en chicos? Primero tendrá que aprender a utilizar el inodoro, y a atarse los cordones, también a escribir, porque sino luego si que no podrá enviarles cartas de amor a sus pretendientes. Porque ten por seguro que los tendrá, ¿has visto que se vuelve más preciosa con cada día que pasa? — ah, sí, una madre no puede ser modesta cuando se trata de su propia hija.
— Supongo que podríamos… — no digo nada más. No me gusta hablar de estos temas, porque sé que llevan ligados una pelea detrás, de que llegará un día en el que su hija pregunte por su padre, cuando sea lo suficientemente mayor como para sentirse interesada por un hombre que solo aparece cuando puede. Ahora no es importante, para ella los días tienen el mismo peso haya pasado una semana o dos meses enteros, pero llegará el día en que no sea así. Y lo temo. — Ya estarán algo secas, pero creo que sí quedó alguna. Ojo que tienen mucha azúcar, alguien vertió más de la cuenta cuando yo no estaba mirando… — y dedicándome a lo que me dedico, eso me pone un poco de los nervios, pero tampoco puedo hacer otra cosa tratándose de una niña. Tiro de su traje infantil para que me siga hacia la cocina, que está llena de platos y restos de comida de la merienda de los niños. Por suerte para él, queda una magdalena en la fuente que queda en el centro de la mesa, me estiro para agarrarla y se la tiendo con una sonrisa, aunque muy a mi pesar, la misma se rebaja un tanto con sus palabras. — Algún día, esto que estamos haciendo estará prohibido, ningún hijo tendrá que crecer sin su padre, o sin su madre, y cuando ese día llegue, créeme que entonces podrás vivir con ella y cuidarla. Pero ahora mismo, Dress... esto es lo que mejor podemos hacer si queremos protegerla. — resoplo, porque sé que es injusto, pero ni yo ni él tenemos los medios como para hacerlo cambiar. De modo que... tendré que hacer algo para hacerlo yo misma.
Resumo ese pensamiento nada más que con una sonrisa, esa que pretende ser amena pero que se torna un poco triste. Claro que eso solo lo puedo notar yo que soy la que lo está pensando. — Igual… quiero que se lleven bien, son familia después de todo. — bueno, sé que no soy la indicada para hablar de lazos familiares, cuando ni siquiera concuerdo con las ideas que mis hermanos tienen en su cabeza sobre mí, pero quiero creer que entrarán en razón en algún momento. Me encuentro distraída por lo que dice, alzando las cejas en diversión, aunque mentiría si dijera que no temo por cuándo lleguen esas épocas. — ¡Quita, quita! ¿Quieres que me vuelva loca antes de que siquiera empiece a pensar en chicos? Primero tendrá que aprender a utilizar el inodoro, y a atarse los cordones, también a escribir, porque sino luego si que no podrá enviarles cartas de amor a sus pretendientes. Porque ten por seguro que los tendrá, ¿has visto que se vuelve más preciosa con cada día que pasa? — ah, sí, una madre no puede ser modesta cuando se trata de su propia hija.
— Supongo que podríamos… — no digo nada más. No me gusta hablar de estos temas, porque sé que llevan ligados una pelea detrás, de que llegará un día en el que su hija pregunte por su padre, cuando sea lo suficientemente mayor como para sentirse interesada por un hombre que solo aparece cuando puede. Ahora no es importante, para ella los días tienen el mismo peso haya pasado una semana o dos meses enteros, pero llegará el día en que no sea así. Y lo temo. — Ya estarán algo secas, pero creo que sí quedó alguna. Ojo que tienen mucha azúcar, alguien vertió más de la cuenta cuando yo no estaba mirando… — y dedicándome a lo que me dedico, eso me pone un poco de los nervios, pero tampoco puedo hacer otra cosa tratándose de una niña. Tiro de su traje infantil para que me siga hacia la cocina, que está llena de platos y restos de comida de la merienda de los niños. Por suerte para él, queda una magdalena en la fuente que queda en el centro de la mesa, me estiro para agarrarla y se la tiendo con una sonrisa, aunque muy a mi pesar, la misma se rebaja un tanto con sus palabras. — Algún día, esto que estamos haciendo estará prohibido, ningún hijo tendrá que crecer sin su padre, o sin su madre, y cuando ese día llegue, créeme que entonces podrás vivir con ella y cuidarla. Pero ahora mismo, Dress... esto es lo que mejor podemos hacer si queremos protegerla. — resoplo, porque sé que es injusto, pero ni yo ni él tenemos los medios como para hacerlo cambiar. De modo que... tendré que hacer algo para hacerlo yo misma.
