The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Flame you came to me ✘ Lara
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Recuerdo del primer mensaje :

Siento que todavía estoy temblando, lo suficiente como para ser incapaz de abrir por mi cuenta la botella de agua que Josephine me ha alcanzado. Como me quedo con la vista perdida en algún punto de la pared, ella chasquea la lengua, me la quita y me la devuelve ya sin tapa, por lo que murmuro un agradecimiento y bebo con lentitud. He regresado a mi departamento en cuanto terminó la junta y, siendo sábado, se encuentra relativamente vacío. El silencio no es de ayuda, no cuando todavía tengo el eco de los gritos de Notch Labors y la desagradable succión por parte del dementor que consumió su alma hasta dejarlo vacío. Tengo el permiso para marcharme a mi casa, pero siento que no soy capaz de desaparecerme ahora. Tengo que dejar la botella sobre el escritorio y me llevo una mano a la cara, froto mis sienes y luego mis párpados. Estoy jodido. Estoy jodidamente jodido. Van a tomar mis archivos y encontrarán el modo de dejarme tan hueco como el ministro de investigación. Ex ministro, ahora no sirve de nada. Y si tengo suerte y no muero de la manera más cruel, es porque he aceptado apoyar un gobierno que se ha salido de los límites y pone en riesgo a mi familia. Meerah es mestiza, Phoebe también. Confío en que tienen sus expedientes limpios, que puedo cuidarlas, que ningún dementor les va a respirar en la nuca. Solo que hay un pequeño detalle.

Es complicado tener gente por la cual preocuparse. Hay una vocecita irritante que me recuerda que Lara no está limpia, que yo me encargué de ocultarlo por años y que apenas busquen motivos para culparla en base a su sangre, tendrán con qué respaldarse. Bueno, eso si agarran los archivos que quedaron escondidos en mi casa y cuya existencia es la única que la condena; gracias bombardeo por al menos darme eso. Si Scott cae, mi hijo cae con ella y es una oferta dos por uno que no pienso tomar. Respiro un par de veces y sacudo la cabeza cuando Josephine me pregunta cautelosamente si necesito algo más, le entrego la botella y me apoyo en el escritorio para tomar el impulso de ponerme de pie. En minutos, ya estoy saliendo del ministerio con paso apretado y la idea fija en la cabeza. Quedó en claro que no puedo rebelarme o echarme atrás, así que haré lo que mejor hago: sacar provecho de mi puesto, para bien o para mal.

Para cuando entro a mi casa, lo hago tan rápido que Maui se detiene a medio camino con una pila de ropa sucia y me pregunta qué es lo que sucede con un tonito escandalizado que me deja bien en claro que me debo ver peor de lo normal — ¿Dónde está Lara? — no doy más explicaciones, tarda en decirme que cree que está arriba y no espero más para salir disparado por las escaleras. La música lejana me indica que Meerah debe estar encerrada en su habitación, así que eso me da la seguridad de que no va a escuchar nada, lo cual es un alivio. Para cuando abro la puerta de mi dormitorio, oigo el agua corriente del baño y suspiro; quizá volvió a vomitar o se está dando una ducha, es lo mismo, mientras me dé el tiempo y la privacidad para poder explicarme. No sé si esto va a funcionar, pero es lo único que tengo ahora. Me meto en el armario, aparto las perchas que me fastidian el camino y meto mi dedo en el identificador de la caja fuerte, antes de presionar la clave. Empujo algunos galeones, documentos propios y un reloj, hasta dar con la carpeta que busco — Scott, Scott, Scott… — susurro para mí mismo, pasando los apellidos a gran velocidad. ¿Qué haré con varios de estos nombres? Quizá pueda explicar el caso de Brawn, pero deberé entregar a este otro sujeto, Denvers. Ahora ellos dan igual.

