The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Paul Jefferson
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Sé que puede ser perturbador recibir un mensaje desde una dirección que por años no se ha usado, y que estoy seguro que esta mujer podrá reconocer a pesar de ello, pues es la que usaba su marido. Es la única manera que encuentro para ponerme en contacto con Mohini, puesto que no puedo salir de la fábrica abandonada donde nos hemos escondido estos meses. Ella conoce tantos trucos como yo por su experiencia en el campo de la tecnología, que fue donde todos nos encontramos, cada quien especializándose después en rubros que ellos llegaron a combinar con la magia cuando todo cambió y, por mi parte, me vi excluido del taller al tener que marcharme. El poco contacto que teníamos se acabó con la ausencia de mi primo, hice una doble promesa de mantenerme lejos de ella y la hija de ambos.

Sin embargo, los días pasan y diciembre está sobre nosotros, se hace cada vez más cercana mi partida, de la que no le hablé a Kennedy porque muchas cosas podrían haber sucedido hasta que se concretara. No es algo que pueda explicarle a mi colega sin caer en mentiras y aclararle por qué debo irme, cuando eso mismo sería exponerme al peligro de ser capturado. Es simplemente algo que debo hacer. Estoy atado a mis promesas, dije que volvería antes de que acabara el año y tengo que hacerlo, aunque no tenga la certeza de poder regresar al distrito cinco. Después de darles muchas vueltas, he decidido que si tengo que romper mi palabra, no debe ser con mi amiga que me prestaría sus oídos como se bien que lo haría, sino con quien tiene derecho a saberlo, si es que puedo hacerlo.

Mohini tiene su carácter, lo sé bien. No tengo duda de que sabrá descifrar las coordenadas que le pasé, ordenándolas en el sentido correcto, algo que nunca haría sería subestimar la inteligencia de esa mujer. Se trata de un galpón que está en el mismo terreno que la fábrica que usamos de escondite, pero es un edificio alejado y hay un perro sucio que funciona tan bien como el chivastocopio de los magos para alertarnos de la inminencia de un peligro cercano. Si no presenta, es porque no quiere, porque no le interesa nada de lo que pudo haber dejado su marido atrás. La nostalgia también es algo que se extingue con el tiempo, a la muerte siempre sigue el olvido. Si con culpa reconozco algunos días que no he pensado en Sloane, cuyo rostro hace mucho que no puedo evocar. ¿Por qué ella vendría si lo único que tengo para darle es una carta? La siento pesada en el bolsillo de mi chaqueta, el frío de finales de otoño se está sintiendo y no hay mucho abrigo al que podamos echar mano en nuestra condición de refugiados. Estoy tiritando por la corriente de aire que circula por la amplia estancia de máquinas rotas, que me quedo rígido cuando finalmente la veo aparecer. —¿Es posible que en todo este tiempo no hayas cambiado nada, Mohini?— pregunto con tal incredulidad, porque esos ojos rasgados son los mismos de hace quince años y que también pude apreciar que heredó Lara. —El tiempo se ha detenido para ti— la saludo, porque quizá sea verdad. El reloj nunca avanza cuando quedan pendientes.
Paul Jefferson
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Thunder road · Mohini IqWaPzg
Mohini R. Khan
No hay nada que se salga de mi rutina en un día corriente de trabajo, me gusta la comodidad que me aporta la normalidad ahora que las cosas están poniéndose tensas, lo he decidido así y así también debe mantenerse. Por la seguridad de mi familia y la que está por llegar, no necesito problemas extra que añadir a la lista de cosas por las que preocuparse cuando un bebé está por aparecer en nuestras vidas, ya de por sí el anuncio ha caído de la nada y otra sorpresa no me haría bien para mi salud. Como sea, el destino tiene extrañas formas de romper con el orden que debe reinar, y esta vez se presenta a modo de mensaje cifrado que proviene de una dirección que no esperaba volver a ver jamás, porque que me llegue a casa un aviso secreto del lugar que lleva sin ser tocado años resulta un poco equivocado. Desde que murió Lawrence, esa dirección ha permanecido en la ignorancia, al contrario que sus memorias que están bien lejos de ser olvidadas.

Puede que sea eso lo que me lleva a interpretar el código que se me presenta como nada más que un juego matemático de coordenadas y símbolos que me cuesta menos de una hora en sacar la conclusión del mensaje. Es demasiado elaborado como para tratarse de una broma de mal gusto, pero no lo suficientemente difícil para que mi cerebro no sea capaz de transcribirlo, y cuando termino de juntar todas las piezas siento que me están dando un golpe en el pecho al momento de leer el mensaje. No por lo que descubro, que vienen siendo las coordenadas de un lugar, junto a una fecha y una hora en concreto, firmado bajo un nombre que esperaba no tener que volver a ver desde la misma muerte de mi esposo. No por nada, pero el hecho de que la cara de este hombre aparezca empapelada junto con la de otros tantos rebeldes encargados de poner las bombas que casi vuelan a mi propia hija, es comprensible que me sienta reacia a la hora de elaborar alguna clase de respuesta.

De hecho, por esa misma razón, ni siquiera tomo la decisión de responder, sino que me decido por ignorarlo al punto de que por días hago como si mi cerebro se hubiera reseteado de las horas que pasé dándole vueltas al mensaje. Claro que todo no es más que una absurda mentira que utilizo para autoconvencerme a mí misma de que no estoy las veinticuatro horas del día pensando  en lo que habrá detrás de semejante aviso. No quiero aceptarlo, porque de hacerlo significaría reabrir una herida que hacía tiempo ya había declarado como cerrada, pero que duela en este preciso instante por la incertidumbre en que me deja el mismo mensaje también es otra forma de decir que las huellas del pasado no son tan profundas como esperaba, y que son más bien superficiales.