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Hago una mueca y no respondo nada al respecto, porque Ollie es familia impuesta para Jen, no alguien que haya elegido, sino un niño que le presentaron como su primo y solo por eso debe tenerlo de su lado ¿Por qué? Mi familia de sangre me abandonó, no sé quienes son, pero mis verdaderos padres decidieron elegirme así como yo elegí a Sigrid después ¿No es esa la verdadera familia? ¿Qué demonios importa a quiénes estamos unidos por sangre? - Escribir cartas de amor a sus pretendientes... Ya empiezas a sonar como una madre vieja, cariño - me burlo de ella entre risas. Dudo haber escrito una sola carta para ella cuando comencé a intentar llamar su atención - En estos días son todos fotos y mensajes de audio, nadie agarra una pluma - agrego sin dejar de disfrutar de la desesperación que corre por su rostro al imaginar ese inminente futuro - Y claro que es hermosa, se parece bastante a mí - no voy a mentir diciendo que se parece a ella - Y si hubiese salido a tí, sería incluso más hermosa - me atajo antes de recibir un golpe.
No me convence mucho su respuesta pero no digo nada al respecto, solo miro al suelo decepcionado porque en el fondo, sé que hacer algo así sería estúpido y muy descuidado para todos. Así que la sigo en silencio hasta la cocina, confortándome con la idea de que podré comer una de sus tan preciadas magdalenas. Quizás algún día, dentro de muchos años, pueda decirle qué tan deliciosas me parecieron y ella reirá sin poder creer que recuerdo el sabor - Está muy bien, no seas como mis padres que me criaron con una dieta keto - dejo salir con media sonrisa, había matado por un poco de azúcar.
Tomo la magdalena y la disfruto mientras escucho su respuesta. Dudo que ese día llegue pronto, me uniría al ejército que fuera con tal de poder estar con Jen y Ziggy todos los días pero ¿Dónde hay uno? ¿Junto a quién puedo luchar para conseguir un poco de igualdad? O al menos volver a la vida de antes... Que los Black eran una manga de locos mata niños pero al menos podíamos vivir bien si éramos lo suficientemente inteligentes, y nosotros lo somos, podríamos mantenernos como familia sin miedo.
- Tengo miedo - confieso apoyando los codos sobre la mesada, sin apartar los ojos de la magdalena - Es más probable de que muera antes de que eso pase y creerá que la abandoné, pensará que no quería estar con ella y por eso me fui - continúo moviendo las manos sin parar, por el nerviosismo. Porque con la adolescencia no solo vendrán los chicos, sino que también querrá respuestas sobre su vida y nada será suficiente para ella, no le bastará una visita, querrá que lo intente más y más duro pero eso solo logrará romperme, cometer errores y que al final terminemos cayendo todos - Vendré tanto como pueda pero no soy tonto, Ziggy, sé que me terminarán atrapando - confieso para luego llenar mis pulmones de aire - Prométeme que cuando eso pase, le dirás que caí haciendo algo valiente por ella.
No me convence mucho su respuesta pero no digo nada al respecto, solo miro al suelo decepcionado porque en el fondo, sé que hacer algo así sería estúpido y muy descuidado para todos. Así que la sigo en silencio hasta la cocina, confortándome con la idea de que podré comer una de sus tan preciadas magdalenas. Quizás algún día, dentro de muchos años, pueda decirle qué tan deliciosas me parecieron y ella reirá sin poder creer que recuerdo el sabor - Está muy bien, no seas como mis padres que me criaron con una dieta keto - dejo salir con media sonrisa, había matado por un poco de azúcar.