Tiro de las hojas justo cuando oigo como la puerta del baño se abre y giro la cabeza, viéndola salir — Hola — creo que es el saludo más escueto que puedo soltar y no estoy seguro de que mi voz suene como lo hace normalmente. Lanzo el resto de los documentos a la caja, cierro la puerta y salgo del armario, apenas echándole una ojeada a la fotografía que decora su archivo. Una Lara de hace siete años — ¿Podemos hablar? — No tengo idea de cómo comenzar esto o cómo explicarlo. Solo me detengo frente a ella y le tiendo las hojas, sintiendo la garganta seca a pesar de haber bebido agua hace no mucho — ¿Recuerdas que te dije que el trato se acababa cuando yo lo dijera? Bueno, lo termino. Se acabó, es tuyo — porque de continuar, podemos perderlo todo.
Hans M. Powell
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Sé que ningún bebé nace de la nada, pero no me esperaba tener que pasar por la situación de presentarme ante su madre; siendo honesto, no pensé en ello, aquel fue un detalle que se me patinó de los dedos. Soy incapaz de hacer otra cosa que darle la razón con una suave mueca, a pesar de que mis ojos siguen vidriosos y fijos en un punto inexacto de las sábanas. Ni siquiera reacciono a sus caricias en mi cabello, me preocupo más en crear la imagen mental de una presentación informal por encima de un pastel infantil. Tal vez no es tan mala idea, suena poco arriesgado a pesar de que sé lo improbable de la situación — Dudo mucho que a tu madre le interese verme sin ellos — mascullo en tonito sarcástico, me dejo acomodar a su alrededor para que se encuentre cómoda y, por mi lado, consigo ocultar mi expresión para que no pueda ver el horror que la idea me produce. Si voy a saltar a la terrible situación de conocer a la abuela de mi hijo, prefiero que sea en condiciones óptimas.

No alcanzo a expresar ninguna idea porque es entonces que ella decide entrar en un lapsus de terror y sus movimientos repentinos me obligan a echarme hacia atrás — ¡¿Planeabas dejarme solo con tu madre?! ¿Qué clase de presentación suicida es esa? — una en la cual ella huye y yo termino siendo carne de cañón, aparentemente. ¿De qué puedo hablar con Mohini, de todas formas? ¿De lo mucho que me entusiasma tener a su nieto, de que me fascina acostarme con su hija? Mi mirada es acusadora y está cargada de reproche, no sé qué idea tenía en mente pero que no crea que voy a dejar que me empuje a los leones — Tal vez solo una pareja y ya — aventuro, no sueno muy seguro al decirlo. Mi boca reacciona a su beso y lo correspondo con un toque distraído, aún con la mente en la lista de nombres que no usaremos porque sería irnos por las ramas — Al menos no tengo que presentarme como un sujeto con el cual te revolcaste una vez, eso sería demasiado incómodo.

Vuelve a llevarse mi atención, no sé si por lo que dice o porque sus manos me obligan a buscar sus ojos, sintiendo como la tensión de mis músculos va en descenso. Me acomodo una vez más de manera que podemos estar cerca y busco que nuestros pies se enrosquen debajo de las sábanas, evitando la distancia de su piel contra la mía, como si no hubiese tenido suficiente por hoy. Creo que jamás voy a llegar a ese punto — Eres peligrosa, Scott — murmuro en un ronroneo que me tuerce los labios hacia un lado, a la par que mis brazos la presionan contra mí de manera que no tenga manera de escapar — ¿Piensas cumplir tu deuda de la falda frente a tu madre? Porque sabes que no tengo mucho autocontrol cuando se trata de ti — apenas me río contra su boca, la cual beso con suavidad como si quisiera volver a grabarme su tacto. Caigo en la tentación de prolongarlo, acabando en un mordisco pequeño que me hace suspirar — No lo sé. La conoceré cuando tú me lo pidas, solo ponme en aviso unos días antes para poder hacerme la idea. ¿Debo pasar por su casa o tú irás conmigo? — no sé si la estoy acusando con la mirada, pero… bueno, sí, sí lo estoy haciendo. Puede que con ella me desnude, pero me sentiría demasiado expuesto al tener que presentarme en la casa de su familia. Me mordisqueo el interior de la mejilla y acomodo la cabeza en la almohada, parpadeando en mi intento de enfocarla un poco mejor entre el cabello y las mantas — Voy a decirlo solo una vez: me aterra. Conocer a tu madre es un paso demasiado grande, incluso con el bebé en camino. Yo nunca… bueno, tan solo imagina que pasaba Navidad con mis amigos del trabajo — el único sitio del cual me quedaron amistades, para variar. Me muevo con cuidado, empujo su cadera al no soltarla y me cercioro de que se coloque encima mío, lo que me da el permiso de pasar mis caricias por las curvas de su torso con pura calma y disfrute — Sé que dije que me haces feliz, pero es más que eso. A riesgo de sonar cursi… — me aclaro, sonriendo con gracia por mi propia culpa — solo puedo ver las cosas que me faltaban. Estoy agradecido con que hayas malinterpretado mis intenciones contigo, Scott. Espero no dejar de estarlo.
Hans M. Powell
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Invitado
Invitado
No, no creo que lo quiera así. Si quieres impresionar a mi madre tienes que ir con los pantalones bien puestos— juego con estas palabras mientras escondo otra carcajada contra su cuerpo que me cubre con una calidez y un olor que mezcla un poco de ambos, no es solo el suyo cuando inspiro y trato de reconocerlo para volver a sentir ese familiar cosquilleo en mi nariz al indagar entre sus recovecos. Eso me distrae lo suficiente como para entretenerme dos segundos, hasta que todas las alarmas se disparan y como no lo hizo antes la de incendios, estas retumban en el dormitorio con nuestros gritos de horror alcanzando los picos más agudos. Su mirada me pesa, condenándome como una cobarde en las almohadas donde me escondo. Pues sí, pensaba lanzarlo solo a los leones, que confío en su capacidad de persuasión a las fieras, que puede hacerlo por su cuenta y no necesita de mí diciendo todo lo que no se debe decir. ¿Y si nos meto en problemas? Puedo apelar a esto para convencerlo y que vaya sin mí, pero es lo más bajo como cobarde. Me infundo de mi vieja confianza, que soy quien ha tratado con Mohini durante treinta años como para evitar que se meta más de la cuenta con Hans y me lo deje temblando. —Solo una pareja, entonces— concuerdo, suena como algo simple, en medio de todo lo que hemos creado a su alrededor y algunas cosas que pecan de complicadas. Nos movemos de un punto al otro entre quienes somos y todo lo que queremos, de a ratos demasiado ambicioso. Me río internamente por lo que hubiera sido de estar obligado a presentarse por una primera y única vez, y me guardo el comentario amargo de que si hubiera ocurrido un descuido en esa ocasión, no estaríamos aquí, otras serían las decisiones que hubiera tomado, que entonces sabía poco y nada de él. —Yo no llevo a mi casa a nadie que haya sido un revolcón fácil de una vez— bromeo con una gesto travieso. —Solo a los mejores revolcones— ensancho mi sonrisa, pasando mis palmas por todo lo ancho de sus hombros.

