The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
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Abrió los ojos con toda la pereza del mundo y al rodar sobre el colchón para incorporarse, se ayudó con la poca fuerza de sus pequeños brazos desnutridos.
Lo primero que notó, fue como sus compañeros de celda ya estaban comiendo pan duro y unas cucharadas de caldo caliente, eso sólo significaba que alguien importante vendría a visitar el mercado buscando comprar un esclavo y que los guardias querían darles las fuerzas suficientes como para ponerse de pie sin desfallecer.
Un ataque de tos arrojó su torso hacia adelante y estremeció su cuerpo con punzadas de dolor, como intentaba apoyar la espalda en la mugrosa pared, tardó unos segundos más en conseguirlo.

Una de las niñas que dormía junto a Kida, una muggle rubia que no podía tener más de seis años, le acercó un plato con sopa y le entregó un trozo de pan. Si lo hacía, era sólo porque esperaba conseguir que por la noche le relatara otra historia donde el príncipe rescataba a la princesa. De todos modos le sonrió agradecida. —Ven, July. Tengo que peinarte antes de que vengan a visitarnos.— Le gustaba mucho hacer trenzas de raíz que había aprendido gracias a una esclava adulta, no podía hacerlas en su largo y enredado cabello, pero si utilizaba a las demás niñas como modelos.

Terminó de comer lo que le habían entregado y su estomago no tardó en gruñir pidiendo más. Ignoró el pedido de su propio cuerpo y rascó su cuero cabelludo, sacando del escondite debajo de su almohada un pedazo de cepillo roto y viejo.
July se sentó entre sus piernas dejándose peinar, mientras jugaba con la muñeca de trapos de Kida, la cual sólo se la prestaba un ratito y la niña ya lo sabía.

Justo cuando el peinado quedó perfecto, el guardia golpeó los barrotes para que los esclavos se pusieran en formación y como la rubia se notaba nerviosa, Kiddy la calmó con una alentadora sonrisa, al tiempo que la empujaba un poco para que se uniera a los demás. Por su cuenta, la pelirroja permaneció sentada contra la pared, intentando limpiar un poco la tela que formaba el cabello de su muñeca. De todos modos ya nadie iba a quererla.
Anonymous
Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Llevo un traje ajustado por lo que haber ampliado los bolsillos para llevar insumos para los esclavos es bastante incómodo. Puedo sentir los bordes romos dándome contra el pecho pero lo ignoro ya que debo fingir una sonrisa agradable a los guardias del mercado. En realidad no pueden decirme nada ya que llevo una orden muy oficial para comprobar las condiciones en la que los niños esclavos se encuentran... Me hace sentir mal el solo pensar que debo escribir que está todo de maravilla, pero para eso me han enviado, porque saben que pueden "Confiar" en mí al respecto. Y por eso lo hago, para seguir teniendo una excusa y al menos poder ayudar trayendo banalidades para alegrar sus días.

Paso el pasillo e ignoro los insultos de los muggles adultos. Esas cosas son las que me impiden ponerme de su lado o intentar simpatizar al punto de comprometerme al 100% con la causa, creen que todos estamos en su contra, son desorganizados. Quizás soy un hombre de dos caras pero si hay algo que no puedo tolerar es el desorden.

Llego hasta dónde están unos cuantos niños y miro de reojo para ver si los guardias están vigilando, no lo están. Así que saco unas botellas de leche y se las entrego con la orden de que beban rápido pues solo tengo unos minutos hasta que me pidan que me retire. Luego voy hacia una niña pelirroja que está con una muñeca y tomo unos cuántos caramelos, un trozo de pan y un ¿Cepillo? ¿Por qué demonios traje un cepillo? Creo que estaba sobre la mesa al recoger las cosas y si estaba sobre la mesa debe ser de Synnove pues no hay forma de que Amalie haya dejado algo fuera de su lugar.

- ¿Te interesa? Es de mi hija pero puedo comprarle otro - pregunto a la niña enseñándole el objeto de tonos verdes y marrones, es delicado ¿Será su favorito? Quizás estoy cometiendo una equivocación.
Ivar Lackberg
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Dirty rag doll|| Ivar IqWaPzg
Invitado
Invitado
El hombre es importante, pues sus prendas son demasiado bonitas, limpias e incluso huele a perfume rico y costoso.
Por sus acciones, claramente no venía a comprar un esclavo, pero sí a alimentarlos un poco con pan, leche y dulces, ¿Acaso ya era navidad?
Kida intentó ponerse en pie para recibir también un poco de comida, pero había despertado con un dolor horrible en su pierna inútil, así que se quedó en el intento y fingió estar concentrada en su muñeca. Le afectaba el no poder moverse con normalidad como los demás niños, sin embargo era buena para ocultarlo...O eso creía.

En cuanto el elegante señor se acercó y le ofreció regalos, sus ojos se abrieron como platos al observar el precioso cepillo que nada se comparaba con el suyo.
Lentamente asintió con la cabeza y dejando el peine viejo sobre la almohada, estiró su tembloroso brazo para sujetar el objeto más valioso que tenía ahora, luego de su muñeca de trapos, claro.

