OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Magnar A. Aminoff
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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15 de octubre.
El tiempo siempre ha puesto las cosas en su sitio pese a las insistencias. La impaciencia es un don que sólo poseen algunas personas. Gracias a ella son capaces de mantener el interés o demostrar su pasión por algo. No siento que sea un defecto pues te sirve en el día a día. Sin embargo es complicado de evaluar cuando eres impaciente porque otros te hacen esperar. Y es el problema en el que me he visto esta mañana cuando he recordado que, por poco, no llego tarde a una petición bastante especial.
El científico loco quiere entrenarse. Curioso, pues parece de las pocas personas con dos dedos de frente y todavía no empuña la varita como debiera. Entiendo que su condición, cuasi confinado en un laboratorio donde se ve sometido a una presión agobiante, no le permite hacer todo lo que le gustaría. Aunque por el tono de su voz aquella tarde cuando preguntó si estaría dispuesto a ello no parecía del todo convencido. Mi impaciencia, entonces, no es porque me haga esperar. Es porque yo mismo he llegado tarde y, sin embargo, él aún no ha dado señales de vida. ¿O es que hemos quedado a otra hora y no me he dado cuenta? Son las diez de la mañana, entendí que quedábamos a las nueve y media.
Entonces cuando lo veo aparece soy consciente de que no es su culpa, sino mía por adelantar mentalmente todas y cada una de las citas con tal de no llegar tarde a ninguna de ellas. Pongo los ojos en blanco, por olvidadizo, hasta que está lo suficientemente cerca de mí para que me escuche.
—He estado a punto de matarte —reconozco, con la sonrisa perfilada en mis labios—. Por poco y no creo que habíamos quedado a las nueve y media y, claramente, sólo yo puedo llegar tarde a los sitios —Ruedo los ojos, consciente de que me estará tomando por un completo imbécil. Pero soy ese imbécil que lo va a entrenar. Estamos justo delante de una especie de gimnasio mágico donde, gracias a mis contactos, he conseguido reservar una sala. Destartalado, parece caerse por fuera pero está impecable por dentro. Servirá.
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Desde que me he levantado de la cama me tiemblan las piernas como cañas en un día ventoso. Esto de intentar cambiar, probar cosas nuevas y demás se me está yendo cada vez más de las manos pues ahora mismo tengo que ir a entrenar con un auror, un auror grande y talentoso que de seguro se pasará lo que dure el entrenamiento revolcándome por el piso. Claro que le podría haber pedido ayuda a Kenna también pero con ella siento que la relación debe ir al revés, que yo debo cuidar de ella así que por eso recurrí a Solberg... Además me trata bien así que espero que no me haga sentir como el inútil que soy.
Llego a horario y al verlo ya allí me hace sonreír, sonrisa que se borra cuando dice que casi me mata. Su rostro no refleja enojo pero aún así me alarmo ¿Aún ni comenzamos y ya quería matarme? - Puntualidad es estar 10 minutos antes, sobre la hora ya es tarde - respondo encogiéndome de hombros. Pasé mucho tiempo llegando tarde a los sitios, pero por entretenerme con trabajo... ya no va a pasar.
Me tomo unos segundos para ver el gimnasio por dentro y sonrío pues es magnífico, pero lo que más me gusta es el contraste que hay con su fachada externa pues parece la guarida secreta de un héroe o algo por el estilo - Has elegido bien el lugar - comento girando mi cuello para poder verlo. Pero ya habrá tiempo para mirar, ahora no quiero perder tiempo así que dejo la mochila a un lado, me quito el buzo para quedarme con una camiseta y saco mi varita del bolsillo de mi pantalón negro.
- Escucho sus órdenes, señor - me dirijo a él como imagino que lo harán en la academia - Tengo que advertirte que también quiero intentar usar la electricidad en combate... ¿Eso está bien? Quizás te despeine un poco - me permito bromear para relajarme, al parecer ahora hago chistes cuando estoy nervioso.
Llego a horario y al verlo ya allí me hace sonreír, sonrisa que se borra cuando dice que casi me mata. Su rostro no refleja enojo pero aún así me alarmo ¿Aún ni comenzamos y ya quería matarme? - Puntualidad es estar 10 minutos antes, sobre la hora ya es tarde - respondo encogiéndome de hombros. Pasé mucho tiempo llegando tarde a los sitios, pero por entretenerme con trabajo... ya no va a pasar.
Me tomo unos segundos para ver el gimnasio por dentro y sonrío pues es magnífico, pero lo que más me gusta es el contraste que hay con su fachada externa pues parece la guarida secreta de un héroe o algo por el estilo - Has elegido bien el lugar - comento girando mi cuello para poder verlo. Pero ya habrá tiempo para mirar, ahora no quiero perder tiempo así que dejo la mochila a un lado, me quito el buzo para quedarme con una camiseta y saco mi varita del bolsillo de mi pantalón negro.
- Escucho sus órdenes, señor - me dirijo a él como imagino que lo harán en la academia - Tengo que advertirte que también quiero intentar usar la electricidad en combate... ¿Eso está bien? Quizás te despeine un poco - me permito bromear para relajarme, al parecer ahora hago chistes cuando estoy nervioso.
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Esbozo una sonrisa. Riley es una de las personas más inseguras con las que me he topado a lo largo de mi vida. Pero también resulta que es de las pocas personas que pone empeño en todo lo que se le pide. No es alguien a quien vea titubear a la primera de cambio. No al menos delante de aquel que le haya encargado cualquier cosa. Lo que pase dentro de su laboratorio me trae sin cuidados. Pero mantener las formas delante de sus superiores es algo encomiable. Quizás debería pegárseme algo de eso. Vivo con la incertidumbre de cuándo será la última vez que abra los ojos gracias a mi encuentro con Aminoff el mes pasado. Todavía me persiguen las putas serpientes.
—Siempre elijo bien las cosas. Hasta a los alumnos —le doy un golpe contundente en la espalda, que no espera hacer daño sino sonar como una apreciación amistosa. Pongo camino hasta el interior del gimnasio donde, como he dicho, se ve el perfecto estado y funcionamiento. Un par de caras conocidas me miran y saludan, y yo les devuelvo el gesto desinteresado aunque no tenga ni la más remota idea de quiénes eran. No hay preguntas en este gimnasio. Venimos a entrenar, a ejercitarnos y poco más. Y ya me conocen no solamente por mi uniforme.
—¿Quieres ser mi estilista o algo? Yo pensaba que mi peinado estaba bien —comento, haciéndome el remolón mientras paso una mano por mi flequillo que se queda estático cuando acabo el recorrido con mis dedos—. No deberías haberme avisado. Ahora estaré en alerta constante y será más fácil que te desarme. En cambio, si no lo hubiese sabido, me hubiera tomado mi tiempo para contrarrestarte, ¿lo entiendes? —pregunto, con el ceño fruncido, mientras saco mi varita y acomodo mi camiseta y pantalones a mi cuerpo, sacando el uniforme de auror y cambiándome en apenas un par de segundos—. No puedes advertirle a tu contrincante de tus intenciones. Por poco ético que resulte para tí, si le das ideas lo tendrás complicado. Y créeme que si se da la ocasión no te van a dar tregua, Riley —Tampoco voy a pintarle el mundo del color de las rosas. Él mismo se debe hacer a la idea. Lo ha vivido de cerca.
—Siempre elijo bien las cosas. Hasta a los alumnos —le doy un golpe contundente en la espalda, que no espera hacer daño sino sonar como una apreciación amistosa. Pongo camino hasta el interior del gimnasio donde, como he dicho, se ve el perfecto estado y funcionamiento. Un par de caras conocidas me miran y saludan, y yo les devuelvo el gesto desinteresado aunque no tenga ni la más remota idea de quiénes eran. No hay preguntas en este gimnasio. Venimos a entrenar, a ejercitarnos y poco más. Y ya me conocen no solamente por mi uniforme.