Presiono mis labios contra su cuello cuando dice que soy peligrosa, una vez más oculto mi sonrisa así, atrapada entre sus brazos que recorro todo lo largos que son, mientras dura su beso. —Oh, puedes estar seguro que cumpliré esa deuda en la cena con mi madre, así mantendrás el humor toda la noche…— murmuro, bajando con mordisco suaves por su garganta para hacer énfasis en lo que me tomaré como un halago sobre mi carácter, que si yo lo soy, él es el peligro mismo al que me arrojo. —Sabemos…— musito con mi voz sospechosamente dulce, —que yo ni siquiera tengo autocontrol y seré quien te eche mano debajo de la mesa antes de que lo hagas tu— digo, que pese a tener la nota de broma, sabemos que es cierto. Si hubiera mantenido mis manos donde debían estar, ocupadas en el trabajo, no me las hubiera quemado en él y son marcas que me incitan a buscarlo, una y otra vez. No sé si soy yo dejándome arrastrar o es que me encuentra a mitad de camino, pero cuando me pregunta si iré con él, sé que lo acompañaría a donde sea que me pida en este momento. —Te avisaré y nos prepararemos con tiempo para ir, con collares de ajo y encantamientos protectores— prometo.

Presentárselo a mi madre es un paso demasiado grande para mí, es su admisión de que ese encuentro lo aterra, lo que consiga que sea quien decida mostrarse más o menos convencida de esto, lo suficientemente fuerte por los dos. Trato de hacerlo sentir mejor de la manera en que sé hacerlo. —Me gustaría poder decirte que todo estará bien y que no será tan terrible como parece, que hubo otros antes que tú que lo sobrevivieron, pero…— me acerco a él con un tono de suspenso, —ellos simplemente desaparecieron después de conocer a mi madre— lo digo como si fuera un misterio que apunta a una única culpable, y acabo la broma con una sonrisa que me sale de los labios. —Eres el segundo chico que llevo a casa, el primero en estos términos. Será una experiencia nueva para todos. Quién sabe lo que puede pasar…—, tal vez no sea tan malo como tememos. O tal vez sea peor. Quizás deba avisarle a Hans con días de anticipación, pero no dar la misma chance de tiempo a Mohini para que maquine cosas. Pienso por un segundo en lo que dice sobre su última Navidad, es algo que se me queda dando vueltas en la mente, porque recién me doy cuenta que en menos de un año le ha tocado ser padre dos veces. Giro sobre su cuerpo para mirarlo desde arriba, limpio su frente de los mechones que me estorban al buscar sus ojos y los muevo hacia atrás con los dedos. —Puede que yo haya malinterpretado tus intenciones, pero no hiciste mucho para mantener tu nobleza— digo, con ese dejo de humor que no me abandona, pero por animarse a decirlo sabiendo que sonaría cursi, me arriesgo a hacer lo mismo. —Por más cursi que suene y a riesgo de que me acuses de hormonal, elegí tener este bebé porque es contigo. Ya lo había dicho, ¿no?
Anonymous
Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Hay cierto lado de mí que toma aquello como una amenaza y un desafío, es probable que los mordiscos que le propina a mi piel solo sean una motivación a ver esto como un juego en la cual puedo perder el honor bajo el techo de su madre en cinco minutos. Nos conozco lo suficiente como para saber lo que puede ser esa cena y también lo que puede llegar a no ser — Confío en que lo hagas. Me darás la excusa perfecta para comer un buen postre — ahora que estamos compartiendo el mismo lecho todos los días, hay cosas que quizá se nos estén yendo de las manos. Vamos, no solo es tenerla a mano, sino también es el saber que no tenemos razones para tomar precauciones y evitar dejarnos llevar en actos responsables. Una vez, hace lo que parece una eternidad, le dije que podía acostumbrarme a ella y hoy me doy cuenta de que esas palabras son ciertas. Me gusta tenerla en casa, más de lo que soy capaz de admitir en voz alta — Te tomaré la palabra. Haré que compren ajo en exceso en los próximos días.