Escondió los caramelos y el objeto brillante debajo de las viejas y sucias mantas, pero la botella de leche la llevó a su boca y comenzó a beber con ganas, intentando no desperdiciar gota alguna.
Al necesitar aire, frenó un poco y le sonrió al amable y bondadoso hombre. —Muchas gracias, señor.—Murmuró con la voz algo agitada y temblorosa, pues en ese preciso momento, una punzada de dolor subió a través de su pierna y tuvo que contener el jadeo para no incomodarlo.
Anonymous
Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Una sonrisa se dibuja en mi rostro al ver el brillo de sus ojos cuando ve el cepillo. Bueno, hay una posibilidad de que Synnove se enoje mucho conmigo por regalarlo pero para esta niña es una pequeña luz dentro de la terrible vida dentro del mercado, lo necesita más que mi hija pues puede que sea el único cepillo brillante que vea en su vida. Lo siento Syv pero tendrá que comprenderlo, y como dije... Luego puedo comprarle otro, tres de ser necesarios.

Observo como la pelirroja come en silencio y hago una inclinación de cabeza cuando da las gracias. Sin embargo me llama la atención cómo parece dolerle su pierna y al analizar la forma en la que la tiene acomodada... Algo tiene. Frunzo el ceño pues no hay nada en el registro oficial, no es que haya uno importante en realidad pero mínimamente las enfermedades de los niños deben informarlas.

- Me llamo Ivar
- me presento acercándome a la reja para poder verla mejor. Me pongo en cuclillas y antes de volver la atención miro sobre mi hombro para comprobar que no haya nadie aquí que pueda comprometer mi situación - ¿Tú cómo te llamas? - pregunto intentando no mirar su pierna, quiero preguntar pero hacerlo directamente sería desconsiderado - Veo que te duele... ¿Qué te pasó? - pronuncio al final pues si es un caso de maltrato debe ser reportado de inmediato. Me llevará tiempo y tendré que armar un caso lo suficientemente fuerte como para que incluso aquellos que son anti muggles comprendan que el caso no puede quedar impune.
Ivar Lackberg
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Dirty rag doll|| Ivar IqWaPzg
Invitado
Invitado
Kida, señor. Mi nombre es Kida Bennet.— Eso era lo que le habían dicho los primeros esclavos, unos que ya no estaban entre las rejas o tal vez ni siquiera seguían con vida.
Sujetó con cuidado la botella de leche y continuó bebiendo, esta vez con mayor calma y lentas pausas entre cada sorbo.
La mirada hacia su pierna mala no pasó desapercibida y como varios guardias le habían enseñado, tomó una sucia manta para cubrirse de las cintura hasta los pies descalzos.

Guardó silencio incluso cuando el hombre importante se acomodó para quedar más cerca y a su misma altura, algo que los demás jamás habían hecho. Bueno, ninguno le había regalado caramelos y un hermoso peine tampoco. —Yo...— Murmuró en voz baja y con la mirada buscó los rostros conocidos de los hombres de seguridad. —No lo sé...Dijeron que de pequeña me enfermé, pero no recuerdo muy bien.— Intentó explicar con la poca información que tenía.

Al finalizar la bebida, le devolvió la botella vacía estirándose lo mejor que pudo para no romper el vidrio y jadeando un poco por el esfuerzo, buscó uno de los caramelos y lo llevó a su boca con una enorme sonrisa dibujada en la cara.
El sabor dulce era distinto a todo lo que había probado, era delicioso y no tardó en hacérselo saber. —Están muy ricos estos, muchas gracias señor.— La envoltura tenía escrito el sabor de la golosina, pero como no sabía leer y sólo se alimentaba de pan, caldo y variedades, sujetó el papel para que él lo observara. —¿Qué dice aquí?— Preguntó con curiosidad.
Anonymous
Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Así que se llama Kida Bennet, luego hurgaré en los papeles para ver si puedo encontrar algo sobre ella, quizás pasó por un orfanato antes de venir aquí o quizás pueda localizar a sus padres en algún sitio, es una posibilidad remota pero en el pasado he logrado que una familia compre al niño para que así la familia pueda servir unida, no es lo ideal pero cualquier cosa es mejor que estar encerrados en este sitio. Para colmo tiene una lesión en la pierna por una enfermedad, una secuela de vaya a saber qué. Luego consultaré con algún sanador a ver si se puede hacer algo con eso, probablemente no pero con preguntar no se pierde nada.

Sonrío de nuevo cuando me pregunta el sabor del caramelo y siento una punzada de culpa porque algo tan ordinario para mí como lo es un dulce, para ella es un regalo digno de sonrisa - Ese es de banana, no es de los más ricos, te recomiendo éste - respondo señalando el de envoltorio rojo. Así que no sabe leer... Me pregunto qué tendrá que decir Eloise al respecto, quizás pueda charlarlo de manera superficial con ella.