No es que se me antoje especialmente visitar los suburbios del cinco, más cuando la seguridad en el norte está tan alta que tengo pavor solo de pensar en encontrarme con un dementor, incluso cuando faltan horas para el toque de queda. Desisto de mis intentos de hacer esto una cita corriente, porque no lo es, lo sé en cuanto mis pies chocan contra el suelo y el gélido viento de finales de otoño me golpea la cara, removiéndome el pelo mientras me dirijo hacia el galpón. No lo niego, estoy tentada a dar media vuelta y olvidar que he estado aquí siquiera, pero un nuevo apretón en mi corazón me impulsa a empujar la puerta para hacerme un paso en el interior. La figura que ven mis ojos no me deja indiferente, a pesar de que en ningún momento lo demuestro en la expresión de mi rostro, el cual se mantiene sereno al mismo tiempo que un poco frío y distante. — Podría decir lo mismo de ti, Paul, pero dejemos las cordialidades a un lado. — Le dedico una mirada de reconocimiento, porque efectivamente, si ha cambiado algo con el paso del tiempo no es algo que pueda notarse con facilidad, dejando a un lado el aspecto demacrado y algo delgado. — ¿A qué viene todo esto? No sé de ti por años y de pronto recibo un mensaje que podría ser descifrado por un niño de cinco años. — Es evidente que estoy exagerando, los dos sabemos que ninguno que no fuera nosotros tres, y con eso incluyo mi marido, podría haber sacado algo en conclusión, pero lo siento necesario cuando su cara también aparece por todo el país como uno de los rebeldes más buscados. Tiene que entender el peligro en el que estoy poniendo a toda mi familia de enterarse alguien que estoy aquí.
Mohini R. Khan
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Thunder road · Mohini IqWaPzg
Paul Jefferson
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Escuchar el saludo de Mohini me transporta a un escenario diferente, este galpón derruido muta a un taller agitado por el trabajo febril de unos mecánicos, las conversaciones a gritos se escuchan por encima del choque de piezas metálicas, mi primo haciéndose oír con su voz potente, todo lo que fuimos y todo lo que podríamos haber tenido se desvaneció y nos quedó esto, un encuentro a solas con la esposa viuda de mi primo en un paisaje de ruinas. —Me guardaré mis preguntas de cortesía sobre tu salud y el bienestar de Lara, entonces— contesto, con un tono engañoso, que no puedo dejar pasar de largo una cuestión que me ha quedado rondado. —Claro que a tu hija la vi hace poco, se la veía un poco descompuesta. Tenía una cara terrible cuando nos encontramos y acabó vomitando sobre sus pies. ¿Y quién no? Supongo que a cualquiera le revuelve el estómago que la acusen de andar por el norte como espía de un ministro, y sabes lo primero que se piensa sobre eso, que lo hace porque se acuesta con él.

Meneo mi cabeza de un lado al otro, no quiero indagar sobre eso, pero no deja de ser una profunda desilusión tratándose de una chica de la que esperábamos algo distinto, si escuchó de niña que hubo abuelos y tatarabuelos que pasaron por un tiempo en el que no gozaron de su libertad, siglos de esclavitud a los que se rebelaron un día y nadie debería volver a eso. Parecía que ella lo entendía, que se sentía tan indignada como su padre cuando escuchaba esos relatos en el taller, en el espacio de trabajo que compartíamos, fuera de la vigilancia de su madre. —Lawrence se sentiría muy decepcionado si se enterara que su hija es la amante del tipo que firma quien vive esclavo y quien muere quemado en este país…— susurro, me encojo de hombros, de tener la oportunidad no se sí le compartiría ese disgusto a mi primo. El reclamo de Mohini me recuerda la carta que tengo en mi poder, postergo todo lo que puedo el dársela, supongo que espero que suceda algo que me haga desistir. —No es que yo me haya querido encontrar con Lara, no rompí la promesa que te hice de mantenerme lejos. Fue ella la que anduvo rondando por estos sitios. Y si te soy sincero, me ha hecho dudar de buscarte. No parecen ser la familia que Lawrence dejó atrás, ni sé si puedo confiar en ella o en ti. Pero…— me interrumpo, extraigo la carta y hago girar el sobre en mis dedos. —La familia es lo primero, ¿no?
Paul Jefferson
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Thunder road · Mohini IqWaPzg
Mohini R. Khan
Por un momento casi puedo imaginarme la voz de Lawrence retumbando en estas mismas paredes, pero la de su primo me llega mucho más clara a los oídos, cosa que me hace recordar que hace tiempo que no escucho la voz grave de mi marido, y que, por esa misma razón, no merece la pena que le dé más vueltas a un hecho que no va a cambiar. En su lugar, me tomo el atrevimiento de dar unos pasos para entrometerme más en el interior del galpón, donde se está más resguardado del viento que sopla fuera. — No sé de qué me estás hablando, ni de qué asuntos podrían atraer a Lara a un lugar como este, pero no voy a permitirte que insinúes cosas acerca de mi hija cuando yo esté presente. — Recalco con severidad, sin una pizca de gracia en mi voz, lo que aprovecho para lanzarle una mirada que dista mucho de la que solía conocer cuando mi marido lo traía a casa en tiempos más que mejores. — ¿Qué interés puede tener Lara en un sitio así? — Es una pregunta a la que demando una respuesta inmediata, porque no me produce el más mínimo placer saber que mi hija anda teniendo negocios por los suburbios de los distritos norteños estando el plan como está en el país, y teniendo un bebé en su interior. Si Lawrence no fue un ejemplo para todos de lo que puede pasar cuando sobrepasas los límites, no sé que lo será, y desde luego yo no voy a permitir que su muerte haya sido en vano y más miembros de mi familia cometan el mismo error. No mientras yo siga viva.