Tomo la magdalena y la disfruto mientras escucho su respuesta. Dudo que ese día llegue pronto, me uniría al ejército que fuera con tal de poder estar con Jen y Ziggy todos los días pero ¿Dónde hay uno? ¿Junto a quién puedo luchar para conseguir un poco de igualdad? O al menos volver a la vida de antes... Que los Black eran una manga de locos mata niños pero al menos podíamos vivir bien si éramos lo suficientemente inteligentes, y nosotros lo somos, podríamos mantenernos como familia sin miedo.
- Tengo miedo - confieso apoyando los codos sobre la mesada, sin apartar los ojos de la magdalena - Es más probable de que muera antes de que eso pase y creerá que la abandoné, pensará que no quería estar con ella y por eso me fui - continúo moviendo las manos sin parar, por el nerviosismo. Porque con la adolescencia no solo vendrán los chicos, sino que también querrá respuestas sobre su vida y nada será suficiente para ella, no le bastará una visita, querrá que lo intente más y más duro pero eso solo logrará romperme, cometer errores y que al final terminemos cayendo todos - Vendré tanto como pueda pero no soy tonto, Ziggy, sé que me terminarán atrapando - confieso para luego llenar mis pulmones de aire - Prométeme que cuando eso pase, le dirás que caí haciendo algo valiente por ella.
Me hago la ofendida cuando podría estar llamándome perfectamente vieja a mi edad, entrecierro los ojos al tiempo que le golpeo con mi mano, pero no es más que un movimiento suave que en realidad no pretende hacerle daño, si es que sé que está bromeando. O eso espero, porque entonces sí que optaré por golpearle más fuerte, la siguiente vez en la cabeza. — Nunca se sabe, quizás se encuentre con un alma vieja al que le guste escribir poesía en pergaminos y rociarlos de colonia, más que enviar fotos sensuales para que solo ella las vea. — se me escapa una risa nerviosa, porque por mucho que haya dicho eso con intención de que suene a broma, espero que no llegue el día en que mi hija salga con algún adolescente hormonado al que le falten dos neuronas. ¿Ven como es mejor el tipo nerd que escribe poesía? Abro la boca para protestar por lo que dice, pero la cierro en cuanto añade lo último y me siento ligeramente satisfecha con lo que escuchan mis oídos, asintiendo sonriente.
¿Dieta keto? Suena demasiado moderno para mí, y eso que me considero una madre bastante enrollada dentro de lo que cabe, que mi hija solo tiene tres años y no estoy como para llevarla a discotecas. Probablemente termine siendo la madre que avergüenza a sus hijos por querer ponerse un top e ir con ellos a beber al parque de la esquina. Bueno, que estoy bromeando. — Nada de eso, comerá de todo y lo que se le ponga, y cuando tenga la edad para conocerse a sí misma, que elija ella si quiere ser vegetariana, vegana o la que sea la nueva moda para cuando llegue el momento. — que no pretendo ser de las madres que le imponen como deben vestirse, qué deben comer o a quién deben besar. En esta vida hay que ser liberal incluso cuando vivimos prácticamente en una dictadura. Las ironías de la vida.
Paso una mano por su espalda cuando se inclina hacia delante sobre la mesada, mi rostro se ha ensombrecido un tanto y no va acorde con los gritos de felicidad que se oyen al otro lado de la pared. — No digas eso, no vas a morir, eres demasiado inteligente como para eso y también lo suficientemente grano en el culo como para no dejarte morir por gusto. — mi comentario trata de rebajar el trasfondo de la conversación, incluso me atrevo a sonreír ligeramente con lo último, pero siento que nada será suficiente para él. — Dress… No creerá que la has abandonado, entenderá las razones por las que no estarás siempre que lo necesite, porque yo se lo haré saber. No pretendo criar a mi hija como mis hermanos van a criar a los suyos, pero tampoco pretendo ponerla en peligro con ideas que pueden costarle la vida. — porque en este país no vale solo con ser inteligente, también hay que saber cuando tomar un riesgo y cuando no. — No voy a permitir que nuestra hija no sepa quién es su padre, ¿entiendes? Llegará el día en que hará preguntas, y no pienso escondérselas, pero será cuando sea lo suficientemente mayor como para conocer cuales son los riesgos. — en primera línea de todo, siempre estará mi hija.