El murmullo de película de terror me hace sonreír a medias, lejos estoy de tomármelo en serio pero sí tengo curiosidad por preguntar por sus novios o novias de antaño. Suerte para ambos, parece tener un historial casi tan corto como el mío y no me sentiré solo en todo esto de los primeros pasos cargados de torpeza — Bueno, puede terminar en una noche de borrachera con tu madre a causa del vino o en una situación muy incómoda. Recuérdame en el futuro que te cobre esto — al menos, tendré que hacer una lista de cosas que podría pedirle a cambio de tener que pasar por la situación de ser presentado en  sociedad. Intento no pensar en las cosas que sé sobre Mohini, sobre su esposo, sobre su hija. Sé que si juego esto de manera más tranquila, quizá no sea tan terrible. Hay miles de hombres que conocieron a su suegra y sobrevivieron, yo estaría haciendo algo parecido en un escenario algo diferente. He hecho cosas peores, como pelear contra una acromántula, esto debería ser pan comido. Al menos, espero que su madre no tenga pinzas o aguijón.

Reconozco la nueva risa pilla que se me escapa, incluso cuando apenas se escucha en lo ancho de la habitación — ¿Por qué habría de mantenerla? Eres deseable y sabía que ibas a acceder si te fastidiaba — muevo mis hombros como si estuviese hablando de una obviedad, pero mi sonrisa no denota egocentrismo, sino más bien una extraña certeza conmigo mismo — Además, ha valido la pena — que me lo niegue, que me diga que esto no ha sido una montaña rusa desde el primer momento y ahora estamos en un punto donde las vueltas se han vuelto una subida vertiginosa, que no sé qué tanto me va a hacer gritar la caída. Para demostrarlo, ella dice que está teniendo este bebé porque es mío y no puedo responder de inmediato. Paseo los ojos por su rostro, admirando cada una de sus facciones como si no fuese a cansarme nunca de ello y tironeo de las sábanas para apartarlas por completo. Será otoño y habrá calefacción, pero sé muy bien que nada de eso influye a mi falta de frío — Bueno, es entendible. Querrías tener un hijo con mis genes, son un deleite  — ruedo mis ojos como si estuviese diciendo una obviedad, pero ensancho la sonrisa— En especial porque quieres un hijo que te discuta tonterías y busque quedarse constantemente con la última palabra. Te das cuenta de que es probable que se parezca a mí en más de un sentido… ¿No? — Meerah ni siquiera fue criada por mí y hay cosas suyas que me espantan. No me quiero imaginar cómo será cuando nazca uno que sí crezca bajo mi cuidado.