No te atrevas a hablar en nombre de Lawrence, Paul. Qué sabrás tú de lo que piense de su hija, ¡cuando ni siquiera está aquí para poder hacerlo! — Quiero recordarle el por qué de eso, que fue él junto con sus otros amigos los que le empezaron a meter ideas en la cabeza, no equivocadas, pero suficientes como para alejarlo de una vida en la que la responsabilidad de criar a una hija debía ser la primera de todas. Y por ese mismo motivo, todo terminó como terminó. No creo que necesite refrescarle la memoria para que lo entienda. Me obligo a mantener la calma, a sabiendas de que me estoy irritando por momentos con cada comentario, y también me recuerdo que puedo tomar la decisión de marcharme cuando me plazca. No obstante, no lo hago, continúo con los pies en la tierra por los minutos en los que lo único que rebota contra la pared es el eco de sus palabras. — Debiste mantenerte lejos como prometiste, Paul, porque lo único que me estás demostrando es que no has aprendido nada de lo que ocurrió con Lawrence. — Se le está yendo la lengua en asuntos que no le conciernen, y como dije, no voy a permitir que insulte a mi familia mientras yo esté delante. — Precisamente porque la familia es lo primero te convendría no decir nada al respecto, las decisiones que he tomado desde entonces, de mantenerme alejada de todo esto, han sido solo para proteger a mi familia. Lawerence no supo ponerla primero, pero yo sí lo haré. — Amé a Lawrence, lo sigo haciendo, y probablemente también lo haré cuando esté muerta, pero cometió errores, errores que yo en su lugar no hubiera cometido. Puedo afirmarlo porque cuando se trata de la vida de mi hija, no haría nada que pudiera ponerla en peligro. Y creo que tampoco hace falta recordar con qué clase de gente se ha juntado, con personas que se dedican a poner bombas en un lugar lleno de civiles, uno de ellos mi propia hija. No, no voy a aceptar que me lance esa clase de ultimátum. — ¿Para eso me has hecho venir? ¿Porque te repatea que mi hija sea feliz con alguien que se escapa de tu cajón de ideales? — A mí esa parte también me cogió un poco por sorpresa, viniendo de Lara, pero creo que los dos sabemos que las personas son algo más que ideas absurdas. — ¿Qué es eso? — He estado tan concentrada en no ponerme histérica del disgusto que no he podido reparar en el papel que se saca del abrigo, aunque ahora que lo miro más de cerca podría decir que se trata de una carta.
Mohini R. Khan
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Thunder road · Mohini IqWaPzg
Paul Jefferson
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No me esperaba una reacción diferente por parte de Mohini, coloco en alto mis palmas en lo que es una petición de tregua y puesto que he dicho de su hija más de lo que cualquier madre tomaría a bien escuchar, si no me hechiza por sentirse ofendida debería de sentirme agradecido. Dudo en contestar a su pregunta, si al final llego a la conclusión de que se merece la verdad si bien su hija no ha considerado que deba saberlo, es porque yo sí creo que debería tener conocimiento al respecto, después de todo, ha sido quien cargó con la crianza de una niña consentida en exceso por su padre y que en ese entonces daba bastantes dolores de cabeza. —Estaba buscando a un chico. ¿Viste los carteles? Uno de esos chicos es un Black, lo rastreaba para entregárselo al gobierno— contesto con lo que es la versión oficial sobre su recorrido por el norte, tratando de ser lo más concreto con la información y sin irme por los otros rumores. Es un detalle que no viene al caso, que en esos carteles también se ve mi cara.

Me atraganto con su reclamo, que sé que no soy mi primo y nunca quise hablar por él, reemplazar la ausencia de su voz con la mía. —Sí podríamos saber lo que piensa, si no tienes miedo a su decepción— no me muerdo la lengua al responderle, creo que llevaba años esperando que me echara eso en cara, que mi primo no está para decir lo que piensa o por qué hizo lo que hizo, porque sí hay una manera de saberlo. —Todo estos años me mantuve lejos, Mohini. No las molesté a ninguna de las dos, dejamos que Lara se criara contigo porque era lo mejor que se podía hacer por ella en medio de todo lo que estaba pasando— hablo en plural, recuerdo esas charlas de madrugada con mi primo primero en el taller y luego en estas mismas fábricas arruinadas cuando me exilié, en que debatíamos sobre lo injusto que era todo, las maneras de hacer algo al respecto con el menor daño posible a nuestras propias familias, y él eligió la muerte. —Ustedes eran lo más importante para Lawrence, Mo— la contradigo, me arriesgaría a decir que sí las puso primero, supongo que depende de cómo se mire y cierro la boca para no decirlo. —Siempre fueron lo más importante— murmuro.