- Kida ¿Siempre has estado aquí? ¿Nunca te han comprado? - pregunto aunque la respuesta es predecible. No hay un solo mago que querría a una niña con una discapacidad, los quieren fuertes para servir o grandes y con la experiencia de cuando eran libres. No lo diré en voz alta pero la pelirroja no tendría nada qué aportar y así y todo me propongo encontrarle un dueño que pueda ser bueno con ella - ¿Te gustaría que alguien te compre? No prometo nada pero puedo buscar a alguien...
Ivar Lackberg
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Dirty rag doll|| Ivar IqWaPzg
Invitado
Invitado
La niña movió el dulce sobre la lengua y alrededor de su boca, para recordar el sabor a banana, tal y como le había dicho el hombre de traje.
Cuando se terminó el caramelo, observó la envoltura roja que le recomendaba y aunque tenía muchas ganas de probarlo, decidió guardarlo debajo de la almohada junto con los demás. —Lo probaré después, así no se me acaban rápido.— Le murmuró con una pequeña sonrisa.

Juntó sus manos entrelazando los dedos encima de la mugrienta manta y negó con la cabeza. —Mis padres eran esclavos de distintos amos, entonces desde bebé que estoy aquí. No los recuerdo.— Explicó de nuevo la historia que le había contado un par de veces viejos esclavos.
La siguiente pregunta le hizo fruncir el ceño sin comprender del todo porqué la estaba ayudando. —No hace falta, nadie va a quererme...Además, ¿Quién peinará a los niños si yo me voy?— Se encogió de hombros y rascó su cuero cabelludo, para posteriormente intentar acomodarse con la espalda un poco más recta y apoyada sobre la pared.

Tomó la muñeca de trapos entre sus manos. —Pero...Si me gustaría conocer...allá fuera.— Comentó en voz baja, por temor a que los guardias la escucharan. Uno nunca sabía cómo ellos reaccionarían.
Intentó arreglar un poco la tela sucia que vestía su juguete y entonces se la enseñó. —Ella es Isabelle.
Anonymous
Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Hago un ademán a modo de respuesta pues si quiere guardarlo para más tarde está en todo su derecho, claro que está el peligro de que lo encuentren pero algo tan pequeño es sencillo de esconder, además es su tesoro del día así que supongo que lo hará bien.

Escucho la historia sintiendo una pizca de esperanza pues si sus padres están vivos quizás pueda localizarlos y así charlar con sus dueños. Espero que no sean de esos tipos puristas que maltratan a las personas sin magia, de todas formas seré cuidadoso y no le daré falsas esperanzas a la niña - Todos tenemos que aprender a peinarnos solos en cierto punto ¿No? - respondo encogiéndome de hombros. Recuerdo que mi madre ponía mucho empeño en esas cosas cuando era un niño, aunque en realidad no había mucho que hacer en nuestro hogar aislado del mundo.

-Es un placer conocerte, Isabelle - respondo mirando a la muñeca y metiendo mis manos entre los barrotes para estrechar su muñón de tela - Probablemente tú también quieras conocer la ciudad ¿Cierto? - continúo hablándole a la muñeca con una sonrisa - Así que haré todo lo posible para que ambas puedan hacerlo ¿De acuerdo? - será una misión difícil pero no imposible, solo debo ponerme la máscara de funcionario una vez más y usar mi encanto para conseguir lo que quiero, lo he hecho antes y puedo hacerlo ahora.

Pero de momento creo que lo mejor es retirarme ya que comenzarán a sospechar de lo que estoy haciendo aquí. Se supone que era una visita rápida para poner en el informe que todo marcha de maravilla y mentir de esa forma no lleva tanto tiempo - Volveré ¿De acuerdo? Prométeme que te cuidarás hasta entonces.
Ivar Lackberg
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Dirty rag doll|| Ivar IqWaPzg
Invitado
Invitado
Durante un par de segundos se quedó con la mirada clavada en la sucia muñeca, pensando en las palabras de aquel hombre desconocido hasta ahora. Era cierto que los niños debían empezar a peinarse solos, pero si ella no lo hacía, ya no tendría nada más para hacer, excepto contar historias mágicas durante las noches. Si que era una inútil en todos sentidos.
Soltó un ligero suspiro y en cuanto Isabelle entabló la conversación con el brujo, la pelirroja tapó su boca y soltó unas pequeñas risitas.
Con cuidado llevó su rostro hacia la muñeca y asintió. —Isa dice que también le agradó conocerte y que ella quiere conocer la playa— Frunció el ceño hacia el trapo con forma y luego levantó la mirada hacia el señor de traje.

Kida movió la cabeza para asentir, sin embargo estaba casi segura de que no volvería a saber de él y eso le causó un poco de tristeza. Le había agradado, no por los regalos, si no porque era el primer adulto que le prestaba tanta atención. —De acuerdo.— Alcanzó a responder justo cuando se puso de pie.

La niña acomodó la muñeca sobre el colchón mugriento y sujetando los barrotes, para luego hacer fuerza con su pierna sana, consiguió ponerse en pie. Intentó no fruncir el rostro por las punzadas de dolor, sin embargo no lo logró muy bien. —Lo prometo, no iré a ningún lado.— Bromeó y la mueca de agonía se convirtió en una pequeña sonrisa divertida.
Anonymous
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