—¿Quieres ser mi estilista o algo? Yo pensaba que mi peinado estaba bien —comento, haciéndome el remolón mientras paso una mano por mi flequillo que se queda estático cuando acabo el recorrido con mis dedos—. No deberías haberme avisado. Ahora estaré en alerta constante y será más fácil que te desarme. En cambio, si no lo hubiese sabido, me hubiera tomado mi tiempo para contrarrestarte, ¿lo entiendes? —pregunto, con el ceño fruncido, mientras saco mi varita y acomodo mi camiseta y pantalones a mi cuerpo, sacando el uniforme de auror y cambiándome en apenas un par de segundos—. No puedes advertirle a tu contrincante de tus intenciones. Por poco ético que resulte para tí, si le das ideas lo tendrás complicado. Y créeme que si se da la ocasión no te van a dar tregua, Riley —Tampoco voy a pintarle el mundo del color de las rosas. Él mismo se debe hacer a la idea. Lo ha vivido de cerca.
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Sonrío y recibo su palmada en la espalda encogiéndome de hombros. Creo que ahora siento un poquito más de presión porque tendré que ser un buen alumno para no decepcionarlo. Cuando se fundó el Royal ya eran grande como para elegir especialidad así que al estar orientado a las ciencias no tuve mucho de clases de combate, solo un cursillo rápido para cubrir aquello que la educación muggle no había cubierto. Claro que tuve que hacer mi investigación para hacer el traje escudo y con eso aprendí muchas de las variables en un combate pero ese es el asunto, solo lo leí... De la teoría a la práctica hay un largo trecho, a veces uno que lleva años recorrer como lo veo todos los días en el laboratorio.
Me sonrojo un poco avergonzado cuando mi broma no sale bien. No necesita un estilista, su cabello está más que perfecto y por suerte él lo sabe así que no tengo que cargar con la culpa de haberlo sugerido. Luego de eso viene la corrección y me pongo serio pues si bien es un entrenamiento al parecer tendré que pensar como si fuese un duelo real, no puedo avisarle de mis intenciones, no puedo pensar que no me lastimará por el simple hecho de estar enseñándome.
- Entiendo - confirmo mirando al suelo y alzo mi varita con mi mano izquierda hacia un costado - Así que debo estar atento ya que es posible que ahora me desarmes, debo concentrarme en mi varita y... - mientras hablo me cargo de energía con la luz que tengo sobre mi cabeza y lanzo un rayo con mi mano derecha que por la curvatura termina dándole en su glúteo izquierdo - ¡Ay, lo siento! - me disculpo llevándome la mano a la boca pues no quería darle ahí, me falta práctica.
Me sonrojo un poco avergonzado cuando mi broma no sale bien. No necesita un estilista, su cabello está más que perfecto y por suerte él lo sabe así que no tengo que cargar con la culpa de haberlo sugerido. Luego de eso viene la corrección y me pongo serio pues si bien es un entrenamiento al parecer tendré que pensar como si fuese un duelo real, no puedo avisarle de mis intenciones, no puedo pensar que no me lastimará por el simple hecho de estar enseñándome.
- Entiendo - confirmo mirando al suelo y alzo mi varita con mi mano izquierda hacia un costado - Así que debo estar atento ya que es posible que ahora me desarmes, debo concentrarme en mi varita y... - mientras hablo me cargo de energía con la luz que tengo sobre mi cabeza y lanzo un rayo con mi mano derecha que por la curvatura termina dándole en su glúteo izquierdo - ¡Ay, lo siento! - me disculpo llevándome la mano a la boca pues no quería darle ahí, me falta práctica.
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Sabe escuchar, no voy a negarle eso tampoco. Si lo pienso un poco es hasta demasiado perfecto. Correcto, intenta atender a todo lo que se le dice y evita preguntas estúpidas. Presta demasiada atención, se queda rápidamente con lo que le estás contando... ¿y este tipo no es el ministro de ciencias e investigaciones? Definitivamente tener dinero hace mucho aunque no lo parezca. Aunque es un tema que voy a evitar tocar, no le sienta bien que lo terminen acaparando hasta el punto de ponerlo en un pedestal mucho más alto del que estaría Notch ahora mismo.
Escucharlo hablar es divertido e inflo mi pecho de puro orgullo. —Por supuesto, y nunca seas un fanfarrón ni intentes nada que sepas que no estás seguro de ejecutar a la perfección. Como intentar desar... —Mi boca queda abierta por unos segundos y siento el cosquilleo seguido de la quemazón en mi trasero. Me echo a un lado, sintiendo cómo el músculo se ha quedado en tensión y la electricidad se ha extendido hasta mi pierna, provocando que falle y termine tumbado en el suelo. No esbozo queja alguna, ni digo nada en un primer momento. Tan sólo estiro los brazos a ambos lados y suspiro, un tanto atolondrado, rezando porque mi pelo siga en su sitio y al incorporarme no los tenga de punta como ha dicho hace un rato.
Parpadeo, y entonces me echo a reír como un completo imbécil.
—Dios, ¡tantas palabras para nada! Pero qué cojones... ¿no se suponía que tenía que enseñarte? ¡Si no hace falta! —En medio de todo sigo riendo, y es cuando intento incorporarme. Me fijo en los espejos que visten la sala de entrenamiento en uno de los laterales, y efectivamente veo cómo mi pelo ha quedado erizado al completo. —Estarás contento —bromeo, sacudiendo la cabeza y pasando mi mano por el pelo para acomodarlo en su sitio. Hasta pincha, ¡joder! ¡Ha conseguido más en cinco minutos que en toda su vida! —Olvida todo lo que te he dicho, ataca sin miedo —desafío, adoptando una pose defensiva. ¿Hasta dónde sería capaz de llegar?
Escucharlo hablar es divertido e inflo mi pecho de puro orgullo. —Por supuesto, y nunca seas un fanfarrón ni intentes nada que sepas que no estás seguro de ejecutar a la perfección. Como intentar desar... —Mi boca queda abierta por unos segundos y siento el cosquilleo seguido de la quemazón en mi trasero. Me echo a un lado, sintiendo cómo el músculo se ha quedado en tensión y la electricidad se ha extendido hasta mi pierna, provocando que falle y termine tumbado en el suelo. No esbozo queja alguna, ni digo nada en un primer momento. Tan sólo estiro los brazos a ambos lados y suspiro, un tanto atolondrado, rezando porque mi pelo siga en su sitio y al incorporarme no los tenga de punta como ha dicho hace un rato.
Parpadeo, y entonces me echo a reír como un completo imbécil.
—Dios, ¡tantas palabras para nada! Pero qué cojones... ¿no se suponía que tenía que enseñarte? ¡Si no hace falta! —En medio de todo sigo riendo, y es cuando intento incorporarme. Me fijo en los espejos que visten la sala de entrenamiento en uno de los laterales, y efectivamente veo cómo mi pelo ha quedado erizado al completo. —Estarás contento —bromeo, sacudiendo la cabeza y pasando mi mano por el pelo para acomodarlo en su sitio. Hasta pincha, ¡joder! ¡Ha conseguido más en cinco minutos que en toda su vida! —Olvida todo lo que te he dicho, ataca sin miedo —desafío, adoptando una pose defensiva. ¿Hasta dónde sería capaz de llegar?
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Estoy escuchando pese a que ya preparo mi ataque y no hay forma de que pueda llegar a fanfarronear ¿Acaso no me conoce? Estoy seguro de que si logro darle con mi ataque será pura suerte de principiante y de seguro eso traerá consecuencias en la contra. Por eso cuando termina en el suelo me llevo las manos en a la cabeza con los ojos bien abiertos y solo cuando se hecha a reír logro relajarme ¡No se ha enojado! Ay menos mal, sino ya me veía colgando de la otra pared sin previo aviso.
- Ha sido solo suerte, te pillé desprevenido y... - intento justificarme pero creo que no hace falta. De hecho me uno a sus risas al verlo con el pelo parado como lo había previsto pero ni siquiera así le queda mal así que no tiene ni de qué preocuparse. Me da confianza, por eso logro hacer lo que hago, pero no se lo digo pues estoy seguro de que las charlas cursis no tienen lugar en los gimnasios - Deberías considerar el estilo... te... te queda bien - comento encogiéndome de hombros.
Se pone en forma defensiva y yo también me acomodo con un pie adelante y el otro atrás. Bien, ya no podré usar el ataque sorpresa así que ahora tendré que ponerme un poco más ingenioso... Al menos tengo el ataque múltiple de mi parte pues no hay forma de que adivine si voy a atacarlo con la varita o con la electricidad. Claro que no usaré más lo segundo pues no quiero generarle una arritmia siendo que está haciendo ésto como un favor.
