The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Tomo la punta de la sábana para limpiarme los ojos mientras se escuchan los últimos versos que Tim entona para despedir a Angel, trato de esconder el gesto de Meerah para que no se preocupe. —Lo siento, lo siento… estoy bien— la tranquilizo, creo que me ha visto quebrarme más veces de las que me gustaría admitir, y es que los dramas adolescentes que a veces me siento a mirar con ella, son una prueba de fuego para mis hormonas. Si me indignado, si me he puesto al borde de las lágrimas, y también estúpidamente cursi, con los enredos de esa novela suya sobre un par de chicos de la elite del Capitolio que llevan una vida de apariencias, y que no hay que mirar por la trama en sí, sino porque el vestuario ha sido muy elogiado por la crítica. Pero esta última historia sobre un par de bohemios que viven en uno de los barrios periféricos de la ciudad, que cantan sobre que la vida debe ser medida en momentos, y cantan toda la película, está jugando con mis hormonas más sensibles, otra vez. —Es que me remueve todo que Tim le cante la misma canción que cantaban juntos  y riéndose en la plaza— reconozco, secándome las pestañas con los dedos y recargándome sobre mis rodillas que abrazo contra mi pecho.

No puedo pasar por mi garganta las palomitas que comparto con Meerah en el gran cuenco que tenemos apostado en medio de su cama, como provisión para la maratón de películas que estamos haciendo en un domingo. Espero que a Hans no se le ocurra entrar de entrometido en este momento, porque le voy a arrojar una almohada con tal de que no me vea con toda la cara roja por el llanto, que delante de Meerah voy abusándome de tener esta crisis, pero todavía me da pudor que alguien más lo vea y en especial quien va a tomarme el pelo el resto del día… y de la noche posiblemente. — ¿Podemos poner pausa por un momento?—. En lo que tarde en recuperarme, y que bueno que lo hago, porque para lo que viene voy a necesitar de toda la fuerza de mis pulmones para llorar a mares. —Qué estúpidos son Robert y Mina. ¿Por qué no están juntos? ¡Qué el año pasa y ella se puede morir! ¿Qué no han prestado atención a la canción del inicio?

Cualquier semejanza con los tiempos que corren, es pura coincidencia. Si de algo tienen que servir las temporadas de pesimismo profundo, que sea para tomar decisiones para disfrutar de lo poco que se puede y eso me lleva a… No he encontrado aún la manera de consultar con Meerah, que no sea sentándola delante para una charla seria, sobre qué haremos cuando las cosas se pongan feas en Neopanem. —Meerah…— tanteo, dudando de dar una explicación que comience con un tono catastrófico. —Sabes que me gustaría quedarme contigo y tu papá todo el tiempo que pueda, pero tal vez tenga que buscar otro lugar donde estar y que sea una casa para tu hermano o hermana. No digo que aquí no sea un hogar para ella o él, pero… esto es la isla de los ministros. Me gustaría… un lugar que sea una casa, ¿lo entiendes?—. Creo que la charla seria a la hora de la cena hubiera sido mejor, maldita y estúpida canción de Tim sobre rentar amor. —Y claro, que lo sea también para ustedes dos. Si quieres ir conmigo, cuando Hans no pueda estar.
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M. Meerah Powell
Fugitivo
No me puedo reír de que Lara esté llorando a lágrima viva porque sería hipócrita de mi parte, estoy lagrimeando desde la canción anterior. No hay forma alguna de que vea esta película sin que me afecte, y aunque pueda cantar casi todas las canciones de memoria, jamás tengo la voz para hacerlo con las dos que acaban de pasar. Son muy dolorosas. - La primera vez que vi la película no me dí cuenta que era la misma canción, así que cuando la ví por segunda vez. Bueno… - Me señalo a mí misma con el dedo índice y luego uso el dorso de mi mano para limpiarme las mejillas. - ¿Por qué los musicales hacen llorar? Y si son bohemios o revolucionarios por alguna razón siempre termino comprándolos. - Y sí, comprar, porque incluso antes de vivir con Hans gastaba mi dinero en las versiones originales.