Coloco la carta en medio de nosotros, sujetándola con la punta de mis dedos para que ella pueda tomarla y abrirla por su cuenta. Se lee su nombre y el de Lara, dentro está todo lo que necesita saber. Tengo mi momento de vacilación, en que casi retiro el sobre de su alcance, el que diga que Lara es feliz con un pro-magos, no cualquiera, con alguien que es parte de este gobierno que fue expulsando a cada parte de su familia. Pero mantengo la carta suspendida en el aire a que Mohini la agarre. —No, te pedí que vinieras para darte lo que escribió Lawrence y me pidió que te entregara cuando muriera— explico, con una calma firme, esa que le indica que no le queda otra alternativa que leerla y no me iré de aquí hasta que llegue al punto final, de todas líneas que me pidió que memorizara por si el papel se perdía, así sus palabras llegarían de todas maneras. Sé lo que dice, le pide perdón por sus decisiones, por irse sin despedirse, por su muerte. —Hay personas para las que el tiempo fracasa en la única tarea que tienen. Nunca pueden superar lo que dejan atrás, no llega el olvido, los sentimientos no se vuelven menos intensos y las heridas siguen doliendo como el día en que fueron hechas. No quise esperar más, te entrego la carta para que esta vez sí pueda despedirse antes de morir— digo, esperando que llegue a ver el nombre de Lawrence, así como la fecha que marca a la carta escrita en agosto de este año.
Paul Jefferson
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Thunder road · Mohini IqWaPzg
Mohini R. Khan
Mis cejas llegan casi al punto de juntarse cuando revela la razón de las visitas de Lara a los suburbios del norte, lo cual estoy lejos de creerme si no fuera porque es hija de su padre y por algún motivo que desconozco no ha hecho caso de mis constantes intentos de mantenerla al margen de esos mismos peligros. — Lo rastreaba para entregárselo al gobierno. A un Black. — Repito, porque no sé si es consciente de cómo suena eso dicho en voz alta. A mis oídos no tiene ningún sentido, ni quiero imaginarme las causas por las que mi hija haría semejante tarea si no fuera por recibir algo de vuelta, que Lara es de las que saltan al vacío a la primera de cambio pero no tanto como para hacerlo sin una baza que la sostenga, o al menos, eso es lo que espero. — Y tú la ayudaste a hacerlo, a sabiendas de lo peligroso que sería e ignorando por completo la promesa que le hiciste a Lawerence, que me hiciste a , después de todo por lo que hemos pasado, ¿y tú le metes más ideas en la cabeza? — Me paso los dedos por las cejas, estirando mi frente en un intento de mantener la calma ante esta nueva onda de noticias que me hacen parecer la persona más obsoleta del mundo. Porque creía conocer a mi hija y parece que sí, la conozco lo suficiente como para saber que haría algo así, solo que no esperaba tener que enterarme de esa forma.

Y me confunde, este hombre que hace muchos años era parte de mi familia, que lo sigue siendo porque hay lazos de sangre que lo unen a mi marido y esas no son cosas que se puedan dejar atrás, pero me confunde su manera de hablar, su forma de escoger las palabras para hacerme sentir que estoy perdiendo el hilo de la conversación. — Escúchame bien, no sé a qué juego estás jugando, de poder saber lo que piensa cuando ambos sabemos que hace tiempo dejó de hacerlo, y mucho menos de… ¿miedo a su decepción? Decepcionado estaría de enterarse que no he hecho lo mejor por proteger a nuestra hija, que es lo que estoy haciendo ahora y por esa misma razón ni siquiera debería estar hablando contigo. — Aparece en la lista de los más buscados del país, su cara está empapelada por el distrito seis como recordatorio de que somos familia, lo que me pone en una situación de espada y pared en cuánto a decisiones lógicas. Aun así, con todo eso que debería ponerme en su contra, siento mi semblante debilitarse, mis labios tiemblan ante la repetida mención de Lawerence, por lo que tengo que mantenerme con los pies en la tierra y apretar mis facciones para no mostrar cualquier signo de fragilidad. — Lo sé. — No necesito decir más, porque sé de sobra que éramos lo más importante, que no había cosa que hiciera que pudiera hacerme cambiar de opinión respecto a lo mucho que lo necesitaba en mi vida, en nuestras vidas. Pero él ya no está, tengo que recordármelo cuando vuelvo a endurecer la mirada en su dirección.

No voy a reconocerlo, pero soy consciente de que ha dado en un punto débil que se muestra en el temblor de mis dedos bajo mis brazos, esos que me niego a deshacer de debajo de mi pecho porque estoy demasiado concentrada en no despegar mis ojos de la carta. Me las apaño también para mirarle a él sin perder de vista el sobre, atenta a sus palabras que de un momento a otro suenan mucho más calmas de lo que fueron antes nuestras voces. Un apretón se apodera de mi pecho en lo que descruzo mis brazos, vacilando a la hora de estirar uno de ellos en lo que mis piernas se mueven unos cuantos centímetros para estar más cercana a alcanzarla. Trago saliva, pero lejos de leer el interior cuando la atrapo entre mis dedos temblorosos, culpo al frío por orgullo, le doy la vuelta para fijarme en la fecha que porta detrás. — Dijiste que la había escrito Lawerence. — Es lo único que atino a decir con seguridad de que es real, porque nada de esto me lo está pareciendo y soy una mujer que siempre ha buscado soluciones firmes, no datos al aire que puedan hacer una ecuación enrevesada sin sentido alguno. Esto, claramente, es uno de esos casos.
Mohini R. Khan
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Thunder road · Mohini IqWaPzg
Paul Jefferson
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No, no es así…— la contradigo, porque está empeñada en verme como el malo aquí, su sentido de madre le impide asumir que su hija tomó decisiones y se puso en riesgo sola, quizá porque duele demasiado ver que se parece a su padre en todas sus imprudencias que la crianza y el amor que sé que le habrá dado Mo, no han bastado para controlar ese temperamento inestable. Resoplo para concluir con una discusión que si fuera por ella, la seguiríamos, es el cambio de conversación que nos aparta de esa cuestión sobre el chico Black en que no ahondaré porque tengo un compromiso de silencio sobre él, y nos centramos en otro secreto que si se ha podido mantener todos estos años, es porque fue exclusivo de dos personas. A mi exilio al norte por ser squib hace quince años, me siguió Lawrence furioso por la injusticia a despotricar en ruinas como estas en las que nos encontramos hoy con Mohini. Proveníamos en sí de una familia de muggles, fueron algunas alteraciones en la genética supongo que lo que determinó el azar de que algunos fueran magos y que en mi caso la confrontación de lo que fuera que determina si una persona será mágica o no, me hizo squib.