Pero la magia no verbal sirve así que conjuro un obscuro y pronto una venda negra está cubriendo sus ojos. Solo tengo unos segundos así que me acerco hasta él mientra está ciego y coloco mi mano derecha en su pecho - Pum, descarga eléctrica - bromeo con una sonrisa. De hecho es una buena maniobra de ataque y podría usarla llegado el caso... Espero no tener que hacerlo.
- Ha sido solo suerte, te pillé desprevenido y... - intento justificarme pero creo que no hace falta. De hecho me uno a sus risas al verlo con el pelo parado como lo había previsto pero ni siquiera así le queda mal así que no tiene ni de qué preocuparse. Me da confianza, por eso logro hacer lo que hago, pero no se lo digo pues estoy seguro de que las charlas cursis no tienen lugar en los gimnasios - Deberías considerar el estilo... te... te queda bien - comento encogiéndome de hombros.
Se pone en forma defensiva y yo también me acomodo con un pie adelante y el otro atrás. Bien, ya no podré usar el ataque sorpresa así que ahora tendré que ponerme un poco más ingenioso... Al menos tengo el ataque múltiple de mi parte pues no hay forma de que adivine si voy a atacarlo con la varita o con la electricidad. Claro que no usaré más lo segundo pues no quiero generarle una arritmia siendo que está haciendo ésto como un favor.
Pero la magia no verbal sirve así que conjuro un obscuro y pronto una venda negra está cubriendo sus ojos. Solo tengo unos segundos así que me acerco hasta él mientra está ciego y coloco mi mano derecha en su pecho - Pum, descarga eléctrica - bromeo con una sonrisa. De hecho es una buena maniobra de ataque y podría usarla llegado el caso... Espero no tener que hacerlo.
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Alzo una ceja, aún con la posición defensiva presente. Sin embargo me permito parar un segundo, observándolo con el ceño completamente fruncido. ¿En serio sigue diciéndose esas cosas? Creo que no va a aprender nunca a valorarse.
—¿Y te piensas que yo no he fallado en mi vida? Venga ya, Riley, ¡ya te lo he dicho un millón de veces! —reprocho, poniendo los ojos en blanco—. No estaría de más que te valorases. La suerte no existe más que para los que se la creen —Me encojo de hombros, resolutivo, adoptando la pose de defensa con mi varita en ristre—. Así que no te la creas —sentencio, y una vez más no veo llegar su ataque. Literalmente, pues una venda cubre mis ojos y me impide ver más allá de lo que tengo delante. Intento conjurar un hechizo protector para evitar un golpe de magia que me haga salir despedido por los aires, pero en cambio recibo un golpe a la altura del pecho que se cataloga como golpe porque no me queda más remedio.
Suelto el aire por mi boca, sonriendo no obstante, aunque mi semblante se vuelve serio por unos instantes.
—Te estás conteniendo y acabas de perder una oportunidad envidiable —comento, pues si encima de que no se valora empieza a contenerse creo que no vamos a acabar nunca. —No tengas miedo, joder, ¿no ves que mientras no sea una imperdonable nadie tiene por qué salir malherido? Nada que no arreglemos con un poco de medimagia —tercio, sabiendo muy bien de lo que hablo. No es la primera ni la última vez que intentan matarme. En peores casos me he visto. Que Riley me lance un Desmaius no me preocupa.
No le doy tregua esta vez y alzo mi varita rápido sin esperar una respuesta por su parte. El hechizo aturdidor sale por la punta de la misma tan pronto como mis labios se mueven, indecisos por un instante, pero decididos al final. Quizás comprobarlo por sí mismo es la clave para que sepa que, pese a ser un entrenamiento, hay que ir en serio. El mismo golpea su muslo y yo sonrío, concentrado.
—¿Y te piensas que yo no he fallado en mi vida? Venga ya, Riley, ¡ya te lo he dicho un millón de veces! —reprocho, poniendo los ojos en blanco—. No estaría de más que te valorases. La suerte no existe más que para los que se la creen —Me encojo de hombros, resolutivo, adoptando la pose de defensa con mi varita en ristre—. Así que no te la creas —sentencio, y una vez más no veo llegar su ataque. Literalmente, pues una venda cubre mis ojos y me impide ver más allá de lo que tengo delante. Intento conjurar un hechizo protector para evitar un golpe de magia que me haga salir despedido por los aires, pero en cambio recibo un golpe a la altura del pecho que se cataloga como golpe porque no me queda más remedio.
Suelto el aire por mi boca, sonriendo no obstante, aunque mi semblante se vuelve serio por unos instantes.
—Te estás conteniendo y acabas de perder una oportunidad envidiable —comento, pues si encima de que no se valora empieza a contenerse creo que no vamos a acabar nunca. —No tengas miedo, joder, ¿no ves que mientras no sea una imperdonable nadie tiene por qué salir malherido? Nada que no arreglemos con un poco de medimagia —tercio, sabiendo muy bien de lo que hablo. No es la primera ni la última vez que intentan matarme. En peores casos me he visto. Que Riley me lance un Desmaius no me preocupa.
No le doy tregua esta vez y alzo mi varita rápido sin esperar una respuesta por su parte. El hechizo aturdidor sale por la punta de la misma tan pronto como mis labios se mueven, indecisos por un instante, pero decididos al final. Quizás comprobarlo por sí mismo es la clave para que sepa que, pese a ser un entrenamiento, hay que ir en serio. El mismo golpea su muslo y yo sonrío, concentrado.
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De acuerdo, de acuerdo, tengo que concentrarme y creer que puedo hacerlo como en esa peli en la que los niños hasta pueden volar sin escoba con solo pensarlo. Pude darle en el trasero porque pensé en una forma de hacerlo, bueno, no justamente ahí pero sí a alguna parte de su cuerpo. Trabajo haciendo planes y quizás eso me facilite los duelos también, solo debo pensar una estrategia que sea lo suficientemente concreta como para no necesitar fuerza ni tampoco una gran cantidad de hechizos. Hacer lo máximo con lo mínimo.
Mi sonrisa dura tanto como la de él pues esta vez sí me regaña aunque no por golpearlo precisamente, sino justamente por lo opuesto. Es que no me veo a mí mismo lanzándole un sectum para que pierda sangre a borbotones, tampoco un quebrándole algunos huesos y los hechizos a los que estoy dispuesto a lanzar me parecen hasta un poco infantiles... Porque dejarlo colgando de cabeza ¡Por favor! En los últimos años del Royal ese era el saludo de buen día de mis compañeros hacia mí.
- Perdón - me disculpo algo apenado y me prometo a mí mismo hacerlo mejor la próxima. Pero eso tendrá que esperar ya que siento como su hechizo impacta en mi pierna y se me escapa una maldición antes de pagar un salto hacia atrás que me hace perder el equilibrio y ésta vez soy yo quien caigo. Duele así que me doy unas palmadas para disipar la sensación y luego lo miro con le ceño fruncido - Ouch - me quejo de manera sarcástica.
-Everte statum - conjuro de forma rápida desde el suelo apuntando a su pecho pero creo que ha sido demasiado predecible pues lo rechaza sin problemas - Ya, no lo digas... Me he apresurado, ataqué sin pensar y por eso ha sido inútil - agrego con una mueca, algo enfadado conmigo mismo. De todas formas mantengo la varita en alto para defenderme por si me lanza algo más.
Mi sonrisa dura tanto como la de él pues esta vez sí me regaña aunque no por golpearlo precisamente, sino justamente por lo opuesto. Es que no me veo a mí mismo lanzándole un sectum para que pierda sangre a borbotones, tampoco un quebrándole algunos huesos y los hechizos a los que estoy dispuesto a lanzar me parecen hasta un poco infantiles... Porque dejarlo colgando de cabeza ¡Por favor! En los últimos años del Royal ese era el saludo de buen día de mis compañeros hacia mí.
- Perdón - me disculpo algo apenado y me prometo a mí mismo hacerlo mejor la próxima. Pero eso tendrá que esperar ya que siento como su hechizo impacta en mi pierna y se me escapa una maldición antes de pagar un salto hacia atrás que me hace perder el equilibrio y ésta vez soy yo quien caigo. Duele así que me doy unas palmadas para disipar la sensación y luego lo miro con le ceño fruncido - Ouch - me quejo de manera sarcástica.