Me sorprende que Lara pida pausar la película porque bueno… creo que nunca he pausado una película en mi vida. Las series, sí claro. ¿Pero las películas? Aún así no le digo nada y me limito a asentir con la cabeza. Había leído por ahí que a las embarazadas no había que negarles nada, así que no iba a ser yo la villana del momento. - ¿Quieres que te spoilee el resto? - La película no termina mal, pero en los últimos minutos por poco y parece que sí. Casi había tenido que volver a poner la escena del final de tan empañada que tenía la vista. - Al menos tengo la versión completa, cuando salió la película eliminaron la canción que sigue y nunca entendí el por qué. Es hermosa y le da todo el sentido a la relación de Robert y Mina. - O al fin de la misma en esos momentos, pero mejor dejaba que lo viese por su cuenta.

Me acomodo mejor sobre los almohadones, y por unos segundos medito si sacar o no los chocolates confitados que guardo en la mesita de luz, los pochoclos no eran del todo lo mío, y solo los comía por la costumbre misma de ver películas con ellos. Claro que no llego a completar la acción, el tono de Lara me pone en alerta y le regalo mi atención con una urgencia algo temerosa. ¿Qué es lo que quería decir? ¿Que nos iba a abandonar? ¿Quería críar a su bebé sola o…? No, no lo entendía, e iba reprocharle eso mismo hasta que su propuesta me toma total y completa desprevenida. - Quieres… ¿que viva contigo? - Creo que llevo la sorpresa pintada en la cara, pero realmente no me esperaba sus palabras. Podía entender mejor el que quisiese abandonarnos, antes que el que nos estuviese invitando a su vida en sí. ¿Y no decía eso mucho de mí? - Yo… Wow. - Las palabras no me salen porque me abruma una serie de sentimientos que no logro identificar. Y sí, estaba llorando y ni siquiera podía culpar a la película que había quedado congelada en la escena del cementerio. Maldición. - Nunca me has dado razones para desconfiar de tí, y llevo años de conocerte. Sabes lo que estás ofreciendo, ¿verdad? - Porque no iba a permitirme el volver a apegarme a alguien sin estar el cien por ciento segura de que iba a quedarse de verdad. - No termino de entender qué relación están teniendo con mi padre, porque la cosa cambia constantemente. Pero esto se trata de nosotras también, y sabes que no es lo mismo. - Porque no le perdonaría jamás el irse si llegaba a pelearse con Hans, o algo por el estilo. Esto era entre las dos, y en pocos meses su bebé también.
M. Meerah Powell
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Invitado
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¿Qué opinaría su padre si le dijera a Meerah que los bohemios y los revolucionarios son los mejores? ¿Se podría tomar como una apología al delito de mi parte? ¿Qué la estoy instando a que tome estos rumbos? ¡Artes! ¡Por Morgana, no! ¡Revolucionaria! ¡Peor! ¿El ministro Powell con una hija así? ¡Faltaba más! Al estar en esta mansión, en esta isla de altos funcionarios, me puse a mí misma la condición de callar mis opiniones rebeldes sin que hiciera falta que me lo dijera Hans, que esta casa no deja de ser su casa y no vendré a imponer mis reglas, tal vez por eso también quiero un espacio que sea neutral para todos nosotros. Y pienso en todos, en Hans y Meerah como una parte a la que nos complementamos este bebé y yo, es un bosquejo confuso que puede ser cualquier cosa y que por acuerdo queremos que se parezca todo lo posible a una familia. Hay todo tipo de familias, ¿no?

¡De acuerdo! Tal vez si de antemano sé lo que va a pasar, seré más fuerte emocionalmente cuando pase— o tal vez no, tal vez me deshaga en llanto de todas maneras, con un puñado de palomitas amortiguando mis sollozos. —¿Y esa canción está en algún sitio para que la podamos buscar?— pregunto con impaciencia, que no quiero perderme de entender qué ocurre con esos dos. ¡Si es que Mina es un personaje tan genial, tan arrojado con todo lo que quiere! Robert es un tonto a veces, tan aferrado a su pasado que huye de ella. Un momento… ¿estás proyectando, Lara? No, claro que no. ¿Por qué presiento que ocurrirá algo muy malo con esos dos? ¿Por qué soy así? Le estoy dando toda la importancia que no debería a los dramas emocionales de personajes de ficción, como no lo hago en mi propia vida, creo tener todas las respuestas mientras miro la película y en las últimas semanas me he quedado en blanco más de una.