De ti no se sentiría decepcionado, Mo— dejo caer con un suspiro que me sale del pecho con transmite toda la angustia que he visto palpable en el rostro de Lawrence por más de una década. —Siempre te amó demasiado como para sentirse decepcionado de ti por lo que fuera…— murmuro, si en mi caso había creído que con Sloane todos los días del poco tiempo que estuvimos juntos tenían sentido si estaba con ella, en mi primo veía una capacidad mucho más intensa de amar, abrasadora a veces, perdonaba todos los caprichos de su hija y hacía de Mohini la única mujer a la que podría adorar y nunca, a pesar de la distancia, abandonó esa religión. Armó un altar para ellas en su memoria al que acudió cada día y la carta que le tiendo fue escrita con esa desesperación, rogando después de una muerte real por el perdón de todas las malas decisiones que tomó y su abandono, de parte de las únicas personas que podrían dar calma a su espíritu.

La escribió él, enfermo, porque sabía que iba a morir…— revelarle se opone a la historia que ha quedado en sus recuerdos, sobre ese disturbio entre un mago que asesinó a un mestizo aquí mismo en este distrito, cuando fuimos varios esa noche, en un desenfreno violento que determinó lo que con Lawrence llevábamos tiempo considerando. —Fue en agosto, tenía que volver y me dio la carta por si cuando regresaba…— aparto mi mirada, las palabras quedan pendiendo en el aire entre los dos. En este momento en el que estamos hablando, no sé qué ha sido de la suerte de mi primo. No tengo manera de contactarme con él, elegimos el silencio como mejor manera de protegernos entre nosotros. —Sucedieron cosas que me retuvieron aquí, ahora mismo no doy un paso sin el miedo a que me caiga un auror acompañado por un dementor— hago una mueca, que ella lo sabe bien. —Tengo que volver, saber cómo está, si ya…— otra vez silencio. —Y me pidió que solo te diera la carta cuando estuviera muerto. Él no siente que pueda enfrentarse a tu mirada decepcionada— tomo una profunda bocanada de aire, —pero todos cometemos errores y creo que nadie merece morir sin una despedida adecuada, si hay una segunda oportunidad para ello. Y que se puedan decir todas las cosas que no se han dicho— acabo.
Paul Jefferson
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Thunder road · Mohini IqWaPzg
Mohini R. Khan
No necesito de sus palabras para saber que era así, que lo que Lawrence y yo tuvimos fue lo mejor que me ocurrió en la vida y que me dio a lo que yo aprecio más en la misma, mi hija. Esa misma que he descubierto hoy me esconde cosas por temor a que las repercusiones de sus acciones sean las mismas o parecidas a las que tuvo su padre, y no puedo comprender como alguien por quién me he esforzado tanto en que no cometa esos mismos errores lo haya acabado haciendo igualmente, como si las consecuencias de por sí no hubieran sido fatales. Es lo que me hace sentirme un poco recelosa respecto a las palabras de Jefferson, porque me niego a creer que Lara podría ser tan irresponsable y con tan poco sentido del peligro, cuando, una vez más, eso mismo me recuerda que la genética es demasiado fuerte, y en este caso la de mi marido tuvo que ser la dominante para que mi hija saliera así de imprudente, a sabiendas de que no son tiempos para hacer tonterías.

Por todos esos motivos, además, que la carta recae en mis manos, pero me niego a mover ningún dedo para abrir el pequeño sobre de papel crema. No obstante, la sujeto como si fuera lo último a lo que pudiera aferrarme, una seguridad que dista mucho de la forma que tengo de clavar mi mirada fija sobre sus ojos oscuros. — Jefferson… Eres consciente de que nada de lo que me estás diciendo tiene sentido, ¿verdad…? — El tono de mi voz es dudoso, tanto como lo son mis pensamiento con respecto a lo que está saliendo de su boca. Mi cabeza se niega a creerlo, a creer cualquiera de sus palabras, cuando ha pasado tanto tiempo desde la última vez que pensé en Lawrence como una persona viva, una que respira y sigue riéndose por las payasadas de su hija, esa que aparecía de la nada por la cocina de nuestro hogar para robar algo que llevarse a la boca y actuar como si no fuera con él. No, este hombre sigue estancado en un pasado del que a mí misma me costó mucho salir, y que de no ser por mi hija, aun seguiría hundida en las memorias del hombre que fue la luz de cada uno de mis días. — Lawrence murió, Jefferson. Murió, y fue por culpa de esas ideas que tú y sus amigos le metieron en la cabeza, creyendo que podíais cambiar el mundo, que vuestras voces servirían para acallar lo que otros tantos no pudieron. Pues esta es la realidad, Paul, Lawrence murió, y yo lo acepté, contra todo pronóstico porque fue el hombre de mi vida y jamás imaginé una vida en la que él no estuviera, pero lo hice por mi hija, por Lara y su seguridad. — Estoy bien lejos de poder contener las lágrimas que empiezan a acumularse en mis pestañas, lo que me hace endurecer más la mirada para evitar que las mismas caigan y me dejen como la mujer blanda que nunca he sido. — Y tú debes hacer lo mismo, si no es por tu propio bien por el de Lara, si todavía guardas algo de respeto por mi marido, lo harás y no volverás a mencionarlo como si fuese alguien de quién pueda sentirme decepcionada, ¿me has escuchado? — Este hombre delira, por todo lo que está diciendo y por las barbaridades que se está atreviendo a soltar cómo si esto no se tratara de un tema serio, serio y enterrado, que no debería volver a ser sacado a la luz.