-Everte statum - conjuro de forma rápida desde el suelo apuntando a su pecho pero creo que ha sido demasiado predecible pues lo rechaza sin problemas - Ya, no lo digas... Me he apresurado, ataqué sin pensar y por eso ha sido inútil - agrego con una mueca, algo enfadado conmigo mismo. De todas formas mantengo la varita en alto para defenderme por si me lanza algo más.
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De un momento a otro lo veo en el suelo y, aunque no puedo decir que me alegro de ver cómo le he hecho daño, sí puedo sentirme realizado. Supongo que es algo que todos los magos llevamos por dentro. Saber que somos capaces de recomponernos con apenas un golpe de varita es, sin duda, una sensación demasiado alarmante. Euforia, mezclada con una pizca de picardía, y sin embargo no bajo la guardia en ningún momento pues no quiero que se sienta ninguneado. Lo que menos quiero en estos momentos es que piense que no estoy dando el cien por cien. No quiero que crea que me estoy dejando. No cuando le he dicho que no quiero que él lo haga.
—No ha sido para tanto, ¡venga levanta! —lo aliento, con las manos cerradas en un puño y la varita dispuesta a recibir el conjuro que está preparando. Porque si de algo estoy seguro es de que es una persona maniática. Necesita controlar la situación, y eso no le va a servir cuando no tenga tiempo para reaccionar. Yo le doy tregua, pero en el campo de batalla las cosas siempre van a ser diferentes. Su maleficio apenas hace resentirse el escudo que he interpuesto entre ambos. No me cruzo de brazos, pero lo observo con diligencia. No busca excusas, simplemente no es consciente de todo lo que podría conseguir si se dejara llevar un rato.
—No, Riley, el problema es que piensas demasiado —aseguro, haciéndome a un lado mientras enarbolo mi varita y consigo pronunciar el hechizo con suma facilidad. —Everte Statum —Mi voz suena clara, y mis nervios no pierden la concentración en ningún momento aunque esté hablando. El desequilibrio producido por mi conjuro lo alerta una vez más, y cuando está en el suelo paro para mirarlo. —Está bien tener un plan, pero no siempre vas a ser capaz de ejecutarlo —le indico, con la mirada fija en su varita que chisporrotea como la mía—. Las cosas serán diferentes cuando tengas a alguien delante que no te deje pensar. Eso sí que no debes olvidarlo, nunca —aconsejo, con seriedad—. ¿Quieres tener un plan? ¡Perfecto, cerebrito! Pero ten varios. Porque las circunstancias no van a ser las idóneas en ningún momento —presiono mi varita contra su torso, y luego lo ayudo a incorporarse.
—Valórate más y déjate llevar por el momento. Cuando la batalla está por empezar la adrenalina es suficiente para que te des cuenta de que estás en peligro. Y ahí el cerebro no te ayudará todo el rato, a veces necesitas rapidez para... reaccionar —finalizo, preparándome una vez más.
—No ha sido para tanto, ¡venga levanta! —lo aliento, con las manos cerradas en un puño y la varita dispuesta a recibir el conjuro que está preparando. Porque si de algo estoy seguro es de que es una persona maniática. Necesita controlar la situación, y eso no le va a servir cuando no tenga tiempo para reaccionar. Yo le doy tregua, pero en el campo de batalla las cosas siempre van a ser diferentes. Su maleficio apenas hace resentirse el escudo que he interpuesto entre ambos. No me cruzo de brazos, pero lo observo con diligencia. No busca excusas, simplemente no es consciente de todo lo que podría conseguir si se dejara llevar un rato.
—No, Riley, el problema es que piensas demasiado —aseguro, haciéndome a un lado mientras enarbolo mi varita y consigo pronunciar el hechizo con suma facilidad. —Everte Statum —Mi voz suena clara, y mis nervios no pierden la concentración en ningún momento aunque esté hablando. El desequilibrio producido por mi conjuro lo alerta una vez más, y cuando está en el suelo paro para mirarlo. —Está bien tener un plan, pero no siempre vas a ser capaz de ejecutarlo —le indico, con la mirada fija en su varita que chisporrotea como la mía—. Las cosas serán diferentes cuando tengas a alguien delante que no te deje pensar. Eso sí que no debes olvidarlo, nunca —aconsejo, con seriedad—. ¿Quieres tener un plan? ¡Perfecto, cerebrito! Pero ten varios. Porque las circunstancias no van a ser las idóneas en ningún momento —presiono mi varita contra su torso, y luego lo ayudo a incorporarse.
—Valórate más y déjate llevar por el momento. Cuando la batalla está por empezar la adrenalina es suficiente para que te des cuenta de que estás en peligro. Y ahí el cerebro no te ayudará todo el rato, a veces necesitas rapidez para... reaccionar —finalizo, preparándome una vez más.
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No fue para tanto mis polainas. No estoy acostumbrado a recibir hechizos contra mi cuerpo ¡Hace años que no lo hago! Así que duele aunque no haya sido mucho. Aunque creo que esa es la prueba de que de verdad necesito éste entrenamiento ya que si vuelven a entrar al Capitolio los aurores no darán a basto y tendré que hacer algo. Jakobe me dijo que puedo hacerlo y pese a mi intento patético de atacarlo sé que las cosas pueden mejorar, no soy un inútil aunque me lo hayan dicho... Hora de cerrar bocas.
Solberg pronuncia el mismo hechizo que intenté pero él lo ejecuta de manera apropiada así que aún sin levantarme del suelo vuelo hacia atrás y caigo de trasero a pocos metros de distancia. Me tomo unos segundos antes de levantarme pero tardo demasiado pues veo como pega su varita a mi pecho, mierda, de ser una pelea real bien podría estar muerto ahora pero por suerte no conjura nada más - Ojalá se pudiese poner pausa como en los videojuegos y tomarse el tiempo para analizar todo - me quejo con una mueca.
Me pongo de pie y respiro profundo intentando ignorar el dolor de los golpes. Muy bien, dice que no hay que pensar y que debo dejarme llevar pero que yo logre hacer eso me parece más improbable que idear un plan impecable para terminar con todo de una vez por todas. Así que eso hago, debo tener un plan A, B y C pues dudo que pueda defenderse desde tres flancos distintos. El A es la varita, el B la electricidad y voy a conjurar a mi plan C para que me ayude con la distracción.
-¡Serpensortia! - exclamo apuntando en su dirección con la varita y una serpiente de color gris y aproximadamente metro y medio sale de la punta para caer al suelo. Comienza a sisear pero rápidamente aparto mis ojos de ella pues debo aprovechar para realizar un segundo ataque, Jakobe no podrá con ambas cosas. Sin embargo cuando alzo mis ojos en dirección a él me descoloca lo que veo.
Solberg pronuncia el mismo hechizo que intenté pero él lo ejecuta de manera apropiada así que aún sin levantarme del suelo vuelo hacia atrás y caigo de trasero a pocos metros de distancia. Me tomo unos segundos antes de levantarme pero tardo demasiado pues veo como pega su varita a mi pecho, mierda, de ser una pelea real bien podría estar muerto ahora pero por suerte no conjura nada más - Ojalá se pudiese poner pausa como en los videojuegos y tomarse el tiempo para analizar todo - me quejo con una mueca.
Me pongo de pie y respiro profundo intentando ignorar el dolor de los golpes. Muy bien, dice que no hay que pensar y que debo dejarme llevar pero que yo logre hacer eso me parece más improbable que idear un plan impecable para terminar con todo de una vez por todas. Así que eso hago, debo tener un plan A, B y C pues dudo que pueda defenderse desde tres flancos distintos. El A es la varita, el B la electricidad y voy a conjurar a mi plan C para que me ayude con la distracción.
-¡Serpensortia! - exclamo apuntando en su dirección con la varita y una serpiente de color gris y aproximadamente metro y medio sale de la punta para caer al suelo. Comienza a sisear pero rápidamente aparto mis ojos de ella pues debo aprovechar para realizar un segundo ataque, Jakobe no podrá con ambas cosas. Sin embargo cuando alzo mis ojos en dirección a él me descoloca lo que veo.