De a poco estoy logrando organizar un poco mis pensamientos, entender qué es lo que quiero y cómo lo quiero, dentro de lo que yo pueda fijar, que mis decisiones incluyen a otros y ellos tienen que tomar las propias. —Sé que estás viviendo con tu papá ahora, que es dónde debes estar…— aclaro, me siento torpe cuando lo plantea como si fuéramos las dos en una casa. Me siento desorientada sobre qué soy en la vida de esta chica, y eso que estoy acostumbrada a sentirme así con su padre, sin embargo, esto tiene otra gravedad. ¿Qué le estoy ofreciendo? Hans es un adulto con suficiente reflexión sobre su pasado como para ir definiendo también qué es lo que quiere, con él sólo me queda esperar a ver cómo seguimos, que tanto mantendremos de lo que fuimos y que tanto nos cambiará esto. Con él está abierta la posibilidad de quedarnos o irnos, aunque hablemos de una casa en la que yo estaré y de la que puede ser parte sí quiere, pero sé también que podría darse cuenta que no es lo que quiere. De que todo sucedió muy rápido, de que no estábamos listos para montar una casa, que nos embargue el miedo y escapemos.

En cambio, ella… —Serás la hermana de mi bebé, Meerah— murmuro contra su pelo cuando tiendo mis brazos para traerla hacia mí, mi mano acariciando toda su espalda para calmar el temblor de su cuerpo al llorar. —Nacerá una persona a la cuál estarás ligada toda la vida, para la cual tendrás que estar y que también estará para ti. Quiero que tengas un cuarto al lado de su cuarto, un lugar en nuestra casa, el mejor lugar y con la mejor en nuestras vidas— digo, buscando si es que también le caen mechoncitos rubios sobre su frente como su padre para poder retirarlos, con mi pulgar deslizando debajo de sus ojos para quitar las lágrimas. —Tu padre y yo somos unos tontos, haremos muchas tonterías. Nos queda descubrir si queremos estar juntos y si podemos estar…— no sé cómo me río de esto con una carcajada inundada de mi propio llanto, que se me están mojando las mejillas, y con Meerah somos lluvia sobre lluvia, que se me cae una lágrima contra su cabello. —Pero tú, en mi vida y para toda mi vida, tienes un lugar al lado de mi bebé y puedes ir y quedarte ahí siempre que quieras. No sé cómo decírtelo…— balbuceo, tomo su barbilla para que me mire y le sonrío. Audrey no tendría que haberse ido, la que tendría que haberse ido era yo, pero me cuesta pensarlo como que la suerte intercambió lugares. Estaba hecha para escapar, para pelear por todas las causas injustas del mundo y tener la arrogancia de creerme noble, que le doy la espalda a todo eso para cerrar mi abrazo alrededor de Meerah y algo que llegará a ser una persona hermosa como ella, después rendiré cuentas con mi consciencia, algún día cuando sea vieja. —Estaré aquí para ti—. Que el mundo se haga pedazos, yo me desligo de creer que tengo que hacer algo al respecto. Haré mi propio mundo, con juegos de azar y bohemios y revolucionarios que cantan.
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Pensándolo bien… creo que será mejor que la mires. - No tenía gracia el saber lo que iba a suceder de antemano. La sensación de estar con el alma en vilo, aferrándose a las sábanas por la expectativa del clímax, y a poco de sangrar de tan fuerte que uno se muerde el labio, era única e irrepetible. Saber lo que iba a pasar le quitaba la mitad de la gracia, y me negaba a arruinarle la película. - En esta edición está dentro de la película, no hace falta buscarla. - Le aseguro con la felicidad de saber que ni bien pusiera play nuevamente, faltarían segundos para que empiece a sonar. Llevaba tiempo sin compartir este tipo de cosas con nadie, y me alegraba de que fuese ella. Aunque claro… extrañar a Hero me era inevitable. Lo peor es que por más de que revisaba el espejo a cada momento que podía, jamás lograba verla al otro lado; y no, no iba a arriesgarme a pronunciar su nombre y así meterla en problemas. Podían decir lo que quisieran de ella, pero yo no lo creía.