¿Dieta keto? Suena demasiado moderno para mí, y eso que me considero una madre bastante enrollada dentro de lo que cabe, que mi hija solo tiene tres años y no estoy como para llevarla a discotecas. Probablemente termine siendo la madre que avergüenza a sus hijos por querer ponerse un top e ir con ellos a beber al parque de la esquina. Bueno, que estoy bromeando. — Nada de eso, comerá de todo y lo que se le ponga, y cuando tenga la edad para conocerse a sí misma, que elija ella si quiere ser vegetariana, vegana o la que sea la nueva moda para cuando llegue el momento. — que no pretendo ser de las madres que le imponen como deben vestirse, qué deben comer o a quién deben besar. En esta vida hay que ser liberal incluso cuando vivimos prácticamente en una dictadura. Las ironías de la vida.
Paso una mano por su espalda cuando se inclina hacia delante sobre la mesada, mi rostro se ha ensombrecido un tanto y no va acorde con los gritos de felicidad que se oyen al otro lado de la pared. — No digas eso, no vas a morir, eres demasiado inteligente como para eso y también lo suficientemente grano en el culo como para no dejarte morir por gusto. — mi comentario trata de rebajar el trasfondo de la conversación, incluso me atrevo a sonreír ligeramente con lo último, pero siento que nada será suficiente para él. — Dress… No creerá que la has abandonado, entenderá las razones por las que no estarás siempre que lo necesite, porque yo se lo haré saber. No pretendo criar a mi hija como mis hermanos van a criar a los suyos, pero tampoco pretendo ponerla en peligro con ideas que pueden costarle la vida. — porque en este país no vale solo con ser inteligente, también hay que saber cuando tomar un riesgo y cuando no. — No voy a permitir que nuestra hija no sepa quién es su padre, ¿entiendes? Llegará el día en que hará preguntas, y no pienso escondérselas, pero será cuando sea lo suficientemente mayor como para conocer cuales son los riesgos. — en primera línea de todo, siempre estará mi hija.
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Si tengo que elegir, prefiero un yerno que escriba poesía antes que se interne en el gimnasio para poder lucir su cuerpo por las redes sociales. Sí, Jen necesita alguien sensible pues seguro ella aportará la fuerza a la relación, así se compensarán y podrán salir adelante juntos. Pero para eso faltan muchos años, así que no me atormentaré con eso de momento ya que así solo me saldrán canas blancas debajo de la peluca de payaso - Creo que coincidimos en lo que es mejor para ella - expreso pensativo - Aunque a los hijos les gusta salir con aquellos que sus padres no aprueban, mírate a tí, con un payaso - bromeo sin poder contener la risa, me han llamado cosas peores.
Levanto el pulgar a modo de aprobación por esa decisión de crianza y me quedo un poco más tranquilo al ver que, al menos en eso, estamos en la misma página. Porque me aterra pensar que a veces Sigrid pueda tomar decisiones con las que yo no estaría de acuerdo y la distancia me impida expresar mi opinión. Eso es lo que nos hace padres, tomar decisiones que moldean a los niños y si no estoy allí... Pues no soy más que el bastardo que pudo el esperma y nunca más apareció.
Mis hombros caen a medida que sus palabras van saliendo y si bien son agradables, el pesimismo me puede. La rabia es repetitiva y de nada sirve si no hago nada para cambiarlo, pero de todas formas necesito sentirla para recordarme a mi mismo que todo esto está mal, que debo seguir luchando y que bajo ninguna circunstancia me puedo ir del mundo de forma que no sea peleando. Tener el apoyo de Sigrid es lo mejor que puedo pedir, saber que Jen escuchará de mí aunque no esté presente es un regalo y por eso voy a abrazarla de nuevo, ésta vez no con intenciones traviesas como antes, sino como genuino agradecimiento.