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Obvio su comentario de chico nerd aficionado a los videojuegos pero no reduzco la sonrisa de mi rostro. Al contrario, se ensancha. La situación parecía sacada de una historieta. Nada podía salir mal, todo terminaría saliendo bien. Y sin embargo no puedo evitar preguntarme si de verdad todo ésto le servirá para algo. Sigue siendo demasiado metódico. Y aunque está bien saberse la teoría, la práctica es mucho más diferente. Completamente distinta, incluso. De nada sirve ser el primero en clase si luego van a conseguir tumbarte de tan sólo un movimiento de varita.
Y entonces pasa. Intento evitarlo pero no puedo negar lo evidente. Mi cuerpo se paraliza casi al instante y mis labios se sellan en una seria expresión que se siente tensa en todos los sentidos. De todas las cosas del mundo... ¿otra vez? El sonido siseante del reptil eriza los vellos de mi nuca y provocan en mí una sensación desagradable que acaba en un escalofrío. Mis puños se tensan y soy consciente de que la serpiente repta por mi pierna para buscar un punto donde clavar sus colmillos. Es impensable, todos creerían que voy a terminar solucionando aquello, pero mi rabia y mi miedo pueden con la situación y no es hasta que soy consciente del peligro que hago reaccionar a mi cuerpo por completo.
Primero es el susurro, con la varita apretada, y un movimiento apenas perceptible que hace desaparecer a la serpiente con gracilidad. El siseo se esfuma y mis nervios parecen florecer, pero estoy tan enfadado y tan paralizado por el miedo que mi reacción es distinta a la que pudiera parecer.
—Una jod... una jodida serpiente —resumo, en un tono bajo que apenas se escucha perceptible, y entonces noto la furia florecer. Mi primera intención es acabarlo a golpes, pero mi varita se mueve rápida y lo inmoviliza con un Incarcerous que no me hace falta siquiera pronunciar en voz alta. Las cuerdas retienen al científico y con paso decidido me acerco hacia donde está. —¿¡ERES IMBÉCIL!? ¿¡UNA JODIDA SERPIENTE!? —el grito es desgarrador y casi enloquece mi pensamiento. Alzo mi mano, dispuesto a darle un golpe, pero entonces la pared nos frena y, aún con mi puño en alza, mi cabeza sigue dándome órdenes.
«No podía saberlo. No es su culpa. Él no tiene nada que ver. Frena, Kobe, antes de que sea demasiado tarde.»
—¡¡JODER!! —rujo, estampando el puño contra el tacto frío de la pared y siento automáticamente la quemazón que recorre la rojez de mis nudillos. No sangra, pero duele, y es el dolor lo que provoca que me aparte y me dé media vuelta llevándome las manos a mis sienes. Estrujo mi cabeza con fuerza, reteniendo un grito que no haría más que dejarme en evidencia, y soy consciente de que mi debilidad es una absoluta mierda. El sudor sigue recorriendo mi frente, y la tensión sigue palpable en el ambiente. No tiene culpa de nada, pero acaba de desarmarme en tan sólo un par de segundos. Seguir mis consejos no sirve para una puta mierda
Parezco un demente. Y lo único que quiero es desaparecer antes de que de verdad me arrepienta. Mi respiración es agitada y mi pecho se alza bruscamente. Estoy al borde de sufrir un jodido ataque de pánico y lo único que me preocupa en ese momento es no golpear a nadie. Ya pasó con Magnar y sé que es algo que usará a su favor. ¿Por qué demonios también lo ha hecho Riley? No lo sabe. No lo sabe. Un enemigo tampoco podría saberlo.
Y entonces pasa. Intento evitarlo pero no puedo negar lo evidente. Mi cuerpo se paraliza casi al instante y mis labios se sellan en una seria expresión que se siente tensa en todos los sentidos. De todas las cosas del mundo... ¿otra vez? El sonido siseante del reptil eriza los vellos de mi nuca y provocan en mí una sensación desagradable que acaba en un escalofrío. Mis puños se tensan y soy consciente de que la serpiente repta por mi pierna para buscar un punto donde clavar sus colmillos. Es impensable, todos creerían que voy a terminar solucionando aquello, pero mi rabia y mi miedo pueden con la situación y no es hasta que soy consciente del peligro que hago reaccionar a mi cuerpo por completo.
Primero es el susurro, con la varita apretada, y un movimiento apenas perceptible que hace desaparecer a la serpiente con gracilidad. El siseo se esfuma y mis nervios parecen florecer, pero estoy tan enfadado y tan paralizado por el miedo que mi reacción es distinta a la que pudiera parecer.
—Una jod... una jodida serpiente —resumo, en un tono bajo que apenas se escucha perceptible, y entonces noto la furia florecer. Mi primera intención es acabarlo a golpes, pero mi varita se mueve rápida y lo inmoviliza con un Incarcerous que no me hace falta siquiera pronunciar en voz alta. Las cuerdas retienen al científico y con paso decidido me acerco hacia donde está. —¿¡ERES IMBÉCIL!? ¿¡UNA JODIDA SERPIENTE!? —el grito es desgarrador y casi enloquece mi pensamiento. Alzo mi mano, dispuesto a darle un golpe, pero entonces la pared nos frena y, aún con mi puño en alza, mi cabeza sigue dándome órdenes.
«No podía saberlo. No es su culpa. Él no tiene nada que ver. Frena, Kobe, antes de que sea demasiado tarde.»
—¡¡JODER!! —rujo, estampando el puño contra el tacto frío de la pared y siento automáticamente la quemazón que recorre la rojez de mis nudillos. No sangra, pero duele, y es el dolor lo que provoca que me aparte y me dé media vuelta llevándome las manos a mis sienes. Estrujo mi cabeza con fuerza, reteniendo un grito que no haría más que dejarme en evidencia, y soy consciente de que mi debilidad es una absoluta mierda. El sudor sigue recorriendo mi frente, y la tensión sigue palpable en el ambiente. No tiene culpa de nada, pero acaba de desarmarme en tan sólo un par de segundos. Seguir mis consejos no sirve para una puta mierda
Parezco un demente. Y lo único que quiero es desaparecer antes de que de verdad me arrepienta. Mi respiración es agitada y mi pecho se alza bruscamente. Estoy al borde de sufrir un jodido ataque de pánico y lo único que me preocupa en ese momento es no golpear a nadie. Ya pasó con Magnar y sé que es algo que usará a su favor. ¿Por qué demonios también lo ha hecho Riley? No lo sabe. No lo sabe. Un enemigo tampoco podría saberlo.
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Está paralizado, podría atacarlo y terminar con nuestro pseudo duelo ahora mismo pero tendría que ser un completo imbécil para hacerlo. Reconozco esos ojos, tiene miedo... No solo miedo, sino que pánico y lo único que puedo hacer es arrepentirme por haberle lanzado una serpiente. Quien sabe qué recuerdo traumático tiene con ellas que ha despertado la fobia. De haberlo sabido jamás le habría lanzado una, por dios, soy un idiota ¿Por qué tuve que hacer algo así? Tendría que haber seguido con los hechizos simples y hacer un duelo como cualquier persona normal. Pero parece que aún sobrio estoy destinado a meter la pata.
Estoy a punto de hacer desaparecer la serpiente cuando él lo hace y solo entonces vuelvo a respirar con tranquilidad. Puedo notar como la ira empieza a apoderarse de su rostro pero es completamente lógico, seguro ahora me tirará una tormenta encima pero no importa... Lo merezco y al menos él ya ha dejado de lidiar con la serpiente. Lo primero que llega es un incarcerous así que no puedo hacer más que quedarme quieto y en silencio esperando sus acciones.
Cierro los ojos por reflejo cuando se acerca a mí y noto como me mueve hasta la pared. Levanta su puño y al mirarlo a los ojos siento algo de miedo yo mismo, no es el Jakobe que me levanta el ánimo y dice palabras amigables, parece otra persona - Lo siento, Jakobe, no lo sabía... Lo siento, lo siento - me disculpo una y otra vez antes de que estampe su puño contra la pared y me deje ir finalmente.