Me tomo el trabajo de guiar sus manos. Las apoyo en mi pecho, donde estoy seguro de que puede sentir los latidos de mi corazón mucho más pausados que antes y pongo las mías en sus muslos, tratando de acomodarla para tener una mejor visión de su persona — Entonces tenemos un trato: conoceré a tu madre, lo haremos todas las noches y mañanas de aquí hasta que nazca el bebé y los papeles que nos unieron durante siete años ya no existen. ¿No es así? — repaso — Míralo de este modo: siempre podría ser mejor. Ahora dame esos cinco minutos de más — porque la vida pende de un hilo y si voy a disfrutarla, será en vida. Por todo lo que podríamos ser, ahora más que nunca.
Hans M. Powell
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Invitado
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Tomo nota mental de la falda y el ajo que habrá que conseguir para cuando llegue el temido día del encuentro con mi madre, el cual no me parece tan terrible si podemos jugar con la expectativa de estar como un par de adolescentes alborotados por las hormonas en la mesa de la cena, que yo tengo las hormonas estos días como para compartírselas. Y es que nuestra desnudez apenas cubierta por las sábanas, el calor que aun se percibe al mínimo roce, no dejan que mis pensamientos vayan más lejos de esta cama cuando dice que se cobrará, por la sonrisa ladina que me atraviesa y la manera en que el castaño de mis ojos se vuelve casi oscuro, debe saberlo. -¿El cobro incluirá la falda y el libro que nos regaló Rose?- pregunto con ese dejo insinuante, que se desliza a la par que mis dedos por su cuerpo. Será una cena muy larga, lo veo venir. Tal vez dure media hora y seguirá pareciéndome larga. ¿Qué dije de que no usaríamos el baño de su casa? Mohini no merece una hija como yo, sino una que lleve a un hombre con traje con casa y éste salga con la camisa tal como llegó. Pero no lo consigo, quiero más de lo que puedo tener cuando estamos revolviendo una cama y es en todos los sentidos, que no estoy considerando solamente seguir todas y cada una de las posturas enseñadas en el libro, también quiero un perro y dos tontas tortugas en una casa en algún lugar. ¿En serio esto salió de un malentendido? -Fastidiaste mucho- me burlo, y no es que me hubiera colmado la paciencia, eso también, fue el resultado final de trastocar todo mi mundo. Pero puedo decir y quiero creer que ha valido la pena. -Lo fue- admito. -Sé que muchas veces dije que éramos un error y que los arrepentimientos llegarían después, pero esa vez lo único en lo que pensé fue que me arrepentería si no me arrojaba a ti- y sopesé todas las cosas que podrían salir mal, aun no creo que estemos a salvo de ello, pero han pasado cosas también que nunca hubieramos imaginado y nos han dado una felicidad inesperada, es extraño esto de que alguien me diga que es feliz y que sea Hans es sentir que puedo mostrarle algo que es bueno, distinto a todo lo que estamos acostumbramos a tratar por fuera de esta habitación y mejor a esas heridas del pasado que ojalá pudieramos dejar atrás.

Estoy casi segura de que la noche en la que hablé del embarazo, le dije que mi decisión de tenerlo tenía mucho que ver con que él fuera el padre, fue cuando dije que lo necesitaba para criar a ese niño o niña que vendría al mundo berreando y exigiendo más de lo que se podía, así, igual que su madre, que haría falta alguien que le marque los límites de lo posible. Entonces no le había dicho aun que lo amaba. Es gracioso que él lo imagine con gestos que le pertenecen, con esa manía de discutirme por todo. -¿Te das cuenta que con tus genes y los míos, tus manías y las mías, este bebé podría ser cualquier cosa y poner de cabeza todo?- pregunto como venimos especulando desde que lo sabemos, después me sincero: -Lo decía porque no creí que fuera a enamorarme alguna vez, como tampoco creí que tendría un hijo. Es contigo, porque estas cosas ocurren muy de vez en cuando... los fuegos generalmente se consumen, pero estaba en lo cierto cuando dije que eras un fiendfyre imparable, sigue ardiendo-. Siento como las sábanas nos abandonan y tengo que encontrar el punto, con sus manos haciendo de guía, para que nuestros cuerpos vuelvan a hallar una postura cómoda y más familiar, en la que mi cabello cae a los lados de mi rostro al encararme en él. Percibo sus latidos bajo mis palmas, trato de abarcar toda su pecho en una caricia ansiosa. -¿Estamos reescribiendo reglas una vez más?- pregunto, mi boca reemplaza a mis manos en esa exploración hecha tantas veces con anterioridad. -Solo hay un detalle... todas las noches y mañanas también después de que nazca el bebé-. No sé si nos alcanzará la piel para tanto, si habrá tantos amaneceres para despertar, si la vida nos dejará cumplir ese propósito con los peligros sueltos en la calle... y no quiero pensar en eso ahora. -Te lo prometo- digo, descendiendo con mis labios. -Será cada vez mejor y más de cinco minutos-. Asumo esa promesa, porque el mundo puede joderse fuera mientras nosotros jodemos dentro, le daremos la cara cuando tengamos que hacerlo, lo sufriremos como mortales que somos y por eso mismo haremos de cada minuto algo que nos valga toda la pena que vendrá después.
Anonymous
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