-Te amo - murmuro en su oído apretándola fuerte pero no lo suficiente como para llegar a hacerle daño - Eres una mamá asombrosa y sé que estarás allí supliendo lo que no puedo hacer yo - porque aunque yo no puedo verlas siempre, tampoco debo olvidar que ella está criando a una niña sola - Sé que la mantendrás a salvo y es todo lo que quiero, aún cuando sea mayor no quiero que esté en peligro - siempre y cuando yo pueda llegar a ella, todo estará bien - Te prometo que no importa la distancia, encontraré la forma de llegar, siempre.
Levanto el pulgar a modo de aprobación por esa decisión de crianza y me quedo un poco más tranquilo al ver que, al menos en eso, estamos en la misma página. Porque me aterra pensar que a veces Sigrid pueda tomar decisiones con las que yo no estaría de acuerdo y la distancia me impida expresar mi opinión. Eso es lo que nos hace padres, tomar decisiones que moldean a los niños y si no estoy allí... Pues no soy más que el bastardo que pudo el esperma y nunca más apareció.
Mis hombros caen a medida que sus palabras van saliendo y si bien son agradables, el pesimismo me puede. La rabia es repetitiva y de nada sirve si no hago nada para cambiarlo, pero de todas formas necesito sentirla para recordarme a mi mismo que todo esto está mal, que debo seguir luchando y que bajo ninguna circunstancia me puedo ir del mundo de forma que no sea peleando. Tener el apoyo de Sigrid es lo mejor que puedo pedir, saber que Jen escuchará de mí aunque no esté presente es un regalo y por eso voy a abrazarla de nuevo, ésta vez no con intenciones traviesas como antes, sino como genuino agradecimiento.
-Te amo - murmuro en su oído apretándola fuerte pero no lo suficiente como para llegar a hacerle daño - Eres una mamá asombrosa y sé que estarás allí supliendo lo que no puedo hacer yo - porque aunque yo no puedo verlas siempre, tampoco debo olvidar que ella está criando a una niña sola - Sé que la mantendrás a salvo y es todo lo que quiero, aún cuando sea mayor no quiero que esté en peligro - siempre y cuando yo pueda llegar a ella, todo estará bien - Te prometo que no importa la distancia, encontraré la forma de llegar, siempre.
Me siento recibida en sus brazos con ese gesto, de manera que me permito relajar mi postura para amoldarme a su cuerpo en el abrazo. — Creo que no hace falta que lo diga para que lo tengas en cuenta, pero lo diré: yo también te amo. — porque no son tantas las veces que puede escucharlo cuando está lejos, es por eso que no tengo problema en repetirlo todas las veces que se le antoje cuando sí tiene la oportunidad de ser quién responda a ese sentimiento. — Sé que lo harás, así es como hacemos las cosas, ¿no? Yo te espero y tú me traes historias de las que yo jamás podría escuchar dentro de una farmacia. — porque sé que algunas de esas historia serán desagradables, la mayoría en su caso, viendo por dónde se mueve con tal de sobrevivir y que no lo atrapen. Pero llegará el día en que su propia hija podrá escuchar de esas historias, que no necesitará de acaramelarlas para que pueda ponerles voz, porque para cuando Jen sea mayor, espero que todo esto haya cambiado. Y puede que sea un sueño platónico, ¿pero no son todos uno? De ahí que se llamen sueños, está en nuestra mano el que los podamos hacer realidad, y aunque sé que no estoy en posición de hacer nada contra lo que está sobre mí, sí que puedo encargarme de mover los ladrillos que quedaron más abajo y que sostienen a aquellos que portan de corona. Puede que no hoy, pero algún día, sé que lo haré.