Cuando se da vuelta me libero de las cuerdas y me debato entre ir a decirle algo más o no. Dejarlo solo probablemente sea lo más conveniente para mi rostro pero que va, no puedo hacerlo, así que me arriesgaré a recibir el puñetazo del que me he salvado antes - De haberlo sabido jamás te la habría lanzado... Lo único que has hecho es poner la mejor voluntad para ayudarme y te lo pago de ésta forma, por dios, soy un imbécil - comento en voz baja hasta que llego detrás de él y pongo una mano sobre su hombro - ¿Quieres contarme por qué? - pregunto con una mueca, quizás hablar al respecto le sirva.
Estoy a punto de hacer desaparecer la serpiente cuando él lo hace y solo entonces vuelvo a respirar con tranquilidad. Puedo notar como la ira empieza a apoderarse de su rostro pero es completamente lógico, seguro ahora me tirará una tormenta encima pero no importa... Lo merezco y al menos él ya ha dejado de lidiar con la serpiente. Lo primero que llega es un incarcerous así que no puedo hacer más que quedarme quieto y en silencio esperando sus acciones.
Cierro los ojos por reflejo cuando se acerca a mí y noto como me mueve hasta la pared. Levanta su puño y al mirarlo a los ojos siento algo de miedo yo mismo, no es el Jakobe que me levanta el ánimo y dice palabras amigables, parece otra persona - Lo siento, Jakobe, no lo sabía... Lo siento, lo siento - me disculpo una y otra vez antes de que estampe su puño contra la pared y me deje ir finalmente.
Cuando se da vuelta me libero de las cuerdas y me debato entre ir a decirle algo más o no. Dejarlo solo probablemente sea lo más conveniente para mi rostro pero que va, no puedo hacerlo, así que me arriesgaré a recibir el puñetazo del que me he salvado antes - De haberlo sabido jamás te la habría lanzado... Lo único que has hecho es poner la mejor voluntad para ayudarme y te lo pago de ésta forma, por dios, soy un imbécil - comento en voz baja hasta que llego detrás de él y pongo una mano sobre su hombro - ¿Quieres contarme por qué? - pregunto con una mueca, quizás hablar al respecto le sirva.
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Me siento como un completo estúpido cuando pasan estas cosas. Mi nerviosismo se puede ver a flor de piel debido a los espamos involuntarios que me provoca el pánico. El ligero temblo de mis dedos reconoce, claramente, que la sensación ha sido escalofriante y, por si fuese poco, acabo de exponerme ante alguien que si bien no va a hacerme daño por mucho que conozca todo ésto sí puede ser remedio para alguien que lo atrape y lo someta al Veritaserum. Estoy siendo demasiado paranoico, y me doy cuenta de ello, pero a veces no nos queda más remedio que pensar drásticamente. Y en plena guerra cualquier información es vital para hacer callar a tus enemigos. Es obvio que quien sepa de mi pánico a las serpientes sabrá cómo joderme.
Las disculpas de Riley no tardan en llegar, una y otra vez, pero soy incapaz de seguir gesticulando palabras. Todas son malsonantes en mi cabeza y, en efecto, él no tiene la culpa de nada. Cómo algo que a simple vista le pudo parecer tan sencillo se ha convertido durante años en mi pesadilla.
Me aparto de su contacto negando varias veces con mi cabeza. Termino por acercarme a las bancas laterales para tomar una botella de agua fría que han dejado para que bebamos en algún descanso. No pensé que llegaría tan pronto. Apenas llevamos una media hora y aunque sé cómo recomponerme ha sido demasiado en menos de un mes. Me dejo caer contra las bancas, apoyando mi espalda contra la pared y bebiendo un largo trago del contenido de la botella. El agua inunda mi pecho que empieza a bajar la intensidad de su movimiento. El hormigueo de mis piernas termina cesando y soy capaz de respirar con mayor normalidad. No hay mareo, sino sentido del vértigo, pero desaparece tan pronto como vuelvo a abrir los ojos.
—Soy una puta vergüenza, ¿eh? —inquiero, medio sonriendo pese a que mi mueca termina convertida en un suspiro y un recuerdo de la serpiente reptar por mi pierna—. Ni una hora ha pasado y ya sabes cómo desarmarme y dejarme K.O. sin problemas —le reconozco, sacudiendo la cabeza. Si lo que busco es apaciguar ese miedo interno que nace cuando una serpiente está cerca seguramente necesite ese tipo de terapia de choque. Pero no me encuentro preparado, no todavía. No tras tantos años. —Bien hecho —halago, alzando la vista para observar al científico loco por unos instantes, hasta que guardo la varita y cierro los ojos una vez más. Siento las venas de mi cuerpo bombear sangre con intensidad. Todavía no estoy convencido de que vaya a superar ésto algún día.
Las disculpas de Riley no tardan en llegar, una y otra vez, pero soy incapaz de seguir gesticulando palabras. Todas son malsonantes en mi cabeza y, en efecto, él no tiene la culpa de nada. Cómo algo que a simple vista le pudo parecer tan sencillo se ha convertido durante años en mi pesadilla.
Me aparto de su contacto negando varias veces con mi cabeza. Termino por acercarme a las bancas laterales para tomar una botella de agua fría que han dejado para que bebamos en algún descanso. No pensé que llegaría tan pronto. Apenas llevamos una media hora y aunque sé cómo recomponerme ha sido demasiado en menos de un mes. Me dejo caer contra las bancas, apoyando mi espalda contra la pared y bebiendo un largo trago del contenido de la botella. El agua inunda mi pecho que empieza a bajar la intensidad de su movimiento. El hormigueo de mis piernas termina cesando y soy capaz de respirar con mayor normalidad. No hay mareo, sino sentido del vértigo, pero desaparece tan pronto como vuelvo a abrir los ojos.
—Soy una puta vergüenza, ¿eh? —inquiero, medio sonriendo pese a que mi mueca termina convertida en un suspiro y un recuerdo de la serpiente reptar por mi pierna—. Ni una hora ha pasado y ya sabes cómo desarmarme y dejarme K.O. sin problemas —le reconozco, sacudiendo la cabeza. Si lo que busco es apaciguar ese miedo interno que nace cuando una serpiente está cerca seguramente necesite ese tipo de terapia de choque. Pero no me encuentro preparado, no todavía. No tras tantos años. —Bien hecho —halago, alzando la vista para observar al científico loco por unos instantes, hasta que guardo la varita y cierro los ojos una vez más. Siento las venas de mi cuerpo bombear sangre con intensidad. Todavía no estoy convencido de que vaya a superar ésto algún día.
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No me queda más que hacer que observarlo en silencio con gesto preocupado. Al principio me preocupaba hacernos daño físico pero creo que he ido más allá de eso, ésto es peor pues no puedo solucionarlo con un episkey... No puedo solucionarlo y punto. La mente es un asunto complicado, sus misterios me han llevado al borde y aún no puedo decir que estoy 100% curado así que mucho menos podría ayudar a otra persona a controlar sus demonios, aunque con Kenna lo estoy intentando de veras, pero es distinto.
Niego rápidamente cuando dice que es una vergüenza y me desvivo en ese mismo instante buscando algo que decir, creo que se siente vulnerable porque ahora conozco su debilidad así que quizás si le digo la mía pueda aliviar un poco esa incomodidad - Bien hecho nada, me siento terrible - respondo dejándome caer en el suelo frente a él, como aquella vez que me encontró en el ministerio - Todos tenemos algo que nos hace débiles, hace unos años era mi padre y ahora la constante idea de que podría agarrarme otra sobredosis, que podría morir así como así solo por un momento de debilidad - confieso con los ojos clavados en el suelo.
Pocos en el ministerio saben lo de la sobredosis, con todos los problemas que hubo en los meses pasados en realidad no hubo tiempo para que un rumor así se disperse y se lo agradezco. Pero creo que puedo confiar en Jakobe y aunque ahora me diga que soy un estúpido por compartir mi debilidad, me vale. Así al menos ahora estamos en términos iguales - Te ofrecería mi cabeza para que me hagas un obliviate y así olvidar lo que pasó pero no quiero correr el riesgo de olvidar tan maravillosa lección.
Niego rápidamente cuando dice que es una vergüenza y me desvivo en ese mismo instante buscando algo que decir, creo que se siente vulnerable porque ahora conozco su debilidad así que quizás si le digo la mía pueda aliviar un poco esa incomodidad - Bien hecho nada, me siento terrible - respondo dejándome caer en el suelo frente a él, como aquella vez que me encontró en el ministerio - Todos tenemos algo que nos hace débiles, hace unos años era mi padre y ahora la constante idea de que podría agarrarme otra sobredosis, que podría morir así como así solo por un momento de debilidad - confieso con los ojos clavados en el suelo.
