The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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The sparks send the fire down the wire ✘ Arianne
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Recuerdo del primer mensaje :

El ruido del objeto cayendo sobre la cama hace que deje de sacudir el pantalón para chequear qué es lo que se ha salido del bolsillo, ese que tiene el hechizo de expansión y me ha servido para ocultar algunas cosas incluso con todo lo que ha pasado en los últimos meses. He tratado de limpiarlo en todo este tiempo, pero jamás se me ocurrió el ponerme a revisar las cosas que habían quedado escondidas por culpa de la magia y mis ojos se abren de par en par al reconocer el espejo comunicador, burlándose de mí sobre el acolchado. No reconozco de inmediato el peso dentro de mi pecho y me tomo al menos unos segundos en reaccionar y tomar el espejo, como si éste quemase. La luz del sol, ese que se cuela por la ventana anunciando los últimos días de verano, se refleja de manera que me fastidia en los ojos. Me había olvidado de su existencia…

Ha pasado una semana. Hay un plan, claro que lo hay y todavía tengo miedo de cómo haremos para efectuarlo. Las grabaciones, sin embargo, siguen clavadas en mi mente, como si el recuerdo se reproduciera una y otra vez tal y como hacen las películas. Uno de los duelos que más recuerdo, al menos por lo poco que se ha visto, fue el de Alice contra una rubia que conozco bastante y que, para mi sorpresa, no se encuentra muerta. ¿Y cómo es eso posible, cuando todo lo que ha pasado me gritaba, a los cuatro vientos, que no había manera de que ella siguiera con vida? Que la condenarían por mi culpa, que todo habría acabado de la manera más injusta y cruel posible. Y sin embargo…

Las voces me indican que hay gente aún en el piso inferior y no puedo tomarme esta libertad, hacerlo en el edificio es arriesgado. ¿Y qué si la controlan? ¿Y qué si chequean sus medios de comunicación? Con la excusa ridícula de que debo salir por un momento a comprar… algo, salgo del loft y, con las manos en los bolsillos y la ansiedad a flor de piel, camino las cuadras necesarias hasta llegar a la fábrica abandonada más cercana. Como de costumbre, me reciben las ratas, que huyen de mí como si supieran que no soy enteramente humano. Tengo que chequear que no haya ocupas dentro, pero en cuanto me aseguro que estoy solo, saco el espejo y le echo un vistazo — ¿Ari? — pregunto, dudoso. Nadie responde, por lo que carraspeo un poco — Ari… ¿Estás…? — no hace falta que diga mucho más, porque unos familiares ojos azules aparecen en escena y doy un bote, casi tirando el espejo al suelo. Tengo que asegurar el agarre de mis dedos para evitarlo — ¡No puedo creer que sigues con vida! — exclamo, tan atropelladamente que siento que la estoy acusando — ¿Cómo…? ¡Pensé que estarías al menos presa, carajo! — que si suena como que la ando retando, no es mi culpa.
Benedict D. Franco
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https://www.themightyfall.net/t8228-franco-benedict-desmond#9926
Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
En desgracia, sé que nada de lo que diga servirá en algo para ella. Sus culpas son personales y no puedo comprenderlas, me conformo con apoyar mi cabeza sobre la suya y rodearla con un brazo que busca reconfortarla, en ayuda de una caricia que se pasea por su espalda. Conozco lo que es vivir bajo el régimen de Jamie Niniadis, las marcas en mi piel lo demuestran, en especial aquella que me delata como alguien que alguna vez fue un esclavo que sirvió en la mansión más lujosa de toda la nación. Sufrí de sus maltratos, sus torturas y sus burlas, además de los límites que condicionaron mi vida en los últimos dieciséis años. Pero jamás fuimos libres, siempre había alguien manejando los hilos. Las cosas solo fueron empeorando hasta que no quedó nada de nosotros mismos — Ari… — quiero decirle que siempre puede venir conmigo, no hay un distrito donde no vayan a recibirla. Podemos buscar el modo de que las cosas funcionen sin mantenerla apresada en un régimen que no tolera, pero no encuentro el modo de expresarlo en palabras, porque sé que es egoísta y arriesgado. Me silencio con una caricia de mis labios en su frente, fingiendo que no he querido decir nada. Lo dejo morir, una vez más.