— Será una mujer increíble, lo sé porque además de parecerse a ti, también ha heredado tu fortaleza, lo veo todos los días. — sonrío al hablar sobre nuestra hija. Se me hace mucho más fácil sobrellevar el tiempo que transcurre cuando me fijo en esa criatura, cuando al final del día puedo arroparla en su cama, leerle un cuento o ver una película animada junto a ella, una que probablemente ahora no entienda ni la mitad, pero que aun así la mantienen con sus ojitos fijos en la pantalla multicolor. Confío en que todo esto vale la pena, que la distancia es injusta, pero vivimos en un mundo donde todo lo es, la cuestión es encontrar lo que nos haga felices para acompañarnos en estos tiempos difíciles. — Vas a tener la suerte de perderte su llorera cuando empiece el colegio en breves, conociéndola dirá que es demasiado lista como para acudir a la escuela, pero en el fondo creo que también está un poquito emocionada. — dejo el tema agrio en que nos consume la distancia para aprovechar los minutos que sí puede estar para contarle sobre Jen, su cumpleaños no es más que la indicación de que el tiempo pasa demasiado deprisa como para recordar las cosas amargas, cuando hay tanto por lo que podríamos agradecer ahora, como que tenemos una hija juntos, y eso me parece suficiente motivo de celebración.
— Será una mujer increíble, lo sé porque además de parecerse a ti, también ha heredado tu fortaleza, lo veo todos los días. — sonrío al hablar sobre nuestra hija. Se me hace mucho más fácil sobrellevar el tiempo que transcurre cuando me fijo en esa criatura, cuando al final del día puedo arroparla en su cama, leerle un cuento o ver una película animada junto a ella, una que probablemente ahora no entienda ni la mitad, pero que aun así la mantienen con sus ojitos fijos en la pantalla multicolor. Confío en que todo esto vale la pena, que la distancia es injusta, pero vivimos en un mundo donde todo lo es, la cuestión es encontrar lo que nos haga felices para acompañarnos en estos tiempos difíciles. — Vas a tener la suerte de perderte su llorera cuando empiece el colegio en breves, conociéndola dirá que es demasiado lista como para acudir a la escuela, pero en el fondo creo que también está un poquito emocionada. — dejo el tema agrio en que nos consume la distancia para aprovechar los minutos que sí puede estar para contarle sobre Jen, su cumpleaños no es más que la indicación de que el tiempo pasa demasiado deprisa como para recordar las cosas amargas, cuando hay tanto por lo que podríamos agradecer ahora, como que tenemos una hija juntos, y eso me parece suficiente motivo de celebración.
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Son palabras que se pronuncian mil veces al día alrededor del mundo, a veces con una intensidad capaz de hacer combustión espontánea, otras veces con frustración y otras como despedida... En mi caso creo que corresponden las tres. Porque nunca sé cuándo será el último y así y todo cada vez funciona de combustible para llevarme y traerme de vuelta al infierno en el que vivo. Así que sí, necesito que lo diga y lo agradezco pues no hay muchas razones por las que sentirme feliz y escucharla decir que me ama es una de ellas - Pfff... La auto medicación está fuera de control, créeme que el apocalipsis zombie comenzará en una farmacia y tendrás la mejor historia - bromeo con ella antes de darle un rápido beso para separarme unos centímetros del abrazo.
Miro el suelo cuando me invade una repentina modestia al escucharla y sonrío de solo imaginarla yendo a su primer día de escuela. Será brillante, probablemente va a aplastar a todos los niños en su clase y será de las que avancen de clase porque se aburren antes de tiempo. Me hubiese encantado tenerla de alumna, poder enseñarle lo que ocurrió en el mundo fingiendo que somos un par de viajeros en el tiempo y así hacerla una mejor persona, para que no cometa los errores del pasado.
- ¿Podemos patear a los invitados y pasar la noche como familia? - pregunto en voz baja levantando la vista - Sin traje de payaso, solo nosotros tres charlando de lo que vendrá... Imaginemos que no tengo que partir mañana, imaginemos que soy un mago como ustedes y tenemos derecho de ser felices... Al menos por una noche.