Pocos en el ministerio saben lo de la sobredosis, con todos los problemas que hubo en los meses pasados en realidad no hubo tiempo para que un rumor así se disperse y se lo agradezco. Pero creo que puedo confiar en Jakobe y aunque ahora me diga que soy un estúpido por compartir mi debilidad, me vale. Así al menos ahora estamos en términos iguales - Te ofrecería mi cabeza para que me hagas un obliviate y así olvidar lo que pasó pero no quiero correr el riesgo de olvidar tan maravillosa lección.
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Alentarlo no es mi manera de tranquilizarlo. Se supone que la situación debería ser al revés pero su vagaje no le da la posibilidad de pensar con claridad. Ahora mismo siento que somos dos personas tratando de autocompadecerse del otro. Y en esa dirección no seremos capaces de tomar ningún camino.
Resoplo, con el rostro desencajado y una mueca que aparece fruto del esfuerzo que estoy realizando para no tener que matar a nadie en este preciso instante. Es increíble la forma que tienen nuestros cuerpos de reaccionar a una fobia inminente. Primero somos la mierda más absoluta y posteriormente nos envalentonamos hasta rozar la furia. Seríamos capaces de matar con tal de hacer desaparecer nuestros pensamientos. Olvidarnos.
—No voy a freírte el cerebro para que olvides ésto, ¿estás demente? —inquiero, alzando la voz más de la cuenta y notando cómo mi respiración, lejos de calmarse, se altera un poco más. Intento cerrar los ojos pero el hormigueo incesante y la sensación desesperada me provoca cierta fatiga. Parezco un puto enclenque. —Deja de sentirte mal, ¿también vas a pedirle perdón al primero que intente matarte cuando se te cruce de frente? Venga ya, Riley, espabila —comento, con los ojos abiertos y la cabeza alzada hacia arriba, en busca del techo. Me detengo en diferentes manchas. Ante la ansiedad siempre me recomendaron buscar un punto diminuto del que valerme. Centrarme y focalizar en aquellos pequeños detalles me ayuda a contenerme. A concentrarme y a olvidar el pardillo que estoy siendo delante de mi supuesto alumno.
En apenas un par de minutos me ha desarmado completamente.
—¿No te he dicho ya que debes aprovechar toda situación? Pues bien, si no lo he hecho, te lo digo ahora —pauso mi voz, bajando la vista para observarlo al frente—: aprovecha todas las situaciones. Fácil, ¿no? —sonrío, pese a que quiero dormirme. Descansar. Unos minutos, hasta que desaparezca el cosquilleo desagradable.
Resoplo, con el rostro desencajado y una mueca que aparece fruto del esfuerzo que estoy realizando para no tener que matar a nadie en este preciso instante. Es increíble la forma que tienen nuestros cuerpos de reaccionar a una fobia inminente. Primero somos la mierda más absoluta y posteriormente nos envalentonamos hasta rozar la furia. Seríamos capaces de matar con tal de hacer desaparecer nuestros pensamientos. Olvidarnos.
—No voy a freírte el cerebro para que olvides ésto, ¿estás demente? —inquiero, alzando la voz más de la cuenta y notando cómo mi respiración, lejos de calmarse, se altera un poco más. Intento cerrar los ojos pero el hormigueo incesante y la sensación desesperada me provoca cierta fatiga. Parezco un puto enclenque. —Deja de sentirte mal, ¿también vas a pedirle perdón al primero que intente matarte cuando se te cruce de frente? Venga ya, Riley, espabila —comento, con los ojos abiertos y la cabeza alzada hacia arriba, en busca del techo. Me detengo en diferentes manchas. Ante la ansiedad siempre me recomendaron buscar un punto diminuto del que valerme. Centrarme y focalizar en aquellos pequeños detalles me ayuda a contenerme. A concentrarme y a olvidar el pardillo que estoy siendo delante de mi supuesto alumno.
En apenas un par de minutos me ha desarmado completamente.
—¿No te he dicho ya que debes aprovechar toda situación? Pues bien, si no lo he hecho, te lo digo ahora —pauso mi voz, bajando la vista para observarlo al frente—: aprovecha todas las situaciones. Fácil, ¿no? —sonrío, pese a que quiero dormirme. Descansar. Unos minutos, hasta que desaparezca el cosquilleo desagradable.
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Me dan ganas de llevarme las manos a la cabeza y arrancarme todos los pelos cuando escucho lo que dice. Por supuesto que no me pondría así en una batalla real, no soy estúpido. Probablemente estaría muerto de miedo, lanzando hechizos lo mejor posible y no habría tiempo para pensar una sola cosa más que cómo sobrevivir - No importa cuán duro intentes ser, jamás podrás emular lo que es una batalla real, Jakobe - respondo a lo primero ya perdiendo la paciencia. Incluso me pongo de pie porque necesito sacar la frustración de manera física.
Sigue hablando e intento hacerlo callar con uno de mis rayos pero no sale, incluso me quema un poco la mano por lo cuál largo un gruñido - No es una batalla y no eres el enemigo así que no quiero usar tus malditas debilidades en tu contra - me quejo al final acortando la distancia que nos separa para tomarlo de los hombros quizás más fuerte de lo que debería. Que va, probablemente ni le duela con lo entrenado que está - No es una batalla y no quiero hacerte daño porque eres amigo - mi tono suena más suave con esa última palabra e incluso sirve para calmarme.
Cierro los ojos por un segundo y respiro profundo intentando decidir si decir o no lo siguiente, probablemente lo considere cursi y me termine diciendo que soy demasiado blando para una batalla, pero me importa un bledo. De ser así seguiré entrenando físicamente y resolveré el asunto emocional y mental llegado el momento... De todas formas, jamás se está preparado al 100% para lo que la vida nos tiene planeado - Quizás tu no me consideres tu amigo, pero yo sí lo hago. Lo siento. La cagaste en el segundo en que comenzaste a tratarme bien - comienzo con le ceño fruncido - Así que olvídate del maldito entrenamiento, acepta las disculpas y déjame darte una puta palmada de consuelo que te la mereces ¡Mierda!
Creo que he largado más maldiciones en esa oración que en toda mi vida, pero ya me hizo perder la paciencia. No tiene que jugar al auror rudo toda la hora, no hay forma en que eso sea saludable.
Fallo
Sigue hablando e intento hacerlo callar con uno de mis rayos pero no sale, incluso me quema un poco la mano por lo cuál largo un gruñido - No es una batalla y no eres el enemigo así que no quiero usar tus malditas debilidades en tu contra - me quejo al final acortando la distancia que nos separa para tomarlo de los hombros quizás más fuerte de lo que debería. Que va, probablemente ni le duela con lo entrenado que está - No es una batalla y no quiero hacerte daño porque eres amigo - mi tono suena más suave con esa última palabra e incluso sirve para calmarme.
Cierro los ojos por un segundo y respiro profundo intentando decidir si decir o no lo siguiente, probablemente lo considere cursi y me termine diciendo que soy demasiado blando para una batalla, pero me importa un bledo. De ser así seguiré entrenando físicamente y resolveré el asunto emocional y mental llegado el momento... De todas formas, jamás se está preparado al 100% para lo que la vida nos tiene planeado - Quizás tu no me consideres tu amigo, pero yo sí lo hago. Lo siento. La cagaste en el segundo en que comenzaste a tratarme bien - comienzo con le ceño fruncido - Así que olvídate del maldito entrenamiento, acepta las disculpas y déjame darte una puta palmada de consuelo que te la mereces ¡Mierda!
Creo que he largado más maldiciones en esa oración que en toda mi vida, pero ya me hizo perder la paciencia. No tiene que jugar al auror rudo toda la hora, no hay forma en que eso sea saludable.
Fallo
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Primero es su intento por electrificarme que adivino por el movimiento de su mano. Segundo es su gruñido que me asegura, claramente, que ha intentado hacerlo. Tercero es su cercanía y cómo me eleva con fuerza para intentar hacerme entrar en una razón que él mismo no parece comprender del todo. Y cuarto es que mencione la amistad que ambos hemos desarrollado por el mero hecho de llevar tiempo tratando el uno con el otro. Ese cúmulo me hace ver que la verdadera frustración de Riley no es saber cómo defenderse.