Vuelvo mi atención a Lara, enfocándome exclusivamente en ella y en sus palabras, en sus justificaciones y en sus promesas, sabiendo que, cuando me habla, es cien por ciento sincera. Me dejo envolver en su abrazo, y sigo llorando mientras me explica lo que quiere para el futuro, lo que sabe que va a suceder. ¿Y es muy idiota de mi parte el creerle? Porque no importa que haya pasado en mi vida hasta ese momento, quiero creerle y lo hago. Porque incluso después de todo, Lara es una de las pocas personas que jamás me ha mentido, y que me ha demostrado en acciones que está constantemente para mí. No son palabras vacías, no son gestos ensayados. - Gracias… - Mi voz suena ahogada, y cuando respiro puedo sentir los mocos que amenazan con salir gracias al festival de llanto que nos estamos pegando, pero no me importa, y me abalanzo contra ella para poder estrujarla con fuerza. - Solo promete que no quieras que mi cuarto esté al lado de Muffin para que me encargue de que no los despierte. - Bromeo para aligerar la situación, pero es un chiste cómodo, e incluso aunque fuese verdad no me molestaría. - No puedo decir tantas cosas bonitas, porque a decir verdad… - No hacía falta explicar demasiado, ella había conocido a Audrey. Los sentimientos sinceros, y las definiciones de diccionario a veces se decían con el mismo tono de voz, pero me había acostumbrado. - Pero aunque al parecer las relaciones consanguíneas no son sinónimo de estabilidad o pertenencia, y que el sentido de la responsabilidad o de la obligación, puede desvanecerse en nada…  también quiero prometerte estar ahí, para los dos. Porque quiero, no porque sea mi deber. - Quería compartir, experimentar y disfrutar el ser hermana, hija y compañera. Me importaba una mierda que el mundo alrededor cada vez estuviese peor, MI familia sería mía, y nadie podría tocarla.
M. Meerah Powell
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Invitado
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No, te juro que no es porque queramos que seas quien cuide del bebé a deshoras— aseguro, con un tono vehemente para convencerla de mis nobles intenciones. —Claro que… — tengo que recapitular sobre lo dicho, porque a pesar de mis intenciones, hay verdades que se imponen. —Probablemente seas quien mejor sepa actuar en cada situación de crisis con el bebé, porque tu padre y yo seremos los adultos, pero no siempre lo parecemos—. Por estas cosas que le digo es que luego Hans se enoja conmigo, supongo que le estoy quitando algo de autoridad a su figura así, aunque no creo estar diciendo nada que sea mentira. Ni es una relevación, que su hija lo sabe, nos observa todo el tiempo y saca sus propias conclusiones. Cosas que nos pasan desapercibidos a nosotros, en ocasiones porque no queremos verlo, ella lo percibe y puede ponerlo en palabras, si es que no decide guardárselo. Siempre tiene ese brillo de inteligencia en la mirada.

Y por eso me conmueve que se reconozca igual que yo en más de una ocasión, incapaz de decir llenar el aire con palabras bonitas, pero por una razón distinta. Si es que yo me escucho en estos días diciendo cosas que no esperaba que salieran de mis labios, que hará que al final de cuentas termine dándoles a todos la razón de que soy una romántica de closet a las que las hormonas revolucionarias del embarazo la sacaron de allí. Sé que puede ser incómodo tratar con alguien así, y mi intento de detenerla para que no sienta obligada a responderme de la misma manera, se queda en eso, en un intento. Coloco su cabeza en el hueco de mi hombro para poder acariciar su mejilla con mi pulgar, limpiar así las manchas húmedas que le han dejado las lágrimas. Sus palabras me calan hondo, hasta la última, tengo que atajar el llanto una vez más. — Siempre se trata de esto, de elegir dónde queremos estar…— musito, —también los elegimos a ustedes dos.