Aparta mis labios con un dedo al cual tengo que mirar poniéndome bizco y me arrebata una sonrisa, esa que flaquea cuando no comprendo qué es lo que ha sucedido que, de pronto, me encuentro solo sentado en el suelo — ¿Es tu cumpleaños? — pregunto con desconcierto, no tengo ni la más mínima idea de en qué fecha estamos y tampoco recuerdo si alguna vez me lo dijo — Feliz cumpleaños… — la veo moverse en busca de su ropa y me giro, asumiendo que debo hacer lo mismo. Jamás me acosté con nadie en medio de una fábrica abandonada, así que me descoloca un poco el darme cuenta de que mis calzoncillos quedaron encima de una caja y rebusco hasta que puedo sacar los pantalones de un estante donde se han enganchado. No me toma mucho el vestirme, más callado de lo que me creí capaz y solo la miro cuando termino de pasar la camiseta por mi cabeza. Todo en su lugar, como si nada hubiese ocurrido. Es un sentimiento extraño, difícil de descifrar.

Como ha sellado la puerta con magia, me rasco la cabeza y espero a que la abra, sabiendo lo que vendrá a continuación. ¿No era este el adiós? Sé que debería decir algo al respecto, pero no tengo palabras que acudan a mí y me relamo los labios, hinchados y rosados por haber sido presa de los suyos — No sé qué decir — admito, fuerzo una sonrisa que me dobla la boca de lado y dejo caer las manos — Solo… espero que seas feliz. Y que encuentres lo que buscas — una buena vida, se la merece, posiblemente mucho más que yo. Y antes de que se desaparezca, corto la distancia que nos separa para tomar su rostro con manos cuidadosas y besarla con calma, separándome con la lentitud de alguien que no desea marcharse tan pronto — Nos vemos por ahí — es mucho mejor que despedirse con palabras más fatalistas.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Tanteó el espejo que aún permanecía dentro del bolsillo de su pantalón, recorriendo cuidadosamente cada milímetro del mismo. Podía quedárselo un poco más, ¿verdad? Mantenerlo a su lado aunque no le diera uso, observarlo de tanto en tanto cuando lo necesitara; cuando no encontrara un lugar de donde sacar más fuerzas para continuar con su farsa de vida. Nunca antes la había considerado de aquella manera pero, quizás, era la calificación más acertada. Su vida había sido siempre una farsa, una especie de espectáculo en la que se veía obligada a actuar aunque estuviera cansada de seguir en pie y solo quisiera que las luces se apagaran. Acabó dejándolo allí, observando en silencio como terminaba de ponerse la camiseta, tratando de resistir las ganas de acercarse hasta él y arreglar su desordenado cabello. Desechando la idea para acabar cercando las distancias y tratando de retirarlo de sus ojos con la diestra.

Asintió con la cabeza, no siendo  capaz de decir nada, mucho menos de mirarlo directamente a los ojos, por lo que se colocó detrás de él, abrazándolo por la espalda y apoyando la mejilla contra ésta. Sus manos trataron de entrelazarse al frente pero, a la vista de no conseguirlo, apresó entre sus dedos parte de la tela de su camiseta, cerrando los ojos y queriendo permanecer así durante el resto del día, simplemente de aquella manera. Respiró lentamente, sintiendo el pecho subir y bajar contra su espalda. Quería guardar ese instante en su memoria, su tacto y su olor, para poder recurrir a éste cuando no estuviera pasando por un buen momento o, simplemente, quisiera traerlo de vuelta. No había pensado en el ‘después’ que vendría cuando se tuvieran que separar, definitivamente no lo había observado antes de acortar la distancia entre ambos.

Soltó la tela, deslizando ambas manos por sus costados, colocándose a su lado y tomando la mano contraria. Una acción tan natural que no había podido llevar a cabo sin sentir frío y desagradables escalofríos recorriendo su espalda, un calambre que provocaba que se alejara del más mínimo contacto con otros. Pero en aquel momento sentía una agradable calidez que no quería dejar ir. —Estaré bien si tienes cuidado— fue todo lo que dijo antes de que su cuerpo se elevara levemente, irguiéndose sobre los dedos de sus descalzos pies y con las manos apoyadas sobre sus hombros. No le importó que solo fueran unos segundos el tiempo en los que sus labios se volvieron a unir. —Recuerda que no nos estamos despidiendo— advirtió aún cerca de su boca, alzando la mirada hacia él —, el destino tiene extrañas formas de actuar… y siempre acabamos encontrándonos de un modo u otro— solo espero que no sea en una situación en la que alguien esté en peligro, quiso agregar pero no hizo.

Sus manos no querían separarse de él, su cuerpo permanecía inmóvil en el lugar por más órdenes que su cerebro les enviaba. Separó las manos de él, dejándolas caer a sendos lados de su cuerpo y desapareciendo en un fuerte tirón.
Arianne L. Brawn
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The sparks send the fire down the wire ✘ Arianne
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