Miro el suelo cuando me invade una repentina modestia al escucharla y sonrío de solo imaginarla yendo a su primer día de escuela. Será brillante, probablemente va a aplastar a todos los niños en su clase y será de las que avancen de clase porque se aburren antes de tiempo. Me hubiese encantado tenerla de alumna, poder enseñarle lo que ocurrió en el mundo fingiendo que somos un par de viajeros en el tiempo y así hacerla una mejor persona, para que no cometa los errores del pasado.
- ¿Podemos patear a los invitados y pasar la noche como familia? - pregunto en voz baja levantando la vista - Sin traje de payaso, solo nosotros tres charlando de lo que vendrá... Imaginemos que no tengo que partir mañana, imaginemos que soy un mago como ustedes y tenemos derecho de ser felices... Al menos por una noche.
Me río con su aportación que nada tiene que ver con lo que estábamos hablando, pero que me saca una sonrisa igual. Aun así, soy consciente de lo diferente de nuestras posiciones, que si yo acostumbro a levantarme a la siete de la mañana para prepararle el desayuno a mi hija, llevarla junto a su primo e irme directo al trabajo, sin una mayor preocupación que la de qué haré para la cena, él por su parte tiene otras inquietudes en mente. Lejos de tener una hija conmigo, de estar juntos en esto, no le deseo su forma de vivir a nadie, claro que son pensamientos que me tengo que guardar para mí misma viniendo de una familia de sangre pura. Si es que no es novedad que se me catalogue como la oveja negra de mi familia, aunque nadie lo ponga en palabras y actúen de forma comprensiva.
— Por supuesto que podemos hacer eso, la mayoría vino por el pastel igual, y como ves ya no queda ni un trozo. — largarlos a sus casas se me hace una idea bastante apetecible ahora que puedo disfrutar de su compañía, de la de Jen, actuar como si fuéramos una familia normal y no una que al día siguiente vuelve a romperse por culpa de la dichosa distancia. ¿Y si la mandáramos al carajo? ¿podría huir con mi hija y unirme a él en su búsqueda hacia la libertad, aunque ninguno de los dos sepamos con certeza si es alcanzable? No, no podría hacerle eso a Jenna, sacudo mi cabeza como si con el gesto pudiera borrar los pensamientos que acechan para perturbarme. Tiro de su mano con intención de sacarnos de la cocina y atravesar el hall que nos lleva directos a la sala donde se encuentran los niños. Jenna es la primera en divisar a su padre entre las cabezas de sus compañeros, de forma que puede mantenerse distraída mientras me encargo del resto. El timbre de la puerta me indica que no somos los únicos que quieren dar esta velada por terminada, padres ansiosos por llevarse a sus hijos a casa porque al parecer se han pasado de su hora de sueño.
— Por supuesto que podemos hacer eso, la mayoría vino por el pastel igual, y como ves ya no queda ni un trozo. — largarlos a sus casas se me hace una idea bastante apetecible ahora que puedo disfrutar de su compañía, de la de Jen, actuar como si fuéramos una familia normal y no una que al día siguiente vuelve a romperse por culpa de la dichosa distancia. ¿Y si la mandáramos al carajo? ¿podría huir con mi hija y unirme a él en su búsqueda hacia la libertad, aunque ninguno de los dos sepamos con certeza si es alcanzable? No, no podría hacerle eso a Jenna, sacudo mi cabeza como si con el gesto pudiera borrar los pensamientos que acechan para perturbarme. Tiro de su mano con intención de sacarnos de la cocina y atravesar el hall que nos lleva directos a la sala donde se encuentran los niños. Jenna es la primera en divisar a su padre entre las cabezas de sus compañeros, de forma que puede mantenerse distraída mientras me encargo del resto. El timbre de la puerta me indica que no somos los únicos que quieren dar esta velada por terminada, padres ansiosos por llevarse a sus hijos a casa porque al parecer se han pasado de su hora de sueño.
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