Para que intentemos esto que es tan frágil como la torre de piezas de maderas de un niño, y que nosotros queremos planear como una casa. —¿Qué te parece vivir en el distrito cuatro?— propongo, para ir haciendo de estos ideas algo más real, algo que podemos imaginar y hacer posible. —Una casa grande, porque seremos varios. Estaremos cerca de la playa y de tu tía Phoebe, a quien tampoco es que queramos cerca para que haga de niñera…— bromeo. Ese tinte en mi voz se va desvaneciendo, mi mirada también cambia a una más nostálgica, porque planear a futuro siempre nos hará echar un vistazo al pasado, por todo lo que tuvimos y perdimos. —Si algún día quieres hablar de lo que pasó con tu mamá, sabes que voy a escucharte— susurro para los dos, —Ella fue tu familia por trece años y yo también estuve sola con Mohini por casi quince. Y ahora somos más, todo cambia en la vida, la familia nunca deja de ser la familia, pero puede ir cambiando también… cuando elegimos estar juntos y dar la oportunidad de que alguien nuevo llegue para unirnos. Lo que importa es… que no estarás sola— se me va la voz al hacerle esta promesa que tarde tres décadas en poder construir.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
- Eso es un eufemismo. - Le aseguro entre dientes gracias a la risilla que se me escapa. Amaba a mi padre, y estaba muy segura de que también estaba aprendiendo a amar a Lara; pero mientras que los dos podían ponerse serios y hacerse respetar, más veces de las que no, se comportaban como dos púberes inmaduros incluso peores que mis compañeros de colegio. - ¿Quieres que te pase libros? Incluso hay canales de cuidados del recién nacido que me han parecido de lo más interesante. Porque me niego ser la única que conozca técnicas de reanimación infantil, o métodos para arropar al bebé para que se duerma. - Y sí, eran extremos, pero esa página de verdad que cubría muchísimos aspectos del bebé, y cómo ayudarte a pasar sus primeros meses de vida.

Me sumerjo en sus caricias caricias suaves y dejo que me limpie el rostro en lo que me hundo en su calidez. Agradezco el solo hecho de su compañía, y pese a que no estoy segura de a quienes se está refiriendo con nosotros dos (¿hablaba de Hans y de mí, o de mí y el bebé?), sus palabras me reconfortan. - Gracias por haber aparecido en mi vida una segunda vez, queriendo compartir un poco más en esta ocasión. - Como amiga, como pareja de mi padre, como madre de mi futura pequeña molestia. No importaba las etiquetas que quisiera ponerle, solo el que estuviese ahí.

- Me gusta el cuatro, allí vive Mae también. - Sería divertido siempre y cuando ni Lara ni Hans se enterasen de lo mala influencia que podría llegar a ser la muchacha. Pero yo no era influenciable, y Muffin sería muy pequeño como para entender nada. - Ustedes no, pero me reservo los derechos a reclamarla yo como niñera en algunos casos. - Le aseguro. Broma o no, no era tan tonta como para creer que jamás tendría que cuidar a Muff, así que yo también quería un comodín para salvar alguna que otra situación. Aunque claro, Mo siempre sería una buena opción también. - No hace falta hablar sobre ella. No está, no estuvo, y todavía no estoy dispuesta a perdonarla. Sería más sencillo si supiera que está tratando de al menos saber que estoy bien, pero no lo hace así que no me importa. Como dijiste, no estoy sola. E incluso aunque lo estuviese, no se merecería el volver a querer nada. - Y puede que mi tono sea algo mordaz, o que el aire de la habitación haya cambiado un poco. Pero todavía me generaba rabia esa mujer, y quería no pensar en ella cuando estábamos hablando de cosas tan lindas. - ¿Ya tienen pensado nombres?- Me apresuro a cambiar el tema.
M. Meerah Powell
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Invitado
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Podríamos mirarlos entre capítulos de tus series— sugiero, en medio de todo el drama adolescente que en ocasiones me impacienta porque los chicos no son lo suficientemente listos como para encarar a nadie, y que no me pregunten cómo, luego acaban manoseándose lo mismo, pero tan tontos que me da ganas de tener charlas serias con ellos. En realidad, me preocupa que Meerah pase su propia adolescencia consumiendo cosas como esas, si ella se ofrece a aprender conmigo cómo ser madre primeriza y no morir en el intento, podría darle alguno consejos de pubertad a cambio, sin que se entere Hans. Que con esto del embarazo me volvieron todos los recuerdos sobre experiencias con las hormonas en su nivel más alto, aunque nada me preparó para esto y mis confesiones de romántica. Ni a los trece años fui tan cursi como en estos días, era de una admiración con demostraciones un poco agresivas. —Nos preparamos una gran bandeja con palomitas y hacemos maratón de todo.