Su verdadera frustración es no saber cómo defender a sus amigos.
Dejo que acabe su monólogo con una sonrisa. Lentamente desaparece esa sensación angustiosa y camuflo las ganas de golpear la pared con su elocuencia. La sarta de improperios es una fiesta, y casi estoy convencido de que si dice uno más va a terminar pidiendo disculpas por sus comentarios. Por su mala lengua, diablos que todos tenemos una cuando estamos así de frustrados. Cuando ha acabado, alzo ambas manos y empiezo a aplaudir con confianza. Si de verdad ha intentado darme una lección sobre la vida, lo ha conseguido. El problema es que sigue pensando que no va a llegar a ningún lado y eso es lo que me apena.
—Ya, ya, ¿has terminado? —pregunto, acomodando el bajo de mi camiseta y permitiéndole a mis piernas activarse una vez más pues las mismas se han quedado dormidas durante el tiempo que he estado sentado y ahora las recorre un hormigueo que no sabría catalogar como dolor o risa. Al mero movimiento siento que se me congelan y luego, cuando apoyo las plantas de mis pies, río por lo bajo—. ¿No te ha pasado nunca que se te quedan dormidas? —cuestiono—. Bueno, en tu caso tenías dormido el cerebro y mira por dónde ya has despertado —Alzo ambas cejas, sorprendido. —Qué difícil era hablarte hace unas semanas y mírate ahora, estás hecho todo un machote —bromeo, dándole las palmadas que él ha querido darme en la espalda, tomando mi varita y dejando que la misma se pierda en el bolsillo trasero de mi pantalón.
—Todos tenemos nuestras cosas, Riley. Tú te duermes, yo me hago el duro. Y tras eso, hay una coraza diferente que oscila en mayor o menor medida. Creo que no hace falta que te explique cuál de las dos oscila más —tercio, suspirando. —En cualquier caso, no voy a reprocharte. Si antes he querido golpearte es porque actúo así siempre que veo a esas condenadas reptar por cualquier lado —bufo, indignado.
—Yo también te considero amigo —solvento, finalmente, aclarando mi garganta y bebiendo un trago de agua fresca que parece hacerme sudar al instante—. Así que dame la puta palmada de consuelo y vámonos a tomar algo. El entrenamiento ha acabado —sentencio, pues no hay nada más que entrenar aquel día.
Su verdadera frustración es no saber cómo defender a sus amigos.
Dejo que acabe su monólogo con una sonrisa. Lentamente desaparece esa sensación angustiosa y camuflo las ganas de golpear la pared con su elocuencia. La sarta de improperios es una fiesta, y casi estoy convencido de que si dice uno más va a terminar pidiendo disculpas por sus comentarios. Por su mala lengua, diablos que todos tenemos una cuando estamos así de frustrados. Cuando ha acabado, alzo ambas manos y empiezo a aplaudir con confianza. Si de verdad ha intentado darme una lección sobre la vida, lo ha conseguido. El problema es que sigue pensando que no va a llegar a ningún lado y eso es lo que me apena.
—Ya, ya, ¿has terminado? —pregunto, acomodando el bajo de mi camiseta y permitiéndole a mis piernas activarse una vez más pues las mismas se han quedado dormidas durante el tiempo que he estado sentado y ahora las recorre un hormigueo que no sabría catalogar como dolor o risa. Al mero movimiento siento que se me congelan y luego, cuando apoyo las plantas de mis pies, río por lo bajo—. ¿No te ha pasado nunca que se te quedan dormidas? —cuestiono—. Bueno, en tu caso tenías dormido el cerebro y mira por dónde ya has despertado —Alzo ambas cejas, sorprendido. —Qué difícil era hablarte hace unas semanas y mírate ahora, estás hecho todo un machote —bromeo, dándole las palmadas que él ha querido darme en la espalda, tomando mi varita y dejando que la misma se pierda en el bolsillo trasero de mi pantalón.
—Todos tenemos nuestras cosas, Riley. Tú te duermes, yo me hago el duro. Y tras eso, hay una coraza diferente que oscila en mayor o menor medida. Creo que no hace falta que te explique cuál de las dos oscila más —tercio, suspirando. —En cualquier caso, no voy a reprocharte. Si antes he querido golpearte es porque actúo así siempre que veo a esas condenadas reptar por cualquier lado —bufo, indignado.
—Yo también te considero amigo —solvento, finalmente, aclarando mi garganta y bebiendo un trago de agua fresca que parece hacerme sudar al instante—. Así que dame la puta palmada de consuelo y vámonos a tomar algo. El entrenamiento ha acabado —sentencio, pues no hay nada más que entrenar aquel día.
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De no ser porque su comportamiento ha sido demasiado creíble, su sonrisita me haría creer que ésto no fue más que una prueba para sacarme de mis cabales y así ¿Enojarme? Los aplausos solo hacen que ruede los ojos. Me alegra que se divierta con mi explosión y debo admitir que me siento un poco mejor luego de dejar salir todo eso pero no es un sentimiento que corra por mis venas por demasiado tiempo. Supongo que está bien enojarse de vez en cuando, incluso resultaría interesante usarlo a mi favor en una batalla pero no más que eso... Prefiero volver a mi estado natural de pacifismo y concentración.
- Sí, he terminado - respondo de mala gana, al menos por hoy. Él ya se encargado de despertar mi lado agresivo así que ahora me toca despertar... lo que sea que sea lo opuesto en él - Sabes que decirle a un científico que tiene el cerebro dormido es el peor insulto que podrías darle ¿Cierto? - pregunto con media sonrisa y una ceja en alto. Sé que no se refiere a eso, pero no se la dejaré pasar - Y no soy un machote - estoy lejos de serlo y tampoco quiero serlo, solo quiero aprender a pelear.
Respiro profundo y asiento. Dejando mi coraza de lado, me gustaría saber por qué tuvo que construir la suya y no debe ser nada sencillo si eligió el material más pesado para hacerlo - No te preocupes, he aprendido la lección... No más serpientes y nada de invitarte a un día de campo - en realidad jamás he dormido en una carpa así que no me atrevería, aún cuando me fui al 9 tenía una cabaña con todas las comodidades que bien podría haber tenido en el Capitolio.
Sonrío cuando dice que me considera su amigo y en lugar de las palmadas lo envuelvo en un abrazo. Se me está haciendo una costumbre pero supongo que es alguien abrazable y yo tengo muchos contenidos por haber mantenido alejada a la gente por tantos años - Creo que podría tomarme una cerveza - sugiero comenzando a caminar hacia el exterior del gimnasio. Sí que ha sido suficiente entrenamiento por hoy, he aprendido mucho.
- Sí, he terminado - respondo de mala gana, al menos por hoy. Él ya se encargado de despertar mi lado agresivo así que ahora me toca despertar... lo que sea que sea lo opuesto en él - Sabes que decirle a un científico que tiene el cerebro dormido es el peor insulto que podrías darle ¿Cierto? - pregunto con media sonrisa y una ceja en alto. Sé que no se refiere a eso, pero no se la dejaré pasar - Y no soy un machote - estoy lejos de serlo y tampoco quiero serlo, solo quiero aprender a pelear.
Respiro profundo y asiento. Dejando mi coraza de lado, me gustaría saber por qué tuvo que construir la suya y no debe ser nada sencillo si eligió el material más pesado para hacerlo - No te preocupes, he aprendido la lección... No más serpientes y nada de invitarte a un día de campo - en realidad jamás he dormido en una carpa así que no me atrevería, aún cuando me fui al 9 tenía una cabaña con todas las comodidades que bien podría haber tenido en el Capitolio.
Sonrío cuando dice que me considera su amigo y en lugar de las palmadas lo envuelvo en un abrazo. Se me está haciendo una costumbre pero supongo que es alguien abrazable y yo tengo muchos contenidos por haber mantenido alejada a la gente por tantos años - Creo que podría tomarme una cerveza - sugiero comenzando a caminar hacia el exterior del gimnasio. Sí que ha sido suficiente entrenamiento por hoy, he aprendido mucho.
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