No debería hacerlo, no merece saberlo y desde luego no le va a hacer ningún bien de hacerlo, pero, mientras sostengo la carta aún entre mis dedos sin ser capaz de soltarla pese a todo lo que he dicho, me armo de valor para murmurar lo siguiente, sabiendo que me voy a arrepentir en el futuro. — Lara está embarazada. No necesita que tú ni nadie le vengan metiendo más ideas de las que ya tiene por sí sola sin la ayuda de nadie. Debe estar con su familia, con la que está aquí y lo seguirá estando. — No con fantasmas a los que él se dedica a perseguir como si fueran a reaparecer del pasado. Me niego ser la persona que continúe alimentando sus alucinaciones por mucho que a mí también me duela la aceptación de que Lawrence ya no está entre nosotros. El pasado debe quedar como pasado, es como seguimos adelante, él ya debería de saberlo.
Mohini R. Khan
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Thunder road · Mohini IqWaPzg
Paul Jefferson
Tributo
Mohini…— mi tono es duro, trata de detenerla antes de que sea ella quien siga diciendo cosas sin sentido. Descarta mis palabras como si fueran un puñado de patrañas y tiene la carta de mi primo en sus manos, fechada para que sepa que es reciente, para que pueda precisar el día y el año en que decidió que su familia seguía siendo lo más importante, que quería verlas antes de morir. Todo su arrepentimiento, todo su amor por ellas están en esas líneas que no se atreve a leer porque a nadie le gusta que le digan que un dolor tan profundo fue una mentira, que tal vez esta sea una oportunidad de redención para ellos o sólo más dolor. Es fácil decir que mi primo cometió un error, yo nunca lo creí así. Un error hubiera sido quedarse, ser un rebelde al que un día cayeran los rebeldes en su casa, que su esposa y su hija sufrieran las represalias. Simular su muerte fue su manera de protegerlas, lo consiguió. Lo único que pide es que le perdonen, lo único que estoy pidiendo yo es que tengan una despedida adecuada, como no lo tuvieron en esa oportunidad. Porque esta vez está ocurriendo de verdad y se nos ha dado tiempo, cada minuto que ella pasa negándose a leer esa carta y a creer lo que le digo, es tiempo que se desvanece, que no podremos recuperar.

Cierro mis manos sobre sus hombros para que me mire, así puede ver como modulo cada palabra con mis labios. —Está vivo, Mohini—. Si no fuera porque veo que su mirada se está empañando por las lágrimas, la sacudiría, porque su estado de negación es tal que me hace reprimir un grito de rabia y eso pone en tensión todos los músculos de mi rostro, quiero gritarle que está vivo todas las veces que hagan falta hasta que crea. Hasta que lo dice, lo que no quiere es sentirse decepcionada. —Es eso entonces. Lo has enterrado, a ese marido que podías amar y no quieres saber nada del hombre que te abandonó, que te dejó sola con tu hija, porque quería luchar por lo que creía, darlo todo por ello, menos a ustedes. Era lo único que no hubiera entregado. Pero tú nunca amaste al hombre completo, Mohini. Sólo a la mitad que te amaba a ti… pues ese imbécil sigue amándote en algún lugar…— la suelto, indignado con ella como sé que Lawrence no lo estaría, porque él no se cree merecedor de su perdón, porque todo en lo que creyó se redujo a fe vacía y se está muriendo por abandono de sí mismo.  

Lo que me dice después hace que la suelte como si fuera una enemiga, no la esposa de Lawrence. —Era cierto— murmuro, no puedo creer como se ha invertido todo, donde estábamos hace unos años y donde nos encontramos ahora, que la sangre de mi familia siga mezclándose y todo en lo que creíamos se vaya perdiendo, los que vendrán después de nosotros nos negarán y seremos pasado que nunca quieren mencionar. Se me escapa una carcajada amarga de que siendo squib de alguna manera soy pariente del bebé que tendrá Lara. —Tu hija es la amante de un ministro— lo digo tan despectivo como puedo para hacer que Mohini se revuelva un poco en la miseria en la que deja a mi primo. —¿Vas a apañarla en eso también?—. Esto creo que excede la típica imprudencia de mi ahijada, a la que se nota que su madre no pudo poner un freno y que ha tenido que acudir como salvaguardas, porque a pesar de lo que digo a continuación movido por la rabia, sé que ella sólo actúa como madre al ponerse en medio de lo que fuimos su familia y de la que está formando ahora. —¿Qué consiguen a cambio? ¿Qué las proteja? ¿Vale arrastrarse para conseguir unos pocos privilegios? Si piensas que teniendo un hijo de un hombre del gobierno se aseguran algo, están equivocadas. Es lo más estúpido…— suelto con una carcajada seca. —Y Lara seguirá siendo Lara, mejor agarras a tu hija embarazada y te la llevas lejos contigo. Que a ese hombre no le temblará la muñeca para firmar una sentencia de muerte a la primera estupidez que se mande, ya demostró que puede.
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Estrujo la carta entre mis dedos, la siento menguar en mi mano al someter el fino papel a una presión que produce que se arrugue. No soy consciente del gesto, porque veo la impotencia mezclada con algo de melancolía al querer reparar en sus palabras con una confianza que no soy capaz de extender por culpa de todos los años en que la soledad me ha recordado lo incambiable. Que Lawrence está muerto, que por mucho que este hombre se haya cegado a sí mismo por creer en sus propias mentiras, eso no lo hace más vivo. — No te atrevas a reducir mis sentimientos por Lawrence para hacerte sentir mejor contigo mismo por lo que ocurrió. Cometiste un error muy grande al contactar conmigo, Jefferson, pero has caído aún más bajo si pretendes que confíe en tu palabra después de todo lo que has hecho, ¡después de poner a mi propia hija en peligro! ¿Y aun tienes la desfachatez de decir que eso es la lucha por la que Lawerence decidió apoyar tus ideas? — Ni falta hace que se separe él que ya hago yo el favor de poner una distancia más que necesaria entre nosotros, porque no seguiré escuchando a alguien que se dedica a poner bombas a diestro y siniestro sin saber quién terminará bajo los escombros. Esa no es la guerra por la que mi marido quiso estúpidamente luchar, no seré yo quien lo categorice de esa manera como lo está haciendo él.