Aunque el futuro sea todavía incierto y la decisión con Hans de hacer esto juntos sea reciente, al parecer tendremos muchas maratones por delante de lo que sea, el tiempo se alarga para nosotras sin caducidad, ya sea por el vínculo de hermanos que tendrá con un bebé que nacerá de mí o porque acepta una relación conmigo que no coloca a su padre en medio, es un trato entre nosotras. Meerah podría ser la mejor amiga que tuviera en la vida, y me costó años encontrarla, años de verla crecer por tener una afinidad con Audrey que en algún punto se extinguió. Meerah siguió ahí, yo seguí cerca de ella, lamento mucho, mucho en verdad, que sus padres que son las personas que deberían haber estado siempre, los disfrutó en tiempos diferentes, y yo que fui pura coincidencia, le prometo que estaré con ella toda su joven y bella vida. ¡Qué desastre! ¿Por qué esta gente me deja entrar en su vida? Son tan ordenados, tan pulcros, viven en una mansión, fueron marcados por pérdidas a una edad demasiado temprana, ¡y aquí están! Diciéndome a mí que no hago más que escapar y le tengo miedo al compromiso de una relación, porque no he visto que a las personas no haga otra cosa que lastimarlas, que me quede aquí. Y me quedo, en esta mansión donde los jarrones salen carísimos y tiene ponys en el jardín.

Gracias a ti por confiar— susurro contra su cabello rubio, estrechándola en mi abrazo y no puedo decirle nada más porque se me cierra la garganta del llanto, la envuelvo como si quisiera armar una coraza para nosotras que nos proteja. Puedo hacerlo, la casa en el distrito cuatro será nuestro refugio y fortaleza. No la compraré para plantar flores en el jardín. Haré de esa casa un sitio seguro para todos nosotros, me dedico a esto, a armar cosas y que sean resistentes. Es hora de que ocupe todo lo que sé en algo que me importa, y ellos me importan. No quería, no debía, no había nada que en realidad me atara a Hans, ni a Meerah, ni siquiera a Riley que fue mi mejor amigo de años, ni a Annie ni a Rose que me hacían reír con un par de tragos cada tanto, ni a mi madre a la que me empeñaba en mantener a una distancia en la que me dejara ser. Era una persona egoísta que decía que no tenía nada que perder, porque al final del día estaba sola, conmigo, en mi casa. Pero nada tenía que ver con la sangre, la responsabilidad o la obligación, no había necesidad de un lazo material. Meerah es especial para mí y la resguardaría de todo, construiré una fortaleza donde pueda ser reina y tenga un cuarto con vista al mar. Sonrío porque allí vive también su amiga, ¿y no es genial? Ese distrito podría ser nuestro paraíso personal y yo levantaré los muros que hagan falta.

Acaricio su espalda de arriba abajo al decir lo que siente sobre su madre, no será mucho, más bien una declaración a no querer hablar de ella, pero lo está sacando fuera y es lo que necesita. Yo, en mi incapacidad de hablar sobre todo aquello que me angustiaba cuando era un poco más grande que ella y acababa de perder a mi padre, busqué maneras que tal vez no fueron las mejores para tratar esas emociones. —Tienes personas contigo que te apoyaremos siempre, y nadie podrá reemplazar nunca a tu madre, ni yo espero que me veas como un patético sustituto, pero somos quienes estaremos para ti siempre que lo necesites y quieras… lo que sea. Estaremos para ti— reafirmo, entrelazando mis dedos en su espalda así no la suelto. —Si necesitas hablar de la escuela, de tus amigos, de chicos… podemos conseguir un poco más de palomitas y ponernos a ello—. No siento que esté invadiendo el lugar de nadie, que yo a mi madre estas cosas no le contaba, se daba cuenta sola y eso porque Mohini es un caso especial, al que ya se acostumbrará. —Obviamente, no le contaremos nada a tu padre— aclaro, y después contesto a su pregunta. —¿Ya? ¿No es muy pronto para pensarle un nombre? Con tu padre cree que recién nos estamos acostumbrando a decir la palabra "bebé".
Anonymous
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