Es mi hija. — Recalco bien claro, para que no haga falta más explicación que esa con tal de dejar claro que no hay nada que pueda hacer Lara y yo no vaya a apoyarla, en especial si viene con una criatura que no posee de las herramientas para defenderse por sí solo. — Ni voy a permitirte que te metas en asuntos dónde no has sido llamado, ni discutiré las razones por las que mi hija ha preferido escoger las decisiones que ha tomado. Dejaste de tener un voto en esta familia cuando prometiste mantenerte lejos, y así es como se debe quedar. — Quizás está desmedida la crudeza con que digo esas palabras, la familia no deja de ser la familia, no importa cuan lejos estén, pero tengo claro una cosa, y es que mi hija siempre va a estar por encima de cualquier otro ser humano, no importa las locuras que cometa o con quién decida acostarse. — Lara no necesita más protección que la mía, creo que eso ha quedado ya bastante claro. Ese hombre es el padre de mi nieto y por esa misma razón no consentiré que crezca sin una figura paterna, no como lo hizo ella. — Le recuerdo, que parece haberse olvidado de como han terminado las cosas para nosotras mientras él se dedicaba a poner bombas y jugar a las batallitas. — Siempre escogeré lo que mejor le convenga a mi hija, por su protección y la de los que vengan después en esta familia. No me disculparé por querer lo mejor para ella y mucho menos por elegir vivir una vida en la que los hijos tengan derecho a crecer con sus padres. — Es mi última palabra, que la tome o la deje, no hay nada que diga que me hará cambiar de opinión, porque mientras él estuvo fuera y Lawrence muy a mi pesar bajo tierra, yo sí estuve ahí. Arropé a Lara cuando lloraba por su padre, aguanté sus rabietas de adolescente, la eduqué en no volver a cometer los mismos errores y no tropezar con la misma piedra, apoyé cada una de sus decisiones por muy disconforme que estuviera con ellas; lo hice porque tenía el deber de estar ahí para ella como madre, y lo seguiré haciendo hasta que inhale mi último respiro.
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«Mis ideas», con cada palabra me convenzo más de que la muerte de Lawrence es una mentira de la que Mohini se apropió y no admitirá ningún cambio que altere la versión que ha decidido contarse a sí misma de quien era su marido, mucho menos que éste aparezca, más real de lo que ella puede aceptar, tan real que hará tambalear todo lo que ha construido con su hija y la comodidad de contar con el resguardo de un ministro. Pero estos hombres no son todopoderosos, no tienen comprada la inmortalidad, su actual presidente es su peor enemigo y todos los ministros son cuerpos prescindibles en la nueva estructura que está levantando Magnar, a quien bien conocemos en el norte como el criminal que es. ¿Mohini no quiere arriesgar la estúpida seguridad que han conseguido con su hija? —No quieres oír nada que contradiga el engaño que te has montado— mascullo, aunque me quite voz como su familia, insisto: —Puedes tomar como que me estoy entrometiendo, yo lo veo cómo que sigo preocupándome por ustedes y te digo lo que Lawrence también diría. Porque sé lo que piensa, porque todavía puede decirlo. Te estás aferrando a algo de lo que luego no podrás sujetarte,— ¿por qué no lo ve? ¿Por qué da la espalda a la familia por una persona que cambiará de simpatía de acuerdo a su conveniencia y supervivencia?

Me enerva la rabia por la elección que está haciendo Mohini, espantando a la verdad de que su marido está vivo como un fantasma inoportuno, dándole la espalda como esposo y como padre de su hija, para consentir a Lara en un capricho que le costará caro. —Tienes la oportunidad de volver a reunir a tu familia, podrías llevar a Lara contigo, al bebé también y que estén con Lawrence. Y lo que estás haciendo es destruir lo que queda de esta. Para ser una persona que siempre dijo poner la familia primero, estás tomando todas las decisiones que arruinan lo que alguna vez tuviste—. Si acaso Lawrence sentía alguna culpa por haberlas abandonado, Mohini lo está haciendo ahora con él, me duele ser quien tenga que decirle a mi primo que su familia decidió que sólo siguiera muerto porque era lo que les convenía. —Estás impidiendo que un padre vea por última vez a su hija y tienes la cara para decirme esta estupidez de que velas porque los hijos crezcan con sus hijos, es hipócrita de tu parte. Todo en ti lo es— suelto, indignado de que mi primo esté muriendo y todo lo que alguna vez defendimos como familia, ni siquiera existe, porque las personas que amábamos vendieron su lealtad. —Cuando tu nieto sea un bastardo negado por su padre, que no quiso rebajarse de su posición para reconocer que se acostó con una mujer rebelde, y Lara por sí misma encuentre el camino para seguir a su padre, ese día tendrás la familia que estás eligiendo en este momento. Haces pedazos lo que una vez tuviste y sólo pedazos tendrás— mascullo, tan enfadado que espero a que se guarde o rompa la maldita carta, lo que sea, que se vaya de una vez y vuelva a su mentira, en la que tenga que mirar a su hija a la cara con todo lo que sabe ahora.
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Es una expresión muy distinta a la que le correspondería una situación como esta, pero no puedo evitar que se me escape una risa de incredulidad cuando me viene con esas, a pesar de que se hace evidente que me estoy aguantando las ganas de llorar, o de pegarle un puñetazo, una de las dos. — ¿¡Engaño que me he montado?! — Casi me llevo una mano al pecho para utilizarme a mí misma como tranquilizante a sus palabras, terminando por hacer de mis manos dos puños, uno de ellos conteniendo la carta famosa, esa que queda aplastada entre mis dedos con cada ataque de rabia que sacude mi cuerpo. — Porque soy yo quién ha decidido aparecer para largar la historia de que Lawrence sigue vivo, después de más de quince años, años en los que, en caso de que tus palabras tengan un mínimo de verdad, lo cual dudo a estas alturas, ¡ninguno de los dos tuvo la indecencia de hacérmelo saber! Pero luego soy yo la cobarde. — No ha dicho esas palabras con exactitud, pero vamos, que sé leer entre líneas, ¿y por qué estoy hablando como si Lawrence no estuviera muerto en primer lugar? No puedo estar creyendo esto, ni siquiera la parte más subconsciente de mí puede hacerlo. Tengo que recordármelo cuando vuelvo a hablar, con llamas en los ojos del enfado que me produce el haberme imaginado ese escenario.

Tú… tú.. — Me cuesta arrancar más de lo que debería en alguien como yo, algo que no necesito para saber que está sobrepasando mis límites de paciencia, que son muy altos teniendo una hija como Lara, pero que también se está excediendo con mi amabilidad. — Ni siquiera sabes lo que fue, después de su muerte, no tienes ni idea del daño que hizo su pérdida a esta familia, como para que ahora tengas la insolencia de decir que yo la estoy arruinando, cuando mi prioridad siempre ha sido y siempre será la seguridad de los que quedamos en pie. Porque esta familia ya ha sufrido lo suficiente y no necesita que un cínico como tú a quien la guerra ha lavado el cerebro venga a decirme como debo hacer las cosas. — Le espeto, tan irritada por la osadía de sus palabras, de haber interrumpido siquiera en mi vida para contarme estas locuras enfermizas que lo único que me llevan a pensar es que ha perdido la cabeza por un enfrentamiento de ideales que ya lo perjudicó en su día lo suficiente. — Llámame hipócrita, egoísta, cobarde, lo que se te antoje, pero tú no tienes hijos, Paul, no sabes lo que es querer dar la vida, todo lo que tienes e incluso lo que no está a tu alcance porque estén bien. Por encima de todo, soy madre, y precisamente por eso tú no tienes derecho a comentar como cuido de mi hija. — Para mí, esta conversación ya ha llegado a su fin, tanto como si él lo quiere como si no.  

Claro que no me espero que suelte lo último, esas palabras llenas de odio que chocan contra mi pecho en un último asalto que me deja sin respiración, sin poder creer que acabe de declararme la piedra que rompe el cristal que constituye esta familia. En el impulso de la ira me sale elevar un brazo para propinarle un tortazo en la mejilla, mismo que me deja a mí la sensación de picazón en la palma. — En pedazos está desde que tú decidiste por Lawrence lo que era mejor para él. — Su familia, está claro que no entraba de ese pequeño círculo. Me guardo las ganas de llorar para otro momento, pues nada más termino de decir esas palabras me desaparezco en su cara, sin darle opción a que me recrimine más estupideces que se le ocurran en el momento. Solo cuando mis pies chocan contra el suelo de alguna calle poco transitada del distrito seis es que me permito quebrarme. Estoy por deshacerme de la carta que aun resguardo en mi mano ahí mismo, pero si lo hago no creo que vaya a poder vivir conmigo misma.
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Paul Jefferson
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La cara me quema por el impacto de la mano de Mohini contra mi mejilla, un eco que resuena en todo el galpón hasta que se desvanece así como ella, quitándome todo chance de réplica a las mentiras que se dice a sí misma para convencerse de que está haciendo lo mejor y a la acusación mezquina que hace de que fui yo quien llevó a Lawrence a abandonar a su familia. Después de tener que huir de mi hogar, dejando a mi única hijo que era poco más que un bebé al cuidado de los asistentes sociales del gobierno, que por ser mago a él si le darían una oportunidad en la sociedad elitista que aspiraban a instaurar, no puedo reprocharle a mi primo su decisión que quizás, sólo quizás, fue compartida por ambos, que creímos que una falsa muerte era mejor que el desgarramiento de una separación. Si matábamos toda posibilidad de que tanto su esposa como su hija fueran a él, ¿no era la mejor manera de mantenerlas a salvo?

Las palabras de la mujer hacen sangre en cada una de las heridas que nos han dejado los años, que una guerra que montamos en nuestra mente fue la que destruyó nuestros hogares y con nuestras propias manos golpeamos esas paredes, el derrumbe fue inevitable. Dijimos mentiras como despedidas por no saber quedarnos. No sé cómo aquello que llegamos a creer auténticos altruismo, fue visto desde los ojos de nuestras familias como el peor egoísmo, como la más baja cobardía. Y nada de lo que digo en verdad siento, me hubiera guardado maldecir sobre el nieto de Lawrence para limitar a apuntar de que no hay manera de que el capricho de un mago con poder dure como para asegurarle la vida tranquila que anhela Mo, para una hija con un temperamento como el que tiene. ¿Familia? ¿Eso siquiera existe en estos tiempos? Tengo algo que se parece mucho a eso, hay una mujer que podría estar conmigo el resto de mi vida si no fuera a irme, jóvenes a mi cargo para compensar mi incapacidad de hacerme cargo de mi propio hijo, un hogar que también abandono por elección. Y digo que lo hago en nombre de la familia. Pero la mujer que prometió estar con mi primo en las malas, en la enfermedad, toda su vida, acaba de desaparecer porque puede hacerlo. De ella solo me queda la marca ardiente en mi mejilla, una sensación que se va perdiendo, que como todo se diluye en el tiempo y no nos queda nada, nos encontramos absolutamente solos en las ruinas de algo que nosotros mismos destruimos.
Paul Jefferson
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